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El legado vital de la globalización: del malestar económico al populismo emocional e irreflexivo (Parte II) (página 8)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Si alguien tuviera que imaginar la residencia ideal de Donald Trump, el futuro presidente de Estados Unidos, seguramente no se alejaría mucho de cómo es en realidad. Incontables detalles dorados, adornos con diamantes, frescos que imitan a la Capilla Sixtina, antigüedades al estilo de Luis XIV, columnas de mármol y pan de oro, suntuosas escaleras, lámparas acristaladas, espejos brocados, fuentes, candelabros, estatuas romanas, ángeles de bronce, recuerdos versallescos, barroquismo y excesos llenan el ático-dúplex de Trump en la Quinta Avenida de Nueva York, en un reflejo perfecto de la controvertida personalidad del presidente electo.

La residencia de la futura primera familia americana ocupa la planta 66 de la Trump Tower, el buque insignia del empresario inmobiliario que será pronto el mandatario número 45 de Estados Unidos. Construido en 1982, el inmueble mide 202 metros y es uno de los cien edificios más altos de Nueva York. Además de alojar el apartamento privado del magnate, también es la sede central de su imperio inmobiliario que agrupa The Trump Organization.

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El rascacielos es hoy el centro de América, el lugar donde se concentran decenas de periodistas para contar con quién se reúne el que está a punto de ser el hombre más poderoso del mundo. Su entrada, en el número 725 de la Quinta Avenida, se encuentra prácticamente blindada, lo que no evita el trasiego de turistas y curiosos, y provoca las protestas de comercios prime de la zona como la joyería Tiffany, que asegura que las manifestaciones antiTrump y los altísimos niveles de seguridad están dañando sus ventas.

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Al magnate le gusta presumir de patrimonio (asegura que tiene más de 10.000 millones de dólares, aunque revistas especializadas como Forbes rebajan la cifra a menos de 5.000 millones), y su ático, diseñado por Angelo Donghia, es reflejo de esa querencia.

En él viven Trump, su mujer, Melania, y su hijo pequeño, Barron. Todos cuentan con una suite privada. Opulencia es el adjetivo que mejor define a una residencia valorada en 100 millones de dólares y que Trump no abandonará del todo cuando tome el relevo de Barack Obama el próximo 20 de enero.

Melania y Barron seguirán viviendo en la Trump Tower al menos hasta que termine el curso escolar, lo que hace presuponer que el magnate pasará en la Casa Blanca de Washington solo el tiempo imprescindible, un detalle más de la que se espera será la Administración más personalista de todos los tiempos.

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La presencia de la familia Trump en Nueva York supone un altísimo coste para la ciudad por las exigencias de seguridad. El gasto se ha calculado en más de un millón de dólares al día. "El imperativo número uno es su seguridad. Le debemos eso al presidente electo, su familia y su equipo", ha asegurado el alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, que también ha advertido que necesitará ayuda para afrontar los costes. La presencia habitual de un presidente en un lugar tan transitado como la Quinta Avenida de Nueva York no tiene precedentes y supone un enorme reto de seguridad que no hará, pese a todo, que Trump renuncie a un residencia construida a su imagen y semejanza.

– Los 16 consejeros delegados de Trump (Expansión – 10/12/16)

El presidente electo sella su reconciliación con Wall Street con un consejo asesor formado por algunos de los principales ejecutivos de la América corporativa.

Durante la primera semana de febrero, apenas unos días después de que Donald Trump se convierta oficialmente en el nuevo presidente de Estados Unidos, el magnate inmobiliario y dieciséis de los consejeros delegados más representativos del planeta empresarial se reunirán para empezar a hacer que "América vuelva a ser grande de nuevo". Este grupo de elegidos forma parte del comité asesor que Trump ha puesto en marcha en su afán de crear "miles de nuevos puestos de trabajo", la gran obsesión del presidente electo que contrasta con el ratio de desempleo de apenas el 4,6% que registra la primera economía del mundo.

Trump ha elegido a sus asesores empresariales entre las compañías y sectores más tradicionales de Estados Unidos. En la mesa, que estará presidida por Stephen Schwarzman, consejero delegado del gigante de capital riesgo Blackstone, se sentarán los jefes de grandes corporaciones como BlackRock (Larry Fink), Walt Disney (Bob Iger), Wal-Mart (Doug McMillon), JPMorgan (Jamie Dimon) e IBM (Ginni Rometty).

Además, Trump ha fichado como asesores a ejecutivos históricos como Jack Welch, expresidente de General Electric, y Jim McNerney, antiguo consejero delegado de Boeing. El futuro mandatario también se ha servido de expertos en los entresijos de la Reserva Federal y de la SEC (el regulador de los mercados americanos).

Empresas de distribución, firmas financieras y grupos de servicios están representadas en un comité en el que destaca la ausencia de los gigantes de Silicon Valley. IBM es la única empresa tecnológica que forma parte del club de CEO de Trump.

La creación del comité es, en cualquier caso, un reflejo nítido de la dulce relación que existe hoy entre el presidente electo y los reyes de S&P, impensable hace poco más de un mes, cuando Trump sorprendió al mundo y a medio país ganando las elecciones presidenciales.

Durante los largos e intensos meses de campaña, las grandes empresas apostaron de manera unánime por la candidatura de Hillary Clinton, alertadas por el discurso proteccionista de Trump. Así, pese a su condición de millonario y empresario, el candidato republicano no logró demasiado amparo entre sus colegas. Las fortunas del índice de multimillonarios de Bloomberg optaron por la aspirante demócrata, mientras que ninguno de los consejeros delegados de las cien mayores empresas del ranking Fortune destinaron fondos a asegurar el triunfo de Trump. La mayoría de ellos mantuvo sus firmes convicciones republicanas, pero pudo el temor a que se cumplieran los augurios de los analistas, que calculaban una prolongada recesión y la destrucción de millones de empleos en caso de que el millonario de Queens pusiera en marcha los planes prometidos en campaña.

La acogida de Wall Street a un candidato inesperado ha sido, en cambio, insólitamente cálida. Los principales índices bursátiles se sitúan en récords históricos y el cuadro macroeconómico de Estados Unidos presenta los datos más sólidos desde la aguda crisis financiera que se inició en 2008, casi como una premonición de la nueva era de esplendor que se espera con Trump. No hay nada más pragmático que el dinero, y los grandes empresarios también se han apresurado a arropar a un futuro presidente controvertido pero a quien los mercados analizan con optimismo.

El viento de cambio no ha soplado solo desde un flanco. Antes de ganar las elecciones, Trump se presentó como un candidato antisistema e indemne a las presiones de los poderes establecidos. El magnate acusó de manera reiterada a Clinton de rendirse al poder financiero e hizo temblar a los grandes bancos con la ley Glass-Steagall, que separó la banca comercial de la banca de inversión y que fue derogada por Bill Clinton en 1999. Hoy, sin embargo, el sector financiero está siendo uno de los más favorecidos por Trump. Las acciones de JPMorgan, Wells Fargo y Bank of America se han revalorizado más de un 20% en apenas un mes, favorecidas, entre otras razones, por la expectativa de una subida de tipos de interés que defiende el presidente electo.

Los nombramientos de Trump para su equipo de Gobierno son también un reflejo de la luna de miel que vive el futuro presidente con Wall Street. Steve Mnuchin, un antiguo directivo de Goldman Sachs, dirigirá la secretaria del Tesoro, mientras el multimillonario financiero Wilbur Ross será el secretario de Comercio.

– El jefe de ExxonMobil será el secretario de Estado de Trump (Cinco Días – 11/12/16)

El veterano empresario Rex W. Tillerson, principal ejecutivo de la empresa ExxonMobil y con estrechas relaciones con el gobierno ruso es el elegido por el presidente electo Donald Trump para hacerse cargo de la secretaría de Estado de EEUU, según aseguran varios medios estadounidenses como NBC News.

El nombre de Tillerson, de 64 años, fue el último en sumarse a una larga lista de candidatos barajados por Trump y que incluía al excandidato republicano a la presidencia en 2012, Mitt Romney, y al exembajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, que según algunos medios podría convertirse en subsecretario de Estado.

En una entrevista hoy con la cadena de televisión Fox News, Trump evitó confirmar que Tillerson sea su elegido para la secretaría de Estado, pero se deshizo en alabanzas al directivo. "Él es mucho más que un ejecutivo de negocios. Él juega a escala global. Está a cargo de la que supongo que es la mayor compañía del mundo, está a cargo de una compañía petrolera que tiene prácticamente el doble del tamaño de su competidor más cercano, y que se ha gestionado increíblemente bien", aseguró Trump. "Para mí, una gran ventaja es que conoce a muchos de los jugadores (del escenario global) y los conoce bien. Hace acuerdos a escala masiva en Rusia, y hace esos acuerdos para la compañía, no para él", agregó el presidente electo en el extracto de la entrevista adelantado por Fox, que emitirá el resto este domingo.

El portavoz del equipo de transición de Trump, Jason Miller, tampoco confirmó la información adelantada por la cadena NBC News y los diarios The New York Times y Washington Post, y se limitó a indicar que el anuncio oficial no se hará hasta la próxima semana. No obstante, según el New York Times, Tillerson sostuvo una reunión hoy con Trump, la segunda después del pasado martes, y que se extendió por más de dos horas.

Tillerson, que comenzó con la Exxon como ingeniero de producción en 1975 y que desde el 2006 es su máximo responsable, cuenta con el apoyo de asesores claves del equipo de Trump: su principal estratega, Stephen K. Bannon, y su yerno, Jared Kushner, quien le ha dicho que el empresario "es de otra liga" cuando se compara con el resto de las opciones para el cargo, señala además el Times.

Horas antes, varios medios de comunicación habían indicado que Tillerson era el favorito para el cargo, y que el equipo de Trump consideraba que aportaría a su papel como diplomático su vasta experiencia como empresario y sus relaciones con líderes de otros países, entre ellos con el presidente ruso, Vladimir Putin.

El ejecutivo de la Exxon conoce a Putin desde que estuvo al frente de las operaciones de esa empresa en Rusia en la década de 1990, una larga relación que beneficiaría la intención de Trump de estrechar relaciones con ese país. En 2011, Tillerson logró un acuerdo que permitía a Exxon acceder a los valiosos recursos del Ártico en Rusia, además de posibilitar a la petrolera estatal rusa, Rosneft, invertir en concesiones de Exxon en todo el mundo. En 2013, Putin le condecoró con la Orden de la Amistad, uno de los más altos honores de Rusia para los extranjeros…

Ahora se trata de esperar el "Do ut des" (doy para que des) de Donald Trump. El tiempo da y quita razones…Ustedes juzgarán.

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro.

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