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Didactopatogenia: Ataque al pensamiento. Metapsicología – prevención (página 2)




Enviado por Dr Jose Cukier



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

En el extrañamiento se desconoce un sector del propio cuerpo
como propio. Trataremos de examinar con un poco más de detalle la desrealización.
Frente a un sentimiento de culpa que sufre el Yo, aquel se siente amenazado
desde el Superyo con el desamor y la desatribución. Como defensa
y cuando tiene una vivencia placentera, el Yo apela a la desmentida del juicio
de existencia. En la despersonalización el juicio de amor o de odio
recae sólo sobre el Yo,
y en ambos coinciden el juicio de atribución
y de existencia porque solo es aceptado lo bueno y lo útil. El extrañamiento
implica desconocer un sector del cuerpo o de los pensamientos, que se mantenía
reprimido por considerárselo amenazante y omnipotente. El mismo irrumpe
como síntoma en afectos como el asco y la vergüenza. Un sector del
Yo expulsa a otro por mandato de un juicio proveniente del Superyo, pero a la
vez intenta retenerlo mediante la identificación apoyándose en
la pulsión anal. En el asco, un deseo coprofílico oral
se convierte en displaciente porque se estableció una articulación
entre pulsión oral y anal acompañado de un juicio desatributivo
del Superyo al Yo. El juicio de desatribución deviene del autorrechazo
de las heces antes tan valoradas y ahora cambiadas de signo. Pero ¿por
qué el autorrechazo a las heces? Quizá por el juicio de la finitud
del padre que es traumático para el Yo y trata de ser paliado con la
incorporación de su carne para darle vida. También como sustituto
de un deseo incestuoso reprimido, y por fin como necesidad de castigo siguiendo
el destino paterno por los deseos agresivos previos hacia él, para ocupar
su lugar. Muertos y excrementos se equiparan porque ambos constituyen los primeros
objetos erógenos que dan placer y luego se pierden. Disgusto vincula
un afecto, el dolor -sinsabor- con el deseo displacentero de alimentarse de
despojos.

El malgusto, es un ensamblamiento de amargura y fealdad que
deviene de los afectos provocados por impresiones del oído y de la vista,
anudadas al gusto. En la latencia el desagrado estético y el dolor psíquico
acompañados de angustia, emergen ante la percepción de los genitales
femeninos. En ésta época la vergüenza tiene su origen en
una burla del Superyo al Yo por los deseos autoeróticos realizados secretamente
y por los precoces conocimientos sexuales. Dos deseos fundamentan la vergüenza,
el cognitivo y el masturbatorio. El primero es una transformación
del deseo de ver al de ser visto. Con el surgimiento de la pasividad se adjudica
un deseo hostil al observador. Este deseo hostil es proyectivo ante el registro
envidioso de la diferencia del tamaño del pene del niño con el
de su padre, y de la forma en la niña. En la relación del Yo con
el ideal, la desvalorización o denigración es un desarrollo de
afecto displacentero originado en el amor e idealización de las heces
por el niño. Éste busca identificarse con los excrementos para
ser amado por su madre como el ama a sus cacas. Luego con el cambio de signo
de éstas, la identificación se vuelve displacentera y se traduce
en desvalorización. En la fase fálica, la comparación
no es de la caca sino del pene del niño ante su padre o del clítoris
de la niña ante el pene de otro niño. Este desarrollo proyectado
en la falta de futuro de un deseo constituye la desesperanza. La satisfacción
narcisista por haber cumplido con un deber renunciando a un deseo o una tentación,
ser virtuoso aún a costa de un formación reactiva ante la pulsión,
desarrolla el afecto de orgullo, expresión de la relación
Yo -Superyo.

Si como consecuencia del esfuerzo se despliega un sentimiento de omnipotencia
en el Yo, el afecto placentero es la euforia, donde la relación
es entre Yo con el ideal. La frustración de un deseo ambicioso, tributario
del erotismo fálico uretral, genera el pesimismo también
resultado de la relación Yo-Superyo. En la latencia, la renuncia al amor
incestuoso y al autoerotismo por amor al padre deviene en resignación.
El Yo debe renunciar al amor y aceptar un fin inevitable que impone la
vida. Impulsado por el sentimiento de culpa que lleva a la identificación
con el rival caído, la transformación del deseo agresivo deviene
en piedad. La transformación se produce porque el Yo que triunfa
prevé su destino en el adversario derrotado. Piedad y resignación
son afectos, que mitigados, permanecen duraderos en el tiempo
. La desestimación
de un deseo sádico por el Superyo permite mantener un vínculo
de amor con el objeto. Apoyado en el interés por el mismo -pulsión
de autoconservación- deriva en la ternura, que también
tiene constancia temporal. Sopor y somnolencia, se coimplican a procesos
de admisión y rechazo identificatorio, junto con la tendencia a satisfacer
la necesidad de castigo por los deseos hostiles hacia el objeto amado. Todo
en el marco de la realidad que impone un trabajo de duelo
. En el humor,
el Superyo adquiere un carácter protector del Yo y lo acompaña
en condiciones difíciles, sustituyendo al dolor y la resignación.
Lo cómico implica un desarrollo de afecto resultado de representar
en rápida sucesión o simultáneamente dos formas de representación
que se comparan. Como consecuencia se produce un ahorro del gasto energético.
Las diferencias sobrevienen entre lo que se espera y lo que aparece, lo propio
y lo ajeno y afectan al narcisismo. El contraste se da entre el ideal que el
otro Yo tiene y al que pretende llegar más el resultado de tal esfuerzo.

En el chiste, el desarrollo de afecto placentero se relaciona
con la trasgresión de los procesos retóricos del preconsciente
que permiten la aparición de los procesos inconscientes. La descarga
corresponde a la risa, que es susceptible de inhibición. Finalmente,
recordemos que Freud, diferenciaba angustia real ante un peligro exterior de
la angustia neurótica ante un peligro pulsional. Siguiendo ésta
línea puede distinguirse cólera realista de neurótica,
dolor real -en el duelo- y dolor neurótico sin pérdida objetal,
y en otros desarrollos de afecto como por ejemplo en la envidia, la humillación
y la vergüenza.
La sublimación transforma los ideales
en relación al Yo, la meta y el objeto en su relación con la pulsión.
La alegría del artista al darle cuerpo a sus fantasías, o la del
investigador al resolver y acceder a incógnitas vinculadas a la verdad.
Son placeres "superiores", de intensidad mitigada en su comparación
con placeres que devienen de empujes pulsionales más elementales. No
tienen una descarga endógena, tal vez ésta sea perceptual o cognitiva
registrada como una cierto equilibrio, un "ligero bienestar",
menos intenso y más duradero. Tienen discreto compromiso corporal y mayor
estabilidad. La creatividad canaliza y recupera erotizaciones, levanta
barreras en términos de represión y conciencia moral y estimula
la relibidinización de los objetos. Moviliza libido objetal, diferente
a la sublimación que circula con libido narcisista, inviste vivencias
objetos e identificaciones nuevas, estimula las pulsiones sociales, abre y sostiene
un espacio de reconocimiento por el otro dándole un sentido a la transitoriedad
del tiempo, con placer y plasmación de una neoformación en la
realidad. La constelación pasional está constituida por
un deseo, acompañado de afectos del tipo de los celos, terror, humillación,
de los cuales el yo intenta sustraerse mediante una conjunción de actos.
La trama sobre la que se sustenta el entretejido de la pasión se constituye
por: las erogeneidades en juego, las defensas predominantes, la hipertrofia
del afecto y la tramitación de éste en una intensa actividad.
El afecto, constituye la parte del sostén identificatorio, como cuando
alguien afirma de sí, "soy un apasionado de". En "Dostojevski
y el parricidio", Freud dice que "(…) de acuerdo con la relación
de fuerzas entre las exigencias pulsionales y las inhibiciones que las contrarrestan
(más las vías de sublimación disponibles) habría
que clasificar a Dostojevski como uno de esos caracteres llamados "apasionados"
(triebhaft) (…)".

La pasión se acompaña regularmente de una desmentida del
juicio que tiende a disminuir el prestigio y valor del objeto de la pasión,
previamente investido como ideal. Sucede algo semejante al enamoramiento, tiene
eficacia en lo anímico, promueve perversiones y cancela represiones.
Brevemente se pueden caracterizar las múltiples formas de pasión
tomando en cuenta: a-La consumación o no de la meta sexual de
modo directo. Se puede singularizar por el esfuerzo de consumación o
por el contrario la renuncia. La pasión puede liberarse en relación
con el objeto, pero no necesariamente en contacto con su cuerpo.b-El tipo de
pulsión parcial que se tramita. Por ejemplo en la fijación pre-oral
intrasomática, deviene en la pasión numérica especuladora
remanente de carácter regresivo ante la imposibilidad de sostener vínculos
humanos. En la fijación oral primaria deviene en la pasión cognitiva
por develar incógnitas abstractas. En la oral secundaria se expresa como
la pasión amorosa de consubstanciación con el objeto. En la anal
primaria se manifiesta como la pasión justiciera vindicatoria. En estas
pasiones, la debilidad de la ensambladura psíquica, es fácilmente
arruinada, porque no se tolera el displacer como forma de ser. En la fijación
anal secundaria puede devenir en la pasión por coleccionar, en la fálico
uretral pasión por la aventura y en la fálico genital, pasión
estética. Naturalmente, en la clínica las formas son mixtas, cambiantes
y de articulación variable. b-La magnitud del sentir. Puede
ser: mesurada (con un vínculo de ternura intenso), media (pasional, con
desborde), intenso (con abolición de la mesura, de los matices y con
signos de intoxicación). Desde el punto de vista vincular, el apasionado
promueve que los otros se distribuyan en torno de la desmentida y el esfuerzo
por sostener la idealización del objeto, rechazando aquello que pueda
denunciar alguna diferencia entre el objeto de la pasión y el ideal.
Esta promoción de ciertas posiciones para el otro, corresponde al criterio
de Freud de "Psicología de las masas…", (modelo, objeto,
auxiliar, enemigo), con una regresión del yo y el privilegio de la afectividad
sobre el pensar.La pasión creadora implica mayor autonomía intrapsíquica
y menor dependencia de la vitalidad ajena, con diferentes posibilidades de procesamiento
y destino. ¿Qué sucede cuando la pasión sin sublimación
claudica? ¿Cuando el Superyo no reconoce al yo a pesar de la sumisión
de éste y le exige mayor goce?, ¿Cuando ya no es posible tramitar
una voluptuosidad desenfrenada? Puede tener diversas derivaciones (según
el punto de fijación).

A manera de ejemplo puedo señalar que en la fijación pre-oral
intrasomática, puede devenir en una manifestación psicosomática
o en accidente. Si la fijación es oral primaria, puede desembocar en
adicciones o en las pasiones místicas (de religiones exóticas)
que al fracasar derivan en el alcoholismo o en la drogadicción. Surge
el proceso tóxico cuando claudica la posibilidad de ligar la pulsión
con algo en el mundo. El afecto hiperintenso no alcanza para satisfacer; en
lugar de cancelar la urgencia pulsional, promueve una mayor exigencia de trabajo
y mayor tensión. Mientras la pasión subsiste, hay un matiz afectivo
y conciente, cuando se intensifica surge la intoxicación sin cualidad,
hasta el estallido catártico. Este puede intercalarse con la pasión,
y así alternarse pasión, intoxicación y descarga. En la
intoxicación, se interfiere la capacidad de producir por proyección,
un espacio sensorial sobre el cual podría recaer la investidura pulsional.
Al no constituirse el universo sensorial, surge un conglomerado sin proyectos
alternativos. Un estado de embotamiento en que ya ni el objeto de la pasión
es suficiente para satisfacer y ligar las exigencias libidinales. Entonces la
desestimación sustituye a la desmentida. Surgen los celos delirantes,
los amores tempestuosos como esfuerzo para sustraerse del riesgo de intoxicación
libidinal. Puede seguirse de una manifestación orgánica, con un
vínculo esclavizante con otra persona, aparentemente violenta y posesiva.
Esta persona es alimentada por proyección del sujeto apasionado. Lo que
en verdad sucede es que la pulsión proyectada, queda representada por
un objeto. Este retorna como alguien del mundo que impone la sumisión
del apasionado. Se dan entonces vínculos interindividuales con pasión
y estados tóxicos que se alternan. Cuando queda estancamiento con restos
pulsionales no ligados ni descargados, el Yo, pasivo ante la pulsión
padece afectos automáticos y no desarrolla matices. No hay proyección,
ni objeto ni circunstancia que resulten investidas. En este caso un fragmento
del cuerpo, siempre presente, se presta para la afección psicosomática-

CAPÍTULO 3.

El tema de la velocidad

La revolución avasalladora de la información, ha provocado una práctica, la abolición de las distancias y del tiempo. Bajo su impacto la aldea global es una realidad. Como todas las invenciones destinadas a promover el bienestar general, tiene su lado débil, Freud, (1930a). Hace 2200 años, el cartaginés Terencio decía que "Soy hombre y por lo tanto, ninguna cosa humana me es ajena", hoy podríamos decir que es el profeta de la globalización. El fenómeno genera una simultaneidad de causas y consecuencias a escala planetaria. El sueño de la aldea global deriva en insomnio, o tal vez en pesadilla para la mayoría de la humanidad, cuyos integrantes nos encontramos absortos y las más de las veces incapaces de entender o de explicar porque un cimbronazo en Rusia afecta a un vecino de un minúsculo pueblo de cualquier país. La superabundancia de información se corresponde con una escasez creciente de atención, muchos oyen pocos escuchan, todo el mundo ve pocos miran, predomina la cantidad por sobre la cualidad y los matices, muchos repiten y pocos saben. La instantaneidad gobierna a nuestra sociedad hambrienta de estímulos la cual está abierta las 24 horas. Las radios, los canales de TV, los bares, las fruterías, los taxis, los colectivos, todo funciona en continuado. Un mismo fenómeno puede ser observado a la vez en Hong Kong y en Nueva York. No sabemos aún si como están las cosas, no se avecina una generación de insomnes y si el enloquecido ritmo de vida es el causante de los dislates de nuestros ritmos circadianos. El culto de la velocidad llegó a tales extremos que en la era del video clip, muchas de las imágenes que recibimos están incluso por debajo del nivel de la percepción y son sólo destellos para el ojo de la mente. Hace tiempo nuestros abuelos nos legaron la conciencia de que el mundo era ancho y ajeno. Cada quién podía ser el arquitecto de su propio destino. La vida se ceñía al barrio y con abordar un tranvía nos convertíamos en argonautas de la globalización. En aquellas épocas de precariedad tecnológica, Hitler y Nagasaki eran estertores de una lejana intolerancia. Está visto que la simultaneidad, la instantaneiad, la globalización generaliza la vieja neurastenia. Nos ubica a todos en las fronteras de cualquier desatino, de manera que los estornudos de cualquier punto del planeta resultan de una contagiosidad inmediata. La actualidad es tan vertiginosa y cambiante que no nos permite reunirnos en un café para charlar de cualquier cosa, o jugarnos una partida de truco.

En los psiquismos individuales influye la cultura y desde ésta, la ideología dominante. Pero ésta afirmación es válida si se tiene en cuenta que la eficacia depende no sólo de lo social, sino del procesamiento intrapsíquico. Los estímulos, las vivencias accidentales, son eficaces si se articulan con la individualidad de los procesos pulsionales y la necesidad del esfuerzo psíquico que conduce a la autoconstrucción de procesos anímicos, Freud, (1915e, 1923b).Nuestra "aldea global", se rige por el criterio de simultaneidad. Las nociones de tiempo, velocidad y espacio, por obra de las modernas comunicaciones han sido reducidas al extremo tal que rige el criterio, mágico de que "se piensa, se desea y se tiene". Este tipo de lógica opera con el criterio de la simultaneidad correspondiente al autoerotismo, y solo tiene vigencia en los procesos de pensamiento, en donde deseo y satisfacción alucinatoria son simultáneos .El aumento de la cantidad pulsional y/o de estímulos exteriores no tramitados por carencia del asistente original, impide discriminar matices y calidad, el ritmo vertiginoso es intoxicante para el psiquismo. La cantidad termina por arrasar la posibilidad de comunicación verdaderas, y consolidación de vínculos debido a la urgente necesidad de descarga de cada quién. Con la cantidad, las personas pierden individualidad, y sólo son números.

En los orígenes de la cultura el número es lógicamente anterior a la letra. En la historia de la escritura el número fue empleado de modo sucesivo de dos formas: primero para expresar cantidades, y luego para fechar, en cuyo caso se privilegia la función de la historia de ciertos individuos y grupos. Este segundo uso del número incluye la temporalidad y la identificación. En la medida que en nuestra cultura actual los números son usados con fines contables y no identificatorios, las relaciones tienden a transformar a los otros en números sin nombre en la memoria ajena. Se pierden los nombres y con ello la posibilidad de acceder a una identidad. Las relaciones solo son, en su mayoría, "contactos". Se circula de un espacio a otro, estableciendo "conexiones". Espacios y tiempos regidos por frecuencias, números, ritmos, intereses y ganancias. Los vínculos retrogradan a vínculos narcisistas en que el prójimo, suele ser instrumentado como auxiliar, Freud, (1921c). Las relaciones no son de "ser como" (identificarse con el ideal), sino de "tener y usar a", (vínculo posesivo y desconsiderado). En tales regresiones y vínculos, se advierte la eficacia de la pulsión de muerte.

La discontinuidad es fundamental en la producción anímica del tiempo, y deviene del movimiento pulsional de investidura periódica y la desinvestidura posterior. Con la investidura surge la conciencia, y ésta desaparece, cuando la investidura se interrumpe. Dinámicamente entonces, el flujo y reflujo libidinal, que genera la discontinuidad, necesita de dos lugares diferentes como requisito; por ejemplo la tensión devenida de las relaciones intercelulares, la constitución de los lugares psíquicos o la apertura de las zonas erógenas. Cuando aumenta la cantidad del flujo por tramitación insuficiente de la misma, el ritmo se acelera y con ello dejan de marcarse las diferencias de tiempo, es decir la fundamental discontinuidad. Sobreviene el estancamiento, la intoxicación pulsional, la falta de ligadura psíquica y la descarga. La velocidad y sus diferencias generan el pasaje de la lógica de la simultaneidad, a la analogía donde impera la palabra. La aceleración de los ritmos produce el acortamiento de los ciclos, el amesetamiento y la disminución del espacio temporal entre éstos, con lo cual "todo es igual". Se acompaña de sentimientos de aburrimiento, hastío, que intentan paliarse con el tener diverso y acelerado. Los objetos mundanos son rápidamente expulsados sin disfrutar y transformados en desechos, símil al generado por acumulación pulsional. La autopercepción de la aceleración, crea la sensación relativa de que las cosas pasan más lentamente en relación al tiempo propio con sentimientos de impaciencia. La menor capacidad de ligar la pulsión por falta de introyección del asistente original provoca la acumulación y la intoxicación que estimula la descarga, ésta potencia la ya producida por pérdida de ritmo. La exterioridad plasma el conflicto interior, y hoy todo es bueno si es instantáneo. Se usa, se tira y se acumula basura comprometiendo la ecología. Realidad externa e interna coinciden. La ecología y la economía intrapsíquica están abrumadas por desechos no procesados que tienen efectos tóxicos. En la institución familiar es posible observar el resultado de los esfuerzos intrapsíquicos e interindividuales por procesar las triples exigencias, las instintivas las exigencias de la realidad y las derivadas de las tradiciones. En aquellas situaciones en que claudica la posibilidad de tramitar las exigencias pulsionales por déficit o ausencia materna, éstas según las hipótesis Freudianas se vuelven tóxicas. Lo verdaderamente tóxico es la pulsión y esto se da cuando el yo inerme ante ella no la puede tramitar ni en forma motriz ni psíquica, Freud, (1895b, 1898a, 1912f). Cuando ocurren estos estancamientos libidinales surgen afectos desbordantes de los cuales Freud describió la angustia automática (1926d). En todos ellos prevalece la misma característica: que la magnitud de los procesos pulsionales estancados es tan grande, que desborda la posibilidad de que la conciencia, registre los estados afectivos correspondientes. Se dan emociones, cuya intensidad imposibilita captar el tono psíquico, las variedades de matiz, Maldavsky, D,(1990).El yo real primitivo del infante queda abrumado por la pulsión e impedido de tomar conciencia de la vitalidad de los procesos pulsionales y del núcleo de la propia existencia. La conciencia inicial del sentirse vivo queda interdicta cuando quién está a cargo del infante carece de empatía o ternura. La familia es la encargada de brindar el sustento para desplegar la fractura en el ello y diferenciarlo del yo, facilitando la inscripción del matiz afectivo en la conciencia como contenido de la misma. La imposibilidad de sentirse vivo resulta de la falencia en las primeras relaciones objetales. Se puede intentar suplir con estímulos espurios tales como las adicciones, el consumo acelerado, el incremento e operaciones económicas o el trabajo creciente sin freno. El tener es usado a la manera de seudopulsión para buscar el afecto no sentido y sustituir la ausencia del sentimiento de ser.

Las funciones fallidas o no surgidas del yo real primitivo buscan sustituirse por drogas que pueden clasificarse según las funciones que intentan suplir: sustitución del sueño (barbitúricos); mantenimiento del estado placentero de base (ansiolíticos, antidepresivos); perturbación de la motricidad voluntaria (cocaína); percepción y afectividad (marihuana, opio, LSD, anfetaminas).

En un polo menor de la escala se encuentran las adicciones al trabajo, honores, deportes, al éxito fácil y al dolor, (vía accidentes por ejemplo), como un intento supremo de recuperar el sentimiento de estar vivo.

El matiz afectivo deriva de la introyección del soporte materno, y el sentimiento de sí es un conjunto caleidoscópico que reúne diversos matices afectivos productos de la identificación. Provee un bienestar básico que sustenta el sentirse vivo, la captación de la propia vitalidad y la ajena y la capacidad para estar solo, Winicott, (1958). El matiz afectivo, si bien es un producto intrapsíquico importa para su constitución el enlace con un otro diferente, de manera que el matiz es representante del ensamble pulsional y la realidad.

La ausencia de una función paterna conspira para que sobrevenga la diferenciación madre hijo. Nuestra cultura estimula esta ausencia con la falsa promesa de "pertenecer" y alcanzar metas imposibles de satisfacer. Ante la falta del tercero que imponga la separación, madre e hijo continúan operando con el supuesto de una unicidad orgánica, pero además con funciones invertidas y el niño es tomado por su madre, como lugar para la descarga de sus procesos tóxicos. En estas familias se parte de un supuesto: pertenecer a la misma confiere el derecho de tomar al cuerpo del otro como propio según se evidencia por ejemplo en las situaciones de maltrato infantil. El hijo, y en particular su cuerpo, no constituye un bien social sino un patrimonio personal, sobre el cual es posible obrar según el capricho. La falta de una función paterna reordenadora es sustituída por el despotismo. La ausencia permite el mantenimiento de una simbiosis patológica previa. Esta constelación permite la confusión y un enlace narcicista entre los miembros del grupo, que opera como defensa contra la admisión de las pérdidas. La constelación psíquica dominante privilegia el narcisismo y rechaza una ley que regula los vínculos inmediatos, con una característica específica cuando predominan los procesos tóxicos. Esta característica singular que rige la indiferenciación puede ser enunciada con la siguiente frase: "Carne de mi carne, sangre de mi sangre", Maldavsky. D. (1991a).

Cuando Freud analiza el cuerpo como fuente pulsional formula un criterio descompositivo en partículas. Estos establecen entre sí vínculos basados en la existencia de elementos comunes, y diferencias específicas. Por lo tanto la unión entre tales partículas crea una tensión, opuesta a la pulsión de muerte. En este nivel, el encuentro con lo diferente preserva del aniquilamiento porque si tales partículas viven rodeadas por sus propias deyecciones, mueren irremisiblemente en un proceso tóxico. Sólo se puede conservar la vida, si ésta transcurre entre productos segregados por partículas diferentes. Freud conjeturaba que también era necesaria una coraza de protección ante los estímulos exteriores al cuerpo, y también la posibilidad de expulsar fuera del organismo, aquellas excresiones que en lo interior se volvieran tóxicas, para interponer luego ante ellas la mencionada coraza. Podríamos decir que si falla el criterio expulsivo o la coraza antiestímulo, un sector del organismo pasa a funcionar como depósito potencialmente explosivo de las toxinas generales. En determinados momentos de un grupo, opera una lógica por la cual los distintos integrantes constituyen partes de un cuerpo único, como si estuvieran todos unidos por un cordón umbilical, y uno de los integrantes, o varios alternativamente, ocuparan el lugar de coraza o el lugar en que ocurre la descarga. El agente gracias al cual se logra sostener este criterio está constituído por un erotismo despertado con exageración. Este en lugar de investir la exterioridad puede tomar al cuerpo como objeto. Puede pensarse que en cada aparato psíquico existe un momento primordial en que el yo aún no se ha desprendido del ello, y en que la libido inviste a los órganos y luego emigra hacia las zonas erógenas. Cuando en un movimiento regresivo toma al cuerpo como objeto, la exterioridad que le corresponde es de naturaleza rítmica. En esta importa no la cualidad del estímulo sino la frecuencia, la captación de ritmos indica la indiscriminación inicial. Se va produciendo una articulación entre ritmo, número, ganancia; típico de los enfermos psicosomáticos de quienes se dice que "hacen números" como un intento de recuperar su propio ritmo. La ganancia que obtiene, suelen pagarla con salud (con una "libra de carne") y en la búsqueda del plus de ganancia, ("plusvalía") el precio es la salud. En tales ocasiones muy arcaicas del desarrollo libidinal, ciertas actitudes familiares intrusivas o abandonantes, promueven un mismo efecto: despiertan grandes intensidades voluptuosas, en lugar de registros sensoriales de la exterioridad.

En algunos casos, existe una coincidencia marcada entre las relaciones interindividuales y alguna de estas organizaciones intrapsíquicas, pero en otros casos esta diferencia es grande. Sin embargo, aún cabe destacar que muchas de las vivencias infantiles sólo a posteriori, al surgir fases más estructuradas de la organización del yo, se vuelven incompatibles entre si, pero ya no como vivencias sino como huellas mnémicas, y esto hace que sean imposibles para el yo tanto el cuestionamiento de la contradicción cuanto la fuga.

En efecto, las paradojas se transforman en eficaces a medida que el Pc. se organiza como estructura con sus propias leyes, es decir, en la fase fálica, pero sobre todo, a partir de la latencia y la adolescencia. Antes de la etapa anal secundaria, el otro, psíquicamente no tiene status de permanencia y de irrevocabilidad, como lo tiene luego. En éste período el infante es más vulnerable a la influencia del medio, puede ser confundido, inoculado, y transformado por las influencias que ejercen el medio.

Recordemos lo que decíamos antes; Freud, (1915c,1917d, 1923b,1925h), considera: el yo real primitivo, el yo-placer purificado, el yo real definitivo, el superyo-ideal del yo.

El primer yo, tiene como función distinguir entre un adentro y un afuera. El estímulo perceptual puede ser eliminado o recuperado mediante una acción, en cambio el pulsional exige tramitaciones y acciones específicas, Freud, (1930a). Inicialmente es la madre, o la familia, o aquellos que tienen a su cargo el cuidado del niño, quienes con empatía y ternura funcionan como coraza antiestímulo. Regulan con su presencia las incitaciones de los estímulos mundanos; y cualifican los estímulos pulsionales endógenos. La ausencia materna deja al yo primitivo abrumado por la pulsión y los estímulos externos. En consecuencia se produce la abolición del matiz afectivo. Este es indispensable para establecer una diferenciación en el ello, y abre el camino a la separación del yo. La pulsión, carente de procesamiento, no puede abrirse camino en la conciencia como cualidad. Solo le resta la descarga con criterio puramente orgánico. La perturbación en la constitución y el funcionamiento del yo real primitivo como estructura inhibitoria, implica que las alteraciones internas no se rigen por el principio de constancia, sino por el de inercia propio de la pulsión de muerte. El yo del infante, mayoritariamente abandonado por imperio de exigencias culturales, (ausencias debidas al trabajo para sostener el consumismo, trabajo para satisfacer necesidades de subsistencia mínima debido a una distribución injusta de la riqueza, etc), sufre de una invasión de cantidad. La experiencia de pasiva, es transformada en activa por el yo, mediante la agresión y la destrucción, Freud, (1931b). La interferencia en el desarrollo del yo real primitivo, se hace evidente en el desarrollo patológico de los demás yo. Entonces falla en el yo-placer el juicio atributivo (aquel que distingue si algo es bueno o malo, útil o perjudicial); en el yo real definitivo, el juicio de existencia; y en el superyó el juicio valorativo y ético.

La interferencia en el juicio del yo-placer impide discernir si algo es acorde con la autoconservación o amenazante para la propia existencia. Cuando se constituye el superyó, la perturbación del fragmento que discierne placentero de displacentero, culmina con la constitución de un superyó sádico que impone al yo un goce masoquista.

Se ha enfatizado lo que es más evidente: la actitud, el deseo, o el discurso del contexto como factor ideologizante, y se ha dejado a un lado el interrogante acerca de cómo dicha actitud o dicho discurso se vuelve eficaz en un aparato psíquico en formación. ¿Cómo es que un Yo prepara y anticipa esa influencia presuntamente objetiva? Freud afirma que en un principio no existe nada parecido a un Yo, dado que sólo hay pulsiones parciales que se satisfacen de un modo autoerótico, autónomas unas de otras. La literatura psicoanalítica postula que la operación psíquica que engendra un yo a partir de este estado de dispersión erógena es la identificación, pero de hecho lo que afirma Freud es que ocurre una síntesis de las pulsiones parciales, o bien que se desarrolla una nueva "acción psíquica". Es decir, la identificación parece relacionarse con esta acción psíquica, puramente interna, y tiene un valor de síntesis, de articulación entre las diferentes pulsiones parciales. Ligadura que es lograda por un desplazamiento pulsional, como el que corresponde al pensar inconciente. La función de la identificación primaria, ésa nueva "acción psíquica", consiste en ganar un Yo. Sobre éste recae la investidura libidinosa y de autoconservación. Tal unificación erógena parece promovida por el empuje de las necesidades, de las pulsiones de autoconservación y las investiduras libidinosas narcisistas de los órganos en que se registran las grandes necesidades. Tales identificaciones primarias interesan al ser, al sujeto del Yo, y su desarrollo implica que este Yo alcanza el sentimiento de sí mismo. La identificación primaria ocurre en un vínculo con un objeto puesto (por proyección) en la posición de modelo o ideal para el Yo, el cual pretende configurarse acorde con aquél. En el modelo o ideal, en aquello que desea ser, el Yo encuentra un promesa de su propia configuración por venir. El modelo antes mencionado no está constituído por una realidad objetiva, un padre o una madre que con sus rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En consecuencia, los rasgos y enseñanzas de las personas que rodean a un infante se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del niño. La eficacia psíquica de los estímulos contextuales en un Yo en constitución, deriva de que dichos estímulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el Yo. Posteriormente esos estímulos se incluyen en la identificación. La falta de la identificación yoica con los procesos pulsionales, debido a la ausencia del contexto que lo facilite, conlleva un abrumamiento, con indiscriminación yo-no yo. Hay una falta nuclear de matiz afectivo. La ausencia de la función paterna los convierte en Self made man, con una huída evolutiva hacia adelante, con aparente empatía, precaria identificación, escasos recursos para responder a la triple exigencia (realidad, superyo, ello). Disfrazan su indefensión con un sobresfuerzo especulativo, y se hacen adictos a personajes que les dan datos, números. Se sostienen por las fuerzas del tener, del poder económico, del poder político, del poder científico, pero a merced de otro que les pone en peligro la precariedad del edificio identificatorio y a quién deben aplacar. La fachada de sobreadaptación, la mentira, el despliegue de una fachada ante otro que tenga poder, el sentimiento contratransferencial de falsedad que registra el interlocutor, (esto es que no resisten preguntas que cuestionen la esencia de sus argumentaciones), la retracción con fachada de conexión, el mutismo encubierto por un discurso sin consistencia; todos ellos se observan fenoménicamente como falta de vitalidad. El hecho original de estar desconectado de los procesos pulsionales crea un sentimiento de desarraigo, de falta de "raíces".

La sustitución de la identificación primaria es una seudoidentificación. Es ambigua, como-si, imitativa, protésica, frágil, con sentimiento de inautenticidad. Necesita sustentarse en apoyaturas espúreas basadas en el tener tan exaltadas en nuestra cultura globalizada .¿Qué es lo nuevo?. Es una intelección, a partir de la cual el psiquismo percibe algo que antes no veía. La interpenetración cultural que genera la simultaneidad de la globalización, tiene a los iniciadores como emisarios de lo nuevo cultural. Nuevas ideas, informaciones, tecnologíacienciaartealimentos, vestimentas, industrias, nuevas culturas empresarias y del trabajo, (solo por nombrar algunos ejemplos), son introducidos por modernos "adelantados". Estos, incluyen el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes la mente no tenía, y que está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible. La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud en "Sobre la conquista del fuego" (1932a). Es que los procesos pulsionales necesitan ser postergados porque sólo así puede accederse a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como catástrofe anunciada. Finalmente, lo nuevo es proyectado y hecho venir desde la exterioridad. Este pensar, es capital en el desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica a los procesos pulsionales. Así como las letras confieren un nombre, y con él, la posibilidad de acceder mediante la identificación, a la condición de sujeto, el número interfiere esta posibilidad. Y el mundo globalizado, tal como se concibe hasta ahora, sostiene los números de carácter mercenario no aptos para la identificación.

Las culturas que nos llegan, tienen un carácter especulativo. Piensan en números, sacan ganancias y extraen diferencias a costa de los nuevos territorios .En la historia de la humanidad la creciente complejización social engendró diferentes conflictos en que ciertos grupos sojuzgaron violentamente a otros y requirieron de ciertas lógicas más refinadas para poder pensar relaciones sociales de mayor complejidad. La anécdota bíblica acerca de cómo Moisés y los suyos impusieron al pueblo judío los diez mandamientos por sobre la adoración del becerro, pone de manifiesto, además, que la última expresión de una lógica y la primera que sustituye a la anterior quedan igualmente aniquiladas .Es posible que en esta historia bíblica se dé la articulación entre tres tipos de ideal y consecuentemente entre tres tipos de representaciones-grupo. Uno de ellos es totémico, y tiene que ver con la adoración de becerro, y otro es religioso, como el que pretendía imponer Moisés. El tercero es mítico, intermedio entre los otros dos, y correspondía a la sobreinvestidura de un héroe como líder, tal vez Moisés mismo. Su ausencia determinó la regresión desde una organización mítica hasta una totémica, y su retorno impuso un paso a la producción de un ideal religioso, Maldavsky. D, (1990), Piaget. J, (1942, 1957, 1959). En relación con la destrucción de la última formación de un ideal y la primera del siguiente, parece tratarse de una necesidad inherente al devenir psíquico, como consecuencia de la elevación de algo o alguien desde la categoría de lo cotidiano hasta un lugar diferente, como ideal. Por otra parte, en estas propuestas más complejas de pensar lo social se requirió de la producción de textos escritos, sea bajo la forma de jeroglíficos, de silabarios en complejidad creciente. Hoy, la complejización es expresada por el nuevo lenguaje, el computacional .Hay una violencia que forma parte del cambio, que no se puede ahorrar. No diría inevitable. Pero hay una violencia

CAPÍTULO 4.

Didactogenia

a- ATAQUE A LA MENTE INFANTIL. Aunque este apartado se refiere al ataque a la mente infantil, mi intención de fondo es estudiar a las vicisitudes de las mentes de la masas, intelectualmente empobrecida e indefensas por la falta de educación, por conflictos sociales como el hambre, marginaldad, discriminación por etnias, pasión de multitudes en un contexto rígdo y conducidos por lideres autoritarios y carismáticos y demagógícos.

a-ENSEÑAR, GOBERNAR, CURAR, UNA TAREA IMPOSIBLE.

Prólogo.

En su artículo "Prefacio para un libro de August Aichhorn", (1925f), dice Freud: "[…] tempranamente había hecho mío el chiste sobre los tres oficios imposibles-que son: educar, curar, gobernar- […]". Intentaré dar cuenta porque, a mi entender, se afirma que estas son tareas imposibles-na tarea -La enseñanza, implica generar proyectos para la formación de ideales. Ello exige del educador la renuncia a la satisfacción pulsional, con lo cual la agresión queda libre. Esta puede volverse contra el propio yo, y la pulsión de muerte desarticular lo conquistado en su búsqueda de goces anhelados. De esta manera, hay un peligro constante de transgresión. Esta puede lograr su satisfacción de manera directa, en secreto; o busca fuera el placer prohibido en el ejercicio profesional.

-El educador, el líder, el médico, en adelante E.L.M, se ven en la posición de regular los deseos de cada educando, ciudadano, paciente, en adelante E:C:P; y los suyos propios. Cada ECP y cada E.L.M., tiene su propia lógica, y su trauma específico, derivado de la imposibilidad de recuperar el placer. Placer al que es necesario renunciar para acceder a nuevas conquistas psíquicas. Así entonces, el ELM, se ve sometido a una doble imposición. Una, que regula sus propios deseos. Otra que le pone en la obligación de regular los excesos de los ECP, como parte de la tarea. Debe realizar, constantemente, el esfuerzo de acceder y actuar en consonancia a su realidad. En esta realidad, coincide también su proceso pulsional, y debe transformar éste en un pensar, y expresarlo en palabras.

-El ELM, necesita permanentemente realizar el esfuerzo de aislar y decidir entre el placer y la actividad intelectual, para la cual es invocado. Entre los espacios tabú y cotidiano. Entre el placer y la racionalización. Este esfuerzo sustituye a la necesidad del psiquismo del ELM, de pensarse a sí mismo, como resultante de una satisfacción perdida. En consecuencia no tiene espacio para sí.

-El grupo de ECP, se configura gracias a la renuncia del erotismo exacerbado y al narcisismo de cada uno de los componentes. La configuración del grupo surge por la unión de los diferentes. Así se recompone y revitaliza, neutralizando la tendencia a la muerte por autointoxicación. Cada ECP, cada grupo de ECP genera sus desechos y revive en la unión con otros distintos. Estas nuevas articulaciones generan tensiones y requieren de un sistema complejo de procesamiento. La claudicación de este sistema produce la disolución sea por estancamiento o por estallido, o por ambos. Para sostenerse necesita del liderazgo.

-El liderazgo tiene por función unificar voluntades, cohesionar las unidades, los subgrupos y los grupos. Esta función es incompatible con el placer irrestricto directo. Por su parte los ECP, adjudican al ELM la condición de yo ideal, y como tal, la posibilidad de consumar sin límite sus deseos. Los ECP proyectan en el ELM, sus deseos y éste debe procesar simbólicamente las aspiraciones de los ECP. -Los ECP deben renunciar a su erotismo en aras del fin por el cual están reunidos y al quedar sofocado aquel, es adjudicado al ELM a quien atribuyen la posibilidad de satisfacción de placer, sin límite. Pero el ELM, está limitado por las normas superyoicas propias y contextuales.

-Así el ELM queda en una posición paradojal, la propia renuncia al erotismo, la proyección del erotismo ajeno y la exigencia de sublimar porque es parte de su función.

Resumiendo, constante esfuerzo sublimatorio, aislamiento de espacios cotidianos y tabú, aislamiento entre placer y decisión intelectual, mandato paradojal, acosan al psiquismo del ELM y conspiran contra la posiblidad de pensarse a sí mismo, son algunas de las razones por las que educar, curar, gobernar, es una tarea imposible.

b- Presentación del tema. Una situación frecuente en nuestro
tiempo son las grandes ausencias, las cuestiones que se evitan sistemáticamente
y resultan ser importantes. Son obvias, y por ello mismo, invisibles. Estos
apuntes son para intentar esclarecer una de estas cuestiones, relacionada con
la educación. En "Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci"
(1910, O.C., B.N., 1972, Madrid) en la pág. 1587 dice Freud:

"Una vez terminado este período de investigación sexual infantil, por un proceso de enérgica represión sexual surgen para los destinos ulteriores de la pulsión de investigación tres posibilidades diferentes, derivadas de su temprana conexión con intereses sexuales. La investigación puede, en primer lugar, compartir la suerte de la sexualidad, y entonces, queda coartado, a partir de ese momento, el deseo de saber y limitada la libre actividad de la inteligencia, quizá para toda la vida, tanto más cuanto que poco tiempo después queda establecida por la la educación la intensa coerción religiosa del pensamiento. Es éste el tipo de la inhibición neurótica…" (la bastardilla es mía). Los otros dos destinos que describe Freud de la pulsión de saber son la sublimación y la sexualización. Pero quiero señalar cómo una labor educativa determinada tiene su encuentro con un empuje pulsional, al cual sofoca. En el año 1908, en el Congreso de Psicoanálisis de Salzburgo, Sandor Ferenczi decía: "La educación defectuosa no es sólo fuente de defectos caracterológicos, sino también de enfermedades […] la pedagogía actual constituye un auténtico caldo de cultivo para las neurosis más diversas". Agregaba más adelante:

"Tengo la firme convicción de que el remedio para esta enfermedad de la sociedad radica en la exploración de la personalidad verdadera y completa del individuo […] y como medio preventivo, una pedagogía fundada, es decir, por fundar sobre la comprensión, la eficacia, y no sobre dogmas". El Talmud recomienda el estudio común, y se expresa así: "Las palabras se asemejan al fuego. Así como el fuego no quema solo, así tampoco las palabras subsisten cuando son cultivadas por un solitario…".

A la patología inducida por la enseñanza puede denominársela "didactogenia" por extensión del significado comúnmente atribuido a la palabra iatrogenia. "Iatrogenia", del griego iatrós (médico), significa lo originado en el médico. El uso popular restringe el sentido de la enfermedad producida por el médico. Al respecto, la Academia Argentina de Letras opina así acerca de la validez del término "didactogenia": "En la voz consultada pueden reconocerse los formantes de procedencia griega, 'didacto' y 'genia'. El primero, apócope de 'didáctica', expresa la noción de 'proceso natural de formación' (de lo que se designa el formante inicial), como puede verse en las voces 'patogenia' o 'embriogenia' que aluden a la formación de la dolencia o del embrión respectivamente. Excepcional parece ser el caso de 'iatrogenia' (término no registrado por la Real Academia Española), donde este elemento se emplea como 'lo causado por…'. Sin embargo, conviene recordar que originariamente 'geno' no tuvo el valor activo de 'productor' con el que usualmente se lo asocia a partir de su introducción (1787) en la nomenclatura química. Desde el punto de vista morfo-etimológico, y sin considerar posibles situaciones de empleo, 'didactogenia' aparece pues como un neologismo de cuño científico que, con la ambigüedad señalada, podría expresar la noción de lo originado por la enseñanza." Pero cabe preguntarse, ¿es posible evitarla? Como dice Freud, educar, junto con gobernar y curar son tres tareas imposibles. No todas las enseñanzas generan patologías, así que sería preferible hablar de didactopatogenia. Esto es las enfermedades producidas por la mala enseñanza.

c-Consideraciones previas.

En esta primera parte, enfocaré las enfermedades generadas en el educando por la personalidad narcisista del educador. Aunque también pueden inducirlas otras patologías del ELM, como la obsesiva, la histérica ,etc.

Características del educador narcisista son la arrogancia y la soberbia. Está infatuado en su convicción de estar por encima del educando. Poseedor de la verdad, sin capacidad de empatía ni tolerancia a la frustración, con sentimientos de triunfo, control y desprecio. Poca paciencia, curiosidad, creatividad y posibilidades lúdicas. Deseoso de conseguir poder, no ascendiente. El ascendiente depende del predominio de las condiciones morales, el poder no implica necesariamente ascendiente y puede no tener connotaciones morales. Su poder, en lugar de respeto, genera miedo y provoca sometimiento o un símil de aceptación. Al no tener discriminado poder del ascendiente, cae en el supuesto ideológico de que escuchar a su alumno es "dejarse manejar" Con este supuesto se avala la descalificación, pues ¿qué sentido tiene escuchar a quien no sabe?. No tiene margen para la sorpresa, el asombro, la duda, la inseguridad… o el descubrimiento.

Este trastorno inducido en el educando es culturalmente aceptado como normalidad, y desmentido como patología. Se puede producir así una normalización de la patología. Se pone de manifiesto cuando la pulsión se saber del educando y una forma particular del educador, hacen su encuentro. No me refiero al docente en particular, sino a una gran mayoría de personas que, en función educadora, tienen o tenemos, algún rasgo de éstos.- politicos, funcionarios periodistas, locutores, en fin todos aquellos que desde una posición asimétrica tienen la posibilidad de ejercitar un poder ideologizante.

Tampoco todos los educandos sufren iguales consecuencias. Otra cita de Freud para sustentar este punto de vista: en "Nuevas aportaciones al psicoanálisis", 1915, O.C., B.N., 1948, pág. 857: […] se tratará, pues, de decidir cuánto se puede prohibir, en qué épocas y con qué medios. Y luego habrá de tenerse en cuenta que los objetos de la influencia educadora entrañan muy diversas disposiciones constitucionales; de manera que un mismo método no puede ser igualmente bueno (o malo) para todos los niños" (el agregado de paréntesis es mío)

d-EL EDUCADOR NARCISISTA (Desmentida. Desestimación. Creencia en el educador)-

Introducción El educador narcisista tiene un conflicto básico:

La realidad que le impone el educando marcándole la castración; la pérdida de la omnipotencia, las diferencias.

Intenta anular mediante la desmentida el sentimiento de aniquilación producido por la desidealización del padre; trata de sostener la ilusión de que hubo un genio del cual él es el portavoz.

La desmentida es un mecanismo de defensa que tiene por objeto defenderse del juicio de la realidad exterior, cuando ésta es traumática para el psiquismo.

Entonces el yo tiene registro perceptual, pero despoja el contenido displacentero de la percepción y lo sustituye por otro placentero.

Fuerza esta ilusión que tiene de sí en el educando, pero cuando éste mediante preguntas, le desacredita la relación con el genio, el educador se vuelve autoritario para sostener que hay alguien omnisciente.

El educador suele transformar en activo lo que sufrió pasivamente. Podemos inferir un momento inicial en que la realidad para el niño, luego educador narcisista, perdía coherencia y no la entendía.

Posiblemente porque sus padres sellaban las preguntas, interfiriéndole el desarrollo y la investigación. Quedaba con falta de comprensión, y este fracaso se mantiene como compulsión repetitiva. (La compulsión repetitiva está al servicio del instinto de muerte. Una y otra vez, las situaciones traumáticas originales se reiteran, parecen diferentes por los diferentes ropajes que adoptan, pero son, en su estructura, idénticas y delatan la falta de cambio psíquico).

A. –Las defensas básicas en el educador narcisista son la desmentida y la desestimación.

Cuando desmiente, necesita crear en una exterioridad determinada algo para suplir el déficit. Más adelante me ocuparé de los dobles que el educador intenta ubicar en el educando.

a. Con la desmentida, el educador pretende refutar la realidad del educando e intenta que éste desestime. Se impone a esta altura algunas consideraciones metapsicológicas acerca de este mecanismo de defensa.

Para Freud, las estructuras psicopatológicas se distinguen entre sí sobre la base de la organización específica de un tipo de preconsciente, ya que lo inconsciente está constituído por una serie de contenidos y organizaciones formales universales.

En cambio, el preconsciente está ligado más específicamente con las variaciones genéricas (estructuras psicopatológicas) e incluso singulares (las que acceden a la conciencia), y sobre él operan diferentes mecanismos de defensa que son los determinantes inmediatos de dichas variaciones.

Deslindaré una serie de mecanismos defensivos que surgen en la fase fálica, precisamente ese momento en la organización del aparato psíquico en que el preconsciente comienza a tener creciente vigencia.

Estos mecanismos son: identificación secundaria, represión, desmentida y desestimación.

Todos ellos surgen ante el registro traumático de la diferencia de sexos, sobre todo ante el juicio de desatribución del pene (falo) a la madre, y ofrecen medidas defensivas ante el trauma, al cual de uno u otro modo perpetúan.

En los casos en que predomina la represión, los cuadros clínicos corresponden a la neurosis de transferencia.

Si predomina la desmentida, en cambio, nos encontramos dentro del ámbito de las caracteropatías narcisistas .En realidad, todas estas categorías (neurosis de transferencia, caracteropatía narcisista) son ideales, ya que en los hechos sólo encontramos articulaciones cambiantes entre estas diferentes posibilidades.

Según Freud, en última instancia, todas las defensas poseen una estructura similar, en la cual existen dos movimientos: fuga de lo displacentero y sustitución. Dentro de este modelo general, es posible diferenciar los distintos mecanismos defensivos a partir de siete puntos:

1) ante qué surge la defensa; 2) cómo se realiza; 3) qué se pone como sustitución; 4) cuál es el destino de aquello ante lo cual la defensa surge; 5) cuál es el destino de lo puesto como sustitución; 6) cuál es la estructura que genera la defensa; 7) cuál es el desarrollo de afecto en el yo a partir del cual ésta surge.

La represión primordial surge ante los deseos incestuosos, mientras que la desmentida se erige frente a un juicio traumatizante ligado a una percepción, que amenaza romper con el vínculo de identificación primaria, de ser.

En el caso de la represión, el modo de realizar la defensa implica una modificación en el yo-placer, que debe defenderse de la amenaza de castración.

En el caso de la desmentida, la estructura del yo-placer se mantiene a costa de rechazar fuera un juicio.

Lo puesto como sustitución en la represión consiste en una representación Pc. obtenida por procesos cuyo fundamento son las transformaciones con un valor analógico.

En la desmentida lo puesto como sustitución es una representación Pc, que surge de procesos lógicos cuyo fundamento distintivo son las transformaciones surgidas de la contigüidad (simultaneidad y actividad) que deben conciliarse con las analógicas.

El destino de la representación desmentida consiste en pasar al exterior del yo, a otro yo, hostil; en cambio, el destino de la representación reprimida es pasar a lo inconsciente.

El destino de lo puesto como sustitución consiste: en la represión, en reaparecer como retorno de lo reprimido; mientras que, en la desmentida, consiste en cambiar de signo, en convertirse en siniestro.

Aclaremos también en qué consiste el trauma fundamental ante el cual desmentida y represión evidencian dos posiciones diferentes del yo.

Freud sostiene que el niño, en la fase fálica, anhela (y no desea, puesto que el deseo consiste en una investidura representacional lógicamente diferente) ver el pene materno, el falo supuesto en ella. La investidura de anhelo implica la proyección de una posición, la del ideal, en otro; en ella coexisten narcisismo y egoísmo. Vale la pena citar aquí a Freud (1910):

"Antes que el niño cayera bajo el imperio del complejo de castración, en la época en que la mujer conservaba pleno valor para él, empezó a exteriorizarse en él, un intenso placer de ver, como quehacer pulsional erótico.

Quería ver los genitales de otras personas; en el origen, probablemente para compararlos con los propios. La atracción erótica que partía de la persona de la madre, culminó pronto en la añoranza de sus genitales, que él tenía por un pene. Con el discernimiento, adquirido sólo más tarde, de que la mujer no posee un pene, esa añoranza a menudo se vuelca súbitamente a su contrario, deja sitio a un horror en que la pubertad puede llegar a ser causa de la impotencia psíquica, de la misoginia, de la homosexualidad duradera.

Pero la fijación al objeto antaño ansiosamente anhelado, el pene de la mujer, deja como secuela unas huellas imborrables en la vida anímica del niño que ha recorrido con particular ahondamiento esa pieza de investigación sexual infantil" (págs. 89-90).

El juicio traumatizante ligado a la percepción de la diferencia de sexos genera un desarrollo de afecto complejo, el horror, ante el cual en el yo surgen la desmentida y/o la represión primordial.

Pero mientras que la desmentida parece surgir a partir de un desarrollo de afecto (el sentimiento de aniquilación del yo), la represión surge ante otro diferente: la angustia de castración.

Hay que preguntarse también quién realiza la defensa.

Considero que es el yo. Pero cabe señalar dos puntos: 1) existen para Freud tres estructuras yoicas: el yo real primitivo, el yo-placer purificado, y el Yo real definitivo, además del superyó y el ideal del yo; 2) existen, además, cuatro teorías en la obra de Freud para el análisis de estos diferentes yoes.

En la desmentida el yo-placer purificado se sostiene usando a su servicio una parte del Pc. y rechazando el resto en el yo real definitivo, momento en que ocurre la escisión.

Aquello que se coloca en dicho lugar ocupa la posición de un ayudante para el sostén del yo-placer purificado, investido como omnipotente.

En algunos casos, pues, la desmentida está al servicio del sostén de una idealización de otro, ubicado como garante del ser del yo, por lo cual se crea un vínculo en que uno (el Yo) sostiene la investidura del otro (del modelo), quien a su vez inviste al yo como elegido, como salvador. (Más adelante veremos cómo opera esta conceptualización teórica en las relaciones del educador y el educando). En otros casos, en cambio, la desmentida opera para oponerse a la admisión de la diferencia con respecto al ideal.

La desmentida suele implicar algún tipo de modificación contextual, en que alguien queda investido como ayudante del Yo para que éste sostenga a otro como ideal, o a sí mismo como idéntico modelo.

El yo-placer que desmiente se rige por este tipo de lógica, en que domina vista y oído.

Caben dos aclaraciones generales. La primera se refiere al papel del yo en relación con la defensa.

El hecho de que el yo la ejecute no implica necesariamente una decisión, una elección.

Tal vez sea mejor considerar al yo como agente, como el lugar en que ocurren ciertas transacciones entre diferentes fuerzas, transacciones que él ejecuta.

Por lo tanto, el yo es puesto en la situación de desplegar la defensa, y ésa es una de sus funciones.

La otra aclaración se refiere a que la defensa depara fundamentalmente frente al juicio ligado a la percepción y no tanto frente a la precepción en sí.

Resumiendo, en la desmentida veremos que la defensa es ante el juicio traumatizante ligado a una percepción; el modo de realizarse es el rechazo del juicio fuera del yo, y esfuerzo por refutarlo.

La formación sustitutiva es la colocación de un ayudante, surgido a partir de criterios basados en la contigüidad y la analogía, para cubrir la falta. El destino de aquello ante lo que surge la defensa es pasar a otro Yo, escindido; el destino de lo que es puesto como sustitución es pasar a ser siniestro. La estructura que genera la defensa es el Yo-placer purificado (sobre el Yo real definitivo); el desarrollo de afecto determinante es el sentimiento de aniquilación del Yo-placer purificado.

Freud (1919) destaca la constitución de un doble (ideal) como reaseguro omnipotente ante el sentimiento de aniquilación del Yo. Lo siniestro surge como consecuencia del esfuerzo (fracasado) por sostener un vínculo de identificación primaria mediante la desmentida, el superyó surge cuando la ilusión da paso a una decepción.

Este diferenciación teórica permite una inferencia: en la medida en que domine la desmentida, la corriente psíquica de la identificación secundaria, origen del superyó, queda interferida o debilitada en su constitución. (Más adelante veremos la relación entre el educador narcisista y la instancia superyoica de la autoobservación).

Descriptas las características generales de la defensa, voy a resumir brevemente algunas singularidades.

Con ello pretendo adelantar las bases para comprender mejor la relación del educador su instancia de autoobservación y el problema de los dobles.

La desmentida del juicio del superyó pretende refutarlo, pero mantiene indemne la estructura. Recae sobre todo sobre dos de las tres funciones del superyó: autoobservación y conciencia moral.

La desmentida ante el juicio del superyó es, como la desarrollada ante el juicio de existencia, un mecanismo a medias exitoso; lo que se pretende refutar es al mismo tiempo aceptado, y el cuestionamiento requiere de un momento lógicamente previo, en que el juicio fue proferido (Freud, 1927).

El juicio que el yo pretende cuestionar es aquél que atribuye al yo una actitud egoísta, carente de amor hacia el otro.

Las estructuras narcisistas poseen una defensa genérica, la desmentida, y se distinguen entre sí por aquel doble al cual el yo apela para refutar un juicio traumatizante.

A1. El educador depresivo apela, para desmentir, a las sensaciones táctil, gustativa, olfatoria o cenestésica, contrastantes con las provenientes de las áreas visual y verbal, en que ocurre predominantemente el registro de la diferencia de sexos. Con el surgimiento de la pulsión oral cuya meta es la devoración, el yo-placer purificado es investido por dicha pulsión. Esta lógica privilegia como estructurante de las huellas mnémicas a los estados afectivos, y articula sobre todo los residuos de impresiones sensoriales olfatorias, gustativas, táctiles, cenestésicas y se enlazan con el criterio de la simultaneidad y pasividad. Por lo tanto, para el yo-placer el modo particular de refutar un juicio traumatizante derivado de una ausencia visual de lo anhelado consiste en apelar a un desarrollo de afecto y a un conjunto de sensaciones del grupo de las llamadas "proximales", gracias a las cuales es posible destronar la imagen visual. En este caso es indiscernible el yo del objeto.

Profundizando algo más en el análisis de lo puesto para refutar la castración ocurre un cambio en cuanto a la lógica según la cual se analizan y configuran las estimulaciones visuales. En esta lógica se privilegian las expresiones por sobre le discernimiento de los rasgos distintivos.

El sentimiento de culpa se presenta como derivación de un deseo particular, específico, que relaciona al yo con el superyó, el deseo de ser reconocido, de ser amado. El dolor por la falta de reconocimiento por el superyó se manifiesta como sentimiento de culpa, se mantiene como una herida narcisista permanentemente abierta, como perpetuación de un trauma.

El deseo de ser reconocido tiene una doble vertiente, que en realidad deriva de la doble significación del término reconocimiento, en tanto proceso judicativo y en tanto expresión amorosa. Como proceso judicativo, el reconocimiento consiste en este caso en un juicio atributivo, que pretende reecontrar en el yo los valores contenidos en el ideal; es entonces cuando surge el amor del superyó.

El desconocimiento, en cambio, es la expresión en el plano judicativo de lo que, en el plano pulsional, es el aborrecimiento, la cólera que desde el superyó promueve un dolor moral insoportable en el yo, que busca descargarse activamente en el educando (ver capítulo de los dobles).

En cuanto a la desmentida en juego, si bien comienza teniendo como objeto al juicio de la castración, luego se le agrega otro, consistente en una refutación de que del padre sólo se pueden esperar palabras.

Esta desmentida que pretende conservar la ilusión de un padre nutricio interfiere en la sustitución del vínculo intrapsíquico con éste por una instancia superyoica.

Antes de terminar deseo señalar dos derivados de este conflicto. Por un lado puede ser un deseo erótico acompañado del afecto impaciencia. Por otro lado, también parece derivar de este conflicto la interferencia en los propios relatos, presuntamente objetivos, por accesos apasionados. Veremos luego la incidencia de estos derivados en el discurso de educador, y cómo influye en el educando, y las consecuencias sobre su pensamiento.

Veamos ahora qué es el mecanismo de desestimación.

Se trata de una defensa surgida con anterioridad a los juicios de existencia, y por ello no es inherente a su esencia, el cuestionamiento y la refutación de una afirmación supuestamente realista y traumatizante. Sí es específico el esfuerzo para hacer resurgir el estado psíquico anterior a la constitución de los juicios de existencia, es decir, el esfuerzo por abolir las leyes determinantes de la emergencia de tales juicios. El yo se refugia entonces en una voluptuosidad y en una lógica previas. El yo que genera esta defensa es un yo-placer purificado pero lógicamente anterior al surgimiento del yo-real definitivo. El yo-placer de la desestimación es, pues, un yo que sólo admite la existencia de lo placentero, mientras que lo displacentero cae fuera del ámbito de ser. Por lo tanto, el yo-placer que desestima realiza en realidad un acto desatributivo de una percepción, antes de que advenga el juicio de existencia. La desestimación es una expulsión, del mismo modo que el escupir, y parece corresponder a un yo-placer que ser rige por criterios cinéticos. En tal caso constituye una defensa normal, como también lo es la desmentida durante cierto período.

La desestimación se vuelve un mecanismo patógeno a partir de un momento en que tendría que prevalecer en el aparato psíquico otro tipo de lógica, basada en la analogía (constituyente del complejo del semejante) y la causalidad (constituyente de las teorías sexuales infantiles).

La desestimación constituye una decisión acerca de una realidad sensorial, a la cual el yo habrá de desea introyectar o expulsar a partir de dicha decisión.

El yo procura desechar específicamente lo nuevo, es decir, un fragmento de la realidad generado psíquicamente, y por lo tanto lo expulsado es también un yo, el que genera dicha realidad.

Desestimar implica pues el rechazo de una lógica más compleja, y este proceso se consolida como patógeno, si subsiste en el momento en que en el yo debe sustituirse el conteo con los dedos por el conteo con prescindencia de ellos. Si en el aparato psíquico domina la desestimación, se mantiene el criterio según el cual la realidad coincide con el yo, y un acto puede ser causa del ser o del no ser de un objeto.

La desestimación se opone a un imperativo categórico. Con la referencia al imperativo categórico aludo a un proceso que se desarrolla desde el superyó, y la potencia de dicho imperativo deriva de la eficacia de la muerte psíquica del padre como ideal. Es decir, el padre poderoso y hostil se eleva a la categoría protectora de imperativo categórico. Protectora en la medida en que permite el sostén del pensar, la liberación de la inmediatez del vivenciar, del percibir, del representar. El mantenimiento de la desestimación implica la vigencia del autoerotismo, y esto origina una compulsión a hablar, para refutar permanentemente un juicio traumatizante. Tal como el educador descontrolado, (o cualquiera que inconscientemente represente a una figura de autoridad) que incurre en excesos verbales ante los juicios de sus educandos y que conmueven su posición. La desestimación produce un efecto particular sobre el sentimiento de convicción, que habitualmente está anudado a los procesos del representar el pensar, y no a las percepciones, es decir, se cree lo que se piensa, y no lo que se percibe. Otro efecto de la desestimación es la pérdida de la capacidad metafórica, capacidad que tiene un requisito, el del mantenimiento del sentimiento de convicción.

Decíamos que el superyó tiene tres funciones: autobservación, conciencia moral, formación de ideales, que es la fundamental, porque de la constitución de dichos ideales derivan las dos funciones restantes.

La desmentida se dirige contra la autobservación, que decreta el alejamiento o el acercamiento del yo respecto del ideal.

El mantenimiento de esta desmentida vuelve inoperante la crítica de la conciencia moral, ya que a los poderosos todo les está permitido, se hallan más allá del bien y del mal. Luego, al caer la desmentida, el yo queda inerme ante la crítica de la conciencia moral. La desestimación del superyó es correlativa de un retiro de las investiduras de la formación de ideales, y en consecuencia el superyó queda transformado en puro cultivo de pulsión de muerte. Freud sostuvo que en el superyó se reconcilian la realidad y las pulsiones, y en este sentido creemos que la desestimación del superyó es una defensa que atenta contra esta instancia en tanto representante de la realidad.

El educador no atiende los llamados a la "cordura" proferidos por los educandos, en quienes está proyectado el superyó. Cuando sobreviene esta defensa ante el superyó, también queda interferido el proceso metafórico, pero por otra razón: porque al perderse o cuestionarse los ideales, se pierde el sentido de la realidad y, así, la significatividad de los propios deseos, y de la supuesta realidad. Para lograr la desestimación por parte del alumno, el educador narcisista puede poner en juego el uso de contradicciones lógicas, semánticas, pragmáticas, respuestas que desvían el pensamiento; puede intentar quebrarle al interlocutor la relación con la sensorialidad.

-Antes de proseguir con este desarrollo, voy a explicitar el tema de las contradicciones-

d- Contradicciones. ¿Cómo podemos producir, los educadores, efectos dañinos en la mente de los educandos, cuando domina en nosotros el fragmento narcisista. Que mecanismos ponemos en juego? Para dar respuesta a éste interrogante, me voy a referir al tema de las contradicciones, D. Maldavsky, (1982).En éstas hay una aceptación aparente de las normas consensuales, pero de hecho, ya sea través del discurso o de actos, estas normas son en verdad cuestionadas. Suelen decir una cosa y hacer otra, o decir cosas opuestas simultáneamente. Tiene vigencia aquello de "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago". Podemos considerar los siguientes tipos de contradicciones.

Contradicción orgánica: Suele darse en educadores hiperactivos, exigentes y sobreadaptados. D. Maldavsky, (op.cit). Nunca se cansan, o mejor dicho no hay registro del cansancio propio ni ajeno. Hasta que súbitamente se enferman somáticamente o inducen a la enfermedad del estudiante y de esta manera se sostienen en un equilibrio precario a costa de la descarga en una mente ajena. Este tipo de educadores cuanto mayor es la tensión a la que se someten, mejor se sienten, y mayor es el esfuerzo por aumentarla. Hay contradicción entre el llamado corporal a la suspensión del sobreesfuerzo vía síntoma, y la promesa ilusoria de mayores triunfos y goces si continúa. Contradicción entre autoconservación y narcisismo. Y esto es lo que piden también de sus estudiantes sin tomar en cuenta el tiempo de aprender y con ello coartan la posibilidad de comprensión. Producen intoxicación. Hay un esfuerzo por aumentar cada vez más los rendimientos, y no toleran ningún cuestionamiento. Se acompaña de prohibición de toda queja u oposición. Pero además el educador siente la amenaza de depresión y vacío si disminuye la intensidad de su accionar o si fuga del campo. Vale lo mismo para el educando. Y otra cosa más, hay una promesa ilusoria de mayor placer creciente y se mantiene la actividad, que en realidad ubica al educador y al educando al borde del colapso somático.

Contradicción lógica: Hay una oposición entre una afirmación específica y una más amplia. Contradicción entre dos registros perceptuales, por ejemplo lo visto y lo oído por el educando. Cuando el educador da un mensaje desde el discurso o desde sus actos y a la vez los desmiente. Entonces surge la duda ¿donde está la verdad? ¿a quién se le debe creer? ¿no es que al educador hay que creerle, entonces…?.O bien órdenes opuestas entre el educador y el contexto, lo que muestra la realidad y lo que dicen los medios de difusión.- ¿A quien creerle?. Se puede reforzar con un impedimento a cuestionar la contradicción. Para ello se puede poner en práctica el recurso más sencillo de hacer callar al interlocutor, a partir del uso autoritario de la posición asimétrica entre el educador y el educando. Otra medida más sofisticada, consiste en el desvío del pensamiento. En éste recurso hay una aparente respuesta a la pregunta que pudiera hacer el educando, pero en realidad se lo desvía hacia otro tema. En la contradicción lógica, ambos términos contradictorios están presentes y es posible contrastar la contradicción. Sin embargo, a veces un término se presenta bajo la forma de un recuerdo de una frase dicha en otra oportunidad y opuesta a lo dicho actualmente. O hay oposición entre lo dicho por el educador y el mensaje que puede dar en los hechos, a través de algún gesto o de actos que lo contradicen. Por ejemplo proclamar la honestidad y protagonizar hechos corruptos. O contradicción entre las normas morales que pueden enseñarse a los estudiantes, y las que verdaderamente se ponen en práctica en privado, o públicamente.

Contradicción semántica: Se afirma experimentar un afecto o un deseo, pero la actitud correlativa es opuesta a lo que se afirma. Por ejemplo, "te ordeno que seas feliz". Son exigencias que imponen una sanción al incumplimiento y el que exige, sufre si el exigido defrauda el anhelo del primero. El castigo es inocular culpa por el incumplimiento. Con ello el que ordena queda en la posición de víctima y ésta en la posición de victimario, con lo cual se induce la confusión

d. Contradicción pragmática: Son órdenes contradictorias, paradojales que se refuerzan en el ambiente con otras dos órdenes: prohibición del comentario, prohibición de alejarse del campo. Claro que no es el hecho puntual el patogenizante sino su reiteración y la imposibilidad de refutar o huir. Por fin todos estos mecanismos, pueden ser reforzados con discursos demagógicos y fascinantes, que apelan a los afectos y a la adhesión al líder. Con ello tratan de convencer de la "irracionalidad" de creer en lo que se ve, de creer en los sentimientos o en la forma de pensar convencional. Solo se debe creer al líder, que es el dueño de la verdad- Que no crea lo que ve, ni en los sentimientos, ni en la forma de pensar convencional. (Piense mi interlocutor en los discursos de políticos carismáticos, por ejemplo en el curso de campañas electorales). El educador pone en juego estos mecanismos e intenta que el educando los padezca. Si el educando no se rebela ante el educador, el educando desestima. Si el educando sí se rebela, obliga al educador a rectificarse o a desestimar. Cuando el educador desestima, piensa que el educando es un transgresor y que desmiente a su costa. Suele decir que el alumno es "un rebelde", o que "subvierte el orden, es un destituyente, y no me toma en cuenta". En esta interacción generada por las contradicciones, el educando es objeto de una violencia mayor que la autoritaria. En esta última se hace callar al otro, pero este otro mantiene la capacidad de pensar. En cambio con la desmentida y las contradicciones, puede imposibilitarse la posibilidad de pensar del otro, y con ello arrancarle a éste la convicción y hacerlo creer lo no creíble. El educando corre riesgos cuando el educador sostiene reiteradamente la desmentida. Pero una sola condición no es suficiente. Requiere además, de la disposición previa del educando, de un medio familiar abandonante, de ciertas políticas educativas de instituciones rígidas lideradas por educadores fascinantes. Este sistema pone al alumno en riesgo de oligofrenizarlo porque no puede pasar al pensar activo, sino que permanece pasivo ante el pensar del educador; riesgo de enloquecerlo cuando el contexto avala que la realidad sensorial es diferente al registro perceptual del educando. Se produce en el educando una contradicción lógica entre dos afirmaciones: una, que proviene de la palabra oída -el contexto- y otra, que proviene de la propia percepción. El efecto didactogénico se instala, no por la contradicción, sino por la imposibilidad de cuestionarla o de huir. Asimismo, el educador suele estar sometido a políticas educativas que están en contradicción lógica con sus percepciones y hace a su alumno lo que él padece.

El desarrollo de las patologías- Consideraciones previas.

La creencia en el educador. ¿Por qué se da por sentado que al educador hay que creerle? ¿Qué se le transfiere y de qué se arroga éste? En "Moisés y el monoteísmo" (1937, O.C., S.R., T. XX, 1955, págs. 109 y ss.) Freud se refiere al progreso de la espiritualidad. Un logro psíquico de la humanidad consiste en privilegiar el pensar sobre el percibir:

(c) El progreso en la espiritualidad

"[…] Entre los preceptos de la religión mosaica se cuenta uno cuya importancia es mayor de lo que a primera vista se sospecharía. Me refiero a la prohibición de representar a Dios por una imagen, […] esta prohibición tuvo que ejercer, al ser aceptada, un profundo efecto, pues significaba subordinar la percepción sensorial a una idea decididamente abstracta, un triunfo de la espiritualidad sobre la sensualidad y, estrictamente considerada, una renuncia a los instintos, con todas sus consecuecias psicológicamente ineludibles […] Abriósele al hombre el nuevo reino de la espiritualidad, en el cual lograron preeminencia las ideas, los recuerdos y los procesos del raciocinio […] Esta fue, sin duda, una de las etapas más importantes en el camino hacia la humanización del hombre […]

Gracias a la prohibición Mosaica, Dios fue elevado a un nivel superior de espiritualidad, abriéndose el camino para nuevas modificaciones de la idea de Dios que todavía ocuparán nuestra atención. Pero, por el momento, ha de embargarnos otra consecuencia de esa prohibición. Todos los progresos semejantes en la espiritualidad tienen por efecto exaltar la autoestima del hombre, lo tornan orgulloso, de manera que se siente superior a los demás, que aún se encuentran sujetos en los lazos de la sensualidad […]

(d) La renuncia instintual

[…] Pero la renuncia al instinto también puede ser impuesta por otros motivos, que calificamos justificadamente de internos. Sucede que en el curso de la evolución individual, una parte de las potencias inhibidoras del mundo exterior es internalizada, formándose en el yo una instancia que se enfrenta con el resto y que adopta una actitud observadora, crítica y prohibitiva. A esta nueva instancia la llamamos superyó […] la renuncia por causas interiores, por obediencia al superyó, tiene un nuevo efecto económico. Además del inevitable displacer, proporciona al yo un beneficio placentero, una satisfacción sustitutuva, por así decirlo. El yo se siente exaltado, está orgulloso de la renuncia instintual como de una hazaña valiosa. Creemos comprender el mecanismo de este beneficio placentero. El superyó es el sucesor y representante de los padres (y de los educadores), que dirigieron las actividades del individuo durante el primer período de su vida; continúa, casi sin modificarlas, las funciones de esos personajes. Mantiene al yo en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante. Igual que en la infancia, el yo se cuida de conservar el amor de su amo, estima su aprobación como un alivio y halago, y sus reproches como remordimientos […]

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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