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Vidas Cruzadas (Relato corto)




Enviado por Apeihron



Partes: 1, 2

  1. Capítulo I
  2. Capítulo II
  3. Capítulo III
  4. Capítulo IV
  5. Capítulo V
  6. Capítulo VI
  7. Capítulo VII
  8. Capítulo VIII
  9. Capítulo IX
  10. Capítulo X
  11. Capítulo XI

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Capítulo
I

Aquella misteriosa noche, ni las entrañas del
demonio más siniestro podrían haberse equiparado a
la tenebrosa y maldita oscuridad que reinaba por doquier,
invadiendo lo que parecía ser un lugar abandonado de Dios,
en el que solo la inclemente nada señoreaba.

En medio de aquella soledad apenas se escuchaba un sordo
sonido, era algo o alguien que respiraba cada vez más
agitadamente, se notaba una creciente desesperación en
busca del oxígeno, que paulatinamente se había ido
consumiendo.

Inmóvil y en pie, su cuerpo permanecía en
total verticalidad, estaba aprisionado por las piernas, hacinado
en un minúsculo espacio donde con dificultad apenas
podía mover los hombros y la cabeza. Mientras un miedo
aterrador invadía sus emociones y un sudor frío lo
recorría lentamente apoderándose de todo su
ser.

Acompañado únicamente por un silencio
sepulcral, en un lugar en el que tiempo parecía haberse
detenido y el Universo entero había olvidado o
quizás no le importaba su existencia.

Sus ahora agudos sentidos lograban percibir claramente
el latir de su corazón y notaba como éste, al
transcurrir de los segundos se aceleraba precipitadamente,
llevándolo a una lenta dolorosa e inexorable
cardiopatía.

Confuso trataba de ordenar sus ideas, pero con horror
comprobaba que todos sus recuerdos habían desaparecido,
sus ojos se cerraban y borrosos pensamientos nublaban su
mente.

«Como me duele la cabeza.»

«¿Dónde estoy?»

«Quiero …»

Su razón perdida, no podía evitar sentir
pavor al avecinarse dos nuevos pensamientos que interrogaban su
subconsciente.

«No recuerdo nada.»
«¿Qué me pasó?»

Sus ojos empezaban a girar en círculos, buscando
algo de luz o tal vez una salida, que al parecer no
encontraría; estaba perdido y sin saber qué hacer,
ni cómo pedir ayuda.

Pero lo peor…

… lo peor sin duda, era… que
no sabía cómo llegó allí, ni
quién era él.

Capítulo
II

Sesenta horas
atrás…

Algunas veces, resulta extraña la forma en
que la rueca el destino hila nuestras vidas. Reflexionamos
insulsamente, sobre las verdades del ser buscando respuesta a las
eternas preguntas.

¿Cuál es el sentido de la
vida?

¿Por qué demonios nos esmeramos en
seguir adelante?

Dichos cuestionamientos se tornan irrisorios, ante
la crudeza de la realidad. A veces incluso somos capaces de
esforzarnos más por banalidades que consideramos
prioritarias.

El hecho de que el equipo de fútbol favorito
hubiese perdido; el color del lápiz de labios que se
pondrá en el día; si la novia notará que
tiene aliento a cerveza; el color de cabello que usarán
para la fiesta.

La importancia o valor depende de cada persona, pero
uno no puede evitar el imaginar y analizar, que tan
trascendentales serían todas aquellas situaciones, para la
mente del joven que iniciaría nuestra
historia

No tenía tiempo para pensar, estaba fuertemente
amarrado a un poste y vamos habían sido sus intentos para
tratar de liberarse. Sus labios estaban partidos y la sangre
cubría su rostro mezclándose con la tierra que
penetraba por su boca; tenía los pómulos hinchados
y un ojo casi completamente cerrado.

Su torso desnudo, continuaba recibiendo fuertes impactos
de palos, que se estrellaban contra sus adoloridas carnes
fracturando sus débiles huesos.

Hacía ya varios minutos que había perdido
la noción del tiempo y la sal de su sudor irritaba sus
heridas, que irónicamente esperaban ansiosas las cubetas
de agua helada que desde hace varios minutos recibía
inmisericordemente. Cambiando el ardor de sus lesiones, por el
intenso frío que atravesaba todo su ser, provocando que su
cuerpo entero tiritase sin control.

Por momentos el dolor parecía desaparecer y su
mente viajaba lejos a un mundo lleno de paz y tranquilidad, donde
las fantasías del niño encerrado en su interior
cobraban vida, donde unos padres que nunca tuvo lo abrazaban con
amor, donde aromas de exquisitas comidas jamás paladeadas
parecían rodearlo.

Vagos, los flashes de aquellos sueños e ilusiones
no vividas, se presentaban ante sus ojos impidiéndole ver
el rostro de sus verdugos. Sólo podía escuchar
voces que plagadas de insultos y palabras soeces lo hacían
víctima de los más viles improperios.

El seco sonido de una nueva costilla rota producto de
otro golpe, lo traía de vuelta a la realidad,
provocándole un agudo dolor que parecía replicarse
en cada célula de su cuerpo.

Ya no podía gritar, ni llorar; pero su instinto
de supervivencia lo obligaba a girar el rostro buscando
algún ser humano que se apiadase de él. Su
búsqueda era insulsa, pues los rostros a su alrededor solo
reflejaban odio y desprecio, mirándolo como si fuera un
animal, una bestia repulsiva a la que Dios mandó a este
mundo para servir como saco de golpear, en la cual la gente
podía descargar sus frustraciones.

¿Cuánto pesar más sería
capaz de soportar?

Era la pregunta que parecía no tener respuesta,
más al contrario y como corolario a su martirio, un
desconocido y certero puño se cerraba sobre su rostro,
causando que un nuevo diente saltase por los aires, mientras el
alambre usado en su atadura, empezaba a cortar sus muñecas
y nuevas gotas de sangre se vertían cerca de sus
pies.

Tenía la plena seguridad que no habría
escapatoria alguna, pero de cualquier forma ensayaba algunas
súplicas, que se perdían en la noche, apagadas por
lo gritos enardecidos de algunas mujeres que pedían su
muerte.

Hasta dónde puede llegar la crueldad del
hombre, en qué punto dejamos de ser humanos y nos
convertirnos en animales, cuántos Gólgotas se deben
repetir para cambiar.

Era casi media noche, cuando un hombre se acercaba al
lugar donde la tortura proseguía sin descanso y sin
remordimiento.

Ángel, nombre del recién llegado.
Permanecía de pie observando como la turba
frenética, golpeaba despiadadamente al indefenso
ladronzuelo.

Según lo que había logrado escuchar, el
muchacho había sido sorprendido justo cuando estaba
robando abarrotes, de la única tienda del
barrio.

Aproximándose más hacia el tumulto,
encontró a uno de sus vecinos y de inmediato
decidió interrogarlo respecto a lo que estaba
sucediendo.

?¿Qué ocurre don Justo? ¿Por
qué están golpeando a ese joven?

El viejo vecino con una sonrisa sarcástica,
contestaba dejando a un lado el cigarro que venía
fumando.

?Eres tú, Ángel. No te había visto
muchacho.

?Según sé, pillaron al ratero robando pan
y luego lo trajeron aquí para hacer justicia por su propia
mano.

Asombrado por la insensibilidad con la que el anciano
vecino se expresaba de los acontecimientos, Ángel
continuaba preguntando.

?Y tanto lio sólo por eso. Disculpe, pero me
parece que están haciendo un ultraje con ese tipo, me
parece que robar pan no merece este castigo.

?Que quieres que te diga. ?Proseguía el viejo?.
La gente está aburrida, ya van varios meses durante los
cuales se han cometido muchos robos en la zona, incluso ha habido
muertos y violaciones y la policía no hace nada por
evitarlo.

?Es una pena por ese chico, se hizo atrapar en el peor
momento. Y francamente, no creo que la gente se calme.

Por un instante el diálogo era interrumpido,
ocasionando que ambos hombres volteasen al escuchar un grito
proferido por un vecino enloquecido. Pero recién al
volverlo a escuchar, comprendían asombrados lo que aquel
solicitaba.

?¡Debemos quemarlo vivo! ?Se escuchó
nuevamente?.

Los gritos de apoyo al pedido salvaje, no se dejaban
esperar y apenas unos segundos después, un grupo de gente
ya tenía unas antorchas prendidas.

Al ver cómo todo se salía de control, algo
en el interior de Ángel reaccionaba y sin medir las
consecuencias, se adelantaba interponiéndose
peligrosamente entre el muchacho y la turba enfervorecida,
exclamando con desesperación.

?¡Esperen un instante vecinos! Si bien este joven
es un ladrón no merece morir de esta manera. Ni tampoco
vale la pena que ustedes se conviertan en asesinos por su
causa.

La sorpresiva presencia del defensor, frenó por
un instante los instintos descontrolados del
gentío.

Algunos de ellos, razonaban lo que estaba sucediendo y
al ver el estado deplorable en el que se encontraba el pobre
pillastre, parecían recapacitar sus acciones y voces
contrarias empezaban a escucharse en la multitud. Algunos
apoyando el hecho de que ya era hora de parar la tortura y otros
aún permanecían con el deseo de proseguir con el
daño.

Tensos segundos pasarían y por momentos
parecía que todo allí fuese a explotar
negativamente para el desventurado.

De pronto… alguien dejó caer al piso su
antorcha, justo en el instante en que un niño llegaba al
lugar gritando.

?¡La policía! ¡Viene la
policía!

Ante el rumbo que estaban tomando los acontecimientos,
rápidamente la gente empezó a alejarse, tratando de
no verse inmiscuida en mayores complicaciones.

Sorprendentemente rápido, la muchedumbre
cambió de parecer e instantes después ya se
había alejado, dejando el lugar virtualmente
desierto.

Oportuna la casual sirena que hasta algunos segundos
parecía acercarse, ahora se escuchaba más y
más lejana.

Al parecer, el destino le había dado una nueva
oportunidad, al pobre ladrón. Quien temeroso observaba
como un hombre se le acercaba lentamente.

?Gracias. Muchas gracias señor. ?Exclamó
lloroso?.

?Yo solo quería comer un poco, soy vagabundo es
cierto, pero nunca he hecho daño a nadie.

Sin decir palabra, el eventual salvador había
soltado sus ataduras y como si aquello hubiese sido lo
único que estaba esperando, el muchacho al verse libre
salió corriendo desesperado, sin darle tiempo a su
protector a curar sus lesiones, dándose apenas un segundo
en su huída para voltear por un instante y
decir:

?Gracias señor, es usted un
ángel.

Para luego continuar su huída, sin prestar
atención a sus heridas ni a la sangre que brotaba de
éstas. Se alejó atravesando una y otra calle,
llegando finalmente a los suburbios de la ciudad, donde
finalmente se detuvo tratando de recuperar el aliento.

Ya sin temor ni prisa, aunque muy adolorido y maltrecho,
el joven ladrón descendió por un desecho, llegando
a un amplio terreno usado como cementerio; lugar donde la gente
de escasos recursos, enterraba a sus difuntos
clandestinamente.

Cojeando, atravesó por en medio de las tumbas,
llegando hasta un sendero que lo condujo a una
quebrada.

Al fondo de ésta, una especie de viviendas hechas
de cartones, latas y calaminas viejas formaban un barrio precario
y menesteroso; al que nadie ni en la peor de sus pesadillas
quisiera pertenecer. Basura, desperdicios y perros vagabundos,
eran los vecinos de aquel grupo de despojos humanos, que perdidos
en alcohol y drogas sobrevivían a su cruel
destino.

Al verlo llegar, un hombre que se encontraba totalmente
ebrio, se le acercó y sin sorprenderse por el deplorable
estado de su joven amigo se limitó a
preguntarle.

?¿Qué te ha pasado Palillos?
¿Dónde has estado?

Palillos. Así lo llamaban todos, desde que
apareciese años atrás. Cuando su padre, un adicto
que golpeaba despiadadamente a su mamá, lo había
echado de casa luego de romperle un brazo con un tubo de
cañería, en uno de sus tantos arranques de
locura.

El niño había vagado por semanas, muriendo
de hambre hasta que el destino lo llevó a aquel lugar,
donde en medio de la miseria encontrase a sus únicos
amigos, uno de los cuales era el viejo e inefable borracho, que
en ese momento sonreía y lo abrazaba
dicharachero.

?Bueno no importa, ven conmigo tengo un
«Tírillo» de película (nombre con el
que los bebedores, se referían a un trago preparado con
alcohol y agua con colorante).

?Vamos a echarnos unos traguitos.
?Prosiguió?.

Sin decir nada, el joven asintió y
acompañó a su viejo amigo.

Capítulo
III

Lejos de allí en una humilde vivienda, las
sombras de la oscuridad avisaban que ya había pasado la
media noche y una anciana mujer acababa de acostar a una
niña. Era su pequeña nieta, que tenía
alrededor de ocho años y era la luz del hogar.

La señora Elsita, como la llamaban todos, era una
señora de más de ochenta y cinco años,
había cuidado de sus hijos toda su vida y ahora que
vivía con uno de ellos, hacía lo propio con su
querida nieta.

Desde que la madre de la niña muriese, la tierna
abuela había sido el apoyo incondicional para su hijo,
cuidando de la pequeña Tina durante todo el día.
Todos sabían lo difícil que era la vida para esta
reducida familia y mucha gente no entendía, cómo
siempre que veían a alguno de sus miembros, estos
sonreían como si todas las desgracias y zozobras por las
que constantemente atravesaban no les afectaran en
nada.

No habían faltado las personas curiosas, quienes
sin el menor recato preguntaban a la amorosa anciana, cómo
podía sonreír sabiendo que la niña
tenía la misma enfermedad que mató a su madre y que
salvo algún milagro, tarde o temprano la pequeña
correría la misma suerte.

A lo que la sabia mujer contestaba.

«La medicina más importante nace en
nuestros corazones y Dios nos protegerá porque él
mora en ellos.»

Pero aquella noche en particular, una sombra de tristeza
y preocupación cruzaba por el rostro de doña
Elsita; quien sobresaltada, escuchó el golpe de la puerta
de su hogar al cerrarse, avisando que su hijo acababa de
llegar.

Su pobre morada, constaba de un par de cuartos, en estos
los tres habían distribuido sus escasas pertenencias. Pues
por años los médicos y las medicinas compradas para
la mamá de la niña y ahora para ésta misma,
habían acabado con sus pocos ahorros y ya no les quedaba
casi nada.

?Buenas… mamita ya llegué.
¿Cómo estuvo el día? ?Saludó
sonriente Ángel?.

?Nada nuevo hijito, todo estuvo igual, salvo por el
hecho de que la comadre trajo el análisis de Tina y eso me
tiene algo nerviosa. ?Al decir aquello, la abuela
señaló el sobre cerrado que se encontraba sobre la
mesa?.

Ángel, sin comentar lo que acababa de suceder con
el ladrón, al cual salvó de ser ajusticiado minutos
atrás, esperanzado cogió el sobre y extrajo de
éste, un papel donde se encontraban descritos los
resultados del análisis de su hija y ávidamente
empezó a leer.

Ansioso, escrutaba cada una de las palabras del informe,
su nivel educativo no era muy alto pero no era un ignorante.
Había estudiado para técnico en electricidad y por
algunos años esa profesión le generó
ingresos aceptables, pero el trabajo había escaseado
durante los últimos meses, para él como para todo
el mundo.

Con el característico optimismo familiar, nunca
había perdido la fe en que las cosas mejorarían.
Sabía que el dinero no era lo más importante en su
vida, pero también tenía la certeza que por falta
de éste, fue que no pudieron salvar a su
esposa.

Breves segundos después, dejó el sobre y
el papel sobre la mesa. Temblando, giró hacia su anciana
madre y sin decirle nada se alejó de ella rumbo a la cama
donde yacía la pequeña niña.

Sus profundos ojos negros veían el plácido
descanso de la niña y las lágrimas le brotaban
incontenibles. En su mente se repetía una y otra vez, la
frase concluyente del informe.

«Resultado de análisis evidencia la
presencia de cáncer.»

Repentinamente, todo se le vino abajo. Acababa de leer
que su razón de vida, podría morir en cualquier
momento y ahora más que nunca le dolía el hecho de
ser tan pobre.

Temblorosa, la voz de la abuela a su espalda lo
retornó al hogar.

?Hijito, la cena está servida y caliente.
Además todavía no me dijiste cómo
salió el análisis.

Limpiándose rápidamente los ojos, borrando
las huellas de su dolor, Ángel volteó a ver a su
madre. ?Viejita linda, no te preocupes la niña está
bien. Así que vamos a comer, que tengo mucha hambre y
mañana tengo que ir a ver un posible trabajo, el cual me
recomendó José?.

Capítulo
IV

Una nueva mañana había llegado y
Ángel ya estaba en pie, con la fija idea de obtener un
nuevo trabajo y así obtener un dinero extra para
medicinas. Su primo le había comentado días
atrás, que buscaban obreros en una construcción
cercana, donde éste y otros vecinos, trabajaban desde
hacía un par de semanas.

Como siempre la abuela Elsita y la pequeña Tina,
ya estaban preparando el desayuno.

?Papi, buenos días, no te olvides que hoy tu y yo
vamos al trabajo juntos. ?Saludó, risueña la
pequeña?.

?¿Cómo es eso? ?Preguntó
Ángel confundido?.

?Si papi, la mamita debe ir al doctor esta semana,
así que yo te acompañaré todos los
días, ¿qué no te acuerdas? eso acordamos el
otro día.

?Pues bien señorita, entonces tome su desayuno
que nos vamos a la calle y no quiero que mi damita ande
debilucha. ?Bromeó, para luego abrazar fuertemente a su
hija?.

A los pocos minutos, tomados de la mano Tina y su
papá, caminaban rumbo a la construcción.

Poco a poco el astro rey, hacía más
agradable la mañana con sus cálidos rayos y al cabo
de unos minutos ambos llegaron a su destino.

Atravesaron el portón y una vez adentro de la
construcción, no tardaron mucho en divisar a un amigo
vecino suyo, quien al verlos los saluda cordialmente.

?Ángel, por aquí… me alegra que
vinieras, ya me comentó tu primo que querías
trabajar. Y veo que vienes acompañado por una hermosa
princesita.

?Hola preciosa, veo que viniste a acompañar a tu
papá.

?¡Siii! ?Contesta eufórica la niña
al reconocerlo?.

?Hoy trabajaremos juntos. ?Complementó la
pequeña, mientras se enroscaba cariñosa al brazo de
su papá. Su infantil mentalidad no tenía cabida
para ninguna preocupación, pero eso no impedía que
con una insaciable e inocente curiosidad, de inmediato empezase a
preguntar por todo lo que veía a su alrededor. Su
espíritu inquieto e inquisitivo siempre había sido
algo característico; éste, aunado a su
pícara sonrisa, habían sido los principales motivos
por el que toda la gente que la conocía, quedase
perdidamente cautivada por la niña?.

?Mira Tina, allí está tu tío
José, ve con él y que te muestre todo.
?Exclamó el amigo?.

Volteando hacia su papá y con mirada suplicante,
la ansiosa niña consultó.

?¿Papi, puedo jugar un poquito antes de trabajar?
Por favor, no hurgaré nada y tendré mucho
cuidado.

?Está bien puedes ir, pero no te alejes demasiado
y quédate siempre cerca de tu tío.

Entusiasmada la niña, salió corriendo
hacia donde jovial y cariñoso la estaba esperando
José, el cual al verla acercarse le tendió los
brazos.

Los ojos del amigo de Ángel, siguieron los
alegres pasos de la niña al alejarse.

?Ángel, tu niña es maravillosa, ojala yo
pudiera tener una hija así. ?Comentó el amigo,
mientras encaminándolo hacia las oficinas de sus jefes, le
daba esperanzadores comentarios respecto a su posible
contratación?. En cuanto al trabajo, no dudo que te lo
den, conozco bien a los jefes y con mis recomendaciones espero
que te acepten hoy mismo.

?Te lo agradecería, no sabes qué bien me
caería ese dinero. ?Contestó Ángel, con tono
melancólico?.

?Pues entonces levanta ese ánimo y vamos pa"
dentro amigo.

Extendiendo el brazo cordial sobre el hombro de
Ángel, el vecino lo empujó hacia una puerta
entreabierta que se encontraba delante de ellos, mientras
proseguía comentando.

?Lo único que lamento, es que seguramente
estarás con los obreros albañiles y tanto
José como yo estamos en el área de
carpintería, así que no podremos colaborarte
más.

?A mi me basta con tener el empleo, sabes que
pondré todas mis ganas por aprender.

Contestó, un poco más animado
Ángel.

Instantes después, ambos hombres
desaparecían tras la puerta, que franqueaba el ingreso a
las oficinas de recursos humanos, donde entraron en busca de una
nueva ilusión…

Capítulo
V

Varios minutos después, satisfechas sonrisas
provenían de aquel par de hombres, que acababan de salir
de las oficinas administrativas. Ángel, finalmente
parecía tener la buena fortuna de su lado, gracias a las
recomendaciones de su amigo, había sido contratado de
forma inmediata, para trabajar como ayudante en la sección
de albañilería.

Debido a la premura en la entrega del edificio, el
arquitecto le había pedido que se pusiese inmediatamente a
órdenes del capataz y éste luego de darle un par de
instrucciones, lo había mandado al área de
construcción para que colabore trasladando material. Tina
por su parte había pasado toda la mañana jugando
contenta por la construcción e incluso le había
dado una mano a la cocinera de la empresa, quien de inmediato
había cogido cariño por la
pequeña.

Rutinaria, la labor de la construcción no
resultó tan complicada para Ángel, el cual
aprendía con presteza el trabajo de ayudante de
albañil, aunque algunas equivocaciones que había
tenido al principio, hicieron que algunos de los albañiles
se hubiesen disgustado ligeramente y no había faltado
algún malentendido con el capataz de la obra, quien
según comprobó después era un hombre de muy
mal carácter.

La mañana había transcurrido
rápidamente y a la hora de comer, Ángel y su hija
se encontraban reunidos con sus nuevos amigos carpinteros y con
su primo José que se acercaba lentamente.

?¿Qué tal Ángel?
¿Cómo te ha ido en tu primer día?
?Había preguntado José al caminar hacia el
grupo?.

?Nada mal. ?Contestó la pequeña Tina, como
si se refiriese a ella?.

A lo que su papá, sólo se limitó a
sonreír.

La comida era sencilla y no muy abundante y aunque
inicialmente pensaba compartirla con su hija, el hecho de que la
cocinera hubiese congraciado con la pequeña, le
había asegurado por lo menos para esa jornada un plato
extra, el cual la niña devoró hambrienta. Como
postre, un par de plátanos y refresco de linaza
habían satisfecho ampliamente su apetito.

Escasos minutos de descanso les habían quedado
luego del almuerzo, estos serían aprovechados para seguir
la conversación y fumar un par de cigarros antes de
continuar la faena.

?¿Qué sucede con el capataz, que
está nervioso y de mal humor el día de hoy?
?Preguntó curioso Ángel?.

Su vecino, acercándose a él con el cigarro
en la boca, contestó en tono preocupado.

?Es que ayer han ocurrido nuevamente un par de
accidentes y en lo que va de la construcción, ya son
varios los problemas que se han presentado.

Uniéndose al diálogo, otro de los
trabajadores comentó.

?Es culpa de la madre tierra, está enojada porque
no se le ha ofrendado nada. Y todos sabemos lo que se debe hacer.
Es hora de …

Interrumpiendo, al obrero José
señaló a la niña que apaciblemente
continuaba comiendo cerca de ellos.

?¡Calla! No es lugar para hablar de esas
cosas.

Ángel, confundido por el tenor que había
tomado el diálogo, observó cómo el
nerviosismo se había apoderado de todos a su
alrededor.

Las horas de la tarde habían pasado
rápidamente y sin novedad. Finalmente al terminar la
jornada y luego de una breve despedida, Ángel y la
niña en compañía del primo José y de
un par de vecinos, se dirigían de regreso a su barrio y
luego cada uno a sus respectivas casas.

Doña Elsita, como siempre ya tenía lista
la cena y al verlos entrar sonrió
cariñosa.

?¿Dónde estaban mis amores?

?Ya llegamos abuelita. ?Saludó la pequeña,
mientras entraba corriendo a abrazarla efusivamente?.

?Conocí el trabajo de papá, es lindo, es
grande y tengo muchos amigos allí.

Desconcertada, la abuela preguntó a Ángel,
a que se refería la niña. A lo que él,
tranquilizándola le informó que afortunadamente
había conseguido un trabajo en una
construcción.

Frugal pero amena, la cena pasó sin mayores
novedades y luego todos cansados se retiraron a dormir. Pues al
siguiente día, el trabajo prometía ser más
pesado.

Capítulo
VI

Un nuevo amanecer hizo su arribo y Ángel ya
caminaba ligero rumbo al trabajo, Tina con la alegría
acostumbrada, lo acompañaba tomada de su mano.

Media hora después, la caminata había
concluido y ambos ingresaron a la construcción, en medio
de un gran grupo de trabajadores quienes también acababan
de llegar.

Como era de esperarse el trabajo era duro, pero
Ángel lo realizaba con satisfacción, pues no era un
hombre que le temiese al esfuerzo y poco a poco iba
ganándose la confianza de sus compañeros. Pero
aquella relativa tranquilidad laboral duraría muy poco,
pues desafortunadamente en una de las plantas, uno de los
albañiles acababa de caer de un andamio.

De inmediato, los gritos, la histeria y la
desesperación de la gente que iba y venía; todo era
un pandemónium, pero la fatalidad ya se había hecho
presente una vez más, llevándose la vida del
desventurado trabajador.

Al escuchar lo sucedido, tanto a José como a
Ángel, les había asaltado la misma idea, ambos
imaginaron que el accidentado pudiese ser el otro y los dos
habían salido temiendo por el otro, abandonando sus
lugares de trabajo y encaminándose hacia el lugar del
accidente.

Su miedo pronto sería gratamente disipado, pues
casi al unísono ambos se habían descubierto en
medio de la multitud.

?¿Qué ha sucedido? ?Consultó
José con cierto alivio al ver a su primo sano y
salvo?.

?Ha caído un hombre que estaba trabajando en el
segundo piso. ?Contestó nervioso Ángel, pues
había sido lo que le oyó decir a un
obrero?.

De pronto una voz se escuchó a espaldas de todos
y al voltear reconocieron a aquel viejo obrero agorero, quien
fatídicamente repitió su comentario del día
anterior.

?Esto está mal, se los dije es la madre tierra
que pide su cuota, seguiremos muriendo si no le damos lo que nos
manda.

?A que se refiere papá, preguntó Tina
aferrándose a Ángel.

?No lo sé pequeña, pero no te preocupes
nada malo pasará.

Aproximadamente una hora y media después, a causa
de lo sucedido, el capataz y los miembros del sindicato de
trabajadores se encontraban reunidos a puerta cerrada, con los
arquitectos y jefes del proyecto donde evaluaban la
situación.

Afuera, la ambulancia había partido
llevándose el cadáver al hospital, donde
sería depositado en la morgue de éste.

Una patrulla de la policía que había
llegado minutos atrás, también se había
retirado, el informe de los detectives sería claro y
conciso.

«Accidente de
trabajo»

En inmediaciones de las oficinas donde proseguía
la reunión, los obreros expectantes escuchaban los gritos
que provenían del interior, cuyos matices se tornaban al
parecer más exasperados.

?¡No trabajaremos más, hasta que se
haga…!

?¡La gente está nerviosa!

?Pero ¿Cuándo lo harán?

?Esta misma noche señor. Y usted sabe que es algo
necesario, sino seguiremos teniendo accidentes, muertos y

Largos minutos después, al parecer habían
llegado a un acuerdo, pues las voces ya no se escuchaban o por lo
menos su intensidad era menor.

Repentinamente las puertas se abrieron y la gerencia
salió de la oficina, dejando atrás al capataz y a
los miembros del sindicato.

Estos últimos habían citado a todos los
albañiles y sus ayudantes, a una reunión de
emergencia en uno de los galpones, curiosamente solo
habían considerado a estos para la reunión, dejando
de lado a las otras áreas y obreros.

Sin comprender lo que sucedía, Ángel
había dejado a Tina con su primo José y presuroso
se dirigía a la reunión, a la cual ya se
habían allegado una gran cantidad de
trabajadores.

Desde el lugar donde se encontraba, no logró
escuchar con claridad todo lo que se dijo, aunque lo que
sí alcanzó a comprender; era que se
seleccionaría a un grupo de diez personas para efectuar un
trabajo importante.

Sin mayor dilación una lista había sido
generada al azar y la misma fue leída por el capataz en
persona, logrando que todos guardasen silencio por un breve
instante.

Ángel, silencioso había escuchado que
mencionaron su nombre en la lista y según lo convenido,
había permanecido junto a otros a espera de las
instrucciones del capataz, mientras el resto de sus
compañeros se retiraban a sus quehaceres.

Al encontrarse reunidos tan solo, el grupo elegido y el
capataz; éste último al ver a Ángel lo
reconoció de inmediato. Sabía que era el nuevo y
sin explicarle nada se le acercó y con tono seco y
frío exclamó.

?Escucha Ángel, el trabajo que haremos es de
vital importancia y es por el bien de todos. Así que no
debes comentarlo con nadie. Ve a tu casa y te quiero de vuelta a
las once y media de la noche.

?Está bien señor. ?Asintió con la
cabeza Ángel y luego se retiró un tanto
extrañado, pero con la satisfacción de que hoy
retornaría a casa muy temprano y en verdad quería
poner sus manos en agua helada, no estaba acostumbrado a ese
trabajo y eso le había producido por lo menos un par de
ampollas.

Ya en casa, los minutos habían pasado tan
rápido, que apenas tuvo tiempo de disfrutar de la cena y
logró remojar por un instante sus manos. Volteando hacia
su madre, en un tono resignado le había informado su
salida y del trabajo extra que le habían
encomendado.

?Mamita, está noche debo trabajar hasta muy
tarde, por favor no me esperen y duérmanse temprano. Como
terminaremos en la madrugada, al volver me quedare a lo de
José ya que él vive más cerca de la
construcción.

Al pasar por la cama de Tina para despedirse,
ésta, como siempre hacía antes de dormir, le
había saltado al cuello, para darle el beso de las buenas
noches.

?Hasta mañana papá, te quiero
mucho.

?Yo a ti mi cielo. ?Fue la respuesta de Ángel,
mientras veía como la niña se acurrucaba debajo de
su cobertor.

Cerca de la puerta, con un viejo abrigo negro en las
manos, doña Elsa, daba algunas recomendaciones a
Ángel y le entregaba el abrigo para que se protegiese del
frío de la noche.

?Hijito, ponte esto que la noche es fría y por
favor cuídate mucho.

Tranquilizándola, Ángel se abrigó y
comentó despreocupado.

?No se inquiete mi viejita linda, sólo es un
trabajo extra. Mañana, será un nuevo día y
presiento que después de esta noche, las cosas van a estar
mejor para nosotros.

Besando a doña Elsita en la mejilla, Ángel
salía por la puerta. Afuera una oscura y misteriosa noche
parecía esperarlo impaciente.

Capítulo
VII

Regordete, concentrado en la hoja verde pastosa que
venía masticando desde hace rato, el capataz
permanecía de pie, esperando en uno de los patios internos
de la construcción, viendo cómo, uno a uno iban
llegando los obreros, Ángel entre ellos.

Algunos estaban hablando entre sí, sobre lo que
sucedería aquella noche, pero Ángel no llegó
a escuchar lo que susurraban, pues siendo el recién
llegado casi no conocía a nadie y se limitaba a aguardar
apoyado en una columna alejada.

?Oye. ¿Confías en el nuevo?

?No sé. Pero es mejor que no le digamos
más de lo necesario.

Aquellos y otros diálogos fueron prontamente
silenciados, al acercarse a ellos el capataz, quien con fuerte
voz los hizo callar y para sorpresa de todos se dirigió
particularmente a Ángel con quien conversó
calmadamente.

?Veo que ya llegaste y estás listo para
trabajar.

?Sí señor. ?Asintió
Ángel…

Con una extraña y taimada satisfacción en
el rostro, el capataz alejó a Ángel del resto de
sus compañeros, para darle algunas
instrucciones.

?Escúchame bien Ángel. El trabajo que te
voy a encomendar es muy importante y además quiero que
sepas que si lo haces bien, con seguridad incidirá en tu
sueldo.

Al notar como los ojos de Ángel, se habían
avivado al oír lo de la mejora salarial; el capataz
continuó su explicación, con la plena seguridad de
que el trabajador cumpliría a cabalidad lo que se le
indicase.

?Yo sé, que como ayudante ganas poco, pero si
haces bien lo que te voy a decir; te aseguro que ganarás
lo mismo que los demás albañiles
antiguos.

Asombrado por aquella inesperada oportunidad, pero con
la alternativa cierta de ganar mucho más de dinero, en la
mente de Ángel ya había vislumbrado la posibilidad
de poder pagar los costosos tratamientos para la enfermedad de su
hija. Sin dudar un solo instante, el abnegado papá
escuchaba con atención todo lo que le decía,
asegurando cumplir las instrucciones al pie de la
letra.

?Mira hijo. ?Empezó el capataz,
extendiéndole un billete y con una voz extrañamente
amable?. Aquí tienes estos cien pesos. Con esto
comprarás la bebida y la comida para contratar a un nuevo
trabajador.

?No entiendo. ?Contestó Ángel recibiendo
el dinero?.

?Te explico. ?Prosiguió el capataz?. En nuestras
tradiciones debemos challar (hacer una ofrenda) a la madre tierra
y para eso debemos hacer beber y comer a alguien en su honor.
Bueno, son cosas que no entenderías, pues tú no
estás acostumbrado a los pormenores de lo que implica una
construcción. Pero no te preocupes, tú
limítate a hacerme caso.

?Sí señor, lo que usted diga.
?Ángel respondió nervioso y a la vez resignado,
mientras se dispuso a atender al resto de las instrucciones del
capataz.

?Mira, en la periferia hay un lugar cerca del cementerio
llena de bebedores y adictos, despojos del mundo que ha nadie
interesan. Tu trabajo, consistirá en ir allá y
traer a uno de esos hombres.

?Pero… ¿Si no quiere venir, cómo lo
convenceré? ?Confuso, preguntó?.

Apoyando su mano en su hombro, el capataz intentó
tranquilizar a Ángel.

?No te preocupes, para eso es el dinero; tú le
invitarás unos tragos, le darás de comer y todo lo
que te pida y luego cuando ya esté mareadito lo
traerás aquí. Nosotros nos encargaremos del resto.
Y no lo olvides, si haces esto bien tendrás tu trabajo
asegurado y un mayor sueldo.

Ante la cierta perspectiva de una mejora
económica, Ángel terminó por convencerse y
minutos después envuelto en su viejo abrigo negro, se
encaminaba rumbo al portón de salida, dejando tras de
sí, al grupo de hombres que afanosos se movilizaban en
extraños preparativos.

Capítulo
VIII

Una gélida niebla era dueña de la noche,
que había hecho más desagradable la caminata. Su
respiración era agitada, pero el recuerdo de la hoja de
análisis de su hija y la necesidad de conseguir dinero
para su tratamiento, le daba a Ángel el empujón
necesario para continuar con lo encomendado.

No le había costado mucho encontrar el cementerio
clandestino, donde se encontraba de pie desde hacía varios
minutos, observando aquellas lápidas bajo las cuales
extrañamente sentía algo que al mismo tiempo le
atraía y le aterraba. De pronto, observó a un grupo
de hombres y mujeres que caminando tambaleantes atravesaban las
tumbas unos metros más allá, al parecer aquella
muchedumbre de parias se dirigían rumbo a su
hogar.

Fingiendo ser un ebrio más, caminó cerca
de ellos, pero su estratagema no tardó en ser descubierta,
por uno de los beodos que bruscamente lo detuvo y molesto le
increpó.

?¡Oye, tú! ¿Quién carajos
eres? No te conozco.

Asustado, Ángel retrocedió un par de
pasos, el sudor por su frente empezó a chorrear
copiosamente, al ver como aquel hombre inmediatamente era apoyado
por otros seis y todos ellos se le acercaron con claras malas
intenciones.

Repentinamente, uno de ellos, sacó una navaja,
mientras los demás rodearon a Ángel que
había quedado paralizado del susto.

Ante aquel inminente final, por un breve instante
cerró sus ojos, a la espera del golpe fatal. Pero justo en
el momento en que parecía que todo acabaría,
milagrosamente se escuchó un grito, proveniente de la
parte de atrás del grupo.

?¡Esperen! Él viene a hablar conmigo, yo le
conozco…

?Pero que dices Palillos. ¿Tú conoces a
este tipo? ?Inquirió el hombre del cuchillo, deteniendo su
ataque?.

?¡Sí! Es mi amigo, déjalo tranquilo
él ha venido a verme.

Al abrir los ojos para ver a su protector, Ángel,
reconoció en aquel joven delgaducho, al muchacho que
salvó de ser linchado un par de noches atrás.
Éste, sonriente se le acercó y lo saludó con
un abrazo que lo dejo desconcertado, pero que a la vez lo
tranquilizó y más aún al ver como la turba
que lo atacaba lentamente se alejaba.

?Amigo mío. ¿Qué haces por
aquí?

Convencidos y ya tranquilos, los últimos ebrios
que permanecían cerca de ellos, se alejaron lentamente
para beneplácito de Ángel, quien volteó
hacia el muchacho que de pie esperaba una explicación, que
justificase su presencia en aquel lugar.

?Nada importante, vine a visitar a unos amigos y me
perdí. No conozco la zona y como es de noche no
sabía por dónde ir.

Sonriendo, el joven ladronzuelo decidió servirle
de guía.

?Te entiendo, a estas horas no hay mucha luz, pero no te
preocupes yo te ayudaré a volver a tu barrio.

Despidiéndose de sus contertulios, Palillos se
dispuso a acompañar a Ángel, quien agradeció
la colaboración; una vez más caminaban entre las
tumbas y nuevamente aquel extraño escalofrío
atravesó todo su ser.

Media hora después, ambos hombres estaban
bebiendo unas cervezas en un bar de mala muerte, todavía
en inmediaciones del cementerio.

?Sabes amigo, nunca te agradeceré lo necesario,
salvaste mi vida. ?Exclamó Palillos?.

Delante de él, un vaso de cerveza se inclinaba
sobre los labios de Ángel, el cual sediento vaciaba su
contenido.

Inexorable el tiempo transcurrió, dejando sobre
la mesa una gran cantidad de botellas vacías. Afuera la
noche recrudecía en frío, pero para aquellos
hombres alcoholizados nada importaba, pues permanecían
enfrascados en una amena plática.

Ángel escuchaba la triste historia de Palillos,
que como miles en el mundo había tenido una infancia nada
apetecible. En medio de la conversación, por un instante
se detuvo a observar con más detalle a su joven amigo.
Llevaba vestido un jean roto, unos zapatos viejos, una polera
apolillada con la imagen de Cristo en frente y una gorra de lana
negra que al parecer le servía de pasamontañas en
las noches de frío.

El tiempo transcurrió y luego de un par de
botellas más, ambos hombres salieron del local totalmente
ebrios. Una vez afuera, Ángel notó como su eventual
compañero tiritaba de frío, su espíritu
generoso le impulsó a ofrecer su abrigo al muchacho, el
cual con el obvio orgullo juvenil no aceptó arguyendo que
estaba acostumbrado.

Partes: 1, 2

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