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Juan Peron -Desclasificado- (página 2)




Enviado por Carlos Blanco



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Dos anécdotas Paternas:

Mi Padre me conto que, cuando los simpatizantes del Coronel, se desplazaban a Plaza de Mayo, aquel 17, el mitin lo sorprendió, mientras compartía un café con sus amigos, en la Entonces Confitería El Águila, en Callao y Santa Fe.

Y un tanto azorado veía que con la multitud, marchaba un nada desdeñable grupo de jovencitas que, cada tanto se subían las faldas y desafiando a los impávidos vecinos que se arremolinaban en los balcones, gritaban al unísono, apuntando a sus zonas pudendas "Esta es pa Perón".

Constituyendo este curioso y hasta simpático incidente, las primeras señales de una devoción bovina de sus Paisanos.

La segunda, en pleno epicentro de los comicios, le tocó en suerte ser Fiscal por la UCR, en una Mesa en la calle Libertad casi Juncal, en un colegio Secundario.

Promediando el día, un señor muy provecto, pero con aspecto de Dandy y sombrero de paja, se presenta a sufragar, y el Presidente de Mesa, Peronista y Delegado Sindical de la UOM, prácticamente le arrebato la Libreta de Enrolamiento.

Observando el apellido que era compuesto, le dice "Oligarca el Caballero", a lo que el destratado Ciudadano le contesto, sin perder su compostura "Aristócrata negro de mierda". En mayo de ese 1946, Juan Domingo Perón, con todas las cartas del mazo, inauguro el periodo más desastrado y ruinoso de nuestra historia.

Que, galvanizaría el carácter de toda una sociedad hasta el presente, con matices tan impregnados de barbarie como de justicia social, pero dentro de un concierto, inundado con una pátina de una explicable anarquía colectiva.

Y creo que el avance de este trabajo ya está fértil, para introducirme en esas titánicas contradicciones, que revistieron la primera administración Peronista que contaminaría por igual a sus dos venideras, y a todas las posteriores, sin que haya sido relevante el signo político de todas ellas, a excepción de la de Don Arturo Frondizi.

Comenzare con un breviario de la situación económica imperante en esos tiempos de la post guerra.

Para finales de 1945, la República Argentina no tenía deuda externa, y en su lugar, enormes acreencias por las exportaciones de granos, carnes y manufacturas, a todas y cada una de las Potencias Aliadas.

Y el índice de desocupación, según constancias de la Secretaria de Trabajo y Previsión de esa época, no superaba el cuatro por ciento -4%-. Las reservas en el Banco Central, al finalizar la gran contienda, según la página oficial del Ministerio de Economía, eran de un aproximado a los un mil seiscientos cincuenta millones de dólares, con más dos mil millones de libras esterlinas y otros tres mil millones, también de dólares que nos adeudaban los Gringos.

Esas tenencias implicaban un 26,8 % del PBI.

Si tomamos como parámetro este último ítem, digamos que a valores actuales, guardando la debida equidistancia, serían a hoy, de unos doscientos mil millones de dólares. Para 1949, las mismas habían descendido a trescientos ochenta y siete millones de dólares, con una implicancia del 6,9 % de nuestro producto bruto.

Tanto Yankees como Británicos, eran renuentes a abonar los pasivos que tenían con nosotros, al punto tal que nunca los cancelaron, porque por el Tratado de Breton Woods, tornaron dichas monedas como no convertibles.

Esas acreencias, serian algo más de otros seiscientos mil millones de dólares actuales. Nuestra deuda externa era de quinientos cincuenta millones de dólares para 1947.

Resumiendo, solo diré que jamás antes y tampoco después, nuestra balanza de pagos, estuvo tan solvente y bien amonedada.

Pero a pesar de ello y sepultando ese mofante y ridículo mito urbano que, en los pasillos del BCRA, no se podía caminar, por la cantidad de lingotes de oro que allí se atesoraban, nuestra situación era, optima, inmejorable.

Pero fue, precisamente a partir de esa inmensa bonanza que, los desatinos comenzaron a estar a la orden del día y a desbordarse unos tras otros.

Porque luego de asumir la máxima jerarquía, Perón sufrió una curiosa mutación, al comenzar a gestar un inexplicable enfrentamiento de clases.

Toda vez que hasta ese momento, la moderación, era la respuesta a la sociedad de un país que no se había contaminado con los desastres de una guerra, de la que como en la Primera, solo disfrutamos, merced a la desgracia de otros.

Los exegetas peronistas, que para todo desaguisado de su Jefe, encontraron siempre una respuesta académica, nunca entendieron el verdadero génesis, de la personalidad adormilada de su Caudillo. Que abandono esa hibernación, para fundar un Estado Gendarme que era inexistente, previamente a esa época.

Él lo urdió y fabrico, partiendo de una ficción, entremezclando un culto a su personalidad, plagiada de Mao, que comenzaba a desarrollar su Revolución Cultural, con su famosa caminata por toda China y que culminaría en Pekín en 1949, con la toma por asalto del Poder.

En otras palabras, el Perón disciplinado, y de bajo perfil, de una forma tan inaudita como inescrutable, comenzó a darle rienda suelta a una iracundia que, no se compadecía con el tono y humor de los Argentinos de esa década de los Cuarenta.

Se apodera personalmente de una División de la Policía Federal -Orden Político-, que luego se transformaría en Coordinación Federal, creada en épocas de Castillo, como una fuerza autónoma, para desarticular el espionaje Alemán y Aliado durante la guerra.

Y la desperfila de la Superioridad, para hacerla depender directamente de la Secretaria General de la Presidencia.

Y no contento con ello, al poco tiempo, habilita una "sucursal", que sería conocida como la "Sección Especial", con asiento en la calle Urquiza 556, en los altos de la Comisaria Octava de la ciudad de Buenos Aires.

Seria sin dudas, la cara más oscura, siniestra e innecesaria de toda esa etapa, pero dejare más detalles para después.

Retornando al plano económico, la vertiginosa capitalización que la Argentina tenía como lo preindique, era única e inédita. Muchos científicos Alemanes, portadores de pasaportes de la Cruz Roja Internacional, van arribando por vía marítima, principalmente desde Génova a Buenos Aires.

Perón, cometiendo su primer severo yerro, se esmera por dar acogida y preeminencia, a todos los que estuvieron vinculados a la carrera armamentista, como un brillante ingeniero Kurt Tang, padre de un prodigo e insustancial proyecto: el caza a reacción Pulki.

Y deliberadamente se desinteresa por un millar de migrantes, que habían participado activamente del proyecto más colosal del Nazismo, como lo fue la Organización Todt.

Que fue la encargada de erigir la Muralla del Atlántico de Hitler, desde Noruega hasta el sur de Francia.

Por esos tiempos, era mucho más requirente, aprovechar los altísimos conocimientos de la obra pública de los Teutones, que sus secretos militares.

Como el oportuno trazado de una réplica exacta de las Autobahn; esas colosales autopistas que a comienzos de 1933, el Nacionalsocialismo, hizo construir, para cumplir tres objetivos esenciales, como que sirviesen para un desplazamiento rápido de tanques y artillería pesada, unir a todas las capitales alemanas y combatir la hidra de la desocupación que era superior al cincuenta por ciento, en esa hambreada Germania.

Sus operarios percibían un salario en especie, consistente en una taza de aceite, un paquete de harina integral y a veces un puñado de café y azúcar.

No existía esa tan degradada "mano de obra esclava" que se ocupó después, en plena contienda.

Mientras aquí, el más extremo de los famélicos tenía acceso a una tira de asado semanal.

Perón conocía perfectamente esa monumental interconexión, porque lo había destacado en su informe al Estado Mayor en su extensa recorrida por ese Tercer Reich de los inicios, a su regreso a Argentina en 1941.

Nosotros para entonces, solo contábamos como avance, el breve trazado de la avenida General Paz, de los tiempos de Justo.

Pero prisionero de la megalomanía, y no de una política de Estado coherente, destino cientos de millones de dólares, para un avión, del que se construyeron apenas 4 prototipos en nueve años y que nunca funcionaron, más que con constantes desperfectos.

Y otra millonada en el monumento a la vergüenza, como el proyecto atómico de la Isla Huemul, en Bariloche, conferido a un lunático y mendaz austriaco, apellidado Richter, sobre el que no indago sus antecedentes, antes de confiarle tan faraónica obra, para un disparate como generar la nunca inventada hasta ahora "fusión fría".

Yéndose al canasto y bote de residuos, más de un mil doscientos cincuenta millones de dólares de nuestro tiempo que, se hubiesen aplicado con más tino, si en el mismo predio se hubiese erigido un parque de diversiones.

Argentina, más que otra cosa, necesitaba rutas, al menos para conectar Rosario con Bahía Blanca, como un corredor indispensable para nuestras exportaciones agropecuarias, por el insuficiente calado de la rada porteña, como lo sigue siendo actualmente.

Requeríamos de centrales eléctricas y el desarrollo de nuestra industria cárnica, farinácea, aceitera y metal mecánica que permanecieron en el más oprobioso olvido hasta que las rescato Arturo Frondizi, para articularlas seriamente.

Pero nada de ello se implementó, supliéndose por dos bizarros Planes Quinquenales que nos dejaron en la más irrisoria de las bancarrotas. Puso algo de énfasis en la metalúrgica liviana, desaprovechando el enorme know how, que tenía a disposición con especialistas de primera línea, que para 1948, se volvieron a su Alemania natal, por los magros salarios que aquí percibían, y que contribuyeron al despertar del "Milagro Alemán" de la post guerra.

Se quedó con un puñado de fugados, y excrementos que representaban la peor faceta del Nazismo, y por un elevado precio que guardo para su coleto.

En deducciones simples para no recurrir a lo académico y plagiario de otros, Perón desaprovecho, los valores más excelsos, de esa Alemania que le era muy familiar, para copiar sus aspectos más aberrantes, como los represivos y policiacos.

En vez de haber sacado partido del desarrollo civil e industrial, que con los planos de complejos en sus manos y que, le obsequiaron esos migrantes, deshecho por los armamentistas.

Nosotros, a diferencia del surgimiento de los lideres derechistas más destacados de esa vieja península, como el Fuhrer, el Ducce, Franco y Oliveira Salazar, no instamos sociológicamente el surgimiento de un caudillo, para que nos eyectara de los flagelos del hambre.

Porque no lo necesitábamos.

Argentina, reitero, en 1945 era inmensamente rica, con una clase media, ávida por ingresar a la sociedad de consumo occidental, como el resto del concierto de las naciones. Perón abordo a un país pacífico y con la mansedumbre propia, de los pueblos que contaban con una ingesta proteica, bastante abundante. El "Puchero" que en Francia era un privilegio, reservado solo a los más pudientes, aquí era el menú de los carenciados.

Por ello, insisto que el General, produjo artificialmente la primera fisura social, partiendo de una muletilla innecesaria.

En su denodado afán, de crear a una fracción popular que le fuese totalmente afín.

Y con ello, no hizo más que poner de manifiesto, cuáles eran sus inconfesables inclinaciones políticas, que estaban estrechamente ligadas a su adhesión encubierta y secreta al Materialismo Dialectico, disfrazado de un absurdo y poco creíble Nacionalismo.

A poco que leamos la estrofa de su himno partidario con la cita "combatiendo al Capital" Tuvo la enorme cuota de suerte, cuando magnetizo a quienes se creían Nacionalistas, porque desde siempre, tampoco supieron lo que tal vocablo, encerraba en su estricto sentido.

Pero sus desatinos irían en un indetenible progreso.

Contrae enlace con una mujer tan excepcional como resentida y muy del bio tipo de su esposo.

Hija ilegítima de un poderoso hacendado de Junín -Juan Duarte- que nunca la reconoció ni a sus tres hermanos de infortunio, hasta después que su cónyuge Estela Grisolia, falleció. Y es aquí, donde el primer perfil de Perón y su engañosa infancia toman protagonismo, porque encuentra en ella un espejo. Observando en ese cristal, a un padre biológico -Terrateniente y viudo al igual que el suyo, Benigno Del Carril-, y que al no aceptarla, repudio a su hija y su categoría de adulterina, impidiéndole, a ella, sus hermanos y su madre, el ingreso a su funeral, por los parientes legítimos del causante. Y fue ese origen común de ambos, lo que plasmo su odio visceral a los ricachones.

Pero que iría mucho más allá del simple desprecio.

Y es a través de esa curiosa cimiente, muy dolorosa pero injustificable, donde el Justicialismo, encontró sus basamentos lineales que, nunca superaron esos dogmas tan primarios e insensatos, que por otra parte no lo nutrieron de una ideología cierta, sino apenas de un huérfano principio sentimental. El Peronismo desde 1945 y hasta el presente, es precisamente eso: la orfandad ideológica, revestida de patrones emocionales, tan huecos como insondables.

Y esos supremos desatinos, empero, galvanizaron el carácter poco empírico y muy sanguíneo de lo que fue, es y siempre será, un movimiento de masas.

Tan accesible para Carlos Menem, que embanderado con esa divisa, aplico la política más anti patriótica de la que hayamos tenido noticias.

Como por igual a la "Patria Sindical", integrada por un hato de burgueses y acaudalados empresarios que en algunos casos, ni siquiera trabajaron por más de cinco años, en los gremios que dicen representar.

Y también a "La Patria Socialista" de Montoneros, cuyos objetivos nacientes, fueron los de aniquilar a sus némesis del mismo partido, como López Rega y sus muchachos de la Triple A.

Ninguna agrupación política a lo largo de la última centuria, tuvo como el Peronismo, tantas y reiteradas contradicciones antológicas. Que como toda conformación populista murió con él, ese 1 de julio de 1974.

Lo que acaeció después, fue la pelea por un "sello de goma" sin identidad ni pertenencia.

Perón lo aclaro debidamente cuando en su última aparición en la Plaza de Mayo, ya mortalmente enfermo, sentencio con su temblorosa disfonía "Mi único heredero es el Pueblo", deslegitimando así a cualquier pretendiente que deseara arrogarse sus banderas.

Deja en su lugar a una pobre e ignorante mujer, a la que conoció en un cabaret de Panamá City, en el que vendía cigarrillos a los clientes.

Y es en ese encuentro, donde advierte un involuntario reflejo de la historia de su verdadero padre, y como en el caso de su segunda esposa, una vez más.

El viudo y la desafortunada jovencita, se solazan en una mutua nostalgia acongojante.

Y es por fuerza de las circunstancias y la asiduidad de sus visitas a ese tugurio, que conoce al supuesto "chulo" de la cigarrera que oficiaba de adicionista en ese lupanar: Raúl Lastiri, hábil manipulador de "dados cargados", en la trastienda de ese puterio de los bajos fondos.

Y también a su suegro, un ex cabo de la Agrupación de Bomberos, de la Policía Federal, asociado a un siniestro grupo de cafishios y contrabandistas de cigarrillos norteamericanos.

Pero el teclado y la memoria me traicionan otra vez, desviándome de la simetría que debo guardar, sobre este verdadero Tótem.

Juan Perón, para estigmatizarlo jurídicamente, dentro de la incapacidades de los sujetos de derecho, fue un prodigo.

Que es todo aquel que ha perdido la conciencia y el equilibrio para administrar su patrimonio.

Si a valores de hoy en día, tuviésemos acumuladas reservas por doscientos mil millones de dólares y casi un billón más de externas, solo dilapidando en extremo esa incalculable fortuna, podríamos caer en la insolvencia, como estábamos tras siete años de despilfarros en 1953.

Se debería extremar muchísimo, esa voluntad de gasto y destinarla a regalar el dinero, para mutar de una inmensa bonanza en una situación paupérrima.

Pero ¿qué fue lo que determino a un todo poderoso presidente aunar tantos esfuerzos, en dispendiar, con tanta vocación, el dinero de los Contribuyentes? Carezco de una respuesta asertiva y para mayor desgracia tampoco soy un Economista.

Pero creo intuir lo que empujo a un sujeto que como nadie más, tuvo la oportunidad histórica de ponernos a la vanguardia, no solo de Sudamérica, sino a renquearnos entre las naciones más prosperas de la Tierra, como lo estuvimos a fines de los Veinte.

Agudizo una Ley de Latifundios que ya contaba con sanción parlamentaria desde la etapa de los Conservadores, que habían advertido sobre la inconveniencia de prolongar la existencia de grandes extensiones de campos incultos, resuelta en 1940, bajo la presidencia de Ortiz, con la creación del Consejo Nacional Agrario que además penalizaba, a los Propietarios y Ganaderos que poseían enormes extensiones, sin un laboreo sustentable.

Esto es, que con sus más y con sus menos, la situación obrera no era afligente, sino en tal caso algo desactualizada, pero todo se encontraba en vías de una elasticidad superadora.

Pero fue Perón el que alimento el mito de un enfrentamiento, para generar el fermento de la discordancia, secundado por Evita, quien le declaro la guerra a la oligarquía, no por cuestiones ideológicas, sino por el rechazo que tuvo, para presidir la Sociedad de Damas de Beneficencia que, era algo así como el jockey Club femenino.

Tal vez, si esas señoras pitucas y pacatas, le hubiesen allanado el camino a Evita en ese cargo que, inveteradamente siempre se había reservado para las Primeras Damas, so pretexto de su juventud, la sangre no hubiese llegado al rio. Y así fue que la miopía de una aristocracia que veía peligrar sus fueros, pudo más que la sana critica de rever una actitud, tan bizarra e inoportuna.

Pero he deseado puntualizar que las ambiciones del matrimonio presidencial, no fueron en un principio, de un abierto hostigamiento a los ricos, sino la reacción punitiva, porque no los integraron en ese destacado circulo áulico. Es a partir de allí que ambos, le declararon la guerra a los poderosos por meras razones banales y caprichosas.

Si a ello le adicionamos que los dos, arrastraban el estigma del repudio del que en tiempos distintos, pero bajo casi idénticas circunstancias emocionales, tenían muy presente, la deducción de todo un plan de gobierno, por efectos de un simple reduccionismo, podemos cubicarlo en esos aspectos tan domésticos como primarios.

Aparenta hasta risible que tengamos que hurgar en las pasiones extremas de dos seres humanos, unidos por las mismas desdichas y desventuras, para colegir que arrastraron a la Nación Argentina, hacia una colisión tan incomprensible como palpable, simplemente por el infortunio de dos nacimientos bastardos.

No comparto la opinión de sus acérrimos enemigos como los "gorilas", en el sentido que Perón era un monstruo; era un espíritu inferior, solo eso.

Se limitó a congratularse con la idea de hacerle la vida imposible a una clase, a la que pertenecía junto a su compañera, pero tan solo por mitades.

Es por ello que principie esta entrega con la publicidad del origen espurio de Perón, mucho menos difundido que el de Evita, aunque en verdad no es ninguna novedad.

Pero ahondemos más en los absurdos.

Como ya antes señale, el Justicialismo tuvo una doctrina, no una ideología, y la misma se centró en denostar, todo aquello que transcurrió, particularmente en la llamada "década infame", como les ha apasionado etiquetar al periodo, entre 1930 y 1943, a todos estos revisionistas "de almacén".

Para decodificar la misma, se debe de admitir que el fraude, torció de algún modo, la voluntad popular que Perón, siempre legitimo sin necesidad de aplicar esa artimaña.

Pero no menos cierto es que se debe de analizar lo que en defensa de ese periodo, se categorizo como "Fraude Patriótico".

Toda vez que no se debe omitir la circunstancia que en esos años de urnas incineradas, quienes gobernaban –y con suficiente razón-, entendían que había demasiados inmigrantes, muchos adherentes al anarquismo, sobre manera en los sectores proletarios, y que la Argentina no estaba preparada, para respetar a las mayorías que no eran nativas.

La ley de Residencia, sancionada en 1902, fue legislada, precisamente para prevenir desbordes de improvisados revoltosos y deportarlos si fuese necesario.

El propio Yrigoyen tuvo que lidiar con eso, primero en 1919 y luego en los confines patagónicos santacruceños en 1921.

Pero por fuera de ello y el anecdotario, incluso bucólico, de las reyertas electorales antes de Perón y circunscriptas a los Partidos Demócrata y Radical, en las que en casi todos los cuartos de votación, que hasta ahora ignoro porqué los llaman "oscuros", cuando son bien luminosos, se situaba un milico munido con un Máuser y cuando los Yrigoyenistas en particular, tomaban la boleta de su partido, para ensobrarla, escuchaban de atrás una voz que les decía "agarra la otra".

Vicios de oportunidad, pero que ni por mucho, se mimetizaron en un enfrentamiento dialectico, de las proporciones adquiridas durante la década Peronista.

Nadie lo ha señalado hasta ahora, pero además de haber arribado al poder, con sus poblaciones en la más absoluta de las miserias, tanto Mussolini que en 1922, luego de su marcha sobre Roma, convoco a todos los industriales en derredor de su Fascismo y Hitler que fue insertado al gobierno de Hindenburg, por obra y gracia del señor Von Papen, que representaba a toda la alcurnia Germana, el caso de Perón es toda una antítesis, porque personalmente se encargó, en virtud de ese rencor cultural de origen, de ejecutar balandronadas a todo el sector vinculado a la industria.

Y con ello saco de escena a uno de los pilares de una política capitalista, tan necesaria para el crecimiento de una nación, poniendo una vez más de resalto ese resentimiento, halógeno por nacimiento.

Por si ello fuera poco, se niega sistemáticamente a ingresar en el Fondo Monetario Internacional, desbaratando así, la posibilidad que la prospera y riquísima Argentina, se insertase en las enormes y abiertas posibilidades de atraer capitales de riesgo.

Tornando en ilusorio, el derecho de percibir ese billón de dólares que teníamos para cobrar, que nuestros grandes deudores, se negaron a cancelar, por esa negativa estúpida y necia de no incorporarnos en el seno de las naciones.

Nos hace ingresar en otro absurdo como "La Tercera Posición", mutada luego en los "No Alineados", junto a las economías más primarias y menos desarrolladas del mundo, como las subsaharianas.

Y en esa feroz carrera de desatinos, establece la "sustitución de importaciones", en vez de haber sacado ventaja de nuestra posición dominante como acreedores, importando bienes y servicios, que pudimos haber compensado, precisamente con las enormes sumas de dinero que nos adeudaban.

Y que al hacerlo, nos hubiese permitido un desarrollo inmediato, sobre todo en materia tecnológica.

En un gesto inocultablemente canallesco y para aquilatar aún más, el papel pro aliado que el GOU llevo adelante, se apodera de todas las patentes y marcas Alemanas, de sus propiedades, bancos, cuentas corrientes, y demás entidades, incluso de las sin fines de lucro de ese origen, como todos los clubes comunitarios en todo el país. Mientras, EE UU, ponía en marcha coetáneamente el Plan Marshall, para tender un salvataje a todos los desdichados Germanos, y al resto de sus vecinos.

CAPITULO TERCERO

Las coimas, los premios y las persecuciones

Señale antes que retornaría, en el abordaje de un escándalo que sacudió a la opinión pública, poco antes del golpe de esos tunantes y retrasados mentales del GOU.

Se trató de la venta de una fracción de tierras, propiedad de dos hermanas apellidadas Pereyra Iraola, para erigirse en la misma, el edificio del Colegio Militar de la Nación.

La operación que no fue licitada, se adquirió con notable "sobreprecio", lo que dio inicio a una investigación parlamentaria, presidida por el entonces Presidente de la Cámara Baja, Vicente Sola Lima.

El mismo que cuando muy joven, se presentó ante su entonces Jefe -Marcelino Ugarte-, para aclararle que estaba de acuerdo con el fraude, pero no en su distrito de San Nicolás.

Cuando se retiró, su anfitrión le comento a un sobrino de Carlos Tejedor que presencio el encuentro "Pero mírelo a este mozo que no se quiso comer un sorete, porque tenía un pelo" De la pesquisa, surgió la responsabilidad de siete implicados directos y varios más indirectos. Entre los cuales, surgía la indiciaria de uno de ellos, un diputado del oficialismo -Víctor Juan Guillot- que ni siquiera había recibido directamente el soborno, ya que un cheque por doce mil pesos, había sido cobrado por ventanilla, en la casa matriz del Banco Español, por una señora de apellido López, con quien el imputado tenía varios hijos extramaritales.

El malogrado legislador, podría haber zafado, si se lo hubiese propuesto.

Pero esa severa macula en su honor, pudo más y la noche anterior a su declaración, se suicidó en su Estudio.

Cuando recuerdo este desdoroso episodio, se me ocurre hipotizar, que la pila de cadáveres de sus actuales colegas, pues llegaría hasta el domo del Capitolio, si imitaran la valiente actitud de este desafortunado congresista.

Pero es mi intención haber traído a colación, esta policial incidencia, para que conozcamos un poco mejor, la escala de valores existente, antes del advenimiento de Perón.

Que inauguro, como una forma ágil, desenfrenada e inagotable, la cacería de los Fondos Públicos.

Pero que no se culminaría en ese propio sustento, sino que se corporizaría con otro elemento, hasta entonces desconocido, como lo fue la "delación".

Se calcula que, en sus nueve años de gestión, pasaron por esa "Sección Especial", casi diez mil detenidos, en su mayoría vilmente torturados, incluyendo a más de un millar de indígenas de la etnia "wichi" en el entonces Territorio Nacional Chaqueño.

Y a ello debe adicionarse, una adhesiva concupiscencia de muchos magistrados de la Justicia de Instrucción, entre los más entusiastas por rechazar solicitudes de Habeas Corpus, como Raúl Pizarro Miguens y Miguel Vignola, el primero de los cuales, cerro sin investigar la muerte de Juan Duarte, sobre el que volveré más adelante.

Luego de su derrocamiento, Aramburu hizo constituir una Comisión Investigadora de los bienes del exiliado.

Resultas de lo cual, aparecieron en su haber, a la sazón, el histórico edificio donde funciono el Ministerio de Justicia-Gelly y Obes 2287, y otros completos en Av. Callao 1944 y Teodoro García 2103; 211 motocicletas, 54 automóviles, setenta y seis toneladas de oro en lingotes, 159 piezas de marfil, una estancia en Arrecifes "Bella Vista" de ocho mil hectáreas, con más depósitos en efectivo en la Unión de Suiss Bank, según algunas versiones, valuadas por entonces, en más de ciento cincuenta millones de dólares.

Cuyo primer tramo, lo traslado Evita, en su periplo europeo en 1947.

Toda esta verdadera montaña de lujuria, fue el producido de esa gimnasia esquilmatoria, mediante la cual, Perón llego a ser el hombre más rico de toda américa latina.

Y para ello, se valió de un mecanismo, tan infalible como inédito: El IAPI.

El más poderoso y también ruinoso de todo ese periodo, porque el Fisco, se reservaba el privilegio de importar y exportar, vedando dicha posibilidad a los particulares. Y para esa monstruosidad, designo a un "chatarrero" -Miguel Miranda-, a su cargo y también del BCRA.

Con su creación, los favorecidos, podían convertirse de pobres a ricos, en un instante.

Y vaya una anécdota más que ilustrativa para graficarlo:

Instalado en Olivos, a Perón le fascinaba recorrer los interiores de la Quinta Presidencial, a bordo de una de sus incontables motocicletas, durante los feriados.

Y fue precisamente durante uno de esos días festivos, en el que los talleres mecánicos, permanecían cerrados que, sorpresivamente se le descompuso la que tripulaba.

Y comisiono a su custodia, para que dieran con alguno.

Luego de una breve recorrida por la Avenida Maipú, en Vicente López, encuentran uno que por mera casualidad se encontraba abierto.

Su propietario de apellido Falotico, al ser informado del desperfecto, subió raudamente con los "culatas" al automóvil en el que se desplazaban.

El General lo recibió y le indico la avería.

El presuroso invitado saco sus herramientas de la valija y en menos de una hora, la moto funcionaba en perfectas condiciones.

Perón, un tanto emocionado lo estrecho en un abrazo y como además era un consumado avaro, le pregunto cuanto le debía.

A lo que el reparador le contesto que nada en absoluto.

El lunes siguiente, el edecán de turno, un Mayor de Ejercito -Bernardo Alberte- se apersono en el domicilio de Falotico, y le hizo entrega de un permiso de cambio, para que el afortunado pudiese importar cinco automóviles Packard descapotables.

Con la venta de ese "pase", se pudo comprar un garaje para cincuenta vehículos, sobre la Avenida del Libertador, a la altura de La Lucila.

Una breve miscelánea, demostrativa de lo vergonzante de ese precepto de "sustitución de importaciones" que no fue más que un jugoso coto de caza.

Infortunadamente, de ese anecdotario hubo miles de casos idénticos, y en su gran mayoría, reservadas esas prebendas, a miles de sus partisanos, casi todos de origen gremial.

Pero el siniestro IAPI, no solo otorgaba "obsequios" como el apuntado, sino que en esencia, postro a todos los Productores Agropecuarios, estableciendo un precio sostén de granos y carnes, que constituyo una lisa y llana expoliación, porque siempre se situaba un treinta por ciento por debajo de las cotizaciones de los mercados.

Constituyéndose en el antecedente más directo y malévolo de la infausta Resolución 125.

Y también de una costumbre acerada a todos los gobiernos posteriores, incluyendo a los Milicos que, fue el criterio sustentable de la "sustitución de importaciones".

Con diferentes nombres anómalos como el "Compre Nacional y/o "Compre Argentino".

De esa manera, los Industriales Argentinos, se sintieron de parabienes, porque se los eximio de competir, con el desarrollo tecnológico.

Después de todo ¿para que necesitaban invertir? si el Papa Bobo del Estado, los protegería por décadas.

Un ejemplo muy paradigmático fue el modelo Ford Falcon, diseñado a mediados de los cincuenta.

Su fabricación recién se discontinuo a mediados de los ochenta, pero la Argentina, le abono puntualmente las regalías, todos esos años a un modelo que tenía treinta años de antigüedad.

De toda la herencia de Juan Perón, a la posteridad Argentina, esta fue quizás la más nociva.

Porque alimentamos una política proteccionista y por si fuese poco, también obsoleta.

Pero los desmanes no se agotaron en ello.

Con bombos y platillos, en 1948 se anunció que los Ferrocarriles, en poder de concesionarios Británicos, se habían nacionalizado.

La propaganda oficial, vertió que con ese paso, habíamos roto las cadenas de dependencia con el Imperialismo.

Y que recuperamos un patrimonio nacional, de las garras de los explotadores. La realidad por fuera de las estridencias patrióteriles fue muy diferente.

Principiando con que una Comisión Especial, en tiempos de Castillo, había valuado a todo el consorcio en un mil millones de pesos.

Miranda, contraviniendo esa cotización, los pago tres mil.

A pesar que el Reino Unido, era nuestro deudor por más de dos mil millones de libras esterlinas.

Que las podríamos haber compensado, aunque solo fuese parcialmente, si para la época, hubiésemos estado asociados a los organismos multilaterales de crédito.

El estado de desinversión privada era de gran envergadura, con más la obsolescencia de todo el tren rodante.

Y por si no fuese suficiente este argumento, los permisos de explotación caducarían indefectiblemente en 1958.

Pero en realidad, Perón necesitaba de todas esas estatizaciones, para aumentar groseramente, como lo hizo, de plantillas inagotables de empleados del Estado.

Esa y la "cañota" de ochocientos millones de pesos de entonces –unos doscientos millones de dólares de la actualidad-, que les "retornaron" los agradecidos ingleses a este hábil dúo dinámico Perón-Miranda, fueron las dos motivaciones más sólidas para ese supremo negociado.

El coro polifónico de algunos "idiotas útiles" como Scalabrini Ortiz, cubrieron el telón de fondo de esa canallada, siendo este "arreglo", uno de los más sublimes actos antipatrióticos del que se tenga memoria y que solo serían equiparados con las entregas de soberanía, de Menem primero y de estos Kirchner luego.

Promediando estas reflexiones, salpicadas y no necesariamente agrupadas en un orden cronológico, arriba para mí, cuanto menos, el momento de interpretar a Perón en su estado químicamente puro.

Y para ello debo interrogarme sobre ¿quién fue en realidad? ¿Un excepcional Líder? ¿Un mero Caudillo oportunista de masas incultas? ¿El mejor artífice de la "viveza criolla"? ¿Un Marxista disfrazado? ¿El introductor de la corruptela estructural en Argentina? Tal vez una mezcla de todos esos apretados preceptos, abigarrados, pero también inconexos entre ellos.

Pero debo seguir indagando, previamente, sobre su augusto círculo íntimo.

A los efectos de comprender esa inasible personalidad que tanto embrujo aun despierta entre nostálgicos y fanáticos.

Y para ello, oportuno creo, delinear el perfil de su Secretario Privado y "Cuñadísimo" Juan Duarte, en primer término.

Al momento de conocer Perón a Evita, era un vendedor ambulante de lubricantes y del afamado "jabón federal" en la zona de Pergamino.

Posicionado de inmediato en 1946, al lado de su hermana, asume como el camarlengo del General y poco después, adicionaría también el rol de su principal testaferro.

Contertulio inseparable de Evita en la nocturnidad porteña, se codeaba, principalmente con actrices de radioteatros, amigas inseparables de ella.

De una vida licenciosa en marcado ascenso, como dicen los vagos "no dejo cagada por hacer".

A excepción de la puntualidad para arribar a su despacho, la mayoría de las veces, ebrio y con algo de "blanca" en sus fosas nasales, y otras tantas sin dormir, gracias a ese "ayudin".

El General repudiaba sus costumbres, y disgustaba de su compañía, pero lo aguantaba, solo para complacer a su esposa.

Promediando 1948, y haciéndole un indirecto favor a su cuñado, mientras se fagocitaba en una disipada noche de fandango, en el cabaret "Tabaris", sufre una indisposición cardiaca, de seguro merced a una de sus habituales y brutales ingestas alcohólicas y de enervantes.

Circunstancialmente, en la barra del establecimiento, un habitué y parroquiano, que oficiaba de camillero de la Asistencia Pública, entonces emplazada sobre la calle Esmeralda, rápidamente lo socorre, inyectándole coramina que casualmente guardaba en su maletín. Cuando recupera, minutos después el conocimiento, le informan sobre la identidad de su salvador.

Le solicita que se acerque, y le dice que "nunca más se separe de su lado".

El favorecido era Jorge Antonio.

Un episodio fortuito como ese incidental, tendría luego enorme trascendencia en la vida política del Peronismo y de la Nación en particular.

Tiempo después, fallece Eva y con ello, la enorme cuota de suerte de "Juancito".

Una tarde en uno de los fastuosos pisos que ocupaba, precisamente en Callao 1944, alguien llama a su puerta.

Desde el otro lado le contestan "Sección Especial".

Nadie supo entonces, ni sabe ahora, lo que ocurrió después.

Pero los porteros del edificio, testimoniaron en la Seccional 17, durante una breve encuesta, rápidamente archivada, cinco días después del hecho, por el Juez de Instrucción en turno -Raúl Pizarro Miguens-, que primero escucharon lo que parecía, la detonación de un arma de fuego y que recién minutos después, la comitiva que había subido al departamento del occiso, se retiró del edificio.

Y que para acceder al mismo, uno de los que estaba a cargo, se identificó como el Subcomisario Olavarría de la Policía Federal Argentina. Por fuera de esa incidencia policiaca, lo relevante no fue eso.

Sino la aparición en la Casa Rosada, de ese humilde ex enfermero municipal, que solicito una mañana, sin entrevista previa, hablar a solas con el Presidente, dos semanas después de la muerte de Duarte.

El General lo recibió, aunque a regañadientes, porque algo escabroso intuía.

Y fue en ese momento que Jorge Antonio, recibió su consagración a la militancia.

Le dijo con la sabiduría de los de su etnia, y en pocas palabras, que figuraban a su nombre dos Estancias, una de las cuales era la "Bella Vista", en Arrecifes, de ocho mil hectáreas primarias, que luego se incrementaron a once mil.

Y la otra, un establecimiento de lanares, contiguo a Comodoro Rivadavia, de setenta mil hectáreas, con siete mil ovejas.

Más, acciones de varias compañías siderúrgicas en Santa Fe y Entre Ríos; y depósitos a la vista en la Casa Matriz, del Banco República, en Montevideo, por unos sesenta millones de dólares.

Que oficio de presta nombre de su recientemente fallecido patrón, pero que ni un solo centavo era de su propiedad.

De inmediato Perón, al igual que con el mecánico en Olivos, se confundió en un prolongado abrazo con este "turquito malandrín", y esta vez sí, ambos se hicieron inseparables. Jorge Antonio, con un descollante espertiz, se sumó al gobierno Peronista de inmediato.

E incluso el General, guiñándole el ojo, le dijo "turco, vos sos el responsable de ahora en más de todos esos bienes que por ahora continuaran a tu nombre".

Y así siguieron por toda la eternidad mortal de este sujeto, porque fue tanta, la cantidad que le ayudo a robar al General, que éste, en premio por sus servicios, nunca le reclamo su devolución.

Lo hizo socio minoritario, nada menos que del complejo alemán Daimler Benz, con el señuelo que convencería a Perón, para que devolviese, parte al menos de toda la "propiedad enemiga", que nunca cumplió, quedando esa tarea de retornar lo ajeno, al pobre de Frondizi, quien en un formal acto en Bonn, se la devolvió a Adenauer en 1960. Su astucia y desenfado eran tales, que años después, le despejaría a uno de sus paisanos y protegidos -Carlos Saúl Menem-, primero la gobernación Riojana, convenciendo a Perón en 1973 que apadrinara esa candidatura, y luego a los gordos de la CGT, el acceso a la Presidencia.

Si en Argentina hubo un mejor operador & manipulador que Jorge Antonio, no tengo constancias de su existencia.

Pero no todos los que rodeaban a "Pocho" eran indecentes.

Conocí y frecuente a algunos de ellos.

Hipólito Jesús Paz –el Tuco- fue uno de esos pocos.

Canciller Argentino, entre 1949 y 1951, era por vocación paterna, un noctambulo, ya que había heredado de su Padre -El Fiero Paz- esas deidades "cabareteras", además del talento innato y sanguíneo en el manejo del Derecho Penal.

Y esa particular característica, infrecuente en el gabinete Peronista, atrajo la atención de Evita, de quien se tornaría en el más conspicuo de sus contertulios.

Según me refirió hace muchos años, cierta noche en el "Marabú", mientras Alberto Castillo entonaba el legendario tango "Tinta Roja", ella se acercó a su oído y le dijo "Usted y yo nos parecemos mucho; nos gusta la noche y la milonga; somos dos grasitas".

Nacido en cuna de oro, el pobre "Tuquito", falleció casi en la indigencia.

Otro, Oscar Ivanissevich, Ministro de Educación entre 1948 y 1950.

Lo conocí accidentalmente en 1975, cuando revestía como titular de la misma cartera de María Estela Martínez.

Fue a consecuencia de un simple "mandado" que me encargo Don Arturo Frondizi, de quien fui un, creo que, estrecho colaborador durante veinte años de mi vida. Y consistió en solicitarle al doctor, que de existir recursos disponibles, se destinara una pequeña partida extraordinaria, para la refacción de una escuelita rural, a la que el ex Presidente, había asistido cuando niño, en su natal Paso de los Libres.

Su excelente disposición fue inmediata, y tras unos meses, lo frecuente bastante más, entre agradecimientos, pero también gran curiosidad de mi parte, por su cercanía al General.

Una tarde, café de por medio en su despacho, me dijo que lo que más le reprochaba a Perón, fue su desinterés, sobre los últimos momentos de Evita.

Que prácticamente no la visitaba, limitándose a pedirle partes diarios al Profesor Enrique Finochietto y al Doctor Jorge Albertelli, que eran sus médicos de cabecera, porque su cercanía con la moribunda le provocaba cierta repulsión por los humores que despedía de su enjuto y maltrecho cuerpo.

Y que a su juicio, tenía para con sus internos fueros, que se había comportado, como un reverendo canalla.

Por lo que deduje de inmediato que el candoroso abrazo que le brindo en el balcón de La Rosada, cuando el renunciamiento de ella a la vice presidencia, no era más que parte de la misma hipocresía que guardaba para los demás.

Uno más.

Jerónimo Remorino -Canciller entre 1951 y 1955- Al decir de mis familiares diplomáticos, uno de los sujetos más crueles, para con todo el Servicio Exterior.

A tal punto que todo funcionario con rango mínimo de Ministro de Primera, con destino en la cancillería, debía estar vestido de etiqueta, cada sábado por la noche, por si era convocado.

Se divertía, convocando al azar a cualesquiera de ellos, para que en quince minutos se presentase en su oficina, un domingo de madrugada.

Pero por lo demás, un hombre muy integro, pese a esa devoción casi bovina que siempre tuvo por Perón, que lo llevo a asilarse muy cerca del General, en el Hotel Ritz en Madrid, siendo incluso su delegado personal, hasta su fallecimiento en 1968.

Lo lamentable fue su desviación sexual, y que ese rol de sodomita, le facilitara a uno de sus jóvenes efebos –Antonio Cafiero-, su incorporación a la política.

Un Sindicalista -Antonio Muzzuppapa- secretario general del gremio de los Barrenderos Municipales.

Lo trate cuando era muy anciano.

Y el grato recuerdo que me dejo, fue que murió en la misma casucha que Perón le había obsequiado en el barrio de Flores.

Pudo ser millonario, pero era demasiado empírico para involucrarse en ello.

Una pincelada sobre Evita.

Una mañana, se presentó el embajador de Franco, en la Fundación, por entonces asentada, donde hoy se encuentra la Facultad de Ingeniería de la UBA.

Transcurridos tres cuartos de hora, le dice al secretario de Eva, que por razones de protocolo, un diplomático no podía esperar más de diez minutos.

El apresurado asistente, ingresa al despacho y le informa a Evita sobre esa formal queja, cometiendo la imprudencia de dejar entreabierta la puerta.

Y se siente el bramido típico de esa fenomenal y atípica mujer que le espeta "decile a ese gallego de mierda que espere o se vaya".

El visitante, tan azorado como flemático, le contesta al regresado secretario "dígale a la Señora que el gallego se va, pero la mierda se queda".

Cuentos de esa época.

Pero los que traspasaron la categoría de las anécdotas, fueron los hechos.

Como señale al comienzo, Perón se encontró con una Patria Grande, como ni en los tiempos de Marcelo T de Alvear había sido.

Pletórica de actividad y con ingentes demandas de alimentos en todas las direcciones.

Con una Europa hambreada y desmonetizada y una Inglaterra que había dejado de ser una potencia colonial, a partir del acta de defunción, extendida a Churchill por Roosevelt, en la Conferencia de Yalta, en Argentina, estaba todo por hacer, y mejor aún, una casi inagotable masa dineraria para pagar, sobretodo en tecnología de punta. En 1947, una misión especial de la Willys-Overland, de Ohio; la desarrolladora del famoso jeep, que le ayudo a los aliados a ganar la Segunda Guerra, desembarco en Buenos Aires.

Luego de muchos estudios previos, su propósito era instalar en una planta de ensamble para sus afamados "todoterreno", y abastecer toda la demanda desbordada de Brasil, para que les proveyeran a sus clientes, de esos utilitarios.

El ofrecimiento incluía, un corredor del tipo autopista en el triángulo Pacheco-Tigre y el puerto de Buenos Aires, para agilizar los embarques, que obvia refrendar, sería el puntapié inicial, para desarrollar a continuación una nueva política vial sin fronteras conocidas.

Perón que estaba en el interior en una de sus típicas giras proselitistas, estrechando manos, no estuvo para recibirlos.

En su lugar los recibió, la mano derecha de Eva -Ángel Borlengui- a la sazón, Ministro de Interior, junto a su cuñado y Vice Ministro Abraham Krislavin, ambos, los primeros judíos en alcanzar tan altas jerarquías, a nivel ministerial y responsables del masivo asilo que recibieron los de su grey, después de ser rechazados en USA, México, Cuba, Venezuela y Brasil, respectivamente.

Quien derechamente, y en nombre de la Fundación, les pidió una coima del veinte por ciento del costo total de la obra civil.

Mas una participación del diez por ciento del capital accionario, de la futura filial local.

Espantados por los arrebatos de ese iracundo, abordaron el primer vuelo disponible y se marcharon, limitándose a exportarnos sus motores para un vehículo popularmente conocido como el "Rastrojero", de un diseño demasiado primario y anticuado, para esos vertiginosos tiempos de constantes y auspiciosos cambios y más aún, con el estado de los caminos de entonces, generalmente de tierra.

Y con ello, la posibilidad que Argentina fuese la socia de una industria automotriz que lideraría por decenios, el mercadeo de la doble tracción en todo el mundo.

Y es precisamente esta anécdota, la que inexorablemente me conduce a deshilachar otro sofisma, respecto a las inclinaciones nazis de Perón.

Si esa presunta adhesión, hubiese sido mínimamente cierta, nunca hubiera entronizado en el Ministro más poderoso de su gabinete, incluyendo el regenteo parapolicial, a un judío y a su cuñado de su idéntica orientación religiosa; que juntos estuvieron al lado del General hasta su derrocamiento.

Como tampoco, le habría entregado el control de la radio difusión oficial, a otro hebreo como Samuel Yankelevich.

Y menos aún a José Ber Gelbard, el manejo de la economía, cuando su última Presidencia en 1973.

En 1954, cuando todo aparentaba que estaba perdido, los convoco, pero ni le levantaron el teléfono, porque habíamos dejado de ser confiables y estábamos en cesación de pagos.

¡Curiosa ironía del destino! Pero como de las otras, habría más, muchas, tan desaprovechadas como fútiles.

En 1950, otra delegación, pero esta vez proveniente de Bruselas, recalo en Buenos Aires, aprovechando la gran capacidad de ahorro que, Bélgica había acumulado cuando la ocuparon los alemanes.

No pidieron entrevistarse con nadie en particular, sino que se limitaron a efectuarle una consulta interactiva a un Juez en lo Civil -Guillermo Borda-.

Quien les desaconsejo cualquier inversión, por cuanto una reciente reforma de la constitución Nacional (1949), establecía que "el capital era un componente de la función y el interés social".

Otra tanda que reculaba y cientos de millones de dólares que se nos escapaban de las manos, para que fuesen invertidos en industrias "de punta".

Y es a raíz de esta puntual referencia que, viene a mi memoria, otro desajuste Peronista, en el terreno diplomático.

Cuando la Constitución se reformo con grado parlamentario, nuestro Embajador en Paris, era un bueno para nada, apellidado Victorica Urquiza.

A los efectos de conjugar mejor su rol de "lame pies", solicita al Museo Histórico Nacional Parisino, la única copia existente de la Biblia de Gutenberg.

Y asienta en su primera página de puño y letra "Sobre este incunable ejemplar, se ha jurado por el personal de esta embajada, la nueva Carta Magna Justicialista".

El incidente entre ambas Cancillerías, fue de tal magnitud que, estuvimos a punto de romper relaciones con el gobierno Galo.

Resumiendo este ítem, Perón desaprovecho el desembarco de capitales, que desde todas direcciones venían hacia nosotros, por su política caprichosa y desindustrialista, que reemplazo deliberadamente, por un populismo.

Al que le obsequio todos los atavíos, propios de esos movimientos, cuyo único objetivo fue el retardamiento de toda conquista soberana, bajo el disfraz de un triunfo clasista.

Y ello me recuerda otra viñeta, protagonizada por el Generalísimo Franco, en la famélica España de principios de los cincuenta.

Durante una reunión de gabinete, y ante la sorpresa de muchos de sus ministros, les inculco un concepto, y una infalible lección de economía política que, luego sería una de sus máximas:

"Al Capital nunca se lo debe asustar, porque si esconde nunca sale y si se va jamás regresa" Perón, al hacerlo de esa manera tan demencial como implacable, sentó las bases de un enfrentamiento inexistente hasta entonces, que ni siquiera se había presentado en la colisión entre Conservadores y Radicales, porque ambos tenían pertenencia a una misma burguesía.

Su epidermis mostraba lo contrario, esto es haber inaugurado una falsa y artera posición independiente de los Imperios, que salvo el yankee, habían dejado de ser tales.

Pero no medito que para lograr esa, llamémosle libertad disfrazada, antes se debía de tener una Nación, prospera no solo en recursos primarios, como los que nos desbordaban en esa media década de los cuarenta y la siguiente mitad de los cincuenta.

Sino en secundarios y de avanzada, como los de origen tecnológico.

Fue a estos últimos, sobre los que tozudamente demostró su rechazo intestinal.

Pero además de ello, su perniciosa doctrina, procuro impregnar al obrero de un lavado de cerebro e imbuirle su antagonismo con el patrón.

Que alineada a su política expropiatoria, no hizo más que aquilatar su empatía por el Marxismo.

Como ya lo reseñe, los grandes dictadores del Siglo XX, al menos los de nuestro hemisferio, y las más imitadas y copiadas, como las ideologías filo Nazi fascistas, cimentaron sus bases de sustentación, merced a una alianza muy anclada entre el capital y el trabajo. Porque como lo enseñaba Frondizi, nunca puede haber desarrollo laboral ni conquistas obreras, sin el previo crecimiento de la producción y la inversión industrial.

Perón hizo precisamente lo contrario.

Pudo consolidar su poder e incluso multiplicarlo entre la clase media, de no haber recurrido a tantas artimañas, y a ese sesgo policiaco, que alimentaba a los delatores, tras una recompensa.

La gente en un sentido ecuménico, hasta le hubiese dispensado sus metidas de "manos en la lata".

Como lo hizo con Yrigoyen que, para la "gilada" fue velado en un garaje de la calle Brasil, como si hubiese caído en una pobreza de solemnidad, pero que murió inmensamente rico, con su estancia de trece mil hectáreas, en el Paraje "El Trigo", en el Partido de Las Flores. Y esa dispensa popular, obedeció a que sus propios adversarios, no vieron en su figura, más que la de un badulaque; un ordinario que tomaba mate en camiseta en el balcón de su despacho en la Rosada, almorzaba puchero con champagne, y permitía que las vendedoras ambulantes de empanadas, ingresaran a Balcarce 50, sin ningún tipo de restricciones.

Pero que ni por mucho veían en su anatomía, a la de una personalidad perversa, sino a un complaciente y un tanto desenfadado sujeto.

Su apresamiento en la Isla de Martin García, fue breve y no se profugo como el General, que lo hizo, cegándose en los pantalones, mientras ascendía a una vieja cañonera Paraguaya.

De los dos gobiernos populistas que tuvimos, esas son las principales escisiones que los distinguieron.

No ampliare a una conceptuación de carácter ideológico, porque ninguno de los dos tuvo ninguna.

Fueron sentimientos espontáneos y degenerativos; el primero en un estadio incipiente y el segundo más abrazador y sanguinolento. Pero hay más de Perón, porque el enfoque hacia él, es la motivación de este modesto trabajo.

Transcurridos sus primeros cinco años de gestión -1951-, y con las Fuerzas Armadas cooptadas con las consignas Justicialistas, empujado por un ensordecedor apriete de los principales referentes de la Sociedad Rural y el Jockey Club, un poco conocido General -Benjamín Menéndez- en compañía de dos Brigadieres y un Capitán de Navío, sublevaron un reducido grupo de Unidades, pero fueron reprimidos y derrotados en horas.

Pero dejo algunos heridos, como un joven Capitán del Arma de Caballería -Alejandro Agustín Lanusse-, quien a pesar de haber sufrido duras condiciones de encarcelamiento, le allanaría la senda, veintidós años después, para que el viejo General, retronara a sus palmas y al poder.

Sin embargo, Perón acuso esa estocada y cuando sus Generales, se opusieron a la candidatura de la Eva, para la vice presidencia en noviembre de ese año, incluso a sabiendas que Hortensio Quijano, moriría en unos meses, acepto el veto militar.

Así y sin un segundo de a bordo, culminaba su primera Presidencia y comenzaría la segunda.

Con el gran infortunio, de la perdida de Evita, como ya preindique, una mujer con mayúsculas.

Que era prisionera de sus propias miserias, a poco que recordara que cuando contaba apenas con quince años, durante su primer viaje a Buenos Aires, fue vejada y violada por un guitarrista que le había prometido ser su benefactor -Agustín Magaldi-, para luego del arribo, ser abandonada a su suerte por ese protozoario, en una pensión de mala muerte en el barrio de Barracas.

Si alguien dio "la vida por Perón" fue ella.

Lo endioso frente a las multitudes, que vibraban más con su persona que con la del propio Líder.

Sin ella, quedo desnudo; como guacho, huérfano.

Para colmo de males, al comienzo de su segunda etapa, los estragos de su alocada y prodiga política económica, ofrecía sus más que vestigios y agrietamiento.

Se había comido las reservas del Banco Central y ya no había dinero contante y sonante, para seguir dilapidando.

Pero por sobre todos los desmanes, había perdido mucho más, que fue el tren de la historia, que rara vez se detiene en la misma estación dos veces.

Nuestra economía había descendido a la infamante categoría de paupérrima.

Mientras las emergentes de Europa, lograban consolidarse aceleradamente.

Perón, había encantado a un ingenuo pueblo, como esos hindúes que juegan musicalmente con las serpientes, pero de repente advirtió que ya no tenía flauta, ni partitura, solo el ofidio. Comenzaba un crecimiento exponencial de las líneas de pobreza, en gran medida por la cantidad de migrantes, que hizo arrancar del Interior, para que residieran, apretados en el Gran Buenos Aires.

Y de esa manera, tenerlos bien cerca para sus actos partidarios.

Hizo crecer la cantidad de empleados públicos un ciento ochenta por ciento, respecto a los existentes a comienzos de 1946, sin que la población económicamente activa, guardase igual incremento proporcional.

Despierta 1953, con una muy magra cosecha de trigo, por una pertinaz sequía en la Pampa Húmeda.

Como Adolfo Hitler, que solo conquista adversidades después de Dunkerque, no atina a nada superador, más que el acentuamiento en persecuciones a sus opositores, que por mero imperio de las circunstancias se multiplican.

Inaugura un auténtico "Estado Gendarme", desparramando a sus alcahuetes por doquier.

Esa "Sección Especial" aumenta la presión y las articulaciones de la "picana eléctrica", con todos los detenidos que atraviesan sus instalaciones.

Método inventado y/o importado por un medroso Alcaide penitenciario -Roberto Pettinato- Con esa excusa, acusa a sus detractores, del fracaso Argentino, cuando nadie más que él, era el responsable inmediato e intelectual de semejante pandemónium.

Y es entonces cuando el Argentino promedio, empieza tibiamente a percibir que los desatinos presidenciales no eran graciosos y menos gratuitos.

Pero cuenta con una pizca de suerte, cuando en medio de uno de sus fatigosos actos, el 15 de abril, en la intersección de Piedras e Hipólito Yrigoyen, dos radicales: Arturo Mathov que lo preparo y Roque Carranza que lo deposito en un cesto de basura, hicieron detonar un aparato explosivo.

Resultas del cual, ocho pobres obreros, fallecen de inmediato por efecto de las esquirlas y la cercanía a esa "máquina infernal", como antaño se las denominaba y más de noventa son heridos, de distinta consideración, veinte de los cuales quedaron lisiados, como consecuencia de ese cobarde atentado.

Treinta años después, ambos serian premiados por un "tonto del culo" como Alfonsín; el primero con un cargo de diputado nacional y el segundo con la cartera de Obras Públicas.

Al promediar 1954, sabedor que ya no cuenta con todas las barajas, y con las arcas del Estado exánimes y sin posibilidades de endeudamiento, por no estar incorporados al FMI, en su desesperanza, intenta un acuerdo con un consorcio petrolero, oriundo de California; una subsidiaria de la Texana Standard Oil.

En los primeros borradores, se asientan condiciones oligopólicas que nunca antes, tuvieron a ningún presidente Argentino, en una mesa de negociaciones, de una naturaleza tan mafiosa y extorsiva.

Otorgándoles enormes superficies que ya habían sido cateadas por los brillantes geólogos de la estatal YPF, más un precio de venta de crudo, incluso superior al que se abonaba por el importado.

Los escarceos durante todo ese año y el siguiente, por consecuencia inmediata de una Ley Ómnibus (14394), votada en ambas Cámaras, entre gallos y medias noches, que establecía el divorcio vincular, logrando que la Iglesia y su brazo político, el recientemente creado en la clandestinidad -Partido Demócrata Cristiano-, se sumen a la oposición.

Culmina un tormentoso 1954, sin ninguna novedad institucional, más que la designación como vicepresidente, del Contraalmirante Alberto Tesaire; antiguo conspirador junto a Perón, en la Logia del Gou, vinculado a dos tareas específicas, a saber, la de "morder" en todas las adquisiciones Navales entre 1946 y 1955 y su afición al clorhidrato de cocaína, cuyo proveedor, dicen las malas lenguas que era el periodista Bernardo Neustadt. Perón es excomulgado con la anuencia del Vaticano y dos obispos –Tato y Novoa-, autores del proyecto de excomunión son expulsados del Territorio Nacional.

En paralelo y ante la enervada desaprobación de sus propios legisladores, impidiéndole hacerlo por Ley del Congreso, rubrico un Decreto, otorgando a la Californiana, más derecho que a las pequeñas petroleras de capital nacional que operaban en Argentina.

De pronto, se encuentra con dos frentes, como el de los alemanes en las dos Guerras Mundiales.

Desde el Uruguay, y por la señal de Radio Colonia, muchos exiliados, arengaban a la población Argentina, para que desistieran de concurrir con sus hijos a los campeonatos Evita, pero la concurrencia lejos de decrecer, aumentaba.

La gente, estaba harta de tantos enfrentamientos.

Para 1955, no le queda otra que subir la apuesta y aunque nunca fue fehacientemente chequeado, varias Iglesias y parroquias son incendiadas, un día después de otro aniversario del Corpus Christi, el 11 de junio.

Asumo que no está probada la orden directa, por cuanto de haber existido pruebas indubitables de su directa participación en esos aberrantes hechos, no creo que Franco lo hubiese aceptado, ni media hora en suelo español, como "refugiado político", aunque nunca le otorgo una audiencia hasta después del "Operativo Retorno", recién el 31 de marzo de 1973.

Pero como sea, el atentado se lo adjudicó la opinión pública, a sus comandos clandestinos, provenientes de la CGT de Azopardo.

Y con ello, no hacía más que profundizar su propia fosa como Presidente en ejercicio. La inmediata replica al incendio selectivo de esos Templos, fue un bombardeo a la Plaza de Mayo, a plena luz del mediodía el 16 de junio.

Perón había sido hasta ese momento un reverendo crápula, pero la vindicta de una Armada sublevada, carecía de un antecedente criminal de esa proporción. Más de cuatrocientos e inocentes transeúntes, fueron impactados directamente por las bombas que caían.

Entre ellos casi doscientos pequeñitos que con sus ojos llenos de confusión, entre los hierros retorcidos de los cuatro micros escolares que circunstancialmente, los trasladaban al Botánico, fueron de todos, el testimonio más desgarrador, del que los Argentinos, tengamos memoria hasta nuestros días.

Con esa masacre, aunque al Lector, le pueda aparentar como antojadiza, se inauguró en Argentina, una etapa de "Locura Colectiva" que aun hoy se encuentra como omnipresente en nuestra sociedad.

Porque fue precisamente, a partir de ese criminal atentado que, se perdió el horizonte de lo correcto y lo incorrecto que aun subyace entre todos nosotros.

Cuando uno de los Jefes de la conspiración, el Vicealmirante Benjamín Gargiulo, tomo conocimiento del deceso de tantos niñitos, al día siguiente de la deflagración, se disparó en la sien.

Siendo el único oficial de las Fuerzas Armadas que decidió asumir, la responsabilidad de ese criminal plan.

El resultado final de las victimas ciertas, quizás nunca se sepa con certeza.

Pero además de los cadáveres, más de seiscientos heridos, fueron internados en distintos nosocomios.

Como una paradoja del destino y bajo la irónica e infamante consigna "Cristo Vence", un masivo alzamiento de las tres Fuerzas, termino con los planes de eternizarse en su cargo.

Por parte de un Perón, quien a pesar de contar con todo el respaldo político, incluso para fusilar a todos los sublevados por la espalda, como se hubiesen merecido, a esas alturas, el imán y la brújula, se le habían extraviado.

Recuperaría ambas, dieciocho años después.

La Revolución Libertadora que, según casi todos, asesto la puñalada trapera al Peronismo, el 16 de septiembre de 1955, no fue tal, porque no lo persiguieron y cuando retorno en 1972, lo compensaron en metálico, por todo lo que le habían expropiado.

Cierto fue que con su derrocamiento, se pusieron al desnudo, los "negociados" del General y parte de su cuantiosa fortuna.

Los excesos policiales y los muchos y constantes apremios ilegales a que fueron sometidos sus opositores.

Y se mitigo en parte ese intoxicante divinidad e idolatría que caracterizo su indigesto periodo.

Pero esa, como después la designaron "Fusiladora" malparió con ese bautismo de fuego en Plaza de Mayo, y la ausencia de un castigo ejemplarizador, a los responsables de ese terrible y siniestro magnicidio colectivo. La Iglesia Católica, nunca se dignó en excomulgar a ninguno de los pilotos asesinos.

Y con ello, solo acendro su ingreso activo en la política; esa "sucia ocupación" como tan bien lo describió H.D. Lawrence, en sus Siete Pilares de la Sabiduría.

El hecho fue que esa Revolución, nunca pudo alcanzar sus objetivos, porque con sus bombazos, solo creo mártires, cuyos nombres nadie recuerda, pero que en una visión de conjunto, siempre estarán presentes en la conciencia popular y en nuestros corazones.

Y además, también por vía del absurdo, con la proscripción de un caudillo, vivito y coleando, más unos cuantos miles de detenidos, en vez de pulverizar una forma de ser y de pensar, tan nociva y destructiva, la elevo casi a una categoría de sacralización, como aconteció inmediatamente después.

Y es en el mediodía de esas reflexiones salpicadas, por tortuosos acontecimientos, cuando me pregunto y traslado idéntico acertijo al Lector.

Si los sublevados querían asegurarse de su ejecución ¿Por qué no lo ejecutaron en el circuito del KDT, en los bosques de Palermo, donde el General concurría cada sábado por la mañana, para perfeccionar el manejo de sus numerosas motocicletas y a su entrega para "manosear" a jovencitas, adherentes al Partido? Con uno o dos francotiradores, apostados estratégicamente en la añosa arboleda que rodeaba el lugar, hubiese sido más que suficiente.

Más desasosiego aún, si estas reflexiones continuasen.

Pero retornando a lo que estaba abordando, ese Peronismo en las sombras, se fortaleció cada año un poco más.

Indirectamente, porque el gobierno militar que lo sucedió, no tuvo un plan específico, más allá de entregar el poder, tres años después de su entronización.

Y ello fue lo más absurdo, porque borrar del inconsciente colectivo, una emocionalidad de esa envergadura, al no ser ideológica, sino emotiva, era una faena que al menos, les llevaría dos décadas, por el lógico recambio generacional.

Y si a ello le añadimos que en vez de fusilar a Perón, negociaron su escape, no hicieron otra cosa que echarle unos cuantos pelos a esa hedionda sopa.

Porque ese adagio popular que "muerto el perro se acabó la rabia", hubiese sido de impecable aplicación en esos momentos.

Y en lugar de ello, lo catapultaron a una jerarquía, hasta entonces desconocida.

Permitiéndole que desde la clandestinidad, diera órdenes y contra ordenes, conforme siempre a sus caprichos y mañas.

Y siempre con una tendencia desestabilizadora.

Ni Aramburu ni Rojas, lo sufrieron tanto, como lo experimentaría el siguiente Presidente Arturo Frondizi.

Desde que asumió, el 1 de mayo de 1958, fue constantemente acechado por Gorilas y Peronistas con igual saña.

A punto tal que cuando se dirigía a prestar juramento como Presidente Constitucional, el jefe de la custodia, asignado por el saliente Aramburu -un General Bernardino Labayru-, espero hasta último minuto, la orden para secuestrarlo.

Frondizi, tenía al País en su cabeza, y las herramientas intelectuales y académicas, para hacer tardíamente, lo que Perón había dilapidado y desdeñado durante casi una década.

Sin la riqueza de esa Argentina opulenta de 1946 y condicionado por todos sus enemigos, que además eran irreconciliables antagonistas entre ellos, el panorama para Frondizi, no podía ser más adverso.

Pero con ello y todo, reequipo a las Fuerzas Armadas, incluso a la Armada, con su primer Portaaviones -El ARA Independencia-, que ninguno de sus dos predecesores, que eran "del palo" se animaron a decidir, sobretodo Perón, que tenía la oportunidad de haberlo adquirido, mucho más barato, y a precio "de rezago", durante su primera Presidencia.

Amplio al doble, el presupuesto de la Dirección General de Fabricaciones Militares.

Actualizo los salarios de las Fuerzas Armadas, un tanto retrasados.

Modernizo a la Fuerza Aérea, con la adquisición de cincuenta nuevos cazas.

Bueno, que no hizo por esos "burros" que a pesar de toda la colaboración que les presto, lo destituyeron y encima, con destino a un calabozo en Martin García, como si fuese un delincuente.

Pero no agoto su obra de gobierno, con la ampliación del presupuesto militar.

En cuarenta meses de gestión, consiguió –porque en ello se emperro- en alcanzar el autoabastecimiento petrolero, suprimiendo por vez primera en la historia, la pesada y costosa importación de hidrocarburos.

Y no contento con dicho logro, por primera vez en la historia, comenzó a exportarlos.

Diez mil kilómetros de nuevas rutas pavimentadas, para conectar a todos los Polos Productivos.

El Primer gasoducto que conecto a la salteña localidad de Campo Duran, primero con San Lorenzo, en las afueras de Rosario e inmediatamente hasta General Pacheco, para otorgarles a Porteños y Rosarinos del anhelado gas de red domiciliaria, pero sobremanera para el abastecimiento de las industrias.

Siguiendo como un discípulo, las enseñanzas de Enrique Ramos Mejía, conecta a toda la Patagonia con el seno de la Nación, creando el poliducto de Bahía Blanca, luego el de Comodoro Rivadavia y por último, el del Neuquén.

La Ciudad Universitaria en Núñez, inconclusa desde su derrocamiento.

La primera editorial de la Universidad de Buenos Aires –Eudeba-, para que se expresaran todos los Intelectuales, que en su mayoría, solo destilaban diatribas contra el Presidente, quien igual la sostuvo.

El Conicet, cuna de todo el progreso científico, vedado en tiempos de Perón.

Y finalmente la Central Costanera (SEGBA), dándole impulso a la generación de electricidad, armonizada con nuevas tecnologías.

Desarrollando esas olvidadas estepas Patagónicas, que hasta su tiempo, solo eran aptas para criar lanares.

Perón que no había aminorado su perversidad, lo jaqueaba permanentemente a través de sus Cegetistas y los constantes paros.

Los Milicos, con predominancia de esos carcamanes de los Gorilas, también hacían lo propio, con sus constantes planteos y simulacros de sublevaciones.

Mientras seguía pensando junto a su mano derecha –Rogelio Frigerio-crecer más, interrumpía sus agotadoras e infatigable sesiones de trabajo, para escuchar a todos esos, auténticos malandras disfrazados con uniforme, que inferían cierta debilidad presidencial, por la soledad de las propuestas que continuamente le ofrendaba a toda la Sociedad, sin partidismos y va de suyo desinteresadamente.

Frondizi, mucho más allá de su ciclópea obra de gobierno, nos confirió algo muy superior a todo lo tangible, consistente en posicionarnos, entre las grandes ligas, como Nación soberana, como había sido el sueño trunco de Ramón Castillo, cuando Perón y sus carroñeros e impresentables amigos lo destituyeron.

Sus periodos fueron muy similares.

Ambos murieron en una pobreza casi de solemnidad y sin siquiera una vivienda propia.

Ya que en el caso de Frondizi, el departamento de la calle Beruti, que ocupo durante tantos años, era propiedad de "Tito" González -su ex Secretario Privado-. Y el pobre Don Arturo, cuyo funeral lo abono la Secretaria General de la Presidencia de "el turco", reconozco que en un buen gesto, porque sus dos nietos, y únicos deudos, no tenían entonces solvencia, para afrontarlo.

Pero juntos, permanecen en el más oprobioso de los olvidos republicanos.

Algún día que quizás yo nunca vea, se les hará Justicia.

Pero me anticipe porque estaba bosquejando, apenas unas pinceladas de Don Arturo Presidente.

En 1961, en agenda de sus numerosos periplos, lo llevaron, hasta entrevistarse con el Premier Nerhu de la India que incluye una muy original anécdota que tuve el honor de recibirla directamente y de primera mano.

Según me relato hace más años de los que puedo recordar, al sentarse en el living del amplio despacho del Presidente Hindú, mucho le llamo la atención que los cuadros de todos los virreyes británicos, se destacaban en esa habitación.

Y sorprendido le pregunto a su anfitrión, cuál era la causa.

A lo que el entrevistado le respondió: "Señor Presidente, todos estos sujetos forman parte de la historia de la India". Luego vuela a Washington para estrecharle la mano a John Kennedy.

Sienten una idéntica empatía, a tal punto que por fuera del protocolo, JFK, le solicita que lo acompañe a la soleada Florida, y recalan en Palm Beach.

El dueño de casa le señala una playa adyacente al hotel en que juntos se hospedaban, y le pide que observe a un conjunto de señores que con enormes habanos en sus labios, se bronceaban.

Y le dice "Ve a esos viejos obesos Presidente, a lo que Frondizi asiente. Bueno todos esos sujetos están planeando asesinarme.

No entienden que si no invadimos a Cuba, que la tenemos a noventa millas de Miami, menos, enviare tropas a esas junglas inescrutables del sudeste asiático y que se encuentran a diez mil millas de distancia".

Con esa confesión, el joven Jack, y en forma de auto profecía, delineaba las motivaciones de su asesinato dos años después, por parte de los intereses armamentistas, interpretados fielmente por Edgar Hoover, Lyndon Johnson y el "brazo ejecutor" Alan Dulles a cargo de la CIA y el homicidio.

Pero luego de esas prematuras pero certeras inferencias, JFK, le pide a Frondizi, que lo ayude a formar lo que él, tenía en mente, como una suerte de acercamiento entre los dos hemisferios polares.

Y le confió también como deseaba designar a ese ambicioso plan: Alianza para el Progreso.

Se acercaba la conferencia de Punta del Este, y quería saber que pensaba Castro, en realidad de su alineamiento con la Unión Soviética, que aún era un tanto diletante.

Dean Rusk, su Secretario de Estado que, asistiría a dicho mitin, le había anticipado que el representante de la Habana, sería un argentino –Ernesto Guevara- y que particularmente, apreciaría de Frondizi, un acercamiento con ese desalineado sujeto.

Y le dejaba el favor pendiente de cumplimiento.

Inmediatamente, el Presidente Frondizi, instruye a su flamante canciller Miguel Ángel Carcano, para que luego del mitin, invitase formalmente a Guevara, quien sería recibido en Olivos.

Este circunstancial ministro de Frondizi que, como a Álvaro Alsogaray, le había sido impuesto por los milicos, y en realidad era todo un intrigante, le comenta del visitante a otro crápula de siete suelas, el almirante Gastón Clement, a cargo de la Armada.

Y este hace bucear en los archivos del SIN, los antecedentes del barbudo.

Encuentran que el "che", había sido declarado desertor en Marina, por no haber comparecido a prestar su servicio militar.

Otra "perlita" para joderle la vida y la paciencia al fatigado Presidente.

Se ordena la detención del Turista, no bien pisara suelo argentino.

Se recibe desde la Presidencia, una contra orden.

Y Guevara en Olivos, con un inquieto mandatario, que recibía noticias telefónicas de su ministro del Interior Vaca Narvaja.

Los minutos se hacen horas, hasta que finalmente Frondizi, le arranca a su visitante, algunos monosílabos, que nada en concreto le dice, salvo agradecerle especialmente, el jugoso bife de chorizo con que lo había homenajeado especialmente Doña Elena Faggionato, la Primera Dama.

Pero sería el detonante unos meses más tarde Los conspiradores, con otro pelandrún como el General Poggi, que reúne a todos los Comandantes de Cuerpo y de Brigadas, les dice a voz en cuello "Frondizi está en negociaciones con los Castro".

Cayo Alsina, de la Fuerza Aérea, hace lo propio con todos los Brigadieres bajo su comando.

El Presidente, más preocupado por lo poco que le podía contar a Kennedy, no advierte que le están tendiendo una celada.

Y el 28 de marzo de 1962, el Hombre, el Estadista más Patriótico que alguna vez supimos conseguir, es conducido al sector militar del Aeroparque, para que un hidroavión catalina de la Armada, lo condujese a la Isla Martin García.

Perón que logra conocer todo el plan, por su gran predicamento entre los suboficiales de las tres Fuerzas que interceptan todas las áreas de comunicaciones, se siente el espíritu del derrocamiento.

Por fin, con su inefable ayuda, se destituye por segunda vez a un Presidente Constitucional. Pero a su vez, mutila el único Proyecto Nacional, que con tantas dificultades se estaba llevando a cabo.

Cuando el avión comienza a ascender y los tres papanatas hacen la venia de rigor, Poggi les dice a los otros dos "el reemplazante es pan comido", en obvia alusión a un senador por Rio Negro -José María Guido- que en sus intervalos de lucidez, que eran muy infrecuentes, por su severo alcoholismo, les firmaría hasta la corbata.

Ricardo Balbín, que era la quintaesencia del resentimiento contra el Desarrollismo, aprovecha la vacancia, para colocar algunos Ministros, aunque el nuevo Presidente Provisional, dure lo que un flato dentro de un canasto. Y se las ingenia para imponer a algunos de sus correligionarios, como Bonifacio del Carril y José María Cantilo.

El resto de un nutrido Gabinete, cuyos miembros duraron, en algunos casos menos de dos semanas, todos "Gorilas" de pura cepa.

Pero en medio de las intrigas de Perón, que aún conservaba algo de influencia en ciertos círculos de Ejército, induce al sobrino de su ex ministro Pistarini –Pascual-, para que sostenga la legalidad del interinato. Y este se apoya en dos piezas claves -Juan Carlos Ongania y Julio Alsogaray, que había colocado nuevamente a su hermano Álvaro, como ministro de Economía de un beodo Guido.

Pero particularmente en la Armada, al menos en un sector de ella y en una pequeña fracción de Ejercito, anidaba la idea que la misión principalísima de todas las Fuerzas Armadas, era la de sepultar al Peronismo de una manera quirúrgica y definitiva.

Esto provocó una escisión irreconciliable y surgieron dos bandos: Azules -pro legalidad- y Colorados -pro rebelión contra cualquier forma de orden constitucional-.

Después de breves refriegas y el bombardeo castigo, sobre la Base Aeronaval de Punta Indio, a la que las bombas arrasaron, con más el homicidio de 5 Marineros, y la pérdida de 25 aviones que estaban en los hangares, la revuelta termino. Y con la derrota de los insurrectos, la única esperanza seria, de terminar con una etapa y una doctrina que había perforado a las mayorías, aun adherentes al Peronismo.

En síntesis, esta fue la única oportunidad que un destello de cordura, flameo brevemente en una Argentina que no podía desprenderse de un populismo, que en las sombras seguía creciendo, con la inefable ayuda del grueso de las Fuerzas Armadas, cuyas cúpulas, no habían entendido nada, de cuanto había sucedido en el pasado.

Los radicales al mando de Balbín, que había participado y activamente, en todos y cada uno de los "fragotes" implementados contra Frondizi y que se sentía de parabienes, tras su derrocamiento, trama el armado para un llamado a elecciones en 1963, con la posibilidad cierta que su partido, con un Peronismo proscripto, se alce con la Presidencia.

Logra el objetivo, pero a último momento, mucho duda en el resultado, y declina su postulación en favor de un médico, oriundo de Pergamino, que había sido Intendente de la cordobesa Cruz del Eje, con la idea que en última instancia, podía ser un peón sacrificable.

Se llevan a cabo, esas anheladas electorales, y el ex Alcalde -Arturo Humberto Illia- se impone con menos del veinticinco por ciento de los votos.

Y es a partir de allí que "el chino", que tanto había bregado y defecciono a último momento, aumenta su resentimiento, más del que ya acumulaba, tras haber dividido a la Unión Cívica Radical, cuando peleo y perdió su postulación contra Frondizi en 1957.

Y a partir de allí, con un nuevo presidente, aunque apenas legitimado en las urnas, en vez de apoyarlo, porque el ungido era un buen hombre y sin malicia, comienza a tejer y urdir alianzas con los milicos y abiertamente a darle la espalda.

Si alguien definió asertivamente a un mediocre como Balbín, fue Arturo Jaureche, en su Manual de Zonceras Argentinas: "el ecuador de la palabra, la soledad polar de la idea ¡pobre mi Madre querida!".

El nuevo Presidente, que a pesar de su apariencia, era cultísimo, y muy viajado, habiendo llegado a conocer a Hitler personalmente, durante las Olimpiadas en Berlín, en 1936, de política, digamos poco y nada.

Sin ningún tipo de liderazgo, sobre sus correligionarios, Balbín le arma el gabinete, colocando en la Secretaria de Energía, a uno de los más siniestros personajes de la segunda mitad del siglo XX: Facundo Suarez y a su hermano Adolfo, a cargo del Ministerio de Defensa.

En Interior, a un abogado e ilustre desconocido, de apellido Palmero, que había sido Jefe de la Policía Cordobesa.

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