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Raza, historia e identidad: aprobación de la Real Cédula – Cuba



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Conflicto
    étnico-racial
  3. La
    independencia de las Trece Colonias Inglesas de
    América del Norte
  4. Conclusiones
  5. Referencias
    bibliográficas:

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Resumen

En el trabajo se aborda el contexto histórico en
el cual se dieron las condiciones para que tuviera lugar la
aprobación de la Real Cédula del 21 de octubre de
1817. Para ello se trata el influjo del proceso emancipador en
Haití, valorando el impacto que tuvo en la sacarocracia
cubana, así como en las autoridades españolas de la
Isla. En ese contexto, se analiza el impacto de la
aprobación de Real Cédula, caracterizando los
conflictos étnicos y raciales a que condujo, así
como otras problemáticas sociopolíticas que
marcaron las primeras décadas del siglo XIX. Desde esta
perspectiva, se consideran las bases que condujeron a la llamada
colonización blanca, para limitar el aumento de la
población negra en la isla.

Introducción

La sociedad cubana se formaba por aquellos años,
heredera de un rico híbrido cultural, de la
tradición española dominante y la africana
esclavizada, pero poderosa ante su mayoría
demográfica; se fue imponiendo paulatinamente la presencia
de las costumbres, la cultura, el idioma y hasta las expresiones
extra-verbales, imbuidas de la música, la danza, y otras
artes, que dieron lugar al maravilloso ajiaco cubano, como lo
dignificara don Fernando Ortiz.

En ese contexto, donde arreciaba el comercio triangular,
viniendo de África los esclavos, de Cuba el azúcar
y otros productos agrícolas y de España la
manufactura, se fue conformando el sincretismo cubano, en los
primeros indicios de la formación de la nacionalidad y la
lucha por la emancipación desde las expresiones culturales
y artísticas, que reconocían la presencia de un
pueblo multirracial, con una mezcla de la religión
católica y la africana, especialmente de la
religión yoruba, la regla de Ocha y de Palo
Monte.

Fue en este contexto donde el pensamiento cubano,
influido por la Revolución Francesa y las guerras de
independencia y emancipación de Nuestra América de
las primeras décadas del siglo XIX, que se acrecientan las
preocupaciones de las autoridades españolas de la Isla,
sobre el temor a una réplica de los hechos acontecidos en
Haití donde los negros tomaron el poder.

Por otra parte, la evolución del pensamiento
criollo irrumpía contra las mentalidades coloniales, con
la influencia de intelectuales como Félix Varela,
José Antonio Saco, José Francisco Arango y
Parreño, Domingo del Monte y José María
Heredia. Este ambiente amplió las bases del pensamiento
reformista e introdujo señas de liberalismo y
emancipación en una Metrópolis que frenaba el
desarrollo de la Isla, no sólo en el plano
económico-comercial sino también en el cultural y
el político.

En el interior de la naciente sociedad cubana, se
fundía un sincretismo peculiar, que permitió una
mayor tolerancia en sectores intelectuales. Ello
posibilitó que fuera presentado en las famosas tertulias
de Domingo Del Monte a un poeta negro, que había sido
cimarrón.

Conflicto
étnico-racial

El conflicto étnico-racial de la etapa colonial
entre la élite de poder de la Isla y el crecimiento de la
población negra (afro descendiente) se acrecienta ante el
temor de que los aires libertarios de los revolucionarios
haitianos penetraran en la creciente población negra de
Cuba.

Por otra parte, el temor a que cultural y racial a que
Cuba fuera una población cuya raza preponderante fuera la
negra y a que estos aumentaran sus cuotas de representatividad en
la vida de la isla, llevo a que en el plano jurídico
comenzaran a potenciarse formas para limitar la preponderancia de
la raza negra en la Isla.

Este proceso no estuvo exento de racismo, miedo al negro
tanto por su raza como por sus costumbres, su cultura y formas de
expresión, que era de preocupación no sólo
del poder colonial, sino también de parte importante de la
élite criolla que ya se preocupaba por aspectos más
profundos del futuro de la Isla.

Desde este pensamiento conservador, que
resultaría muy simplista valorar desde en pensamiento de
nuestros días pero que para aquella época llamaba
la atención no sólo de ricos hacendados plegados al
poder colonial, sino también de pensadores progresistas
que aún mantenían sus reticencias respecto a la
ascendencia de los negros de la vida de la Isla, por las
implicaciones que tenía y por su repercusión en la
demografía del país.

En aquellos años se configuraba la
evolución de las raíces de un pensamiento, una
forma de vida y una identidad autóctona, que mostraba los
antecedentes de la más genuina identidad del criollo, en
una etapa de transición del modelo colonial al propiamente
cubano. Debe precisarse que no existían aún las
condiciones para hablar de la nacionalidad cubana, era
precisamente la etapa de su formación, de modo que
existía un ferviente dilema entre lo español, lo
africano y aquel curioso sincretismo que daría en
sí, lo cubano.

En ese sentido desataron los conflictos desde el
pensamiento de la clase dominante de la época, que se
preocupaba por tomar las medidas a tiempo para evitar la
preponderancia negra en la isla. Obviamente la guerra de
independencia de las Trece colonias, la revolución
haitiana y las guerra emancipadoras de Latinoamérica
tuvieron su influencia en lo que acontecía en la
Isla.

Era una época de ensueño, de aires
libertarios, con movimientos como Soles y Rayos de
Bolívar, la Conspiración de Aponte, la de la
Escalera, en fin, todo un manjar de luchas emancipadoras, por los
derechos del hombre y del ciudadano, y por el reclamo de una
autoctonía, para un identidad naciente. En este contexto,
se desarrollaron los conflictos de etnicidad y religión,
con un irrespeto a la otredad, propio de tiempos de
civilización y barbarie, al decir de Darcy
Ribeiro.

En esos tiempos de colonialismo imperial y guerras
emancipadoras, de transición del feudalismo al capitalismo
pre-monopolista donde la burguesía asumía un
carácter revolucionario, se rompían las castas de
la nobleza, por una nueva élite del poder formada entre
las autoridades coloniales y los ricos hacendados. Fue esta
élite de poder la impulsora de la Real Cédula de
1817.

Eran los antecedentes de la formación de la
nacionalidad, la transición del colonizador en colono, del
colono en criollo; la partera del pensamiento cubano en las obras
de Félix Varela, José Antonio Saco, José
Francisco Arango y Parreño, Domingo del Monte y
José María Heredia y de los regímenes
militares de los Capitanes Generales, del dilema entre reforma y
revolución, la lucha por la
emancipación.

La aprobación de la Real Cédula de 21
de octubre de 1817.

La Real Cédula fue aprobada del 21 de octubre de
1817, en respuesta a las propuestas del Ayuntamiento, el
Consulado y la Sociedad Económica de La Habana. Esta
cédula, compuesta incentivaba el crecimiento de la
población de raza blanca en Cuba. Entre otras
explicaciones, se justificaba la medida ante la necesidad de
incrementar el cultivo en tierras sin explotar con fines de
exportación.

El blanqueo de la Isla no sólo llevaba a
implicaciones raciales sino también de lenguaje y cultura,
pues para ello comprendía el incentivo de la
inmigración de otros países de Europa occidental,
cuyo idioma también era diferente, por lo que el documento
debió redactarse también en inglés y
francés. No obstante, se cuidaba de que la religión
fuera la católica.

Esta situación incentivaba un proceso que
comenzó a mediados del silgo XVIII, con la oleada
inmigratoria francesa a la Isla por la década del 60 de
esa centuria, con el Pacto de Familia ratificado por las dos
familias borbónicas europeas con el afán de
debilitar a Inglaterra.

La Revolución Haitiana incentivó el
refugio de franceses provenientes de Saint-Domingue, pero este
fenómeno fue mirado con recelo por las autoridades
coloniales de la Isla, que previendo paganas inter-imperiales,
tomaron medidas de control e incluso de expulsión a varios
ciudadanos franceses a fines del siglo XVIII.

Estos conflictos no sólo eran de índole
política, sino que la llegada de franceses con sus
esclavos, y la introducción de formas más avanzadas
de producción en el oriente cubano, conllevó a
nuevas pugnas de índole económica y comercial, a la
vez que la inyección de mayor población negra
alentaba los debates respecto a como atenuar un fenómeno
que temían que se les fuera de control. Para que se tenga
una idea "(…) con la Paz de Basilea de 1795 y la
extensión del conflicto en Haití – ex
Saint-Domingue – en los últimos años del
siglo XVIII y primeros del XIX, se produjeron unas 30 000 nuevas
llegadas, sobre todo en el Oriente cubano, principalmente en la
región de Santiago."[1] Según
Tomás Iriarte "(…) en 1857 los franceses refugiados
en Cuba, introdujeron máquinas y procedimientos
desconocidos en el país para elaborar el azúcar, y
así dieron un gran impulso a esta
industria´"[2]

Entre los beneficios que recibían los inmigrantes
europeos en Cuba se destacaban, los derechos civiles concedidos,
como el de llevar armas. Por otra parte, debían adherirse
a la fe católica y demostrar su subordinación al
colonialismo español. De esta forma, la Metrópolis
española pretendía acentuar su hegemonía en
cuanto a raza y credo ante las transformaciones
demográficas, raciales, étnicas y culturales que se
producían en la Isla. Fue con este propósito se
aplica la Real Cédula de 1817.

Condicionantes histórico-sociales que
influyeron en la aprobación de la Real Cédula de 21
de octubre de 1817.

La situación a nivel internacional iba dejando su
huella en la sociedad cubana. En mayor o en menor medida, una
serie de acontecimientos internacionales de finales del siglo
XVIII y principios del siglo XIX se convierten en condicionantes
sociales que hicieron posible que el 21 de octubre de 1817 se
aprobara la Real Cédula de la colonización blanca
de Cuba.

Debe entenderse que este cuerpo legal pretendía
fomentar, a partir de los derechos y las concesiones legales que
ofrecía, la entrada de blancos a la Isla, con el objetivo
de contrarrestar el aumento de la población
negra[3]Los acontecimientos políticos y
socioculturales, influyeron en la realidad colonial Europa en su
política colonial, de lo que no fue ajena Cuba.

Hacia el interior del mapa social de la Isla fueron
teniendo lugar una serie de acontecimientos que influyeron
directamente sobre la estructura poblacional y racial de la Isla,
lo que condujo a la aprobación de la Real
Cédula.

En relación con este proceso deben
señalarse como fenómenos fundamentales que
incidieron en la aprobación de la Real Cédula de
1817: la independencia de la Trece Colonias Inglesas de
América del Norte, la ocupación napoleónica
de España y la Revolución de Haití, el
ascenso y desarrollo de la sacarocracia cubana y el Censo
poblacional del año 1817.

La independencia
de las Trece Colonias Inglesas de América del
Norte

Indudablemente el proceso histórico que condujo a
la independencia de las Trece Colonias tuvo una
repercusión psicológica y espiritual notable sobre
la población cubana, fundamentalmente sobre los criollos
con ideas contestatarias al régimen colonial.

Si bien este proceso revolucionario tenía actores
sociales (industriales, comerciantes, banqueros) muy diferentes a
los que pudiéramos encontrar en una colonia
española como Cuba, en sus exigencias a la
Metrópolis pueden encontrarse coincidencias de intereses,
sobre todo en el plano comercial, que explican la influencia de
ese territorio sobre el Gran Caribe, en los primeros años
del siglo XIX.

Tanto los criollos como los comerciantes
españoles, anhelaban una libertad comercial, que
dinamizará sus producciones, pero la realidad que
enfrentaba la Metrópolis española le imposibilitaba
de tales transformaciones. Obviamente que este espacio
sería ocupado paulatinamente por una economía en
crecimiento como la del naciente Estados Unidos de
América, que ya en el siglo XIX apuntaba a su ascenso como
potencia.

En este contexto, se estrechan los vínculos
comerciales con la Isla, beneficiados por la cercanía
geográfica y un modo de producción y comercio mucho
más acorde con los nuevos tiempos. De esta forma, la Mayor
de las Antillas fue convirtiéndose en uno de los
principales abastecedores de azúcar para el mercado
norteño.

Pero este comercio ameritaba de un aumento de la
producción, que incidía en la necesidad de mano de
obra esclava. Por tanto, pronto se incrementaron los
vínculos entre traficantes de ambas partes. Hasta la
compra-venta de esclavos resultó lucrativa, no sólo
para los compradores sino también para los traficantes,
que hacía de este negocio unos de los primeros
vínculos de dependencia de la Isla hacia ese
país.

Como puede apreciarse, este acontecimiento aun cuando
tiene lugar a kilómetros de distancia de Cuba,
influyó directamente en el aumento de la producción
y del comercio. La compra de mano de obra y el tráfico de
esclavos aumentaron, y con ello la población negra, con un
impacto demográfico considerable. A esta situación
se agrega la declaración del Rey Carlos IV
–años más tarde-.proclamando el libre
comercio de esclavos.

La toma de La Habana por los ingleses.

La toma de la habana por ingleses, en 1762 desde el
punto de vista del sistema de derecho no recibió ninguna
influencia. Desde el punto de vista social, fue diferente. La
corta y localizada estancia de los ingleses, tuvo un impacto
social que aun décadas después podía
apreciarse, particularmente en la producción y el comercio
y en la composición racial de la sociedad.

Por primera vez, los comerciantes de La Habana
podían comerciar con los negreros ingleses de manera
directa, la posibilidad de compra de esclavos se negociaba sin
necesidad de intermediarios, lo que provocó la entrada de
un gran número de negros esclavos al país. Estos
procedían fundamentalmente de África y de los
depósitos que tenía Inglaterra en la isla de
Jamaica, lo que ampliaba las variantes de trasiego para
traficantes y hacendados.

Se calcula, según cifras oficiales de la Aduana,
que en aquel momento más de 4000 negros esclavos entraron
por el Puerto de La Habana cifra que, en el corto período
que tuvo la ocupación inglesa de La Habana, resulta
extremadamente alta. Durante la dominación
española, una cantidad similar de esclavos habría
tardado años en entrar a la Isla.

Toda esta mano de obra fue asimilada en la
producción, fundamentalmente azucarera. La naciente
sacarocracia aprovechó esta oportunidad para desarrollar
los vínculos comerciales, hacia un mercado en ascenso,
donde se vincularon la mano de obra
esclava-producción-comercio-ganancia, que ya no se
detendría hasta empezada la segunda mitad del siglo
XIX.

En este período de ocupación inglesa, con
el auge del comercio generó una amplia gama de empleos en
la ciudad que hasta ahora no existían o eran escasos.
Nuevamente, la mano de obra resultaba necesaria para el
"desarrollo" económico de esa sociedad.

Ocupación napoleónica de
España

Pudiera parecer a simple vista que la ocupación
napoleónica de España carecía de fuerza
vinculante para considerarse un condicionante social influyente
en la aprobación de la Real Cédula de 21 de octubre
de 1817. Sin embargo, la ocupación napoleónica de
España, además del impacto sociopolítico que
dejó, tuvo una incidencia directa en nuestra
legislación. Con el derrocamiento del Rey Fernando VII
muchos españoles reclamaron por su regreso, incluso por
parte de las autoridades locales, protesta que llegó al
resto de las colonias de ultramar.

En tales circunstancias, se propagó una
situación de incertidumbre, debido a que los habitantes
que no reconocían al rey francés, por lo que se
quedaron sin órgano de poder superior al que dirigirse, ni
a quien consultar la solución de sus problemáticas,
ya que este constituía la última instancia. Fue en
ese contexto que se crearon en los virreinatos de América
las Juntas de Gobierno.

Las Juntas de Gobierno fueron integradas por los
criollos, que si bien comenzaron proclamando su fidelidad al
Fernando VII, terminaron reclamando la independencia de sus
territorios. Con este proceso nace el Movimiento Juntista, que
propició el inicio de los movimientos libertadores en las
colonias españolas de ultramar.

Si bien Cuba no se incorporó en esa fecha al
movimiento emancipador, puesto que las condiciones
histórico-concretas resultaban diferentes, en gran parte
de Nuestra América se prendió la llama de la
independencia. Ante el temor a los resultados de las luchas
emancipadoras, la inmigración europea hacia América
Latina y el Caribe se frenó.

Hasta ese momento, entre los destinos preferidos por los
españoles en América se encontraba Cuba. Esta
interrupción temporal en el flujo migratorio se
evidenció en el Censo Poblacional del 1817 con una
disminución en el por ciento de la población
blanca. Este fenómeno contribuyó a que la
población blanca no aumentara por estos años,
mientras que la población de raza negra continuó su
proliferación, con una mezcla de autoctonía que se
fundió en la identidad de los pueblos
americanos.

La Revolución de Haití

La Revolución de Haití, y sus
consecuencias tanto al interior de ese país como en el
Gran Caribe, tiene múltiples aristas para ser considerada
como uno de los más relevantes factores que
condicionó la aprobación de la Real Cédula
de 21 de octubre de 1817. En primer lugar, esta Revolución
provocó un éxodo de colonos franceses hacia Cuba,
que se asentaron principalmente en el Oriente del país,
fundando grandes cafetales en las zonas montañosas.
También hubo amplios asentamientos en la zona de Matanzas.
Se calcula que alrededor de 30.000 colonos franceses llegaron a
la Isla.

Pero estos colonos franceses que emigraron hacia
acá no venían solos, sino que lo hicieron con sus
dotaciones de esclavos o, por lo menos, con una parte
considerable de estas, que dadas las circunstancias en que
arribaban, no siempre era declarado el número real de la
dotación. Es por ello que resulta muy difícil
precisar el número de negros esclavos que entró al
país por esa vía con certeza.

Los niveles de producción de los principales
productos exportables haitianos (azúcar y café)
decayeron notablemente al iniciarse la guerra y aún al
culminar esta en 1804, no se lograba recuperar su espacio en el
mercado internacional. Este periodo fue aprovechado por los
productores cubanos para asumir el lugar de Haití en la
producción de azúcar y café, en el
área del Caribe fundamentalmente; lo que acentuó la
esclavitud en la Isla, prolongando las jornadas de trabajo en los
cañaverales y cafetales, necesitando más mano de
obra para la creciente demanda.

Los franceses también trajeron la práctica
del "apareamiento forzoso", costumbre que consistía en
aparear esclavos jóvenes y sanos, los llamados sementales,
con negras jóvenes e igualmente sanas, por regla general,
del servicio doméstico.

Para el fomento de esta práctica los franceses
llegaron incluso a construir un pequeño barracón
independiente, en las haciendas cafetaleras que ocupaban. De esta
forma disminuían un gasto en fuerza de trabajo, cuando
podían proveerlas los propios esclavos y así
lograban una mayor producción.

Más allá de su aportación
numérica a la entrada de esclavos y a la producción
de café, los franceses también dejaron su huella
cultural en la genealogía cubana, que se pude apreciar hoy
en los apellidos franceses con que los dueños
identificaban a sus esclavos y en la danza con la Tumba
francesa.

La Revolución de Haití tuvo una marcada
influencia en la vida cultural, económica y
política de la Isla, pero además constituyó
un referente ideológico y psicológico, que
insertó en la opinión pública de la
época, la posibilidad de una rebelión esclava,
sembrando el temor entre los hacendados y el régimen de la
Isla. Estas circunstancias favorecieron, sin lugar a dudas, la
aprobación de la Real Cédula de 1817.

La Real Cédula que autoriza el libre comercio
de esclavos en el año 1789.

El alcance social de esta norma la hace convertirse en
una condicionante social por excelencia, que propició la
aprobación de la Real Cédula, el 21 de octubre
1817. Resulta evidente que un problema social de tales magnitudes
como el tráfico de esclavos, necesitaba del amparo de una
legislación, y esta nacería de la voluntad Real.

La esclavitud como modo de producción y como
realidad social, estaba aceptada y discurría sin mayores
contratiempos para todos aquellos que de ella se beneficiaban.
Cuando la firma del Rey queda estampada en un documento legal,
llámese en este caso Real Cédula e incluso tratados
o licencias reales que autorizaban a compañías
mercantiles y navieras para operar en las costas de
África, debe entenderse como un derecho que se atempera a
una situación social determinada y que trata de
solucionarla.

El aumento del número de esclavos negros que
llegó a las colonias de ultramar fue tan elevado, que
además de regular su compra y su tráfico, a
instancias del propio Rey Carlos IV, fue redactado un cuerpo
legal conocido en la Historia del Derecho Colonial como
Código Negro Carolingio[4]que se encargaba
de regular todo lo concerniente al trabajo y la vida de los
esclavos, como instrumentos de trabajo, y piezas fundamentales
para el desarrollo económico de esa sociedad. En este
sentido, se limita la cantidad de horas de trabajo y se establece
la obligatoriedad de los dueños de proveerles de alimento
y vestido, así como de instruirlos en la fe
cristiana.

Más allá de las valoraciones éticas
y morales que pudieran hacerse hoy, este derecho para el momento
histórico en que aparece es consecuente con el desarrollo
social, y se adecuó a los intereses de la clase que
detenta en el poder. En ese orden, satisface sus necesidades,
propiciando legalmente la entrada a la Isla de un elevado
número de negros esclavos. Súmese a ello que cuando
las voces del abolicionismo se comienzan a sentir, la
élite de poder que dirigía los renglones
fundamentales de producción en la Isla no estaba en
condiciones de realizar el tránsito. Esta
situación, sumada a la pujanza de las mentalidades
racistas que imperaban en la Isla, imposibilitó que la
historia del abolicionismo cubano tuviera un fin más
inmediato que el de la mayoría de las colonias de
ultramar.

Tal fue el caso que recoge la historiografía del
derecho ocurrido en 1817, de 2.600 negros esclavos que habiendo
sido declarados libres porque el barco que los transportaba fue
capturado, y en cumplimiento de los tratados internacionales y de
la presión de abolicionista británica,
procedía conforme a derecho, que una vez llegado a puerto
cubano fueran asimilados a la población esclava y vendidos
como tales. Las razones alegadas por las autoridades competentes
en su momento fueron: el temor a que se convirtieran en un foco
de conflictos y desordenes sociales, y la necesidad de mano de
obra para la producción del azúcar.

Como realidad aceptada, no tendría mayores
consecuencias si no fuera porque su crecimiento
demográfico comenzó a marcar una incipiente curva
en ascenso de la población negra, que años
más tarde causaría una alarma en la
oligarquía criolla.

El desarrollo y ascenso de la sacarocracia
cubana.

La presencia de la sacarocracia cubana como
condicionante social que influyó en la aprobación
de la Real Cédula de 21 de octubre de 1817, debe verse
como el motor impulsor en la producción y luego en el
comercio del azúcar, que alienta la continua compra de
negros esclavos y, en un segundo momento, como el sector que
promovía las reformas de la época en contraste con
el desarrollo socioeconómico y cultural que iban
obteniendo.

A partir del boom azucarero de finales del s XVIII, la
economía cubana cambia lo útil por lo necesario,
entendiéndose por necesario aquello que redundara en
beneficio económico para la clase en el poder. El
azúcar desplazó al tabaco, enmarcando los
años que Don Fernando Ortiz llamara de "contrapunteo entre
el tabaco y el azúcar".

Este concepto de priorizar lo útil por lo
necesario, llevó al establecimiento de ingenios por toda
la isla. Y donde no había condiciones para una
producción competitiva y el control efectivo de las
plantaciones, comenzaron a aumentar los palenques de esclavos. En
la medida en que más esclavos se compraban, mayor era el
por ciento que huía hacia esos reductos y se perdía
de vista el número real de esta
población.

Independientemente de que la sacarocracia cubana tuviera
formas comerciales del capitalismo de la época,
seguía produciendo con métodos esclavistas,
manteniendo sus barracones repletos de esclavos, en condiciones
de hacinamiento deplorables. Esta realidad incrementó las
contradicciones internas de la Isla que paulatinamente fueron
condicionando las bases de la emancipación.

La esclavitud era el soporte fundamental de la
producción azucarera, pero también de la cafetalera
y la tabacalera, por eso en buena medida la oligarquía
criolla se desentendían del tema de la abolición de
la esclavitud. "El negro fue la gran solución a la mano de
obra azucarera[5]una frase que a pesar de haber
sido acuñada más de un siglo después, pone
al desnudo la realidad social de ese momento.

La compra de esclavos era potenciada cada día
más por esta poderosa clase, que ya afincada como
productora de azúcar a escala mundial, compraba en
condiciones legales o ilegales los brazos esclavos. Resultaba la
misma cosa si el tráfico de esclavos estaba autorizado o
estaba prohibido, nunca la Isla estuvo desabastecida de esta mano
de obra.

Los aires de la ocupación napoleónica de
España no fueron del todo bien recibidos por los magnates
del azúcar. Las ideas de igualdad, libertad y fraternidad
eran solo una frase, la economía azucarera necesitaba
brazos para trabajar y en busca de ellos andaba. La
restauración absolutista con el regreso de Fernando VII
trajo de vuelta el silencio con relación al tema la
abolición de la esclavitud. Y el número de estos
siguió en ascenso. A sabiendas de que el sistema de
esclavitud solo se mantendría bajo la sombra de la
Metrópolis española, la fidelidad a la Corona se
mantuvo y un reformismo de corte económico resultaba
más que suficiente para estos actores sociales.

Las primeras voces que se escucharon desde la isla,
pertenecían a la corriente de pensamiento reformista. Uno
de los principales impulsores de esta corriente era el hacendado
habanero Francisco de Arango y Parreño, quien ajustado al
pensamiento de la época, a pesar de reconocer que la trata
negrera era "un miserable comercio", consideraba que en Cuba eran
muy bien tratados.

No faltaron los elogios para la política
española con relación a los esclavos. Convencidos
firmemente de la necesidad de la explotación de su
trabajo, su voz se alzó clara en defensa de la esclavitud.
No obstante, al preponderar la población negra, es
precisamente Arango y Parreño quien se encarga de elaborar
el "Proyecto de Colonización Blanca para la Isla de
Cuba"

¿Qué podía preocupar ahora a este
hombre que con su actuar y su proyección
ideológica, había contribuido como pocos, a la
entrada miles y miles de negros esclavos a la isla?

Baste para ello, recordar su Discurso sobre la
Agricultura de La Habana donde planteó:

"La suerte de nuestros libertos y esclavos es más
moda y feliz de lo que era la de los franceses. Su
número es inferior al de los blancos y además de
esto debe mantenerlos la guarnición respetable que hay
siempre en la ciudad de La Habana. Mis grandes recelos son para
lo sucesivo, para el tiempo en que crezca la fortuna de la isla y
tenga dentro de su recinto quinientos mil o seiscientos mil
africanos. Desde ahora hablo para entonces, y quiero que nuestras
precauciones comiencen desde el
momento"[6]

Respecto al censo de población del año
1817

En el año 1817 se lleva a cabo un Censo
Poblacional, por las autoridades oficiales de la Isla. Los dos
censos poblacionales que le antecedieron a este en 1804 y en 1810
no se consideraron del todo fiables. Este censo, fue considerado
el más fiable hasta el momento.

Los datos censales que arroja no podrían
comprenderse sin conocer la evolución histórica
social de la isla. Para este estudio, son el complemento de
expresado en números, de una serie de condicionantes
sociales que incidieron y determinaron la aprobación de la
Real Cédula de 21 de octubre de1817 de la
colonización blanca de la Isla. Los datos en
cuestión arrojaron que de un total de 553033 habitantes en
Cuba, 239 830 pertenecían a la raza blanca y 313 203, eran
de raza negra.

De la población presente, como a partir de
entonces se le llamó, resultaba una realidad la
superioridad numérica de la raza negra, que no solo
comprendía a esclavos, sino también a los no
blancos libres (negros y mulatos). Resultaba llamativa
también, la diferencia entre la cantidad de hombres y
mujeres de raza negra que se constató. Esto
respondía por supuesto a la rentabilidad en el trabajo
productivo que aportaba el sexo masculino.

Pero ¿qué grado de certeza podían
ofrecer los resultados del censo? Era sabido que muchos
propietarios ocultaban el número real de esclavos. Se
presume que la razón por la cual ocultaban o falseaban
este dato, era por temor a un incremento en los impuestos que
pudiera luego sobrevenir.

Siguiendo esa lógica de pensamiento
pudiéramos concluir que la población negra de la
Isla, debía ser superior a lo regido en el Censo
poblacional de 1817. No obstante, en el propio año de
1817, mientras se mostraban los resultados del arduo trabajo
censal, los Registros de Aduana contabilizaron la entrada a la
Isla de más de 67 000 esclavos africanos que se
incorporaron a la producción azucarera en su casi
totalidad.

Y debemos considerar además una cantidad que,
aunque mínima, quedaba fuera del censo y me refiero a los
esclavos que se encontraban en los palenques. Ante estos datos,
la alarma de pánico circuló entre la
población blanca. El temor a la superioridad
numérica de los negros, era una realidad. Al vislumbrarse
un conflicto social en potencia, una nueva norma jurídica
fue aprobada respondiendo a los intereses de la clase
económicamente dominante.

Conclusiones

De manera general, puede considerarse que las
condicionantes socio-históricas principales, que
influyeron en la aprobación de la Real Cédula de 21
de octubre de 1817, hicieron posible a partir de su desarrollo y
evolución, que la entrada de esclavos africanos a la Isla
fuera más que una necesidad, una realidad. Con la
Independencia de las Trece Colonias Inglesas de la América
del Norte, a la Real Cédula que autoriza el libre comercio
de esclavos y a la Revolución de Haití. En cuanto a
la ocupación napoleónica de España,
influyó como condicionante social pero de forma contraria
a las anteriores, o sea frenando la entrada de blancos a la Isla,
al detener la oleada migratoria a América y en este caso
particular a Cuba. Esto influyó directamente en la
necesidad posterior de regular la situación a
través de la aprobación de la Real Cédula de
21 de octubre de1817.

Las condicionantes sociales internas que influyeron en
la aprobación de la Real Cédula de 21 de octubre de
1817 y de manera especial dentro de ellas la toma de la Habana
por los ingleses y el desarrollo y ascenso de la sacarocracia, en
su carrera hacia las posibilidades de un libre comercio, un
aumento de la productividad y consecuentemente un mayor
poderío económico, contribuyeron y protagonizaron a
la entrada de negros esclavos africanos por cientos de miles a la
Isla. Como colofón de esta realidad, el Censo de
Población de 1817expresóen forma de números
toda la influencia de los factores anteriores en nuestra realidad
social. Esto influyó directamente en la necesidad
posterior de regular la situación a través de la
aprobación de la Real Cédula de 21 de octubre
de1817.

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[2] El proyecto de colonización. La Real
Cédula de 1817. En:
http://cienfuegoscuba.galeon.com/larealc1817.htm

[3] Entre estos derechos y concesiones
figuraban: para los no españoles, la posibilidad de
transcurrido un periodo convertirse en súbditos de la
Corona; para el resto: la posibilidad de portar armas, la
exención temporal de impuestos sobre sus producciones, la
entrega a su llegada a cada colono de 1 caballería de
terreno cultivable, la entrega oficial de instrumentos de labor,
de animales de trabajo y de animales de corral, igualmente
podían entrar todos sus bienes y capitales exentos de
impuestos de importación y al momento que decidieran
podían retornar a sus lugares de orígenes sin que
nada se los impidiera.

[4] Este Código no se llegó a
aprobar por el Rey, ante la oposición manifiesta de los
esclavistas. No tenía disposiciones de carácter
beneficiosas para los esclavos, más allá de
garantizarles lo mínimo imprescindible para sobrevivir. Ya
después, casi a la mitad del siglo XIX, el Capitán
General de la Isla dictó un reglamento similar, pero
aunque se aprobó, nunca se cumplió.

[5] Moreno Fraginals, Manuel. “El
Ingenio” Tomo I, pag.52. Poligráfico Osvaldo
Sánchez. 1977.

Partes: 1, 2

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