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El abandono del progreso (posibilidades económicas para nuestros nietos) (página 8)




Enviado por Ricardo Lomoro



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"Los problemas que afligen al mundo no están causados por la globalización", aseguró Xi Jinping en una intervención en el Foro Económico Mundial de Davos. "No son el resultado inevitable de la globalización".

Aunque Xi no se refirió a Trump por su nombre, advirtió sobre los peligros del proteccionismo. "Los países deberían analizar sus intereses propios en un contexto más amplio y no a costa de otros", señaló el presidente chino. "No deberíamos retirarnos a puerto cada vez que encontremos una tormenta o nunca alcanzaremos la otra orilla".

También advirtió de que "nadie saldrá vencedor en una guerra comercial" y prometió que China no intentaría beneficiarse de la devaluación de su moneda o de una "guerra de divisas".

La presencia de Xi en el foro de Davos, que requirió meses de planificación pero que no se confirmó hasta el 10 de enero (2017), ha puesto de relieve la emergencia de China como una de las pocas potencias comprometidas con la defensa del libre comercio y la lucha contra el cambio climático.

La victoria de Trump en las elecciones presidenciales de EEUU y la decisión de Reino Unido de abandonar la UE han conmocionado a la élite global que se reúne cada mes de enero en Suiza.

Analistas chinos señalaron que Davos había ofrecido a Xi una oportunidad de oro para presentarse como un destacado estadista internacional, mientras el resto del mundo se prepara para la presidencia de Trump. El presidente electo de EEUU, que asumirá el cargo el viernes, ha amenazado en las últimas semanas con iniciar una guerra comercial con México y China, e incluso ha lanzado calumnias contra la UE calificándola de "vehículo de Alemania" al borde del colapso.

"El mundo no está preparado para tratar con un líder de la mayor potencias global que tuitea comentarios en plena noche que pueden conmocionar a los mercados y tener un serio impacto sobre las relaciones diplomáticas", explicó Chen Fengying, un experto en relaciones internacionales de Pekín.

La delegación estadounidense que acude este año a Davos está liderada por el vicepresidente saliente Joe Biden y por John Kerry, el secretario de Estado. Incluso líderes europeos como la canciller alemana Angela Merkel, que aspira a un cuarto mandato, han evitado viajar a Davos, recelosos de la reacción populista que se ha producido por todo el mundo.

Shi Yinhong, catedrático de relaciones internacionales de la Universidad Renmin de Pekín, explicó que la presencia de Xi en Davos también ponía de relieve la mejora de la confianza del Gobierno chino en las perspectivas económicas del país. El año pasado por estas fechas, los mercados globales se resentían a causa de las turbulencias en los mercados de renta variable y divisas de China.

Tuvieron que pasar meses hasta que los líderes chinos abordaron la doble crisis en público, y Pekín envió a dos autoridades relativamente desconocidas a Davos el año pasado.

"Pekín confía en su capacidad para abordar los riesgos financieros mientras sigue reformando la economía", aseguró el Prof. Shi. "Ante las presiones que plantean Trump y el Brexit, Xi también está dispuesto a reiterar la creencia de China en un orden económico global liberal y abierto, y nuestra oposición al proteccionismo comercial y al nacionalismo económico".

El Gobierno chino anunciará el 20 de enero (2017) que la segunda mayor economía del mundo habría crecido cerca de un 6,7% el año pasado, dentro de los objetivos de Pekín.

El lunes, el Fondo Monetario Internacional revisó al alza sus previsiones de crecimiento global, haciendo referencia a una economía china más sólida de lo previsto y a los posibles estímulos de la nueva administración Trump. Algunos diplomáticos han contrastado la retórica a favor de la globalización del presidente Xi Jinping con las políticas proteccionistas de China. En declaraciones el lunes, el embajador de Alemania en Pekín advirtió de que "las promesas políticas de tratamiento equitativo (para las empresas extranjeras) dan paso a tendencias proteccionistas". Michael Clauss también instó a concluir las negociaciones comerciales entre China y la UE que, según él, indicarían que "dos de las principales regiones comerciales del mundo están determinadas a progresar hacia mayores inversiones, más comercio y más prosperidad".

Perspectivas económicas

Monografias.com

(Cinco Días – 16/1/17)

¿Acabará Trump con la influencia de Davos?

¿Marcará el ascenso al poder de Donald Trump el final de la influencia de "El Hombre de Davos"? El término lo acuñó el politólogo Samuel Huntington, que también asistía a las cumbres del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos, para referirse a la gente que despreciaba.

Huntington aseguraba que este perfil correspondía a políticos con "poco respeto por la lealtad nacional, y que consideraban los gobiernos nacionales residuos del pasado cuya única función útil era facilitar las operaciones de la élite a nivel global".

Dicho lo cual, cabe preguntarse si estamos a punto de presenciar un cambio decisivo de las aspiraciones de los miembros del Foro Económico Mundial (WEF).

Las principales convicciones del credo de Davos han sido la cooperación global y la globalización de la economía. No obstante, la fe en esta última se tambaleó después de la crisis financiera global. Desde entonces, la ratio del comercio frente a la producción económica global se ha estancado, tras duplicarse desde la década de los setenta hasta 2007. El volumen de inversiones extranjeras directas sigue aumentando con respecto a la producción mundial, aunque a ritmo muy lento. Y el nivel de activos financieros transfronterizos ha caído en picado.

Esta debilidad de la globalización refleja en parte el agotamiento de las oportunidades fáciles para el comercio global y el débil crecimiento de la demanda a raíz de la crisis.

También refleja un cambio de política: la regulación del sector financiero a raíz de la crisis ha tenido un importante sesgo nacional, con un menor apoyo a las actividades transfronterizas. La liberalización del comercio se ha estancado, y algunos estudios muestran un incremento de las medidas proteccionistas. La investidura de Trump (20/1/17) presagia un marcado ajuste de las políticas proteccionistas. El Acuerdo TransPacífico negociado por su predecesor, Barack Obama, parece cosa del pasado. Por si fuera poco, Trump amenaza con centrarse en los acuerdos bilaterales, imponer aranceles a las importaciones de socios tan importantes como China y México. Además, el futuro presidente de EEUU ya ha expresado su desprecio por la Organización Mundial de Comercio. Esta estrategia podría remontarnos a la clase de caos comercial que dominó la escena global entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

Al mismo tiempo, por extraño que parezca, Trump parece dispuesto a acabar con muchas de las regulaciones al sector financiero impuestas a raíz de la crisis. Por tanto, los participantes en el foro de Davos podrán tomar los riesgos financieros que quieran, pero tendrán muchos más límites a la hora de comerciar con sus bienes y servicios. Encontrarle sentido a esta política es prácticamente imposible, ya que refleja la falta de coherencia intelectual típica de las políticas populistas. Pero no nos equivoquemos: Trump podría derrumbar el templo del comercio mundial. Si impusiera aranceles punitivos (e injustificables) a las importaciones chinas, es probable que la UE siguiese el ejemplo para proteger a sus productores de un aumento de la entrada de productos del gigante asiático. China se vería obligada entonces a contraatacar. El sistema de normas comerciales podría colapsar. También podría hacerlo la propia idea de un sistema global cooperativo. El comercio podría ser sólo uno de los puntos de un cambio mayor. Si la administración estadounidense adopta la mentalidad del presidente ruso Vladimir Putin (introversión, egoísmo e indiferencia hacia las normas morales en las relaciones internacionales), podría desaparecer incluso un sistema global mínimamente cooperativo.

Esto supondría el final de la Pax Americana, el periodo de hegemonía estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El mundo no encontrará con facilidad un sustituto para EEUU, sobre todo cuando fuerzas populistas y proteccionistas similares están presentes en otras partes del mundo, especialmente en Europa. Sería imposible culminar gran parte del trabajo que los países todavía tienen que hacer juntos, en materias como la lucha contra el cambio climático o los retos para el desarrollo económico.

Esto, por lo tanto, podría suponer el fin de un mundo gestionado para, y a menudo por, los miembros de Davos. Muchos pensarán que no es algo malo. Pero deberían tener cuidado con lo que desean. Como ha sucedido otras muchas veces, la arrogancia lleva a extralimitarse. Los actores de Davos no vieron la importancia de su papel como estados potentes y legítimos responsables de apuntalar el sistema global. Olvidaron la necesidad de que los triunfadores reconozcan que tienen una responsabilidad para con las sociedades que hicieron posible su éxito. Olvidaron, por encima de todo, la obligación de compartir los beneficios de la globalización con perjudicados por ella. El entusiasmo con el que muchos aprovecharon las oportunidades que se les abrieron para evitar pagar impuestos fue vergonzoso.

Algunos de los proyectos de la era de la liberalización económica global también llegaron demasiado lejos, sobre todo la despreocupada liberalización financiera, la imprudente expansión de la eurozona y el fomento de la inmigración a gran escala. Puede que la educación cívica no tenga gran importancia para muchos actores de Davos, pero sí la tiene para muchos de sus conciudadanos.

Es posible que la reacción populista se hubiese convertido ya en algo inevitable. Pero no llevará a un mundo mejor, ni siquiera para aquellos que la apoyan. Es cierto que los políticos deberían haber prestado más atención a los problemas de sus ciudadanos, pero el populismo ingenuo ahora en auge no tardará en demostrar que puede ser peor que la "casta" arrogante que lo precedió.

Davos: "como plaga de langosta" (¿el globalismo propone a China como modelo?)

Cuenta Carlos Esteban en La Gaceta (19/1/17), que mientras el vicepresidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, estaba diciendo: "vamos a seguir manteniendo nuestra posición de liderazgo", ante su audiencia en el Foro Económico Mundial, se fue la luz del estrado y quedó a oscuras. Esta anécdota resulta sugestiva para describir las penumbras que se ciernen sobre el panorama mundial o, por mejor decir, sobre todo lo que representan los líderes reunidos en Davos.

Davos es uno de los grandes escaparates del globalismo, donde se reúnen los líderes que quieren abolir las fronteras nacionales como otros tantos obstáculos al comercio y las finanzas internacionales. Y aunque siempre se ha vendido como una especie menor de la Internacional Capitalista, en esta edición no es precisamente la izquierda lo que quita el sueño a los jerarcas confortablemente alojados allí.

Describe lo confuso de la situación que el gran adalid de la libertad de comercio en esta edición sea Xi Jinping, el presidente de una gigantesca república aún gobernada por el Partido Comunista. De hecho, John Neil, CEO de la empresa británica de logística Unipart, comentó así las palabras del líder chino: "Llevo años viniendo a Davos y este es el tipo de discurso que solía dar un presidente norteamericano". Hace solo diez años la ironía hubiera hecho reír a muchos; hoy todos coinciden en que la cosa no tiene maldita la gracia.

Naturalmente, aunque el orden del día sea en apariencia variado, hay en realidad un punto único: parar el "populismo", que es el término que se ha generalizado entre nuestras élites para definir cualquier movimiento político que ponga en peligro el proyecto globalista, que podría perfectamente llamarse Proyecto Davos. Ver a un puñado de millonarios perplejos debatiendo qué hacer con una clase media inexorablemente menguante entre canapé y canapé es la imagen de la decadencia de un modelo. Si el estancamiento de los salarios y la reducción del empleo que afectan a las clases medias tienen una respuesta, es dudoso que personajes tan aislados del mundo real sean los más indicados para dar con la respuesta adecuada.

El Foro es, sin más, este año un desesperado intento por encontrar un líder que consiga aunar las espectaculares fuerzas del sistema contra la gran amenaza que en unos días ocupará la presidencia de Estados Unidos y que amenaza al Elíseo y quién sabe cuántas cancillerías europeas más, quizá la propia continuidad de la propia Unión Europea, que se tambalea tras el "Brexit" y el referéndum italiano.

Y es bastante sintomático que parezcan haberlo encontrado en el líder del país que ha encontrado la cuadratura del círculo, el modo de compatibilizar una tiranía de partido único con un capitalismo desatado y vibrante. Quizá porque, después de todo, ese es el futuro con el que sueñan.

Con los republicanos yanquis y los conservadores ingleses, los dos grandes mentores intelectuales del revival de la ideología del libre mercado durante los años ochenta, compitiendo ahora por ver cuál de los dos echa más paladas de mierda y olvido sobre la tumba de Adam Smith, resulta que el único defensor con mando en plaza que le queda al orden surgido de la globalización es el secretario general del Partido Comunista de la República Popular de China, Xi Jinping. El mundo al revés: el camarada Jinping se deshace en encendidos elogios al capitalismo desregulado, el puro y duro, ese mismo al que en tiempo no tan lejano se le solía llamar salvaje, todo ello en la genuina Capilla Sixtina de los dueños y señores del gran capital: el Foro de Davos. Bonitas, enternecedoras palabras, las del camarada Jinping, que, sin embargo, nada tienen que ver con la realidad.

"El gran mito de la globalización es la creencia, tan extendida como infundada, de que la adopción de los principios del libre mercado ha sacado de la pobreza a millones de personas de los llamados países en desarrollo. La verdad es que ha ocurrido justo lo contrario: ha sido el deliberado y sistemático incumplimiento de las normas del libre mercado por parte, sobre todo, de los gobiernos de China e India lo que facilitado el crecimiento espectacular de esos dos países, los que por su tamaño determinan la tendencia de las estadísticas internacionales de desarrollo. Así, China no ha cumplido jamás, ni antes ni ahora, esos deportivos principios que con tan impostada devoción invoca el camarada Jinping. No los cumplieron antes, cuando consiguieron romper las cadenas que los ataban al subdesarrollo crónico merced a un exhaustivo arsenal de medidas hiperproteccionistas que iban desde los aranceles ubicuos y los contingentes sistemáticos al dumping y la piratería masiva de la propiedad intelectual ajena. Y siguen sin cumplirlos ahora, cuando Pekín, tras haber concedido obedecer las normas librecambistas de la Organización Mundial del Comercio impuestas por Occidente, volvió a hacer lo mismo de siempre, pero esta vez con su moneda. Es de sobra sabido que la permanente manipulación a la baja del renminbi para favorecer las exportaciones, tarea que el Partido Comunista encargó al Banco Nacional de China, quien lleva más tres lustros forzando a diario su depreciación ficticia en los mercados monetarios, amén de constituir un cotidiano corte de mangas a la libre concurrencia, fue una de las concausas que provocaron el derrumbe de la economía mundial el 2008 (el desmedido superávit comercial del 11% a que llevó la depreciación china generó un desequilibrio crítico en el comercio internacional que aún hoy persiste)", dice José García Domínguez en su artículo: "Lecciones de liberalismo chino" (Libertad Digital – 18/1/17)

El regreso de los nacional-populistas

Cuando acabamos de entrar en el noveno año de la Segunda Gran Depresión, los paralelismos con la de 1929 comienzan a revelarse tan obvios como inquietantes. Aunque hay un par de ellos que resaltan por encima de los demás: por un lado, el retorno a escena, ya sin ambages ni disimulos cosméticos, del proteccionismo, la vieja estrategia del enroque nacionalista y el sálvese quien pueda; por otro, la renovada constatación, casi un siglo después, de que solo la extrema derecha, en sus muy variadas mutaciones locales, parece poseer una estrategia económica alternativa a la del establishment.

Algo que, exactamente igual ahora que en la década de los treinta, redunda en la práctica desaparición de la socialdemocracia, como entonces también huérfana de un discurso propio, del tablero político en la mayoría de los países. En ese sentido, el caso británico resulta paradigmático. Tras el triunfo arrollador en 1997 de Tony Blair y su Tercera Vía, una asunción tácita por parte de los laboristas de los grandes ejes programáticos y filosóficos del thatcherismo, la izquierda perdió tres millones de votos en las siguientes elecciones, y otro millón de sufragios más en 2005.

Como en los tiempos del exlaborista Mosley y su Unión Británica de Fascistas, la clase obrera inglesa comenzaba a sentirse otra vez políticamente huérfana. Y ahí estaban Nigel Farage y su UKIP para apadrinarla. De idéntico modo que el Frente Nacional en Francia o Trump en Estados Unidos, el UKIP arraigó de modo súbito entre las capas populares, sobre todo entre sus estratos de mayor edad y menos formados, el sector social que se ve más expuesto a la competencia de los inmigrantes y a las contingencias erráticas de la globalización. He ahí la base tradicional de la izquierda que ahora, y en ambas orillas del Atlántico, se siente despreciada e ignorada por las elites, incluidas las de sus tradicionales partidos de referencia. Efecto inmediato, pese a que la distorsión que introduce el sistema electoral británico impide verlo en el Parlamento, el UKIP ya supera el 20% de los sufragios en todos los distritos del norte de Inglaterra, desde siempre el feudo histórico de los laboristas.

¿Puede la política de Trump ser una oportunidad "histórica" para la Unión Europea?

Aún no se sabe la política que EEUU desarrollará durante los próximos meses y años, pero es evidente que será una política diferente; Europa también está sumida en una crisis de identidad y también tiene que alumbrar un camino diferente. Donald Trump se está convirtiendo día a día en el paradigma de los caminos paralelos por los que discurre la realidad social y la comunicación política, esos que convergen solo cuando se producen cambios de rumbo.

Europa aplaude el discurso público de Obama pero, desde el 20 de enero (2017), Trump será el nuevo Presidente de los Estados Unidos. Se ha escuchado una frase reiterada por analistas, políticos y periodistas: "Esto no puede pasar", pero es "esto" precisamente lo que va a pasar y la cuestión merece una reflexión en profundidad.

Nadie en Europa pensó que Trump podía representar una amenaza real. Se pensaba que su campaña quedaría en una mera anécdota, pero el candidato republicano ha tenido la capacidad de apelar al lado menos racional y más sentimental de los votantes; ha sabido despertar el miedo, recordar la decepción, amplificar el enfado y suscitar el odio. Ha acertado a gestionar estas emociones con un resultado óptimo para sus intereses. Ha jugado y ha ganado.

Mientras, su oponente, la candidata con mayor experiencia política, a pesar de contar con el apoyo de los editoriales de los principales periódicos, de los intelectuales, de los nombres más emblemáticos en la industria cinematográfica y, sobre todo, del Presidente Obama, fue incapaz de motivar a sus seguidores. Hillary Clinton fue vista como la candidata del establishment, de las élites. Representaba a la política y a los políticos tradicionales, aquellos que habían fallado a la clase trabajadora, aquellos que habían sido incapaces de ofrecerles soluciones y, paradójicamente, su oponente, un empresario sin escrúpulos, misógino y racista, lograba el favor de la mayoría para ser elegido Presidente.

Clinton fue incapaz incluso de consolidar el voto demócrata que había confiado en Barack Obama. Lo cierto es que Donald Trump, con un lenguaje sencillo y visual, sin un ápice de corrección política, haciendo valer su condición de outsider alejado de las elites de Washington, supo atraer el voto de millones de ciudadanos. Como dice James Ellroy, "la hagiografía convierte en santos a los políticos mediocres y corruptos, y reinventa sus gestos más oportunistas para hacerlos pasar por acontecimientos de gran peso moral". Tal vez vaya a ser también el caso del Presidente Trump. De cualquier modo, sea cual sea su verdad, lo cierto es que su irrupción ha generado un cambio de rumbo y a este lado del Atlántico comenzamos a pensar en las innumerables incertidumbres que su Administración va a suscitar. Muy especialmente desde el punto de vista de la seguridad global.

Se inicia un periodo de interrogantes. Un periodo en el que la "condición crítica", el "estado de emergencia" de la política internacional marcará, sin duda, la agenda de los problemas globales, que solo pueden encontrar una solución multilateral. El horizonte europeo se dirime en un espacio que es abierto y compartido, ya no hay bloques ni decisiones unilaterales. En un mundo multipolar, la prosperidad y la seguridad Europea van a depender del papel que quieran o, más bien, que sean capaces de jugar en este nuevo escenario. La cuestión fundamental es si van a tener la destreza, a este lado del Atlántico, de liderar el futuro y convertir la era Trump en una oportunidad para los ciudadanos europeos. La obligación de la Unión Europea es aprovechar ese vacío y encabezar un proceso de crecimiento sostenible que se asiente en un ideario más humano y más social; tratando de revertir la nefasta tendencia actual y logrando que la diferencia entre las clases más pudientes y las clases medias sea cada vez menor.

Es evidente que los europeos no son inmunes a un populismo que encontró en el desencanto de la crisis de 2008 el terreno más propicio para su expansión. Se pueden enumerar líderes políticos en Francia, Holanda, Hungría, Italia, Austria o Alemania que guardan enormes similitudes con el magnate americano y con lo que representa. Lo que algunos medios han calificado como "Euro-Trumps" no difiere mucho de ese populismo xenófobo, impostado y proteccionista basado en el discurso del miedo. Donald Trump es un modelo para estos movimientos anti europeístas pues ven en él el primer eslabón de una cadena de cambios. Por eso es precisamente inquietante la frase con la que Marine Le Pen saludaba su triunfo no como "el fin del mundo sino como el fin de un mundo". Se puede colegir que la dirigente del Frente Nacional estaría pensando en ese mundo que anhela, cerrado e insolidario, basado en enfatizar la divergencia y enfrentar a las sociedades, en polarizar y generalizar la distancia entre el "nosotros" y el "ellos", un mundo que crece a costa de criminalizar al diferente.

Recuerdo la imagen de Trump y Farage aplaudiendo el resultado del referéndum sobre el Brexit. Desde luego hay una enorme incertidumbre sobre los objetivos políticos del nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero lo que nadie duda es de su desprecio hacia lo que la Unión Europea representa y su hostilidad hacia el espacio de prosperidad que constituye, de ahí que se haya convertido en uno de los principales respaldos de la salida de los británicos del Club de los 28 y no haya dudado en alentar la partida de nuevos países del bloque. El nuevo presidente norteamericano ha manifestado en numerosas ocasiones que una de sus prioridades será firmar un acuerdo bilateral, transparente y justo con el Reino Unido, con el enorme coste político y económico que esto puede representar para el resto de europeos.

No se puede ignorar este desafío. Pese a todas las imperfecciones de la Unión Europea, del malestar profundo de sus ciudadanos, de la fragmentación y de la desconfianza, es el momento de consolidar y fortalecer sus instituciones y, desde los valores que se compartidos, dar una respuesta creíble para resolver, de una vez por todas, esa crisis existencial que persigue a Europa. No se conoce la política que EEUU desarrollará durante los próximos meses y años; pero es evidente que será una política diferente; Europa también está sumida en una crisis de identidad y también tiene que alumbrar un camino diferente. Por eso pienso que esta es una buena oportunidad; porque perduran los motivos por los que se comenzó un proceso de integración; porque en realidad los Estados que componen la Unión tienen ante sí el desafío de iniciar una nueva etapa de desarrollo, centrada en la persona, una persona que comparta, participe y recobre la confianza en sus propias instituciones europeas.

(20 de enero de 2017) Trump, día 1: un presidente contra el "establishment"

"Inaguration day": ¿el día de la bestia? (populismo, proteccionismo y patriotismo)

Del discurso de investidura de Donald Trump:

Comienza su discurso. "Nosotros, los ciudadanos, hemos unido un gran esfuerzo para reconstruir nuestro país para todo nuestro pueblo. Vamos a determinar el rumbo de EEUU y del mundo por muchos años. Encararemos los momentos difíciles y vamos a lograrlo"…

"Hoy, el poder de Washington se transfiere de nuevo al pueblo". "Durante un tiempo, una parte pequeña se ha llevado los beneficios del Gobierno y el pueblo lo ha pagado. Los políticos prosperaron pero los empleos se marcharon. El "establishment" se ha protegido a sí mismo pero se ha olvidado de los ciudadanos. Mientras ellos celebraban en Washington, las familias que luchaban por nuestro país no tenían mucho que celebrar"…

"Todo eso cambia aquí y ahora porque este momento les pertenece a ustedes. Les pertenece a todos los aquí reunidos y a los que nos observan. Esto, los EEUU, es su país. El 20 de enero será recordado como el día en el que el pueblo tomó el poder en este país. Los hombres y mujeres olvidados por nuestro país ya no lo estarán"…

Habla de la pobreza, de la Educación, del crimen, el tráfico de drogas… "Esta matanza para aquí y ahora. Somos una nación y vuestro dolor es nuestro, vuestros sueños son nuestros, y vuestro éxito será nuestro. El juramento que he hecho es de fidelidad a todos los norteamericanos". "Hemos defendido las fronteras de otros países mientras hemos abandonado las nuestras. Hemos gastado millones de dólares en el extranjero mientras se cae la estructura de nuestro país, hemos enriquecido a otros países. Una a una las fábricas cerraron y se fueron sin pensar en los millones de trabajadores estadounidenses. Las riquezas de las clases medias han sido desgarradas. Pero eso es el pasado y ahora sólo miramos al futuro"…

"De ahora en adelante va a ser EEUU lo primero. Toda decisión sobre comercio, impuestos, migración será hecha para beneficiar a los trabajadores y familias de nuestro país. Tenemos que proteger nuestras fronteras de los saqueos de otros países. La protección nos llevará a mayor prosperidad, y yo lucharé a favor de ustedes y nunca, nunca les decepcionaré". "EEUU volverá a ganar de nuevo, como nunca antes. Devolveremos nuestros trabajos, nuestras fronteras, nuestras riquezas y vamos a recuperar nuestros sueños"…

"Vamos a seguir dos reglas: comprar productos de aquí y dar trabajo a gente de aquí. Vamos a buscar alianzas internacionales pero siempre siguiendo las reglas que impongan sus propios intereses. Vamos a deslumbrar a todos para que todos nos sigan. Vamos a reforzar todas las alianzas y forjar nuevas. Vamos a unir al mundo contra el terrorismo islámico, que lo vamos a erradicar de la faz de la Tierra. Cuando abrimos nuestro corazón hacia el patriotismo no caben los prejuicios. La Biblia dice: "qué bueno y placentero es cuando el pueblo de Dios vive junto". No debe haber miedo, estamos protegidos y siempre los estaremos gracias a las fuerzas militares y policiales y, lo más importante, estamos protegidos por Dios. Por último, tenemos que soñar y entender que nuestra nación vive siempre y cuando esté luchando. El momento de los charlatanes ha terminado, ahora ha llegado la acción. No permitan a nadie que le diga que no se puede lograr… No vamos a fracasar"…

"Ya seamos blancos, negros…Todos sangramos la misma sangre roja del patriotismo. Todos disfrutamos las mismas libertades y todos saludamos a la bandera de EEUU. Todos los americanos escuchen estas palabras: no volverán a ser ignorados. Su voz y sueños guiarán nuestro destino. Nunca volveréis a ser ignorados"…

"Nunca volveréis a ser ignorados. Vuestras voces y vuestros sueños van a definir el destino de Estados Unidos. Juntos vamos a hacer que América sea fuerte, rica, orgullosa, segura y, si, también, América será grande de nuevo", concluye en su discurso.

(20 de enero de 2017) Las ideas del Foro Económico Mundial (Davos)

"En las principales economías avanzadas, durante el transcurso de las últimas dos décadas, los asalariados en el 10% superior de la distribución aumentaron sus ingresos en un 40%, mientras que los ingresos de los que se encuentran en la parte inferior crecieron sólo modestamente.

Otro problema cada vez más complejo que la comunidad internacional tendrá que afrontar es la migración, ya que se está amplificando debido a las presiones geopolíticas en todo el mundo. Si bien los migrantes y los refugiados pueden aportar beneficios sustanciales a los países de acogida, su llegada a nuevas comunidades también puede aumentar los temores relativos a cambios económicos y culturales.

A lo largo de una amplia gama de países, un número creciente de personas cree que las autoridades han perdido el contacto con sus intereses y su bienestar. Estas personas sostienen que restricciones más estrictas a la circulación transfronteriza de bienes, capital y personas van a conducir al restablecimiento de sus propias perspectivas de empleo y seguridad económica"… El reto de la inclusión económica (Chistine Lagarde -El Economista – 20/1/17)

Ante el reto de la "inclusión económica" (una distribución más equitativa de los ingresos como arma efectiva para combatir el populismo, la demagogia y el nacionalismo), desde la "montaña mágica" de Davos, responden:

El panel celebrado sobre la clase media, en el que estuvieron presentes el economista Larry Summers, la directora del FMI, Christine Lagarde, el ministro de finanzas italiano, Pier Carlo Padoan y Ray Dalio, el multimillonario que dirige Blackwater, el hedge fund más importante del mundo, fue una buena muestra de los asuntos que realmente les preocupan.

Las capas medias, que fundamentalmente se desarrollaron en Europa y en EEUU tras la segunda guerra mundial, y que son un sector clave en nuestra sociedad, atraviesan un mal momento. El panel debería haber servido sobre cómo ayudarlas en su tarea de recuperación, pero su intención estaba lejos de eso. Lagarde insistió en la redistribución, pero tanto Summers como Dalio se centraron en lo que de verdad constituye su problema: las clases medias están enfadadas y están alentando las propuestas populistas, algo que les viene especialmente mal. Como afirmó Dalio, "el populismo es una gran amenaza para las empresas multinacionales, para el globalismo y para los países emergentes".

Esa es la perspectiva que adopta también Dimon, para quien el mayor obstáculo no es que las clases medias vivan peor, sino que están viviendo todavía demasiado bien. El problema de fondo de Europa, el que lo explica todo, es que no es suficientemente competitiva. "Dicho sea con todo el respeto para los europeos, pero eso tiene que cambiar. Pueden forzar a ello los políticos, o un nuevo tipo de liderazgo".

El error de Europa, según Dimon y la mayoría de los asistentes el Foro Económico Mundial, es que el nivel de vida europeo es demasiado elevado; que los salarios de sus trabajadores son demasiado altos si quieren competir con otros países; que sus pensiones y, en general, las prestaciones que reciben del Estado son excesivas, y van a tener que ajustarse; que querer conservar el nivel de vida favorecido del que disfrutan es una entelequia. (Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, en 2016 ganó 28 millones de dólares, un 3,7% más que el año anterior).

Así se entiende todo: por eso, los ciudadanos "votan" por "botar" al "establishment".

Estos "ciegos voluntarios" son los que con su propuesta de "más de lo mismo" (y si no te gusta la sopa, dos platos), están ayudando (por acción u omisión) a la revuelta populista. Son los ínclitos sucesores históricos de María Antonieta y el Zar Nicolás II.

Parafraseando al presidente republicano Estanislao Figueras que se hartó de los españoles y huyó del país, poniendo fin al breve primer gobierno de la Primera República, los ciudadanos estadounidenses (por lo demostrado) y los ciudadanos europeos (por lo demostrado y por demostrar), hartos del "establishment", podrían decir: "Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos vosotros".

Las lecciones de una revuelta populista, que aún no han "entendido" (o se niegan a entender) los "felices de haberse conocido", ya tienen escritos sus primeros capítulos (Brexit, Trump…) y los siguientes están al caer (Wilders, Le Pen, Petry, Grillo…).

Capitalismo extremo. Mientras, el "cuento" de los mercados, se seguirá escribiendo con renglones torcidos… los "amos del universo" continuarán actuando "como si fueran los últimos"… proseguirán utilizando la naturaleza como una máquina con el hombre controlando los mandos… exprimiendo a la Tierra… exprimiendo a la gente (la máquina no puede parar)… buscando crecer sin límite… perpetuando la cultura de usar y tirar…

Lecciones de una revuelta populista (el que quiera entender que entienda). Límites al crecimiento: hay que decir muchos NO, antes de decir un SI… la naturaleza no es una máquina… el hombre no es una herramienta… la máquina del crecimiento no se cuida (controla) sola… no hay que aceptar "zonas de sacrificio"… hay que dominar el crecimiento a cualquier precio… dejar de actuar como si fuéramos los últimos…

En el nombre del nieto (el que quiera entender que entienda). La gente "empieza a darse cuenta". Habrá que salvar al capitalismo de sí mismo. Habrá que buscar alternativas. Habrá que renovar la esperanza de un futuro diferente. Habrá que tener la valentía de proclamar algunas verdades difíciles. Habrá que evitar el "contraataque": del hombre, de la naturaleza, del populismo, del autoritarismo, de la tiranía, de la indiferencia, de la avaricia, de la fatuidad, de la arrogancia, de la codicia, de la locura, de la sinrazón, de la irracionalidad, del caos, de la anarquía, de la indignación, de la rebelión,… del "apocalipsis"… (si no se confía en que los líderes del sistema puedan reformarlo por dentro, entonces los ciudadanos deben obligarlos a hacerlo desde fuera).

No sabemos si es verdad que la economía de "manos libres" tenía marcha atrás. Lo vamos a comprobar. Entramos en el terreno de lo desconocido. Entramos en la era del "post consenso", año 1… "¡Que Dios nos proteja!", dijo Trump con la mano sobre dos biblias… El tiempo apremia… Oremos.

 

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro.

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