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Resumen del Libro -Desarrollo y Libertad- de Amarthya Sen




Enviado por Wilber Dávila



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La perspectiva de
    la libertad
  3. Los fines y los
    medios del desarrollo
  4. La libertad y los
    fundamentos de la justicia
  5. La pobreza como
    privación de capacidades
  6. Mercados, Estado y
    oportunidad social
  7. La importancia de
    la democracia
  8. Las hambrunas y
    otras crisis
  9. La agencia de las
    mujeres y el cambio social
  10. Población,
    alimentos y libertad
  11. Cultura y Derechos
    Humanos
  12. Elección
    social y conducta individual
  13. La libertad
    individual como un compromiso social
  14. Conclusiones
  15. Bibliografía

Sen usa el análisis
económico y lo relaciona con conceptos más amplios
para medir la pobreza y el desarrollo humano: su enfoque pone el
énfasis en el ser humano y en su libertad: la libertad
individual como objetivo primario y principal medio del
desarrollo.

Introducción

La propuesta que presenta el Nobel de Ciencias
Económicas es la del desarrollo desde una perspectiva
más allá de las cifras y al aumento del Producto
Interno Bruto (PIB) y plantea la importancia que tiene el
reconocimiento de las libertades fundamentales del hombre dentro
del desarrollo social, definidas éstas como la capacidad
de satisfacer las necesidades básicas, el desarrollo
integral del individuo y el derecho de cada persona de vivir
sanamente, en una sociedad en donde pueda expresarse
abiertamente, con una participación activa en las
decisiones que afecten su desarrollo y la importancia del
mejoramiento físico, emocional e intelectual de los
individuos. Además de la obligación del Estado de
pensar estas necesidades dentro de los Planes de
desarrollo.

Dentro del desarrollo de la propuesta ha combinado
diferentes disciplinas como la economía, la
filosofía e incluso la religión, para recuperar las
dimensiones éticas del debate entre desarrollo humano vs.
desarrollo tecnológico y económico propiamente
dicho y las necesidades económicas de las clases
empobrecidas.

El autor analiza el problema del desarrollo
económico desde los medios de comunicación, el
papel de las mujeres en la sociedad, la educación, el
papel de los agentes en el desarrollo social, entre otros, para
sustentar la propuesta de que el desarrollo económico debe
ir de la mano del cumplimiento de las libertades fundamentales
del individuo y la obligación que tiene el estado para
satisfacer las necesidades y permitirle a las personas un
desarrollo integral.

Inicialmente se plantea el papel que cumple la riqueza
dentro de esta propuesta de desarrollo y en nuestra
opinión este concepto es la raíz de los
demás planteamientos. En primera instancia a pesar de que
el dinero es el principal motor de la economía no existe
una relación directa entre éste y la libertad, pues
existen en el mundo millones de personas que no cuentan con la
posibilidad de tener dinero, ni mucho menos riquezas para cumplir
al menos con los servicios básicos de salud y
alimentación. Es importante tener en cuenta la
relación que tiene la riqueza con el desarrollo pues como
lo plantea Manfred Max-Neef, de que sirve que el consumo de
medicamentos haya aumentado el PIB de un país, si la
razón por la cual se presentó este
incrementó fue porque hubo más personas
enfermas?

Este ejemplo evidencia claramente la razón por la
cual el desarrollo no se debe concebir sólo desde el punto
de vista el incremento de la producción de dinero de un
país, sino reflexionar a costa de qué se produce
ese aumento. Las hambrunas son una consecuencia devastadora de
este fenómeno, pues en muchos países a pesar de que
los grandes empresarios cada vez aumentan sus capitales y le dan
más ganancias en impuestos y utilidades, el hecho de que
cada vez obtengan más capital y reemplacen la mano de obra
nacional por alta tecnología e insumos importados, reduce
la posibilidad de empleo y en consecuencia la libertad de muchas
personas de conseguir alimentos.

En cuanto al problema del hambre, al que ha dedicado
atención preferente, el análisis ha puesto de
manifiesto que las hambrunas pueden producirse en momentos en los
que la oferta no es especialmente limitada, o incluso en lugares
exportadores de alimentos (como Etiopía en los años
80). Uno de sus hallazgos principales en el análisis de la
pobreza es el concepto de capacidad social: la desigualdad no
debe medirse sólo según el acceso a bienes
materiales y sociales; es fundamental que los individuos tengan
la capacidad de utilizarlos eficazmente, "el conjunto de
facultades" que les permita ser libres para procurarse su
bienestar. Entre ellas, por supuesto, la
educación.

El estado y el sistema de gobierno cumplen un papel
fundamental, pues es éste quien garantiza el cumplimiento
no sólo de los deberes sino también de los derechos
fundamentales de sus ciudadanos, o al menos así
debería ser. Se plantea la democracia como uno de los
modelos económicos más acertados ya que hace frente
a la opinión pública pues sus gobernantes deben
responderle y cumplirle planean estrategias que impidan que
ocurran desastres, claro está que éste modelo debe
ser replanteado o perfeccionado pensando más en el
desarrollo de los habitantes y no en la acumulación de
riqueza de los gobernantes, tal como ocurre en
Colombia.

Como lo dice Amarthya Sen el sistema económico
debe concebir la libertad como la base de la evaluación
del éxito y el fracaso y como el determinante de la
iniciativa individual y la eficacia social, no sólo porque
esto sirve de estímulo a la población y mejora la
calidad de vida, sino porque este desarrollo integral puede
mejorar la producción de insumos en el país, el
nivel de educación de los habitantes, los índices
de pobreza entre otros, sin olvidar por supuesto que es necesario
que el Estado tenga en cuenta estos factores en su plan de
Desarrollo y en el presupuesto Nacional, pues de nada
serviría pensar en mejorar la calidad de vida de los
habitantes, sin tener un presupuesto necesario para garantizar
esta meta.

Para llevar a cabo esta meta, es necesario que se genere
un ambiente de confianza y no llevar al fatalismo la idea de que
la situación nunca puede mejorar, pensar por ejemplo que
como hay tantos enfermos de VIH en el mundo, la epidemia nunca
podrá erradicarse o que como hay tanta pobreza y tanta
hambre en el mundo, la calidad de vida de estas personas nunca
podrá mejorar y en este caso optar por no hacer
nada.

El autor propone la elaboración de medidas y
programas basados en las conclusiones extraídas de
investigaciones analíticas y productos empíricos
que han buscado encontrar las razones de algunos fenómenos
que afectan el desarrollo integral de muchas personas, como por
ejemplo las proyecciones demográficas y ambientales. Al
mismo tiempo el estado debe conjugar sus acciones con otras
instituciones, entre ellas las ONG y el sector privado que aunque
generalmente centran su interés particular en algunos
sectores de la población, y en el caso de las ONG no
cuentan con recursos suficientes para ampliar sus áreas de
cobertura, han contribuido a mi parecer, mucho más que el
estado a el mejoramiento del desarrollo desde el ser
humano.

En el caso específico de las ONG, éstas a
pesar de que se financian ellas mismas o cuentan con incentivos
de algunas instituciones interesadas en un trabajo determinado
han luchado por defender esas libertades individuales, entre
ellas el derecho a la libertad de expresarse, promovido por
organizaciones como Medios para la paz; las cuales se han
encargado de promover la libertad de prensa y el papel de los
comunicadores y periodistas como agentes sociales, definido este
término por el autor como propulsores de cambio en
función de los propios valores y objetivos
independientemente de si son evaluados o no en función de
algunos criterios externos.

En su papel como actor social y mediador entre la
sociedad y el Estado, los Comunicadores y Periodistas
están en la obligación de ser líderes
sociales y vigilar que el Estado garantice a sus ciudadanos el
cumplimiento de las libertades fundamentales y trabaje para
promover el desarrollo humano. Infortunadamente en la actualidad,
la situación de conflicto no le ha permitido a muchos
periodistas expresarse libremente y hacer todo tipo de denuncias
sobre acciones que afecten el desarrollo físico, emocional
e intelectual de los individuos, pues hasta los mismos
gobernantes, como es el caso de nuestro país, se han
encargado por medio de las balas de que los periodistas no puedan
defender los intereses sociales, afectando e incumpliendo el
derecho a la libertad de expresión.

Para concluir es necesario aclarar que dentro del texto
el autor también plantea el problema de la falta de
asistencia sanitaria, la falta de seguridad social, el desarrollo
sostenible desde el punto de vista de la explotación de
recursos y el medio ambiente e incluso el derecho a vivir una
vejez tranquila como factores que afectan el desarrollo y el
cumplimiento de los derechos y las libertades del individuo. Por
esta razón es importante transformar ese objetivo de la
globalización más allá de romper las
fronteras arancelarias, ya que esto afecta a países que
posean mejor tecnología en el proceso de
fabricación de los productos que exportan, y desarrollar
primero las fortalezas de cada individuo para que luego se vaya
expandiendo hacia su comunidad y así sucesivamente hasta
llegar a la globalidad.

Capítulo 1.

La perspectiva de
la libertad

En este primer capítulo del libro: Desarrollo y
Libertad de Amarthya Sen establece una diferente forma de
contemplar la riqueza y el desarrollo: en lugar de verlos por
separados se puede contemplar como medios muy poderosos para
conseguir la "mayor suma de felicidad posible" , tal como lo
señaló el Libertador Simón Bolívar en
el Congreso de Angostura en 1819 o más reciente el
Comandante Supremo Hugo Chávez " para vivir bien", o lo
más cercano a la felicidad, como podría ser vivir
mucho y en condiciones óptimas de bienestar y de
libertad.

Desde esta óptica, el desarrollo no es un fin en
sí mismo, sino un medio para llegar a una meta de una
carrera de bicicleta (la felicidad personal), en la que influyen
de forma muy compleja muchos otros factores.

Avanzando el contenido del resto del libro, estas
primeras páginas nos hacen comprender que es insuficiente
basarnos en el estudio de los ingresos (de un país, una
comunidad, o de una persona) para saber su estado de
felicidad.

Dentro de este enfoque, Amarthya Sen enumera una serie
de faltas de libertad que influyen directamente en el desarrollo
de las personas. Destacan el hambre y la desnutrición
(raras entre las democracias, como la nuestra, abundantes entre
las regiones coloniales, por ejemplo); las enfermedades por
insalubridad y por la falta de medios para evitarla y/o tratarla
(las diferencias de longevidad entre colectivos pueden ser un
buen indicador de esto); la falta de libertad política,
encarnada por la denegación de los derechos humanos a
muchas personas, o la desigualdad entre hombres y mujeres, entre
otras.

Todas las anteriores desgracias o lunares de
desigualdades y muchos otros conceptos hacen que en los nuevos
estudios sobre el desarrollo aparezca claro que una
condición importante para que se dé es un sistema
político abierto, aunque, por supuesto, la libertad, los
derechos humanos y la justicia son bienes valorables en sí
mismos, y no en función únicamente de su influencia
sobe la economía. Todo esto sin olvidar que una de las
más importantes faltas de libertad es la falta de libertad
económica, ya que un sistema de mercado libre en principio
es un buen medio para que una sociedad se desarrolle. Amarthya
Sen, se muestra como un defensor del libertarismo.

En los siguientes capítulos se deja la
distinción entre dos formas de estudiar todo esto: bien
desde el punto de vista de los procesos implicados
"libertarismo", bien desde el punto de vista de las oportunidades
individuales.

El papel preponderante de la libertad en estas
consideraciones se debe a dos aspectos: por un lado la eficacia
de que se dotan los individuos de una sociedad libre para mejorar
y desarrollarse de acuerdo a sus deseos y expectativas, y por
otro, en el carácter evaluatorio de la libertad, ya que
unos ciudadanos libres se verán más capaces de
influir en su entorno.

Su actitud o agencia como la denomina Amarthya,
será más activa y podrán ejercerla
más eficazmente en una sociedad abierta.

Podría parecer que este enfoque ignora el
tratamiento clásico basado en los ingresos y la riqueza,
pero en realidad lo engloba, pues no se deja de ver que la falta
de renta puede conllevar una grave ausencia de una de las
libertades más directas, la económica.

La pobreza se relaciona muy directamente con la
desigualdad, y siguiendo este modo de pensar que se esboza en
este primer capítulo, se es capaz también de
estudiar las cuestiones de la pobreza de colectivos dentro de
sociedades aparentemente ricas, cuanto menos opulentas, e incluso
de comparar, dentro de lo posible las diferentes "pobrezas" a lo
largo del mundo.

Filosóficamente, este modo de pensar
económicamente en términos de la libertad y no
sólo de los ingresos o la riqueza no es tan nuevo como
pudiera parecer, ya que entronca con algunas de las reflexiones
de Aristóteles e incluso con aquellas de Adam Smith
relacionadas con las necesidades y la calidad de vida, y siguen
la línea de pensamiento de Quesnay, Lavoisier, Lagrange o
Petty, quienes además de sentar las bases del
análisis de la rentas, vieron su papel como medio y no
sólo como fin.

En el último gran punto del capítulo, el
autor examina la relación del concepto de libertad de
mercado con sus reflexiones anteriores. No parece existir duda de
que una libertad clara y bien definida es la de poder hacer
intercambios, quizás en algún tipo de mercado, y
que prohibir tal cosa sin duda redundaría en disminuir la
"agencia" social de un individuo. Sin embargo, esto no implica
directamente el argumento actual a favor de la absoluta libertad
de los mercados, ya que aunque se reputan como motores efectivos
y eficaces de crecimiento, su no regulación puede
también acabar engendrando pobreza, por su propio
funcionamiento. Además, restringir todo el estudio sobre
la situación de pobreza o riqueza de una comunidad o
incluso de una persona a su relación con el concepto de
trabajo es perder toda la información sobre las
capacidades (la libertad) de esa persona o comunidad.

Para terminar, el autor vuelve a afirmar la importancia
del concepto del desarrollo como libertad a la hora de evaluar el
individuo su sociedad y su papel en ella, y defiende la
abolición de aspectos de la tradición si esos
aspectos conllevan graves pérdidas de libertad y pobreza a
las personas que la sustentan.

En las observaciones finales del autor a este primer
capítulo, éste alerta sobre la ignorancia
involuntaria o autoimpuesta de las faltas de libertades
individuales que pude provocar una disciplina económica
ceñida por completo al viejo concepto de desarrollo igual
a mayores rentas

Capítulo 2.

Los fines y los
medios del desarrollo

El capítulo comienza reseñando la
existencia de dos "escuelas" de pensamiento económico, que
se diferencian, entre otras cosas, en la concepción que
tienen d el desarrollo. Así, mientras para unos el camino
hacia el desarrollo está lleno de dificultades, es duro de
seguir y no contempla ningún tipo de "desviaciones" de
cariz social, para otros el proceso económico del
desarrollo se basa en elementos satisfactorios para todas las
partes, y no excluye en absoluto la presencia de la libertad ni
de aquellos elementos de cariz social en el camino a seguir hacia
el desarrollo, antes bien, los considera también parte
integrante de dicho camino.

El autor continúa discerniendo entre los dos
papeles que juega el concepto de libertad cuando hablamos del
desarrollo. Por una parte, Sen afirma rotundamente la importancia
intrínseca de la libertad individual en tanto que parte
inseparable del desarrollo de una persona, siendo por tanto la
libertad un fin en sí misma si queremos llegar a un cierto
desarrollo pleno, y no meramente basado en un dato, como por
ejemplo el P.I.B. Pero además, Sen anuncia el estudio
posterior de cómo las libertades individuales son
también eficientes y eficaces medios para llegar al
desarrollo. Aclara que son dos puntos de vista distinto, pero
complementarios en conjunto, dado que le llevan a dirigir el
libro según los conceptos de la segunda "escuela" de
pensamiento citada más arriba.

Este capítulo en concreto se centra en la
descripción de la libertad como medio, o mejor dicho, de
las libertades como medios, ya que Amartya Sen distingue entre
cinco tipos de libertad:

  • Las libertades políticas, o todas aquellas
    capacidades de los ciudadanos para influir en el manejo de su
    sociedad, como los derechos de expresión,
    reunión, voto, o crítica.

  • Los servicios económicos, o los derechos de
    una persona a disfrutar de sus recursos económicos y
    prosperar. Aunque al estudiar los derechos económicos
    sólo se tiene en cuenta en general su aumento o
    disminución globales (en toda la sociedad), tienen
    mucha importancia también los aspectos relacionados
    con la distribución de la riqueza, así como l
    interacción con el mercado financiero.

  • Las oportunidades sociales, o todos aquellos
    servicios (públicos) que ofrece una sociedad para la
    mejora personal de los individuos que la conforman, como la
    educación. Para Sen, éstas tienen además
    la importancia añadida de interactuar fuertemente con
    algunas otras libertades, ya que, por ejemplo, el
    analfabetismo, además de la falta de conocimientos,
    implica el no poder participar, entre otras cosas, de los
    servicios económicos, o el no poder hacer valer los
    derechos políticos de la persona.

  • Las garantías de transparencia, que influyen
    en el grado de confianza que mostrarán los individuos
    en sus tratos mutuos y con la sociedad que los engloba. Sen
    se refiere sobre todo a la divulgación (y
    aprovechamiento libre) de la información y a la
    corrupción económica de empresas e
    instituciones.

  • La seguridad protectora, para ayudar a los
    más desfavorecidos por cualquier causa a sobrevivir y
    prosperar en la sociedad. Sen añade que los
    componentes de esta libertad deberán ser
    proporcionados por el conjunto de la sociedad, de forma fija
    (subsidios) o excepcional, en el caso por ejemplo de
    catástrofes.

Todas estas libertades se complementan entre sí
como medios para conseguir el desarrollo. Así, aunque el
crecimiento económico se contempla como un excelente medio
para incrementar la renta privada, Sen señala que
también un crecimiento económico fuerte puede
servir para reforzar el resto de libertades, especialmente
quizás la seguridad protectora y las oportunidades
sociales, de modo que se consiga un desarrollo mayor en
número y en libertades, además de en renta. Para
ejemplarizar la situación, el autor señala que los
países asiáticos que más han crecido
económicamente en los últimos tiempos tenían
una base muy importante de personas educadas y con conocimientos,
lo cual no ha hecho sino reforzar el crecimiento de dichos
países. (A Sen este argumento le sirve como contrapunto a
lo que expresan muchos de que el desarrollo humano es
prerrogativa de los países ricos
exclusivamente).

Precisamente es analizando dos países
asiáticos, China e India, parecidos por sus
situación de "en vías de desarrollo", por su
gigantesca población, y por su reciente aperturismo
económico, como Sen ve confirmados sus argumentos
anteriores: si china ha conseguido unos resultados tan superiores
a los de la India en su proceso de liberalización de
mercados es porque contaba con una población mucho mejor
instruida (y en mayor proporción) que la India. Pese a que
en China lo que falta es las libertades políticas citadas
anteriormente, Sen comprueba así que algunas libertades (y
las desigualdades dentro de la propia India) son claves en el
desarrollo económico.

Análogamente, Sen desmonta otro argumento para
considerar sólo el crecimiento económico a la hora
de diseñar las políticas económicas y
sociales, a saber, la correlación entre renta y
longevidad, pues hay estudios que indican que esa relación
no es directa, sino que median muy fuertemente la
dedicación de los aumentos de P.N.B. a la
erradicación de la pobreza y a los programas sociales como
la sanidad o la educación públicas.

De hecho, hay diferentes tipos de economías. Hay
países que aumentan la calidad de vida de sus ciudadanos
basándose en un crecimiento económico amplio,
grande y rápido, dedicando parte a inversiones sociales, y
hay otros que consiguen un aumento de la longevidad y la calidad
de vida de sus ciudadanos mediante políticas sociales sin
esperar al crecimiento económico. Ambos tipos son los
extremos de la complementariedad más equilibrada de
mercados e instituciones sociales públicas que reclama
Sen, dado que los países que han adoptado la primera
estrategia (los "tigres" asiáticos) ven ahora cómo
sus economías no eran tan beneficiosas y equilibradas como
se pensaba, en tanto que donde se ha adoptado la segunda
estrategia las rentas siguen siendo bajas.

Como remache final a su argumentación, Sen cita
un dato esclarecedor: ningún país
democrático independiente ha sufrido una hambruna, y es
que la libertad política de los ciudadanos se puede
traducir en un cambio en el gobierno si el presente no lo hace
bien, lo que en última instancia puede obligar a los
gobernantes a hacer todo lo posible para garantizar el
abastecimiento de alimentos.

Capítulo 3.

La libertad y los
fundamentos de la justicia

En este capítulo el autor se dedica a analizar
tres bases ideológicas posibles en las que fundamentar la
justicia social: el utilitarismo, el pensamiento libertario y la
llamada "justicia rawlsiana".

Las tres se diferencian en el conjunto de informaciones
que consideran a la hora de diseñar la política
social y económica. De hecho, el carácter de cada
enfoque viene dado por el tipo de información excluida en
los argumentos empleados para realizar los juicios de valor que
caracterizan cada enfoque.

Para el utilitarismo sólo cuenta la
información relacionada con la utilidad, con lo que
consiguen bien los individuos, bien la sociedad a la que
pertenecen, con sus decisiones de mercado y de consumo, sin
importar, por ejemplo, cuestiones como las libertades, puesto que
éstas no aportarían utilidad directamente (un
enfoque claramente poco grato para el autor).

Por su parte, el pensamiento libertario se basa
exclusivamente en exigir el cumplimiento de todas las libertades
individuales, por encima de cualquier otra consideración,
en especial sin tener en cuenta para nada el cumplimiento de los
deseos de los individuos, la utilidad, por lo cual es un
planteamiento antagónico al utilitarista.

Finalmente, el autor construye a partir del
análisis de las virtudes y problemas de estos dos enfoques
maximalistas otro basado en las libertades pero que presta
especial atención a las consecuencias, al modo del
utilitarismo.

Después de exponer someramente estos hechos y
conceptos, el autor pasa a considerar el utilitarismo y el
pensamiento libertario.

La base del utilitarismo es evaluar la felicidad, el
placer, el grado de cumplimiento de los deseos de los individuos.
Aunque a muchos nos pueda parecer que la medición de la
felicidad es algo bastante subjetivos, en teoría
económica se puede intentar una evaluación de dicha
felicidad.

El utilitarismo tiene tres requisitos principales para
dicha evaluación: se ha de atender sólo a las
consecuencias de los actos (los resultados) lo cual incluye una
restricción en la evaluación, a saber, qué
se considera como resultado; y, por otra parte, la
evaluación de ha de restringir a la utilidad (el
bienestar). La unión de ambos requisitos se pude resumir
en la máxima de que "todas las elecciones han de juzgarse
en función de las utilidades que generan.

Finalmente, el tercer requisito nos dice que la
evaluación final se consigue sumando las utilidades de
todas las personas. (Cada elección se juzga en
función de la suma total de utilidades generadas por dicha
elección.) Para esta corriente de pensamiento la
encarnación de la injusticia es la pérdida de
utilidad (de bienestar) de una situación dada, respecto de
otra con utilidad agregada mayor.

El principal defecto de partida del utilitarismo es que
no se pueden hacer comparaciones de felicidad entre personas
diferentes, pero a pesar de esto, tiene dos importantes virtudes:
permite juzgar las instituciones (sociales) desde el punto de
vista de sus resultados, y desde el punto de vista del bienestar
que generan. A cambio, peca de tres graves inconvenientes: no
presta ninguna atención a los derechos y libertades (si
acaso lo hace indirectamente), es indiferente ante la
distribución de la utilidad y no considera que muchas
veces aquello que sentimos como bienestar puede estar influido o
incluso limitado por nuestra situación personal y
social.

El libertarismo, por su parte, se puede encontrar
también en diferentes versiones, en función de la
importancia dada a su máxima, a saber, que sólo
importa el cumplimiento estricto de las libertades y derechos,
sin dar pie a otras cosas quizás deseables por el ser
humano, como el bienestar o la felicidad, pero que simplemente
pertenecen a "oro plano" y que a lo sumo podrán pesar
sólo como "restricciones secundarias". Al libertario
sólo le interesa la prioridad absoluta de los
derechos.

El autor antepone a estas formulaciones el argumento de
que el concepto de libertad no es simétrico respecto del
de riqueza por ejemplo, sino que se habría ve valorar la
medida en que un aumento de la libertad de un individuo le es
ventajoso personalmente, de modo que la libertad debería
pesar tanto como pero no más que el bienestar en el
diseño de las políticas económico-sociales.
Paradójicamente, un enfoque basado en la observancia
absoluta de la libertad puede ser tan ignorante de las faltas de
libertad individual como el enfoque utilitarista, pues su base de
información es incluso menor que la de
éste.

El utilitarismo ha tratado de superar la dificultad
(imposibilidad de hecho) de comparar las utilidades
interpersonales sustituyen como base de su estudio el bienestar
por alguna variable numérica más fácilmente
medible, como la renta real. Sin embargo, esto deja de lado todo
otro tipo de información sobre la persona, como su estado
de salud o enfermedad o las restricciones sociales a que se puede
ver sometida, sumamente influyentes en la calificación de
la calidad de vida de la persona.

Básicamente, podemos decir que lo que importa
realmente de nuestra renta real es el bienestar que podemos
extraer de ella. Y para hacer comparaciones interpersonales de
esto último se tendría que tener en cuenta la
heterogeneidad personal (no hay dos personas exactamente iguales
en el mundo, en un sentido amplio, mayor que el
biológico), la diversidad de medios ambientes en que vive
la Humanidad, las diferencias de clima social (no sólo a
nivel de sistema político o modo de vida –rural Vs.
urbano-, sino también a nivel de las relaciones posibles
entre las personas de una determinada sociedad), las diferencias
entre las perspectivas interrelacionales (no se necesita lo mismo
para llevar una vida social digna en todos los sitios) y la
distribución de renta entre los distintos miembro s de las
familias (con especial atención al papel y a la
situación de la mujer).

Se puede empezar el estudio de la situación desde
el punto de vista de la opulencia/pobreza en el plano de las
rentas, o más ampliamente, en el plano más amplio
de los recursos primarios (riqueza, libertad, derechos, etc.),
pero esto no supera las limitaciones citadas justo arriba; para
esto quizás sea más útil centrarse en los
niveles de vida de las personas (Pigou y Mahbubul Haq
recientemente, pero con raíces profundas en los
pensamiento s de Petty, King, Quesnay, Lavoisier o Lagrange, y
Adam Smith, e incluso más atrás: las "funciones"
aristotélicas). Así, lo importante no serían
los bienes en sí mismos sino las capacidades, las
libertades que generan para poder hacer vida de comunidad en
nuestras sociedades.

Éste es el planteamiento intermedio al que se
adhiere el autor. Una ventaja metodológica de este nuevo
enfoque es que las funciones realizables por un apersona
sí son susceptibles de comparaciones interpersonales. A
este respecto, es interesante señalar que la diversidad de
funciones hace necesario un acuerdo acerca de la
ponderación prestada a cada una de cara a realizar una
ordenación de capacidades.

Entonces podríamos enfocar directamente el
problema, utilizando ordenaciones completas o parciales de todas
las capacidades, de una forma complementaria (basándonos
en las rentas, pero introduciendo "ad hoc" consideraciones sobre
las capacidades, o indirectamente, similar al anterior pero en el
que las rentas individuales se ajustan al nivel de la sociedad en
que se incluyen.

La conclusión final del autor es que no hay un
modo único de evaluar la riqueza global de las personas, y
que las decisiones económicas y sociales (y sus
consecuencias también, por tanto) que se tomen en una
sociedad dependen profundamente de la b ase información
que utilicen por lo que los enfoques maximalistas de "todo o
nada" pueden resultar bastante perjudiciales para un gran
número de personas.

Capítulo 4.

La pobreza como
privación de capacidades

En este capítulo el autor desarrolla en
profundidad el enfoque sobre la pobreza esbozado en el
capítulo anterior. Comienza justificando el concepto
mediante tres afirmaciones: que la renta baja sólo e un
importante instrumentalmente, ya que hay toda una serie de
carencias de importancia intrínseca asociadas a la
pobreza, que la renta no es el único instrumento a la hora
de generar capacidades individuales, y que entre diferentes
comunidades cambian las relaciones entre la pobreza en sentido
amplio y la falta de renta. Concretamente este hecho es de
capital importancia a la hora de diseñar las
políticas económicas sociales., ya que la
consideración de las capacidades en general hace que la
pobreza real sea mayor que considerando sólo las
rentas.

Por poner un ejemplo, una distribución no
equitativa de la renta dentro de una familia, discriminando por
ejemplo a las mujeres de la misma puede hacer que éstas se
vean en un estado de privación que la simple
inspección de las renta no es capaz de descubrir. Y esto,
lejos de ser sólo propio de determinadas culturas, puede
ser también un motivo del importante número de
mujeres que se ven obligadas por las circunstancias a trabajar en
la economía sumergida o en su casa, como amas de casa sin
remuneración, en el mismo Occidente.

Claramente este concepto más amplio de la pobreza
no excluye ni es antagónico a la pobreza de renta, sino
que la incluye, ya que la carencia de renta influye muy
directamente en la de capacidades, y viceversa, hasta tal punto
que puede concebirse la erradicación de la segunda como
medio para erradicar la primera (las personas sanas y preparadas
–educación y sanidad públicas- tienen
más facilidad – capacidades- para ganar rentas mayores y
transformar dichas rentas en capacidades individuales (a este
respecto Amarthya Sen cita y analiza el ejemplo del estado indio
de Kerala, donde ha dado prioridad al desarrollo humano de sus
habitantes para reducir la miseria en que
vivían).

Un generador importante de pobreza (de capacidades) es
la desigualdad entre los componentes de una sociedad, con lo que
entramos en el estudio de la distribución de la riqueza
(de capacidades), un ámbito que ignora por completo el
enfoque utilitarista. Sen avisa sobre las consecuencias negativas
que pueden tener algunas medidas que pretenden erradicar la
desigualdad, en forma de pérdidas para todos, y
seguidamente analiza un generador de desigualdad muy propio de
Europa, el paro, comparando la situación y la
filosofía política subyacente en los enfoques
europeos y estadounidense.

Así, el respeto de la libertad individual y la
esperanza en la capacidad de crecimiento personal individual
impide un sistema de subsidios en Estados Unidos, a la par que
cifras de paro como las europeas echarían abajo a
cualquier gobierno con el que ocurrieran, en tanto que en Europa
los subsidios se ven como una herramienta con que paliar la merma
de renta que supone el paro para una persona.

Con esto Amarthya Sen introduce el meollo del
capítulo: la comparación de las situaciones de
pobreza-desigualdad entre diferentes sociedades y aun dentro de
una misma sociedad. Comienza con el paro y Estados Unidos-Europa,
continúa con estas dos entidades pero analizando el resto
de sistemas sociales y la desigualdad de trato médico a
que se ven sometidos hombres y mujeres negros estadounidenses por
su menor renta y otro problemas como la violencia, y que pone sus
cifras de longevidad y esperanza de vida a la altura de los
habitantes de países considerados clásicamente
mucho más pobres que EE. UU. A nivel de renta, y
finalmente se centra en comparar las situaciones del
África Subsahariana y el Sur de Asia, particularizado por
la India, dos regiones claramente desfavorecidas.

Destacan el bajo nivel de renta, la bajísima
esperanza de vida al nacer y una vida breve y muy precaria, entre
cuyos males destacan la inanición infantil y la baja o
nula educación de los adultos. Hay estados de la India con
peor mortalidad infantil que muchos países africanos, y lo
mismo en los niveles de educación femenina. Si la India
"gana" en el apartado de la esperanza de vida, está al
mismo nivel o pierde si consideramos la desnutrición,
incluso con la paradoja de que la India se autoabastece, pero
claro, sólo en lo que respecta a la demanda de mercado de
alimentos, es decir, la demanda de los que pueden comprar la
comida, pues la demanda real es muchísimo mayor. Una de
las razones de estas diferencias pueden ser la democracia en la
India, que ha evitado las hambrunas recurrentes a que
están sometidos millones de personas en los autoritarios
países africanos, pero que hace caso omiso de la
educación pública para todos, y que ha de
vérselas con un enquistado sistema de castas y con la
sumisión de la mujer.

Para terminar, precisamente se analizan las cifras del
número de mujeres en el mundo. Aunque el feto hembra es
más fuerte y resistente que el feto varón, nacen
más niños que niñas. Esto se debe al grado
de pobreza y precariedad física de las mujeres en muchas
zonas del mundo, ya que si se aplicaran las cifras resultantes de
las estadísticas occidentales, podrían estar
"faltando" entre 20 y más de 100 millones de mujeres en el
mundo (además habría que considerar las
políticas de prevención de la fecundidad, como las
llevadas a cabo en China, y su efecto sobre este
apartado).

La conclusión a la que llega el autor en este
capítulo es que no se puede considerar sólo la
desigualdad de renta a la hora de evaluar la pobreza de las
personas, sino que hay muchos más factores en
juego.

Capítulo 5.

Mercados, Estado
y oportunidad social

Amarthya Sen comienza este capítulo
reseñando que el mercado es un elemento fundamental en el
desarrollo de algunas libertades. A un nivel sumamente
básico, por ejemplo, prohibir los mercados
implicaría suprimir algo tan profundamente humano como los
deseos de intercambio, tan arraigados en nosotros como los de
comunicación.

Sin embargo, también a un nivel algo más
pragmático, la existencia de mercados puede suponer una
mejora en las libertades o capacidades de una persona respecto a
una situación de inexistencia de tales mercados, y desde
esta perspectiva, Sen analiza en concreto cómo el mercado
del trabajo, libre, es un valor en sí mismo, tal y como lo
expresaban los ex esclavos negros norteamericanos al no querer
volver a trabajar para sus antiguos amos, o cómo el
derecho a elegir un trabajo por propia voluntad puede estar
asociado a la lucha por la tierra y por sus derechos de las
castas inferiores en determinados lugares de la India.

Mención especial me merece el análisis
sobre el trabajo infantil, en contra de cuyos defensores Sen
expone que realmente es un nuevo tipo de esclavitud (que
además se auto perpetúa, tal y como explica en otro
lugar del libro), al ser los niños obligados a trabajar y
negárseles la libertad, fundamental, de acudir a la
escuela.

Análogamente ocurre con las mujeres en numerosas
sociedades, en cuya defensa se crean asociaciones y acuden
determinadas instituciones, con lo que el autor introduce esta
nueva base de su argumentación, empezando a verse que
considera las instituciones, públicas, un complemento
necesario al mercado en el verdadero desarrollo
humano.

Seguidamente el autor explica brevemente que uno de los
conceptos preferidos por los defensores a ultranza del mercado,
su eficiencia a la hora de aumentar la renta, se puede trasladar
también al ámbito del que trata el libro, las
libertades: parafraseando el resultado de Arrow – Debreu,
un equilibrio de mercado competitivo garantiza que no se puede
aumentar la libertad de una persona manteniendo la de todas las
demás, es decir, que no se puede aumentar. En este sentido
se definiría la eficiencia de los mercados en el espacio
de las capacidades individuales.

Sin embargo, al autor no le interesa sólo la
eficiencia del sistema, sino también su equidad, y se da
cuenta de que los mercados pueden ser sumamente inequitativos si
además de la renta se tienen en cuenta en el estudio las
capacidades, por ejemplo la de transformar la renta en algo
útil para la persona.

Sin embargo, el estudio es complicado, pues a ese nivel
también cualquier medida que se tome para garantizar de
algún modo la equidad puede influir negativamente en la
eficiencia, básica para el funcionamiento de los mercados
como generadores no sólo de riqueza, sino también
de libertad.

Llegados a este punto, Sen puntualiza muy acertadamente
la contradicción en que viven quienes basan sus estudios
económicos y sociopolíticos en las ideas de los
economistas pion eros (Smith, Ricardo e incluso Marx) para negar
toda intervención en los mercados por parte de las
instituciones. Smith, por ejemplo, veía sumamente bien
cualquier intervención complementaria de las instituciones
públicas (el Estado) para dar algunos servicios, y
sólo clamaba contra los intentos de los monopolios de ad
aptar el mercado para su propio beneficio.

En este punto, Sen comienza a analizar diversos casos de
esa "lucha" entre eficiencia y equidad y los caminos elegido s
por el sistema político de cada caso.

Así, en Europa se conceptúa un servicio
universal de asistencia sanitaria como el que mejor puede ayudar
sanitariamente a quienes no tienen recursos, minimizando al menos
la información que no se conoce (el autor analiza
profundamente los problemas que tienen los sistemas que intentan
aumentar la equidad basándose en los ingresos, que por
fuerza se han de basar en la recopilación de
información, no siempre posible ni fácil, para
decidir sus sujetos objetivo), mientras que en Estados Unidos el
sistema Medicaid más parecido se basa sólo en los
ingresos de una persona para decidir si le es aplicable
análogamente, el sistema de las ayudas al paro en Europa
es un sistema clave en restituir parte de la equidad que una
persona pierde respecto al resto junto con su puesto de trabajo,
pero llevadas a ciertos extremos pueden conducir a una
minusvaloración del individuo y a la eliminación de
los incentivos para buscar un nuevo empleo.

Para terminar el capítulo, el autor explica
cómo todos los países que han conseguido un cierto
desarrollo de sus habitantes han tenido una época de
fuerte inversión pública (que, por ejemplo en
Europa podría servir ahora, con todas las precauciones
lógicas para evitar la inflación y los
déficits públicos, para mejorar los datos del paro,
por ejemplo absolutamente inasumibles en Estados Unidos).
También se queja de dos hechos en mi opinión
flagrantes del mundo en que vivimos: que se pida e incluso exija
a los países en desarrollo que cedan a las manos del
mercado todo aquello que podrían desarrollar de forma
pública (educación, pero también sanidad,
por ejemplo) desde los mismos países que deben su
desarrollo humano a la acción pública en busca de
la equidad en determinadas épocas.

El otro hecho del que se queja Sen es la
dirección de los ataques de los económicamente
conservadores, quienes ven muy mal todo aquello que aumente el
déficit público, como la educación o la
sanidad públicas, pero que no dicen nada cuando se dedican
partidas enormes del presupuesto a fines armamentísticos,
que no van a tener ningún reflejo ni en el aumento de las
rentas de los individuos de la sociedad que sustenta esas
partidas, ni en sus libertades individuales
inmediatas.

Capítulo 6.

La importancia de
la democracia

La extrema situación de pobreza de tantos cientos
de millones de personas en el mundo puede hacernos caer en el
pesimismo y pensar que lo importante es solucionar su
situación de miseria de renta, antes incluso y por encima
del resto de sus carencias esenciales de tantos y tantos tipos de
libertad. De hecho, éste es un argumento muy empleado por
los gobiernos autoritarios de muchos países
subdesarrollados cuando se les incita a democratizarse.
Además, se añaden coletillas como que si se les
diera a los pobres a elegir entre una y otra mejora
elegirían de la renta, y que la democracia es un valor
occidental, contrapuesto a los valores tradicionales
asiáticos, por ejemplo.

Partes: 1, 2

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