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Las emociones del alumnado involucrado en la dinámica del maltrato (página 2)



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Cuando el estudiantado se siente herido en sus aspiraciones al bienestar, o ve frustrados sus deseos de posesión, de poder o estimación, puede darse un impulso especial en contra de aquello que le impide obtener lo que desea, este impulso es el de la "revancha" y su objeto es satisfacer lo que no se ha podido conseguir de otra manera, tal como expresan las víctimas: "Yo si… sí que me quiero vengar y hacerles lo que a mí me hicieron, por ahora me aguanto,…y espero.." ; la espera apunta a que el diferencial de poder del agresor o agresora sea menos, cuando las personas [víctimas] sean más grandes. Max Scheler, (citado por Droste, 2004) distingue "dos caracteres que son esenciales para la venganza: 1) un refrenamiento y detención momentáneos al menos (o durante un tiempo determinado), del contraimpulso inmediato (y de los movimientos de cólera y furor enlazados con él) y 2) un aplazamiento de la contrarreacción para otro momento y situación más apropiada ("aguarda, que otra vez será") (p. 4).

La venganza, debido a que también a ellos y ellas se lo hicieron, nos explica su doble participación en los roles del maltrato entre iguales. Barragán (citada por Valadez Figueroa y cols., 2008) señalan, que "ser víctima, agresor o espectador son momentos en la vida de los estudiantes y que de hecho un mismo alumno puede pasar de víctima a agresor o de observador a agresor" (p. 105).

  • Las emociones compartidas por los alumnos ubicados en los tres roles la dinámica del maltrato entre iguales: observadores, agresores y víctimas

  • La culpa: atribuida a las víctimas por los observadores y agresores y la autoinculpación de la víctima

McCoy citado por García Martínez (2008) expone que "la culpa es la conciencia de que uno está dejando de actuar tal y como supone que debe hacerlo, según un punto de vista que es absolutamente relevante para el sujeto" (p. 366). Al respecto Escudero Nafs, Polo Uzaola, López Girones y Aguilar Redo (2005) plantean que: "la culpa en sus distintas manifestaciones, es una culpa movilizada y generada activamente por el maltratador, y el proceso del maltrato que es experimentado por la víctima y también por el observador". (párr. 32).

Refiriéndose a las acciones de los observadores ante el maltrato, Fernández Villanueva, Revilla Castro, Domínguez Bilbao y Almagro González (2008), resaltan que:

Los hechos que implican al observador como testigo de la realidad supondrían entonces la necesidad de aceptar la existencia de ciertas realidades, así como la imposibilidad de negar que existan los hechos, lo que necesariamente involucra la moral del espectador, porque las acciones de los implicados se evalúan dentro de un código ético, en correctas e incorrectas y le plantean qué hacer, tomar decisiones o justificar el no tomarlas. (p. 23)

Por un lado los chicos y chicas observadores nos dicen: "Vez estas cosas y te dices a ti mismo…, no puedo hacer nada… y pues se tiene como un sentimiento de culpabilidad". Entre los espectadores suele producirse una inhibición a intervenir ante las situaciones de maltrato aunque manifiestan que sienten que deberían hacerlo: "Siento que tengo que hacer algo, no me gusta… no me gusta [refiriéndose a los procesos de victimización]".

En otro sentido, los observadores le atribuyen culpa a la víctima, por lo que se justifican (como si se lo merecieran) porque les caen mal por "mensos y dejados…, no saben defenderse…, porque si le dicen algo y se queda callado o se queda triste y si no contesta ya sabes que no va a hacer nada, y me da coraje que sean tan mensos" (observador). Cuando las situaciones del maltrato se dan en grupo, con aprobación o con poca oposición del resto de compañeros, la víctima termina viéndose como una persona a la que no importa que se le hagan cosas, con poco valor y de alguna manera merecedora de lo que le pasa (Avilés Martínez, 2001) esta percepción supone menos culpabilidad para las personas agresoras y observadoras. A este respecto Collell y Escudé (2004) conciben que "los sentimientos de culpa que experimenta el agresor, cuando ve en un compañero o compañera los efectos de su acción sea por agresión directa o indirecta, o por omisión, quedan diluidos en el grupo" (p. 6).

  • Autoinculpación

Las víctimas contemplan la causa de la agresión como algo interno y personal, así se sienten responsables de las agresiones y por tanto las justifican. En este tipo de cogniciones de autoinculpación las víctimas creen que son ellas las causantes de la violencia, por no ser capaces de detenerlos y por tolerar la violencia (García-Martínez, 2008; Trautmann, 2008), esto trae aparejado el sentimiento de vergüenza.

Polo Usaola, López Gironés, Olivares Zarco, Escudero Nafs, Rodríguez Vega y Fernández Lira (2006, p. 73), expresan que algunos autores distinguen dos tipos de autoinculpación, la conductual y la caracterial. En este grupo de estudio encontramos los dos tipos: 1) Las víctimas se asumen culpables por no haber reaccionado ante la situación de maltrato, con expresiones tales como "me lo merezco", "soy más débil, no me defiendo" el alumno siente que son sus conductas, los actos que realiza u omite son los que le producen el acto violento (autoinculpación conductual), 2) Se sienten culpables cuando consideran a los rasgos de carácter, diferencias físicas, o posición social, como causantes del acto violento, como fue relatado por las víctimas, "soy diferente"; "soy pobre"; "soy gordo" (autoinculpación caracterial).

El que lo vean y el verse a sí mismo como diferente, funciona como justificación, que puede ser efectivamente resultado de la culpabilidad internalizada que la persona maltratadora y la observador proyectan sobre la víctima, como una interiorización de la vergüenza, por la que esta última persona es juez y víctima a la vez. Se refieren a sí mismos o a sí mismas en términos descalificadores y autoacusadores, considerando estas características como hechos, como realidad que se impone, y no como resultado de juicios probablemente aprendidos del exterior, pero en todo caso revalidados por ellos mismos (Fernández Puig, 2000). Esta culpa inducida por las demás personas sitúa a la víctima en un estado de absoluta vulnerabilidad, con las consiguientes repercusiones negativas para su autoestima, lo cual incrementa la probabilidad de volver a ser víctima en aquel mismo contexto o en otros, cerrando el círculo de la victimización. En la culpa al igual que en la vergüenza, subyace como rasgo fundamental algún tipo de evaluación relativa al propio yo.

Consideraciones finales

Las emociones que produce el maltrato entre iguales en los actores involucrados son muy variadas y con efectos complejos, de diversa duración y se encuentran subordinadas a la experiencia, posición social y a la identidad de los sujetos que participan, así como el rol que ocupan en la dinámica del maltrato, Luna afirma también que "tienen relación con las normas y valores sociales, las costumbres, las tradiciones, y las creencias en torno a las emociones mismas" (2010, p. 20), por ello las emociones vinculadas a cada situación serán distintas. Sin embargo, en los resultados de la población estudiada, se muestra un patrón emocional que es compartido entre los observadores con las víctimas, las víctimas con los agresores, y los observadores con víctimas y agresores. Un patrón integrado por emociones que forman parte del espectro de las relacionadas con la vergüenza. Al respecto Lansky (1999) expresa que:

la vergüenza es acerca del self (el sí mismo), se refiere no simplemente a un tipo de afecto, sino a un sistema emocional complejo que regula el vínculo social. Lo que uno es ante sí mismo y ante los otros, el estatus de uno mismo, el ser o no querible, sentirse aceptado o en inminente rechazo, ante el ojo del otro o ante el ojo autoevaluador del sí mismo. (p. 347)

Este mismo autor la describe como un acompañamiento inevitable de todas aquellas situaciones en las que uno/a queda expuesto o bajo la amenaza de quedar expuesto, y así mismo refiere que la vergüenza opera latente detrás de otros sentimientos que resultan provocados por una experiencia de humillación. A su vez Gómez (2005) señala que la vergüenza utiliza emociones más complejas como máscaras para ocultarse, en consecuencia es toda una familia de sentimientos y emociones que es conocida con diferentes etiquetas o apellidos y significados totalmente individuales. En palabras de Morrison, citado por Orange (2005) "la humillación representa la fuerte experiencia de vergüenza que refleja un avergonzamiento externo por un objeto altamente catectizado (un otro significativo)" (párr. 27).

En este grupo de estudio, de acuerdo a las emociones expresadas es posible apreciar que en todas ellas subyace la afrenta o la humillación percibida por los alumnos en el caso de los observadores por una victimización cercana y potencial, para las víctimas por una victimización situada en el presente, y para los agresores por una victimización sucedida en el pasado.

Tomando como referencia a Fernández Arregui (2008) se podría considerar en el grupo de los adolescentes estudiados tres formas de manifestación de la vergüenza en las cuales subyace una percepción de falta de valía propia: 1) por insignificancia (ser humillado por quien es), 2) por fealdad (por sus rasgos diferenciales, físicos o psicológicos) y 3) por incompetencia (interiorización de ideales no logrados, sensación de fallo o de fracaso), independientemente de los roles que juegan en la dinámica del maltrato.

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Se concluye que esta situación de maltrato entre iguales puede tornar la violencia entre iguales en un círculo interminable (Figura 1) en el que alumnos y alumnas tratan de superar la vergüenza por la afrenta recibida utilizan la violencia en un intento de recuperar su propia valía ante sí mismos/as y ante los ojos del resto de sus compañeros de escuela y de esta forma recobrar el orgullo. Como se expresó en párrafos anteriores en palabras de Gómez "la violencia es la catarsis de la vergüenza" (Gómez, 2005, p. 131). Las personas agresores van descargando su resentimiento hacia otras; las víctimas que como se mencionó, a su vez, guardan su resentimiento en espera de una revancha, para cuando el diferencial de poder de su agresor sea menos, o cuando ellos estén más grandes, o en su caso la víctima deja de ser pasiva, para volverse una persona violenta, con la esperanza de que así no será nuevamente agredida; con respecto a los observadores, utilizan la agresión como una forma de evitar ser víctimas. Un hecho que nos parece claro es que la violencia aumenta la vergüenza y viceversa, es decir, se amplifican mutuamente

Prestar atención a las emociones generadas en el fenómeno del maltrato entre iguales es necesario, porque la humillación originada en la interacción de los pares envuelve a los alumnos independientemente de cual sea su rol en la dinámica del maltrato, como una situación a considerar en el diseño de estrategias de intervención, puesto que sabemos que las emociones constituyen un factor importante al momento de explicar o interpretar el comportamiento humano.

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Autor:

Isabel de la A. Valadez Figueroa1

Laura E. Barragán Ledesma2

María Consuelo Ochoa Orendain3

1 Profesora Investigadora del Centro Universitario de Ciencias de
la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), México.

2 Investigadora de la Universidad de Juárez del
Estado de Durango, México.

3 Profesora del Centro Universitario de Ciencias de la
Salud (CUCS), Universidad de Guadalajara (UdeG), México.

Artículo recibido: 11 de junio, 2015 Enviado a corrección: 4 de agosto, 2015 Aprobado: 18 de enero, 2016

Enviado por:

César Agustín Flores

Revista "Actualidades Investigativas en Educación"
Instituto de Investigación en Educación (INIE) Universidad de
Costa Rica

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