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El eco del café: de la gran piedra a Varadero




    El eco del café: de la gran piedra a Varadero – Monografias.com

    Beber café es para los cubanos como el té para los ingleses, su consumo está muy naturalizado entre las personas y cuenta con numerosos referentes en todas las manifestaciones del arte. La única diferencia está en el momento, pues si bien los británicos observan con disciplina la hora para degustar la infusión, en Cuba cualquier momento y pretexto es bueno si se trata de una dosis del aromático grano.

    En las zonas rurales, o en las más importantes metrópolis, el sorbo de la mañana nunca falta, y preferiblemente fuerte y oscuro.

    Su arraigo entrañable se expresa con diversos diminutivos del habla popular, siendo el más popular "un cafecito", también es un acompañante inseparable del saludo matutino. Cuando llega alguien a la casa de un cubano lo primero que dices es Hola, y lo segundo es ¿quieres un "buchito" de café?

    Su consumo no distingue procedencia social, ni religiosa, y casi se salta la edad. Ameniza las conversaciones de mujeres habladoras, hombres serios o inmaduros, y también en personas de la tercera edad. Muchas familias seducen a los pequeños de la casa ofreciéndole un "sorbito" de café, o dándole sabor a la leche de la mañana.

    Cuando conoces a alguien por primera vez y te invita a tomar un café, cuando no hay confianza, siempre se pregunta ¿dulce o amargo?

    Según algunos, es esa bebida la causante de dolores de cabeza si no se consume temprano en la mañana, la "bebida negra de los dioses blancos", dice un amigo, y también un buen delator, pues su aroma avisa a todos los vecinos cuando se está preparando.

    No importa su preparación, con canela, "cortadito" con leche, o el rocío de gayo (con ron), el café en Cuba siempre es un buen pretexto para conversar y compartir, con los amigos, compañeros de estudio, familia o con los vecinos.

    La planta del cafeto arribó a Cuba en el siglo XVIII, de la mano de Don José Gelabert, quien fundó en el Wajay, en las afueras de La Habana, el primer cafetal de la isla hacia 1748, con semilla proveniente de Santo Domingo, actual República Dominicana.

    La avalancha de haciendas cafetaleras se produjo en Cuba con la llegada de colonos franceses que emigraron desde Haití debido a la revolución de 1791.

    Estos conocedores encontraron terrenos excelentes y condiciones climáticas propicias para el cultivo del cafeto en las zonas montañosas del país ubicadas en el occidente, centro y oriente insulares. Así surgieron las grandes haciendas cafetaleras cubanas, que en breve se convirtieron en poderosos centros productores de café. Gracias a este auge, Cuba llegó a ser el primer exportador mundial a inicios del siglo XIX.

    El boom cafetalero cubano tuvo lugar durante las tres primeras décadas del siglo XIX, pero ya hacia 1830 fue perdiendo fuerza, debido a la mediación de España en el comercio de la isla.

    La Metrópoli imponía gravámenes y altos precios a países importadores como Estados Unidos, quienes desestimulados por esta situación, giraron sus ojos hacia productores incipientes en ese momento como Brasil, Colombia y otros del área centroamericana.

    Las ruinas más representativas que aún se conservan son:

    – Buena Vista y LA Unión en las Terrazas- La hacienda de Don José Gelabert, en el Wajay

    – La Isabelica, en La Sierra Maestra.

    La Gran Piedra es una enorme roca de brecha volcánica, de 51 m de largo, por 25 m de ancho, con un peso calculado de 63,000 toneladas, que se encuentra en la cima de una montaña a 1 225 m de altura sobre el nivel del mar. Las coordenadas exactas de su ubicación se localizan en los 20°00' de latitud norte

    y los 75° 37' de longitud oeste en el Municipio de Santiago de Cuba, provincia del mismo nombre.

    La excepcional colocación de la piedra de referencia es un fenómeno curioso y único en el país, que confiere al lugar una gran belleza. Por su altura constituye un mirador natural desde donde se observa un hermoso paisaje de la Sierra Maestra y del litoral que bordea el Mar Caribe.

    La zona tiene un clima privilegiado debido a su altura, lo que permite que crezcan múltiples variedades de helechos, pinos y otras especies de la flora.

    En esa zona se produjeron asentamientos de colonos franceses a fines del siglo XVIII y durante la primera mitad del XIX, lo que motivó la construcción de viviendas y otras instalaciones destinadas al cultivo del café, que constituyen ejemplos excepcionales de arquitectura vernácula e industrial.

    Próximo a la Gran Piedra se encuentra el cafetal "La Isabelica", que fue restaurado y habilitado como museo, donde se exhiben aperos de labranza, objetos arqueológicos encontrados en el lugar, mobiliario y utensilios de la época.

    La Isabelica: Un sitio de amor y leyenda

    Textos: Madelín Murguía

    Para los amantes de las leyendas o fantaseadoras historias de amor, La Isabelica, es el sitial de honor. Historia o fantasía se dan cita en este hermoso paraje de la geografía de la oriental provincia cubana de Santiago de Cuba. Con ella, revive el orgullo por el mestizaje de diversas culturas: española, africana, haitiana, francesa y asiática. Cuentan que al francés Víctor Constantin, propietario de la hacienda, no se le conoció esposa o mujer blanca como compañera. Sin embargo, se dice que una esclava, Isabel María, llenaba todos los espacios en aquella casa cercana a la Gran Piedra. La Isabelica tiene la virtud de transportarnos 200 años atrás con toda su leyenda amorosa y majestuosidad señorial. En sus alrededores, cafetales y secaderos que conocieron del sudor esclavo y de las ansias de libertad de una población desarraigada de sus costumbres y creencias.

    Historia de amor. Esta historia de amor tiene su origen cuando de la cercana isla de Haití, llegaban por temor a la Revolución de los esclavos, amos, criados y culturas que se asentaron a más de 1200 metros sobre el nivel del mar en la Gran Piedra, hoy un connotado centro turístico cercano a la ciudad de Santiago de Cuba. En la zona se erigieron durante los siglos XVIII y XIX grandes cafetales, pero la huella más indeleble lo constituye la finca La Isabelica. Su dueño dio a la hacienda este apelativo en honor a su preferida: Isabel María. El andar silencioso de la esclava Isabel María se puede escuchar por los predios de la Finca La Isabelica, convertida en museo desde 1976, y cuyos detalles nos transportan imaginariamente al modo de vida del hacendado francés Víctor Constantin.

    La espaciosa casa cuenta con dos niveles. En el primero están la carpintería y el almacén. En aquella se aprecian hachas, machetes, restos de la cristalería, grilletes y otros medios que recrean los equipos de trabajo y vida de la época. Seguidamente, el almacén para la conservación de los granos, los vestigios de un rodillo para despulpar el café y cinco secaderos en forma de terraza, además de la tahona o molino utilizado en la época para despulpar el café en seco. En la planta superior, todavía está la campana original que llamaba a la dotación al extenuante trabajo o al ínfimo descanso.

    Como testigos del esplendor de una época, están la espaciosa sala-comedor; la sala de estar, la biblioteca y el dormitorio, que anida el recuerdo de una apasionada historia de amor. Para otorgar a la finca su aire señorial, se recuperaron de otras haciendas cafetaleras de esa región oriental, objetos que otrora ambientaban esas mansiones, como un antiquísimo piano, el escudo francés de la época, muebles estilo Medallón y restos de vajillas. El retrato del potentado Víctor Constantín da la bienvenida en el salón principal de la casona. Con su imagen, la fantasía brota por doquier, para ser testigos del amor callado, por qué no, de Isabel María, una más entre las domésticas que mantenían el donaire de la mansión señorial y en las noches, el amor del hacendado francés, prohibido para la sociedad de la época. Cuentan que Isabel María era conocedora de todos los gustos de su amo, a quien servía personalmente y aunque casada legítimamente, nunca obtuvo su libertad. Murió esclava, dueña y señora de la notable hacienda. A La Isabelica llegan muchos viajeros cada año, fascinados por la leyenda y lo atractivo del lugar, sitio del oriente cubano que parece revivir el pasado luminoso de una cultura que se refunde en la geografía insular para quedarse y asentar nuevas formas de hacer, de vivir. Restos de la cultura colonial En la Isabelica se evidencian los restos de la cultura colonial, mientras en su entorno permanecen cafetales y senderos que fueron atendidos por aquella oleada de amos franceses y esclavos africanos. Las ruinas de varias decenas de cafetales franco-haitianos establecidos a finales del siglo XVII e inicios del XIX, incorporan atractivos a Santiago de Cuba. Entre esos asentamientos están los conocidos como Santa Sofía y Kentucky. Entre todos, La Isabelica mantiene su huella indeleble; y como un desafío al tiempo permanecen los vestigios de un imperio cafetalero vinculado al desarrollo económico de la isla colonial. El Museo La Isabelica, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000, atesora además de un gran valor histórico, una fortuna cultural, irradiada en la prosperidad de algunas expresiones como los bailes, la música, la religión, la literatura y la gastronomía en la zona oriental del país, y que tuvo su expansión un poco más allá, tocando a las islas del Caribe.

    En Varadero, Matanzas, Cuba recientemente fue inaugurada un complejo de lujo con diversos y atractivos espacios, Plaza Las Morlas, diseñado para regalarle al turismo nacional e internacional el mejor de los momentos. Este asombroso complejo pretende ser un sitio de encuentro, la convergencia entre infinidad de opciones y miles de gustos satisfechos.

    Entre los espacios que aquí se encuentran destinados a la prestación de servicios gastronómicos destaca La Isabelica Casa del Café su nombre hace honor a aquella historia vivida en zonas afortunadas para el cultivo del café el amor y las leyendas.

    Esta tienda-cafetería ofrece un genuino grano cubano. Allí se tuesta y se muele un café exquisito que el cliente puede degustar al momento, o simplemente llevarlo a casa en cualquiera de sus variantes.

    Este sitio constituye dentro del complejo el punto de venta con mejores resultados económicos. Recientes encuestas aplicadas con el fin de medir la satisfacción de clientes, arrojaron que un importante número de los clientes que nos visitan son repitentes, y principalmente ellos manifiestan interés por degustar nuevas preparaciones a base de café elaboradas con este valioso grano de Cuba.

    La casa Cuenta con una carta de café que contiene una amplia gama de preparaciones de cafés, además de licores, leches y chocolates, así como de te e infusiones, se ofertan a la venta bebidas Premium y de reconocimiento a nivel internacional de licores, brandy, rones y whiskies. Venta de café lavado arábico por peso, preparados en cartuchos que tienen como identificación el nombre Casa del café la Isabelica, se ofrecen también desayunos ocupando el café el lugar más importante.

    La casa se distingue en primer lugar por estar asociada con antecedentes de nuestra historia vinculados al amor y al proceso de unificación de varias culturas y el nacimiento de una zona de nuestra geografía que aporta lo mejor del Café cubano.

     

     

    Autor:

    Lic. Magalys Lamelas Carabeo

    Enviado por:

    MSc. Fidel Pérez Castillo.

     

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