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Por que los accidentes no existen en teoria – VI




Enviado por Felix Larocca



  1. Las
    coincidencias y las simetrías de
    nuevo…
  2. Los
    celos, el lado sombrío del amor
  3. El
    síndrome de Otelo: los celos
    patológicos
  4. Alteraciones asociadas
  5. Bibliografía

Hablamos del amor en la lección
anterior. Pero, ¿y los celos? ¿Quién los
entiende?

¿Matar por amor? ¿Morir por
amor? ¿Cómo es posible? Pero, pasa, y pasa
mucho… pasa tanto, que algunas naciones justifican este
tipo de homicidio como un acto de autodefensa.

¿Recuerdan ese poema antiguo, El
Duelo del Mayoral
? Del mismo extraemos esas estrofas, para
ilustrar como operan los sentimientos del hombre que
cela:

"Y tuve celos, señora, del que
así me hablaba y tuve celos de aquel que moríay aun
muriendo la amaba…Y la sangre cegó mis pupilasy el
machete en la mano tembló me con rabiay lo hundí en
su pecho con odio y con furiay rasgué su carne
buscándole el alma…Porque en el alma se llevaba mi
hembra y yo no quería que se la
llevara…"

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Pero, recordemos que esta serie de
lecciones están íntimamente imbricadas con la
existencia cuestionable, de los llamados "accidentes", que como
hechos, a menudo, nos visitan en la vida.

Los celos, no existen por accidente, como
el amor no es circunstancia fortuita de la condición
humana. Para entenderlos de nuevo debemos examinar lo que, a
penas conocemos de nuestro pasado prehistórico, investigar
las tendencias culturales y eventualmente examinar las
teorías que explican nuestro desarrollo psicológico
— porque tanto el amor como los celos son asuntos que forman
parte esencial de nuestra naturaleza.

Desde el punto de vista religioso, la
tradición judeocristiana nos enseña que Caín
tuvo celos de Abel, a quien ultimara; que Dios, al principio de
los Tiempos, era un Dios agitado, enfadado y celoso. Que Sara
celaba a Hagar y que Saúl tenía celos de
David.

Con respecto a los celos, las
mitologías griegas y las hindúes son muy
prolíficas en historias acerca de éstos. Para no
ser menos, Shakespeare, cuyas obras, a menudo, celebran el amor y
sus miserias en todas sus formas; en Otelo, nos consagra el
personaje trágico cuyo nombre se diera al síndrome
de los celos patológicos.

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Freud descubrió la rivalidad celosa
entre hermanos mientras que el filósofo, San
Agustín, lo hiciera con muchos años de
anticipación.

Jesús, amonesta a sus
discípulos por tener celos de María Magdalena — y
así continua nuestra historia.

Las coincidencias
y las simetrías de nuevo…

Visitando el Internet éste nos
enseña, de modo sorprendente, que existe un número
incalculable de libros, sitios y de publicaciones dedicadas a las
labores del azar, exclusivamente.

Una revisión somera de la historia
de las ciencias y de la exploración de la Naturaleza, en
todas sus magnitudes, nos indica que haber estado en "el lugar
preciso, en el momento determinado" es responsable por más
de los descubrimientos conocidos, que la visión
intelectual o la perspicacia del investigador.

Que la historia misma nos enseña el
paralelo misterioso del brote simultáneo de ideas,
tendencias, filosofías y descubrimientos; como si algo, o
alguien con inteligencia, los estuviese organizando.

En sumario: que no hay
coincidencias…

Los celos, no son coincidencias, ya que
constituyen un elemento poderoso en nuestro desarrollo emocional
y, juntos con la envidia son responsables de muchas de nuestras
actividades y actitudes, tanto patológicas como
saludables.

Los celos, el lado
sombrío del amor

Un reciente estudio norteamericano acaba de
demostrar que más del 33% de las parejas sufre de celos y
casi la mitad de los encuestados los consideran una consecuencia
inevitable del amor verdadero.El estudio al que hacemos
mención se obtuvo de un total de 651 estudiantes
universitarios, de los que un 33% confesó estar afectado
por los celos en sus relaciones actuales. Los síntomas son
pérdida de la autoestima, abuso verbal, peleas iracundas o
pánico a ser acosado; es decir, se manifiestan tanto en el
celoso como en el celado. Sin embargo, de la misma muestra, el
46% consideró que los celos eran una consecuencia
inevitable del amor verdadero. El psicólogo David Buss,
autor del libro Pasiones Peligrosas, en el que habla del
lado positivo de los celos en la relación de pareja, nos
dice que los celos son tan necesarios para el hombre y la mujer
como el amor y el sexo. De acuerdo con él, la mayor parte
de los celos no son patológicos, sino que son sentimientos
que operan como una defensa primaria contra signos de infidelidad
y abandono.Según Buss los celos controlados pueden
enriquecer una relación, ayudar a la pasión y
ampliar el compromiso. Para este autor, la total ausencia de
celos está asociada a la falta de romanticismo.

¡Está equivocado!Si bien
existen relaciones en las que uno de los dos, en la pareja, es
más celoso, la respuesta no está en la personalidad
del sujeto, sino en la naturaleza de la relación. Si su
pareja muestra señales de distanciamiento o si hay una
relación en que uno es más deseable que el otro, lo
más probable es que existan cuadros de celos
considerables.

El síndrome de Otelo: los celos
patológicos

Si
bien los celos son normales, comunes y naturales en la
conducta
humana, existe un lado oscuro en estas pasiones: los celos
patológicos. ¿Qué ocurre cuando los celos se
convierten en algo obsesivo?Cuando la persona amada recibe una
llamada y se siente la necesidad imperante de saber en el acto de
quién se trata; cuando se está en grupo y se dedica
a observar todos los movimientos del otro; cuando no se tolera
que la gente sea excesivamente amable con él/ella; si se
piensa constantemente que no se es lo suficientemente bueno para
el otro. Estas situaciones, para medir si uno es -y en qué
grado, lo es – celoso, abundan en los tests de las
revistas para entretenimiento de los lectores. Un pasatiempo
intrascendente en torno a una emoción, inscrita en el ADN
de los humanos, que puede desembocar en catástrofes cuando
adquiere la categoría de obsesión
patológica, alimentada por otros factores como el
alcoholismo, la homosexualidad latente o el estrés.El amor
se puede transformar en odio y la distorsión de la
realidad puede ser un verdadero calvario para la pareja.
"Nueve años seguidos quisiera estarla matando",
dice Otelo, en la obra homónima de Shakespeare, cuando se
cree burlado por Desdémona, su esposa. Los expertos hablan
de los celos patológicos como un trastorno bien diferente
de los celos comunes entre enamorados. Este tipo de celos suelen
darse en personas suspicaces, recelosas, desconfiadas, que
tienden a controlar excesivamente a su pareja. Los celos
patológicos corresponden a personalidades inestables y
pueden tener trágicas consecuencias, tanto en quien los
padece, como para el sujeto de la obsesión.Una persona
patológicamente celosa cree que es dueña total de
su pareja. La relación termina desequilibrándose,
por las excesivas demandas impuestas, afectando seriamente la
estabilidad de la pareja. Muchos psicólogos opinan que la
falta de amor puede generar en los niños problemas de
ansiedad, lo que puede derivar en un adulto histérico y/o
neurótico: creador inconsciente de celos
patológicos. El celoso patológico reclama
sacrificio, pero no es capaz de sacrificarse, siendo muy
egoísta, porque desea ser amado incondicionalmente. De
ahí que el niño necesite cariño y respaldo
como fuerzas creadoras, para asentarse en el mundo adulto sin
problemas.

Alteraciones
asociadas

Los celos patológicos pueden tener
asociados otros trastornos físicos, como pueden ser
alteraciones en la tiroides, con cambios drásticos del
carácter y la conducta. Pero lo más importante son
las anormalidades psicológicas, entendidas como
obsesiones, manías y neurosis. Entre otros trastornos
mentales relacionados con los celos patológicos
está el delirante paranoide que, como citamos más
arriba, corresponde a un estado de elevación de la
conciencia del Ego, con gran tendencia a la auto-referencia y a
la proyección de las propias ideas en los
demás.

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Otelo

En una peligrosa forma de psicosis
paranoide, el tema central lo constituyen los celos sexuales
delirantes. Los celos tienen una compleja psicopatología y
los celos patológicos se presentan en diversas
situaciones, incluyendo la paranoia conyugal (síndrome de
Otelo), limitada al delirio de celos que involucra a la pareja.
La angustia a la que se ve sometida una persona celosa deriva
rápidamente en ira. La persona acusa, espía o sigue
insistentemente a su pareja, con el fin de demostrar la
infidelidad, llegando a inspeccionar su ropa en busca de
evidencias o a malinterpretar acciones que justifiquen su
sospecha. La agresión física se transforma, en
estos casos, en un peligro real.

Los celos, también existen en el
dominio de los animales que viven en sociedades y que compiten,
de modo adaptante por los recursos, el dominio y la posibilidad
de ser considerados especiales.

Aquí lo ilustramos

Fue un crimen de pasión. Niko, era
un ser dominante y enamorador contumaz. A las hembras las
sometía (como lee el lema del escudo chileno) "por la
razón o la fuerza." Si ellas no sucumbían a sus
requiebros, él las forzaba a satisfacer sus caprichos
sexuales de cualquier manera; mientras que a seres de su mismo
sexo los intimidaba con expresiones gráficas de su vigor
salvaje. Niko no era respetado… Niko era temido y a la vez
aborrecido.

"…como son las cosas, cuando son
del alma…

…y una noche obscura, lo que
hacen los celos…"

Nadie sabe realmente lo que ocurriera, ya
que no hubo testigos de ese crimen de
abominación.

Un día, cuando la alborada
asomó, Niko apareció muerto en medio de un pozo de
su sangre. Sus ojos habían sido enucleados y sus
testículos extirpados. Ni se encontró el arma con
la que el crimen se perpetrara, ni nadie admitió
responsabilidad por el mismo. Sus compañeros de alojo,
quienes a él resentían, afectaban una astuta
indiferencia absoluta.

Este fue evento bizarro, que
horrorizó a todos quienes regularmente frecuentaban el
jardín zoológico de Ámsterdam… porque
era éste el preciso lugar en donde moraba Niko, el
desventurado chimpancé.

Richard Dawkins, Robert Wright, Jared
Diamond y muchos otros destacados antropólogos nos
instruyen, con sus entendimientos penetrantes, acerca de la
capacidad sorprendente que poseen muchas especies para destruir
miembros de su mismo género. En otras palabras, para
asesinar. Tal cual, habitualmente, lo hace nuestro propio
género, H. Sapiens sapiens.

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Laocoon

En su obra de suma magnitud (The
Selfish Gene
) Dawkins describe, lo que puede que sea una de
las razones por la que tantos actos de crueldad ocurran en la
Naturaleza: "… [Él dice que es] para garantizar la
propagación exitosa de los genes… [de una
especie]".

El ser humano, habiendo conquistado la
actividad sexual con fines de supervivencia (como lo ha hecho
también con la comida y con la bebida) hoy se dedica (cual
lo hacen otros simios) a practicar el sexo con objetivos
primordialmente placenteros o hedonistas.

Del mismo modo, el ser humano, como parece
que sea el caso con algunas otras especies, trata de impresionar
a la hembra codiciada con expresiones ostensibles de poder,
inteligencia, tenacidad, solvencia y reputación. Virtudes
las cuales pueden concisamente ser traducidas en la
posesión de riquezas.

En los Estados Unidos, nación que se
destaca por sus excesos en muchas áreas, el sueño
de todo muchacho joven, habitante de los barrios pobres, nido de
los prejuicios raciales y sede del rechazo social, es el de
resaltar en los deportes para así lograr la
posesión de fortunas inmensas. De ese mismo país
también es oriunda la paradoja, de que los seres
más renombrados son los atletas, quienes también
resultan siendo las personas con la menor
educación.

Generalmente, el atleta norteamericano,
usualmente de origen africano (de donde se sabe todos
procediéramos), procura adquirir tantas mujeres blancas
como pueda lograr seducir… para… ¿qué
más?… para propagar sus genes, y para validar su
ego.

Pero en esta situación hay un
detalle peculiar y problemático; detalle el cual reside en
la esencia de la siguiente interrogación (la cual carece
de respuesta satisfactoria): "¿Si yo no fuera quien yo
soy, y, si yo no tuviera tanto dinero… tú como
mujer te asociarías conmigo?…" (Quizás
sí… quizás no…)

El imperativo animal en Norteamérica
está supeditado a las fuerzas abrumadoras de los
prejuicios raciales de una nación la cual está
irremisiblemente fraccionada y socialmente polarizada. Por esa
misma causa, no toma mucho tiempo para que el atleta descubra que
sus "hembras" (en la mayoría de los casos), no desean
precisamente la recepción de sus genes, si no que
lo que ansían, en lugar de éstos, es el lograr un
acceso ilimitado a sus cuentas bancarias. Ello, al atleta,
consecuentemente, les menoscaba la autoestima y desencadena
tendencias primitivas, que en círculos freudianos se
conocen como la expresión de la "rabia narcisista"
("narcissistic rage").

El atleta, cuyos logros físicos,
pecuniarios y de publicidad, han sobrepasado, en exceso, sus
alcances culturales e intelectuales; trata de disminuir el trauma
penoso a su ego; que les ocasiona su falta de educación de
abolengo y de oportunidades culturales; engañándose
a sí mismo con la falsa creencia de que él
está dotado con atributos de omnipotencia, confiando de
ese modo que todo (no importa cuan descabellado sea) lo
que haga él le saldrá bien.

Sin embargo, los resentimientos engendrados
(¿ven?… el gen otra vez) por la evidencia
ostensible y amarga de las ventajas que el usufructo injusto de
sus éxitos han proporcionado a cualquier mujer (a quien
él crea desleal) pueden guiarlo a cometer crímenes
de sanción. Esto, se entiende en círculos
darvinistas, que él lo hace para proteger "la
transmisión exitosa de sus genes"… ¡Cosa
triste! …

Y eso puede que así sea… por
lo menos, en algunos casos… ¿Puede alguien recordar
alguno?

Piensen…

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Bibliografía

Suministrada al final de esta serie de
ponencias

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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