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Teorías, historias y modelos de la idea de desarrollo por Dr. Alberto Hidalgo Tuñón (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Los sistemas productivos locales que están en el punto de mira del cánon del desarrollo endógeno prestan la máxima atención a los procesos de innovación tecnológica y aprendizaje cooperativo como auténticos motores del progreso. Como señalan Borja y Castells, puesto que la globalización trae aparejada la difusión de una nueva ola de innovaciones (sobre todo informática) en el sistema productivo, los territorios más competitivos han generado con recursos propios modelos de excelencia con alta tecnología, gracias a la disponibilidad de recursos humanos cualificados, capacidad empresarial, centros de I+D, infraestructuras adecuadas de transportes y comunicaciones y funcionamiento eficaz de las instituciones sociales del entorno. La preocupación por los nexos entre tecnología, sociedad y desarrollo ha convertido a la innovación tecnológica, a los mecanismos de difusión y selección utilizados, así como a los centros de investigación y a las universidades en objeto de estudio prioritario para este cánon del endodesarrollo. La literatura al respecto se ha multiplicado en los últimos años, de manera que expresiones tales como «polos tecnológicos», «clusters de empresas de tecnología moderna», «modelos de excelencia tecnológica» se han asociado de forma indisoluble al cánon del desarrollo territorial. Y es que, a diferencia de la ciencia que es universal, las innovaciones y el cambio tecnológico sólo se materializa en el territorio, están asociados con el saber hacer local, con la potenciación y valoración de los recursos humanos y su cultura específica y con las instituciones de conocimiento implantadas localmente. Al fín y al cabo la capacidad innovadora de las empresas no llueve del cielo indiscriminadamente, sino que requiere que la historia económica, social y cultural del lugar en que se implantan nuevas tecnologías tenga una tradición de aprendizaje que garantice lo que se llama un «entorno innovador»

En sus distintas variedades, de las que apenas hemos mencionado las pioneras, el cánon del desarrollo local, como señala críticamente Hidalgo Capitán ha tenido más éxito «en los países desarrollados, con desequilibrios regionales, que en los países subdesarrollados para los que en principio había sido diseñada». Aunque no sea exacta la intención, es obvio que los países menos desarrollados no sólo carecen de las tradiciones de innovación pertinentes, sino que sufren con frecuencia de centralismos burocráticos y de graves deficiencias de articulación e independencia de la sociedad civil, que impide precisamente la implantación de las nuevas tecnologías. La doctrina de que el progreso tecnológico es la clave del desarrollo de los países, regiones y ciudades constituye la regla operatoria de este nuevo cánon, que la OCDE apoya con energía en los 90. Pero justamente las investigaciones sobre el «conocimiento tácito» de tipo técnico-práctico, que se transmite por vía no formal entre personas y por imitación, la importancia de las tradiciones locales en la adopción, adaptación y difusión de las innovaciones, en particular si atañen a «actividades de alta tecnología» (industria electrónica, biotecnología, industria farmacéutica y actividades aerospaciales) revelan hasta qué punto el cánon del desarrollo comunitario endógeno, lejos de conducir a un mayor equilibrio y equidad interplanetaria, parece llevar indefectiblemente hacia una gran diversidad de niveles de desarrollo en permanente competencia. El modelo es ciertamente policéntrico y puede acabar ciertamente con las tensiones entre Norte y Sur, pero no porque el Sur desaparezca, sino porque se entrevera con el Norte, del mismo modo que en pleno Sur aparecen prósperas ciudadelas de riqueza, conectadas en red con el Norte.

Ciertamente que el cánon del desarrollo comunitario endógeno puede alcanzar un máximo nivel de aceptación al plantear que la satisfacción de las necesidades humanas debe entenderse en función de los criterios y valores locales que fija cada comunidad territorial. De esta forma, sin que necesite argumentarse demasiado, el eslogan de la «calidad de vida» parece revestir significados subjetivos ciertamente heterogéneos. Una filosofía de la tolerancia a ultranza y de la comprensión subjetiva es la que mejor se adapta al cánon del desarrollo local, pues se trataría de potenciar los sistemas productivos locales, apoyando sobre todo las actividades tradicionales vinculadas al territorio. En alguna medida, el cánon del desarrollo local podría servir como estrategia de defensa de formas de vida de poblaciones indígenas o de civilizaciones que han logrado ciertos equilibrios homeostáticos con su entorno local, gracias a la utilización de técnicas artesanales específicas, cuyas tradiciones cognitivas y culturales están siendo gravemente alteradas por el proceso mismo de globalización que se ejecuta todavía en gran medida con el cánon del crecimiento económico irrestricto. La mayor dificultad para los economistas en este punto es que el proceso de globalización debería respetar la riqueza territorial de las comunidades locales contra cualquier intrusión del mercado en las reservas naturales, los espacios protegido, la biodiversidad etc. Una ojeada sobre lo que en este preciso momento está ocurriendo en Colombia, donde diversas etnias están siendo masacrados en sus propios territorios so capa de una guerra entre actores vicarios (guerrillas y paramilitares) que operan con total impunidad y ante la indiferencia de la comunidad internacional, hace pensar que el desarrollo comunitario endógeno en países que carecen de Estados preocupados por el bien público es una pura utopía consoladora, hasta que no se garantice la participación de las poblaciones humanas en el diseño de sus propios destinos. Otro caso más cercano, el de El Ejido en Almería, que ha convertido 13 hectáreas de secano en un mar de hortalizas sumergidas bajo plásticos, del que emergen unos beneficios de 312.000 millones anuales, lejos de ser un ejemplo de desarrollo local, podría contemplarse como un simple modelo de explotación capitalista, porque este desarrollo se ha logrado gracias a los 15.000 emigrantes magrebíes que venden allí su fuerza de trabajo, la mitad de forma clandestina. Pero esto ya no es una cuestión económica, estrictamente hablando.

CONCLUSIÓN PROVISIONAL: LA TENSIÓN ENTRE PLANIFICACIÓN Y PARTICIPACIÓN.

En Marzo de 1995 se celebró en Copenhague, auspiciada por la ONU, la cumbre mundial sobre la pobreza. Entre otros datos se expusieron los siguientes: (a.) El número de pobres aumenta casi medio millón por semana. (b.) 1300 millones de personas viven con un dólar diario. (c.) 14 millones de niños mueren cada año por enfermedades evitables. (d.) El 70% de la población que vive en la pobreza son mujeres (e.) Aproximadamente el 15% de EEUU y Europa Occidental viven por debajo del umbral de la pobreza.

Ante tal situación, los cánones de desarrollo en el 2.000 deberán afrontar una serie de circunstancias cada vez más heterogéneas. Esa es la razón por la que ninguno de ellos goza de una superioridad inequívoca sobre los demás. Todos ellos, sin embargo, deben plantearse el problema de que el desarrollo tecnológico entre en colisión frontal o en contradicción con la equidad que exige el desarrollo humano, porque, si es la causa principal del crecimiento económico del primer mundo, su extensión parece estar provocando la aparición de una economía mundial desarticulada y de una sociedad abruptamente dividida en la que unos pocos privilegiados coexisten, mediante una tregua insegura, con una mayoría de desposeídos.

La estructura internacional global, por otro lado, está resultando inadecuada para enfrentar los retos del cambio de milenio. La nueva distribución del mundo motivada por la disolución del bloque soviético, no ha reducido las diferencias entre el Norte y el Sur, sino que las ha aumentado considerablemente. Ahora la demografía ha venido a sustituir a la guerra fría como principal foco de tensión en el planeta. En estas circunstancias, el lenguaje de los modelos de desarrollo parece venir a homogeneizar realidades nacionales, regionales, territoriales y comunitarias tan heterogéneas que apenas pueden disimular su impotencia.

Quiero destacar, sin embargo, un punto que resulta especialmente crítico para la tradición ilustrada que siempre confió en que el incremento de la ilustración del pueblo tendría de suyo efectos liberadores. El ideal humanista ilustrado exige por parte de quienes lo abrazan un cierto compromiso con la excelencia moral e intelectual. Tal excelencia, sin embargo, ¿no resulta contradictoria e incompatible con la exigencia democrática de conceder a todos los miembros de la especia humana la capacidad de participar en las decisiones que afectan a sus propias vidas? ¿Hasta qué punto los distintos cánones de desarrollo no son más que expresiones de la benevolencia de ciertas minorías ilustradas que forzosamente quedarán defraudadas en el preciso momento en que tales cánones intentasen ponerse en práctica por procedimientos democráticos que garantizasen la participación de todos los agentes implicados?

Esta contradicción entre planificación económica y participación democrática ha sido puesta de manifiesto dramáticamente en el fracaso de la llamada ronda del milenio el día 2 de diciembre de 1999 en Seattle. Ignacio Ramonet lo plantea en clave política así: «El fenómeno de la globalización, y el abandonismo de los dirigentes políticos han favorecido en el transcurso de la última década la discreta puesta en marcha de una especie de ejecutivo planetario, de un gobierno real del mundo cuyos cuatro actores principales son: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la OCDE y la OMC. Indiferente al debate democrático y sin someterse al sufragio universal, este poder informal pilota la Tierra de hecho y decide soberanamente el destino de sus habitantes. Sin que ningún contrapoder pueda corregir, enmendar o rechazar sus decisiones. Porque los contrapoderes tradicionales -parlamentos, partidos, media – o son demasiado locales, o actúan como verdaderos cómplices. De esta forma, todo el mundo percibe que para hacer de contrapeso a este ejecutivo planetario es necesario construir un contrapoder mundial. Retomando la llama de la protesta internacional, los contestatarios de Seattle han comenzado a edificarlo».

Sin embargo, no se encuentra en Le Monde Diplomatique ningún cánon de desarrollo económico distinto de los mencionados aquí.

Oviedo, 22 de Febrero del 2.000.

El presente trabajo está publicado en Revista de Filosofía El Basilisco

Enviado por: Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 2016.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE, JUAN BOSCH Y ANDRÉS CASTILLO DE LEÓN – POR SIEMPRE"®

El presente trabajo está publicado en Revista de Filosofía El Basilisco.

 

 

 

Autor:

Dr. Alberto Hidalgo Tuñón.

Partes: 1, 2, 3
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