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Canción de Rachel, retablo de costumbres de la Belle Époque cubana



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Situación
    histórico, social y cultural de Cuba en la
    década del 20 del siglo pasado
  4. La sociedad cubana
    de la década de 1920 reflejada en la novela
    Canción de Rachel
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

"Que la historia hubiera copiado a la
historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a
la literatura es inconcebible…"

J. L. Borges, "Tema del traidor y del
héroe", Ficciones.

Resumen

La literatura testimonial de Miguel Barnet se reconoce
como un icono de las letras latinoamericanas en la escritura
mundial. Sus obras se encuentran inmersas en la lucha de los
pueblos latinoamericanos por defender su dignidad y encontrar en
la historia del pasado elementos que le permitan conformar una
identidad propia y definida con base a su historia.

Miguel Barnet hurga en los escombros del pasado, en
constante búsqueda de lo que permanece como parte
importante de una cultura, de una forma de entender el mundo.
Apuesta por una significación de la vida como una
constante aventura en el tiempo y en el espacio de la historia
cubana. Su obra Canción de Rachel va más
allá de la biografía literaria. Compone este
personaje femenino girones de muchas vidas estructurados por el
autor para darnos una imagen verídica de las limitaciones
históricas y socio-culturales opuestas al desarrollo de
una mujer, de los cubanos y de la Isla.

Para el desarrollo de esta investigación se
trazó como objetivo general valorar la influencia del
contexto histórico-social cubano en la novela
Canción de Rachel. Para cumplir este
propósito, se hizo una búsqueda de las principales
consideraciones teóricas sobre el tema, las condiciones
histórico-sociales de la época y su influencia en
la novela de Barnet.

Introducción

La reflexión acerca de la cultura
implica la consideración de, por lo menos, tres aspectos:
el histórico, el antropológico-social y el
semiótico. Varios teóricos nos llevan, por
diferentes vías, a relacionar la idea de cultura con la
historia, la lengua y la literatura de una determinada
región. Desde esta perspectiva, la cultura resulta el
mecanismo creador de un conjunto de textos, estructurados a
partir del sistema de signos que circula socialmente mediante un
uso cultural del código de comunicación, con lo
cual "la realidad de una cultura se presenta para la
observación del hombre como un sistema sígnico
portador de expresiones sociales, históricas, culturales y
artísticas" (Heredia 1994: 15). Así, la
construcción de un sistema cultural

"[…] se configura desde su génesis
con la perspectiva plurivocal de todos los discursos sociales
presentes en dicho sistema, aunque desde el reconocimiento de una
voz que los organiza y los orienta estéticamente con un
sentido específico, insertándose dentro de un
macrouniverso mayor: ei texto de cultura" (Heredia
1994:14).

Este sistema sígnico como texto de
cultura es, por excelencia, el texto literario.

Por su parte, los estudios culturales, a
través de una revisión de estrategias identitarias
asentadas sobre la noción de limite que implica "la
simultaneidad […] de lo que articula y separa, […] la
línea entre territorios materiales y simbólicos"
(Gr?ner 1998: 32), también se refieren a la cultura como
una textualidad, es decir, que conciben la realidad como un
vínculo problemático entre las prácticas
sociales, políticas e ideológicas, por un lado, y
los "juegos del lenguaje" por otro (Gr?ner: 47).

Estos principios que hemos sintetizado nos
permiten indagar en el campo literario desde el convencimiento de
que la literatura es "un conjunto coherente, un espacio […] en
el interior del cual las obras se rozan y se penetran unas a las
otras; es también, a su vez, una pieza ligada a otras en
el espacio mas vasto de la "cultura", en la que su propio valor
es función del conjunto" (Genette 1970: 186).

La existencia de maneras distintas de
contar y, por lo tanto, de literaturizar la Historia, constituye
un hecho irrefutable avalado en la practica textual.

Nos referimos a la Historia considerada,
claro esta, como un corpus de textos ortodoxos, tradicionalistas,
unívocos, homogeneizantes. Se destacan en este sentido dos
maneras de contar: una primera modalidad sería la oficial,
que se alimenta de los volúmenes de las bibliotecas y que
se explican en las aulas universitarias, mientras que una segunda
estaría secuenciada por una óptica que podemos
calificar de extraoficial, de "tono menor". La primera
—autoritaria, monumental, poblada de silencios y
distorsiones, que enumera los grandes acontecimientos que marcan
la evolución de la humanidad y en los que adquieren
notable relieve los héroes que han jugado un papel
hegemónico en los mismos. La otra, en cambio, tiende a
prestar atención a un caudal informativo diferente a los
testimonios orales de la gente humilde, "sin historia", a la voz
de esos individuos "sin nombre", sectores marginados y/o
periféricos de la sociedad que, agrupando un cúmulo
de vivencias, contribuyen también a moldear la identidad
de sus respectivos países, sin que por ello —salvo
en contadas oportunidades— la literatura les haya tributado
el reconocimiento que se merecen.

Existen otras vías posibles para que la pura
materia documental e histórica consiga su estatuto
literario, pero de todas, la que nos interesa subrayar en nuestro
trabajo es la segunda de las dos que hemos enunciado, ya que en
ella, en esa zona del espectro social que ocupan los marginados
por la Gran Historia es donde indaga la mirada sagaz de Miguel
Barnet (n. 1940), prosista en el contexto narrativo de una
modalidad que él con éxito ha denominado
"novela-testimonio". El presente trabajo posee gran importancia
ya que hará posible comprender de manera adecuada y
objetiva la compleja tensión entre arte y vida, la
dimensión literaria y lo extraliterario a través de
la obra de Miguel Barnet, Canción de
Rachel
.

Miguel Barnet hurga en los escombros del pasado, en
constante búsqueda de lo que permanece como parte
importante de una cultura, de una forma de entender el mundo.
Apuesta por una significación de la vida como una
constante aventura en el tiempo y en el espacio de la historia
cubana.

Era ya un escritor consagrado cuando escribió a
finales de la década del sesenta su novela Canción
de Rachel. Una historia de mujer, y como fondo La Habana de la
República. En el texto se toma como modelo las confesiones
de una corista del desaparecido teatro Alhambra, que a
través del diálogo con Barnet desnuda partes de su
vida privada. Rachel dictó al autor su vida, y éste
a su vez la traspasó a la literatura. Terminó
convirtiendo en materia poética una vida que observada a
través de un prisma objetivo, adolece totalmente de
poesía.

La literatura testimonial en Miguel Barnet encuentra un
icono de las letras latinoamericanas en la escritura mundial. Su
literatura se encuentra inmersa en la lucha de los pueblos
latinoamericanos por defender su dignidad y encontrar en la
historia del pasado elementos que le permitan conformar una
identidad propia y definida con base a su historia.

En la opinión de Sklodowska (1985:25), una de las
especialistas en la narrativa de Barnet, la novela testimonio
ejemplifica "una de las posibles maneras de descubrir y evaluar
la materia histórica". Profundizar en la historia de un
país tratando de hallar la verdadera idiosincrasia, de
conocer sus señas peculiares, dentro de la heterogeneidad
orgánica que las singulariza, es la meta que se fija esta
línea moderna de socio-literatura.

Muchos son los especialistas que han ahondado en la
crítica literaria relacionada con la novela
Canción de Rachel. Ejemplo de lo anterior es el
artículo de Raquel Chang Rodríguez "Sobre la
Canción de Rachel, novela – testimonio",
publicado en la Revista Iberoamericana en 1978; el de Alfonso
García Osuna "La Canción de
Rachel
y el desentrañamiento de la realidad",
publicado en Círculo de Revista de Cultura de New
York en 1988; el de Rogelio Martínez Furé, Lo
que me contaron de Rache
", publicado en La Gaceta de
Cuba
en 1969.

En estos artículos se revelan profundos
análisis sobre la obra, pero esta documentación y
su vínculo con el contexto histórico social de la
década de 1920 se encuentra un tanto dispersa y es
necesario precisarla en un estudio enfocado en esta
relación, lo que permite una mayor comprensión de
este clásico de la literatura cubana
contemporánea.

Es importante la comprensión del período
en que se basa la obra, así como el conocimiento a
través del testimonio de los propios testigos, de la
oscuridad o inmensidad de una época que conformó la
historia de Cuba, además de adentrarse en un
clásico de la literatura contemporánea cubana como
Canción de Rachel, que ha sido traducido a
múltiples idiomas y llevada al cine convirtiéndose
en una joya de la cinematografía cubana, titulada La
Bella del Alambra (1988
).

De lo anteriormente expuesto, se deriva el siguiente
problema de investigación:

¿Cómo se refleja el contexto
histórico, social y cultural cubano de la década
del 20 en la novela Canción de Rachel?

Para resolver este problema se plantea el siguiente
objetivo general:

Valorar la presencia del contexto histórico,
social y cultural cubano en la novela Canción de
Rachel
.

Objeto de estudio: La novela Canción
de Rachel
, de Miguel Barnet.

Preguntas de Investigación:

1. ¿Cuáles son las características
del contexto histórico, social y cultural cubano en la
década de 1920?

2. ¿Cómo se refleja el contexto
histórico, social y cultural cubano en la novela
Canción de Rachel?

3. ¿Cuáles son las características
de la obra literaria Canción de
Rachel
?

Diseño metodológico:

Para realizar esta investigación se tendrá
en cuenta el paradigma cualitativo, mediante el cual será
posible obtener conocimientos más profundos sobre las
características del género testimonio presentes en
la obra Canción de Rachel, de Miguel
Barnet.

Dentro de los métodos que se emplean, se
encuentran:

  • El histórico-lógico, utilizado
    para investigar y procesar información acerca de la
    situación política, económica y social
    de Cuba en los primeros 20 años de la Neocolonia y los
    orígenes del género testimonio.

  • El análisis–síntesis,
    empleado para unificar elementos aislados acerca del
    género testimonio, que después de realizar un
    análisis detallado de la bibliografía, permite
    sintetizar, resumir los contenidos de acuerdo a lo que
    resulte más importante y que aporte
    conocimientos.

  • El inductivo-deductivo, aplicado para
    relacionar toda la información referente al tema y
    poder arribar a conclusiones con el objetivo de hacer un
    análisis profundo de la obra, con el fin de que se
    vayan desmembrando los diferentes elementos de manera
    ordenada y lógica.

En correspondencia con los métodos anteriormente
mencionados se utilizan algunas técnicas que
tributan a la recogida de información:

  • La revisión bibliográfica y de
    archivo
    , documentos de diversos autores que permiten
    hacer una búsqueda de información referida al
    tema objeto de estudio, y después someter esta
    información a un profundo análisis en el cual
    tomará parte otra de las técnicas:

  • El análisis de contenido, que se lleva
    a cabo mediante un razonamiento sistemático y
    objetivo. Se contrastan una serie de ideas, o se distinguen
    algunos conceptos, que no están explícitos como
    tal en el texto, sino que se obtienen tras un proceso de
    abstracción y de elaboración.

Tareas de investigación:

  • Caracterización del contexto
    histórico, social y cultural cubano de la
    década de 1920-1930.

  • Análisis de la presencia del contexto
    histórico, social y cultural cubano de la
    década del 1920 en la novela Canción de
    Rachel
    , de Miguel Barnet.

  • Análisis de las características de
    esta obra literaria.

Capítulo I.

Situación
histórico, social y cultural de Cuba en la década
del 20 del siglo pasado

El primer gobierno de ocupación estadounidense en
Cuba quedó oficialmente constituido el 1° de enero de
1899 y permaneció hasta el 20 de mayo de 1902, cuando se
establecería la República Neocolonial. El
año 1899 representó el inicio de una nueva forma de
dominación en la época del imperialismo: Estados
Unidos se convertía en el nuevo poder externo
dominante.

Durante esos años Cuba adquiere un nuevo status:
pasa de ser una colonia de España a ser Neocolonia de
Estados Unidos. La cuestión más importante en esos
momentos era definir el futuro del país. Para esto, el
gobierno de Washington consideraba conveniente la
desaparición de las instituciones representativas del
movimiento libertador cubano. En adelante se iniciarían
los gobiernos de la oligarquía que iban a tener su sede en
Washington.

1.1 Caracterización de la época
neocolonial a principios del siglo XX.

Los EE.UU. se disponen a conformar la República
Neocolonial una vez disueltas las instituciones representativas
del pueblo cubano. El gobernador Leonardo Wood convoca a
elecciones presidenciales con los favoritos Gómez, B.
Masó y Tomás Estrada Palma. Sin adversarios, ya que
tanto Gómez como Masó, habían dimitido, el
triunfo de Estrada Palma no se hizo esperar y las elecciones se
realizaron estando éste aún en los
EE.UU.

El 20 de mayo de 1902 es la fecha de toma de
posesión indicada ya que era el día siguiente del
aniversario de la muerte de José Martí. Simbolizaba
el nacimiento de la República, después de la
caída del apóstol y su recuerdo estaría
presente. La República que nacía en esa fecha no
tendría ningún punto de contacto con la
República a la que aspiraba Martí, donde "la ley
primera era el culto a la dignidad plena del hombre". El ideal
martiano por el que se había luchado quedó
frustrado el 20 de mayo 1902.

El gobierno de ocupación encontraba un
país devastado por la guerra y por la política que
había desarrollado España para enfrentar la
insurrección, en especial se sufrían los efectos de
la reconcentración de Weyler. Se había producido
una pérdida de población de unos 200 000
habitantes. Las condiciones de miseria e insalubridad imperantes
provocaban epidemias. El analfabetismo alcanzaba en su
generalidad a los mayores de 10 años; la industria
azucarera apenas podía producir en aquellas circunstancias
y los demás cultivos estaban igualmente
deprimidos.

Estados Unidos necesitaba cambiar la situación
cubana para desarrollar sus propósitos de
dominación. Para crear condiciones a la inversión
de capital norteño, requería de personas aptas para
el trabajo, para lo cual precisaba mejorar la situación
educacional y las condiciones de salud. También buscaba
ganar la simpatía de los cubanos a través de la
imagen de su gestión.

La situación de la población en la Isla
era bien difícil. El dinámico proceso de
reconstrucción detuvo el desastre que amenazaba a la
población civil; abrió nuevas fuentes de empleo en
la agricultura y la construcción y aceleró la
organización del sistema educacional según las
concepciones norteamericanas, desestimando la
participación cubana en la toma de decisiones
cruciales.

La aparente generosidad del gobierno de los Estados
Unidos para ayudar al pueblo de Cuba, tenía realmente el
objetivo de obtener el control económico, político
y cultural de la República en gestación.

Ninguno de los proyectos del gobierno norteamericano
tenían como objetivo transformar las arruinadas
estructuras de la ex-colonia española en su
tránsito hacia la independencia, sino a crear las
condiciones para el fomento de un "mercado de tierra" que
facilitara el traspaso de las propiedades a manos de
políticos, magnates y propietarios norteños.
Mientras tanto, la escasez de capitales y de créditos
colocaba a los hacendados cubanos en una situación
desventajosa para el re-establecimiento de sus negocios, sobre
todo lo relacionado con el importante renglón azucarero,
agravado por la guerra[1]

En los primeros 40 años de República
Neocolonial ocurren importantes cambios en el orden
político, económico y social. En primer lugar, Cuba
dejó de ser una colonia para convertirse en una
República organizada según el modelo
burgués. Por otra parte, se caracterizó por la
dependencia económica y la subordinación
política.

La República había surgido el  20 de
mayo de 1902 atada al imperialismo por mecanismos
políticos, económicos y diplomáticos que
habían comenzado a gestarse desde la ocupación y
continuarían fortaleciéndose en
las próximas décadas. A la Enmienda
Platt, impuesta como condición para la retirada de
las tropas y el surgimiento de la república, le siguieron
el Tratado de Reciprocidad Comercial, el de Arrendamiento de
territorio para una Estación Naval y el Tratado Permanente
de Relaciones, todos firmados por el Gobierno de Tomás
Estrada Palma, los que fortalecerían el carácter de
neocolonia que tendría Cuba por los próximos 56
años.

Los tratados firmados por los EE.UU con el gobierno de
Estrada Palma sirvieron al imperialismo norteamericano para
asegurar el control del comercio cubano, y por ende de las
riquezas fundamentales del país; perpetuar las condiciones
de sometimiento implantadas por la Enmienda Platt y apropiarse de
parte  del territorio nacional, en resumen: consolidar el
dominio económico y político sobre Cuba.

El proletariado cubano pronto daría muestras de
su inconformidad frente a la explotación y
discriminación que padecía. Los movimientos
reivindicativos inicialmente encaminados a mejorar las
condiciones de vida y trabajo y obtener beneficios
económicos, como la Huelga de los Aprendices pronto
ganarían fuerza, beneficiados por la extensión de
las ideas socialistas y la labor de figuras como Carlos
Baliño y Agustín Martín Veloz.

Como consecuencia directa del  fallido intento
reeleccionista de Tomás Estrada Palma,  se produce la
segunda intervención norteamericana,  que dio paso a
un nuevo período de ocupación de la
Isla.

A las 12 de mediodía del 29 de septiembre de
1906, William H. Taft, el Secretario de Guerra de los
EE.UU., asumía las funciones de gobernador de
Cuba.

En otro sentido,  la corrupción
administrativa se reflejaba en los negocios sucios que
enriquecían a los políticos, desfalcaban el tesoro
de la Nación y hacían más difícil la
vida de las masas del pueblo. La compra del Convento de Santa
Clara, el negocio del Dragado de los Puertos y el Canje de los
Terrenos de Villanueva, fueron ejemplos de una interminable lista
de irregularidades.

  • Situación histórico-social de Cuba
    en la década del 20

Las dos primeras décadas de la república
surgida el 20 de mayo de 1902  en Cuba, fueron el escenario
para la implementación del modelo neocolonial de
dominación imperialista que sólo tendría fin
con el triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959.

Las primeras dos décadas del siglo transcurrieron
sin que se hiciera perceptible la necesidad de un cambio
revolucionario para lograr, lo que en la práctica, le
había sido robado a Cuba. Se propagaba un escepticismo
emanado, no tanto de la penetración extranjera, como de
los mecanismos corruptores que empezaban a hacer de la
política cubana un lodazal.

Durante este período la dependencia de la
economía cubana a los intereses del capital monopolista
norteamericano y la penetración en la cultura cubana, se
acrecienta. La dominación económica se va a
especializar en el sector azucarero, lo que originó el
estrangulamiento del desarrollo económico independiente de
Cuba, y deformó la economía, quedando como
abastecedora de materia prima a un solo mercado.

Gradualmente aumentaba el malestar político y
social con causas muy profundas. La economía cubana
había crecido rápidamente durante las dos primeras
décadas del siglo, estimulada por la reciprocidad
comercial con Estados Unidos y la favorable coyuntura creada por
la reciente guerra mundial.

Sin embargo, ese crecimiento era extremadamente
unilateral, basado de modo casi exclusivo en el azúcar y
en las relaciones mercantiles con Estados Unidos. Por otra parte,
los capitales norteamericanos, que habían afluido a la
Isla con ritmo ascendente, eran los principales beneficiarios del
crecimiento, puesto que controlaban el 70% de la
producción azucarera además de su infraestructura y
los negocios colaterales. El "bienestar económico"
derivado de este proceso, además de su distribución
desigual, revelaría una extraordinaria
fragilidad[2]

Ello se puso de manifiesto en 1920, cuando una brusca
caída en el precio del azúcar provocó un
crac bancario que dio al traste con las instituciones financieras
cubanas. Poco después, cuando la producción
azucarera del país alcanzaba los 5 millones de toneladas,
se hizo evidente la saturación de los mercados, claro
indicio de que la economía cubana no podía
continuar creciendo sobre la base exclusiva del azúcar. La
opción era el estancamiento o la diversificación
productiva, pero esta última alternativa no era posible,
pues no lo permitían la monopolización
latitudinaria de la tierra y la dependencia comercial de Estados
Unidos.

Por otro lado, los problemas sociales, lejos de
resolverse, se iban agravando. El fenómeno del latifundio
recaía con el proceso inversionista en la industria
azucarera. Las grandes extensiones de tierra habían pasado
a manos de empresas norteamericanas. La acumulación de
estos y otros problemas darían lugar a luchas
sociales.

La crisis económica de 1920-1921, golpeó
duramente a la economía cubana agravando la miseria de las
masas y reforzando las relaciones de dependencia al vecino
imperialista. En estas condiciones el movimiento obrero
fortaleció su lucha por reivindicaciones económicas
y sociales,  las huelgas se convirtieron en una eficaz arma
del proletariado, que comenzó a dar muestra de madurez al
buscar la unidad entre sus filas. Un ejemplo  de ello fue el
Congreso Obrero de 1920 organizado por el empuje proletario de
Alfredo López y sus compañeros.

La intelectualidad cubana, heredera de una cultura y una
conciencia nacional forjada en el siglo pasado, desplegó
una gran labor en la literatura y en la prensa para expresar el
sentir de aquel momento.

Acontecimientos como La Protesta de  los Trece
demuestran el nivel de conciencia patriótica que tomaba
una buena  parte de los intelectuales jóvenes que a
partir de entonces asumirían la actitud combativa que les
correspondía y pondrían su cultura y capacidad a
disposición del pueblo mediante la denuncia de los graves
males que padecía el país, entre ellos, muy
especialmente, la dominación imperialista, y la
organización de los cubanos para  la lucha por su
liberación.

La agitación revolucionaria en  la
Universidad de La Habana a finales de 1922 se encausaría
en el desarrollo de un intento de  reforma de esta
institución que pondría de manifiesto la  toma
de conciencia patriótica y de la necesidad de
transformarla en beneficio del país.

El 10 de enero de 1923 la FEU había divulgado un
manifiesto que se reconoce como un documento programa de la
Reforma Universitaria en Cuba y que esencialmente planteaba la
reorganización material, docente y moral de la
universidad, lo cual significó el surgimiento de la FEU a
la vida pública nacional.

La Reforma Universitaria constituyó una muestra
de la batalla emprendida por el sector más consciente de
la juventud cubana para transformar las instituciones caducas de
la república, las que reflejaban los males que afectaban a
la Nación en general.

Al frente de este intento de transformar la Universidad
y adaptarla a las necesidades de la Patria, estuvo  Julio
Antonio Mella, quien rápidamente traspasaría los
muros del recinto estudiantil hasta convertirse en un
líder del proletariado a escala Nacional y fundar el
primer partido Comunista en Cuba.

Agosto de 1925 marca un hito en el desarrollo de la
lucha revolucionaria del proletariado cubano por ser el momento
en que surgen como reflejo de su madurez ideológica y
comprensión de la necesidad de la unidad de las fuerzas
que enfrentaban la dominación neocolonial,  dos
importantes organizaciones: la Confederación Nacional
Obrera de Cuba (CNOC) y el primer Partido Comunista. La CNOC,
organización obrera  a escala nacional y el Partido
Comunista como vanguardia ideológica,   dieron
al proletariado la posibilidad de  enfrentar con mayor
éxito la explotación de la oligarquía
nacional y pro-imperialista.

Ante el auge de la lucha revolucionaria del pueblo
cubano, que enfrentaba los males de la neocolonia causados por la
dominación imperialista, la oligarquía y el
gobierno de los Estados Unidos emplearían el recurso de la
violencia extrema con la llegada al poder de Gerardo Machado en
1925.

Como es sabido, Gerardo Machado tenía sobrados
""méritos"" para hacerse grato a los imperialistas.
Había sido secretario de gobernación de José
Miguel Gómez y era conocido por los monopolios debido a la
represión que ordenó contra los trabajadores y por
sus pronunciamientos con respecto a la actuación que
tendría como presidente. Con una astuta
politiquería trató de captar en su provecho a la
población con un programa repleto de demagógicas
promesas. Pero en realidad desde su ascenso al poder en 1925 se
evidenció la utilización del terrorismo, de la
fuerza, de la violación de las más elementales
normas de la democracia burguesa y de las instituciones
establecidas por la propia oligarquía.

Como respuesta a la creciente oposición a su
gobierno, Machado hundió cada vez más al
país en una inmensa ola de crímenes,
encarcelamiento y persecuciones. Se van a recrudecer los males
sociales producto de la crisis económica y la abusiva
política de Gerardo Machado, llegando a existir 250 000
desempleados lo que representaba entre el 60% y el 70% de la
población que estaba sumida en un hambre
permanente[3]

Además el pago de los salarios era impuntual,
adueñándose de los campos cubanos la hambruna y la
existencia de una angustiosa forma de vivir.

Esta crisis influyó en el auge del movimiento
revolucionario contra Machado.

El Partido Comunista y la CNOC preparaban a las masas
para una gran sacudida. En esta labor se destacan Rubén
Martínez Villena, líder del movimiento comunista y
obrero de esos años.

  • Los años 20 como reflejo de una "Belle
    Époque" cubana.

En Cuba, un simple recorrido por cualquiera de sus
ciudades permitía apreciar las grandes contradicciones de
esta etapa: el lujo, la ostentación, la dulce vida de los
burgueses por un lado; y del otro, la miseria, el hambre, la
amarga vida de los trabajadores. La capital del país, La
Habana, donde se concentraban las familias burguesas de mayor
fortuna, constituía el mejor ejemplo de estas
desigualdades sociales.

Las familias burguesas en su afán de separarse de
todo contacto con el pueblo trabajador al que consideraban "el
vulgo" despreciable, fueron alejándose poco a poco del
centro de la ciudad y tiempo después sus viviendas,
verdaderamente mansiones, las construían en repartos
exclusivos de las afueras de la capital. Entre los repartos
más distinguidos de la alta burguesía habanera
estaban el "Country" y el "Biltmore" cuyos nombres indican la
inclinación hacia la cultura de Estados Unidos de los
ricachones criollos.

La minoría enriquecida hacía
ostentación de poseer "lo último" en todo: trajes
de dril cien o de casimir inglés, vestidos de seda,
modelos de Manet, tocadiscos, joyas valiosas, automóviles
recién introducidos en el país, etcétera.
Las mejores playas estaban reservadas para la gente rica. Eran
clubes cuyos socios pagaban mensual o anualmente elevadas sumas
de dinero por su disfrute. Así sucedía con el
Baltimore Yath Club, el Havana Yatch Club, el Casino
Español, entre otros.

La Habana de noche parecía una ciudad plena de
alegría. Los grandes hoteles, el Habana Hilton (hoy Habana
Libre), el Riviera, el Capri…las salas de juego y otras
muchas diversiones. Allí acudían los burgueses con
mucho dinero en el bolsillo y junto a ellos, por supuesto, los
turistas, especialmente, los empresarios norteamericanos que
tenían a Cuba como isla de vacaciones y recreo. Para los
trabajadores que en su inmensa mayoría nunca pudieron
entrar a ninguno de esos centros de esparcimiento, pues ni
siquiera poseían la ropa adecuada para acercarse a ellos,
no había alegría.

En aquella injusta sociedad donde las personas
valían más, mientras más dinero tuvieran, la
ostentación era un hábito burgués de primer
orden. No bastaba con tener, sino que era conveniente anunciarlo,
publicarlo, darse a conocer como gente rica, como gente poderosa.
Pagaban altas sumas a los periódicos para aparecer en las
llamadas crónicas sociales al celebrarse en la familia un
cumpleaños, una boda o cualquier otro acontecimiento.
Junto a las fotos de los homenajeados, el redactor de la
crónica, con un lenguaje ampuloso y lleno de adjetivos
grandilocuentes destacaba las supuestas virtudes de la familia o
de la persona en cuestión. El periódico Diario
de la Marina
en su número del 5 de febrero de 1940
publicaba la siguiente crónica social:

Crónica habanera

Sylvia de Sosa y Rivero

Una de las figuritas más lindas de la nueva
promoción social del gran mundo habanero, Sylvia de Sosa y
Rivero cuyo retrato es un adorno precioso para nuestra
crónica, cumple en esta fecha los quince
años.

La señorita Rivero, a la que muy pronto
veremos triunfar en los salones por su fina belleza y gracia
exquisita es la hija mayor del joven y distinguido matrimonio
Eugenio de Sosa y Silvitica Rivero y la nieta adorada de Sylvia
Hernández, viuda de Rivero, la siempre interesante
dama.

Actualmente se halla la encantadora Sylvia en el
Sagrado Corazón de Kenwood, Albany, el prestigioso colegio
de señoritas, en los Estados Unidos, donde completa la
educación.

Hasta allí le hacemos llegar nuestra
felicitación afectuosa[4]

Las "crónicas sociales" por sí solas
demuestran hasta qué punto llegó el derroche de
dinero y los privilegios de la burguesía
cubana.

A pesar de las negativas circunstancias que afectaron al
mundo y a su corta vigencia histórica, la belle
époque
legó a muchos individuos una
adhesión por sus modos y una admiración por las
alternativas que ofrecía para una vida gratificante y
optimista, que eludiera los grandes problemas, inspirada
más bien en el lema gozar, gozar, que el mundo se va a
acabar
.

  • El teatro cubano en la década del
    20.

El siglo XX comenzó en la isla de
Cuba con una esperanza largamente anhelada, la
instauración de la República el 20 de mayo de 1902.
Sin embargo, el periodo en sí supuso para la cultura y
también para el teatro una época de crisis, que se
manifestó en la falta de actividad creadora, algo que
algunos críticos atribuyen al sentimiento general de
frustración política, porque la nueva
república no satisfizo las aspiraciones independentistas y
revolucionarias de los cubanos que habían luchado contra
el colonialismo español.

En lo que a la historia del teatro se refiere, en los
primeros años de la república eran autores
teatrales españoles los que fundamentalmente llenaban los
escenarios, sobre todo Echegaray, Galdós, Dicenta,
Benavente y los hermanos Álvarez Quintero.

De las corrientes y estilos teatrales del XIX
sólo el teatro bufo tuvo una línea de continuidad
en los espectáculos del Teatro Alhambra (1900-1935), a
base de una estética populachera, un criollismo
fácil y una sátira política superficial. No
obstante eso, obras como La casita criolla, La isla de las
cotorras o Delirio del automóvil
consiguieron el
favor de un público numeroso.

Estas obras cargadas de ambientes típicos y
personajes estereotipados ocultaron la realidad del pueblo cubano
y dieron de éste una imagen distorsionada. Según
José Cid, "el teatro bufo del siglo XIX fue degenerando
hasta convertirse en el teatro pornográfico de la
Alhambra"

Esta falta de calidad a la que se refieren
las palabras de Cid se confirma por el hecho de que muchos de los
libreros que se escribieron para el Alhambra han caído
totalmente en el olvido, sin que en ello hayan influido mucho los
intereses políticos y de clase, sino la referida
mediocridad de este tipo de teatro.

Entre los autores de este tipo de teatro que ocultaba la
realidad cubana destacamos a Gustavo Sánchez Galarraga
(1882-1934), próximo a Benavente en obras como El
mundo de las muñecas
y El grillete (1922),
escribió un teatro bastante superficial y con un estilo
que se caracterizaba por un romanticismo trasnochado. Su mejor
obra es Tierra virgen, aunque también cabe
destacar La verdad de la vida, que estrenó con
éxito en 1912. Colaboró estrechamente con el
pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona, para el cual
compuso las letras de numerosas canciones y que constituyó
la base de su popularidad.

A partir de la segunda mitad de la década de los
años veinte alcanzó verdadero auge la zarzuela.
Compositores como Gonzalo Roig, Eliseo Grenet, Moisés
Simons, Rodrigo Prats y Ernesto Lecuona se unieron a libretistas
como el citado Sánchez Galarraga y crearon obras de gran
calidad, como Cecilia Valdés, La Habana que vuelve,
Rosa la China, El cafetal, María la O.
También
tuvo grandes intérpretes como Rita Montaner (1900-1958).
Paralelamente a estos movimientos teatrales surge en la isla la
llamada "Primera generación republicana", cuyo principal
representante fue José Antonio Ramos (1885-1946), fundador
de la Sociedad de Fomento del Teatro, siguiendo a Ibsen y
Pirandello, se encargó de llevar a escena algunos de los
males sociales de la nueva república. En sus textos
sacó a la palestra algunos temas preocupantes de la
realidad cubana del momento, como la necesidad de
liberación de la mujer (Liberta), la
confusión ideológica que frustró la
revolución de 1933 (La recurva), las luchas
obreras (Alma rebelde), los sucios manejos de los
políticos criollos (FU-3001, Flirt), la
oposición entre la civilización y el fanatismo
religioso (En las manos de Dios), pero su mayor logro
fue Tembladera (1918), en la cual se denuncian los
monopolios extranjeros asentados en la isla y la
explotación sufrida por los campesinos pobres, obra que
fue premiada por la Academia de Artes y Letras en el concurso de
literatura de 1916-1917. Se trata de una obra en tres actos, cuya
trama gira en torno a los problemas de la economía cubana,
que agoniza por la falta de previsión de los criollos y la
ambición desmedida de los grandes propietarios
extranjeros.

A principios de 1910 Ramos fundó junto con
Bernardo G. Barros y Max Henríquez Ureña, entre
otros, la Sociedad de Fomento del Teatro, y ese mismo año
pone en escena en el teatro Tacón obras de Gertrudis
Gómez de Avellaneda y de José Martí,
ayudando así a revitalizar el teatro autóctono y de
calidad.

De otro lado, el hito más importante en la
historia del teatro cubano contemporáneo fue, según
la mayoría de los críticos, la fundación de
La Cueva en 1936, pues supuso el inicio de la
modernización del teatro en la isla. Este hecho vino
precedido en el año 1935 por el derrumbamiento del techo
del pórtico y parte de la platea del teatro Alhambra. Esta
circunstancia, el hundimiento del Alhambra y la
construcción de La Cueva, fue considerada por Lezama Lima
como un "azar recurrente", pues se cerraba una etapa del teatro
cubano y se abría otra.

  • La literatura testimonial. Antecedentes y
    caracterización.

Los estudios literarios contemporáneos incorporan
la acepción del testimonio a su amplio panorama
polisémico. En este campo de investigaciones, el
término describe, en rasgos generales, "una
narración del largo de una novela o
nouvelle,"

Muchos especialistas hacen referencia a la literatura
testimonial como una contrapartida. Detrás de "la
historia" aparecen personajes que quedaron ocultos por el paso
del tiempo o por la relevancia en un momento determinado y con un
resurgir nos hacen recordar escenarios o pasajes importantes
percibidos desde otros puntos de vista. Un movimiento
detrás de otro movimiento, un acto y visión del
mundo, frente a otra manera de ver el mismo
fenómeno.

Esta literatura testimonial se da como rechazo a un
status qua, a una realidad herida y fragmentada. A una
situación de dominación y sojuzgamiento, que niega
una parte de la realidad, de esa historia de la cual todos somos
partícipes de alguna forma.

La novela testimonio tiene un carácter
historiográfico, pero a la vez subjetivo: es un alto en la
historia para apreciar un fragmento individual y contextualizado
de ella misma, es una expedición hacia la verdad de un
asunto, en forma de lucha personal. El "Yo" cobra una importancia
vital en su elaboración, creando así un
género literario que mezcla ficción e historia,
mediante vivencias personales de un personaje, de forma que se
crea una historia valorativa, casi siempre de carácter
angustioso, rememorando una época difícil, y a
menudo con fines expiatorios, bien para el escritor o bien para
los lectores.

El novelista es testigo de las disyuntivas morales, y le
presta mayor importancia a lo verosímil que a lo puramente
estético, generalmente. Como derecho de todo creador
decide qué inmortalizar, qué sucesos o personajes
extraer del anonimato y de esta manera hacerlos imperecederos en
la mente de los lectores. El escritor estudia la naturaleza
humana de su tiempo a través de un prisma que en muchas
ocasiones presenta puntos divergentes al utilizado por los
cronistas de la época.

Es por esto que en la presente investigación se
coincide con el criterio de que "la literatura testimonial no
tiene temporalidad ni fronteras espaciales, es un retrato vivo de
una época, de un mundo que se transforma pero que deja a
través de la literatura de la palabra escrita
después y en un principio de la literatura oral, un
testimonio, un hecho de lo que sucedió y se guardó
memoria de ello" (Bernal, 2003:4)

Varios autores han intentado distinguir la
novela-testimonio de otras formas de testimonio existentes
(reportaje, memoria, investigación científica,
crónica) resaltando algunos de los requisitos esenciales
que componen su fórmula[5]

I. —La novela-testimonio se propone en primer
lugar un desenmascaramiento de la realidad, tomando los hechos
principales, los que más han afectado la sensibilidad de
un pueblo y describiéndolos por boca de uno de sus
protagonistas más idóneos. Aclaremos que antes de
llegar al momento de la escritura definitiva, el ejercicio
creativo ha de superar una fase preliminar de grabación,
de dictado, de manejo de fichas, de reflexión,
etcétera.

2. —La técnica narrativa de la
novela-testimonio requiere la supresión del yo, del ego
del escritor o del sociólogo. O si no la supresión,
para ser más exactos, la discreción en el uso del
yo. Por consiguiente, el escritor —se sobreentiende—
atraviesa un proceso de despersonalización al dejar que
sea el protagonista quien con sus propias valoraciones enjuicie
lo que cuenta.

3. —La contribución al conocimiento de la
realidad, a la que le imprime un sentido histórico, es
otra de las características de la novela-testimonio. Eso
implica la idea de querer liberar al público de sus
prejuicios, de sus atavismos. En las formulaciones
teóricas de esta vertiente narrativa se deja bien claro
que hay que dotar al lector de una conciencia de su
tradición, entregarles un mito que les resulte provechoso,
útil, desde cuyo modelo puedan categorizar.

Partes: 1, 2

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