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Impacto potencial del empleo de armas biológicas



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Fines de la guerra biológica
  4. La amenaza de una guerra por armas biológicas
  5. Propiedades de los microorganismos que son aprovechadas para utilizar éstos como armas biológicas
  6. Agroterrorismo
  7. Definiciones
  8. Bibliografía

Resumen

Esta monografía intenta, de una manera sencilla, brindar un conocimiento histórico y actual de lo que ha venido en llamarse Guerra Biológica. Desgraciadamente, tras un largo período en el que el empleo de estas terribles armas parecía prácticamente olvidado, vivimos unos tiempos en los que la amenaza de su utilización parece hacerse más real.[1] No cabe duda de que el bioterrorismo y la guerra biológica son temas tan espinosos e importantes que requieren de un rigor muy elevado.[2]Como se verá a lo largo del texto, para muchos países sobre todo de bajo perfil económico y militar la obtención de este tipo de armamento es relativamente sencilla, así como su transporte, almacenamiento y ocultación.[1]Por todo lo expuesto, se hace necesario sensibilizar a la población sobre los efectos de estos medios y acerca de la forma de disminuirlos. Las organizaciones que dedican sus esfuerzos a la protección civil deben ser conscientes del peligro existente y estar capacitadas para la lucha contra estos agresivos. [1]

Introducción

De forma semejante al empleo de las armas químicas, no es algo que se haya originado en los últimos tiempos, sino que se remonta a épocas muy anteriores.[3] La perversa idea de utilizar agentes infecciosos para efectos semejantes a los de las grandes epidemias ha sido considerada por el hombre desde hace muchos años y

existen descripciones en distintos periodos de la historia.[2] Desde muy antiguo se ha considerado la posibilidad de disminuir el potencial bélico del enemigo provocando epidemias

intencionadamente.[1,4]

La primera documentación data del siglo VI a.n.e. Los asirios envenenaron los pozos de agua del enemigo con ergotamina, producida por el cornezuelo del centeno. Esta toxina

produce efectos gastrointestinales severos.[3]

Ya los persas, griegos y romanos envenenaban los pozos y fuentes de agua con cuerpos de personas y animales muertos por enfermedades contagiosas para erradicar la población de

una zona, [1,5,6] práctica utilizada asimismo en la Guerra Civil Norteamericana y en la de los Boers.[1,4]

La conquista por el ejército español del Nuevo Mundo ejemplifica el efecto de la introducción de un agente infeccioso en una población susceptible. La diseminación del virus de la viruela entre las poblaciones susceptibles de los imperios Azteca e Inca tuvo un profundo impacto y fue un factor decisivo para facilitar la derrota de éstos. Por ejemplo, gracias a la epidemia de viruela entre los soldados del Imperio Inca, Francisco Pizarro, con sólo pocos soldados, fue capaz de derrotar al ejército de 80 000 soldados de Atahualpa (siglo V). [2]

La segunda pandemia de peste bubónica (peste negra) que diezmó Europa en el siglo XIV causando la muerte de la cuarta parte de su población (entre 20 y 30 millones de personas), pudo haber pasado a Europa a través de los supervivientes de Kaffa (actualmente Feodosia en Crimea, hoy Ucrania). Parece ser, que durante el asedio de esta ciudad por los tártaros

(1346), éstos sufrieron una epidemia de peste natural de la que culparon a los genoveses. En un intento para que la plaza se rindiese, por orden del militar tártaro Djanisberg catapultaron varios cadáveres al interior de la ciudad amurallada, extendiendo la peste entre los genoveses. Esto originó una terrible epidemia que dio como resultado la rendición de la plaza. Los genoveses, en su regreso a Europa, llevaron consigo la enfermedad. [1,2,3,4,5,6]

Ésta es al parecer la primera utilización voluntaria de microorganismos que matan o incapacitan a los enemigos que reconoce la historia. A partir de aquí el método tártaro se convertiría en uso común durante la Edad Media. [4]

De forma semejante la utilización del virus de la viruela de forma deliberada como arma biológica fue realizada por vez primera por el ejército británico en contra de los nativos norteamericanos entre 1754-1767, cuando el general británico Geoffrey Amherst ordenó la entrega de mantas que habían sido utilizadas por enfermos con viruela entre nativos norteamericanos que militaban con los franceses, matando hasta el 50% de las tribus afectadas.[2,3,5,6] El Coronel Bouquet se hizo famoso en el Fuerte Pitt por conseguir diezmar hasta casi la desaparición a la población indígena del lugar, que tenían una nula resistencia a esta nueva enfermedad. Murió el 95% de la población. [4]

También existe documentación de que el ejército americano durante el sometimiento de los indios en las grandes llanuras, usó mantas infectadas con viruela con resultados devastadores. [3,5]

Con el descubrimiento de la vacuna contra la viruela por Edward Jenner y el siguiente desarrollo de vacunación, la amenaza potencial de utilizar la viruela como arma biológica disminuyó considerablemente. [2].

Existen numerosos relatos de europeos que, concientemente diseminaron viruela y sarampión cuando comerciaban con los nativos de Norteamérica, durante los siglos XVII y

XVIII. [2]

Y siguió con la Primera Guerra Mundial. En el siglo XX existe evidencia de que el ejército alemán desarrolló un programa para la creación de armas biológicas durante la Primera Guerra Mundial. El Bacillus anthracis o Burkholderia mallei fueron usados por los alemanes para contaminar ganado vacuno que fue exportado a Rusia. [2]

Sin embargo las armas biológicas no han sido ni mucho menos tan utilizadas como las armas de fuego o las armas blancas, cosa que puede ser explicable por el escaso control que sobre estos agentes se podía tener sin haber un mínimo desarrollo de las ciencias biológicas, hasta llegar a nuestros días, cuando los actuales avances de la biotecnología han permitido poder incluso empezar a diseñarlos a nuestro antojo. [5]

En el siglo XX muchas naciones han conducido investigaciones militares para desarrollar agentes biológicos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón utilizó armas biológicas contra China y realizaron experimentos con prisioneros de guerra en el campo de concentración de Manchuria. [5,6]

Japón también utilizó bombas que contenían material contaminado de peste y tifus en la campaña contra Corea y Manchuria. [3] Se cree que el ejército norteamericano usó armas biológicas contra los ejércitos coreano y chino durante la guerra de Corea (1950-53).[6]

Japón también desarrolla armas biológicas para destrucción masiva durante su ocupación en Manchuria, desde 1932 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, bajo la dirección del General Shiro Ishii. La unidad 731 era la base para la creación de armas biológicas y los experimentos eran llevados a cabo en prisioneros chinos. La unidad 731 fue responsable de epidemias con Vibrio cholerae, Shigella sp., B. anthracis y Y. pestis en diversas regiones de China. Específicamente, pulgas contaminadas con Y. pestis fueron dispersadas mediante aviones y se les considera responsables de múltiples brotes de plaga en China. [2,4]

Durante la Segunda Guerra Mundial prisioneros en campos de concentración nazis fueron expuestos a Ricketsia prowazekii, al virus de la hepatitis A y Plasmodium sp, con el objetivo de crear sulfonamidas y vacunas contra estas infecciones. Sin embargo, no existe evidencia alguna de que estos experimentos fueron llevados a cabo para la creación de armas biológicas por parte del gobierno de Adolfo Hitler. [2]

Durante la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña planificó, ataques con 500 bombas de racimo, cada una de las cuales contenía 106 bombas de ántrax, que podrían haber matado al 50% de los habitantes de las seis ciudades alemanas. [7]

En los años 40 los ingleses esparcieron en la isla de Gruinard, al oeste de Escocia, el bacilo de la "enfermedad del carbón", utilizando bombas de ántrax como contramedida a una posible invasión nazi de su territorio. En la actualidad aún permanece la contaminación, lo que ha convertido la isla en inhabitable. [4]

La utilización de las armas biológicas en los primeros años de este siglo, dio pie a que se investigaran de una forma más científica y a que se generalizara su uso entre todos los países del mundo. [4]

En Estados Unidos (EEUU) la producción de armas biológicas comienza en 1942 en Fort Detrick con la producción de 5000 bombas que contenían esporas de B. anthracis. A pesar de que no existe evidencia de la utilización de estas bombas durante la Segunda Guerra Mundial, en el periodo de la posguerra la creación de un vasto arsenal de armas biológicas en EEUU se fortalece con la incorporación de científicos japoneses de la unidad 731.

Específicamente, este programa tiene importantes avances durante la guerra contra Corea (1950-1953). En los años siguientes a esa guerra, el gobierno de EEUU es acusado en múltiples ocasiones de la utilización de armas biológicas durante el conflicto. Por su parte, EEUU acusa a la Unión Soviética de la utilización, en lugares como Laos (1975), Kampuchea (1979) y en Afganistán (1979), de micotoxinas producidas por Fusarium sp. (lluvia amarilla) y que actúan bloqueando la síntesis de ADN en células humanas.[2].

Por lo que respecta a la utilización de agentes biológicos en el siglo XX, únicamente ha habido sospechas y denuncias aisladas, fundamentalmente motivadas por indicios, que hacían presumir la existencia de experimentaciones y procesos de fabricación y que se ponían en evidencia, como consecuencia de accidentes producidos durante el proceso

Los habitantes de San Francisco de California estuvieron expuestos, durante unos días, a una nube bacteriológica, con ocasión de unas maniobras realizadas en el año 1950. El aumento considerable de muertes por neumonía, que siguió a los ejercicios, fue atribuida a los efectos de la nube aunque nunca se llegó a conocer.

En la antigua Unión Soviética, en la ciudad de Sverdlovsk, en los Urales, en abril de 1979, se puso de manifiesto una epidemia de ántrax pulmonar, que, al parecer, fue la causa de la muerte de más de doscientas personas. Se sospecha que tal epidemia se debió a una explosión de un laboratorio militar, que experimentaba con armas biológicas y que estaba situado cerca de la ciudad. El terreno aún permanece contaminado. [1,4]

Desgraciadamente, las más conocidas de la época actual son la Guerra de Vietnam y la del Golfo Pérsico, en las que este tipo de armamento se utilizó de forma masiva, causando daños que perdurarán por siglos entre la población y en el medio ambiente.[4]

A pesar de la ratificación del tratado por la Unión Soviética, la sospecha internacional de la continua producción de armas biológicas por el gobierno soviético se incrementa debido a una epidemia de ántrax en abril de 1979 entre civiles que viven cerca de una base militar en Sverdlovsk, Rusia. Esta epidemia ocasionó la muerte de 66 individuos por infección con B. anthracis. A pesar de la sospecha de la liberación no intencional de la base militar, el gobierno ruso negó el incidente y reportó que las muertes se debieron a la ingesta de carne contaminada con ántrax obtenida en el mercado negro ruso. En 1992, el Presidente Boris Yeltsin reconoció que el brote de ántrax en Sverdlovsk fue ocasionado por la liberación no intencional de una planta militar que era parte del continuo programa de creación del arsenal biológico en Rusia. [2]

En las últimas décadas, grupos de fanáticos religiosos han utilizado de manera intencional agentes infecciosos para ocasionar daño entre la población. En 1984 en una población del Estado de Oregon, EEUU, un culto religioso de seguidores del gurú Bhagwan Shree Rajneesh contaminaron restaurantes, supermercados y depósitos de agua con Salmonella typhimurium ocasionando 751 casos de gastroenteritis.[2]

Asimismo, en Japón en 1995, el culto terrorista Aum Shinrikyo, responsable de la liberación intencional del gas sarín en el tren subterráneo de la ciudad de Tokio, intentó por lo menos en ocho ocasiones distintas, ataques con ántrax. Afortunadamente ninguno de ellos resultó exitoso. [2]

Los eventos del 11 de septiembre pasado, aunados al brote de casos de ántrax cutáneo y por inhalación en EEUU, sugieren que la posibilidad del bioterrorismo es una realidad en el nuevo milenio. Entre el 4 de octubre y el 23 de noviembre de 2001, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) ha confirmado un total de 11 casos de ántrax por inhalación y siete de ántrax cutáneo en EEUU, como resultado de la utilización de B. anthracis como arma biológica. La mayoría de los casos se han asociado epidemiológicamente con el sistema postal de ese país. Estos desafortunados eventos en la población civil en EEUU han determinado una respuesta del sistema de salud pública a través de sistemas de vigilancia epidemiológica activa y de información a todo el personal de salud para estar alerta en la identificación de posibles brotes epidémicos.[2]

Es normal que, como toda tecnología que se precie, la biotecnología tenga un uso a nivel ofensivo-militar. Y es que siempre ha habido un gran desarrollo científico con fines militares, en especial en el ámbito de la física, medicina, informática, etc. Es curioso que sea esta y nootra, la mejor forma de conseguir dinero para la investigación.[

Finalmente, en 1972 se firmó el acuerdo que prohibía la producción y almacenamiento de armas y toxinas biológicas (BTWC). Este acuerdo se firmó simultáneamente en Londres, Moscú y Washington. Hasta la fecha actual, este acuerdo lo han firmado además de Estados Unidos, Gran Bretaña y la ex-URSS, 130 estados de todo el mundo.[

El Protocolo de Ginebra, aunque motivado fundamentalmente por la sensibilidad creciente del mundo ante la guerra química, contempló, asimismo, la utilización de agentes biológicos, prohibiendo su empleo, aun cuando no prohibía, sin embargo, la investigación producción y almacenamiento. Este protocolo fue revisado el 10 de abril de 1972, firmándose un convenio acerca del desarrollo, producción, y almacenamiento de armas biológicas y toxínicas, acordándose la destrucción total de los arsenales existentes. El Convenio fue suscrito por más de ochenta países. Se autorizó, sin embargo, la fabricación de agentes biológicos y toxinas con fines estrictamente pacíficos y en las cantidades adecuadas para atender, precisamente, a esos fines.

Fines de la guerra biológica

La utilización de armas biológicas a escala global ya no es hoy en día, una amenaza teóricasino una realidad cuyo potencial destructivo es extremadamente elevado.[2]

El objetivo de destrucción o sometimiento del adversario puede conseguirse actuando directamente sobre el combatiente o bien sobre sus medios de ataque o resistencia. Esta doble acción puede lograrse con el arma biológica, bien causando bajas entre las tropas o debilitando la economía enemiga a través de su agricultura y ganadería

Al utilizar diversos adjetivos como artera (engañosa, tramposa) y subrepticia (oculta, furtiva, disimulada), se resaltan las cualidades rastreras del arma en cuestión y sus potencialidades de destrucción

Es un arma más apta para su empleo en el plano estratégico que en el operacional o táctico, ya que su empleo en la zona de contacto de las unidades combatientes puede hacer que sus efectos se extiendan, por igual, a ambos bandos en lucha.

El horror de estas armas se muestra más eficaz desde los planes estratégicos; se habla de destruir a la población civil, de contaminar el agua, los víveres, el terreno. Es particularmente eficaz en aglomeraciones urbanas o en explotaciones pecuarias importantes, donde la facilidad de contagio es mayor y el número de bajas más elevado, con el consiguiente quebranto de la moral y de la organización logística del bando afectado, sembrando el pánico en la retaguardia.[1,2,4]

Así, se pueden considerar objetivos estratégicos las áreas urbanas, los complejos industriales, zonas de adiestramiento de unidades militares, puertos, etc. La eficacia para producir bajas de una acción de este tipo, depende de varios factores, entre los que destacan: el tipo de agresivo, sistema de dispersión utilizado, las condiciones ambientales del momento, el estado de salud del personal afectado, el adecuado uso de medicación preventiva y la protección individual y colectiva de que se disponga.[1]

Se suman a estos efectos materiales de la guerra misma, el efecto psicológico sobre la población, tanto más a tener en cuenta que el arma biológica es silenciosa, artera, subrepticia y puede alcanzar gran extensión y amplitud.[4]

Ventajas en el uso de las armas biológicas

i Su fácil manejo, basta con verter pequeñas cantidades de estos agentes biológicos para que sean efectivos, gracias a su autopropagación.[5]

i Son de bajo coste de producción y desarrollo, comparando con las armas tradicionales, y pueden causar un gran número de bajas utilizando pequeñas dosis. Se afirma que afectar un kilómetro cuadrado cuesta dos mil dólares con armas convencionales, ochocientos con armas nucleares, seiscientos con armas químicas y un dólar con armas biológicas.

Su facilidad de producción desde el punto de vista económico y tecnológico (en las llamadas rústicas), ha hecho que se las considere las bombas atómicas del Tercer Mundo.

Por otro lado, pueden tardar mucho tiempo en desarrollar su patogenicidad con lo cual se puede camuflar la autoría de su uso. Además sus efectos pueden durar años.[4,5]

i Y hay algunas contra las que no se conoce cura más que el aislamiento de los afectados, véase el caso del Ebola.[5]

Dificultades e inconvenientes en el uso de las armas biológicas

Si bien las armas biológicas son temibles son difíciles de controlar y de manejar y pueden precisar de un adecuado desarrollo en el sistema balístico para obtener ojivas que no destruyan al agente cuando el misil impacte sobre el objetivo.[5]

A continuación reproducimos algunas notas que ilustran los principales escollos tecnológicos, científicos y operacionales que tendrían que superar los supuestos terroristas para diseminar las endosporas del Bacillus anthracis desde un avión de fumigación:[15]

ƒ Cualquiera con buenos conocimientos de microbiología y con aparatos necesarios puede producir ántrax, pero convertirlo en una arma biológica es más complicado. Las fases que se tendrían que dar son:

Recogida de muestras de ántrax o carbunco de pastos contaminados.

Cultivo bacteriano en medios adecuados.

Secado en frío del compuesto (congelado, puesto al vacío y evaporando el agua) o

…Centrifugado (separar sólidos y líquidos).

Reducción del sólido a polvo (bomba de vacío).

Pulverizado (es la parte más difícil del proceso, porque el polvo debe tener un grano de 1- 5 micras para poder ser absorbido con facilidad por el pulmón humano. Existe el riesgo de contaminación al manipularlo o de matar las esporas.[16]

Algo sobre la tecnología

i La producción de endosporas no es muy compleja: semejante a la producción de vacunas, antibióticos o cerveza.

i Requiere aerosolización

i La diseminación masiva aérea requiere equipos militares: no es posible diseminarlo con métodos semejantes a la fumigación industrial, pues no se producen partículas pequeñas. Tampoco la explosión sirve ya que incineraría el agente.[2]

Como referencia, los Estados Unidos tienen antibióticos para el control del ántrax para 2 millones de personas durante 60 días, y para prevenir el riesgo se necesita cubrir las necesidades de 12 millones de personas. La Administración Bush, ha pedido al Congreso

1.000 millones de dólares para aumentar las reservas de antibióticos contra el ántrax.16]

Protección frente a las armas biológicas

La búsqueda de protección frente a las armas biológicas proviene más bien no del deseo de proteger a la población sino a las tropas que usan la propia arma, debido a que en principio estas armas son totalmente inespecíficas en cuanto a los individuos a los que afecta. Por ello hay varios frentes de investigación abiertos:[5]

i Se busca en primer lugar la obtención de vacunas, cosa que se ha demostrado no es la solución definitiva, ya que la mutación del agente biológico, ya sea natural o inducida, es constante. Aún así la forma más sencilla de inmunizar tropas frente a la propia arma biológica es obteniendo vacunas.

i Se busca también, estudiando los genomas de estos patógenos, encontrar sistemas de detección, diagnóstico y descontaminación efectivos.

i También técnicas de identificación microbiana eficaces para determinar a estos agentes biobélicos aún habiendo sido modificados.

i Otro frente de investigación ha descubierto una nanoemulsión de aceite de soja en suspensión de agua que se fusiona con las cubiertas exteriores de los patógenos, de tal forma que genera energía en esa reacción produce una explosión silenciosa destruyendo al patógeno.

i Y por último se intenta diseñar anticuerpos sintéticos que puedan ser administrados fácilmente a la población: vía oral, en inhaladores, etc.

Un aspecto muy interesante y controvertido, es que gracias al desarrollo por una parte de armas cada vez más efectivas y por otra de protecciones frente a estas armas, se obtienen avances en investigación muy importantes, subvencionados eso sí por el Ministerio de Defensa y no por el de Educación y Ciencia.[5]

Impacto potencial de las armas biológicas

Se estima que 50 kg de endosporas de Bacillus anthracis por ejemplo, expandido en 2 km a una población de 500.000 personas no protegidas, en condiciones meteorológicas ideales, puede viajar hasta 20 km y afectar hasta 1.250.000 cuando pasa la nube. Por tanto, una ofensiva con armas biológicas de ciertos organismos biológicos, bajo condiciones meteorológicas propicias, puede ser realmente un arma de destrucción en masa.[3,17]

Además, es necesario considerar el impacto desbordante en los sistemas sanitarios de un país cuando se origina un ataque de estas características (escasez de medicamentos, colapso en los hospitales y centros de salud, aumento de las medidas profilácticas) y, por último, el pánico que se desencadena por parte de la población civil en estas circunstancias, lo que contribuye aún más a colapsar el sistema de salud.[3,17]

La respuesta médica al tratamiento de un ataque biológico puede ser diferente dependiendo de si es antes de la exposición o si ésta ya ha tenido lugar. En el primer caso, una inmunización activa o profilaxis con antibióticos puede prevenir la enfermedad cuando ocurre la exposición. En el segundo caso, inmunización activa o pasiva, así como un tratamiento con antibióticos o antivirales mejora los síntomas. Existen excelentes vacunas y antitoxinas para la mayoría de los agentes biológicos y actualmente se siguen desarrollando más.[3,17]

Lo más grave seria el uso de un virus como el de la viruela que, a diferencia del ántrax, es altamente contagioso y letal. La viruela tendría mayores consecuencias que el ataque de una bomba atómica, si se expandiera, al ser contagiosa y sin tratamiento curativo, sólo sintomático. Sería un ataque muy devastador, debido a la falta de preparación ni se tiene sistemas de alarma que nos permita tomar medidas de forma rápida. La viruela, erradicada en Europa y en los Estados Unidos, en 1977, hace 30 años (OMS), con lo que las últimas generaciones no han estado vacunados. Las vacunaciones sistemáticas finalizaron en 1972. Se determinó que sólo 2 laboratorios, situados en EEUU y Rusia, fueran la reserva mundial del virus. Si un suicida consigue el virus y se lo inyecta y estornuda en público, provocaría un contagio masivo de la enfermedad.[16]

Alarma Social

La alarma en Estados Unidos se ha extendido en todo el mundo. Los primeros casos en los Estados Unidos se contaminaron al tocar una carta donde estaban las bacterias con ántrax, sin haber desarrollado la enfermedad. Estos ataques bioterorristas han puesto en evidencia las limitaciones existentes de los sistemas sanitarios de los Estados Unidos, donde los médicos y funcionarios de sanidad no están entrenados para tratar pacientes con ántrax, o con otros agentes utilizados en ataques bioterroristas. Se desconocen las 12 bacterias, virus y toxinas de uso más probable en ataques bioterroristas. Los profesionales se informan sobre el ántrax, la peste bubónica, la viruela y el botulismo. Son enfermedades que aunque no hemos vivido, se conocen y sabemos como se diagnostican, y así tener las estructuras preparadas en caso de ataque biológico.[16]

La amenaza de una guerra por armas biológicas

En análisis conjunto de la información compilada sobre armas biológicas desde el punto de vista histórico y científico nos lleva a arribar a las siguientes conclusiones:

La información histórica antes del siglo XX ofrece evidencias de que las armas biológicas fueron utilizadas en formas muy diversas en distintas épocas y lugares, surtiendo en muchos casos efectos desastrosos a pesar del poco avance de la Microbiología y ciencias afines y desde luego, del desconocimiento de la Biotecnología.

En el siglo XX y en lo que va del XXI, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la Guerra del Golfo la información es muy controvertida, sobre todo, en los últimos tiempos. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial existen pruebas de la utilización de armas biológicas por ingleses, japoneses y alemanes e igualmente, durante la Guerra de Corea; sin embargo debemos asumir que ya no se trataba de ataques con mantas contaminadas. Es evidente que el desarrollo de la Biología y Medicina contribuyó enormemente a ello.

Actualmente se conoce que si bien es cierto que muchos microorganismos pueden utilizarse para una agresión de tipo biológica y que cualquier biólogo puede reproducir unas cuantas bacterias y cualquier país con un proyecto de desarrollo agrícola está capacitado para producir armas químicas y bacteriológicas, por lo menos en forma rústica, es más inclusive puede vender sus avances científicos a otros países. Pero, como veremos, esto es engañoso, dado el desarrollo actual de la Medicina para diagnosticar y contrarrestar sus efectos en una plazo breve, éstos no alcanzarían ni mucho menos los de las armas de destrucción masiva. Además, se precisa de un adecuado desarrollo en el sistema balístico para obtener ojivas que no destruyan al agente cuando se dé el impacto del misil sobre el objetivo.[5]

Es decir, se precisa del desarrollo de cierta tecnología para producir armas biológicas de destrucción masiva y por otra parte, los más importantes centros de investigación y producción los tienen las grandes potencias mundiales.[2,4,5]

Sin embargo, la simple revisión de la literatura disponible cita a Estados Unidos, Rusia, China,

Japón, Irak, Egipto, Libia, Siria, Irán, Israel, Corea del Norte y Taiwán como que se conoce o se sospecha que tienen capacidad para adelantar guerras biológicas.[6,18]

La tensión generada en los años de la Guerra Fría entre la ex-Unión Soviética y EEUU, sobre la base de los alegatos acerca de la producción y uso de armas biológicas, lleva a la reacción de una Convención Internacional, en 1972, para la prohibición del desarrollo, producción y almacenamiento de armas biológicas. El tratado que resultó de dicha convención se firmó por más de 100 países incluyendo EEUU y la Unión Soviética.[2]

Estados Unidos lidera las actividades de biotecnología en el mundo, los intereses corporativos se protegen a través de la desregulación y laxos mecanismos de control que este país mantiene sobre la producción de armas biológicas. La política norteamericana frente al uso de armas biológicas está orientada a la promoción y desarrollo de cada vez más poderosos agentes biológicos que podrían ser utilizados como armas, con el pretexto de desarrollar mecanismos de defensa. Existen más de 1300 laboratorios de biotecnología en Estados Unidos; y 500 más en Europa. Las corporaciones biotecnológicas emplean más de 60 mil científicos especializados en biotecnología (Mooney, 2002).[7]

Los avances de la ingeniería genética en las últimas décadas, han puesto a disposición de pocos países, nuevos materiales biológicos para la guerra. Los riesgos de su utilización son tan grandes, que inclusive se podrían clonar toxinas selectivas para eliminar grupos étnicos específicos, cuya condición genética les predispone a ciertas enfermedades.[7]

¿Cómo está compuesto el arsenal microbiológico?

El arsenal microbiológico es extremadamente rico y variado, armas de todo calibre y para todos los eventos, todoterreno o más bien, todoambiente, inespecíficas, desde poco hasta extremadamente peligrosas, todos los extremos. Incluyen bacterias, virus, hongos, toxinas, etc. A pesar de que cada uno de estos organismos tienen características muy diferentes, algunos comparten características comunes:[3,6,19]

  • 1. Se pueden dispersar en aerosoles (partículas sólidas o líquidas disueltas en un gas), de forma que pueden permanecer suspendidos bajo ciertas condiciones climatológicas durante horas, pudiendo ser inhaladas por las víctimas a través del sistema respiratorio.

Los aerosoles pueden dispersarse con tecnologías muy simples, incluyendo sprays industriales que pueden generar un tamaño de partícula más pequeña. La forma en que estos aerosoles se pueden difundir es a través de aviones, barcos, y armamento militar

  • 2. Las condiciones climatológicas son un factor clave en la expansión de los agentes. La velocidad del viento suele ser más baja durante la noche y la madrugada, lo que presenta una situación ideal para la dispersión de los aerosoles.

  • 3. Otra posible fuente de contagio de los agentes biológicos es por ingestión de los mismos, a través de alimentos o aguas contaminadas. En general, esta forma de contaminación presenta menor importancia que la trasmitida por vía respiratoria.

Propiedades de los microorganismos que son aprovechadas para utilizar éstos como armas biológicas

El hombre que se encuentra en el vértice de la pirámide de desarrollo del mundo animal no ha podido superar y ni tan siquiera reproducir la mayoría de las transformaciones bioquímicas que realizan los microorganismos en la naturaleza. Sin embargo, a finales del siglo XIX comenzó a controlarlos. Fueron precisamente Pasteur, Koch, Erlich, Lister, Metchenikov y muchos otros, los que hicieron los primeros descubrimientos sobre la causa viva de las enfermedades infecciosas e iniciaron el desarrollo de los métodos profilácticos y preventivos de éstas.

Así, poco a poco, paso a paso, se descubrieron numerosas propiedades de los microorganismos, todas con el noble propósito de hacer la guerra a los microorganismos perjudiciales y con ello preservar la vida del hombre, los animales y las plantas.

Una bacteria simplificada está formada por tres capas externas que envuelven las estructuras internas; la capa pegajosa protege la pared celular rígida, que a su vez cubre la membrana celular semipermeable. El flagelo es un medio de locomoción y los pelos que se extienden por fuera de la cápsula ayudan a la bacteria a sujetarse a las superficies. El material genético está contenido en el ADN que forma el nucleoide. Los ribosomas que flotan en el citoplasma intervienen en la síntesis de proteínas. Fuente Microorganismos patógenos

Patógeno es todo agente capaz de producir una enfermedad infecciosa en un hospedero y patogenicidad se refiere a la cualidad de un parásito de penetrar en ese huésped y provocar alteraciones fisiológicas o anatómicas; es decir: la enfermedad infecciosa. Las propiedades patógenas de los microorganismos son producto de largo proceso de adaptación a la vida parasitaria en los organismos superiores; y tienen como característica primordial su acción específica donde cada agente patógeno provoca determinada enfermedad infecciosa.

Patogenicidad y Virulencia

Comúnmente creemos que estos términos son sinónimos. Veamos que hay de cierto en ello: i Patogenicidad: término general que se refiere a la capacidad potencial de ciertos microorganismos de provocar un proceso infeccioso.

i Virulencia: grado o medida de la patogenicidad de un microorganismo. Constituye un índice de carácter cualitativo individual para ese microorganismo. Por ejemplo, la dosis letal media (DL50) es una medida de virulencia cuando hacemos un experimento de inoculación de un microorganismo patógeno en un animal receptivo.

Es decir, la patogenicidad es una cualidad biológica y la virulencia cuantifica ésta. Variaciones de la virulencia de un microorganismo

La virulencia de un organismo dado para causar enfermedad puede variar considerablemente entre las distintas especies microbianas, incluso entre organismos pertenecientes a una misma especie y cepa, lo que puede deberse a la acción de factores naturales, las cualidades inherentes del propio microorganismo y a la capacidad del huésped para rechazar la invasión y crear la inmunidad.

La virulencia de un microorganismo puede incrementarse mediante inoculaciones sucesivas en animales susceptibles o por intercambios genéticos bacterianos. Por el contrario, también puede reducirse incluso eliminarse por completo debido a la acción de factores tales como altas temperaturas, continúas resiembras en medios de cultivo, acción de los desinfectantes, etc. La virulencia atenuada de ciertos microorganismos es utilizada en la preparación de vacunas para la prevención de las enfermedades causadas por éstos.

¿A qué se debe la patogenicidad de un microorganismo?

Existen muchos factores que determinan la patogenicidad de un microorganismo y otros que la modifican en un sentido o en otro, es decir alteran su virulencia. Veamos:

i Invasividad: propiedad de un microorganismo de invadir al hospedero, o sea crecer y reproducirse en su medio interno.

i Toxigenicidad: capacidad de producir toxinas o venenos microbianos. Incluye también la producción de enzimas y otras sustancias derivadas del metabolismo microbiano que realizan determinadas funciones.

i Producción de enzimas o sustancias derivadas del metabolismo.

Algunos microorganismos son patógenos por ser invasores, otros por su toxigenicidad o la capacidad de producir enzimas. En otros concurren todos estos factores, lo que no quiere decir de ninguna manera que la carencia de una de estas propiedades o la concurrencia de éstas determinen que sea más o menos virulento.

No todos los microorganismos perjudiciales poseen todas estas propiedades incluso algunos poseen otras. En otros casos una propiedad puede potencial la manifestación de otra. Veamos:

Que un microorganismo sea patógeno o no, o que un miembro de una especie sea más patógeno que el procedente de otra cepa de la misma especie (individualidad), se debe a la invasividad y a la toxigenicidad, pero algunos deben sus propiedades patógenas a la invasividad y no a la toxigenicidad y viceversa, o a ambas.

Ejemplos: los bacilos del tétanos (Clostridium tetani) y del botulismo (Clostridium botulinum) son incapaces de crecer en la puerta de entrada y menos aún de reproducirse en el organismo vivo (es decir, no son invasores), sin embargo son patógenos por la excreción en la puerta de entrada de sus toxinas (los venenos biológicos más potentes que se conocen) las que producen daños en las células del organismo.

Las enfermedades virales generalmente son invasoras, llegan al hospedero por la puerta de entrada y se reproducen en él, parasitan sus células y las esclavizan.

El bacilo del ántrax (Bacillus anthracis) es muy invasor y a la vez produce enzimas y sustancias metabólicas que actúan sobre los tejidos del hospedero.

Otros son muy específicos en su acción patógena, por ejemplo, destruyen el colágeno, son hemolíticos, etc.

Factores que determinan la patogenicidad

La patogenicidad de los microorganismos depende de uno o varios factores claramente establecidos en algunos microorganismos, mientras que en otros, no se conocen, son

dudosos o no se comprende aún su mecanismo con precisión.[13]

Entre estos factores tenemos:

  • 1. Puerta de entrada

Al iniciar una infección, un microorganismo penetra en los tejidos del cuerpo por una ruta característica, la puerta de entrada que para la mayor parte de los microorganismos suelen ser las mismas regiones anatómicas que contienen microflora normal: piel, tracto alimentario, tracto respiratorio y tracto genitourinario. La mayor parte de los patógenos se han adaptado a una puerta específica de entrada, aquella que le provee de un hábitat adecuado para crecer y diseminarse. Esta adaptación puede ser tan restrictiva que si ciertos patógenos penetran por la puerta "equivocada" no serán infecciosos. Por ejemplo, la inoculación de la mucosa nasal con el virus de la gripe invariablemente conlleva a la gripe, pero si el virus contacta sólo con la piel no habrá infección.[13]

  • 2. Tamaño del inóculo

Otro factor crucial para el curso de la infección es la cantidad de microorganismos presentes en el inóculo. Para la mayor parte de ellos la infección tendrá lugar si existe un número mínimo de células llamado dosis infecciosa (DI). Este número se ha determinado experimentalmente para muchos microorganismos variando desde 1 célula en la fiebre Q, 10 partículas virales en la rabia, 1000 células en la gonorrea, 10000 células en la fiebre tifoidea hasta 109 células en el cólera. En general, los microorganismos con DI pequeñas tienen mayor virulencia. Si el tamaño del inóculo es más pequeño que la DI, la infección generalmente no progresará, por el contrario, si el tamaño del inóculo es mucho mayor que la DI, el comienzo de la enfermedad puede ser más rápido.[13]

  • 3. Mecanismos de invasión y establecimiento del patógeno

Una vez que el patógeno ha contactado con el huésped a través de las vías de entrada, el siguiente paso en la infección requiere que el patógeno (i) se una al huésped; (ii) atraviese el epitelio y (iii) se establezca en los tejidos. [13]

  • a. Adhesión

Es el proceso mediante el cual los microorganismos consiguen una posición más estable en el portal de entrada, lo que les permite no ser fácilmente eliminados y estar listos para invadir los compartimentos estériles del cuerpo.

Se cree que la adhesión de algunas bacterias al sustrato se debe a la presencia de fimbrias

•pilis o pelos• tipo de apéndices filiformes que se encuentran en la superficie de las bacterias gram negativas y en algunas gram positivas, diferenciándose de los flagelos en que son más cortos y gruesos, por lo que solo son visibles al microscopio electrónico. Otras estructuras bacterianas que se citan responsables de la adhesión son los flagelos y las cápsulas.

En los virus el mecanismo de la adhesión es mediante la unión a través de receptores especializados.

  • b. Factores de virulencia (penetración e invasión)

Los factores que contribuyen a la penetración e invasión de los tejidos se dividen en exoenzimas, toxinas y factores antifagocíticos.

Enzimas extracelulares: la patogenicidad de ciertos bacterias y hongos está asociada en parte a su capacidad de penetrar en los tejidos del huésped, lo que se debe a exoenzimas y a otras sustancias metabólicas, que rompen e inflingen daños en las estructuras epiteliales.

Las siguientes enzimas extracelulares disuelven las barreras defensivas del huésped y promueven la diseminación de los microorganismos en tejidos más profundos:

ƒ Mucinasa: destruye la capa protectora de las membranas mucosas; la produce Vibrio cholerae.

ƒ Lecitinasa (alfa-toxina). Destruye diversos tejidos celulares, es particularmente activa en la lisis de los glóbulos rojos de la sangre. Se ha demostrado en el Clostridium perfrigens y también en el veneno de las serpientes.

Partes: 1, 2

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