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¿Pescadores, cazadores, recolectores pedemontanos? El caso de las sociedades de tradición San Francisco



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Sobre las sociedades San Francisco. A la búsqueda de nuevos datos y nuevas preguntas
  3. La arqueología de los grupos San Francisco. Nuevos datos y discusión
  4. Los sitios arqueológicos
  5. Tecnología lítica
  6. Registro arqueofaunístico y arqueobotánico
  7. Tecnología cerámica
  8. Prácticas mortuorias
  9. ¿Cazadores, Pescadores y Recolectores pedemontanos?
  10. Bibliografía

Resumen

La discusión en torno a qué define a las formaciones sociales desaparecidas basadas en la extracción de recursos silvestres lleva más de 20 años (Price y Brown 1985). A pesar de importantes avances en ese sentido muchas de las sociedades que vivieron en diferentes regiones del noroeste argentino son aún hoy englobadas bajo rótulos taxativos poco flexibles lo que nos alerta acerca de la peligrosidad del reduccionismo al aplicar acríticamente esquemas taxonómicos rígidos. El caso de las denominadas "sociedades formativas" de tradición San Francisco representa a mi entender, un ejemplo cabal de la aplicación sin mayor revisión crítica de tales categorías. En este trabajo se discuten algunos aspectos en relación a como han sido concebidas estas sociedades en la literatura arqueológica tradicional y se presentan nuevos datos que permiten reflexionar acerca de la estrechez conceptual de algunas de estas categorías a la hora de tratar de entender formaciones pretéritas complejas que vivieron en ambientes de alta productividad.

Palabras Claves: arqueología pedemontana- tradición San Francisco- Cazadores recolectores- productores de alimentos.

Abstract

The debate on what defines the disappeared social formations based on the use of wild resources has been going on for more than twenty years (Price y Brown 1985). Despite the research on this field has advanced; a great number of the societies that inhabited different regions of north-wes- tern Argentina are still englobed under inflexible restrictive labels, a fact that warns us against the dangers of reductionism by applying rigid taxonomic schemes in an uncritical way. The case study of the so-called "formative societies" of San Francisco tradition represents to me a clear example of the use, without much critical review, of the previously mentioned categories. Some aspects related to the way in which these societies have been conceived in traditional archaeo- logical literature are discussed in this paper and new data are presented that allow us to reflect on the conceptual narrowness of some of these categories when it comes to understanding the complex past formations that lived in highly productive environments.

Key words: piedmont archaeology- San Francisco tradition- Hunter-gatherers – food producer.

Recibido el 2 de diciembre de 2009. Aceptado el 1 de julio de 2010.

Cazadores-recolectores complejos ver- sus productores de alimentos

¿Qué define a una sociedad cazadora-recolectora? La complejidad en grupos cazadores-recolectores cuenta con manifestaciones tan variadas que resiste a una conceptualización única (Yacobaccio 2001). Tal como fuera discutido hace más de 20 años atrás determinar cuales son las causas de la intensificación de la complejidad en sociedades con economías basa- das en la explotación intensiva de recursos silvestres es un problema de gran interés para los científicos sociales. La arqueología de los cazadores recolectores fue tradicionalmente concebida sobre la base de modelos simples generados a partir de correlatos históricos conocidos. Esto impidió durante mucho tiempo pensar a los grupos desaparecidos en toda su complejidad y variabilidad. Años después del deba- te generado en torno a la limitación de tales modelos, mayor cantidad de datos han sido reportados en diferentes regiones del mundo que ejemplifican la dinámica de la variabilidad de las configuraciones socia- les en grupos que pueden ser entendidos como cazadores recolectores. Uno de los aspectos que fue tempranamente reconocido y alertado por los arqueólogos, es que esas sociedades presentaban características similares a aquellas que habían sido tradicionalmente asignadas a grupos con economías de producción (Price y Brown 1985, Pearsall 1995). La investigación antropológica ha demostrado que muchos grupos cazadores-recolectores presentan similitudes estructurales con grupos agricultores y, al contrario, grupos con agricultura exhiben una racionalidad de caza y recolección (por ej. Clastres 1978, Levi Strauss 1995, Smith 2001, entre otros). Por consiguiente, quedó establecido que caracterizar a una sociedad por el tipo de recursos que consume no parece ser el indicador más adecuado, ni tampoco es factible caracterizar a una sociedad basándose en sus aspectos tecno-económicos (Pintos Blancos 1999). El término "complejo" in- tentó de alguna manera revertir la imagen tradicional simplista prístina y cristalizada de las sociedades cazadoras-recolectoras, admitiendo la diversidad existente entre grupos prehistóricos con base económica centrada en la extracción de recursos. Más allá del término en sí, la noción de "complejidad" en formaciones cazadoras recolectoras permite pensar en esta complejidad como una propiedad que puede tener "muchas configuraciones o una alta variabilidad, dado que es una propiedad emergente de ciertas trayectorias históricas y ambientales (Yacobaccio 2007:306). En este sentido deberíamos dejar de pen- sar en "tipos" de sociedades definidas por conjuntos de rasgos, ya que está amplia- mente demostrado que cada una de las diferentes dimensiones varía con relativa autonomía generando todo tipo de casos intermedios difíciles de clasificar. El manejo y la domesticación de vegetales y animales no aparecen como algo extraño a una economía cazadora-recolectora sino como una alternativa siempre presente y empleada en numerosas ocasiones. La caracterización de un determinado modo de ser de una sociedad estaría mejor pensada en función de las relaciones sociales que los individuos establecen al interior de su estructura social y a la relación que establecen con la materialidad del escenario ambiental. Aún así, a pesar de que pudiera demostrarse una economía en donde los grupos generan al menos una parte de los recursos a través de su directa participación en la reproducción de aquellos, esto no determina una estrategia económica u otra. Lo que si la estaría tal vez definiendo, sería la racionalidad en las relaciones de producción existentes y las lógicas organizacionales y simbólicas en cuanto a la relación del grupo con el entorno y la gene- ración de recursos. Dado que las diferentes racionalidades con respecto a la intervención sobre el ambiente físico están en función de factores endógenos a los sistemas culturales, es factible enfocar el estudio de las relaciones que los pueblos del pasado establecieron con su entorno de acuerdo a una escala de intensificación de la modificación del paisaje, en lo que podría denominarse una "naturalización de la cultura" (Criado Boado 1995). Siguiendo a este autor es posible entonces pensar que des- de una lógica determinada de percepción del paisaje, los pueblos que incursionan en cambios hacia nuevas racionalidades pro- ductivas están expuestos a la aparición de nuevas formas específicas de apropiación del espacio, caracterizada por novedosas formas de control y dominación de la naturaleza y correlativamente de innovado- ras formas de integración de ésta dentro de la realidad social, pero asumiendo que és- tas conservan aún una racionalidad salvaje (Criado Boado 1995). El manejo social del medio involucra por consiguiente tanto a las actividades y las técnicas de obtención de energía para la subsistencia, así como las relaciones que se establecen entre los individuos para la organización de las ac- tividades de obtención de recursos y la percepción del grupo respecto del entorno y el ambiente en el cual llevan a cabo sus actividades. La relación con el entorno y los correlatos materiales que se derivan de ella serán tan variados como los diferentes tipos de respuesta que las sociedades ge- neraron en contextos situacionales e histó- ricos coyunturales.

Sobre las sociedades San Francisco. A la búsqueda de nuevos datos y nuevas preguntas

Las sociedades pedemontanas en América del sur y especialmente del noroeste argentino han sido en general consideradas como estadios aldeanos simples, sobretodo debido a la falta sistemática de investigaciones y a las pobres condiciones de preservación de la cultura material perecedera (Ventura y Ortiz 2003).

El abordaje de la problemática arqueológica de la región subandina de Jujuy, se remonta a fines del siglo pasado cuando la llamada expedición sueca recorrió el valle del río San Francisco y el flan- co occidental de la Sierra de Santa Bárbara (Nordenski欤 1903; Boman 1908). Desde entonces, otros investigadores se ocuparon del problema, algunos con mayor intensi- dad y otros sólo con incursiones periódicas puntuales (Serrano 1962; Dougherty 1975; Fernandez Distel 1988-89; 1994;

Ortiz 1993, 1998, 2003, 2005). Sin embargo, a más de un siglo de iniciadas las investigaciones el estado aún incipiente de su conocimiento se refleja principalmente en la mayoría de las obras de síntesis, incluso las publicadas en la última decada, en donde se hace una pequeña mención descriptiva sobre la arqueología de esta región destacándose fundamentalmente dos o tres rasgos considerados como "típicos" de acuerdo a la información proporciona- da por Dougherty en su tesis doctoral (Al- beck 2000; Olivera 2001).

Se ha asumido desde al menos la década de los 70" que estos grupos estaban en posesión del conocimiento y manejo de plantas domésticas, motivo por lo cual fue- ron asumidos como grupos agroalfareros (Dougherty 1974, 1975; Núñez et al 1975; González y Pérez 1985; Tarragó 1992, Garay de Fumagalli y Cremonte 2002, entre otros), sin dejar de mencionar que otros componentes del sistema apoyaban fuertemente esta inferencia (la presencia de una tecnología cerámica muy desarrollada y el lapso temporal asociado compatible con el esquema cronológico del Noa). Sin embargo y como ya lo dejó establecido Dougherty (1974), la base de la economía de estos grupos parecía estar basada en la caza, la pesca y la recolección, lo que convertiría a la lógica productiva en un sistema basado en la obtención de recursos silvestres combinando tal vez con algo de agricultura.

Poder determinar exactamente el lugar que ocupa una sociedad en el complejo límite entre la producción de alimen- tos a bajo nivel y la adquisición de alimentos a bajo nivel (sensu Smith 2001), no es sólo determinar la presencia o ausencia de ciertas formas de intervención en el ciclo de vida de las especies naturales por parte de los humanos, sino más bien considerar la intensidad, intencionalidad, las especies manipuladas y el rango total de tales actividades que están presentes en el repertorio económico del grupo (Smith 2001).

Sobre la base de la tradicional oposición "precerámico/cazador" vs. "agroalfarero" oposición desde la cual son definidas por la arqueología algunas de las sociedades prehispánicas, la llamada "Cultura San Francisco" se convirtió en un grupo perteneciente al "Agroalfarero Temprano" y luego en "Formativo", categorías en la que se basan nuestras secuencias, asumiendo a estas últimas por consiguiente como sociedades sedentarias y agropastoriles (Olivera 2001; Garay de Fumagalli y Cremonte 2002). Si las sociedades arqueológicas que ocuparon la región del río San Francisco, son entendidas como grupos de características productivas, debería al menos poder demostrarse una estrategia económica basada fundamentalmente en la producción de alimentos.

En los últimos años he venido planteando que existen motivos e indicios suficientes para empezar a pensar en estas sociedades bajo otros términos y buscar mejores herramientas metodológicas para acercarnos a dilucidar diferentes aspectos del registro arqueológico en una región que por sus condiciones ambientales y aparentemente condiciones derivadas de la naturaleza cultural de sus poblaciones prehispánicas, no conservó gran parte del registro material orgánico (Ortiz 1998). En este sentido los trabajos que encaramos en la región desde los años 90", han tratado de exponer nuevas facetas con respecto al modo de vida de estas sociedades a través de la aplicación de estrategias alternativas para explorar el registro arqueológico. Desde la nueva perspectiva que estamos abordando, hemos comenzado a considerar a estos grupos como pescadores y cazadores recolectores intensivos con com- plemento de agricultura oportunística, es decir, grupos orientados principalmente a la recolección, la caza y la pesca pero que hubieran estado incursionando en las prácticas agrícolas aunque a una escala que no produjo un impacto importante en los hábitos tradicionales.

Las evidencias disponibles hasta el presente para los grupos pedemontanos de la región subandina de Jujuy, distan mucho de ofrecer pruebas concluyentes que apoyen sin discusión un sistema socioproductivo u otro. Más bien, estamos empezando a avanzar en la adquisición de nuevos datos, utilizando diferentes líneas de contrastación, a los efectos de poder abordar de una manera más integral la interpretación de los grupos desaparecidos que pretendemos estudiar.

La arqueología de los grupos San Francisco. Nuevos datos y discusión

Marco ambiental

La llamada región arqueológica del río San Francisco abarca desde la confluencia de los ríos Grande y Lavayén (a partir de aquí el río toma el nombre de San Francisco), y sigue su curso de sur a

norte con el aporte de muchos afluentes, siendo los más importantes: río Negro, Ledesma, San Lorenzo, Sora y Piedras en la provincia de Jujuy; para luego internarse en la provincia de Salta donde desemboca en el río Bermejo. Está flanqueado por las serranías de Zapla y Zenta al O y por las Sierras de Santa Bárbara al E (figura 1).

En lo que respecta a la biodiversidad de esta región, se caracteriza actual- mente por una riqueza muy grande en lo que a recursos vegetales y animales se refiere muchos de ellos aún no lo suficiente- mente ponderados. Debido a que presenta la particularidad de compartir dos tipos de formaciones ambientales diferentes, las Yungas y el bosque Chaqueño (este última a manera de una cuña entre la formación de yunga) (Cabrera 1977), la región ostenta especies animales como vegetales de ambos distritos. En lo que respecta a la vegetación silvestre encontramos una gran diversidad de recursos con alto potencial económico por su contenido de azúcares simples e hidratos de carbono, tales como Algarrobo (Prosopis nigra), Chañar (Geoffroea decorticans), Mistol (Ziziphus mistol grises), Mato (Myrcian- thes pungens), entre otros.

Toda la región se encuentra sur- cada por numerosos cursos de agua de diferente envergadura y estacionalidad,

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Figura 1: Mapa de ubicación de la región del valle del río San Francisco

siendo los más importantes de acuerdo a su caudal y permanencia, los ríos Grande, Lavayén, y San Francisco. A ambas már- genes de los dos últimos especialmente y en sus afluentes, fueron detectados desde principios del siglo XX una gran cantidad de sitios arqueológicos. Los ríos son de una importancia clave ya que no sólo son la fuente de riego moderno para la agricultura extensiva (especialmente caña de azú- car) sino que al igual que en el pasado, son una fuente constante de recursos ictícolas. Este valle formó parte del denominado en las crónicas "Chaco Gualamba" (Jolís 1972 (1789)). Este término de origen quechua, hace alusión a la voz que "expresa la variedad y diversidad de cosas animadas o inanimadas que existen; por consiguiente fue aplicada por los americanos a determinados lugares y a las cacerías-que se acostumbraba hacer allí mismo-, por los numerosos y diversos animales que permanentemente allí se cogían" (Jolís 1972:49).

Los sitios arqueológicos

A partir del año 1998 se comenzó una exploración sistemática de este sector a los efectos de caracterizar la estructura formal y distribucional de las dispersiones de restos arqueológicos.

El objetivo es determinar como se presen- taba hoy el registro arqueológico en una región altamente impactada por la agri- cultura extensiva; y en segundo lugar pro- poner sobre la base de nuevos trabajos un modelo de ocupación del espacio para los grupos que habitaron el valle en momentos tempranos. La región prospectada en forma total abarcó una extensión de 400 km2 correspondiente al interfluvio entre los dos principales ríos de la región, el río Lavayén y el río Grande. Los resultados mostraron una disposición discontinua de los hallazgos caracterizados por la presencia de amplios sectores con altas densidades de artefactos heterogéneamente distribuidos en el paisaje, alternados con extensos espacios vacíos y la presencia de hallazgos aislados. Además de los sitios detectados con la prospección de cobertura total fueron reconocidos e integrados para un estudio de escala regional otros sitios fuera de la región prospectada detectados aleatoriamente en investigaciones previas, así como aquellos dados a conocer por otros investigadores (Boman 1908, Nordenski欤 1903, Dougherty 1975, Ortiz 2007). Hasta el momento se han registrado a partir de investigaciones propias como de otros investigadores, la existencia de 40 sitios unicomponentes adscritos a la tradición San Francisco, todos ellos localizados en el sector pedemontano del valle (figura 2).

Sobre la base de la información recopilada fue planteado un modelo de ocupación del espacio con sitios de diferente funcionalidad (Ortiz 2007). Los sitios conocidos para el sector medio y alto del valle corresponden todos a ocupaciones tempranas con una cronología establecida a partir de la calibración de 18 fechados radiocarbónicos desde el 800 a.C al 400 d.C. (Ortiz 2003, 2007). Debido a la ausencia total de indicios de un proceso local, ya que todos los sitios, incluso los más antiguos, presentan todo el rango de variabilidad en la cerámica observada no siendo en ninguno de los casos una tecnología incipiente o escasamente desarrollada (lo que apoyaría la idea de un pro- ceso experimental), es factible suponer un origen alóctono para estas poblaciones, tal como fue sugerido originalmente por otros autores (Dougherty 1975, Benavente-Aninat 1988-89)

El componente material más estudiado de estos grupos fue la cerámica, dada su abundancia relativa, la variabilidad morfodecorativa y por ser el elemento mejor preservado. Asumiendo otra anti- gua asociación (cerámica-agricultura), la abundancia y característica de los conjuntos cerámicos reforzó aún más la idea de que se trataba de grupos agricultores sin mayores elementos de análisis ni datos empíricos para sustentar tal afirmación.

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Figura 2: Mapa con la distribución de los sitios arqueológicos conocidos adscriptos a la tradición San Francisco

Sobre el registro arqueológico

Si se trató de grupos con un alto grado de sedentarismo, con circuitos de movilidad muy pautados posiblemente en función de la explotación de recursos específicos y prácticas de recolección intensiva con almacenamiento a gran escala, los sitios deberían reflejar todo el espectro de variantes locacionales en el paisaje, así como reflejar diferentes conductas en relación al uso del espacio intrasitio. Este patrón de ocupación del espacio debería verse reflejado en localidades residenciales cuyos elementos del registro involucran ocupaciones recurrentes en el tiempo (desechos con posibilidad de reuso, estructuras fijas para almacenamiento a largo plazo, artefactos de molienda in situ de grandes dimensiones, discontinuidades en la estratigrafía de los pisos de ocupación, características materiales arquitectónicas, etc.), así como variabilidad en el uso del espacio intrasitio reflejada por ejemplo en las diferentes conductas de limpieza, la presencia de estructuras de combustión, áreas espacialmente discriminadas de habitación, etc. Analizando los diferentes indicadores y los resultados obtenidos en cada uno de los sitios investigados, podemos ver qué nos está mostrando el registro arqueológico.

Tecnología lítica

Las características de la industria de artefactos en piedra, indicaría que se trató de grupos con un elevado sedentarismo. Las materias primas explotadas son de carácter local y de fácil acceso. La elección de técnicas de talla de percusión directa (figura 3a) es para la obtención de artefactos de uso generalizado. Las técnicas más complejas, (tallado y pulido) se reservan para los artefactos especializados (hachas y martillos con garganta para en- mangue) (Figura 3b), pero aún la materia prima usada es de origen local.

Como materia prima foránea se registra obsidiana (que ingresa a los si- tios en forma de artefactos terminados), sobre todo puntas de proyectil, y algunos núcleos muy pequeños de basalto. La materia prima local está disponible en lechos de ríos y arroyos y al pie del cordón de las serranías de Santa Bárbara, no excediendo un radio de captación mayor de 10 km y en algunos casos de pocos metros de distancia, de acuerdo a la ubicación de los sitios. La mayor parte de los útiles son de diseño muy sencillo manufacturados bajo una estrategia expeditiva.

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Figura 3: a. artefactos en cuarcita; b. hachas pulidas con surco para enmangue

Este tipo de estrategia se encuentra relacionada con grupos de movilidad restringida ya que los instrumentos son manufacturados cuando se los necesita y descartados una vez usa- dos (Chaparro 2001). Los artefactos con estrategias conservadas están restringidos a las hachas y martillos pulidos y su diseño debe haber respondido tanto a actividades específicas y, probablemente, a usos multifuncionales. La técnica de talla dominan- te es la bipolar y la percusión directa, esto parece haber sido la solución para traba- jar núcleos de reducido tamaño los cuales por su forma y dimensiones son de difícil manipulación. Se observa en términos generales que se practicó la reducción intensiva, debido a que la materia prima esta disponible con relativa facilidad, la percusión simple podría estar en relación directa a la falta de interés por maximizar el uso de la materia prima pero al mismo tiempo la abundante extracción de lascas podría tener que ver con aprovechar al máximo los núcleos o nódulos almacenados en los sitios. Las materias primas registradas corresponden en un 90% a cuarcitas (utilizadas para la extracción de lascas principalmente), mientras las hachas y martillos son confeccionados preferentemente con Traquibasalto foidífero (Diaz 1993). Existe por lo tanto una selección de los materiales basada en sus propiedades físicas, en este último caso, la dureza de las rocas basálticas.

Registro arqueofaunístico y arqueobotánico

La investigación en torno a los recursos bióticos explotados ha sido escasa o nula. Esto se debe a varios factores; por un lado las limitaciones propias del registro arqueológico (la preservación de restos orgánicos es mala) y, por otro lado a los intereses de investigación ya que la mayor energía estuvo puesta en el estudio de la tecnología material y entre ésta, especial- mente, en la cerámica.

En lo que respecta a la evidencia arqueofaunística se han reconocido una amplia gama de animales locales, muchos de los cuales son aún hoy consumidos por los pobladores de la región. Entre ellos predominan los edentados como gualacates (Euphractus sexcintus), armadillos (Dasypodidae Zaedyus pichiy), quirquinchos (Dasypus mazzai), restos de aves, peces de agua dulce, restos de zorros (Ly- calopex culpaeus), corzuela (Mazama sp.), puma (Felidae Felis concolor), así como restos de anfibios, especialmente anuros e iguanas (Tupinambis sp.). Muchos de estos restos evidencian diferentes grados de alteración térmica y selección de partes esqueletales diferenciadas. En general los restos corresponden a animales de porte reducido. Cabe destacar que de las especies que pudieron identificarse en contextos arqueológicos, los camélidos son el único animal foráneo y es probable que haya sido obtenido mediante intercambio. Los análisis realizados hasta el momento informan de la explotación de al menos unas 10 especies de animales silvestres. El incremento en la amplitud de la dieta al incluir numerosas especies de animales de pequeño tamaño que soportan mayor presión de caza por sus altas tasas de re- novación, peces de estación y la posible incorporación de algunos cultígenos; esto último a ser demostrado; serían claros indicios de un aumento en los costos de pro- cesamiento y de la presión sobre espacios reducidos. Esta estrategia de utilización del espacio bajo una lógica de movilidad reducida resultaría en una optimización del potencial extractivo de superficies relativamente pequeñas del ambiente. El manejo social del medio estaría reflejado en la baja movilidad basada en una explotación intensiva de porciones reducidas de un ambiente de alta rentabilidad.

Por el contrario el uso de especies vegetales silvestres o domésticas no ha sido aún lo suficientemente investigado ni ponderado. Entre los escasos macrorestos que han sido encontrados en la región Dougherty (1975) menciona el hallazgo en un fogón de semillas quemadas de mistol y algarrobo, no menciona haber encontrado ningún otro tipo de macrorestos en las diferentes excavaciones realizadas por él. Un dato aislado es aportado por Crowder y D"Antoni (1974) sobre el hallazgo de un grano de polen de maíz inserto en la pasta de un fragmento de cerámica del sitio Par- que El Rey; mientras que los conteos de polen para Moralito hablan de una sobre- representación de polen de Chenopodia- ceae, lo que llevo a los investigadores que trabajaron en el lugar a sugerir la práctica de agricultura en las proximidades del sitio (Echenique y Kulemeyer 2003), al mismo tiempo que los datos indican que los taxones del bosque nativo se encuentran escasamente representados (Lupo y Echenique 2001). Sin embargo elevados conteos de taxones de Chenopodiaceae- Amarantha- ceae, pueden significar tanto la presencia de cultivos como el abandono del sitio (Lupo et al. 2006). En el caso de Moralito al formar parte de niveles culturales los investigadores que trabajaron el sitio, asumen que se trata de la evidencia de prácticas agrícolas, sin poder determinar específicamente de que tipo de especies vegetales se trata. Los análisis polínicos realizados en ese lugar muestran una per- turbación importante del entorno natural al menos en lo que corresponde a la ocupación del recinto parcialmente excavado (Lupo y Echenique 2001). Investigaciones en los neotrópicos Sudamericanos muestran que la disturbación a gran escala del ambiente en los sitios arqueológicos pre- datan a la agricultura y en muchos casos incluso no parecen estar asociados con la presencia de plantas domésticas. En general parece tratarse de la afectación de grandes extensiones por la manipulación intensiva del ambiente natural (Pearsall 1995).

Muchos sitios exhiben unas estructuras de forma aproximadamente campanuliformes, conocidas en la literatura clásica como hornos en forma de campana. Cuando estos están presentes aparecen en grupos y suponemos fueron usados al igual que los registrados en otros sitios del Noa, para procesamiento y almacena- miento de semillas de leguminosas (Laguens 1993, González 1956-58, 1962). Las características morfoestructurales con los registrados en la región de las sierras centrales de argentina son prácticamente idénticas (figura 4).

Si la función fue la de conservar y almacenar frutos a gran escala, sus dimensiones hablan de una capacidad de almacenamiento de 140 kg promedio. Estas estructuras se presentan generalmente en sectores relativamente limpios y espacial- mente agrupados lejos de las áreas con mayor densidad de restos. Entre los sitios trabajados y descritos hasta la actualidad, diez de ellos exhiben estas estructuras; lo que las convierte en un rasgo ubicuo cuya abundancia no había sido lo suficientemente estimada hasta hace unos años atrás. En uno de ellos, en el sitio de Media Luna se realizó una inhumación múltiple; es decir fue reutilizado como lugar de entierro. Nordenski欤 ilustra una estructura muy similar utilizada por grupos etnográficos del Chaco boliviano a principios del siglo XX. Dice son usadas por las mujeres para secar frutos silvestres con el objeto de aprovisionarse para las épocas de escasez (Nordenski欤 1910).

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Figura 4: Estructuras con combustión. a) Sitio Aguas Negras (Ortiz 2007); Sitio Central Termoandes (Soria et.al. 2000), y c) Sitio Moralito (Echenique y Kulemeyer 2003).

Tecnología cerámica

La gran variabilidad de formas de recipientes y perfiles de contornos podría estar relacionada con la llamada función primaria, esto es, asumiendo que se pueden haber estado procesando una gran cantidad de recursos e incluso algunos de ellos cocinados con diferentes técnicas. Las vasijas podrían haber sido diseñadas para ser eficientes acordes a cada una de las funciones a cumplir. La gran variabilidad de formas (Figura 5) podría ser un indicador de los distintos modos de procesamiento de productos y materias primas, las técnicas de manipulación y cocción de alimentos y posiblemente la gran variedad de recursos consumidos.

Las representaciones geométricas en los diseños aunque a primera vista puedan parecer muy diversas, se reducen a un conjunto limitado de motivos, que pueden ser combinados en diferentes formas y simetría. Los distintos tipos de acabados de superficie incluyen, la incisión, el pulido, el corrugado, la pintura y agregados de barbotina entre otros. Una de las formas profusamente decoradas por pintura y/o incisión corresponde a pequeñas botellas cuya capacidad promedio no supera los 700 cc.

El registro bioarqueológico

Los análisis realizados a diferentes restos óseos humanos muestran un patrón interesante. Si bien hay que destacar la importante limitación que significa la escasez y el mal estado de la muestra compuesta por un número muy reducido de individuos (N14), debido a la ausencia absoluta de este tipo de análisis con anterioridad a los llevados a cabo en los últimos años (Ortiz y Seldes 2007), los resultados obtenidos son un importante avance en este sentido. Aunque fragmentaria y escasa, se observa en general un grado medio de desgaste del esmalte dental, baja frecuencia de lesiones y pérdida dental antemortem (incluyendo en esta categoría a las caries), ausencia de estrés metabólico (líneas de hipoplasia de esmalte) y ausencia de estrés nutricional vinculado a anemia (hiperostosis porótica/criba orbitralia) (Ortiz y Seldes 2007). La baja incidencia de caries puede estar indicando una dieta con escasos aportes de carbohidratos, incluso considerando que la ingesta de carbohidratos pueda haber provenido de recursos silvestres y no necesariamente de cereales cultivados ya que se ha observado que estas puede ser producidas por la alta ingesta de frutos con azúcares (del Puerto y Campos 1999). En el caso del desgaste dental de uno de los individuos estudiados, dada su escasa edad (alrededor de 4 años), se señala una abrasividad intensa en lo consumido que provocó un grado de atrición no esperado para un individuo de edad infantil. Uno solo de los individuos analizados dadas sus condiciones excepcionales de preservación arrojo algunos datos complementarios.

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Figura 5: Diferentes formas de contenedores cerámicos de estilo San Francisco (escudillas, botellas, cán- taros, vasijas).

El esqueleto postcraneal muestra enfermedades degenerativas en forma de osteoartritis intensa, indicando que se trata de un individuo sometido a grandes sobreexigencias físicas (Ortiz y Seldes 2007). La mayoría de los individuos exhumados, algunos de los cuales están aún en estudio, muestran un grado intenso de desgaste dental incluso los individuos infantiles (Nieva com. pers.). Los diferentes restos esqueletales provienen de distintos sitios ubicados en el valle de San Francisco todos unicomponentes y adscriptos a la llamada "tradición San Francisco" (sensu Dougherty 1975) sobre la base de sus conjuntos artefactuales (especialmente cerámica), y solo uno de ellos tiene datación asociada; con una fecha calibrada de 800-600 a.C. (Lucas et. al 1997; Ortiz 2003).

Prácticas mortuorias

En cuanto a las prácticas mortuorias existe una variabilidad en el trato de los inhumados a diferencia de lo que se sabía hasta la década de los 70". Hasta el momento hemos registrado al menos 5 formas de prácticas funerarias:

  • a) párvulos enterrados en urnas (inhumación primaria) en áreas espacialmente segregadas de los lugares de residencia (cementerio)

  • b) adultos enterrados en forma directa en áreas espacialmente reservadas a la inhumación (cementerios) en el interior de las áreas de residencia (intrasitio)

  • c) niños y/o adultos aislados enterrados en forma directa en el interior de las áreas de residencia o ¿habitación?

  • d) Entierro secundario colectivo en el interior de estructuras que implicaron algún grado de combustión parcial o almacenamiento

  • e) Piezas óseas sueltas termoalteradas en el interior de fogón. Independientemente del tipo de entierro, existe una alta frecuencia (80%) de ausencia de ajuar. Aunque es posible que los restos materiales asociados con el entierro pudieron haber sido confeccionados con materiales perecederos los cuales no se preservaron (por ejemplo textiles, semillas, cueros, etc.) Aquellos bienes que han sido registrados en los sitios y que asumimos como producto del intercambio (los anillos de metal, las conchas del Pacífico o las puntas de obsidiana) no han formado parte del ajuar de los individuos. Po- demos así considerar el hecho de que aunque hayan sido poseídos en vida (ya que se trata de bienes de difícil adquisición y de muy infrecuente hallazgo en contextos arqueológicos del valle de San Francisco), no formaron parte de las posesiones inalienables del individuo ya que no fueron enterrados con ellos. Esto vale tanto para aquellos bienes foráneos como para aquellos producidos por el propio grupo (cerá- mica, pipas, hachas líticas, etc.).

¿Cazadores, Pescadores y Recolectores pedemontanos?

A juzgar por los indicios superficiales, carentes de depósitos estratificados, la ausencia de estructuras arquitectónicas imperecederas en superficie, la diversidad y naturaleza de los sitios detectados en las prospecciones, las características distribucionales de los materiales arqueológicos, los datos bioarqueológicos y las condiciones ambientales de la región, propusimos que los grupos prehispánicos que ocuparon esta región poseían una economía mixta basada en la caza, la recolección, la pesca y posiblemente el uso de algunas plantas domésticas. Este tipo de sistema de subsistencia implicaría una mediana movilidad residencial. Una estrategia combinada de subsistencia podría explicar la importan- te adaptabilidad al medio y la gran perduración en el tiempo de estos grupos en la región. Bajo estas condiciones los sitios podrían haber sido ocupados en función del tiempo anticipado de ocupación y la orientación en la subsistencia estacional. La disminución de la movilidad refleja cambios en el sistema de asentamiento e implica cambios especialmente en el patrón de asentamiento. Esto debe verse reflejado en una serie de características tanto a nivel regional (intersitios) como en el patrón estructural intrasitio. Los datos obtenidos hasta el presente sugieren que los grupos que habitaron el valle de San Francisco, tuvieron un uso muy diversificado del espacio.

La variedad en los asentamientos, indicaría que los grupos que los ocuparon se movían dentro del territorio, permaneciendo mayor tiempo en determinados lugares, en función de los recursos que ofrecía el ambiente. Los sitios que parecen haber sido ocupados en forma prolongada están generalmente ubicados en las proximidades de cauces de agua de régimen permanente, y de los 40 sitios registrados hasta el momento 38 están ubicados a la vera de cursos de agua modernos o de paleocauces, lo que evidencia una clara orientación fluvial en la modalidad de asentamiento. Esto podría haber sido una ventaja durante la estación invernal, para aprovechar tanto los recursos ictícolas como otros directamente relacionados con los recursos hídricos, así como disponer de agua durante la estación seca.

Si se trata de grupos pescadores, cazadores y recolectores intensivos con algún tipo de agricultura oportunista, con movilidad residencial y logística, esto condicionaría el tiempo planeado y efectivo de

ocupación en cada uno de los sitios, pudiendo existir tal vez cierta intensidad en el uso de algunos sectores específicos del paisaje. Una evidencia considerable de la reducción de la movilidad puede estar señalada con el tipo de materias primas y recursos que aparecen en los sitios. En todos los casos analizados el mayor porcentaje corresponde a recursos de fácil acceso, disponibles en las proximidades (animales de caza, productos de recolección y materias primas líticas). Los restos animales identificados en los sitios corresponden casi sin excepción a fauna silvestre local, especialmente animales pequeños, y restos de peces.

Las materias primas utilizadas en la confección de artefactos de piedra son todas de origen local y de fácil acceso, de allí la elección por técnicas de talla de percusión directa para la obtención de artefactos de uso generalizado. La mayor inversión de trabajo se reserva para los artefactos especializados, las hachas y martillos pulidos con gargantas para enmangue. Sin embargo la materia prima utilizada para la confección de estas herramientas también es de origen local. En casos muy puntuales se ha registrado otro tipo de material lítico. Este está constituido principalmente por obsidiana (que ingresa a los sitios en forma de artefactos terminados, especialmente puntas de proyectil) y algunos núcleos pequeños de basalto, cuya procedencia habla a favor de mecanismos de intercambio con regiones ubicadas hacia los flancos occidentales de las sierras subandinas.

Existen diferentes formas de ex- presar una territorialidad pero en general está relacionado tanto con formas de una acrecentada señalización de la identidad (Price y Brown 1985), como también con marcadas conductas de visibilización material (Criado Boado 1995). En el caso particular de lo grupos que ocuparon la región del valle de San Francisco durante al menos un lapso aproximado de 1000 años, llama poderosamente la atención la ausencia absoluta de estilos cerámicos foráneos. La representación gráfica de diseños abstractos y figurativos se encuentra restringida a contenedores móviles (de los cuales solamente se han conservado recipientes de cerámica y algunos objetos de piedra) aunque suponemos que otros elementos manufacturados en materiales orgánicos deben también haber recibido un tratamiento de decoración intencional, ya que está probado que las representaciones visuales de diferentes pueblos no se encuentran restringidas a un único soporte o a un espacio singular. Debido a que existe una ausencia absoluta de representaciones visuales en soportes fijos o geoformas (arte rupestre) a pesar de que en otros valles de la vertiente oriental de los Andes Centro Sur han sido registrados (Ventura et al 2009), es probable que las representaciones visuales fueran erigidas en bienes transportables y de amplia distribución. Si la territorialidad debe verse expresada de alguna manera, el hecho de que solamente encontremos cerámicas de un estilo único para un lapso de tiempo tan prolongado y en un espacio tan amplio, podría ser interpretado como la expresión visual de una territorialidad expresa, esto es; un marcador material que visibilizaba la adscripción grupal en la posesión de determina- dos territorios, e incluso el uso y explotación exclusiva de determinadas áreas con recursos de valor de manera claramente endogámica.

Partes: 1, 2

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