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El papel del Estado-nación en el sistema capitalista




Enviado por Antonio Lorca Siero



  1. Resumen
  2. El origen de la cuestión
  3. Los términos de la acción
  4. Las etapas del estado capitalista
  5. El último momento
  6. Para concluir
  7. Bibliografía citada

Resumen

Políticamente se viene hablando de Estado como el titular abstracto del poder soberano que permite la diferenciación de las distintas sociedades, sin llegar a adentrarse en otra realidad más profunda determinante del verdadero poder, en cuanto aquel que dispone de la fuerza suficiente para dirigir la gobernabilidad. Esa realidad llamada capitalismo, que está por todas partes y cuya influencia determina el progreso, se encuentra dirigida por una ideología, cuya finalidad última es la explotación económica de las masas en beneficio de una elite que dice asumir la misión de dinamizar el capital. El viejo Estado-nación, durante mucho tiempo pieza fundamental para el desarrollo capitalista, ha pasado a ser parte de un cortejo instrumental dirigido por el capitalismo, sometido a las directrices del Imperio.

1. El origen de la cuestión

Desde sus inicios con la llegada de la modernidad, la ideología capitalista ha tenido en cuenta dos aspectos a destacar: mantener un panorama de estabilidad en la marcha del capital y garantizar su expansión. Hasta que surge el capitalismo moderno no están asegurados ninguno de los dos, y la razón fundamental es que el modelo político dominante no ofrecía garantías, dado que las sociedades venían organizándose a través de sistemas políticos asentados en la violencia, controlada por la casta de los guerreros. En tal situación, la prosperidad del negocio capaz de generar capital dependía en último término de la voluntad del que ejercía el poder político, lo que llevaba a la inseguridad. De ahí que en su punto de mira, a los fines propuestos, el proyecto capitalista no pudiera prescindir del control del poder político para eliminar el problema. Lo que, en definitiva, determina una de las principales diferencias entre el capitalismo primitivo y el capitalismo que conocemos. No obstante, hay que destacar, con independencia de los métodos económicos que marcan su desarrollo respecto a los modelos precedentes, otras características diferenciales. Por ejemplo, si el primero se encierra en términos personalistas, que ponen en la riqueza particular el núcleo de la actuación capitalista, mientras que el capital es instrumental, el otro es impersonal, con lo que la riqueza pasa a un segundo término en favor del capital. Pero sigue pesando ese sentido político determinante que le lleva a dotarse de una ideología dirigida a la conquista del poder, para así hacer posible su finalidad: la seguridad en el proceso de expansión. Esto es, se trata de contar con los medios necesarios para que sea posible realizar sin impedimentos la función capitalista de desarrollo ilimitado del capital a través de sucesivas inversiones y reinversiones.

Como método de ejercicio del poder, la violencia de las armas, abierta, exclusiva y oficilizada, vigente hasta la modernidad -también después, pero bajo otras formas-, es sustituida por la violencia de las ideas, llevadas a la práctica siguiendo un método para la acción a fin de construirse como ideología. Desde que echan a andar los nuevos tiempos, la primera tiene perdida la batalla, porque su modelo de poder es irracional, ya que pugna con el sentido natural de las cosas en cualquier sistema de organización social y, fundamentalmente, contraviene el sentido político del poder [1]Es decir, la violencia material no puede ser un modelo de orden permanente, porque la idea de progreso mueve la civilización, por ello es preciso realizar nuevos ensayos, y en este punto es el capitalismo, pese a su carácter económico, el que viene a traer la fórmula para ejercer el poder político de forma suave, conforme demanda la trayectoria de la humanidad. Sobre tal principio, la ideología capitalista ya estaría en disposición de sustituir al viejo orden, al aportar nuevas maneras mas eficientes de ejercer el poder político. Sin embargo hay otro argumento que enlaza con la idea de racionalidad y además se hace atractivo: el bienestar. Intelectualmente, vender racionalidad, como instrumento superador de las creencias sustentadas en el miedo, conlleva dosis de libertad perceptible en la mente colectiva, lo que trae consigo cierto aire de sosiego, y finalmente el bienestar sirve de complemento en cuanto permite abrir un nuevo horizonte, en este caso, aun más cercano y al alcance de cualquiera. Tales argumentos intelectuales de la ideología capitalista son vigorosos, incluso más que la fuerza de las armas. En el terreno de la práctica está el capitalista -individual o colectivo-, encargado de trasladar a la realidad la ideología haciendo perceptible el proyecto. El personaje se mueve entre la razón y el riesgo asumible, lo que exige condiciones especiales que se concretan como astucia, moderada por un cierto espíritu aventurero imprescindible, que no suele concurrir en el individuo común [2]El cuarto elemento sería la dirección del proyecto. Dado que las cosas no funcionan solas, y siempre toman un determinado sentido, alguien o algo debe establecerlo, ya sea a través de la ley o imponiendo el mandato de una dirección. La elite es la minoría dirigente que marca la marcha que ha de seguir el capitalismo, y surge de manera automática respondiendo al espíritu de grupo, en permanente confrontación con la generalidad -los otros-, ya que cualquier grupo trata de extraer beneficios exclusivos para sus componentes. Con todo ello, el capitalismo -la nueva fuerza-, se encuentra en disposición para enfrentarse a la fuerza dominante y está legitimada para tomar el poder político desde la acción de quienes la representan: los capitalistas.

2. Los términos de la acción

El capitalismo está ahí como realidad social sujeta a los principios nobiliarios que gobiernan en las sociedades avanzadas de la época limitando su desarrollo. Para la ideología del capitalismo su reconocimiento social previo es ineludible, porque en ello va su propia existencia. La realidad, cuando trata de ser ocultada, se mueve como idea, y a medida que la presión sobre aquella aumenta y su soporte real es mayor, la idea adquiere mayores proporciones A tal fin cabe la posibilidad de un proceso de reconocimiento de la realidad, bien sea de manera pacífica o violenta. En el primer caso, basta con que los poderes dominantes acepten el nuevo orden en un ejercicio de reflexión, tomando de él lo aprovechable para ambas partes a fin de llegar al consenso, armonizándose la tradición con el progreso -sirva de ejemplo el modelo británico-. La burguesía no encuentra demasiadas limitaciones en un ambiente de cierto liberalismo comercial apoyado por la intelectualidad, desde Locke, movido por exigencias de la economía. En la conceptualización de la riqueza, el comercio exterior es determinante, de lo que se trata es de acumular bienes preciados resultantes del intercambio o del simple espolio, en un clima de cierto entendimiento comercial entre nobleza y burguesía, creando la riqueza del Estado [3]En el otro, sólo queda la opción revolucionaria -caso del modelo francés-, porque no hay entendimiento entre la burguesía emergente y el viejo régimen. La riqueza reside en la producción agrícola, y las tierras en buena parte son propiedad de los estamentos dominantes [4]Hay que promover el desarrollo de nuevas ideas que vayan preparando la mentalidad colectiva dirigida por la burguesía para la toma del poder, y este es el propósito de la Ilustración, minar las ideas estamentales soportadas en creencias y colocar en su lugar la razón. Con tal propósito hay que contar con el apoyo de las masas, por cuanto es en ellas en quien reside la fuerza material que permite la construcción del poder político. La Ilustración [5]ofrece ideas y la burguesía derechos -en definitiva humo, del que siempre quedan las cenizas-, cuyos destinatarios parecen ser los ciudadanos. Esta base ideológica ilustrada es la que sirvió de soporte de la ideología capitalista, poniendo su foco de atención en las masas, puesto que sin estas el capitalismo habría dejado de existir. La masas que ayudaron a la burguesía francesa a la toma violenta del poder y a la consolidación como poder político del capitalismo, a cambio de derechos y libertades, pasarían a ser más tarde la fuente inagotable del mercado en su condición de consumidoras.

La toma violenta del poder se consolida con la construcción de un nuevo Estado instrumental, sobre la base de su precedente, para imponer políticamente el poder de la burguesía, dispuesta para renunciar a la violencia en interés de la razón. Si su antecesor es personalista -Estado absolutista-, este otro es institucional y se define como capitalista, es decir, al servicio de la ideología capitalista, sin embargo se adorna con el sugestivo nombre de Estado de Derecho, término que se hace extensivo a la generalidad y que en tales términos se ha mantenido vigente hasta la actualidad, con llamativos adornos adicionales -tales como benefactor y social-. Así pues, el aparato estatal ha sido la pieza clave para el desarrollo del capitalismo. Tomado del sistema absolutista como instrumento para guardar el orden social sin empeñar decididamente la fuerza material para imponer no solamente el orden que exige toda sociedad viable, sino el poder elitista, el retoque principal supone modificar su sentido personalista y desviarlo hacia lo impersonal, dirigido desde instituciones, a cuyo frente se colocan peones del sistema. El lavado de cara del aparato estatal, pasando del personalismo a lo institucional, implica apoyarlo en un sistema jurídico donde la ley asume la condición de vehículo del orden. Lo que supone que el Derecho positivo, liberado de toda metafísica y ladeando el Derecho natural en lo posible, está listo para ser manipulado a conveniencia del que ejerce el poder político, pero sin caer en la barbarie de la fuerza por la fuerza, acogiéndose al sentido de la racionalidad jurídica. La represión viene a sustituir a la fuerza, con la exclusividad de que el Estado dispone del monopolio de la violencia y por tanto se encuentra a disposición de quien lo dirige, con lo que controlando el Estado y sus aparatos represivos, el capitalismo dispone del control total desde el poder. Cabe preguntarse, ¿cómo lo controla?. Probablemente bastaría con dominar las claves de la democracia representativa.

Con la obra maestra del capitalismo -el Estado capitalista- se ha podido dar cumplido desarrollo al sistema, sin obstáculos apreciables. El marxismo, como ideología relevante y único contratiempo efectivo para oponerse intelectualmente, ha quedado desvirtuado como opción política y social por la consistencia de las argumentaciones de la intelectualidad capitalista [6]y, en segundo término, por la evidencia de la realidad histórica [7]No es extraño que desde Hegel a Fukuyama se argumentara el fin de la Historia por la imposibilidad de contradicción ideológica frente al sistema dominante en las sociedades avanzadas. Sin embargo, con el Estado capitalista de derecho en un modelo de sociedad abierta, se aprecia que falta un componente sustancial como la democracia controlada. Al igual que el Estado aparentemente aséptico en orden a su definición, la democracia parece querer decir que el pueblo gobierna las instituciones que lo componen y ostenta su dirección. Lo que no es así, simplemente se trata de adaptar la cuestión a la apariencia dominante que conviene al capitalismo, situado en la retaguardia, moviendo las operaciones de dirección última del Estado y suavizando a las masas. El capitalismo viene realizando, una tras otra, sucesivas jugadas maestras. Políticamente todos felices, mientras él sigue a lo suyo: cumpliendo con la expansión sin límites del capital.

3. Las etapas del Estado capitalista

Tal como señala Duverger, el Estado es el titular abstracto del poder [8]con lo que su papel es puramente formal, la realidad del poder se encuentra detrás. Por eso, el capitalismo juega a conveniencia con la pieza del Estado en su tablero de ajedrez particular sin sujeción a las normas del juego. Primero, la función que ejerce como guardián del orden social solamente afecta a las masas, los aparatos represivos actúan frente a ellas con objetividad política, pero no así con las elites dirigentes del sistema, con las que prima la razón de Estado. Segundo, un aparato de naturaleza política ocasionalmente pasa a ser aparato económico conforme conviene a los intereses del capitalismo [9]Tercero, el Estado, en cuanto se carga de deudas por su política social, de la que también se benefician las empresas, ya no sirve en este papel porque es una carga para el capitalismo, por lo que hay que preceder a desmantelarlo -el fin del Estado del bienestar-. Cuarto, las tesis neoliberales dan un paso más y preparan el terreno a la globalización, siguiendo un proceso continuado asistido por la intelectualidad [10]Quinto, el primitivo Estado burgués se ha achicado, y sus funciones las asumen entidades internacionales bajo la batuta de los Estados hegemónicos que ejercen funciones imperiales [11]al punto de que sólo es un delimitador de fronteras históricas encargado de ejercer funciones de policía.

Desde sus comienzos el Estado ha asumido la función de guarda, afectada por la riqueza de sus ciudadanos más que por los derechos, no trata de atender a un orden general, sino que tiene tendencia a inclinarse favorablemente por otro de naturaleza privativa en el que ocupan un lugar de preferencia las empresas, los políticos, la burocracia, las elites culturales y, en general, los personajes económicamente relevantes. De ahí que pueda decirse que está contaminada por la desigualdad generada por el nivel de riqueza y el prestigio, desvinculada de su aspecto social, salvo que sea objetivo de la propaganda de los gobernantes. En la práctica, sin entrar en consideraciones valorativas, el hecho es que las sociedades avanzadas han venido distribuyendo la población de sus ciudades en orden al grado de riqueza de sus habitantes, encerrándose en guetos y nichos para diferenciar pobres y ricos, a fin de garantizar el orden, haciendo de este una apariencia, que solamente lo perciben aquellos que viven libremente en terreno de todos. Junto a la riqueza se mueven las modas creadas para despertar la sensibilidad social desde la propaganda, a cuya confirmación acude la publicidad empresarial para hacer negocio con la mentalidad consumista o la llamada solidaria. De tal manera que la represión llega en forma visible por vía del confinamiento y subrepticiamente de la moda; anatematizando cuanto contradiga o deteriore el proceso de desarrollo capitalista. Sin embargo, el problema no reside tanto en la calidad de la función del Estado guardián como en sus límites. La retahíla de derechos y libertades de papel se ve ensombrecida ahora al amparo de las nuevas tecnologías, por el avance del poder totalizante del Estado, que aprovecha cualquier circunstancia que escapa a su control para invocarla como causa que justifica su recorte. Aun así, las libertades se ponen en boca de las masas y los derechos animan a las mayorías. El Estado guardián de todos ha pasado a ser un vigilante para que sus ciudadanos no se salgan del marco de las previsiones capitalistas y las ideas generales se muevan dentro de la dogmática afín al intelectualismo dominante. Hay libertad, mas a cada paso surge la barrera de la ley o los convencionalismos consumistas. Existen derechos, pero deben ser reclamarlos permanentemente, porque la burocracia los escatima a cada paso para reforzarse como grupo de poder. No hay censura, pero se percibe, por cuanto lo que no se mueve al ritmo del sistema se encajona en el punto más oscuro del archivo histórico. Al final, de lo que se trata es de alimentar un estado de ficción generalizado, que haga creer a las masas en un orden conforme con sus aspiraciones y así mostrarse tolerantes con el poder. Esto es un mínimo esbozo de ese Estado capitalista que viene imponiéndose en las sociedades avanzadas.

Dando marcha atrás, repasando la historia, nos encontramos con un Estado continuador del orden burgués, protector de las empresas, entregadas a un laissez-faire para moverse con entera libertad, es decir, sin sujeción a las normas que afectan a la ciudadanía, desviando hacia sus intereses el sentido social, reduciendo salarios para aliviar costes, pero no los precios, al incentivar con fórmulas mágicas el consumo. Tal práctica de expansión del capital en términos locales, inevitablemente acabó por detenerse afectada por su propia política. Diseñado artificialmente un consumismo salvador temporal del capitalismo, desde el marketing -técnica para vender a toda costa- o usando de la fórmula social fordista salario a cambio de consumo, más crédito-, la burbuja se infló para estallar inevitablemente en forma de crisis que acabó por extenderse más allá de las fronteras estatales. Como remedio de la situación hubo que acudir al viejo guardián del orden en un nuevo papel de salvador de empresas, vestido con ropaje humanitario, y así la intelectualidad keinesiana arbitró soluciones para aquellas, aunque diseñadas aparentemente para las masas, víctimas de la crisis. La regulación del mercado y las empresas, el alivio de la situación social, el bienestar, surgen como arreglos coyunturales que se encomiendan a un Estado benefactor de todos sus ciudadanos, porque, pese a la propaganda, en primer término son las empresas las que directa o indirectamente se beneficiaban del dinero público, lo que las permitió recuperar el aire, al igual que a la economía capitalista. No obstante, el resultado fue que el Estado encargado del orden acabó asumiendo a nivel local -luego exportable- amplias funciones que reforzaron su poder y autonomía frente al capitalismo.

La reacción capitalista, que ha concebido el Estado como instrumento al servicio de sus empresas, encuentra en la nueva situación riesgo para sus intereses. El problema no es tanto la política burocratizada como la propia burocracia que acumula poder en un gigantesco aparato estatal. Asimismo, con un Estado empresarial, que asume funciones propiamente capitalistas, la empresa privada ha perdido su protagonismo frente al avance de la empresa pública, lo que entraña riesgo inminente para el desarrollo capitalista. Pese a todo, aunque la función totalizante parece servir a los intereses generales, está claro que el Estado se mueve al ritmo que marca la intelectualidad al servicio del capitalismo con el objetivo de defender mejor sus intereses. Frente a las tesis intervencionistas de Keynes, ya se alzan voces que advierten del fracaso del modelo por antieconómico y postulan otro para alejarlo del panorama económico. reservándolo exclusivamente al empresariado. En este punto las últimas olas de la Escuela austriaca -por ejemplo Mises o Hayek- proponen un modelo de Estado descabalgado de las funciones asumidas, para volver a su papel de guardián del orden de las masas. Incluso hay tendencias, como el llamado anarcocapitalismo, que da un paso más allá y propone privatizarlo [12]

4. El último momento

Así pues, la ideología capitalista, acudiendo a esa intelectualidad ilustradora, da un paso atrás en el papel que ha venido asignando al Estado -aunque paradójicamente resulte que este ha ido hacia adelante en cuotas de poder político-, reivindicando su exclusividad como guardián del orden, pero como la presión de las masas a través de la democracia representativa no puede ser ignorada y, por otra parte, el modelo de Estado nacional supone un límite para las aspiraciones expansionistas, la política se mueve con cautela. El neoliberalismo, entregado a dar paso a la globalización, apenas ve papel económico para el Estado más allá de promover dinero publico barato para las empresas, someterlo a la disciplina financiera, favorecer los intereses multinacionales y facilitar la deslocalización, para agrandar así la brecha entre países ricos y pobres. Puede entenderse el llamado neoliberalismo como una corriente intelectual de la ideología capitalista [13]que viene para señalar el camino económico y político a tomar para continuar con el proceso de desarrollo. Se implica a los poderes públicos estatales, en el marco de sus respectivos dominios, para actuar conforme a consignas, cuyo fondo es una libertad de la actividad económica, facturada como condicionante para el desenvolvimiento de la libertad ciudadana, entre otras bondades atribuidas al capitalismo [14]Se trata de dictar reglas comunes entre los Estados de las sociedades avanzadas en el marco del consumismo para homogeneizar el desarrollo mundial del capitalismo marcado por unos Estados hegemónicos, levantando todas las trabas estatales para que sean posibles los movimientos del capital productivo, financiero y del mercado, como soporte de todos.

Tras el arraigo del neoliberalismo teórico, la mundialización que se adelantaba era inevitable. La globalización [15]pasa a ser entendida como un fenómeno para consolidar el imperialismo a partir del cual el Estado guardián del orden capitalista reduce su papel a los límites que marcan sus fronteras para contener a las masas nacionales, mientras las multinacionales se mueven libremente en régimen de monopolios sectoriales, destruyendo la competitividad encomendada por sus ideólogos clásicos a las pequeñas empresas. Ha dado forma al nuevo imperialismo sin posibilidad de soluciones utópicas [16]Ha surgido un moderno Imperio encargado de impartir las directrices a los órganos económicos internacionales -BM, OIC o FMI-, a los organismos políticos –ONU– y bélicos -OTAN-, junto a los Estados subordinados, adscritos al grupo correspondiente de un Estado hegemónico. Por una parte, hay que señalar un papel importante en el desarrollo del capitalismo al uso de la amenaza diplomática de los organismos políticos y bélicos internacionales adscritos a bloques de influencia. Por otra, hay que tener en cuenta la manipulación económica de los organismos, en principio diseñados para acudir en desarrollo de las economías de los Estados, pero cuya finalidad real es promover la expansión capitalista sin limitaciones, para lo que hay que mantener el control sobre los Estados, a fin de que no se obstaculice la libre circulación del capital en su triple dimensión. Pero, a primera vista, el papel fundamental lo juegan las multinacionales que operan con eficacia.

En un modelo imperialista de características modernas, los Estados de las sociedades avanzadas, adornados de democracia y bienestar para sus masas, siguen con su función tradicional, amenazando con cárceles a sus nacionales si no se atienen a las reglas del juego. Simultáneamente, adoptan una postura sumisa y tolerante con los Estados hegemónicos y sus organismos internacionales, cumpliendo los mandatos de la elite, representante de la ideología capitalista en el desarrollo del moderno imperialismo empresarial, a fin de que no se pongan trabas a la expansión sin límites. Mientras, las masas son contenidas con los modelos culturales industriales exportados desde los Imperios, que se mueven al ritmo que marcan sus multinacionales, y cuya finalidad es incentivar el consumismo, creando dependencia cultural de la población, haciendo inviable cualquier intento de recuperación de lo autóctono, porque lo foráneo se impone como progreso. Sin embargo el imperialismo capitalista no parece haber caído en la cuenta de que se ha hecho dependiente del Imperio político capitalista, que está utilizando esa ideología para sus fines de expansión más allá de lo económico.

5. Para concluir

Visto el panorama, el Estado-nación parce que solamente sirve para establecer fronteras y contener el ímpetu anárquico de las masas lideradas por elites emergentes, limitando su soberanía al recinto territorial en lo que afecta a sus ciudadanos como emisario de la disciplina externa, con lo que pasa a ser un simple distintivo internacional de un conjunto humano. Apenas tiene otro sentido para el actual capitalismo que piensa en términos de Imperio. Pero cuando se agote la cuerda de la globalización habrá que preguntar a la intelectualidad al servicio del capitalismo sobre el nuevo papel que todavía deben desempeñar los viejos Estados-nación en el panorama capitalista.

Notas:
[1] En la organización política la idea de poder, aunque sea la envoltura externa de la fuerza, permite otorgarle un toque de dignidad, ya que, como afirma Arendt, H., “Los orígenes del totalitarismo”,cuando se usa la fuerza es porque el poder ha fallado.

[2] Sus características pueden verse recogidas por Sombart, W. “El burgués”.

[3] Este es el caso de los mercantilistas, y en este punto cabe citar a Mun, T., “Riqueza de Inglaterra por el comercio exterior” (1630).

[4] La tesis fisiocrática, puede verse en su principal representante, Quesnay, F., Tableau économique” (1758) .

[5] Al hacer referencia a la Ilustración, dentro de sus variados matices, es inevitable remitirse al artículo de Kant, I., “¿Qué es la Ilustración?”, en el sentido de vehículo de recuperación del principio de la razón.

[6] Argumentos como la libertad, la propiedad privada o el bienestar individualmente considerados, esgrimidos por el liberalismo económico, no podrían resistirse en el fuero interno del individuo común frente a la idea de una falsa colectividad igualitaria que disuelve su identidad personal.

[7] Los regímenes marxistas con el paso del tiempo se han escorado del lado de las practicas capitalistas.

[8] Burdeau, G., “Tratado de ciencia política”.

[9] Cuando las cosas se complican para la política del laissez-faire, hay que pedir auxilio al Estado, para que con el dinero público se alivien los problemas de las empresas capitalistas. Un buen ejemplo lo encontramos en el Estado intervencionista diseñado por Keynes, J.M.,“Teoría general del empleo, el interés y el dinero”(1936).

[10] Se trata de un combinado económico y político que intelectualmente se ha venido moviendo en el terreno de la Escuela de Chicago, con los monetaristas y Friedman, sin perder de vista la aportación de miembros incluidos en la Escuela austriaca, como Hayek, F.,”Camino de servidumbre”y“Los fundamentos de la libertad”, algunas de cuyas argumentaciones han llevado a la práctica los líderes políticos de los países hegemónicos.

[11] Una idea sobre el proceso puede encontrarse en Hart M, y Negri, A., “Imperio” y en la réplica de Borón, A., “Imperio & Imperialismo”.

[12] Su representante Rothbard M., “Por una nueva libertad”, destaca en la defensa de los derechos y libertades individuales de las personas, sobre todo la propiedad, para asegurar el negocio del capitalismo. En el caso de Hoppe, H.H., “Monarquía, democracia y orden natural” el papel que el Estado viene desempeñando es nefasto para la sociedad capitalista. De ahí que, en términos más radicales, por otros autores se llegue a proponer su desaparición, privatizando sus funciones, que lógicamente asumirían empresas capitalistas.

[13] Se ha venido señalando a Friedman, M, “Capitalismo y libertad" , como su principal representante, pero el peso de los neoclásicos ha sido decisivo.

[14] Cabe señalar entre los defensores de esta idea de libertad a Rand, A. y otros,”Capitalismo: el ideal desconocido”.

[15] Adda, J.,“La globalización de la economía”, viene a definirla como un proceso de expansión si límites del capitalismo, dirigido a eliminar todo tipo de barreras que puedan condicionarla, en un panorama de mercado único.

[16] En este punto habría que recordar a Lenin, “El imperialismo última fase del capitalismo”.

Bibliografía citada

Adda, J. " La globalización de la economía", Madrid, 1999, Sequitur.

Arendt, H., "Los orígenes del totalitarismo", Madrid, 2006, Alianza.

Borón, A., "Imperio & Imperialismo", Buenos Aires, 2004, CLACSO.

Burdeau, G., "Tratado de ciencia política", Mexico, 1986,UNAM.

Friedman, M., "Capitalismo y libertad" , Madrid, 2012, Síntesis.

Hart M, y Negri, A., "Imperio", Buenos Aires, 2002, Paidós.

Hayek, F.,"Camino de servidumbre", Madrid, 2005, Alianza.

"Los fundamentos de la libertad , Madrid, 1998, Unión Editorial.

Hoppe, H.H., "Monarquía, democracia y orden natural", Madrid, 2004, Gondo.

Kant, I., "¿Qué es la Ilustración?", Madrid, 2007, Alianza.

Keynes, J.M.,"Teoría general del empleo, el interés y el dinero", Madrid, 2004, FCE. Lenin, "El imperialismo última fase del capitalismo", Buenos Aires, 2006, Quadrata.

Mun, T., "Riqueza de Inglaterra por el comercio exterior", México 1978, FCE.

Quesnay, F.,"Tableau économique", México, 1974, Fontamara.

Rand, A. y otros,"Capitalismo: el ideal desconocido", Buenos Aires, 2009, Grito Sagrado.

Rothbard M., "Por una nueva libertad", Buenos Aires, 2005, Grito Sagrado.

Sombart, W. "El burgués", Madrid, 1972, Alianza.

Octubre de 2016.

 

 

 

Autor:

Antonio Lorca Siero.

Doctor en Derecho.

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