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Capitalismo y burocracia, un debate actual




Enviado por Antonio Lorca Siero



Partes: 1, 2

Monografía destacada

  1. Introducción
  2. Modelo político del capitalismo burgués
  3. La burocracia surgida del capitalismo
  4. Otra forma de definir el poder político
  5. Legitimidad de la nueva fuerza política emergente
  6. Argumentos para la lucha por el poder
  7. Dos posiciones enfrentadas
  8. Una última observación

Introducción

Cualquier fuerza dominante en la sociedad lo es en virtud de la tolerancia social, porque la única fuerza real es la del colectivo. Sin embargo, desde los orígenes, dada la complejidad para armonizar posiciones en lo político y la dificultad de entendimiento colectivo, ha existido una fuerza minoritaria que se ha apropiado de la función de dirección fijando el marco de la actuación política 1. Situación de hecho tolerada por la sociedad, en virtud de la tendencia de sus individuos hacia la adhesión grupal como principio de diferenciación.

Si en el pasado esa fuerza venía representada atendiendo a la naturaleza física, modernamente lo es en virtud de la preponderancia económica. En este caso, es el capitalismo el que pasa a ser la fuerza determinante para el funcionamiento de las sociedades avanzadas. Al dominar el ámbito de lo económico ha podido hacerlo en todo lo demás sin oposición. Reservándose la fuerza real, el capitalismo ha creado la nueva forma de poder desde tres estructuras: el Estado, el Derecho y la democracia representativa. Asimismo, ha dado entrada en el sistema a las masas, estableciendo el cauce de expresión de sus determinaciones políticas – posiblemente atendiendo más al aspecto comercial que al sentir político-. permitiendo su acceso a la cuestión de la gobernabilidad a través de la democracia representativa. Como método electoral está dirigido a legitimar la titularidad del ejercicio del poder por aquellos que teóricamente se ofrecen al electorado como sus representantes.

En cuanto al poder, ha pasado a ser una construcción formal que reside en la organización estatal que opera en términos jurídicos, pero incapaz de funcionar sin una fuerza soporte real y el componente humano. Sin embargo, como fuerza real el capitalismo no se ha reservado el protagonismo en el panorama político, sino que lo ha cedido a profesionales. Ello ha determinado la aparición de una clase política dedicada al oficio, que adquiere consistencia a través del simple ejercicio del poder depositado en la estructura estatal. Si hasta ahora la función de la clase política consistía en disponer de los mecanismos dirigidos al acceso y conservación del ejercicio del poder institucional y carecía de una fuerza soporte relevante, hoy entra en competencia con el capitalismo, al definirse como fuerza en términos políticos en virtud del desarrollo alcanzado por el Estado.

Hay una nueva fuerza emergente, definida como burocracia,
surgida al ritmo marcado por la funcionalidad política de
las estructuras diseñadas por el capitalismo. Se retroalimenta de su
propia actividad, que ha pasado a ser considerada fuerza real en cuanto de ella
depende el funcionamiento de la maquinaria estatal. Vista socialmente como clase
política, puede ser definida como aquel colectivo construido en virtud
de la dedicación al ejercicio de la política en términos
de profesionalidad. Si como poder dependía de la fuerza estructural del
modelo de orden establecido por el capitalismo, ahora aspira a establecerse
con autonomía plena. Se trata de sobredimensionar políticamente
la realización práctica del orden que le compete, las demandas
crecientes de las masas y, a tenor de las mayores competencias asumidas, potenciar
su función como pieza indispensable para la marcha del Estado actual.

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  • 1 Sobre el tema de la política y lo político, puede verse a Mouffe, Ch.,"En torno a lo político".

Modelo político del capitalismo burgués

Para acercarse a la lógica del proceso de la fuerza emergente
hay que observarlo diacrónicamente. Durante siglos la única fuerza
capaz de establecer el orden social ha sido la de naturaleza física consolidada
mediante la violencia, con lo que el grupo que disponía de mayor habilidad
y eficacia para ejercerla se autodeclaraba gobernante. Ese sentido grupal, dirigido
por un líder, arranca con las primeras concentraciones sociales, donde
lejos de entenderse que esa fuerza correspondía ejercerla a la propia
sociedad, se desvió hacia el grupo de control. La teoría contractualista
2 vino a establecer un principio de lógica jurídica, en un proceso
antes dominado prioritariamente por la irracionalidad de la violencia física,
al objeto de justificar la alienación de las masas como un acto de consenso
determinante, en virtud del cual se convenía que la totalidad era dirigida
por el grupo. Entonces la política quedó definida como la capacidad
de gobierno ejercida por una minoría sobre la mayoría entendida
en términos de dominación. Lo que suponía entregar el gobierno
de la sociedad a la exclusiva voluntad del grupo dominante, definida esta como
razón de Estado 3. Aunque tal razón no coincidiera con la racionalidad
general, al ser impuesta por una minoría, permitía excluir la
lógica del principio de que sólo la sociedad es la única
depositaria de la razón política. Sin embargo la supuesta racionalidad
del grupo dirigente ha sido la tesis que se impone como razón excluyente
desde el argumento de la detentación del poder. Tradicionalmente, partiendo
del soporte endeble de situaciones de hecho, consecuencia del ejercicio de la
fuerza, la minoría en el poder pregona una legitimidad espuria soportada
en creencias -como lo fue en su tiempo el derecho divino de los reyes- o en
la simple sumisión natural de los gobernados. Pese a la incoherencia
en la que se sostiene, el ejercicio de la violencia física permitió
la estabilidad social, dado que no existieron alternativas capaces de garantizar
el orden y, a falta de otras opciones, la conciencia colectiva se mostró
tolerante dejando en penumbra su propia razón.

  • 2 En realidad la doctrina oficialista del contrato, que se remonta en su sentido moderno a Hobbes y Locke, se enmarca dentro de las teorías elitistas, seguidas más tarde, entre otros, por Pareto, Mosca y Michels, hoy todavía vigentes. Su propuesta simplificada es, ante la incapacidad de las masas para gobernarse por ellas mismas, la necesidad de un grupo minoritario que las dirija.

  • 3 Un mito que enlaza con el contrato, pero muy al estilo de Maquiavelo, cuya finalidad no sólo aspira a la justificación jurídica, sino a enlazar con la racionalidad. El desgastado término razón de Estado, una vez desprovisto de su carga de apariencia, ha venido remitiendo a una racionalidad torticera movida por la ambición personal del gobernante por perpetuarse en el ejercicio del poder, dominando a los gobernados con ayuda de la fuerza y del ingenio.

Ya en épocas recientes, el capitalismo trajo consigo un cambio en la manifestación de la fuerza dominante, sustituyendo la violencia tradicional por la violencia económica, como arma para establecer su modelo de orden social. A tal fin debía enfrentarse, de un lado, al poder establecido y, de otro, rozar la racionalidad de sus actos a través de la legitimación social, exponiendo los beneficios de su método de control respecto al precedente y la falta de mejores opciones, con la finalidad de invocar no tanto la legitimidad plena como la legitimidad tolerada. De modo que el capitalismo actúa en dos frentes: las viejas elites y las masas. Frente al grupo minoritario que representa a las primeras basta con aportar evidencias enérgicas que demuestren que es más fuerte que ellas. En tales términos queda definida la parte de la política referida a la lucha por el poder. Ante las masas tiene que desplegar una ideología atractiva que venga a poner sobre el escenario argumentos para, aunque no permitan llegar a la legitimidad plena, al menos sí a un principio de legitimación 4. La cuestión se reconduce de forma expresa a presentar como racionalmente aceptables los principios que justifican la toma del poder por la burguesía.

Si nos remontamos a las elites feudales, se aprecia ya la debilidad de su funcionamiento. Primero, porque las fuerzas físicas se neutralizan entre sí, anulándose en un plano general, y, segundo, aunque se llegaba a establecer el señorío del más fuerte, se mueve en un plano de ese equilibrio de fuerzas encerrado en los límites de su país. Puntualmente, el procedimiento de alianzas de sangre resulta efectivo en el plano político, pero adelanta que el componente físico de la fuerza se ha debilitado considerablemente al tener que recurrirse a otras opciones políticas. Con los descubrimientos geográficos, aparecerán nuevas fuerzas que afectarán al poder, donde acaba por ser determinante la capacidad para concentrar riqueza y hacerla circular. Pero los viejos métodos como la conquista a bajo coste, el dominio de factores de producción rentables o el simple espolio, justificables para el argumento de la fuerza no lo son para la razón. Pese a las limitaciones que someten lo económico al control del sistema político imperante, en el fondo está arraigando la idea de capital, que es aprovechada por una nueva clase emergente de la que empieza a depender el señorío tradicional. El argumento definitorio de la condición de grupo de fuerza es el que hace depender fuerza física de las exigencias de la riqueza. Cambio sustancial que invierte la tendencia de someter la riqueza desde la fuerza física, derivado de la incapacidad de esta última para atraer más riqueza por sí misma, salvo cuando se ejerce permanentemente. Los señores feudales y el señor dominante acabarán perdiendo su fuerza soporte tradicional, pasando a ser dependientes de la fuerza económica de la clase burguesa emergente.

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  • 4 Sin perjuicio de Weber, sobre legitimidad y legitimación, puede verse Ferrero, G., "El poder. Los Genios invisibles de la Ciudad".

Con la monarquía absolutista, que expresa el dominio de un único señor feudal asistido por una oligarquía nobiliaria, se reúne en un solo centro de poder la fuerza física dispersa y la fuerza económica, poniendo bajo su dependencia a la burguesía, que es el motor real de la economía. Aunque las tesis de mercantilistas y fisiócratas son asumidas por los últimos herederos de las viejas elites, el modelo no puede prosperar, cuando la iniciativa particular es reemplazada por la oficial dirigida por sus elites, pero hay otras dos razones fundamentales. Quien confiere carácter dinámico al capital es la clase burguesa y no los estamentos en el poder, que se inclinan por la acumulación de riqueza en términos estatales y de clase dirigente, resultando que la burguesía, que es el motor real, pasa ser considerada simple empleada del sistema, relegada a un tercer estado. Además hay que tener en cuenta que el capitalismo, que ya se define como motor socio-político, es una realidad parcialmente abierta a las masas, implicadas en los procesos de producción y consumo, pero sin abandonarse la idea de que en los sistemas absolutistas las masas son súbditos. De otro lado, el sistema capitalista que propone el absolutismo no sirve. Dirigido desde el estamento nobiliario, determinado por el sentido de riqueza y no por el de capital productivo en sentido amplio, dada su incapacidad para desarrollar el modelo económico de producción plural y masiva que sea absorbida por la demanda, inevitablemente está abocado al estancamiento. Aunque se haya superado el sistema artesanal de la época feudal y entre en escena la industrialización, el sistema político, empeñado en no promover el desarrollo de las masas por razones políticas, es incapaz de crear una demanda que asuma esa producción masiva. En este plano, el absolutismo permitirá dejar al descubierto la dependencia de la fuerza física de la económica, quedando definitivamente establecida. De manera que el progreso se entrega a esta última, con lo que el desplazamiento hacia nuevos centros de poder resulta inevitable.

Puesto que el capitalismo como ideología representa la fórmula para mantener el avance económico desde el despliegue del capital, y la exclusividad para desarrollarlo corresponde a la clase burguesa, acabará por definirse expresamente como la fuerza dominante. Sin embargo la parte visible no es más que la representación de la misma, la cuestión de fondo es el capital, cuyo desarrollo a través del capitalismo permite configurarlo como fuerza exclusiva. La finalidad de quienes la simbolizan es apropiarse de la mentalidad social, gobernándola en razón a la eficacia desde la política, y consolidar así la seguridad que precisa el sistema. Para ello se postulan en exclusividad como garantes del orden, ya no de manera personalizada, sino desde el control de las instituciones insertas en el marco estructural del Estado por la vía jurídica. Con ello el capitalismo pasa a ser, en virtud de la tolerancia social, el muevo garante del orden que exige la sociedad para su conservación porque, además de orden, propone un argumento fundamental: bienestar generalizado. Así pues, destacan dos singularidades estructurales en el modelo político del capitalismo burgués, las referente al Estado y al Derecho. En cuanto al poder mismo, también se ve afectado por innovaciones aportadas en el ámbito de las tres dimensiones de la Política: lo institucional, los términos de la acción política y el desarrollo de lo político.

Aparato clave en el sistema precedente, el Estado ahora se redefine. Aunque sigue siendo el soporte estructural de la política, ya no se le declara personalista, sino que pasa a ser impersonal. Queda integrado por un conjunto de instituciones configuradas en torno a los tres poderes simbólicos -en su día representación de las fuerzas en litigio que luchan por repartirse el poder político-, concebidos en la práctica como funciones que abarcan la totalidad de la actividad estatal de forma diferenciada, con el fin de llegar a un equilibrio de poderes subyacentes sin romper la unidad de gobierno. De esta forma el aparato del Estado queda establecido como marco exclusivo del ejercicio del poder. Sus ejercientes son situados al frente de las distintas instituciones a tenor de nuevas características: elección, temporalidad y mérito. Estas son lo accidental, porque la actividad del Estado se sitúa en un orden superior a lo personal, pasando esta a ser mera circunstancia determinada por la exigencia del funcionamiento de la estructura. Asimismo, asoma la igualdad teórica, dado que cualquier ciudadano que cumpla con los cánones establecidos puede acceder al ejercicio del poder institucional temporalmente, basta son que responda a la idea de idoneidad en un proceso electivo dependiente de la voluntad de los individuos integrantes del colectivo social.

Es el Derecho la pieza intelectual que determina objetivamente el funcionamiento de la estructura estatal. Se trata de un orden técnico que establece sujeción a normas, pero dispuesto para ser utilizado por quien asume el poder legítimo. Punto de referencia para su desarrollo es el principio de jerarquía normativa kelseniana, que parte de un orden racional desde un emplazamiento superior representado por la constitución, como ley de leyes. Para su construcción se acude a un basamento sólido, manipulado con la elaboración doctrinal de la ficción de un poder constituyente, emanado teóricamente de la voluntad del pueblo 5. El funcionamiento estatal se rige a tenor de normas jurídicas preestablecidas y la actuación se presume conforme a esa ley superior, cuya elaboración se encomienda posteriormente al poder constituido. Con ello parece ser el pueblo el inspirador de la norma y de la acción política, sin embargo son los ejercientes del poder los que las desarrollan. En definitiva, la clave del sistema jurídico se encuentra en las determinaciones de un poder que emana del pueblo, pero que permanece alienado de la voluntad popular.

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  • 5 La reflexión intelectual en este tema, que no ha sido superada, hay que remitirla a Sieyès. E., "¿Qué es el Tercer Estado?".

No se rompe la tradición, por cuanto la acción política se desenvuelve en torno a la lucha por alcanzar el poder, ejercerlo y conservarlo, pero lo innovador es que la batalla se libra conforme a normas racionales y dentro del marco de lo institucional; con lo que la violencia física abierta y arbitraria -no así la violencia institucional- desaparece de la escena. Asimismo, en los términos de acceso al poder está presente el espíritu de lo político, la ciudadanía se expresa en este sentido a través de la vía electoral. La teoría de la acción política de masas está iluminada por el principio de igualdad, pero en la práctica es simple apariencia dirigida por la voluntad de la élite; puesto que en el fondo consiste en que una minoría legítima gobierne a la mayoría. De otro lado, la confrontación amigo-enemigo ya no es radical, simplemente se suaviza 6. Ahora, la lucha por el poder viene definida por la habilidad para captar voluntades individuales acudiendo a la ideología como núcleo de atracción, dotándola de capacidad comercial para acumular adheridos. El método viene establecido por las reglas de la democracia representativa. A tal fin el grupo es la pieza fundamental. En su pluralidad, la diferenciación viene dada por las siglas que simbolizan esa ideología soporte, que se ofrece para ganar adhesiones, a fin de lograr las mayorías que se imponen como exigencia para la toma del poder. Su ejercicio es la dimensión de la gobernabilidad, es decir, asumir la representación del poder a través de las instituciones estatales y hacerlas operativas en términos de monopolio, dirigido por una minoría capaz de determinar decisiones mayoritarias en virtud de la legitimidad democrática. La función del que gobierna no es sólo fijar el desarrollo del orden social en términos jurídicos, sino, a tenor del sistema capitalista dominante, recaudar aportaciones económicas del pueblo y distribuirlas, en orden a la búsqueda de la justicia, con la pretensión de construir la igualdad.

Lo político, soporte de la acción política, es una característica de las individualidades en el marco de las organizaciones sociales que se encuentra en permanente actividad, respondiendo a la voluntad de poder de las personas, colisionando con otras individualidades que aspiran a destacar su punto vista para imponerla. En caso de darse igualdad real de posiciones se llega al equilibrio, porque unas y otras acaban por neutralizarse. Pero como en la práctica no sucede así, siempre se impone la voluntad de poder de alguno sobre los otros, porque surge una agrupación de intereses coincidentes, lo que sirve de referencia para iniciar el proceso. Sin embargo se hace necesario para la viabilidad del grupo, inicialmente, un proyecto, seguido de una minoría relevante, con un liderazgo que fije la dirección de la acción. A partir de aquí se construye como fuerza. En el modelo político tradicional, regido por la fuerza física, no era difícil suponer que se imponía el más fuerte físicamente hablando haciendo uso de la violencia del mismo signo. Pero al irrumpir como avanzadilla nuevas ideas patrocinadas por otro grupo, acogido a un liderazgo espiritual, como símbolo en torno al que se aglutina el grupo cohesionado respondiendo a una realidad material mucho más enérgica, lo precedente se enfrenta a la contestación. En la contienda se impondrá la ideología asistida de esa mayor fuerza real. Es el punto en el que adquirirá la condición de fuerza dominante, que se incrementará a medida que aumenten los adheridos. La envoltura externa del proceso se define en términos de la política como partido, diseñado a fin de canalizar el espíritu político de las individualidades sociales dispersas partiendo del núcleo originario.

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  • 6 Canetti, E., "Masa y poder", habla de agonismo en el sistema parlamentario. La cuestión se plantea ahora, no desde la radicalidad de la expresión amigo/enemigo, sino en un enfrentamiento expresado en términos de nosotros/ellos, del que se desprende una confrontación civilizada de la que se surgen vencedores y vencidos.

En el modelo capitalista, la política toma una senda atípica. La fuerza real no se define políticamente de forma abierta, sino que cede el protagonismo al grupo político afín, manteniendo el control desde la retaguardia. Por lo que respecta a la fuerza social originaria del grupo político queda supeditada a la fuerza que domina la existencia. Con lo que el partido, surgido desde el encauzamiento de lo político, se encuentra bajo la dependencia de la realidad económica conducida por el capitalismo. Este último, garante del orden como finalidad de la política, no obstante ya no precisa involucrarse directamente en su mantenimiento, porque se alcanza a través del aparato estatal regido por normas jurídicas. La originalidad añadida consiste en otorgar en el proceso cierto protagonismo a las masas. A tenor del papel que se pretenda dar a estas, se habla de pueblo, dotado de consistencia en sí mismo, o de nación, vertebrado por las elites. Desde la llegada e implantación del sistema capitalista burgués, la muchedumbre se individualiza y además cobra identidad como masa, en términos de generalidad, y como pueblo o nación, en el caso concreto referido a una organización territorial delimitada por los términos geográficos de un Estado. El conjunto de individuos se atiene a los principios de igualdad, libertad y justicia, siendo función del ordenamiento jurídico establecerlos, de las instituciones garantizarlos y del ejerciente del poder materializarlos.

Pese al avance del progreso, destacando de las masas siempre emerge una minoría que asume la condición dirigente, respondiendo a argumentos desfasados, como la incapacidad de aquellas para regirse. La función ordenadora sólo puede corresponder en último término al que tiene la fuerza real para imponerla. Y aquí se sigue la misma tendencia, con la excepción de que, pese a disponer de la fuerza determinante del poder político, la elite del poder real -al que corresponde la toma de las decisiones trascendentales- no figura en la escena política. La clase burguesa es la clase económica diferenciada por la sociedad, pero no representa a la clase política, salvo excepciones individuales. El motivo invocado es que la actividad económica exige dedicación exclusiva porque el capital demanda permanente expansión, lo que lleva a un replanteamiento del ejercicio del poder. La realidad es que, construido jurídicamente el aparato estatal, la situación queda bajo control desde un orden previamente reglado, ya que se marcan unas líneas que no pueden ser sobrepasadas. Con lo que, en definitiva, el poder real no reside realmente en la norma, sino en el que dispone de la fuerza para establecer la norma.

La burocracia surgida del capitalismo

Con el desarrollo del modelo establecido por el capitalismo burgués, diseñando un sistema de orden para las sociedades avanzadas que en lo esencial se ha venido prolongando durante más de dos siglos, acabará por surgir como fuerza real la organización encargada del ejercicio de la política. Fundamentalmente porque, como se ha dicho, el capitalismo ha permanecido en la sombra, cediendo a aquella el protagonismo institucional. Al ritmo que el aparato estatal asume nuevas funciones, esa organización humana de naturaleza funcional que lo hace operativo crece en poder, hasta consolidarse como fuerza emergente. En el proceso, las masas han contribuido a dotarla de protagonismo al demandar mejoras sustanciales en el bienestar teórico propuesto por el capitalismo que el orden político se compromete a atender. Por otro lado, las empresas capitalistas han hecho lo propio en interés del negocio bajo el paraguas protector de los Estados, encargados de establecer el orden y promover las condiciones favorables para su desarrollo mercantil. El resultado ha sido que, mientras la burocracia proponía la mejora del bienestar, el capitalismo vendía bienestar. Lo completaba a menudo con argumentos de interés social, solidarios e incluso altruistas, en un plano estrictamente publicitario, cuando la realidad no era otra que aumentar los beneficios empresariales haciendo uso de cualquier instrumento de manipulación, incluso el burdo engaño comercial para ganarse la dependencia de las masas 7. Dominando la situación, quien ha venido dirigiendo la actividad ha sido la elite del poder capitalista 8, consciente o tal vez inconsciente del avance de la burocracia, pero confiando en la fidelidad de las masas. Sin embargo la burocracia ha acabado por construir en el marco del Estado un bienestar aparentemente gratuito que le ha permitido atraer a las masas hacia el lado de sus particulares intereses.

Hay que observar que las masas han sido el eje de la actividad política y económica en el mundo moderno. Políticamente, suministrar derechos individuales fue el primer paso para dignificarlas, seguido de la consolidación de la democracia representativa a fin de hacerlas cómplices del sistema. Lo decisivo es que en torno a ellas se ha venido moviendo la producción y el consumo, con lo que, establecido el culto al bienestar, se las ha implicado en el proceso utilizando estrategias comerciales. Finalmente ha arraigado una cultura consumista para dar salida en términos de mercado a las rentas del trabajo, que afecta no solamente a los social, sino a lo político y a lo económico. Comprometidos los individuos con la llamada sociedad de consumo de masas, el modelo político del capitalismo burgués se enfrenta a una nueva situación.

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  • 7 Hay una práctica recurrente en el terreno de la publicidad que consiste en presentar a la empresa capitalista como una especie organización con un componente desinteresado que mira por el bien de las personas, situándolo a la par que sus intereses comerciales. Lo que inevitablemente tiene que ser una simple estrategia para incrementar ventas, ya que si eso fuera así dejaría de ser empresa capitalista.

  • 8 Probablemente hoy siga conservando vigencia la tesis de Wright Mills,C., "La elite del poder".

Más allá de su papel en el panorama económico, comprometer a las masas en el aspecto político de la marcha de las instituciones estatales y en el juego de la lucha por el poder entre partidos, supuso crear instrumentos de control para que los encargados de velar por el orden político no salieran de los límites del poder. La voluntad ciudadana expresada en las urnas, como factor determinante de la lucha entre partidos, parecía asegurar que la burocracia política no sobrepasaría los límites del ordenamiento jurídico, al estar diseñado a la medida de los intereses capitalistas. Pero las funciones asignadas a la burocracia política local, encargada de la custodia del respectivo Estado de Derecho, se ampliaron con la finalidad de asegurar al mercado; primero, la fidelidad de una masa de consumidores desarrollando ampliamente el proyecto de bienestar que venía moviendo el consumo y, segundo, involucrando directamente en el mercado al propio Estado-nación. La aparición del Estado del bienestar, en sintonía con la sociedad de consumo de masas, se proyectó en forma de medidas dirigidas a procurar el bienestar material de manera oficial, lo que supuso un avance en el proceso de realización de los viejos valores burgueses de libertad, igualdad, justicia y solidaridad, que se entregaba para su desarrollo a la burocracia política. La idea de un bienestar gratuito venía romper con los postulados capitalistas regidos por el precio y la mercancía, lo que permitió atraerlas del lado de la burocracia garante del mismo. Y así surgen Estados que, además de guardianes del orden tradicional, asumen funciones relacionadas con el bienestar, los derechos sociales y la seguridad de sus ciudadanos. De tales funciones se ocupa la burocracia del orden. Parece evidente que desde que reclama el intervencionismo estatal para proteger sus negocios, el capitalismo sienta las bases para la creación de esa nueva burocracia que va más allá del cometido tradicional de la política. No parece asumir que con ello se amplía el poder del Estado, definido como capitalista, de lo que se deriva que adquieren mayor poder los que legalmente lo ejercen.

Consciente de su importancia, igualmente era previsible que, a raíz de las primeras crisis económicas, la burocracia, como teórica comisionada y protectora de las masas, asumiera su protagonismo para imponer de cara a ellas cierto control en el desarrollo del modelo capitalista 9. De poco servirán las llamadas de atención del liberalismo económico para tratar de sortear la intervención estatal en el negocio de las empresas capitalistas, porque la sujeción del imperialismo empresarial al poder de la nueva burocracia ya era un hecho 10. Se presenta como alternativa salir de los límites de los Estados, tanto en lo estrictamente territorial, ampliando la producción y los mercados haciéndolos interestatales, como desplazando el capital a la llamada de libertad especulativa en una panorámica generalizada.

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  • 9 Es una protección aparente, que se mueve en los términos de la formalidad y la irresponsabilidad, porque al final el que carga con los errores políticos es el ciudadano contribuyente, de los que a menudo el causante sale indemne.

La ruptura de las fronteras nacionales hacia la mundialización empresarial como método para superar el control estatal de la burocracia acabará siendo una situación coyuntural, porque los Estados fuertes volverán a tomar el control en el sentido hegemónico. El neoliberalismo político vendrá a confirmar la tendencia. El desarrollo empresarial desde el modelo impuesto por las multinacionales, diseñado para eludir el control estatal, es tolerado en tanto se mantiene sobornada a la clase política, pero cuando las masas se ven afectadas por las crisis derivadas del descontrol, presionan sobre la clase política demandando soluciones. Lo que es aprovechado por estas, de un lado, para atender al electorado y, de otro, para crecer ellas mismas en poder. Sin embargo hay que contar con algo decisivo, se trata de la creación y consolidación de organismos internacionales de control de la actividad económica. En este punto se reafirma el nuevo poder burocrático, que se mueve en la panorámica de los Estados hegemónicos, el orden económico internacional y las burocracias nacionales. El fenómeno de la globalización con sus excesos 11, rompiendo en ocasiones con la lógica social, ha supuesto el acicate final para el asentamiento de esa burocracia poderosa al frente de las grandes organizaciones económicas –FMI, OIC o BM-. A partir de aquí, las multinacionales, que escapaban del control de la política, tienen que aceptar sus condiciones. Con ello el capitalismo acusa la correspondiente rebaja de poder en la escena política. Al amparo del desarrollo empresarial, que ha permitido la emergencia de Estados hegemónicos en lo económico, lo político y lo cultural, su burocracia ha aprovechado para avanzar todavía más y crear Imperios políticos 12 nutridos de una nueva burocracia política y técnica. Esta burocracia, alimentada por individuos cuyo puesto de trabajo depende de la voluntad popular debidamente manipulada 13, tiene que jugar a varias bandas. De una parte, se sostiene en las masas, por lo que debe de atender a satisfacer sus demandas. De otra, reconoce que el motor de la política es la economía de las empresas, lo que impone límites a su capacidad fiscalizadora. Además, no puede ignorar que la fuerza real del sistema es la elite del capitalismo, quien en definitiva diseña los grandes movimientos del capital expresados en términos de expansión-contracción. Con lo que, entregada a la tarea de desarrollar el Imperio, la burocracia ha abandonado al Estado-nación para saltar al plano internacional. Por su parte, las multinacionales, fijando su atención en incrementar beneficios a cualquier coste, sólo observan los Estados como el mercado para materializarlos, sin entrar en consideraciones de naturaleza social o política.

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  • 10 Dos ejemplos significativos en este punto pueden ser Hayek, F., "Camino de servidumbre" y Friedman, M,

"Capitalismo y libertad".

  • 11 Véase Petras, J., "La globalización de la tontería".

  • 12 La tesis del Imperio ha sido ampliamente desarrollada por Negri, A. y Hart, M., "Imperio"y replicada por Borón, A.,

"Imperio & Imperialismo".

  • 13 No es original decir que en la democracia representativa el voto se mueve en la dirección que marcan los grandes intereses auxiliados por la propaganda, cuya finalidad no es otra que atraer las conciencias ciudadanas.

Otra forma de definir el poder político

Como presupuesto del poder político, la fuerza solamente tiene trascendencia en tanto las masas la reconocen, con lo que en último término pasan a ser árbitro y soporte de esa fuerza de conjunto que puntualmente es ejercida por una minoría. Conforme recoge la historia, secularmente ha venido siendo dominante el ejercicio de la fuerza física. No obstante, como su materialización es puntual, sólo puede considerarse como referente si existe tolerancia del conjunto y en la medida en que no sea superada por otra más enérgica. El reconocimiento y sumisión colectiva a la fuerza ejercida por la minoría dominante adquiere consistencia y perdurabilidad en tanto la voluntad general asume que es el procedimiento válido para mantener el orden y contener la disgregación social.

Ya se ha visto que con el capitalismo se produce la ruptura del dominio político asentado sobre la vieja fuerza física. El nuevo paradigma pasa a ser la fuerza económica. Los señores de la guerra son sustituidos por los señores del mercado. Sometidos los primeros a control a través de un proceso de civilización destinado a erradicar la barbarie, la función que hasta entonces venían desempeñando se pone al servicio del dinero porque dispone de la capacidad de comprarla, con lo que este se define como nuevo instrumento ordenador. El proceso ordenador deja de ser exclusivamente violento para quedar estructurado en términos jurídicos y económicos, como expresión de una nueva forma de violencia avanzada.

Aunque la originalidad burguesa cobra arraigo y se proyecta como definitiva, su componente ideológico es débil. Sometida a control la fuerza de las armas, de otro lado, la dependencia capitalista de las masas resulta inevitable al no recrear la violencia física como instrumento de convicción enérgico sustituido por el valor del dinero, cuya aceptación se encuentra en un escalón más elevado de civilización. Asimismo esa ideología débil, amparada en la racionalidad de la Ilustración, se abre a un abanico de posibilidades surgidas aprovechando la nueva situación. Lo que deja demasiados resquicios por donde emerger otras fuerzas dispuestas para tomar el control político. Este es el caso de las ideologías de naturaleza plural reivindicando protagonismo para los ciudadanos, que aspiran a tomar el poder a través de grupos diversos utilizando a las masas desde perspectivas elitistas y, aunque arrolladas por el capitalismo, han servido siempre de llamadas de atención 14. Pero, pese a la debilidad de las ideas, el fondo se sostiene en una realidad enérgica de la que deriva su fuerza, y ello ha determinado que las masas se hayan inclinado por el bienestar que garantiza el capitalismo y las ideologías de la pluralidad en el plano de la racionalidad sucumban ante el peso de esa realidad insuperable. Si bien, aunque en posesión de la fuerza, no lo está en términos de poder.

Si bien masas e ideologías opuestas han sido de una u otra forma sometidas a control por el sistema, en el seno de las sociedades avanzadas no ha sucedido lo mismo con la nueva fuerza emergente surgida al compás de las funciones desempeñadas para hacer viable el orden capitalista. Esa burocracia política camaleónica, definiéndose como clase política, ha tomado nota de tales ideologías adaptándolas a sus estrategias de poder, utilizando la pieza clave que ya en su día empleó la burguesía, consistente en crear una causa ficticia a la que dicen representar y cuyo centro de atracción gira en torno al protagonismo teórico de las masas. La finalidad es ganarse la adhesión de cada pueblo en un proyecto ordenador por ella dirigido.

Establecido el culto a los derechos humanos, políticos y civiles, amparados por el Derecho positivo, y desarrollados como instrumentos para consolidar el efecto de la propaganda, junto con el papel otorgado a las masas a través de la democracia representativa, no sorprende que aparezcan fisuras por las que se produzcan filtraciones en una y otra dirección, que debilitan la estructura construida por el capitalismo. Cualquiera pude utilizarlas para crear una fuerza artificial capaz de seducir a la ciudadanía local a fin de llegar ser reconocida como poder. Aunque la fuerza real siga siendo el capitalismo porque, con mayor acierto o desacierto, provee a la solución de los problemas de la existencia material, no es obstáculo para que pueda ser puesto bajo control de otra fuerza minoritaria, que ha aprendido a dominar las claves para seducir a los ciudadanos desde la pluralidad ideológica utilizando la propaganda 15. Esto es lo que viene a suceder con la burocracia. Su aspiración, no es destruir el capitalismo, sino confinarlo exclusivamente en el terreno económico y utilizarlo, poniendo el potencial de que dispone a su propio servicio, sometiéndolo a su control directo.

El poder político ya no se corresponde plenamente con la fuerza material soporte, dada la presencia en escena de otros elementos para definirlo, como son las masas -fuerza última-, la pluralidad ideológica –debate de fuerzas en torno a lo político- y la burocracia -poder legal-. De esta forma el capitalismo se ha hecho dependiente políticamente de los Estados a los que ya no puede controlar como utillaje de su creación. Establecido plenamente el poder en términos oficiales, conforme a la legalidad, resultado de un consenso capitalismo -fuerza real- y masas -fuerza última-, referirse al poder político, no es hablar de poder de facto, como en el caso del mismo capitalismo en cuanto realidad vigente o del viejo régimen como precedente inmediato, sino de poder fundamentado en el Derecho. Y en tales términos la burocracia política, producto de la democracia representativa, pasa a ser el único poder legítimo. Si históricamente de la fuerza real ha venido surgiendo el poder como vía para su formalización racional, ahora es el poder establecido desde el principio legal el que genera una nueva fuerza, al menos en apariencia. Establecido el principio de legalidad, partiendo de la constitución como reguladora de la vida política de una sociedad avanzada, desde un proceso sujeto a la ficción representativa, la fuerza última -el colectivo social- entrega a la ley superior la fuerza colectiva, que la rediseña en términos de poder y fija las reglas para su ejercicio. El poder legal inicia su andadura con la determinación de la titularidad institucional del partido ejerciente, a través del proceso electoral, que permite confirmar a los previamente seleccionados para ejercerlo, y prosigue con el desarrollo del marco de actuación de las distintas instituciones estatales, buscando así la armonía de funciones de las distintas piezas mecánicas que integran la estructura del Estado.

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  • 14 Socialismo, comunismo, ecologismo, populismo,…, son términos ideológicos adaptados a los tiempos, promovidos para reivindicar el papel de las masas internacionales y locales en el terreno de la política desde planteamientos elitistas, con la pretensión de otorgarlas un mayor protagonismo, más ficticio que real.

  • 15 Cuya finalidad es tildar de mentira todo aquello que no se encuentre en el entorno de la verdad oficial.

Legitimidad de la nueva fuerza política emergente

Desde el absolutismo el tema de la legitimidad ha ocupado un lugar preferente en la teoría del poder político, vinculándolo con la idea de un contrato subyacente en la relación dominante- dominado, que se remonta modernamente a Hobbes. La cuestión se ha asociado con la legalidad, entendiendo así como legítimo lo que es conforme a la ley. En el fondo de lo que se trata con la legitimidad, asociada a un producto enérgico de la racionalidad jurídica como es la ley, no es otro propósito que justificar un hecho evidente en toda acción política: el ejercicio incontrovertible del poder, que reposa en una fuerza de hecho que aspira a ser de derecho. Así lo entendió Ferrero, al señalar la legitimidad como justificación de la desigualdad de que unos manden y otros obedezcan, en virtud de los llamados principios de legitimidad. De tales principios, hoy se tiene por válido el principio democrático, y a él se acoge la burocracia política en el ejercicio de sus funciones de gobierno. No se trata de una realidad improvisada, sino de la consecuencia natural de un resultado previsible ya desde los inicios de la relación burocracia política y capitalismo.

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