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Rescatando la libertad (Cuento)



Partes: 1, 2

  1. Introversión
  2. La
    Misión
  3. Desprendimiento del
    Alma…
  4. Incondicional
  5. Una Muerte Gloriosa
    conduce a la Inmortalidad
  6. Júbilo y
    Paz

Introversión

Paz había en mi corazón. Erick, mi nieto
tenía trece años. Esa lluviosa y fría tarde
de noviembre, me acompañaba al viejo cementerio de "Los
Olivos", a depositar una ofrenda floral en el Gran Mausoleo,
ubicado en el Panteón de los Héroes Caídos
en Combate, que guarda los restos mortales de Enrique Alejandro
Del Solar y un gran número de queridos colegas, que como
él todos juramos: "¡Seguir constantemente la
bandera de la República, defenderla hasta perder la vida,
no abandonar a quien nos mandare, en acción de guerra o
disposición para ella!".
Estoy seguro que los de
mi unidad lo cumplieron con honor y sacrificio.

Estuve, por varios minutos parado de frente a su
epitafio y revivía en mi mente momentos del pasado,
transfigurando lo sucedido la tarde cuando ocurrió su
muerte. De repente Erick me hizo volver al presente, y preguntar
como siempre con gran curiosidad.

_Abuelo,… ¿dime porque
después de tantos años de lo sucedido
continúas viniendo a este lugar y guardas con gran respeto
su memoria?
_La respuesta es sencilla, mi querido
muchacho. Por gratitud, estoy vivo gracias a la formidable y
heroica acción de este hombre, oye bien, del hombre que
aquí descansa y los otros que perecieron en aquella
emboscada mortífera, es más, tu mismo existes por
esa proeza; ya que, Él salvó mi vida cuando yo
tenía 26 años. Este colega valeroso y ejemplar,
amigo de armas, expuso su humanidad para proteger la mía,
ambos quedamos gravemente heridos a la par de muchos y otros de
mis "gladiadores" que murieron allí mismo,
infortunadamente como consecuencia de esos actos malévolos
y execrables del terrorismo __guerrillas, narcotraficantes,
delincuentes y todas sus mixturas__ internacional o
nacional
.

Tu padre no había nacido. Después, de
sufrir aquella delirante etapa dudé, primero sobrevivir y
luego volver a engendrar un hijo, debido a las esquirlas
recibidas en mis partes genitales; sin embargo, la prueba de oro
fue el nacimiento de tu papá, quien nació dos
años más tarde. Quizás, recuerdas que una
vez me preguntaste del porqué no jugaba al fútbol o
corría contigo, en esa oportunidad dije _
¡que un bombazo había amputado mi pierna, y
que con una pata de palo era difícil ser un buen atleta
como antes fui!_.
Callamos y en silencio seguí
por unos minutos reflexionando, ensimismado en lo profundo de mis
pensamientos y haciendo vividas recordaciones. Al volver,
caí en la cuenta que estaba derramando una lagrima o
dos…no sé. Erick me espaldareó diciendo
__Es hora de irnos abuelito__. Con mi
pañoleta de verdes matices, la misma que llevaba atada al
cuello el día de la explosión, sequé mis
ojos y tomando a mi nieto por el hombro iniciamos poco a poco el
camino por la silenciosa alameda de la salida, seguía
arrastrando mi pierna derecha, y me ayudaba con un bastón.
Con tos seca y necia, nos alejamos de ese respetable lugar,
deseando tener salud para regresar el año próximo a
saludar allí el recuerdo de mis muchachos. Di tres
pequeños golpes al mármol y pensé _
Adiós amigos…

Un porqué…

Abuelito, dígame una cosa,
¿porqué esa gente actuaba con tanta maldad y
resentimiento?…

_Los terroristas nacionales o internacionales, o como
quisieron autodenominarse, fueron grupos opositores al Estado,
obraban en células pequeñas de manera clandestina y
con claro desprecio a la vida humana, por medio de acciones
criminales. La mayoría de veces, sus lideres fueron
entrenados fuera del país y en donde les inyectaron
consignas en contra nuestra patria y autoridades, por ese veneno,
estos propulsores después se desplomaron _ equivocaron
el rumbo
__. Los abominables hechos de esos grupos eran
sufragados con fondos provenientes de fuentes internacionales y
del cobro de impuestos de guerra en el interior del país,
hacían secuestros de gente importante y adinerada como
políticos, agro-industriales, comerciantes y banqueros,
inclusive diplomáticos y religiosos extranjeros, sin dejar
atrás los secuestros masivos_ los que les
permitía vivir en opulencia a sus "comandantes"_

de aldeas completas subyugadas a servirles como tal y/o
utilizándolas similar a escudos humanos o carne de
cañón. Su tendencia política les
exigía la toma del poder por la vía armada y
violenta, con marcada irracionalidad, por lo que su ofensiva la
iniciaron del campo a la ciudad. Su organización fue bien
pensada, ordenada y jerarquizada, tanto dentro y fuera del
país. También, conseguían dinero al hacerse
pasar en el extranjero como fundaciones pro-defensa del pueblo y
de sus derechos humanos, procuraban engañar a cuantos
incautos nacionales o foráneos. Pero, los tristes hechos
después demostraron el tipo de bienestar y defensa que
dieron con sus acciones a lo largo de tantos años perdidos
estúpidamente, como: voladuras de puentes importantes,
edificios públicos: escuelas, municipalidades, centros de
salud y hospitales, depósitos de agua, torres de
energía eléctrica, iglesias, cuarteles de
policías y del ejército. Al final de la guerra que
duró décadas y en el cual salieron vencidos
militarmente y no lograron absolutamente nada, solo dolor del
pueblo por los miles de vidas pérdidas e irreparables,
más los miles de millones de dólares empleados en
contrarrestarles, fueron tres décadas muertas para la
nación. Contrariamente a lo profesaban y pregonaban esa
fue la ayuda que dieron a nuestra gente humilde, al país y
a la patria, el terrorismo siempre termina en lo mismo…en
"¡destrucción y fabricando pobreza
inmensamente!".

La
Misión

Como respuesta a esta ofensiva se crearon Los
Comandos Elites de Fuerzas Especiales Antiterroristas,
(FFEEAA
), los que a falta de políticas integrales de
defensa a nivel nacional, serían misionados para
contrarrestar las olas de violencia y destrucción que
estos delincuentes despiadados dirigían contra la
población y las fuerzas del orden _ de la población
ellos esperaban su apoyo_ por medio del terror, lo
exigían; y es justo recordar que los pueblos
jamás deben ceder y rendirse ante el terrorismo,
sean
sus actos grandes o pequeños. Como entenderás
muchacho, la misión era difícil y de lenta
consecución. Hubo tanto que decirle a la gente en esos
tiempos sobre lo que pasaba, sin tapujos; sin embargo, con la
idea de resguardarles y no afectarles psicológicamente,
con historias sanguinarias, se calló y muchas
anécdotas no se supieron. Ahora, muchos años
después, se han ido revelando, mezclando verdad y mentira
en el papel; los hijos de la malignidad, han escrito mucho mas,
historias a su conveniencia (dólares), cambiando el
infierno que fue _ gracias a ellos__ en
un ambiente pintado con angelitos por doquier. Es irónico
y paradójico, verdad?… hijo… pero, las
nuevas generaciones sabrán del terrorismo, aquí o
allá y de sus aliados, que nunca faltan!.

Pero bueno, recuerdo esa última quincena de
noviembre varias décadas atrás, cuando mi unidad
"Los Gladiadores" se hallaba destacada al Norte del país
en "Base Boxté", para iniciar la
"Operación Relámpago de Búsqueda y
Rescate".
Era el caso, que los terroristas habían
incursionado una vez más, en una pequeña comunidad
llamada San Francisco de Asís, ubicada en las Selvas
Boxtales, lejos de la capital. La habían quemado y
saqueado. Además secuestraron rehenes jóvenes __
Ciento treinta y siete, entre hombres y mujeres,.. Aquellas
que se oponían eran ultrajadas y luego pasadas a
cuchillo_.
Mientras, atrás dejaban tirados los
cuerpos de ancianos y niños muertos o heridos, en un
cuadro de terrible tristeza para mi alma. Mi unidad debía
buscar y encontrar los terroristas y liberar los rehenes,
iríamos tras sus rastros, hasta hallarlos y rescatar a la
gente, y luego devolverlos a sus familiares, si es que los
hubiere, de la mejor forma y a la brevedad posible. ¡A los
paroxistas del terrorismo, les daríamos su merecido!.
Recuerdo… aquella noche, antes a salir a operaciones, me
trasladé a mi casa (una pequeña y acogedora
cabaña) en las afueras de la Base, a la hora de la cena,
estuve con mi esposa e hijo, la pasamos muy contentos y
reímos con las travesuras de Dany de 4 años, hasta
que se fue a dormir. Ya en nuestra habitación le puse al
corriente a Ericka sobre la nueva misión encomendada y al
final aseveré _a la una de la madrugada debo partir
con mis hombres e iniciar operaciones por tiempo
indefinido.
Tenia un honda pena por el
próximo alumbramiento, Erica estaba ya sobre los nueve
meses, podía se mañana mismo.
Ella no me
dejó continuar mis palabras diciendo _ ¡
amor, descuida yo estaré bien, en el momento indicado me
podrán atender en el Hospitalito. Ahora tú, debes
cumplir con tu deber al frente de tus hombres, no puedes
quedarte, ellos siguen tu ejemplo. Por ello te pido,
¡marcha con Dios y recuerda que hay muchas personas que
esperan ayuda!
_. Le pedí sus bendiciones y le
besé con amor. Salí de casa y me conduje sobre mi
motocicleta hacia mi sede, al "Hogar de Gladiadores" para
verificar mis maletas y Equipos de Comando de Elite,
también llamados los "Los hombres del
Eslabón",
para comenzar bajo el manto de la
madrugada, con secretismo, inteligencia, guías y
demás.

Ahora mi querido nieto, quizás con el correr de
los años pareciere que hable diferente, y podrías
decir que hasta me asemejo a un cura o algo así; pero no,
te aseguro con toda integridad que todo lo que te narraré
es verídico, y claro está en mi mente como si ayer
hubiese ocurrido, de verdad, lo que pasó en ese
día, particularmente el vuelo que nos trasladó
hacia el centro hospitalario más cercano.

Entendimiento con la Muerte

Aquella tarde lluviosa y crítica, íbamos
todos los cuales no rebasamos los 27 años.
Llevábamos varias días y jornadas de largas
caminatas y marchas forzadas principalmente nocturnas, ya
habíamos tenido dos combates, con muertos y heridos de
ambos bandos. Nos afanábamos por dar alcance, pero se
escabullían y queríamos atraparles, se respiraba un
aire de ansiedad penetrante, con el pasar de los días. La
espesura de la selva, el clima, los animalejos y otros
ingredientes hacían una expedición agotadora. Esa
tarde llovía a cántaros, al igual que los
días pasados, caminábamos por equipos de combate a
distancia. De repente se estremeció la vida, el aire,
nació del suelo una explosión muy fuerte delante de
mis narices, sentí que miles de partículas me
arrollaban con saña y velozmente, con una fuerza tal, que
me levantó agresivamente hacia atrás, sintiendo el
efecto expansivo y explosivo de una mina antipersonal
"kleymore", comúnmente llamadas "quiebrapatas o
quitapie",
similares a las usadas en Vietnam, era un campo
minado, construido para emboscarnos en el cual cayó un
equipo de combate, el bravo, eran como las 14:30 P.M. de ese
viernes lluvioso de noviembre. Primero se dieron las explosiones,
luego la fusilería sobre los hombres de punta, siendo
ellos unos diez, la mayoría después de los bombazos
quedó inconsciente. Al volver en sí, veía
con dificultad, los ojos los tenía con tierra u otros
materiales, mi cuerpo estaba embadurnado en sangre con
múltiples erosiones y picado. Tenía perforaciones
en la cara, las manos y dedos, los brazos, el estómago y
partes bajas de los genitales, piernas, rodillas y tobillos
estaban con las carnes abiertas y los huesos afloraban emisiones
fluidas de sangre. Los oídos me dolían
profundamente, zumbaban y escuchaba allá lejos, los
tímpanos probablemente estaban rotos; las hojas de los
árboles, aun seguían cayendo, casi flotaban en el
aire, tal si fuese una cortina de carnaval de horror desenvuelta
lentamente, formada de corpúsculos y briznas negruzcas, en
un suave remolino de partículas de tierra molida y
desechos varios. Había un asqueroso hedor a pólvora
quemada y caca, en el ambiente. Deseaba gritar, pero tenía
dificultad, dado que mi lengua y boca los sentía como
anestesiados, grandes y pesados, hinchadas; sumábase el
ardor de garganta en una sequedad agria… Tenía
mucha, mucha sed, ansiaba un trago de agua, quizás por el
temor a ser rematado en el punto, los disparos continuaban a
tiempos perdidos y espaciados interrumpiendo los quejidos de
dolor de aquellos muchachos que me acompañaban a mí
alrededor.

No atinaba a razonar, estaba estupefacto, en medio de un
cuadro de confusión y desorden. Un acto dantesco, que iba
más allá de lo pude nunca imaginar y dudaba
terminar vivo el día. Estaba maltrecho y conmocionado,
algo para no olvidar. Deseaba que mis hombres no estuvieren al
igual que yo.

Al callar un poco los estallidos y la fusilería,
gritaba pidiendo ayuda para que me nos recogieran y sacaran de
aquel lugar desgraciado y me resguardaren lejos de ese funesto
ataque de balas que todavía hoy recuerdo tal si tronaran y
silbaran cerca de mi.

Después, hubo momentos de silencio, con gritos a
lo lejos como si nuestra gente empezara a llegar. Sin embargo,
las balas buscaban blancos humanos selectivamente, sentí
miedo nuevamente, quise arrastrarme de espaldas hacia un tronco
viejo que estaba botado enfrente, y luego juntar fuerzas para
gritar _¡ayúdenme, sáquenme de
aquí!__
pero quizás todos estábamos
reclamando e implorando lo mismo. Cadenciosamente volvían
los disparos, las sombras y los gritos confusos, la lluvia
acompañaba mis lágrimas y lavaba mis heridas. Mi
fusil había salido por los aires, no estaba. De pronto,
escuche la voz ronca de mi segundo al mando, el que me
decía silenciosamente _ ¡aguante comandante,
un ratito más
¡_. El fuego entrecortado del
enemigo seguía buscando efectividad. Enrique en un gesto
de ángel salvador, llegaba cautelosamente arrastrado sobre
su pecho, lleno de audacia y determinación alcanzó
mis brazos o lo que quedaba de ellos, me trepó a su cuello
y avanzó sobre sus rodillas y manos, en total desprecio
por el peligro. Él también estaba herido, pero
aún podía maniobrar, yo en cambio no. El fuego
enemigo se hizo más concentrado sobre ambos, no sé
cómo pudo arrastrarme esa distancia estando mal herido,
aún así, fueron unos metros para lograr alejarme de
la muerte. Sin duda Dios nos protegió, hasta que me
arrastró hacia unos árboles que sirvieron de abrigo
o parapeto contra el fuego aniquilador. Al llegar, Enrique
cayó en peso sobre mi pecho, completamente herido en su
espalda y nuca, se quejaba sin decir palabra alguna, sentí
un vaticinio bastante fuerte y entré en
desesperación, al verle en ese estado, jadeaba y su mirada
era ¡totalmente extraviada!… como buscando un
aliento de vida, un hálito del cielo con ayuda y
compasión; estaba roto física y moralmente. Yo no
sabía cuantas heridas tenía Enrique, me
sentía un inútil, pensaba atropelladamente en el
Salmo 23, para que me diera esperanza y fuerzas en esta prueba
atroz. El fusil automático de Enrique colgaba de su
arnés, con mi mano menos herida lo tomé y lo
accioné al aire, simplemente "para darme valor o repeler
las sombras bravas de la muerte, esos malditos perros negros del
destino, que ahora aullaban su temible augurio". Supe
después, que también hubo rehenes perecidos,
civiles inocentes que murieron al ser colocados como escudos
humanos en otro punto que yo no vi. Lo había temido antes,
y se que era táctica usual de los terroristas, que se
creían el Robin Hood, en una mezcla entupida de
romanticismo e ignorancia.

Acicate

Luego de muchos suplicios y maniobras. Los valientes
guerreros lograron recuperarnos y llevarnos a terreno seguro,
soportando y evadiendo la metralla, dejando atrás ese
cruel lugar, de donde emergía hedor a pólvora,
humo, sangre y muerte. Ahora debía motivarme a sí
mismo y serenarme, me afligía la moral y reacción
de mis hombres, urgía enfervorizarles, sabía de la
importancia de ello, aún en mi condición era su
líder, confiaba en mi carácter y temperamento para
ayudar a salir de este sumidero, pero no tenia las fuerzas para
hacerlo, estaba mas llorando por mi incapacidad que por las
heridas mismas.

Necesitaba hacer un esfuerzo más y disponer del
tiempo para hablarles a mis jefes de equipo, ya que esto no
podía terminar de este modo, yo no estaba nada bien, pero
no tenía opción. Pedí llamarles. Y con voz
gangosa y clara dificultad, esforzándome a ser
determinante, dije algo parecido a esto "¡Muchachos
¿queréis la gloria y la victoria?, pues
debéis encomendaros al Supremo Creador! Y luego marchar a
la caza de ellas. Vayan y enardezcan a sus hombres eficazmente,
para que desprecien a la muerte, y no teman. El ejemplo lo
tenéis a la vista, luchen con valor y firmeza. Venzan la
desesperación con el arrojo. Ahora, si alguno tiene miedo
de afrontar un último peligro, está a tiempo
todavía de pedir su licenciamiento, sin que tenga que
sufrir el mínimo reproche de mi parte. Que esto sirva de
acicate mis fieros gladiadores. Vencer o morir es vuestra
consigna!, hasta cumplir con la misión."_.

Marcharon con voluntad de hierro, buscando un final honroso, sin
preocuparse de la muerte.

Los radio-operadores estaban cansados de insistir y
hacer solicitudes de ayuda, al inicio con buen modo y luego con
rudeza lo seguían haciendo. Al rato, se dejó
escuchar el claro rugir de los motores de un helicóptero
(HL) y el zumbar de las palas, esto indicaba que la ayuda
había llegado y estaban sobre nosotros volando en
círculos y revoloteando el aire poderosamente, torciendo
de lado a lado las manácas y palmeras; se escuchaba en
tierra gritos confundidos en un bullicio cargado de nerviosismo.
La nave podía ser atacada, durante o después de su
operación de abordaje de heridos, siempre pasaba. Hubo
muchos casos anteriores en que los HL no lograban siquiera
acercarse, menos levantar vuelo con su carga, eran blanco de
bastones chinos, metralla o minas y las tripulaciones se sumaban
a las bajas habidas en tierra. La nave se mantuvo en el aire, en
hober, a metro y medio del suelo, no aterrizó, no
podía hacerlo, esperaba la carga, mientras los tripulantes
defendían con fuego al pájaro volador. Gracias a
nuestro Señor, lo que yo imaginaba sobre el derribo de la
nave no sucedió. Rápidamente se trasladaron los
heridos en camillas improvisadas y se embarcaron. Los perecidos
quedaron allí, a la espera, no supe el dato. La unidad fue
reorganizada para continuar. Con ardor marcharon a cumplir con su
misión de rescate, a sabiendas que el combate decisivo
estaba cerca. Se alentaban unos a otros recordando su
juramento.

Desprendimiento del
Alma…

Pedro Polanco, mi subalterno de más
confianza por su fidelidad, lealtad y obediencia. Su
colaboración siempre incondicional. Era "Experto en
explosivos, mapas y navegación terrestre", siempre
acompañaba de cerca mis actividades, era mi dogo
guardián, estaba al tanto y alerta de mis órdenes,
desde cocinar _ probaba los alimentos para dar su visto bueno _,
preparaba la carpa, chequeaba mis embalajes, equipo y todo!. Buen
amigo y gran centinela. Ese día, minutos antes de sufrir
la explosión se hallaba almorzando la escasa ración
de condumio y cereales, recostaba su espalda en una manaca. Al
escuchar al informante sobre la presencia de los terroristas, a
quienes traíamos muy cerca, abandonó su plato y se
puso de pie, tal si fuese un resorte reprimido, cargó sus
aperos y dijo con gran decisión ¡Yo voy con
usted mi comandante! atorzonándose un trago de agua. _
Vamos.
Le dije y marchó buscando ir primero en la
columna atrás de Joaquín, el hombre
punta.

Entramos en la traza, siguiendo las huellas frescas de
los maleantes. Por delante iban los perros y detectores de minas,
llevábamos el rumbo por brújula, mapa y al
oído, o bien por instinto, Polanco iba delante mío.
Con el avance mis hombres fueron tomando posiciones en
cumplimiento de procedimientos ensayados y haciendo uso de
señas pre-establecidas, divididos en secciones y equipos
de combate, Alcón, Bravo y Carlos. Hicimos varios altos,
se oían en lontananza ruidos y voces muy suaves del
enemigo, todos estábamos conscientes del peligro
acechador, la adrenalina corría a vendavales en nuestros
torrentes sanguíneos, apretamos con fuerza los dientes y
seguimos sigilosamente hasta copar a los terroristas.

Polanco decía _La selva tiene muchos
secretos, hay que conocerla, respetarla y en lo posible saberla
dominar, él que sabe aprovechar sus fortalezas y
vericuetos, podrá asegurar la victoria o bien un minuto
más de vida.
Llegamos a una pequeña
explanada, cabalmente en el collado de las colinas
enmarañadas de vegetación, parecía limpia y
como si ganado hubiese pastado en ella, por lo pateado del monte,
era un espacio de casi trescientos metros cuadrados, me
pareció sospechoso y mi corazón empezó a
latir más rápido. Un gran madero podrido se hallaba
tumbado a medio espacio, este lucía residuos de comida
fresca y braceros humeantes, lo que denotaba presencia humana.
Entonces ordené rápidamente visos y movimientos
hacia los laterales, ordené avanzar, Polanco avanzaba
revisando el terreno, dio un paso más pisando un detonador
escondido bajo el suelo y la hojarasca. Las minas estaban
dispersas y conectadas en serie, las explosiones se dieron por
aquí, por allá, una, dos y tres. Los perros y
detectores salieron por los aires. Polanco y
compañía también. Los estallidos se
acompañaron de ráfagas en automático por
diferentes puntos, escupidas por los terroristas que se
diseminaban ocultos en el área. Allí perdí
el conocimiento, junto a los demás,
probablemente.

Los hechos desgraciadamente así se dieron, ahora
Polanco y yo, íbamos tendidos en ese receptáculo de
lata aérea, él con esquirlas incrustadas en la
espalda, columna y en ambas piernas. Yo quería y no
podía alcanzarle mi mano, estaba a tres cuerpos de
distancia, no se movía, su respiración era abrupta,
sus ojos cerrados lloraban. Desconocía el estado real de
los otros, solo lo que mis ojos lacerados y mis oídos
medio sordos lograban atinar. Mi corazón latía con
más fuerza por esas diversas emociones.

Pedro González, desde ese día
quedó cuadraplégico y hoy sigue necesitando de una
mano amiga para llevar el sustento a la boca hasta el final de su
vida.

Recostado por el lado izquierdo, con el rostro sangrante
y el pecho hecho trizas por el efecto de las esquirlas, iba
Andrew Salisburg, periodista norteamericano
_corresponsal de guerra de Soldier of Fortuni_ que
acompañaba mi unidad, con el fin de elaborar un reportaje,
el que meses después terminó y fue publicado en esa
prestigiosa revista estadounidense, incluía interesantes
fotografías de la región, en donde se suscitaban
los hechos más sangrientos de esa ignominia y tonta
guerra. Lo encomiable, según Andrew, fue la
infinita fidelidad a la libertad, de aquellos buenos guerreros
que dejaron en la tierra, su tierra, botadas allí sus
carnes, huesos y que regaron con su sangre, el bendito
terruño que les había visto nacer, y se esmeraban
por mantenerla incólume, para que así guardara sus
ombligos con fervor
. Él así lo
entendía y por ello sus afanes, mismos que lo hicieron
compartir con nosotros esta contingencia. Además, bromeaba
sobre la pérdida de sus gruesos lentes graduados, tanto,
que se asemejaban a los asientos de botellas de Ron
Cañapura, los que quedaron hechos añicos.
Posteriormente, Andrew se recuperó y fue galardonado.
Continuó trabajando en otros conflictos como el del Golfo
Pérsico "Tormenta en el Desierto", en Panamá "Causa
Justa" y Bosnia. Repetía constantemente su frase _
"Unidos por la Paz, nos seguiremos viendo en el camino"
_.

Joaquín del Valle, uno de mis muchachos
heridos, "el hombre punta, quien a fuerza de machete
habría brecha en la maraña verde". Joaquín
perdió allí mismo en la emboscada el ojo derecho,
debido a un impacto que le hirió justamente y según
supe la esquirla le había tocado el cerebro. Tenía
además otras lesiones en la cara, pecho y brazos. En el
recorrido aéreo entró en shock, deliraba con
afección sicótica, gritaba e insultaba con
obscenidades a todo pulmón; los que podían lo
sujetaban con amarras, para evitar que se levantara, ya que
amenazaba con lanzarse del helicóptero. Normalmente, estas
naves no usaban puertas laterales en el compartimiento de carga.
El stress aumentaba por la situación en todos y cada uno
de nosotros, la lucha interna de Joaquín era dura, se
notaba, mordía sus amarras. Sentía un ambiente
doloroso y deplorable. Él creía que este
sería su último viaje… Su pesadumbre me
deprimía… Después de un tiempo, sanó
de sus heridas físicas no así mentales,
quedó recluido en un sanatorio para enfermos
psiquiátricos. Joaquín de muy niño
había quedado huérfano de sus padres, siendo el
mayor de cinco hermanos a los cuales con su trabajo anhelaba
sacarles adelante, les daba sustento y educación. Hasta
este día así lo hizo.

El ruido desesperante del HL, continuaba, el viaje no
terminaba. A mi izquierda, viajaba Enrique Del solar, mi
segundo al mando. Un hombre sencillo, luchador bravo y temerario,
de una entrega fiel como la de muy pocos en mi vida
conocí. Había sido impactado por múltiples
proyectiles cabalmente cuando me extrajo a horcajadas a costa de
su integridad. Iba tendido de lado, no se movía sobre su
camilla, llevaba sueros y estaba inconsciente, era el más
doliente de todos, su cuerpo estaba en pedazos de carne,
tenía heridas por doquier, principalmente en la espalda,
el solo verlo adelantaba mi propia agonía, lloraba por
él en mis adentros. Ver a ese muchacho de 24 años,
de constitución fuerte, de carácter valiente,
entusiasta, y de gran corazón, en total, un excelente
guerrero y cazador, ¡Me desprendía el
alma!…
Recordé a su esposa una linda
señora joven, afectuosa y simpática. Siempre
pensé que hacían una bonita pareja, se
habían casado recientemente. La tarde antes de partir,
hablamos, a eso de las cinco, me explicaba Enrique que a pocos
días le tocaría salir de vacaciones, le que las
tomara en la fecha sin pena alguna, yo le relevaría sin
problema; sin embargo, él contestó __ Mi
deber es apoyarle y deseo ir a esa misión por lo que la
misma significa para todos_
y además, me
confió lo que Beatriz su esposa le había sugerido
_Tienes que cumplir por lo que eres, no es de hombres
quedarte y no apoyar en tan delicada situación,
después cuando vuelvas tendremos tiempo de vacacionar e ir
a ver a tu madre enferma, en su casa de Magdalena del
Sur…
Enrique, finalmente volvió de la
misión, pero no salió de vacaciones, ni tampoco
visitó a su madre enferma.

Cuando Enrique agravaba, aquella nave era una locura
para mi, sentí como si él peleaba por no cruzar
forzadamente esa puerta a la inmortalidad, a la gloria, a un
coste tan supremo _la vida_ , se esforzaba por no
alcanzar todavía el cielo, no quería y sin duda
llegó antes de tiempo. Nosotros los viajeros de
ocasión, de esa impía nave, parecíamos una
colección de monstruos, desfigurados y desalmados, nos
encaminábamos más hacia lo patético, que a
hacia la vida misma. Las escenas eran desgarradoras, mucho
veía y me costaba aceptarlo. Lastimosamente, a la derecha
y a la izquierda los sobresaltos afectaban mi vista,
martirizándome e hiriendo lo más hondo en las
pupilas; era una férrea lucha cuerpo a cuerpo, con la
muerte de cada uno. La desorientación en tiempo y espacio
turbaba mis sentidos, a ratos me desubicaba y ello
rasguñaba mis entrañas, me irritaba. Trataba de
examinar mi conciencia para rescatar, algo de esa tropa digna y
excelsa que me rodeaba. El Traumatismo y desamparo era el factor
común en el grupo, quizás nos negábamos a
ensayar a ser inútiles, pero las múltiples lesiones
nos atrapaban de tajo dentro de las turbias aguas de la soledad y
la frustración en cuesta arriba. Nadie lo afirmaba, no
podían hacerlo, sin embargo yo lo percibía.
Seguían los alaridos… _ ¡Se nos va
Enrique, se nos va, se muere!!…
se escuchaba con
afección solicitando auxilio, pidiendo ayuda…. Por
demás fue todo, Enrique falleció dentro de la nave
antes de llegar, en medio de una conmoción de gladiadores
heridos. Hoy cada tarde en la Plazoleta de los Héroes, se
pasa lista y preguntan por él y se escucha la respuesta
clara y fuerte de los presentes _ ¡Murió
gloriosamente luchando por la Patria! _.

El viento me hacía titiritar y la muerte de mi
amigo, me provocaba un gran vacío y pesar, además
la velocidad de la nave hacía que por las puertas entrara
demasiado aire helado, el tiempo se había descompuesto y
yo también, mi condición se iba deteriorando
más y más. El cielo estaba medio oscuro, con
nubarrones morados y la lluvia intermitente rasgaba las
corrientes frías. Llegamos al helipuerto del hospital,
sentí perfectamente cuando los esquíes tocaron
tierra. La pierna derecha estaba muy mal y sentía un dolor
intenso, estrangulado por un torniquete a la altura del muslo
derecho, el que se esforzaba por detener una profusa hemorragia
de la Tibia Peroné, estaba rota, expuesta y fragmentada de
lado a lado con un boquete de por medio. De allí emanaba
un chorrito de sangre al ritmo cardíaco, ello
contribuía al color pálido-azul que mi rostro
quemado denotaba. Pensaba con fuerte duda… cuantos de mis
guerreros habían quedado muertos o heridos leves, en aquel
lugar, datos que llegué a conocer después y
lamentar sus historias, esas que se han perdido en el
tiempo… y que muy pocos conocemos…

Vuelo sin retorno

El compartimiento de carga de la nave casi estaba
llenó con los cuerpos de los heridos. El ambiente, la
atmósfera olía a sangre caliente y fresca, que
aún brotaba bajo los apósitos de las heridas, de
los combatientes, el sudor se mezclaba con los medicamentos
diseminados sobre las carnes rotas y desmenuzadas de unos y
otros. El llanto y los gritos reflejaban decepción, ira,
frustración, amargura y dolor. En el angosto alojamiento
finalmente me ingresaron. Un enfermero me asistía y cuatro
soldados "caras pintadas" cargaban los palos largos
cortados de algún árbol del lugar, que sujetaban un
mantón plástico que servía de soporte a la
camilla improvisada. Me habían colocado suero intravenoso
y algún medicamento para reducir el dolor; el enfermero
Rafael Rodríguez decía insistentemente _ No se
duerma mi comandante!. En ese momento iba casi desnudo solo una
manta me cubría, mis ropas desechas por la fuerza de la
explosión quedaron rasgadas en pedazos. Al cuello llevaba
mi pañoleta de siempre y una placa identificación,
sobre el fondo del emblema impreso de Fuerza Especiales en mi
camisola, aquel "Eslabón y la bayoneta" que tanto orgullo
había dado a mi vida y que permanece aún en mi
corazón con igual misticismo.

En cosa de segundos, la nave estuvo lista para salir de
esa zona de conflicto y partir, tomó altura y
enrumbó con toda fuerza hacia el sur, dejando tras de
sí una estela de pesar y un entramado de metralla que
buscaba seguir haciendo daño. El cielo lucía
borrascoso y gris, como las caras de los quejosos que lamentaban
sus heridas y su pasado reciente, los que incrementaban ahora una
larga lista de héroes desconocidos; la lluvia penetraba y
salpicaba los cuerpos, mientras el aire refrescaba el ambiente de
calor a eso de las 16:30 horas. La cabeza me daba vueltas y
tenía ganas de exclamar y pedirles que dejaran de gimotear
y revolverse en sus lesiones y sollozos, pero, ¿qué
podía decir?, ¿no podía ser inhumano frente
aquel suplicio?, ¡…preferí callar y observar!…
mi impaciencia crecía…

Debido al poco espacio iba medio acostado con la cabeza
a tercio colgada y la mirada deambulante, buscando respuestas a
un ciento de dudas y exigiéndome así mismo lo
sucedido, quizás hubo errores en algunas medidas de
control… o bien el demasiado ímpetu desarrollado por
atrapar a esos cobardes…

El tiempo de vuelo fue corto, pero para mí cada
minuto fue sempiterno, pensaba que al llegar a la Base, la gente
me reconocería rápidamente y al ser trasladado al
transporte terrestre, me verían y que luego mi esposa se
iba a enterar. Yo no deseaba que esto fuese a ocurrir, ya que
Ericka estaba embarazada y daría a luz en esos precisos
días, y esto sin duda podría tener consecuencias
muy malas y provocar un imprevisto difícil y
problemático alumbramiento, lo habían demostrado
sus meses de penalidades en salud. Ella contaba con
veintidós años, estaba llena de vida, era hermosa,
de tez blanca y pelo rojizo, sin duda alguna, mi corazón
rebosaba de un gran y tierno amor por ella. Me afligía el
recordar que nuestro bebé Yurema, había fallecido
justo en el alumbramiento un año atrás. La
confusión y el miedo a morir y dejarla me hacia flaquear,
confiaba que el entrenamiento psicológico en las Fuerzas
Especiales me daría los insumos para no caer en esto, y
así fue. Sin embargo, estaba luchando por la vida,
quizás esta sería la batalla más recia, a la
cual el coraje, la fe y la determinación ocuparía
grandes tramos en tiempo y penurias. Mis pensamientos y
reflexiones eran un mar de dudas e ideas… en fin, no me
ubicaba…

Sabía que mi familia me necesitaba. Tenía
una esposa maravillosa, un hijo de cuatro años y el que
vendría. No quería aceptar que Dios me quitara la
oportunidad de conocer a mi nuevo hijo con el cual soñaba
tenerlo en mis brazos. El enfermero Rodríguez me
volvió a recordar __ ¡No se duerma
comandante, ya vamos a llegar!…
_. Mi mente, era una
arena para dos luchadores, el pasado y el presente, que se
devanaban por ganar terreno, los instantes de hoy eran extensos y
las recordaciones cobraban gran color, desempolvaba el rollo de
la película de toda la vida, el subconsciente era
maquinaria incontenible lo echaba andar y sacaba a luz lo bueno y
lo malo; ya a flote, los recuerdos se tornaban primorosos como:
cuando de niño era acólito y cantaba para el corito
de la iglesia de Corpus Cristhy; de cadete en la gloriosa Alma
Mater soñando en la terraza del Tecolotón o en
Cerro de la Cruz, o cabalgando por las praderas hacia los pozos
de agua y no digamos los tiempos de artista renegado!,…
revisaba profundamente experiencias relevantes,
traumáticas, agradables, tristes y perturbadoras…
era un solo film, el del alma. Pedí que me cubrieran con
una manta, tenía un profundo frío, en el
corazón…

Incondicional

El piloto del HL era Carlos Valverde, un amigo de
la adolescencia, a quien le informaron casualmente del llamado de
la radio, en la Base Aérea de Rivas, no muy lejana al
lugar donde ocurrieron los hechos. Cuando se suscitó la
emboscada, vía radio mis hombres mandaban un S.O.S. pero
parecía que nadie respondía, en mi Base. Que
pasaba? No había naves?, no había gente?, no
había deseos?. Pero, Valverde fue enterado de lo que
sucedía a su promo el Comandante Castell y
decidió levantar el vuelo inconsultamente y sin
autorización de sus superiores, _esa no era su
jurisdicción_ en el único disponible un B-412, de 4
palas, vetusto y batallador y al ras de fase, se hallaba en
tierra por no tener horas de vuelo, necesitaba mantenimiento para
darle un ciclo más de vida; Carlos lo sabía y
estaba dispuesto afrontar los riesgos, era un reto que
debería desafiar. Valverde recordaba con afecto a su
promocional Federico Castell, e iría en auxilio de
él y de sus hombres, no escatimó esfuerzo y
partió con lo necesario hacia las coordenadas
geográficas (3237)_Hoja: Selvas Boxtales,
Región Boxté, Rápidos de Yatuca
_
lejos de su área jurisdiccional y asistió
intrépidamente y con todo, para ayudar al traslado de sus
colegas. El HL después de treinta y cinco minutos de
vuelo, se aproximó bajo ráfagas de fuego enemigo en
dirección al helipuerto improvisado, hecho en un hueco
humeante y llano de la selva. La nave hizo dos intentos previos
al descender, mientras los comandos FFEEAA aseguraban el
área repeliendo los ataques en su contra, al tercer
intento logró bajar repeliendo el fuego con sus
ametralladoristas que escupían furiosamente sus
municiones. Y luego, con mucha providencia pudo elevarse con su
manifiesto de heridos y dirigióse hacia la Base
Boxté. Hoy después de tantos veranos, sigo
agradeciendo que la mano divina de Dios tendiera su efectiva
protección. Muy a pesar, el pájaro de lata no
volvería más a cruzar los cielos, por el estado sus
turbinas y los agujeros de esa tarde; cumplió bien su
última misión. Había colaborado a que la
mayoría de los heridos salvaran sus vidas al proporcionar
socorro, y no morir desangrados y/o gangrenados olvidados a su
suerte en aquel paraje selvático e
inhóspito.

Al aterrizar en la Base, las camillas empezaron a
trasladarse, de en una en una, del HL a las ambulancias, la
primera iba cubierta completamente con una manta, los hombres de
la Base, murmuraban creyendo que llevaba el cadáver del
comandante gladiador y exactamente era lo que yo trataba de
ocultar. Pero, allí iba mi cuerpo, por lo que la
habladuría corrió a la inversa de mis deseos. La
última camilla también la llevaban cubierta
totalmente, era la de Enrique, ¡a quien con el dolor de mi
corazón no volví a ver jamás!.

Carlos Valverde, meses después fue felicitado y
laureado por su intrepidez, abnegación y heroísmo,
con la condecoración de la "Cruz del Gran
Caballero
"…Esto daba pie a recordar mis tiempos en el
Colegio de Bergaño y Villegas, en la primaria, cuando
Carlos me superaba por dos años, se afanaba por defenderme
en las revueltas estudiantiles, entre implacables y
pequeños rivales. Creo que no ha cambiado mucho…sin
duda Dios dispone bien las cosas.

Al ingresar al Hospital estaba consiente aún, y
muy débil, habían pasado casi tres horas de la
trémula insidia, tenía muchísima sed. Al
estar sobre la camilla del quirófano, dos médicos
de turno, a los que apenas distinguía y escuchaba por los
efectos del Demerol, razonaban que amputarían mi pierna
derecha y algunos dedos de mis manos lo antes posible, dado que
las minas las llenaban también los terroristas con mierda
humana, para infectar y contaminar las heridas de los soldados.
La gangrena o el tétano eran inminentes. Caí en un
sueño difícil, en el que desarrollaba contrastes en
relación a mis ideales, mi esfuerzo, entusiasmo e
integridad, quizás con esto se verían truncados,
cuanto?. No se….mi alma estaba hecha en trocitos, debía
empezar a juntarlos, como el Lego de la Vida. Además,
traía pensamientos encontrados, como si buceara en aguas
fronterizas del subconsciente y la realidad. No supe más,
caía en el limbo profundamente
anestesiado…desperté un día más
tarde, con partes menos del cuerpo y muchas penas.

Una Muerte Gloriosa
conduce a la Inmortalidad

Dentro de mi unidad de comandos, teníamos un
Código de Honor, de Conducta y de Ética, un Credo,
Lemas y algunas costumbres que eran regla, como aquella que dice
que "Nunca debes abandonar al compañero y menos en
peligro o herido
". Por ello, siempre que salíamos
a operaciones, de hecho había riesgo de perder la vida,
llevamos un manuscrito en nuestro bolsillo en donde
exponíamos lo personal. La carta encontrada en la camisa
de Enrique, textualmente decía:

Partes: 1, 2

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