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La 'Red Espinosa' de espionaje en la Guerra Civil Española



  1. La Red
    Espinosa

En el verano de 1936, al estallar la Guerra Civil
Española, el mando militar sublevado el 18 de julio
carecía de servicios de información o de
inteligencia militar propios, por lo que hubo de apoyarse en
aquellos agregados militares y navales, de las embajadas y
consulados españoles en el extranjero, que decidían
sumarse a su causa. Pasados los primeros meses del conflicto el
mando nacional, ya unificado en su cúspide en la figura
del general Francisco Franco (octubre de 1936), organizó
el llamado Servicio General de Información y Espionaje
(SGIE), dependiente del Estado Mayor de la Armada Nacional con
sede en Salamanca, junto al Cuartel General del
Generalísimo, el estado mayor de Franco.

A medida que se vislumbraba que el golpe militar del 18
de julio desembocaba en una guerra civil prolongada, este
núcleo originario asistió al despliegue de nuevas
secciones y centros de inteligencia militar dentro del bando
nacional. [1] La oficialidad de la Armada, siguiendo una
tradición más fuerte que la del Ejército en
el desarrollo de la inteligencia militar, fue la primera en
activar este campo de la lucha bélica, con la conocida
como "Red Espinosa", prácticamente operada por un
único jefe y coordinador, el entonces CC (capitán
de corbeta) Manuel Espinosa Rodríguez.

La Red
Espinosa

El jefe supremo de la reducida Armada del bando
nacional, almirante Juan Cervera Valderrama, ordenó al
capitán Manuel Espinosa en agosto de 1936 la
creación y control de un servicio de información
naval que vigilase los envíos marítimos de material
de guerra desde la URSS a los puertos españoles del Frente
Popular. Este servicio o red de espionaje debería cubrir
las rutas marítimas entre el Mar Negro y el
Mediterráneo occidental. Su misión sería la
de recopilar información veraz y útil desde el
punto de vista militar sobre el movimiento de buques cargados con
material de guerra soviético hacia la España
frentepopulista. Con la intención de recabar apoyos e
infraestructura de los países amistosos hacia el
Movimiento Nacional español (el bando liderado por
Franco), Italia y el III Reich alemán, Espinosa se dirige
en primer lugar a Roma, para reunirse con oficiales de la Regia
Marina italiana en primer lugar. La idea de buscar el apoyo
italiano estaba en parte fundamentada en las propuestas del
agregado naval de la embajada española ante el gobierno de
Mussolini. Sin embargo, la Regia Marina declinó apoyar el
proyecto, por lo que Espinosa hubo de buscar un contacto
alemán, y lo halló en la propia capital italiana:
se trataba del capitán Lange, de la Kriegsmarine, agregado
naval de la embajada alemana en Roma [2].

Por mediación de Lange, el capitán
Espinosa es recibido en la administración central de la
Kriegsmarine alemana, que decide prestarle su apoyo para que
desarrolle actividades clandestinas sobre el tráfico
marítimo en los puertos de cuatro países de las
costas del Mar Negro: Rumanía, Bulgaria, Turquía y
Grecia. Para ello le proporciona un pasaporte alemán con
una identidad artificial germano-argentina, y avales que lo
puedan acreditar, en caso de necesidad, como comisionado por el
ministerio de marina alemán en una misión
ficticia.

A cambio, Espinosa debía transmitir los datos
recabados en sus observaciones (por sí o por personas
reclutadas por él) a la Sección I del Abwehr, el
servicio de inteligencia dependiente del alto estado mayor de la
Wehrmacht alemana -y a través de la cancillería del
Reich (Reichskanzlei), también sometido al ministerio de
asuntos exteriores alemán, el Auswärtiges
Amt-.

También como contrapartida a la cobertura
prestada, la Sección II del Abwehr se reservó el
derecho a encomendar misiones de sabotaje a Espinosa, aunque
éste finalmente no tuvo que cumplir ninguna, pues no
fueron exigidas por los alemanes [3].

Espinosa se estableció en primer lugar en la
costa de Bulgaria, dando cuenta de los movimientos de los barcos
que recalaban en sus puertos con destino a la España del
Frente Popular, y de las operaciones de carga de armamento
soviético y de otras procedencias, acompañando sus
informes con fotografías probatorias. Con el tiempo se
aventuró a contactar también con oficiales civiles
de buques de países neutrales que, infringiendo las
prohibiciones del Comité de No Intervención,
transportaban material de guerra (checoslovaco, sobre todo) con
destino al Frente Popular.

Por medio de sobornos, a cuenta de fondos enviados desde
la España nacional, Espinosa entregaba claves a un
capitán y un radiotelegrafista de un buque cargado con
armas previamente sobornadas, para que las radiasen al llegar a
la altura de las Islas Baleares a una frecuencia determinada. Las
estaciones de radio de la Armada nacional, al recibirlas,
enviaban buques de su Flota al encuentro del buque que las
emitiera, conduciéndolo a una base naval nacional
(Cádiz, en la mayoría de los casos); allí se
decomisaría el armamento, y se dejaría que el buque
siguiera su ruta sin mayores perjuicios, de acuerdo con las
normas de "buena presa" establecidas en el derecho internacional
marítimo.

El negocio era redondo, y los sobornos, sustanciosos, lo
que hizo que el trato fuera aceptado por bastantes capitanes y
radiotelegrafistas civiles. Buena parte de las patrullas de la
Regia Marina italiana que, bajo la apariencia de colaborar con el
embargo de armas del Comité de No Intervención,
interceptaron buques neutrales que escondían armas
destinadas al Frente Popular, fueron guiadas hasta éstos
por medio de este subterfugio establecido por Espinosa.
[4]

En los puertos franceses donde se embarcaban armas con
destino al Frente Popular también se empleó esta
misma argucia, tentando en cada caso al capitán y al
armador del buque al que se pretendía detener. Cada uno
recibiría de los agentes nacionales españoles el
equivalente al 10% del valor de la carga en armas que se
decomisara, si el buque realizaba el aviso
radiotelegráfico acordado y en la clave prescrita, a la
frecuencia de la Armada Nacional [5].

El buque sería respetado, y podría
realizar el resto de su ruta sin mayores inconvenientes.
Nuevamente, muchos capitanes y armadores se dejaron tentar por la
seguridad y la rentabilidad de la jugada.

Cuando Espinosa consolidó una red de suficiente
entidad en los puertos búlgaros, amplió sus
actividades a los de Rumanía, recibiendo apoyo de los
funcionarios diplomáticos españoles en Bucarest,
partidarios del bando nacional. Estos diplomáticos fueron
instruidos por Espinosa y con el tiempo asumieron las funciones
observación y seguimiento de buques, e intento de soborno
a sus capitanes y radio-operadores. Mientras realizaba toda esta
labor, Espinosa tuvo conocimiento de que el Frente Popular
español estaba en tratos con un inversor griego para
importar munición de guerra desde ese país, y de
abrir una planta de municiones y explosivos para su propio
suministro en territorio griego.

El proyecto de los frentepopulistas, bastante
rocambolesco, tenía un defecto grave: el inversor griego
adquiría los explosivos y la munición a empresas
italianas y alemanas, y luego fingía que los
producía en Grecia, engañando a sus clientes
españoles.

Espinosa alertó al mando nacional español,
y éste cursó instrucciones para que sus
representantes en Berlín y Roma solicitasen de Hitler y
Mussolini órdenes de prohibición de vender a este
empresario para las empresas implicadas, lo que se
consiguió tras duros regateos. Éstas finalmente
acataron las órdenes de sus respectivos gobiernos de
interrumpir sus ventas al intermediario griego. De este modo,
éste tuvo que abandonar su fraudulento negocio con los
frentepopulistas poco tiempo después de haberlo iniciado
[6].

En general, los intentos del Frente Popular de adquirir
armas, municiones y equipo bélico en el mercado
internacional produjeron un importante derroche, y numerosos
fracasos como el aquí descrito. La desorganización
y la ineptitud de sus agentes, así como su
corrupción y la de los tratantes de armas del mercado
negro internacional, a los que el Frente Popular recurrió
de manera impenitente, supusieron una sangría
económica a cambio de un armamento prácticamente
inservible, como ha demostrado el historiador Lucas Molina Franco
en sus recientes estudios sobre el armamento extranjero en la
Guerra Civil Española. Esta conclusión desmiente
las tesis esgrimidas por otros historiadores, empeñados en
defender una insostenible "teoría de la
conspiración" que impidió al Frente Popular
adquirir, en condiciones aceptables, armamento en Europa y
América durante la Guerra Civil
Española.

En buena medida, el fracaso de las adquisiciones
internacionales de armamento fue responsabilidad del propio
Frente Popular y sus agentes, más preocupados en amasar
fortunas personales que en velar (aun mínimamente) por la
eficacia de sus gestiones. Por otra parte, también hay que
reconocer que la imagen pública del Frente Popular en los
ambientes diplomáticos y entre los gobiernos de Europa y
América era muy mala, y que las presiones
británicas para bloquear las iniciativas de ayuda
bélica a los gobiernos de Largo Caballero y Negrín
encontraron un fértil terreno en el que
prosperar.

Nuevamente en Rumanía, el capitán Espinosa
logró impedir que un buque mercante llamado "Sylvia"
zarpara del puerto de Constanza con un cargamento de armas
checas, con destino al Frente Popular, operación en la que
uno de los diplomáticos españoles en Bucarest tuvo
un papel destacado. Los medios empleados en ésta y otras
operaciones destacaban por su precariedad y creatividad, salvando
obstáculos como el escaso alcance de las transmisiones
radiotelegráficas de la época.

La Red Espinosa contó, entre otros, con una
estación de radio oculta en un yate privado, cedido por su
propietario, y atracado frente al puerto de Montecarlo. Manejada
clandestinamente por un radio-operador del Ejército del
Aire nacional, la emisora, reforzada en potencia para alcanzar
las estaciones de las Islas Baleares, transmitía los datos
relativos al movimiento de buques cargados con armas hacia los
puertos frentepopulistas en los puertos del sur de Francia (sobre
todo Marsella).

La estación receptora en Mallorca (más
otra en Irún) transmitía por cable la
información, primero a Salamanca y después a
Burgos, donde radicaba la sede central de la Armada, junto al
cuartel general del mando nacional. Para mantener el total
secreto sobre esta emisora clandestina del yate, el
radio-operador vivió recluido en él durante dos
años, ya que se pretendía dar la apariencia de que
había sido abandonado por su dueño, y debía
restringirse al mínimo el movimiento en torno a la
embarcación [8].

Finalmente, el gobierno rumano reconoció
diplomáticamente al del general Franco en España
como el legítimo, y el capitán Espinosa pudo
abandonar su identidad falsa para pasar a actuar como agregado
naval de la embajada española en Bucarest. [7] Una
vez consolidadas las redes creadas en los años
precedentes, el capitán Espinosa promocionó en
rango, recibió formación avanzada en Roma sobre
espionaje e inteligencia militar, y finalmente fue nombrado
agregado naval en Berlín.

Su aventura terminó en éxito, y fue
convocado para dirigir la expansión del servicio de
información naval de la Armada en años posteriores,
una vez concluida la Guerra Civil Española.

 

 

Autor:

Jorge Benavent

 

__________

NOTAS

[1] Michael Alpert: La Guerra Civil
Española en el mar
. Madrid, Siglo XXI, 1987, p. 175
(cit. J.R. Soler y F.J. López-Brea, p. 285, n.
1).

[2] Jose Ramón Soler y Francisco Javier
López-Brea:
Soldados sin rostro. Los servicios de
información, espionaje y criptografía en la Guerra
Civil Española.
Barcelona, Inédita Eds., 2008,
p. 92. Según estos autores, Espinosa había sido
destinado, en una misión de formación en la marina
de guerra alemana en 1930, durante un año aproximadamente,
lo que le permitió establecer valiosos contactos con
cierto número de oficiales navales alemanes. En general,
en el presente trabajo seguimos la línea trazada por estos
dos autores en su valioso e innovador estudio, del que hemos
tomado buena parte de la información
presentada.

[3] Ibidem. Tanto el Abwehr como el
Auswärtiges Amt contuvieron en su seno, bajo el
régimen de Hitler, núcleos de resistencia
más o menos pasiva al nacionalsocialismo y sus
erráticas políticas, tanto en la diplomacia como en
las relaciones secretas con gobiernos extranjeros. A
título personal, diversos altos cargos de ambos organismos
(como el propio almirante Wilhelm Canaris, jefe supremo del
Abwehr) utilizaron su acceso directo a centros de poder, en
países neutrales o enemigos de Alemania, antes y durante
la II Guerra Mundial, con el fin de dificultar determinadas
acciones políticas y militares decididas por el propio
Adolf Hitler o su ministro de asuntos exteriores Joachim von
Ribbentrop, que consideraban funestas para el papel internacional
del III Reich. Canaris pagaría con su vida estas
actividades, siendo ejecutado por orden de Hitler justo antes de
la rendición de 1945.

[4] D. Pastor Petit: Los dossiers secretos de
la Guerra Civil Española.
Barcelona, Argos Vergara,
1978, pp. 248-249 (cit. J.R. Soler y F.J. López-Brea, p.
285, n. 4).

[5] M. Casanova: La diplomacia
española en la Guerra Civil.
Madrid, MAEC, 1996, p.
127 (cit. J.R. Soler y F.J. López-Brea, p. 285, n.
6).

[6] J. R. Soler y F. J. López-Brea, op.
cit
.,
p. 93. Lo que el empresario griego hacía
era comprar las municiones en Italia y Alemania y transportarlas
a Grecia por tierra. Luego las cargaba en dos barcos, que
utilizaba para consignarlas al puerto francés de Marsella,
y desde allí, burlando los bloqueos de la Armada Nacional
y del Comité de No Intervención en el
Mediterráneo, debían llegar hasta el puerto de
Barcelona. Espinosa hubo de enviar fotografías probatorias
de las operaciones de carga y descarga de los buques griegos
tanto en los puertos de Grecia como en el de Marsella para
convencer a los gobiernos alemán e italiano de que
prohibieran las ventas de municiones al jefe griego del
entramado. Mientras las obtenía, fue detenido por la
policía, pero logró ocultar el carrete en que las
llevaba y sustituirlo por otro en blanco. Pese a su inicial
inexperiencia en tareas de espionaje, el capitán Espinosa
adquirió las cualidades necesarias para superar trances
difíciles y situaciones peligrosas, dando muestras de una
gran aptitud para la misión que se le encomendó
(ver las conclusiones de Soler y López-Brea en la nota
nº 7, a continuación de la presente). La
mayoría de sus contrapartes frentepopulistas, por no decir
la totalidad de ellas, fracasaron de modo estrepitoso en sus
incursiones en el complicado mundo del espionaje.

[7] J. R. Soler y F. J. López-Brea, op.
cit.,
p. 93: "La eficacia del trabajo de Espinosa, dada
su inicial inexperiencia en temas de espionaje, es
increíble."

[8] A. Paz (J. Centaño de la Paz): Los
servicios de espionaje en la Guerra Civil Española
1936-39.
Madrid, Ed. San Martín, 1976, pp. 233-234.
En 1939, ante el temor de que los servicios de radioescucha de la
Armada francesa localizasen la emisora del yate, se dejó
de utilizar, y fue sustituida por otra radio, camuflada en un
taxi, que emitía siempre desde distintos lugares, para
evitar ser localizada por los radiogoniómetros militares
franceses (cit. J.R. Soler y F.J. López-Brea, p. 285, n.
8).

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