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La idea federal. El derecho de los pueblos en el siglo XXI (Argentina) (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Los diputados seguirán siendo representantes por los partidos políticos distritales por efecto poblacional. Los senadores, por su parte, seguirán siendo representantes de sus provincias pero además entendiendo en los tratados intermunicipales e interprovinciales.

La novedad será la cámara de representantes de las distintas funciones sociales.

Al efecto, será necesario contar con dos padrones: uno político o general, por el cual serán elegidos diputados y senadores; y otro, llamado padrón orgánico, en el que los habitantes serán ordenados conforme a la función social desempeñada: trabajadores dependientes; trabajadores independientes; unidades familiares de producción; empresarios agrícolas, industriales, de servicios; banqueros; amas de casa; jubilados, estudiantes, educadores; u otras funciones que se identifiquen oportuna y legalmente.

Conforme al primer padrón, como dijimos, además de diputados y senadores, serán elegidos los gobernadores, intendentes, legislaturas provinciales, municipales, Presidente y Vicepresidente de la Nación; y la mitad de los integrantes de los respectivos Consejos de la Magistratura.

Conforme el padrón orgánico funcional, por cada función de acuerdo a las proporciones que se establezca oportuna y legalmente, se elegirán los representantes de la Cámara de las Comunidades y la otra mitad de los respectivos Consejos de la Magistratura.

El Senado se compondrá de dos Senadores de cada provincia y uno por cada tratado regional o interprovincial. Cada Senador tendrá un voto.

Los Diputados, como queda dicho, seguirán siendo elegidos como lo son históricamente, siendo necesario revisar el piso de población.

Los Representantes de la Cámara de Comunidades serán elegidos directamente por el pueblo de las jurisdicciones electorales según el padrón orgánico funcional.

Los candidatos de cada jurisdicción y sección del padrón orgánico funcional serán propuestos a los electores por cualquier tipo de asociación o sociedad de la actividad, las que deberán seleccionarlos mediante procedimientos de democracia directa o semidirecta. Los partidos políticos podrán participar de las elecciones de representantes sólo a través de las asociaciones cuando éstas así lo permitan.

Para no abundar en la descripción y las responsabilidades de los poderes, sólo diremos que, a diferencia de lo actual, el Presidente (conforme al principio de Gobierno centralizado, estado descentralizado, pueblo libre; y que desde aquí se revisarán todas las demás, conforme los mismos postulados) tendrá sólo cuatro atribuciones directas y excluyentes de toda otra, a saber:

Relaciones Exteriores;

Paz y guerra; declarar el estado de sitio;

Planeamiento estratégico y supervisión de la recaudación y coparticipación de los impuestos pues él será el responsable del planeamiento económico general de la Nación y del comercio exterior, en coordinación con la Cámara de Representantes de la Comunidad

Mantener relación directa con municipios, comunas y comunidades de todo el territorio nacional.

Finalmente, merecen un apartado los gobiernos locales, quienes, juntamente con las comunidades y asociaciones de primer grado y juntos con el Presidente de la Nación, constituyen los ejes, vectores, pilares de todo el modelo.

Los Municipios conservarán todo el poder no delegado a las provincias o la Nación; así como las provincias lo retendrán cuando no delegados a la nación.

Cada municipio, comuna y provincia se dictarán sus propias leyes fundamentales y constitutivas, las cuales deberán consagrar los principios de gobierno conforme la democracia social, orgánica, directa y participativa; asegurando la administración de justicia; educación; seguridad pública; autarquía, autonomía y autogobierno.

Podrán celebrar tratados asociativos con otros municipios o provincias, sin necesidad de autorización alguna, excepto los propios cuerpos legislativos, siempre y cuando dichos acuerdos propenda al progreso común y no ofendan o vulneren otras soberanías consagradas.

Conforme a estos supuestos teóricos, en la parte final trataremos de vivificarlos operativamente en la epopeya de repoblamiento y ordenamiento territorial, y a ello nos remitimos.

La idea federal, camino solidario de la Nación Argentina

Aspiramos a que la totalidad de este trabajo, tanto lo teórico como lo operativo, sea discutido, no solo como propuesta "en sí", sino que tal discusión sea relacionada con la temporalidad de su aplicación en la construcción colectiva de este cuerpo aún informe que entrañablemente llamamos Argentina. O mejor aún, que tales discusiones signifiquen el paso del desciframiento de las claves del llamado "proceso histórico de nuestro país", a su conversión en realidad plena de las personas -de todas y cada una de las personas-, como sujetos históricos de la argentinidad. Más allá del valor que se le adjudique a este trabajo.

Así como lo anterior excluye toda posibilidad de círculos iluminados e iluminantes, así también "La Idea Federal" no puede "terminarse" como un programa ideológico, cerrado y completo, que anticipe el futuro, brinde todas las respuestas al presente, haga inteligibles los arcanos de lo porvenir, y nos convierta en "profetas" vocingleros.

Y esto porque, entre otras razones, la idea federal, bien probado está, es mucho más que una interpretación interesada y culminante, o que meras formas de organización, o que, simplemente, una divisa faccionaria.

La idea federal es un estilo, profundamente enraizado en una forma de ser, y por lo tanto, componente esencial de la personalidad. Por ello, no es aventurado decir que la idea federal es un camino. Viene, es y seguirá siendo transitado desde el fondo de los tiempos, siempre adecuándose, en continua construcción. Siendo, primordialmente, una actitud política, es parte de la sustancia que conforma toda política que se precie de tal, es decir, la ordenación de la convivencia por el bien común.

Nuevamente es la idea federal la respuesta idónea para esta etapa, caracterizada hace ya un cuarto de siglo por el Concilio Vaticano II: "La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis"[70].

Y a la luz de las enseñanzas del Magisterio Social, nuestra particular lectura de los "signos de este tiempo", deriva del marco general: "… Entretanto, se afianza la convicción de que el género humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde, además, establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar la propia dignidad…Las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual. Las naciones, por otra parte, se esfuerzan cada vez más por formar una comunidad universal".[71]

Así como el ideal de un mundo "más humano" congenia con el Evangelio, así también se engloba en la enseñanza de Cristo, sobre que "la ley fundamental de la perfección humana y, por lo tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento del nuevo amor. Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal, no son cosas inútiles. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, nos enseña a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia".[72]

El Concilio Vaticano, al acentuar el significado ético de la evolución, si bien distingue clara y cuidadosamente el progreso temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, reconoce que el primero puede contribuir, precisamente a "ordenar mejor la sociedad humana", componente que interesa en gran medida al reino de Dios, "Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo", [73]en la medida que no estén fundados exclusivamente "en ley humana", sino que persigan la construcción de un "Reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz"; se ajustan a la Enseñanza que encomienda a todos la caridad de todos: la Civilización del Amor.

Y esta lectura de los "signos de este tiempo", devela también que, tal vez, esté el hombre a punto de dar uno de sus saltos más trascendentales: en el camino del desarrollo pleno de su personalidad, del abandono del estadio actual de "individuo" aislado y solitario, encuentra el sentido de la propia existencia de 'ser para', en relación y en donación; esto es, junto con y en "darse" a otro. Que es, primeramente, reconocer a un Creador -cualquiera sea su credo– y en su misterio, la verdad más profunda del ser humano. Pero luego, e indisolublemente, en el descubrimiento y afirmación de sus derechos, como persona libre y digna, la unión con los otros seres de su misma calidad, es decir, el otro y los otros: unión de los espíritus y de los corazones de personas que se reconocen y aceptan como tal, por la fe y la caridad. Es decir, por el amor. Porque, citando una hermosa frase de Dostoievski, ¿qué es amar, sino ver a la otra persona tal como la ha pensado Dios?

Desde cualquier "sitio" que queramos abordarlo, constatamos hoy esta necesidad, constituyendo, entonces, el sustrato más hondo de la "conciencia histórica"; otorgándole a este momento una particularísima originalidad: tal como si el tiempo no reconociera entre pasado y futuro; tal como si en el presente estuvieran fundidos en una misma dimensión lo ya ocurrido y lo porvenir. Tal vez sea éste el momento en que se decidan las cosas del tiempo. El hombre como centro de la historia. Si esta necesidad es verificable por encontrar al hombre poniéndose de pie, es decir, tomando verticalidad hacia Dios y sobre sí mismo, también es dable verificarlo en sus vínculos con los otros hombres, con su hábitat físico, con su comunidad. Esto es, en su espacio. Y entonces, tal vez no sea aventurado decir que constituya éste el originalísimo momento no ya sólo en el que se deciden, sino también donde se deciden las cosas del tiempo.

Escribía el viejo Leibnitz que tiempo es el orden de las cosas sucesivas, y espacio el orden de las cosas coexistentes. Pero siendo tiempo y espacio como exteriores a las cosas mismas, sirven sólo para medirlas. Lo que es hoy constatable, es que éste es un espacio y tiempo originales. La dimensión espiritual o de las creencias está preparada por nuestra tradición; la dimensión actitudinal o de los valores, crecientemente abonadas por la necesidad que viéramos en los párrafos anteriores. Queda pendiente la dimensión factual o de las realizaciones. Es decir, la política.

Llegamos aquí a uno de los grandes interrogantes que quedan planteados a raíz de la rica discusión a la que hacíamos referencia al comenzar este capítulo: ¿Cómo han de "fundirse" la tradición y la necesidad; el pasado y lo porvenir en el presente; lo espiritual y lo actitudinal, en la acción política, en los hechos políticos, en la sistematización política?

Estos son los signos y los interrogantes que verdaderamente configuran el proceso actual, e imprimen el dinamismo social, sobre todo la evolución hacia la unidad. La idea federal es nuestro particular modo, como argentinos, de promover dicha unidad, desde el reconocimiento de cada personalidad -de cada ser humano y de cada grupo-, esto es, desde la diversidad. La idea federal, en este tiempo, es entonces Poder Popular y Democracia Participativa. Pero el "alma", la "clave", el "arcano" de todo esto, lo constituye la Solidaridad. Es el valor consciente por excelencia, y como tal, componente fundante del nuevo tiempo, espacio y orden. Aplicador de los valores; realizador de las creencias, vector, director y promotor de los hechos y sistemas. No es arriesgado ni simplista decir, provisoriamente al menos, que solidaridad es la política.

La discusión sobre la temporalidad, encadenado a lo anterior, ha dejado también el siguiente interrogante: ¿No es demasiado ingenuo este planteo, en un mundo y en una Argentina cada vez más profesionalizados, informatizados, comunicados y veloces?

No se nos escapa que, respondido desde cualquier materialidad, aún nosotros mismos podríamos concluir que sí, es ingenuo y hasta atemporal. Sobre todo si se lo mide, en actitud típica del sistema político: ¿Con esto, cuántos votos puedo juntar en la próxima elección? Un dato fáctico incuestionable, es que los argentinos ya no creemos en el actual sistema político, como tampoco creemos en muchos de los políticos. Y otro dato fáctico incuestionable, es que aún no se visualiza un nuevo sistema político, y que es muy difícil distinguir a los aceptables entre los políticos. Entonces, ¿jaque mate a la idea federal? Lo que vulgarmente se llama "la realidad" -y cuando se lo emplea, en verdad es para decir esto es así y no puede ser de ningún otro modo que el que yo digo-; "la realidad", entonces, ¿Va a seguir dominando por sí? ¿Todo esto está bien, pero…?

Para poder desentrañar qué es "la realidad", primero debemos tener en cuenta la propia lógica de quien se interroga sobre ella, o la describe. Los individuos entienden por realidad sólo aquello que los sentidos le indican a su inteligencia y que ésta procesa según los intereses del tener -especulación sobre el beneficio-, o según los intereses del poder -especulación sobre la posición-, o según los intereses del placer -especulación sobre el esfuerzo-. En todos es tos casos, el fin de la vida empieza y termina en sí mismo. Desde el punto de vista espiritual o de las creencias, cualquiera sea la religión del individuo, no sólo existe un absoluto divorcio con el hacer, sino que en general consiste en una particular, directa y excluyente relación con su Creador; su autoconciencia, entonces, le impone una cristalizada "escala de valores", regida por su propia moral culposa, y que se traduce, desde el punto de vista actitudinal, en asistir de vez en cuando al oficio religioso respectivo -o justificar su acendrado ateísmo, que es lo mismo-; e inclinarse hacia la beneficencia -"lo hago por el pobre, vio?"-. Es lo que en los primeros capítulos hemos definido como sentido inmanentista, moderno, dualista, romántico, materialista. Esto es lo que in-forma al actual sistema político y en lo que consiste su lógica. El individuo existe sólo en sí, niega al otro y a los demás; su ánimo es la especulación. Sólo reconoce a algunos -del griego oligoi- y la noción de "bien" está circunscripta a esos pocos. El poder y el gobierno son reservados para beneficio de esos algunos. Para el resto pan, circo y policía. Es lo que se conoce como sistema político oligárquico, aunque modernamente esté disfrazado de democracia (porque se vota universalmente y hay división de poderes).

Esta república -que no es res (cosa, hacienda, bien) ni pública (pueblo, todos, común)- genera esclavos y esclavistas, poderosos y miserables, satisfechos y resignados. Hoy en día es constatable cuanto decimos en claras y definibles porciones de la sociedad, fácil de describir para el sector de los esclavistas, poderosos y satisfechos; pero difuso aunque no por ello menos concreto, el de los esclavos, miserables y resignados, ya que consiste en un conjunto de individuos pertenecientes a casi todos los sectores sociales.

Porque los poderosos hablan por sí, cada día más conformes y exultantes; y por los resignados también hablan los poderosos, o se preocupan por inventarles planes sociales -que pagan los pobres-; no faltando, además, algún obispo que les lave la conciencia a unos; adoctrine, interprete y también hable por ellos, porque ¡estamos mal pero vamos bien!

Sin embargo, existe una porción de argentinos, no importa cuantificarlos, que son "los que no tienen voz".

Estos también forman parte de la república, de la realidad, para no seguir abusando del sarcasmo, por que la república ya no los cuenta más que para recaudar impuestos y como número en los padrones. Buscan, avanzan lentamente, esperan. Peregrinan. También votan. Para desesperación de los "analistas políticos", encuestólogos y funcionarios… ¡también votan!

Son quienes, siguiendo una vez más las enseñanzas conciliares, quieren desarrollar su ser por sobre otras consideraciones. Sin abandonar ni el mundo ni la materialidad, están dispuestos a seguir avanzando en el camino de la humanidad, esto es, ser hombres íntegros; con personalidad, antes que número o clientela. Prefieren elegir libremente, antes que correr desesperadamente tras cualquier migaja. Quienes han vuelto a definir un sentido trascendente de la vida, antes que limitarse a quejar por cuestiones pasajeras. Quienes ya saben que se pueden equivocar, pero no se dan por vencidos ni aún vencidos. Quienes ya hoy reclaman, antes que nada, dignidad y reconocimiento como seres humanos. Pero quienes aún así, exigen se cumpla y votan, justamente porque eso también forma parte de la vida; porque les ha costado mucho llegar hasta aquí y no están dispuestos a suicidarse, ni abandonar lo que les es propio, ni aflojar un tranco de pollo!

Son, tal vez, quienes están dispuestos a dejar de ser individuos y convertirse en personas. Entre quienes se desarrolla aceleradamente la virtud consciente de la solidaridad. Quienes quieren. Están en marcha, en camino. Marcha y camino todavía hoy virtuales, sólo reconocibles desde las virtudes sobrenaturales de la Fe y la Caridad. Identificables mediante el ejercicio constante del reconocimiento del "otro", que no es más que una indagación del ser uno en los demás y con los demás. Mediante la conversación permanente del "yo" con el "nosotros" a través del lenguaje del amor -a la persona, a la Patria, al Creador-.

Son tal vez, quienes están dispuestos a dejar de ser masa para volver a ser Pueblo, pues de tropiezo en tropiezo, han aprendido que el caos es el peor negocio, que el aislamiento no lleva más que a la frustración, que la dignidad de un solo hecho digno vale más que diez mil promesas, y que así es más fácil llegar a la verdad que a través del artilugio de diez mil palabras. Que la palabra vale más por lo que hace quien la dice, que quién es y de donde viene el que habla.

Estos argentinos también existen y forman parte de la realidad. Que otros se preocupen por cuantificarlos, y bien preocupados están por ello, ya que estos argentinos son, están aquí y ahora, viven. Peregrinan, reclaman, aspiran…y votan.

El primer paso que tal vez hayan dado, para utilizar un lenguaje ya utilizado, sea el de posponer la dimensión factual, y ubicarse en las dimensiones espiritual y actitudinal. Por eso para contestar, hasta donde se pueda, nuestros propios interrogantes, tengamos que referirnos justamente a la faz de los valores o actitudinal. Porque por allí comienza el cambio.

Hemos categorizado la solidaridad como un valor consciente, es decir, la aplicación voluntaria del bien desde un ser que se sabe y se desea interdependiente con otros seres en la persecución del Bien Común.

Ante todo debemos aclarar que "valor" es para nosotros un "bien" -aquello digno de ser perseguido- que desea el ser para realizarse, es decir, que rige sus actos y por los cuales busca trascender. Lo trascendente es el ser, no el valor o bien; diferenciando a éste del Bien como concepto y propiedad común a todo lo que es; pero trascendental en tanto portador y ejecutor de valores. Por ello, ontológicamente, valor y ser representan, indisolublemente, la misma realidad: la de la persona que actúa trascendentemente.

Por esto es consciente, voluntaria. En tanto apetito racional, lo deseable designa la potencia y dirige el acto -a la vez que también implica el juicio-: primero, porque obra sabiendo y segundo, porque elige por un fin legítimo, en relación y ordenado a otro y con otro; desde esta necesidad, la interdependencia de los seres es un hábito que encuentra su consistencia en el principio del acto bueno. Si además el obrar es invariable, la Solidaridad puede constituirse, entonces, en virtud complementaria de la Justicia, pues se halla en la base misma y es anterior a ésta, -en tanto la presupone- ya que, lo reiteramos, Solidaridad es la operativización del reconocimiento de la interdependencia del "yo" con el "otro" en el "nosotros", entre la parte y el todo, sin lo cual la persona, el ser, no puede ser sino más que siendo inconcluso -el individuo-. De este modo se supera el concepto tradicional de solidaridad que lo refería más específicamente al contrato.

En consecuencia Solidaridad, si bien sigue siendo una apelación que origina una obligación, alcanza la esfera de la ética, pues siendo un valor primordialmente operativo originado en la necesidad esencial, implica condición existencial, y así, dinamiza el entramado de la Norma: "yo" no puedo ser sin el "otro", pero no podemos existir sin el "nosotros" ordenado.

En el reconocimiento y en la necesidad es donde Solidaridad cobra sentido. Más queda aún, como interrogante de inteligibilidad de cuanto se viene analizando, el concepto de ser como persona. Añadir otros elementos a los ya dichos en el presente trabajo sobre la persona, sería sobreabundante. Sin embargo, resta sí manifestar que es fe nuestra que persona, como plan y como misterio, representa acercarse más al designio del Creador para con el hombre: la Creación, en constante evolución, requiere del hombre asuma su papel y significación en tanto criatura, de co-operante; para lo cual Cristo y su mandamiento del nuevo amor, ha dejado la Enseñanza y el Camino.

Poder Popular y Democracia Participativa se nos aparecen como sintetizadores formales del concepto de política necesario en un panorama complejo como el que venimos analizando, coherentes con los modestos postulados que hemos tratado de desarrollar.

En consecuencia es allí donde debemos ubicar, desde una visión política, el avance del hombre hacia el centro de la historia. Es con dichos conceptos "sistémicos" que podemos comprender y acompañar el proceso de cambio.[74]

El descubrimiento y afirmación creciente de sus derechos en el desarrollo de la propia personalidad y dignidad, lleva, aunque imperceptiblemente aún, a una re-definición de esos mismos derechos. Y esto constituye, tal vez, uno de los obstáculos más grandes para la inteligibilidad o racionalización que presenta hoy la realidad como compleja.

Los llamados derechos y garantías individuales, consagrados en casi todos los ordenamientos democráticos occidentales, han devenido, si importantes, en in suficientes, tal como hemos tratado de demostrarlo en los capítulos anteriores. De la misma manera, a los conocidos como derechos sociales, producto de esta centuria, también creemos les ha llegado la necesidad de redefinición: ninguno de ellos alcanza para cubrir la necesaria y esencial unicidad que está hoy en el tras fondo de la evolución.

Pues no se puede seguir hablando de cualquier derecho si éste no está basado en un poder real. Sólo así se podrá reintegrar la vigencia de la soberanía. Mejor diciendo aún, podrá ser cierta la determinación de la voluntad popular.

Sin este re-conocimiento original toda acción y orientación política no hará más que seguir encaminándose hacia la caotización que configura la actualidad: "…De esta manera, las relaciones humanas se multiplican sin cesar, y, al mismo tiempo, la propia socialización crea nuevas relaciones, sin que ello promueva siempre, sin embargo, el adecuado proceso de maduración de la persona y las relaciones auténticamente personales (personalización)".[75]

En la base actitudinal, el reconocimiento implica testimonio de que es cierta una nueva oportunidad, ya que promueve una más íntegra participación de todos los hombres y de todo el hombre. Actitud de "identidad humana", tal como preconizan las enseñanzas conciliares.

Por otra parte, el re-conocimiento es unitivo de las dimensiones exterior e interior de la persona: la aspiración de la auténtica dignidad de la persona humana y la aspiración a la auténtica comunión entre los hombres.

El trabajo, la actividad responsable, voluntaria y direccionada a un fin preciso desde la más íntima libertad, con el sentido o valor de hacer y contribuir al bien común, es el sustrato de toda consideración política: la sociedad se construye y estructura desde el trabajo. La caridad y la solidaridad confieren a ese poder, a ese ejercicio del obrar y mover la realidad, el sentido de concretar que la trama profunda del orden, tiene en el derecho al trabajo como un derecho político. Constituye esto, entonces, el núcleo de la nueva sociedad y de toda forma institucional que se quiera dar.

Desde este derecho, la activación de la persona mediante la solidaridad "como cosa sagrada" viabiliza la democracia participativa no sólo fundada en ley humana, sino ordenada objetivamente por el respeto al mandato de su corazón, y que, desde la conciencia le indica que debe amar y practicar el bien, a la vez que evitar el mal: así como la recta conciencia y el orden moral objetivo constituyen la dignidad humana, así también, para restituir a la persona como centro de toda realización, dimensión factual, el sistema, el ordenamiento político y su progreso, deben dejar que prevalezca el bien de las personas.

La activación de las personas reconoce a la iniciativa como su motor. Trabajo e iniciativa son así los ejes de construcción del Estado participativo, restaurado en su función esencial de asegurador del bienestar general. Que es ahora Estado Popular.

Los medios, aunque han sido someramente analizados en los capítulos anteriores -partidos abiertos, sindicatos, programación participada, formación de la renta, remuneración, etc-, en verdad habrán de salir de la sana discusión, de la conversación, entre los propios realizadores. Es decir, de todos y cada uno de los argentinos de buena voluntad a quienes anime una sola divisa: la azul y blanca; e inspirados por un mismo amor: nuestro Pueblo.

No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, ni a la historia; a los hechos, ni al porvenir: cada persona tiene su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Por tanto ni puede ser reemplazado en la función, ni su vida puede repetirse; su tarea es única como única es su oportunidad para instrumentarla.

Más debemos siempre recordar que en el origen y en el fin de toda obra está presente el reconocimiento:

"La piedra que los constructores despreciaron,

se ha convertido en la piedra

principal".[76]

Argentina Potencia Alimentaria mundial

Una gesta de pico, pala y carretilla – Bases para un modelo operativo

Diagnóstico

Modelo explicativo

La necesidad de ver la Argentina desde otro campo

Declaramos que necesariamente vamos a ser arbitrarios, por eso este subtítulo de comienzo. Preferimos sumergirnos en el desenvolvimiento del campo de una epopeya, antes que oscurecernos en la persecución de una quimera ni perdernos en el renunciamiento del "no se puede". Una epopeya que inflame los corazones, promueva la imaginación, predisponga al esfuerzo, en fin, reviva el sagrado amor a la Patria; a la misma vez que resuelva los problemas urgentes del trabajo y la producción junto con los estructurales e institucionales que arrastra la Nación y postergan su realización.

Epopeya que sea un vector en el que se resuman fácticamente realidad y potencialidad; que integre, desde lo más simple y a la misma vez más preciado, la vida cotidiana de los millones de postergados y excluidos quienes sólo tienen para ser, su esperanza y la fuerza de sus músculos, todas las demás diversidades y complejidades con que Dios ha regalado a nuestra gente y nuestro país.

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El campo que vamos a definir, en grado de inventario, parte de lo más simple y urgente para llegar a lo más complejo y definitivamente importante, lo denominamos la epopeya de pico, pala y carretilla. Convencidos que desde esos elementos rudimentarios se puede construir una gran obra: la Argentina potencia alimentaria mundial, plataforma de la unidad latinoamericana.

En el momento exacto de redactar las propuestas que siguen, el mundo se encamina hacia un nuevo ordenamiento, el de la integración universal, y también es menester "verlo" de una nueva manera (mapa "Un mundo oceánico"), aunque su conformación seguirá teniendo los mismos puntos de tensión (mapa "Puntos de paso estratégicos" y "El mundo visto desde la Antártida" a y b)

En el momento exacto de redactar las propuestas que siguen, nuestro país, en tanto Nación, en su ya largo camino recorrido, se encuentra ante otro punto de inflexión histórica. Es necesario que tengamos una clara visión y comprensión del alcance de lo que ha sido llamado "transición", aún no debidamente explicado ni desarrollado, pues del balance entre necesidades y posibilidades; del balance entre tensiones-pulsiones y decisiones, saldrá el modelo al que se aspira concretar.

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Ninguna palabra mejor aplicada: la transición caracteriza la etapa pues no es sólo un cambio de gobierno; no es sólo un tiempo de articulación entre períodos presidenciales; no es meramente un cambio de políticas lo que se juega. Todas ellas -y otras más que no vienen ahora ser mencionadas- son componentes de la etapa. Cierto es. Pero más aún lo es la necesidad imperiosa de cambiar la forma de vida y concretar los sueños ancestrales, aquello que es lo permanente y constante en el ser nacional, pero todo en su medida y armoniosamente.

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Hoy se lo entrevé nuevamente y se lo realiza como a borbotones: los argentinos aspiramos a entrar en un cauce más equilibrado en el que obtengamos la certeza de que el esfuerzo y si es necesario el sacrificio, las alegrías de los logros así como las lágrimas del dolor de las postergaciones, valen la pena.

La única verdad es la realidad, y la realidad es la necesidad. Necesidad integral: material y espiritual; personal y comunitaria; familiar y nacional; urgente y permanente; histórica y extra histórica; concreta y trascendente; particular y general; de cambios y de constancia. Necesidad de realización. Necesidad de reconstrucción. Los argentinos necesitamos cambiar de época, con trabajo y en paz; haciendo y soñando. Con lucha, pero sin violencia. Cambiar de época es también cambiar de régimen para recuperar y realizar lo que es don y tarea, aquello que nos identifica en el conjunto de las naciones, el argentino inmortal. El destino palpita en medio del sufrimiento pues el nuestro es un pueblo de esperanza. He aquí el marco de la transición.

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Reconstruir y construir a la misma vez, en el presente, éste es el desafío de la transición, del tránsito de lo que es a lo deseado; paso de la actualidad a lo prometido; del pasado al futuro; pascua, en fin.

A lo largo de este trabajo se irán desgranando las cuestiones irresueltas de la argentinidad, en una forma operativa, basándonos en aquellas otras que, entendemos, constituyen el basamento -lo constante y permanente como realización y búsqueda- como modelo de configuración de la voluntad nacional.

Como en todo diagnóstico, que presupone un corte de la realidad siempre arbitrario, y motivado por necesidades objetivas pero también subjetivas, lo que perseguimos es desarrollar las bases de un modelo operativo, no un plan de gobierno ni políticas específicas. Por lo tanto, la política global sobre la que se asienta, es la política que busca integrar la voluntad nacional, tras la gran obra física y espiritual que irá definiendo la epopeya, en torno a tres ejes primordiales:

Instrumentos y obras físicas de gobierno común

Organización del estado

Organización del poder popular

El corte de la realidad desde el que proponemos, es ver la Argentina, necesitada e irresuelta, desde los espacios vacíos, escenarios naturales y culturales -en ese orden los develaremos en los capítulos que siguen para luego sintetizarlos-. También sería válido hacerlo sectorialmente desde la exclusión, el desempleo, la marginalidad, la economía, la industria, el trabajo, la producción, del conocimiento y la tecnología, de la cultura; el sistema institucional, el Estado, o desde las organizaciones sociales emergentes. Desde cada una de ellas, desde el agrupamiento de algunas. Lo hacemos desde los espacios vacíos naturales y culturales en el entendimiento que justamente retomando su fusión, nos pondrá en la posibilidad de inmiscuirnos en el campo de una epopeya. A las puertas de la segunda centuria de la epopeya que alcanzó nuestra historia política independiente; a cincuenta años de la epopeya que conquistó la independencia económica, es llegado el momento de una nueva epopeya que siente las bases integrales de la independencia definitiva y ponga, como dijimos, a la Argentina en el lugar que le corresponde en el mundo.

El espacio nacional

Al espacio nacional lo definimos como el ámbito integral en el cual nuestro pueblo desenvuelve y desarrolla su voluntad.

Por lo tanto, en plenitud, el espacio -ámbito integral- abarca una extensión, una contextura y una forma bien definidas, modeladas por una cultura que persigue fines últimos y que elabora valores y medios para conseguirlos. Por ello ninguno de estos conceptos puede ser instrumentado al margen de la experiencia histórica del pueblo, que en su larga lucha por ser Nación los ha ido elaborando cada vez con mayor claridad y precisión: los objetivos permanentes plasmados a lo largo de la historia son la felicidad de sus hijos y la grandeza de la Patria; los valores con los cuales define los medios y modera su voluntad son la independencia, la justicia, la soberanía, la integración, la solidaridad, el amor, la paciencia, la tolerancia, es decir, la humanidad en ejercicio… así como muchos otros, que presuponen una profunda textura religiosa, ya que para los argentinos el hombre es la medida de todas las cosas, el hombre es el sistema, y Dios el Creador.

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Es por ello que, analíticamente y a grandes rasgos, se pueden distinguir dos características primordiales del espacio nacional: el espacio espiritual y el espacio material.

A la misma vez ambos y cada uno de ellos, se interrelaciona tanto con lo real cuanto con lo potencial, siendo también una característica propia, que muchas veces lo potencial se funde con lo real, al menos en el campo perceptivo de la mera actualidad.

Sobre este entramado se estacionan las fuerzas y los factores que constituyen el poder nacional, desarrollando políticas de ejecución de una Doctrina, hoy debilitada en su explicitación y en proceso de revisión, que vertebra el conjunto.

Complementariamente con el de espacio, es preciso tener en cuenta otro concepto clave: el de posición.

No se limita éste a la simple matemática definida por coordenadas geográficas tan llenas de consecuencias desde el punto de vista climatológico, de habitabilidad, recursos naturales; si no que por sobre todo considera la situación en el ámbito regional, continental y mundial; aprecia la accesibilidad al tránsito terrestre, fluvial, aéreo y marítimo; discierne la dirección e intensidad de las presiones externas; distingue zonas de integración, fricción y eventual penetración; y finalmente, considera el dinamismo de la ósmosis fronteriza.

El territorio como realización del espacio, es a la vez físico y cultural, y como tal, contiene todas las esferas en que el hombre separa la realidad para operar sobre ella. Por esto el territorio es a la misma vez geografía, paisaje y ecología política, organicidad social y unidad básica desde la que se vertebra la afirmación nacional.

Dentro del territorio, en el marco de este trabajo es necesario referirnos a la frontera, siendo la misma una visión geoambiental y cultural, territorio colindante entre dos voluntades. En el caso de las fronteras nacionales, es el ámbito donde comienza la Patria y borde de relación e integración regional y continental.

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Por lo tanto frontera no es "límite", aunque lo incluye, ni donde termina el país; ni siquiera es una zona que una República pueda regular por jurisdicción administrativa exclusivamente. En nuestro concepto, la frontera nacional es el ámbito territorial de dos naciones, a ambos lados del linde, en el que palpitan las naciones en su voluntad de ser. En el que se incluyen más que separarse; en el que efectivizan aquello que intuyen antes de conocerlo. Es el ámbito físico del encuentro de las naciones.

Cabe agregar, para finalizar la noción de espacio, un concepto político en principio teorético, pero de inocultable alcance práctico: la proporcionalidad inversa del poder respecto de la distancia en que actúa. La Argentina resolvió y volverá a resolver esta noción aplicable a cualquier sistema político, mediante el federalismo.

Los desequilibrios naturales, estructurales y factoriales, sólo por el federalismo como vector eco histórico, activo, pueden ser corregidos. Y los espacios vacíos ser definitivamente llenados. Oportunamente retomaremos en forma sintética, sobre la cuestión, a la que hemos denominado "La Idea Federal".

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Desde el punto de vista territorial y atendiendo la posición que ocupa nuestro país en la región y el mundo, el espacio geográfico argentino podemos dividirlo en tres grandes bloques:

Continental

Desde el norte del país hasta una línea imaginaria que une Mar del Plata en la provincia de Buenos Aires con San Rafael, en la provincia de Mendoza. Es el bloque que nos une con todos los países hermanos de Sudamérica. Primordialmente atlántico, puede también tener acceso al Pacífico. Casi la mitad de su extensión pertenece a la cuenca del Plata. Asiento de las nueve décimas partes de la población y sede de las principales ciudades de la Argentina de más de un millón de habitantes.

No obstante, su configuración interna es altamente desequilibrada: considerando las esferas de poder, este espacio se subdivide en: área marginal o fronteriza; la pampa húmeda y las ciudades-estado incorporadas al área central; la zona vacía y empobrecida (ver croquis "La Argentina vacía")

Peninsular

La Patagonia, entendiendo por tal la superficie que se encuentra situada al sur de las cuencas de los ríos Barrancas y Colorado y su geo entorno. Constituye un tercio del territorio nacional. Bioceánica por su forma y extensión, semeja la proa de un gran barco navegando hacia la Antártida. De gran unidad espacial, pero muy diversa en lo territorial, reconoce tres bloques internos: el cordillerano, la meseta y la costa. Escasamente articulada a los otros bloques y entre sus propias zonas. Su conformación por esferas de poder representa un verdadero archipiélago de islas entre mediana y bajamente desarrolladas, rodeadas de un inmenso silencio de tierras vacías de población, pero inmensamente ricas en recursos de todo tipo, en particular sistemas ecológicos y una biosfera únicas en el planeta. El agua es el gran atributo a dominar y emplear para su ocupación.

De sutura

Desde la línea imaginaria Mar del Plata – San Rafael, hasta la línea caminera que une San Antonio Oeste en la provincia de Río Negro con Zapala en la del Neuquén por las rutas 251 y 22. Atlántica por obligación (debido a la succión del puerto de Bahía Blanca) tiene posibilidades de acceso a los puertos del Pacífico. Una parte de este bloque se superpone con el anterior Peninsular. Analizando las esferas de poder, este bloque se subdivide en: la zona de Mar del Plata y el centro de la provincia de Buenos Aires; Bahía Blanca y el sudoeste y sur de Buenos Aires; los valles del sur mendocino; el eje S.A.O/Zapala; y un área central y sur desarticulada con focos de desarrollo puntual.

Bañando las costas de estos dos últimos bloques (de Sutura y Peninsular), el Mar Argentino y más allá la Antártida. La problemática de estos otros dos verdaderos bloques la trataremos en ocasión de las propuestas en sí mismas, pues se pondrá en claro que, para recuperar soberanía efectiva sobre ellos es menester, más que en los otros, la integración y unidad de las naciones del cono sur, por un lado, así como la integración y repoblamiento del propio espacio nacional.

Aunque hoy sin intereses que lo sostengan como en otras épocas pasadas, las líneas de tensión de fractura seguirán estando si no se procede a la integración territorial (ver "La Argentina dividida")

El espacio continental

Así como la Argentina está inconclusa, toda Sudamérica lo está (ver mapa "Sudamérica político "y "Enclaves de desarrollo y marginalidad").

En especial el denominado desierto verde, las inconmensurables extensiones que ocupan las cuencas de los sistemas del Amazonas y el Orinoco. A ellas hay que agregar, aunque redundante, la cuenca del Plata.

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Este desierto verde constituye el hinterland sudamericano, es decir, el espacio vital del continente, sin cuyo dominio no habrá de resolverse la existencia particular de las naciones. Resolución que sólo puede sobrevenir por la integración de ellas (ver mapa "Eje geoestratégico sudamericano")

Aunque sus 18 millones de km2 representan solamente el 12% de la superficie total de las tierras firmes del planeta, en nuestro continente se encuentra más del 25% del volumen de las aguas dulces del mundo; lo que se debe a la inmensidad de sus tres principales cuencas hidrográficas que cubren el 60% de su área, la densa vegetación y el intenso régimen pluvial.

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Debido a todos estos factores, los ríos del continente, que son de los más caudalosos del mundo, forman una gigantesca red fluvial que puede ser transformada con relativa facilidad en un sistema navegable continental, el más grande del mundo, con una longitud total cercana a los 50.000 Km.

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Los gigantescos Orinoco, Amazonas y Plata, con algunos de sus afluentes, constituyen vías acuáticas troncales que, al ser interconectadas polimodalmente, permitirán las comunicaciones fluviales en todo el continente.

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Es necesario, en este sentido, realizar varias obras que formará conexiones fluviales en algunos casos donde ello es posible comunicar ríos por canales; o conectar las vías acuáticas por vías terrestres (sean carreteras y/o ferrocarriles).

Debido a la situación geográfica, las principales obras de interconexión de las cuencas tienen que hacerse en el sentido norte-sur, conformándose así el Gran Eje Fluvial Norte – Sur. Esta carretera sin polvo ni asfalto seguiría el curso del Orinoco, Casiquiare, Negro, un corto tramo del Amazonas, Madeira, Mamoré, Guaporé, Paraguay, Paraná y río de la Plata.

Parece cosa de Julio Verne. Sin embargo estos ríos están prácticamente interconectados por la naturaleza. En el caso de las cuencas del Orinoco y del Amazonas, la interconexión está permanentemente asegurada por el río Casiquiare, que constituye -como ya decía el sabio Buache en 1798-, una "monstruosidad geográfica", por ser el único caso conocido de conexión natural entre dos cuencas hidrográficas de tanta relevancia.

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Sin embargo, se deberán realizar tres obras principales, de gran importancia (ver croquis: "Las líneas estratégicas"), que aseguren la continuidad del mencionado eje:

Zona de rápidos de Atures y Maipures, Venezuela para interconectar las cuencas Orinoco y Amazonas

Zona del Alto Madeira, en Bolivia, para asegurar la interconexión propia de la cuenca amazónica.

Zona del Mato Grosso, en Bolivia, para interconectar las cuencas del Amazonas y el Plata;

Puntos donde efectivamente la comunicación acuática está interrumpida. Además, en el marco de todas y cada una de las mencionadas cuencas, se requieren interconexiones fluviales de interés regional y local, para asegurar la eficiencia deseada del sistema de navegación que se puede implementar.

Efectuado un relevamiento exhaustivo por travesía directa, hace más de veinte años, se comprobó la factibilidad de la obra, encontrando que en todos los cursos superiores de todas las aguas, es posible hacerlo con el calado mínimo de remolcadores que, en tandem, puedan transportar hasta 8.000 toneladas (una locomotora moviliza unas 400 tns. Y un camión solamente 40).

Es conveniente recalcar que, al implementar el transporte fluvial es posible el aprovechamiento múltiple de los ríos para la producción de energía hidroeléctrica, el control de inundaciones, riego, abastecimiento de agua potable para los centros urbanos y complejos industriales, etc.

Conclusión preliminar: comienza a definirse el campo de la epopeya

Esta somera descripción de los espacios, nacional y continental, nos acerca a comenzar a definir el campo de la epopeya:

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Ocupación de los espacios vacíos y domesticación común del hinterland.

Integración física norte – sur, base de la integración política, institucional y económica, pues muchas de las obras necesarias, inclusive en el espacio nacional, requieren de al menos un grado de concurso de otros países.

Redistribución de la población por la colonización de las tierras ganadas y delineamiento de nuevas políticas y formas organizativas.

Desde el empleo de mano de obra intensiva, de baja especialización, hasta el empleo de capitales y recursos tecnológicos de alta intensidad. La combinación con aprovechamientos hidroeléctricos hace factible económicamente el cumplimiento de las obras al permitir una más rápida recuperación de las inversiones.

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Multiplicación de la riqueza y actividad económica de todo tipo, pues para las regiones beneficiadas la actividad económica no es causa anterior a la realización de las obras que se irán describiendo de aquí en adelante, sino su efecto posterior; en este sentido, aunque aparece como una paradoja -por eso epopéyico- muchas de las tales obras se deben emprender, no en función de las demandas actuales, sino de la demanda que se generaría con su establecimiento.

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Diseñar, organizar y ejecutar esta epopeya permitirá el aprovechamiento de vastos recursos naturales, muchos hasta ahora inexplotados y subexplotados y, a la vez, la imprescindible redistribución de la población, modificar el desequilibrio en el cual casi el 90% de la población vive hacinada en la estrecha franja del perímetro costero, en el caso del continente y la Patagonia argentina, mientras que en el centro se cuenta con menos de una habitante por kilómetro cuadrado.

Sin mencionar que, en el caso de la pampa húmeda, concentradora de recursos y habitantes, como hemos visto, está sujeta a una explotación intensiva que, en muchas zonas, se acerca ya mismo al agotamiento.

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La implementación de esta epopeya, en fin, nos permitirá adentrarnos hacia el corazón mismo de la tierra donde existen:

Más del 25% del total de aguas dulces del planeta;

La tercera parte de las reservas mundiales de bosques latifoliados;

Ingentes potenciales piscícolas, pecuarios y agrícolas, que pueden resolver los graves problemas de la alimentación del continente;

Recursos hidroenergéticos, hidrocarburíferos, gasíferos y minerales inconmensurables;

Sentar las bases físicas de la Gran Federación de Naciones Soberanas;

Desarrollar nuevas pampas húmedas y valles de explotación intensiva;

Crear las condiciones para el establecimiento de modelos de vida acordes con la Civilización del Amor y la Justicia que adviene.

Otros pueblos y naciones, en la época de su consolidación nacional resolvieron sobre estos factores (transporte ferroviario y dominación de vías acuáticas) la necesaria integración territorial (ver croquis "Integración del territorio norteamericano" y "Acondicionamiento fluvial norte – sur)

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Modelo propositivo

Memorias descriptivas

El Río Bermejo

La canalización del Río Bermejo no constituye un proyecto aislado, sino el emprendimiento de un conjunto armónico de obras con la finalidad de integrar al territorio de la Nación y a la actividad productiva una vasta región geográfica, el gran Chaco Gualamba, que abarca unos 250.000 kilómetros cuadrados (equivalente a la superficie de Italia), y que influye en otros 350.000 km2 en la mayor parte de las provincias de Formosa y Chaco, el oeste de Salta y Jujuy, el noreste de Santiago del Estero y Córdoba, el norte de Santa Fe; además del sudeste de Bolivia y el sudoeste de Paraguay.

Forma parte de los desiertos secos y tórridos que en toda la superficie del planeta siguen la latitud de los Trópicos cuando éstos atraviesan grandes masas de tierra. En el caso del Trópico de Capricornio en el Hemisferio Sur, se trata de los de Atacama, Kalahari en África y el gran desierto de Australia. Sin embargo, por un extraño equilibrio ecológico, la vasta planicie semi desértica chaqueña (de entre 70 y 300 metro sobre el nivel del mar) está cubierta y protegida por un rico y denso dosel de vegetación, con suelos de muy buena aptitud agropecuaria, pero sin un régimen hídrico adecuado (entre 200 y 600 milímetros anuales de agua de lluvia).

La carencia de agua potable, prolongadas sequías seguidas de intermitentes lluvias torrenciales, la erosión de los suelos, la explotación forestal indiscriminada que destruyó los bosques naturales, etc. crearon las condiciones adversas a los asentamientos humanos y a la explotación de sus recursos naturales.

Un gran espacio vacío en forma de cuña, que fractura la relación entre la Mesopotamia y el Noreste por un lado, con el Noroeste por el otro; y también entre el Atlántico y el Pacífico, con sólo un habitante y medio por kilómetro cuadrado y un crónico déficit de infraestructura, comunicaciones, transporte, energía y equipamiento de todo tipo. Constituye una debilidad geopolítica de primera magnitud.

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Un proyecto de transformación de esta región verdaderamente daría como resultado un nuevo país.

Es una de las dos grandes empresas transformadoras que la Argentina necesita para su desarrollo y también para la recuperación de su mística nacional.

El gran protagonista de la reconstrucción ecológica de la planicie chaqueña es el río Bermejo. Es el quinto río del país por su caudal promedio (450 metros cúbicos por segundo), pero con un régimen torrencial, ya que transcurre con un caudal mínimo de 30 m3/seg. Y un máximo de 16.000. (es el responsable de las frecuentes inundaciones del Paraná)

A lo largo de su recorrido arrastra sedimentos sólidos que constituyen el 75 por ciento de los que afectan a los ríos Paraná y del Plata, obligando al permanente dragado de éstos para posibilitar la navegación.

Estas dos circunstancias -régimen torrencial y sedimentación en suspenso- hacen necesaria su regulación para el aprovechamiento integral, inteligente y armónico de todas sus potencialidades como las de las tierras a las que da y podría dar mayor vida.

El Bermejo nace en la zona montañosa de Bolivia -país que aporta un cuarto de su caudal- y penetra en la Argentina donde recibe varios afluentes como el Pescado, el Iruyá y el San Francisco desde las sierras subandinas y el macizo salteño. A partir de su unión con el San Francisco se transforma en un río de llanura con un curso dividido y errático debido a su régimen torrencial y a las características geológicas de los terrenos arenosos y arcillosos que permiten la permanente erosión de sus riberas.

En su cuenca inferior -como río de llanura- llega a tener hasta cinco kilómetros de ancho y luego de recorrer alrededor de 700 kilómetros, desemboca en el río Paraguay.

La problemática general del aprovechamiento del Bermejo se basa en la regulación de su caudal (embalses y aliviadores), regulación de su cauce (canalización), irrigación (sistemas de riego), navegación (esclusas), energía (centrales hidroeléctricas en la alta cuenca); y como obra complementaria pero de primera magnitud, el recupero y aprovechamiento de sedimentos sólidos (para evitar la embancadura de canales y embalses); y mejorar la calidad del agua potable y de riego.

Junto con las obras básicas y complementarias, deben preverse lógicamente los asentamientos humanos (colonización, industrias); obras portuarias y de alije; viales, de infraestructura y equipamiento general de servicios, etc. que hacen a la modificación integral de las condiciones de vida de la región.

En los aspectos de diseño técnico se ha seguido el Plan de Canalización formulado por el Almirante Portillo en la década del 30 del siglo pasado, y a ella nos remitimos.

Para no adentrarnos excesivamente en los aspectos del Plan (ver capítulo "Formas Operativas"), podemos adelantar que se ha estimado una inversión total, incluyendo recursos ya existentes, del orden de los Cuatro mil cuatrocientos millones de dólares (u$s 4.400.000.000) según el siguiente detalle:

1800 millones en la obra de domesticación de la alta cuenca y el canal del Teuquito;

2100 millones en el canal lateral y el canal de Santiago del Estero;

370 millones en el equipamiento de esclusas con turbogeneradores para ambos canales.

130 millones en obras adicionales y complementarias.

Un alto porcentaje de las obras son posibles realizarlas con mano de obra intensiva y de tecnología de baja intensidad, con lo cual nos acercamos a la resolución del desempleo, generación de empleos de baja capacitación y redistribución de la población, así como la reconversión del equipamiento ocioso de nuestro país.

Con el sistema de riego a crearse, los cálculos más optimistas aseguran la incorporación de entre 10 y 12 millones de hectáreas de las tierras más fértiles del mundo a la producción agropecuaria y silvífera, lo que implica duplicar la pampa húmeda y colocar a la Argentina como primera potencia alimentaria mundial.

Además del control de inundaciones y de los sedimentos sólidos (que de por sí aseguran en el tiempo un ahorro del gasto nacional aún no ponderado, pero que juega a favor de la nueva economía a crearse); así como la generación de energía e infraestructura de comunicaciones, los cultivos y la reforestación de la región, constituirán un mejoramiento revolucionario del ecosistema y un acercamiento e impulso formidables a la colonización del hinterland, asegurando el progreso y desarrollo dinámico y auto sostenido de una cuarta parte del territorio nacional, soldando espacios y conectando regiones intranacionales y base sólida de apoyo a la integración física del continente.

La Patagonia

Muchas veces denominada "tierra maldita" o simplemente "desierto", no nos permitió esta clasificación, a los argentinos, ver con claridad su verdad; constituyen esas palabras una falacia simplista que favoreció intereses antinacionales. No hay dudas que esta vasta porción del territorio nacional, por su clima, suelo y posición es, en realidad, un escenario grandioso destinado a la afirmación y el triunfo de una raza viril y fuerte.

En esta porción del espacio nacional encontramos la mayor parte de los factores, elementos y recursos estratégicos del mundo: energía, minerales, alimentos, viento, agua, tecnología y un sistema ecológico y una biosfera que, como ningún otro lugar del planeta, favorece los asentamientos humanos en las más altas condiciones de salud.

Hasta el presente tres son los factores propios de la región que impiden su desarrollo:

falta de vertebración;

de orden material, la mala distribución y aprovechamiento del agua, así como la aridez del suelo;

de orden espiritual, las situaciones locales propias de insularidad, muchas veces contrapuestos a objetivos y propósitos nacionales.

Dijimos al comienzo que la Patagonia, desde el punto de vista de su ocupación efectiva, semeja un archipiélago inmerso en un vasto mar de silencio. Efectivamente el vacío se representa por la existencia de millones de hectáreas de tierras aptas, bien improductivas o bien de bajo aprovechamiento.

Paralelamente existen millones de metros cúbicos de agua potable embalsados -natural y artificialmente- en el Oeste, desaprovechados -cuando no median más de 650 kilómetros lineales con el Atlántico en su máxima-, condenando a desierto aquello que podría ser vergel. Concomitante con esto, la energía desaprovechada e inexplotada, que contribuiría a facilitar la conversión de las condiciones de aridez que la naturaleza ha impuesto a esta tierra, en su superficie; potenciando las riquezas y aprovechamiento de aquellas del subsuelo.

La Patagonia es el único suelo argentino que lo es por decisión propia. Es argentino porque los argentinos en su momento decidieron que fuera argentino. Pero esa decisión no fue continuada en forma sostenida, sino esporádica por el poder público, recayendo la perseverancia en el esfuerzo tesonero del pueblo.

Agua – Tierra – Energía – Vertebración: he aquí la base de la decisión de integración plena y definitiva que los argentinos nos estamos debiendo. Y en consecuencia, la base de una acción organizada.

La Patagonia, tierra de leyenda, sigue reclamando hombres y acciones de leyenda. Es todavía un mundo nuevo, amplio, generoso, que reconoce una gran unicidad pero que exige, determina, se lo respete en todas las diferencias por las que está conformado. La integración y organización territorial no podrá hacerse dándole un tratamiento de región, al uso europeo, sino por la vertebración de sus zonas configurables -se reconocen diez- dando así mayor y mejor vida a por lo menos las dos terceras partes de su superficie.

Es menester apoyarse en las limitantes y determinaciones que la geografía impone, para extraer el máximo de posibilidades. Pero también es menester apoyarse en el paisaje, porque en él se encuentra la máxima riqueza: el carácter que imprime a su habitante. Esa serenidad cósmica que trae a la imaginación el tercer día de la Creación, común denominador de la cordillera, la meseta y la costa marítima; y a la misma vez humildad ante lo imponente de la Creación, así como fortaleza para vencer las inclemencias e imponerse a la precariedad.

La posición que ocupa -entre los 36 y 50 grados de latitud sur- la iguala con Canadá. Sin embargo, en toda su extensión, apenas se supera un habitante por kilómetro cuadrado. No debemos olvidar la máxima que dice que tierra sin hombres es tierra de conquista.

Es mucho lo realizado por las comunidades patagónicas para superar sus propias limitaciones. Las características de la ocupación han venido prefigurando, en general, a partir de un fuerte polo de atracción e irradiación, distintas formas y vinculaciones, a las cuales, con la voluntad política y participativa necesarias, es posible sistematizar y orientar en el sentido del cumplimiento de un rol más perfecto.

Esta configuración zonal que hoy ya se reconoce, fáctica en lo natural y relacional por convivencia en lo cultural, en un gran número de las diez que luego describiremos, no respeta límites jurisdiccionales, toda vez que ellos fueron dibujados siguiendo intereses distintos a los del bien común. Dentro de este concepto genérico, es posible ver dos grandes características: la de las poblaciones ya predominantemente urbanas (doce en total); y aquellas que conservan un fuerte fundamento rural, aunque se trate de ciudades con servicios públicos diferenciales. No obstante, en todos los casos se puede aprovechar las funciones de atracción / irradiación que el desarrollo nuclear se viene imponiendo en las localidades cabeceras.

Pero el gran vacío en el vacío ocurre en el centro de la región. Allí en lo que se conoce como "la meseta". Allí donde las aguas son escasas y las comunicaciones entre regulares y precarias. Allí donde sólo se puede transitar de este a oeste, paralelismo repetido sin solución de continuidad, entorpecedor de todo avance.

Aquí es donde propondremos la construcción de un ferrocarril longitudinal que, desde General Acha en la provincia de La Pampa, avance hasta El Turbio en el confín de la provincia de Santa Cruz, no sólo como factor integrador de lo territorial y transporte de riquezas, sino como vector de asentamiento de nuevas poblaciones y asegurador de las existentes. Discurriendo por entre las rutas nacionales 3 y 40, será el sostén de la implementación de un sistema ferroviario que comunique puertos del Atlántico con los del Pacífico.

Obra que, como la mayoría de las que se van insinuando, bien puede ejecutarse con mano de obra intensiva de baja especialización sumada al empleo del parque de maquinarias ocioso conque cuenta nuestro país a la fecha, sin por ello ser excluyente de la aplicación de otras tecnologías en diversas fases del desarrollo.

Aprovechando el viejo tendido ferroviario que necesariamente deberá ser reactivado, se verá que es posible extender la integración norte – sur hasta el mismo Chaco Gualamba, uniendo físicamente de esta manera los dos grandes bloques de la epopeya y transformando la totalidad del territorio nacional y la dinámica integral de su vida y los poderes, cambiando la radialidad centrípeta que significó el viejo puerto de Buenos Aires, haciendo del ferrocarril, otra vez, el gran civilizador

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Diseño de la acción

La gesta de pico, pala y carretilla – Argentina Potencia Alimentaria Mundial

Objetivos

Fundamentales

Lograr un argentino mentalmente nuevo en una Argentina físicamente nueva.

Fundar en el trabajo, la paz, la justicia, la verdad y el amor fraterno, organizaciones e instituciones que concreten una democracia social, orgánica y directa, asegurando la propiedad de la tierra para quienes la trabajan; del agua en las comunidades; de los servicios como propiedad participada equitativamente.

Repoblar la Argentina, colonizando sus espacios vacíos, organizando su territorio y mar adyacente, para la explotación de sus riquezas con la mayor aptitud, extensión e intensidad ante un mundo con un nuevo orden, el de la integración universal.

Impulsar una Nueva Economía constituida por tres polos: el Comunitario, el Privado y el Estatal. Es Polo Estatal es deseable que se ocupe las obras públicas necesarias para la integración y ocupación del espacio nacional, así como establecer los procesos de integración política con las naciones hermanas. El Polo Comunitario, nacido de la organización político-social y económica de las Comunidades, está llamado a crear el trabajo que devuelva la dignidad a todos los argentinos, generar y consolidar el despliegue poblacional. Al Polo Privado corresponde la aplicación de tecnologías e inversiones reales, adecuadas y coordinadas al objetivo de plena ocupación de mano de obra y al despliegue de las capacidades creativas e innovadoras innatas en nuestro pueblo.

Revalorizar los conceptos de soberanía y de frontera, colocándolos en su esfera precisa: la cultura del ser argentino y de las comunidades autónomas, por un lado; así como de plataforma física de integración efectiva con las naciones hermanas del continente, por el otro; a fin de promover la irradiación de la argentinidad hacia todos los pueblos del mundo.

Contribuir eficazmente al diseño de un nuevo sistema institucional que plasme el federalismo del siglo XXI.

Generales

Contribuir a la desconcentración de las grandes masas urbanas, duplicando las poblaciones actuales tanto en la zona del Bermejo como en la Patagonia, en el término de una década.

Organizar físicamente el territorio sobre la base del manejo de cuatro factores esenciales: AGUA – TIERRA – ENERGIA – TRANSPORTE.

Promover nuevos asentamientos poblacionales y desarrollar los existentes mediante la recolonización agraria, minera y silvífera. Colonizar el mar mediante su granjerización y ampliar su actual explotación.

Estructurar una forma de gobierno participativo, que base su eficiencia y eficacia de planificación y ejecución con la menor distorsión y distancia entre la toma de decisión y la ejecución y control.

Asegurar los derechos de las comunidades, la persona y la familia, como modo de construcción de un nuevo federalismo.

Integrar físicamente el territorio nacional en sentido norte – sur.

Rediseñar y emplear los recursos humanos e institucionales existentes, dotándolos de nuevas misiones y funciones.

Respetar y consolidar las autonomías institucionales y jurisdiccionales.

Específicos

Aprovechar integralmente el río Bermejo conforme al Plan diseñado por el Alte. Portillo regulando su caudal y su cauce; haciéndolo apto como vía navegable; estableciendo sistemas de riego; aprovechando su aptitud energética; aprovechando su sedimentación como base de una nueva industria agro química; mejorando la potabilidad del agua de consumo.

Construir el ferrocarril Transpatagónico, como medio inicialmente social y de cargas, vector de integración territorial en el sentido norte – sur; así como los ramales complementarios hasta completar un verdadero sistema bioceánico.

Construir sistemas de aguas, de múltiples formas, apto para consumo e irrigación. Algunas de estas vías también podrán ser aptas para el transporte.

Crear un organismo de planeamiento y conducción

Movilizar y organizar el pueblo argentino por grados crecientes de responsabilidad.

Emplear inicialmente, mano de obra intensiva y baja tecnología recuperando el parque ocioso de maquinarias, con el objeto de minimizar la inversión.

Reactivar inmediatamente las industrias conexas a las obras.

Instalar nuevos asentamientos poblacionales y consolidar los existentes, siguiendo los cursos de las obras antedichas.

Preparar las obras de infraestructura de la futura colonización.

Crear las Corporaciones y desarrollar el corpus legal y jurídico para el gobierno de los recursos creados, sobre el principio de "jurisdicción de jurisdicciones", y sentar las bases de su articulación espacial y temporal.

Capacitar la población al efecto de los objetivos anteriores.

Desarrollar la infraestructura social necesaria a las obras.

Integrar las distintas esferas políticas, sociales e institucionales al gobierno de las Corporaciones.

Asegurar a los trabajadores el dominio y explotación de los recursos que se creen y promuevan, desarrollando el derecho de arraigo en forma prioritaria.

Rediseñar y emplear las fuerzas armadas y de seguridad con nuevas misiones y funciones.

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En el Anexo II esta imagen se puede ver como desplegado.

Marco referencial

Correremos el riesgo de formular de modo extremadamente sintético la serie de conceptos que siguen, pues se puede volver sobre ellos en la primera parte del libro.

Pero toda síntesis, aunque el autor no se lo proponga, siempre arroja algún nuevo elemento.

Fundamentos del Federalismo como soberanía comunitaria y poder popular

La mayor parte de los argentinos, de un modo u otro, reconocemos que el problema principal es eminentemente político.

La idea de que la inteligencia, el ingenio y la capacidad para decidir y administrar, en nuestro país son limitadas, es un mito alimentado por los intereses de élite de todo tipo. Así será también tan falaz, la idea que presupone que los argentinos sólo se organizan para resolver sus propias e inmediatas necesidades, que muestran una gran solidaridad, pero que las cuestiones del bien común no traspasan el nivel de la reclamación, y entonces esas esferas no requieren más que de poner en orden el orden existente.

Los argentinos necesitamos resolver la cuestión política central: la soberanía y el poder popular, pero con nuestro propio genio. En eso andamos hace ya muchas décadas, de avances y retrocesos, pero siempre en eso.

El Federalismo, entendido como una forma de ser y un estilo, reconoce sus raíces en lo más profundo y lejano de nuestro pasado. De la experiencia histórica del pueblo argentino, extraemos la noción de federalismo que se identifica con el Derecho de los Pueblos, que sintetiza los fines políticos permanentes que identifican la cultura nacional.

En la presente etapa, tal identificación y adecuación a lo permanente, desde la realidad actual, lo registramos bajo el nombre de democracia participativa, como efectivización de aquel Derecho. La distribución de poder entre todos los argentinos, pero depositado en la base y sintetizado en la cúspide de la figura. Entre base y cúspide, fluidos y dinámicos vectores de la voluntad, expresivos de los intereses que generan las actividades y funciones, mediante una mínima y estrecha burocracia.

El federalismo como Derecho de los Pueblos, como dinámica de transformación, como democracia participativa, exige ser construido sobre el poder popular.

Poder es la actividad, que en tanto hacer, no es sino una facultad del hombre, que utiliza por una decisión anterior para movilizar su voluntad, orientada hacia una determinada iniciativa. En consecuencia, el uso de esta facultad no puede comprenderse sino proveniente o derivado de la libertad del hombre, cuyo valor moral está dado por hacer el bien; libertad para el bien que deviene del grado de responsabilidad que el hombre asume por su conciencia trascendente que lo tensiona a buscar su realización como criatura `en y `cono la realización de sus semejantes. Solidaridad, traducimos, como valor político esencial.

Esta iniciativa es la que da sentido al empleo del poder cuando le pone a éste determinados fines, que son los que señalan los modos de su empleo, principalmente entre los argentinos: la moderación, el servicio, la obediencia y la trascendencia, pues se reconoce un ser ordenado a un estilo y personalidad colectiva. Como puede apreciarse, no concebiremos el poder de otra manera que empezando y terminando en la trascendencia.

Pero de todos los conceptos inherentes al poder, los de iniciativa y responsabilidad serán los que operativizarán el sustrato mismo de la persona activa.

La Democracia Participativa -social, orgánica, integral- comienza a definirse desde el arraigo, entendido éste como la necesidad del hombre -debemos recordar que necesario es aquello que no puede no ser-, de morar, es decir, habitar y echar raíces para cumplir los fines de la especie. Las condiciones del arraigo, del hogar, son la dignidad y el trabajo, conceptos inseparables pues por ellos el hombre adquiere plenamente su libertad y autonomía, desde las cuales puede encontrarse con `el otro: bases de su realización en comunidad, siendo ésta el entretejido de vínculos, actividades e intereses de seres libres y ordenados. Es en la comunidad donde el individuo alcanza su perfección como persona que se ordena al bien común. Los argentinos edifican comunidad por solidaridad y no por contrato. Solidaridad que es amor, caridad en acto.

En este plano nos referimos a la causa formal del bien común, que no es otra que la necesidad de unión u orden, como cuestión anterior, sustancial, de lo que luego serán organizaciones e instituciones, incluido el Estado, pues esta sustancia real, como prefiguración, es lo que luego podrá ser sancionada, construida, estructurada.

Esta particularísima -modalidad y estilo- voluntad de unión, primero, y de unidad después, constante entre otras a lo largo de la historia argentina, es lo recoge el Derecho de los Pueblos.

El arraigo, el trabajo, la solidaridad y la comunidad, entonces, constituyen el primer andamiaje, si se quiere, el núcleo de un nuevo sistema, pues ninguna de ellas y todas ellas, pueden ser separadas del concepto de poder: todas son acto -obrar, actuar, propulsar-; tanto como acto material, aquello que es objeto de la voluntad, cuanto acto formal, aquello que es el fin o intención que dirige el querer. Esta aclaración es necesaria, pues toda actividad es orientada por la iniciativa, y es esto lo que permitirá conocer y respetar la jerarquía. Es decir, el ordenamiento por la autoridad, que siempre es dada y nunca impuesta. Las comunidades de argentinos generan poder y otorgan autoridad. Este es el principio del orden.

El reconocimiento, aceptación y restablecimiento de la jerarquía, componente del ordenamiento -entre otros- viene dado primordialmente por la responsabilidad de la persona y los grupos, antes que por la norma. Toda norma no puede sino consagrar, y hasta perfeccionar, esto que es anterior a ella. La responsabilidad tiene la medida de la actividad que desarrolla en la comunidad y su aportación efectiva a ella: por lo tanto el origen de la norma, allí donde la norma vive, es la comunidad.

El trabajo y la solidaridad, fundentes del arraigo y la comunidad, son la base del nuevo sistema: la democracia participativa se nuclea en comunidades arraigadas de trabajadores solidarios.

¿Estaremos diciendo que todas las personas son iguales, en el sentido colectivista al que hoy nos quieren acostumbrar? Bajo ningún punto de vista. Simplemente venimos diciendo que el trabajo solidario en comunidades arraigadas está antes que cualquier otro acto. Antes como base y fundamento; antes también como finalidad o vértice: antes que la producción, que el capital, que el beneficio, que el consumo. Cualquier figura o construcción social o institucional lo tiene en su base y en su vértice.

Ahora bien, queda entonces significar que el derecho al trabajo es un derecho político

En la democracia participativa se establece la diferenciación por el grado de iniciativa -responsabilidad- que se compromete a favor del bienestar general, aceptado, reconocido y ordenado por la misma comunidad.

Aparece en este punto la funcionalización de la comunidad, como categoría necesaria para comenzar a reconocer los grados de responsabilidad. Todo aquel que da trabajo -individuo, grupo o institución-, con capacidad e inventiva, es decir que toma la iniciativa, siendo reconocido y aceptado como tal, lo denominamos trabajador animador. Tiene un grado de jerarquía diferencial.

Luego viene el trabajador propiamente dicho, que como tal puede organizarse en instituciones que velan por el desarrollo y desenvolvimiento de tal actividad específica, y que importan otro grado de jerarquía.

Entre estas actividades -para que no se confunda con los gremios tradicionales, aunque los incluye-, están una serie de cuestiones que hacen a la vida misma -personal, familiar y comunitaria- que requieren que trabajadores se hagan cargo, asuman la responsabilidad de su ejercicio -formación y capacitación, deportes, vecinalismo, obras, arte, etc.-

Y finalmente está la reunión de todas ellas en el gobierno común de la comunidad, que importa otro grado de jerarquía. Sea como Federaciones, Cabildos o Asambleas; con sus Juntas o Concejos.

La iniciativa y responsabilidad son la medida de la organización comunitaria. Y todos sus miembros tienen la posibilidad de participar en ella en modos múltiples y diversos. Y en cada una, y por cada una de esas formas de participación, tiene derecho a decidir. Se lo da el trabajo solidario -no confundir con el trabajo remunerado o empleo-. Por ello el trabajo es un derecho político.

El voto, cada voto, expresa la actividad de la persona. De cada una de las actividades que desarrolla, sea para asegurar su propio sustento, cuanto para edificar la comunidad; pues cada actividad expresa su responsabilidad, la manera que emplea su libertad.

En esto reside la soberanía popular: es comunitaria porque es la comunidad la que ejerce y gestiona su propia voluntad -poder- en forma participativa, con unión y unidad en la diversidad, ordenada jerárquicamente.

El Derecho de los Pueblos no puede sino asentarse y proteger la soberanía de las comunidades, en las que el hombre, el ser humano devenido en persona, es el centro, es el sistema mismo.

El Gobierno, el Estado, la nueva economía y las comunidades: "La Idea Federal" es el Derecho de los pueblos

El federalismo es nuestro propio estilo humano, la modalidad que es constante en nuestra historia nacional, y tal vez, sea la forma de cumplir la misión que Dios nos ha conferido en la tierra como don y tarea. El federalismo, entonces, es el modo de realizar la independencia, la autodeterminación y arribar a la universalidad desde la diversidad, entre todas las diversidades.

La argentinidad es federal desde su fundación misma; el federalismo es original y originante del ser nacional y nos viene desde lo más profundo de la Cristiandad española: el primer hecho histórico en el que se manifiesta esta raíz podemos encontrarlo cuando los Comuneros de la Asunción hacen preso y destierran al déspota Cabeza de Vaca en 1542.

Diversas han sido las formas que asumió el federalismo desde aquel entonces hasta nuestros días. En este nuevo siglo que amanece, lo vamos a centrar en un concepto, que si bien como tal no es original, ya ha tenido vigencia en otras épocas, hoy sirve como continente mejor que otros: el Derecho de los Pueblos, en el entendimiento que el contenido que se está desenvolviendo en la profundidad de la Argentina, como nueva expresión federal, es la soberanía de las comunidades.

Una nueva Argentina, físicamente nueva con hombres mentalmente nuevos, con nuevas estructuras que reflejen las nuevas relaciones que ya se desenvuelven y consolidan, requiere también una nueva conformación del poder nacional; y éste poder deberá reflejar el derecho de los pueblos y la soberanía comunitaria. Más temprano o más tarde, según sea la comprensión de quienes conducen el destino común, esto habrá de imponerse. Esta es la voluntad subyacente en los argentinos. Rogamos a Dios nos quite la ceguera que hasta ahora se viene imponiendo.

Las demandas populares, respecto de sus instituciones, incluido el Estado, siempre han sido por acortar la distancia entre las decisiones y las ejecuciones; no sólo la distancia "física" (muchos inventos se han hecho en el pasado queriendo resolver esta cuestión creando oficinas en provincias y ciudades como si de eso se tratara, consiguiendo solamente engordar la burocracia), y no sólo tampoco por las distorsiones que genera la distancia en lo "funcional". Las demandas son sobre la esencia y la dinámica misma de las decisiones: a lo que se aspira es intervenir en forma activa desde la gestación de la decisión misma, y no seguir siendo meros espectadores ni resignados ejecutores. Esto mismo vale para el juzgamiento sobre la actuación y mérito de los gobernantes y funcionarios.

Pero no termina allí la necesidad: también se avanza, y en esto bastante más allá que el insatisfecho reclamo, sobre los recursos y servicios imprescindibles para el bienestar y la prosperidad. Aquí es donde mejor se ve la imperiosa necesidad de adentrarse en un nuevo sistema económico basado en una nueva economía política, en la que el trabajador y su comunidad, sea por formas sociales, sea por estructuras o institutos de generación y protección, tenga la posibilidad de participar de manera efectiva y ser dueños de sus bienes.

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