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Fisonomía del español: Razones de su configuración




Enviado por Gerardo Roa



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Planteamiento
  3. La
    desinencia como rasgos esencial del sustantivo
    español
  4. Taxonomía de los determinantes de la
    lengua hispana
  5. Razones epistemológicas de la
    fisonomía lingüística de la lengua
    hispana
  6. Léxico-semántico
  7. Aspecto morfológico del latín
    hispánico
  8. Conclusiones
  9. Recomendaciones
  10. Bibliografía

Introducción

El presente texto responde a varios intereses
académicos. Uno es el compromiso que asumí con el
doctorado en Lingüística Hispánica, que en la
actualidad curso en la Escuela de Estudios Sociales y Humanos de
Atlantic International University, AIU. Otro es el compromiso de
mi formación docente y científica en el plano de
los estudios lingüísticos, la cual he pretendido
elevar cada vez más, desde que inicié como docente
en la década de los noventa del siglo pasado. Esta
motivación creció en mí, notoriamente, desde
que inicié los estudios de postgrado como alumno del
lingüista dominicano Celso J. Benavides García, quien
me hizo consciente de aceptar el reto de la formación
académica como estilo de vida.

Dentro del interés de mi formación
académica, agrego que hace unos meses me había
surgido la inquietud de hallar respuesta a muchos interrogantes
que no había visto en ninguno de los libros de lengua
hispánica de circulación nacional. Impartiendo la
cátedra de lingüística, en la Universidad
Autónoma de Santo Domingo (UASD) me preguntaba:
¿Por qué los verbos en infinitivo terminan en ar,
er, ir; en vez de en otras desinencias? ¿Por qué
las palabras graves o llanas son tan abundantes en
español, mientras las esdrújulas y las
sobreesdrújulas son más escasas?

Estas y muchas más preguntas me movieron a
profundizar en las fuentes existentes en mi entorno docente. Sin
embargo, las obras usadas en la universidad en que laboro, se
limitan a ofrecer los datos fisonómicos de la lengua, como
si hubiesen aparecido por arte de magia, o como si hubiesen
caído del cielo. Por esta razón, la revisión
de una cantidad de libros clásicos que versan sobre el
tema de la fisonomía me movió a investigar lo que
como corolario presento en este ensayo.

Adelanto la intención explícita de no
presentar excusas sobre las críticas que puedan surgir
después de leer este texto. Más bien, me
valdré de ellas para mejorarlo y ampliarlo.

Planteamiento

La fisonomía de la lengua hispana ya ha sido
estudiada bastante por lingüistas que han tratado el tema,
asignándole indistintas designaciones. No obstante, al
parecer ningún estudio que se aproxime a describir las
características idiomáticas del español ha
divulgado razones epistemológicas que avalen las causas de
de la fisonomía actual que presenta esta lengua.

Gracias a los estudios fisonómicos del idioma
español, el maestro y el lingüista
contemporáneos repiten que la marca de los verbos en
infinitivo es: ar, er, ir; saben, igualmente, que el gerundio se
identifica a través de la terminación; ando, iendo;
que existe un participio terminado en ado, ido, so, to, cho; que
el pretérito imperfecto se construye con la
terminación "aba", "ía"; que el pretérito
perfecto es un sonido agudo, al igual que el futuro; que en
español el acento más marcado es el grave, que las
esdrújulas son escasas, y repiten mucho más
características de su lengua. Lo que ignoran –o, por
lo menos, no han dado a entender que conocen– son las
causas que han dado origen a tal fisonomía, pues los
autores que han trabajado este tema no las han divulgado, y los
maestros mucho menos se preguntan un porqué.

Como ejemplo de estudios fisonómicos del
español, Alonzo Zamora Vicente (1970), Manuel Criado de
Val (1972), Antonio Quilis (1981), Carlisle González Tapia
(2002), García Molina (2006), Manuel Alvar (2009) y otros
lingüistas contemporáneos, han descripto la
fisonomía hispánica, coincidiendo en los siguientes
aspectos:

Aspecto léxico: Los lingüistas
anteriores, han dicho que el léxico de una lengua se
entiende como el conjunto de palabras que la integran.
Que, en la lengua hispana, por ejemplo, existen dos tipos
de palabras que son núcleos de opuesta y esencial
significación. Estos son el sustantivo y el verbo. En
función de ellos se agrupan las demás especies de
palabras: adjetivos, adverbios, determinantes… En otras
palabras, el español refleja el principio común a
todas las lenguas, a saber: la construcción nominal
y la verbal, las cuales representan dos estructuras
explícitamente definidas. Deteniéndome en las
descripciones léxicas actuales, es de señalar el
que ninguno de estos estudiosos niegue que el sustantivo sea la
palabra fundamental que representa el ser en todo el sentido de
lo hablado. Más bien, coinciden en afirmar que su
función sintáctica más marcada es la de
sujeto. Del mismo modo, han divulgado que el adjetivo cumple la
misión de completar la significación del
sustantivo, sea calificándolo, determinándolo, etc.
Además, han hecho que se sepa que el adjetivo
desempeña la función de epíteto y la de
predicativo.

En cuanto al determinante, los libros escolares
están llenos de definiciones que nadie se atrevería
a refutar. Todos los consultados, coinciden en describirlo como
la categoría del léxico con función de
auxiliar del sustantivo, gramaticalmente hablando. En lo que
algunos autores no logran ponerse de acuerdo es en la
clasificación de dicha categoría. Criado de Val
(1970, p. 12) lo clasifica en "artículos, demostrativos y
posesivos". García Molina (2006, p. 70), por su parte, lo
clasifica en siete: artículos, posesivos, numerales,
ordinales, demostrativos, indefinidos y adjetivos
cuantificadores. La clasificación de García Molina
(2006, pp.70-72), en apariencia, es más convencional que
la de Criado de Val. No obstante, revisando las ejemplificaciones
ofrecidas por sendos autores, se evidencia que, tanto el uno como
el otro, designan una realidad lingüística, con
significante diferente.

Frente a la construcción nominal y adjetiva, los
autores consultados coinciden en describir el verbo como un eje
fundamental de todo el sistema del lenguaje. Según Criado
de Val (1972), el verbo constituye la palabra por excelencia.
Mientras otros autores coinciden en señalar que la
función sintáctica de esta categoría es la
más compleja y esencial.

Mientras el adjetivo caracteriza y determina al
sustantivo, el adverbio es otra categoría que tiene como
misión caracterizar, esencialmente, la manera del verbo.
En el mismo orden, los pronombres verbales señalan los
accidentes de persona, género y número.

Por su parte, entre el nombre y el verbo existen
palabras de transición. Estas son, esencialmente, el
infinitivo, el gerundio y el participio, los verbos copulativos,
las conjunciones, las preposiciones y los relativos. Con todos
ellos, se combinan y complementan las frases nominales y
verbales.

Respecto al léxico de la lengua hispana que a la
sazón describimos, Criado de Val (1970, p. 13)
dice:

"Es preciso tener muy presente, para que esta
oposición nominal verbal corresponda con la realidad del
lenguaje, los cambios o transposiciones sintéticas de las
palabras. La sustantivación, la adjetivación, la
verbalización y la adverbialización son, por ello,
estudiadas junto al sustantivo, al adjetivo, al verbo y al
adverbio. En realidad, se trata de estas mismas categorías
usadas ocasionalmente".

Con estos adelantos genéricos, resta mostrar
cuáles rasgos esenciales corresponden a la lengua hispana,
en oposición a otras. El siguiente cuadro se
encargará de ilustrar cómo el español
conserva la desinencia para indicar género, número
y neutro, mientras otras lengas se valen de
auxiliares:

La desinencia
como rasgos esencial del sustantivo
español

Desinencia Rasgos
Ejemplos

Género

Masculino y femenino

Gat-a, gat-o, perr-o, perr-a

Número

Plural y singular

Perro-s, perra-s, león-es

Neutros

La neutralización se establece por el
pronombre "lo, esto, eso, aquello," antepuesto al
nombre.

Lo bueno, frente a el bueno; lo malo, frente a el
malo…

Valga señalar que en español existe lo que
los lingüistas clásicos y contemporáneos han
denominado con el nombre de sustantivación. Se trata de un
procedimiento gramatical que consiste en transformar
transitoriamente en sustantivos palabras que corresponden a otras
categorías del léxico. Pueden ser sustantivados en
español, como en otras lenguas, los adjetivos, adverbios,
los infinitivos y algunas oraciones, entre otras posibilidades a
estudiar.

Respecto al adjetivo, se ha descrito que no sólo
depende del sustantivo, sino que, además, forma con
él un solo grupo o unidad sintáctica. Dependiendo
del grado y de la forma de cohesión de ese grupo, puede
presentar tres fisonomías distintas. Estos son:
predicativo, epíteto y nombre compuesto. De los tres, el
predicativo es el más alejado e independiente del
sustantivo, pues el verbo copulativo interviene entre ellos para
unirlos, como sucede en el ejemplo: "El perro es
valiente".

Por su parte, el epíteto califica directamente al
sustantivo prescindiendo de cualquier otra categoría.
Según el ejemplo anterior, diríamos: "El perro
valiente".

El nombre compuesto, finalmente, funde al sustantivo y
al adjetivo en una sola función. Razón por la que
los lingüistas aludidos en este ensayo lo describen como el
máximo grado de cohesión. Un ejemplo ofrecido por
Criado de Val (1972, p. 39) es "gentilhombre". Otra
característica que presenta el adjetivo es su concordancia
acomodada al género y número del sustantivo al que
complementan.

También se ha descrito que la colocación
del adjetivo en español es un tanto libre. Por ejemplo, se
puede colocar antepuesto al nombre para dar énfasis a la
cualidad, o pospuesto al nombre para especializarlo. Algunos
autores han escrito que cuando el adjetivo antecede al nombre es
porque el autor ha usado un orden psicológico, mientras
cuando lo posponen, señalan que se trata de un orden
lógico.

Señalo a este punto, que la colocación del
adjetivo incide en la precisión del significado, por lo
que su colocación no es caprichosa. Por ejemplo, no es lo
mismo la expresión: loca vieja, vieja loca; pobre rico,
rico pobre… Por eso, la propiedad conmutativa que se
aplica en las matemáticas, no se cumple en esta ciencia
cultural.

Otras características propias del adjetivo, son
los grados superlativos, comparativos, usos y formas apreciativas
(diminutivos, despectivos, aumentativos…), entre
otros.

Por su parte, de los determinantes, ya había
escrito más arriba, todos los autores consultados
coinciden en establecer las mismas fisonomías, aunque con
algunas diferencias teóricas. A continuación, el
siguiente cuadro alista siete tipos de determinantes, que matizan
la lengua hispana, con sus respectivos ejemplos:

Taxonomía
de los determinantes de la lengua hispana

#

Determinantes

Ejemplos

1

Artículos

Un, uno, unos, unas (indefinidos) El, la, los la
(definidos)

2

Posesivos

Mi, tu, su, nuestra, nuestro…

3

Numerales

Dos, tres, cuatro, etc.

4

Ordinales

Primero, segundo, tercero,
cuarto…

5

Demostrativos

Este, ese, aquel, aquella…

6

Indefinidos

Algunos, cierto…

7

Adjetivos cuantificadores

Mucho, poco, todo, ninguno…

El verbo, han escrito algunos lingüistas, es la
categoría más compleja del léxico de la
lengua hispana. Según los autores que avalan este ensayo,
las características más marcadas son la de
representar el proceso, lo que incluye los estados, acciones y
fenómenos, sean de seres animados, o de fuerzas naturales.
Tales procesos, según su desarrollo, presentan aspectos
distintos en su iniciación o en su término,
perfecta o imperfectamente realizable. Desde esta perspectiva, el
aspecto del verbo pudiera ser durativo, cuando denota
duración; incoativo, cuando implica o denota el principio
de una cosa o de una acción progresiva; perfectivo, cuando
su valor aspectual indica una acción acabada.

Así mismo, del verbo se ha dicho que sus
variaciones son de tiempo presente, pasados o futuros:
anteriores, posteriores o coexistentes. Además, ha quedado
establecido en la historia de la gramática
hispánica, la variación relativa a nuestra manera
personal de enjuiciarlos, por lo que se clasifican en: modos
indicativos, subjuntivos, imperativos, optativos.

Otro matiz bastante descrito, con relación al
verbo español, ha sido el verbo como auxiliar, entre los
que cuentan, especialmente, haber y ser, ser y estar, haber y
tener, ir venir, deber y hacer, etc. Con estos, y otros,
auxiliares se construyen las llamadas perífrasis verbales,
también designadas con los nombres: lexías o frases
verbales. Las mismas se describen por la consecución de un
verbo auxiliar más un verbo impersonal. Este
último, es denominado por González Tapia (2008),
con el nombre de verboides; y García Molina (2006), los
llama, verbos no conjugados.

Amén de todas las características
gramaticales que hemos reseñado del léxico
español, existen otras que si bien no las cito
aquí, es porque, precisamente, han sido descritas y
deambulan en libros del área que han sido publicados en
Hispanoamérica contemporáneamente. Ahora
pasaré a reseñar lo que se ha descrito del aspecto
fónico de la lengua hispana.

Aspecto fónico:

Del aspecto fónico de la lengua hispánica,
son bastantes los estudios que han sido publicados en
Hispanoamérica, atendiendo a diversos enfoques. Una
muestra de estos estudios, la presento en el siguiente cuadro.
Sin pretender ser exhaustivo, el cuadro presenta las obras
más representativas de la descripción
fonética hispana. Por supuesto, el autor podrá
notar la ausencia de obras actuales. La razón es que los
manuales y libros contemporáneos que describen este
aspecto, resultan ser repeticiones de caracteres ya descritos.
Por tal razón, resultaría redundante
mencionarlos.

ESTUDIOS SOBRE LA
FISONOMÍA DEL ASPECTO FÓNICO DE LA LENGUA
HISPÁNICA

#

AUTOR

TÍTULO

AÑO

PAÍS

1.

Emilio Alarcos
Llorach

Fonología
Española

1961

Madrid,
España

2.

Juan Byron

"Método de
Análisis Fonético"

2001

República
Dominicana

3.

James Harris

"Fonología Generativa del
Español"

1975

Barcelona,
España

4.

Pedro Henríquez
Ureña

"El español en Santo
Domingo"

1975

Santo Domingo,
RD.

5.

Max Arturo Jiménez
Sabater

"Más datos sobre el
español de la República
Dominicana"

1975

Santo Domingo,
RD.

6.

Humberto López
Morales

"Estudio sobre el español
de Cuba"

1971

Madrid,
España

7.

Rafael Monroy
Casas

"Aspectos fonéticos de
las vocales españolas"

1980

Madrid,
España

8.

Tomás Navarro
Tomás

"El Español de Puerto
Rico"

1968

Madrid,
España

9.

Antonio Quilis

"Fonética Acústica
de la Lengua Española"

1981

Madrid,
España

10.

Juan Zamora y Jorge
Guitart

"Dialectología
Hispanoamericana"

1982

Salamanca,
España

11.

Amado Alonso

"Temas
hispanoamericanos"

1976

Madrid,
España

12.

Samuel Gili Gaya

"Elementos de Fonética
General"

1978

Madrid,
España

Todos estos estudios, han coincidido en clasificar los
sonidos de la lengua en vocálicos y consonánticos,
desde el punto de vista de la articulación. A su vez, los
lingüistas han clasificado los sonidos vocálicos en:
abiertos, cerrados, relajados, semivocálicos,
semiconsonates, medios, palatales, velares. Por eso, se ha dicho,
igualmente, que los cinco grafemas vocálicos del
español desempeñan más de cinco funciones
fonéticas. Por ejemplo, la "a" española puede ser
media (nadje), palatal (maco), velar (páuta), relajada
(caballero) y, al mismo tiempo; altas, medias y bajas, vistas
desde diferentes ángulos. Consecutivamente, se ha escrito
que el grafema "e" español puede representar fonemas
distintos, como los siguientes: cerrada (pelo), abierta (terco) y
relajada (húmedo). Se ha dicho, también, que el
grafema "i" puede representar más de un fonema
vocálico. Por lo ejemplo, González (2002, p. 32)
describe los siguientes ejemplos: cerrada (pido), abierta (rico),
relajada (cálido), semivocal (paila) y semiconsonante
(tijera); respecto al grafema "u", se ha dicho que
desempeña por lo menos cinco funciones fonéticas
diferentes. Algunas de ellas son: cerrada (puro), abierta
(turco), relajada (capítulo), semivocal (pauta) y
semiconsonante (duelo)

En el mismo tener, los sonidos consonánticos han
sido clasificados en: oclusivos, fricativos, africados, sordos,
sonoros, aspirados, bilabiales, labiodentales, alveolares,
velares, dentales, palatales, laterales, vibrante
múltiple, vibrante simple y vibrante relajada. Son
oclusivas las siguientes consonantes: "p", como en paso; "t",
como en tela; "k", como en casa; "b", como en bomba; "d", como en
dónde y "g", como en ganga. Mientras se ha dicho que son
fricativas las siguientes: "b", como en lobo; "d", como en dedo;
"g", como en pago; "f", como en falta y "y", como en raya.
Así mismo, se ha mostrado que las consonantes africadas
son: "c", como en céle, y la "y", como en inyectar.
Mientras que los sonidos consonánticos sordos y sonoros se
han descripto y denominado de ese modo, tomando en cuenta la no
vibración o vibración de las cuerdas vocales. La
sorda, según han descrito los lingüistas
supracitados, es la "s", como en el sonido salta. La sonora es la
"z", pronunciada según hábitos articulatorios pocos
frecuentes, como en "dezde".

El sonido consonántico aspirado, es la "j", como
en "dejo y gente". El sonido bilabial es: "m", como en mano,
aunque esta articulación no es real en
Hispanoamérica, como no existe el sonido de "z" sonora. En
el mismo orden, la labiodental es representada por la "m", en
palabras como "imforme". Igualmente, el sonido alveolar
está representado por la "n", en palabras como "nada". La
velar, es una "n", en palabras como "tengo". Las dentales
aparecen representadas por una "n", como en duende, y por una
"l", como en toldo. La palatal la representa la "i", en palabras
como colcón. La lateral está representada por una
"l", como en lado. La vibrante múltiple es la "rr", como
en carro, la vibrante simple es la "r", como en raro. Finalmente,
la vibrante relajada está representada por la "r" en
palabras como en verde. Todo esto ha sido escrito sobre el
aspecto fónico, sin ninguna explicación
real.

Con relación a los fonemas de la lengua,
González Tapia (2002, pp. 47, 48) dice:

"Como sabemos, hoy día, la lengua
hispánica posee sólo 17 unidades
fonemáticas. La mayoría de los hispanos no
realizamos (no pronunciamos) la antigua interdental fricativa
sorda / 0 / que corresponde a la Z de zapato, por ejemplo,
ni la palatal lateral sonora / l / que corresponde a la ll de
caballo, por ejemplo. Finalmente, la velar fricativa sorda / X /
corresponde a la / j / nuestra y que transcribimos
convencionalmente como / h / en palabras como /baho/ /hente/,
etc., por bajo, gente".

Lo que González Tapia no hace es explicar las
razones epistemológicas, por la que los hablantes hispanos
no realizamos los fonemas que describe en la cita
anterior.

En la misma dirección, fonetistas
contemporáneos han descrito y clasificado el tiempo de la
articulación de los fonemas de la lengua hispana en tres:
intensión, tensión y distensión. La
intensión –se ha dicho– es el tiempo en que
los órganos se preparan para la articulación,
abandonando su posición de reposo; la tensión,
igualmente, es el tiempo en que los órganos articulatorios
se mantienen en acción por el tiempo que dure la
emisión del vocablo y, por último, la
distensión es el momento en que los órganos
articulatorios vuelven a ocupar su posición de
reposo.

De la fonética combinatoria se ha dicho que es
una rama de la fonética general que consiste en ver
cómo varía o se altera la naturaleza de los sonidos
lingüísticos cuando estos se unen en la cadena
hablada. Bajo este nombre, en lengua hispana, se han descrito las
combinaciones que producen hiato, diptongos y triptongos.
Además, se estudian las sinalefas, las diéresis y
las sinéresis. Al mismo tiempo, esta rama implica el
estudio de la sílaba, grupos de intensidad, grupos
fónicos y las oraciones fonéticas, entre otros
aspectos estudiados.

La explicación sucinta de todas las
características fónicas del español, aparece
en todas las obras presentadas en el cuadro de más
arriba[1]Valga decir que las obras que han
descrito las características fonéticas de la lengua
hispana no han explicado las implicaciones que tienen estas en la
construcción de la comunicación, que es la
finalidad esencial de la lengua. Además, muchas de las
descripciones que han ofrecido ya no existen en la verdadera
articulación de los hablantes, especialmente, en
América. Tal es el caso de las grafías: m, v, c, q,
z, las cuales han sido sustituidas en la pronunciación por
n, b, k, s, por citar unos cuantos ejemplos.

Ya a este punto, conviene soslayar las
características de la lengua hispana en lo concerniente al
aspecto formal, el cual implica el la morfología y la
sintaxis de la lengua.

Aspecto formal: con relación a este
aspecto es mucho lo que se ha investigado y escrito. Numerosos
autores han desbordado su esfuerzo al estudio del aspecto
morfosintático de la lengua hispana, describiendo, en lo
sintáctico, el concepto de oración simple y
oración compuestas. Descendentemente, los estudios
sintácticos se han encargado de describir las funciones de
sujeto, predicado, núcleos de cada uno y sus respectivos
modificadores. Algunos no se han puesto de acuerdo en cuanto a
qué llamar complemento y a qué llamar objetos y
modificadores, sean del núcleo del predicado o del
núcleo del sujeto.

Igualmente, en lo referente a la morfología de
las palabras, en español, se han descrito los lexemas o
morfemas lexicales, morfemas trabados y morfemas
libres.

Lo que no se ha dicho (por lo menos
explícitamente) respecto a los estudios del aspecto formal
de la lengua hispana, es la razón epistemológica
que ha producido la actual fisonomía de esta
lengua.

Como muestran el soslayo de lo que se ha escrito en
término de descripción de la lengua hispana, los
estudios de este idioma no se han ocupado de indagar tan
sólo un porqué de los rasgos fisonómicos que
presenta la lengua en la actualidad. Han dicho que los
infinitivos españoles se reconocen por las terminaciones:
ar, er, ir. Lo que no han explicado es la razón que
produjo esta desinencia. Además, se ha descrito en
fonética que el acento más abundante en lengua
hispana es el grave o llano, pero no se ha explicado el proceso
que produjo esta articulación. Se ha descrito el sujeto de
la oración, pero ninguno de los estudios consultados han
trascendido al estudio del sujeto y predicados del
texto.

En lo adelante, me ocuparé de ofrecer algunas
razones fisonómicas de la lengua hispana. Para ello,
basaré el enfoque de búsqueda en el estudio
diacrónico de la lengua, considerado como el medio capaz
de dar una respuesta satisfactoria a las características
esenciales de la lengua hispana, como hoy la
conocemos.

Razones
epistemológicas de la fisonomía
lingüística de la lengua hispana

Rebuscando fuentes que hayan abordado este tema, me
topé con la obra "Fundamentos de la Historia de la Lengua
Española, escrita por el lingüista dominicano, Celso
Joaquín Benavides García y publicada en el
año 2006 por la Universidad Autónoma de Santo
Domingo, UASD. La introducción de esta obra, inicia con
una cita de Malmberg (1966, p. 211) la cual
reproduzco:

"El hecho de que la lengua cambian es de dominio
público".

Esta expresión breve, indica que las razones que
han motivado la fisonomía de la lengua hispana no son
otras, sino el cambio lingüístico. Justamente, la
mencionada obra cuenta de forma razonada los 24 siglos de
historia que han configurado la fisonomía de la lengua
española. Por tal razón, la evolución
histórica de la lengua, contada en esta obra de
investigación aportará una respuesta satisfactoria
a la inquietud que desde los inicios de esta exposición he
planteado.

Según Benavides (2006, p. 21) la lengua es
"mutable e inmutable a la vez". Es mutable porque cambia, e
inmutable porque aunque cambia, no deja de cumplir sus funciones
esenciales. En ese mismo sentido, el mismo autor define la
evolución del español como "el conjunto de
transformaciones operadas en la lengua, en su sentido abstracto,
y en sentido particular, como el cambio o el paso de un modelo a
otro, de una palabra a otra, de un fonema a otro, de una norma a
otra"…

Estas ideas de Benavides coinciden con, Coseriu (1973,
p. 55) cuando señala que "la lengua es un sistema
funcional en el cual conviven las diferentes formas en uso en un
momento dado y un acervo en el cual se registran las diferentes
formas que pertenecen a la lengua, tanto a la de la
generación actual como a las de las generaciones
pasadas".

En esa misma dirección, Benavides (2006, p. 21)
define "la evolución como el conjunto de transformaciones
operadas en la lengua, en su sentido abstracto, y en sentido
particular, como el cambio o el paso de un modelo a otro, de una
palabra a otra, de un fonema a otro, de una norma a otra".
Además, el concepto de lengua que ofrece este mismo autor,
al definirla como "el molde con el cual el hombre elabora,
conserva y transmite sus conocimientos, su cultura, sus
tradiciones", permite entender que las causas de la
fisonomía lingüística de la lengua
hispánica hay que buscarlas, necesariamente, en la
evolución histórica del idioma
español.

A este respecto señalo, como parte de mi acervo,
el apriori que reza la idea de que el cambio
lingüístico se produce por causas internas y externas
(endógenas y exógenas); los elementos que
intervienen en el mismo son dos: el tiempo y el espacio, mientras
el factor determinante es el hablante.

Los tratadistas del tema coinciden en afirmar que el
cambio lingüístico afectó los aspectos
fónico, formal y sémico de la lengua
española, a lo largo de la evolución de unos
veinticuatro siglos de historia, período que abarca desde
el siglo III a C, hasta el siglo XXI. Los nombres
históricos que ha recibido la lengua hispana, según
cada estadio motivador de cambios, son los siguientes:
latín hispánico, romance hispánico,
castellano medieval, castellano/español.

También, es de mención destacar que la
lengua determinante para el origen de la fisonomía
lingüística, ha sido el latín. Las otras
lenguas que contribuyeron a su composición fueron las
lenguas aborígenes de España, el germánico,
el árabe, las lenguas indígenas de América y
Filipina, y las de los esclavos africanos.

Los historiadores lingüísticos consultados,
definir la romanización, como el proceso de
transculturación durante el cual el Imperio Romano se
impuso a los pueblos hispanos. Este período inició
a partir del año 218, a. C, y concluye en el año
409 d. C. Un total de 627 años de
dominación.

Con este breve esbozo, me ocuparé, en lo
adelante, de presentar los rasgos que aportó cada estadio
a la formación del idioma español actual, con el
objetivo de buscar respuestas que expliquen las causas
fisonómicas del mismo.

Lapesa (1981), Quilis (1976) y Benavides (2006)
coinciden en afirmar que la romanización trajo como
consecuencia el que los pueblos vernáculos de la
península Ibérica, olvidaran su lengua nativa, a
excepción de los vascos. Para ello, sucedió el
proceso normal de trasbase o transferencia
lingüística, a saber: confrontación, diglosia
y bilingüismo. Como corolario de este proceso, a finales de
409, se hablaba un latín hispánico, como le
denominan los autores citados al idioma resultante de la
imposición y fusión del latín vulgar con las
lenguas indígenas de la Península. Mateos (1978,
pp. 37-39) menciona algunas de las principales adopciones que
hiciera el latín de las lenguas vernáculas. El
siguiente cuadro contiene los matices heredados de la mezcolanza
del latín popular, con las lenguas vernáculas de
las provincias ibéricas:

Léxico-semántico

LENGUAS Y ADOPCIONES

DEL LATÍN HISPÁNICO O
POPULAR

Del céltico "alouda"

Alondra

Del griego "Sphata"

Espada

Del germánico "riko"

Rico

Del latín formal "comparare"

Comparar y comprar

Del latín formal "mulier"
(mujer)

Esposa

Del latín formal "villa" (casa de
campo)

Ciudad

Del latín formal "lectio"
(lectura)

Texto

Del latín formal "cognatu"
(pariente)

Cuñado

Del latín formal discere

Aprehendere

Del latín formal "pugna"

Batallia

Del latín formal "os"

Bucca

Del latín formal "Equus"

Caballus

Del latín formal "domus"

Casa

Del latín formal "edere"

Comedere

Del latín formar "pulcher"

Formosus

Del latín formal "caput"

Testa

Del latín formal "acus" (aguja)

El diminutivo "acucula"

Del latín formal "auris" (oreja)

El diminutivo "aurícula"

Del latín formal "ovis" (oveja)

El diminutivo "ovicula"

Del latín formal
"amarus"(amargo)

Derivación: "amaricare"
(amargar)

Del latín formal "altus" (alto)

Derivación: "altiare" (alzar)

Del latín formal "carrus"
(carga)

Derivación: carricare (cargar)

Aspecto
morfológico del latín
hispánico

De este aspecto la característica
morfológica más marcada fue el predominio de la
tendencia analítica en lugar de la sintética propia
del latín clásico. Esta tendencia produjo la
utilización de varias palabras separadas para cada
significado y función. Un ejemplo, ofrecido por Benavides
(2006, p. 76) es el comparativo "brevior" del latín
clásico. En su lugar el latín hispánico
prefería "magis breve"; por la expresión
clásica "grandior", se empleaban los términos "plus
grandis"; y "altisimus" se sustituyó por "multum altus";
el futuro imperfecto "amabo" pasó a expresarse a
través de las palabras "amare-habeo"; "cantabo" se
sustituyó por "cantare habeo"; "dicam" fue sustituida por
"dicere habeo". Respecto a estos cambios morfológicos,
Benavides (2006, p. 76) dice:

"Esta tendencia está relacionada con las
pérdidas de las desinencias de las palabras que
servían de marca diferenciadora de la declinación.
Las desinencias fueron sustituidas por las preposiciones, y de
alguna manera por el artículo, que vino a expresar el caso
nominativo. Como no existía el artículo, se
acudió al demostrativo: elle (el), illa
(la)".

La desaparición de la desinencia es de
interés para una de las cuestiones que tienen que ver con
la fisonomía del la lengua hispánica, o
español, actual. En líneas de apertura
habíamos expresado la siguiente pregunta: ¿Por
qué el infinitivo en español termina en ar, er,
ir?
Infiriendo de Benavides, la respuesta es evidente. Como
en latín los verbos terminan en are, como en cantare; ere,
como en soñare y comprare, etc. la pérdida de la
desinencia supuso la desaparición articulatoria del sonido
vocálico al final de los verbos. Por tal razón, los
verbos pasaron del latín clásico como ilustran los
siguientes ejemplos: cantar, de cantare; soñar, de
soñare; comprar, de comprare…

Partes: 1, 2

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