Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

"El señor presidente" en opinión de contemporáneos de Miguel Ángel Asturias Rosales (página 5)




Enviado por Ariel Batres V.



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Monografias.com

alucinada de Fedina, con la buena acción de las prostitutas enmadradas de pronto con un niño
muerto, con el que tiende el vaso de aguardiente al sentenciado, con los sueños, soliloquios del
protagonista, con la honradez del general Canales, que pudo ser la solución heroica de la
novela y no lo fue, con la maternidad que vuelve a Camila la gracia de vivir… Pero en todos
estos puntos de amarre con el bien luchando a veces, apenas, con el mal, mejor, triturado por
el mal, está la presencia sensible de un poeta derrochando imágenes, creacionistas en muchas
ocasiones, modernistas otras, siempre atento a levantar el vuelo.
Pocas veces se ha editado en América un libro con una palpitación tan constante de
palabras. Pocas veces la forma peculiar de hablar un pueblo americano su castellano vivificado
ha sido tan admirablemente expuesto. Es una gloria el pasearse por entre estas gentes a quienes
Miguel Ángel Asturias ha oído hablar y vivir dentro de las diferentes clases sociales que pone
en juego. Podríamos decir, sin equivocarnos, que es un libro de infancia. Todas esas calles,
balcones, paredes, enreraderas, jardines, mesas, son las suyas propias y en ellas andan muy
cómodos dentro de su lenguaje, los artesanos, los acomodados, los burgueses, los santurrones,
los tiralevitas, los indios, los de corazón menudo y los de alma grande, y esa triste fila del
pueblo mendigo a quien se le ha negado no sólo el ¡ay!, cuando le dan un palo sino el conocer
quién mueve el palo que le ha hecho decir ¡ay…!
Miguel Ángel Asturias ha conseguido una gran novela americana retratando al
personaje más trágico para este continente, al Señor presidente, y lo ha hecho con un manantial
tan vivo de recuerdos y de verdades que nos hace exclamar: ¡Qué inauguración feliz! Los que
tenemos el valor de decir que nos gusta la literatura viviente y creemos que padecen los
escritores una cobardía ante la temática de nuestro tiempo no podemos menos de señalar esta
novela de Miguel Ángel Asturias, como una de las mejores de América. Los que adoramos esta
flexible lengua de Castilla donde nacimos, nos emociona verla cómo el agua entra por todos
los pliegues geográficos tomando formas armoniosas y distintas, asimilándose palabras y
modismos con naturalidad perfecta, no podemos menos de sentir alegría ante el estilo de
Miguel Ángel Asturias. ¿No es el mejor maestro de estilo aquel que pone sus palabras de
acuerdo con los personajes que las dicen? ¿No es un gran escritor el que consigue levantar en
alguien ese afán proselitista que yo he sentido al leer esta novela?” 178
178
León, María Teresa; El Señor Presidente. Gran novela de un poeta se comenta en la Argentina. Guatemala
: El Imparcial, sábado 2 de julio de 1949. Páginas 9 y 13.

Monografias.com

19. Más comentarios argentinos sobre El Señor Presidente. Por: Juan Carlos Ghiano.
Buenos Aires, Revista Realidad, julio-agosto 1949. 21 de octubre de 1949
Juan Carlos Ghiano (1920-1990). Crítico, narrador, dramaturgo y poeta argentino. 179
“Miguel Ángel Asturias: El Señor Presidente. Editorial Losada, Buenos Aires, 1948.
La crítica de esta novela de Asturias debe situarla en el momento literario de su
elaboración, 1922 a 1932. El modernismo —signo americano del siglo XX— quiebra el tono
de la novela, hasta entonces —romántica, realista, naturalista, o en límites del costumbrismo—
vuelta en cada nación hacia los problemas más típicos, tanto, que, a veces, se adelantó al
análisis de los ensayistas contemporáneos, disponiendo el material que éstos interpretaron. Con
el modernismo sólo quedan dos posibilidades narrativas: la confesión autobiográfica o la
reconstrucción histórica o exótica (que muchas veces incluye violentamente a la primera). Esta
reacción literaria, singular desquite contra el medio, impuso un cuidado especial de la
expresión; de este hecho surgirá una motivación importante: el ennoblecimiento literario de
rasgos idiomáticos regionales, como la practica, por ejemplo, el Lugones de La guerra gaucha.
En esta dualidad, concertada por el talento narrativo de Asturias, se elaboró El Señor
Presidente, síntesis de formas anteriores e intensificación de algunas modalidades nuevas
genialmente adoptadas.
El asunto se inicia en despliegue de ambientes y cosas abundante de matices
pintorescos (culminación refinada del costumbrismo que subyace en casi toda novela de
América), para adentrarse pronto en la mostración de los personajes, seguidos con pulcritud de
crónica colonial: el hombre y el vestido, la palabra y el gesto, la conducta y su posible
explicación. La complejidad aumenta con el distono creciente de las voces populares— coro
crédulo de la vida americana— que comentan las distancias entre lo que se cree o defiende y la
mentira que se sostiene en la realidad de sus dirigentes. Por eso los personajes no son cínicos,
ni ingenuos: no lo es el Señor Presidente, explicado retrospectiva y menudamente (pág. 208);
no lo es el protagonista, Miguel Cara de Ángel, «bello y malo como Satán»; tampoco el
irredimible Farfán, ni los personajes populares que proliferan en animación bullanguera,
colorida y olorosa: cada uno de ellos aparece como en la ordenación de una farsa clásica, a la
que se agrega la conciencia de un mundo comprometido en donde cuesta descubrirse a sí
mismo, como descubrir a los demás. Las figuras de la farsa — «en que bailaban todos» según el
favorito Miguel— luchan por completarse en íntegra realidad de carne y alma. Humanización
179
Véase su profusa producción literaria en EcuRed; Juan Carlos Ghiano.
http://www.ecured.cu/Juan_Carlos_Ghiano

Monografias.com

de héroes y villanos que ocurre a la vista del lector, no del coro engañable y engañoso que
reproduce primaria, por tanto efectivamente, los rasgos de tanto fraude americano.
La técnica se ciñe con seguridad al problema narrativo: desde el primer capítulo, con la
lustral suciedad de los mendigos en el Portal del Señor, se adelanta el asunto en el comentario
sobre el Señor Presidente, ya múltiple e inevitable —«cuyo domicilio se ignoraba porque
habitaba muchas casas a la vez, cómo dormía porque se contaba que al lado de un teléfono con
un látigo en la mano, y a qué hora porque sus amigos aseguraban que no dormía nunca» (pág.
14)—, dueño de un «pueblo que se creía condenado a la esclavitud y al vicio» (pág. 54); va
avanzando desde la noche que se desvanece en la ciudad con la fuga del Pelele, hasta la
aparición del protagonista, Miguel Cara de Ángel, que une el mundo popular con el orden
forzado del Palacio Presidencial, en donde está el Señor Presidente — «vestía, como siempre,
de luto riguroso: negros los zapatos, negro el traje, negra la corbata, negro el sombrero que
nunca se quitaba; en los bigotes canos, peinados sobre las comisuras de los labios, disimulaba
encías sin dientes, tenía los carrillos pellejudos, y los párpados como pellizcados» (pág. 37).
Hombre que, según el inmediato comentario del favorito, «debería gobernar un pueblo como
Francia, o la libre Suiza o la industriosa Bélgica, o la maravillosa Dinamarca… Pero Francia…
Francia sobre todo… ¡Usted sería el hombre ideal para guiar los destinos del gran pueblo de
Gambetta y Víctor Hugo!» (pág. 38). Después de esta interesada mostración, puede actuar el
personaje, seguro en el mundo de la novela, estructurada según el rigor de categorías que
sostienen el dramático andante del asunto.
La misma decidida intencionalidad, que incluye ambientes, personajes y trama, en este
orden decreciente de interés, se conserva en el desarrollo total de la novela. La trama, elemento
de menor importancia, asegura los choques sucesivos —causales más que casuales— del
protagonista con todos los órdenes sociales: Señor Presidente, esbirros presidenciales, clérigos,
militares, gente del pueblo. De esta manera se descubre la individualidad del protagonista al
mismo tiempo que se completa la crítica social. Porque el acierto mayor de Asturias está en que
el difícil equilibrio de formas estéticas no ahoga su indignación de ciudadano de América. Este
sentimiento se manifiesta ya en la aparente objetividad con que se anotan los hechos, pero
irrumpe en la voz de ciertos personajes; ya la esperanza carnal de la mujer del pueblo —«No
era posible que lo fusilaran (a su marido) hombres así, gente con el mismo color de piel, con el
mismo acento de voz, con la misma manera de ver, de oír, de acostarse, de amar, de lavarse la
cara, de comer, de reír, de andar, con las mismas creencias y las mismas dudas» (pág. 205); ya la
confianza perdurable del que va a morir, comentando la frase programa del estudiante: «¡No
debemos rezar, tratemos de romper esa puerta y de ir a la revolución»; ya el planteo político del
desterrado general Canales (pág. 180). Desesperada confrontación con los medios de halago al
señor presidente: «cometer un delito», o «ultrajar públicamente a las personas indefensas», o

Monografias.com

«hacer sentir la superioridad de la fuerza sobre la opinión del país», o «enriquecerse a costillas
de la nación» (pág. 164). Se definen así los dos mundos que forman la oposición agónica de la
novela.
Falta señalar el elogio del lenguaje, hecho ya por la justa Gabriela Mistral: «novela
única, escrita con la facilidad del aliento y del andar de la sangre por el cuerpo». 180 Cabría
añadir que esta difícil concordancia corresponde al aliento y la sangre de los personajes de
Asturias, no a hombres reales de ningún lugar de América. Asturias ha logrado así esa lengua
hispanoamericana con importantes fundamentos narrativos en Tirano Banderas, 1926. En Valle
Inclán se nota más el esfuerzo, el cuidado minucioso que se recarga de arcaísmo o impone
pintoresquísimas formas nuevas; este nivel es en El Señor Presidente más americano, tanto
español como indígena, y actual, sobre todo en el aprovechamiento de formas orales de las
distintas regiones de América.
Dentro del alto nivel de idioma, abundan los hallazgos —sintácticos como lexicales—
en cada capítulo: rumor de campanas (pág. 11); delirios del Pelele (pág. 13, 22 y ss.) de La
Chabelona (pág. 82 y ss.), o de Niña Fedina (pág. 108 y ss.), sueño de Camila (pág. 165 y ss.)
discurso de La Lengua de Vaca (pág. 90 y ss); diálogo en la cárcel (pág. 185 y ss.) obsesión del
tiempo soledoso (pág. 246 y ss.). Y en general, todo momento de fuerte tensión espiritual. La
misma dimensión trágica se acumula en las comparaciones y metáforas, ya en mostración de
lugares, ya de personas.
Novela recargada de material humano y literario, idiomáticamente desbordante y
jactanciosa, ejemplo dolorido de una América barroca, distinta a España.
JUAN CARLOS GHIANO
—En la Revista Realidad, julio-agosto, 1949, volumen VI, Buenos Aires.” 181
180
Véase supra el texto completo: Sobre «El Señor Presidente». Gabriela Mistral escribe.
181
Ghiano, Juan Carlos; Más comentarios argentinos sobre El Señor Presidente. Guatemala : El Imparcial,
viernes 21 de octubre de 1949. Páginas 3 y 11.

Monografias.com

20. Libros de Guatemala. El Señor Presidente: retrato fiel de nuestras repúblicas. Por:
María Rosa Oliver. Sur, Buenos Aires. 31 de octubre 1949
María Rosa Oliver (1898-1977) fue una escritora, ensayista y activista argentina. Creadora de la Revista
Sur junto a su amiga Victoria Ocampo, con quien fundó en 1936 la Unión Argentina de Mujeres (UAM).
Entre sus amigos se contaron Eduardo Mallea, Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Miguel Ángel
Asturias, Luis Saslavsky, Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Vinicius de Moraes, Waldo Frank y el Che Guevara.
En 1958 recibe el Premio Lenin de la Paz. 182 La Revista Sur tuvo un largo período de vida: 1931 a 1992,
publicando 371 números, en uno de los cuales, correspondiente a 1949, apareció el artículo reeditado por El
Imparcial en el mismo año.
«María Rosa Oliver, tenía amistad con el Che Guevara y éstos son los datos que a uno más le
importan, el de una persona que uno sabe que es honesta por todo el entorno y las circunstancias de María
Rosa Oliver nadie podría haber dicho nada malo, una mujer absolutamente honesta y sincera era amiga del
Che Guevara y nos contó anécdotas sumamente ilustrativas, por ejemplo nos dijo: “Me encontré con el Che,
vino a verme y me dijo: —María Rosa, bien estamos trabajando por la revolución pero la revolución que
viene no va a ser tan limpia como vos esperas—”, como diciendo la revolución viene un poco turbia, eso
demuestra dos cosas: la calidad de María Rosa Oliver y también demuestra la honestidad del Che Guevara, él
no quería engañar, él sabía, luchaba por un ideal. Pero sabía que ese ideal venía medio… ahora, es fácil
criticar, él es un revolucionario y viene la revolución como viene […] no nos escandalicemos de que un señor
como el Che Guevara militara en una revolución en la cual él sabía que había algunas cosas turbias o que se
producirían consecuencias un poco turbias.» 183
“Que sólo ahora, dos años después de su publicación en México, nos enteremos aquí
de la existencia de una novela de tal calidad, puede explicarse por dos razones: o la difusión de
un libro en Hispanoamérica es más difícil y deficiente de lo que llegamos a suponer los más
pesimistas, o la inconfesada censura basada en un mal entendido nacionalismo es más
poderosa de lo que llegábamos a sospechar los más desconfiados. Coincidiendo con las
palabras de Gabriela Mistral, reproducidas en la solapa del volumen que acaba de reeditarse,
creo que esta última es la más plausible de las dos razones. Gabriela Mistral dice: «Yo no sé de
dónde sale esta novela única, escrita con la facilidad del aliento y del andar de la sangre por el
cuerpo. La famosa lengua conversacional que Unamuno pedía a gritos, cansada de nuestras
pobres y pretenciosas retóricas, está allí hasta un punto que don Miguel ni sospechó. Esa
misteriosa Guatemala del indio puro y además intacto, trae a nuestra hipocresía (llamada por
182
Véase Wikipedia, la enciclopedia libre; María Rosa Oliver.
https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Rosa_Oliver
183
Redacción de
Atrio;
Jerónimo Podestá: un
obispo
pionero.
06-julio-2011

Jerónimo Podestá: un obispo pionero

Monografias.com

alguno patriotismo) esta obra fenomenal que no va a pasar: es una purga, una cura, un
menester casi penitenciario». 184
Si la «obra fenomenal» —y sorprendente en países ricos en material inédito y
pobrísimos en literatura de ficción vigorosa— no «pasará» en el sentido de su valor
permanente, no «pasó», no fue «tragada» por la hipocresía camuflada de patriotismo: detenida
por ella dentro de los límites de la América meridional, no se difundió como Tirano Banderas,
libro que éste nos recuerda, porque la novela de Valle Inclán es una caricatura y la de Miguel
Ángel Asturias un retrato fiel. Tan fiel en su parecido que es imposible llamarse a engaño: no
habrá un solo latinoamericano sincero que no lo reconozca inmediatamente; no habrá uno,
tampoco, que al verlo pueda decir: «Esto sucedió en Guatemala», y desentenderse
encogiéndose de hombros, porque no es su tierra la que el novelista guatemalteco retrata sino
todas y cada una de estas tierras nuestras.
La generalización se impone por sí sola y el autor, aunque lo hubiera querido, no habría
podido evitarla, ya que posee en alto grado «esa comprensión de los acontecimientos históricos
y sociales» que Francisco Ayala, en su comentario sobre The Novel and our Time de Alex
Confort, juzga indispensable para hacer buenas novelas, y puesto que, salvo pequeñas
diferencias más cronológicas que de esencia, todos nuestros países han pasado social e
históricamente por las mismas experiencias, sufrido iguales vicisitudes y se hallan o se han
hallado ante los mismos problemas.
Ello no obstante, El Señor Presidente no es una novela de tesis: su autor relata, sin hacer
consideración alguna ni exponer teorías, lo que ha visto y oído bajo una semiembozada
dictadura, pero al historiar —minuciosa, honrada y dolorosamente— el caso clínico de una
sociedad enferma, o mejor dicho, apestada, indica al buen entendedor cuál es el mal y de dónde
proviene. Sus personajes encarnan los síntomas de la purulenta dolencia: el temor, la
genuflexión rastrera, la delación anónima y la corrupción impune se vuelven los principales
resortes de su conducta y, sin ley que los ampare ni justicia en la cual confiar, cada uno
defiende su propio interés, su propia vida, a la manera del calamar: enturbiando la atmósfera de
por sí tan transparente y luminosa, tan llena de sol y fresca de incontaminado espacio, que por
contraste hace parecer más tenebrosas aún las tinieblas que oscurecen las almas
empequeñecidas. Y de esta desarmonía entre la pureza del ambiente físico y la podredumbre
del ambiente moral surge, a mi juicio, la sensación de «ya visto», de pesadilla 185 diurna y
recurrente que nos asfixia durante la lectura de la novela y sigue obsesionándonos después de
haberla terminado. De ahí también la terrible fascinación que este libro ejerce sobre el lector
184
Véase supra el texto completo: Sobre «El Señor Presidente». Gabriela Mistral escribe.
185
En el original dice “pesadia”; seguramente se trata de un lapsus inadvertido.

Monografias.com

hispanoamericano, sobre los patriotas (sin comillas) ¿cuál de vosotros no ha vivido o vive bajo
el temor de ver su país sometido al capricho de algún Nerón arbitrario que ni el coraje tenga de
matar a la luz del día, que haga de cada casa una catacumba a flor de suelo y cuyas órdenes de
captura, tortura o muerte lleguen, dadas nadie admite por quién, sucias y furtivas como salen
las ratas de una cloaca?
En la novela de Miguel Ángel Asturias, parte de los atropellos se producen durante los
festejos en honor del «Benemérito», días sonoros de dianas matinales, retumbantes de
discursos cantinflescos, 186 espolvoreados de arena para los desfiles y tremolantes de banderas,
mientras en la Plaza Central «se alza de noche la clásica manta de las vistas a manera de
patíbulo y se exhiben fragmentos de películas borrosas a los ojos de una multitud devota que
parece asistir a un auto de fe; los edificios se destacan iluminados sobre el fondo del cielo y
como turbante se enrolla un tropel de pasos alrededor del parque de forma circular, rodeado
de una verja de agudísimas puntas». 187 Las tropelías siguen precipitándose sin que se
interrumpa el ritmo plácidamente colonial de la vida cotidiana, sin que se marchiten las rosas y
las azaleas en los patios, sin que se acalle el repique de campanas, ni los trinos de los pájaros, ni
el mascullar de rezos.
Tampoco cesa el amor; ni el que brota, florece y se desgaja entre el favorito del
presidente y la niña que él le «robó a la muerte en una noche de fuegos de artificio», 188 ni el
maternal de la Fedina Rodas que quiere hacer de su cuerpo una tumba viviente para el chico
que le dejaron morir de hambre en la cárcel, mientras sus pechos, agrietados por la cal viva que
la obligaron a moler, reventaban de leche; ni el conyugal que permite a la mujer del licenciado
Carvajal sobreponerse al frío, al miedo, al asco «y a todo por estrecharse a la muralla que
repetiría el eco de la descarga» 189 fatal para su marido.
Porque ¡oh milagro! en esta novela actual e hispanoamericana —con velo lírico,
caracteres bien definidos y humorismo tierno hasta en los episodios más trágicos— suceden
cosas. En acción bien trabajada 190 y desarrollada con planteo, conflicto y desenlace, en forma
186
Hasta la Argentina había llegado ya la fama de Mario Moreno “Cantinflas” y su especial forma de hablar y
de “discursear”. Tres antes atrás, a pocos meses de que se publicara su novela, Asturias también escribió un
artículo sobre el comediante mexicano. Asturias, Miguel Ángel; Interpretación y afirmación de Mario
Moreno, “Cantinflas”. Guatemala : El Imparcial, sábado 8 de junio de 1946. Página 3.
187
Capítulo XVI, “En la Casa Nueva”.
188
Capítulo XLI, “Parte sin novedad”.
189
Capítulo XXXI, “Centinelas de hielo”. En la transcripción se corrigió donde dice “repetiría”; así está en la
novela, en tanto que en el texto publicado en El Imparcial aparece como “repetirá”.
190
En el original dice “trabada”, pero en el contexto de lo que la autora explica se interpreta que quiso decir
“trabajada”.

Monografias.com

tan natural y lógica que la libra de toda truculencia, Miguel Ángel Asturias no se limita como el
Diablo Cojuelo a levantar los techos de las viviendas para mostrar desde afuera y desde arriba lo
que dentro de ellas sucede, sino que nos mete de tal manera en los recovecos de la ciudad y
entre su gente que nos parece estar allí, protegidos por una invisibilidad que, si bien nos
defiende del peligro, no nos separa de la realidad. De una realidad que no obstante ser más
poética que naturalista, golpea nuestros cinco sentidos: palpamos la viscosidad de las paredes
de los calabozos, nuestros pies se entumecen por el frío del asfalto en un trópico que la altura
hiela; oímos canciones que nos transportan a los días de la infancia y modismos que definen a
quienes los dicen, situándolos en su clase social y señalándonos su origen urbano, campesino o
arrabalero, diciéndonos si son indios blancos, mestizos o mulatos y dando a los diálogos un
fluir tan auténtico que el oído reconoce la cadencia y goza de ella como el paladar reconoce y
saborea el dejo de cada condimento en los suculentos platos nacionales; y también oímos
ladridos señaladores de horas y barrios, sonidos a estaciones del año y a tareas artesanas, gritos
y carcajadas tan desesperadas que su reproducción onomatopéyica los torna casi intolerables,
así como se vuelven crispantes y nos hacen vibrar, como vibra la casa entera, los golpes
repetidos dados contra una puerta —redobles en la «puertambor»— 191 que nadie se atreve a
abrir, y nos abochorna «el silencio de las visitas cuando callan temerosas de aceptar o rechazar
lo que se está diciendo»; 192 gustamos la dulzura melosa del azucarillo callejero, paladeamos el
chocolate del desayuno y adivinamos lo que ha de ser «la palabra que se hace en la boca como
pan mojado» 193 del que oye una sentencia sin poder apelar; olemos la fragancia de los pastos
mojados de sereno y de las cercas de los huertos tupidos de jazmines, pero también la
hediondez a «petate podrido» 194 de un cuchitril, la hedentina de la casa mala y el tufo a
«incensarios apagados, a maderas viejas, a oro de ornamentos y a pelo de muerto» 195 de una
sacristía aseada. En cuanto a la vista, sería imposible elegir ejemplos en un libro donde todo es
191
Dice Asturias en Capítulo XXVI, “Torbellino”: “Cada casa tiene su puertambor para llamar a la gente que
la vive y que cuando está cerrada es como si la viviera muerta./ … La casa entera quiere salir en un temblor de
cuerpo como cuando tiembla, a ver quién está toca que toca que toca el puertambor: las cacerolas
caracoleando, los floreros con paso de lana, las palanganas, ¡palangán! ¡palangán!, los platos con tos de china,
las tazas, los cubiertos regados como una risa de plata alemana, las botellas vacías precedidas de la botella
condecorada de lágrimas de sebo que sirve y no sirve de candelero en el último cuarto, los libros de oraciones,
los ramos benditos que cuando tocan creen defender la casa contra la tempestad, las tijeras, las caracolas, los
retratos, el pelo viejo, las aceiteras, las cajas de cartón; los fósforos, los clavos…”
192
Capítulo XV, “Tíos y tías”.
193
En Capítulo XXIX, “Consejo de Guerra” dice: “La palabra se le deshizo de la boca como pan mojado”.
194
Capítulo XII, “Camila”: “Jamás sospechó Camila que existiera este cuchitril hediendo a petate podrido, a
dos pasos de donde feliz vivía entre los mimos del viejo militar, parece mentira ayer dichoso”.
195
Capítulo XXVIII, “Habla en la sombra”.

Monografias.com

plástico, lleno de color en movimiento, de infinitos, sutilísimos matices y con un relieve de
cuarta dimensión.
Y en aquella ciudad, en aquel país cuyo nombre el autor no menciona, surge,
transfigurado por el arte, lo característicamente hispanoamericano, distinto, bien distinto del
«carácter» que muestran los carteles de turismo para atraer al extranjero ávido de «color local».
Libre de lo convencional y estereotipado, allí está no obstante —con su aire de opereta trágica
y mortificante para nuestra vanidad— la «South America» que nos empeñamos, con la táctica
del avestruz, en no querer ver, como están los Estados Unidos, con toda la crudeza del
progreso técnico si carece de igual progreso moral, en las páginas de Erskine Caldwell,
Faulkner, Steinbeck, Richard Wright, McLeish y otros escritores norteamericanos que,
haciendo caso omiso del «patriotismo», no temen herir la hipocresía y la autocomplacencia de
sus compatriotas. Es bueno al respecto tener presente que en nuestro continente el complejo
de inferioridad y el de superioridad están de tal manera mezclados que se pregunta uno si no
son el mismo complejo. Un complejo cuya primera víctima es la creación artística valedera, que
necesita de candor, como nosotros del aire que respiramos.
Por su veracidad candorosa, El Señor Presidente nos hace pensar en ciertas películas
mexicanas (salvando la distancia que media entre el efímero cinematógrafo y esta buena,
perdurable literatura). La novela de Miguel Ángel Asturias tiene un encanto mágico comparable
al de María Candelaria, Flor Silvestre, Enamorada y Los novios (en México se pasó el título de
Maclovia): nos hechiza, golpea, conmueve y enternece a la vez, tal como sucede cuando
recorremos, con los ojos y el corazón bien abiertos, estas tierras latinoamericanas o las páginas
que cuentan su historia.
MARIA ROSA OLIVER
—Sur, Buenos Aires.” 196
196
Oliver, María Rosa; Libros de Guatemala. El Señor Presidente: retrato fiel de nuestras repúblicas.
Guatemala : El Imparcial, lunes 31 de octubre de 1949. Página 3.

Monografias.com

21. El señor presidente. Un valioso juicio chileno. Por: Ángel Cruchaga Santa María.
21 de noviembre de 1949
Ángel Cruchaga Santa María (1893-1964); poeta y cronista chileno. 197
“El gran poeta chileno Ángel Cruchaga Santa María ha escrito acerca de la novela del
guatemalteco Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, las siguientes apreciaciones en la revista
Pro Arte:
Al leer esta obra de reciedumbre inusitada, nos asomamos a un abismo y nos hiere el
corazón su aguda descripción de seres y espíritus que derivan entre miserias, cuyo escenario es
la tierra de su autor: Guatemala, país de vigoroso perfil y de resonancia en los destinos de
Centro América desde antes de su emancipación.
Esta novela de nuestro amigo Miguel Ángel Asturias no tiene paralelo preciso, pues en
ella emerge un poeta de riquísima personalidad y a la vez un prosista que encara con valentía
ejemplar una época de sórdido signo para su patria y es por esto que El Señor Presidente marca
con un estigma de fuego la frente de un dictador cuyo nombre debe quedar sumergido en la
cloaca de sus actos y de ese abuso del poder en el que naufragan los tiranos olvidados por su
propia estrella.
Allí están esos entes de los muladares que son los mendigos que viven a la sombra del
Portal del Señor y que tienen rasgos de la más genuina de las novelas picarescas de España, sin
que estos productos de la obscuridad y de la miseria sean superados en su duelo por obra
alguna.
El Mosco, 198 el Pelele, son tipos que reviste en sus lacras una especie de grito que azota
el rostro de la sociedad. Son los menesterosos, los tarados, los que buscan la luz del mendrugo
y tirados en el suelo únicamente poseen la felicidad del sueño. Así irrumpe esta novela de
sangre y de llagas en un ambiente en que la delación pone lumbre en los ojos de los esbirros
que obedecen las órdenes de El Señor Presidente, que sin duda fuera el nunca olvidado Estrada
Cabrera, a quien en mala hora de su vida loara el maravilloso Rubén. 199
197
Véase Wikipedia, la enciclopedia libre; Ángel Cruchaga Santa María.
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Cruchaga_Santa_Mar%C3%ADa
198
Corregido como aparece. En el original erróneamente dice “El Mosca”. En la novela, el “Mosco” era “un
ciego al que le faltaban las dos piernas”. Véase Capítulo I, “En el portal del Señor”. Sobre este personaje
véase también Capítulo II, “La muerte del Mosco”.
199
Rubén Darío le escribió varios poemas al dictador, así como a la madre de este. Su actitud prácticamente
servil posiblemente se debió a que tenía problemas económicos que solventar, de lo cual se aprovechó el
tirano, pues en el fondo se sabe que el poeta no lo soportaba, pero con la plata baila el mono…

Monografias.com

El Pelele, un caso extraño de morbosidad estrangula al coronel Parrales, sayón del
tirano guatemalteco y este acto sirve para urdir la especie de que un general Canales conspira
contra el gobierno del todopoderoso mandatario y de este acontecimiento se hila la primera
parte de la novela de agilísimo estilo, que demuestra en Asturias a un formidable creador de
imágenes y de escenas que adquieren un relieve desconcertante.
Miguel, «Cara de Ángel» —bello y malo como Luzbel— favorito de El Señor
Presidente, ama a Camila Canales, hija del general a quien se sindica de conspirador, y este
amigo y servidor del tirano, después de hacer raptar a la pobre y abandonada joven a quien
acecha la muerte, es señalado también como enemigo del régimen que agobia a la república.
Podríamos citar a tantos tipos de esta obra que están hechos de légamo como Lucio
Vásquez, Rodas, el capitán Farfán, después mayor por su adhesión al gobernante, o la
Mazacuata, 200 al auditor de guerra, cada uno tallado en la terrible madera de la flaqueza
humana, y todos ellos viviendo frente al paisaje tropical descrito con una habilidad maestra por
un artista que conoce el folklore y de él extrae un colorido admirable. 201
La caída de Cara de Ángel y el engaño del que fuera hasta hace poco su amo, además
de revelar a un escritor magnífico, presentan a la luz de nuestro cielo hechos y crímenes que
han sido comunes a toda nuestra América y que por lo tanto, son documentos que enseñan a
los pueblos mucho más de lo que glosan los famosos libros multicolores que publican para
solaz de un grupo reducido de ciudadanos las cancillerías del continente.
Miguel Ángel Asturias posee en su novela páginas que podrían satisfacer al más
entusiasta amigo del surrealismo, y en ellas la emoción y la solidez mueven a los personajes y le
200
Corregido como aparece. En el texto original dice “Masaguata”, lo cual evidentemente es un lapsus.
201
Sobre extraer el “colorido admirable”, tome en cuenta el lector que Miguel Ángel Asturias señaló en 1959
que quienes en forma despectiva se referían a los poetas centroamericanos como tropicales estaban
equivocados porque: “El color de las frutas tropicales, rojas, amarillas, verdes, negras, moradas, no es, con
todo y su belleza primaria alucinante, lo mejor de la fruta, como en la poesía de los poetas centroamericanos
el ascua del lenguaje, vario y lleno de color, es sólo un alarde plástico. Dentro están los jugos, las esencias, la
carne en espíritu agonioso de pasar tan ligero por un mundo hecho para ser gozado eternamente, en una semi
ebriedad de los sentidos, en el duermevela de la luz soñada por grandes lagos, mares, bahías, ensenadas y
pequeñas lagunas formadas en los cráteres mismos de los volcanes, como lentejuelas. Y la prueba de que lo
tropical no es desbordamiento de palabras, sino movimiento de recreación de ese mundo con precisa
geometría, la plena prueba la tenemos en un poeta centroamericano del siglo XVIII.” Se refiere a Rafael
Landívar y su Rusticatio Mexicana.
Asturias, Miguel Ángel; “Juan Ramón Molina poeta gemelo de Rubén”. En: Molina, Juan Ramón; Juan
Ramón Molina. Antología. Verso y prosa. Introducción por Miguel Ángel Asturias. San Salvador, El Salvador
: Ministerio de Cultura, Departamento Editorial, 1959. Página 16.

Monografias.com

dan una vida, una tremenda vida que resbala entre injusticias, odios, fango sobre cuya sombría
telaraña el paisaje abre las más dulces y extrañas flores.
Novela de la desgracia, de los pechos comidos por la vileza, se alza de ella un canto, un
magnífico treno en contra de aquéllos que corrompiendo los estrados del poder queman los
ojos de la justicia y son los satélites del oprobio y de la muerte.
Nuestras palabras vibrantes subrayan los merecimientos de una obra que por su
significado social y sus rudos contornos se yergue única como una repulsa en esta hora en que
la libertad es tan discutida y se quiere lucrar a la sombra de su santo ejercicio.” 202
202
Cruchaga Santa María, Ángel; El señor presidente. Un valioso juicio chileno. Guatemala : El Imparcial,
lunes 21 de noviembre de 1949. Página 3.
En noviembre de 1949 en las páginas de El Imparcial fueron publicados varios artículos referentes al reciente
libro de poesía de Asturias, siendo estos:
Mayora, Eduardo; Epístola a Miguel Ángel Asturias con motivo de su libro Sien de alondra. Guatemala : El
Imparcial, jueves 3 de noviembre de 1949. Página 3.
Suarez-Quiroz, Valeriana; Comentarios a Sien de alondra. Un poeta en busca de su destino. Guatemala : El
Imparcial, martes 15 de noviembre de 1949. Página 3.
La Nación, de Buenos Aires; Comentarios a Sien de alondra. Guatemala : El Imparcial, jueves 17 de
noviembre de 1949. Página 3.

Monografias.com

22. Obras de Guatemala en la exposición del libro de la América. Por: Redacción de
«El Imparcial». 6 de diciembre de 1949
“Los libros publicados por la Editorial Universitaria de Guatemala, así como los de
Miguel Ángel Asturias editados en la Argentina y volúmenes de Máximo Soto Hall,
participarán en la sexta exposición trimestral del Ateneo de la cultura en América, con sede en
Buenos Aires, del cual es presidente actualmente Eduardo Mayea.
El Ateneo de la cultura de América fue fundado en 1947, realizando desde entonces
dos congresos de intelectuales hispanoamericanos, uno en Montevideo en diciembre de 1947 y
el otro en Río de Janeiro en julio de 1948.” 203
203
El Imparcial; Obras de Guatemala en la exposición del libro de la América. Guatemala : martes 6 de
diciembre de 1949. Página 7.
En diciembre de tal año Asturias hace entrega del cargo de Agregado Cultural que ocupara en la Embajada de
Guatemala en la Argentina. Los intelectuales le ofrecen una cena de despedida; el texto de la invitación dice:
«Los amigos de MAA invitan a usted a la comida que, con motivo de su regreso a Guatemala y de la
aparición de su nuevo libro, Hombres de maíz, se realizará el viernes 9 del corriente, a las 22, en el restaurante
de la calle corrientes 1612». Entre la lista de amigos figuran: Rafael Alberti, Jorge Luis Borges, Arturo
Capdevila, Jorge Icaza, Xavier Abril, Juan Mora y Araujo, Juan Mantovani, Eduardo Mallea, Victoria
Ocampo, María Rosa Oliver y Toño Salazar. A final de la reseña, el periódico chapín indica: “Asturias —
estamos seguros— dejará en Buenos Aires una grata «leyenda de Guatemala».” El Imparcial; Despedida de
Asturias en Buenos Aires. Guatemala : lunes 12 de diciembre de 1949. Página 3.
En diciembre Asturias parte de Buenos Aires hacia Guatemala; a partir de enero de 1950 permanece durante
tres meses en fincas de la UFCo en Izabal para observar las condiciones de vida de los trabajadores, que le
servirán de fuente de información para producir su novela Viento fuerte en ese año, única obra suya publicada
en Guatemala. En mayo regresa a Buenos Aires y posteriormente, en Montevideo (Uruguay) se casa, por
segunda vez, con Blanca Mora y Araujo. Recordando su vida y obra literaria, su amigo Xavier Abril publica
un encomiástico artículo sobre él. Véase: El Imparcial; Salutación a un poeta. De Xavier Abril a Miguel
Ángel Asturias. Guatemala : miércoles 18 de enero de 1950. Página 3.

Monografias.com

23. El homenaje argentino a Asturias. Por: Redacción de «El Imparcial». 17 de mayo
de 1952
“De todo corazón nos congratulamos por el reciente singular homenaje rendido a
Miguel Ángel Asturias por la intelectualidad argentina en Buenos Aires, donde reside desde
hace años en funciones de agregado cultural de la embajada guatemalteca, con motivo de haber
sido galardonado su libro El Señor Presidente, con el premio internacional del Club del libro de
Francia.
La sola traducción de esa obra al francés ya significaba un éxito recomendable, porque
en esa lengua 204 tendría nuevo y muy valioso vehículo de difusión, y para nosotros
representaba desde luego un honor de que participan las letras todas de Guatemala, o, más
bien, como se hizo notar en la magnífica reunión de intelectuales argentinos, honor para
Centroamérica. Al cual va a agregarse bien pronto, según nuestros informes, el que signifique
la traducción al alemán, que ya está en marcha. 205
Miguel Ángel Asturias nos tiene acostumbrados a que la publicación de cada nueva
obra suya comporte un nuevo triunfo; pero, a la verdad, con El Señor Presidente, Asturias nos ha
dado más que un triunfo personal, un motivo de orgullo nacional, que los grandes resonadores
de la nombradía, en países como Argentina y Francia, nos lo hacen aún más importante.
Y es altamente reconfortante para Guatemala esta clase de triunfos internacionales
—Miguel Ángel Asturias a tiempo que Mateo Flores: 206 mente y músculo, esfuerzo y fe en
ambos—, que arrojan una nueva luz sobre las sombras de que otras propagandas rodean el
nombre patrio. Si Asturias está legítimamente de plácemes, no lo está menos Guatemala
entera, comprensiva del valor de los laureles que su hijo arranca al bosque sagrado de la
fama.”207
204
Corresponde a la de ese año con el título Monsieur le Président. Traducción de Georges Pillement,
Francisca García e Yves Malartic, París, Bellenand, 1952. Al año siguiente, 2ª ed. París, Le Club Français du
Livre, 1953. Premio Internacional del Club del Libro Francés.
205
En marcha sí, pero no inmediata; fue publicada con el título Der Herr Prësidenten. Traducción de Jacob
Bachmann, Genf Verlag Helmut Kossodo, 1957. Hubo segunda edición en Hamburgo, 1962.
206
Mateo Flores (1922- 2011), guatemalteco ganador de la maratón de Boston el 19 de abril de 1952. El
Estadio Nacional capitalino (el más grande de Guatemala) lleva su nombre.
207
El Imparcial; El homenaje argentino a Asturias. Guatemala : sábado 17 de mayo de 1952. Página 11.

Monografias.com

III.
EL “SEÑOR PRESIDENTE” COMO MITO. Por: Miguel Ángel Asturias
(1965)
En 1972 fue publicada por Richard Callan una valiosa
compilación de 114 artículos de Miguel Ángel Asturias, que habían
visto la luz en periódicos de Venezuela durante varios años; la
misma lleva por título América, fábula de fábulas, el cual se basa en el
que tiene por nombre “Tal y como somos: América, fábula de
fábulas”, ubicado en página 340. El antólogo incluye su propio
“Prólogo” en páginas 7 a 9.
Se considera que a través de los 114 artículos de que consta
la compilación –escritos y publicados durante varios años–, Asturias
muestra su versatilidad y amplio conocimiento acerca de diversos
temas en los campos de la literatura, ciencia, arqueología, y sobre las
culturas maya, inca, india y de otros lugares del mundo, donde por
medio de su opinión –seguramente sin proponérselo– prácticamente se fotografía a sí propio.
Seguramente por ello el prologuista señala:
“A esto de retrato venía: por más que interesen los diversos temas de la
colección, lo más valioso es el autorretrato del escritor. Nada inesperado en retratarse,
por supuesto, ya que esto ha sido el sello del género ensayístico desde sus comienzos
con Montaigne. Todo ensayo digno del nombre trata de las opiniones y sentimientos
del autor, de sus reacciones al decurso del vivir; por lo tanto, aun el más expositivo y
periodístico de los ensayos de Asturias consta sencillamente de su modo de ver. Es su
atractivo. Cualquier motivo que se tenga para empezar a leer el volumen, uno acaba
buscando precisamente aquello, su modo de ver, su visión del mundo, porque es
primaveral y bella y procura embellecernos la nuestra. El elemento didáctico que se
oculta en estos ensayos es otra marca distintiva del género.”
Por estimar que puede ser útil para el amable lector del presente trabajo, que no posea
un ejemplar de tan especial compilación, al final de El “Señor Presidente” como mito se ofrece la
lista de los 114 artículos incluidos en América, fábula de fábulas (1972). Entre páginas 129 a 140 se
encuentra el que lleva por título El “Señor Presidente” como mito, respecto al cual es conveniente
acotar:

Monografias.com

?
En el “Índice” de la obra se indica EL SEÑOR PRESIDENTE COMO MITO”. Sin
embargo, en página 129 donde principia se anota el título EL “SEÑOR PRESIDENTE”
COMO MITO.
?
Nótese que si bien se refiere a la novela El Señor Presidente, el nombre de esta pareciera que
está modificado por encerrar entre comillas solamente “Señor Presidente”. No
necesariamente se trata de un error de Asturias sino de que en el texto se refiere al
personaje “Señor Presidente” inserto en su novela y aunque efectúa un análisis de esta le
interesa especificar la situación de uno de los protagonistas principales de su ficción,
tomada de la realidad eso sí. Él escribe:
Los «Señores Presidentes» de nuestros países, como mitos, mitos en sí, […] Lejos de
mí, desde luego, buscar alguna justificación en el mito a través de los elementos que
nos proporciona El Señor Presidente, en esa fuerza ancestral, en esa fuerza primigenia.
?
En consecuencia, en el “Índice” debiera aparecer el nombre de EL “SEÑOR
PRESIDENTE” COMO MITO, que es el correcto, y no el de EL SEÑOR PRESIDENTE
COMO MITO.

Monografias.com

El “Señor Presidente” como mito 208
—129? 209
1. — Las novelas son los ríos…
Las novelas son los ríos que van a dar al lector, diríamos parodiando a Jorge Manrique,
por aquello de “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”, 210/ 211 sólo
que los ríos de las novelas, van a dar al lector, que es el vivir, y que vive tanto, tan intensamente
los personajes de esas novelas, que no contento con la ficción, inquiere su historia, se pregunta
hasta dónde fueron reales, y busca a saber cómo hizo el novelista para captarlos y llevarlos a las
páginas de sus novelas y, para el caso, de mis novelas, extraña forma de propiedad privada,
208
“El Señor Presidente como mito, es el texto de una conferencia dictada por el maestro en 1965 en la
Facultad de Lenguas y Literaturas extranjeras de la Universidad Bocconi de Milán.” Bellini, Giuseppe;
Mundo mágico y mundo real : la narrativa de Miguel Ángel Asturias. Roma, Bulzoni, 1999. Página 201.
209
Los números encerrados entre guion largo y flecha se refieren al número de página respectivo de la fuente
utilizada para la transcripción textual, siendo esta:
Asturias, Miguel Ángel; América, fábula de fábulas. Compilados con Prólogo de Richard Callan. Caracas,
Venezuela : Monte Ávila Editores S.A., 1972. Páginas 129 a 140.
El texto se encuentra también en:
? Bellini, Giuseppe; Mundo mágico y mundo real : la narrativa de Miguel Ángel Asturias. Págs. 211 a 219.
? Asturias, Miguel Ángel; El Señor Presidente. Miguel Ángel Asturias, edición crítica. Gerald Martin
(Coordinador) ALLCA XX, Colección Archivos, No. 47. España 2000. Páginas 468 a 478. A pie de
página 468 se indica: “Publicado en Studi di Litteratura Ispano-Americana (Milán, 1967).”
210
Se trata del poeta español Jorge Manrique (c. 1440- 1479). Su obra clásica es Coplas a la muerte de su
padre (también conocida como Coplas de Jorge Manrique), buena parte escrita después del fallecimiento de
su progenitor en 1476. Asturias transcribe parte de la copla III, cuyo texto completo dice: “Nuestras vidas son
los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir,/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir;/ allí
los ríos caudales,/ allí los otros medianos/ y más chicos,/ y llegados, son iguales/ los que viven por sus manos/
y los ricos.” Manrique, Jorge; Obra completa / Jorge Manrique; edición, prólogo y vocabulario de Augusto
Cortina. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002. Página 116. Notas de reproducción original:
Edición
digital basada en la 13º ed. de Madrid, Espasa-Calpe,
1979. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/obra-completa–0/html/ff6c9480-82b1-11df-acc7-
002185ce6064_4.html#I_53__
211
En Capítulo XXXVIII, “El viaje”, en El Señor Presidente, Camila prepara las maletas que Cara de Ángel
llevará en su viaje a Nueva York; Asturias anota: “Y ese río que corría sobre el techo, mientras arreglaba los
baúles, no desembocaba allí en la casa, desembocaba muy lejos, en la inmensidad que daba al campo, tal vez
al mar.”

Monografias.com

porque una novela publicada, un río que va a dar al lector, que es el vivir de las novelas, ¿cómo
puede decirse que tienen un propietario, que exista alguien que pueda decir “mis ríos”, como
yo dije “mis novelas”?
Sin embargo, algo sé de la historia de mis novelas, y evitando la deformación
profesional, prometo dar a la historia lo que es de la historia, dar la historia de mis novelas, y
no la novela de mis novelas, bien que la diferencia sea tan difícil de establecer entre fábula e
historia. Lo primero que intentaré, para dar la historia de mis novelas, es hacer vivir
históricamente a los personajes, antes de convertirse en seres de novela, en la novela más reales
a veces que en la historia. A ellos les toca volver atrás en los ríos que van a dar en la mar, ir
contra la corriente de la ficción, y remontarse hasta su historia, ser historia, ser pedazos de
historia. Y no a todos. A los principales. Los más conocidos. Paradójicamente, pues parece
inverosímil, los que en verdad fueron personajes históricos, son los que en las novelas resultan
más imaginados. El caso de El Señor Presidente.
2. — Muerte y resurrección del novelista…
Aquella vez, el novelista había muerto. Sí, había muerto. Dejó de existir en un lugar tan
apartado de todo trato humano, que nadie —130? acudió a darle sepultura. Nadie. Humano,
nadie. Nadie de carne y hueso. Otros iban a encargarse de su cadáver. No los animales que se
alimentan de cadáveres, aves negras o mamíferos amantes de la carroña, serviciales y
funerarios. 212 A media mañana del día en que murió el novelista, sin que hubiera persona
212
Ergo: Asturias quizá remite a la figura del zopilote que utiliza en su novela, el cual es parte de la familia de
los buitres, que es un ave que habita desde Estados Unidos hasta Sur América. Se caracteriza por ser
carroñera y en las ciudades es normal encontrarla en los basureros, tal como él la coloca en el lugar donde el
“Pelele” llega tras su fuga después de matar al “coronel Parrales”; ver Capítulo III, “La fuga del Pelele” en El
Señor Presidente, donde dice: “En los suburbios, donde la ciudad sale allá afuera, como el que por fin llega a
su cama, se desplomó en un montón de basura y se quedó dormido. Cubrían el basurero telarañas de árboles
secos vestidos de zopilotes, aves negras, que sin quitarle de encima los ojos azulencos, echaron pie a tierra al
verle inerte y lo rodearon a saltitos, brinco va y brinco viene, en danza macabra de ave de rapiña. Sin dejar de
mirar a todos lados, apachurrándose e intentando el vuelo al menor movimiento de las hojas o del viento en la
basura, brinco va y brinco viene, fueron cerrando el círculo hasta tenerlo a distancia del pico. Un graznido
feroz dio la señal de ataque. El Pelele despertó de pie, defendiéndose ya… Uno de los más atrevidos le había
lavado el pico en el labio superior, enterrándoselo, como un dardo, hasta los dientes, mientras los otros
carniceros le disputaban los ojos y el corazón a picotazos. El que le tenía por el labio forcejeaba por arrancar
el pedazo sin importarle que la presa estuviera viva, y lo habría conseguido de no rodar el Pelele por un
despeñadero de basuras al ir reculando, entre nubes de polvo y desperdicios que se arrancaban en bloque
como costras.” En capítulos IV, VII, VIII, XVIII Y XXV se describe también el trabajo de los zopilotes.

Monografias.com

alguna, parientes, amigos o conocidos, para recibir a los que llegaban, se presentó un hombre
de mediana estatura, bigote cano muy cascado, vestido de riguroso luto, y al oír que desde
ultratumba el novelista preguntaba: “Quién es…?” Contestó: “El Señor Presidente…”.
Dijo así y avanzó en seguida con menudo paso, el sombrero negro, negro como su
traje, sus zapatos, sus guantes, su corbata, el pañuelo que le salía de la bolsita de cerca de la
solapa de la americana. Luego, inmovilizado, solemne, el sombrero negro de fieltro tomado
por sus dos manos negras, enguantadas, que apoyaba sobre su camisa blanca impecable y parte
del chaleco también negro, 213 preguntó:
—¿Y los demás?…
Iban llegando, El Pelele, con la espuma del último ataque de epilepsia; el Mosco, sin sus
piernas; Patahueca, gritando “¡Viva Francia!”, y la sordomuda embarazada, llorando, no por el
novelista muerto, sino porque éste, reclamaba, le dejó permanentemente un hijo en las
entrañas, ya que nunca en página alguna de su novela cuenta que tal criatura hubiera nacido. 214
—Hemos venido nosotros —explica el Señor Presidente, autoritario, terminante— a
falta de seres humanos, todos ellos en sus ocupaciones cuotidianas, y es a nosotros —paseó la
cabeza ligeramente calva—, nosotros, ficciones, hijos de tu fantasía —se dirigió al novelista—,
no totalmente por cierto, porque la verdad es que fuimos sacados de la realidad, a quienes toca
darte sepultura.
Hizo una pausa y preguntó:
—¿Hay alguno que quiera decir el discurso de adulaciones?
213
En Capítulo VI, “La cabeza de un general” lo describe así: “El Presidente vestía, como siempre, de luto
riguroso: negros los zapatos, negro el traje, negra la corbata, negro el sombrero que nunca se quitaba; en los
bigotes canos, peinados sobre las comisuras de los labios, disimulaba las encías sin dientes, tenía los carrillos
pellejudos y los párpados como pellizcados.”
214
Por razón no explicada ni por el autor de la novela, “la sordomuda” está embarazada no se sabe por quién y
tampoco llega a tener al bebé, por lo menos en el transcurso de la ficción. Aparece en los siguientes
Capítulos: I, “En el portal del Señor”: “la sordomuda en cinta que lloraba de miedo porque sentía un hijo en
las entrañas”; “la sordomuda se sobaba el vientre para ella inexplicablemente crecido”. II, “La muerte del
Mosco”: “De miedo, de frío y de hambre lloraban los mendigos apañuscados en la sombra. No se veían ni las
manos. A veces quedábanse aletargados y corría entre ellos, como buscando salida, la respiración de la
sordomuda encinta”; “La sordomuda lloraba de miedo porque sentía un hijo en las entrañas…”. XXIX,
“Consejo de Guerra”: “Los pordioseros ocupaban las bancas de los testigos. […] la sordomuda que babeaba
las bancas y se rascaba los piojos del sobaco izquierdo”. El que Asturias la incluyera en este Capítulo como
testigo para declarar quién mató al “coronel Parrales”, fue seguramente como una muestra de hasta dónde
podía llegar el delirio de pretender achacarle un crimen al enemigo del presidente, por medio del testimonio
que la sordomuda pudiera brindar, a lo que se agrega que actuaba como loca.

Monografias.com

—Sí —responde la Lengua de Vaca—, pero antes hay que llamar al Doctor Barreño,
para que dé el certificado.
—¿De qué murió? —pregunta el Doctor Barreño, y él mismo se contesta, vuelto al
Señor Presidente— ¿qué le complace al Señor Presidente que el caballero haya muerto? No sea
que por chismes de mediquetes se desacredite su gobierno. 215
Y, mientras el Doctor Barreño redacta el certificado de defunción, entra doña Fedina,
va hacia el novelista muerto y lo sacude al tiempo de preguntarle:
—¿Por qué…, por qué me siguen interrogando a mí, dónde está el General? ¿Dónde
está el General? Es que por los siglos de los siglos, lo que ocurrió en aquella cárcel, en aquel
momento, va a resonar siempre en mis orejas? ¡Menos crueles [131] los esbirros! Se lo digo yo.
Fedina de Rodas una mujer del pueblo… ¡Menos crueles los esbirros! Ellos se encargaron de
torturarme, preguntándome y volviéndome a preguntar, mientras se moría de hambre mi
criatura, “¿Dónde está el general?”, hasta que perdí el conocimiento, pero eso habría quedado
reducido al hecho en sí, y como tal inexistente después, no ahora, en la novela, cobra carácter
de algo inacabable, permanente. 216
Camila y Cara de Ángel llegan sin pasos, tan de punta de pie entran al recinto. Ambos
apenas se vuelven a donde reposa el novelista. Les parece indigno reclamarle ahora lo que en
vida no le reclamaron. El haber muerto uno y el otro, Camila sin saber si en verdad Cara de
Ángel la había abandonado, 217 y Cara de Ángel si en verdad Camila se había dejado seducir por
el Señor Presidente… 218
El fenómeno más inverosímil es el de esas gentes que mueren y reviven, y no tan
inverosímil al final de cuentas, pues a cada poco se lee en los diarios que tal ocurre, y caso de
catalepsis fue el del novelista, felizmente. Abrió los ojos en medio de sus personajes y dijo:
215
En Capítulo V, “¡Ese animal!”, el doctor Luis Barreño le dice al secretario del presidente que ha sido
arrestado injustamente, solo porque opinó distinto que los otros médicos, por la muerte inexplicable de 140
soldados en el cuartel donde ejerce como cirujano militar. Empero, el escribirá lo que el presidente quiera
para no desacreditar a su gobierno: “Yo le diré que después de cinco autopsias logré establecer que esos
infelices morían de una perforación en el estómago del tamaño de un real, producida por un agente extraño
que yo desconocía y que resultó ser el sulfato de soda que les daban de purgante […].—… yo le diré, señor
secretario, lo que él me diga.” Habla con el presidente y este lo regaña, de suerte que no le pega como a otros.
Al llegar a su casa se encierra en un armario, por miedo a que lo lleguen a matar, como sucedió con su propio
padre a la vera de un camino, y según un anónimo que recibió, el autor fue el coronel José Parrales Sonriente,
el hombre de la mulita.
216
La captura y tortura de “Fedina de Rodas”, así como la muerte de su bebé, se encuentra relatada en
Capítulos: XIII, “Capturas”; XVI, “En la casa nueva”; y, XXII, “La tumba viva”, de El Señor Presidente.
217
Véase Capítulos XXXVIII, “El viaje”; y, XL, “Gallina ciega”.
218
Ver Capítulo XLI, “Parte sin novedad”, en El Señor Presidente.

Monografias.com

«Todo lo he oído y vuelvo a la vida para poner las cosas en su lugar… y no son ustedes,
personajes míos…» El Señor Presidente levantó la cabeza…
—¡Yo lo inventé, Señor Presidente! —gritó el novelista resucitado de entre los
catalépticos—, 219 y los inventé a todos; aunque siempre, la ingratitud humana; sólo esperaban
que yo desapareciera, para empezar a reclamar, a fin de salir todos, limpios de culpa, en caballo
blanco.
—¡ Animal … el novelista se sacudió de pies a cabeza frente al Señor Presidente, el cual
repitió: —¡Animal…! —y sólo al oír este segundo grito, el novelista se dio cuenta que el
dictador llamaba a su secretario, aquel hombre miope, de pellejo de ratón tierno que derramaba
los tinteros sobre las notas firmadas. 220 —¡Animal, hágale saber al señor, que en manera alguna
voy a permitir que en mi presencia diga que los personajes de la novela El Señor Presidente no
son del Señor Presidente, sino personajes inventados por él. ¿Qué cuento es este? Muy bonito.
A mí que fui el auténtico, el verdadero creador, sin mí no habrían existido, el verdadero
novelista —toda dictadura es siempre una novela—, se me despoja de lo que me pertenece…
—Históricamente le pertenecía… —atreve a decir el novelista.
—¿De quién? ¿De quién es esa novela? —levanta aquél la voz autoritaria: —Es mía…
¿No soy, acaso, el Señor Presidente? Y creo llegado el caso de aclarar intenciones, in – ten – cio
– nes … —subrayó—, intenciones que en la novela no están claras. Por ejemplo: cuando se
trata de la fuga del General Eusebio Canales, se pone en —132? duda que efectivamente yo
219
Esto es, cual si el novelista muerto hubiera estado inmovilizado y con total rigidez de cuerpo, no porque
hubiera fallecido por catalepsia sino por la posición que tenía antes de resucitar.
220
Se trata del secretario del presidente, un viejecito: “Ese animal era un hombre pobremente vestido, con la
piel rosada como ratón tierno, el cabello de oro de mala calidad, y los ojos azules y turbios perdidos en
anteojos color de yema de huevo.” Ordenó que le dieran 200 palos como castigo por haber derramado la tinta
sobre el pliego firmado colocado en el escritorio, provocándole la muerte. Véase Capítulo V, “¡Ese animal!”.
Dada su magnanimidad, por medio de un general, a la esposa le envió 300 pesos para que se ayudara con los
gastos de entierro. “El general, que permanecía cuadrado, con el quepis en la diestra, sin parpadear, sin
respirar casi, se inclinó, recogió el dinero de la mesa, giró sobre los talones y, minutos después, salió en
automóvil con el féretro que encerraba el cuerpo de ese animal.” Ver Capítulo VI, “La cabeza de un general”.
Tómese en cuenta lo que dice Ruth Álvarez de Scheel sobre los animales en la novela: “[…] En sus
comparaciones con animales, Miguel Ángel Asturias ha escogido a los más feos y desagradables para
compararlos con personas y hasta les ha puesto nombres de animales a sus personajes. Sólo el hecho de
comparar una persona con un animal ya es despectivo. Estas comparaciones en su mayoría son físicas, pero
no deja de haberlas psicofísicas y psíquicas. Lo desagradable llega al desasosiego muchas veces.” Álvarez de
Scheel, Ruth; Análisis y estudio de algunos rasgos caracterizadores de El Señor Presidente. Guatemala :
EditorialCultura, MinisteriodeCulturayDeportes, 1999[1968].Páginas128-129.

Monografias.com

quería que se fugara. Yo quería que se fugara y no que lo matara la policía. 221 Quede claro.
Tampoco es exacto que yo haya dicho en una de las fiestas de palacio que me quería quedar
solo con las señoras. 222 Lo que sucedió fue que hubo, a medianoche, una denuncia sobre cierto
sujeto que iba armado para matarme, y entonces se apartó a los hombres que estaban en la
fiesta para palparlos de armas. ¿Ya ve, señor novelista, como todas las cosas son distintas? 223
—Esos son detalles —dijo el novelista— y lo que se discutía era si yo lo había
despojado de su mundo, en mi novela, o bien, si de ese mundo, al Señor Presidente solamente
le pertenecía lo histórico, que es distinto. Si decimos que el Señor Presidente y los que vivieron
en esa época, tuvieron su tiempo, hablamos de historia, pero si, sacados de ese tiempo, se les
traslada a la ficción sin tiempo, hablamos de novela.
—De la novela histórica…
—No. Una novela histórica se escribe con base a sucesos que el novelista conoce por
lecturas o referencias. En esta novela mía, yo viví su historia, su tiempo histórico, vivencia que
me permitió su traslado a la ficción, sin historia, sin pasado, viva; los personajes del Señor
Presidente, no se siente que vivieron, sino que están viviendo.
—¡Y eso es lo espantoso, lo cruel, lo intolerable —grita el Mosco, colgado de una cuerda
en el tormento—, que yo siga aquí gritando: ¡El Pelele fue! ¡El Pelele fue! ¡El Pelele fue!, y ésa
es la verdad! 224
221
En esto tiene razón el personaje, pues en la novela llama a “Cara de Ángel” y le ordena: “Por razones
particulares, aunque es uno de los que asesinaron a Parrales Sonriente, no conviene al Gobierno que vaya a la
cárcel y necesito su fuga inmediata. Corre a buscarlo, cuéntale lo que sabes y aconséjale, como cosa tuya, que
se escape esta misma noche.” Ver Capítulo VI, “La cabeza de un general”.
222
Véase Capítulo XXXV, “Canción de canciones”, donde dice:
“—General… —resonó la voz del Presidente—, haga salir a los señores, que quiero cenar solo con las
señoras…
Por las puertas que daban frente a la noche clara fueron saliendo los hombres en grupo compacto sin chistar
palabra, cuáles atropellándose por cumplir presto la orden del amo, cuáles por disimular su enojo en el
apresuramiento. Las damas se miraron sin osar recoger los pies bajo las sillas.
—El Pueta puede quedarse… —insinuó el Presidente.
Los oficiales cerraron las puertas. El Poeta no hallaba dónde colocarse entre tanta dama.
—Recite, Pueta —ordenó el Presidente—, pero algo bueno; el Cantar de los Cantares…”
223
Como que solo el Presidente conocía la “versión” en la que creía, pues en la novela Asturias señala que
después de que el poeta concluyó de recitar: “El Presidente se levantó funesto. Sus pasos resonaron como
pisadas del jaguar que huye por el pedregal de un río seco. Y desapareció por una puerta azotándose las
espaldas con los cortinajes que separó al pasar.” Capítulo XXXV, “Canción de canciones”.
224
Tras el asesinato del coronel Parrales Sonriente, los mendigos son capturados y obligados a decir que fue
el general Canales. Solo el “Mosco” insiste en declarar que fue el idiota, o sea el “Pelele”. Recibe el tormento
respectivo: “—¡Diga la verdad! —gritó el Auditor cuando restallaba el latigazo en las mejillas del viejo—.

Monografias.com

—¡Pero no la verdad oficial —afirma enfático el Auditor de Guerra—, por supuesto
que sabíamos que el desequilibrado ése había sido, pero la verdad oficial era otra. A Parrales
Sonriente, oficialmente lo mataron el General Eusebio Canales y el Licenciado Abel Carvajal.225
—Pero la verdad oficial —intervino Cara de Ángel— bien estuvo en su momento,
pero ¿cómo se explica que el novelista lo traslade a su novela, y allí también siga siendo
verdad?, salvo que la ficción novelística sea, como yo pienso, una nueva forma de taumaturgia
de la palabra, la forma fijadora de lo que fue dicho. Y quería aclarar —continuó Cara de
Ángel—, el Señor Presidente juzgó mi matrimonio con Camila como el acto de un débil
mental… 226
—Todo hombre —se interpuso el Presidente—, en el momento en que se casa está en
la condición de un débil mental. Pero lo que tampoco se aclara del todo, fue lo de la muerte del
general Canales. ¿Muere envenenado? ¿Apuró alguna pócima mortal? ¿Lo mordió alguna
víbora maligna? En la novela se dice que Canales murió al leer en el periódico que yo, su mayor
enemigo, había apadrinado la boda de su hija, y ésa es sólo parte de la verdad. Canales murió
envenenado —133? con el ejemplar de un periódico que, con una tinta especial, ultramortal,
mortal como una descarga eléctrica, se le preparó.
¡…La verdad o se está ahí colgado toda la noche! […]—De acuerdo —adujo el Mosco con la voz apagada; el
Auditor creyó suya la partida—, de acuerdo, macho lerdo, el Pelele fue… […] Al soltar la cuerda, el cadáver
del Mosco, es decir, el tórax, porque le faltaban las dos piernas, cayó a plomo como péndulo roto.”. Ver
Capítulo II, “La muerte del Mosco”.
225
El “Auditor de Guerra”, realizó la captura de Carvajal frente a su casa: “Un piquete de soldados lo condujo
por el centro de la calle, vestido con traje de ceremonia, hasta la Segunda Sección de Policía, adornada por
fuera con banderitas y cadenas de papel de China. Derechito lo pasaron al calabozo en que seguían presos el
estudiante y el sacristán.” Capítulo XIII, “Capturas”.
Posteriormente fue trasladado a la Segunda Sección de Policía a la Penitenciaría Central donde se realizó el
“juicio” en su contra y del general Canales –ausente–, el que para él fue “un sueño, mitad rito, mitad comedia
bufa”, siendo condenado a la pena capital. “Pasos adelante le sepultaron en una mazmorra de tres varas de
largo por dos y media de ancho, en la que había doce hombres sentenciados a muerte, inmóviles por falta de
espacio, unos contra otros como sardinas, los cuales satisfacían de pie sus necesidades pisando y repisando
sus propios excrementos. Carvajal fue el número 13.” Capítulo XXIX, “Consejo de Guerra”.
Su esposa lo busca, ruega por él al “Auditor de Guerra” pero es en balde; pide audiencia con el Presidente y
tampoco; visita la penitenciaría y escucha las balas con las que están fusilando a los presos políticos, incluido
el Lic. Carvajal. Es donde “El peso de los muertos hace girar la tierra de noche y de día el peso de los vivos…
Cuando sean más los muertos que los vivos, la noche será eterna, no tendrá fin, faltará para que vuelva el día
el peso de los vivos…”. Capítulo XXXI, “Centinelas de hielo”.
226
Así lo calificó Su Excelencia en Capítulo XXXII, “El Señor Presidente” cuando le dice a “Cara de Ángel”
que él todo lo sabe, hasta de su matrimonio con “Camila”, aunque haya sido en secreto y como medida de
última instancia para salvarla de la muerte (esto ocurrió antes, en Capítulo XXX, “Matrimonio in extremis”).

Monografias.com

—¡Mentira!… —aquí es el novelista el que se indigna—, absolutamente mentira…
—¡Atrevido! —retumba la voz de El Señor Presidente.
—¡Perdón! —se oye la voz del novelista—, pero ¿por qué va a invadir usted el terreno
de la fantasía? Conténtese con haber creado lo real, con ser el creador de ese mundo, de ese
universo de perversidad y crimen.
—Sí —entrecerró los párpados cascarudos y sonrió el Presidente—, invadía terrenos,
para deslindar mejor lo histórico de lo imaginado; Canales murió de un síncope, pero se pudo
haber imaginado lo de un periódico de tinta mortal, aunque ya bastante veneno llevan los
periódicos, y no para matar a un pobre mortal, sino para preparar la muerte de millones de
gentes. 227
—Habría sido, Señor Presidente —dijo Cara de Ángel—, el crimen perfecto…
—Otro sueño…
—¿El crimen perfecto?
—No es necesario, y debía saberlo mi favorito. No es necesario. Todo crimen es
perfecto en una dictadura.
—Pero a este novelista lo tenemos que enterrar —dijo el Auditor de Guerra—, a eso
hemos venido… 228
—¡Está vivo, Señor Presidente! —imploró Camila.
227
Quizá sí murió de un síncope, tras enterarse del casamiento de su hija con el favorito del presidente, el que
supuestamente apadrinó la boda, según anuncio colocado en un periódico. Sin embargo, quienes apoyaban al
general Chamarrita en la revolución que inició, creían que la causa pudo ser el envenenamiento. La muerte
del general se describe en Capítulo XXXVI, “La revolución”, en donde se lee: “El general Canales había
fallecido de repente, al acabar de comer, cuando salía a ponerse al frente de las tropas. […] «¡Algo le dieron,
raíz de chiltepe, aceitillo que no deja rastro cuando mata, que qué casual que muriera en ese momento!»,
observó una voz. «¡Y es que se debía haber cuidado!», suspiró otra. […] Y con cada uno de los que contaban
lo sucedido, el general Canales salía de su tumba a repetir su muerte: sentábase a comer delante de una mesa
sin mantel a la luz de un quinqué, se oía el ruido de los cubiertos, de los platos, de los pies del asistente, se oía
servir un vaso de agua, desdoblar un periódico y… nada más, ni un quejido. Sobre la mesa lo encontraron
muerto, el cachete aplastado sobre El Nacional, los ojos entreabiertos, vidriosos, absortos en una visión que
no estaba allí.”
228
El escritor guatemalteco Mario Roberto Morales publicó en 1973 algo sobre matar al autor, pero en sentido
figurado, señalando que los jóvenes de esa época necesitaban tener su propia voz, distinta a la de Asturias y su
tiempo; y eso que el novelista aún vivía. Morales, Mario Roberto; “Matemos a Miguel Ángel Asturias”. En:
Asturias, Miguel Ángel; El Señor Presidente. Miguel Ángel Asturias, edición crítica. Gerald Martin
(Coordinador). España : ALLCA XX, Colección Archivos, No. 47, 2000. Páginas 853 a 864.

Monografias.com

—Pues lo enterraremos vivo con nosotros. Porque ésta es la obra. Así como en los
pueblos antiguos los sátrapas se hacían enterrar con la gente de su séquito yo me haré enterrar,
en la memoria de la gente, con el novelista y sus personajes.
Nosotros y él, vivos, enterrados vivos, en ese tiempo sin tiempo, que es el de la
ficción.229
—Pero aquí llegan otros personajes, Señor Presidente —insinúa Cara de Ángel—, y es
mejor que salgamos, la muchedumbre le afecta el corazón sensible…
El novelista avanza un paso y dice:
—¿Puedo hacer una pregunta?
—Las que Usted quiera —contesta el Señor Presidente, tocándose con el sombrero—,
ante los muertos me descubro, ante los vivos, nunca…
—¿Podría Usted decirme —siguió el novelista—, cuál es la parte que más le gusta de
mi novela?…
El amo frunce las cejas, junta y separa los dedos enguantados de negro, y por fin, tras
hurgar en su memoria, contesta:
—Cuando cae el Pelele por las gradas del Portal del Señor, dice: «Nadie vio nada, pero
en una de las ventanas del Palacio Arzobispal, —134? los ojos de un santo ayudaban a bien
morir al infortunado y en el momento en que su cuerpo rodaba por las gradas, su mano con
esposa de amatista le absolvía abriéndole el Reino de Dios». 230 Aquí su fantasía se quedó corta,
señor novelista: ¿Por qué no refirió usted cómo había llegado a Arzobispo ese santo que
absolvía al Pelele? Y no necesitaba imaginarlo. No estoy conforme con esa diferencia que se
hizo entre lo real y lo ficticio. ¿Por qué no dijo usted que aquel hombre era un abogado de
campanillas, a quien se le encomendó la defensa de los bienes de una comunidad religiosa,
defensa de la que no se quisieron encargar otros abogados, temerosos de la ira del que
entonces mandaba, y que al saber éste que aquel abogadito se hacía cargo, ordenó que le
pusieran una sotana y lo hicieran barrer la plaza central? Y en el relato, no habría faltado el
toque sentimental. Aquel abogado, que llegó después a Arzobispo, no se quitó la sotana nunca
más, devolvió los anillos de compromiso a su novia, estaba en vísperas de casarse, y entró al
seminario. 231
229
Cabe recordar que en la novela Asturias no fija años precisos ni país en particular. Son los exégetas de la
misma quienes hacen referencia a Guatemala y al período de gobierno (1899-1920) del dictador Manuel
Estrada Cabrera. Él solamente titula las tres partes de que se compone, así: Primera parte: 21, 22 y 23 de abril;
Segunda parte: 24, 25 y 26 de abril; y, Tercera parte: Semanas, meses, años.
230
La muerte del Pelele se describe en Capítulo VII, “Absolución arzobispal”.
231
Se trata del arzobispo Ricardo Casanova y Estrada (1886-1903). En tiempos del dictador Justo Rufino
Barrios (1835-1885) se desempeñaba como abogado pero por defender los bienes de una comunidad religiosa

Monografias.com

Y, tras brevísima pausa, ya saliendo el Presidente y séquito de víctimas y esbirros, se
volvió a decir:
—Los que conocemos esta anécdota, cuando leemos que sin que nadie lo viera, en esa
misma plaza que él barrió vestido con sotana, absolvía al Pelele, nos emocionamos
doblemente.
3. — Itinerario de los siete años
El Señor Presidente no fue escrito en siete días, sino en siete años. Al final de 1923, felices
años, había preparado un cuento para un concurso literario de uno de los periódicos de
Guatemala. Este cuento se llamaba «Los Mendigos Políticos». El cuento se quedó en cartera y
fue parte de mi equipaje, cuando me trasladé a Europa. Ese año, 1923, 232 coincidimos en París
varios escritores latinoamericanos, 233 con quienes nos reuníamos casi todas las noches a
charlar en el café de la Rotonda. Cada cual, en estas charlas, contaba anécdotas pintorescas,
picantes o trágicas de su país. 234 Insensiblemente, como una reacción a esa América pintoresca
que tanto gusta a los europeos, acentuábanse los tonos sombríos en tales relatos, llegándose a
rivalizar en historias escalofriantes de cárceles, persecuciones, barbarie y vandalismo de los
sistemas dictatoriales latinoamericanos. En este ejercicio macabro, a tiranos tan espectaculares
el tirano lo vistió con sotana y le impuso como pena salir a barrer las calles así vestido. Tal parece que le
gustó mucho el atuendo pues entró al seminario y se ordenó sacerdote. Años después, en 1886, sería
designado Arzobispo Metropolitano de Guatemala. Tome nota el lector que el arzobispo murió en 1903 y
según los intérpretes a él se refiere Asturias en la novela; empero, los hechos reales no necesariamente
tuvieron que ocurrir antes de ese año, porque el “Pelele” está soñando que recibe la absolución arzobispal y
no que esté viendo al prelado en forma física.
232
A finales de diciembre de 1923 Asturias sale de Guatemala hacia Europa radicando durante los primeros
meses de 1924 en Londres, para estudiar economía; sin embargo, se traslada a París, a donde llega el 14 de
julio. Se inscribe en la universidad de La Sorbona, realizando estudios sobre religiones indígenas
mesoamericanas en la Escuela de Altos Estudios de París, de la que fue estudiante durante los años
académicos de 1926-1927 y 1927-1928. En consecuencia, cuando él dice que “Ese año, 1923” se reunió con
amigos en París, como que confundió las fechas.
233
No fue en 1923 sino después del 14 de julio de 1924 o bien a partir de 1926 cuando él ya era estudiante en
La Sorbona.
234
Entre los amigos se encontraban Alejo Carpentier (Cuba) y Arturo Uslar Pietri (Venezuela). Véase: Batres
Villagrán, Ariel; Miguel Ángel Asturias: comentario y prólogo para Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar
Pietri. 8 de junio de 2010 http://www.monografias.com/trabajos-pdf4/asturias-comentario-prologo-lanzas-
coloradas/asturias-comentario-prologo-lanzas-coloradas;
17 de mayo de 2010
http://www.letralia.com/232/articulo01.htm;
26 de mayo de 2010
ASTURIAS Y LAS LANZAS COLORADAS aporte de Ariel Batres

Monografias.com

como Juan Vicente Gómez, 235 yo tenía que oponer el mío, y como una pizarra limpia, sobre la
negrura fueron apareciendo, escritas con tiza de memoria blanca, historias que desde niño
había vivido, en ese vivir que va dejando memoria de las cosas, relatos contados en voz baja,
después de cerrar todas las puertas. Mis «Mendigos Políticos», que vinieron a ser el primer capí
—135? tulo de mi novela, la primera novela que yo escribía, El Señor Presidente, ya no estaban
solos, el destino de las cosas, dejaban de ser un cuento y se completaban con los relatos que yo
refería en las mesas de los cafés parisienses. En la producción literaria, parece mentira, pero el
azar juega un papel importante. Es así como nace El Señor Presidente, hablado, no escrito. Y
como al decirlo me oía, no quedaba satisfecho hasta que me sonaba bien, y tantas veces lo
hacía, para que cada vez se oyera mejor, que llegué a saber capítulos enteros de memoria. No
fue escrito, al principio, sino hablado. Y esto es importante subrayarlo. Fue deletreado. Era la
época del renacer de la palabra, como medio de expresión y de acción mágica. 236 Ciertas
palabras. Ciertos sonidos. Hasta producir el encantamiento, el estado hipnótico, el transe. Del
dicho al hecho, dice el proverbio, hay un gran trecho. Pero es mayor la distancia que separa el
dicho de lo escrito. Hablado, contado, el material de la novela, que sufría constantes cambios,
había que estabilizarlo. Pero, cómo acostumbrar al sonido a quedar preso de la letra. Cómo dar
permanencia, sin sacrificar su dinámica emocional, hija de la palabra dicha, a lo que una vez
escrito, palidecía, bajaba de tono. Eso pasa con las obras que se llevan mucho tiempo en la
imaginación y la lengua. Terminan por no poderse escribir, pues siempre, al escribirlas,
sentiremos que las traicionamos.
Luego, el problema del idioma: hablado, bien, era mi idioma, pero escrito, ¿alcanzaría a
expresar lo que yo quería? Dentro de la lengua española hay una forma castellana o muy
española de decir las cosas, así como hay una forma mexicana, argentina, y lo que yo buscaba
era la forma guatemalteca, sin hacer literatura criolla. Sin titubeos, conociendo el pasado
literario de mi país, acudí a los autores de más renombre. ¿Cómo habían hecho para ser fieles,
en la altura de lo imponderable, a lo guatemalteco, sin parcelar la lengua? Realizaba en ese
entonces mis estudios de religiones precolombinas, —y eso mantenía frescas mis posibilidades
235
El venezolano Juan Vicente Gómez (1857- 1935) gobernó dictatorialmente su país de 1908 a 1935.
236
Sobre la época en que fue recitado y luego escrito, véase del novelista venezolano: Uslar Pietri, Arturo;
“Yo asistí al nacimiento de El Señor Presidente”. En: Asturias, Miguel Ángel; El Señor Presidente. Miguel
Ángel Asturias, edición crítica. Op. Cit., páginas 509 a 514. El primer párrafo del testimonio emitido por el
amigo personal de Asturias desde los años veinte del siglo pasado, en París, dice: “Yo asistí al nacimiento de
este libro. Viví sumergido dentro de la irrespirable atmósfera de su condensación. Entré en muchas formas,
dentro del delirio mágico que le dio formas cambiantes y alucinatorias. Lo vi pasar, por fragmentos, de la
conversación al recitativo, al encantamiento y a la escritura. Formó parte irreal de una realidad en la que viví
durante años sin saber muy bien por dónde navegaba.”

Monografias.com

para manejar las dos realidades, la real y la del sueño, ya que el indio es realista en el detalle,
pero, ese realismo lo sumerge luego en una especie de sueño— imaginación que le da la
posibilidad de los dos tiempos: el histórico y el mitológico, o sea un tiempo de distinto ritmo
que el histórico, tiempo de sueño. Hubo, pues, una inserción de lo que llamaríamos un
comportamiento mitológico en el texto, y esto me lleva a plantear el problema que, para mí, en
sí encarna El Señor Presidente, como mito.
4. — El Señor Presidente, como mito
En general, los que últimamente se han ocupado de lo relacionado con el mito y la
literatura actual, convienen en que la novela ha tomado, en las sociedades modernas, el lugar
que ocupaba la recita —136? ción de los mitos en las sociedades primitivas. En este sentido y
apartándonos de todo juicio literario, no es aventurado decir que El Señor Presidente debe ser
considerado en las que podrían llamarse narraciones mitológicas. Hay la novela, literariamente
hablando, hay la denuncia política, pero en el fondo de todo existe, vive, en la forma de un
Presidente de República latinoamericana, una concepción de la fuerza ancestral, fabulosa y sólo
aparentemente de nuestro tiempo. Es el hombre—mito, el ser-superior (porque es eso, aunque
no querramos), el que llena las funciones del jefe tribal en las sociedades primitivas, ungido por
poderes sacros, invisible como Dios, pues entre menos corporal aparezca más mitológico se le
considerará. La fascinación que ejerce en todos, aun en sus enemigos, el halo de ser
sobrenatural que lo rodea, todo concurre a la reactualización de lo fabuloso, fuera de un
tiempo cronológico. ¿Será ésta la última esencia de El Señor Presidente, el que en verdad sea un
mito, la supervivencia de un gran mito inicial, cuyo peso aun mantiene, en ciertos países, el
dominio semi-religioso, con sus fanáticos adeptos y sus réprobos encarcelados en infiernos
inenarrables? ¿No alcanzan estos Señores Presidentes altura de seres sobrenaturales? 237 ¿No
son realidades terribles, tremendas, pero al mismo tiempo algo así como castigos religiosos y
como tales, seres fuera de la realidad? ¿Y alrededor de ellos, de estos Señores Presidentes, no se
237
Tan lo son que hasta los muertos votan por ellos en la farsa de las elecciones, como se hacía en tiempos de
Estrada Cabrera, quien “logró” en su segunda reelección obtener más votos que habitantes existían en
Guatemala. Asturias leyó en un periódico francés, que se proponía una ley para autorizar un voto por cada
hijo que tuviera el ciudadano galo, lo cual trasladado a Guatemala podría resultar satírico, al señalar en un
artículo publicado el 5 de junio de 1929 que: “El lado malo de la cuestión, con esta gran sonrisa de los niños,
nos entusiasma, ya en todo caso es mejor que la intervención de los muertos que ahora se estila en las
elecciones, y que resulta fúnebre.” Véase: Batres Villagrán, Ariel; Votos por hijos. 27 de agosto de 2011
http://diariodelgallo.wordpress.com/2011/08/27/votos-por-hijos-de-miguel-angel-asturias-cortesia-ariel-
batres/

Monografias.com

va creando una especie de rito que implica el culto a la personalidad, como se dice ahora,
aunque en verdad no es a la personalidad presente, sino a lo que ella, como fuerza ancestral,
representa?
Pero entreveo la objeción. Eso de mitos y mitologías son cosas antiguas que nada
tienen que ver con nuestra vida actual, tan adelantada en todos los órdenes. En cierto sentido
cabría la objeción. Porque, en verdad, lo que ha sucedido es que a los mitos, mejor dicho a las
formas de mitos antiguos, anteriores a nuestros tiempos, han sucedido esos mismos mitos con
otras envolturas, como expresiones actuales. Y es por eso que el mito debe ser considerado
como algo viviente, actual, ante el cual hay que inclinarse y contra el cual, por los tabús que lo
defienden, no se puede nada. Esta es la atmósfera de El Señor Presidente, el omnipresente, el
mito, el todopoderoso, no solamente como expresión política, esto viene a ser secundario, sino
como manifestación de una fuerza primitiva, y como supervivencia, en el mundo actual, de
esos resabios de las sociedades más arcaicas.
Aquí creo que tocamos el punto, la clave. Los «Señores Presidentes» de nuestros países,
como mitos, mitos en sí, pero sobre todo como seres que no hacen sino mantener lo sagrado
de la autoridad, lo primordial del mundo en cuanto a ser temidos y al mismo tiempo
dispensadores de todos los favores a sus creyentes, ya que en esos —137? sistemas, apurando
los extremos, como en los sistemas religiosos, se es o no se es creyente, se cree en el Señor
Presidente o no se cree, y en este último caso, el que osa, se convierte en réprobo. Lejos de mí,
desde luego, buscar alguna justificación en el mito a través de los elementos que nos
proporciona El Señor Presidente, en esa fuerza ancestral, en esa fuerza primigenia. Buscar por
aquí las raíces de estos regímenes de terror y de sangre, y desenraizarlos.
¿Y qué diríamos, si pensáramos que las grandes, las interminables dictaduras, se han
dado en América Latina, en países de mitos? ¿No pueden considerarse como una transposición
del mito religioso al mito político? ¿Y ahora mismo, en nuestros días, no juegan los mitos, la
magia, lo sacro, un papel decisivo, en el caso de Papa Doc, el feroz dictador de Haití? 238
El Señor Presidente, no es una historia inventada, no es fantasía de novelista; se rodeó, en
los últimos tiempos de su gobierno, de brujos indígenas traídos de los lugares de más fama en
el campo de la magia. En uno de los últimos capítulos, en el capítulo XXXVII, asistimos al
baile de Tohil. Tohil, la divinidad indígena maya-quiché que exigía sacrificios humanos. ¿Qué
238
Se refiere al médico y político haitiano, François Duvalier (1907-1971), presidente constitucional de Haití
a partir de 1957; en 1961 fue reelegido por seis años más, pero se autoproclamó vitalicio en 1964, al igual que
Rafael Carrera en Guatemala durante el siglo XIX. Tras su muerte, su hijo Jean-Claude Duvalier asumió el
poder.

Monografias.com

otra cosa exigía el Señor Presidente? Sacrificios humanos. No eran ejecuciones, sino sacrificios,
y no queráis 239 llevar esto a la inmensa pantalla mundial de la dictadura hitleriana.
Y el Pelele, en el capítul

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter