La Renta Básica Universal y el hombre
olvidado
- Introducción
- Alegaciones (decíamos ayer )
- La opinión de algunos grandes bonetes nobelados,
ciertos mediáticos noveleros, e influyentes illuminatis comprometidos
(a favor o en contra) - Selección de artículos publicados por Renta Básica
Ciudadana - Un análisis DAFO de la Renta Básica Universal
(fortalezas y debilidades) - Resiliencia social: propuesta para el debate (de
una tortuga, entre tantas liebres) - El escenario base y la búsqueda de alternativas
sustentables: crear un sistema nuevo, que responda a las necesidades de la
gente -
y a dónde voy (lo que la robotización nos puede
dejar: el paro eterno)
Una
Renta Básica Universal (RBU) es un pago en efectivo entregado periódica e
incondicionalmente a todos los individuos.
Introducción
Muchos soñamos (más
de una vez) con poder dejar nuestros empleos y disfrutar de la vida sin
necesidad de trabajar. Hay
un concepto cuyo origen se remonta varios siglos que nos permitiría hacerlo, o
incluso decidir no hacerlo, pues si se volviera realidad, haría que nos
entregaran un salario sin importar si tenemos o no trabajo o ingresos de otras
fuentes. Se lo conoce de muchas formas -renta básica incondicional, garantía
básica del ingreso, ingreso ciudadano- aunque el término más común es renta básica universal (RBU).
La RBU es una idea a la que filósofos,
economistas y políticos le han estado dando vueltas en diferentes formas
durante siglos. Thomas Paine propuso que se le pagara una subvención de capital
a cada individuo en su ensayo de 1797 Justicia agraria. Y en 1853, el
filósofo francés François Huet abogó por
transferencias de efectivo sin condiciones para todos los adultos jóvenes,
que serían financiadas por los impuestos sobre sucesiones y donaciones.
Una RBU es un pago en efectivo entregado
periódica e incondicionalmente a todos los individuos, sin importar sus
recursos financieros. Los partidarios de la RBU aseguran que reduciría la desigualdad, ayudaría a
los desempleados y a quienes se ocupan de cuidar a familiares sin ser remunerados,
y compensaría el aumento de la automatización de trabajo.
Pero, ¿cómo funciona realmente? Y, ¿cuán
viable sería su introducción?
¿Qué es
la Renta Básica Universal?
Esta forma de seguridad social que
proporciona el pago regular y uniforme de dinero en efectivo a todos los
ciudadanos ha ido ganado apoyo en varias partes del mundo en los últimos años.
Ha recibido la aprobación de economistas de la talla de Joseph Stiglitz y
Thomas Piketty, y tiene partidarios en todo el espectro político.
Los oponentes de la RBU dicen que fomenta la pereza y que es inasequible.
Esto último depende del nivel de ingreso
garantizado, de si es recibida solo por los nacionales o si también todos los
residentes, y de qué beneficios sustituiría.
Pero, ¿hay alguna diferencia entre la RBU y
lo que se conoce como salario digno nacional?
Salario
Digno Nacional
En varios países del mundo hay movimientos
que presionan con más o menos éxito para que los salarios mínimos se tornen en
salarios dignos. Pero aunque por una hora de trabajo se reciba una cantidad
decente, apunta Linda Yueh, profesora adjunta de Economía en la London
Business School, eso no
garantizaría necesariamente que
todo el mundo tendría un nivel mínimo de ingresos para vivir.
(BBCMundo – 1/1/17)
La creación del salario mínimo fue un
intento por crear un nivel básico de ingreso, añade. La RBU y el SDN son
ideas similares pero el ingreso básico va más lejos pues trata de asegurar que
todo el mundo tenga un nivel mínimo de ingresos para poder vivir. Yo diría que
salario digno nacional es probablemente más similar que el mínimo, concluye.
La experiencia con la RBU en
el mundo
Varios gobiernos de todo el mundo han
discutido la posibilidad de implementar la RBU, con diversos resultados. Varios
planean empezar experimentos con la RBU y estudios de su viabilidad. He aquí
algunas de las experiencias:
Norte
América
Canadá
En la primavera boreal de 2017, Ontario
implementará un plan piloto de US$ 18 millones de RBU. El proyecto piloto
pondrá a prueba la creciente opinión en el país como en el extranjero de que un ingreso básico podría aprovechar el éxito de las
políticas de salario mínimo y
aumentos a las prestaciones por hijos proveyendo una apoyo más consistente y
predecible en el contexto del dinámico mercado laboral actual, dice una
declaración del gobierno local.
Canadá ya ha sido escenario de uno de los
experimentos más grandes y ambiciosos en Norteamérica con RBU, cuando en 1974
los 10.000 habitantes de una pequeña ciudad de agrícola llamada Dauphin
recibieron pagos mensuales incondicionales. El experimento no duró los 4 años
planeados pero cuando analizaron los datos recogidos, encontraron que el
resultado era prometedor.
Estados Unidos
En Alaska, desde 1982, existe una RBU parcial
llamada Alaska Permanent Fund. La cantidad que recibe cada uno de sus 700.000 habitantes
varía cada año: en 2016 fue de US$ 1.022. Ese pago es el
sistema de bienestar social más cercano en la actualidad a una RBU implementada
plenamente.
Europa
Finlandia
Un poco menos del 70% de la población
finlandesa ha expresado su apoyo a la RBU. Finlandia empezará en 2017 un experimento de dos años en el que 2.000 individuos
elegidos aleatoriamente recibirán US$ 500 al mes.
Alemania
El parlamento alemán concluyó que el sistema
de la RBU es irrealizable por un número de razones que incluyen un probable
aumento de la inmigración, la falta de viabilidad para financiarla y el hecho
de que los sistemas de pensiones e impuestos tendrían que ser reconfigurados.
Holanda
Enero de 2017 es la fecha de inicio de un
experimento de dos años en el que los ciudadanos de Utrecht y otras ciudades
cercanas recibirán US$ 1.000 al mes. El experimento se llama Weten Wat Werkt
(Saber qué funciona).
India
India
El Banco Mundial estima que, debido a los
avances tecnológicos, la automatización puede poner en riesgo el 68% de los
empleos en India. El Instituto Nacional de Finanzas Públicas y Política de ese
país está apoyando la idea de implementar la RBU como un reemplazo del sistema
de bienestar actual, que muchos consideran ineficiente y acusan de beneficiar
más a los ricos que a los pobres.
Australia
Aunque parece que se está perdiendo el apoyo
público para que se dediquen más fondos a los beneficios sociales, el 40% de los australianos están interesados en que se gaste
más en el sistema de seguridad social.
Teniendo en cuenta que se proyecta que el 40% de los empleos en Australia
desaparecerán debido a la automatización, parece haber un vínculo entre el
respaldo a la seguridad social y la pérdida de empleos predicha.
¿Sueño
utópico o plan fascinante?
El
concepto de renta básica
universal se aleja poco a poco de
planteamientos utópicos y cobra fuerza en los círculos de discusión económicos,
impulsado por un mayor conocimiento desde la ciudadanía.
La
idea de una renta básica cuenta con dos grandes variables, que cabe diferenciar
para no caer en equívocos. La primera es la universal,
en la que todos los ciudadanos, sean pobres o ricos, reciben una misma cantidad
de dinero por el simple hecho de ser residentes del país. Trabajen o no
trabajen.
La
segunda es condicionada. Tiene como objetivo garantizar unos ingresos mínimos para toda la población. 10.000 euros,
por ejemplo. Si un trabajador gana más de esa cantidad, no recibe la renta. Si
gana menos, recibe un complemento hasta el mínimo.
¿Es
factible?
En
términos generales, como en cualquier tema, hay voces a favor y en contra de la
renta básica universal. El economista Miquel
Puig directamente la ve irrealizable y plantea dos grandes obstáculos. El primero, el presupuesto necesario. Es un importe muy elevado
que tendría que pagar la clase media. Además, afirma que no se puede
implementar en países con gran heterogeneidad cultural o étnica. Al final, de
manera subconsciente se cree que los que pagan son unos y los que se benefician
son otros. En Estados Unidos la clase media-alta blanca piensa, en ciertos
casos, que mantiene con subsidios a los afroamericanos y latinos, ejemplifica.
Un planteamiento que, según entiende, se reviviría con una renta básica
universal. (La Vanguardia – 19/9/16)
El
segundo problema que cita es saber quién
se beneficiaría. Para Puig, si España, Francia o Alemania tirasen adelante la
propuesta, verían cómo llegan ciudadanos de países
con menores ingresos como
Rumanía, Bulgaria o Hungría para beneficiarse. En un país de la Unión Europea
no se puede discriminar, va contra las reglas comunitarias, por lo que
establecer una renta básica universal generaría una inmigración muy grande
entre los países miembro.
Daniel
Raventós,
presidente de Red Renta Básica,
asociación que plantea y difunde su viabilidad, desmonta esos argumentos.
Respecto al coste, ha sido partícipe
de un estudio en el que se
demuestra la posibilidad de una renta básica universal en España gracias a una reforma del IRPF y del ahorro en otras prestaciones. La
intención es que sirva para vivir por encima del umbral de la pobreza, lo que
permitiría erradicarla.
El umbral de la pobreza sería el
baremo para calcular una renta básica universal en España. Para un hogar con
una persona, la barrera son los 8.011 euros. Para una familia de cuatro
miembros, es de 16.823 euros. (INE)
En
cuanto al efecto llamada de personas del exterior, lo rebate
con el ejemplo de Euskadi. Cuando se discutió por primera vez implantar una
renta para los más desfavorecidos en Euskadi, la primera comunidad del estado
que lo implantó, los críticos decían que vendrían a la comunidad todos los
pobres del resto del Estado. Se implantó
y no vino nadie. Moverse cuesta
dinero, argumenta. Para evitar movimientos internos a nivel europeo, se
pregunta: ¿No sería un buen motivo para implantar la renta básica universal en
toda la Unión Europea? Por encima de todo, defiende su necesidad: Estamos en
una situación en la que cada vez más se están degradando las condiciones de vida y trabajo de una parte importante de la
población. Es una medida que daría una respuesta más o menos inmediata a esto.
Fábrica
de desempleados
Los
críticos de la renta básica universal plantean que la gente, al tener
asegurados unos ingresos que garanticen una vida digna, dejaría de trabajar.
Las fuentes consultadas coinciden en que no sería así. No hay una evidencia clara de que fomente la desocupación,
indica Sergi Jiménez-Martín, del
departamento de Economía de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), que se apoya en
implementaciones a escala local.
Seguir trabajando
Para
mayor demostración, datos. La consultora alemana Dalia llevó a cabo una encuesta sobre la renta básica
universal a 10.000 personas en 28
países de la Unión Europea. El
64% de los europeos votarían a favor de una renta básica y solo un 4% dejaría de trabajar si se instaurara.
Aun
así, Jiménez-Martín es conservador y expone que está por ver qué consecuencias
tiene recibir esta renta sobre el comportamiento de las personas, qué le ayuda,
qué no le ayuda. Puedes plantear si recibir el cheque y ya está -que se lo
gasten como quieran- o incentivar programas de inclusión. Pero se debe aceptar
que siempre habrá un pequeño porcentaje que no quiera saber nada de inclusión,
prosigue.
Para
Raventós, con la renta básica universal no solo no se fomentaría el desempleo,
sino que se terminaría con la denominada trampa
de la pobreza que encierran los subsidios. El subsidio de desempleo
lo recibes si no tienes trabajo. Esto genera la trampa de la pobreza: recibir
un subsidio condicionado a no recibir otra fuente de rentas, dice. Así, pueden
convertirse en un condicionante que lleve a rechazar trabajos, ya que si se los
acepta se pierde el subsidio. Es algo así como un más vale pájaro en mano que
ciento volando. El desempleado que recibe un subsidio puede rechazar un trabajo ante la premisa de que lo despidan a
los dos meses y tenga que volver a hacer todo el trámite para recibir la
percepción por desempleo, lo que puede hacer que esté un mes sin ingresos y sin
poder pagar las facturas, razona Raventós.
Los
robots, ¿el mejor aliado?
Más
que el deseo de los gobiernos de implementar una renta básica universal, el
detonante que permita que se haga realidad puede ser el empuje de la digitalización. En un futuro, es
posible que la robotización del
trabajo deje a millones de
personas sin empleo e ingresos. Una sociedad sin consumidores. Ahí tendrán que
actuar los gobiernos, lanzando algo similar a la renta básica universal para garantizar
la vida digna de la población.
Los
informes que alertan de la futura destrucción de empleos por la robotización
son cientos. El más citado, elaborado
por Carl Frey y Michael Osborne en la Universidad de Oxford, afirma que el 47% de los empleos de Estados Unidos se perderán por la
automatización en un máximo de dos décadas, algo extensible al resto del mundo
occidental. La OCDE rebaja el riesgo al 9%. Argumenta que el proceso será lento
y costoso.
La robotización creciente
Según un estudio de la Universidad de
Oxford, el 47% de los empleos en Estados Unidos están en riesgo de ser
automatizados en un periodo relativamente cercano
En
cualquier caso, la humanidad podría ver cómo se cumple una amenaza que ya
enarbolaron los ludistas en el siglo XIX. Las máquinas nos dejarán sin empleo, decían. La
historia demuestra que no fue así, como tampoco fue así con sucesivas etapas de
innovación tecnológica aplicada a la empresa, dice Puig.
Esta
vez parece ser diferente. Por
primera vez en la historia se destruirán más trabajos de los que se crearán. En
esta salida de la crisis la recuperación del nivel de producción no se traduce
en una recuperación de la ocupación,
analiza Xavier Ferràs, decano de
la Universitat de Vic (UVIC). La pérdida de empleos será muy superior a los
empleos que se puedan crear con la industria robotizada, avanza. Hasta ahora
los robots eran una herramienta,
ahora son sustitutos. Ya no se
trata solo de suplir al operario, sino que toman decisiones, incluso a nivel de dirección, definiendo inversiones,
agrega.
Ese
balance neto de pérdidas de trabajo lo apoya Raventós. Pero no lo secundan ni
Puig, que mantiene que la robotización hace perder muchos empleos a corto
plazo, pero a largo plazo la capacidad de inventar nuevos trabajos es
ilimitada, ni Jiménez-Martín, que considera que desaparecen trabajos y
aparecen nuevos. Incluso no lo ve como un elemento clave para acelerar la
renta básica universal.
¿A
qué se espera?
Si
la amenaza de la pérdida masiva de empleos es real, su asimilación
presupuestaria es mínimamente factible y se erradicaría la pobreza, ¿a qué se
espera para imponer la renta básica universal? Es tan sencillo como que no todos pueden hacerlo, al menos de
momento. Vuelve a asomar el coste para las arcas públicas.
Para
Ferràs, de la UVIC, sólo una economía extremadamente competitiva puede
permitírselo. Lo primero que hay que hacer es crear una economía rica,
intensiva en gasto en I+D o en digitalización. Pocas naciones responden a ese
perfil. Una de ellas es Suiza.
Allí, hace apenas unos meses los ciudadanos rechazaron una renta básica universal de 2.260 euros mensuales. Los impulsores
valoraron más que un 23% se mostrara a favor que el hecho de que el 77% votara
en contra. En su opinión, se puso el tema en el centro del debate público y
ganó notoriedad. Uno de los argumentos de peso de la campaña del no fue el
elevado coste de la medida.
A
nivel español, los que tienen la capacidad de financiar una renta básica
universal son el Gobierno de
España, Navarra y el País
Vasco, las dos últimas por su régimen fiscal diferenciado, dice Raventós. A
niveles locales, es inviable por la limitación presupuestaria: un ayuntamiento, por potente que sea, no
puede hacerlo. Ferràs recuerda que con el actual sistema económico tampoco se
va en buen camino: si vamos derivando en un modelo de economía low cost con salarios bajos el camino es el
contrario. Por eso, no ve factible una renta básica universal hasta dentro de
veinte o treinta años.
El
economista Miquel Puig insiste en su posición. La renta básica universal puede
parecer algo bonito, algo atractivo, pero es incompatible con la sociedad en la
que vivimos. Se muestra más cercano a un modelo de Estado del bienestar como el actual.
Lo
único cierto e innegable es que el debate sigue abierto. Con argumentos a favor
y en contra, la renta básica universal es cada vez menos utópica, pero no por
ello está más cerca de producirse.
En
el fondo, todo depende de la voluntad
política. Pero los políticos son los últimos en enterarse de los cambios
importantes, concluye Raventós. Hasta entonces, la idea de tener ingresos sin trabajar seguirá aparcada.
Invitación
al debate
(dirigido al lector): por la suerte que nos trae
¿El Estado debía desechar beneficios y
pagarle a cada ciudadano una renta básica universal? ¿Sería una buena manera de replantear el futuro?
¿En un nuevo mundo donde los robots harían un
montón de trabajo, la RBU podría tener sentido?
Si va a haber menos empleos por la
automatización en todo el mundo, ¿podrá la RBU evitar los estragos de ese
futuro cercano?
¿La RBU podría beneficiar a la sociedad, ofreciendo más libertad de elección y tornado al sistema de bienestar
social que conocemos en una reliquia del pasado?
¿Tiene la RBU el potencial de reducir la desigualdad?
¿La RBU destruiría el incentivo para
trabajar? ¿Podría desmotivar a la sociedad?
¿La RBU es sostenible a largo plazo desde el
punto de vista financiero?
Alegaciones (decíamos ayer )
En
el Paper – De la histeria del desempleo a la histéresis del fin del
trabajo (¿too insignificant to fail?) (Parte I), publicado el 15/8/16,
sostenía:
–
Koyaanisqatsi: el fin de toda razón (¿habrá llegado el momento de retrasar el
reloj tecnológico?)
En
relación a este asunto, solo puedo hacer conjeturas. Y la conjetura es, que se
hará cierto (lamentablemente) el pronóstico de La sociedad 20:80 y el
Tittytainment (*), o qué debería hacerse con el 50% (o más) de la población de
los países avanzados (ahora, en vías de subdesarrollo), que se quedará sin
trabajo, en la era del avance tecnológico. Si no se tiene memoria (dignidad),
al menos, que se tenga capacidad de adaptación (justicia).
La
sociedad 20
a 80 y tittytainment (*)
En
el libro: La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el
bienestar de Hans-Peter Martin y Harald Schumann 1998, realizan un alegato
acerca de las paradojas que comporta el mundo global. La obra se abre con una
atrevida predicción, la de que, en el próximo siglo, un veinte por cien de la
población activa será suficiente para poder mantener en funcionamiento la
economía mundial: la sociedad 20:80.
A
partir de esta afirmación, la cuestión de peso que se plantea es averiguar cuál
ha de ser el destino del ochenta por cien de la población activa restante. El
entretenimiento, y la alimentación suficiente -dibujados tras el concepto de
tittytainment- parecen ser los trazos esenciales del panorama que aguarda al
grueso de la sociedad mundial del Siglo XXI.
¿Y
el resto? Sin duda, el 80% tendrá grandes problema responde Jeremy Rifkin,
autor del libro El Fin del Trabajo.
(*)
(Zbigniew Brzezinski, quien fuera consejero del Presidente Jimmy Carter fusionó
dos palabras inglesas para dar la solución: tits, que significa pecho, teta o
mama, según nos suene mejor; pero no para resaltar el aspecto sexual, sino
orientado hacia la alimentación, y entertaiment, entretenimiento:
tittytainment)
La
presión de la competencia global conduce a las empresas a desentenderse de la
suerte de la población desocupada. Desestructurada la sociedad del bienestar,
el voluntariado social toma el relevo en la responsabilidad de sostener un
sistema que, generado por la era industrial y la sociedad de masas, ha hecho
errar al hombre contemporáneo en su creencia de que por fin los logros
esenciales de la condición humana están a su alcance.
Sin
embargo, Martin y Schumann se revelan ante la idea de que la competencia que
impone el sistema global sea interpretada y vendida a los medios como un
acontecimiento natural, fruto de un progreso técnico y económico imparable. Son
los gobiernos y los parlamentos los que han desarrollado políticas específicas
que dejan las decisiones en manos del tráfico internacional de capital y
mercancías.
Esta
cesión, al amparo de la doctrina neoliberal, se vuelve irreversible y provoca
la erosión de las viejas unidades sociales y de las formas de poder. La presión
de la economía transnacional transforma la política en un juego impotente y
deslegitima al Estado democrático. Los desempleados, superfluos para el
sistema, gozan, no obstante, de una soberanía que, traducida al voto, se
convertirá en un futuro no muy lejano en instrumento de cambios sociales
imprevisibles.
El
internacionalismo es, en esta sociedad de final de milenio, un concepto a
revisar. Tradicional baluarte de la socialdemocracia, su principal abanderado
es hoy el capital. La ciudadanía, hostigada por la carencia del empleo, observa
con recelo la transformación de las fronteras, bajo el prisma de la inseguridad
y de la identidad. En definitiva, la globalidad frente a la descomposición, al
desorden, al conflicto y a la incertidumbre es la viva expresión de la
naturaleza de la trampa global.
El
tono pesimista queda roto en las breves páginas que cierran la obra, diez
sugerentes ideas para superar, desde un resquicio dejado a la esperanza, la
sociedad 20:80: una Unión Europea democratizada, cuya sociedad civil se
fortalezca, bien podría ser el motor que diese aliento a una futura solidaridad
internacional
Nunca antes tan pocos habían engañado a
tantos durante tanto tiempo -jamás
Se le exigió al mundo entero que cambiara su
modo de vida en base a la fantástica invención de un grupo de políticos con
ansias de salvar a la humanidad de una imaginaria catástrofe económica.
Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo a mis amigos que
confíen siempre en quienes están buscando la verdad, pero desconfíen siempre de
aquellos que dicen haberla encontrado).
Aseguraban que la desregulación, la
privatización y el libre movimiento de capitales, servicios y mercancías (el de
personas, nunca llegó, ni se lo espera) harían entrar a la humanidad en una era
de progreso exponencial y continuado, como nunca se había vivido. Y además,
desaparecerían los ciclos económicos (¿verdad, grandes bonetes del FMI?).
Algunos profetas, hasta llegaron a proclamar el fin de la Historia (¿verdad,
Profesor Fukuyama?).
La globalización igualará el terreno de
juego
la Tierra es plana
los Gobiernos y sus normas para el mundo laboral han
perdido importancia
en marcha hacia una nueva civilización
contratamos a
nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son despedidas también
por el ordenador
Para los creadores de estas genialidades (dogmas, mantras),
la visión de un ejército de parados, inimaginable hasta entonces, era una
obviedad.
Ninguno de los altamente remunerados
creadores de estos paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro)
creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo, decentemente pagados,
en los tecnológicamente costosos mercados en crecimiento de los que hasta
entonces fueron países del bienestar
no importa en qué sector.
Esa es la sociedad que hoy se está
construyendo por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con
juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook, You Tube,
Twitter y los sms hacen el resto (a veces con la inapreciable colaboración
del alcohol y las drogas). Zombis felices
Todos en la nube
¿Por qué quiere alguien deliberadamente una
sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más fácil de controlar a alguien
que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor. Se ofrece futbol (u
otros deportes) cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras
que el saqueo de su riqueza continúa convenciéndoles que hacer hamburguesas en
McDonalds cobrando el salario mínimo es empleo.
Hay quien busca explicaciones más
rocambolescas que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste en
tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una conclusión sin
precedentes.
La Gran Recesión aceleró una tendencia que
comenzó hacía tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del
trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas,
debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y
prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han
hecho más fácil.
La economía de EEUU es el doble de lo que era
en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte
de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales
de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por
ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra
sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.
Ése es el meollo del problema. La mayoría de
estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la
economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron
encallados.
Los beneficios empresariales están en alza,
pero los empleos y salarios siguen estancados.
Las personas con activos financieros o cuyo
talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de
una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se
esfuerza por ir tirando.
Las empresas no tienen la culpa, pues su
objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han
jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.
Un futuro sin trabajo o con contratos basura
para la mayoría de los estadounidenses es insostenible, también para las
propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del
resurgimiento de la demanda nacional.
La
solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Por lo tanto,
deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas
fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y
seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la
frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las
prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los
impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no
cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula
de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de
economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones
domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.
Si
el lector desea cambiar el término EEUU por el de Unión Europea, todo parecido
con la realidad no será mera coincidencia
¿Por
qué falla la máquina de empleos?
Las
empresas producen y ganan más, pero no aumentan su
personal
He
aquí algunos números del desempeño de las empresas y el mercado laboral en
Estados Unidos que sirven de barómetros clave de la economía del país. En los
últimos 10 años:
–
La producción de bienes y servicios se ha expandido 19%.
–
Las ganancias de las empresas que no pertenecen al sector financiero han
aumentado 85%.
–
La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de empleos.
–
El número de puestos de trabajo del sector privado, sin embargo, se ha reducido
en casi dos millones.
–
Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo se ha reducido a 58,2%,
un nivel que no se había visto desde 1983.
En
gran parte, eso ocurre porque la economía crece demasiado despacio o como para
absorber la fuerza laboral disponible, y los sectores que suelen contratar en
las primeras etapas de la recuperación -como la construcción y la pequeña
empresa– se vieron paralizados por el descalabro del crédito.
También
hay que considerar el factor de la confianza. Si los empleadores estuvieran
seguros de que podrían vender más, contratarían a más personas. Si estuvieran
menos inseguros de la durabilidad de la recuperación y otros factores, estarían
más inclinados a incrementar sus niveles de contratación.
Hay,
además, un fenómeno que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo de
ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el mercado y cómo los
empleadores ven a su fuerza laboral.
Los
ejecutivos lo llaman reducción estructural de costos o flexibilidad. El
economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo llama el
surgimiento de los trabajadores desechables, una abreviación de una
estrategia de las empresas para reducir costos laborales dondequiera que
puedan, a un nivel sin precedentes.
El
economista Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, calcula que 70% de la
escasez de trabajo actual es simplemente cíclica, el resultado de una
decepcionante recuperación de una profunda recesión. Sin embargo, atribuye 30%
a cambios en el mercado laboral que comenzaron una década atrás o más.
Consideremos
lo siguiente:
En
la recesión más reciente y en las dos anteriores -1990-91 y 2001- los
empleadores han sido más rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus
horas de trabajo que en las recesiones que las habían precedido. Muchos de
ellos también fueron más lentos para volver a contratar. Como resultado, la
recuperación sin empleo se ha convertido en la norma.
En
el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las empresas reducían personal y
aceptaban menos trabajo por empleado. Durante la profunda recesión de
principios de la década del 70, la producción estadounidense de bienes y
servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los economistas trataban de
comprender el acaparamiento laboral, la tendencia de las empresas a retener a
los empleados que no necesitaban.
Pero
ya nadie piensa así. Entre finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense
alcanzó su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la producción
estadounidense de bienes y servicios disminuyó 4,5%, pero el número de
trabajadores se redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es entonces:
¿cómo y por qué los empleadores lograron aumentar la productividad, o la
producción por hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión en
décadas?
En
una época anterior, cuando más estadounidenses trabajaban en líneas de
ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se recuperaba,
los trabajadores volvían a ser convocados, a menudo debido a garantías
sindicales.
En
el peor momento de la recesión de 1980-82, uno de cada cinco desempleados
correspondía a un despido temporal. En la reciente recesión, la proporción de
despidos temporales nunca fue superior a uno de cada 10. Eso se debe en parte a
que menos estadounidenses trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un
restaurante no tiene suficientes clientes, quiebra.
Cuando
los despidos son temporales, las recontrataciones pueden realizarse muy
rápido, comentan los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva
Federal de Nueva York. Cuando los despidos son permanentes, la recuperación del
empleo es lenta, añaden. Si el empleador quiere contratar, debe embarcarse en
la tarea de revisar currículos, lo que consume mucho tiempo.
Las
empresas, con sus ojos fijos en el precio de las acciones y en las ganancias,
valoran más que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les
demostró que podían hacer más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos
creían.
En
una encuesta reciente a 2.000 empresas, McKinsey Global Institute, el centro de
estudios de la enorme empresa de consultoría, encontró que 58% de los
empleadores esperaba tener más trabajadores a tiempo parcial, temporales o
subcontratados en los próximos cinco años y más de 21,5% trabajadores
tercerizados o externos.
La
tecnología, señala McKinsey, permite a las empresas gestionar el empleo como
un aporte variable. Con el uso de nuevos sistemas de programación de recursos,
se pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya sea por un día
completo o unas pocas horas.
Las
agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez más importante, desde la
provisión de personal fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.
También
facilitan volver a recortar en tiempos difíciles. Los trabajadores, en pocas
palabras, ahora pueden ser contratados en el momento preciso. Y
aparentemente, muchos empleadores no creen que todavía sea el momento. Debido a
que pueden contratar personal temporal casi al instante, hay poca necesidad de
contratar a la espera de una recuperación en los negocios.
Cuando
sí reclutan personal, las grandes empresas multinacionales con sede en EEUU
están en mejor condición de y más dispuestas a contratar en el exterior, en
parte porque los salarios son a menudo más baratos, pero también porque es allí
donde están sus clientes.
En
la década de los 90, las multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos
de trabajo por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la década
siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos estadounidenses, mientras que
aumentaron 2,4 millones en el extranjero, de acuerdo con el Departamento de
Comercio de EEUU.
Hal
Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que el aumento de los salarios
en China resta un poco de atractivo al país. En 2000, los salarios de los
trabajadores chinos promediaron el 3% de los de sus contrapartes
estadounidenses y la firma de consultoría espera que la cifra llegue a 15% en
2015. Sirkin predice que ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el
trabajo a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en un cálculo.
Aun
cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores desempleados por cada puesto que se
abre, algunos empleadores insisten en que no pueden encontrar empleados con las
habilidades que necesitan a los salarios que pueden pagar.
Realidad
o ficción
En
toda Europa, Asia y América, las corporaciones nadan en efectivo, mientras su
implacable búsqueda de eficiencia sigue generando enormes ganancias. Sin
embargo, la porción de la torta que les corresponde a los trabajadores se está
reduciendo, gracias al alto desempleo, a las jornadas reducidas de trabajo y a
los salarios estancados.
Estados
Unidos en los años 70, tenían 20 millones de empleos manufactureros, con una
población total de unos 220 millones. A principios del año 2011, sólo se
mantienen 12 millones de empleos en las fábricas norteamericanas, pero con una
población total de 320 millones de habitantes. En los años 70, Estados Unidos
controlaba el 28% de la fabricación mundial de bienes y China sólo el 4%. En
enero de 2011 Estados Unidos produce el 20% mundial y China el 19%.
Paradójicamente,
la realidad es que las mediciones de desigualdad de ingresos y riqueza entre países
están cayendo, gracias a un crecimiento robusto constante en los mercados
emergentes. Pero a la mayoría de la gente le importa más lo bien que le va en
relación a sus vecinos que a ciudadanos de tierras lejanas.
Las
causas de la creciente desigualdad en el interior de los países son bien
entendibles, y ya han sido señaladas anteriormente. Vivimos en una época en la
que la globalización expande el mercado para los individuos ultra talentosos,
pero hace que la competencia deje afuera a los empleados comunes. La
competencia entre países por individuos calificados e industrias rentables, a
su vez, limita la capacidad de los gobiernos de mantener impuestos elevados a
los ricos. La movilidad social está aún más afectada porque los ricos les
brindan a sus hijos una educación privada y ayuda post-escolar, mientras que
los más pobres en muchos países no pueden permitirse ni siquiera que sus hijos
sigan yendo a la escuela.
En
el siglo XIX, Karl Marx observó inteligentemente las tendencias de desigualdad
en sus días y concluyó que el capitalismo no podía sustentarse políticamente de
manera indefinida. Llegado el caso, los trabajadores se levantarían y
derrocarían el sistema. Transcurrida la primera década del siglo XXI, aún se
espera que llegue el caso
Sin
embargo, en un momento en que la desigualdad alcanza niveles similares a los de
hace 100 años, el statu quo tiene que ser vulnerable. La inestabilidad puede
expresarse en cualquier parte. Fue apenas hace poco más de cuatro décadas que
los disturbios urbanos y las manifestaciones masivas sacudieron al mundo
desarrollado, catalizando en definitiva reformas sociales y políticas de amplio
alcance.
Sin
embargo, sería un grave error suponer que la enorme desigualdad es estable
siempre que surja a través de la innovación y el crecimiento. Lo que resulta
evidente es que la desigualdad no es sólo una cuestión de largo plazo. Las
preocupaciones sobre el impacto de la desigualdad de ingresos ya están
constriñendo la política fiscal y monetaria en países desarrollados y en
desarrollo por igual, a la vez que intentan abandonar las políticas de híper
estimulación adoptadas durante la crisis financiera
La desigualdad económica es un fenómeno que está ganando fuerza en
todo el mundo, pero quizá donde tiene mayor repercusión mediática es en los
países avanzados. Sin embargo, estos países son los que presentan una mayor
distribución de los ingresos en sus sociedades. La función del sector público
como distribuidor secundario de la renta parece fundamental para lograr esta
mayor igualdad en los países desarrollados.
Así lo evidencia el World Economic Forum en un informe titulado
Inclusive Growth and Development Report 2015. Los expertos que han realizado
este informe, que aglutina 110 países, dividen estas naciones en economías
desarrolladas, ingresos medio-altos, ingresos medio-bajos y bajos
ingresos.
Para analizar las diferencias entre países se usa el coeficiente
de Gini antes de impuestos y transferencias y después de impuestos y
transferencias. En este índice, el cero significa que existe una igualdad
perfecta (todos ingresan lo mismo), mientras que 100 representa lo opuesto (un
ciudadano se lleva toda la renta del país).
Como se puede ver en el gráfico anterior, en todas las economías
avanzadas, salvo en Corea del Sur y Singapur, la desigualdad de ingresos
después de impuestos y transferencias es reducida en comparación con el resto
de esta muestra. Salvo Singapur, ningún país supera el número 40 en el
coeficiente de Gini. Singapur, EEUU e Israel son los países con mayor
desigualdad de ingresos después de impuestos y transferencias. Mientras que
Islandia, Suecia y la República Checa con un índice de Gini inferior a 25, son los
países con menor desigualdad de ingresos después de impuestos y transferencias.
También se puede observar como Irlanda y Suecia tienen los sistemas fiscales
que mejor redistribuyen la renta primaria.
Se puede observar una cierta correlación entre menor desigualdad
(después de impuestos y transferencias) y mayor gasto público, como es el caso
de Suecia, Noruega o Dinamarca. Sin embargo, países como la República Checa
(42% de gasto público sobre el PIB) y, sobre todo, Australia (39% sobre el PIB)
demuestran que con un gasto público menor pero más eficiente se puede luchar
mejor contra la desigualdad. España con un gasto público de casi el 44% sobre
el PIB es el ejemplo opuesto a los países anteriores, y es que reduce en menor
cantidad de puntos el coeficiente de Gini a pesar de gastar más.
Dentro de las economías consideradas de ingresos medio-altos hay
países que parecen estar haciendo un buen trabajo para redistribuir los
ingresos, como es el caso de Hungría, Polonia, Letonia y Lituania. Por otro lado,
se puede observar algo muy llamativo, y es que dentro de este grupo hay tres
países (China, Perú y Bulgaria) que presentan una mayor desigualdad de ingresos
después de aplicar las transferencias y los impuestos. Esto sugiere que esas
naciones tienen un sistema fiscal con efectos regresivos, señala el informe.
Es decir, sus impuestos tienen un tipo impositivo que disminuye o se mantiene
según aumenta la base imponible, las transferencias aumentan a medida que los
ingresos son mayores o una mezcla de ambas.
Por otro lado, las economías que corresponden a la categoría de
ingresos medio-bajos presentan una desigualdad pre y post impuestos y
transferencias, muy parecida. Son países que tienen sistemas fiscales muy poco
desarrollados y por tanto no existe una redistribución secundaria de los
ingresos sustancial. Ucrania destaca por ser el más igualitario con un
coeficiente de Gini pre y post impuestos y transferencias, inferior a 30. En el
lado opuesto aparecen Zambia o la India con coeficientes de Gini superiores al
50.
Por último, las economía de bajos ingresos muestran una elevada
desigualdad que en ningún caso es compensada por los sistemas fiscales de estos
países, que son casi inexistentes al igual que en la anterior categoría. Kenia
es el país que presenta una mayor redistribución, con un coeficiente de Gini de
casi 50 respecto a la distribución primaria de los ingresos y un coeficiente
que de 42 en la distribución secundaria. Tayikistán es el país menos desigual
de este grupo mientras que Ruanda es el más igualitario.
Para concluir, en el apartado de desigualdad los economistas
destacan que la eficiencia en el gasto es muy importante. Más transferencias
no resulta necesariamente algo bueno, los recursos pueden no estar orientados y
canalizados de forma eficiente hacia donde más se necesitan. Con un sistema
fiscal progresivo y programas con objetivos concretos, Australia y Nueva
Zelanda demuestran que es posible lograr más con menos.
La bomba de tiempo
del desempleo juvenil
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