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El Libro de la Agonía (Novela)




Enviado por Mauricio Uribe



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

  1. Prólogo
  2. Capítulo
    Uno
  3. Capítulo
    Dos
  4. Capítulo
    Tres
  5. Capítulo
    Cuatro
  6. Capítulo
    Cinco
  7. Capítulo
    Seis
  8. Capítulo
    Siete
  9. Capítulo
    Ocho
  10. Capítulo
    Nueve
  11. Capítulo
    Diez
  12. Capítulo
    Once
  13. Capítulo
    Doce
  14. Capítulo
    Trece
  15. Capítulo
    Catorce
  16. Capítulo
    Quince
  17. Capítulo
    Dieciséis
  18. Capítulo
    Diecisiete
  19. Capítulo
    Dieciocho
  20. Capítulo
    Diecinueve
  21. Capítulo
    Veinte
  22. Capítulo
    Veintiuno
  23. Capítulo
    Veintidós
  24. Capítulo
    Veintitrés
  25. Capítulo
    Veinticuatro
  26. Capítulo
    Veinticinco
  27. Capítulo
    Veintiséis
  28. Capítulo
    Veintisiete
  29. Capítulo
    Veintisiete
  30. Capítulo
    Veintiocho
  31. Capítulo
    Veintinueve
  32. Capítulo
    Treinta
  33. Capítulo
    Treinta y Uno
  34. Capítulo
    Treinta y Dos
  35. Capítulo
    Treinta y Tres
  36. Capítulo
    Treinta y Cuatro
  37. Capítulo
    Treinta y Cinco
  38. Capítulo
    Treinta y Seis
  39. Capítulo
    Treinta y Siete
  40. Capítulo
    Treinta y Ocho
  41. Capítulo
    Treinta y Nueve
  42. Capítulo
    Cuarenta

Prólogo

El sustento de los personajes es abismal: Urrutia, que
de manera dramática (el antihéroe de la novela
moderna), en esta historia sufre de la persecución
conyugal. De vivir en el barrio más acomodado de Santiago
de Chile, sobrevive de manera injustifica experiencias sin
límite; Se ve forzado de este modo a la clandestinidad de
su propia clase social.

Nuestro héroe es expurgado de su propia
profesión, ya que en Chile, lo que impera es el
desamor.

Vivir bajo los puentes, entre ebrios; vivir el amor con
una mesonera hasta recuperar la memoria y… "Lo
Trágico", en fin…

Capítulo
Uno

Bosteza la vida, bostezan los árboles: una risa
que no cabe en sí; risa de trébol. Armando recoge
sus pertenencias. Un departamento bello. Armando vive en Vitacura
en el séptimo piso del Edén.

-Sabes…

Un ruido de ascensor.

-Me abandonas pero yo te amo.

Paola Guzmán se diluye. No tiene
corporeidad.

-Recogeré sólo mi ropa.

Un cuadro de Cristo crucificado en la habitación
matrimonial. Se diluyen las facciones de Paola Guzmán. La
muerte es eterna. Me sofoca pensar en mis personajes. Estudio sus
métodos, pero no comprendo el actuar femenino.

Paola Guzmán no tiene voz.

-Te dejo todo lo que tengo. Mis libros. Mi notebook. Mis
escritos. Mis textos de ingeniería. Mi ropa interior.
Estoy destrozado.

Ya no podré trabajar. Mi vida ha muerto.
Estoy pensando.

Intento comprender pero es absurdo. Intento asimilar
la vida pero es absurdo. Ya no hay mujer. Hay soledad. Tampoco
hubo hijos. Una hoja de papel es mi vida; hoja quemándose.
Se esfuma la realidad. Intento abrazar a mi ex mujer pero ella se
rehúsa. Le amo. Es mi mundo. Mi vida. Le suplico piedad
pero su rostro ya no es el mismo. Es fatua la vida. Estoy
pensando en morir.

-Ya no sé ni tu nombre…

Armando cierra la puerta de su lujoso apartamento.
Está solo. Camina por las calles. Camina pensando en el
vacío. Ama y no es correspondido. Ama sin interesarle la
vida. ¡Qué contradicción!

Vitacura está llena de autos. Aceleración.
Vitacura está saturada de rubias. Vitacura es
élite.

¿Qué pensar de nuestras almas?
¿Qué pensar de Dios?

Amor… Amor; te amo…

Un carabinero detiene a Armando. Le pide los
documentos.

-¿Está ebrio?

-No he bebido. Soy abstemio.

Ya tiene problemas con la ley.

Es domingo. En los parques los niños juegan con
sus padres. Feliz la vida. Feliz el amor.

El carabinero ausculta el rostro de Armando Urrutia.
Treinta años. Un metro setenta. El carabinero busca alguna
circunstancia. Busca robos, homicidios, tráfico de
cocaína. Busca mandarle preso.

-Aquí tiene sus papeles. Y váyase a su
casa en la Pincoya seguramente. Si le veo por estos lugares le
tomo preso.

Armando no se defiende. Está
destruido.

Una mariposa se posa en la gorra del carabinero.
Mariposa bella que no culmina su vuelo. Armando le mira. El
carabinero toma su arma de servicio.

-¿Qué te sucede, vicioso?

-Nada -responde Armando-. Es bella la
mariposa.

El carabinero se tranquiliza.

-Basta. Caminando o te vai preso.

De su propio barrio echado como un perro.

La mariposa husmea la solitaria mansedumbre de los
prados de una plaza. Un feliz niño contempla a sus padres.
Un matrimonio que se ama. La vida es bella en Vitacura. La
vida…

Yo estoy espiando. Busco en la mariposa el sentido
ético de esta narración.

 

-¡Amor! -grita Armando.

El carabinero le persigue. Armando escapa. Conoce los
recovecos de las plazas donde amó a Paola Guzmán.
Recovecos de silencio, de árboles con savia de esperanza.
Yo te amo. Tú me amas.

Me detengo a contemplar la mariposa. Es tan sutil como
el verbo "amar".

Yo estoy seguro de mí; pero Armando duda de todo
su ser. Duda de las estrellas. Duda de Dios. Duda de la luna.
Duda de su trabajo de ingeniería. ¿Qué
juzgado le devolverá el amor? ¿Qué juez le
devolverá la dignidad? Armando está acabado. Como
la mariposa que es devorada por un insecto.

¡Mariposa no te mueras!

¡Mariposa!; huye…

Armando Urrutia despierta: las palomas le picotean el
rostro. No se ha lavado ni afeitado. Sus dientes brillan. Seis de
la mañana. Lunes. Camina por el parque. La oscuridad es
total. Llora. Tiene los ojos ensangrentados. Apenas recuerda a
Paola Guzmán. Sus facciones se han difuminado. El
descontrol. ¡El trabajo! Busca amparo en los pájaros
que merodean. ¡Huyas!, qué me he vuelto
loco.

-Yo lo tenía todo, ahora sólo
sombras.

Armando busca su chaqueta de vestir. Sus zapatos
están sucios. Los limpias. Brillan como sus
dientes.

-Ahora me voy al trabajo. Debo surgir.

Caminando hasta providencia. Séptimo piso.
Oficina de ingenieros. Sin desodorante. Sin colonia. Sus
compañeros le hablan pero Armando sólo
llora.

-Me ha abandonado mi mujer. No tengo donde
vivir.

El jefe le llama.

-¿Qué te ha sucedido Armando?

Las palabras fluyen. Yo espío la
conversación. Pero quedará vetada por designio
devino.

Armando diseña una casa. Sin ventanas para que el
sol no escape. Diseña un edificio sin ascensor para que la
luna no huya. Diseña una planta nuclear que no da
energía, da poemas nostálgicos.

El jefe no se da cuenta pero sus compañeros
sí.

-¿Qué te sucede, Armando?,
¿estás loco?

Armando no responde. Diseña un avión donde
el amor es duradero.

Se ha esfumado la realidad. Armando deberá
arrendar un departamento diminuto. Mientras pueda trabajar
será un hombre decente; de lo contrario, morirá en
la indigencia.

Debes superarte, Armando. El amor no mata
personas.

Armando se siente morir. La vida pa él ha
culminado.

Estoy pintando una estrella. Pero no es una
estrella. Es un helicóptero que diseño porque soy
ingeniero aeronáutico. El helicóptero me
llevará al paraíso. Con Paola. Mi mujer. Yo le amo
pero ella me ha abandonado. ¿Qué será de
mí? Busco refugio en las estructuras del
helicóptero. Imagino que vuelo. Me duermo sobre los
dibujos pensando en el porvenir. ¡Paola!, aúllo. Voy
sobrevolando la ciudad porque soy un pasajero.

Me cuesta comprender la vida; ya que vida y muerte
son un plano de ingeniería. ¿Qué hacer?,
¿dónde arrendar? ¿Buscar refugio en el
alcohol? No tengo madre ni padre ni hermanos. Estoy solo en este
mundo.

-Armando. Quiero hablar contigo.

Jefe y subalterno conversan.

-Yo también tuve una separación. No es el
fin. Tómate el día para que busque donde
vivir.

-Gracias…

Vivir, ¿para qué quiero
vivir?

Armando arrienda en Mapocho un departamento
minúsculo. Se compra dos camisas. Se afeita. No quiere
perder el trabajo. Un mundo que eclosiona. La vida es cosmos pero
el cosmos es una aguja que nos clava las venas de tanto
amar.

Yo no quiero mentir. A mí las mujeres
también me han abandonado. Y se sufre horrores.

Armando se ducha. Agua y ternura son un componente que
culmina en una toalla. Armando se viste. Hambre es lo que tiene.
Quiero comer. Busca un restaurante. Mastica pensando en
la nariz de Paola; pero la nariz ya no la recuerda. La mujer se
ha evaporado de su memoria. Mastica la carne pensando en los
glúteos pero la vida le inserta un cuchillo en su plato
para alimentarle; para satisfacerle; pero no recuerda ya que
Paola Guzmán ha muerto en la memoria.

Bebe un pipeño. Los curaditos le llaman la
atención. El restaurante es de pobres. Él es un
rico aún.

-¡Futre!, un brindis.

Armando se acerca a la mesa de los rotos.

-Ustedes sí que saben vivir -exclama
Armando.

La conversación es picaresca.

-Yo tuve un amor pero me ha abandonado.

-Los hombres no debes llorar por mujeres. Hay siete por
cabeza.

Los ebrios ríen.

-Es verdad, futre.

-Armando me llamo.

-Hay putas si busca consuelo. El barrio está
lleno.

-¿Putas? No, todavía no.

Tocan una ranchera y los ebrios bailan entre sí.
Es hora de dormir. Armando debe continuar su vida. Se levanta de
la mesa. Los borrachitos le dan la mano y le abrazan.

-Cuídate, amigo. Mañana nos juntamos hay
porotos con riendas.

-Exquisito. Mi nana los cocinaba con esmero.

-¿Nana?

-¿De donde vienes?

La pregunta no se responde. El vacío se apodera
de la mente de los ebrios.

En la cama, Armando piensa en las mariposas. En su
belleza. Una mariposa es síndrome de delicadeza. Armando
quiere construir un helicóptero tan liviano que no
necesite combustible. Se ha vuelto loco, pero su locura
aún es prematura. Piensa en una mariposa que le restituye,
una mariposa llama Paola Guzmán.

-Yo le amo pero ella…

No culmina la frase. No puede dormir. Son las dos de la
madrugada. Tiene que trabajar. Levantarse temprano. Aún es
tiempo de sobrevivir. Una agonía lenta, destructora. Una
agonía que todo lo paraliza. La mente de Armando es un
calidoscopio: busca soluciones pero halla dibujos locos que en el
estudio de ingeniería construirá. Se ha vuelto
paranoico. Su existencia era su matrimonio. Su vida. Su
vitalidad. Ahora es un fantasma. Atraviesa paredes. No come. No
se lava.

Armando por fin se duerme. Pesadillas son las que le
queman los sentidos. Una ola con rostro de mujer. La ola es de
rasgos finos. Le ahora hasta matarlo.

-No me mates -grita-. Es Paola Guzmán; o su
retrato.

Despierta atontado. Bebe un sorbo de agua. Se mira al
espejo del baño. Una ducha es lo que necesita. Tres de la
madrugada. Agua heladísima.

Yo podría amar a una meretriz. Convertirla en
mi mujer. Necesito calor humano. Estoy volviéndome loco.
Una es una necesidad genital. Quiero abrazar. Quiero besar.
Quiero sentirme libre.

Por un momento Armando intenta satisfacerse pero no
puede.

-Debo dormir, o me destruiré.

Logra conciliar el sueño. Pero las pesadillas son
insistentes. Una mujer de rostro definido le abofetea. Su nariz
es de cuajo arrancada. La mujer es bella, alta, culta. La mujer
le engaña con los pájaros. Es Paola Guzmán
que de niña ha perdido un zapato.

Paola Guzmán ya no es una mujer. Es una
obsesión. Mata el corazón de Armando. Fueron marido
y mujer, pero la hembra busca divertimento. Sus facciones se han
esfumado. ¿De qué modo? Con desamor. Armando se
abrocha los zapatos. Camina hasta el autobús. Llega
temprano al trabajo. Los amigos le reconocen.

-¿Cómo estás?

-Mejorando.

-Hay reunión hoy.

Un café, ya que no ha comido nada.

A las doce en punto, se reúnen los
jefes.

Conversan.

-Un proyecto tenemos que adjudicarnos. La
construcción de una central hidroeléctrica. Armando
será coordinador de las pesquisas. ¿De
acuerdo?

Todos afirman.

-¿Te sientes bien, Armando?

-Sí.

Una central hidroeléctrica con forma de mujer.
Sin rostro. Con los ojos de mariposa. Una central
hidroeléctrica al fin del mundo. Donde las nubes juegan
con los fiordos. Donde Dios ha diseminado su poder. Central que
posee un atractivo: senos de hembra, caderas de Paola
Guzmán.

La reunión culmina.

Armando tiene hambre. Ha dejado su chequera en Vitacura.
Sus pertenencias. No tiene dinero.

Un compañero le pregunta:

-¿Almuerzas?

-Sí, pero he dejado todo en casa.

-Yo te invito.

Armando tiene unos dólares en su nuevo
departamento. Pero debe guardarlos por alguna eventualidad.
También tiene ahorros.

Los compañeros conversan.

-Tú tienes que superar el rompimiento. La firma
en que trabajamos es muy exigente. Al menos te has afeitado. Y te
has comprado camisas nuevas. Pero los pantalones los tienes
arrugados. Esto te lo digo porque te quiero. Separarse es duro.
Las mujeres son frías. Yo me he separado tres veces. Y las
tres veces he caído en un marasmo horrible. No quiero que
nada te suceda, Armando. Estás a cargo de operaciones. Y
yo soy tu amigo. Si necesitas conocer mujer yo te puedo presentar
amigas. Tengo muchas.

Armando calla.

-Amigo, ¿qué quieres comer?

-Porotos con rienda.

-¿Qué? Estamos en un restaurante de lujo;
no sirven esos platos aquí. Yo te voy a invitar. Pero
mañana traes dinero. O pides un adelanto.

-Lo que tú quieras entonces.

Comen bistec con salsa de camarones.

-Yo que tú me buscaba una veinteañera.
Eres joven.

-Sí. Pero…

-¿Qué te sucede, Armando, has estado tan
silencioso?

-Tengo un dolor en el pecho horrible. Muero por mi
mujer.

-Tu ex, dirás.

-Sí, tienes razón. Preséntame una
amiga tuya. Necesito calor humano.

-Este sábado en mi casa. Pero cómprate un
pantalón.

-¿A quién me vas a presentar?

-A Pilar. Tiene veinte años y es
ninfómana.

-Oh, qué terrible.

-Mejor para ti. Es sexo seguro… Es muy bella
además.

De vuelta al trabajo. Armando dibuja una
veinteañera durmiendo con una mariposa de aspecto
estrafalaria. No sabe pensar adecuadamente. ¿Una
ninfómana tan joven? Se resiste. Asistirá a la
reunión pero no se acostará con nadie. Quiere vivir
en celibato su tortura.

Una mariposa es lo que busco. Amar, desear, tener
una familia; ¡Recuperar mi familia! Ya no tiene rostro mi
mujer; apenas la recuerdo. El golpe ha sido duro. Quisiera
abandonarlo todo; pero ¿cómo? Tengo que comer. De
Vitacura a Mapocho; al centro de Santiago.

Las cosas suceden porque uno es malo; pero yo he
sido bueno. Fiel marido.

Se cosechan las uvas pero los ebrios se emborrachan.
Busco mentirme. Jamás tendré familia. Soy
un…

El jefe llama a Armando.

-¿Está mejor?

-Sí, recuperándome. Arrendé un
departamento. Pero no he tenido de comprar nada. Necesito un
adelanto.

-Lo que quieras, hombre, pero trabaja. La central
hidroeléctrica es importantísima.

-Lo comprendo y estoy feliz.

Capítulo
Dos

Armando raya la pared de su hogar. Rostro de mujer pero
no definido. Dibuja. Está convencido de la
hechicería amorosa. Su nombre y el de Paola Guzmán.
"Te amo por siempre". El tiempo diluye los recuerdos pero una
decepción amorosa diluye la vida. Se acuesta en el
camastro. Aún no hace frío. Mira la pared con ojos
de gato. Un tajo en la mejilla. Yo la golpee por eso me
dejó.
Es mentira. El dibujo cobra consistencia.
Yo la maté. Ella ahora es numen.

El departamento es diminuto. Agua temperada eso
sí. Se lava las axilas. No se ha comprado desodorante. Es
temprano aún. Baja por el ascensor. Rechinan los
artefactos. Por calle Ahumada observa a los vendedores
ambulantes. Aún no es tan tarde. Venden corbata. Se compra
una. Un hombre paralítico le habla. Conversan sobre la
teoría de la relatividad. Necesita pantalones. Entra en
una tienda y los roba. Por un momento, delincuente se ha vuelto:
el robo del pesimista, del que quiere morir.

-Señor, no ha pagado la prenda.

-Ha perdone.

La devuelve.

Baja por ahumada hasta Mapocho. En una tienda de ropa
usada se compra dos pantalones. Y ropa interior en un puesto de
calle. Ya no importa la alcurnia. Paola Guzmán se ha
esfumado. Vive en su departamento, en Vitacura. ¿Un
novio?, ¿un amante? No hubo hijos.

-Futre, ¿una putita para las noches de
insomnio?

Un golfo le habla.

-¿Cuánto cobra?

-Veinte mil pesos.

-Cuando tenga nos pondremos al habla.

Andrade, el golfín de Mapocho, se rasca las
manos. Sus mujeres son extranjeras, negras; exotismo para un
país sin razas de color.

-Son mulatas mis mujeres. Expertas en el
amor.

-Cuando tenga dinero.

A Armando le ha dado hambre. Busca en su billetera que
ha comprado a una anciana ciega por mil pesos. Los carabineros
requisan botellas de alcohol. Los carabineros protegen a los
pensionados, a los niños que viven en departamentos
diminutos. Una ráfaga de viento, una nube pasaje, Dios
habita los intersticios de los corazones desesperados. Yo
sé que existe Dios; y me encomiendo a
Él.

-Futre -dicen un ebrio, ¿cómo le va la
vida?

-Mal. Me han ofrecido una puta pero yo quiero estar
solo.

-Son hermosas las negras. Si tuviera su pinta me
casaría con una.

Risas.

-¿Verdad?

-¿Tan hermosas son?

-Mucho. Si tuviera veinte lucas me comería
una.

-Yo te pudo prestar, pero no ahora. Y me
cuentas.

Armando siente piedad por el ebrio. Veinte mil pesos no
es nada para él.

-Gracias, amigo. Yo sé que usted es un buen
futre.

-No soy futre. Soy empleado.

-¿Usted empleado?

-Usted es dueño de fundo.

Risas.

-No. Soy ingeniero.

-¡Futre!…

Los ebrios ríen.

-¿Qué se sirve don Armando?

La camarera es morena. De bello aspecto. Casada. Cinco
hijos. Veintinueve años.

-¿Qué tiene para cenar? Tengo cinco mil
pesos.

-Por dos mil pesos una cazuela.

-De pollo.

-No, de vacuno.

En su habitación, Armando dibuja un bigote a un
gato que ha esculpido con plasticina. En su cabeza danzan la
negras del caribe. Decide acostarse con la más bella.
Pero… ¿veinte mil pesos? Es muy poco dinero. Una
golfa de calidad cuesta doscientos mil pesos. En Vitacura las
hay, las ha visto y son divinas. El dibujo en la pared es bello.
Le besa. Yo te amo a vos, amada. Yo no creo en acertijos
pero Armando se está volviendo loco.

Llama por teléfono a Paola
Guzmán.

-Aló. ¿Quién?

-Soy Armando.

-Qué quieres…

-Decirte solamente que te amo.

Paola Guzmán cuelga el teléfono. No tiene
novio, es verdad, pero ha culminado su matrimonio como quien
acaba una partida de ajedrez.

Yo amo, yo existo. Yo deseo, yo repudio. Yo vivo, yo
me la juego. Yo soy, yo ya no vivo.

La situación es sutil. Armando está
perdiendo la razón. Andrade le ha dado una tarjeta. Llama
a su teléfono.

-Tráeme la puta más linda que
tengas.

Las mariposas se constriñen: un murallón
de avispas comen carne humana. Carne deshidratada por un dios
malvado; dios malévolo.

-¿Quién habla?

-El futre.

-Oh. Perdone usted, pero las niñas están
todas trabajando.

Armando frunce la nariz.

Mañana si desea.

Andrade cuelga sin responder.

La mariposa que anida en mi frente escupe sílaba.
Yo estoy despierto y huyo por Ahumada. Huyo por Mapocho. Huyo de
Vitacura. Se disuelven las paredes. Mi habitación es la
habitación de Armando. Y su dolor, mi dolor. Yo no tengo
un rayado en la pared. Tengo una fotografía de mi ex
mujer.

-Estos malditos golfos.

El grito de Armando es sólido. Intenta el vicio
solitario pero no puede. Se rinde al Padre. Se arrodilla y reza.
Se acostumbrará al celibato pero todavía arde su
mente con las carnes de su ex mujer.

-¡Paola! -grita Armando Urrutia-, te
amo.

La sola ilusión de la pobreza, la vida en
castidad en un prostíbulo, la constelación del
Padre, la bendición de los ángeles, la vida
traumática del despechado, la saturación de la
sangre, la congestión del llanto; ¡todo!, lo que
vosotros encontráis normal; en Armando es vida. Ha muerto
un millón de veces porque amar en desamor es morir
sutilmente.

-Yo te amo; ¿por qué me
abandonaste?

Se recuesta en la cama. Intenta apagar su
mente.

En su oficina, pinta árboles con pajarillos
cantando. Nadie le ve. Es un excelente ingeniero. Su trabajo es
importante. Una central hidroeléctrica significa dinero.
Pero en su mente hay vacío. Su corazón está
destrozado. Le han abandonado. Toma papel e intenta escribir un
poema. Dibuja. Rayas como agua. Dibuja. Rayos de tormenta. Le
llaman por teléfono preguntándole por los adelantos
del trabajo. Contesta seriamente.

-Muy bien.

Armando está completamente loco.

Qué daría yo por no sentir lo mismo. Pero
le comprendo. También me han abandonado. El dolor es
incurable.

Tomo el lápiz. Tomo papel. Tomo goma de borrar.
Soy Armando que dibuja una burbuja estelar. La burbuja se
condensa. Y estalla como si Dios mismo estallara en los Cielos.
Ya sabéis, Dios no es materia pero es materia. Paradoja.
Ya sabéis: Dios es nuestro contorno.

Busco en mi mano izquierda. Compruebo que Armando tiene
un lápiz especialísimo para trazar planos. Pero su
trazado es infantil: una casa, cerros, ovejas, niños
sonriendo. Ha perdido toda la mañana en dibujos que nadie
valoraría a la hora de cerrar un trato por miles de
millones de dólares.

Hay pena en mi corazón. Armando es como un
hermano.

El jefe llama a junta. Armando se asusta. Traza
rápidamente un presupuesto. Es alocado pero no
tonto.

Llama por teléfono al país nipón.
Le responde en inglés.

-Mister, ¿tiene fax?

-Yes.

En una hora su trabajo está concluido. Ha
coordinado la pesquisa de los materiales necesarios a bajo costo
y a muy alto rendimiento.

En la reunión se mantiene silencioso. Sus
proyectos son aceptados.

-¿Y los planos?

Armando busca en su cartera. El dibujo infantil cae a
tierra. Nadie se da cuenta. Lo recoge.

-No he tenido tiempo. Pero hoy mismo haré un
boceto de la hidroeléctrica.

-No quiero un plano de la hidroeléctrica -dice el
jefe-. Quiero un plano de los gastos.

Hay silencio cómplice en los
subalterno.

-Aquí tengo un boceto.

Nuevamente el dibujo infantil cae a tierra. Pero esta
vez la secretaria lo recoge.

-Qué encantador dibujo. ¿Es de tu
hijo?

-Estoy separado y no tuve hijos.

-Perdón.

-El trabajo es importante -dice Armando-,
trabajaré hasta tarde. El boceto es bueno. Los japoneses
tienen la mayor infraestructura en este tipo de centrales. Hablan
inglés y son antisísmicos. Aquí están
los planos.

La secretaria se siente perturbada. Le sirve un
café al jefe. Pregunta con voz de
letanía.

-Armando, ¿qué deseas?

Una familia –responde en silencio.

Hasta tarde se queda realizando el proyecto. Son las
diez de la noche. Y toda la tarde ha estado dibujando pajarillos
con niños jugando felices en un parque. A las doce
bosqueja el proyecto final. Llama a Tokio. Le envían un
plano de todos los gastos detalladamente. Ha terminado su trabajo
en tiempo record.

En su habitación encuentra a Paola Guzmán
dibujada a carboncillo. Pero no son sus facciones. Ni su pelo. Es
una mujer anónima. Un carisma.

Le llaman por teléfono.

-¿A estas horas?

-Es una mulata bellísima…

-Mañana, mañana, no me molestas
ahora.

Intenta dormir pero el sopor no llega. Sueña
despierto. Los niños jugando son sus hijos pero
están solos. Sin mamá. Los niños le abrazan.
Le aman. Son niños felices como él.

-Papi, ¿dónde está mami?

-En Miami.

Los niños se arrodillan. Piden a Dios
clemencia.

-Padre, que la mami Paola regrese sanita a
Chile.

Estos son los pensamientos de Armando.

Busca en la licorera. No hay vino no tazas. Tiene sed.
Bebe agua con cuenco de mano hasta saciarse. Son las dos de la
madrugada. Los borrachines en el bar le saludan.

-Futrito, ¿qué tal?

La vida es ardua. Los fantasmas nos atosigan el alma.
Vivir es plantearse incógnitas. Morir se resucitar a la
vida espiritual. Pero estamos en este mundo para
sufrir.

Armando pide agua envasada. No pipeño como sus
compañeros. No le han pagado. Le quedan mil
pesos.

-¿Cuánto cuenta?

-Quinientos pesos.

-Bien.

De un seco se traga la botella de litro. La sed es
tremenda en Japón.

Yo estoy solo y mi soledad es agua tónica.
Vivo rodeado de planos, de gentes que hablan inglés. Yo
soy hijo de la plutocracia
. Buenos colegios. Universidad
en el extranjero. Tuve un amor pero… ¡Soy tan
infeliz ahora! Me muero. Desearía vivir la vida alegre.
Desearía vivir en Roma con el Santo Padre. Arrodillarme y
confesar mis culpas. Era casquivano pero jamás le puse los
cuernos a Paola. No entiendo porqué me abandonó.
Ahora no tendré familia. Estoy adelgazando. Peso setenta
kilo. Pero… ¿resistiré? Yo creo que
sí. Pero es difícil sentarse en mi escritorio y
trabajar. Desearía ser un borracho y beber todo el
día pipeño. Acostarme con las putas de Andrade.
Pero me rehúso. Soy un viudo sofisticado. Mi mente gira.
No hay posibilidad de conexión. Estoy atrapado. Ya mis
huesos están podridos. En Chile o de Chile no
nacerá nada. Yo estoy yerto. Apunto de exterminarme.
¿Qué hago? Esperar el neutrón que palidezca
mi central hidroeléctrica. Soy un fiasco. No trabajo. He
mentido. ¿Qué hacer? ¿Quitarme la vida?
Dígame, usted, Santo Padre. ¿Es
pecado?

-Lo es, hijo mío; lo
es…

Estas cosas elucubro mientras los borrachos
sonríen.

Ha llegado la hora del término de la fiesta. Son
las siete de la mañana. Armando sube a su departamento. La
secretaria le recuerda. Armando no es feo. Es atractivo. La
secretaria le desea.

-Yo podría amarte, tonto. Formar
familia.

Estos pensamientos no los escucha Urrutia. Se ducha el
aludido. Se afeita. Intenta mantenerse pulcro. Pero los dibujos
infantiles son como olas de mar. Arrecian con la
tormenta.

Paola Guzmán quiere el divorcio. Le llama por
teléfono.

-Armando, te he enviado mis abogados.

-¿Qué quieres de mí? Todo lo
tienes; hasta mi corazón…

Paola no responde. Apenas existe.

Capítulo
Tres

Armando sube las escaleras: su oficina es un atolladero
a su locura. Amar, desear vivir en plenitud. Vivir. Caminar desde
Mapocho hasta el edificio de ingenierías. Yo sé que
vosotros pensáis que es falso morir por amor. Pero por
amor se muere.

La secretaria le espera.

-Don Armando, ¿cómo se siente?

Urrutia se incomoda.

-Bien. ¿Y usted?

La secretaria es bella.

Yo desearía besarle. Es tan alto para
mí. Separado. Capo entre los capos. Un buen
partido.

-¿Se sirve un café?

-Sí, gracias, Carola.

Armando no observa las curvas de la secretaria. Su
busto, sus piernas. Armando está ciego.

Usted es un hombre bueno. Me
casaría…

Los pensamientos de Carola son difusos.

Armando se sienta a trabajar. Llama a
Japón.

-Necesito un calendario de niños viviendo
alegremente en un parque de Vitacura de Chile.

Los japoneses se sorprenden.

-¿Quién es?

-Armando Urrutia.

-Ha colapsado, el pobre…

Carola le sirve el café.

-Le gustaría conversar.

Paola Guzmán en el rostro de Carola.

-¿De qué?

-Le invito a salir este viernes.

-¿Salir? ¿Nosotros?

-Sí; por qué no. Usted ya no está
casado.

Armando dibuja un río que se diluye.

-Sí, sí. Usted es muy gentil.

Yo no pienso en gentileza. El deseo me
embarga.

Carola teclea en su computadora. Se arrebola. Siempre ha
deseado a Armando.

Los japoneses llaman al jefe. Conversan seriamente. El
jefe se sorprende.

-Hablaré con él.

Se sienta en un parque. Es hora de almorzar. Carola le
sigue con la mirada. Le persigue. Los niños están
en las escuelas. No hay vida en los parques. Carola le toma el
cabello. Le acaricia. ¿Qué es lo que me
sucede?
Carola no redunda en mimos. Es una mujer de
batalla.

-¿Qué tiene usted, señor?
¿Qué está tan triste?

-No tengo familia…

Carola no comprende.

-Usted es joven. Podrá encontrar
pareja.

-Sí. Usted también es muy bonita.
¿Me ha seguido hasta aquí?

-¡Cómo se le ocurre! Es una coincidencia.
Recuerde que tenemos una sita.

-Sí. Lo recuerdo. Este viernes. Pero no tengo
dinero.

-¿No? Pero, ¿cómo? Si usted es
ingeniero.

-Es que dejé mi chequera en casa. En mi hogar.
Con Paola. Y no quiero volver. Porque acabaría con mi
vida. Todo lo dejé porque estoy herido de
muerte.

Carola se siente incómoda con la
confesión.

-Yo le invito un café. Pero lo del viernes lo
suspendemos. ¿Qué le parece?

-Por mí está bien.

Se sientan en un bar. Conversan sobre
trabajo.

-A usted lo van a despedir si continúa dibujando
niños.

-¿Y cómo sabes?

-Llevo muchos años en la empresa.

-No puedo evitarlo. Me agradan los hijos.

-Pero usted no tienen.

-Pero quería tener.

Beben el café.

-¿Tiene hambre?

-Sí, pero no tengo dinero.

-Yo tampoco.

Ríen.

-Vamos. Hay que trabajar.

En la oficina, en jefe llama a terreno a Armando.
Conversan. Los japoneses están preocupados. El
dueño está preocupado. Los accionistas
también. Un crucifijo en la cabecera del gabinete. La
oficina es sacramental. Con fax, con terminales computacionales,
con mapas. Oficina de gerente exitoso. Una oportunidad más
o el despido.

-Si quieres, tómate una semana de vacaciones. Y
busca ayuda profesional. Un psiquiatra.

-No lo necesito. Fue un lapsus. Es que…
¿puedo serle sincero? Quise hijos y no los
tuve.

Al patrón no le importan los merodeos
sentimentales. Al patrón sólo le interesa la
producción.

-Déjate de bobadas. O te vas cascando.

Un sopor se apodera de la habitación. Armando
dibuja en su mente una central hidroeléctrica para
niños cantores.

-Comprendo. Despídame entonces porque estoy
mal.

-Ya te dije. Una oportunidad. Eres un excelente
ingeniero.

La vida nos depara abismos. Las secuelas son el
ostracismo. Vivir es morir a veces. Pero; ¿de qué
modo el hombre esculpe su destino?

Carola escribe en su computadora. Sospecha.
Perderá a su hombre. Carola está
embriagada.

-Don Armando, venga.

-¿Qué desea, Carola?

-Quiere dormir conmigo está noche.

-No puedo, Carola, no traje pijama.

Armando se sienta en su escritorio. Llama a
Japón.

-Necesito un calendario de la radioactividad
sísmica de Tokio.

Los nipones se sorprenden.

-¿Y para qué?

-Es que necesito un esquema de una central
nuclear.

-Vuelven a llamar al jefe. Y con dos advertencias en una
tarde es despido seguro.

-Armando, estás acabado.

Por las calles caminando. Sin dinero. Sin casa. Sin
hijos. Sin oficina de ingeniería. Ha perdido todo por la
locura del amor.

Estoy enamorado. Y mi ex mujer ha escapado a
Paría. ¿Con quién? ¿Con un amante?
¿En solitario? A Vitacura me voy caminando. Abriré
la puerta de mi hogar y me ducharé. Pero no tengo llaves.
No tengo nada. Tengo que encontrar trabajo. Ahorros… pero
la libreta está en el departamento de Vitacura. Cinco
millones. Podría vivir un año gastando lo
mínimo.

Armando camina hasta su departamento en Vitacura pero el
conserje llama a carabineros.

-Este señor vivía aquí. Pero ahora
es un…

El conserje no termina la palabra.

-Tengo todas mis cosas arriba. Es mi casa.

-¿Tienes llaves? -pregunta el
carabinero.

-Mi mujer se las quedó.

-Ella ha cerrado el departamento. Creo que se ha
marchado lejos del país. No puedo dejarlo entrar. El
departamento es de Paola Guzmán.

-Yo lo compré. Pero se lo regalé a su
nombre. Es mío.

-Tienen papeles.

-Sí. Aquí está mi anillo de
bodas.

-Tiene que marcharse, señor. O lo llevaremos
preso.

Armando se marcha. Como un delincuente.

Los borrachos palmotean a Armando. Es festivo. Siempre
es festivo. Pero Armando no tiene un céntimo. No quiere
beber. No quiere encontrarse con Andrade. Sólo quiere
compañía. La camarera se acerca. Conversan. La
camarera es sabia. Un vaso de agua, para el caballero. Los ebrios
se sorprenden. Un futre sin dinero. La vida está
enloqueciendo.

-¿Qué tal la pega?

-Me despidieron.

-Oh, qué mal.

-Pero tengo ahorros. Tendré que ir al banco para
solucionar mis cosas. Pero ahora no tengo ni para pagar este vaso
de agua. Me vine de colado en el bus.

-No importa, Armandito; nosotros le
invitamos.

-Gracias, pero no. Necesito sólo
compañía.

La vida es ardua, dice el refrán. Pero en Chile
la cesantía es aún más ardua.

-No quiero trabajar más. ¿Y ustedes,
cómo lo hacen?

-Vivimos del macheteo.

-Eso haré yo; cuando se me termine el dinero.
Machetear. Estoy harto de la ingeniería.

La camarera interviene.

-¿Usted es junior?

-Soy ingeniero.

La camarera se interesa.

-Si es ingeniero porqué no tiene
dinero.

-Me acabo de separar. Y mi mujer se quedo con
todo.

La camarera sonríe.

-Eso es imposible. Mitad y mitad es ley.

-Es que yo quise…

Armando no habla. Sólo piensa.

Buscar amar la vida. Desplegar las alas. Todo lo
dejé. ¡Todo! Yo soy un paracaídas que recorre
el mundanal mundo material. Pero mi paracaídas está
invertido. Yo era cristiano. Ahora soy un desempleado. Por vida
mía: si estuviera en Roma me arrodillaría. El Papa
puede salvarme. Mi extremaunción es necesaria. Quiero
morir. No necesito nada de la vida civilizada. Todo se lo ha
llevado Paola. ¿Y el porqué? Yo no sé. No
hay explicación. Paola me dejó. Escapó fuera
del país. No podré reclamar mis pertenencias. Estoy
atrapado, como en un túnel. Estoy dispuesto a morir en el
intento. ¿Qué hago? ¿Buscar trabajo? Pero,
¿de qué? De tonto encorbatado. Voy a gastarme mis
ahorros y vivir de la caridad en la calle; en los puentes; con
los jóvenes drogadictos. Soy creyente. Habrá un
Dios que me paralice el corazón. Ya no quiero más.
Quiero hijos con Paola Guzmán. ¡Hijos! Trabajar por
mi propia familia, pero ahora no tengo nada. Soy infértil.
No me acostaré con ninguna mujer. Estoy harto. Me voy as
quitar el sombrero. Ya que no hay sol y el invierno nos cubre.
Señor, ¿dime?, ¿por qué mueren los
suicidas?

-Me podrías traer más agua. Tengo dinero
pero en el banco.

La camarera sonríe.

-¿No tiene hambre, caballero?
¿Podría servirle un puchero para calentar el
estómago? La casa paga.

-¿Un puchero? ¿Y qué es
eso?

-Una sopita de huesos.

-Déme sólo la sopa pero sin huesos. Soy
vegetariano.

Armando come ilusiones. Buscará trabajo y lo
hallará inmediatamente. Se vestirá de ejecutivo. Y
apagará el televisor de las malas relaciones con Paola
Guzmán. Lunes entrando en su nuevo trabajo. En una oficina
de ingenieros que construyen casas para gente
desposeída.

Pero esto es un sueño del narrador. Que ama a
Armando. El narrador desea el bien de su personaje. Pero…
dejémosle vivir. Y observemos su
comportamiento.

-Rica la sopa. Usted también está
bien.

La camarera se sonroja.

-No sea imprudente, caballero.

Ríen los borrachos.

El dibujo en la pared adquiere vida. Corporeidad.
Armando se asusta. "¿Quién eres?", pregunta. El
dibujo no responde; ya que amor y odio son disconformes. Vivir es
amar. Morir es amar. El dibujo se aferra al cuello de Armando. Le
besa. Le desnuda. Hacen el amor. Pero no es Paola Guzmán.
Es su ex mujer que no tiene rostro. Armando besa los senos,
acaricia los muslos. El dibujo vuelve a la pared cargado de
semen. ¿Qué has hecho, hombre, con tu
vida?

Llaman a la puerta.

Es bastante tarde.

-¿Quién?

-Andrade.

Armando abre la puerta. Dos mulatas le
acompañan.

-Estas son mis chicas. Podría probarlas hoy
mismo.

-Son muy hermosas pero tengo mujer.

-No es soltero.

-Estoy casado. Tengo hijos. Mi mujer anda de viaje de
negocios.

Las mulatas observan la mancha sangrienta en la pared.
Este es un loco. Hay que tener cuidado con
él.

-Amor, el caballero no tienen dinero. Es un pobre.
Perdemos el tiempo.

-No sea leso, Armando. Mis mulatas le harás
olvidar sus penas.

-Sí, es verdad, pero… ahora no tengo
dólares. Sólo vacío mental.

-Yo podría quitarle los pantalones -dice una
mulata-; y su vacío mental sería goce.

Rizas.

-No me mal entienda. Usted es muy bella. Pero yo tengo
mi mujer… Es ella.

El dibujo en la pared se cimbrea.

-Usted está volviéndose loco. Muchachas
denúdense y pésquense a este futre.

El caos se apodera de la habitación. Las mujeres
bailan. Las mujeres se besuquean entre sí.

-¡Basta!; o llamaré a los pacos.

Andrade tiene miedo. El rostro de Armando se ha
desfigurado.

-Vo" te lo perdí, asopao".

La vida se ha vuelto denigrante. La vida continúa
de modo esquemático. Los ángeles merodean. Los
ángeles tocan las paredes de la habitación de
Armando. Dios mismo se ha compadecido del pobre
hombre.

-Habrá que ayudarlo… Yo le amo…
Habrá qué…

Dios paraliza su palabra.

De noche, Armando tiene pesadillas. Sufre. La vida es
atosigante porque la maldad es grande. Vivir para la soledad.
Vivir para la nostalgia. Sueña con la bella caricatura en
la pared. Sueña que hay armonía entre ambos. Que se
dan las manos y que caminan por la rivera del río Mapocho.
Son felices. Yo creo que su vida es un fiasco. No tiene trabajo y
ha perdido los estribos. Yo creo que Armando debe
morir.

Urrutia despierta a las cinco de la madrugada. Con
sequedad en la boca. Paola Guzmán vive en París
pero sin rostro.

-Tú eres mi mujer -le dice a la pared-. Contigo
tendré hijos.

La mujer inyectada en sangre responde:

-Tendremos siete hijos porque siete son los
paraísos.

Armando se arrodilla. Clama justicia.

-Padre, me han abandonado…

Yo tengo mucha pena. Su dolor es mi dolor.

A las nueve de la mañana suena el
teléfono. Es carola.

-Señor, el jefe quiere darle una
oportunidad.

Armando se resiste. Busca la miseria con
insistencia.

-¿Qué desea de mí?

-Qué trabaje…

-Es que…, yo no sé, estoy
volviéndome loco. Pero… acepto. Intentaré
afeitarme. Intentaré ducharme. Intentaré
normalizarme por amor a mi madre. Por amor al trabajo. Por
ética profesional.

Carola se estremece.

-Usted me gusta. Podríamos ser novios.

-Sí. Es verdad. Usted es bella.

Carola se humedece. Se siente incómoda. Realmente
Armando es muy atractivo.

-Podríamos juntarnos hoy.

-Es que no tengo dinero. Después del pago,
¿le parece?

-Sí. Muy bien. Le esperamos entonces
hoy.

Rápidamente Armando se viste. Se rasura. El
desodorante escasea. Mal cepillado de diente. Besa a Paola
Guzmán. El beso es apasionado.

-Te amo.

La pared responde.

-No me pongas los cuernos con esa puta.

-No lo haré mi amor.

Llega al trabajo caminando al medio día.
Reunión con el jefe. Habla en inglés, en
francés, en alemán. El cerebro de Armando
está perfectamente oxigenado. Tal vez la separación
le ha afectado demasiado.

Un mundo hay por conquistar. Construir una central
hidroeléctrica.

-Tu mujer te ha abandonado, ya sé, pero no
pierdas tu trabajo. Hay mucho. Busca una entretención.
¿Billar?, ¿los bolos?, ¿karate? Pero no
pidas huevadas a Japón.

-Fue un lapsus.

-No fue un lapsus. Fue una gran cagada.

-Usted tiene razón. Mi mujer está en
Europa y yo vivo en un pequeño departamento. Necesito
trabajar. No tengo dinero. Por eso he llegado tarde. Me vine
caminando.

-Pero ¡cómo, hombre! ¿Cuánto
necesitas?

-Un adelanto.

-Pídelo en tesorería.

Hay milagros que suceden en la vida. Milagros que nos
cambian.

-¿Qué necesita de mí?

-Un mapa total de la contabilidad de la central
hidroeléctrica. ¿Con dos meses
tendrás?

-En dos semanas se lo tengo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

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