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Origen y desarrollo de la prensa en Cienfuegos, símbolo del desarrollo económico del territorio




Enviado por Sabdiel Batista Díaz



  1. Desarrollo económico de la Villa esos
    primeros años
  2. Llega
    la imprenta a Cienfuegos
  3. Bibliografía

La llegada de los primeros
periódicos impresos al territorio que actualmente ocupa la
provincia de Cienfuegos, debe haberse producido de manos de los
pocos colonos que existían en la zona, y de algunos
comerciantes que circulaban por esta región en
tránsito hacia Trinidad o Sancti Spiritus. Los
periódicos verdaderamente cienfuegueros no
aparecerían hasta 1825, 6 años después de la
fundación de la Colonia de Jagua, pero estos
periódicos tampoco tuvieron una vida larga ni grandes
tiradas, eran más bien folletos para uso de algunos pocos
en la villa.

Son escasísimos los estudios o
referencias a estos primeros periódicos y casi nunca se
puede ver allí alguna relación entre la prensa dela
época con la cultura, la sociedad o la economía de
las zonas donde se editaban esos periódicos. En este
ensayo abarcaremos desde la fundación de la villa hasta el
inicio de la Guerra de 1868, pues en esa etapa las
características de todos esos periódicos eran muy
similares y después de la Guerra los contenidos cambian
acorde a los propios cambios de las condiciones económicas
del territorio.

La colonia Fernandina de Jagua, fundada el
22 de abril de 1819 por don Luís De Clouet, contaba poco
tiempo después con un periódico de factura
humorística que se llamó "El Ético", escrito
a mano y del que solo se publicaron 5 o 6 ejemplares, para
regodeo de los vecinos más ilustrados de la naciente
Colonia de Jagua, inspirada por los "monsieritos" y "letreros",
como llamaba el fundador al grupo de colonizadores que no le eran
totalmente adictos. Así lo reseñó Alberto
Aragonés Machado, en su libro "El Periodismo en Las
Villas", publicado en 1953, siendo uno de los primeros
interesados en investigar sobre esos primeros periódicos y
una de las primeras fuentes bibliográficas sobre el tema
en la región central del país, aunque ya Enrique
Edo Llop en su "Memoria histórica de Cienfuegos y su
jurisdicción" también referencia este
hecho.

Por supuesto que nada, o casi nada, se
conoce de la factura o los temas de ese primer periódico,
pues era muy limitada su tirada en cuanto a ejemplares y alcance.
Esos primeros años de la colonia eran los fundadores y
algunos recién llegados los que vivían en los
alrededores y por lo general eran ciudadanos con cierto nivel de
instrucción y económico, que de seguro había
tenido acceso a algunos impresos en Europa, la Lousiana o La
Habana (Edo Llop, 1888).

Estos primeros colonos, procedentes de
Burdeos, Louisinia, Baltimore, Nueva Orleáns y Filadelfia,
se dedicaban fundamentalmente al comercio de importación,
aunque el propio De Clouet los exhortaba a sembrar algodón
y café por su interés de estrechar dichos
vínculos comerciales, pues ambos artículos
tenía gran demanda en el mercado francés de esa
época. Estos colonizadores recibieron una
caballería de tierra virgen gratuita, con el compromiso de
tener desmontada la mitad antes de los dos años y no
podían venderla hasta pasados cinco, lo cual estaba
establecido por la cláusula No 10 de la contrata de
colonización (Rovira, S/F).

A principios de marzo de 1825, aconsejado
por los amigos de su facción, De Clouet suspendió
la publicación de "El Ético", amenazando a los
autores de la pequeña hoja manuscrita. El motivo de la
suspensión y la amenaza fue que el Fundador creyó
que indirectamente se le aludía pues el periódico
hacía veladas insinuaciones a dos fantasmas o viudas que
campeando por su respeto habían tenido varios altercados
durante las horas de la noche.

El público al que iba dirigido "El
Ético" era muy limitado, pues en esa época un
padrón de la colonia confeccionado por De Clouet a
petición del Superior Gobierno registraba 1283 habitantes
entre colonos y agregados. Según el censo de 1827, cuando
el poblado cabecera contaba con 286 casas y 841 pobladores el
número de habitantes de la colonia ascendía a
1555.

Desarrollo
económico de la Villa esos primeros
años

Los primeros quince años de vida
económica de la colonia se caracterizarían por el
peculiar proceso de acumulación de capitales condicionada
por la explosión azucarera en el territorio. El
azúcar, la ganadería y sus derivados, la madera, el
café, el tabaco, la minería (esta última en
menor escala), tuvieron parte activa en el mismo, incluyendo la
formación de un incipiente capital comercial a favor del
florecimiento del puerto de Jagua.

La producción
maderera

Cienfuegos se convirtió en uno de
los principales proveedores de madera para Trinidad en las
primeras décadas del siglo XIX. El puerto de Trinidad
parece haber sido el punto intermedio en el comercio exterior de
la madera cienfueguera aún teniendo en
consideración la extracción ilegal con el
consentimiento de las autoridades coloniales del Castillo de
Jagua o sin ésta. La existencia en Trinidad de fuertes
nexos comerciales "legales" o "extra legales" con Jamaica y otros
países, así como el hecho de contar con una flota
propia, avalan tal conjetura cuando la no habilitación del
puerto de Jagua para el comercio exterior constituía un
serio obstáculo. Por otra parte la ruta de cabotaje en la
costa, debió facilitar grandemente el trasiego de las
maderas hacia Trinidad. La explotación de este
renglón tuvo nuevos bríos cuando se produjo la
fundación de la colonia (Venegas, 1974).

Los inmensos bosques de la zona eran
explotados por los lugareños y también por los
nuevos colonos (vale recordar que los colonos por
obligación de sus contratos tenían que limpiar de
malezas y bosques sus terrenos en un lapso de dos años),
los que aseguraban una fuente de ganancia estable con una
inversión inicial pequeña y libre de riesgo por la
simplicidad de la operación y al mismo tiempo creaba las
condiciones necesarias para la agricultura comercial al
desmontarlas y desarrollar una infraestructura de caminos
vinculados a los ríos, que constituían las
principales vías de comunicación de entonces; una
gran parte de los cortes se encontraban en los bosques cercanos
al río Damují y sus afluentes, donde parece estuvo
localizado el principal grupo maderero de los primeros
años.

Félix Bouyón en 1831,
instaló una máquina para aserrar madera en el salto
del río Jabacoa que vierte sus aguas en el río El
Damují en un paso llamado El Lechuzo. Esto afirma y
señala la importancia que iba adquiriendo la
extracción en la comarca. Otros focos madereros estaban
ubicados en terreno de la hacienda Juraguá y en torno a
los ríos Salado, Caunao, Arimao y Gavilán. Uno de
los estímulos para la extracción de la madera en
Cienfuegos lo constituyó la construcción del
ferrocarril. Se estableció una matrícula de
negociantes del giro y el poblado y también rigurosas
condiciones para la extracción. El corte y acarreo de
madera hasta el puerto fue el único medio de vida de
algunos colonos. Por el año 1827 el salario de un labrador
de madera no pasaba de un peso (Venegas, 1974).

La producción
ganadera

La ganadería estaba extendida por
toda la región sureña, pero los principales
núcleos se encontraban ubicados en los partidos de
Yaguaramas, Cumanayagua y Camarones. Por estos años el
crecimiento de la masa ganadera fue extraordinaria, la demanda de
las plantaciones azucareras de las regiones habaneras,
matanceras, trinitarias, así como la de las Antillas, en
especial Jamaica, así lo propiciaban. Unido a ello el
surgimiento de grandes centros de consumo en las ya mencionadas
regiones como consecuencia de las aglomeraciones de
población generadas por la citada economía
azucarera que debían ser abastecidas, desde zonas muy
lejanas, principalmente, Puerto Príncipe y Las Tunas,
brindó a Cienfuegos una situación ventajosa para
competir, dada la relativa cercanía geográfica.
Además no debe olvidarse que la formación de un
núcleo de población en la bahía
influyó de manera positiva en el desarrollo ganadero
(Gómez, S/F).

Solo en la zona de Cienfuegos en el
año 1824 se cuentan 431 toros y vacas, 244 bueyes de labor
y tiro, 252 caballos y yeguas o ganado mular o asnar, 1179 cerdos
y 35 lanar caprinos. Según lo reflejado en el censo del
año 1827, en las 116 haciendas o sitios de crianza
existentes en la colonia de Jagua habían 23, 480 cabezas
de ganado vacuno. En 1838, casi se había triplicado ese
inventario con un total existiendo 58,989 reses en los ocho
barrios rurales que formaban esta jurisdicción
(Gómez, S/F).

Además se contaba con 88 haciendas
de crianza con una extensión de 2 181 caballerías y
355 potreros que ocupaban 4 119 caballerías. Entre estas
fincas había ingenios, cafetales y sitios con 7360
equinos, 34 041 porcinos, 500 caprinos, 432 ovinos y 64 115
bovinos.

La decadencia en esta industria se
debió a varias causa como fueron el aumento del valor de
las tierras en su venta y en su renta; no permitiendo a la misma
competir con al del azúcar, por cuanto las colonias de
caña habían hecho desaparecer gran número de
potreros en esta jurisdicción y por otra parte ni la
acción oficial, ni la privada tenían a su alcance
los medios especiales que podrían devolverle la propiedad
perdida, a lo que se unía el propio proceso de la
revolución industrial azucarera que, por su propia
naturaleza tiende a desplazar cada vez más al ganado, como
fuerza motriz.

La producción tabacalera y
cafetalera

La producción tabacalera en el
territorio cienfueguero alcanzó el clímax en los
primeros años del siglo XIX, cuando en las numerosas vegas
que existían en el los ríos Arimao, Caonao,
Mataguá, Damují y Salado se obtenía una
notable producción. En 1845 en la jurisdicción de
Cienfuegos se producían 11,35 toneladas de tabaco en rama
y 200 millares de tabaco torcido (74 toneladas) (Edo Llop,
1888).

El cultivo del café fue otro
renglón importante de la región en los primeros
años. La producción del mismo estaba localizada en
las montañas del Escambray, aunque también se
cultivaba en otros lugares como por ejemplo en las
márgenes del río Damují. La caída de
la producción haitiana, junto a las magníficas
condiciones naturales de la zona para su cultivo determinaron su
crecimiento en las primeras décadas de siglo XIX. En 1845
la producción alcanzada fue de 6.56 toneladas.

Este producto comenzó a declinar por
varios factores que determinaron que desapareciera entre los
rubros de exportación en los años subsiguientes,
entre ellos puede mencionarse la competencia con la industria
azucarera por las tierras apropiadas para el cultivo
cañero en la región como ocurrió en la zona
del Damují en que se levantó el ingenio
Laberinto.

Por otro lado la guerra de tarifas entre
España y Estados Unidos y la aparición en otros
países como Brasil, de otros cafetaleros altamente
productivos que el capitalismo americano y europeo
prefería como fuente de suministros, fue otra de las
causas de que la producción comenzara a perder importancia
en Cienfuegos (Edo Llop, 1888).

Un ejemplo es el caso de Antonio Acea y su
hermano Nicolás, que en 1837 se hicieron socios para
fomentar el cafetal Santa Marta en el corral de Limones en el que
sembraron miles de matas de café y en 1840 resolvieron
dedicar la finca a la siembra de caña y fomentar un
ingenio de fomentar azúcar al que nombraron "Dos
Hermanos".

La industria azucarera

El desarrollo azucarero de la región
central de Cuba en la primera mitad del siglo XIX fue en
última instancia, el resultado de la expansión del
azúcar hacia el este de la isla, una vez agotadas las
posibilidades de tierras fértiles en la región
occidental donde se encontraba la gran producción
azucarera de entonces.

En ese contexto la región de
Cienfuegos se distinguió del resto de las jurisdicciones
azucareras que conformaban el territorio occidental como un caso
interesante y peculiar. Mientras Sagua la Grande recibía
tempranas inversiones de capitales habaneros – matancero, Remedio
avanzaba lentamente en la fabricación del azúcar y
Trinidad presentaba los primeros síntomas de una crisis
que le haría perder su poderío azucarero- el
más significativo de la región central hasta ese
momento en la región cienfueguera se daban las premisas
para un fuerte y sostenido despegue azucarero (García,
S/F).

Con la reafirmación de un
núcleo poblacional en la bahía de Jagua en 1819, se
inició el lento proceso de expansión azucarera que
se convirtió en explosivo desarrollo hacía la
segunda mitad de la década de 1830.

Las posibilidades de embarcar los productos
por el puerto, sobre todo desde la habilitación del mismo
en 1825 y de una rehabilitación de los precios,
también motivaron estas primeras inversiones en la
industria azucarera. En los primeros años de fundado el
poblado, Juan Bautista Sarría y Miguel del Pino fomentaron
respectivamente los ingenios "Soledad" y "San Lino del
Laberinto". A fines de la década del veinte el
número de fábricas de elaborar azúcar
alcanzaba el número aproximado de diez.

Las primeras inversiones en la industria
cienfueguera fueron realizadas por hacendados locales aun cuando
estuvieron presentes los intereses trinitarios en la persona de
Juan Bautista Sarría el que bien pudiera considerarse la
avanzada inversionista de este grupo en la
región.

Junto a Agustín Santa Cruz, Honorato
Bouyón y José Comas los otros miembros de la
"aristocracia local" que se iniciaron en el negocio azucarero
fueron Felipe Leyva, José Francisco Cardoso, Ozaguirre y
del Cueto. No Obstante estas inversiones mostraron una
característica que resulta importante destacar, eran
pequeños y hasta improvisados trapiches los que se
levantaron como resultado de la coyuntura del mercado
(García, S/F).

La sostenida concentración de
capitales en la región cienfueguera determinó,
tanto el ritmo del crecimiento, como las condiciones
técnicas y estructurales de la naciente industria
azucarera en los años anteriores al desarrollo explosivo
de la región. Por eso de las diez unidades existentes
hacia 1830, la mitad estaba constituida por verdaderos ingenios y
el resto no eran más que pequeños trapiches
dedicados a la elaboración de raspaduras, como eran las
propiedades de José Francisco Cardoso, Felipe Leyva y
Francisco Castillo. En el caso específico de los ingenios,
éstos se encontraban situados en el litoral de la
bahía, fundamentalmente entre los terrenos que se
extienden entre los ríos Caunao y Salado, a poca distancia
del poblado; salvo el Laberinto, que se alzaba en las
márgenes del río Damují.

Hacia 1839, la región ya contaba con
26 ingenios, los cuales ocupaban 905 caballerías de tierra
– 298 abiertas y 607 montuosas – y siete años más
tarde, en 1846, alcanzó la cifra de 71.

En quince o veinte años Cienfuegos
alcanzó un desarrollo de la industria azucarera como no lo
pudieron alcanzar otras regiones del país. Desde entonces
el azúcar pasó a constituir el principal producto
de la agricultura y de mayor exportación de toda la
región (García, S/F).

Así las condiciones para hacer de
Cienfuegos una zona completamente apta para entrar de lleno en la
industria azucarera se completaría con un puerto en la
Bahía de Jagua habilitado para el comercio exterior con
muelles particulares que se fueron perfeccionando con el
tiempo.

En todo ese proceso fundador de ingenios un
importante papel lo jugaron los diferentes capitales que en
él intervinieron las potencialidades que tenía la
región para su desarrollo azucarero y su amplio fondo de
tierras in explotadas no había podido aprovecharse
totalmente debido a las difíciles condiciones que
enfrentó la acumulación de la acumulación de
capital en los primeros años de la colonia. Para ello se
requería un fuerte movimiento inversionista en el cual no
bastaban los capitales fomentados en la propia región. Es
en este sentido que la presencia de capital foráneo en
todo este proceso contribuyó favorablemente a toda
dinamización de la producción azucarera.

Llega la imprenta
a Cienfuegos

A estímulo de don Ramón
María de Labra, Gobernador civil y militar de esta villa,
llega la primera imprenta a Cienfuegos el día 14 de
noviembre de 1845, estableciéndola Francisco Mutra que
procedía de Trinidad, donde su padre, Cristóbal
Mutra introdujo el arte de Guttemberg un cuarto de siglo antes.
Francisco Mutra fue el fundador también en aquel
territorio de la "Revista Espirituana", según Manuel
Martínez Moles, en su libro "Periodismo y
periódicos espirituanos" publicado en la Imprenta Siglo
XX, de La Habana, en 1930.

El 15 de noviembre de 1845, al día
siguiente de su llegada a Cienfuegos, comenzó Mutra a
publicar una hoja impresa que se editaba a expensas de varios
comerciantes de la Villa con licencia del Gobierno. Esta hoja
solo insertaba noticias económicas y mercantiles. Desde el
día 6 de diciembre del año 1845 se empezó a
editar en forma de periódico, con el título de
"Hoja Económica de Cienfuegos". Fue el primer
periódico de Cienfuegos, no manuscrito desde luego, pues
ya hemos hablado de la precedencia de "El Ético", hecho a
manos durante el primer lustro de la colonización de
Fernandina de Jagua (Martínez, 1930).

La imprenta significaba un paso de avance
en el quehacer editorial del territorio, no solo para la
impresión de periódicos, sino para impresos
diversos con fines comerciales.

Si analizamos la fecha de llegada de la
imprenta a Cienfuegos y el lugar de donde provenía vemos
una estrecha relación con el desplazamiento de la
economía desde Trinidad hacia aquí a mediados del
siglo XIX, pues es precisamente alrededor de 1840 cuando comienza
a decaer la plantación cañera en Trinidad y gana
auge el comercio variado, sobre todo con la ruta marítima
de la bahía de Jagua.

En esa época los capitales
provenientes de Trinidad, Sancti Spiritus, la llanura de Matanzas
y La Habana comienzan a asentarse Cienfuegos. Las grandes
plantaciones cañeras de esos territorios pierden la
supremacía frente a los modernos ingenios cienfuegueros,
que en un momento dado llegaron a tener el central azucarero
más grande del mundo.

Por supuesto que todos esos comerciantes
asentados en la villa necesitaban noticias e informaciones sobre
diversos temas, por eso insertaba la "Hoja Económica"
además de la información comercial, noticias
concernientes a espectáculos y diversiones y las
órdenes y disposiciones del Gobierno y de las
corporaciones públicas. En 1847, los días 10, 11 y
12 de febrero, dedicó una edición extraordinaria en
papel de color y adornada con coronas, viñetas y versos,
de doble tirada de la corriente, con motivo del casamiento de la
Reina Isabel II con el Príncipe Don Francisco de
Asís.

Sufrió la "Hoja Económica"
reformas de consideración, dándosele otro
tamaño y pasando, el día primero de mayo, a
llamarse "El Telegrafo", luego de haber sido designada
órgano del Gobierno de la jurisdicción y de
encargarse de dirigirla, don Enrique Edo y Llop, autor más
tarde de la "Memoria Histórica de Cienfuegos y su
Jurisdicción". En 1857 le sucedieron como directores de La
Hoja, Fernando Pie Faura y Adalio Scola.

Al designar a "El Telégrafo" como
órgano del Gobierno de la jurisdicción ya este
medio de prensa obtiene un carácter más oficial y
estable, pues contaría así con un soporte
económico estable, pero también con una
visión impuesta por el Gobierno.

Autorizado por el régimen
español, como era de rigor en aquellos tiempos,
comenzó a publicarse en 1855 el periódico bisemanal
"El Fomento", en la nueva imprenta de don Eduardo Feixas
Bartrina, otro de esos impresores que vio en el auge
económico de la villa una posibilidad para asentarse
aquí y ganar una posición relevante en la zona
(Martínez, 1930).

Esta novel publicación, redactada
por varios jóvenes, se hizo diaria desde el día
primero del propio año. Pero los periódicos de
entonces no tenían más facultades permitidas que
los asuntos triviales e intrascendentes de la comunidad, y aun en
estos casos estaban sometidos al gusto y caprichos de los
tenientes gobernadores, cuya censura impedía que pudieran
ejercer influencia trascendental de clase alguna.
Consiguientemente, su existencia se deslizaba "entre
soporíferos desmayos, de ansias de más aire que
respirar", consigna Enrique Edo Llop en su historia, el cual
dirigió este diario hasta el 6 de marzo de 1866,
sucediéndole en el cargo Federico Amat.

En 1860 publicó Luís
Martínez Casado el periódico teatral denominado "El
Apuntador", aunque únicamente se publicaron dos
números a fines de este año, fecha en que se
fundó también el teatro Avellaneda, para el cual
hizo venir a la propia Gertrudis Gómez a la
representación de su drama "Alfonso Munio". Un año
después funda el propio Martínez Casado una
imprenta tipográfica, la que a partir de 1861 contribuye
notoriamente al auge de las letras locales. Este propio
año de 61 dirige "El Fomento" el poeta don Antonio Hurtado
del Valle, conocido por El Hijo del Damují, que más
tarde fue excelso patriota y miembro de la Asamblea de
Guáimaro (Edo Llop, 1888).

Don Enrique Edo Llop fundó en 1862
"El Chismoso", semanario festivo, primero de ese género
que vio la luz en Las Villas. Y el 1864 los diarios "El
Telégrafo" y "El Fomento", dirigidos a la sazón por
Martínez Casado y Hurtado del Valle, respectivamente,
iniciaron una campaña de vivos tonos políticos como
expresión de los sentimientos que alboreaban en el
horizonte nacional antes del estallido de la revolución de
Yara. El primero se abroga la representación de las
tendencias de suspicaz resistencia conservadora, y el segundo
mantenía la aspiración a las reformas, en el
sentido expansivo y liberal. Esto despertó el
interés por ambas publicaciones, marcando sus
controversias una nueva etapa en el periodismo local.

En 1866 vendió Martínez
Casado la imprenta y litografía de su propiedad a don
Enrique Edo Llop, así como el periódico "El
Telégrafo", que a partir del día 8 de diciembre
dejó de publicarse, para reformar y mejorar tanto el
establecimiento como el diario.

Otras publicaciones de la preguerra fueron
"El Comercio", de julio de 1867, dirigido por Antonio Hurtado del
Valle, que se imprimía en el nuevo establecimiento
tipográfico fundado por don Carlos Quiñones; "El
Telégrafo", del primero de enero de 1867, que bajo la
dirección de su propietario Edo Llop, reapareció
entonces como órgano del partido de las reformas. Se
tiró este diario en la primer prensa de máquina que
se vio en Cienfuegos, la que fuera de La Habana solo
tenían Santiago de Cuba y Matanzas. Introdujo
además este periódico el servicio de mensajes
telegráficos, insertando noticias diarias de la capital y
de otras partes del mundo (Martínez, 1930).

Estos adelantos en la impresión de
periódicos no eran simples inventos, sino que eran un
símbolo del desarrollo económico de la villa: La
Habana, Santiago y Matanzas tenían imprentas tan modernas
como la de Cienfuegos, pero eran muy pocos los periódicos
fuera de la capital que tenían servicio telegráfico
y se preocupaban por publicar noticias de otros territorios,
sobre todo los movimientos portuarios de cargas y pasajeros , que
eran muy seguidos por la clase comercial cienfueguera, que se
informaba así de la llegada de sus mercancías a
diferentes puertos de la Isla.

A la muerte de don Eduardo Feixas,
dejó de publicarse "El Fomento" el día 27 de mayo,
pero volvió a aparecer el 15 de julio con la misma
dirección de Hurtado del Valle, que el 21 de agosto
abandonó el cargo. Vagó sin rumbo determinado la
publicación hasta fin de año que
desapareció, para ser sustituido por "El Pabellón
Nacional". Desapareció poco después "El Comercio",
cuando lo dirigía don Luís F. Domínguez, el
15 de abril. Pero en agosto del 67 Hurtado del Valle fundó
un semanario titulado "El Damují" del que solo se tiraron
muy pocos ejemplares.

La censura española fue muy dura con
la prensa local de los primeros tiempos. A don Enrique Edo Llop
se le censuró con impiedad en sus distintas publicaciones,
y de modo expreso en el periódico festivo "El Chismoso",
que en su segunda etapa fue secuestrada la tirada por haber
insertado una caricatura que representaba al censor Madrazo
acometiendo con el lápiz rojo al director y redactores,
motivo porque dejó de publicarse aquel semanario
crítico (Edo Llop, 1888).

Siguen las nuevas publicaciones con la
creación de "El Negro Bueno", semanario satírico de
acusadas tendencias liberales, fundado en enero del 1868 por
Jacobo Domínguez Santi, que fue clausurado al tercer
número y su fundador encarcelado en La
Cabaña

Al estallar la Guerra de los Diez
Años, había en Cienfuegos tres periódicos
que se ocupaban de los problemas políticos: "El Fomento" y
"El Comercio", defensores de la implantación de un
régimen autonómico o de reformas políticas,
y "El Telégrafo", que era el órgano defensor del
régimen imperante y de tendencias ultra conservadoras
(Machado, 1953).

En todo momento las publicaciones locales
respondieron al pensamiento político y sociocultural de la
época, aunque siempre existió alguna
publicación con algunas ideas más "liberales" pero
que duraban muy poco tiempo, pues eran censuradas y eliminadas
por los respectivos Gobernadores.

Todas la publicaciones cienfuegueras, desde
la Fundación hasta el inicio de la Guerra de los 10
años se caracterizaron por un perfeccionamiento
sistemático de sus ediciones y por la introducción
de la tecnología tipográfica más moderna,
que sirvieron para establecer y difundir los criterios
económicos, políticos y culturales; singularizaron
en cada momento las ideologías de las clases en el poder,
aspecto que se vio favorecido con la presencia tanto en su
trabajo de escritura como de la edición por los
intelectuales y creadores más significativos de su
período, representando con ello el pensamiento de avanzada
nacional , así garantizaban la supervivencia de las
publicaciones y su utilidad.

También tuvieron un papel importante
en estas publicaciones las informaciones de corte comercial o
económicas, así como los anuncios o promociones,
que eran las que sufragaban parte del proceso
editorial.

En definitiva, siempre la prensa
periódica responde a los intereses de la clase dirigente o
desaparece, pero en el caso de Cienfuegos en esos primeros
años respondió sobre todo a los intereses
económicos de una clase social en auge, que buscaba
informaciones comerciales, noticias diversas, pero que no buscaba
grandes debates políticos en ella. Esa prensa
también se vio influenciada por la inversión de
capitales nacionales de los centros poblacionales cercanos, como
Trinidad, Sancti Spiritus y Matanzas y muchas veces los mismos
comerciantes locales eran los inversionistas de las
imprentas.

Se puede decir que en Cienfuegos, la prensa
desde la Fundación, siempre estuvo presenta como respuesta
a los intereses comerciales de la Villa y se vio beneficiada por
el auge económico de esta en todo momento.

En sentido general la prensa cienfueguera
discurrió estos años entre apariciones y
desapariciones de diferentes publicaciones, siempre buscando
instalar aquí la última tecnología de
impresión posible y el mayor número posible de
anunciantes, pues estos últimos eran los que propiciaban
los ingresos mayores de las publicaciones.

Sin embargo, esta prensa cienfueguera de
los primeros años no se ha estudiado
científicamente; solo se ha realizado algunas
aproximaciones al tema, como la realizada por Edo Llop y la de
Aragonés Machado, pero ambos se limitan a enumerar algunas
características de los medios existentes. En ninguno de
los dos casos se buscan las causas que llevaron a esos primeros
impresores a asentarse en la Villa, ni los condicionamientos
económicos existentes en el momento. Estas relaciones
entre la prensa y la economía pueden pasar inadvertidas
para un lector pasivo, pero no para un investigador del tema, que
debe establecer las causas y las consecuencias de un hecho
histórico mediante las relaciones de las diferentes
variables del tema.

La obra de Edo Llop es fuente de consulta
para investigar sobre esa época y sobre el tema, en parte
producto del mal estado de los pocos ejemplares que se conservan
en los archivos cienfuegueros, que se pudieran catalogar de
escasísimos en lo referente a esa etapa. Aunque se
conservan varios periódicos de la segunda mitad del siglo
XIX, son casi inexistentes los que se publicaron en la primera
mitad. Esa dificultad ha hecho se tomen como referencias los
textos citados, y muy pocas veces las fuentes
originales.

Bibliografía

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Autor:

Sabdiel Batista
Díaz

 

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