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Vacíos desde el nacimiento hasta la muerte (página 3)



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Y ha sido una buena experiencia ver que la gente reacciona de distintas formas ante la misma idea. Los que no estaban incluidos en el comité se enfadaron. Recibí algunas cartas que decían: «¿Si esta gente se ha iluminado, por qué yo no me he iluminado?». Como si fuera algo… «Se los has dado a ellos. ¿Por qué no me lo das a mí?».

Alguien escribió: « Yo he estado contigo más tiempo que ellos y aún no estoy iluminado. ¿Te has olvidado de mí o qué?». Es bueno ver cómo reacciona la gente.

Tu reacción ha sido muy hermosa en ambos extremos. «Si Osho dice que estoy iluminado, así debe ser»; eso es confiar. «Y si dice que no…» no ves ninguna contradicción o inconsistencia, simplemente lo aceptas: «Si dice que no, entonces será que no.» Has transcendido el mundo de lo consistente, de lo inconsistente.

Para el amor no hay contradicción.

No compara. Está disponible a cada momento.

Capítulo 11

Es Pura Luz… Pura Delicia

Amado Osho,

¿Qué es la muerte natural?

Es una pregunta muy significativa, pero tiene muchas implicaciones posibles. La más simple y obvia es que el hombre muera sin que haya una causa; simplemente se hace cada vez más viejo y pasa de la vejez a la muerte sin que medie ninguna enfermedad. La muerte es simplemente la vejez última y definitiva: todo tu cuerpo, tu mente, dejan de funcionar. Éste es el significado obvio y ordinario de la muerte natural.

Pero para mí, la muerte natural tiene un significado mucho más profundo: uno tiene que vivir una vida natural para tener una muerte natural. La muerte natural es la culminación de una vida vivida de manera natural, sin inhibición, sin represión; como viven los animales, como viven los pájaros, como viven los árboles, sin división…; una vida desapegada, permitiendo que la naturaleza fluya a través de ti sin poner obstrucción por tu parte, como si estuvieras ausente y la vida se moviera por su cuenta.

En lugar de vivir la vida, la vida te vive a ti, tu eres secundario; entonces la culminación será una muerte natural. Según mi definición, sólo una persona despierta puede morir de manera natural; en los demás casos, las muertes no son naturales porque las vidas tampoco los son.

¿Cómo puedes llegar a una muerte natural viviendo una vida no natural? La muerte reflejará la culminación última, el crescendo de toda tu vida. Es todo lo que has vivido de manera condensada. Muy poca gente ha muerto de manera natural en el mundo porque muy poca gente ha vivido de manera natural. Nuestro condicionamiento no nos permite ser naturales.

Nuestros condicionamientos, desde el principio, nos enseñan que tenemos que ser algo más que la naturaleza, ser sólo natural es ser animal; tenemos que ser sobrenaturales. Y parece muy lógico. Todas las religiones nos lo han estado enseñando -ser humano significa estar por encima de la naturaleza- y han convencido a los seres humanos durante siglos de que tenían que elevarse por encima de la naturaleza.

Nadie ha tenido éxito cuando ha intentado ponerse por encima de la naturaleza. Todo lo que han conseguido es destruir su belleza natural y espontánea, su inocencia.

El hombre no necesita trascender la naturaleza.

Yo os digo que el hombre tiene que desplegar, completar, su naturaleza, lo que no puede hacer ningún animal.

Esa es la diferencia.

Las religiones han sido astutas, han timado y engañado a la gente.

Crearon la distinción de que los animales son naturales y tú tienes que ser sobrenatural. Ningún animal puede ayunar; no puedes convencer a ningún animal de que ayunar es algo divino. El animal sólo sabe que tiene hambre, y no hay ninguna diferencia entre ayunar y tener hambre. No puedes convencer a un animal para que vaya en contra de la naturaleza.

Esto dio una oportunidad a la gente supuestamente religiosa, porque el ser humano al menos tiene la capacidad de luchar contra la naturaleza. Nunca puede salir victorioso, pero puede luchar. Y en la lucha no destruirá la naturaleza, se destruirá a sí mismo.

Así es como el hombre se ha destruido a sí mismo -con toda su alegría, todo su amor, toda su grandeza-, se ha convertido en algo que no es superior a los animales, sino inferior, se mire como se mire. Quizá no hayas pensado nunca en ello, pero ningún animal salvaje es homosexual. Ante la sola idea, todo el mundo animal se moriría de risa. ¡Simplemente es algo estúpido! Pero en el zoo, cuando no hay hembras disponibles, los animales se vuelven homosexuales por pura necesidad.

El hombre ha convertido todo el mundo en un zoo: millones y millones de personas son homosexuales, lesbianas, sodomitas y todo lo demás; todo tipo de perversiones. ¿Y quién es responsable? La gente que te enseñó a ir más allá de la naturaleza, a lograr la divinidad sobrenatural.

Esto sólo es un ejemplo. Se ha hecho lo mismo de muchas formas distintas. Por ejemplo, en India, Mahavira estaba tan apegado a la idea de no violencia que incluso el cultivo de vegetales fue prohibido a sus seguidores, porque si cultivas tendrás que cortar plantas… y las plantas están vivas, eso es violencia.

Sus seguidores procedían en su mayor parte de la casta guerrera, los kshatriyas; él mismo era un rey guerrero. No podían luchar porque luchar es violento, no podían cultivar porque también era violento. No podían ser profesores porque eso era un monopolio de los brahmanes, y para ser brahman hay que nacer; uno no puede hacerse brahman por muy sabio que sea. Puede que seas más listo que todos ellos, pero no podrás enseñar en público; ese es su derecho de nacimiento. Así es que no podían ser aceptados por los brahmanes. Tampoco querían convertirse en sudras, intocables, que se dedican a oficios como el de zapatero o basurero.

Lo único, que podían hacer era convertirse en hombres de negocios, todas las demás posibilidades estaban cerradas. Todos los jainas de la India se hicieron hombres de negocios y ocurrió un fenómeno curioso: toda su violencia…; porque el hecho de no ser soldado, cazador o agricultor no marca la diferencia; sigues siendo la misma persona. Toda su violencia se convirtió en explotación: No podían cortarte la cabeza pero podían chuparte la sangre. Y se hicieron la gente la más rica del país, por la simple razón de que toda su violencia se concentró en una sola cosa, el dinero.

Esto no supuso una evolución. No se hicieron mejores personas. Las enseñanzas de Mahavira sobre la no violencia no les ayudaron a hacerse mejores; ¡se hicieron peores! Son los más codiciosos, los más materialistas, los más preocupados por el dinero; para ellos lo único que hay en el mundo es el dinero, porque todas las demás vías están cerradas. Hablan de dinero, piensan en el dinero, sueñan con el dinero. Y pueden hacer cualquier cosa para acumulado.

Cuando algo se hace por obligación, el resultado no suele ser una mejora. No se han hecho compasivos -ser no-violento significa ser amoroso y compasivo-, sino que se han convertido justamente en lo contrario. No son compasivos, no son bondadosos, no son amorosos.

En muchas esferas diferentes, las distintas religiones han intentado hacer del hombre algo por encima de la naturaleza. El resultado, sin excepción, ha sido el fracaso. Naces como un ser natural. No puedes ponerte por encima de ti mismo. Es como intentar elevarte del suelo empujando tus propias piernas hacia arriba. Puede que des un pequeño salto, pero antes o después caerás al suelo, y quizá te hagas alguna fractura. No puedes volar.

Y eso es lo que se ha hecho. La gente ha intentando elevarse por encima de la naturaleza, lo que significa elevarse por encima de sí mismos. No están separados de la naturaleza, pero esa idea les gusta mucho a sus egos: no sois animales, entonces tenéis que estar por encima de la naturaleza; no podéis comportaros como animales. La gente ha intentado que hasta los animales dejen de comportarse como animales; han intentado que estuvieran un poco por encima de la naturaleza.

En Inglaterra, en la era Victoriana, se vestía a los perros cuando se les sacaba a pasear. Los perros tenían vestidos para impedirles ser naturales, para impedir que fueran desnudos; lo que es absolutamente adecuado para los animales. Esta gente estaba intentando elevar sus perros un poco por encima del resto de los animales. Te sorprenderá saber que en la Inglaterra de la época Victoriana se cubrían hasta las patas de las sillas por la simple razón de que se llaman patas y las patas deben ir cubiertas. Bertrand Russell, que vivió casi un siglo -una larga vida-, recuerda que en su infancia ver los pies de una mujer era suficiente para excitarse sexualmente. Y los vestidos cubrían los pies para que no pudieran verse.

Se creía; incluso hace un siglo, que las mujeres de la familia real no tenían dos piernas. La realeza tenía que tener algo diferente de la humanidad común y ordinaria, y nadie podía ver -no había ninguna posibilidad de ver- si tenían las piernas separadas.

Pero el ego… los personajes reales no se encargaban de aclararlo: «Eso es una tontería, somos tan humanos como vosotros.» El ego les impedía aclararlo. Si la gente les ponía en un pedestal, ¿para qué molestarse?; así mantenían su distinción real. Esa era una de las razones por las que la familia real no permitía que sus miembros se casaran con cualquiera, con una persona común, porque podría destaparse todo: «Esta gente es tan humana como cualquiera; no tienen nada de real.» Mantuvieron esa idea durante siglos.

A mí también me gustaría que fueses distinto de los animales, pero no en el sentido de estar por encima de la naturaleza, no. Puedes entrar más profundamente en la naturaleza, puedes ser más natural que los animales. Ellos no son libres, están en un coma profundo; no pueden hacer nada que no hayan hecho sus antepasados durante miles de años.

Tú puedes ser más natural que el animal. Puedes ir a las profundidades abismales de la naturaleza, y puedes ir a sus alturas más elevadas, pero de ninguna forma estarás yendo más allá. Te estarás haciendo más natural, más multidimensionalmente natural.

Para mí, el hombre religioso no es el que está por encima de la naturaleza, sino el que es completamente natural, totalmente natural, el que ha explorado la naturaleza en todas sus dimensiones, el que no ha dejado nada sin explorar.

En la lengua inglesa se utiliza la misma palabra, leg, tanto para referirse a la pata de una silla como a una pierna.

Los animales son prisioneros, tienen un área de ser limitada.

El hombre tiene la capacidad, la inteligencia, la libertad de explorar. Y si has explorado totalmente la naturaleza, has llegado a casa. La naturaleza es tu casa.

Y entonces la muerte es una alegría, una celebración. Entonces mueres sin queja; mueres con profunda gratitud, porque la vida te ha dado tanto, y la muerte es simplemente la culminación de todo lo que has vivido.

Es como la llama de la vela: justo antes de apagarse es cuando más alumbra… el hombre natural, antes de morir, vive su momento

*En la lengua inglesa se utiliza la misma palabra, leg tanto para referirse a la para de una silla como a una pierna.

más brillante; es todo luz, todo verdad.

Para mí esa es la muerte natural.

Pero hay que ganársela; no es algo que se te dé. Se te da la oportunidad, pero tú tienes que explorar, tienes que ganártelo, tienes que merecértelo.

Incluso al ver la muerte de un hombre natural, con sólo estar a su lado, de repente te sientes lleno de una extraña alegría. Tus lágrimas no serían de dolor, de tristeza, serían de gratitud y de dicha; porque cuando un hombre muere naturalmente, viviendo su vida plenamente, extiende su ser a toda la naturaleza. Los que están presentes y le son cercanos se sienten bañados…, una frescura repentina, una brisa, un nueva fragancia y una nueva sensación de que la muerte no es algo malo, no es algo que se deba temer, de que la muerte es algo que se debe ganar, se debe merecer.

Yo os enseño el arte de la vida.

Pero también se le puede llamar el arte de la muerte. Ambos son lo mismo.

Amado Osho,

¿Cómo puede uno salir de la trampa que crea la mente de nunca ser del todo dichoso en el momento, y ser paciente, dejando que la hierba crezca por sí misma?

Siempre quiero ir más deprisa, empujar el río, y pierdo la belleza de que me lleve a su ritmo.

¿Podrías comentar, por favor?

Esta es una de las preguntas eternas.

Oriente ha encontrado algo que está muy cerca de la verdad. Hay religiones nacidas en India y religiones nacidas fuera de India; todas las religiones nacidas fuera de India creen que hay una vida, es decir, setenta años. Naturalmente uno tiene prisa; tiene que tenerla; una vida tan corta y tantas cosas que hacer, tanto que explorar, que experimentar. Por eso la mente occidental está acelerada, quiere hacerlo todo cada vez más deprisa, porque su concepción de la vida es demasiado pequeña. No se le puede culpar.

Las religiones nacidas en India tienen una extensión eterna: hay una vida tras otra. No hay prisa, no hay por qué apresurarse. Pero el ser humano es tan estúpido que cuando resuelve una pregunta, surgen otras mil de ella. La idea de que hay muchas vidas era para ayudarte a relajarte: no hay prisa; la eternidad es tuya, no hace falta que corras, camina como cuando sales de paseo por la mañana, tranquilo, relajado.

Esa era la idea de los que propusieron el concepto de reencarnación, pero la gente es de tal manera que en lugar de relajarse se hizo perezosa. Dijeron: «No hay prisa, ¿para qué molestarse en andar? La posibilidad de correr ni se plantea, e incluso ¿para qué salir a dar paseo matinal? La eternidad es tuya, puedes salir a pasear cuando quieras.»

Oriente se hizo pobre por esta razón, porque la tecnología no evolucionaba. La tecnología sirve para hacer las cosas más rápido, para producir cosas más rápidamente que con las manos. La gente siguió siendo pobre, y se hizo cada vez más pobre. La idea era buena, pero sus resultados no lo fueron.

Occidente tiene la idea opuesta, la de una vida breve. Creó mucha tensión y ansiedad, pero creó tecnología, desarrollo científico, riqueza, comodidad, lujos; lo creó todo. Pero el hombre interno estaba perdido, porque siempre estaba corriendo. Nunca estaba donde estaba; siempre estaba yéndose a otra parte. Y la meta en la que descansar nunca aparecía. Por eso en Occidente la gente tiene medios para ir más deprisa, y van muy rápido. Pero no les preguntes: «¿a dónde vas?». ¡No pierdas tiempo planteando preguntas tan estúpidas! Todo lo que importa es ir corriendo; no importa dónde van ni por qué.

Ambas ideas han fracasado. Las religiones orientales no han sido una ayuda; las occidentales tampoco. Ambas han tratado de darte una idea, pero nunca te dieron una intuición de tu propio ser.

Ahí es donde difiero.

Por ejemplo, planteas en tu pregunta que entiendes lo de «relajarte y dejar que la hierba crezca por sí misma», pero sigues empujándola.

No, no entiendes. Lo primero que tienes que entender en que no

comprendes el significado de que la hierba crezca sola. Si lo comprendieras, el empujar, el forzar, desaparecería. Cuando digo que desaparecería, no digo que se detendría. Esto será distinto dependiendo de la gente.

Si entiendes lo que significa que la hierba crezca por sí misma…, un Universo tan vasto que funciona tan silenciosamente, tan pacíficamente; millones de sistemas solares, millones de estrellas moviéndose cada día, de eternidad en eternidad… Si comprendes que la existencia está ocurriendo, que no está haciendo algo, entonces si tu naturaleza es empujar la aceptarás.

No trates de detenerlo, porque eso también sería un hacer. Simplemente comprende que las cosas pasan, que tú eres así: que empujas, que fuerzas. Entonces hay una gran aceptación de ello, y en esa aceptación, la tensión desaparece.

Para algunos el empujar puede desaparecer si no es parte de su naturaleza, si están imitando a otra persona, si están compitiendo con alguien y ellos están empujando porque todo el mundo lo hace. Puede detenerse si entiendes que las cosas pasan y que no tienes que preocuparte por ellas innecesariamente; puedes disfrutar en silencio de cómo pasan. Puedes contribuir sin ansiedad con cualquier cosa que surja en ti de manera natural; pero no más que eso.

Así, a cada individuo le pasarán cosas distintas a partir de la misma comprensión. Si tu naturaleza es empujar, no hay nada malo en ello. Disfrútalo, empuja todo lo que puedas; pero bailando y cantando, sin preocuparte de que estás empujando. Ese eres tú. Es tu hierba y esa es su forma de crecer. Hay hierbas y hierbas.

Sólo tienes que recordar una cosa: hagas lo que hagas, hazlo alegremente, regocijándote; eso es suficiente. Distinta gente hará cosas distintas, y el mundo necesita que distintas personas hagan cosas distintas. La riqueza del mundo es que no somos iguales y tampoco deberíamos serlo. Pero hay un punto en el que todos debemos coincidir y es en el centro cósmico de estar relajados.

En Japón han desarrollado métodos de meditación muy peculiares… Japón ha hecho un tremendo servicio a la humanidad. La meditación se desarrolló en India, pero era un fenómeno muy limitado: simplemente sentarte en la postura del loto observando tus pensamientos, quedándote en silencio. Esto hizo su trabajo, pero Japón probó dimensiones diferentes, dimensiones extrañas, como practicar el arte de la espada en meditación. Dos espadachines, con la intención de matarse mutuamente, tienen que permanecer centrados en sí mismos, sin tensión, sin miedo, sin ira, sin revanchismo, simple juego. Para el observador es una cuestión de vida o muerte, pero para esos dos meditadores se trata de jugar.

Una y otra vez se ha observado una cosa extraña: si ambos meditadores están meditando con la misma profundidad, nadie gana, nadie muere. Antes de que uno de ellos levante la espada para darle al otro -antes incluso de que lo haya hecho- la idea le llega al otro y su espada ya está presta para protegerle. Es imposible proclamar quién es el ganador.

Habitualmente es difícil asociar el arte de la espada y la meditación, el aikido y la meditación, el jujitsu y la meditación, la lucha y la meditación. Pero en Japón han probado todas las dimensiones posibles y han descubierto que no importa lo que estés haciendo; lo importante es: ¿estás centrado?

Si estás centrado puedes hacer cualquier cosa sin crear tensión; tu relajación seguirá siendo la misma.

Por eso no te preocupes por lo de empujar. Simplemente intenta comprender que somos muy pequeños en comparación con este inmenso Universo; lo que hagamos o dejemos de hacer no supone ninguna diferencia para la existencia. No debemos tomárnoslo en serio. Antes no estaba aquí y la existencia seguía su curso; después no estaré aquí y la existencia seguirá. No debería tomarme en serio.

Ésta es una comprensión fundamental para un meditador, la de no tomarse a sí mismo en serio. Entonces la relajación viene automáticamente. Y con la relajación, lo que es natural en ti continúa y lo que no es natural cae por sí mismo.

Amado Osho,

La pregunta para el meditador solía ser: «¿Cómo estar en el mundo sin ser del mundo?».

Desde lo del Rancho y después de volver al mundo, muchos nos sentimos extraños, diferentes, no pertenecemos al mundo. Ahora la pregunta parece ser: «¿Cómo estar en mundo?».

No, la cuestión sigue siendo estar en el mundo y no ser del mundo. Estar en él no cambia la primera posición.

La primera posición te permite estar en el mundo sin ser mundano. Está perfectamente bien que te sientas extraño, no hay nada malo en ello. Deberías sentirte así, el mundo en el que tienes que estar no es un mundo en el que te puedes sincronizar con la gente, con sus ideas, con sus comportamientos.

Este mundo no es el mundo adecuado; me refiero al mundo humano. ¿Y tú quieres estar en él, ser parte de él? Entonces tienes que ser cristiano en una sociedad cristiana. Entonces tienes que ir a la iglesia, tienes que creer en la Sagrada Biblia. ¿Quieres estar de esta forma en el mundo? Entonces todo lo que has hecho antes ha sido una mera pérdida de tiempo. Estar en el mundo significa únicamente que tendrás un trabajo, que te ganarás el pan, que vivirás con gente que no piensa lo mismo que tú, que vivirás entre extraños; y naturalmente te sientes como un extranjero. Pero eso es algo de lo que deberías alegrarte.

No te he mandado al mundo para que te pierdas. Te he mandado

al mundo para que sigas siendo tú mismo a pesar del mundo.

Y ese es el significado de la afirmación original: estar en el mundo

pero sin ser del mundo. No ha cambiado.

Es tan fundamental que no cambiará.

Amado Osho,

Una de las cosas que más me gustan del mundo es oírte describir el estado de iluminación. Para los que nos encanta escuchar, ¿puedes volver a decir algo sobre lo innombrable?

Es verdad que no hay nada más bello, más dichoso que la iluminación; aunque sólo sea hablar de ella, incluso un eco lejano, incluso su sombra. La luna reflejada en el agua no es la luna real, pero sigue teniendo una tremenda belleza; y si las aguas de tu mente están en silencio, entonces la luna reflejada en esas aguas es exactamente la misma.

No es tu experiencia pero es la experiencia de alguien a quien amas, es la experiencia de alguien en quien confías. Y por el simple hecho de que amas y confías, comienzas a compartir la experiencia de manera sutil.

Es muy difícil decir algo sobre ella, aunque toda mi vida he estado diciendo cosas sobre ella; y sólo sobre ella. Aunque hable de otras cosas, sólo hablo para guiaros hacia una comprensión de la iluminación:

Es tu estado de silencio, es tu estado de universalidad.

Eres tú sin el ego y sus problemas.

Eres tú sin ninguna pregunta y sin ninguna respuesta; simplemente en silencio.

Y ninguna alegría puede trascender este silencio.

Es pura luz, pura delicia.

Puedo entender la pregunta. Es necesario, es una necesidad volver a oírlo una y otra vez para que no olvides por qué estás aquí.

Capítulo 12

La Obediencia no Requiere Ningún Arte

Amado Osho,

Cuando te oigo hablar de Tu visión, no puedo evitar sentir que los pocos valientes que te rodean llegarán a vivir la experiencia del hombre nuevo. Pero tengo la sensación de que harán falta cien años más para que el ser humano en general llegue a ver y a vivir la genialidad de lo que propones. ¿Es así?

Es verdad.

Incluso será pronto si sucede en un período de cien años.

Pero esta pregunta es significativa a otro nivel completamente diferente. No se trata de la realización de la visión, la llegada del hombre nuevo, de una nueva humanidad… eso llegará en su momento. Lo más importante es ser capaz de visualizarlo.

Todo lo grandioso que ha ocurrido en el mundo empezó siendo una idea. A veces le costó cientos de años convertirse en realidad, pero la alegría de tener una visión, una percepción del futuro, es inmensa.

La gente que está conmigo debería alegrarse de poder tener una posibilidad de ver la desaparición del viejo mundo podrido y de que un nuevo ser humano, fresco y lozano, tome su lugar.

La visión misma, como mínimo, te cambiará a ti; cambiará tu ser del pasado al futuro. En cierto sentido comenzarás a vivir el hombre nuevo que aún no ha llegado. Comenzarás a vivir el hombre nuevo en pequeñas cosas, y cada momento de esa vivencia será una bendición. Y a medida que te vayas familiarizando -dentro de ti mismo- con la explosión de lo nuevo y la destrucción de lo viejo, irás cambiando, irás viviendo una revolución.

Estoy interesado en ti. ¿A quién le importa lo que pueda ocurrir dentro de cien años? Está claro que pasará algo, pero no es de nuestra incumbencia.

Y cuando hablo del nuevo hombre, en realidad estoy hablando de ti, de que te hagas consciente de esta posibilidad, porque esa misma consciencia te cambiará. No estoy interesado en el futuro; simplemente me interesa el presente inmediato.

El futuro se extenderá durante toda la eternidad, pero si puedes limpiar tu mente de la basura del pasado, y si puedes ver la salida del sol a lo lejos… No me interesa el sol, me interesa tu visión, tu capacidad de ver, tu comprensión, tu esperanza de que es posible. Esa misma esperanza se convertirá en una semilla dentro de ti.

El nuevo hombre vendrá cuando tenga que venir. Pero la nueva visión puede venir ahora mismo.

Y con esa nueva visión participas sutilmente del hombre que está por venir, de la humanidad que aún está en ciernes. Comienzas a estar en sincronía, a tener cierta relación. Empiezan a caer tus raíces del pasado y empiezas a desarrollar raíces hacia el futuro.

Pero mi interés, repito, se centra básicamente en ti. No estoy interesado en el pasado ni el futuro. Hablo del pasado para que puedas librarte de él; hablo del futuro para que puedas estar abierto a él. Pero el punto donde pongo el énfasis eres tú.

Amado Osho,

Nada me conmueve más que cuando hablas del nirvana. Es muy misterioso que pueda añorar tanto algo que no conozco y de que lo que Tú no puedes hablar. La palabra misma aún no está polucionada y es tan maravillosa.

Por otro lado, la otra semana me di cuenta de que ahora tenemos

hasta ¡pólizas de seguros «iluminados»!

¿Conmoverías mi corazón una vez más, por favor?

Este debe ser Kaveesha, porque la pregunta sólo puede proceder de California. En California puedes tener pólizas de seguro iluminadas. ¡En California todo es posible! Pero no existe un seguro, no hay garantía para la iluminación. Tienes que ganártela, tienes que merecerla. Nadie puede dártela; no es un bien de consumo.

Y puedo ver por qué la palabra nirvana re conmueve hasta el éxtasis. Ciertamente es una de las palabras que están impolutas. Existe una razón por la que permanece impoluta. La primera razón por la que ha permanecido impoluta es su significado. A menos que hayas llegado a una profunda comprensión de ti mismo y de la existencia, la palabra nirvana te dará miedo. Es una palabra negativa. Literalmente significa «apagar la vela.»

Gautama Buda utilizó la palabra para el estado de consciencia definitivo. Podría haber elegido una palabra positiva, y en India había muchas palabras positivas para describirlo: moksha, libertad, liberación; kaivalya, soledad, absoluta soledad; brahmanubava, la experiencia última. Pero eligió una palabra extraña que nunca antes había sido utilizada en contextos espirituales: "apagar la vela". ¿Cómo puede relacionarse con una experiencia espiritual?

Buda dice que lo que llamas tu yo no es más que una llama, que continúa ardiendo gracias a tus deseos. Cuando todos los deseos desaparecen, la llama también desaparece. Ya no puede existir. La llama también desaparece: desaparece en el vasto Universo, sin dejar rastro; no puedes volver a encontrarla. Está allí pero se ha apartado para siempre de cualquier identidad, de cualquier limitación.

De ahí que Buda eligiera la palabra nirvana en lugar de realización, porque realización todavía puede darte cierta superioridad egoísta: tú eres la persona realizada, tú eres el ser liberado, tú estás iluminado, tú has encontrado. Pero permaneces. Y Buda está diciendo que ese ha perdido: ¿Quién va a encontrarlo? Te dispersas, sólo eras una combinación. Ahora cada elemento vuelve a su fuente original. La identidad del individuo ya no existe. Sí, existirás como el Universo

Por eso Buda, conociendo las tendencias humanas, evitó cualquier palabra positiva porque cada palabra positiva puede darte una sensación egoísta. Ninguna palabra negativa puede hacerlo; por eso permanece impoluta. No puedes polucionar algo que no es. Y la gente tenía mucho miedo -sentía un profundo temblor interno- al usar la palabra nirvana.

A Buda se le preguntaba miles de veces: «Tu palabra nirvana no crea un impulso en nosotros, no crea en nosotros el deseo de alcanzarlo. La verdad última, la autorrealización, la realización de Dios: todas estas palabras crean deseo, un gran deseo. Tu palabra no crea deseo.»

Y Buda repetía una y otra vez: «Esa es la belleza de la palabra. Todas las palabras que crean deseo en vosotros no os van a ayudar, porque el deseo mismo es la raíz de vuestras desgracias. Anhelar algo es lo que os causa tensión: no hay nada que desear. Por el contrario, tienes que prepararte para aceptar la disolución. En la disolución no puedes afirmar el ego, de ahí que la palabra permanezca impoluta.»

Ninguna otra palabra ha permanecido impoluta. Ello se debe a su negatividad, y sólo un gran maestro puede dar algo a la humanidad que, aunque quieras, no puedes polucionar. Veinticinco siglos…, pero no hay manera. El nirvana va a disolverte; no puedes hacerle nada.

Ciertamente es la palabra más pura. Incluso su sonido, entiendas o no entiendas su significado, te calma, te da una profunda serenidad y silencio, que ninguna otra palabra: realización de dios, el absoluto, el último… ninguna otra palabra te da esa sensación de silencio.

En el momento en que oyes la palabra nirvana es como si se detuviera el tiempo, como si no hubiera ningún lugar donde ir.

En ese mismo momento puedes fundirte, disolverte, desaparecer,

sin dejar ningún rastro atrás.

Amado Osho,

La anécdota que contaste sobre Mulla Nasruddin y el saco de azúcar ilustra con precisión la resistencia que a veces siento a que se me diga lo que tengo que hacer. Cuando el padre de Nasruddin vio lo que estaba pasando con el azúcar, bastaba con que se lo hubiera hecho notar a su hijo, sin proponerle una solución.

Una vez que le señalaron la situación, el Mulla, si tenía algo de inteligencia -y parece que era bastante inteligente- podría haber visto inmediatamente lo que había que hacer y haber actuado consecuentemente. Pero su padre no le dio la oportunidad de resolverlo por sí mismo.

Animar a la gente a usar su inteligencia e iniciativa parece ser una forma creativa de poner en acción la propia autoridad.

Te agradecería un comentario.

La historia es simplemente una forma de decir cosas muy complejas y complicadas. Respecto a la historia, tienes razón; el padre podría haber explicado. No hacía falta dar una orden, ni tampoco había necesidad de obedecer o desobedecer. Pero es una historia.

En la vida real hay cosas, en concreto, por ejemplo, Dios, o el alma, o el paraíso, el templo, la adoración, la oración a un Dios desconocido… que no hay forma de explicar. El padre de familia no puede explicar a Dios; él mismo no sabe. Le han dicho alguna cosa, lo ha aceptado y se lo ha creído. Ahora llega el momento de contárselo al hijo; ¿cómo podría explicarlo? y aquí es donde yo entro en la historia.

Toda tu sociedad y la mente de tu sociedad están basadas en cosas que sólo pueden creerse, pero no pueden explicarse; de ahí la necesidad de la obediencia; de ahí la ira de tus mayores cuando desobedeces.

Para mí también fue un problema durante la infancia. Toda mi familia iba al templo y yo me resistía. Estaba dispuesto a ir, siempre que pudieran explicarme de qué iba todo aquello. No tenían otra explicación excepto que: «Siempre se ha hecho así, y es bueno seguir a tus mayores, seguir a las generaciones que te precedieron, seguir el antiguo legado…, es bueno.» Esto no es una explicación.

Yo les dije: «No os estoy preguntando si es bueno o malo; estoy preguntando qué es. No veo a ningún dios, sólo veo una estatua de piedra. Y sabéis perfectamente que es una estatura de piedra; lo sabéis mejor que yo, porque la habéis comprado en el mercado. ¿Así es que a Dios se le vende en el mercado? La habéis instalado con vuestras propias manos en el templo; ¿en qué momento se convirtió en Dios?, porque en el taller del escultor no se le adora. Allí la gente regatea su precio, pero ¡nadie le reza! Allí nadie piensa que sean dioses, porque hay tantas estatuas… Y puedes escogerlas según tus gustos.

«Habéis regateado su precio, habéis comprado la estatua, y yo he estado observando en todo momento, esperando ver en qué momento la estatua se convertía en Dios, en qué momento pasaba de ser un bien de consumo que se compra y se vende, a ser una divinidad a la que adorar.»

No tenían explicación. No hay explicación, porque de hecho la estatua nunca se convierte en Dios; sigue siendo una estatua. Sencillamente deja de estar en el taller y está en el templo. ¿Y qué es el templo? Otra casa. Yo les dije: «Quiero participar con vosotros en las plegarias, en la adoración; no quiero seguir quedándome fuera. Pero no puedo hacerlo en contra de mi mismo. Primero tengo que sentirme satisfecho y vosotros no me dais una respuesta que sea satisfactoria. ¿Y qué decís en vuestras plegarias?

"Danos esto", "danos lo otro"; ¿podéis ver lo cómico que es todo el proceso? Habéis comprado una estatua de piedra; la habéis instalado en vuestra casa, y ahora pedís a la estatua, que vosotros mismos habéis comprado, "danos esto", "danos lo otro"…, prosperidad para nuestra familia, salud para nuestra familia. Estáis comportándoos de una manera muy rara, muy extraña, y no puedo participar en ella.

»No quiero desobedecer por desobedecer. Y esto no es desobediencia; estoy dispuesto a seguir vuestras órdenes, pero no estáis preparados para dármelas. Nunca preguntasteis a vuestros propios padres. Ellos vivieron en la ignorancia, vosotros estáis viviendo en la ignorancia y queréis que yo siga viviendo en la ignorancia.»

Pensaron que con el tiempo se me pasaría. Solían llevarme al templo. Todos hacían la reverencia y yo me quedaba a un lado. Y mi padre me decía: «Por tu propio bien…, no parece normal. Parece muy extraño que te quedes a un lado mientras todo el mundo hace la reverencia con tanta religiosidad.»

Yo dije: «Yo no veo nada de religiosidad; sencillamente veo cierto tipo de ejercicio. Y si esta gente está tan interesada en el ejercicio, pueden ir a un gimnasio; eso será verdaderamente saludable.»

»Estaban pidiendo: "danos salud", "danos riquezas". Id al gimnasio y allí podéis conseguir salud y hacer ejercicio de verdad. ¡Esto no es gran cosa! Y tienes razón en que hay algo que parece muy extraño, pero no es el hecho de que yo esté aquí, sino de que todos vosotros estéis haciendo todo tipo de estúpidos rituales. Vosotros sois extraños. Puede que esté en minoría, pero yo no soy el raro.

»Y dices que debería participar por respeto a vosotros. ¿Por qué no os unís vosotros a mí por respeto a mi persona? Deberíais quedaros todos de pie en una esquina; eso demostraría que realmente queréis participar.»

Finalmente me dijo: «Es mejor que no vengas al templo porque viene más gente, te ven, y siempre estás haciendo algo obsceno.»

Yo dije: «¿Qué?»…; porque siempre estaba sentado dando la espalda a Dios, cosa que no estaba permitida; era «obsceno.»

Y añadí: «Si Dios es omnipotente puede cambiar de posición. ¿Por

qué habría yo de preocuparme? Pero él sigue sentado en la misma posición. Si no quiere verme la espalda, puede moverse; puede ponerse a mirar desde el otro lado. Yo estoy más vivo que vuestro Dios, por eso me decís a mí que cambie de posición y no se lo decís a vuestro Dios. Sabéis que está muerto.»

Y ellos dijeron: «¡No digas esas cosas!»

A lo que respondí: «¿Qué puedo hacer? Él no respira, él no habla, y tampoco creo que oiga, porque un hombre que no respira, que no ve, que no puede moverse, que no puede oír…; todas estas cosas, actividades, son propias de una unidad orgánica, y el organismo tiene que estar vivo. Entonces, ¿a quién estáis rezando?»

Y poco a poco persuadí a mi familia de que se deshicieran del templo. Había sido construido por mi familia, pero se lo cedieron a la comunidad; dejaron de acudir a él. Yo les dije: «A menos que me lo expliquéis, vuestro abandono muestra que no os estáis comportando inteligentemente.»

Así pues la cuestión no está en la historia. La historia es una simplificación de las complicadas situaciones de la vida sobre las que nunca se dan explicaciones. El ser humano ha vivido sin explicaciones durante miles de años, ha obedecido, no ha preguntado, no ha dudado, no ha sido escéptico; ha tenido miedo de hacerlo porque todo esto son pecados; en la obediencia está la virtud.

Para mí la obediencia no es una virtud, la virtud reside en la inteligencia. Si sigues algo porque atrae tu inteligencia, entonces se vuelve virtuoso. Y si no sigues algo porque tu inteligencia no está de acuerdo, no tiene que condenarse como pecado.

La mente humana ha sido condicionada durante siglos para obedecer.

Yo quiero una sociedad en la que dejemos atrás todo lo que no puede ser explicado. Sólo entonces se podrá abandonar la obediencia..

Yo no he prescindido de Dios sin una causa; todo esto es una totalidad conectada. Si no se prescinde de Dios, la obediencia permanece incorporada a la religión y entonces la religión nunca puede convertirse en un planteamiento científico para acceder a tu interior.

Por eso no debería darse ninguna orden que no se comprenda. Estas cosas deberían apartarse de la mente humana. Pero entonces, ¿qué queda de la religión? Dios desaparece, el cielo y el infierno desaparecen.

Mahavira creía en tres infiernos, porque la gente comete pecados de distintas categorías. Naturalmente, ponerlos a todos en el mismo infierno y castigarlos de la misma forma es ilógico. Él era un hombre lógico, muy matemático. Te sorprenderá saber que hace veinticinco siglos expuso toda la teoría de la relatividad que Einstein ha descubierto este siglo. Por supuesto que no con tanto detalle, porque no tenía forma de experimentar; sólo era su visión…

Entonces él tiene tres infiernos. La cristiandad sólo tiene uno, el islam sólo tiene uno, el judaísmo sólo tiene uno; ¿por qué insiste Mahavira en que hay tres? Porque puede ver que no está justificado poner a todo el mundo en el mismo infierno: alguien ha cometido un pequeño pecado, simplemente ha robado un poco de dinero de otra persona y otra persona ha matado a mucha gente, ha asesinado, ha violado. No es lógico darles el mismo castigo. Por eso tiene tres categorías.

En la primera están los pecadores menores: la gente que ha estado fumando, bebiendo té y café, comiendo helados, etc. Como no han hecho grandes pecados, el primer infierno será para ellos, para torturarlos sólo un poco. Con no darles sus helados será suficiente; ¡arrojarles al fuego del infierno parece demasiado!

En el segundo estarán los que tienen pecados graves. Y en el tercero los que más han pecado, los grandes pecadores.

Pero no es tan fácil dividir a los pecadores en tres categorías. Buda tiene siete infiernos, porque ve que aún con tres no puedes ser justo: hay tantos tipos de gente y tantos tipos de pecado que hace falta un rango un poco más amplio para ser justo. Tiene siete infiernos. Pero nadie tiene una explicación; nadie puede probar su existencia. Sólo se trata de una hipótesis. Hubo un hombre, Sanjay Belattiputa, contemporáneo de Buda

Y de Mahavira, que también fue un gran profesor. Según él hay setecientos infiernos porque dice: «Esta gente no entiende la complejidad.» Y creo que tiene razón.

Si entramos en la complejidad del tema, incluso setecientos infiernos pueden no ser suficientes. Quizá tengas que encontrar un infierno para cada uno, para cada pecador, porque no puedes juntar a dos pecadores: sería injusto para uno, o para el otro. No existe un criterio, no hay una balanza que pueda decidir cuánto has pecado, cuantos kilos de pecado tienes.

Todo es hipotético. Y, ¿a quién escuchar? Los tres son grandes profesores, grandes maestros. Pero lo que están diciendo, aunque parezca razonable, sigue siendo hipotético. Puede venir alguien que hable de siete mil infiernos y no podrás probar, ni refutar lo que dice.

Una vez que empiezas a pedir explicaciones de todo, tus religiones empiezan a marchitarse. Descubrirás que tus ideologías políticas están basadas en tonterías.

Por ejemplo, el comunismo está basado en la igualdad humana; y ni siquiera hay dos hombres iguales, ni los ha habido nunca. A nivel psicológico, hablar de la igualdad humana es una tontería.

Cada individuo es único; no tiene sentido compararlos.

Todo aquello que llena tu mente, si lo tomas elemento a elemento e intentas averiguar y descubrir las pruebas, las evidencias, las explicaciones, te quedarás sorprendido: estás llevando una carga innecesaria.

Sí, hay cosas que no pueden ser explicadas pero siguen siendo verdad. Pero tampoco pueden ser impuestas; tienen que ser aprendidas en un ambiente de profundidad y amor.

Si confías en un maestro, si amas a un maestro, si puedes sentir su autenticidad, su sinceridad, su humanidad, entonces quizá pueda hablar de cosas que aunque son, sólo pueden ser experimentadas, no pueden ser explicadas. Pero un hombre así no te pedirá que creas en él.

Por ejemplo, yo no puedo decirte que creas en la reencarnación, aunque sé que es una verdad. Pero como no puedo probarlo, no puedo pedirte que lo creas. Sólo puedo pedirte que explores, que profundices en tu meditación, que profundices en tu ser, así podrás llegar a cuando naciste; y que profundices todavía un poco más, para que puedas sentir que estás: en el vientre de tu madre.

Has estado en el vientre de tu madre y llevas contigo ese recuerdo. Ve aún más atrás y podrás ver el momento en el que fuiste concebido, el momento en que tu padre y tu madre crearon la oportunidad de que tu alma entrara en un cuerpo. Si vas un poco más atrás podrás verte morir; es el fin de tu vida anterior. Puedes volver atrás unas cuantas vidas, pero será una experiencia estrictamente tuya; no puedes explicársela a nadie más y no puedes insistir en que los demás crean en ella. Puede que estés alucinando, puede ser una ilusión, puede ser un sueño. No lo es, porque los sueños tienen otra definición diferente.

No puedes repetir un sueño. ¿Lo habías pensado? Tienes un sueño y mañana quieres repetirlo, ¿puedes hacerlo?

Es algo que está más allá de ti. Puede que venga en algún momento, pero no puedes repetirlo a voluntad.

Pero sí puedes repetir el hecho de volver a tu vida pasada; está en tu mano, no es un sueño.

Una alucinación requiere inconsciencia, un estado en el que estás drogado. En la meditación no eres inconsciente, eres consciente, más consciente que nunca; por eso tu experiencia de las vidas pasadas no puede ser una alucinación. Pero éstas son experiencias internas y siguen siendo individuales.

Hay cosas que no pueden ser explicadas; están allí, pero no hay que creer en ellas porque así se ordena. Y se ha ordenado creer en ellas: para ser hindú tienes que creer en la reencarnación. Pero la persona que cree en la reencarnación no sabe nada de ella. Y todas las creencias nublan la inteligencia.

Es cierto que el padre de Mulla Nasruddin podría haber explicado la situación a su hijo en lugar de darle órdenes, pero le da órdenes porque de otro modo la historia hubiera perdido todo su sentido. Esta historia es una historia sufí; tiene cierto propósito. Si el padre hubiera dado explicaciones y Mulla Nasruddin las hubiera seguido, ¿qué historia sería ésta?

La historia tiene por objeto indicar algo sobre esas creencias humanas que sólo pueden ser impuestas, que sólo pueden ser obedecidas, que no pueden ser explicadas. Y si la nueva generación quiere librarse de ellas, lo único que puede hacer es desobedecer en todo lo que no le convence.

La desobediencia es un arte.

No es algo duro ni va dirigido contra nadie. Puedes ser muy educado, puedes ser muy amable, y sin embargo ser desobediente. Parece difícil porque estamos acostumbrados a asociar a la persona desobediente con una persona dura, con una persona que no es amable, que no es agradable. Es una asociación equivocada.

Yo he desobedecido toda mi vida: a mis padres, a mis profesores, a mis mayores, pero nunca les he hecho sentir que les faltaba al respeto ni he sido desagradable con ellos.

La desobediencia es un arte mayor que la obediencia. La obediencia no requiere ningún arte.

Uno de mis profesores universitarios, S.S. Roy, estaba profundamente enamorado de mí; tanto era así que a veces me decía: «De acuerdo, ven aquí, junto a la pizarra, y da una explicación a la clase si crees que la mía es insuficiente o inadecuada.» Entonces él iba y se sentaba en mi lugar, y yo me quedaba en el suyo y daba la clase.

Yo le preguntaba una y otra vez: «¿Sientes que te falto al respeto?». Y me decía: «Nunca. No te preocupes.» Le preocupaba mucho que acudiera a los exámenes, porque sabía muy bien que no me interesaban ni los exámenes ni las calificaciones. Yo estaba en la universidad para agudizar mi inteligencia, no para conseguir un título. Por eso, cuando había examen, venía a mi habitación y me llevaba en su coche hasta el aula donde tenía que examinarme, comprobaba con sus propios ojos que entraba en ella, y entonces se iba.

El primer día le dije: «No he preparado nada de estos temas. iVoy a ser completamente original, porque cualquier respuesta que de no podrá encontrarse en ningún libro

Él me dijo: «¡Señor!, ¿por qué no me lo has dicho antes? Porque éste es el examen que he puesto. No te preocupes, aún queda tiempo.»

Sacó su cuaderno, me dio cinco preguntas y estando aún en el coche me dio respuestas resumidas para las cinco. Me dijo: «Te voy a dar sólo lo esencial. Lo demás puedes elaborarlo.»

Cuando acabó, le dije: «No te sientas molesto, pero no voy a usar ni una sola frase de lo que me has dado porque sería injusto. Has preparado el examen y no deberías dejar que lo viera. No has hecho más que agrandar mi problema. Ahora tendré que evitar todo lo que me has dicho.»

Él me dijo: «¡Qué raro eres!»

Y yo respondí: «No soy raro. Simplemente te estoy diciendo que has hecho algo equivocado; por favor, no me obligues a equivocarme a mí también.» Fue un examen difícil porque me había dado las preguntas, me había dado las respuestas, y yo tenía que evitar esas respuestas. Pero encontrar mis propias respuestas fue un ejercicio estupendo; absolutamente limpio, impoluto. Y como él mismo era también el examinador, cuando mi examen llegó a sus manos y lo vio, no podía creerlo: realmente había evitado todo lo que me había dicho; no había usado ni una palabra.

Me llamó y me dijo: «Siento haberte causado tantos problemas. Puedo ver lo complicado que debe haberte resultado evitar todas las respuestas correctas y sin embargo contestaste correctamente. Pero lo has hecho muy bien y te voy a dar una calificación de noventa y nueve sobre cien. Quería darte el cien por cien, pero eso sería demasiado, por eso te he quitado un punto. Pero puedo confesarte que ese era mi deseo, darte una calificación del cien por cien, por la simple razón de que has podido evitar todas las respuestas reales y sin embargo te las has arreglado para dar respuestas significativas a todas las preguntas. Y las respuestas que has dado no pueden ser halladas en ningún libro de texto; debe haber sido una gran tensión para ti.»

Yo dije: «No, no lo ha sido. Sólo ha sido un juego, ;un ejercicio.» «De todos modos», me preguntó, «¿por qué no me escuchaste?

Habría sido lo más sencillo.»

Yo le respondí:" «Sabes que no puedo hacer nada injusto; ningún otro estudiante sabía las preguntas. Ahora soy yo el que me he ganado esa calificación de noventa y nueve sobre cien. Si hubiera repetido tus respuestas me habría sentido culpable por haber participado en un proceso injusto. Pero no te sientas mal; no he rechazado tus respuestas por ninguna otra razón.»

Puedes ser desobediente con mucho arte; de hecho tendrás que aprender mucho arte para ser desobediente. Por eso es bueno decir que no a cualquier cosa que no tenga explicación y que quieran obligarte a hacer.

Pero llegará un momento en tu vida en que estarás cerca de un místico; entonces no pidas explicaciones, porque no te está pidiendo que creas ni dejes de creer nada. Sencillamente te está abriendo su corazón. No te está pidiendo ninguna respuesta, por eso no surge la cuestión de la obediencia o la desobediencia.

No le pidas explicaciones.

Pregúntale cómo puedes experimentar lo que está diciendo.

Por tanto, hay un mundo de explicaciones, que es mundano.

Y hay un mundo de experiencias, que es realmente la verdad misma, la esencia misma de la vida, el fundamento mismo de la existencia.

Amado Osho,

¿Estamos realmente buscando la respuesta a nuestras numerosas preguntas?

Se me ocurre que cada uno de los presentes debe tener una pregunta que le caracteriza y que, si pudiéramos localizarla, actuaría como un faro. Entonces la pregunta sería suficiente en sí misma y no habría necesidad de respuesta.

De hecho, no hay ninguna pregunta que sea una respuesta para ti.

La realidad esta incuestionablemente aquí. Todas tus preguntas no

buscan realmente respuestas; pero pueden darte muchos problemas.

Si el hombre al que le planteas la pregunta es un intelectual, un pedagogo, entonces puede darte una respuesta que creará otras mil preguntas. Viniste con una sola pregunta; te ha dado una respuesta. Ahora esa respuesta crea otras mil preguntas; esto es lo que ha estado ocurriendo en la filosofía, en la teología. Cada pregunta conlleva una respuesta y esa respuesta lleva a muchas otras preguntas. Y la cosa va en aumento.

De hecho; si el hombre al que le preguntas sabe, no responde a tu pregunta; lo que hace es destruirla. Intenta que te deshagas de ella. No pone una respuesta en el lugar de la pregunta, porque eso será una tortura para ti.

Éste es el verdadero trabajo del místico, del maestro, que antes o después la gente que está a su lado empiece a sentir que no tiene preguntas.

Estar sin preguntas es la respuesta.

No hay respuesta… no se trata de que cuando no tienes preguntas

es porque todas han sido demolidas. Tampoco se trata de que encontrar una respuesta oculta.

No, no hay respuesta oculta.

Toda la basura ha sido retirada. Sientes sencillamente una consciencia limpia y clara. Esa es la respuesta… No es la respuesta a una pregunta concreta, sino que el estado de no pregunta es la respuesta que buscamos y anhelamos. Cada pregunta es una carga, cada pregunta es una herida, cada pregunta es una tensión. Y no tener preguntas, estar completamente libre de todas las preguntas…

Hay una historia en la vida de Mevlana Jalaluddin Rumi. Estaba trabajando con sus discípulos en el desierto, en un pequeño monasterio. Algunos viajeros que pasaban por allí sintieron curiosidad y entraron. Vieron que los estudiantes estaban sentados en el patio, los discípulos estaban sentados y Mevlana –Mevlana significa "amado maestro"-, Mevlana Rumi les respondía.

Los viajeros comenzaron a sentirse hartos, porque las preguntas eran extrañas y las respuestas también eran extrañas… y siguieron su camino. Después de viajar durante años, volvieron a pasar por allí y se detuvieron para ver qué pasaba. Sólo Mevlana Rumi estaba sentado allí, no había discípulos. Se sintieron conmocionados; ¿qué había pasado? Se acercaron a Mevlana y le preguntaron: «¿Qué ha pasado?».

Mevlana se rió. Y dijo: «Éste es todo mi trabajo. Demolí todas sus preguntas y como ya no les quedaban más, les dije: «Id y haced lo mismo con otra gente: demoled sus preguntas. ¡Y si os encontráis con alguien con quien no podáis, enviádmelo por aquí!»

Cuando se retiran todas las preguntas, vuelves a ser un niño, completamente inocente. Entonces tu mente se queda en silencio, y sin posibilidad de que se altere. Y una gran serenidad…

Ésta es la respuesta. No tiene palabras, y no es relevante respecto a ninguna pregunta en particular; sólo es un estado de silencio.

Capítulo 13

La Cristiandad es una Caja Vacía

Amado Osho,

Los cristianos modernos están haciendo esfuerzos desesperados por salvar a su religión de su pasado primitivo y supersticioso, ¡y de los fundamentalistas!

Por ejemplo, según se dice, un modernista de la Iglesia de Inglaterra cree en un Dios que sólo trabaja a través de un proceso evolutivo; no duda de la existencia de Jesucristo, pero no perdería su fe si se probara que Jesús nunca existió y afirma creer en lo sobrenatural, pero no en lo milagroso. Su Jesús no hizo milagros y no nació de una virgen. Su tumba no estaba vacía. Para el modernista, la ética es más importante que la doctrina.

Nuestro viejo amigo, el obispo de Durham, es uno de los que está siguiendo este camino y el año pasado tuvo problemas por sus comentarios sobre el nacimiento virginal y la resurrección. Recientemente ha declarado: «O Dios no existe o que él mismo establezca su propia existencia.»

¿Es, de alguna forma, la resurrección de la cristiandad más probable que la de Jesucristo mismo?

La resurrección de Jesucristo puede ser posible, pero no la resurrección de la cristiandad.

De hecho Jesús nunca murió en la cruz. Se necesitan por lo menos cuarenta y ocho horas para que un hombre muera en una cruz judía; y se han dado casos de personas que han sobrevivido seis días en la cruz sin morir. Cómo a Jesús le bajaron de la cruz después de sólo seis horas, no es posible que muriera en la cruz. Hubo una conspiración entre un simpatizante rico de Jesús y Poncio Pilatos por la que le crucificaron un viernes, y todo lo tarde que pudieron; porque el sábado, los judíos lo detienen todo; su Sabbath no les permite hacer nada. El viernes por la tarde se para todo.

El arreglo era que Jesús sería crucificado a primera hora de la tarde, para que se le pudiera bajar después del crepúsculo. Quizá estuviera inconsciente porque había perdido mucha sangre, pero no estaba muerto. Entonces le tuvieron en una cueva y, antes de que acabara el sábado y los judíos quisieran colgarle de nuevo, su cuerpo había sido robado por sus seguidores. Encontraron la tumba vacía y a Jesús le sacaron de Judea todo lo rápido que pudieron. Recuperó la salud y, una vez curado, se trasladó a India donde vivió una larga vida –ciento doce años- en Cachemira.

Es una coincidencia, una coincidencia muy hermosa, que Moisés muriera en Cachemira y que Jesús también muriera en Cachemira; Yo he estado en las tumbas de ambos. Las tumbas mismas son prueba suficiente, porque sólo hay dos tumbas que no están dirigidas hacia la Meca. Los mahometanos orientan la cabecera de sus tumbas hacia la Meca, por eso, en todo el mundo, las tumbas de los musulmanes apuntan hacia la Meca; y Cachemira es musulmana.

Estas dos tumbas no apuntan hacia la Meca y sus inscripciones están en hebreo, lo que no puede ocurrir en una tumba musulmana; el hebreo no es su lengua. El nombre de Jesús está escrito exactamente tal como era pronunciado por los judíos, "Joshua". «Jesús» es una traducción cristiana del nombre judío. Ciertamente es la tumba de Jesús.

Una familia ha estado cuidando de ambas tumbas -que están muy cerca una de la otra y en el mismo lugar, Pahalgam- y una única familia ha estado cuidándolas durante siglos. Son judíos -siguen siendo judíos- y tuve que pedirles ayuda para leer las inscripciones que había sobre las tumbas.

Moisés vino a Cachemira para encontrar una de las tribus judías que se perdió en el camino entre Egipto y Jerusalén. Cuando llegó a Jerusalén, estaba muy preocupado porque toda aquella tribu se había perdido en algún lugar del desierto. Una vez que su gente se estableció en Jerusalén, Moisés se fue a buscar la tribu perdida, y descubrió que se había establecido en Cachemira. Los habitantes de Cachemira son básicamente judíos -más adelante los musulmanes les convirtieron por la fuerza– y Moisés vivió con ellos y murió allí.

Jesús también fue allí porque para entonces ya se sabía que Moisés había encontrado en aquel lugar a la tribu perdida. Tenía cerradas las puertas de Judea -le volverían a colgar- y el único lugar en el que encontraría gente que hablara la misma lengua, gente con la misma mentalidad, el único lugar donde no se sentiría extranjero era en Cachemira. Por eso es natural que fuera a Cachemira.

Pero había aprendido la lección. Había abandonado la idea de ser el hijo unigénito de Dios, si no aquellos judíos volverían a crucificarle. Abandonó la idea de que era el Mesías. Vivió con unos pocos amigos íntimos y algunos seguidores en Pahalgam.

Pahalgam recibió este nombre gracias a Jesús, porque él solía llamarse a sí mismo «el pastor»; Pahalgam significa «la ciudad del pastor.» Así, había una pequeña colonia formada por Jesús y sus amigos alrededor de la tumba de su antepasado y fundador de la tradición judía. Jesús siguió siendo judío hasta el final; nunca oyó hablar de la cristiandad.

Pero los seguidores que se quedaron en Judea se las arreglaron para crear la historia de la resurrección. Y no había forma de probar nada en un sentido o en otro. Ni ellos podían presentar a Jesús; porque, si había resucitado, ¿entonces dónde estaba? Ni el otro bando podía explicar lo ocurrido.

Habían puesto una piedra tan grande en la puerta de la tumba que era imposible que Jesús la hubiera movido, y como había un soldado romano de guardia las veinticuatro horas del día, tampoco cabía ninguna posibilidad de que nadie la quitara, retirara… la roca y se llevara el cuerpo. Pero como Poncio Pilatos estaba desde el principio en contra de crucificar a Jesús… Él podía ver que aquel hombre era completamente inocente. Tenía algunas ideas locas, pero no era un criminal. ¿Y qué daño hacía? Si alguien piensa que es el unigénito de Dios, déjalo que lo disfrute. ¿Por qué molestarle y por qué molestarse? Si alguien piensa que es un mesías y que tiene un mensaje de Dios…, si quieres escucharle, escucha; si no quieres escucharle, no escuches. Pero no hace falta crucificarle.

Pero Jesús aprendió la lección; la aprendió a las duras. En Cachemira vivió con su grupo en silencio, rezando, vivía pacíficamente, ya no trataba de cambiar el mundo. Y Cachemira está tan lejos de Judea que en Judea la historia de la resurrección se hizo significativa entre sus seguidores.

Por eso digo que ocurrió cierto tipo de resurrección; pero fue una conspiración más que una resurrección. Pero es cierto que Jesús no murió en la cruz y tampoco murió en la cueva donde le llevaron; vivió durante largo tiempo.

Pero la cristiandad ni siquiera puede conspirar para revivirse, para resucitarse. Hay un gran movimiento entre los teólogos cristianos, están haciendo esfuerzos desesperados. Pero sus mismos esfuerzos muestran que van a fracasar. De hecho, sus esfuerzos son ridículos.

Hay un teólogo que dice: «No hay Dios, y tenemos que aceptar una cristiandad sin Dios.» Él sabe que es imposible probar la existencia de Dios a la generación siguiente; es imposible probar la existencia de Dios a las mentes jóvenes y frescas. Y los días de la fe se han acabado. Ésta es una era científica: debes probar las cosas, dar pruebas. Nadie va a aceptar algo sólo por que tú lo digas. Por eso, este teólogo está dispuesto a sacrificar a Dios para salvar a la cristiandad. ¿Qué será de la cristiandad sin Dios?

Hay otro teólogo dispuesto a creer que quizá Jesús sólo es un mito, nunca existió. Es tan difícil probar la existencia de Jesús como la existencia de Dios, porque la literatura contemporánea ni siquiera menciona su nombre. No hay más prueba que esos cuatro evangelios escritos por su propios discípulos; no se les puede considerar una prueba. Este teólogo está dispuesto a abandonar a Jesús para salvar la cristiandad, pero ¿que será de la cristiandad sin Dios, sin Jesús? Están tan desesperados por salvar a la cristiandad que no ven las implicaciones de lo que están haciendo.

Otro teólogo dice que no hubo milagros, que todos los milagros sólo fueron invenciones de los seguidores. Hasta ahora, y durante dos mil años, la cristiandad ha dependido de los milagros. Eran su fundamento para probar que la religión cristiana era superior a cualquier otra, porque Gautama Buda no caminaba sobre el agua, Mahavira no podía revivir a un muerto, Krishna no podía curar a los enfermos con sólo tocarlos y Mahoma no podía sacar vino del agua.

Estos milagros han indicado, durante dos mil años, la superioridad de los cristianos sobre todas las demás religiones; ¿qué tienen los cristianos aparte de los milagros? Pero él está dispuesto a olvidarlos porque ahora los milagros son denigrados constantemente. Nadie está dispuesto a creer en ellos; van en contra del orden de las cosas. Y la naturaleza no cambia sus leyes, sus reglas, por nadie; no considera a nadie como una excepción. Por eso el nuevo teólogo se siente avergonzado. Él mismo sabe que es imposible probar los milagros.

Yo le pregunté al arzobispo de Bombay: «Representas a Jesús, el papa representa a Jesús. Al menos deberíais hacer algún pequeño milagro como prueba de que realmente le representáis, si no, ¿cómo podéis probar que sois sus representantes? Camina sobre el agua, y todo el mundo se volverá cristiano. Y dices que la fe en Jesús puede hacer milagros: ¡entonces pruébalo! Debes tener fe.»

Pero ningún teólogo ni ningún papa están dispuestos a caminar sobre el agua. Ellos saben bien que la naturaleza no cambia sus leyes por cualquiera.

Por eso es un paso atrevido pero muy peligroso. Si te llevas los milagros de Jesús entonces queda un hombre muy pobre, sólo el hijo de un carpintero, no tiene nada comparable a Gautama Buda o a Mahavira o a Zarathustra. Realmente le quitas toda la gloria, que depende de los milagros. Pero, no puedes probar los milagros y como no puedes probarlos, levantas sospechas respecto a Jesús. Es mejor retirarlos, al menos así también se alejan las sospechas. Pero no entiendes las implicaciones: sin milagros, Jesús no significa nada.

Sin milagros, Buda sigue siendo el mismo, porque nunca hizo milagros. La gente no le quería por sus milagros. La gente le quería por su claridad de percepción, por ver la raíz misma de las cosas, porque hacía comprender a la gente cómo transformar su vida. Caminar sobre el agua es simplemente estúpido. Aunque puedas hacerlo, tampoco es un milagro, es simple estupidez, porque tú seguirás siendo el mismo. Al salir del agua no serás un ser humano transformado.

Sólo para darte una idea de cómo Gautama Buda y Jesús se comportarían en una situación similar… Lázaro había muerto. Sus hermanas eran grandes devotas; Lázaro era un gran amigo de Jesús. Le envían un mensaje: «¡Ven, Lázaro ha muerto!». Y mantienen su cuerpo dentro de una cueva. Jesús llega y llama a Lázaro desde fuera de la cueva: «¡Lázaro, sal fuera!».

Lázaro dice: «¿Has venido? ¡Genial, ahora voy!». Y sale. Parece algo dramático, parece que todo estaba planeado. Parece que el hombre no hubiera muerto. Era un amigo, sus hermanas eran devotas de Jesús; es como si simplemente hubiera estado allí sentado, esperando.

No fue un milagro. E incluso si lo fue, incluso si Lázaro volvió a la vida, no se transformó. No volvemos a oír nada más de Lázaro. Un hombre que ha muerto, que atravesando el proceso de la muerte ha ido al más allá y luego ha vuelto, no puede ser el mismo. Lázaro se habría convertido en un gran maestro, pero siguió siendo la misma persona; ningún cambio en absoluto.

En una situación similar, Gautama Buda se comporta de una manera diferente, y pienso que es la única forma de comportarse que tiene un hombre sabio. Una mujer, Krishagautami, sólo tenía un hijo. Su marido había muerto, los demás hijos también habían muerto; había visto la muerte en toda su brutal fealdad. Sólo le quedaba un hijo, y sólo vivía por él; no le quedaba otra cosa por la que vivir. Quería matarse, lo había perdido todo, toda la gente a la que había amado y por la que había vivido. Pero sus vecinos le sugirieron: «Uno de tus hijos está vivo, sin ti morirá. Cuida de él. Comprendemos tu dolor…».

Pero un día ese niño también murió, y Krishagautami se volvió completamente loca. Fue una coincidencia que Buda estuviera en ese momento en la misma ciudad, Shravasti. Alguien sugirió a Krishagautami: «Hay un gran místico en la ciudad. ¿Por qué no le llevas a tu hijo? Él puede hacer cualquier cosa; es un hombre con un tremendo poder. Viendo la situación, y sabiendo lo compasivo que es, es posible que haga algo. Quizá tu hijo pueda volver a la vida.»

Krishagautami fue con el cuerpo muerto de su hijo. Lo puso a los pies de Gautama Buda y dijo: «Lo he perdido todo, todos mis hijos, mi marido. Sólo vivía por este hijo pero ahora también ha muerto. He oído hablar mucho de tu compasión. Ahora es el momento de mostrarla. Haz que mi hijo se vuelva a levantar, resucítalo.»

Buda dijo: «Con una condición: ve a la ciudad… para resucitar a tu hijo necesito unas pocas semillas de mostaza, pero deben provenir de una familia en la que no haya muerto nunca nadie.»

Krishagautami no estaba en un estado mental que le permitiera ver que esto era imposible, que la condición no podía satisfacerse. Fue de casa en casa y la gente le decía: «Podemos darte todas las semillas de mostaza que desees. Podemos llenar nuestros carros de tiro de semillas y llevárselas a Gautama Buda para que reviva a tu hijo. Pero nuestras semillas no van a servir, porque no sólo uno, sino miles han muerto en nuestra familia. La gente ha estado muriendo durante generaciones y generaciones. Estas semillas no cumplirán la condición.»

Ella siguió adelante y obtuvo la misma respuesta en todas partes. Fue al rey de Shravasti y le dijo: «¿No podrías hacer una pequeña cosa por mí? Unas pocas semillas de mostaza y mi hijo puede volver a la vida.»

El rey le dijo: «Puedes tener todas las semillas de mostaza que quieras.»

Pero la mujer añadió: «Hay una condición, y la condición es que no debe haber muerto nadie de tu familia. Y tu familia es real, evidentemente cumples la condición.»

El rey, con lágrimas en los ojos, le dijo: «Real o no real, la muerte no hace distinciones. Mi padre ha muerto, mi hijo ha muerto, y un número incontable de personas deben haber muerto en mi familia antes de que yo naciera. Tienes que perdonarme; puedo daros lo que quieras, pero esa condición no puede satisfacerse.»

Tras estar todo el día dando vueltas por la ciudad, la mujer se dio cuenta de un hecho…, hoy o mañana, la muerte es inevitable.

Después de ver al rey volvió donde Buda, le tocó los pies y dijo: «Por favor, perdóname. Te estaba pidiendo que hicieras algo en contra de la naturaleza, y has sido lo suficientemente sabio como para decirme que no. Al mismo tiempo me has dado la oportunidad de darme cuenta de que lo pedía estaba equivocado. Por favor, iníciame. No tengo nada por lo que vivir, pero me gustaría saber qué es lo que vive y qué es lo que muere.» Buda la inició y ella se convirtió en una de las grandes meditadoras de entre sus seguidores.

Bien, ¿cuál de ellos crees que es un milagro, Lázaro o Krishagautami? ¿Cuál de los dos crees que está haciendo un milagro, Jesús o Gautama Buda?

Gautama Buda no está haciendo un milagro en absoluto, pero, si lo entiendes bien, él es el que está haciendo el milagro porque está haciendo que la mujer cambie de un estado de locura a un estado meditativo. Incluso volviendo a la vida, Lázaro sigue siendo Lázaro y un día volver a morir, ¿qué sentido tiene?

Pero la cristiandad ha dependido de estos milagros para probar su superioridad sobre otras religiones; de hecho, esas religiones son muy superiores porque no dependen de unas ideas tan estúpidas, tan infantiles. Entonces hay teólogos que están dispuestos a renunciar a los milagros. Pero si se renuncia a los milagros, Jesús se queda desnudo; te has llevado todas sus vestiduras, no le queda nada que dar al mundo.

Un teólogo retira a Dios, otro teólogo hace del mismo Jesús un mito, otro teólogo retira los milagros y el cuarto teólogo retirará la religión misma: quiere una cristiandad sin religión, ¡pero la cristiandad tiene que permanecer! No comprendo: cuando retiras todos los contenidos, ¿por qué aferrarte a la caja? Actualmente incluso la religión tiene que quedar atrás porque la mitad de la humanidad ya no tiene religión.

Los comunistas no creen en la religión y los comunistas no están sólo en los países comunistas, que suman la mitad de la humanidad; los comunistas también están en otros países. De hecho, las tres cuartas partes de la humanidad ya ha renunciado a la religión. Y los que quedan sólo son religiosos en apariencia. No les molesta mucho la idea de prescindir de la religión. Pero, entonces, ¿qué es lo que queda?

Parece que sólo te estás aferrando a la etiqueta, al nombre de "cristiandad". Es un esfuerzo desesperado; y además estúpido. ¿Por qué no aceptar que la cristiandad ha muerto? Dios está muerto, los milagros están muertos, la religión está muerta, Jesús ya no nació de la virgen María, ¿qué es lo que queda?

Yo he estado examinando a todos esos eminentes teólogos del mundo cristiano. Se han llevado todo el contenido; solo queda una caja vacía… ¿Pero por qué seguir con ella? ¿Por qué razón? Sólo es un viejo hábito, un viejo apego.

Y además hay otro esfuerzo… porque no puedes llevar una caja vacía durante mucho tiempo; sentirás que estás haciendo algo estúpido. Y los demás, cuando miren a tu caja vacía, ¡sentirán que tu cristiandad es estupenda! falta Jesús, falta Dios, los milagros no están presentes, la virgen María tampoco está allí. Todo lo que era la cristiandad ya no está; ¿entonces por qué estás llevando esa caja vacía? Por eso hay otro esfuerzo paralelo para llenar la caja con algo.

Los teólogos cristianos están estudiando otras religiones para poder tener algo similar. Va a ser una imitación, algo falso, porque no forma parte de su experiencia. Lo llaman «religión comparativa»; en todas las universidades cristianas estudian religión comparativa.

Yo he preguntado a los profesores y a los directores de esos centros: «¿Por qué os preocupáis de otras religiones? Tenéis la cristiana.» Pero el problema es que tienen que llenar la caja con algo, por eso recogen ideas de otras religiones.

Están estudiando psicoanálisis. Ahora cada predicador cristiano tiene que estudiar psicoanálisis obligatoriamente. Pero, ¿qué tiene el psicoanálisis que ver con la religión? La cuestión es que lo que solía hacer la religión era consolar a la gente de sus desgracias. Como ahora ya no tienen esa religión, hay que buscar una forma contemporánea de consolar a la gente. Y el psicoanálisis es un negocio que está en alza en todo el mundo; los profesionales mejor pagados son los psicoanalistas. Por eso los cristianos piensan: «Deben estar haciendo algo por la gente. Aprendamos su arte y usémoslo para salvar a la cristiandad.» Pero no comprenden que Freud estaba en contra de la religión, todo el psicoanálisis está en contra de la religión. No pueden usarlo.

Están estudiando a Carlos Marx porque este hombre ha convertido a tres cuartas partes de la humanidad; debe de tener algo, la idea de la igualdad de los seres humanos. Aunque está en contra de la religión y en contra de Dios, tiene ciertos valores; esos valores pueden ser incorporados.

Están reuniendo todo tipo de cosas en la caja donde solía estar el cristianismo. Es tan ecléctico que no forma un todo orgánico. Si miras dentro de la caja te volverás loco, porque las cosas que están tomando pertenecen a distintos sistemas. Dentro de sus sistemas, esas cosas tienen viveza; fuera de ellos están muertas. Son los ojos de una persona, las manos de otra, las piernas de otra, el corazón de otra…

¿Y piensas que de tu caja saldrá un hombre porque has metido todos los componentes necesarios para hacer un hombre? Manos, cabeza, ojos, corazón. Todo está allí, pero es una tontería. Esos ojos eran capaces de ver dentro de una unidad orgánica, dentro de un cuerpo; ahora no pueden ver. No hay unidad orgánica y no puedes producirla.

La cristiandad está muerta.

Sus esfuerzos desesperados por salvarla simplemente confirman que está muerta. Pero hace falta valor para aceptarlo.

Te sorprenderá saber que cuando murió José Stalin, el hecho no fue anunciado al mundo. El alto mando comunista tardó unos días… porque habían creído que aquel hombre era inmortal. Stalin, el hombre de acero, ¡no puede morir! Pero los hombres de acero, cualquiera que sea la idea que tengas de ellos, tienen que seguir la ley natural: murió. Tardaron unos días en informar al mundo. De hecho no podían creerlo, pero finalmente tuvieron que aceptar que Stalin había muerto.

Lo mismo ocurrió con Mao Tse-tung. Su muerte no fue anunciada al mundo de manera inmediata porque se había convertido en un dios.

Yo conozco la enseñanza de Sri Aurobindo, porque él mismo estuvo enseñando durante toda su vida que su tarea particular era proporcionar métodos a la gente para alcanzar la inmortalidad física. Todos los antiguos profesores han enseñado la inmortalidad espiritual; no es mucho problema porque el elemento espiritual en ti ya es inmortal.

Él solía decir: «Yo estoy resolviendo el problema real. El cuerpo físico -que no es inmortal-, yo voy a hacerlo inmortal.» Y un día murió.

Uno de mis amigos estaba allí, en Pondicherry, en su ashram. Y me dijo; «Ocultamos el hecho de que Aurobindo había muerto durante siete días. Nosotros mismos no podíamos creerlo, porque si él mismo no es inmortal, ¿qué pasa con nosotros que nos hemos reunido aquí para conseguir la inmortalidad física? iY el hombre que nos iba a hacer físicamente inmortales ha muerto! Ahora ni siquiera podemos decirle: "Nos has engañado. ¿Qué ha ocurrido?". Declararlo al mundo resulta vergonzoso.»

La primera discípula, "la Madre" del ashram de Sri Aurobindo, finalmente encontró una solución. Ella dijo: «No está muerto, ha entrado en un profundo samadhi, el más profundo en el que nadie haya entrado jamás. Volverá a despertar, simplemente está dormido.»

Le hicieron una tumba de mármol con todo tipo de comodidades, porque sólo estaba dormido y un día iba a volver a despertar; éste fue su último experimento con la inmortalidad física. Después pasaron los años, pero no llamó desde la tumba.

La gente empezó a sospechar, pero la madre tenía más de noventa años, y todavía seguía predicando la inmortalidad física.

Entonces, un día ella también murió. Y fue muy difícil para los creyentes, porque los creyentes habían realizado una inversión; habían invertido en su propia inmortalidad. Si ambos líderes habían muerto, entonces no les quedaba ninguna esperanza. Y todavía no les habían revelado el verdadero secreto; les habían dicho que estaban trabajando en ello.

Sri Aurobindo sólo daba a sus discípulos una audiencia al año. El resto del año trabajaba constantemente, ese era el programa en el ashram de la inmortalidad física. Ahora ambos yacen en sus tumbas, y sigue habiendo idiotas viviendo en el ashram y creyendo que un día despertarán.

Los idiotas también son un milagro; siguen creyendo. Mi amigo, el que estaba allí y sigue estando allí, es un doctor en filosofía, pero aún sigue creyendo. Ha venido alguna vez a visitarme, pero no hay forma de convencerlo. Lo intenté de todas las maneras posibles, pero me dijo: «Patanjali mismo dice en los Yoga Sutras que samadhi y susupti -samadhi y el sueño profundo- son exactamente iguales. Han entrado en un sueño profundo para descubrir el secreto de la inmortalidad física.»

Yo dije: «¿Pero cuánto tiempo les va a tomar? ¡Para entonces ya estaréis todos muertos! Aunque vuelvan… Simplemente ve, abre la tumba y verás que ya no están soñando. Sólo hay esqueletos apestando a muerte, no la fragancia de la inmortalidad.»

Pero el creyente es de tal manera que sigue creyendo. Y cree básicamente por una razón: tiene miedo de que quizá estén muertos y, entonces, ¿qué pasa con él? Eso es lo que le detiene: la idea que estén muertos. ¿Puedes ver a qué me refiero? No puede aceptar que Sri Aurobindo y Madre hayan muerto porque entonces él tendrá que morir; y no quiere morir. Por eso ha ido allí y ha vivido allí durante años, esperando que el secreto se revele. Seguirá esperando y pensando: «Están dormidos y siguen trabajando.»

Esfuerzos desesperados… y sólo ocurren cuando algo se ha ido verdaderamente y ya no lo tienes. Entonces entras en un frenesí para encontrar la forma de seguir creyendo en ello. Por ejemplo, la Biblia cree que Dios creó el mundo cuatro mil cuatro años antes de Jesucristo, es decir, hace sólo seis mil años desde el presente. Hay tantas pruebas que falsean esa creencia que se sabe está completamente equivocada.

En India hemos encontrado ciudades ocultas bajo tierra que tenían siete mil años; y no eran ciudades ordinarias. He estado en Harrapur y en Mohanjodro -ambas están ahora en Pakistán- y son algo que merece la pena ver. Y siete mil años de antigüedad es la idea ortodoxa; hay estudiosos que dicen que deben tener más de quince mil. Pero aunque sólo tuvieran siete mil años, debe haberles precedido un largo pasado, porque ese tipo de ciudad no puede crearse inmediatamente.

Tienen caminos más anchos que Nueva York. Ahora bien, una ciudad de siete mil años que tiene caminos más anchos que Nueva York… significa que deben haber tenido vehículos, tráfico; si no, ¿para qué semejantes caminos?

Tenían unos baños preciosos y un sistema de agua corriente. Incluso si tienen siete mil años, el desarrollo previo debe haber durado miles de años para llegar a aquella tecnología, a aquellas instalaciones de fontanería que permitían poder tener agua en los baños y en las casas. Tenían piscinas…

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