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El Burlador de Sevilla y convidado de piedra y el Mito de don Juan



  1. Introducción
  2. Origen y
    leyenda
  3. El mito y la
    obra
  4. Elementos de la
    obra que no aparecen en el mito
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

El dramaturgo del Siglo de Oro español Gabriel
Téllez más conocido con el nombre de Tirso de
Molina, en su tiempo necesitó abrirse paso entre las dos
grandes figuras que habían conquistado la
admiración popular: Lope de Vega y Calderón de la
Barca.

A pesar del injusto olvido en que cayó casi toda
su obra, a Tirso se lo recordará e identificará
siempre con un único personaje, con el que honró la
literatura de España y le permitió trascender sus
fronteras. Se trata de don Juan, el gozador impenitente de las
mujeres, libertino y desafiante de las leyes sociales y divinas,
el mentiroso y transgresor, el Burlador de Sevilla.

Por ello, para siempre éste personaje, arquetipo
de las letras universales, creado por Tirso y prolongado en
variantes célebres como en Moliêre o Goldoni solo
por nombrar algunos, le permitió a este gran dramaturgo
español ser rescatado de la "oscuridad" del arte y ocupar
un lugar merecido en la memoria.

De manera que, me propongo a abordar el personaje desde
el mito, desentrañando el origen o leyenda, que
inspiró al autor para la creación de su personaje,
tomando como eje central la obra de teatro de Tirso, "El Burlador
de Sevilla y convidado de piedra", la cual me va a permitir,
referencia textual mediante, tipificar los rasgos de la conducta
del personaje y además descubrir en su conjunto una obra
que no solo es un clásico de la literatura universal, sino
que pervive con una vigencia recurrente que surge a partir de lo
coloquial y cuyo influjo inspirador sedujo a "grandes" de las
letras y de otras artes como el cine y la
música.-

Origen y
leyenda

Tirso para fundar su personaje, no solo apeló a
su capacidad creadora, sino que dramatizó una vieja
leyenda, la cual parece remontarse[1](como ha sido
estudiado por Said Armesto y Menéndez Pelayo) a algunos
romances leoneses cuyo protagonista, un joven descreído,
se atreve a invitar a cenar a una calavera y recibe un
escarmiento sobrenatural. De esta leyenda se conservan, en la
primera versión del mito que elaboró Tirso para el
teatro, los dos elementos fundamentales de la misma: la
transgresión y el castigo. Pero se añade un
argumento riquísimo en peripecias antes de llegar a ese
castigo. El castigo final que los cielos hacen caer sobre don
Juan Tenorio, aunque está directamente vinculado con su
hazaña más desmesurada y audaz, la de invitar a
cenar a una estatua y aceptar luego el convite con que
ésta le corresponde, no se refiere solamente a este
último atrevimiento sino al desprecio de todas las leyes
divinas y humanas de que venía haciendo gala el
protagonista en sus aventuras amorosas precedentes.

También estos orígenes merecieron otro
estudio crítico. Según demuestra el filólogo
Ramón Menéndez Pidal[2]Tirso se
apropió de un "gérmen tradicional", que
desarrolló con su inventiva y cuya fuente está no
en manifestaciones extranjeras sino en un romance popular
español de la Estatua Convidada: "Un día muy
señalado/ fue un Caballero a la iglesia,/ y se vino a
arrodillar/ junto a un difunto de piedra./ Tirándole de la
barba,/ estas palabras dijera:/ Oh, buen viejo venerable,/
¡quien algún día os dijera/ que con estas
mismas manos/ tentara a tu barba mengua!/ Para la noche que
viene/ yo te convido a una cena."

Este romance que Menéndez Pidal escuchó en
la provincia de Segovia tiene otras versiones, por ejemplo en
Burgos, y existen además cuentos análogos, por caso
en Sepúlveda. "A este embrión tradicional
pertenecen sobre todo las escenas finales de la obra
-continúa el filólogo- pero la leyenda hubo de ser
notablemente ensanchada por Tirso con los episodios que forman el
tipo del burlador de mujeres".

El mito y la
obra

Voz de la tradición y creación individual,
leyenda popular y literatura culta, esta obra de tirso entreteje
lazos en que la cultura universal halla cauce y la
temática alcanza vigencia y despierta el interés
del lector de todos los tiempos.

La obra de Tirso, la primera en la que se encuentra
artísticamente definida la leyenda, se publica en 1630,
por lo que debemos situarla en el Siglo de Oro
español.

¿Cómo explicar su vigencia a través
de los tiempos -las versiones literarias se inician en el siglo
XVII – y de las diferentes culturas?. ¿ En qué
reside el atractivo de este singular personaje?.

Son varias las vías que se abren para dar
respuesta a estos planteos. Vulgarmente se afirma que todos los
hombres tienen algo de don Juan y que ese algo es lo que
encandila a las mujeres que se ven atrapadas en sus redes
seductoras. Eso común, en el sentido universal, es lo que
convoca una y otra vez a que la historia se repita y a que sea
siempre actualizada con las variaciones que se le imponen en cada
época y lugar.

Para que un texto alcance trascendencia requiere que sea
capaz de plasmar fantasmas comunes a muchos sujetos, con lo que
se posibilita la identificación que se produce entre el
relato y el lector -o espectador-, brindando una ganancia de
placer que se sostiene sin consecuencias.

Don Juan de Tenorio no retrocede ante su deseo por
más obstáculos que se interpongan. Nada puede
frenar la impetuosidad de su deseo. Tal vez sea éste uno
de los principales atractivos del personaje, que lo ha
inmortalizado como mito popular y literario.

Don Juan, el protagonista de la obra, es un joven
libertino que conquista a las mujeres que encuentra a su paso,
goza de ellas y luego las abandona sin el menor resquemor ni
sentimiento de culpa. Con una rapidez relampagueante, corre de
aventura en aventura y desafía una y otra vez las voces
que le advierten sobre un castigo seguro. Desfachatado y
arrogante, hace caso omiso de las admoniciones de
Catalinón, su fiel lacayo y compañero quien le
advierte:

(…) los que fingís y
engañáis

las mujeres de esa suerte

lo pagaréis con la muerte (Jornada
I)[3].

Luego de su padre quien le dice:

(…) aunque al parecer

Dios te consiente y aguarda,

su castigo no se tarda,

y que castigo ha de haber

para los que profanáis

su nombre, que es juez fuerte

Dios en la muerte (Jornada
II)[4].

Y finalmente, de la estatua de piedra que representa a
don Gonzalo de Ulloa, muerto por don Juan en un duelo en que
aquel defendió a doña Ana, su hija violentada.
Así, la duquesa Isabela, la pescadora Tisbea, la pastora
Aminta y la misma doña Ana, son jalones en la trayectoria
veloz del protagonista, que ejemplifica no tanto la
búsqueda excitante de una mujer que lo satisfaga
plenamente como su necesidad de huir de todo aquello que lo
retenga o ejerza sobre él la potestad. Su tiempo es el
presente. Por eso, don Juan no puede arrepentirse de lo que ha
hecho porque el pasado para él no existe y tampoco siente
temor por las cosas que vendrán -el futuro, en cuyo
horizonte están las muerte y el más
allá-.

Si la justicia divina no inquieta al burlador, cuando
dice en un parlamento respondiéndole a su
padre:

(…) ¿En la muerte?

¿Tan largo me lo fiáis?

De aquí allá hay gran jornada (Jornada
II)[5].

Entonces mucho menos acatará las normas de la
sociedad, en la cual se coloca a su margen. Su férreo
egoísmo lo conduce a darse ley a sí mismo; rebelde
y soberbio, escandaliza a la comunidad, que está regida
por un sistema de valores aceptados y defendidos a rajatabla: uno
de ellos, el de la palabra empeñada, es decir, la promesa
de casamiento que hace a las mujeres que seduce para luego
despreciarlas y expresar sin pudor:

(…) Sevilla a voces me llama

El burlador, y el mayor

gusto que en mi puede haber

es burlar una mujer

y dejarla sin honor (Jornada
II)[6].

Otra cuestión que puede destacarse del peregrinar
amoroso de don Juan, coincide con lo que
Freud[7]en 1910, denominó las condiciones
del amor, es decir, las características que debe reunir el
objeto erótico para resultar atractivo. Don Juan elige
preferentemente aquellas mujeres que le aseguren que puede haber
un tercero perjudicado. De allí, en parte, el apodo
"Burlador de Sevilla" con lo que lo designa Tirso. En la
variación de las historias siempre hay un marido o novio
engañado. El Duque Octavio -enamorado de Isabela- en
primera instancia, luego le tocó el turno al
Marqués de Mota -amante de doña Ana de Ulloa- y por
último a Batricio -esposo de Aminta-.

Pero los días del "Burlador" están
contados. Don Gonzalo de Ulloa, a quien la estatua funeraria
representa, no es un muerto cualquiera, irrelevante en la trama
argumental. Todo lo contrario. Es un ilustre anciano caballero
muy estimado por el rey, quien sale a escena desenvainando el
acero para interponerse entre su hija y el insolente que ha
pretendido burlarla y mancillar su honra. Don Juan, lo vence en
este combate desigual, pero antes de expirar, el viejo jura
vengarse y tal vez lo que es más importante, logra dejar
sin cumplimiento, por primera vez en la obra, una hazaña
erótica de don Juan.

Planteada la situación general de que la justicia
humana falla o llega tarde, Dios se hace presente a través
del convidado de piedra, nueva instancia en que don Juan no
aparece como un audaz criminal sino como un terrible
blasfemo:

(…) Si acaso

la palabra y la fé mía

te faltare, ruego a Dios

que a traición y alevosía

me dé muerte un hombre (Aparte)

muerto:

Que vivo, ¡Dios no permita! (Jornada
III)[8].

Con estas palabras impías, viola el segundo
mandamiento, que enseña que no debe tomarse el santo
nombre de Dios en vano. El irreverente don Juan, frente al
sepulcro de don Gonzalo, se mofa del poder de los muertos y
corona su osadía con la célebre
invitación:

(…) Aquesta noche a cenar

os aguardo en mi posada.

allí el desafío haremos,

si la venganza os agrada;

aunque mal reñir podremos

si es de piedra vuestra espada (Jornada
III)[9].

El final se precipita. El muerto de piedra, don Gonzalo
de Ulloa lo invita a cenar y don Juan acepta, tras haberlo
invitado el primero. El encuentro se realiza en la iglesia. La
escena, que se torna oscura, los enfrenta a ambos: al burlador
como al burlado, al pecador y al castigador. Lo que se entiende
como "venganza divina", en el sentido de que "no hay plazo que no
llegue ni deuda que no se pague" y "quien tal hace, tal pague",
es un acto de justicia. Dios se manifiesta para pedir la
reparación de los abusos y dar una lección
ejemplar, de la que es testigo Catalinón en la capilla,
que "arde" con el fuego de la purificación.

Elementos de la
obra que no aparecen en el mito

Los componentes del mito tratados en la obra son dos: el
hombre fascinador que atrae a las mujeres, las seduce, abandona y
sustituye por otras en una incansable experiencia de amor; y el
tema religioso que se mezcla con la pasión carnal y el
cinismo del protagonista, su desafío a Dios, a la sociedad
y a la Iglesia, y su castigo. Todo esto he tratado de mostrar a
lo largo de la obra; ahora bien hay situaciones plasmadas en la
obra de Tirso que no tienen que ver con el mito en
cuestión, sino más bien con la creatividad
literaria del autor.

Primeramente, voy a analizar a los personajes femeninos.
En el drama de Tirso[10]las mujeres son apenas
nombres y no sale muy bien parada la imagen femenina. Cuatro
aventuras amorosas siguen un orden lineal que se relaciona con el
itinerario -huida del personaje principal-. La mujer es solo una
anécdota carnal.

Por otra parte, está el tema de la deshonra. Don
Juan roba el honor de estas mujeres, con su transgresión,
sus promesas, sus mentiras. Al final de la obra, luego de la
muerte del Burlador de Sevilla, ese honor es repuesto, con las
bodas de las mujeres deshonradas por don Juan. Lo podemos ver en
el parlamento del rey, que dice:

(…) ¡ Justo castigo del cielo!

y agora es bien que se casen

todos, pues la causa es muerta

vida de tantos desastres. (Jornada
III)[11].

De manera que, el Duque Octavio se casa con Isabela,
quien ha enviudado; el Marqués de la Mota con su prima
doña Ana, la hija del comendador devenido en convidado de
piedra, muerto por don Juan; Batricio con Aminta,
labradores.

Como característica de la
obra[12]puede añadirse, el rasgo barroco de
la historia, con claroscuros prerrománticos y se acusa en
la desmesura del texto, en su marcada verosimilitud. Don Juan
parece que puede volar, que ha roto las fronteras del tiempo y
del espacio. Tan pronto lo vemos en Nápoles, como en las
costas de Tarragona, como en Sevilla, o en Dos Hermanas y en
Sevilla otra vez.

Y estos desplazamientos no concuerdan con el paso real
del tiempo ni con las noticias fulminantes que van teniendo de
don Juan de Tenorio los restantes personajes de la trama. Esta
inverosimilitud es inherente al texto, incoherente a la
vez.

Conclusión

Las creaciones poéticas de mayor alcance son
aquellas cuyos personajes de ficción ascienden, con el
correr de los tiempos, a un rango que sobrepasa la ficción
y donde, cada vez más alejados del autor que les
insufló vida, se instalan, resucitan y sobreviven de forma
independiente. El personaje de Tirso, don Juan, "El Burlador de
Sevilla", es uno de ellos. Y que trascendió más
allá de las letras y de otras artes, para convertirse en
una expresión cotidiana e incluso hasta hablarse de un
fenómeno: el del donjuanismo.

Este fenómeno que se aplica a los hombres que
tienen un éxito fulminante con las mujeres, a base de
labia y audacia, y que las conquistan con la misma audacia con
que las dejan, surge del pensamiento fundante de don Juan,
transgresor y profano, y en eso reside la fuerza del mito que dio
lugar, en que inició en la literatura española el
reinado del héroe del mal.

Tirso nos legó la imagen indeleble de don Juan,
que arraigado en la conciencia popular, le permitió a su
autor el no ser olvidado y a su obra, el carácter de
inmortalidad.

Bibliografía

  • Aráoz de Aráoz, Pilar. RELEYENDO A LOS
    CLASICOS: "Don Juan hoy desde el discurso
    cinematográfico". Sobre el film Don Juan de Marco de
    Jeremy Leven.

  • Bazzano de Pérez, Blanca. RELEYENDO A LOS
    CLASICOS: "La seducción en Don Juan desde la
    perspectiva psicoanalítica".

  • Martín Gaite, Carmen. "Burla burlando" en
    Agua pasada, Anagrama, Barcelona, España, 1993, pp.
    70-77.

  • Menéndez Pidal, Ramón. "Sobre el
    origen de El convidado de piedra", en Estudios Literarios,
    Bs. As., Espasa Calpe, 1993.

  • Molina, Tirso de. "El Burlador de Sevilla y
    convidado de piedra". Ed. Longseller, Bs. As., Argentina,
    2007.

  • Ruiz Ramón, Francisco. Historia del teatro
    español desde los orígenes hasta 1900, Madrid,
    Alianza, 1967.

 

 

Autor:

Díaz, Manuel Eduardo

 

[1] Martín Gaite, Carmen. “Burla
burlando” en Agua pasada, Anagrama, Barcelona,
España, 1993, pp. 70-77.

[2] Menéndez Pidal, Ramón.
“Sobre el origen de El convidado de piedra”, en
Estudios Literarios, Bs. As., Espasa Calpe, 1993.

[3] Molina, Tirso de. “El Burlador de
Sevilla y convidado de piedra”. Ed. Longseller, Bs. As.,
Argentina, 2007. A partir de este ejemplo usaré la sigla
B de S para referirme a la obra y el número de
página, pp. 71.

[4] B de S, pp. 102-103.

[5] B de S, pp. 103.

[6] B de S, pp. 96.

[7] Freud, Sigmund. Sobre un tipo particular
de elección en el hombre. Ed. Amorrortu, Bs.As., pp.
89.

[8] B de S, pp. 139-140

[9] B de S, pp. 149.

[10] Aráoz de Aráoz, Pilar.
RELEYENDO A LOS CLASICOS: “Don Juan hoy desde el discurso
cinematográfico”. Sobre el film Don Juan de Marco
de Jeremy Leven.

[11] B de S, pp. 187.

[12] Ref I. Ya citado.

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