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Economía, hombre y sociedad




Enviado por olber torrealba



  1. Introducción
  2. Estado actual del
    capitalismo y la democracia burguesa y sus repercusiones,
    para América latina y Venezuela
  3. La
    Globalización y sus implicaciones económicas y
    sociales
  4. Naturaleza de la
    Globalización
  5. El Socialismo del
    Siglo XXI de Heinz Dieterich
  6. Conclusión
  7. Anexos
  8. Bibliografía

Introducción

El origen de de la globalización podemos
encontrarlo en el proceso internacionalización de la
economía, que se viene dando desde la segunda guerra
mundial, se entiende por internacionalización de la
economía mundial el crecimiento del comercio y la
inversión internacional más rápido que la
producción mundial. Ya que los países a parte de
comercializar dentro de su propio territorio, buscan alternativas
de inversión en otros países, creando un
intercambio económico entre naciones, promoviendo el
capitalismo como modelo económico y modo de
producción en el ámbito mundial.

Por otro parte el socialismo del siglo XXI, se ha
mostrado como alternativa económica para el desarrollo de
los pueblos asfixiados por el capitalismo global, un proyecto que
avanza a paso firme frente a un sistema capitalista decadente, el
socialismo del siglo XXI, no pretende ser un sistema abstracto a
la globalización, al contrario aboga por un mundo
multipolar y multicentrico.

Para entrar en el corazón de lo que
hoy se denomina el Socialismo del Siglo XXI, son fundamentales la
Democracia Participativa y Protagónica, la idea a partir
de la cual se promueve otro modelo político es que la
sociedad "no se decreta desde arriba sino que se construye desde
abajo, ocupando el pueblo un papel protagónico". La
democracia liberal burguesa ha llegado a su fin y debe darse un
salto hacia el protagonismo del pueblo en la toma de decisiones.
Y no se trata simplemente de resolver los problemas sociales de
la gente (alimentación, salud, educación, etc.)
sino de "transformar la forma misma de la democracia creando
espacios que permitan que las personas, al luchar por el cambio
de las circunstancias, se vayan transformando a sí
mismas". Y esta transformación, es un cambio en la
conciencia de cada persona que se impregna de solidaridad al
actuar en nombre y a favor de la comunidad.

Estado actual del
capitalismo y la democracia burguesa y sus repercusiones, para
América latina y Venezuela

  • El capitalismo

Sin pretender abarcar un concepto tan amplio, se puede
decir que el capitalismo es un sistema económico
transitorio, puesto que el desarrollo de las fuerzas productivas
están dejando sin sentido a las relaciones de
producción; así como la sociedad comunista
primitiva, esclavista y la feudal fueron superadas con el avance
de la ciencia y la tecnología introducidos al proceso de
producción, lo mismo decimos de esta sociedad actual, que
la robótica, la nanotecnología, la
biotecnología entre otros, están dejando sin
sentido el modo capitalista de producción.

El capitalismo es un sistema que agudiza constantemente
todos los problemas sociales (pobreza, desigualdad,
corrupción, crisis, etc.) y no tiene el interés
para resolverlos, puesto que su interés único y
natural es la acumulación de capital por medio de la
explotación de los asalariados en diversas ramas de la
producción (industrial, comercio, servicio, etc.). Una de
las manifestaciones de este sistema desde sus inicios hasta su
etapa tardía son las crisis, cada vez más fuertes y
más frecuentes, que se vienen manifestando desde la
primera crisis capitalista de 1929 hasta la actualidad,
convirtiéndose en un fenómeno cíclico, y
esto no es porque los capitalistas sean codiciosos sino es un
fenómeno natural de las leyes del capital del cual los
burgueses son también víctima.

  • Democracia burguesa

La historia relata cómo y por qué la
sociedad capitalista crea la democracia burguesa. En sus
orígenes, ese sistema tiene como objetivo, primero,
imponer límites al absolutismo mediante la creación
de un parlamento encargado de aprobar los fondos requeridos por
la Corona y, después, según el caso, suprimir a la
monarquía o convertirla en una figura desprovista de poder
político. Ese poder sería ejercido por
instituciones ejecutivas, legislativas y judiciales, integradas y
elegidas solo por ciudadanos varones poseedores de propiedad
privada (entiéndase, burgueses). La oposición de la
misma fue mayor y más doctrinaria en Gran Bretaña
y, debido a su influencia, también en los Estados
Unidos.

Las luchas de los movimientos obreros, socialista y
feminista iniciadas en el siglo XIX, desempeñan un rol
fundamental en la conformación del paradigma de democracia
burguesa que hoy conocemos. Durante sus primeros años, el
movimiento obrero y socialista lucha por la libertad de
expresión y reunión, por el pluralismo
político y por la ampliación del derecho al
sufragio, con el propósito de consolidarse legalmente,
generar condiciones más propicias para su desarrollo y
arrancarle al capital los derechos de sindicalización y
huelga.

La extensión del socialismo a los países
de Europa Oriental liberados de la ocupación nazi por el
Ejército Rojo, opera en la misma dirección que las
condiciones económicas de posguerra. Ante el surgimiento
de un bloque de países socialistas en Europa, las
potencias imperialistas proclaman la «contención del
comunismo» y desatan la Guerra Fría, uno de cuyos
pilares es el «Estado de Bienestar», adornado con una
profusa mitología en la propaganda y en la
politología burguesas. La «amenaza del
comunismo» obliga al capitalismo a una competencia
política e ideológica, en la que necesita presentar
un rostro «democrático» y
«redistributivo». Sin embargo, el «Estado de
Bienestar» no sería eterno. En los años
setenta se evidencia el agotamiento de las condiciones
económicas y de una parte de las condiciones
políticas que lo sustentaban. Si el empleo, los salarios y
los programas sociales habían sido motores del desarrollo
económico durante la posguerra, en lo adelante se
convertían en víctimas de la creciente dificultad
para completar la valorización del capital. A partir de
ese momento, los principales centros de poder mundial, con los
Estados Unidos a la cabeza, enfrentan la necesidad de
diseñar y ejecutar una estrategia integral de respuesta a
los problemas planteados por el despliegue del capitalismo
monopolista transnacional. Esa estrategia está basada en
la concentración de la riqueza y, por consiguiente,
presupone el descenso del nivel de vida de la mayoría de
la sociedad.

Nunca como hoy la cuestión de la democracia
ocupó lugar tan destacado en las luchas políticas y
sociales de América Latina y en la reflexión que
sobre ellas se ejerce. Ello se debe, sin duda, a la dura
experiencia del periodo de autoritarismo y represión del
que la región apenas comienza a salir. Pero se debe
también a que, tal como se presenta entre nosotros, la
idea de democracia involucra contenidos, se anexa conceptos y
apunta a significados que trascienden su definición
corriente.

Está, primero, la soberanía. En
América Latina, hablar de democracia implica, como
supuesto necesario, plantear el tema de su capacidad para auto
determinarse, es decir, de fijarse sus metas en libertad,
atendiendo primariamente a las exigencias de sus pueblos. Es,
pues, evocar el tema de la dependencia en que se encuentra la
región en el plano del capitalismo internacional, y
conduce, por ello mismo, a entender la lucha por la democracia en
tanto que lucha de liberación nacional.

Viene, después, la justicia social. Porque, en
América Latina, el concepto de democracia está
expresado hoy, en la conciencia de los pueblos y en el discurso
de sus dirigentes, la atención a las necesidades
más urgentes, la superación de las condiciones de
supe explotación y miseria en que viven los trabajadores,
la edificación de una sociedad que, al basarse en el
respeto a la voluntad de la mayoría haga de los intereses
de ésta el criterio prioritario de acción. En esta
perspectiva, la lucha por la democracia es la lucha contra la
dominación y explotación de los muchos por unos
cuantos, es la lucha por un orden social tendiente a la justicia
y a la igualdad, es en suma —allí donde se vuelve
más definida— la lucha por el socialismo, importando
poco los calificativos que a él se adhieran o los plazos
que se establezcan para su consecución.

Hoy, como ayer, Estados Unidos está interesado en
restablecer las bases de una división internacional del
trabajo que permita la circulación plena de
mercancías y capitales. La presión que ejerce sobre
los países de América Latina va, pues, en el
sentido de fomentar sus exportaciones, lo que implica en mayor o
menor grado una reconversión productiva que no sólo
respete el principio de la especialización según
las ventajas comparativas, sino que abra mayor espacio al libre
juego del capital, reduciendo la capacidad intervencionista del
Estado. En la perspectiva de ese proyecto neoliberal, comienza a
diseñarse el futuro que el capitalismo internacional
reserva a la región: una América Latina integrada
aún más estrechamente a la economía mundial,
mediante su transformación en economía exportadora
de nuevo tipo, es decir, una economía que, al lado de la
explotación más intensiva de sus riquezas
naturales, refuncionalice su industria para volverla competitiva
en el mercado exterior.

Todo ello llevó a que el imperialismo
norteamericano decidiera propiciar cambios institucionales que
pudieran aplicarse sin poner en riesgo los sistemas de
dominación vigentes, al tiempo que utilizaba nuevos
instrumentos de presión para imponer su proyecto de
reconversión económica. La imposición de los
intereses de Estados Unidos a América Latina
abandonó gradualmente los medios de acción
político-militar —la Casa Blanca, el
Pentágono, el Departamento de Estado— para ejercerse
más activamente a través de canales como el
Departamento de Comercio, los grupos privados y, naturalmente, el
FMI. Esa tendencia se vuelve dominante a partir de 1980, cuando
Ronald Reagan llega al poder y se afirma definitivamente tras la
bancarrota mexicana y brasileña de 1982.

Cabe señalar que el cambio de la política
exterior norteamericana hacia América Latina no
implicó el abandono de la doctrina de la
contrainsurgencia, en que aquélla se funda, como tampoco
de la atención que concede a las Fuerzas Armadas. Se trata
de un cambio de énfasis, que opera diferencialmente
según la zona o la situación específica de
cada país. Así es como, para Centroamérica
la redemocratización se articula con la
militarización, cual puede apreciarse en El Salvador,
Honduras, Guatemala, Panamá y aun Costa Rica, mientras que
en el Cono Sur el apoyo a los procesos de democratización
excluye a Paraguay y no se extiende todavía a
Chile.

Como quiera que sea, el sometimiento de los gobiernos de
la región al proyecto económico norteamericano se
encuentra todavía en proceso y se realiza en medio de
resistencias y conflictos. Son muchos los intereses contrariados,
global o parcialmente, por la reconversión, hecho que, por
sí solo, hubiera exigido ya, en los países en
cuestión, la apertura de espacios de lucha, es decir,
procesos de redemocratización. Tanto más que la
reconversión abrió brechas en el bloque
burgués-militar, constituido a partir de los años
sesenta, al tiempo que incentivó el ascenso de los
movimientos populares. La suerte de la redemocratización
actualmente en curso depende en una amplia medida del desenlace
de esas contradicciones y enfrentamientos. Desde el punto de la
reconstrucción democrática, la burguesía
pone el acento principal en el fortalecimiento del Parlamento,
donde puede con facilidad obtener mayoría, directamente o
por mediación de la élite política a su
servicio.

Las dificultades que enfrenta la burguesía para
plasmar en la esfera política sus intereses se
acentúan en relación a la definición e
implementación de su proyecto económico. La crisis
que vive la región concurre decisivamente para ello, en la
medida en que, como toda crisis, agudiza las contradicciones de
clases y propicia enfrentamientos internos en la misma clase
dominante; tanto más cuanto que la crisis no representa un
mero fenómeno cíclico dentro de un dado
patrón de reproducción del capital, sino más
bien la ruptura del patrón vigente y el esfuerzo
difícil de gestación de uno nuevo.

Vimos ya que América Latina enfrenta el proyecto
de reconversión económica planteado por Estados
Unidos, cuya concreción implicaría para ella
reasumir el papel de economía exportadora que
desempeñó antes en el sistema capitalista y
renunciar, pues, al intento de desarrollo auto-centrado, que
inició en los años treinta. Existe, naturalmente,
una diferencia fundamental en la situación que se quiere
crear y la que rigió en el siglo XIX: al contrario de
ayer, América Latina está hoy obligada a nivelarse
internacionalmente en materia de productividad y de
tecnología, cualesquiera que sean las ramas
—agrícolas, mineras o manufactureras— que
aseguren su vinculación al mercado exterior. Ello no hace
sino agravar los problemas creados por la reconversión, al
plantear de manera aún más drástica la
supresión de ramas enteras de actividad —y por ende
la destrucción del capital social correspondiente y de los
sectores burgueses allí implantados—, así
como la extensión del desempleo abierto o disfrazado para
amplios contingentes de trabajadores.

En otro orden de ideas, la construcción de la
democracia participativa es el reto que está planteado la
izquierda latinoamericana; y que, si responde bien a él,
le permitirá triunfar allí donde otros han
fracasado: formular un proyecto independiente y alternativo al
simulacro de democracia que pretende imponer la
burguesía.

En la actualidad, Venezuela ya no es regida por la
democracia puntofijista, sino que recuperó su
independencia y su soberanía en la formulación de
su agenda internacional el gobierno Bolivariano ha ejecutado un
proyecto geopolítico internacional que se fundamenta
esencialmente en la construcción de un mundo multipolar, a
través de la creación de nuevos polos de poder que
representen el quiebre de la hegemonía del imperialismo
norteamericano y en el que el desarrollo energético
desempeñará un papel fundamental.

Consecuentemente, ha logrado alianzas
estratégicas fundadas en valores políticos
compartidos, especialmente con Irán, Siria, Bielorrusia y
Rusia, mientras que con China, India, Vietnam, Malasia y otros,
se pretende una mayor relación económica, social,
cultural, científica y tecnológica. En cuanto a la
América Latina, procura un nuevo MERCOSUR y una nueva CAN,
la consolidación del eje Cuba – Venezuela –Bolivia y del
ALBA, como alternativa a los TLC, al fortalecimiento de la
integración latinoamericana a través de mecanismos
como UNASUR, Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur,
Telesur. Pretende, en definitiva, la conformación de un
Bloque Latinoamericano de Poder, que lleve al establecimiento de
una nueva institucionalidad basada en la democracia
participativa, de inclusión de los pueblos y su
participación en mecanismos internacionales. Igualmente
quiere neutralizar la acción del imperio fortaleciendo los
movimientos alternativos sociales regionales, incluyendo los
existentes en los propios Estados Unidos. Las embajadas
venezolanas se han convertido en difusoras y promotoras del
contenido, objetivos y logros de la Revolución
Bolivariana, promoviendo la movilización de masas, en los
países ante los cuales se encuentran acreditadas, en apoyo
al proceso revolucionario.

La
Globalización y sus implicaciones económicas y
sociales

La globalización es el proceso
tecnológico, económico, político, social,
cultural y ecológico a gran escala, que consiste en la
creciente comunicación e interdependencia entre los
distintos países del mundo unificando sus mercados
sociedades y culturas a través de una serie de
transformaciones sociales, económicas y políticas.
Que les dan un carácter global. Tal proceso es
dinámico y se produce principalmente en las sociedades que
viven bajo el capitalismo democrático o la democracia
liberal y que han abierto sus puertas a la revolución
informática, plegando a un nivel considerable de
liberalización y democratización en su cultura
política, en su ordenamiento jurídico y
económico nacional, y en sus relaciones internacionales.
La globalización configura los modos de producción
y el movimiento de capital a escala planetaria, mientras los
gobiernos van perdiendo atribuciones y control en una sociedad en
red. Se incrementa el comercio internacional y las inversiones,
debido a la caída de las barreras arancelarias y la
interdependencia de las naciones.

El origen de de la globalización podemos
encontrarlo en el proceso internacionalización de la
economía, que se viene dando desde la segunda guerra
mundial, se entiende por internacionalización de la
economía mundial el crecimiento del comercio y la
inversión internacional más rápido que la
producción mundial. Ya que los países a parte de
comercializar dentro de su propio territorio, buscan alternativas
de inversión en otros países, creando un
intercambio económico entre naciones, promoviendo el
capitalismo como modelo económico y modo de
producción en el ámbito mundial.

A comienzos de los años 80 se da inicio a la
revolución informática y de las comunicaciones.
Esta nueva tecnología se extiende a la vida
económica, comenzando en los sectores productivos y
abarcando los servicios y las finanzas. Surgiendo la
unificación de los mercados financieros internacionales,
la regionalización del espacio económico mundial
(el pacto andino, comunidad económica europea) a fin de
facilitar el intercambio comercial.

Así mismo las corporaciones transnacionales como
corporaciones Daymler (Mercedes bens, Alemania) y Crhysler (USA)
llegan a acuerdos entre sí, para apoyarse y poder entrar
rápidamente a los nuevos mercados, así mismo
empresas transnacionales Publicis (Francia) se asocian con
empresas locales,67 Publicidad (Venezuela), valiéndose de
su experiencia para entrar en el mercado nacional.

El termino GLOBALIZACIÓN fue usado por primera
vez en 1985 por Theodore levitt en The Globalization of Markets
para describir las transformaciones que venía sufriendo la
economía internacional desde los años 60, se hizo
internacional este nuevo termino con la constitución de la
ONU(Naciones Unidas), Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial.

Estos cambios generaron implicaciones sociales como: La
globalización ha traído beneficios en el campo de
la comunicación, situación que facilita la
transferencia de información; Los servicios, la
tecnología, los conocimientos, las costumbres, todo es
cada vez más accesible. El impacto bajo este enfoque se
puede advertir en la cultura, sobre todo al replantearse
conceptos como: identidad, etnia, lengua, familia, valores;
Debido a la globalización los países buscan
aumentar su productividad y con ello, tener competitividad a
nivel mundial; pero esto trae problemas
ecológicos.

En lo económico la globalización tubo las
siguientes implicaciones: Los términos que plantea
idealmente la globalización supone una apertura
económica que facilite las transacciones y los negocios
entre los países; sin embargo, lo cierto es que estos
lineamientos solo favorecen a los que más tienen, y dejan
desprotegidos a los sectores más vulnerables, no solo a
los países pobres como América Latina y
África, sino también dentro de los propios
países desarrollados. ; La economía global de
mercado, afecta la organización del trabajo y con la
llegada de nuevas formas de producción y
tecnología, obligan a los trabajadores a prepararse
profesionalmente para la actividad laborar, produciendo de esta
manera una demanda laboral por los habitantes, y obteniendo un
mayor índice de desempleo afectando a las relaciones
familiares.

Naturaleza de la
Globalización

La globalización se produce a partir de la
confluencia de una compleja serie de procesos sociales,
políticos, económicos y culturales. Los principales
son:

• El desarrollo tecnológico, especialmente
de las tecnologías de la información y las
comunicaciones (TIC), entre la que se destaca
Internet.

• La aparición y desarrollo masivo de la
computadora personal (PC) en el trabajo y hogar.

• Las transformaciones de las empresas industriales
después de la segunda guerra mundial, bajo el impacto del
Toyota, reemplazando a la Ford.

• Las empresas multinacionales y su influencia en
el mercado mundial.

• La caída del muro de Berlín en 1989
y la caída de Unión Soviética, fue inicio de
un nuevo panorama mundial, y nace la UE Unión Europea
favoreciendo una expansión internacional del mercado y el
capitalismo.

• La integración de los mercados
internacionales, genera una expansión de las
economías y las empresas multinacionales, las
transnacionales aprovechan este escenario para monopolizar los
mercados.

Estructura de la Globalización:

La estructura piramidal y asimétrica de la
globalización se articula alrededor de los siguientes
componentes:

• Un conjunto de empresa y corporaciones globales
de carácter industrial, financiero y comercial, cuyas
estrategias y mercados se planifican a escala planetaria y
también a especiales menores (continentes, regiones,
países, regiones de países, sub
mercados).

• Un con conjunto de espacios geo-económicos
constituidos y articulados como mercados, a diferentes escalas y
diferentes niveles de dinamismo.

• Un conjunto de organizaciones supranacionales
relacionadas y interdependientes entre sí, configurando un
sistema jurídico y económico global. (FMI, Banco
Mundial, OMC). Incluyendo las organizaciones de carácter
militar como la OTAN.

• Desarrollo de los medios de comunicación y
transporte, especialmente internet.

• Crecimiento y fusiones entre empresas.

Privatización de empresas
públicas.

• Desregulación financiera
internacional.

Beneficios Potenciales de la
Globalización:

• Economía y mercados globales, que puede
generar un mejor aprovechamiento de los recursos.

• Acceso universal a la cultura y la
ciencia.

• Mayor desarrollo
científico-técnico.

• Mayor capacidad de maniobra ante los cambios
económicos nacionales.

• Cooperación internacional

• Sistema Global de protección de los
derechos humanos.

Riesgos de la Globalización:

• Falta de control en los mercados y empresas
transnacionales.

• Aumento de los desequilibrios económicos,
sociales y territoriales.

• Concentración de la riqueza y aumento de
la desigualdad social.

• Incumplimiento de los estándares
laborales. (Horas de trabajo, empleo precario, irrespeto a los
derechos laborales).

• Aumento del consumismo.

• Daños al medio ambiente.

• Amenaza a la diversidad biológica y
cultural.

• Desaparición del estado de
bienestar.

• Predominio de la economía
financiera-especulativa sobre la economía real.

Pensamiento único, con desprecio de la
posibilidad de soluciones alternativas.

El Socialismo del
Siglo XXI de Heinz Dieterich

Un refrito sociológico e
histórico-filosófico de la utopía de un
mundo más justo.

Los enunciados teóricos de Dieterich son
más bien sencillos. La crítica y los argumentos que
él propaga bajo el lema del "Socialismo del Siglo XXI" se
resumen básicamente en un solo concepto equivocado pero
muy corriente entre contemporáneos críticos: las
condiciones capitalistas en el mundo son injustas; no
deberían y no tendrían que ser así, si las
organizáramos de una manera más justa. De ese
suspiro hondo confecciona una crítica al capitalismo y un
modelo de un mundo mejor.

La reflexión del remediador sobre el mundo:
"¡Los de arriba son todos sinvergüenzas!"

Ese hombre conoce la miseria que depara el orden mundial
capitalista a sus víctimas. Y tiene una
explicación. Pero no exactamente de las ásperas
costumbres que prevalecen en el mundo: Dieterich razona sobre el
hecho de que no se ha conseguido eliminarlas:

"El género humano ha transitado por las dos
grandes vías de evolución que tenía a su
disposición: el capitalismo y el socialismo
histórico (realmente existente). Ninguno de los dos ha
logrado resolver los apremiantes problemas de la humanidad, entre
ellos: la pobreza, el hambre, la explotación y la
opresión de tipo económico, sexista y racista; la
destrucción de la naturaleza y la ausencia de la
democracia real participativa." (Heinz Dieterich: El Socialismo
del Siglo XXI, p.9).

La nueva economía política: justicia como
modo de producción

Ahora bien, el "socialismo del siglo XXI" lo hará
mejor, haciendo uso de una "economía democrática de
equivalentes". En este modelo desaparecerán todas las
injusticas cuando todos reciban con el salario exactamente lo que
han contribuido a la riqueza de la sociedad:

"Entonces el salario corresponderá al tiempo de
trabajo gastado… Los precios corresponderán a los
valores y no comprenderán nada más que el total del
valor equivalente del trabajo representado en los bienes. De esta
manera se cierra el circuito de la economía en valores,
que sustituye a la de precios." (p.40)

Un tal circuito cerrado, efectivamente, no
tendría nada que ver con el sistema salarial explotador
del "capitalismo industrial". Plenamente conservado
quedaría, evidentemente, el absurdo fundamental del viejo
sistema: la división social de trabajo no se realiza a
través del contexto real de procesos de producción
establecidos con el fin de optimizar con eficacia la
satisfacción de las necesidades, sino a través de
un intercambio en el que el trabajo realizado entra como magnitud
determinante, abstrayéndolo de todo su contenido concreto.
Un suministro de bienes de consumo tiene lugar sola y
únicamente en dependencia de derechos a una cuantía
de trabajo ajeno, adquiridos a cambio una cuantía de
trabajo propio de exactamente la misma magnitud; el trabajo no se
hace conforme a la demanda social de utilidades, sino para
alcanzar un trozo del poder económico de acceso y hacer
valer un título contra los demás. El
diseñador del nuevo camino de la evolución humana
no se deshace de este absurdo principio básico de la
economía de mercado: la economía, también en
su ideario, funciona a base del dominio individual sobre trabajos
ajenos, obtenidos por medio del rendimiento puro, y un trabajo
cuya utilidad se define por nada más que el esfuerzo
rendido. Por cierto, Dieterich es socialista, y por tanto no
confía a la norma del dinero la abstracción que
reduce la actividad productiva de la gente a una mera
cuantía, ni mucho menos a la norma de aquel dinero que los
propietarios capitalistas ganan en el mercado con la
utilización de trabajo ajeno como fuente de la propiedad
acrecentada. Siguiendo ideas del siglo XIX, según las
cuales los males del trabajo asalariado desaparecerían con
la asignación de papeletas que representan horas de
trabajo como medios de adquisición, Dieterich quiere medir
la equivalencia de los diferentes trabajos sólo mediante
el tiempo de trabajo gastado, y eso con la misma rigurosidad con
la que los críticos más ignorantes de Marx
malinterpretaron lo enunciado de éste sobre el valor y el
trabajo – como si la torpeza y la lentitud pudieran ser
mecanismos de enriquecimiento:

"Entonces, la gratificación del trabajador
(ingreso) es directamente proporcional al tiempo de trabajo
gastado, independientemente de su edad, género, estado
civil, raza, nacionalidad, carácter del trabajo, esfuerzo
físico, educación, dificultad, habilidad,
práctica, dedicación personal, trabajo pesado y
riesgo de salud, en fin: la gratificación corresponde a
las horas de trabajo de manera directa y absoluta". (p.99,
ed.al.)2

En su concepto de un régimen económico de
la equivalencia sobre la producción social, Dieterich no
quiere saber nada en definitiva no sólo de la utilidad
concreta

Del trabajo, sino tampoco del esfuerzo individual. Al
menos está seguro de que el socialismo –según
su concepción del mismo– hereda las fuerzas
productivas desarrolladas por el capital y de las que éste
ha confeccionado su herramienta de enriquecimiento:

"Dadas las condiciones actuales de las fuerzas
productivas no cabe duda de que el trabajo manual necesario y el
trabajo intelectual acaparán muy poco de la capacidad y
del tiempo de la población activa del futuro. El orden
ecónomico postcapitalista solo es imaginable bajo la
condición de liberarse del trabajo necesario." (p.94,
ed.al.)

Curiosamente, con respecto a la concepción del
"orden económico postcapitalista" de Dieterich sucede que
no se puede hablar de "liberar" al trabajador del "trabajo
necesario". La verdad es más bien que el trabajo
individual medido en horas tiene que procurar lo vitalmente
necesario, y Dieterich está convencido de que la
cuantía de necesidades insatisfechas, o sea la escasez,
será lo suficientemente elevada para despertar a la gente
las ganas de trabajar, algo que resulta altamente productivo para
el sistema:

"También la economía equivalente ofrece,
desde la perspectiva de los ingresos, estímulos para
activarse. Cada uno incrementa sus opciones a bienes y servicios
mediante su propia actividad. Siendo la única forma de
incrementarlas, el incentivo material es mayor que en la
economía no equivalente." (p.105, ed.al.)

Así, de la manera más bella, confluyen la
justicia y las fuerzas productivas, mejor aún que en los
viejos sistemas de gratificación capitalistas y sobre todo
en la "emulación socialista" de la economía
palanqueada del antiguo Bloque del Este: si la riqueza de la
gente pobre no consiste en nada más que abonos de horas
que fundamentan el poder de acceso cuantificado a los bienes
producidos; todo interés económico se identifica
con alcanzar dichos abonos, de ahí que se desgaste
voluntariamente. Lo que en el capitalismo real consigue el
capital por la fuerza explotando el trabajo abstracto como fuente
de riqueza, es en la utopía brutal de Dieterich efecto del
principio de la equivalencia: bajo el régimen de la
justicia pura del intercambio la gnte se explota a sí
misma voluntariamente y con ganas. A cambio tiene lo que
según Dieterich más falta le hace: justicia
salarial.

Evidentemente, la gratificación
incondicionalmente justa por sí no implica la
creación del conjunto material en cuanto a los valores de
uso de la producción social, el cual es efectuado en el
capitalismo real por la explotación de la mano de obra
para el beneficio en el mercado, la competencia por la ganancia y
la anarquía de los mercados. Para que realmente se
"cierre" "el circuito de la economía en valores y no en
precios", al régimen de la retribución justa se ha
de añadir todo aquello de lo cual Dieterich hace
abstracción a favor de la equivalencia depurada de las
horas contabilizadas: el contenido de los trabajos parciales, su
conjunto en cuanto a la repartición de trabajo, su nexo
con un sistema destinado a la satisfacción de las
necesidades… Existe una cierta inconmensurabilidad –no
solamente en el sentido teórico– entre la abstracta
definición cuantitativa de la riqueza, medida en las horas
de trabajo gastadas, y la riqueza material, el trabajo concreto,
todo aquello de lo cual Dieterich prescindió
minuciosamente para hacer prevalecer la justicia del valor: el
mismo capitalismo demuestra lo brutal que es –¡no son
para nada "problemas de la humanidad"!– la
subordinación del trabajo concreto y de la
satisfacción de las necesidades a la acumulación de
la riqueza abstracta. Al contemplar el otro "gran camino de la
evolución" –se habla del

Socialismo del siglo XX– se podría notar
qué locura resulta de la voluntad de unificar las dos
definiciones de riqueza por medio de una planificación
para el bien del trabajador. A Dieterich, en cambio, esto no le
parece ningún problema. Piensa lisa y llanamente que las
horas de trabajo que asignan a cada uno su parte de la riqueza
socialmente producida serán más o menos lo mismo
que las cuantías de trabajo necesarias en los diferentes
sectores de la producción para garantizar la vida de una
sociedad, y que esto generará de alguna manera
también el aumento de las fuerzas productivas.

Por cierto, un poco sí se ha de ajustar. Hay que
apartarse un poco del principio de la equivalencia de las horas
de trabajo e introducir una evaluación diferente,
referente a la utilidad material.3 También deben estar
disponibles ciertos bienes públicos, cuya
utilización no se puede reglamentar mediante el derecho,
adquirido por el trabajo propio, a un equivalente de trabajo
ajeno: salud, educación, hasta la manutención de
barracas militares inclusive soldados está incluida en la
economía de equivalencia de Dieterich. Del ideal
maniático de organizar y reglamentar el proceso material
de una sociedad entera con un régimen planificador del
trabajo abstracto (un régimen que fundamenta la
planificación en la igualdad entre la aportación y
el ingreso medidos únicamente en horas de trabajo) resulta
–necesariamente– un cúmulo infinito de
problemas de coordinación y antagonismos de intereses.
Porque, una vez por todas, la justicia en la medición y
repartición de títulos de acceso no sirve para
dirigir una producción generadora de riqueza concreta, de
la cual depende cada uno con sus títulos de acceso; la
abstracción de toda materialidad del trabajo de los
distintos sectores no procura definitivamente ninguna
división del trabajo materialmente razonable. En realidad
la justicia es una relación de poder apersonal para
reglamentar antagonismos de intereses, y esto también se
demuestra en la utopía de Dieterich: donde la riqueza
consiste en títulos de acceso individuales, ahí
rigen la exclusividad recíproca de los artículos de
uso, relaciones de mutuo aprovechamiento, o sea todas las
bellezas de la competencia aunque el autor de esa
composición poética de la equivalencia no lo quiera
saber. Y lo que sí es cierto, su lema de la
asignación justa da resultado sola y realmente en cuanto a
la restricción de las necesidades individuales, efecto con
el que ya cuenta, teniendo calculado el valor verdadero y justo
como acicate.

Conque es una insensatez y un régimen de mano
dura lo que Dieterich proyecta en su economía de
equivalencia. Sin embargo, de buena intención. Y
efectivamente: acabaría con el gran problema de la
humanidad, aquel único problema de todos que nos daba mala
vida, la injusticia. Y esto –Dieterich no es
mezquino– tanto en lo pequeño como en lo
grande:

"Si todas las mercancías en todo el mundo se
intercambiaran con base en el tiempo laboral contenido en ellas
(con lo que tal vez, tendrían que pagarse tan sólo
7.300 sacos de café por una locomotora, quiere decir,
tantos, como los obreros en Brasil cosechan durante el mismo
tiempo que se requiere para construir una locomotora), esta nueva
relación de precios, producto natural / producto
industrial traería consigo la necesaria igualdad de
derechos económicos de los pueblos entre sí."
(pp.101s., ed.al.)

Y con ello, de repente, desaparecerían todos los
conflictos entre las naciones…

Según la vista del inventor de la nueva
economía global basada en la justicia, los problemas que
quedan, tanto en lo pequeño como en lo grande, son
cuestiones de planificación, evaluación y
coordinación. Sus ambiciones como científico y la
mayor

Parte de su libro que está haciendo época
las dedica a demostrar que todos aquellos problemas encuentran
solución. Su construcción de un mundo mejor es
realista, su modelo socialista de justicia no es una quimera!
Como toda utopía, la suya también sale absurdamente
concreta; una realidad minuciosamente planificada, calculada y
organizada, pues un mundo anticapitalista listo para llevar. De
esta manera se pretende convencer a la humanidad de que se puede,
y fácilmente.

Y no sólo eso. El socialismo no sólo
camina –por fin, hoy en el siglo XXI–; también
llegó su hora. Primero, porque todo lo demás al fin
y al cabo no funciona para nada – eso es lo que Dieterich
afirma del imperialismo del siglo XXI en muchas parábolas
y metáforas. Segundo, porque el "camino de la
evolución" de la humanidad ya corre hacia el socialismo
como meta final: Dieterich desperdicia muchas páginas para
comprobar que el mundo mejor figurado en su cabeza, en realidad
no es otra cosa que lo que el mundo presente ya lleva en su
programa – aunque pueda tardar en realizarlo…

Las víctimas ya no se enterarán, pero la
transición hacia una "sociedad global posburguesa" mejor
es inevitable.

Ésta es la ciencia materialista. Ciencia con la
que Dieterich –la cuarta prueba de la validez de su
profecía– piensa estar alineado con todos los
grandes científicos: "Newton", "Darwin", "Marx"… Todos
ellos se han comprometido con la "evolución", cada uno a
su modo, procurando el progreso dentro del reino de la ciencia.
Con esa línea de ascendencia, la teleología
socialista de la historia de Dieterich también se ha
legitimado en cuanto a la historia de la ciencia.

Conclusión

El socialismo del siglo XXI, se muestra
como una alternativa económica, política y social
frente al caos que ha dejado la globalización del
capitalismo en el escenario mundial. Después de la crisis
ocasionada por la segunda guerra mundial, se expandió la
globalización, pero aun el mundo estaba polarizado en dos
bloques las republicas socialistas y los países
capitalistas, que dan origen a la guerra fría cuyos
conflictos traen una lucha en el escenario mundial, donde el
juego o el papel democrático fue adsorbido, y la
democracia burguesa toma el control irrespetando y opacando la
voluntad de las masas, para contener el bloque socialista a nivel
mundial, en nuestra América latina el final de las
dictaduras directas fueron suplantadas por unas dictaduras
indirectas denominadas – "democracia representativa"- los cuales
no gobernaban obedeciendo al pueblo más sin embargo si
obedecían, al pulpo extranjero, el imperio norteamericano,
quien impidió que los beneficios de desarrollo
económico llegaran hasta nuestra comarca, donde
América latina contribuyo a la globalización sin
obtener beneficios directos de la misma para los pueblos
subdesarrollados quienes fueron denominados pertenecientes al
tercer mundo dejando como consecuencia miseria en las barriadas
situadas a los márgenes de la ciudad y en los espacios
geográficos rurales, extraña consecuencia que se
encuentra hasta en las grandes ciudades desarrolladas.
Después del fin de la guerra fría con la
caída del muro de Berlín y la disolución de
la URSS, el neoliberalismo toma el control en la
globalización, cuyo modelo está asfixiando hasta la
pequeña burguesía mundial. Reiterando el tema
principal en el siglo XXI, el sol esta vez ha salido por el sur,
y la integración latinoamericana ya no es un sueño
sino una realidad, la cual no es una unidad en pos de los
beneficios de unos pocos sino a favor del bienestar social y
económico de todo un pueblo que ha sufrido y ha luchado
por ser independiente autosuficiente y por una verdadera
soberanía que ahora se está forjando con el
cuchillo entre los dientes.

Anexos

Monografias.com

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Bibliografía

Guía de nuevo orden mundial de la
profesara: liliver Aguilar
http://www.opalc.org/web/index.php?option=com_content&view=article&id=587:dentro-de-la-globalizacion-si-hay-alternativa-el-socialismo-del-siglo-xxi&catid=117:economie&Itemihttp://pabloraulfernandez.blogspot.com/2010/08/el-socialismo-del-siglo-xxi-la-unica.html
http://www.oocities.org/es/domingosalcedovalladares/planif/foro/efectos_en_latinoamerica_y_en_venezuela.htm

Marini, R.M., America Latina: democracia e
integración, Nueva Sociedad, Caracas, 1993

http://evyrocker.blogspot.com/2009/05/la-globalizacion-y-sus-implicaciones.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Globalizaci%C3%B3n

www.journalmural.com/…/dentro-de-la-globalizacion-si-hay-alternativa

Federico Engels: «El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado», Carlos Marx y
Federico Engels, Obras Escogidas en tres tomos, t.3, Editora
Política, La Habana 1963,

 

 

Autor:

Jorge Acevedo

Olber Torrealba

Eduardo Sierralta

Carlos Alvarado

Republica Bolivariana De
Venezuela

Ministerio Del Poder Popular Para La
Defensa

Universidad Nacional Experimental
Politécnica

De La Fuerza Armada

UNEFA-Núcleo-Lara

Prof.: Liliver Aguilar

Economía Social 1M1ES

Barquisimeto, 2013

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