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La nueva normalidad: economía desigual, pobreza, exclusión social y marginalidad (Parte II)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3

Monografía destacada

    Anexo del Paper – La nueva normalidad: una economía desigual, dominada por la pobreza, la exclusión social y la marginalidadInformación complementaria

    Del Paper – "Crecimiento vs. Desigualdad": ¿un falso debate? (Parte II), publicado el 15/11/15

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    Fuente: Informe publicado el 2/10/14 por el banco Julius Baer

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    Del Paper – La era de la desigualdad (¿consecuencia directa del "imperialismo monetario"?) – Parte I, publicado el 15/12/14

    – Un largo viaje a ninguna parte: Gráficos, comentarios e Informes

    – Informe mundial sobre Salarios – OIT – 2010/2011

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    Nota: Observamos que, en 2008, el índice de precios al consumidor, que abarca a todos los consumidores urbanos (IPC-U), aumentó con relativa rapidez durante la primera parte del año, lo cual desgasta el poder adquisitivo de los salarios en ese periodo. La caída en los precios al consumidor durante la última parte de 2008 dio posteriormente impulso a los ingresos reales (a pesar de que los ingresos nominales aumentaron sólo modestamente), lo cual explica por qué el nivel promedio de los salarios reales fue mayor en 2009 que en 2008.

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    Nota: En general, las semanas laborales más cortas parecen haber desempeñado un papel importante en amortiguar el crecimiento de los salarios en países desarrollados. El gráfico muestra que el promedio de horas trabajadas o pagadas por semana disminuyó entre 2007 y 2009 en casi todos los países donde estos datos estaban disponibles. Ello ocurrió ya sea como resultado de acuerdos a nivel de empresa, como en los Estados Unidos, donde la disminución en los ingresos semanales entre febrero de 2009 y febrero de 2010 fue resultado tanto de la caída en los salarios por hora como de menos horas de trabajo, o fue una medida dentro de esquemas más amplios conocidos como "repartición del trabajo", los cuales promueven una reducción del tiempo de trabajo para evitar despidos, redistribuyendo un volumen reducido de trabajo. En Alemania, por ejemplo, los salarios mensuales reales de todos los trabajadores se redujeron durante tres años consecutivos, incluido el 2009, cuando los salarios mensuales nominales cayeron por primera vez en la historia del país después de la guerra. Sin embargo, esta caída se debió principalmente a una reducción en las horas de trabajo para preservar el empleo. La restricción de la muestra a trabajadores de tiempo completo indica un crecimiento de los salarios mensuales reales en Alemania de 0 por ciento en 2008 y 0,8 por ciento en 2009.

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    Nota: El cuadro muestra que los salarios mundiales promedio aumentaron casi una cuarta parte durante ese período. En los países avanzados, los salarios reales aumentaron sólo 5 por ciento en términos reales durante toda la década, lo que refleja un período de moderación salarial.

    – Informe mundial sobre Salarios – OIT – 2012/2013

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    Nota: Tras un período de crecimiento económico robusto a principios del siglo XXI, la economía mundial se contrajo en 2009 como resultado de la crisis financiera y económica mundial. El impacto de la crisis se ha sentido en forma muy diversa alrededor del mundo. En el grupo de países más avanzados, 2009 se llamó el año de la "Gran Recesión", el revés económico más severo desde la "Gran Depresión" de los años 30.

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    Nota: El desempleo mundial aumentó en 27 millones desde el inicio de la crisis, llevando el número total a cerca de 200 millones o 6 por ciento de la fuerza de trabajo mundial. Tal vez la preocupación más seria se refiere al desempleo juvenil, el cual ha llegado a proporciones alarmantes. La OIT estima que en 2011 el desempleo afectó 75 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años a nivel mundial, representando más de 12 por ciento de todos los jóvenes. Muchos más no aparecen en las estadísticas de desempleo porque se desilusionaron al punto que dejaron de buscar trabajo.

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    Nota: El cuadro adopta una visión de más largo plazo y muestra el aumento acumulado de los salarios promedio reales desde el año 2000. Vemos que entre 2000 y 2011 los salarios promedio mensuales reales a nivel mundial aumentaron cerca de un cuarto, pero las diferencias entre regiones son claras.

    En las economías desarrolladas los salarios promedio sufrieron una doble recaída: cayeron en 2008 y nuevamente en 2011.

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    Nota: Las zonas sombreadas son zonas que han registrado retrocesos de la actividad económica.

    Una publicación de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, por ejemplo, indica que la brecha entre productividad laboral por hora y el aumento en la retribución por hora ha resultado en una menor participación del trabajo en Estados Unidos (Fleck, Glaser y Sprague, 2011). Desde 1980 la productividad laboral por hora en el sector empresarial no agrícola aumentó 90 por ciento, mientras que la compensación real por hora aumentó 26,7 por ciento, una cifra mucho menor.

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    Nota: Otro ejemplo es Alemania, donde la productividad laboral (definida como el valor agregado por ocupado) aumentó en casi un cuarto (22,6 por ciento) durante las dos últimas décadas, mientras que los salarios mensuales reales permanecieron estables durante el mismo período. De hecho, entre 2003 y 2011 cayeron por debajo del nivel visto a mediados de los años 1990.

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    Nota: La caída de los salarios mensuales se atribuye en parte a una marcada reducción en el tiempo de trabajo por mes, desde 122,7 horas en 1991 hasta 110,7 horas en 2011, a medida que el número de trabajadores a tiempo parcial y formas atípicas de empleo, tales como los así llamados "miniempleos", aumentaron sustantivamente.

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    Nota: Dado que algunas de las economías grandes, inclusive Estados Unidos, Alemania y Japón, han visto rezagado el crecimiento de los salarios en relación al aumento en la productividad, nuestro informe considera que en las economías desarrolladas en su conjunto la productividad laboral promedio ha sobrepasado el crecimiento de los salarios promedio reales. Sobre la base de los datos de 36 países, estimamos que desde 1999 la productividad laboral promedio aumentó en más de dos veces los salarios promedio en las economías desarrolladas.

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    Nota: El gráfico ofrece una ilustración de los "sospechosos habituales": cambios tecnológicos, globalización, mercados financieros, instituciones del mercado de trabajo y la declinación en el poder de negociación de los trabajadores. En nuestra ilustración, los círculos para los cambios tecnológicos, globalización y mercados financieros se superponen, reflejando las dificultades para distinguir entre estos fenómenos tanto a nivel conceptual como empírico. La estructura del diagrama indica, además, que el poder de negociación de los trabajadores deriva directamente de las instituciones del mercado laboral (particularmente la existencia y fuerza de los sindicatos) pero es también influenciada por la globalización y los mercados financieros, los cuales permiten mayores opciones para la inversión en activos financieros además de en activos reales, tanto a nivel nacional como en el extranjero. De hecho, mientras gran parte de la evidencia se ha centrado en el papel de la globalización y especialmente la tecnología, muchos estudios han pasado por alto los efectos potenciales de los mercados financieros y la reducción de las instituciones sociales y del trabajo.

    La globalización de los mercados financieros y la "financiarización", definida como el papel creciente de los motivos financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en la operación de las economías nacionales e internacionales se han incluido solo más recientemente en esta ecuación. Un informe del IIEL identificó la integración internacional de los mercados financieros como un importante motor de la declinación en la participación de los salarios, al menos en las economías avanzadas.

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    Nota: El gráfico 38(a) muestra que, en el caso de las economías avanzadas, todos los factores contribuyeron a la caída en la participación del trabajo en la renta a lo largo del tiempo, jugando la financiarización mundial el papel más preponderante. Estas estimaciones significan que, en términos de contribución relativa, la financiarización mundial contribuye 46 por ciento de la caída en la participación del trabajo en la renta, en comparación a contribuciones de 19 por ciento de la globalización, 10 por ciento de la tecnología y 25 por ciento de los cambios en dos variables institucionales amplios: el consumo público y la densidad sindical. Estos resultados abren la posibilidad de que el impacto de las finanzas se podría haber subestimado en muchos de los estudios anteriores y sugieren que pasar por alto el papel de los mercados financieros podría tener implicancias serias para nuestra comprensión de las causas de las tendencias en la participación del trabajo en la renta.

    En el caso de las economías en desarrollo, el gráfico 38(b) ilustra el impacto positivo de la tecnología sobre la participación del trabajo, lo cual se podría posiblemente explicar mediante un efecto de "ponerse al día" del crecimiento económico, la contracción de los mercados laborales y el agotamiento del exceso de oferta laboral. Este efecto de la tecnología compensa parcialmente los efectos adversos de la financiarización, la globalización y la reducción del estado de bienestar. No obstante, tal como fue el caso con la descomposición para las economías avanzadas, la financiarización se destaca como el factor más adverso en términos de explicar la declinación en la participación del trabajo en la renta entre las economías del mundo en desarrollo que se incluyen en la muestra.

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    Nota: La demanda agregada es la suma del consumo de los hogares, inversión del sector privado, exportaciones netas y el consumo público. El mecanismo económico ilustrado en el gráfico indica que un desplazamiento entre los dos componentes de la distribución funcional del ingreso (participación del trabajo y del capital) afecta los principales elementos de la demanda agregada y, en última instancia, estos cambios afectan el crecimiento del ingreso nacional en un proceso dinámico.

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    Nota: El cuadro ilustra el hallazgo que una declinación de 1 por ciento en la participación del trabajo se ha asociado sistemáticamente a una menor participación del consumo privado en relación al PIB en todos los 15 países, además de la eurozona como conjunto. Inversamente, una participación del trabajo 1 por ciento más baja se asoció a una mayor participación de las exportaciones netas en todos los países, especialmente China (según se destaca mediante las dos flechas ascendentes) que ha seguido muy explícitamente una estrategia de crecimiento liderada por la exportación. El vínculo entre la participación del trabajo y la inversión es menos claro. Una participación del trabajo 1 por ciento más baja se asoció a tasas más altas de inversión en el PIB en nueve países, así como en el grupo de la eurozona, pero no tuvo efecto perceptible sobre la inversión en cinco economías emergentes y en Estados Unidos.

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    Nota: En años recientes, muchos países han implementado estrategias de crecimiento impulsadas por la exportación en base a bajos costos laborales unitarios. En Alemania, miembro de la eurozona que no puede devaluar su moneda unilateralmente, los excedentes de exportación se potenciaron mediante la baja inflación y la declinación en los costos laborales reales unitarios en relación a otros países de la eurozona.

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    Nota: En algunos de los principales "motores de la demanda" en el mundo, el auge en el consumo desde el cambio de siglo se basó en un crecimiento vertiginoso del endeudamiento de los hogares más que en el alza de los salarios. En Estados Unidos en particular, el fuerte crecimiento en el consumo de cara al estancamiento de la mediana salarial fue posible solamente mediante el consumo financiado por el endeudamiento y el basado en la riqueza. El gráfico plantea que los déficits en cuenta corriente se asocian al mayor endeudamiento de los hogares en una selección de economías avanzadas que comparten el acceso fácil a los mercados de crédito, lo cual es indicativo de cómo la financiarización ha contribuido a los desequilibrios externos al canalizar recursos hacia el endeudamiento de los hogares para la demanda del consumo.

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    Nota: El gráfico A1 presenta los resultados de simular el impacto de una caída de 1 por ciento en la participación del trabajo en la renta sobre cada uno de los componentes de la demanda agregada. En comparación a la inversión y las exportaciones netas, la respuesta del consumo privado de productos nacionales es negativa y sustancial en todas las unidades económicas: en este caso no es posible distinguir entre economías desarrolladas y en desarrollo ya que todas parecen sufrir pérdidas de magnitud similar.

    Mientras cae el consumo, la inversión es afectada positivamente por una declinación en la participación del trabajo en la renta en todas salvo seis unidades económicas y, en estas, el efecto es distinto a cero pero no significativo.

    En el caso de las exportaciones netas, el gráfico A1(c) muestra que una caída de 1 por ciento en la participación del trabajo en la renta induce un aumento en exportaciones netas en todos los países. Es importante observar que en el caso de las exportaciones netas la magnitud se estima con un compuesto de elasticidades que dependen de los precios relativos de las exportaciones e importaciones, el grado de apertura de la economía y la elasticidad de los precios a nivel nacional.

    Las estimaciones presentadas en el gráfico A1 son informativas: para la mayoría de las economías consideradas, el impacto de disminuir la participación del trabajo en la renta (digamos, reduciendo los salarios por debajo de la productividad promedio para ganar en competitividad) probablemente tendría un efecto tan negativo sobre el consumo doméstico(bienes y servicios comercializados a nivel nacional) que requeriría de una respuesta masiva en forma de inversión nacional y exportaciones netas para compensar el efecto adverso sobre la demanda agregada.

    – Informe Tendencias Mundiales del Empleo – OIT – Enero 2013

    Parte 3 del Informe (en inglés). Regional economic and labour market developments

    Developed Economies and European Union

    Unemployment has started to become entrenched and further job destruction threatens

    Macroeconomic conditions deteriorated in 2012 in much of the Developed Economies region, substantially increasing uncertainty to the outlook. Spillovers of the Euro area economic woes to the rest of the Developed Economies region and the global economy are becoming increasingly visible.

    The loss in risk appetite of investors in Europe is spreading more widely, also affecting economies in other countries in the region. As recessionary conditions spread throughout the region, unemployment rates are expected to go up again after having receded since their peak in 2010 (see Table 1). Indeed, the regional unemployment rate is expected to remain elevated throughout 2013 and to slowly decline only from next year onward, mainly thanks to improving labour market conditions outside the Euro area. Overall, unemployment rates will remain almost 2 percentage points higher than before the crisis over the entire forecast horizon.

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    Recessionary conditions have significantly reduced job creation rates; thereby lowering chances for job-seekers to return to employment quickly (see Figure 15). As a consequence the average duration of unemployment has increased with some 33.6 per cent of all job-seekers in the Developed Economies and European Union region being unemployed for 12 months or longer, up from 28.5 per cent prior to the crisis. The incidence of long-term unemployment is 31.3 per cent in the United States and 39.4 per cent in Japan. Overall, with the onset of the crisis, unemployment outflows have decreased by 33 per cent and remained broadly at that lower level for most of the region. At the same time, worker inflows into unemployment have experienced an upward trend since the beginning of the crisis. The simultaneous drop in unemployment outflows and jump in job destruction rates magnified problems of joblessness in developed economies. At the same time, gross labour market turnover -the sum of job creation and destruction in a given period- has been trending downwards over the last three decades and is now 7 per cent below the region"s turnover rate after the recession in the early 2000s. This bodes ill for faster labour market adjustment, thereby preventing a faster employment recovery. At the same time, as unemployment duration lengthens, job-seekers lose their skills and competences and will find it more and more difficult to get an alternative job opportunity. An increasing number have dropped out from the labour market altogether or returning to non-market activities. In OECD countries as a whole, for instance, the share of discouraged workers in the total labour force increased by 50 per cent between 2007 and 2011, whereas the increase in discouragement among youth in these countries was almost twofold.

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    The problem of an increasing detachment from the labour market is particularly severe among younger people who have been particularly hard hit by the crisis. In the Developed Economies region, youth unemployment rates have deteriorated substantially with the crisis and not shown signs of improvements since. As recessionary conditions have taken hold of most European countries again, youth unemployment has further increased, reaching more than 50 per cent of young active people in countries such as Greece and Spain and more than 22 per cent in the Euro area overall. So far, only Austria, Germany and Switzerland have managed to keep youth unemployment low, in some cases even lower than prior to the crisis but even there, the slowdown in economic activity has started to push up youth unemployment (Austria, Switzerland) or prevented it from falling further (Germany). Some young people have started to return to or prolong education, to acquire new skills in order to improve their future labour market chances (Barrow and Davis, 2012). Others have dropped out completely or are increasingly frustrated in their job search without, nevertheless, returning to the education system. This group of young people that is neither in employment, education nor training (NEET) has grown since the crisis, in particular among European crisis countries, and is expected to increase further as recessionary conditions continue to prevail in the Euro area (see Figure 16).

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    More than among the adult population, rising and more persistent unemployment for young people has fuelled their inactivity rates. The rapid and substantial increase in youth unemployment in some advanced economies has significantly lengthened the average duration of unemployment even for younger cohorts, a situation without precedence. As a consequence, youth participation rates have dropped in advanced economies by more than could have been expected on the basis of precrisis trends (see Figure 17). As the prospects of finding a job are dim and not all countries offer second-chance education opportunities or activation measures targeted at young job-seekers, fewer young people decide to search actively for a job, waiting for economic conditions to improve before returning to the labour market. This is likely to hamper their future chances for employment further, as essential skills for job search and employment are lost or not sufficiently acquired. Indeed, existing studies point to the particularly harmful effect of unemployment and inactivity early in a person"s career. Important job experience is not being gained and might be difficult to acquire when a young person eventually finds employment later on. As a consequence, as the crisis continues, young unemployed, once they eventually become employed, will be less productive, earn lower wages and have fewer stable employment opportunities. Existing evidence already points to a loss of at least 1 per cent of GDP among European countries due to the higher youth unemployment in the European Union (Eurofound, 2012).

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    Nevertheless, a closer look at job creation dynamics around boom–bust periods reveals a more general pattern of sluggish employment growth, irrespective of any specific sectorial pattern or labour market mismatch. Indeed, when analyzing the effect of growth on job creation around the time of banking crises, large drops in employment during banking recessions can be detected alongside more sluggish employment growth immediately afterwards (see Figure 21). This pattern of an L-shaped evolution of employment following a banking crisis contrasts with a more pronounced recovery of employment after a business cycle downturn that was not induced by foul credits and liquidity-constrained banks. Indeed, job creation falls more than four times faster when a recession follows a banking crisis than during normal business cycle downturns. In contrast, employment creation does not react at all -or only very weakly- to growth in the recovery period following such a banking crisis.

    Differences in the responsiveness of job creation to growth of this magnitude cannot be explained by sectorial or occupational shifts alone. Instead, downturns induced by banking crises come with strong cleansing effects whereby over-investment and misallocation induced by excessive leveraging prior to the crisis wipe out large parts of the economy. As a consequence, credit constraints worsen during a financial market crisis and depress the employment recovery for some time. In addition, persistent problems of the financial sector to restore sustainable balance sheets during such downturns also affect monetary policy transmission mechanism. This will affect financing conditions in particular for small and medium-size enterprises where many jobs originate. Despite record low refinancing rates for banks, both short- and long-term interest rates for corporations are sizeable, in particular in countries where sovereign debt risk spills over to the private credit market. Even companies that have sufficient own funds to invest are reluctant to enter any longer term commitments. Job creation is further impaired by the fact that banking-related crises require firms to build up new collateral to finance their activities, which is easier done through physical investment rather than through new hires (Calvo et al., 2012). This liquidity-hoarding is one of the major reasons for low investment and employment growth in developed economies and explains why job creation has been so slow despite large slack on labour markets and rapidly falling hiring costs in many advanced economies.

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    Box 5. Why do some asset price bubbles have worse effects on output and employment than others?

    Financial globalization has brought about more frequent financial asset price bubbles. Whereas the post-war period was mostly immune from asset price bubbles in the Developed Economies region, deregulation of the banking sector in the 1980s in the United States led to the savings and loans crisis in 1989. Similarly, the opening of the capital account pushed Scandinavian countries through a real-estate and asset price boom in the early 1990s. Periods of rapid increases and declines of asset prices became more frequent with the real estate bubble in Japan at the end of the 1980s, strong housing price swings in France and Switzerland at the turn of the 1990s and the IT bubble at the turn of the 2000s in several countries of the Developed Economies and European Union region. More recently, the United States housing bubble burst in 2007-08, while European economies are currently experiencing a sovereign debt crisis (Brunnermeier and Oehmke, 2012).

    Not all asset pricing bubbles have the same impact on the real economy, however. For instance, the stock market crash in 1987 and the crash of the IT bubble in 2001 had very little direct negative impact on GDP. In contrast, the stock and housing market bubbles have triggered long-lasting periods of economic recession and stagnation in Japan over the 1990s and in the USA and other advanced economies since 2008.

    Existing evidence shows that besides the wealth effect of higher asset prices on consumption and investment decisions, it is primarily the severity of credit constraints that explains differences in crisis impacts. Indeed, as banks screen the credit worthiness of borrowers they take their clients" income or wealth as collateral. Asset price bubbles affect the credit constraints through the value of the collateral. Kiyotaki and Moore (1997) describe the interaction between credit rationing and asset pricing bubbles for firms. A similar analysis can be made when the collateral takes the form of real estate (Iacoviello, 2005).

    To illustrate the importance of the credit channel for explaining differences in the impact of asset price bubbles, a medium-scale semi-structural macroeconomic model is used by the ILO for the estimates in this box. This model takes into account the main characteristics of modern economies. The financial sector is made of commercial banks and traders. Banks make decisions regarding loan application according to the collateral of borrowers. The collateral of borrowing firms takes the form of equities. Traders" expectations are subject to opinion dynamics and may lead to bubbles when the same beliefs are shared by a sufficient number of traders. The real sector is composed of workers and firms. Workers receive labour income depending on wages and the level employment, while firms form investment decisions based on the profit rate. Lastly, fiscal authorities engage in public spending either to limit the level of debt or to sustain economic activity, while monetary authorities set the interest to stabilize the inflation gap and the output gap. The model is calibrated to mimic characteristics of the United States economy. Consumption accounts for 70 per cent of GDP, while the share of investment is 12 per cent of GDP at the steady state. On the income side, the labour share of income accounts for 77 per cent of GDP. Population growth at the rate of 1 per cent annually and the real annual interest rate is 2 per cent. Public spending amounts to 18 per cent of GDP while the public debt to GDP ratio is close to 50 per cent.

    The impact of asset price bubbles on output and employment is compared under two scenarios, assuming a 1 per cent increase in the value of equities. The simulated path of output is then recalibrated to match the magnitude of output swings during the past two recessions in the United States (see figure B5.1).

    In the first scenario (Panel A), credit rationing is less severe and banks are more accommodative. In the second scenario (Panel B), credit rationing by banks is severe and credit decisions are highly sensitive to the value of the stock market, which is used as collateral by banks.

    In Figure B5.1, an increase in stock prices is associated with increased employment instability when credit decisions depend more heavily on the value of the stock market (Panel A vs. Panel B). Economic instability takes the form of amplified output fluctuations. The standard deviation of employment is 20 per cent lower under scenario 1 (panel A) than under scenario 2 (panel B). Under scenario 1, employment reaches a peak after 3 years. When the economy unfolds, employment reaches a through after 7 years. In Panel A, the transmission channel between asset pricing bubble and credit is weaker reducing the degree of employment instability. These implied elasticities by the two scenarios are in line with the estimations of Gilchrist et al. (2005) using a VAR model for the United States.

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    New sources of employment growth

    The sluggish recovery in much of the Developed Economies region following the financial crisis and the double dip in the Euro area have led to a substantial increase in trend unemployment rates in the region (see Figure 22). This implies that higher unemployment might already have become persistent, at least in certain countries of the region. In particular European countries in the Baltics and the Mediterranean have suffered from a strong and potentially lasting increase in their underlying unemployment rate, preventing a stronger employment recovery. Together with the increase in unemployment duration this rise in trend unemployment will pose serious challenges to policy-makers in finding the proper activation measures. On the one hand, higher trend unemployment has reduced the production potential, which further depresses a level of activity that is already below its medium-term sustainable growth rate (Ho and Yetman, 2012). This will feed into a self-sustaining slow-growth path of economic expansion whereby low activity and weak employment hold each other down. In addition, the decline in the efficiency of labour market matching in reaction to structural adjustment caused by the financial crisis will exacerbate problems for faster employment growth and further reduce the effectiveness of policy interventions that aim at stimulating the recovery.

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    Del Paper – La era de la desigualdad (¿consecuencia directa del "imperialismo monetario"?) – Parte III, publicado el 15/2/15

    – Informes de organismos internacionales – Primer trimestre del año 2014 (Selección de párrafos, tablas y cuadros, vinculados con la desigualdad de ingresos)

    – Informe de OXFAM – Gobernar para las élites – Secuestro democrático y desigualdad económica – 20 de enero de 2014

    Dada la magnitud del incremento de la concentración de la riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación política suponen una tendencia grave y preocupante. Por ejemplo:

    • Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.

    • La riqueza del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la población mundial.

    • La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.

    • Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.

    • El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.

    • En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más.

    Esta masiva concentración de los recursos económicos en manos de unos pocos supone una gran amenaza para los sistemas políticos y económicos inclusivos. El poder económico y político está separando cada vez más a las personas, en lugar de hacer que avancen juntas, de modo que es inevitable que se intensifiquen las tensiones sociales y aumente el riesgo de ruptura social.

    El aumento de la concentración de los ingresos y la riqueza en manos de unos pocos

    El último cuarto de siglo ha sido testigo del aumento de la concentración de la riqueza en manos de un menor número de personas. Este fenómeno mundial es la causa de la situación actual, en la que el 1% de las familias del mundo posee casi la mitad (el 46%) de la riqueza mundial. Por su parte, la riqueza de la mitad más pobre de la población es menor que la de las 85 personas más ricas del mundo.

    Durante el pasado año, 210 personas se han incorporado al selecto club de los multimillonarios que superan los mil millones de fortuna, formado por 1.426 personas cuya riqueza conjunta asciende a 5,4 billones de dólares. Los beneficios empresariales, los salarios de los directores y las transacciones bursátiles baten récords cada día, y no parece que vayan a reducirse. Durante la redacción del presente informe, el índice industrial Dow Jones alcanzó el punto más alto de sus 117 años de historia. La riqueza del 1% más rico de la población mundial asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que la de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población.

    Habida cuenta de la reciente crisis financiera mundial, esta tendencia podría parecer sorprendente. Sin embargo, aunque debido a la crisis el porcentaje de la riqueza en manos de los más acaudalados descendió temporalmente, lo cierto es que ya se han recuperado e incluso han aumentado ese porcentaje. En Estados Unidos, el 1% más rico de la población ha acaparado el 95% del crecimiento económico posterior a la crisis financiera entre 2009 y 2011, mientras que el 90% con menos recursos se ha empobrecido en este período. La Gran Recesión de 2008 no ha cambiado la tendencia hacia la concentración de la renta: la participación en la renta nacional estadounidense en manos del 10% más rico de la población se mantiene en el 50,4% (el porcentaje más elevado desde la Primera Guerra Mundial). Si el porcentaje de ingresos que acapara el 1% más rico de la población se hubiese mantenido desde 1980, el resto de los estadounidenses habrían tenido a su disposición 6.000 dólares adicionales por persona en 2012.

    Las élites mundiales son cada vez más ricas y, sin embargo, la mayor parte de la población mundial se ha visto excluida de esta prosperidad. Así, mientras las acciones y beneficios de las empresas alcanzan nuevos récords, los salarios como porcentaje del producto interior bruto (PIB) se han estancado. El hecho de que la fortuna conjunta de las 10 personas más ricas de Europa supere el coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la Unión Europea entre 2008 y 2010 (217.000 millones de euros frente a 200.000 millones de euros) nos da una idea de la magnitud de la concentración de la riqueza. Además, las políticas de austeridad posteriores a la recuperación están perjudicando en mayor medida a las personas pobres, pero enriqueciendo a las ricas. La austeridad también está teniendo un impacto sin precedentes en las clases medias.

    En muchos países, la población adinerada se aleja cada vez más del resto en términos de riqueza. La base de datos de los ingresos más elevados del mundo (The World Top Incomes Database) abarca 26 países, con información sobre el porcentaje de ingresos antes de impuestos que va a manos del 1% más rico de la población desde la década de 1980 (gráfico 1.1). En todos los países excepto dos (Colombia y los Países Bajos), el porcentaje del total de ingresos que está en manos del percentil más rico ha aumentado (y en Colombia se ha mantenido en torno al 20%). El 1% más rico de la población de China, Portugal y Estados Unidos ha más que duplicado su participación en la renta nacional desde 1980, y la situación está empeorando. Incluso en países más igualitarios como Suecia y Noruega, la participación en la renta del 1% más rico de la población se ha incrementado en más del 50% (gráfico 1.2).

    Es probable que, en realidad, la concentración de riqueza sea mucho mayor, dado que una considerable cantidad de los ingresos de los más acaudalados se ocultan en paraísos fiscales. Se calcula que hay 18,5 billones de dólares no registrados y en terceros países de baja tributación.

    Apenas hay datos disponibles sobre la participación en la renta nacional en manos de la población más rica en los países en desarrollo. No obstante, existen otros datos que respaldan el argumento de que la desigualdad está aumentando.

    Por ejemplo, entre 1988 y 2008 el coeficiente de Gini aumentó en 58 países (de los que existen datos disponibles). Siete de cada diez personas en todo el mundo viven en países donde la desigualdad se ha incrementado.

    El aumento del nivel de desigualdad también es característico de los países de renta media y población elevada, cuya importancia radica en que es donde vive actualmente la mayor parte de la población pobre del mundo. Antes de la globalización, se trataba de países de renta baja con niveles de desigualdad considerablemente inferiores. Sin embargo, el crecimiento económico les ha situado entre los países de renta media y ha creado una brecha entre ricos y pobres…

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    Actualmente también disponemos de cálculos fiables sobre la distribución de la riqueza (frente a la distribución del ingreso) entre países. Según Credit Suisse, el 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que el 70% más pobre (más de 3.000 millones de adultos) sólo cuenta con el 3%. Puede afirmarse que los multimillonarios más ricos de la actualidad no tienen parangón en la historia. El mexicano Carlos Slim, propietario de grandes monopolios en México y otros lugares, podría pagar los salarios anuales de 440.000 mexicanos con los ingresos que genera su riqueza.

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    No obstante, algunos países están consiguiendo resistirse a esta tendencia mundial. Durante la última década, los países de América Latina han reducido su desigualdad, aunque estos avances deben matizarse, ya que se están produciendo en algunos de los países más desiguales del mundo. Además, la velocidad y la profundidad de la reducción de la desigualdad varían de un país a otro, de modo que es demasiado pronto para hablar de una tendencia real.

    Entre los países miembros del G20, las economías emergentes solían ser las más desiguales (por ejemplo Sudáfrica, Brasil, México, Rusia, Argentina, China y Turquía) mientras que los países desarrollados solían tener menores niveles de desigualdad (Francia, Alemania, Canadá, Italia, y Australia). Sin embargo, incluso esto está cambiando, y en la actualidad los niveles de desigualdad están aumentando en todos los países de renta alta del G20 (a excepción de Corea del Sur), mientras que en Brasil, México y Argentina la desigualdad se está reduciendo.

    La desigualdad preocupa a los ciudadanos

    En la actualidad, los debates sobre la desigualdad y la concentración de los ingresos y la riqueza son uno de los temas más importantes del debate político mundial. Pero no siempre ha sido así. Hace sólo unos años Anne Krueger, entonces Primera Subdirectora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró: "Las personas pobres están desesperadas por mejorar sus condiciones materiales en términos absolutos, en lugar de avanzar en el ámbito de la distribución de los ingresos. Por lo tanto, parece mucho mejor centrarse en el empobrecimiento que en la desigualdad".

    Esta visión ya no es la predominante, ¿qué es lo que ha cambiado el debate? Los datos expuestos en el capítulo anterior son parcialmente responsables de este cambio, además de ir en contra del consenso generalizado sobre la idea de que la prosperidad compartida y el crecimiento inclusivo deberían ser un objetivo de primer orden. Por el contrario, el crecimiento económico parece seguir más bien un modelo en el que "el vencedor se lo lleva todo". Estudios recientes también indican que la desigualdad crónica retrasa el crecimiento económico a largo plazo, y dificulta la reducción de la pobreza.

    Las recientes investigaciones que corroboran el aumento de la desigualdad están influyendo en la opinión pública mundial. El sondeo mundial llevado a cabo por el Pew Research Center Global Attitudes Project indica que el aumento de la desigualdad preocupa a los ciudadanos de todos los continentes. En noviembre de 2013, el Foro Económico Mundial lanzó su informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014, en el que 1.592 miembros de las élites mundiales situaron las crecientes disparidades en materia de ingresos como el segundo mayor riesgo mundial de los próximos 12 a 18 meses.

    Una encuesta encargada recientemente por Oxfam no sólo respalda estas conclusiones, sino que además pone de manifiesto que la mayor parte de la ciudadanía considera que las leyes y normativas están concebidas para favorecer a los ricos. La encuesta, realizada en seis países (España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos), pone de manifiesto que la mayoría de los ciudadanos (ocho de cada diez en España, por ejemplo) considera que las leyes están diseñadas para favorecer a los ricos. Del mismo modo, la mayoría de los ciudadanos estaba de acuerdo con la afirmación de que "los ricos tienen demasiada influencia en el rumbo del país" (gráfico 3).

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    La manipulación del sistema en favor de las élites

    Los mercados no son entes autónomos y espontáneos que funcionan según sus propias leyes naturales. En realidad, son construcciones sociales con leyes establecidas por instituciones y reguladas por gobiernos que deben rendir cuentas ante los participantes en el mercado y los ciudadanos. Cuando existe crecimiento y reducción de la desigualdad es porque las leyes que rigen los mercados actúan en favor de las clases medias y de los colectivos más pobres de la sociedad. Sin embargo, cuando sólo ganan los ricos, es porque las leyes se están empezando a inclinar exclusivamente en favor de sus intereses.

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