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Vigencia y alcance de paradigmas filosóficos y científicos




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. ¿Qué es
    paradigma?
  3. Los
    viejos paradigmas filosóficos y
    científicos
  4. Método positivista de
    investigación científica
  5. El
    nuevo paradigma de la mecánica
    cuántica
  6. Conclusión

Introducción

En nuestro tiempo es común escuchar
reiteradamente el término "paradigma" y las
expresiones: "El viejo paradigma". "Agotamiento de los
paradigmas de la antigüedad". "Necesidad de un cambio de
paradigma". "El nuevo paradigma".
En los múltiples
campos del saber se pide la implementación de nuevos
paradigmas para investigar la naturaleza y la sociedad. Desde
diversos sectores del conocimiento se exige que adoptemos
paradigmas revolucionarios e innovadores para la
exploración del universo, acordes con los nuevos
desarrollos filosóficos y científicos y el
surgimiento de sistemas, teorías, principios, teoremas y,
principalmente, los alcances filosóficos y
epistemológicos de la teoría de la relatividad y de
la mecánica cuántica.

En el presente texto intento acercarme al
polisémico concepto de paradigma, explorarlo someramente
desde los aspectos filosófico y científico,
disertar sobre el agotamiento de la concepción del ser
estático de Parménides y de la mecánica
clásica, enfatizando en el nuevo paradigma de
investigación filosófica y científica de la
llamada "realidad" o del universo a la física o
mecánica cuántica, que llega a negar la realidad
objetiva, la materia, el espacio y el tiempo con las
implicaciones tan profundas que esto supone.

¿Qué es
paradigma?

La palabra paradigma, que se compone del prefijo griego
para (junto a, alrededor de), y de deigma
(modelo o ejemplo), se podría definir como modelo,
ejemplo, patrón, arquetipo, esquema formar de
organización, marco teórico o conjunto de
teorías. "Los modelos paradigmáticos son modelos
metafísicos y epistemológicos, que proporcionan el
"contexto" en que se forman los diferentes modelos
teóricos y teorías de un nivel inferior,
presentando las directrices generales de agrupamiento de las
diferentes teorías"[1].

De la infinidad de definiciones de paradigma que existen
selecciono la siguiente, debido a que se acomoda al tema que me
propongo desarrollar: "Un paradigma es un determinado marco desde
el cual miramos el mundo, lo comprendemos, lo interpretamos e
intervenimos sobre él. Abarca desde el conjunto de
conocimientos científicos que imperan en una época
determinada hasta las formas de pensar y de sentir de la gente en
un determinado lugar y momento
histórico"[2].

La definición adecuada de paradigma depende del
contexto en que se defina y conciba, por cuanto tiene
aplicación en gramática, lingüística,
filosofía y ciencias en general. Acá interesa en el
ámbito de la filosofía y, principalmente, en el de
la ciencia. El concepto de paradigma, en el universo de la
ciencia, fue introducido por Kuhn[3]para referirse
al conjunto de conceptos, creencias, tesis, que en una etapa dada
de la historia acepta la comunidad científica y basado en
él desarrolla toda su actividad investigativa y que marcan
una ruptura con lo hasta ese momento aceptado. "De esta forma, un
paradigma científico  establece aquello que debe ser
observado; la clase de interrogantes que deben desarrollarse para
obtener respuestas en torno al propósito que se persigue;
qué estructura deben poseer dichos interrogantes y marca
pautas que indican el camino de interpretación para los
resultados obtenidos de una investigación
científica"[4].

Los viejos
paradigmas filosóficos y
científicos

1 El paradigma metafísico
estático de Parménides

Los paradigmas de interés para mi
indagación surgen en los albores de la filosofía.
Parménides, en la antigua Grecia, al caracterizar al ser
(que identificó con el pensamiento y la realidad: todo lo
que existe, todo lo que es) como único, eterno, inmutable,
ilimitado e inmóvil, instaura un paradigma, modelo o
sistema metafísico, con fundamento en la razón, que
se mantiene aún con grandes dificultades, sobre todo
cuando se trata de investigar la pluridimensionalidad del ser
humano. Ese paradigma racional fue ampliado, desarrollado y
perfeccionado de manera crítica y dialéctica por
Platón, Aristóteles, Copérnico, Bacon,
Descartes, Locke, Leibniz, Espinosa, Galileo, Newton y Kant,
entre otros, agotándose en parte con el sistema hegeliano,
luego de retomar la concepción dinámica del ser
Heráclito (totalmente opuesta a la de Parménides),
que Marx reorientó a la investigación del
fenómeno económico con base en el materialismo
dialéctico e histórico.

El paradigma filosófico de Parménides
condicionó la génisis y dinámica del
conocimiento, las ciencias físico–matemáticas
y la comprensión del ser del hombre. Como consecuencia de
esta concepción del ser, como estático y
permanente, el pensamiento filosófico no puede ingresar
"en regiones más profundas que las regiones del
ser"[5]. Parménides, al identificar el ser
con el pensar y el pensamiento con la realidad, afirma la
existencia del ser en general como uno, universal y siempre el
mismo, y establece el pensamiento como vía única
hacia la verdad. "Los principios de identidad o
contradicción, modelos básicos del ser y el pensar,
son formas o imposiciones de la razón, de la
lógica, del lenguaje"[6]. La preferencia
del conocimiento intelectual, el que se obtiene a través
de la razón, eclipsa el conocimiento sensible, y esta
preferencia gozará de la masiva atención en el
transcurso histórico de la filosofía desde
Parménides hasta nuestro tiempo. Toda forma de
racionalismo en especial caminará por las formas
descubiertas por Parménides.

Las ciencias físico–matemáticas,
construidas sobre la concepción idealista y de la
metafísica de la subjetividad, heredera del pensamiento
estático de Parménides, se atuvieron sólo al
iluminismo de la razón, que opera según principios
y juicios fundados en leyes invariables de la naturaleza. La
caracterización de este tipo de ciencia concibe a la
naturaleza como una totalidad conexa de cuerpos en movimiento, la
cual es calculable matemáticamente en las dimensiones de
espacio y tiempo. "Dentro de este marco se establece lo que es el
ente físico: un objeto espacio–temporal móvil
según relaciones determinables matemáticamente. Lo
demás de la naturaleza no le interesa a la física
en el momento de la constitución. A dicho plan pertenecen
principios y juicios de la razón, que no son más
que las definiciones de los conceptos fundamentales de tiempo,
espacio y movimiento y de las reglas del cálculo, las
cuales fijan de una vez por todas, según leyes
invariables, la consistencia del ente
físico…"[7].

2. El paradigma filosófico dinámico de
Heráclito

Contrario al pensamiento de Parménides, su
contemporáneo Heráclito caracteriza al ser como
dinámico y en constante devenir, que no se puede captar
por los sentidos porque está en constante movimiento,
negándose a cada momento. Parménides, enfrentado a
Heráclito, demuestra que el camino que lleva a las
verdades fijas es el pensamiento abstractivo. "Con ello fijamos
un polo inmóvil en el flujo de los fenómenos. Pero
Parménides no vio que todos los conceptos del pensamiento
abstracto son una artificial inmovilización y
esquematización de aspectos y lados parciales
extraídos de una realidad siempre fluyente y de infinita
variedad, y como quiera que estos aspectos y posiciones de
realidad sean muchas veces básicos y esenciales, por esto
tomó Parménides el mundo de los conceptos por el
auténtico y real. Y así vino a confundir el mundo
del logos con el mundo de la realidad, y desde esa base
estructuró de manera original su concepto de ser…
Sólo lo universal es para Parménides
esencial…"[8]. Vale aclarar que el logos de
Heráclito es pieza fundamental de su filosofía, es
lo común en la diversidad, la medida en el avivarse y
amortiguarse del eterno devenir, la única ley divina que
todo lo rige y de la que todas las leyes humanas se alimenta. "El
logos es, pues, para Heráclito la misma ley del mundo que
regula el devenir"[9].

Actualmente, el cambio se ha convertido en un aspecto
permanente de la vida. Nada permanece igual por demasiado tiempo.
El predominio del ser inmutable debe ceder paso al ser cambiante,
al devenir. El ser es un continuo devenir. "Las nuevas
condiciones históricas están llevando al observador
metafísico que hemos sido por tanto tiempo hasta sus
mismos límites… Tanto Heráclito como
Nietzsche entendieron que, para comprender a los seres humanos,
no podemos concentrarnos sólo en su «ser»,
sino que debemos también mirar hacia lo que no son, hacia
el espacio en el que se trascienden las formas actuales de ser y
se participa del proceso del devenir. En este proceso del devenir
se requiere dar cabida tanto al ser como al no-ser, a este ciclo
que reúne el ser y la nada, esta eterna recurrencia del
uno y del otro… Estamos, como dijo Heráclito, en un
proceso de flujo constante, nunca permaneciendo iguales,
cambiando continuamente, como lo hace un río. Y, como un
río, no podemos comprender cómo somos si
sólo nos concentramos en nuestro lado del ser. Un
río siempre envuelve esta tensión entre lo lleno y
lo vacío, entre el ser y el no-ser. Si sólo nos
fijamos en lo lleno, ya no tenemos un río, sino que un
lago, un estanque, o incluso un pantano. Si sólo nos
fijamos en lo vacío, también dejamos de tener un
río, tenemos ahora un canal seco, sin movimiento, sin vida
propia"[10]. En el mundo heracliteo, caracterizado
por el devenir, nada se detiene jamás. "Frente a la
dialéctica de lo mismo es necesario instaurar una manera
de ver la realidad universal no monista, es decir, alterativa,
pero que tenga en cuenta los datos
científicos"[11]. Y se necesita por cuanto
el ser es cambiante, no permanece estable. Los seres humanos no
tenemos un ser dado, fijo, inmutable. "Ser humano es estar en un
proceso permanente de devenir, de inventarnos y reinventarnos
dentro de una deriva histórica. No existe algo así
como una naturaleza humana predeterminada. No sabemos lo que
somos capaces de ser, no sabemos en lo que podemos
transformarnos. Como escribiera Shakespeare: Sabemos lo que
somos, pero no sabemos lo que podríamos ser
. Nuestro
ser es indeterminado, es un espacio abierto apuntando hacia el
futuro"[12].

Las contradicciones, condición del movimiento,
las fuerzas renovadoras y de la vitalidad, son propias de nuestro
ser multidimensional. El pensamiento de Herbert Marcuse plantea
que la condición unidimensional, impuesta por la
racionalidad instrumental –característica de nuestro
sistema socioeconómico o productor de mercancías
capitalista- anula nuestra criticidad movida por la
dialéctica, las contradicciones, fundamento de lo
existente. Es a través de las contradicciones como se
posibilita nuestra bidimensionalidad para establecer la
diferencia entre algunos fenómenos de la conciencia y
conquistar un mundo posible, constituido por las contradicciones
y la apertura hacia un horizonte de auténtica libertad.
"La circunstancia de que en el mundo unidimensional no se pueda
establecer la diferencia entre la necesidad genuina y la falsa,
entre la conciencia verdadera y la conciencia errónea,
entre el interés inmediato y el interés real, no
significa que tal distinción no sea indispensable. Todo lo
contrario, la vida misma de los nombres, el fruto de la vida
sobre la Tierra dependen precisamente de que esta necesidad de
limitar lo verdadero de lo aparente sea sentida
genuinamente"[13]. Este filósofo
francés, criticando la concepción metafísica
tradicional, fundada en la quietud, en la inmovilidad, formula su
crítica a la sociedad industrial avanzada. "La vieja
aspiración de la inmovilidad ha sido por fin posible y con
ella el progreso y la satisfacción dejaron de ser simples
ideas regulativas para encontrar sitio concreto en la
realidad histórica. Los contrarios han sido suprimidos en
una unidad final y racionalizada. Las viejas formulaciones
metafísicas que afirmaban la necesidad absoluta
de la confrontación entre opuestos, han sido refutadas.
Las oposiciones han hallado integración. La crítica
ya no tiene sentido. De esta manera, la sociedad industrial
avanzada ha alcanzado el logro más significativo de la
historia social humana: contener el cambio social y orientar las
fuerzas sociales en términos de racionalidad que involucra
todas las esferas del hacer humano. Los dinamismos
políticos, simbólicos y pragmáticos se
orientan en el único sentido de preservar y mejorar el
statu quo, y con ese fin los antiguos antagonistas se
aúnan en dirección de la razón
técnica y funcionalista"[14].

3 El paradigma filosófico de la
modernidad

Sobre el pensamiento Parmenídico y
Platónico, Descartes construyó su planteamiento que
da primacía al sujeto por encima del objeto. A partir de
éste se impuso el sujeto y la razón, dando origen
al paradigma de la mecánica clásica y al
surgimiento de la modernidad; el cogito cartesiano es el
fundamento de ésta. Sobre el famoso "pienso, luego
existo
" y sus consecuencias en el mundo moderno, Roberto
José Salazar Ramos señala que:

El horizonte unilateral del yo, encerrado en sí
mismo y existiendo como pensamiento, su indubitabilidad, y la
necesidad de su testimonio es primordial para saber algo de las
cosas o dar razón de ellas: es la forma de afianzarse en
la verdad. Es bien conocido el despliegue de razones que
Descartes utiliza para llegar a ese primer fundamento: la duda.
La finca en la percepción del ser como dubitante: el ego
cogito. Es el último eslabón hasta donde conduce la
duda universal, metódica, calculadora, fría. Es el
camino para asentar al cogito en la única y radical
perspectiva desde donde se proyectará todo conocimiento,
toda realidad y toda existencia.

El cogito ergo sum es la fórmula sobre la cual
gira la modernidad; cogito que en el fondo es la
abstracción de la totalidad histórica europea como
imperio manifestada ahora en subjetividad. El ser aparece como
una manifestación esencial del pensar: somos porque
pensamos, en donde cada juicio o inferencia sobre algo, es un
juicio de existencia, pues si yo veo que marcho, infiero de
aquí que pienso. Esta totalidad cerrada, manifestada en el
cogito, contiene todos los elementos que justifican el saber, el
conocer, el querer, el sentir. De esta manera pasa a ser el
centro de la vida de la mundaneidad construida y representada
dentro del mismo círculo del cogito. Reconoce entonces
todas las cosas como gravitaciones que giran y caen bajo su
control: la realidad es una mera representación de la
reproducción del cogito, dado que la conciencia pone el
ser y lo integra a su dominio[15]

El predominio de la razón se entronizó de
tal manera que sobre ella se sentó el paradigma de la
modernidad y se implementó el método
científico netamente racional, con el propósito de
estudiar la naturaleza, dominarla y modelar la vida individual y
colectiva. Con el dominio supremo de la razón se tuvo la
vana ilusión de la consecución de la genuina
libertad humana. "La idea de la razón había
caído bajo el dominio del progreso técnico, y el
método experimental era considerado como el modelo de la
actividad racional, es decir, como un procedimiento que altera al
mundo de modo que las potencialidades inherentes a él se
hagan libres y actuales. Como resultado de esto, el racionalismo
moderno tenía la tendencia de moldear tanto la vida
individual como la social, según el modelo de la
naturaleza. Aludimos aquí a la filosofía
mecanicista de Descartes, al pensamiento político
materialista de Hobbes, a la ética matemática de
Spinoza y a la monadología de Leibniz. Se representaba al
universo humano gobernado por leyes objetivas, análogas y
aun idénticas a las leyes de la naturaleza, y la sociedad
era considerada como una entidad objetiva más o menos
sumisa a los deseos y metas subjetivas. Se creía que las
relaciones de los hombres entre sí eran el resultado de
leyes objetivas que operaban con la necesidad de las leyes
físicas, y que la libertad del hombre consistía en
adaptar la existencia privada a esta necesidad. Un conformismo
sorprendentemente escéptico acompañaba así
al desarrollo del racionalismo moderno. Mientras más
triunfaba la razón en la técnica y en las ciencias
naturales, tanto más reacia se volvía para reclamar
libertad en la vida social del hombre"[16]. Sin
embargo, esta confianza excesiva en el poder de la razón
no fue si no mera apariencia; porque ésta, al
instrumentalizarse, terminó en fracaso para la vida y para
la libertad del hombre. Uno de sus productos, la racionalidad
técnica, instrumentalizó al ser humano y lo puso al
borde de su destrucción. Instrumentalizada la
razón, su paradigma científico, político,
económico y social se agotó.

El quehacer filosófico de la modernidad, que
cosificó al sujeto y que otorga primacía a la
razón, hasta convertirla en razón instrumental,
aplicó todas las caracterizaciones del ser
parmenídico a la totalidad del ser, y desde éste
fundamentó las ciencias, la ciencia de la vida y las
ciencias del hombre, bajo el imperio del iluminismo que
"endiosó" a la razón. "La concepción del
hombre como una esencia quieta, inmóvil, eterna y que se
trata de descubrir y de conocer, eso es lo que nos ha perdido en
la filosofía contemporánea, y hay que reemplazarla
por otra concepción de la vida, en que lo estático,
lo quieto, lo inmóvil, lo eterno de la definición
parmenídica, no nos impida penetrar por debajo y llegar a
una región vital, a una región viviente, donde el
ser no tenga esas propiedades parmenídicas, sino que sea
precisamente lo contrario: un ser ocasional, un ser
circunstancial, un ser que no se deje pinchar en un cartón
como la mariposa por el naturalista. Parménides
tomó el ser, lo pinchó en el cartón hace
veinticinco siglos y allí sigue todavía, pinchado
en el cartón; y ahora los filósofos actuales no ven
el modo de sacarle el pinche y dejarlo que vuele
libremente"[17]. Esa concepción del ser
estableció nuestro paradigma occidental, determinando las
dualidades que impiden el surgimiento de posibilidades
alternativas y de reconciliaciones, dividiendo la unidad. "El
pensamiento occidental, desde sus orígenes, ha sido
planteado con base en oposiciones binarias: Dios-demonio,
bueno-malo, blanco-negro, hombre-mujer, esencia-atributo,
espíritu-materia, centro-periferia, libertad-esclavitud,
verdad-mentira, oralidad-escritura, presencia-ausencia,
civilización-barbarie… Una primera forma de poner
en cuestión la oposición es no verla como dos
elementos contrarios e irreconciliables sino como los
términos extremos de un continuum: al movernos hacia el
centro, la oposición se desestabiliza y termina por no ser
efectiva. En la parte intermedia entre el blanco y el negro hay
una zona gris en la que tales colores se funden; entre hombre y
mujer hay innumerables posiciones intermedias: homosexuales,
lesbianas y hermafroditas…"[18]. Estas
oposiciones binarias condicionan nuestra manera de conocer, y por
eso creemos que las cosas son tal y cual como las percibimos, sin
ser conscientes de que las cosas son independientemente de
nuestra percepción de ellas. "Hay una realidad
óntica que permanece más allá de nuestros
juicios sobre ella, y esta realidad óntica es única
para todos los seres vivos, no hay dos realidades paralelas ni
superpuestas ni complementarias, como afirma nuestra
patológica conciencia
dualista"[19].

La lógica tradicional (rigurosamente
dilemática), responsable de la oposición binaria,
también posibilita la orientación dilemática
(que se opone a la orientación multilateral) o
propensión simplista de escindir el mundo en mitades
excluyentes, sin contemplar la posibilidad de los opuestos,
impidiendo la opción de una posición media. "Cuando
decimos: Hay que escuchar a las dos partes, suponemos
sin más, que en toda cuestión hay dos partes, y
sólo dos. Tendemos a pensar en plan de términos
opuestos: lo que no es bueno tiene que ser forzosamente malo, y
lo que no es malo es bueno… Las masas políticas
consideran al mundo dividido entre buenos y malos, como en las
películas…; entre derechistas o izquierdistas,
rojos o conservadores…"[20].

La orientación dilemática nos impone una
única elección entre dos posibilidades, opciones,
realidades: o materialistas, o idealistas; o liberales, o
conservadores; o izquierdistas, o derechistas; o capitalistas, o
socialistas; o la verdad, o la mentira; o triunfadores, o
fracasados; o ganadores, o perdedores… Las expresiones
orientación dilemática y
oposición multilateral fueron propuestas por el
lingüista Alfred Korzybski, quien afirmó que la
oposición dilemática "era característica de
un intelecto primitivo o emocionalmente
trastornado"[21]. La orientación
dilemática reduce considerablemente la capacidad de
valorar el mundo y permitir la inclusión de una
posición u opción intermedia o "neutral" al momento
de decidir o emitir un juicio, sin términos medios:
"El que no está conmigo está contra
". "O vivo, o muerto". "O amigos, o
enemigos
". "O sabio, o ignorante". "O cuerdos,
o locos
". "O nacionales, o extranjeros". "Yo
sólo estoy en lo cierto, los demás están
equivocados
". "Yo mando y usted obedece". El
resultado de posiciones tan totalitarias, sesgadas, selectivas,
excluyentes e intolerantes –que imponen una sola mirada del
mundo-, en concepto de Korzybski, determinan la cordura o el
trastorno mental de las reacciones semánticas
humanas.

A diferencia de la orientación dilemática,
oponemos la orientación multilateral o
polifacética, es decir la capacidad de ver las cosas en
función de más de dos valores, superando las
oposiciones binarias. "En lugar de "cuerdo" y "loco", hay
grados apreciativos de "completamente cuerdo", "bastante
equilibrado", "ligeramente neurótico", "cuerdo en la mayor
parte de los casos y temas", "neurótico", "sumamente
neurótico", "sicótico"
. Cuanto más
distingamos, más acciones posibles se presentan ante
nosotros. Esto quiere decir que se intensifica nuestra capacidad
para reaccionar debidamente a las múltiples situaciones
complejas de la vida"[22].

Los procesos democráticos se fortalecen gracias a
la orientación multilateral, sobre todo en el conflicto
dentro del accidentado universo de la conversación
argumentada y razonada en la dinámica dialéctica de
los debates. Este tipo de orientación es necesaria para la
discusión democrática y para la cooperación
humana. "Cuanto más desarrollada esté una
democracia, más flexibilidad habrá en sus
orientaciones y mejor conciliará las diferencias del
pueblo […] En nuestra conversación diaria tenemos
que evitar todas las actitudes dilemáticas. En nuestra
sociedad en competencia, la conversación suele convertirse
en inadvertido campo de batalla donde constante e
inconscientemente tratamos de triunfar, poniendo en evidencia los
errores del interlocutor, o su falta de información,
apabullándolo ante todos con la superioridad de nuestra
erudición y lógica"[23]. Los
interlocutores condicionados por la orientación
dilemática, parten de la idea de que las afirmaciones del
interlocutor son verdaderas o falsas. Si queremos un
diálogo fructífero, apliquemos
sistemáticamente la orientación polifacética
o multilateral. "Lo que hablamos en nuestra conversación
corriente siempre suele tener algo de verdad, aunque se base en
deducciones fugaces y en generalizaciones precipitadas. Buscando
la aguja de la verdad en el pajar de lo que se dice el otro se
aprende algo, aunque nuestro interlocutor esté lleno de
prejuicios o no ande bien documentado. Y lo mismo le
pasará a él con lo que le digamos nosotros. A fin
de cuentas, toda la vida civilizada depende de nuestra
disposición a aprender, no sólo a
enseñar"[24].

La orientación dilemática (propia de
mentes cerradas), en la praxis comunicativa, cuyos elementos
básicos son el hablante y su expresión, o acepta al
declarante y su expresión, o rechaza al declarante y su
expresión; sólo hay dos opciones: de
aceptación o de rechazo. La orientación
multilateral (propia de mentes abiertas), en un evento
comunicativo, acepta al hablante, pero no su expresión;
rechaza al hablante, aceptando su expresión. "En verdad,
la persona de mente cerrada tiene miedo a la vida. Si no
está de acuerdo con el que habla o con lo que dice,
rechaza a los dos [al hablante y su expresión]… En
una palabra: la mente cerril está presa en su
orientación dilemática: o se acepta al declarante y
su declaración, o se rechaza a uno y a
otra"[25]. La orientación multilateral nos
moderará para que no confundamos las abstracciones con la
realidad y evitemos hacer deducciones precipitadas y emitir
juicios temerarios luego de escuchar cualquier
información. Ejemplo: "Hirieron a Fulano de tal"
(Información). "¡Quién sabe en qué
andaría, vaya uno a saber
!" (Deducción).
"Con lo pendenciero y haragán que es, mínimo
andaba peleando o robando. Bien merecido se lo tiene por la vida
de delincuente que lleva
" (Juicio).

4 Paradigma filosófico y
científico de la mecánica
clásica

Con el declive del pensamiento filosófico que, a
pesar de ser racionalista, era realista – objetivo y, por lo
tanto, muy cercano al sentido común (sobre todo su
teoría geocéntrica del universo), surge el
idealismo –con sus productos: el racionalismo y el
empirismo) como una nueva cosmovisión, centrada en la
subjetividad, lo que significó una profunda
revolución filosófica y
científica.

A partir de entonces surge la idea de progreso y los
métodos de investigación tradicionales, como el
cartesiano y el empirista-positivista, siguen vigentes
caprichosamente hasta nuestros días a pesar de que se
muestran insuficientes ante las nuevas concepciones
epistemológicas en el campo de la investigación de
la naturaleza y de la sociedad.

Así mismo, teniendo como soporte la lógica
tradicional de corte aristotélico, surge la
mecánica o física clásica, incoada
principalmente por Copérnico, Bacon, Descartes, Newton y
Kant; paradigma científico que permitió desde los
albores del Renacimiento la investigación del universo a
escala macroscópica, con los avances tecnológicos
que sirvieron de motor a la revolución industrial y la
mecánica en general. Debido al desarrollo
tecnológico, producto de la investigación a nivel
microscópico, y al surgimiento de nuevas teorías
científicas, el modelo clásico en la actualidad ya
no responde a las exigencias epistemológicas que impone
nuestro mundo contemporáneo con su revolución
epistemológica del siglo XX.

El investigador Sergio Néstor Osorio
García[26]plantea la tesis de que se
requiere de la concepción e implementación de un
nuevo paradigma epistemológico para entender el universo
como totalidad o como comprensión de nuestra humanidad, de
nuestro ser, capaz de superar el obsoleto paradigma que
sirvió de fundamento a la cosmovisión de la
realidad desde el siglo XVII hasta mediados del siglo
XX.

El paradigma científico propio de la modernidad,
iniciado con los planteamientos filosóficos y
epistemológicos de Bacon y Descartes, entre otros
pensadores modernos, enmarcados dentro del racionalismo y el
empirismo, que sirvió de fundamentación
teórico-práctica para el desarrollo de la ciencia
de Copérnico, Galileo, Newton y otros científicos
de los siglos XVII, XVIII, XIX y parte del XX, se agotó
para la nueva cosmovisión que requiere nuestro mundo
actual o contemporáneo.

El paradigma cartesiano, basamento de la modernidad
occidental, retomando planteamientos racionalistas de los
antiguos griegos e identificando el pensamiento con el ser,
estableció el método de investigación
científica que, con el auxilio de la lógica
aristotélica y sus principios del pensamiento
lógico, estructuró la racionalidad
científica, en donde el hombre o el ser humano se
escindía de la investigación que
adelantaba.

El conocimiento humano, que dio origen a la ciencia
moderna, estuvo condicionado por la exacerbación de la
razón, que llegó a entronizarla como la
única guía para el progreso, y fue artífice
del racionalismo radical, la Revolución Francesa, la
Revolución Industrial y el Capitalismo, fenómeno
socioeconómico que condicionó nuestra manera de ser
y de estar en el mundo.

Esa ciencia, que a pesar de sus innegables avances en
diversos campos, ha contribuido a la deshumanización,
debido a que se ha conducido bajo los dominios utilitarios de la
razón instrumental, haciendo que la persona gire en la
rueda del hacer, del tener y del consumir, olvidándose de
su ser por ir tras la conquista de los objetos o de las cosas
materiales. A pesar de que pretendía responder a los
verdaderos intereses del ser humano, debido a su
instrumentalización, ha sido incapaz de dar una respuesta
a la simple búsqueda de la felicidad.

La reflexión científica y
filosófica de Osorio García muestra cómo la
realidad contemporánea demanda de la construcción e
implementación de una nueva racionalidad, de un nuevo
paradigma para la investigación científica desde
todas sus aristas, en el que el ser humano sea beneficiado con el
producto de la investigación y no cosificado e
instrumentalizado con el resultado de la misma.

Osorio García nos sensibiliza y orienta con su
reflexión, llamando la atención sobre la necesidad
de superar el modelo obsoleto de hacer ciencia, dado que es
incompatible con la revolución científica que
dentro de sus actuales preocupaciones especulativas y
prácticas requiere de un novísimo fundamento
epistemológico que supere la racionalidad instrumental,
teniendo en cuenta que los nuevos paradigmas y concepciones del
universo, como la teoría de la relatividad, la
física cuántica, principios, leyes y teoremas,
invitan a que se piense e investigue la realidad desde otras
metodologías y otros supuestos
epistemológicos.

Método
positivista de investigación
científica

Con el surgimiento del positivismo (que desestima la
especulación filosófica y sólo da
primacía a lo objetivo, lo fáctico, lo
experimentable, lo verificable y lo medible), se instaura un
método de investigación científica que opera
hasta nuestros días con enormes dificultades porque su
metodología y supuestos epistemológicos ya no
responden a la problemática de la naturaleza y de la
sociedad actual. Recordemos que el positivismo es la corriente
cultural desarrollada por el pensamiento comteano, caracterizado
por el poder de la ciencia racional y por enfatizar la
importancia del método científico para la
investigación de la realidad en búsqueda del
progreso y la regeneración moral de la
sociedad.

El positivismo, al afirmar la existencia del mundo
exterior, de la llamada "realidad" natural y social exterior al
sujeto cognoscente y concebir la ciencia como conocimiento
sistemático, dinámico, explicativo y predictivo
útil para describir, explicar y comprender racionalmente
los procesos naturales y sociales, acepta la existencia de la
realidad objetiva exterior, sin plantearse la posibilidad
filosófica de su no existencia. Ésta es una de sus
principales debilidades.

En este sistema el conocimiento científico parte
de los supuestos o fundamentos básicos de que el mundo
existe y podemos conocerlo sensorialmente, y sus fenómenos
están relacionados causalmente. La finalidad de su
método científico –base de la
investigación científica durante los últimos
trescientos años- es determinar las características
de la realidad y explicar las relaciones existentes entre dichas
características, lo que implica establecer qué es
la realidad y cómo conocerla. Satisfechos estos
propósitos, el positivismo pretendía "el
mejoramiento gradual y progresivo de la capacidad humana de
control sobre la realidad, tanto natural como
social"[27].

Realidad para el positivismo es "una cualidad propia de
los fenómenos que conocemos como independientes de nuestra
propia volición"[28], y para conocerla
parte de los siguientes presupuestos o fundamentos
epistemológicos "reconocidos y aceptados sobre los cuales
la investigación científica se organiza y
desarrolla"[29]: 1. La realidad existe. 2. La
realidad tiene forma que se manifiesta a nuestros sentidos tal
como es. 3. La realidad es dinámica, y por eso es
cambiante y temporal. 4. La realidad es una unidad en sí
misma porque sus fenómenos no están aislados y se
encuentran interrelacionados dentro de una totalidad. 5. La
naturaleza o realidad se organiza de lo simple a lo
complejo.

El llamado "modelo especular" lógico-positivista,
que es la orientación tradicional del conocimiento
según la concepción positivista para obtener
objetividad fáctica, certeza absoluta y verdades
inconcusas, nos dice que fuera de nuestra mente existe una
realidad totalmente acabada, objetiva y externa, la cual se
refleja, como en un espejo, dentro de nosotros. "De esta forma,
ser objetivo es copiar bien esa realidad sin deformarla,
y la verdad consistiría en la fidelidad o
correspondencia
de nuestra imagen interior con la realidad
que representa"[30]. Este paradigma, denominado
también "cartesiano-newtoniano", valora, enfatiza la
importancia de "la objetividad del conocimiento, el determinismo
de los fenómenos, la experiencia sensible, la
cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica
formal y la verificación
empírica"[31].

El nuevo
paradigma de la mecánica cuántica

Desde mediados del siglo XX la investigación,
interpretación y comprensión de algunos
fenómenos naturales, culturales y sociales de palpitante
actualidad viene exigiendo nuevas herramientas conceptuales,
metodológicas y epistemológicas, sobre todo las
áreas del conocimiento que tienen su fundamento en las
teorías del complejo universo subatómico, que hunde
sus raíces en el pensamiento de los filósofos
griegos Demócrito y Leucipo. Tras el surgimiento de la
mecánica o física cuántica nuestra manera de
percibir, interpretar y sistematizar el mundo cambió
sustancial, profunda y radicalmente.

El nuevo paradigma holístico con que se debe
mirar e investigar el mundo tiene que superar dogmas, "verdades"
establecidas y absolutas, dando cabida a nuevos fundamentos
epistemológicos, sociológicos,
gnoseológicos, metodológicos, filosóficos,
metafísicos, antropológicos, políticos,
sicológicos, entre otros, libres del imperio radical de la
razón instrumental, con el propósito de obtener
conocimientos que posibiliten el desarrollo sostenible del
planeta y no su aniquilación.

Hoy nos enfrentamos a la realidad virtual. Entonces
estamos pasando del paradigma mecanicista a un paradigma
relativista y cuántico. Todo está relacionado con
todo, todo es un sistema compuesto por otros sistemas, incluido
todo lo que hay en el universo. Ese cambio nos exige que nos
sincronicemos y revisemos nuestra manera de ver y concebir el
mundo. Las relaciones de incertidumbre para muchos
filósofos constituyen una prueba de que existe
indeterminismo en el universo físico y que, más
allá de esto, se probaría que hay una especie de
principio de libertad. Con la revolución cuántica
queda en entredicho el principio lógico de identidad,
descubierto por Parménides y establecido por
Aristóteles (un elemento es igual a sí mismo), y el
mismo principio de no contradicción (una cosa no puede ser
y no ser al mismo tiempo).

Éste no es el escenario propicio para entrar en
detalles históricos de este nuevo, revolucionario e
innovador paradigma filosófico y científico. En la
medida de mis capacidades pretendo resaltar la importancia de
éste, mostrar sus implicaciones en nuestra vida y su
utilidad en el ámbito cotidiano. Comprenderlo encierra
cierta dificultad porque nos aleja del tradicional sentido
común con que estamos acostumbrados a explorar y
comprender nuestro entorno natural, cultural y social. Mi
reseña la elaboro, teniendo en cuenta ciertos aspectos de
la relatividad einsteniana y poniéndola en relación
dialéctica con su paradigma opuesto: la mecánica
clásica o newtoniana.

Como se sabe, la mecánica cuántica ha
planteado con mayor hondura problemas filosóficos como el
de la relación entre el sujeto y el objeto, el del
conocimiento y la realidad física, el de la causalidad y
la necesidad, el de determinismo e indeterminismo, el de la
evidencia física y el formalismo matemático, etc.
"La mecánica cuántica es la teoría
más satisfactoria que poseemos para explicar todo lo que
nos rodea, desde el origen del Universo (el Big Bang) hasta el
surgimiento de la vida en nuestro planeta. En este sentido, la MC
nos ayuda a comprender nuestro entorno, nuestro origen, nuestro
futuro y, por tanto, a nosotros
mismos"[32].

El sujeto debe ser el centro de la investigación
y no el objeto, como pretendió la modernidad, sin que haya
división entre el investigador y el objeto investigado. El
nuevo paradigma exige la superación de las dualidades que
impuso la lógica con que se desarrolló la ciencia
moderna. Ya no se puede pretender que las oposiciones binarias:
ciencia-metafísica, ciencia-filosofía,
ciencia-espiritualidad, verdad-mentira,
teoría-práctica sean tenidas en cuenta en cualquier
proceso investigativo como opuestos excluyentes uno del otro; es
decir, que se pretenda escoger entre el uno o el otro, sin
permitir que los dos puedan existir simultáneamente e
interrelacionarse mutuamente.

El nuevo paradigma einsteniano y cuántico
(relativista e indeterminista) supera el caduco paradigma
mecanicista clásico (determinista y absoluto), fundado en
la concepción de un ser estático y eterno (en el
cual el verdadero ser de las cosas es permanente), producto de la
conciencia organizada unívocamente bajo los dictados de la
razón instrumental, operativa, que posibilita un modelo
socioeconómico de producción y mercado
estándar, según el cual la realidad de las cosas no
puede verse a la luz de un mundo determinado. La teoría de
la relatividad einsteniana supera la teoría newtoniana y
enseña que todo fenómeno depende de su entorno y es
relativo al observador. "La vieja ciencia nos
enseñó que todos los fenómenos son
fenómenos de cosas que están hechas de materia; de
que la materia es el fundamento de todo ser. El nuevo paradigma
está basado en la primacía de la conciencia; que la
conciencia y no la materia, es el fundamento de todo ser;
nosotros somos esa conciencia en donde todo el mundo de la
experiencia, incluida la materia, es la manifestación
material de las formas trascendentes de la
conciencia"[33]. El paradigma cuántico y
relativista, superador del modelo newtoniano, "permite pasar de
un tiempo y un espacio estables a un universo de relaciones
múltiples donde son posibles tantos sistemas de
referencias y autoconstrucción como velocidades soporta la
materia"[34]. Las leyes de Newton predicen
sucesos, la mecánica cuántica predice
probabilidades. Newton suscitó el triunfo de la
razón positivista con su visión parcial y sesgada
de la experiencia, y la separación de ciencias naturales y
ciencias morales, generando incomunicación entre
éstas. Sobre este particular, los investigadores Walter
Ritter Ortíz y Tahimi E. Perez Espino señalan lo
siguiente:

Partes: 1, 2

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