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Las cuatro antorchas de glorificación – Ritos funerarios egipcios



  1. La
    momificación
  2. La
    Apertura de la Boca
  3. Las
    cuatro antorchas
  4. Invocación a Horus
  5. Fórmula de las Cuatro
    Antorchas
  6. El
    camino a la luz
  7. Apagar
    las antorchas
  8. Los
    cuatro amuletos protectores
  9. Bibliografía

En los tiempos del Reino Antiguo, los
sacerdotes de Heliópolis habían plasmado en los
"Textos de las Pirámides" unas fórmulas funerarias
que solamente se aplicaban cuando fallecía el rey. Con
ellas se pretendía facilitar su resurrección, de
modo que envuelto en el incienso quemado en los funerales el
Ba[1]del monarca fallecido habría de
iniciar un proceso ascensional cuya culminación
sería su transfiguración en una divinidad estrella
situada en lo que nosotros conocemos como Estrellas
Circumpolares, que por no desaparecer nunca de la visión
del hombre los egipcios consideraban como Estrellas
Imperecederas.

Con estos textos se trataba de conseguir
que el rey fallecido, glorificado en una estrella inmortal,
brillase en el cielo durante "Millones de Años", toda la
eternidad, junto a Atum-Re, la divinidad primordial de la que
había surgido la Creación.

Tras los acontecimientos del Primer Periodo
Intermedio, de los que surgirá lo que se conoce como
"democratización" de las creencias funerarias, todos los
muertos habrán de tener ahora la posibilidad –y no
solo el rey- de ser glorificados y transformados en divinidad,
asimilados a Osiris. Es así como el texto funerario
más destacado del Reino Nuevo, el denominado "Libro de los
Muertos", se distinguirá por tener un contenido que sirve
no solo para el monarca fallecido, como sucedía con los
"Textos de las Pirámides", sino para todos los hombres,
que ansían conseguir igualmente la eternidad.

La
momificación

Entre los ritos funerarios egipcios, los
más conocidos son los propios de la momificación,
los de la Apertura de la Boca y los que intentaban insuflar la
vida en las estatuas que representaban al difunto (ritos de
animación). Hablaremos brevemente de estos rituales, para
situarnos en el contexto funerario del antiguo Egipto, e
inmediatamente pasaremos a comentar un rito menos conocido, a
pesar de que se expone con ciertos detalles en el "Libro de los
Muertos"; nos referimos al denominado ritual de las Cuatro
Antorchas de Glorificación.

Con el proceso de momificación de
los cuerpos de los difuntos los antiguos egipcios no
pretendían sino que se mantuviera la vinculación
del Ka[2]del fallecido con su cuerpo incorrupto.
Cuando se estudian las creencias de estos hombres en
relación con las esperanzas que tenían de mantener
la vida tras la muerte, las ideas que se nos brindan acerca de la
necesidad de conservar incorrupto el cuerpo sobresalen, sin duda,
por su pobreza. Cuando al hombre le espera una vida eterna,
espiritual, asimilado a la divinidad, no parece tener mucho
sentido esa necesidad de conservar el cuerpo, que es el
componente más material del hombre. Si el destino final de
los difuntos, al menos de los que en vida habían sido
iniciados en los Misterios, era conseguir la Glorificación
y verse transformados en espíritus Aj[3]es
decir en seres de luz (luminosos o brillantes, dicen las fuentes)
asimilados a la divinidad no podemos sino interrogarnos por la
obsesión mostrada por esa necesidad de momificar los
cuerpos. Quizás con ello pretendían evitar que algo
que temían, y que nosotros desconocemos, se produjera.
Posiblemente se trataba de evitar la dispersión de los
diversos componentes que se integran en el hombre, intentando
así que no se diluyeran y que el fallecido no perdiera su
personalidad.

Los egipcios, en todo caso, estaban
convencidos de que el cuerpo momificado seguía siendo el
soporte del Ka del difunto, de modo que era una imperiosa
necesidad conseguir su conservación. Estos hombres parece
que no eran capaces de entender una vida eterna si esta no estaba
de algún modo vinculada a un cuerpo, o en su defecto a una
estatua que representase al difunto y que hubiese cobrado vida a
través de los ritos mágicos de la
animación.

El proceso de momificación duraba
setenta días y todo parece sugerir que ese periodo de
tiempo se relacionaba con cuestiones de tipo religioso y
astronómico vinculadas con la estrella Sothis. En efecto,
tras brillar en el cielo nocturno, esta estrella, cuando
desaparece de la visión, lo hace también durante
setenta días. Todo parece indicar que ese periodo de
tiempo que mediaba entre la muerte y la resurrección de la
estrella, fue asimilado al plazo en que habría de
producirse la vuelta a la vida de los fallecidos. Si Sothis y las
decanes del cielo nocturno egipcio resucitaban a los setenta dias
–argumenta Lara Peinado- es razonable pensar que lo mismo
sucediera con los hombres.

La Apertura de la
Boca

Se trata de un rito que era practicado por
el sacerdote Sen junto a la entrada de la tumba, a veces ya
dentro, con el que se pretendía que la vida retornara al
cuerpo muerto. Con la momificación se conservaba el cuerpo
incorrupto. Con la Apertura de la Boca, la vida volvía a
ese cuerpo.

Las inscripciones y los grabados de las
paredes de las tumbas nos dicen que se trataba de un rito
complejo, que se celebraba de día y cuyo acto central
consistía en abrir simbólicamente la boca del
difunto utilizando para ello un objeto parecido a un cuchillo o
azuela. Tras el ritual, el difunto era vestido con ropas sagradas
y adornado con diversos ornamentos y luego se llevaba a cabo el
banquete funerario, en el que –de algún modo- lo que
se estaba celebrando era esa vuelta a la vida del fallecido. Tras
reiteradas oraciones y letanías la momia, tras haber sido
abrazada antes por los familiares, era finalmente depositada en
la tumba. En el capítulo 23 del "Libro de los Muertos" se
nos brinda la fórmula que se debía pronunciar en
ese momento de la Apertura de la Boca.

Una vez en el interior de la tumba, ya en
la noche, era cuando se realizaba el ritual de las Cuatro
Antorchas de Glorificación.

Las cuatro
antorchas

Con el rito de las antorchas, del que se
ocupa el capítulo 137A del "Libro de los Muertos" no se
buscaba que la vida retornara al cadáver, algo que ya se
había conseguido previamente, sino que se pretendía
que el calor vital y la luz de la divinidad afluyesen al difunto.
El rito se llevaba a cabo en el interior de la cámara
funeraria, tras la Apertura de la Boca, durante la noche. En el
texto, además del propio ritual, se nos habla de los
diversos amuletos que se tenían que colocar en puntos muy
determinados de la cámara, que habrían de facilitar
el éxito de la petición de atraer el calor y la luz
del dios. Estos amuletos debían ser, en concreto: un Djed
de loza fina, una figura de Anubis, una mecha impregnada de
aceite sefet y una figurilla humana en madera. Más
adelante nos ocuparemos de ellos con más
detalle.

En una primera aproximación, llama
la atención que, en general, los conjuros mágicos
del "Libro de los Muertos" están pensados para que sean
recitados por el propio difunto, sin embargo, en el ritual de las
antorchas la fórmula que se debe recitar cuando estas se
van a encender la deben leer otras personas, en este caso
aquellos que habrán de portarlas. Veamos el texto de ese
conjuro (capítulo 137B del "Libro de los
Muertos"):

"Fórmula para encender la antorcha.
(A recitarla) para N. (Que se diga):

Aparece el Ojo centelleante de Horus, llega
el Ojo luminoso de Horus. Llega pacíficamente y
resplandeciendo como (lo hace) Re en el horizonte. (El Ojo)
destruye los poderes de Seth ante quien los haya hecho manifestar
–es él quien lo había robado y (por ello)
lanza sus llamas contra él-. Su llama viene, (…),
viene ahora tras haber recorrido el cielo en la comitiva de Re;
(viene) en las manos, oh Re, de tus dos hermanas. El Ojo de Horus
vive, (vive) en la cámara funeraria. El Ojo de Horus vive,
es Iun-mutef[4]

En el "Libro de los Muertos" se nos indica
expresamente que la fórmula de las Antorchas se nos ha
transmitido tal y como fue encontrada por el príncipe
Djedefhor en un cofre secreto, en el templo de Unut, diosa de
Hermópolis, cuando este personaje estaba realizando un
viaje de inspección por los templos, ciudades, campos y
colinas de los dioses.

Todo sugiere que las fórmulas
comenzaban a recitarse una vez que el difunto había sido
depositado en la cámara funeraria, prolongándose
los ritos a lo largo de la noche, como luego veremos, hasta la
llegada del nuevo amanecer.

Invocación
a Horus

De la lectura de este conjuro que
debía ser recitado por las personas que iban a encender
las antorchas vemos que se trata de una invocación para
que se manifieste el Ojo de Horus, símbolo del poder de la
luz de Re. Se nos dice que el Ojo de Horus resplandece del mismo
modo que lo hace Re (el Sol) en el horizonte.

En el texto se nos hace una alusión
a los enfrentamientos entre Horus y Seth, que se insertan en el
contexto del mito de Osiris[5]de modo que la luz
de Horus, representada por su Ojo, debe ser capaz de vencer a
Seth, que es el símbolo de las tinieblas de la
noche.

Todo parece sugerir que una vez que la
momia había sido depositada en la tumba, tras haberse
practicado la Apertura de la Boca, en torno a ella, la primera
noche, se libraba una lucha entre los poderes de la luz y de las
tinieblas, representados por Horus y Seth, de modo que los deudos
del fallecido, con estas fórmulas mágicas no
pretendían sino que Horus saliera victorioso en este
combate.

Una vez encendidas las antorchas, la
rúbrica del capítulo 137A nos describe la forma en
que se deberá llevar a cabo ahora el propio ritual de
Glorificación del difunto. Ante todo, se deberán
utilizar cuatro antorchas de tela roja, que estarán
empapadas de aceite de Libia de primera calidad. Las antorchas
estarán sostenidas por cuatro hombres en cuyos brazos
estarán escritos los nombres de los hijos de Horus (Amsit,
Hapy, Duamutef y Qebehsenunf), cuya protección se solicita
expresamente.

Una vez encendidas, las antorchas
iluminarán al difunto, gracias al conjuro, con la propia
luz de Re, la luz que emana de la divinidad. Gracias al poder de
esa luz, el difunto será más poderoso que las
propias Estrellas Imperecederas[6](nuestras
Circumpolares), es decir será más poderoso que las
propias divinidades, de modo que ninguna de ellas se podrá
oponer a su pretensión de acceder al Reino de la luz de
Re. Se nos dice que aquel difunto para quien fuese recitada la
fórmula de las Cuatro Antorchas no perecera jamás y
su alma vivirá eternamente. En suma, gracias al poder
mágico de la fórmula se evitaba el inmenso peligro
que amenazaba a los fallecidos que era que volvieran a morir por
segunda vez y su individualidad se extinguiera. Esto era
precisamente lo que los antiguos egipcios más
temían, que tras la muerte no fueran capaces de superar
las pruebas y amenazas que les esperaban en el Reino de los
Muertos y volvieran a morir por segunda vez, ahora para toda la
eternidad. Aquellos que lograban salir victoriosos de esas
amenazas, tras pasar por el proceso de Glorificación,
habrían de verse transformados, al fin, en divinidades
inmortales, "como si fuera Osiris, el Señor de los
Occidentales".

Como es habitual en los textos egipcios, el
sacerdote, en la rúbrica, insiste en que el contenido de
la fórmula se debe mantener en el más absoluto de
los secretos, ya que si el Misterio se difundiese su poder
mágico sería quebrantado y se perdería. Es
también usual en este tipo de textos que se nos insista en
que está acreditado que el poder mágico de estas
palabras "ha sido verdaderamente eficaz Millones de
Veces".

La fórmula de las antorchas se
debía recitar cada vez que la estatua animada
(representación mágica del fallecido) se hiciera
llegar simbólicamente ante la representación de
cada una de las siete puertas de Osiris. No olvidemos que el
conjuro se debía recitar en la noche, cuando el Ba del
difunto estaba recorriendo el mundo de la ultratumba. En su
recorrido por el Reino de los Muertos, pensaban los egipcios que
el fallecido debía atravesar diversas puertas que estaban
custodiadas por guardianes de feroz aspecto, que estaban prestos
a impedirle el acceso si no acreditaba tener los conocimientos
necesarios. Gracias a la fórmula, el difunto tenía
asegurada la entrada por esas puertas.

Fórmula de
las Cuatro Antorchas

Veamos el contenido de la fórmula de
las Cuatro Antorchas, en la versión de Lara
Peinado:

"Palabras dichas por N.:

La antorcha llega a tu ka, Osiris,
Señor de los Occidentales; la antorcha llega a tu ka,
Osiris N. El que anuncia la noche se presenta llegado el
día; los Dos hermanos de Re llegan igualmente.
Después de brillar en Abidos, (el dios) se presentó
e hice que viniera el Ojo de Horus, el cual centellea delante de
ti, Osiris, Señor de los Occidentales; está sano y
salvo delante de ti, brillando en tu frente. (El Ojo de Horus)
centellea delante de ti, (Osiris) N., está sano y salvo
delante de ti.

El Ojo de Horus es tu protección,
Osiris, Señor de los Occidentales (y) constituye una
salvaguarda para ti: rechaza a todos tus enemigos, todos tus
enemigos son apartados de ti.

El Ojo de Horus es tu protección,
Osiris N. (y) constituye una salvaguarda para ti: rechaza a todos
tus enemigos; todos tus enemigos son apartados de ti. (El acude)
a tu ka, Osiris, Señor de los Occidentales.

El Ojo de Horus es tu protección (y)
constituye una salvaguarda para ti: rechaza a todos tus enemigos,
todos tus enemigos son apartados de ti. (El acude) a tu ka,
Osiris N.

El Ojo de Horus es tu protección (y)
constituye una salvaguarda para ti: rechaza a todos tus enemigos;
todos tus enemigos son apartados de ti. El Ojo de Horus, acude,
sano y salvo, emitiendo resplandores como Re en el horizonte;
eclipsa el poder de Seth que (este) le había robado
–(porque) fue él quien se lo volvió a llevar
para sí- (y) dirige su fuego contra él en tu
presencia. El Ojo de Horus, sano y salvo, come de su cuerpo para
ti, y tú lo posees y tú lo alabas.

Las cuatro antorchas penetran en tu Ka,
Osiris, Señor de los Occidentales; las cuatro antorchas
llegan a tu Ka, Osiris N. ¡Oh hijos de Horus, (que sois)
Amsit, Hapy, Duamutef (y) Qebehsenuf, sed protección para
vuestro padre Osiris, Señor de los Occidentales, sed
(también) protección para N. desde el momento en
que alejasteis el sufrimiento de Osiris, Señor de los
Occidentales, para que volviera junto a los dioses! ¡Que
golpee a Seth hasta el alba! Horus es poderoso (y) él
mismo tiene cuidado de su padre. ¡Hacedlo, (oh hijos de
Horus), pues concierne a vuestro padre, alejadle (su
sufrimiento)!

(Las cuatro antorchas van a penetrar) en tu
Ka, Osiris, Señor de los Occidentales; el Ojo de Horus es
tu protección, es una protección para ti, rechaza a
todos tus enemigos, te son rechazados tus enemigos desde el
momento en que alejasteis el sufrimiento del Osiris N. para que
viviera junto a los dioses. ¡Golpead al enemigo del Osiris
N., proteged al Osiris N. hasta el alba! Horus es poderoso (y)
tiene cuidado del Osiris N. ¡Hacedlo, (oh hijos de Horus),
pues concierne al Osiris N., alejadle (su
sufrimiento)!

(Las cuatro antorchas van a penetrar) en tu
Ka, Osiris N.; el Ojo de Horus es tu protector, rechaza a todos
tus enemigos, tus enemigos son rechazados de ti.

¡Oh Osiris, Señor de los
Occidentales, que logras que brille la antorcha para el alma
perfecta que está en Heracleópolis, (y vosotros,
hijos de Horus), haced que el alma viviente del Osiris N. sea
poderosa gracias a su antorcha, que no pueda ser apartada, que no
pueda ser rechazada en las puertas del Occidente! Que sus panes,
su cerveza y sus vestidos le sean traídos en medio de los
Señores poseedores de ofrendas y dadle el poderío
necesario.

El Osiris N. vive bajo su aspecto
verdadero, en su verdadera forma de dios."

El camino a la
luz

En el conjuro que hemos reproducido vemos
que se integran diversas letanías de tipo reiterativo en
las que se alude a que del mismo modo que el Ojo de Horus llega
al Ka de Osiris, protege a Osiris y rechaza a los enemigos de
Osiris, de igual manera llega al Ka del difunto (al que se
denomina Osiris N.), lo protege y rechaza a sus enemigos. La
magia egipcia era esencialmente "magia por simpatía", en
la medida en que establecía corrientes de similitud e
igualdad entre lo que ocurre arriba (entre las divinidades) y lo
que acontece abajo (entre el hombres y los muertos). En ese
contexto, el Ojo de Horus es un símbolo del poder de Re,
emite resplandores en la tierra como los emite Re en el horizonte
y con todo ello se consigue eclipsar el poder de Seth,
símbolo de la oscuridad.

Del mismo modo que la magia de las
antorchas penetra en el Ka de Osiris, igualmente deben penetrar
en el Ka del difunto. Del mismo modo que los cuatro hijos de
Horus protegen a Osiris, también han de proteger al Osiris
N., es decir al fallecido.

Con ello, finalmente, gracias al poder del
Ojo de Horus, se logrará que durante el viaje del
fallecido por el Reino de los Muertos, durante la noche, su alma
no sea rechazada en las puertas de Osiris y logre, al fin, vivir
bajo su verdadero aspecto, "en su verdadera forma de dios".
Vemos, llegados a este punto, el inmenso componente
místico de las creencias funerarias egipcias (que el
difunto se transforme en dios), que antes ya apuntamos que no
conjuga demasiado bien con la idea, tan precaria, por lo
puramente material, de que el cuerpo, a través de la
momificación, tuviera que ser conservado.

Apagar las
antorchas

Terminados los ritos, una vez leídos
los conjuros mágicos a lo largo de la noche cada vez que
el Ba del difunto llegaba, en su recorrido por el Inframundo,
ante cada una de las siete puertas de Osiris, se debía
proceder a apagar las antorchas, lo que se tenía que
realizar en el momento de la aurora, cuando los rayos de sol,
triunfantes, se alzan en el horizonte. Una vez que el
espíritu del fallecido, también triunfante, se
había incorporado a la Barca Solar de Re e iniciaba su
ascensión al Reino Celeste, era cuando se podían
apagar las antorchas. Las amenazas e incertidumbres del
Inframundo habían sido vencidas y nada se oponía ya
a la pretensión del difunto de ser Glorificado en
divinidad.

En el "Libro de los Muertos" se explica que
para ello se debían utilizar cuatro recipientes de
arcilla, en los que antes se habrá esparcido incienso y
que se rellenarán con leche de una becerra blanca
(símbolo de la pureza). Las antorchas se apagarán
sumergiéndolas en esos recipientes purificados.

Los cuatro
amuletos protectores

El capítulo 137A del "Libro de los
Muertos" llega a su termino describiendo diversos amuletos y
fórmulas mágicas con las que se pretende,
finalmente, garantizar que el difunto quede protegido
adecuadamente, para toda la eternidad, de cualquier posible mal o
amenaza que pudiera llegarle proveniente de cualquiera de los
cuatro puntos cardinales.

La idea de estos ritos es que sobre cuatro
ladrillos de arcilla cruda se deben grabar cuatro conjuros cuyo
texto se especifica en cada caso, para luego, sobre esos
"ladrillos mágicos" colocar ciertos amuletos, de modo que
finalmente cada uno de esos conjuntos de ladrillos y amuletos se
debe colocar en un nicho construido en uno de los muros de la
cámara funeraria. Al final, los cuatro nichos
habrán de ser tapiados.

De este modo, en la medida en que en cada
muro de la cámara se colocaban esos poderosos
símbolos mágicos, el difunto quedaba adecuadamente
protegido ante posibles peligros. Veamos los amuletos que se
debían utilizar (siempre colocados sobre un ladrillo en el
que se había grabado el conjuro apropiado):

En el muro Oeste de la cámara
funeraria se debía colocar un Djed[7]de
loza fina, mirando hacia el Este.

En el muro Este se situaría una
representación escultórica de
Anubis[8]con su rostro mirando al
Oeste.

En el muro Sur, habría de colocar
una mecha[9]impregnada de aceite sefet, a la que
se habrá prendido fuego y orientada al Norte.

Finalmente, en el muro Norte se
tenía que situar una estatuilla humana en madera, de siete
dedos de altura, a la que se hubiera practicado el rito de la
Apertura de la Boca[10]Debería estar
mirando al Sur.

Una vez tapiados los cuatro nichos en los
que se habían colocado esos cuatro amuletos y las
fórmulas mágicas, el difunto Glorificado quedaba
adecuadamente protegido durante toda la eternidad. Los peligros
actuales y futuros habían sido vencidos y se
habrían alcanzado los objetivos que se perseguían
con el ritual que hemos venido analizando, que en las palabras
del propio "Libro de los Muertos" no eran sino que:

"Todo bienaventurado para quien se recite
esto llegará a ser un dios sublime en el Más
Allá, no será apartado de ninguna puerta del
Occidente, estará en el cortejo de Osiris en todo lugar
adonde vaya. Esto ha sido verdaderamente eficaz Millones de
Veces."

Bibliografía

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Schulz, Regine y otros (2004): "Egipto, el mundo de los
faraones". Colonia.

 

 

Autor:

Ildefonso Robledo
Casanova

 

[1] OTAS La noción egipcia de Ba
podría ser asimilada, no sin diversos problemas, con la
idea nuestra de espíritu o alma. En Egipto, el Ba era un
componente espiritual del hombre que se distinguía por
manifestarse solamente tras la muerte y por tener una
amplísima capacidad o libertad de movimientos. Libre de
la materia, el espíritu se movería, tras la
muerte, de manera rapidísima. “Avanzo a grandes
zancadas…”, dice el Ba en diversas oportunidades
en el “Libro de los Muertos”.

[2] El Ka, de difícil
comprensión para el hombre moderno, era el componente de
tipo energético del cuerpo humano. A través del
Ka, el hombre participa de la energía que reina en el
Cosmos. Ese aspecto energético es la causa de que los
egipcios ofrecieran alimentos y bebidas a los difuntos, ya que
el Ka tenía que ser nutrido.

[3] El Aj nos habla de que el difunto, tras
haber atravesado durante la noche el Reino de los Muertos de
Osiris, y haber superado el Juicio, ha logrado verse
transformado en un ser de luz, desprendido de toda la materia,
de todas las impurezas que se aferraban a su cuerpo. En la
concepción del Aj se brinda el trasfondo más
elevado de las creencias egipcias sobre el Más
Allá. El difunto, transformado en un Luminoso o
Brillante ha sido capaz de superar las amenazas del Reino de
los Muertos y ha arribado, finalmente, al Reino de la luz de
Re. Allí, asimilado a la divinidad, es donde
vivirá durante “Millones de
Años”.

[4] Iun-Mutef era una divinidad del nomo
tinita.

[5] En las creencias egipcias, Osiris
había sido asesinado por su hermano Seth, que
usurpó luego su poder. Tras volver Osiris a la vida,
gracias a los poderes mágicos de Isis, su hermana y
esposa, nacería Horus, que más adelante
libraría diversos combates con Seth para recuperar el
reino, en su calidad de heredero legítimo de Osiris. El
trasfondo de esas luchas entre Horus y Seth nos remite, de
forma indirecta, a los enfrentamientos entre la luz y las
tinieblas (dualismo que siempre se manifiesta en las creencias
religiosas y funerarias egipcias).

[6] Las Estrellas Imperecederas, en las
creencias egipcias, eran el lugar del Reino Celeste de Re en el
que residían las divinidades y los difuntos
glorificados, una vez transformados en espíritus Aj o
seres de luz.

[7] El pilar djed, vinculado estrechamente al
culto a Osiris, era un símbolo de la eternidad y del
poder de regeneración. En el capítulo 155 del
L.M. se dice que un djed de oro se debía colocar
también, como protección, en el cuello del
fallecido.

[8] Anubis, simbolizado por un chacal, animal
que solía rondar por los alrededores de las
necrópolis, era una divinidad protectora de los
difuntos.

[9] Al igual que las antorchas, la mecha
encendida era otro símbolo que hacía referencia a
Horus y la búsqueda de la luz.

[10] Se trata de una representación
escultórica que gracias al rito de la Apertura de la
Boca ha cobrado vida previamente. En el caso de que por
cualquier motivo la momia fuese destruida en el futuro, la
estatuilla animada, oculta en el nicho tapiado, pasaría
a reemplazarla.

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