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Recensión de "Sinceridad, Chile íntimo en 1910"




Enviado por Sergio Arenas



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Análisis
    lógico
  3. Comentario
    explicativo
  4. Comentario

FICHA BIBLIOGRÁFICA

Autor: Alejandro Venegas, bajo el
seudónimo de Dr. Julio Valdés Cange

Título: Sinceridad, Chile íntimo en
1910

Editorial: Ediciones Chileamer Cesoc

Ciudad y año: Santiago, 1998

Páginas: 367

Resumen

En su libro, el profesor de castellano Alejandro
Venegas, bajo el seudónimo de Julio Valdés Cange,
médico de Viña del Mar, reúne las cartas que
ha dirigido al entonces presidente electo de nuestro país,
don Ramón Barros Luco, señalándole las
miserias y problemas que vive nuestro país.

Después de una corta introducción y una
carta a la juventud de ese entonces, el señor Venegas,
como buen médico que simula ser, ha dividido su obra en un
diagnóstico y una receta, si pudiésemos usar una
lógica de consulta. Siendo más específicos
ahora, empezaremos diciendo que Venegas se dirige primero a la
juventud chilena, llamándolos a abrir los ojos ante
tamaña crisis que estaba sucediendo y que nadie
veía. Luego, se dirige al futuro presidente Barros Luco,
al cual expone también lo mismo que dijo a la juventud,
pero ahora expone mayores detalles. Le explica que se
había dirigido al presidente Montt, pero que éste
se había muerto antes de que hiciera algo. Denuncia que a
las clases alta y baja los separa un "vidrio polarizado", en el
cual los pobres pueden ver a los ricos, pero éstos no ven
a los pobres. Pasando a otro tema, el supuesto médico pone
especial atención a la existencia de este cambio variable
que, en su opinión, ha falseado la realidad
económica social del país, puesto que se ha
celebrado el Centenario mostrando un Chile moderno y
dinámico, pero cuya imagen se cae a pedazos en el quehacer
cotidiano.

Pasando al diagnóstico, en su primera parte, el
doctor Valdés denuncia los males que provoca la
situación económica del país, una
economía sostenida por el cambio variable (régimen
de cambio forzoso, como lo llama él) que beneficia a la
clase gobernante y denosta a la clases gobernadas. Asimismo,
desfavorece la inversión minera y empresarial, con lo cual
el Estado debe subvencionar industrias que son una carga
más que un aporte. Luego, se refiere a ciertos vicios en
que se ven envueltos ciertos servicios de primera necesidad del
país, producto de los bajos sueldos a los empleados, los
cuales se sienten desmotivados y no hacen bien su "pega", y de la
despreocupación de las autoridades, especialmente en las
regiones más alejadas, donde los servicios, lejos del
estado caótico del resto del país, están en
una situación terminal, prácticamente insalvable.
También denuncia las corruptelas que provoca la
intervención política en los ascensos laborales, en
la distribución de los cargos y en el nombramiento de
autoridades. En el mismo tenor, destaca ampliamente el problema
de la educación en todas sus versiones, al cual dedica
gran parte de sus cartas donde acusa el marcado mercantilismo, la
tacañería, además de los otros problemas
mencionados en otras áreas de servicios. De esta
crítica no se salvan las Fuerzas Armadas, que han
desvirtuado el propósito que iba a tener la
conscripción obligatoria, que al final consiguió
los mismos vicios que las instituciones ya mencionadas
anteriormente. También hace críticas a la sociedad
y las malas costumbres que ha adquirido con el aparente progreso
que ha llegado al país, que ha visto cómo, en vez
de acortarse, ha visto engrandecerse la brecha entre los
más ricos y la gran mayoría pobre, ayudado por
cierto por este "vidrio polarizado" al cual contribuyen los
medios de comunicación de la época.

Una vez finalizado este diagnóstico, el falso
doctor se atreve a dar soluciones, partiendo con dejar de lado el
afán militarista e imperialista que se propone Chile, y su
afán de imitar externa, pero no internamente, a Europa.
Sigue con reformas políticas, donde pide la
exclusión de los partidos políticos en la
organización de elecciones y favorecer a los ciudadanos
más ilustrados en su ejercicio del sufragio, entre otras
cosas. Continúa este señor proponiendo su idea
principal que es, era que no, con la adopción del cambio
fijo, el cual toma como aliciente para facilitar el mejoramiento
de buena parte de los servicios del país, terminando con
subvenciones inútiles y apoyos innecesarios, y para
fomentar la inversión minera y el reemplazo de las
industrias inservibles por otras de verdadera necesidad para el
país. Además de esto, propone una
trasformación moral de los funcionarios, proponiendo
alicientes y controles necesarios para que haya un buen
desempeño en su trabajo, así como la
eliminación de puestos inútiles y la
preocupación especial para las regiones extremas, que
deben ser tratadas con sumo cuidado y con la mayor
desprendimiento y competencia posible para remediar la
situación en que se ven envueltas. También propone
que la educación retome el rumbo perdido y cese en vicios
que impiden una buena formación de personas, eliminando
los vestigios de mercantilismo, el reduccionismo religioso, las
sobrecargas de trabajo de los maestros y tantos otros problemas
que desvirtúan a la enseñanza y la trasforman en
algo insustancial, cuando no en adoctrinamiento. Propone la
creación de comisiones de estudio para vigilar y controlar
el desarrollo de las labores educativas, sobre todo en la
educación privada o religiosa. Finalmente, y como
corolario, este doctor ficticio señala que el Estado debe
dejar de lado a los poderosos y ponerse en el lugar que le
corresponde: el de los débiles. El Estado, según
Valdés Cange, no puede seguir estando atado a una
minoría que lo maneja como un títere y lo usa para
su conveniencia, en vez de deberse a la mayoría que lo
sostiene (o debería sostener) y preocuparse por la
situación del obrero, del pensionado, que soporta un doble
peso del patrón y del Estado.

Análisis
lógico

En su diagnóstico, el doctor Julio Valdés
Cange sostiene que la principal causa de los males que aquejan al
país y a su población proviene del régimen
de curso forzoso del papel moneda, o sea una moneda inconvertible
y de valor variable, que ha sido mantenida artificialmente por
los sectores agrícolas dominantes en el gobierno, ya que
les favorecía. Esta medida ha permitido que los
terratenientes extraigan grandes ganancias sin desarrollar la
productividad y sin asumir grandes riesgos. Esta preferencia ha
sido, en palabras del doctor, la causa de que el resto de la
economía no ande tan bien, sobre todo en el ámbito
minero e industrial. Incluso, el señor Valdés teme
que la situación agrícola está a un paso del
abismo y, con eso, de la ruina social de nuestro
país.

En cuanto al ámbito industrial y minero,
Valdés asegura que esta medida del cambio forzoso es el
principal motivo para ahuyentar la industria, sobre todo la
minera. Se hace creer a la gente que el problema de nuestro
país es su vasto consumo y su poca producción. Pero
Valdés dice que no es tan así, que el consumo no es
muy alto, que lo que pasa es que la producción está
por debajo de lo necesario. Como hay cambio variable, esto
ahuyenta a los industriales extranjeros. Como la mayoría
de las minas son de baja ley, hay que fundar fábricas de
refinamiento para extraer el mineral. Júntense estas dos
ideas y tenemos que la minería está en
pañales. Poco importa señalar acá la
excepción en que caería la minería
salitrera, ya que éste es un negocio demasiado seguro y
que se autarquiza. La falta de industrias ha hecho que el Estado
subvencione industrias nacionales inútiles, cuando no
ficticias, con el objeto de dar una "imagen" que no corresponde a
la realidad.

Todas estas medidas afectan a la población,
continúa este médico, la cual ha visto encarecerse
su vida debido a los precios altos y sueldos bajos. De todos
ellos, los más perjudicados con este cambio son los
empleados públicos de todo tipo, quienes además de
sufrir como el resto de la gente tiene que vivir la indiferencia,
cuando no la degradación y burla por parte de su
empleador.

Por el otro lado, nuestra clase gobernante está
viviendo "en jauja", ganando plata como nunca antes lo
había hecho, y preocupándose de seguir ganando. Y
en esto entra la política, y dentro de ella los actores
más importantes son los partidos políticos. Para el
galeno, ya no hay diferencias: todos los partidos
políticos están coludidos en este afán. De
todos, según Valdés, el más
sinvergüenza ha sido el Partido Demócrata, que ha
insistido abierta y cínicamente con este estado de cosas.
Continúa el doctor comentando que con medidas como la Ley
de Incompatibilidades Parlamentarias se quiso cerrar el paso a
quienes se volaran con ideas que amenazasen el predominio de la
clase alta en el poder y el control de la economía.
También estuvo aquello en el origen del sistema
parlamentario. Y de esto no se salvaron las municipalidades, que
se han trasformado en focos de evasión tributaria,
favoritismos políticos, manipulación electoral,
etc., olvidando su función social a niveles desastrosos,
debido a que se llega a los cargos por antojo político en
vez de mérito.

Y como el manejo de la política tiene como norte
el proteger a los poderosos, se buscan los empleados más
"espinitas" (por Evaristo Espina, personaje de "La Oficina", del
programa de humor Jappening con Ja que vivía
haciéndole la corte al jefe, el señor
Zañartu) que a los más laboriosos. Con ese
personal, obviamente la atención no va a ser de las
buenas, y la mala gestión no se va  a hacer esperar.
Súmese a esto la poca motivación que deriva de los
bajos sueldos del funcionariado, la poca preocupación y
financiamiento que da el gobierno a estas áreas, y
tendremos un cuadro de desorganización y arbitrariedad que
no se condice con un país que se cree en progreso. Ni
siquiera la justicia se salva, pues también se ha
politizado y se ha vuelto arbitraria e indulgente con quienes
estén del lado del poder. Como diría el poeta, en
la balanza se inclina del lado del queso en vez del de la
verdad.

Y estos problemas son mucho más graves cuando se
trata de asegurar el futuro del país. Porque si hay
algún servicio que esté siendo tratado de la forma
más brusca e indolente posible, ése es la
educación. Y para el doctor Valdés es un tema
fundamental, quizás el más importante. Y lo analiza
sector por sector, en orden temporal. Así, parte por la
Enseñanza Primaria (Básica en el lenguaje actual),
la cual sufre los mismos problemas de favoritismo y desdén
de otras funciones, a los que se agrega la improvisación
que reina para nombrar profesores que hagan clases, a lo que se
suma la poca preparación que tienen los preceptores
salidos de la Escuela Normal, los cuales no son cautos a la hora
de dar tareas o de entregar conocimientos. Así las cosas,
la educación se ha limitado a entregar conocimientos
básicos que resultan bastante inútiles, a lo que se
agrega una nula formación moral que se potencia con la
inconsecuencia de algunos maestros. Estas carencias, según
el doctor, motivan que la Educación Secundaria
(Enseñanza Media) deba asumir y reparar estas falencias,
lo que afecta enormemente al fin de este sector, que
también sufre los embates de la indiferencia, el
favoritismo y la creación sobre la marcha. Además,
este sector ha visto mermada su capacidad con la división
en dos etapas que hace que muchos se vayan a la mitad del camino.
Esta medida, que fue dictada pensando en la Educación
Especial (Técnico-profesional), tampoco fue un gran
aliciente para ésta, según el médico.
Concebida para dar la preparación que el liceo no da, la
educación especial se ha pervertido a extremos
inimaginables, como lo hicieron ciertas escuelas católicas
que transformaron las escuelas en verdaderas fábricas
donde los alumnos eran en verdad obreros de ellas. Además,
este sector no se ha llenado precisamente de lo mejor, sean
alumnos o profesores, y muchas cosas que enseñan no les
sirven para nada. Asimismo, muchos sectores no son del
interés de la gente y, sin embargo, tienen sus escuelas,
obviamente con pocos alumnos. Y toda esta energía negativa
llega, era que no, a la Educación Superior. Señalar
los problemas que ésta tiene sería una redundancia
de lo anterior. Sólo mencionar que la improvisación
observada en la entrega de títulos por parte de la
Universidad Católica nos viene a reflejar el estado de la
Educación Privada, la cual ha sido tomada por algunos
sectores como un mero negocio, o como una manera de adquirir
prosélitos, como lo hacen las escuelas católicas.
Con respecto a éstas, lo más terrible para Julio
Valdés es que han descartado por completo a la ciencia, ya
que ésta contradice los postulados de esta
religión. Huelga mencionar el poderoso influjo que esta
iglesia tuvo para evitar que interviniesen contra su "libertad de
enseñanza" tan alegada por este y otros sectores
privados.

Hasta aquí la educación. Pasemos a la
defensa nacional. El señor Valdés critica la
desmedida preocupación financiera y legal dada a las
Fuerzas Armadas en desmedro de otros servicios. Se observa un
afán de aparentar orden y pulcritud, cuando verdaderamente
lo que impera en el interior de los cuarteles es despotismo, la
farsa y los mismos problemas que imperan en el resto del aparato
público. El servicio militar, que se pensaba como una
forma de culturizar y democratizar a la sociedad, se ha enviciado
de estos pecados, y sólo han servido para ahondar
aún más la desigualdad y servilismo hacia "arriba",
sin considerar el nulo aporte efectivo que la conscripción
ha dado, por no hablar de los desazones que su existencia ha
provocado, muertes inclusive.

Ya hemos hecho este bosquejo de pesares que el doctor
Valdés ha presentado como consecuencia del curso de cambio
forzoso y de la defensa que el gobierno hace de su
situación personal ante las necesidades reales de la
gente. Pero si la situación en la zona central está
temblando, en las regiones llamadas fronterizas está por
los suelos. En la Araucanía, por ejemplo, es patente la
voracidad del Estado y los colonos para con los aborígenes
de la zona. Engañados, humillados, perseguidos y
derrotados, los mapuches ya no hallan qué hacer, si
suicidarse, huir a Argentina o resignarse. Viajando al norte, a
la zona salitrera, el espectáculo es aberrante: una ciudad
como Iquique, que se supone debiera beneficiarse con las riquezas
del salitre, muestra el aspecto más espantoso de todas las
ciudades del país: edificios a mal traer, higiene
prácticamente nula, condiciones de vida difíciles
que en el caso de los obreros son paupérrimas,
despreocupación por la calidad de la comida y el agua,
todo esto por culpa de la autoridad local, que no aprovecha los
recursos y se colude con los empresarios, los cuales no tienen
interés en hacer algo para cambiar la situación. Es
más, es esta situación lo que más les
favorece, pues así se obtiene mayor lucro. En esta tierra,
no conformes con las ganancias que el producto da, se han
esmerado en ahorrar y ahorrar hasta extremos
inverosímiles, poniendo en riesgo la vida de los
trabajadores. Y cómo no, les roban a los obreros lo poco y
nada que pueden ganar ellos, mediante negociados apartes y
mecanismos como las fichas. Agreguemos que en esta zona hay
muchos peruanos y bolivianos, y como la única
manifestación del Estado chileno es ponerse del lado del
explotador, afloran peligrosos afanes separatistas.

Para terminar este cuadro, el autor señala que
esta situación, derivada ya sabemos de dónde, ha
sido la causa del continuo y cada vez más rápido
proceso de alejamiento de las clases sociales. En efecto, la
brecha entre ricos y pobres ha crecido y es más grande que
hace cien años, al revés de lo que sucede en el
resto del mundo. Tanta riqueza se ha vuelto una adicción,
y la aristocracia chilena tiene como único fin acumular
más y más riqueza. Y no sólo eso: que la
riqueza pueda obtenerse a costa de otros. Y de esos otros, mejor
ni hablar, porque los esfuerzos que algunos han hecho para que se
les tome en cuenta han sido poco fructuosos. No pueden condecirse
favores a las clases bajas de parte de una clase alta que aspira
a vivir de ellos.

Pero el doctor Valdés Cange no se queda
sólo en proferir reparos a este modelo. Siente que debe
hacer un aporte completo, que no se quede sólo en mostrar
el problema. Y para ello, da su receta: reformas urgentes y
necesarias.

Parte por el gobierno. El doctor Valdés sugiere
que el problema nace en quienes dirigen el país, por eso
es necesaria una reforma en lo administrativo y en lo
político. En cuanto a lo primero, propone exámenes
para seleccionar a los más aptos para desempeñar
los oficios de las reparticiones públicas. En lo segundo,
propone un paquete de reformas que parten por buscar un tipo de
gobierno razonable, reformar las municipalidades
enfocándolas a sus asuntos particulares, quitar toda
injerencia de los partidos en el proceso electoral, limitar la
calificación de los ciudadanos (o dar mayor peso a los
más ilustrados), reformar la elección legislativa y
hacer más extensos los períodos presidenciales y
parlamentarios, cosa que puedan efectivamente cumplir con sus
programas.

Luego se dirige a la economía. Para Valdés
lo principal es acabar con el curso forzoso del papel moneda, y
dar cabida a un sistema de cambio fijo o de convertibilidad. Esto
provocará una suerte de "efecto dominó", en la cual
se producirá una gran llegada de capitales extranjeros que
hará surgir una potente industria, con lo cual no
habrá necesidad de subvencionar a las empresas
inútiles. Con este auge, la producción
aumentará, bajarán los precios y la gente
podrá elevar su nivel de vida. Como la industria, sobre
todo la alimenticia, necesita de materia prima, la agricultura se
verá obligada a modernizarse y a hacerse más
intensiva para sacar mayores dividendos. Como ven, de un
círculo vicioso pasamos a un auspicioso círculo
virtuoso en el cual todos ganan.

Esta racha también inundará nuestros
servicios públicos. Con los recursos sacados de tributos y
otros, el Estado tendrá mayores recursos que se
podrán usar en dos ámbitos. Primero,
aumentarán los sueldos, lo que motivará un mayor
interés en el funcionariado por hacer su labor de la mejor
manera posible. Esto hará que los servicios
públicos sean más amigables y eficientes. Segundo,
al haber mayores recursos, el Estado podrá modernizarse y
hacerse más activo. Será de vital importancia
entonces seleccionar más rigurosamente a los posibles
empleados, para que éstos canalicen este impulso en
beneficio del país.

Asimismo, es indispensable que el Estado tome cartas en
el asunto de las provincias salitreras. Hay que defender esta
fuente de riquezas y se necesita un personal que sea inteligente,
eficiente y que dé la imagen de un Estado preocupado de
sus habitantes, cosa de evitar enconos y posibles ideas
emancipadoras. Tanto esfuerzo de tantas personas destinado a
engrandecer a Chile debe ser recompensado de forma rápida
y justa.

Y la educación, como parte más importante
de la administración, necesita estas reformas y mucho
más. No sólo necesita reformar su currículo,
no sólo necesita de maestros educadores del cerebro y del
alma, también necesita que haya un verdadero medio de
vigilancia para que la educación en nuestro país
sea verdaderamente eso: que sirva para formar hombres y mujeres
que aporten al país, y que no sean un medio de lucro o de
propaganda.

Las Fuerzas Armadas, cuando no haya guerra, deben ser un
cuerpo útil para la nación, y también deben
entrar en la lógica de los servicios públicos y la
educación. Para Valdés, el servicio militar debe
ser obligatorio sólo para aquellos que no sean
útiles para el país, con el objetivo de formarlos y
de hacerlos ventajosos para la sociedad. Según el
médico, de nada sirve tener ejércitos poderosos
para protegerse de los demás países, pues esta
práctica consume las mejores fuerzas del país sin
provecho alguno.

Finalmente, Julio Valdés propone dos cosas
importantes: primero, la separación entre la Iglesia y el
Estado. Argumenta que en verdad el pueblo chileno no es
católico, sino que sigue una costumbre de forma
mecánica, sin haber verdadero sentimiento religioso. En
segundo lugar, y como corolario a toda la sección de
reformas, el doctor hace ver que la defensa del obrero contra el
abuso de poder de los magnates es, ante todo, un deber de Estado.
El Estado debe velar porque el obrero sea bien tratado por el
patrón, que no haya un aprovechamiento ilícito, que
no se cometan trampas como las fichas y pulperías, que se
preocupe de la seguridad y salud de los trabajadores, entre
muchas y otras reformas que tienen, como todas las demás,
el mismo fin: hacer más justa la relación entre
gobernantes y gobernados y hacer más digna la vida de los
chilenos de ese entonces. 

Comentario
explicativo

El texto "Sinceridad…" fue escrito en 1910. Ese
año, Chile se preparaba para celebrar los cien años
desde que se instauró la primera Junta de Gobierno, hecho
que señala el inicio de las gestiones para lograr la
Independencia, cosa que ocurrió ocho años
después. Bueno, se estaba por celebrar el Centenario y se
quería mostrar al mundo que Chile era un país que
progresaba, que estaba a la vanguardia de las naciones de
Sudamérica (y quizás de toda América Latina)
y que era un buen lugar para vivir y para hacer negocios. Y para
demostrarlo, había que ver obras como el viaducto del
Malleco, la canalización del Mapocho (el único
río del mundo que a esa fecha estaba pavimentado), pero
por sobre todo había que referirse a la gran riqueza del
norte, que eran las salitreras, las cuales eran, si no las
únicas, las principales razones para tanta
prosperidad.

Pero en toda fiesta tiene que llegar alguien beodo a
aguar la fiesta. El beodo, o los beodos, fueron distintos
pensadores que se mostraron espantados ante tanta fastuosidad. Si
bien eran de distintas tendencias, una cosa tenían en
común: la idea de que toda esa faramalla y todo ese boato
no tenía motivo alguno ¿qué estábamos
celebrando? La Independencia, dirán algunos. ¿La
Independencia? Se referirán a nuestra separación
política de España. Pero en 1810 no éramos
parte de España, sino de otro estado, las Indias. Pero lo
importante es decir que en 1810 no estábamos tan
intervenidos por España como hoy, 1910, estamos de
franceses, británicos, estadounidenses, etc., que meten
más mano en nuestra nación de lo que fueron capaces
gobernadores, virreyes o capitanes generales en la Colonia.
¿Y vamos a darle al mundo la imagen de un país
serio y desarrollado? No nos hagan reír. Detrás de
todo ese lujo y esa pompa, se esconde una pobreza y una
indignidad superiores a las de hace un siglo. Hay más
desempleo hoy que nunca antes en la historia, la clase
trabajadora tiene sueldos comparativamente más bajos que
hace un siglo, la inflación ha llegado a máximos
históricos, el desorden político pese a la paz
aparente es peor que en la Anarquía y, para colmo, las
potencias extranjeras han intervenido la economía chilena
a niveles insospechados.

Fueron muchos los autores que retrataron esta verdad
oculta: Francisco Encina en "Nuestra Inferioridad
Económica", Tancredo Pinochet en "La conquista de Chile en
el siglo XX", Alberto Cabero en "Chile y los chilenos". Pero fue
un profesor de castellano, oculto bajo la figura de un reputado
médico de Viña del Mar, quien hace la
crítica más mordaz, ya que apunta a organizaciones
y autoridades determinadas y, además, cuenta con el
fundamento de haber estado en el lugar de los hechos. ¿Su
nombre? Alejandro Venegas, cuyo seudónimo es Julio
Valdés Cange y cuya obra es la que estamos
comentando.

Cuando inicia su serie de cartas al electo presidente
Ramón Barros Luco, refiere en primer término que la
causa principal de todo el problema económico del
país es el "curso forzoso del papel moneda". Este sistema
se caracteriza porque la moneda se valúa según el
valor internacional de la libra esterlina, moneda de Gran
Bretaña, el país más poderoso del mundo en
ese entonces. Sin embargo, tenía la falencia de ser
inconvertible, o sea no podían cambiarse billetes por oro.
Este sistema con el tiempo permitió que la moneda chilena
fuese muy blanda, lo que beneficiaba a los exportadores, sobre
todo los agricultores, ya que hace más valioso el producto
al mismo costo nacional.

Dice el autor que este curso forzoso ha ahuyentado a los
inversionistas. Esto se produce porque con este régimen el
valor real del capital baja cada vez que baja el valor de la
moneda, al tiempo que los precios suben. Más claro echarle
agua. En cuanto a la industria minera, habla de que no se han
desarrollado por su baja ley. La "ley" es la facilidad para
encontrar el mineral puro. En Chile, es raro encontrar el mineral
a la vista, por lo que debe depurarse mediante procesos
físicos o químicos. Debido a la falta de
industrias, y salvo la salitrera, que es autárquica, la
minería está estancada en su desarrollo en esta
época.

Esta falta de industrialización y la agricultura
no modernizada y poco rendidora provoca que Chile sufra de
desabastecimiento, el cual debe suplirse con importaciones que
suelen ser caras. Su oferta resulta insuficiente ante la demanda
existente, y el precio aumenta. Al mismo tiempo, los salarios en
Chile son muy bajos y suben poco o no suben. Así las
cosas, la situación empeora para las clases bajas, y sobre
todo para los empleados públicos, que no tienen más
ingresos que su labor. Así se configura el empobrecimiento
de la población, el cual contrasta con el enriquecimiento
fabuloso de la clase gobernante, la cual gasta a manos llenas y
gana aún más. Y es este escenario el cual permite a
Venegas hacer su crítica a los partidos, a los cuales no
les encuentra sustancia alguna, sino una ambición muy
grande y un deseo de seguir aprovechándose de la
situación.

En su misiva sobre la política, el profesor hace
mención de la Guerra Civil y sus consecuencias.
Ésta fue una guerra corta, que ocurrió en 1891, y
se produjo cuando el Congreso no quiso aprobar el presupuesto de
ese año, por lo que el Presidente, don José Manuel
Balmaceda, debió usar el mismo presupuesto de 1890, lo que
era ilegal. Esto provocó el quiebre entre ambos poderes,
lo que se dirimió en combates que terminaron derrocando a
Balmaceda e instaurando lo que se llamó la
"República Parlamentaria" (Hay autores, como Julio Heise,
que ponen como fecha de inicio del Parlamentarismo en 1861,
cuando empezaron las reformas que disminuyeron el poder
presidencial y aumentaron el legislativo. Para mayor
información, ver HEISE, Julio: "El Período
Parlamentario 1861-1925" Ed. Andrés Bello, 1974). Entre
las consecuencias está el férreo control del
Congreso sobre el Ejecutivo, además de ciertas leyes como
la de Incompatibilidades Parlamentarias, que limitó el
acceso al Congreso de algunas personas.

Uno de los problemas que don Alejandro destaca es el
hecho de que los partidos estén interviniendo en la
política municipal. Dos eventos destacan en ello: uno, es
el caciquismo, en el cual el terrateniente más poderoso de
la zona confiaba su poder y fortuna a apoyar a los candidatos de
cierto partido, sea interviniendo las elecciones, sea como
miembro de la Junta de Contribuyentes que califica la
elección; otro, es el cohecho, o compra de votos, lo cual
era viable porque las cédulas o votos eran fabricados por
los partidos y vendidos a los votantes a cambio de dinero o
favores.

También se queja el escritor de la fuerte
intervención política en lo judicial, y de ciertos
vicios que rayan en la corrupción. Al respecto, habla
sobre el expendio de permisos para visitar la Cárcel
entregados por un tinterillo en forma irregular. Un "tinterillo"
es una descripción burlona de quien le hace los
trámites al abogado cuando éste no puede acudir.
Hoy podría llamársele procurador o técnico
jurídico, o simplemente "júnior".

Y pasamos al tema preferido de Alejandro Venegas, y el
que más conoce dada su profesión de profesor
secundario: la educación. Haciendo un parangón
entre el modelo actual y el imperante en 1910, podremos hacer
más entendible algunos términos que pueden ser algo
incomprensibles.

La Educación Primaria corresponde a lo que hoy es
la Enseñanza Básica hasta Sexto Año. En
estas escuelas los profesores, llamados "preceptores", se
formaban en lo que se llama la Escuela Normal, a la cual se
podía acceder después de Tercer Año de
Secundaria o, a veces, incluso una vez terminada la Primaria. Una
de las más importantes en Chile fue la que fundó el
argentino don Domingo Sarmiento a mediados del siglo
XIX.

La Educación Secundaria corresponde a lo que
actualmente son el Séptimo y Octavo Año
Básico y toda la Enseñanza Media de carácter
Científico-Humanista. Estaba dividida en dos etapas: una
que concluía en Tercer Año (Primero Medio) y que
permitía optar entre seguir hasta obtener el Bachillerato
o cambiarse a la Educación Especial. Los profesores que
servían en esta fase por lo general debían
prepararse en el Instituto Pedagógico, el cual
dependía de la Universidad de Chile y que hoy es la
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación
(UMCE).

La Educación Especial es difícil de
precisar: por un lado correspondería a lo que hoy es la
Enseñanza Media, pero por otro sería la
Educación Técnico-Profesional (Institutos
Profesionales, Centros de Formación Técnica, etc.).
La formación que daban estos institutos era variada: iba
desde lo Comercial hasta lo Industrial, pasando por lo
Agrícola, Minero, Fabril, etc. Uno de los institutos
más importantes de esta área era la Escuela de
Artes y Oficios, que en la década del "40 se
transformó en la Universidad Técnica del Estado y
que ahora lleva por nombre el de Universidad de Santiago
(USACH).

La Educación Superior en la época del
profesor Venegas se reducía a dos establecimientos: la
Universidad de Chile, que en 1842 reemplazó a la Real
Universidad de San Felipe que funcionaba desde el siglo XVIII, y
la Universidad Católica, fundada por monseñor
Crescente Errázuriz en 1888 tras el episodio de las
"Luchas Doctrinarias", donde la Iglesia se peleó con el
Estado debido a la enseñanza de las ciencias, lo que la
primera rechazaba. Cabe destacar que recién en 1920 se
fundaría la tercera universidad y primera en regiones, la
de Concepción.

Hasta mediados del siglo XX, la Educación Privada
o Particular se reducía a lo que hicieran las
congregaciones religiosas católicas. Eran muy pocos los
esfuerzos individuales o de asociaciones por crear instituciones
de enseñanza. Ejemplos hay, como el caso de las escuelas
técnicas fundadas por la Sociedad de Fomento Fabril
(SOFOFA), mencionadas en el libro, o las cofradías mineras
en ciertas zonas como Iquique o Rancagua.

Terminada la referencia a la educación, el
maestro pasa al asunto militar. En esa época, solamente
había dos instituciones: el Ejército y la Armada o
Marina. Para explicar lo que el señor Venegas llama 
"imitación de lo europeo", debemos señalar que en
1885 el presidente Domingo Santa María contrató una
misión alemana dirigida por Emile Körner, por lo cual
el Ejército adquiere el modelo "prusiano" para su
ordenamiento. En idéntico término, la Marina fue
reformada por un grupo de expertos militares ingleses, quienes le
dieron su carácter meramente defensivo, abandonando el
papel mercante que había tenido hasta la fecha (HEISE,
Julio: "150 Años de Evolución Constitucional", Ed.
Andrés Bello, 1984, 5ª Edición, página
94). En tanto, la Ley de Conscripción y Servicio Militar
fue dictada en 1901, bajo el gobierno de Errázuriz
Echaurren.

Un detalle: en una de sus cartas se habla de construir
un palacio presidencial y de abrir una gran avenida entre medio
de las calles Gálvez (hoy Zenteno) y Nataniel Cox. Bueno,
la avenida referida es hoy la calle Bulnes, convertida en paseo
peatonal. Y el palacio mencionado nunca se construyó. El
Palacio de la Moneda, que es el que sirve de cabecera del
gobierno, fue construido en el siglo XVIII bajo el diseño
de Joaquín Toesca, y sirvió de alojo a la Casa de
Moneda, que es el instituto encargado de emitir la moneda oficial
del país, el peso.

Venegas se queja de la inmundicia de los llamados
"baños públicos". Éstos eran
establecimientos donde se ofrecían servicios de
baño, ducha y lavado como si fueran un establecimiento
más. Por lo general no eran muy cómodos y eran
bastante mal utilizados por la gente, lo cual hacía a
veces contraproducente tratar de lavarse allí.

Pasando al tema de las provincias del Sur, hay dos
hechos importantes que mencionar: la colonización alemana
y la "pacificación" de la Araucanía.

En el primer caso, el gobierno quiso en la década
de 1840 asegurar el dominio de la zona de Los Lagos, que hasta
entonces contaba con sólo tres ciudades (Valdivia y
Osorno, fundadas en la Colonia, y La Unión, fundada en la
época de O"Higgins). Como la población se hizo
insuficiente, se encargó a un señor de apellido
Phillipi que reuniera a un buen número de ciudadanos de
origen germánico para traerlos a esta zona. Conocido es el
efecto que han tenido en la zona, a la cual impusieron un sello
único y positivo.

Una vez cumplido este propósito, se pasó a
la siguiente etapa: conectar la zona recién nombrada al
resto del territorio nacional. Y para ello, era preciso
adueñarse de la zona intermedia, que era conocida como la
Frontera. El problema fue que la conquista fue muy violenta.
Dirigida por Cornelio Saavedra y Gregorio Urrutia, fue una guerra
que duró hasta 1881, y de ahí, el exilio y
destierro de miles de mapuches y la consiguiente
colonización de los terrenos encargada principalmente a
italianos, suizos, eslovenos y otros europeos.

Luego, el preceptor hace un bosquejo de la
caótica situación de la zona salitrera. Digno es
recordar que esta zona fue adquirida por Chile luego de derrotar
a Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico
(1879-1883), y que se encuentra cubierta mayormente por lo que es
el Desierto de Atacama, lugar donde llueve poco (de hecho, es el
lugar donde menos llueve en el mundo) y alejado de la zona
central, de ahí el continuo desabastecimiento de agua y
comida. La falta de comunicaciones y la cercanía de los
riquísimos yacimientos salitreros podría haber sido
la causa para la indiferencia del gobierno central. Digno es el
capítulo dedicado a los policías que hacen la vista
gorda en muchos casos, y eso demuestra la incapacidad del
gobierno central de controlar las policías, ya que
éstas dependían de las municipalidades.
Recién en 1927 se unificaría el sistema,
creándose el cuerpo de Carabineros.

Muchas veces el autor, y sobre todo cuando habla de la
situación de los mineros del salitre, habla de fichas y de
pulperías. Esto es una invención de los ingleses,
quienes así se procuraban retener la mayor cantidad de
dinero posible, evitando que el sueldo se gastase afuera. Las
fichas eran unos artilugios de madera o plástico que se
les daba como pago a los trabajadores para cambiarlos por
productos en la pulpería de la oficina, que era como el
almacén o tienda. Por lo general, las fichas sólo
valían al interior de la oficina. Otro tema era el de los
"particulares", que eran extractores de salitre que
vendían su producto externamente a las
empresas.

Un tema final sería el de las reformas, ya que
muchas de ellas se han cumplido en el corto, mediano y largo
plazo, aunque muchas veces de formas distintas a lo que planteaba
Venegas. En el plano político, el voto se ha ampliado a
mujeres, analfabetos y mayores de 18 años. Asimismo, se
han creado organismos que organizan la elección, como el
Servicio Electoral y el Tribunal Calificador de Elecciones,
dependientes del Estado y no de los partidos. Asimismo, se paga
sueldo a los parlamentarios. En el plano económico, si
bien tuvimos una era de cambio fijo, esto provocó que se
agotaran las reservas monetarias del país y tuvimos que
volver al modelo de cambio variable, aunque con ciertas
restricciones tanto nacionales como internacionales. Asimismo, el
Estado siguió creando industrias, pero ahora ha decidido
privatizarlas o conceder su manejo a privados. En el campo de la
educación, las sucesivas reformas y programas han abierto
la educación a los sectores bajos de la población.
Especial importancia tuvo la Ley de Instrucción Primaria
Obligatoria de 1920, que obligó a que todos estudiaran a
los menos cuatro años en primaria. Hoy se procura brindar
una atención estatal de primera calidad.

Pero ha sido en el campo de la seguridad social donde se
ha querido hacer el mayor esfuerzo. Leyes laborales, como la
famosa Ley de la Silla (1904), la de Salas Cunas, la
creación del Instituto de Normalización Previsional
(INP), del Banco del Estado, del Fondo Nacional de Salud (FONASA)
y la dictación del Código del Trabajo, entre otros,
ha sido ejemplos de la preocupación que, en uno u otro
momento, el Estado ha tenido con las clases
trabajadoras.

Finalmente, y a modo de corolario, el Estado, lejos de
ponerse en uno u otro bando, ha querido juntar y poner de acuerdo
a empleadores y empleados para que éstos puedan trabajar
bien y vivir dignamente, y para que aquéllos puedan
desarrollar su negocio y aporten a la sociedad. Hoy, en pleno
siglo XXI, la visión es diferente, aunque los problemas
suelen ser parecidos. 

 Comentario

Cuando uno ha leído el libro del señor
Venegas, lo que primero uno piensa es en lo "actual" que suenan
muchas de sus ideas y acusaciones. Que Chile está
próximo a celebrar un nuevo centenario de su
Independencia, que Chile está progresando, que este
progreso no llega a todos, que la diferencia social es muy
grande, etc., etc., etc.… Muchos de esos comentarios
pueden resultar ciertos, pero el contexto en que se dicen puede
variar su validez. No es lo mismo criticar la política
económica chilena en 1910, cuando éramos
considerados una "isla" en el concierto internacional, que en el
2010, cuando los adelantos tecnológicos permiten
mantenernos informados al tanto de lo que ocurre en todo el mundo
en ese mismo momento.

En 1910, muchos conceptos de uso común no
existían. No se hablaba de derechos humanos ni de
violaciones a éstos: las matanzas de obreros, como la de
la Escuela Santa María, durante mucho tiempo fueron
consideradas como solución eficaz contra el anarquismo y
el desorden. Recién se estaba formando una conciencia
social y de atención a las necesidades de las clases
bajas, y habría que esperar varios años para
empezar a ver algún atisbo de lo que sería el
Estado Social de Derecho. Tampoco se pensaba en que los sectores
populares irían a llegar al poder… y que en algunos
casos, como en Chile, terminarían de tan mala
manera.

 Ya dijimos que en 1910 imperaba el curso forzoso
del papel moneda. Hoy, a casi cien años, seguimos
manteniendo el mismo modelo ¿por qué ha triunfado
este modelo? Básicamente, porque tuvimos una época
en que el cambio era fijo (39 pesos por un dólar) y luego
vino la crisis del "82 que arrasó con la banca. Esto es un
signo de que seguimos siendo inmaduros a la hora de aprender,
pues no analizamos una situación de manera abstracta, sino
en base a la experiencia de la última situación
análoga.

En esta lógica opera el hecho de optar por un
presidencialismo en vez de un parlamentarismo. La imagen de un
gobierno explotador y clasista se ha asociado más con este
período (1891-1925) que con la era de los grandes
caudillos, a muchos de los cuales poco falta que los pongan en el
santoral, ya que son mostrados como ejemplos de liderazgo y de
transformación frente al inmovilismo que
caracterizó la época parlamentaria.

Una conclusión interesante podría ser que
considere este libro como precursor del periodismo denunciante.
Algo así como el "Informe Especial" de principios del
siglo XX, donde se expone una realidad para muchos desconocida,
pero que merecía ser develada. Que hubiese ocurrido justo
en 1910, cuando el país estaba preocupado de festejar y
pavonearse de los supuestos logros que nuestro país
había conseguido, fue un golpe tremendo. Quizás hoy
no lo sería tanto, porque estamos más informados.
Pero, al fin de cuentas, nuestro esplendor y gala no
engañaban a nadie.

Es importante detenerse en el detallismo que usa Venegas
para adentrarse en el problema. Esto es reflejo de su capacidad
no sólo para recabar información, sino para
internarse de uno u otro modo en los sitios más
inverosímiles o inaccesibles. Muchos de sus pareceres los
ha tomado de conversaciones o visitas a lugares. Esto, que hoy
nos puede parecer común en el periodismo moderno,
resultaba realmente difícil en esa época, aunque
sus resultados eran más óptimos.

Partes: 1, 2

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