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La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte II) (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

           La palabra sacrificio tiene, en el lenguaje común, un sentido de cosa penosa, dolorosa, como un esfuerzo angustioso, lleno de sufrimiento. Sin embargo, el diccionario nos muestra significados más altos y más amplios de aquel término, tales como: "acto de veneración por el cual alguien se priva de una cosa para tornarla sagrada, ofreciéndola a la divinidad" o "acto de arriesgar el propio interés para favorecer a otros" o "abandono voluntario de un bien, de un derecho". En todas estas acepciones, la palabra sacrificio aparece ligada a libre y espontánea voluntad, a reverencia y a altruismo; nunca a penalidad, castigo, dolor, sufrimiento o imposición.

           Para comenzar, debemos estar completamente concientizados de que el propio Dios Todo-Poderoso aplicó la Ley del Sacrificio a Sí Mismo, cuando se manifestó físicamente originando el Universo. Él se auto-limitó, "abandonando voluntariamente" su derecho a la infinitud, a la eternidad, a la perfección absoluta. No es que Dios perdió sus atributos más excelsos. Él simplemente se despojó de ellos para poder manifestarse como materia, como hombre, como pájaro, como flor, como piedra, como agua o como planeta.

  En este sentido, el Sacrificio Divino es como una efusión jubilosa de vida, que permite a "otros" participar, como sería el caso del profesor que, en lugar de guardar el conocimiento adquirido para sí, ampliándolo cada vez más en su propio beneficio, prefiere compartirlo con sus alumnos, los cuales muchas veces no están suficientemente preparados para absorberlos, lo que hace perder mucho tiempo.

           De aquel sublime sacrificio divino ha surgido todo lo que está manifestado. Con todo, se conserva también lo inmanifestado y es ahí que se origina la chispa cósmica o alma en nuestro interior, de la cual tanto se ha hablado en este texto. O sea, realmente Dios está encerrado en el alma de los hombres, de cualquier hombre, por más pecador y negativo que sea. Esta partícula divina soporta todas la limitaciones que la forma física le impone, pero también estimula el ser humano en el cual mora, a que evolucione en dirección a la perfección; aquí está el origen del remordimiento que el individuo siente cuando viola las leyes universales, generalmente en procura de satisfacciones superficiales y efímeras.

           Pero el sacrificio divino es diferente del humano. Dios se sacrifica auto-limitándose en la forma, pero continúa ilimitado en niveles más altos. Dios se sacrifica con alegría, porque su Naturaleza es dar, inclusive porque nada existe encima de Él y por lo tanto no tiene nada para recibir. El ser humano, anclado en su personalidad-alma, por su lado, está impregnado por la materia y su atributo más notable es recibir, ya que si él no recibiese el influjo permanente de las energías divinas, no sólo no podría mantenerse con vida: ni siquiera podría tener una forma determinada.

           Es ahora más fácil comprender por qué se correlaciona la idea de sacrificio con el sentimiento de dolor y de sufrimiento. Mientras que en el Mundo Divino el sacrificio significa dar a los otros y esto constituye una alegría y un regocijo maravilloso – como cuando un padre comparte con un hijo algún conocimiento del cual es portador – en el mundo humano, el sacrificio es percibido como una restricción, como una pérdida, como algo que es impuesto y penosamente cumplido.

           Los seres humanos en general y sobre todo en esta época materialista, se consideran los dueños, los propietarios y los señores de la Naturaleza. Esto es absurdo, la Naturaleza no nos pertenece; acontece apenas que el Ser Supremo – como ejercicios para nuestra graduación – permite que utilicemos sus recursos en nuestro beneficio. El oro, el hierro, el petróleo, la madera ni el agua fueron creaciones del ser humano; en verdad, nuestros derechos se restringen solamente al privilegio del uso de los mismos (uso que actualmente ha sido deformado en gran parte en abuso).

           En la Naturaleza, la Ley del Sacrificio es general, siendo que las formas inferiores son destruidas para posibilitar la vida de los superiores. Por ejemplo, los animales sobreviven (ya sea directa o indirectamente) gracias el sacrificio de plantas. El propio hombre sobrevive gracias al sacrificio de plantas y animales, ya que sin unas y otros, moriría de hambre. Pero ninguno de los seres inferiores al hombre, posee libre albedrío; por eso fue fácil a las fuerzas evolutivas trabajar sobre ellas a través de aquella ley.

           Pero con el ser humano, el asunto es mucho más delicado: ¿pues, como hacer para conseguir que un ser dotado de libre albedrío acepte la Ley del Sacrificio, estando él mismo en una etapa incipiente de su evolución, por lo tanto sensible al dolor, a la pérdida y al sufrimiento? Probablemente esta es una de las razones más fuertes por las cuales desde los primeros tiempos, el hombre fue auxiliado por Instructores Divinos o Avatares, cuyo conjunto de enseñanzas fue designado como Sabiduría Eterna o Religión Cósmica en este texto. Así la Ley del Sacrificio, entre otras, fue enseñada a los hombres, poco a poco y cada vez con mayor profundidad.

           En un primer paso, el hombre fue instruido para desarrollar su comprensión de que él no estaba aislado en el mundo y dependía de otras especies animales y vegetales para sobrevivir. Por lo tanto, le fue enseñado que él solo podía sobrevivir por el sacrificio de otros seres. Así el ser humano fue llevado a una primera comprensión: él sacrificó una parte de su alimento, ofreciéndolo a las fuerzas naturales. Realmente esta ofrenda era un sacrificio para el hombre, pues él podía estar sacando alimento de su boca – o de la de sus hijos – para cumplirlo, pero lo hacía con cierta alegría pues había una promesa implícita por parte de la Naturaleza: en el próximo año se obtendrían buenas cosechas.

El hombre hacía, pues, un intercambio, en el cual el deseo de una prosperidad material futura lo impulsaba a cumplir su parte, pagando la deuda a través del sacrificio en el momento presente.

           El segundo paso en el desarrollo evolutivo de la conciencia humana consistió en pasar la recompensa, que estaba colocada en el denso mundo material, para un nivel más sutil. Los Instructores Divinos, sabiendo que el hombre – espiritualmente – era como un niño indisciplinado, exigente y reclamando premios por sus esfuerzos, instalaron en su mente una nueva lección: "Un bien permanente puede ser adquirido por el sacrificio de un bien relativamente transitorio". Esta lección es muy importante porque conduce al discernimiento.

  Así surgen religiones elevadas en la India, la China, Persia, Egipto, Palestina, etc. que ofrecen ciertos sacrificios del cuerpo y de la mente a determinados rituales, el sacrificio de practicar ciertos actos de bondad y aún de abnegación como el caso de los mártires, el sacrificio de obedecer a ciertas imposiciones que contrariaban sus deseos físicos, como por ejemplo, el sexo; todo esto a cambio del "cielo", una vida eternamente feliz después de la muerte.

           Este nivel de desarrollo fue firmemente impulsado por la religión cristiana (así como por la islamita), lo que hace que hoy en día haya una buena cantidad de personas actuando en base a esta ideología, o sea tentando actuar lo "mejor" posible – de acuerdo con los dogmas específicos de la respectiva orientación religiosa – para después y con base en los méritos obtenidos, ganar el derecho a recibir el premio estupendo e insuperable de una vida eterna junto a Dios. Estas personas se están sacrificando en esta vida por una promesa espiritual futura, lo que constituye un avance considerable en comparación a la situación anterior; quien actúa de esta forma está firmemente convencido de que aquel Cielo y aquel Paraíso existen. ¿Acaso no fue esto que aprendió desde pequeño?

           Pero el desarrollo espiritual de la Humanidad no se detiene; por el contrario, avanza cada vez más aceleradamente, aunque esto no sea percibido desde la superficie rasa en la cual la vida cotidiana se procesa. Dentro de la esquematización didáctica que estamos formulando, hay un tercer paso que corresponde a las personas actualmente más evolucionadas; precisamente uno de los objetivos del presente texto es estimular a un número cada vez mayor de personas para que penetren en este nivel más elevado de conciencia. En él, las cosas son percibidas de una forma más elaborada, más refinada y más profunda: se desarrolla la comprensión íntima de que el ser humano tiene – necesariamente – que dar, aunque más no sea para mantener un mínimo de equilibrio con todo aquello que ya recibió (tanto de sus hermanos humanos, como del Supremo Creador).

           De esta manera el sacrificio pasa a ser natural y voluntario; diríamos que se comprende que él está inscripto en la naturaleza de las cosas. Así el sacrificio va abandonando poco a poco sus características de transacción comercial, pues él pasa a ser reconocido como una ley Cósmica. De este modo, va perdiendo – gradualmente – su connotación penosa, angustiante y dolorosa, y comienza a vestirse con los suaves y brillantes ropajes de la alegría, con el júbilo de la donación, con el regocijo de estar en vías de transformarse en un canal conductor de las excelsas energías cósmicas. De hecho, esta fase del proceso fue inducida en el lector durante todos los capítulos de este libro. Por lo tanto, si acompañó y aplicó los conceptos aquí vertidos, seguramente usted ya estará practicando la Ley Cósmica del Sacrificio en su dimensión plena, verdadera.

 LA LEY DEL SACRIFICIO Y LA AUTO-REALIZACIÓN HUMANA

           Probablemente, usted habrá encontrado muy interesante la Ley del Sacrificio, así como los cambios de su significado a través del proceso de la evolución espiritual del ser humano. ¿Pero cuál es su relación con nuestro tema básico, o sea: "desarrollo espiritual", a través de la Religión Cósmica?

           Hoy en día está prácticamente abandonada la costumbre de ofrendar granos, frutas y animales a las fuerzas de la Naturaleza, de modo que el primer paso en la aplicación de la Ley del Sacrificio ha quedado para atrás. La inmensa mayoría de las personas está en la segunda fase, tentando intercambiar obediencia a ciertos mandamientos y reglas morales y de conducta, por una maravillosa vida futura, eterna. Unos pocos están en la tercera fase, donándose en un sacrificio altruista, jubiloso y alegre en beneficio de sus hermanos, no pretendiendo recompensas específicas, aunque ellos saben – naturalmente – que debido a los efectos de la Ley de Compensación, ellas acontecerán.

           El presente texto, aunque tentando contribuir para desarrollar lo más posible el nivel espiritual de las personas, está – por su vez – inscripto en una idea mas amplia que podemos resumir en la palabra "auto-realización". En efecto, lo que fue explicado en relación a la ley del Sacrificio – y que justifica su inclusión en este texto – transciende sus raíces esenciales, transformándose en una antorcha útil y práctica, capaz de ser utilizada en las circunstancias concretas de la vida humana en este planeta.

           A la duda relativa a si el conocimiento de la ley del Sacrificio será provechosa en la vida cotidiana o pertenece apenas a mundos mas sutiles y sublimes, se debe responder que todas las leyes Cósmicas tienen varios niveles en las cuales se reflejan – naturalmente que en forma diferente – desde los más densos hasta los más sutiles. Como ya dijo Hermes Trismegisto: "así como es arriba, es abajo" y "así como es en el Cielo, es en la Tierra". En consecuencia, teniendo aquellas leyes origen en niveles excelsos, resuenan en todo el teclado cósmico, incluyendo la vida terrena, material.

Esto significa que los mencionados principios universales no son interesantes apenas para los sabios, filósofos y estudiosos. Ellos son muy útiles para que cualquier persona los lleve en consideración y los utilice con toda plenitud en su vida cotidiana, incluyendo los aspectos relativos a "plenitud, armonía y auto-realización".

           De lo anterior, parece deducirse en forma absolutamente clara que usted podrá utilizar la Ley del Sacrificio, en su vibrante búsqueda de la auto-realización. Una vez más, surge la pregunta crucial: ¿cómo?

           Esta pregunta será respondida inmediatamente y el análisis correspondiente le dará elementos suficientes para que usted se posicione adecuadamente en lo relativo a un asunto tan importante.

           Antes de todo: ¿cómo podría ser expresada la Ley del Sacrificio, de forma resumida y comprensible? Su contenido esencial es el siguiente:

           De la misma forma que el hombre recibe del Altísimo un número impresionante de bienes materiales, emocionales y espirituales – sea directamente, sea a través de la Naturaleza o sea de sus congéneres humanos – él debe contribuir para mantener y enriquecer la corriente de la Vida, donando su tiempo, su esfuerzo y su amor a los más altos objetivos. Y esto debe ser voluntario, debe existir una comprensión íntima de su necesidad; en este caso el sacrificio será hecho con alegría, con júbilo, con regocijo porque significa una cooperación entre las fuerzas positivas, constructivas y bienhechoras del Universo

. De este modo, el sacrificio implica en armonización con los excelsos planos superiores; por lo tanto se trata de la Ley Suprema de la Evolución en marcha.

           Otra acepción de la palabra sacrificio es: "privación de cosa apreciada". ¿Cuál es la "cosa apreciada" que deberíamos abandonar para cumplir esta sagrada Ley? Simplemente, se trata de las cosas efímeras, superficiales y transitorias que tienen poco valor, pero que – debido a estar en una etapa no avanzada de evolución – consideramos como las más prioritarias y muchas veces como las únicas importantes a tener en cuenta. Pero específicamente ¿qué cosas son esas?

Todas la que están ligadas de forma fuerte y exclusiva al mundo exterior, por ejemplo: búsqueda de "status"; sed de lucros; compulsión de dominar a los otros; satisfacción egoísta de los sentidos; la egolatría y el narcisismo; desprecio por el mundo espiritual, etc., o sea, en una palabra: chapotear por el lodo de los niveles inferiores, sumergidos en las tinieblas e impregnados de todo tipo de sentimientos negativos y destructivos.

           Para inmenso número de personas, los valores negativos mencionados anteriormente constituyen el pan de cada día. Su evolución incipiente no les permite vislumbrar niveles espirituales mas elevados; en verdad todos los que estamos en fase de evolución tenemos – en algún grado – insertados dentro de nosotros e instilados permanentemente por la Mente Colectiva, aquellos valores. Justamente, debido a nuestra evolución incompleta, ellos son erradamente percibidos, y muchas veces considerados como los únicos objetivos a ser alcanzados, como metas dignas de grandes esfuerzos.

Esto es lógico, pues el hombre aprende a través de la experiencia, de las pruebas, del error, en el ejercicio de su libre albedrío. En consecuencia, aquellos valores pasan a ser "cosas apreciadas", fuertemente vinculadas al ególatra Yo Exterior.

           Simplificando el máximo posible, la Ley del Sacrificio significa entonces la "privación de cosas apreciadas" que satisfacen nuestro Yo Exterior egoísta, introduciendo en su lugar aquellas que impregnadas de altruismo sean capaces de satisfacer la sed espiritual de nuestro Yo Interior".

           Este trueque, este intercambio, puede causar dolor y sufrimiento porque el Yo Exterior no va a aceptar de forma resignada su pérdida, su derrota. Por esto, no es posible avanzar con rapidez excesiva en este campo; el progreso debe ser firme, aunque lento. Esta es la causa principal por la cual el hombre precisa disponer de múltiples encarnaciones para su progreso evolutivo.

           Como consecuencia de todo lo anteriormente expresado, ahora no es difícil comprender que la Ley del Sacrificio es el resorte propulsor de la evolución humana; privándose de cosas apreciadas por el Yo Exterior y zambullendo en las cosas apreciadas por el Ser Crístico, el hombre sube la escalera de su desarrollo espiritual en dirección a su Maestría. Esta escalera no es apenas etérea o contemplativa; ella es también física, tangible, y quien asciende por sus escalones siente su progreso en esta vida en todos los niveles: material, emocional, mental y espiritual.

           En verdad, usted podrá estar en uno de los puntos bien diferentes de la escala evolutiva, uno más avanzado, otro más intermedio. Si usted está en un nivel avanzado, habrá comprendido perfectamente que la ley del Sacrificio en su última esencia es cumplida voluntariamente y con alegría, sin pensar en intercambiar esta dedicación por una recompensa cualquiera. El sacrificio es hecho porque debe ser hecho, en armonía con el funcionamiento del Universo, como su responsabilidad personal.

  Usted asume voluntariamente su parte de responsabilidad como auxiliar del Altísimo, posibilitando que por su intermedio las energías cósmicas puedan reducir sus elevadísimas frecuencias y pueden llegar a otros seres – sobre todo humanos – que expuestos directamente a aquellas, serían fulminados. Usted cumple así el magnífico papel de ser un transformador cósmico que es, en verdad, la verdadera misión reservada a todo ser humano.

           Operando en este nivel, usted no precisará esforzarse en absoluto para transformar en una vibrante realidad el fascinante objetivo de la auto-realización, pues ya estará actuando en su misma sintonía, envuelto en un halo de plenitud, de armonía y de todas las cosas buenas que el Ser Supremo creó para nuestro deleite y nuestra auténtica felicidad.

           Pero también puede acontecer que usted se encuentre en un nivel intermedio de desarrollo espiritual. No adelanta querer ocultar esto o pretender auto-engañarse, creyendo estar en las cumbres de la gloria. La evolución espiritual es necesariamente lenta y no es vergonzoso reconocer que no estamos muy avanzados; es preferible ser sinceros, aceptando el hecho de que apenas estamos en el comienzo de este proceso.

           En este caso, será muy difícil cambiar algo visible, tangible, que da ciertos placeres sensoriales y emocionales (aunque más o menos groseros) por simples palabras referentes a unas ciertas leyes llamadas "cósmicas". Si no fue abierta lo suficiente, la ventana del alma, no habrá luz adecuada para percibir los niveles más profundos; pero nada esta perdido, pues podremos trabajar en niveles más superficiales.

           Por lo tanto, en este caso, usted puede – perfectamente – actuar en términos de intercambio, tal como hacen las enseñanzas religiosas más difundidas. Usted hace mentalmente un contrato con el Altísimo. Usted se ofrece a Él como un obrero que trabaja por un salario; analicemos las características de este contrato.

           El salario es su meta soñada, su deseo fascinante, su meta luminosa: su auto-realización a través de la concretización de un cierto objetivo previamente definido, por ejemplo "prosperidad y suceso" o "realización afectiva". Para el Altísimo, infinito en Riqueza, infinito en Abundancia, infinito en Amor, no hay cosa más fácil para cumplir. Pero un contrato implica en responsabilidad mutua y usted deberá cumplir su parte, a través de su esfuerzo, de su trabajo.

           ¿Qué trabajo es ese? ¿Cuál será su trabajo como empleado del Ser Supremo, como obrero cósmico? Exactamente aquel que está destinado para todos los seres humanos, en la medida en que ellos comprendan: transformarse en fuentes de irradiación del Padre para los hijos menos evolucionados. ¿Y como usted se transformará en esa fuente de luz?

           Usted, yo, todos, nos podremos transformar en un foco deslumbrante de luz, amor y esperanza para toda la Humanidad, cuando iniciemos nuestro sacrificio, abandonando ideas, sentimientos, pensamientos y actitudes negativas y destructivas, basadas en las tinieblas; todo esto es muy apreciado por el Yo Exterior. En el lugar vacío irán entrando cosas buenas, positivas y constructivas: armonía, paz, amor, alegría y felicidad; por lo tanto, quedaremos armonizados con las energías divinas y la vida comenzará a mudar para mejor. Al final del mes, recibiremos el salario, pero en lugar de dinero, recibiremos aquellas cosas que son capaces de manifestar nuestro mayor ideal.

LA LEY DEL SACRIFICIO Y SU RELACIÓN CON EL MINISTERIO DE JESÚS

           El sacrificio de Jesús, a través de su crucifixión, es el punto más alto, la enseñanza más avanzada que la Humanidad recibió acerca de la Ley del Sacrificio. El asunto es, en verdad, muy profundo y complejo; inclusive el autor no tiene la pretensión de tener la capacidad de comprender en toda su extensión el magno significado de aquel grandioso acontecimiento. Con todo – modestamente – nos parece posible presentar por lo menos un ángulo del mismo, que en el presente momento puede darnos bastante luz sobre aquella Ley Cósmica.

           Como ya fue especificado en Capítulos anteriores, Jesús era un ser humano con elevadísimo desarrollo espiritual, seguramente el mayor de la época. Instruido por los esenios, bien versados en Sabiduría, llegó un punto en que el debió incursionar por un campo nuevo, donde ellos poco lo podían ayudar: el Amor. Fue ahí que entró en Jesús el Principio Cósmico conocido por el Cristo, en ocasión del bautismo en el Jordán, como es descrito en los Evangelios. De este modo, se encarna el mayor Poder que la Humanidad conoció en todo su desarrollo y que aún hoy – casi 2000 años después – continúa iluminándonos con su magnífico esplendor.

           La vida de Jesús, ahora el Cristo, se desarrolla a partir de este momento con el dramatismo de una auténtica pieza teatral, donde cada acto equivale a una Iniciación: Nacimiento, Bautismo, Transfiguración, Crucifixión y Resurrección. En particular, la Crucifixión es una experiencia que incluye preparación (representada por la prisión y flagelación del Cristo), desarrollo (Crucifixión propiamente dicha) y culminación ("muerte" de Cristo, que en verdad – como ya fue explicado – no existió; en su lugar, lo que aconteció fue que Jesús "entregó el Espíritu" o sea el Principio Cósmico que había encarnado en él).

           La ley del sacrificio se presenta aquí como una gran enseñanza para la Humanidad: Jesús hace entrega – devolviendo a su Hogar Paterno – lo máximo que un hombre podía aspirar a entregar: el Principio Cósmico que estaba dentro de él y que lo había acompañado durante aquellos tres años de su Misión Divina.

Es importante subrayar que la mayoría de las personas han considerado que el "gran sacrificio" de Jesús es haberse dejado crucificar; con todo, si examinamos la historia humana, veremos que muchísimos millares de hombres, han hecho sacrificios iguales o mayores. Así tenemos los propios cristianos crucificados o devorados por las fieras o las incontables personas que a través de todas las épocas han sido torturadas y asesinadas, así como a toda su familia; y no estamos hablando de la antigüedad y sí de acontecimientos que tocaran recientemente muy de cerca de gran parte de los países de América Latina

           Por lo tanto, ser crucificado físicamente es sin duda un gran castigo y realmente es un acto de sacrificio y de coraje aceptarlo voluntariamente; pero el caso en pauta va mucho más allá. El supremo sacrificio de Jesús es en verdad otro: aceptar voluntariamente que aquel Principio Cósmico lo abandone.

En verdad, los sentimientos que este hecho puede provocar en el corazón humano escapan totalmente a nuestra comprensión, pues se trata de un acontecimiento absolutamente impar, pero nos resistimos a admitir que la amargura de Jesús en Getsemani se deba apenas a la inmolación de su cuerpo físico; en efecto millares de personas, entre ellos muchos ateos, han enfrentado la muerte con magnífica dignidad. No sería un ser tan desarrollado espiritualmente como Jesús que iba a aflojar ante una coyuntura desfavorable y más, sabiendo el desenlace final que tendría el proceso todo.

De este modo, las palabras atribuidas a Él: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte"… "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tu" (Mateo 26:38-39) no deben referirse a una sensación de miedo físico y sí de separación o pérdida de aquel estrecho contacto que el hombre Jesús tenía con el Cristo Divino. Esto es inefable; no puede ser explicado con palabras. Para comprender más profundamente es necesario entrar en el campo de la intuición y de la Armonización Cósmica.

           De cualquier forma – como también ya fue explicado – a cada acto de sacrificio humano, hecho con amor, corresponde una efusión de Energía Divina. Por lo tanto al excelso sacrificio de Jesús, no colocando ningún bloqueo o dificultad a la liberación del Principio Cósmico contenido en su interior, correspondió un flujo impresionante de Aquella, derramándose sobre la Humanidad. Pero este flujo de Energía Divina no descendió para "salvar" en forma vicaria a la especie humana a través de la simple creencia en la existencia de un Salvador.

  Ella descendió sí para dar un nuevo impulso a la conciencia humana, un verdadero impulso cósmico, para hacerla reconocer que el "Salvador" está dentro de nosotros: es nuestro Yo Interior, nuestro Ser Crístico, nuestro Cristo Interno. De esta forma, atravesamos el portal decisivo correspondiente al proceso evolutivo espiritual: dejamos atrás el Dios Trascendente del Antiguo Testamento, aquel anciano de barbas blancas, como fue visualizada la figura de Jehová y pasamos a adorar el Dios Inmanente, Aquel que habita en el fondo de nuestros corazones. Esa es la médula de la Religión Cósmica.

           Hay un detalle sutil en los Evangelios, bastante difícil de percibir, que pauta cómo la crucifixión de Jesús implica realmente en un divisor de aguas en el mundo, separando lo "antiguo" de lo "moderno". En efecto, después del arresto de Jesús se lee: "Entonces, dejándole todos sus discípulos, huyeron. Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron, pero él, dejando la sábana, huyó desnudo" (Marcos 14: 50-52). Este "joven" representa el nuevo impulso cósmico que el sacrificio de Jesús traería al mundo; en ese momento él no está aún cristalizado pues Jesús apenas acaba de ser arrestado. Por eso se dice metafóricamente que el joven estaba desnudo.

Más tarde, ocurrida la crucifixión, María Magdalena, María y Salomé que habían comprado hierbas aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús, vieron el sepulcro abierto "y entradas al sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca y se asustaron. Pero él les dijo: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado". (Marcos 16: 5-6). O sea, el joven ahora y junto con la resurrección, cubrió su desnudez con "larga ropa blanca", la cual simboliza el cambio, ya que lo "exterior" es colorido, mientras que lo "interior", o sea el Ser Crístico es de inmaculada blancura. Este cambio precisó primero una incubación (tal vez el primer milenio después de Cristo), luego una maduración (el segundo milenio) y finalmente la manifestación (a ocurrir en este milenio).

           Esta manifestación corresponderá a la cristalización de las Energías que la crucifixión de Jesús liberó originalmente en forma sutil, intangible, pero que llegado el tiempo tomará forma concreta, perceptible, no sólo por la conciencia humana y sí por sus propios órganos sensoriales. Se trata de la Edad de Oro, anunciada por los profetas de todas las épocas. Y este Edad se acerca velozmente.

LA ORDEN ROSACRUZ

           Como ya fue explicado anteriormente, la Sabiduría Eterna se formó a través de la acumulación de las enseñanzas de los Instructores Cósmicos que, en diferentes épocas y locales, difundieron sus verdades de acuerdo con el grado de comprensión del pueblo respectivo. Por eso, las religiones que después aparecieron basándose en aquellos, tienen diferencias a veces sustantivas, pues ellas debían adecuarse al estado evolutivo de la correspondiente sociedad humana. Las verdades básicas, sin embargo, permanecieron idénticas, porque ellas son de naturaleza eterna.

           La "Sabiduría Eterna" o "Religión Cósmica" tomó cuerpo y forma más elaborada a través de la confluencia de enseñanzas de Instructores en una Fraternidad cuyo origen se pierde en eras remotas, pero que puede ser descubierta en la Biblia bajo el nombre de "Orden de Melquisedec", de la cual Jesús fue, nombrado sumo sacerdote (según Hebreos 5:10).

           La orden de Melquisedec es pues el cáliz, el receptáculo donde la Sabiduría Eterna se fue depositando y sedimentando, ofreciendo a los hombres sólo aquello que podían asimilar razonablemente. Esta Orden, que hoy en día es conocida como la Gran Fraternidad Blanca es la responsable por la evolución del ser humano y a cuya cabeza está el Maestro Jesús, el Cristo.

           La Gran Fraternidad Blanca es dirigida, no por seres humanos y sí por Maestros Cósmicos, o sea seres humanos que alcanzaron su perfección al identificar su personalidad-alma con el Ser Crístico, con el Yo Interior. Por lo tanto, no necesitan reencarnarse. Sin embargo, ellos lo hacen por Amor, para ayudar la evolución de todos nosotros. Aquí tenemos otro vibrante y maravilloso ejemplo de aplicación de la ley del Sacrificio.

           Aquella Fraternidad orienta cierto número de escuelas, órdenes y asociaciones místicas; en el mundo occidental, la Orden Rosacruz auténtica (A.M.O.R.C) parece ser – en el momento actual y sin desmedro de otras organizaciones genuinas – la más interesante, ya que aún poseyendo conocimientos de los grandes misterios, no es secreta o cerrada; ella inclusive hace publicidad de su existencia y objetivos, lo que hace justificable proporcionar algunas informaciones sobre la misma. Por otro lado, sus enseñanzas son graduadas, implicando no sólo en informaciones y sí en ejercicios de la más variada naturaleza.

           En su propia bibliografía, los Rosacruces se auto-definen como "una sociedad fraternal; una sociedad de hombres y mujeres interesados en exhagotar las posibilidades de la vida, por la utilización sobria y racional de su herencia de conocimiento esotérico (lo que en este texto ha sido llamado de "Religión Cósmica" y de las facultades que poseen como seres humanos"… "Su principal propósito es capacitar a todos a vivir en armonía con las fuerzas cósmicas creativas y constructivas para alcanzar salud, felicidad y paz".

           La Orden Rosacruz tuvo su nacimiento como Escuela de Misterios de la Sabiduría Eterna en el antiguo Egipto, alrededor de 1350 A.C. durante el reinado del faraón Amenhotep IV, también conocido como Aquenaton. Sus primeros iniciados se reunían en las cámaras secretas de la Gran Pirámide. Parte de su sabiduría fue transmitida a los constructores del templo magnífico y simbólico del Rey Salomón. Jesús y los Apóstoles tuvieron estrecha relación con esta Fraternidad, aunque parece que la palabra específica ("Rosacruz") es posterior.

  Por lo menos el conocimiento público de la misma solo aconteció al iniciarse el siglo XVII, a través de ciertos trabajos de Francis Bacon, Imperator de la Orden en esa época. Inclusive en el siglo XV es mencionado un misterioso personaje – Christian Rosenkreuz – al cual varias enciclopedias y libros le atribuyen, erróneamente, la fundación de la Orden. En 1694, bajo la dirección de Johann Kelpius vinieron originalmente para América, instalándose en Filadelfia.

           Numerosos filósofos, músicos, escritores y científicos pertenecieron a la Orden Rosacruz, entre ellos: Hermes, "María Hebraea" (probablemente Miriam, hermana de Moisés), Moisés, Solón, Heráclito, Sócrates, Aristóteles, Platón, Cicerón, Séneca, Plotino, Carlomagno, Avicena, Tomás de Aquino, Dante, Paracelso, Giordano Bruno, Francis Bacon, Descartes, Jacobo Boheme, Spinoza, Newton, Franklin, Jefferson, Goethe, Balzac, Rubinstein, Debussy, Einstein y muchos otros.

           La Orden Rosacruz nunca se envolvió en controversias políticas o religiosas, dejando sus miembros en completa libertad de elección, de modo que muchos sacerdotes católicos, pastores protestantes y rabinos judíos pertenecen a aquella Fraternidad.

           En América Hispana hay Logias en 18 países (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela). En Brasil se encuentra la Gran Logia para la Lengua Portuguesa.

           El contacto con la Gran Logia de Habla Hispana para las Américas con sede en México puede entrar en el sitio: www.amorc.org

CAPÍTULO 7:

La misión del hombre en la Tierra

CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD

           En verdad, el límite que separa lo material de lo espiritual es totalmente arbitrario. Todo lo que existe, tiene su escala vibratoria especial; en este sentido, el mundo cósmico o espiritual tiene frecuencias vibratorias tan altas que no pueden ser registradas por ningún aparato construido por el hombre hasta ahora y por eso muchas personas, incluyendo destacados científicos niegan la existencia de aquel mundo. Esto es lamentable y revela una incoherencia básica.

En efecto, las ondas de radio y televisión, por ejemplo, existen desde tiempos inmemoriales y para el moderno hombre de un tiempo tan cercano como 1900, ellas no existían, tanto que el descubridor de las primeras – Marconi – casi fue encerrado en un manicomio por sus propios "amigos" cuando anunció la existencia de tales ondas. Y esto ocurrió en el siglo XX.

           Para tener una idea de la escala de frecuencias vibratorias, la Física reconoce los siguientes valores aproximados: tacto (hasta 16 vibraciones por segundo); sonido (16 hasta 16.000); radiofrecuencia (16.000 hasta 50.000 millones de vibraciones por segundo); calor (2 a 200 billones); luz visible (200 a 1.000 billones); rayos ultravioletas (2000 hasta 50.000 billones); rayos X (50.000 hasta un millón de billones de vibraciones por segundo).

Más allá de los rayos X se conocen físicamente irradiaciones con un número de vibraciones bien por encima de estas, como sería el caso de los rayos gamma y los rayos cósmicos, cuyas frecuencias vibratorias pueden alcanzar y aún superar la fantástica cifra de 1 trillón de vibraciones por segundo. Es claro que – en este contexto – la frecuencia de los fenómenos llamados espirituales es tan alta, que escapan a la comprensión de cualquier intento humano en términos de experiencia material.

           Por otra parte, estos fenómenos, incomprensibles desde el punto de vista racional, no lo son en términos vivénciales. Del mismo modo, todos sentimos y pensamos y aunque generalmente no dominamos la estructura inherente a los procesos implicados, tenemos plena conciencia de la existencia de aquellos, a través de la experiencia no pasible de "matematización" que es vivir.

           Es importante mencionar que los místicos nos hablan de un Teclado Cósmico que tendría 144 notas o grados. Para tenerse una idea, las energías más sutiles conocidas físicamente, los "rayos cósmicos", con una frecuencia de hasta 1 trillón y medio de vibraciones por segundo, estarían apenas en el punto 80 de esta escala. Por lo tanto, habría todavía 64 escalones para llegar a la cumbre de la misma, que representaría la Fuente de la Energía Divina, o sea el propio Ser Supremo, de modo que el último escalón teóricamente tendría – más de 1 cuatrillón de vibraciones por segundo, o sea un número representable por un 1 seguido de ¡48 ceros!.

           En relación con esto, siempre es interesante citar la estupefacción de Niels Bohr (ganador del Premio Nóbel de Física, gracias al descubrimiento del Principio de la Complementariedad) al visitar la China en 1937 y comprobar que hasta el más humilde campesino conocía este principio – es claro que no elaborado con tanta sofisticación – bajo el aspecto del par de opuestos complementarios: Yang e Yin. Y esto – es claro – no aconteció por casualidad: el misticismo oriental conocía aquel principio desde hace milenios, pues él es la base de todas las cosas. (Hay aquí un rastro de la Religión Cósmica)

           En realidad, el objetivo fundamental de un verdadero científico es el conocimiento, y él es más fuerte que todas las incomprensiones. Estamos acostumbrados a pensar que en el mundo científico las ideas se imponen fácilmente por el peso de su evidencia, pero esto generalmente acontece solo cuando los nuevos conceptos son una ampliación, una mejoría, una profundización de los conceptos más antiguos.

Pero cuando la nueva idea es bien diferente de aquella que está vigente, la situación cambia radicalmente, ya que el peso de la rutina, del hábito de pensar de una cierta manera, de la "autoridad científica" es muy fuerte. ¿Para qué cambiar si todo funcionó tan bien hasta ahora? (Sobre todo si los nuevos conceptos surgen de alguien que no ostenta laureles o pesadas condecoraciones).

           Hoy nos escandalizamos con la muerte de Giordano Bruno en la hoguera o con la abjuración a la cual fue obligado Galileo. Pero ¿cuál es el criterio que hoy día se usa para desacreditar una nueva teoría, una nueva interpretación? Exactamente el mismo: el consenso, el acuerdo de la clase científica. Si todos sus miembros concuerdan es porque las evidencias son interpretadas correctamente. Así es que se piensa. ¿Y se puede pedir un testimonio más seguro acerca de donde está la "verdad"? Es claro que la "verdad" es atribuida a la clase y no al "soñador" aislado.

           Sin embargo – y aquí está la contraparte de este raciocinio aparentemente tan lógico – casi todas las grandes ideas nacieron en la mente de un "soñador" aislado, el cual tiene según Alves (10) solamente dos cosas para sustentarlas: "Primero, el amor con el cual la concibió. Segundo, la promesa que le hace la nueva visión, de abrir nuevos campos…" Así fue el caso del famoso Burbank que, a principios del siglo pasado, creó millares de variedades de las más diversas especies, sorprendiendo a todo el mundo científico de la época que le era hostil, porque no comprendía sus métodos y se veía obligado a "tragar" sus resultados.

Uno de sus biógrafos, Hall, cuenta que "la fuerza de amor de Burbank – mayor que la de cualquier otro – era el tipo sutil de nutriente que hacía todo crecer mejor y dar frutos más abundantes. Burbank me declaró que en todas las experiencias, conquistaba la confianza de las plantas, les pedía ayuda y les garantizaba tener por sus vidas tan frágiles un afecto muy sincero". Este tipo de experiencia ha sido repetido con bastante suceso, como la realizada en Findhorn, relatada por Tompkins y Bird (11). Es claro que muchos científicos han fracasado al tentar estimular el crecimiento de las plantas en laboratorio por medios extra-físicos. Pero ¿que es lo que comprueba este fracaso? ¿Qué estas influencias no existen? ¿O que ese científico no tiene la capacidad suficiente para manifestarlas?

           Las investigaciones de Backster y sucesores, relativamente recientes, también relatadas en Tompkins y Bird sobre la empatía hombre-planta, medida básicamente por intermedio de un medio físico tangible: la aguja de un psicogalvanómetro, arrojan una luz nueva y definitiva sobre aquellas influencias extra-físicas. Pero un dogmatismo anticientífico (paradojalmente muy extendido entre los cultores de la Ciencia), dificulta que estas nuevas posibilidades se concreticen en forma operativa para beneficio del hombre.

  Este dogmatismo se manifiesta negando y rechazando todo lo que no entra dentro del actual marco de conocimiento científico, construido básicamente por el raciocinio y la experimentación, aunque los cimientos, la roca sólida, donde se apoya todo el edificio de la Ciencia tuvo otro origen. Ese origen fueron los relámpagos intuitivos de los grandes genios; solo después es que el análisis lógico y las pruebas experimentales ayudaron a colocar las paredes y el techo de aquellos vislumbres luminosos.

           Para ilustrar esto, presentaremos dos casos reales. Uno relativo a un episodio personal; el otro con amplia documentación histórica.

           En el primer caso, se trata de la posibilidad de influencias de la Luna sobre el crecimiento de las plantas. Personalmente, no hemos realizado ninguna experiencia sobre el asunto, pero hemos leído varios libros con detalles sobre la naturaleza de aquellas influencias, así como experiencias específicas, tales como las realizadas durante varios años y en varias especies por Kolisko (11) y por Heinze (12). Tenemos, por lo tanto, cierta base para afirmar una posible existencia de estos efectos. Mientras tanto, colegas de servicio – todos ellos ingenieros agrónomos, varios con Doctorado en Universidades americanas – en reuniones realizadas, negaban tal posibilidad, acompañando sus expresiones con sonrisas irónicas, como demostrando la superioridad del conocimiento científico moderno sobre las atrasadas ideas de campesinos ignorantes.

  Jamás se hubieran dignado a proponer un proyecto de investigación sobre ese asunto. Tampoco habían revisado bibliografía. Simplemente el efecto de la Luna es un "tabú" para la agroquímica moderna, impregnada de venenos, a los que es necesario vender. Pero lo más interesante de todo es que varios de ellos, en sus fincas particulares ¡utilizaban el efecto de la Luna para castrar animales, cortar madera, etc.!

           El segundo caso, se refiere al fenómeno de las transmutaciones biológicas, descubierto por los Profesores Louis Kervran (Comisario de Energía Atómica de Francia) y Pierre Baranger (Director del Laboratorio de Química Biológica de la famosa Escuela Politécnica de París). Estas transmutaciones – que hasta hoy no son reconocidas por la ciencia oficial porque exigirían su reconstrucción total – se refieren a la capacidad que las plantas tienen de transmutar un elemento químico escaso o ausente, por otro abundante, a temperatura ambiente.

  Así el fósforo se transmutaría en azufre; el sodio en potasio; el potasio en calcio; el ácido carbónico en magnesio; el nitrógeno en fósforo, etc. ¿Ficción científica o realidad peligrosa para las poderosas industrias agroquímicas? Veamos lo que dicen los propios protagonistas, según el relato de Tompkins y Bird (11).

           Dice Baranger: "Mis resultados parecen imposibles, pero ellos están ahí. Repetí la experiencia varias veces. Expuse mi trabajo a la verificación de otros que ignoraban mis intenciones exactas. Usé diferentes métodos y diferentes ítems. Pero no hay alternativa, tenemos que someternos a la evidencia: las plantas conocen el viejo secreto de los alquimistas: diariamente, debajo de nuestros ojos, ellas transmutan los elementos"…

  "Hace 20 años doy clase en la Escuela Politécnica y puedo garantizar que el laboratorio que dirijo no es una tienda de milagros. Pero nunca confundí el respeto por la ciencia, con los tabúes impuestos por el conformismo intelectual. Para mí, cualquier experiencia escrupulosamente llevada a cabo, es un homenaje a la (verdadera) ciencia, aunque contraríe nuestros hábitos. Las experiencias de Von Herzeele (realizadas en 1876 y 1883) eran pocas para que fueran absolutamente convincentes. Pero sus resultados me inspiraron a controlarlas con toda la precaución posible en un laboratorio moderno y repetirlas hasta hacerlas estadísticamente irrefutables".

           Como se puede comprobar a través de sus expresiones – especialmente de las subrayadas – Baranger, a pesar de una visión científica rigurosa y objetiva, incorporó – sin llevarlo en cuenta explícitamente – lo que podemos llamar de dimensión espiritual.

           Por su vez, Kervran(14) declaró: "No podemos negar la existencia de algo, apenas por no saber nada a su respecto. En verdad, no sabemos lo que es la materia ni de qué es hecho un protón o un electrón y las palabras sirven apenas para enmascarar nuestra ignorancia". Es interesante subrayar que el propio Kervran (5) dice que él consiguió difundir este descubrimiento (que lleva el nombre de "efecto Kervran") sólo gracias a su altísima posición y que ya vio "mandarines" relegar asistentes a posiciones humillantes por haber osado hacer experiencias de transmutación, enfáticamente negadas por aquellos.

           Es interesante mencionar la opinión del geólogo Jean Lombard, comentando este descubrimiento: "Los verdaderos científicos, que están siempre dispuestos a saludar ideas nuevas, se preguntan a veces, si el mayor obstáculo al progreso de la ciencia no es la mala memoria de los eruditos. Preciso recordar a estos que algunos de sus predecesores fueron quemados vivos por proponer interpretaciones que ahora pasan por verdades absolutas. Yo no daría mucho por la piel de Kervran si aún estuviese en vigor la costumbre de prender fuego en los pioneros".

           Considerando todos estos aspectos como un conjunto, se percibe que la dimensión espiritual relacionada con la Ciencia, es una llave capaz de abrir el camino para ideas nuevas, para la creatividad ética, para el uso de potencialidades humanas oxidadas por las restricciones y limitaciones impuestas por una concepción mezquina de la vida y sus manifestaciones. La dimensión espiritual aplicada en la Ciencia rescata así el punto de vista del gran Pavlov, quien afirmaba que la plena utilización de aquellas potencialidades "dependía de la totalidad de los recursos de pensamiento, o sea, de una completa libertad y de una osada independencia de los padrones de investigación científica establecidos".

           Todas estas explicaciones fueron hechas para subrayar que la ciencia materialista no es aquel jardín de objetividad y neutralidad que algunos gustan de imaginar. En verdad, ella es capaz de generar conocimientos que adecuadamente desdoblados en sus aspectos prácticos, aplicados, son capaces de producir tecnologías de los más diversos tipos: unas, sintonizadas con objetivos humanos (por ejemplo: agricultura ecológica, producción de bienes que satisfagan necesidades "reales" de la comunidad, etc.) y otras, opuestas a los mismos (tales como la producción de artículos superfluos, inútiles, ofensivos o antihumanos).

           Considerando las cosas desde este ángulo, el asunto de este Capítulo, o sea la Misión del ser humano en la Tierra no puede prescindir de un aspecto material de gran importancia: organizar la Ciencia y la tecnología, de tal modo que permitan un óptimo aprovechamiento de los recursos naturales y de la inteligencia humana en beneficio de la evolución, el bienestar y el florecimiento de la especie.

       El caso es que para cumplir tan alto y deseado objetivo, el hombre deberá – necesariamente – dedicar gran parte de su esfuerzo a desarrollarse espiritualmente.

LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL DEL SER HUMANO

          Es claro que el problema de evolución espiritual no es un asunto apenas relativo a científicos y tecnólogos, siendo él de vital importancia para todas las personas. Esta evolución espiritual acontece a través de una serie de procesos, que respetando el libre albedrío humano, están inscriptos dentro de un Plan Cósmico, conducido por Seres Excelsos. En relación con esto, ya fue mencionado en capítulos anteriores la existencia de Mensajeros Divinos o Avatares y a veces hasta mismo Principios Cósmicos encarnados, que a través de los tiempos impulsaron en los diversos pueblos un paso adelante en aquel parsimonioso proceso evolutivo.

          Pero si bien el Plan tiene un programa que es general, cada ser humano debe hacer su experiencia personal con él, absorbiendo – de acuerdo con su disposición y con sus posibilidades cármicas – lo que le sea posible. Aunque algunas personas piensen que la sociedad moderna es la única válida y que las anteriores eran primitivas o atrasadas, el hecho es que desde hace muchos milenios, mientras el absolutismo, la concupiscencia y la violencia sanguinaria eran la única realidad para la mayoría, unos pocos y esforzados militantes de la Luz construían las bases de desarrollo espiritual.

El modo por el cual este desarrollo acontecía (y acontece) recibió a lo largo del tiempo, diferentes nombres. Einstein (15), por ejemplo, lo llamó de religiosidad cósmica, aclarando que ninguna Iglesia lo enseñaba. Pero el nombre más difundido es otro: misticismo.

          Para Poole (16), misticismo es "la explicación de la relación fundamental del hombre con las fuerzas del Universo. Es el medio a través del cual el hombre puede volverse consciente de las leyes y principios cósmicos, por un proceso diferente de aquel que consiste en confiar enteramente en los sentidos objetivos".

  Lewis (17), por su parte, lo define como: "El supremo relacionamiento del hombre con el Cósmico. Es una experiencia subjetiva y de este modo, trasciende los cálculos de la Tecnología; escapa a la evaluación estadística que hoy en día rige tantos aspectos de la vida; se armoniza con la naturaleza absoluta de las cosas y es sensible a cada ondulación y a cada cambio del Cósmico; se mueve con el Cósmico y constituye una permanente línea de comunicación entre éste y el hombre. No tiene reglas, ni limites, ni condiciones. Ajusta la mejor forma de vivir, en cada día de nuestra vida. Es un proceso enteramente válido y constituye el eterno puente del hombre para la comprensión y el dominio de su ambiente".

          Es conveniente aclarar que el significado de la palabra "Cósmico" es aquí el siguiente: "Matriz inmaterial, subyacente del Cosmos, entendiendo por éste la totalidad del mundo físico. No es una sustancia, es el orden y la dirección subyacente, por la cual el Cosmos o universo físico, asume su forma específica". A veces la palabra "Cósmico" es identificada con la expresión: "Conciencia Divina".

          Otros autores han discutido conceptos similares, utilizando los términos de "intuición", "inspiración", "iluminación", "percepción extra-sensorial", etc. Ya vimos que, independiente del nombre, este factor está en el centro de toda idea nueva; sin él tendríamos apenas hechos, inútiles sin aquel impulso, como acontece con una lámpara desenchufada de la corriente que le dará vida.

          Pero si hiciéramos un análisis más minucioso, percibiremos que los conceptos emitidos por Poole y por Lewis englobando la palabra "misticismo", así como la "religiosidad cósmica" de Einstein (que precisamente da el título a este texto), van más allá de una simple intuición o inspiración.

          En efecto, estas últimas pueden carecer de contenido ético y espiritual, constituyéndose apenas en percepciones de un mundo extra-físico, de la "matriz inmaterial" de la que nos habla Lewis o aún de mundos aparentes, llamados astrales. En la mejor de las hipótesis, o sea en el primer caso, la traducción de la experiencia vivenciada, al mundo terreno, físico, dependerá largamente del estado específico de evolución espiritual de la persona considerada. Así, si este estado espiritual es bajo, una faja creativa puede llevar – como ha llevado – a la bomba atómica, al napalm o a los eficientes hornos crematorios de Dachau y Auschwitz.

          Por lo tanto, para transformar la creatividad humana en un instrumento de verdadero progreso, de verdadera evolución, será necesario que ella pase por el filtro doble de la ética y la espiritualidad. Esto tiene la mayor importancia en lo relativo al futuro de nuestra especie y como la creatividad tiene mucho que ver con investigación científica (y tecnológica), debemos volver a este asunto.

          Se trata, pues, de examinar la relación existente entre desarrollo espiritual y desarrollo científico. En efecto, las extraordinarias posibilidades creativas de la Ciencia han producido artículos de la más variada naturaleza, desde remedios que han salvado millones de vidas hasta armas horribles que han matado otras tantas. A esta altura, es necesario aumentar el número y provecho del primer tipo de productos y reducir hasta eliminar los segundos.

  Pero no somos ilusos o ingenuos demás para imaginar que una epidemia de sensibilidad, ética, espiritualidad, "religión cósmica" y "misticismo" surja de un día para otro, contagiando científicos y tecnólogos. Las presiones brutales que la sociedad, tal como está actualmente organizada imprime en ellos, hace con que la tarea sea larga, gradual y difícil. Con victorias y retrocesos. El peso materialista de nuestra civilización es demasiado grande como para no anestesiar a la inmensa mayoría de las personas, incluyendo aquellas clases intelectualizadas, ya que los lujos y ventajas a serles ofrecidos a estos últimos, en la medida que ayuden a expandir el sistema, son casi infinitos.

           Es de esperar, por lo tanto, siguiendo un raciocinio realista, que la servidumbre de la Ciencia y la Tecnología a los centros de poder económico, ha de continuar en un futuro próximo más o menos como hasta el presente. Es claro que esto tendrá que cambiar, pero mientras tanto ¿cuál es el valor real de una nueva descubierta científica?

           Imaginemos – por ejemplo – que se descubre un nuevo método para recuperar las tierras improductivas, las cuales ocupan amplísimas áreas de millones y millones de hectáreas en el planeta todo, digamos en un periodo muy corto, tal como dos o tres años, cuando dejadas naturalmente requerirían varios siglos, en la mejor de las hipótesis. ¿Habríamos acabado con el hambre? ¿Podríamos comenzar a construir la sociedad del bienestar, de la paz, del amor, de la armonía, de la plenitud y de la auto-realización?

           Nos parece que si aquel descubrimiento aconteciese hoy, nada de esto ocurriría. Simplemente, grupos poderosos, seguramente multinacionales, comprarían las tierras improductivas a precios irrisorios y después, aplicando la nueva técnica, multiplicarían sus lucros en forma exponencial. Es claro que algunas migajas serían repartidas, permitiendo el mejoramiento del nivel de vida y la correspondiente ascensión social de cierto número de personas, que pasarían ahora a ser férreas defensoras del sistema, al cual antes criticaban, cuando estaban en una posición más baja. Nada tenemos contra estas personas, que erróneamente o no, están ejerciendo su libre albedrío. Pero puede acontecer – y esto sí es muy grave – que aquel descubrimiento sea la última oportunidad para escapar de la catástrofe, y ella fue desaprovechada.

           ¿Cómo es que el desarrollo de la dimensión espiritual en el ser humano podría enfrentar esta situación? Leyendo las definiciones que Poole (16) y Lewis (17) dan del término "misticismo", es posible encontrar una buena respuesta a aquellas interrogantes. Así un científico, conocedor de su tema e impregnado de la dimensión ética y de la espiritual, podrá ser capaz de dar el salto cualitativo, o sea aplicando la sagrada Ley del Triángulo, combinará un principio espiritual determinado, con sustancias u organismos físicos, de tal forma que le sea posible alcanzar el propósito escogido, el tercer vértice, representado por la interacción de los dos anteriores y que en este ejemplo, está constituido por la recuperación de tierras antes improductivas

  . Esto no es un mero ejemplo; ya existe como realidad física. (Ver The Findhorn Community,18).

Ocurrido este descubrimiento, no hay peligro de deformación, debido a que el poder económico no podrá utilizarlo, pues aunque coloque en la tarea, un millar o un millón de científicos convencionales, incluyendo varios premios Nobel, estos por ser convencionales, podrán revolver todo lo que quisieren con las sustancias u organismos físicos utilizados, pero el resultado deseado no se concretará, porque ellos son incapaces de manejar el componente espiritual. En ese momento se reunirán en doctos simposios, acusando al científico espiritualmente sensible de charlatanería y pseudo-ciencia.

           Pero sí a esa altura, los científicos espirituales fueron suficientes, podrían tomar cuenta de la situación, demostrando la verdad con hechos concretos, visibles y tangibles, y la desvendarían para el magno jurado de la Humanidad. Se produciría así la tangibilización o condensación de las Energías Divinas, espirituales, cristalizándose en cuerpos físicos, en este caso alimentos, perceptibles para todo tipo de personas. Esto significaría, finalmente, el comienzo de la nueva Era, aquella que la Humanidad sueña y cuyo capullo, húmedo de rocío, madura lentamente en el seno de la conciencia humana.

           Dos dudas quedan, sin embargo, suspendidas en el aire. ¿Existirá un número suficiente de intelectuales operando en la dimensión espiritual cuando la suerte de la Humanidad se decida? ¿Solo ellos podrán iniciar aquella Era?

           A la primera duda no tenemos respuesta: solo esperanza, la fulgurante esperanza de que el espíritu humano salte por encima de todo tipo de dificultades y con ayuda del Creador y de los Poderes Cósmicos, abra las puertas para un futuro maravilloso. Precisamente el principal objetivo de este texto es estimular a las personas a caminar en esta dirección

  Ya la segunda duda parece más fácil de responder: no será tanto el nivel intelectual, especialmente científico y tecnológico, que definirá la participación de cada uno en la inefable aventura de la creación de un mundo nuevo. Antes de todo, lo realmente importante será el nivel de evolución espiritual o de desarrollo místico, según el lenguaje de Poole y Lewis. (Es claro que una persona que combine en alto grado ambas características, estará en condiciones excepcionales de acelerar el proceso).

           Falta, tal vez, una última y decisiva pregunta: ¿qué hacer para alcanzar un nivel razonable de evolución espiritual en un tiempo compatible con la duración de la existencia humana, y con los problemas no resueltos que se acumulan continuamente?

           No tenemos para ella una respuesta completa, aunque sí un vislumbre. Vislumbre, por otra parte, que ha sido el hilo conductor de toda la estructura de este texto. Vislumbre que una vez percibido, ha proporcionado un sentido completamente diferente a nuestra vida. Vislumbre que dice que todo esto es posible, que la "matriz inmaterial" según Lewis (o si prefieren la Conciencia Divina) está ahí para guiarnos en esta tarea magna.

  Sin embargo, para poderla cumplir correctamente, tenemos que prepararnos individualmente, lo que implica en comenzar por sintonizarnos con el Cósmico que, en verdad, está disponible para nosotros – y para todos – desde la Eternidad. ¿Cómo sintonizarnos? Cada uno tiene que trabajar intensamente a este respecto, desde diferentes ángulos y perspectivas, pues estamos en niveles diferentes de sensibilidad, de desarrollo espiritual, de percepción cósmica.

           A este respecto, solo podemos proporcionar algunas pistas, como ser:

1) Vivir más en contacto con la Naturaleza y observar más atentamente a quien tiene una convivencia permanente con ella. No se trata apenas de ir a pasear los fines de semana en el campo – aunque esto ya es alguna cosa – y sí sentir la irradiación de las plantas, del suelo y de la Naturaleza en general; se trata de sentir una empatía, una sintonía con las fuerzas elementales que viven en el seno de aquella.

2) Actuar en la vida cotidiana en forma cada vez más espiritual, más constructiva, a través de la sustitución gradual de los pensamientos y sentimientos Anti-Vida (odio, ansiedad, codicia, agresividad, miedo, etc.) por pensamientos y sentimientos Pró-Vida (amor, armonía, paz, solidaridad, comprensión, etc.).

3) Procurar ideas renovadas, con contenido y significado profundos, a través de lecturas seleccionadas, dando especial atención a las joyas espirituales muchas veces escondidas en textos antiguos, hoy olvidados por la maciza edición de libros modernos, que generalmente solo presentan la dimensión material.

4) Tal vez lo más importante, sobre todo en forma de optimización del uso del tiempo (ya que la espiritualización es un proceso lento, pues tiene que vencer la poderosa barrera de los hábitos instalados en nuestro interior), sea contactar con alguna organización mística seria, cuya historia sea transparente, de modo que ella nos pueda orientar (nunca dogmatizar) en esta difícil, pero a la vez maravillosa caminada. Aquí bien cabe una advertencia importante: mucho cuidado en este punto, pues la charlatanería está instalada en cada esquina. Pero – a la vez – es realmente cierto que existen auténticas organizaciones místicas – ramas terrenas de la Gran Fraternidad Blanca – poseedoras de una antorcha de luz, la cual esperan pasar a nuestras manos. "Quien busca, encuentra".

           El alma popular muchas veces interpreta la vida mejor de lo que pueden hacer los eruditos. Así el gran Atahualpa Yupanqui nos canta: "Muele que muele el trapiche / y en su moler, en su moler / el alma del hombre / muele también, muele también / Yo tengo un sueño secreto / vivo por él / vivo por él / y no hay trapiche que a mi sueño / pueda moler, pueda moler". Ese "sueño secreto" es la misión de cada uno en la Tierra; para comprenderla es necesario, es imprescindible, desarrollarse espiritualmente.

  De lo contrario, apenas podemos procurar estrellas fugaces, objetivos errantes, luces inexistentes, o sea objetivos falsos, pero cuya falsedad sólo podremos descubrir cuando sea demasiado tarde para redirigirlos. Esta es una razón más de por qué debemos ser persistentes en nuestras tentativas de desarrollo espiritual. Si fracasamos, eso significa – en verdad – haber perdido una magnífica oportunidad en nuestro proceso evolutivo: la vida presente, y esto es un gran despilfarro dentro de la Economía Divina. Despertemos, pues, para la Luz.

EL PLAN DIVINO

           Ya fue afirmado que la percepción mística de la relación del hombre con los mundos superiores, así como con los inferiores, implica en la existencia de un Plan Divino. Muchas personas dudan de esto u otras lo niegan rotundamente. El principal argumento que es esgrimido, se refiere a la injusticia que aparenta cernirse sobre la Humanidad a la vuelta de cada esquina: engaños, estafas, explotación, devastación, etc., etc. De esto se deduce rápidamente que si tal Plan Divino existiese, aquellos acontecimientos negativos no ocurrirían y en lugar de ellos, viviríamos en una situación de bienestar generalizado (a menos que fuésemos tan perezosos que no nos dignemos a hacer el mínimo esfuerzo, necesario para gozar de aquellos beneficios).

           Este argumento tendría alto valor si no fuese porque carece de perspectiva adecuada. En efecto, él tiene una perspectiva meramente humana y aún restricta a esta única vida. Pero el mencionado Plan fue catalogado de Divino; por lo tanto para ser comprendido algo acerca del mismo, será necesario cambiar de perspectiva, dirigiéndola para lo Alto y esto no puede ser hecho a partir de la ciencia material; sólo puede ser realizado por el misticismo, o sea por lo que Einstein llamaba de Religiosidad Cósmica.

           La primera gran diferencia entre las dos perspectivas es con relación al tiempo. Para el hombre, cada año es extremadamente importante; para el Creador, cada milenio es un soplo. Así el Plan Divino involucra millones de años, cifras incomprensibles desde el punto de vista de la vivencia humana (según los mejores cálculos de la doctrina reencarnacionista, en un millón de años tendríamos alrededor de ¡7000 vidas!).

           La segunda gran diferencia es que el Plan Divino no está integrado por un conjunto de regalías a conceder al hombre, quien para gozar de las mismas apenas tendría que estirar la mano. En cambio, este Plan es un Curso graduado, al final del cual los alumnos que hubieran aprendido lo suficiente – y sólo éstos – estarán en condiciones de recibir el diploma. ¡Pero cuanta lucha, cuanto esfuerzo, cuantas dificultades! Transcurren por lo menos 17 años para obtenerse el codiciado título universitario. Una cosa parecida ocurre con la vida humana; es claro que durante ese largo período aconteció mucha cosa. A veces hasta éramos tentados a pasarnos al equipo de los "raboneros", de los vivillos.

  Ellos eran mucho más "chic": no estudiaban, fumaban en el cuarto de baño, se divertían de lo lindo y los otros, con calor y con frío éramos obligados a seguir el ritmo de los profesores, algunos de ellos realmente insoportables. La justicia no se hacía ver; lo mismo pasa hoy día con los bandidos de cuello blanco (y los otros); parece que son ellos los dueños del mundo, mientras que los justos y esforzados aparentan estar condenados al fracaso.

           Pero de la misma manera que al llegar a fin de año, la justicia reaparecía con su manto esplendoroso, eliminando o condenando al terrible examen de febrero en todas las materias a los vivillos mientras que los esforzados pasaban promovidos, en la vida humana ocurre la misma cosa. Solo que las "reuniones de profesores", que en este caso corresponden al Consejo Cármico, no tienen por qué ocurrir – y generalmente no ocurren – al final o durante esta vida; ellas ocurren comúnmente durante el período de transición entre una vida y otra, pues es necesario evaluar en ese momento el "balance cósmico" a fin de planificar las nuevas experiencias del ser en vías de reencarnarse.

           Todo esto ocurre de esta manera, porque el ser humano recibió un magnífico privilegio: el libre albedrío. Pero este privilegio, como una moneda de oro, tiene dos caras: la faz cierta y la faz errada. Y podemos elegir una u otra, según nuestra espontánea voluntad. Los Poderes Cósmicos no van a intervenir en nuestra decisión, porque ésta – cualquiera que sea – nos está ayudando a evolucionar: si cierta, por su propia naturaleza; si errada, como oportunidad para descubrir y eliminar las alternativas incorrectas, como ejercicio fundamental en nuestro progreso.

Por lo tanto, a corto plazo, ambas caras de la moneda tienen un valor cósmico similar. La verdadera distinción acontece más adelante, cuando el error se manifiesta en su plenitud y él nos satisface tanto que perseveramos en él; aquí es verdaderamente donde comenzamos a actuar mal, adhiriéndonos al reino de las tinieblas.

           Acontece que en general los juicios humanos se refieren como a fotografías de la realidad, que se encuentra sometida a cambios permanentes; por lo tanto, son válidos apenas durante un instante fugaz. Es por eso que nos parece que la vida es injusta: desconocemos las causas que provocan un efecto en este momento y más aún: ignoramos como este efecto se desdoblará en el futuro, en función de aquellas causas.

           Sin embargo, por encima de las limitaciones humanas brilla la Justicia Divina como estrella de primera magnitud. Esto ha sido comprobado una y mil veces por el misticismo milenario. Con todo, para esto, sería necesario tener el registro completo de las últimas encarnaciones de un individuo, hecho que escapa en forma definitiva a la capacidad de la ciencia materialista, pero no al espiritualismo auténtico.

           En resumen, si utilizamos una visión miope y restricta, el mundo parece un conglomerado de injusticia. Si, en cambio, utilizamos una visión más profunda y comprensiva, percibiremos que estamos envueltos por un Plan Divino, del cual hacemos parte. La aparente diferencia se debe a que el Plan no es rígido; él nos concede un importante grado de flexibilidad, a través del cual podemos ejercer un cierto juego de cintura. Y este acaba causando aquella ilusión, como si hiciéramos una película conteniendo apenas la parte inferior de dos pugilistas, de modo que solo contemplásemos sus habilidades en el juego de cintura y de piernas.

De este modo el boxeador X "parece" el mejor; pero este deporte se juega con los puños y al final acabará decidiéndose en función de los mismos. Tal vez el boxeador Y sea bien mejor, pero no lo vemos porque esa parte de la película está velada. Solo que el final la verdad resplandecerá: Y acabará noqueando a X y éste aparecerá ahora en la película con su rostro (antes oculto) ensangrentado y tirado – bien visible – en el piso del ring. Por lo tanto la apariencia ahora da su lugar a la realidad.

Del mismo modo, en la vida humana – más tarde o más temprano – los relojes cósmicos nos indicarán el momento en que los errores anteriores deberán ser compensados. (Ver Capítulo 5). Con todo, la osadía humana puede ser grande demás; inclusive el libre albedrío nos permite negarnos a pagar la cuenta; sólo que ésta es acumulativa y cuanto más demoremos en comenzar a amortizarla, más desfavorables serán las circunstancias a enfrentar.

           Por lo tanto, hay una única cosa inteligente a hacer – aún dentro de las limitaciones causadas por las imperfecciones de nuestra personalidad – y esta cosa es: armonizarnos con el Plan Divino.

            Lewis (17), Primer "Imperator" del nuevo ciclo de la Orden Rosacruz y renombrado místico, en un artículo memorable denominado "El Plan de Dios" dice lo siguiente: "¿Cómo es la vida que Dios deseó que viviésemos? ¿Cómo sería el mundo si las naciones obedeciesen las leyes de Dios y los monarcas gobernasen conforme el espíritu del Padre Divino?" O sea, ¿cómo sería el mundo si cada ser humano aplicase la Religión Cósmica en toda su plenitud? Un resumen de sus principales respuestas es presentado a continuación:

           "Antes de todo, la Tierra sería un paraíso de amor y belleza. En todos los lugares habría jardines y huertas, parques bonitos y caminos floridos. En todos los lugares oiríamos el canto de los pájaros, el burbujeo de las fuentes y el murmullo de los arroyos. Con facilidad, iríamos de un país a otro".

"Habría empleo para todos. Cada ser humano haría el trabajo que su grado de evolución le permitiese y que su desarrollo exigiese para el despertar de sus talentos. Así los hombres tendrían tiempo libre para cuidar de cualquier interés que pueden tener. Habrá tiempo para que marido y mujer cultiven un verdadero compañerismo y para que padres e hijos se comprenden recíprocamente. Habrá tiempo para muchas amistades, para el cultivo de artes y ciencias como pasatiempos… y sobre todo, para el cultivo del Yo Interior, de las facultades y potencialidades divinas del hombre"…

"La educación" (infantil) tendrá tres objetivos: auxiliar el niño a auto-descubrirse, a encontrar su lugar en el mundo y a comenzar su jornada en la senda de la iluminación… Los navíos de guerra serán transformados en escuelas flotantes… Las naciones del mundo serán como instrumentos de una orquesta universal. Cada una hará sonar su acorde diferente en términos de cultura, costumbres y contribuciones para la civilización. Las puertas de todas las universidades del mundo estarán abiertas para sus habitantes y el único requisito será la capacidad de aprender y un motivo útil para esto".

           "Así todo ser humano tendrá un trabajo grato: en el amanecer de la vida, se concentrará en desarrollar sus talentos; al atardecer de la vida, donará sus talentos como un presente al mundo; en el anochecer de la vida, buscará la iluminación divina y el cultivo de sus poderes superiores".

           "La religión será universal. Todos los Avatares de Dios recibirán la misma reverencia y sus enseñanzas serán apreciadas del mismo modo. Los Upanishads, el Bhagavad-Gita, el Libro de los Salmos, las parábolas de Jesús, serán la herencia de cada escolar del mundo entero… La educación tendrá por finalidad conseguir que todos los niños sean receptivos a la inspiración divina. Ningún talento será desperdiciado. Cada genio agregará una estrella a la brillante bóveda celeste de la civilización"…

"El hombre iluminado recibirá todos los honores. Aquel que fue más lejos en el camino de la Divinidad será el ciudadano más destacado. El genio de talentos múltiples será el hombre procurado por los gobernantes. Los jóvenes procurarán emular a las grandes personalidades como Aristóteles, Leonardo y Bacon o como Débora, Elizabeth Browning y Madame Curie".

           "Los problemas conyugales desaparecerán y no será necesario casar por dinero o posición social. Las líneas divisorias de sectas, credos y nacionalidades, no tendrán más sentido"… "Los jóvenes solo se casarán por amor"… "Todos los seres humanos trabajarán juntos para trascender el plano físico. Y todos serán preparados para trabajar junto a la onda siguiente de evolución humana.

"¿Qué tarea puede ser más noble que ayudar a Dios en el trabajo de la Creación? ¿No es esa la vida que Dios pretendió y que se realizará, una vida que satisface el alma y nos inspira? Usted ¿halla esto un sueño inútil, imposible de realizar? No, queridos amigos, este no es un sueño inútil ni imposible de realizar. Este es el Plan Divino y si los seres humanos estuviesen dispuestos y deseosos, esta ansia se hará realidad. ¿De qué modo podremos transformar en realidad este sueño glorioso?"

           "Debemos acunar ese sueño en nuestro corazón. Debemos hacer de aquel lugar en que vivimos un lugar de amor y belleza. Debemos vivir la vida ideal e instilar en nuestros hijos los ideales más nobles y elevados. Debemos trabajar incansablemente para perfeccionar nuestro carácter. Los pensamientos tienen alas. Pueden penetrar los más lejanos límites de la Tierra. El primer rayo del sol anuncia un amanecer espléndido; una nube no mayor que la mano de un hombre puede crecer y transformarse en una lluvia refrescante. Así, una pequeña comunidad de luz y amor puede inspirar el mundo. No estamos solos: en el mundo entero hay grupos que acunan el mismo sueño, que procuran el camino para Dios".

"Si nos detenemos en los obstáculos y dificultades, perderemos el coraje. No prestemos atención a las huestes alineadas contra nosotros. Mantengamos los ojos firmemente fijos en la Luz Divina. Cumplamos la tarea más inmediata. Nutramos el pensamiento con amor e irradiemos este, enviándolo lo más lejos que podamos. Raza, secta, credo y color no existen para nosotros. Dejemos a la belleza iluminar nuestra vida de todas las formas posibles. Aprendamos la gran lección de trabajar pacientemente en pró de un gran ideal, aunque los resultados no sean inmediatamente visibles. Cuando las semillas divinas son plantadas, los resultados son inevitables (pues) Dios es infalible".

           Las magníficas palabras de Lewis prácticamente eximen todo comentario. Apenas queremos resaltar que el "milagro" tiene un punto focal, único lugar de donde puede provenir la energía necesaria para manifestarlo. Este punto es el Yo Interior, el Ser Crístico que habita en nuestro corazón. Descubrirlo, despertarlo y finalmente utilizarlo para irradiar Luz sobre la Humanidad es el destino real de cada uno de nosotros, que nos transformará en luminosos obreros del Telar Divino, en eximios ejecutantes del Teclado Cósmico, en auténticos Seres de Luz.

  Al llegar a este punto, comprenderemos que la historia bíblica
de los Evangelios también se aplica a nosotros, pues en nuestro mundo
interno junto con la paloma blanca del Espíritu Santo, se oirá
desde el Refugio del Altísimo, vibrando y reverberando por toda la Tierra,
la voz del Creador: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia"
(Mateo 3:17). Sólo en ese momento es que las piezas del rompe-cabezas
que hasta ahora parecía incomprensible, estarán completas e integradas,
manifestando una grandiosa figura: nuestra misión en la Tierra dentro
del contexto general, ahora bien perceptible, que es el Plan Divino. 

LA MISIÓN DEL HOMBRE EN LA TIERRA.

         Estamos en una época crítica. La Humanidad se encuentra frente a una encrucijada. Los caminos del Bien y del mal están mostrándose cada vez más nítidos, aunque los profetas del desastre prevean apenas el mal. En efecto, la destrucción de la Naturaleza, la contaminación y devastación ambiental, el consumismo, el desajuste afectivo, las tensiones internacionales, el hambre y el descontento aumentan a cada día que pasa, llevando a muchos a aceptar la supuesta profecía de Nostradamus, según la cual el mundo acabaría en el año 2000. (A pesar de esto ¡ya estamos en 2017!).

           Pero quien puede mirar con un poco más de cuidado y atención, percibirá que otro camino existe; es el camino del Bien. El hombre, un ser creado a la imagen de Dios, es en verdad, apenas una imagen potencial del Creador; para constituirse en una imagen real de Él, debe recorrer una larga carretera, la carretera del Bien. Precisamente el mal es percibido como lo opuesto del Bien y es por la diferenciación, por el contraste y por el conflicto, que el ser humano perfecciona su percepción y comprende cual es la senda correcta.

           La divinidad del hombre es potencial ("Vosotros sois dioses"; Salmos 82:6). Ella se insinúa a través de su libre albedrío, de su libre voluntad. Pero solo se manifestará si el ser humano recorre el camino del Bien. Si él chapotea en el lodo del egoísmo, de la codicia y del negativismo, la chispa divina quedará presa en su interior, aparentemente inexistente e impotente para actuar en el mundo concreto. En otras palabras, el hombre a través de la forma como usa sus atributos de pensar, sentir y actuar, posibilita o no, que la imagen de Dios que está en él, irradie su gloria inefable, iluminando así el camino del Bien, o cerrando esta senda maravillosa, acabe perdiéndose en las peligrosas aunque relucientes vías expresas del mal.

           Es esto, que con diferentes ropajes exteriores y rituales más o menos complicados, han enseñado todas las religiones del mundo, cada una adecuada para una época determinada y un pueblo – o conjunto de pueblos – específico. En el mundo actual, apenas cuatro o cinco grandes religiones han sobrevivido. Y todas ellas, si vamos a beber en el manantial de sus maestros principales (Cristo, Buda, Moisés, Mahoma, etc.) e independiente de las deformaciones dogmáticas y oportunistas que pueden haber sido introducidas después, muestran una matriz básica, un modelo esencial, un arquetipo común: el reconocimiento de la potencialidad divina del hombre. Esto es el corazón de la Religión Cósmica.

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