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Democracia: Antecedentes y matices contemporáneos (Perú) (página 2)




Enviado por edgardo calle



Partes: 1, 2, 3

El motivo de Rousseau para pedir esa igualdad era
bastante claro. Se desprendía directamente de su
insistencia en la soberanía de la voluntad general pues
cuando las diferencias en cuanto a la propiedad dividen a los
hombres en clases con intereses opuestos, los hombres se
regirán por intereses de clase, que son, por lo respecta a
toda la sociedad, intereses particulares, de modo que no
podrán expresar una voluntad general orientada al bien
común. La aparición y el funcionamiento constante
de la voluntad general requerían una sociedad de una sola
clase de propietarios trabajadores. Tal sociedad se podría
lograr por la acción del gobierno. "por ello es una de las
principales funciones del gobierno prevenir la desigualdad
extrema entre las fortunas, no arrebatando la riqueza a sus
poseedores, sino privando a todos los hombres de los medios de
acumularla; ni mediante la construcción de hospitales para
los pobres, sino impidiendo que los ciudadanos sean
pobres.

Democracia formal y
social

8.1.- DESDE EL PUNTO DE VISTA
MARXISTA.

La democracia construida sobre el principio de la
mayoría es considerada por los marxistas como una
democracia formal o burguesa, en oposición a la democracia
social proletaria, nombre bajo el cual se distingue un orden
social que garantiza a los ciudadanos no solo una
participación igual en la formación de la voluntad
colectiva, sino también en cierto sentido, una igualdad
económica.

Ésta antítesis debe ser radicalmente
rechazada, puesto que es el valor de la libertad y no el valor de
la igualdad el que define en primer lugar la idea de la
democracia. Indudablemente también desempeña un
papel en la ideología democrática el pensamiento de
la igualdad, pero, como hemos visto, solamente en un sentido
negativo, formal y secundario, al intentar atribuir a todos la
mayor libertad posible y, por lo tanto una libertad igual,
consistente en una participación alícuota en la
formación de la voluntad estatal. Históricamente la
lucha por la democracia es una lucha por la libertad
política, esto es por la participación del pueblo
en las funciones legislativa y ejecutiva.

La absoluta independencia de la idea de igualdad –
fuera de su concepto de igualdad para el uso de la libertad
– respecto de la idea de democracia, se manifiesta
claramente en el hecho de que la igualdad, no en acepción
política y formal, sino en cuanto a equiparación
material, esto es, económica, podría ser realizada
en una forma que no fuese la democrática, o sea en la
autocrática – dictatorial, no solo tan bien como
bajo aquella, sino tal vez mejor. Prescindiendo de que al hablar
de la igualdad económica ofrecida a los ciudadanos por una
democracia social no solo se piensa en una igualdad, sino en
abundancia para todos, el concepto de la igualdad puede adoptar
significados tan diferentes que resulta imposible considerarlo
esencial para el concepto de la democracia. Con el nombre de
"igualdad" se quiere dar a entender "justicia", y esta admite
tantas interpretaciones como aquella. La teoría marxista,
o, al menos, una tendencia moderna de ella, especialmente la
doctrina bolchevista, aspira a emplazar bajo el nombre de
"democracia", no la ideología de la libertad, sino la
ideología de la justicia. Pero es una manifiesta
corrupción de la terminología aplicar el vocablo
"democracia", que tanto ideológica como
prácticamente significa un determinado método para
la creación del orden social, al contenido de ese mismo
orden, que escosa completamente independiente. Este
desplazamiento ideológico, sino en sus propósitos,
por lo menos en sus consecuencias, tiene por resultado que se
utilice a favor de un sistema expresamente dictatorial la gran
autoridad y el crédito de que el lema de la democracia
goza precisamente gracias a su ideología de la libertad.
Así, sin vacilaciones, se llega a negar – siguiendo
el camino de este concepto de la democracia social, contrapuesto
al de la política – que existe diferencia entre la
democracia y la dictadura, declarando a ésta, cuando se
inspira en la justicia social, como "verdadera" democracia. Ello
tiene por consecuencia que se deprima de manera injusta la
democracia actual, y con ello los méritos de quienes la
han realizado, a costa muchas veces de su interés
material.

8.2.- DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA DEMOCRACIA
SOCIAL.

La idea de la democracia es la idea de libertad en el
sentido de autonomía o autodeterminación
política. Su expresión relativamente más
pura se encuentra allí donde el orden jurídico
estatal es creado directamente por los mismos que a él
están sometidos, allí donde las normas de conducta
de un pueblo son acordadas por el pueblo mismo reunido en
asamblea. Cuando en lugar de la asamblea popular se crea un
parlamento elegido por el pueblo – aún con arreglo
al principio del sufragio universal e igualitario – estamos
en presencia de una limitación de este principio de la
autonomía (disimulada apenas por la ficción de la
representación), la cual queda desde luego ceñida a
la creación de los órganos que han de establecer el
orden jurídico de Estado. Ciertamente, no puede
comprenderse la democracia partiendo de la sola idea de libertad;
ya que ésta, por sí misma, no puede fundar un orden
social, cuyo sentido esencial es la vinculación; y solo
una vinculación normativa puede establecer vínculos
sociales y establecer una comunidad. El sentido más
profundo del principio democrático radica en que el sujeto
no clama libertad solo para sí, sino para los
demás; el "yo" quiere que también el "tu" sea libre
porque ven en él su igualdad. De ese modo para que pueda
originarse la noción de una forma social
democrática, la idea de igual ha de agregarse a la
libertad, limitándola.

8.3.- LA ANTÍTESIS ENTRE LA PRIMACÍA
DEL CONOCIMIENTO Y DE LA VOLUNTAD.

La democracia, al limitar la autoridad relaja
también la disciplina; por eso se opone a todo poder
absoluto, incluso el de la mayoría. El poder ejercido por
la mayoría debe distinguirse de todo otro en que no solo
presupone lógicamente una oposición, sino que la
reconoce como legítima desde el punto de vista
político, e incluso la protege, creando instituciones que
garantizan un mínimo de posibilidades de existencia y
acción a distintos grupos religiosos, nacionales o
económicos aun cuando solo estén constituidos por
una minoría de personas; o, en realidad, precisamente por
constituir grupos minoritarios.

La democracia necesita de esta continuada tensión
entre mayoría y minoría, entre gobierno y
oposición, de la que dimana el procedimiento
dialéctico, al que recurre esta forma estatal en la
elaboración de la voluntad política. Se ha dicho
acertadamente que la democracia es discusión. Por eso el
resultado del proceso formativo de la voluntad política es
siempre la transacción, el compromiso.

La democracia prefiere este procedimiento a la
imposición violenta de su voluntad al adversario, ya que
de ese modo se garantiza la paz interna. Un principio vital de la
democracia es, pues, no la existencia de un liberalismo
económico porque la democracia puede ser liberal o
socialista – , pero sí la garantía de las
libertades: libertad de pensamiento y de prensa, libertad de
cultos y de conciencia: afirmación del principio de
tolerancia y, sobre todo libertad de la ciencia, juntamente con
la fe en la posibilidad de su objetividad. Todas las
constituciones democráticas están informadas por
ese espíritu que, especialmente por lo que se refiere a la
ciencia es el de aquel tipo de hombre que hemos descrito como
específicamente demócrata.

La autocracia no puede tolerar la oposición; no
existe en ella discusión ni transigencia sino
imposición. Y al no admitirse la tolerancia,
todavía menos cabe hablar de libertad de conciencia,
religiosa o de pensamiento. El primado de la voluntad sobre el
conocimiento tiene como consecuencia la de que solo puede pasar
por verdadero lo que es bueno: pero lo que es bueno nadie puede
decirlo sino la autoridad estatal, a la que han de someterse no
solo la voluntad, sino la razón y la fe de los
súbditos; de manera que quien osa resistir a esa
autoridad, no solo delinque, sino que incurre en error.
Comprenderse, pues, que en tal sistema, la libertad de la ciencia
habrá de ser objeto de ataque más o menos directo:
solo se la tolerará como instrumento del poder, cuando sus
conclusiones pueden aprovechar más o menos a los intereses
del mismo.

8.4.- EL OBJETO DE LA DEMOCRACIA
SOCIAL.

En cuanto al objetivo de la democracia social,
está evidentemente impuesto por el contenido de los
derechos sobre los que reposa: se resume en la liberación
de los individuos respecto a todas las formas de opresión.
Esta liberación, figura moderna de la libertad, no es el
monopolio de ningún régimen. La prometen sin duda,
con vehemencia, las democracias marxistas, pero no cabe olvidar
que también se encuentra enunciado en el mensaje sobre las
cuatro libertades por el que el 6 de enero de 194, el presidente
Roosevelt fijo el ideal del mundo libre.

Políticamente, el objetivo de la democracia es la
liberación del individuo de las acciones autoritarias, su
participación es el restablecimiento de la regla, que en
todos los dominios estará obligado a observar.
Económica y socialmente, el benéfico de la
democracia se traduce en la existencia, en el seno de la
colectividad, de condiciones de vida que aseguren a cada uno la
seguridad y la comodidad adquiridas para su dicha. Una sociedad
democrática es, pues, aquella en que se excluyen las
desigualdades debidas a los azares de la vida económica,
en que la fortuna no es una fuente de poder, en que los
trabajadores estén al abrigo de la opresión que
podría facilitar su necesidad de buscar un empleo, en que
cada uno, en fin, pueda hacer valer un derecho a obtener de la
sociedad una protección contra los riesgos de la vidas. La
democracia social tiende, así, a establecer entre los
individuos una igualdad de hecho que su libertad teórica
es impotente a segura.

8.5.- VALORES Y FINES DEL ESTADO
SOCIAL.

Si el Estado social significa un proceso de
estructuración de la sociedad por el Estado (correlativo a
un proceso constante de estructuración del Estado por la
sociedad), hay que preguntarse sobre los valores y fines que lo
orientan. Los valores básicos del Estado
democrático – liberal eran la libertad, la propiedad
individual, la igualdad, la seguridad jurídica y la
participación de los ciudadanos en la formación de
la voluntad estatal a través del sufragio.

El Estado social democrático y libre no solo no
niega estos valores, sino que pretende hacerlos más
efectivos dándoles una base y un contenido material y
partiendo del supuesto de que individuo o sociedad no son
categorías aisladas y contradictorias, sino dos
términos e implicación recíproca de tal modo
que no puede realizarse el uno sin el otro. Así, no hay
posibilidad de actualizar la libertad de su establecimiento y
garantías formales no van acompañadas de unas
condiciones existenciales mínimas que hagan posible su
ejercicio real; mientras que en los siglos XVIII y XIX se pensaba
que la libertad era una exigencia de la dignidad humana, ahora se
piensa que la dignidad humana "materializada en supuestos socio
económicos" es una condición para el ejercicio de
la libertad.

La propiedad individual tiene como límite los
intereses generales de la comunidad ciudadana y los sectoriales
de los que practican en hacerla productivo, es decir que los
obreros y empleados. La seguridad formal tiene que ir
acompañada de la seguridad material frente a la necesidad
económica permanente o contingente, a través de las
instituciones como el salario mínimo, la seguridad de
empleo, la de atención médica, etc. La seguridad
jurídica y la igualdad ante la ley han de ser
completamente con la seguridad de unas condiciones vitales
mínimas y con una corrección de las desigualdades
económico – sociales.

Y, en fin, la participación de la voluntad
estatal debe ser perfeccionada con una participación en el
producto nacional a través de un sistema de prestaciones
sociales y con una `participación en la democracia interna
de las organizaciones y de las empresas a través de
métodos como el control obrero la congestión o la
auto gestión.

La Revolución
Francesa y la representación

Rousseau, Montesquieu, de ésta manera desarrollan
el instrumental teórico, con el que se haría la
revolución Burguesa y democrática en Europa y el
mundo a partir de Francia, sin embargo, sus propuestas no eran
operacionalizables: Para establecer la división de los
poderes era preciso disminuir o eliminar el poder de los borbones
y para hacer primar la voluntad general, y votar, cosa imposible
para un país como la Francia de entonces, que contaba ya
con algo así como veintisiete millones de habitantes, la
solución fue dada por un político de gran
pragmatismo: El abate Emmanuel Sieyés, autor del panfleto:
¿qué es el tercer estado? (1789).

En dicho documento entre otras cosas, Sieyés
desarrolla la llamada teoría de la representación
política, que con sucesivas transformaciones, llega a
nosotros como la democracia representativa, nombre y apellido que
tiene el sistema democrático peruano por mandato expreso
del artículo. 87º de nuestra
constitución.

Por ser Sieyés el fundador teórico y
quién hizo poner en práctica el sistema
representativo en la primera asamblea nacional francesa, vale la
pena desarrollar brevemente sus ideas.

Dice Sieyés que las sociedades políticas
pasan por tres etapas.

– VOLUNTADES INDIVIDUALES.- Puede describirse
como "un número más o menos considerable de
individuos aislados que quieren reunirse…su obra es
asociación" Esto es lo que Rousseau llamaba "contrato
social".

– VOLUNTAD COMÚN.- En la cual los
asociados "discuten, pues, entre sí, y convienen respecto
a las necesidades públicas y al medio de proveerlas. Se ve
que aquí el poder pertenece al público". Esto
correspondería a lo que Rousseau llama la voluntad
general, y que fue el punto más avanzado en su
concepción democrática.

– VOLUNTAD COMÚN REPRESENTATIVA.- En la
que la asamblea de asociados es sustituida por una asamblea de
representantes en quienes aquellos delegan su poder. Sobre esto
dice Sieyés: "Distingo la tercera época de la
segunda en que no es ya la voluntad común real la que
obra, es una voluntad común representativa. Dos caracteres
indelebles le pertenecen, hay que repetirlo: 1º ésta
voluntad no es plena e ilimitada en el cuerpo de los
representantes, no es sino una porción de la gran voluntad
común nacional. 2º Los delegados no la ejercen como
un derecho propio, es el derecho de otro; la voluntad
común no está allí sino en
comisión".

Para reforzar esto último, en otra parte del
panfleto dice, refiriéndose a los representantes:
"…los intérpretes de una voluntad están
obligados a consultar a sus comitentes, sea para hacer explicar
su procuración, sea para darles aviso de las circunstancia
que exigirían nuevos poderes".

Es de resaltar que en su calidad de fundador de la
teoría de la representación (y nótese que en
ningún momento utiliza él la palabra "democracia"),
Sieyés considera, en primer lugar, que la voluntad
común o general debe expresarse a través de
representante pero, al mismo tiempo que corresponde a los
representantes consultar a sus comitentes (es decir a sus
electores), y explicar sus actos como mandatarios.

En su origen, entonces, la representación
política no tenía el carácter de mandato a
libre voluntad del representante, como se le hace aparecer ahora
en el caso de los senadores y los diputados. Si bien no
existía un mandato imperativo (porque el propio
Sieyés señala que el representante lo es de toda la
nación y no solo de sus electores, como hoy dice el
artículo 176º de nuestra constitución), sin
embargo tenía impuesta la obligación de ejercer su
cargo en referencia a la voluntad expresiva del conjunto de
electores.

El sistema de
restricción censitaria del voto

Caído Napoleón, en Francia ocurre la
restauración con Luis XVIII. Éste rey,
borbón y monárquico a la antigua no puede abolir,
sin embargo ciertas instituciones de gobierno que han aparecido
con la revolución y tiene que ver con una
constitución en la que se reconoce la existencia de una
cámara elegida por votación, ante la cual responden
políticamente los ministros de Estado.

Sin embargo se establecen sistemas de restricción
del voto para elegir diputados mediante el requisito de tributar
trecientos francos al año (el llamado censo), para tener
ciudadanía. Con ello, en 1814, votaban cien mil de
alrededor de treinta millones de franceses, es decir el cero
punto tres por ciento (0.3%) de la población francesa. En
el año 1830, luego de otra revolución popular el
censo se redujo a doscientos francos, para elevar el
número de votantes a ciento sesenta y ocho mil, es decir
el cero punto 6 por ciento (0.6%).

10.1.- EXTENSIÓN DEL VOTO CENSITARIO POR TODO
EL MUNDO.

El sistema de restricción censitaria del voto se
extendió por todo el mundo llegando hasta nosotros. Su
defensor más caracterizado, por su vigencia y su
época, fue Benjamín Constant, otro autor
francés que en 1814 publicó su obra principios de
política. Transcribimos de ella párrafos donde
explica el voto censitario.

"Para, ser miembro de una asociación hay
que poseer cierto grado de raciocinio y un interés
común con los demás miembros de la
asociación. Se supone que los menores de cierta edad legal
No poseen ese grado de raciocinio; se estima igualmente que los
extranjeros no se guían por ese interés. La prueba
es que los primeros al cumplir la edad legal, se convierten en
miembros de la asociación política y los segundos
alcanzan la ciudadanía mediante su residencia, sus
propiedades o sus relaciones. Se supone que tales hechos dan, a
los unos, raciocinio a los otros el interés
requerido"

"Pero ese principio necesita una
ampliación adicional. En nuestras sociedades actuales, el
nacimiento en el país y la madurez de edad no bastan para
conferir a los hombres las cualidades requeridas por el ejercicio
de los derechos de ciudadanía. A quienes la indigencia
mantiene en una perpetua dependencia y condena a trabajos diarios
no poseen mayor ilustración que los niños acerca de
los asuntos públicos, ni tienen mayor interés que
los extranjeros, en una prosperidad nacional cuyos elementos no
conocen y cuyos beneficios solo participan
indirectamente"

"No quiero cometer ninguna injusticia con la
clase trabajadora. Es tan patriota como cualquiera de las
restantes y a menudo, realiza los más heroicos
sacrificios, siendo su abnegación tanto más de
admirar cuanto que no se ve recompensada por la fortuna ni por la
gloria. Pero una cosa es, a mi juicio, el patriotismo por el que
se está presto a morir por su país y otra distinta
el patriotismo por el que se cuidan los propios intereses. Es
preciso, además, del nacimiento y la edad legal, un tercer
requisito: el tiempo libre indispensable para ilustrarse y llegar
a poseer rectitud de juicio. Sólo la propiedad asegura el
ocio necesario, solo ella capacita al hombre para ejercer el
ejercicio de los derechos políticos".

"Un escritor célebre ha observado muy
acertadamente que cuando los no propietarios tienen derechos
políticos ocurre una de éstas tres cosas:
actúan en virtud de su propio impulso y entonces destruyen
la sociedad, son movidos por el hombre, los hombres en el poder
son instrumentos de tiranía, o bien son los aspirantes al
poder quienes los manejan y en tal supuesto son instrumentos de
facción. En consecuencia, es preciso establecer
condiciones de propiedad, tanto para ser electores, como para ser
elegibles".

"¿Qué condiciones equitativas de
prioridad deberían establecerse?"

"una propiedad puede ser tan limitada que el que
la posee solo es propietario en apariencia. Según un autor
que ha tratado perfectamente el asunto, quien no posea una renta
territorial suficiente para vivir durante el año, sin
tener que trabajar para otro, no es verdaderamente propietario.
La parte de propiedad que le falta, lo sitúa en la clase
de los asalariados. Los propietarios son dueños de su
existencia porque pueden negarle el trabajo. Solo quien posee la
renta necesaria para vivir con independencia de toda voluntad
extraña, puede ejercer los derechos de ciudadanía.
Una condición de propiedad inferior sería ilusoria;
una más elevada sería injusta"

Así dicho, y puesto además en letras de
molde, este alegato resulta inadmisible aún a las
mentalidades democráticas más estrechas de nuestro
tiempo. Sin embargo, eso era la democracia hace poco más
de siglo y medio: en realidad, una forma de plutocracia del
dinero, ligeramente ampliada en relación a los modelos
clásicos de la antigüedad.

10.2.- HISTORIA DE LA IMPLANTACIÓN DEL VOTO
UNIVERSAL.

En 1848, el gobierno era democrático, pero del
modo censista. En realidad el poder en Francia lo tenían
los grandes financistas e industriales. Ni los sectores obreros y
desocupados, ni los campesinos, ni siquiera lo que hoy
llamaríamos clase media, tenían una cuota de
participación en la estructura de poder.

Un grupo de diputados que constituía la
minoría en la cámara planteó reducir el
censo a cien francos, con lo cual los votantes pasarían a
ser algo más de cuatrocientos mil. El gobierno
contestó airadamente que NO. Y guiso, a la sazón
Primer Ministro, les gritó despectivamente
¡"ENRIQUECÉOS"!.

Alguien propuso como alternativa la implantación
del voto universal y se inició la gran revolución
de 1848, originalmente en parís, pero que pronto se
extendió por toda Europa y la transformó. A partir
de allí y nótese que estamos hablando recién
de hace ciento treinta años atrás, los hoy
países desarrollados fueron adoptando poco a poco, el
sistema democrático – representativo con voto
universal.

Sin embargo, las restricciones censitarias para ser
electo perduraron largo tiempo. A título de ejemplo, Gran
Bretaña adopta el sistema de voto universal recién
el 1948, es decir, luego de terminada la II guerra
mundial.

10.3.- LA DEMOCRACIA EN LOS ÚLTIMOS TREINTA
AÑOS.

La revolución europea de 1848 fue continental y
salvo contadas excepciones, todos los países se removieron
con una ola revolucionaria que duró cerca de tres
años. Hoy, los historiadores se han puesto de acuerdo en
considerar que dicho proceso obedeció a la
generalización del sistema capitalista en Europa y a la
aparición consiguiente de los sectores obreros y medios,
en el sentido contemporáneo de los términos, que no
encontraban un sitio dentro del sistema de control y ejercicio
del poder estatal.

El voto universal en Francia y la progresiva
democratización de otros países (en muchos de los
cuales había aún monarcas absolutistas),
otorgarían creciente poder a las mayorías, las que
mediante su voto podría modificar el curso de las cosas.
Especialmente serio era el problema de la regulación de
las relaciones laborales, en una época en la que no
había salarios mínimos, seguridad social, jornada
de trabajo, descansos, etc. La mano de obra era brutalmente
explotada, especialmente las mujeres y los niños,
trabajando doce horas y hasta catorce horas diarias por unos
cuantos centavos, sin domingos ni vacaciones.

La pugna por romper con estas injustas condiciones de
vida, llevó a la lucha llevó a la lucha por la
democratización (es decir, división de poderes con
aparición de parlamentarios elegidos y ministros
responsables ante ellos, para posteriormente ir sustituyendo las
monarquías por repúblicas o convirtiéndolas
en monarquías constitucionales, que es algo equivalente) y
llevó también a la exigencia del voto universal.
Sin embargo, con ello ocurría que el poder iría
cambiando de mano dentro de las sociedades, perdiendo así
las minorías burguesas la hegemonía.

Originalmente, hemos visto que la representación
ligaba la actuación del representante al criterio de su
elector (al que se debía), pero ya a fines del siglo XIX
se insiste que la soberanía dentro del Estado reside en el
cuerpo gobernante. En otras palabras, que son los poderes
políticos centrales (Ejecutivo y Legislativo, según
sus atribuciones en cada caso), los que ejercitan la
soberanía en nombre del pueblo elector.

De esta manera por la fuerza de los hechos
históricos, la democracia representativa se fue
convirtiendo en un modelo en el cual, nominalmente, el poder
residía en el pueblo, pero para todos los efectos
prácticos, el poder era ejercitado con amplia libertad y
sin mandato imperativo alguno por los gobernantes
elegidos.

En otras palabras, la democracia representativa devino
en un modelo en el cual el pueblo tiene como derecho fundamental
elegir a sus gobernantes cada cierto tiempo para que, una vez
elegidos, éstos gobiernen el Estado según sus
propias consideraciones de cosas y circunstancias. En el
intermedio, entre elección y elección, no hay
consultas populares ni pulsación de la opinión
pública que obligue a los representantes. Se supone que en
la siguiente elección se juzgará el periodo de
gobierno por el pueblo, orientándose en consecuencia el
sentido de los votos.

Es evidente que en los países desarrollados este
mecanismo se ha interconectado con varios otros, que permiten la
influencia del pueblo en sus gobernantes. El plebiscito, las
renovaciones parciales de los órganos legislativos y la
llamada opinión pública, tienen peso en las
decisiones de los gobiernos, pero también es evidente que
ello está relacionado al grado de bonanza existente. Desde
el año 1974 en adelante, los especialistas en los sistemas
políticos de los países desarrollados coinciden en
encontrar crecientes rasgos de autoritarismo y ello se vincula a
la prolongada crisis en que ha ingresado el sistema capitalista
desde aquel año.

10.4.- LA DEMOCRACIA Y EL VOTO EN EL
PERÚ.

Es ya lugar común en nuestra historia
política que los períodos con gobiernos de facto
superan a los gobiernos constitucionalmente elegidos.

Sin embargo, el problema de lo democrático en el
Perú, es mayor aun: los procesos electorales habidos, han
sufrido serio cuestionamientos según época y
circunstancias.

Los recuentos hechos hasta 1930 atestiguan sobre el robo
sistemático de las ánforas, la adulteración
del número de votos, la manipulación en el
reconocimiento de credenciales a la instalación del
congreso y mecanismos similares que eran el uso simple y llano de
la fuerza, o la influencia, para falsear el boto popular. Las
cosas parecen haber seguido invariablemente ese curso en aquella
época.

La constitución de 1933 nunca vio que el gobierno
constitucionalmente elegido fuese sucedido por otro de igual
origen, pero si fuese testigo de golpes de estado y
manipulaciones arbitrarias sobre los procesos electorales (casos
de 1936, 1950 y 1962 entre otros, aunque este último es
aún demasiado cercano para haber sido analizado
desapasionadamente). Podemos decir, por tanto, que desde el
ángulo de los hechos, el boto popular no ha tenido hasta
hoy el designio rector que las constituciones le han asignado en
nuestro país. Por el contrario, ha sido
sistemáticamente postergado, violentado y
evadido.

A estos elementos hay que añadir algunos otros de
derecho, el principal de los cuales fue le restricción
capacitaría del boto analfabeto durante casi noventa
años, a pesar que este grupo social constituía un
amplísimo porcentaje de la población en edad de
botar. En las elecciones de 1978 los analfabetos eran
aproximadamente un tercio del total. Recién nuestra
constitución de 1978 derogo este anacronismo, emparentado
con el antiguo sistema de boto censitario porque, al fin y al
cabo, ser analfabeto es une de las consecuencias más
evidentes de ser pobre en el mundo de hoy.

10.5.- LA DEMOCRACIA EN LA
CONSTITUCION.

En esta revisión no debemos dejar de abordar
nuestro actual sistema constitucional de democracia
representativa que, básicamente, contiene tres derechos
para los ciudadanos:

  • a. Elegir (y ser elegido) en los comicios
    generales para presidente, senadores y diputados, que se
    realizan cada cinco años.

  • b. Elegir (y ser elegido) en los comicios
    municipales, cuya realización no tiene plazo
    constitucional pero que, por la ley se realizan cada tres
    años.

  • c. Participar libremente en partidos
    políticos.

No existen otro derechos políticos efectivos y si
tomamos en consideración que la función principal
que asigna la constitución a los partidos es la de
participar en los procesos electorales, entonces concluiremos que
el derecho político fundamental es elegir y ser elegido.
De esta manera, muestra constitución consagra, en una de
sus versiones más depuradas, el concepto clásico de
la democracia representativa que venimos comentando en esta
exposición.

Resulta interesante, la constitución dice: "los
ciudadanos tienen el derecho de participar en los asuntos
públicos, directamente o por medio de representantes
libremente elegidos en comicios periódicos y de acuerdo
con las condiciones determinadas por la ley…".

La última parte del párrafo que acabamos
de mencionar se refiere a la representación, pero los
derechos ciudadano de participar "directamente" en los asuntos
públicos, llama indiscutiblemente a la necesidad de la
existencia de otros mecanismos, adicionales a los electorales,
para que los ciudadanos participen en política.

Esto demuestra que nuestros constituyentes tuvieron
conciencia, cuando menos, de la necesidad de declarar una
ampliación de los estrechos marcos de decisión, que
impone el modelo puramente representativo para el funcionamiento
del gobierno. Sin embargo, en lo concreto, la constitución
no trae ninguna norma específica que haga viable esta
participación directa, esterilizando en el plano
constitucional, la posibilidad de una participación
más efectiva y directa del pueblo en el
gobierno.

10.6.- CRÍTICA A LA DEMOCRACIA
REPRESENTATIVA.

Como resulta obvio, no compartimos el criterio
democrático- representativo claramente predominante en
nuestra actual constitución y ello ocurre no porque
consideremos negativos los procesos electorales y otras
votaciones nacionales sino, precisamente, porque el sistema
adoptado, a nuestro entender, restringe la participación
ciudadana al acto electoral y no establece mecanismos suficientes
para que la voluntad popular se exprese en diversas
circunstancias y sea influyente en los actos de
gobierno.

En primer lugar, refirámonos a los
procesos electorales mismos. Hoy no se detectan ya los grandes
fraudes electorales del antaño, pero la propaganda
política masiva se influye decisivamente en la
opinión y el voto. Si bien es falso decir que quien tiene
más recursos para propaganda, gana (porque muchas veces la
historia demuestra lo contrario), si se puede afirmar que,
estadísticamente, ganan los que tienen más acceso a
la propaganda y casi nunca ganan los que lo tienen en poca escala
o no la tienen nunca.

De esta forma, el carácter de filtro y de "ajuste
de cuentas" para el gobierno, en funciones que se asigna a los
procesos electorales periódicos, tiene serias
limitaciones, ya que el sistema utiliza un mecanismo
propagandísticos que alteran, en mayor o menor grado, la
voluntad expresada en el voto. En las sociedades capitalistas
como la nuestra, esto da enormes ventajas a las fuerzas
políticas que representan a los grandes intereses
económicos, porque les facilitan grandes cantidades de
dinero para propaganda electoral, estableciéndose
así una estrecha vinculación entre poder
económico y poder político, en el corazón
mismo del sistema democrático-representativo,
expropiándole su carácter esencialmente
popular.

Es evidente que ello puede controlarse parcialmente,
estableciendo límites al gasto en la propaganda
política electoral, o uniformizando el derecho de todas
las fuerzas participantes a informar.

Con tendencia a la proporcionalidad resultante de las
elecciones parlamentarias inmediatamente anteriores", lo que
parece anunciar que ganó más votos antes, tiene
más derecho de hacer propaganda hoy día, criterio
francamente discutible y que, más que democrático,
tiende a perpetuar al gobierno en actual oficio, ya que el
tendrá la mayor densidad de publicidad electoral
propia.

En segundo lugar, hay un casi total vacío
de participación directa del pueblo entre elección
y elección, salvo las municipales. No existen el
referéndum ni el plebiscito, ni renovaciones parciales de
las cámaras, ni elecciones complementarias. A diferencia
de la constitución de 1933, en la que por lo menos
existían estas últimas, de acuerdo a la actual
constitución, no se realiza pronunciamiento popular normal
alguno durante un periodo de gobierno. Esto es inusual en
cualquier sistema democrático representativo más o
menos desarrollado y tiende a aislar al gobernante del gobernado,
debilitando el sistema en su conjunto.

En tercer lugar.- no existe ningún
mecanismo formal por el que el gobernante toe tome en
consideración (con fuerza efectiva) las opiniones de los
electores. Ni siquiera, en rigor, existe mecanismo alguno para
obligarlo a cumplir el plan o proyecto que propuso al ser
candidato. En otros países existe, aunque sea, la
opinión pública, pero en nuestro medio este
fenómeno no existe sino figurativamente, porque ni las
encuestas ni los medios de comunicación masiva expresan,
ni por ultimo pueden expresar, verdaderamente, a la
opinión nacional. Nuestro subdesarrollo, nuestras
distancias sociales y otros factores que juegan en los
círculos del poder, impiden que esto ocurra.

Por lo tanto consideramos que en base a elementos de
nuestra realidad y nuestra historia, el sistema
democrático-representativo existente, no otorga
verdaderamente el control del poder al pueblo y por lo tanto, no
emana de él, sino de manera muy relativa a través
de la elección periódica de representantes, lo cual
es muy distinto a decir que el pueblo influya en las decisiones
del gobierno.

Esto, en un país que cuenta con nuestra
tradición política, devalúa el significado
de lo democrático para el pueblo, aunque solo sea porque
muchas veces no se vea gran diferencia entre el gobierno de facto
anterior y el que se eligió, en problemas claves como en
nivel de vida y las remuneraciones, especialmente en periodos de
aguda crisis como la de 1930.

Es por ello indispensable ampliar los márgenes de
lo democrático, superar el marco relativamente estrecho de
la representación, tal como ha llegado a nosotros e
implantar de diversa maneras lo que la constitución llama
participación directa del ciudadano en los asuntos
públicos.

Evidentemente, nada de esto es recortar el voto popular,
sino más bien potenciar la expresión de la voluntad
popular. Después de todo el voto popular no vale por
sí mismo, sino en tanto que la democracia representativa
lo ha convertido en el vínculo preponderante (y en algunos
casos único), de la expresión popular. En
consecuencia, ampliar esa expresión no es desmerecer el
voto, sino reforzar lo democrático, que es a fin de
cuentas el sistema que hay que perfeccionar y profundizar
cualitativamente.

10.7.- ACCIONES QUE SE DEBE TOMAR PARA FORTALECER LO
DEMOCRATICO.

Lo que viene a continuación no es una
enumeración taxativa sino indicativa; es decir, no
pretendemos ni que esto es todo lo fundamental, ni que todo ello
debe aplicarse a le vez, creemos, si, que estas propuestas son
una expresión en positivo de nuestras criticas al sistema
vigente.

  • Se debe favorecer y estimular creativamente la
    organización popular, para que las personas obtengan
    una cuota orgánica de poder en la sociedad,
    según sus intereses solo así un gobierno
    (cualquiera que sea) puede auscultar el sentir del todo
    social con verosimilitud y estar sometido a sus expresiones.
    Sólo así los ciudadanos ascienden
    cualitativamente de ser personas individuales y aisladas, a
    construir grupos humanos con acumulación de
    fuerza.

  • Por otro lado y lo demuestra la historia, una de las
    primeras medidas de toda dictadura es disolver, o al menos
    entorpecer la existencia de organizaciones sociales de
    diverso tipo, en especial las de trabajadores (que en nuestro
    entorno son las más contestatarias al sistema
    capitalista por su propia naturaleza). Se puede afirmar,
    contundentemente que la organización sólida y
    diversificada del pueblo (también en partidos
    políticos, pero no solo en ellos) es condición
    esencial para la existencia de la democracia, al permitir la
    acumulación de poder efectivo en manos
    populares.

  • Debe establecerse canales formales dentro del Estado
    para lograr una representación funcional de las
    distintas organizaciones del pueblo, a efecto de que puedan
    hacer visible su derecho de opinión e iniciativa y
    pueden ser sistemáticamente informadas de la marcha
    del país y de lo que atañe a sus intereses
    específicos. Aquí estamos hablando de canales
    institucionales de participación para gremios,
    colegios profesionales, organizaciones culturales,
    universidades, etc., que de esta manera puedan influir
    organizadamente en el gobierno en nombre del
    pueblo.

  • Se debe dar normatividad sobre la propaganda
    política electoral, que signifique una mayor
    uniformización el uso de este mecanismo de
    captación de votos, a fin de no tender a beneficiar a
    quien obtiene más recursos económicos y
    financieros para su campaña, o a quien obtuvo
    más votos en las elecciones anteriores, limitando, a
    la vez, el bombardeo publicitario a que se ve sometido el
    ciudadano durante los períodos electorales.

  • Se debe acentuar la expresión de la voluntad
    popular mediante los procesos electorales, principalmente,
    elecciones de renovación parcial de las cámaras
    legislativas cada dos otros años, a fin de pulsar la
    recomposición de las opiniones populares.

  • Se debe instaurar el sistema de referéndum o
    plebiscito, parea ciertas decisiones trascendentales de
    gobierno, o cuando sea solicitado por una parte significativa
    de los gobernantes elegidos o de la población
    misma.

Hay quienes se oponen a éstos mecanismos por
considerar que dificultan la marcha del gobierno. Puede ser que
en cierta medida ello ocurra, pero lo democrático, a
muestro juicio, no consiste en hacerle las cosas fáciles
al gobernante, sino en saber armonizar gobierno efectivo con
estímulo a la expresión, control y
participación del pueblo en las decisiones.

Hay otros que manifiestan desacuerdo con estas medidas,
porque consideran que nuestro pueblo no está preparado
aún para ejercitar derechos democráticos más
amplios y propios de sociedades que han logrado mayor grado de
desarrollo. Esto no es cierto por dos razones:

Primero, porque no se ha demostrado que un pueblo tenga
madurez para elegir a sus gobernantes pero carezca de ella para
tomar otras decisiones políticas del mismo cuño.
Más bien, el asunto es al revés y si se reconoce a
un pueblo la capacidad de elegir gobernantes, se le debe
reconocer con mayor razón la de votar y opinar sobre
asuntos aún más concretos. Después de todo,
es más fácil equivocarse sobre las personas que
sobre otras cosas.

Segundo, la historia demuestra que los derechos
democráticos no se otorgaron a los pueblos sino que, en
general, fueron conquistados por éstos en su lucha. Por lo
tanto, no se trata de que haya pueblos preparados para mayor o
menor grado de democracia. Si ocurre, más bien, que solo
ejercitando sus derechos la persona se hace consiente, capaz de
utilizarlos y de reconocer su valor.

Por ello consideramos, en definitiva, que democracia y
voto popular son cosas distintas pero interconectadas. El voto es
requisito necesario, pero no suficiente para la existencia de la
democracia, en la medida que esta debe significar la
expresión efectiva y permanente de la voluntad popular y
su cumplimiento por las gobernantes elegidos.

Sobre todo, es indispensable reconocer, para quienes
creemos y abogamos por la democracia, que ella se desarrolla y
consolida solo cuando el pueblo la práctica y cuando
siente que vivir en democracia es algo distinto y mucho mejor que
vivir en dictadura. Naturalmente por ello no basta la democracia
representativa estrecha que contiene nuestra
constitución.

El
Referéndum

El tercer remedio de la llamada democracia
participativa, es el referéndum, que constituye un llamado
directo a la población para que ejerza de manera inmediata
y sin el tamiz de los representantes, el poder de decisión
sobre un tema específico.

El referéndum puede plantearse para que el pueblo
se pronuncie sobre un tema que todavía no es norma y se
requiere la orientación concreta dada la trascendencia de
la decisión que se va a adoptar, puede plantearse para la
ratificación de una norma ya adoptada o adoptada en
principio y sujeta a consulta por los órganos
legislativos, o, finalmente, puede solicitarse para la
desaprobación de las leyes o las normas que los
representantes han aprobado como buenas.

En este tercer caso se trata de un control concreto e
inmediato del accionar de los representantes elegidos. Consiste
en el llamamiento a la población para que sea ésta
la que decide sobre la conveniencia o inconveniencia, sobre la
bondad o el perjuicio que le puede causar a la comunidad
determinadas leyes que son aprobadas por los órganos
deliberativos, sea el congreso, sea el gobierno regional o sea el
municipio.

Debe quedar en claro que aquí no se trata de una
discusión jurídica donde se analiza si la norma
coincide o no con las leyes o disposiciones de mayor
jerarquía. El debate en el referéndum se centra en
la conveniencia o inconveniencia de la ley. Puede que sea
jurídica. Puede que la norma caiga dentro del cono de
proyección de la norma superior, pero puede estimarse
igualmente como inconveniente. Se trata entonces de una
estimación política

Para la activación del referéndum, las
distintas constituciones fijan reglas. O pueden ser llamados por
las autoridades, o pueden ser llamados por el pueblo o a
instancias del pueblo previa satisfacción de algunos
requisitos, como ser un número de adhesiones
suficientemente representativo de la población.

Componentes de la
democracia

En la democracia moderna juega un rol decisivo la
llamada "regla de la mayoría", es decir el derecho
de la mayoría a que se adopte su posición cuando
existen diversas propuestas. Ello ha llevado a que sea un lugar
común de la cultura popular asimilar democracia
con decisión mayoritaria. sin embargo muchos sistemas
democráticos no utilizan la regla de la mayoría o
la restringen mediante sistemas de elección rotativos, al
azar, derecho a veto, etc. de hecho, en determinadas
circunstancias, la regla de la mayoría puede volverse
antidemocrática cuando afecta derechos fundamentales de
las minorías o de los individuos.

las democracias reales suelen ser complejos mecanismos
articulados, con múltiples reglas de participación
en los procesos de deliberación y toma de
decisiones, en los que el poder se divide constitucionalmente o
estatutariamente, en múltiples funciones y
ámbitos territoriales, y se establecen variedad de
sistemas de control, contrapesos y limitaciones, que llevan
a la conformación de distintos tipos de mayorías, a
la preservación de ámbitos básicos para las
minorías y a garantizar los derechos humanos de
los individuos y grupos sociales.

13.- DEMOCRACIA Y REPÚBLICA.

Las diferencias y similitudes entre los conceptos de
«democracia» y
«república» dan lugar a
confusiones habituales y diferencias de criterio entre los
especialistas.

En general puede decirse que la república es un
gobierno regido por el principio de división de poderes y
sin rey, en tanto que la democracia es un sistema en el que el
gobierno es elegido por el pueblo.

Teorías de la
democracia

  • la democracia como liquidación de
    los conflictos (en la volante genérale no
    hay separación entre los intereses de los
    miembros).

  • la democracia como el ámbito en el cual se
    gestionan los conflictos.

En la primera versión las democracias realmente
existentes siempre aparecen como imperfectas, ya que están
siempre lejanas del ideal. Este se identifica la democracia ideal
con la practicada en forma directa en comunidades pequeñas
(en suiza, en algunas de las colonias americanas en él;
SIGLO XVIII, en organizaciones religiosas o
voluntarias). La gestión de los conflictos
parece una función mezquina,
pequeño-burguesa.

Orígenes intelectuales de la
versión "a". ROUSSEAU, pero seguramente antes
la laicización de
la teoría de soberanía.

Para acercarnos a entregar la respuesta resulta
importante conocer lo que implica el individualismo posesivo.
Esto puede hacerse sobre la base de siete enunciados
básicos que MACPHERSON realiza (en Ruiz, 1984) y que a
continuación se resumen:

  • Ausencia de coerción por
    otro individuo.

  • Los vínculos sociales se
    producen producto del interés.

  • Capacidades del individuo son de
    su propiedad.

  • Libertad de enajenar su trabajo.

  • La sociedad humana consiste en una serie
    de relaciones de mercado.

  • Cada libertad individual puede ser limitada en
    derecho sólo por las reglas
    obligaciones necesarias para asegurar esa misma
    libertad para los demás.

  • La sociedad política es una
    invención humana para la protección de la
    propiedad personal y sus bienes. por lo tanto
    para la mantención de relaciones ordenadas.

Estos 7 postulados, que tienen un fuerte contenido
de pensamiento moderno clásico (LOCKE,
ROUSSEAU, HOBBES) hacen pensar en una democracia en donde el
actor importante es el individuo por sobre todas las cosas. La
democracia debe entonces asegurar la protección de los
derechos y de la propiedad del individuo, evitando que otro
individuo, o el estado puedan coartar esos
derechos.

15.- ALGUNAS DE LAS TEORÍAS QUE
PODEMOS MENCIONAR SON:

15.1.- LAS TEORÍAS ELITISTAS.

Por su parte, se refieren a la existencia de grupos que
buscan la obtención del poder político en una
sociedad políticamente organizada.

La existencia de estas elites, propuestas por Pareto,
mosca y también michels, provoca que
este grupo minoritario (en términos
cuantitativos) del sistema social se encargará de dirigir
al resto del sistema, y que esta minoría se
distanciará y escapará del control de la
mayoría (las masas).

Según lo anterior las teorías elitistas
merman a la democracia desde el punto de vista del individualismo
posesivo de dos maneras:

  • al existir una tendencia a un fuerte empoderamiento
    de las elites, se pierden las formas de control por parte de
    la mayoría. el estado entonces ya no presenta
    participación desde la sociedad (en pos de la
    protección individual) y la democracia se transforma
    en una manera de resolver el conflicto de poder
    entre las élites.

  • esta pérdida de control por parte de las
    mayorías, pueden producir que las elites gobiernen
    para el beneficio de las minorías empoderadas y no
    para la protección de las libertades y de la propiedad
    individual, que corresponden a las premisas fundamentales del
    individualismo posesivo.

15.2.- LA TEORÍA PLURALISTA.

La teoría pluralista del poder tiene por objeto
"verificar la afluencia e influencia en los poderes
públicos de la pluralidad de agentes a la hora de la
formación de la agenda pública".

Según el pluralismo, no existe en realidad un
poder dominante, sino más bien una diversidad de los
mismos, que determina que se produzcan intercambios entre ellos
al desarrollar las políticas públicas. En
este sentido, se considera el análisis de la
política como el análisis de los grupos. De esta
manera, "el proceso de elaboración de
políticas es, fundamentalmente, un continuo conflicto e
intercambio entre diferentes grupos, y el gobierno se considera
un grupo más".

En consecuencia, analizar esta política
pública desde el pluralismo clásico no resulta
adecuado, en cuanto "proceso de elaboración de
políticas públicas que refleja precisamente una
búsqueda de consenso".
De hecho, si por algo se
caracteriza la ley de calidad de
la educación, como veremos, es porque su
aprobación ha estado caracterizada precisamente por la
falta de consenso y por la oposición directa de grupos de
interés relevantes, que han presentado distintas
posibilidades de acceso a la arena política.

Por este motivo, partimos del enfoque del pluralismo
institucional ya que éste corrige el pluralismo
clásico, en el que el estado sería como una
organización independiente que hace políticas para
responder a la presión de innumerables grupos
sobre el gobierno. En cambio, el pluralismo institucional
admite la relevancia del papel de la burocracia, puesto que
no son únicamente los grupos de presión quienes
influyen en la formulación de políticas, sino
también "los agentes públicos, en última
instancia, intentarán aplicar sus perspectivas y buscar la
satisfacción de sus intereses".

Consecuencia, este enfoque reconoce el papel de la
pluralidad de intereses tanto en la sociedad como en el estado.
Por otro lado, en el enfoque denominado pluralismo reformado se
reconoce que las relaciones entre el gobierno y los grupos de
interés se encuentran casi siempre institucionalizadas y
se excluye a ciertos grupos del proceso de elaborarla.

Esta teoría permite comprender las razones para
el cambio de la política educativa, ya que analiza las
correlaciones de fuerzas entre grupos de interés, al
momento de elaborar esta política. para analizar la
teoría pluralista de acceso e influencia en el poder de
los distintos agentes sociales, primero nos detendremos en la
identificación de los problemas y en las
demandas e intereses de los actores públicos y privados;
posteriormente, en su capacidad de acceso
al diseño de la agenda y en los mecanismos
de interacción entre los actores.

15.3.- TEORÍA ECONÓMICA.

Se entiende por teoría económica el
conjunto de hipótesis que pretenden reproducir
aspectos de la realidad económica. En la teoría
económica se distinguen dos enfoques
diferenciados.

Tradicionalmente las teorías económicas se
centraron en temas como la moneda,
el comercio internacional y
la producción de bienes. Más adelante se
introdujeron nuevos temas como el ciclo económico, la
teoría del equilibrio, la inflación,
el ahorro, la inversión y otros aspectos
macroeconómicos. Actualmente
la economía tiende incorporar nuevas situaciones
relacionadas con la teoría de la elección y el modo
en que los agentes económicos parcialmente racionales
toman decisiones basándose en incentivos y
expectativas.

La teoría nos dice cuáles son los
principales componentes del sistema económico, cómo
funciona cada uno aisladamente, así como el funcionamiento
de todos ellos en conjunto.

Algunas teorías económicas son:
mercantilistas (SIGLO XVI – XVIII): se fundamentaban en la
riqueza de los factores de la producción y estaban
consideradas la mano de obra, recursos naturales y
el capital. Existía una protección al estado y
a la industria doméstica. Fisiócratas
(escuela francés del SIGLO XVIII): se fundamentaban
en la tierra; existía la libertad
económica.

15.4.- TEORÍAS REPUBLICANA.

En la teoría republicana puede remontarse ya a
los escritos de platón y Aristóteles. La
república de platón presenta un estado ideal
sobre lo que él considera los elementos básicos
del alma humana: el apetito, la razón y el
ánimo. de acuerdo con esto, su república ideal
estaba compuesta por tres grupos diferenciados:
una clase comercial (identificada con el apetito), una
clase ejecutiva (equivalente a la razón) integrada por
administradores y soldados responsables del cumplimiento de las
leyes, y por último los guardianes por
reyes filósofos (el ánimo) que
ejercerían como legisladores. Como platón confiaba
a los guardianes, un pequeño grupo seleccionado,
la responsabilidad de mantener una polis organizada con
armonía, el republicanismo es a menudo asociado con los
fines o metas establecidos por un pequeño sector de
la comunidad que puede percibir lo que constituye el
bien común.

La política de Aristóteles presenta otro
concepto de orden republicano, planteamiento que ha prevalecido
en la mayor parte del mundo occidental. Aristóteles
clasificaba a los gobiernos basándose en quien nos
dirigía: uno, unos pocos, o muchos. Dentro de estas
categorías distinguía entre formas buenas y malas
del gobierno: monarquía (buena) contra tiranía,
aristocracia (buena) frente a oligarquía, cuya principal
diferencia consistía en que los dirigentes gobernaran por
el bien del estado o en beneficio de sus propios
intereses.

Uno de los aspectos más pertinentes para el
republicanismo del mundo occidental esa distinción que
hace Aristóteles entre democracia, la forma malas del
gobierno de los muchos, y política, su contrario, la forma
buena. El filósofo creía que las democracias que
caerían en un período de turbulencia e
inestabilidad porque los pobres, que según su pensamiento
se convertirían en la mayoría, intentaría
conseguir una igual social y económica que ahogaría
la iniciativa individual. Por el contrario, la política,
con una clase media capaz de resolver
con justicia conflictos entre ricos y pobres,
permitiría el gobierno de los muchos sin los problemas y
el caos asociados con los regímenes
organizados.

James Madison, a menudo llamado "padre de la
constitución de estados unidos", definía la
república en términos parecidos a los de la
política aristotélica. Según él, las
repúblicas eran sistemas de gobierno que posibilitaban el
control directo o indirecto del pueblo sobre sus gobernantes.
Advirtió, sin embargo, sobre los efectos de las facciones
mayoritarias e insistió en los derechos de las
minorías.

El concepto madison ano de republicanismo coincide con
el aristotélico de política en muchas dimensiones
importantes, pero ambos son diferentes en esencia de la idea
plutoniana. A madison y Aristóteles les preocupaba en
medio con el que se pudiera asegurar un gobierno justo y estable.
Para esto Aristóteles se apoyaba en una clase media
predominante y madison, con un concepto más amplio,
propugnaba una república en el que los distintos intereses
se supervisasen y controlasen entre sí. Madison
también hacía hincapié en la elección
de representantes por parte del pueblo, ya que éstos
sacrificarían con menor probabilidad el bien
público de lo que lo haría la mayoría de la
gente. Según escribió madison, las democracias
puras, en las que el pueblo gobernaba de forma directa, "siempre
han sido espectáculos de turbulencia y de
enfrentamiento".

Las concepciones
denominadas clásicas de la democracia

La democracia, como comúnmente se cree, no tiene
una sola concepción teórica. Como veremos, lo que
existe realmente son distintas percepciones democráticas
que abordan de manera diferente el papel del individuo y la
colectividad en la vida política, económica y
cultural. Sin embargo, cabe señalar que las democracias
que se han dado en el capitalismo en el tiempo y en el
espacio, tienen un aspecto en común: la visión
individualista de la sociedad. Ésta se originó como
producto de:

  • las teorías contractuales de los siglos XVII
    y XVIII, en las que el que ejerce el poder soberano son los
    individuos libres e iguales;

  • el nacimiento de la economía política,
    donde el individuo es el sujeto.

ADAM SMITH planteaba que "persiguiendo su propio
interés, por lo general promueve el interés de la
sociedad en forma más efectiva que si promoviera el de
sí mismo
". También contribuye a esta
concepción individualista de la sociedad
la filosofía utilitaria de BENTHAM Y JAMES MILL,
donde los estados mentales personales tal como el placer y el
dolor resuelven el problema del bien común, definido como
la suma del bienestar de cada individuo. 

La concepción de la democracia o democracias en
que la sociedad política está compuesta por
individuos que se ponen de acuerdo entre sí, excluye la
existencia de grupos, clases, asociaciones de todo tipo, partidos
políticos entre otros. Esta visión
ideológica de la realidad capitalista, no le
posibilitó percibir que son las categorías sociales
antes señaladas, y no los individuos los principales
protagonistas del quehacer político en las formaciones
sociales capitalistas contemporáneas.

Como ya se planteó, existen maneras distintas de
conceptuar la participación democrática. Por un
lado, tenemos la que propiciaron BENTHAM Y JAMES MILL, y por
otro, la de ROUSSEAU que fue utilizada para un sistema más
moderno por JOHN STUART MILL Y COLE.

BENTHAM Y JAMES MILL, tenían una visión
bastante pragmática de la democracia, focalizándose
básicamente en los "arreglos institucionales". La
participación del pueblo poseía un papel limitado.
Para ellos, la participación estaba orientada a asegurar
los intereses privados de cada ciudadano. ROUSSEAU, en su
teoría política, tenía una concepción
más amplia de la participación que iba mucho
más allá de la protección de los intereses
individuales, por cuanto tomaba en cuenta el efecto
psicológico de los que participaban, debido a que se
planteaba toda una interacción entre
las instituciones y los individuos. El sistema
político de ROUSSEAU estaba encaminado a formar un
individuo social responsable y que el accionar político se
desarrolle mediante un proceso participatorio. 

JOHN STUART MILL veía la participación en
términos similares a los de ROUSSEAU. Consideraba que si
un individuo sólo se concentraba en sus asuntos privados y
no tenía una participación activa en los asuntos
públicos, sus capacidades para
realizar acciones públicas se mantendrían
subdesarrolladas, le otorgaba gran importancia  a la
participación en las funciones productivas y de otra
índole que generaba la industria dentro del capitalismo
moderno por su papel educativo. Asimismo, privilegiaba la
participación activa a nivel de los gobiernos locales. con
el fin de que se pueda dar una participación real en la
industria, a una transformación de las relaciones
de autoridad, para lo cual tendría que establecerse
un sistema de elección de los gerentes por todos los
empleados, tal como se hacía con los representantes a
nivel local, se sustentaba principalmente en la
hipótesis teórica de ROUSSEAU, de que es la
voluntad y no la fuerza la base de la
organización social y política. Los hombres
deberían cooperar en asociaciones para satisfacer sus
necesidades.

Dentro de esta perspectiva, definía la sociedad
como un "complejo de asociaciones que se mantenían juntas
por la voluntad de sus miembros". No limitaba el principio
democrático a la esfera de la política, sino a
todas las otras formas de acción social,
especialmente en la industria.  

La concepción pragmática de la democracia
de BENTHAM Y JAMES STUART ha tendido a tener mayor influencia en
estados unidos, el cual la ha impuesto como el modelo
ideal de democracia, especialmente en la periferia que
está bajo su dominación. La doctrina anglo-sajona
no trata de lidiar con aspectos de principios. Le basta
definir la democracia en función a su relación con
las técnicas y procesos supuestamente
democráticos. En Francia y gran parte
de Europa, la democracia adopta una posición
más racionalista, preocupándose en mayor medida de
las cuestiones conceptuales. Las posiciones democráticas
empíricas y las racionalistas, se mueven a diferentes
niveles de abstracción. Mientras que los europeos, por lo
general, están inclinados a privilegiar la
categoría "pueblo", los anglosajones se refieren a
"gobierno". 

ROUSSEAU, aparte de tener una influencia en una
concepción más racionalista de la democracia,
incidió igualmente en el desarrollo de una
visión más intransigente de la democracia, debido
al énfasis que se puso en que la voluntad general
sólo podía discernirse si el esfuerzo
provenía de todo el pueblo y no sólo de una parte.
La idea que se tenía de la gente se limitaba a aquella que
se identificaba con la voluntad e interés general. Los que
estaban en desacuerdo con ello no pertenecían a
la nación. Esta forma de concebir
la nación devino en un argumento político
importante que fue utilizado por los jacobinos, BABEUF Y
BUONANOTE. 

ROBESPIERRE, como buen discípulo de ROUSSEAU,
consideraba que la voluntad general de la verdadera
mayoría popular no podía identificarse con la
mayoría o minoría parlamentaria. Por otro lado,
SAINT – JUST planteaba que la libertad se lograba cuando la
voluntad general podía expresarse como una unidad
indisociable del pueblo como un todo. Era incapaz de ver en las
partes un medio para expresar y organizar las distintas
tendencias de la opinión pública. La democracia
propiciada por los jacobinos era la de un solo partido. Toda
reunión pública que no fuera promovida por los
clubes jacobinos era prohibida y considerada subversiva por
cuanto atentaba contra la unidad del partido.

A finales de 1794, BABEUF, pensaba que se debía
subordinar la asamblea legislativa al control del pueblo, sin
embargo, mostraba una gran desconfianza del pueblo debido a que
"la mayoría siempre es partidaria de la rutina y la
inmovilidad". Y sus partidarios, existía un gran peligro
de que la mayoría, por su indiferencia, sea dominada por
la minoría.

Así mismo ponían todo el énfasis en
la conducción del proceso político en los
líderes. Lo que denominaban la democracia revolucionaria
debería sustentarse en la obediencia y lealtad de las
masas a sus líderes. No debería confiarse en las
masas ni en la selección de sus líderes,
por lo menos al inicio de la revolución. La
selección tendría que dejarse al partido de
la vanguardia.

Se requería de una autoridad fuerte animada por
una única voluntad de establecer la igualdad en
una sociedad corrupta. Las tareas centrales de la
revolución eran: eliminación de la
oposición, y establecer un sistema de educación
intenso y de propaganda. La prensa debería
encuadrarse en los principios proclamados por la sociedad en
abstracto, y no debería expresar opiniones contrarias a
los sagrados principios de igualdad y soberanía de la
gente.

Esta visión de la tendencia totalitaria de la
democracia que se sustentaba en la individualidad, fue superada
en él, SIGLO XIX, por teorías más
colectivistas donde el análisis de la sociedad se
realizó en función a clases.

Lo último señalado se sustentaría
en que en el denominado socialismo real, el partido único
era el representante exclusivo de los trabajadores considerados
como una unidad homogénea, además se consideraba
como la alternativa a las formas tradicionales de
representación. pero, aparte de este señalamiento,
el denominado socialismo real que no fue que otra forma de
capitalismo donde el estado fue el centro de
su dinámica y funcionamiento no generaron
concepciones de representación y de la democracia
fundamentalmente distintos del capitalismo privado "regido" por
el mercado, lo que los llevó a privilegiar el concepto
capitalista de soberanía, pero en el marco de garantizar
la unidad del partido.

La democracia
contemporánea

La democracia contemporánea no es más que
un concurso de popularidad en la cual los que aspiran a
gobernarnos se pasan el tiempo enfocando sus campañas a
las personas más vulnerables a sus miras políticas
y promesas sin sentido claro está que algunos
político cumplen algo de lo que dicen en pocas palabras
los gobernantes no se eligen solos pero si se aprovechan de las
necesidades del pueblo.

La democracia ateniense y la república romana no
se encarnaron solamente dos formas históricas de la
democracia, extrema la primera y limitada la segunda.
También encarnaron dos concepciones de la democracia.
Atenas planteó el ideal democrático en toda su
pureza. Durante su etapa republicana, roma encarnó en
cambio la democracia posible:

Esa parte del ideal democrático que es accesible
en cada época. O, con otras palabras, una forma mixta de
gobierno donde el elemento democrático se resigna a
mezclarse con los elementos monárquico y
aristocrático hasta tanto consiga eliminarlos a
través de una larga evolución cuyo remate natural
tendría que ser el regreso de la democracia pura de
inspiración ateniense. La historia de la democracia
contemporánea expresa la tensión entre estas dos
maneras de concebir la democracia: evolutiva una, utópica
la otra. A partir del ejemplo romano, la democracia fue ganando
espacio lenta y trabajosamente del, SIGLO XVII, en adelante,
cuando Europa empezó a superar las monarquías
absolutas para reimplantar una concepción republicana del
poder abierta ella misma al progreso de su elemento
democrático.

Pero, no bien el elemento democrático llegaba a
cierta altura en esta evolución "romana" y corría
el riesgo de detenerse satisfecho, de inmediato lo picaba el
aguijón del ideal democrático ateniense,
instándolo a reanudar la marcha. Ambas concepciones de la
democracia estuvieron presentes durante las dos grandes
revoluciones que marcan el advenimiento político de los
tiempos modernos. En 1688, la llamada "Gloriosa
Revolución" sustituyó la monarquía absoluta
en Gran Bretaña por una monarquía parlamentaria
"mixta", al estilo romano, donde se mezclaban los tres elementos
típicos del régimen mixto: monárquico (el
rey o la reina), aristocrático (la Cámara de los
Lores, hereditaria) y democrático (la Cámara de los
Comunes, elegida por un padrón electoral minoritario
primero y mayoritario después, al fin de una larga
evolución). Aun así, habría que aclarar que,
vista desde la concepción ateniense de la democracia, la
Cámara de los Comunes era en sí
aristocrática por electiva, reduciéndose en tal
caso el elemento democrático del régimen mixto
inglés a los propios votantes.

Si bien en el curso del revolucionario siglo XVII
inglés predominó por lo visto la concepción
"romana" de la democracia, también hubo movimientos
apasionadamente democráticos en el sentido ateniense como
los levellers.

La discordia entre los "atenienses" y los "romanos" de
la democracia, latente en la revolución inglesa,
estalló en la Revolución Francesa.

Francia no era una pequeña ciudad – Estado a la
manera de la polis ateniense o de esa Ginebra natal en la que
pensaba Rousseau cuando renovó el ideal ateniense en el
campo de las ideas políticas, sino una vasta nación
con muchas ciudades dentro. Como le resultaba materialmente
imposible lograr la reunión cotidiana de los ciudadanos en
una ecclesia, la democracia directa al estilo griego le estaba
vedada. Pero Sieyés primero y los jacobinos
después, forzando su interpretación de la
democracia, hicieron como si esa presencia de los ciudadanos se
diera efectivamente en la asamblea de los representantes del
pueblo. De aquí provino la dictadura de la asamblea en
nombre de la democracia, como si la asamblea fuera esa ecclesia
que en realidad no era.

La dictadura de la asamblea fue posible porque,
así como era lógico que no hubiera necesidad de
proteger a los ciudadanos atenienses contra los posibles abusos
de esa asamblea que ellos mismos formaban, en la Francia
revolucionaria de fines del siglo XVIII tampoco se los
protegió contra una asamblea que pretendía ser ella
misma la voluntad de los ciudadanos cuando en verdad sólo
los "representaba" porque ellos no estaban "presentes", porque
brillaban por su ausencia. De esta sustitución del pueblo
por una asamblea que usurpaba su papel resultó no
sólo la dictadura sino la más feroz de ellas: el
terror jacobino de Robes Pierre y Saint – Justo en
1793-1794, acuciado además por el pánico que
generaba el cerco militar al que habían sometido a Francia
las monarquías europeas.

MIRABEAU, imagino la transición de Francia no ya
de la monarquía absoluta a la democracia absoluta que
pretendían encarnar los jacobinos sino a una
monarquía parlamentaria al estilo inglés y, cuando
el proyecto fracasó y el rey Luis XVI fue decapitado,
vinieron sucesivamente el Terror, un Directorio equilibrado en
los tiempos revisionistas del Termidor y, finalmente, el imperio
napoleónico. En vez de la Roma republicana, la Roma
imperial de Napoleón.

De este modo la Francia revolucionaria, que había
querido ser primero la Roma republicana e "inglesa" de Mirabeau
en su intento de salvar al mismo tiempo a la revolución y
a la monarquía, terminó siendo la Roma imperial
cuando Napoleón volvió a instalar su poderosa
memoria no sólo en la pretensión de dominar a
Europa sino también en su deseo de ser coronado delante
del Papa en Roma. "Delante de" y no "por" el Papa porque, en el
momento en que éste se disponía a ponerle la
corona, Napoleón se la quitó de las manos y se la
colocó él mismo, reivindicando la pretensión
de los emperadores románico-germánicos en su pugna
medioeval con la Iglesia y volviendo de este modo a Carlomagno y
al Sacro Imperio Romano Germánico. La
"romanización" de la arquitectura, el arte, el vestuario y
las costumbres que caracterizaría a la época
acompañó del lado de la sociedad a la nostalgia
política napoleónica.

Ahora estamos en condiciones explicar por qué la
Revolución Francesa fue el fracaso más glorioso de
la historia.

¿Cómo es posible aunar el fracaso y la
gloria? El "fracaso", sin duda, existió. A la inversa de
las revoluciones inglesa del siglo XVII y americana del siglo
XVIII, que fueron exitosas porque lograron lo que
pretendían, fundar regímenes que partirían
del ejemplo de la República Romana en su largo viaje hacia
la democracia plenaria que aún no ha terminado, la
Revolución Francesa pretendió y no logró lo
que pretendía:

Restaurar de inmediato nada menos que la democracia
ateniense. Tuvo primero, como vimos, su momento "romano" con
Mirabeau. Pero ya vimos que la pretensión de considerar la
asamblea de los representantes del pueblo como si fuera
idéntica al pueblo falsificó el ideal ateniense.
Después de esta falsificación, la Revolución
Francesa desembocó en el imperio napoleónico y,
luego de la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815, en la
restauración de la dinastía de los Borbones en
cabeza de Luis XVIII. Acabó volviendo a la estación
de la que había partido en 1789.

Pero, ¿quién negaría que este
estrepitoso fracaso fuera, además, "glorioso"? La
Revolución Francesa encendió la imaginación
de sus contemporáneos y de las generaciones subsiguientes
por el mundo entero de un modo incomparable con la
difusión mucho más "discreta" que obtuvieron las
revoluciones inglesa y americana.

¿Dónde reside el secreto de esa "gloria"?
Las revoluciones anglosajonas fueron episodios consignados en un
principio sólo a los pueblos que las experimentaban y a
los teóricos que las analizaban. Fue Emanuel Kant quien,
después de lamentar junto a tantos otros los
desvíos y los excesos de la Revolución Francesa,
hizo notar que ella al agitar otra vez, a más de dos
milenios de distancia, la bandera de la democracia ateniense,
logró un impacto universal.

Horrorizado ante sus desvíos, el mundo
también aprendió de ella que la democracia
ateniense es un ideal irrenunciable. El legado de la
Revolución Francesa, según KANT, no ha sido
el recuerdo de su errática trayectoria sino la
impresión que produjo en la audiencia mundial que
tenía noticias de ella, modificando para siempre los
ideales políticos de la Humanidad.

Los anglosajones, de acuerdo con su espíritu
eminentemente práctico, reinstalaron con sus revoluciones
el proyecto romano de la "democracia posible". Los franceses,
adictos a las ideas abstractas, reinstalaron en cambio el ideal
de la "democracia imposible" que alguna vez Atenas pudo encarnar
porque, a la inversa de Francia, no era una nación sino
una ciudad. De la Revolución Francesa en adelante, el
ideal de la democracia plenaria ya no nos
abandonó.

Y así fue como, mientras los anglosajones
produjeron dos revoluciones exitosas aunque discretas, los
franceses produjeron una revolución fracasada pero
gloriosa.

La bandera que ella izó nos sigue convocando
desde el balcón del futuro. Pero es el camino "romano" de
la democracia posible el que, habiendo renacido con los tiempos
modernos en Inglaterra y en los Estados Unidos, ha llegado a
involucrar en nuestro tiempo a casi todos los regímenes
políticos de Europa, Oceanía y América del
norte y del sur, penetrando además en Asia y hasta en
África. Es a este conjunto de regímenes
políticos que les damos, pese a sus variaciones, un nombre
común: son las diversas versiones de la democracia
contemporánea.

El exigente ideal ateniense, por su parte, no
sólo no ha desaparecido desde la Revolución
Francesa. Se ha vuelto, si cabe, más apremiante, porque la
revolución de las comunicaciones nos acerca unos a otros
como habitantes de la "aldea global", logrando así que el
mundo actual sea más "pequeño" por lo estrecho de
sus contactos de lo que era la nación francesa en el siglo
XVIII11. Esto permite que la interacción entre los seres
humanos de todo el planeta sea más intensa y se
sitúe en cierto modo a media distancia entre el contacto
cotidiano que tenían entre ellos los ciudadanos atenienses
y la lejanía que separaba a los ciudadanos de la
nación francesa en los tiempos de la carreta y el
caballo.

Quizás este decisivo acercamiento comunicacional
que se produce entre las naciones y dentro de ellas explique que
lo que ahora se difunde impetuosamente por el mundo sea un modelo
político al que podríamos llamar romano avanzado.
"Romano", porque incluye regímenes en definitiva "mixtos",
que mezclan el elemento democrático con los elementos
aristocrático y monárquico. Pero romano "avanzado"
porque el elemento democrático no ha cesado de ganar
terreno sobre los otros dos elementos en los regímenes
"mixtos" contemporáneos de modo tal que lo que hoy
predomina en el mundo es la "república
democrática", una forma todavía mixta donde
predomina la democracia y a la que, apegada a su tradición
aristocrática, nunca había llegado la
República Romana.

Es que, en tanto Atenas le quedaba a Roma cada
día más lejos porque se hundía en el pasado,
a las repúblicas democráticas contemporáneas
les queda cada día más cerca, en un futuro que ya
no es tan borroso gracias al "achicamiento" del mundo mediante
las computadoras, los satélites y el Internet, a mitad
camino entre una ciudad griega y las naciones "a caballo" de los,
SIGLOS XVIII Y XIX. Esto explica por qué, al lado de la
democracia representativa que todavía prevalece en las
constituciones contemporáneas, ellas se han ido poblando
de formas semidirectas como el plebiscito, el referéndum y
la iniciativa popular, así como la proliferación de
las encuestas, que son los mensajeros avanzados del retorno
ateniense.

Pero este retorno sigue siendo por ahora menos intenso
que la interacción de los ciudadanos atenienses entre
ellos porque no es "real" sino "virtual". Podemos comunicarnos
unos con otros mediante Internet a lo largo del ancho mundo pero,
si bien tenemos noticias unos de otros como no las
habíamos tenido, no estamos físicamente en
presencia unos de los otros como en la (feria y plaza
pública de los atenienses) o en lo eclesial, sino a
través de una pantalla la discusión sobre la
definición acerca de la democracia está atravesada
por diferentes debates. Desde los antiguos, se pensaba a la
democracia como democracia directa, en la cual los ciudadanos
ejercen el derecho a la participación en la toma de
decisiones sin intermediación.

La democracia se asocia desde entonces con
soberanía popular, voluntad general e interés
común. Esta concepción tradicional de la democracia
se articula en torno al protagonismo central del pueblo
concebido como soberano, como un todo homogéneo y capaz de
producir una voluntad colectiva. Los protagonistas de este tipo
de democracias son los sujetos, capaces de identificar aquello
que constituye el bien común. Estas concepciones fueron
elaboradas para sociedades simples y apenas
industrializadas.

Partes: 1, 2, 3
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