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El sueño del elixir de la vida (página 4)



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Estas Escrituras nos conducen al concepto bioético del fin de la vida, de una "buena muerte" (según el sentido original y literal de "eutanasia"). Los autores de un libro llamado Dying Well describen una buena muerte en términos ideales,

… acabar mis días a edad avanzada, sin dolores, rodeado de amigos y familiares, atendido por cuidadores sensibles, en paz con todos… en paz con Dios [11].

Por supuesto, hay muchas más dinámicas a tener en cuenta, como por ejemplo cuando la muerte llega de forma violenta a una persona joven. De todos modos, si es posible una "buena muerte", y si la vida eterna es entendida como la existencia más allá de esta, tenemos que enfrentarnos a la pregunta de qué valor puede derivarse de la extensión física de la vida y de los esfuerzos para eliminar la muerte.

Por último, tendremos en cuenta los comentarios y análisis de Daniel Callahan y James Drane que nos acercan al reto de conquistar la muerte [12]. Callahan nos indica que a pesar de que "la muerte es tratada como un mal en sí misma, sin rasgos de redención (excepto como recompensa del dolor)", y que esa guerra es tomada como imperativo, sin embargo es un concepto relativamente moderno (de tiempos de Descartes y Bacon). Añade que hay algunos problemas con esta guerra, como cuando un paciente terminal prolonga su sufrimiento acudiendo a un centro asistencial siendo ya tarde en el proceso de muerte. Los avances tecnológicos también pueden ser tan triviales como benditos, cuando asumimos que "siempre se podría haber hecho algo más" por los pacientes moribundos. También sugiere que demasiado a menudo, en estas situaciones, por desgracia el personal médico ignora los últimos deseos del paciente.

Callahan dice que "temer y resistirse a la muerte podría ser una respuesta perfectamente sensata excepto por el hecho de que no acierta a la hora de buscar el significado (las itálicas son mías) de la muerte". Asimismo, no encaja con la calidad de vida. Por ejemplo, Callahan no puede aceptar la idea de que ampliar la vida podría ofrecer una garantía de libertad absoluta respecto del aburrimiento y otros problemas asociados con el envejecimiento. Drane nos recuerda que hay otro problema asociado a la vejez, que es la depresión, y que prolongar la vida y batallar contra la enfermedad no ha resuelto el problema de la falta de sentido para los ancianos. Además, dice que ignorar la muerte en la ancianidad tiende a exacerbar los propios problemas. Incluso si fuéramos capaces de ignorar la muerte durante un tiempo, esta puede aparecer de forma repentina e inesperada [8].

Tanto Callahan como Drane están de acuerdo en que a pesar de los esfuerzos por evitar la muerte involuntaria, la muerte siempre tiene la última palabra. Esta conclusión está de acuerdo con la teología judeo-cristiana y la ética. Para Callahan, a pesar de las victorias en la guerra contra la muerte, la gente sigue muriendo. También los comentarios de Drane al respecto así lo indican:

Al margen de toda experiencia de envejecimiento se encuentra la creciente presión de la realidad de la muerte. Muchas de las actividades para jubilados en la cultura norteamericana se basan en distracciones e incluso negaciones de esta realidad. La muerte en Estados Unidos se trata a menudo como un tema tabú. Antes o después, la muerte y las preguntas acerca de cómo morimos han de ser tenidas en cuenta. El envejecimiento anticipa algo más, y ese algo más es la muerte. La muerte es una parte de la experiencia del envejecimiento que no podemos ignorar, sean cuales sean las peculiaridades culturales del periodo al que nos refiramos [8].

Junto a la realidad de la muerte se encuentran las preguntas dirigidas al modo en que podríamos eliminar la muerte teóricamente. Estas preguntas incluyen si la muerte es susceptible de ser conquistada ya que la hora de la muerte no es fija y llega a personas diferentes en momentos diferentes [12]. Otra sugerencia es ver la muerte como una serie de males potencialmente evitables que pueden ser conquistados por la ciencia eliminando un mal de cada vez [13]. En vista de las abrumadoras pruebas históricas que tienen en cuenta la realidad de la muerte, ninguna de esas teorías resulta convincente.

CONCLUSIÓN Y PROPUESTAS

El objetivo de eliminar la muerte involuntaria se apoya tanto en la teología judeo-cristiana como en los principios éticos que se basan en dicha teoría. Las Escrituras apoyan y promueven la vida, incluso la vida eterna, y ven la inmortalidad como una existencia que va más allá de la temporal, la terrenal. Las formulaciones éticas modernas que abogan por preservar la vida también reconocen la realidad de la muerte. La calidad de la vida, así como la búsqueda de un significado en una edad avanzada y los problemas de aburrimiento y depresión necesitan incluirse en la búsqueda de la conquista de la muerte y de la vida extendida radicalmente.

Callahan señalaba problemas con el hecho de ver la muerte como un "mal" y con el empleo de recursos y tecnología en la guerra contra la muerte. Uno de sus mayores problemas es saber cómo esta guerra provoca víctimas, especialmente entre enfermos terminales que prolongan su sufrimiento acudiendo demasiado tarde al centro asistencial. Drane dice que ignorar la muerte puede ser problemático para los ancianos que han de enfrentarse a ella de forma repentina e inesperada.

Según todo esto, el abajo firmante querría ofrecer algunas propuestas para que el Institute las considere: en primer lugar, la naturaleza ambiciosa de la misión sugiere una necesidad de mayor investigación en como debería eliminarse a la muerte. Se pueden formular y explorar nuevas teorías. En segundo lugar, la misión podría extenderse hasta incluir tanto la muerte voluntaria como la involuntaria, lo que sería compatible con las proscripciones éticas y teológicas en contra de la muerte prematura o ilícita, pasando por el suicidio, el suicidio asistido, la eutanasia, etc. En tercer lugar, ya que podría parecer que es más alcanzable el esfuerzo por extender radicalmente la vida que conquistar la muerte, ¿por qué no emplear la mayor parte del tiempo, energía y recursos a tal fin? Y en cuarto lugar, teniendo en cuenta la calidad de vida durante el proceso de envejecimiento, podríamos sugerir al Institute que busque la forma de mitigar o solucionar esos problemas.

Referencias

1) Immortality Institute 2003: Constitution & Bylaws,

http://imminst.org/about/constitution.php

2) Delkeskamp-Hayes, Corrina; "The Price of Being Conciliatory: Remarks about Mellon"s Model for Hospital Chaplaincy Work in Multi-Faith Settings" en: Christian Bioethics (2003, vol.9, no.1); pág. 71

3) Papa Juan Pablo II; "The Gospel of Life" en: Last Rights? Assisted Suicide and Euthanasia Debated (1998), Eerdmans; pág.223–

4) El Papa Juan Pablo II describe esto como un "nuevo clima cultural" caracterizado por los ataques contra la vida por la visión corrupta de los derechos individuales y la promulgación de leyes que se desvían de la ley constitucional basada en la asistencia de sistemas de cuidados. ((Ver nota final 4, pág.226.))

5) Singer, Peter, 1998, "Rethinking Life and Death: A New Ethical Approach" ((Ver nota final 4, pág.171–))

6) Kevorkian, Jack, 1998, "A Fail-Safe Model for Justifiable Medically Assisted Suicide", ((Ver nota final 4, pág.263–))

7) Editorial; "Death by Default" en Christianity Today (5 February 2001), pág. 26–

8) Drane, James F.; More Humane Medicine: A Liberal Catholic Bioethics (2003) Attenborough

9) Clowney, Edmund; "Jesus Christ and the Lostness of Man" en: Jesus Christ: Lord of the Universe, Hope of the World (1974), InterVarsity Press; pág. 53–

10) Barth, Karl; The Epistle to the Romans (1933; reimpresión de 1976, 6º edición), Oxford

11) Vaux, Kenneth L., & Vaux, Sara A.; Dying Well (1996) Abingdon

12) Callahan, Daniel; Is Research a Moral Obligation? (2003)

http://www.bioethics.gov/background/callahan_paper.html

13) Haseltine, William, en Fisher, Lawrence M.; "The Race to Cash in on the Genetic Code" en: The New York Times (29 agosto 1999), sección 3, pág. 1

Superlongevidad sin superpoblación

Dr. Max More

Los defensores de la superlongevidad (expectativa de vida extendida indefinidamente) han venido exponiendo durante décadas sus argumentos en favor de la posibilidad y el deseo de cambiar las condiciones de vida humana. Y durante todo ese tiempo, los que luchan por la superlongevidad han hecho uso de dos o tres argumentos implacables e inamovibles. La cuestión "¿qué haríamos con tanto tiempo?" es uno de ellos. El otro es afirmar que "¡la muerte es algo natural!", y la respuesta final y predecible es evocar el espectro de la superpoblación. A pesar de la fuerte tendencia a la baja en el crecimiento de la población desde que este asunto empezó a ganar importancia allá por los años 60 del siglo pasado, esta última idea se sigue manteniendo a modo de impedimento.

El bestseller de 1968, The Population Bomb [1] de Paul Ehrlich, prendió la mecha de una tendencia en la que los alarmistas ignoraron de forma rutinaria los datos y proyectos razonables con el único fin de asustar al público. Aquellos de nosotros que vemos la extensión indefinida de la expectativa de vida como objetivo principal encontramos, lógicamente, este comportamiento un tanto irritante. Si los miedos infundados nos vencen, vamos a obtener muy poco a partir de los programas de ejercicios, nutrición o suplementación. El miedo generalizado conduce a una legislación restrictiva –una legislación que en este caso puede ser mortal. Aunque el volumen de población ha descendido ligeramente, la idea sigue resonando y merece una respuesta. El objetivo de este ensayo es dirigir las implicancias esenciales, proporcionar hechos actuales y disipar los errores generados por la preocupación de la superpoblación.

PRIMERO, LOS VALORES

Tal y como mostraré, tenemos muy poco que temer al crecimiento de la población, tanto si extendemos la vida como si no. Sin embargo, para darle un enfoque ético, supondré por un momento que el crecimiento de la población es, o será, un serio problema. ¿Nos daría una razón de peso para estar en contra de la extensión de la expectativa de vida?

No, pero oponerse a la extensión de la vida humana, en último caso, aporta un matiz de implicancias éticas que se añade a los problemas ya existentes. Suponga que es usted un médico que trata a un niño enfermo de neumonía. ¿Rehusaría a tratarle porque mejoraría y podría sentirse lo suficientemente bien como para correr y jugar con los demás niños? Por el contrario, nuestra responsabilidad reside en esforzarnos por vivir mucho y de forma saludable, mientras que ayudamos a los demás a hacer lo mismo. Una vez que hemos empezado a trabajar en este objetivo primario, podremos emplear más energías en resolver otros retos. Una vida larga y vital en el ámbito individual se beneficia sin duda de un entorno social y físico saludable. El defensor de la superlongevidad querría ayudar a encontrar soluciones a cualquier problema de la población, pero la muerte no es una forma responsable o saludable de resolver nada.

Además, si tenemos en cuenta la idea de limitar la expectativa de vida como forma de controlar la población, ¿por qué no ser más proactivos? ¿Por qué no reducir drásticamente el acceso a los tratamientos médicos comunes? ¿Por qué no ejecutar a todos aquellos que alcancen la edad de 70 años? Una vez que el objetivo colectivo del crecimiento de la población se incorpora como una de las elecciones individuales primordiales, parece difícil no aceptar esta lógica.

¿LO QUE IMPORTA, NO ES CUÁNTO, SINO CÚANTOS?

Limitar el crecimiento de la población oponiéndonos a la extensión de la vida, no sólo suspende el examen ético, sino también el pragmático, y mantener la tasa de mortalidad alta no es un método eficaz para ralentizar el crecimiento. El crecimiento de la población depende más del número de hijos que tenga cada pareja que del tiempo que viva la gente. En términos matemáticos, una vida más larga no tiene efecto alguno en la tasa de crecimiento exponencial, sólo afecta a una constante de la ecuación. Esto significa que importa poco el tiempo que vivimos una vez que nos hemos reproducido. Comparemos dos sociedades: en el país A la gente vive una media de sólo 40 años y cada familia tiene 5 hijos. En el país B, la esperanza de vida es de 90 años, pero cada pareja sólo tiene 4 hijos. A pesar de la duración de la vida mucho mayor del país B, el crecimiento de la población será mucho más lento que en el país A, y a largo plazo, hay muy poca diferencia una vez que las parejas han tenido descendencia. La tasa de crecimiento de la población viene determinada por el número de hijos que tengamos, no por el período de tiempo que vivamos.

Incluso a corto plazo, el efecto en el alza de la población debido al descenso de la tasa de mortalidad se puede detener por un retraso a la hora de tener hijos. Muchas mujeres en los países desarrollados deciden tener hijos a los treinta y pocos años ya que los obstáculos para un embarazo satisfactorio aumentan a medida que envejecen. Tal y como hemos visto en las últimas décadas, ampliar el período fértil de las mujeres les permitiría posponer más su maternidad, hasta que hayan desarrollado sus carreras. Las parejas no sólo tendrán hijos más tarde, sino que seguramente estarán mejor posicionadas para cuidar de ellos, tanto económica como psicológicamente.

Casi con seguridad, las primeras tecnologías realmente eficaces para extender al máximo la expectativa de vida vendrán acompañadas de un coste significativo de desarrollo humano y aplicaciones. Como consecuencia, los efectos sobre la población se observarán antes en los países desarrollados. Esto nos conduce a otro error en la insinuación de que la longevidad extendida estimulará drásticamente el crecimiento de la población. El hecho es que la superlongevidad en los países desarrollados no tiene prácticamente ningún impacto, ni global, ni local. La ausencia de impacto global es una consecuencia debida al escaso y cada vez menor porcentaje de población de los países desarrollados en la población global. Y realmente no podemos esperar ningún aumento local de población ya que estos países están experimentando un crecimiento muy lento, nulo o incluso negativo:

La parte de la población global que suponen los países desarrollados ha caído del 32% en 1950 hasta el 20% actual y se prevé que llegue al 13% en 2050 [2]. Si nos fijamos sólo en Europa, veremos una reducción aún mayor: en 1950 Europa contaba con el 22% de la población global. En la actualidad esta cifra ha descendido hasta el 13% y se prevé que llegue al 7% en 2050 [3]. Para una mejor comprensión, hemos de tener en cuenta que la población de 749 millones de África es mayor que la de Europa con 729 millones, según los datos revelados por Naciones Unidas. El crecimiento de la población en Europa de tan solo un 0,03%, asegurará que se reduzca rápidamente en relación con África y otras áreas desarrolladas.

En la Europa del Este, la población está descendiendo al 0,2%. Entre hoy y el año 2050, la población de las regiones más desarrolladas no cambiará mucho. Las predicciones muestran que a mitad de siglo, las poblaciones de 39 países serán menores que en la actualidad. Por ejemplo, Japón y Alemania serán un 14% más pequeñas; Italia y Hungría serán un 25% menores; y Rusia, Georgia y Ucrania serán entre el 28 y el 40% más pequeñas [3].

En Estados Unidos, cuya población crece más deprisa que la europea, el tope se resumió en una presentación de S.J. Olshansky al President"s Council on Bioethics, quien "hizo algunos cálculos básicos para demostrar qué ocurriría si nos convirtiéramos en inmortales en la actualidad". El tope es que si alcanzamos la inmortalidad hoy en día, la tasa de crecimiento de la población será menor que la que se observó durante el "baby boom" que siguió a la Segunda Guerra Mundial [4].

Una fertilidad baja implica que las tendencias de la población en las regiones desarrolladas del mundo parezcan incluso más suaves si no fuera por la inmigración. Como se informa en las previsiones de población de las Naciones Unidas (Revision to the UN Population Division) del año 2000, "se espera que las regiones más desarrolladas sigan siendo receptoras de inmigrantes internacionales, con una media de 2 millones al año durante los próximos 50 años. Sin inmigración, la población de las regiones más desarrolladas habría empezado a descender en 2003 y no en 2025, y para el año 2050 sería 126 millones más baja que los 1.180 millones estimados en caso de que las supuestas pautas de migración se mantuvieran estables y continuas".

Con todo esto, los países lo suficientemente afortunados para desarrollar y disponer de soluciones radicales al envejecimiento y a la muerte no tendrían que preocuparse por la superpoblación. En un escenario ideal, los costes de los tratamientos para extender la vida disminuirían rápidamente, y consecuentemente, serían asequibles no sólo en las naciones más ricas. Por tanto, deberíamos estudiar más allá de las naciones desarrolladas y examinar las tendencias globales de la población por si se produjera una variación significativa.

ESTANCAMIENTO GLOBAL DE LA POBLACIÓN

Ya hemos visto que no hay razón alguna para dudar en prolongar la vida, incluso en el caso de que la población fuera a crecer más deprisa debido a un aumento en las tasas de fertilidad. Pero, ¿tiene tanto que temer el mundo a una explosión de población, con o sin una extensión de la vida? ¿Está creciendo la población de manera descontrolada? La moda pasajera de los libros populares prediciendo esto se inició en la década de 1960, tras el aumento en la población más rápido de la historia de la humanidad. Desde entonces, los países más pobres, por debajo de nosotros en el ciclo de desarrollo, también han experimentado una drástica reducción en el crecimiento de su población. Y esto es así a pesar de la relativa extensión de la vida, es decir, los años extra de vida proporcionados por las intervenciones médicas y nutricionales.

Desde una perspectiva global, los números revelan que la media de crecimiento anual alcanzó su punto álgido entre 1965 y 1970 con un porcentaje de crecimiento del 2,07%. Desde entonces, la tasa de aumento ha ido descendiendo, llegando al 1,2% anual de la actualidad. Esto significa un aumento de 77 millones de personas por año, según la población mundial estimada para mediados del año 2000 de 6.100 millones de personas [3].

Tan sólo seis países experimentan la mitad de este crecimiento: India con un 21%, China con un 12%, Pakistán con el 5%, Nigeria y Bangladesh con el 4% cada uno e Indonesia con el 3%. En China se ha reducido considerablemente el número de hijos por mujer en los últimos 50 años, de 6 a 1,8. Partiendo de la misma tasa de natalidad, en India ha bajado mucho menos, aunque casi reduciendo a la mitad la tasa de 3,23%. Si estas tendencias se mantienen hasta 2050, la población de India superará a la de China [5].

A pesar de la fecundidad de estos "productores de gente", el esquema global es alentador:

La tasa de fertilidad total del mundo cayó casi 2/5 entre 1950 y 1955 y 1990 y 1995, de 5 hijos por mujer a 3,1. La media de fertilidad en las regiones más desarrolladas descendió del 2,8 al 1,7, mientras que en los países menos desarrollados cayeron un 40%, llegando de 6,2 a 3,5 hijos por mujer [6].

Podemos esperar que el crecimiento de la población siga ralentizándose hasta que alcance una cifra estable. Pero, ¿cuál será esa cifra? Nadie lo sabe con certeza pero las predicciones de Naciones Unidas indican que la población puede llegar, como mínimo, hasta los 8.000 millones de personas, con una proyección media de 9.300 millones y un tope de 10.900 millones [2; 7]. Esta proyección media indica que la población global alcanzará su punto álgido hacia el año 2040 y luego empezará a disminuir.

La primera versión de este ensayo la escribí en 1996 y mientras lo revisaba me pareció interesante el hecho de que, hace menos de una década, las previsiones más altas estimaban 12.000 millones de personas o incluso más. Los demógrafos han seguido con su larga tradición de sobreestimar el crecimiento de la población. Parece que este efecto se ha reducido, pero tomando todas estas proyecciones con una sana dosis de escepticismo, especialmente las que implican un período mayor que una generación.

LAS FUERZAS DE LA DESACELERACIÓN DE LA POBLACIÓN

Entonces, ¿por qué deberíamos esperar que la gente en los países menos desarrollados, e incluso facilitándoles métodos contraceptivos, decidieran tener menos descendencia? Esto no es pura especulación basada en las tendencias recientes. Las condiciones económicas explican esta tendencia constante y dan sentido al hecho de que las naciones más pobres están empezando a evolucionar en su transición hacia un número más bajo de nacimientos.

La desaceleración en el crecimiento de la población parece ser resultado inevitable del aumento de las riquezas. Muy pronto, en las curvas de crecimiento de un país en vías de desarrollo, los niños pueden ser considerados "productores de bienes", como dirían los economistas. Los padres ponen a sus hijos a trabajar en sus granjas para producir alimento e ingresos. Se dedican muy pocos esfuerzos a cuidar de los niños, sin planes sanitarios, clases particulares, viajes a Disneylandia, juguetes de los X-Men o facturas de teléfono móvil descomunales. A medida que nos volvemos más ricos, los niños se van convirtiendo en "consumidores de bienes". Es decir, los vemos cada vez más como pequeñas personitas que han de divertirse y educarse, no como una carga que ayuda a mantener la unidad de la familia. Gastamos miles de dólares para que nuestros hijos estén sanos, para entretenerlos y educarlos. Preferimos menos hijos, no camadas, y esta preferencia parece estar respaldada por los cambios en los gustos que resultan de una educación cada vez mejor. Los ingresos, como contrapunto a la cara ecuación que supone tener más hijos, han inclinado la balanza en favor del hecho de tener menos hijos a medida que la población se vuelve más urbanizada. Es más caro tener hijos en la ciudad y produce menos ingresos que en el campo.

Pero la fertilidad desciende también por otra razón: a medida que los países más pobres se van enriqueciendo, la mortalidad infantil desciende como resultado de las mejoras en nutrición, sanidad y cuidados médicos. Incluso se puede producir un descenso en la mortalidad infantil sin que aumenten los ingresos. La gente en los países más pobres no es estúpida; también ellos planean la maternidad para reflejar las condiciones de cambio. Cuando las tasas de mortalidad infantil son altas, las investigaciones han demostrado que las familias tienen más hijos para asegurarse el tamaño de la familia. Tienen más hijos para compensar las muertes, y en ocasiones tienen hijos "adicionales" para anticiparse a futuras muertes. Estas familias reducen la tasa de fertilidad cuando se dan cuenta de que se necesitan menos nacimientos para alcanzar el tamaño de familia deseado. Y dado los incentivos para tener menos hijos según va creciendo la riqueza y la urbanización, la reducción de mortalidad lleva a las familias a reducir su tamaño.

La política económica proporciona ayudas a los nacimientos. Muchos de los que han censurado el crecimiento de la población han apoyado también estas políticas de incentivos de nacimientos. Es más, incentivan los nacimientos entre aquellos menos capaces de criar y educar correctamente a sus hijos. Si queremos alentar a la gente a tener más hijos, deberíamos hacer que fuera más económico tenerlos. Si queremos desanimarlos o al menos refrenar su aumento, lo que hay que hacer es dejar de subvencionarlo. Las subvenciones incluyen educación gratuita (pero gratuita para los padres, no para los contribuyentes), cuidados médicos gratuitos y prestaciones sociales adicionales para las mujeres por cada hijo. Si los padres han de afrontar personalmente los costes de tener hijos, en lugar de hacer que todos paguen por ello, lo que harán será tener el número justo de hijos que puedan mantener.

Aún más, si existiera un problema de población en algunos países, extender la expectativa de vida no empeoraría el problema más que el hecho de mejorar la seguridad de los automóviles, de los trabajadores, o de reducir el crimen. ¿Quién querría mantener esa amenaza de muerte para combatir el crecimiento de la población? Si queremos que la población crezca más despacio, debemos centrarnos en reducir los nacimientos, financiar programas de contracepción y planificación familiar en los países más pobres. Esto ayudará al desarrollo natural de las parejas a la hora de tener menos hijos. Las parejas serán capaces de tener menos hijos por propia elección, no por accidente. Y las mujeres, incluso se animarán a entrar en el mundo moderno, con la posibilidad de desarrollar vocaciones diferentes al mero aumento de la natalidad.

LA "SUPERPOBLACIÓN" NOS DISTRAE DE LOS VERDADEROS PROBLEMAS

Posteriores revisiones en el crecimiento de la población, estimaciones y proyectos de Naciones Unidas en cuanto a demografía global desde 1950, han reducido drásticamente la credibilidad de cualquier argumento basado en la superpoblación en contra de la extensión de la vida. Además, podemos entender mejor los problemas reales relacionados con la superpoblación en lugar de hablar de pobreza. La pobreza, a su vez, no es resultado de que exista mucha gente, sino, de otros muchos factores que incluyen el mal funcionamiento de los gobiernos, las guerras y la escasa seguridad de los derechos de la propiedad.

Tal y como señala Bjorn Lomborg, muchos de los países más densamente poblados están en Europa. La región con la mayor densidad de población, el sudeste asiático, tiene casi el mismo número de personas por metro cuadrado que el Reino Unido. Aunque India tiene una población mayor y en aumento, la densidad de población está por debajo de la de Holanda, Bélgica o Japón. Lomborg también señala que Ohio y Dinamarca tienen una densidad de población mayor que Indonesia [3].

También, deberíamos asumir que el mayor crecimiento de la población se da en áreas urbanas, que proporcionan un mejor nivel de vida. Como resultado, la masa continental del planeta no estará más poblada de lo que está hoy en día; en las próximas tres décadas podemos esperar que no se produzcan cambios en la población rural, y en el año 2025, el 97% de Europa estará menos poblada de lo que lo está en la actualidad [8]. Y deberíamos alegrarnos de que incluso en las zonas urbanas, los pobres prosperen más que en el campo. Las causas son la mejora en los suministros de agua, de los tratamientos de las aguas residuales, de los servicios sanitarios, de la educación y de la alimentación [9]. Por extraño que parezca, las enfermedades infecciosas graves como la malaria suponen una menor amenaza, allá donde los edificios están muy cerca unos de otros, siendo las zonas pantanosas las preferidas de moscas y mosquitos [10].

LA SOSTENIBILIDAD Y LA GRAN RESTAURACIÓN

El futuro podría ser más brillante de lo que nos han descrito los ecologistas. Como dice Ronald Bailey [11]:

Jesee Ausubel, director del Program for the Human Environment de la Rockefeller University, cree que en el siglo XXI veremos el comienzo de una "Gran Restauración" como resultado del aumento de las actividades productivas de la humanidad que nada tienen que ver con el mundo natural.

Si los granjeros del mundo llegan a alcanzar el rendimiento tipo de los sembradores de maíz de Estados Unidos, podrían comer 10.000 millones de personas con la mitad de la cosecha de maíz. Este es sólo uno de los métodos, en que los avances tecnológicos en horticultura permitirán, que gran parte de la tierra dedicada a siembra, vuelva a ser terreno natural sin cultivar. Los cultivos transgénicos también podrían multiplicar los niveles de producción, a la vez que resolverían algunos problemas importantes en cuanto al medio ambiente [12].

Las visiones que enfatizan el ingenio humano y la oportunidad, poseen un registro histórico más impresionante que aquellas que enfatizan la pasividad y la impotencia. Paul Ehrlich es el típico caso representativo de estos últimos y sólo hay que echar un vistazo a uno de sus libros oscuros y alarmistas para darse cuenta del mal que han hecho sus predicciones. En un artículo de 1969, Ehrlich predijo que la vida marina moriría por contaminación de DDT en 1979 y eso nos dejaría sin pescado; que en 1973 morirían 200.000 personas en Nueva York y Los Ángeles a causa de una nube tóxica; que la esperanza de vida en Estados Unidos se reduciría hasta los 42 años en 1980 por la avalancha de enfermos de cáncer debido al uso de pesticidas, y que en 1999 la población de Estados Unidos se quedaría en 22,6 millones [13]. Ehrlich perdió estrepitosamente una apuesta de diez años contra el economista Julian Simon (y se negó a apostar de nuevo) [14]. En 1974 Ehrlich recomendó que se almacenaran latas de atún en conserva porque Estados Unidos haría recortes en los suministros de proteínas… y mucho más.

Bailey [13], al contrario que Ehrlich, explica:

En su lugar, y según Naciones Unidas, la producción agrícola en el mundo desarrollado ha aumentado un 52% por persona desde 1961. El consumo diario de alimentos en los países pobres ha aumentado de 1.932 calorías, apenas lo justo para sobrevivir, en 1961 a 2.650 calorías en el año 1998, y se espera que llegue a las 3.020 calorías en el año 2030. Del mismo modo, la proporción de gente que muere de hambre en los países en vías de desarrollo ha caído del 45% en 1949 al 18% actual, y se espera que baje aun más hasta el 12% en 2010, para que se estabilice en tan sólo un 6% en 2030. En otras palabras, el alimento no escasea, sino que es cada vez más abundante, y eso se refleja en su precio: desde 1800 los precios en alimentación han descendido en más de un 90%, y según el Banco Mundial, en el año 2000 los precios fueron "más bajos que nunca".

Un vistazo rápido a la historia económica y social, nos deja una cosa muy clara: a lo largo de toda la historia, la gente ya ha conceptualizado la superpoblación. Incluso el gran científico social del siglo XIX, W. Stanley Jevons, afirmó en 1865 que la expansión industrial de Inglaterra cesaría pronto debido al agotamiento de las reservas de carbón del país [15]. Sin embargo, a mayor escasez, mayor precio. El beneficio motivaba a los empresarios para buscar nuevos recursos, desarrollar mejor tecnología para encontrar y extraer carbón y transportarlo a donde fuera preciso. La crisis nunca se produjo. Hoy, Estados Unidos ha comprobado que las reservas son suficientes para los próximos cientos o incluso miles de años [16]. Si un recurso empieza a agotarse, subir su precio forzará un cambio en busca de alternativas. Ni siquiera una población muy amplia puede esperar agotar las reservas de energía (la energía solar, la energía nuclear procedente de la fisión, y pronto de la fusión, son prácticamente inagotables). Mientras que contemos con energía abundante, podremos producir recursos que los sustituyan, e incluso generar más de los existentes, incluyendo alimentos. Aún cuando se diera el caso de que la población creciera mucho más de lo que muestran las previsiones más elevadas, es seguro que la inteligencia humana y la tecnología serían totalmente capaces de cuadrar las cuentas.

La inteligencia humana, la nueva tecnología y la economía de mercado permitirán al planeta soportar varias veces la población actual de 6.200 millones de personas; podría soportar muchas más vidas humanas de las que probablemente veremos dado la tendencia a la baja de la tasa de natalidad. Muchos países, incluido Estados Unidos, presentan baja densidad de población. Si la población de Estados Unidos fuera tan densa como en Japón (seguramente el lugar más poblado), sería de 3.500 millones, en lugar de los 265 millones que tiene. Si Estados Unidos tuviera una densidad de población igual a la de Singapur, serían casi 35.000 millones de personas, casi siete veces el número total de la población mundial. Las nuevas tecnologías, desde las simples mejoras en irrigación y administración hasta los avances actuales en ingeniería genética, deberían seguir mejorando la producción mundial de alimentos. Muere menos gente de hambre, a pesar de existir una mayor población. Esto no significa que se sientan satisfechos; millones de ellos aún pasan hambre o son susceptibles de sufrir interrupciones en el suministro de alimentos. Necesitamos eliminar las barreras del mercado, abolir la política de control de precios en agricultura (que no anima ni a seguir produciendo ni a invertir), y presionar a los gobiernos que estén inmersos en guerras y colectivización para que modifiquen su forma de actuar.

LA POLUCIÓN

Tampoco debemos esperar que la polución empeore si la población aumenta. Al contrario de la creencia popular, la polución en los países más desarrollados ha ido descendiendo durante décadas. Los niveles de plomo en Estados Unidos han descendido radicalmente. Desde 1960, los niveles de dióxido de azufre, monóxido de carbono, ozono y compuestos orgánicos han bajado a pesar del aumento de la población. La calidad del aire en las áreas urbanas sigue mejorando, y los Grandes Lagos están recuperando sus niveles de pureza [17]. Esto no es casual. A medida que nos enriquecemos, tenemos más dinero para invertir en un entorno más limpio. Si uno necesita alimento, refugio y otros bienes básicos, no se detiene a pensar en el medio ambiente. Desde que existen mecanismos que permiten limpiar y purificar el aire y el agua y espacio para recrearnos, podemos esperar que siga sucediendo así.

Lo más eficaz para estimular cambios positivos son los mercados, es decir, que los indicadores de precios sean un incentivo para moverse en la dirección adecuada. Si todos los que contaminan tienen que pagar por lo que producen, ya que su actividad se inmiscuye en los derechos de los demás, buscarán formas de hacer las cosas reduciendo los niveles de contaminación. Los problemas de contaminación existen, y muchos de ellos pueden deberse a un error en el cumplimiento de los derechos de la propiedad privada, por lo que esos recursos se tratan como bienes gratuitos que no necesitan administración. La pesca en aguas sin dueño conocido es un ejemplo de ello. Otro es la desertificación de terrenos cuya propiedad ostentan varias personas o el gobierno en África. Podemos estar relativamente seguros de que la tendencia a la baja de la contaminación seguirá siendo igual, aún con una población mayor. De todos modos, la autocomplacencia está fuera de lugar. Deberíamos presionar para que la administración de los recursos se hiciera de forma responsable, privatizando los recursos comunes para crear incentivos que aseguraran su gestión y renovación.

Mientras que se permita la libertad en la generación de riquezas y tecnología, podemos esperar que la polución siga disminuyendo. El reciclaje más eficaz, los procesos de producción que generen menos residuos y una mejora en la monitorización y detección de agentes contaminantes, junto con incentivos económicos para garantizar que cada productor se responsabilice de sus emisiones, nos permitirían seguir mejorando el medio ambiente, a pesar de que la población siguiera creciendo. Suponiendo que lográramos el control absoluto al nivel molecular, como esperan los nanotecnólogos, obtendríamos las claves para producir sin contaminar. Otro efecto de la manufactura molecular será la desaparición de gran parte de la maquinaria a gran escala. Cada vez se necesitará menos espacio para la maquinaria de fabricación, lo que dejará más espacio para las personas. Es más, alguna de esa maquinaria se enviará al Espacio. El resultado de estos y otros cambios (algunos de los cuales ya están en proyecto) liberarán a la Tierra de objetos y maquinaria prescindible, aunque anteriormente necesaria.

El tema de la población tiene implicancias objetivas, económicas y éticas. Animo al lector interesado a examinar las fuentes citadas en el apartado de referencias, en especial los ensayos de Jesee Ausubel [18] y los libros de Bailey, Lomborg y Simon [3; 19; 20-25]. Tan sólo he esbozado unas líneas de pensamiento que muestran que estamos terriblemente equivocados al no apoyar la extensión de la vida por temor a la superpoblación. Avancemos hacia ello; una vez que hayamos vencido al envejecimiento esperaremos otras amenazas para nuestras vidas, como la guerra o la violencia, que serían cada vez menos aceptables. Podemos apreciar que en las sociedades donde la población presenta índices de edad elevados, se vive mejor que en las generaciones anteriores, y no sólo por el bienestar económico, sino también por la seguridad y la salud.

Referencias

1) Ehrlich, Paul R; The Population Bomb (1968); Sierra Club-Ballantine

2)World Population Prospects: The 2000 Revision (2001a); United Nations Publications

3) Lomborg, Bjorn; The Skeptical Environmentalist: Measuring the Real State of the World (2001); Cambridge University Press

4) Olshansky, SJ; "Duration of Life: Is There a Biological Warranty Period?" en: The President"s Council on Bioethics (2002) Washington, DC http://www.bioethics.gov/transcripts/dec02/session2.html

5) World Population Prospects: The 2000 Revision, Additional Data (2001c); United Nations Publications

6) Eberstadt, Nicholas; "Population, Food, and Income: Global Trends in the Twentieth Century" en: Bailey (1995)

7) World Population Prospects: The 2000 Revision, Annex Tables (2001b); United Nations Publications

8) World Urbanization Prospects: The 1996 Revision (1998); United Nations Publications

9) The Progress of Nations (1997) UNICEF http://www.unicef.org/pon97/

10) Miller, Jr. Tyler G; Living in the Environment: Principles, Connections, and Solutions (1998); Wadsworth Publishing Company

11) Bailey, Ronald; "The End Is Nigh, Again" en: Reason (2002); 26 de junio

12) Rauch, Jonathan; "Will Frankenfood Save the Planet?" en: The Atlantic Monthly (2003); Octubre

13) Bailey, Ronald; Eco-Scam (1993); St. Martin"s Press

14) http://www.overpopulation.com/faq/People/julian_simon.html

15) Jevons S; The Coal Question: An inquiry concerning the progress of the nation and the probable exhaustion of our coal mines (1865); Kelley Publishers

16) http://www.eia.doe.gov/

17) Taylor, B et al. "Water Quality and the Great Lakes" en: Michigan"s Opportunities and Challenges: Msu Faculty Perspectives, Michigan in Brief: 2002–03. Public Sector Consultants, Inc.

18) Ausubel, Jesse; "The Great Restoration of Nature: Why and How" en: Challenges of a Changing Earth (2002); pág.175–182 // Proceedings of the Global Change Open Science Conference, Amsterdam, Netherlands (2001, 10–13 July) editado por

Steffen, W & Jaeger, J & Carson, DJ & Bradshaw C; Springer http://phe.rockefeller.edu/sthubert/hubert.pdf // Ausubel, Jesse; "Where is Energy Going?" en: The Industrial Physicist (2000); http://phe.rockefeller.edu/IndustrialPhysicistWhere/where.pdf

19) The True State of the Planet (1995); editado por Bailey, Ronald; The Free Press

20) Simon, Julian L; "Resources, Population, Environment: An Over-Supply of False Bad News" en: Science (1980, Vol. 280); pág.1431–1437

21) Simon, Julian L; The Ultimate Resource (1981); Princeton University Press

22) Simon, Julian L; "Forecasting the Long-Term Trend of Raw Material Availability," en: International Journal of Forecasting (1985, Vol. 1); pág.85–109

23) Simon, Julian L; Population Matters (1990); N.J.: Transaction

24) Simon, Julian L; "Bunkrapt: The Abstractions that lead to scares about resources and population growth," en: Extropy (1993, Vol. 11); Verano/otoño 1993, pág.34–41

25) The Resourceful Earth (1984); editado por Simon, Julian L & Kahn, Herman; Basil Blackwell, Inc.

Emanciparse de la muerte

Mike Treder

En el tiempo que a usted le lleva leer esta frase morirán al menos 10 personas, algunas de ellas niños que carecen de ayuda, y otros en medio de unos dolores terribles. Cada día mueren 24.000 personas a causa del hambre, 6.000 niños por diarrea, 2.700 a consecuencia del sarampión y 1.400 mujeres durante el parto [1].

Esto es, hoy morirán más de 150.000 personas; algunos serán ancianos, desde luego, pero, ¿por qué debería eso ser una sentencia de muerte? O lo que es peor, decenas de miles de adultos jóvenes y niños morirán mañana (y pasado, y al otro) de enfermedades para las que existen tratamientos pero que simplemente no están a su alcance. ¿Hemos de aceptar este horror diario? ¿Es realmente necesario? Creo que ya va siendo hora de empezar a luchar contra ello, sin embargo, la buena noticia es que ya lo estamos haciendo.

Cada día se dan pasos importantes para derrotar a la enfermedad y reducir el sufrimiento. Es más, se trabaja duro para entender el proceso del envejecimiento y así poder eliminarlo. Tal y como dice Robert Ettinger, "nacer no es un crimen, así que, ¿por qué cargar con una sentencia de muerte?" [2]. En los tribunales de apelación de la ciencia y la tecnología, la ejecución sumaria de todos los seres humanos pronto será revocada, y con suerte antes de que muramos.

ALTERAR EL ORDEN "NATURAL"

Algunos dirían que "eso es ser demasiado arrogante, porque la muerte es algo natural y no debemos jugar a ser Dios" [3]. Ya desde que el primer ser humano se vistió con una piel de animal, hemos hecho uso de los recursos naturales y de nuestra creatividad para mejorar las condiciones de seguridad, comodidad y eficacia; desde el taparrabos hasta los trajes modernos, pasando por la toga; desde las bifocales de Benjamin Franklin a las lentes de contacto y la cirugía láser ocular.

El marketing moderno nos vende productos como "naturales", pero ¿qué es natural y qué no lo es? Según la definición más exacta, todo lo que sucede en el mundo, ya sea artificial o no, es natural, ya que el hombre es parte de la naturaleza y todo lo que sale de sus manos o de su maquinaria es, por tanto, una parte de la naturaleza. Sin embargo, este no es el significado de "natural" que la mayoría esperaba. Más bien se refiere a productos, hechos y acontecimientos que no han sido creados o provocados por humanos. Así, la leche sería clasificada como un producto natural y no lo sería una bebida a base de leche y zumo de frutas (ni que decir tiene que la leche que compramos envasada en los supermercados ha sido sometida a procesos de pasteurización, homogeneización, y además enriquecida con vitaminas). Surgen debates menos triviales sobre el término "natural" cuando hablamos de las mejoras que podrían hacerse en los seres humanos, en especial cuando nos referimos a derrotar a la muerte. Resulta interesante ver que muchas otras medidas científicas para mejorar la condición humana fueron inicialmente rechazadas por muchos, por ser consideradas no naturales e intolerables, para ser aceptadas universalmente más tarde. Podríamos citar como ejemplos, la anestesia, las transfusiones de sangre, las vacunas, las píldoras anticonceptivas o los trasplantes de órganos. Si tenemos en cuenta cómo sería el mundo sin estas y otros cientos de mejoras, no podríamos decir que se ajustara realmente a la definición popular de "natural".

La caída de los dientes es natural, ¿se debería ilegalizar la odontología? La polio es natural, ¿prohibimos la vacuna Sabin? El cólera es natural, ¿dejamos que las epidemias nos ataquen sin combatirlas? La muerte es natural, ¿dejamos que siga causando estragos? Está claro que esto es una estupidez. Desde luego, debemos usar todos los recursos disponibles para mejorar la vida humana. Lo hemos estado haciendo durante años con el fuego, los cultivos, el vapor, la electricidad, los antibióticos, las vacunas, las prótesis dentales, los trasplantes de órganos, etc. Y no deberíamos detenernos ahora. Si la ciencia moderna y la tecnología pueden mejorar la condición humana, sobrepasando los límites naturales (incluyendo el envejecimiento y la muerte), deberían usarse para tal fin. Determinar que algo es bueno o malo, simplemente preguntando si es natural o no, es algo que se sale de los límites del sentido común.

Todo esto no significa que debamos ignorar los retos morales y éticos que se nos presentan. Las cuestiones de seguridad, propiedad, elección individual y responsabilidad social, no deberían descartarse, sino que tendríamos que hablar seriamente de ellas. En cuanto a la superpoblación, los derechos a la reproducción, la distribución de los recursos y el impacto ambiental, deberíamos enfrentarnos a estos problemas inmediatamente. De todos modos, esto sólo puede llevarse a cabo en un clima de pensamiento abierto y progresista.

EMANCIPARSE DE LA MUERTE

Para todos aquellos que aún creen que enfrentarse a la muerte es algo erróneo o no natural, les ruego que recuerden que la oposición a la esclavitud también se consideró una propuesta descabellada y peligrosa.

Arthur C. Clarke escribe:

Toda idea revolucionaria provoca tres estados de reacción: en primer lugar la gente dice "eso es completamente imposible". Luego dicen "tal vez sea posible, pero va a costar mucho". Por último, afirman que "siempre me pareció una buena idea" [4].

Esta divertida observación de Clarke es la pura realidad. Siguiendo con la analogía de la esclavitud, pensemos que a lo largo de toda la historia (y sin duda de la prehistoria) ha sido algo normal que algunos humanos poseyeran a otros [5]. El cambio hacia el reconocimiento de la libertad como un derecho humano fundamental es relativamente reciente. Mientras se estaba redactando el borrador de la Constitución de Estados Unidos, sus artífices discutían cómo tratar el llamado "tema de la esclavitud". Recordemos que en esos momentos casi todos los países, sobre todo en la Europa Occidental, ya habían abolido esta práctica. Pese a que un amplio número de líderes norteamericanos estaban totalmente en contra de la esclavitud, se creía que eliminarla por completo era "totalmente imposible" [6]. A medida que la historia de Estados Unidos avanzaba y la oposición a la esclavitud crecía, el debate pasó a ser más práctico. Se decía "tal vez sea posible hacerlo pero va a costar mucho". Unas pocas generaciones después de una guerra civil sangrienta, destructiva y dolorosa, los descendientes de aquellos que una vez tuvieron esclavos dirían que "siempre creímos que era una buena idea". Con el paso del tiempo no nos veremos esclavizados por la muerte y reconoceremos que es algo valiente, honesto y humano.

Tanto la biotecnología como la nanomedicina prometen liberarnos de por vida de enfermedades, males y discapacidades físicas, siempre jóvenes y vigorosos; sin ataduras para poder hacer lo que queramos con nuestras vidas, libres de enfermedades y de la precariedad física.

Además de la obvia aspiración de una vida sin muerte, podemos imaginar muchos otros modos de extender nuestra vida. Por ejemplo, transfiriendo nuestra personalidad a un robot virtualmente indestructible. Esto sería posible trasladando el cerebro de nuestro débil y vulnerable cuerpo al de un robot o, más probablemente, creando copias digitales de nuestro cerebro y descargando toda la información en el robot. Este método tiene la ventaja de que puede conservar una copia de seguridad de nuestra personalidad en caso de que se diera la remota posibilidad de que alguna catástrofe destruyera nuestro cuerpo robotizado. Realmente esto nos haría inmortales ya que nos permitiría guardar copias de nosotros mismos en cualquier lugar del sistema solar, en la galaxia o incluso más lejos.

SIMULAR LA INMORTALIDAD

Parece una broma cruel y abominable que la naturaleza encarcele una creación tan exquisitamente maravillosa como el cerebro en una estructura tan débil, ineficiente, frágil y fugaz como es el cuerpo humano. El cuerpo humano puede ser muy bello pero es inaceptablemente efímero.

El cuerpo que habitamos ahora, por sorprendente que pueda ser, no es producto del diseño inteligente. No se creó con ningún otro propósito que la supervivencia y la reproducción. Estamos condicionados por fuerzas sociales y biológicas que favorecen la apariencia de la forma humana, y estamos condicionados también a sentirnos atraídos por su contorno y perfil. Hay una reacción natural, aunque no sea necesariamente racional, que nos empuja a rechazar cualquier desviación sustancial del modelo estándar, y es por eso que la mayoría de nosotros nos sentimos incómodos (al menos interiormente) cuando vemos a una persona con el rostro desfigurado o a quien le falta alguno de sus miembros. Esto también explica porqué muchas personas rechazan el mero pensamiento de reemplazar el cuerpo humano natural por otro creado y diseñado artificialmente.

Así que, ¿por qué no? El cuerpo que nos dio la naturaleza es el resultado de millones de años de cambios sin rumbo ni dirección; es el producto de un proceso tortuoso, molesto, lento y estúpido llamado evolución. No fue diseñado para obtener de él un beneficio y disfrute óptimos; en realidad, es tal como es, básicamente, por accidente. La naturaleza, dentro de unos límites, seguiría experimentando a ciegas con nosotros, y siguiendo las pautas aleatorias de la mutación genética, nuestros cuerpos evolucionarían lentamente, convirtiéndose gradualmente en algo distinto.

En contraposición, los humanos somos criaturas altamente inteligentes y hemos alcanzado un punto en que podemos tener el futuro del desarrollo del cuerpo al alcance de la mano. Con nuestras propias mentes y con las maravillosas herramientas con las que disponemos, podemos dar una (o varias) nueva forma al cuerpo, y podemos diseñarlo para ajustarse a nuestros propósitos y preferencias.

En el pasado, los ingenieros que desarrollaban nuevos prototipos de aviones, automóviles o transatlánticos, tenían que crear modelos a escala, para luego poder evaluar la representación de los prototipos en túneles de viento u otros métodos de comprobación. Los ingenieros actuales encuentran más fácil, barato y eficaz realizar las mismas pruebas en entornos simulados. Por medio de potentes ordenadores y programas informáticos muy sofisticados, pueden saber con precisión cómo funcionarán sus creaciones bajo una gran variedad de circunstancias.

Con el objeto de experimentar los nuevos diseños posibles para nuestro cuerpo "posthumano", probablemente podremos hacer lo mismo. En lugar de enfrentarnos al problema de crear un nuevo cuerpo, molécula a molécula, y luego determinar si es satisfactorio, podríamos crear una simulación en un entorno de realidad virtual y probarlo. La excitante diferencia será que no estaremos limitados a observar la simulación como hacen hoy en día los ingenieros, sino que podremos habitar ese cuerpo virtual y saber de primera mano cómo reacciona, actúa y siente.

El siguiente paso es obvio; si la simulación es suficientemente potente, la experiencia de ocupar el cuerpo simulado será indistinguible de la realidad física convencional; será virtualmente lo mismo (de ahí el nombre de "realidad virtual"). Y entonces, ¿por qué no vivir ahí? Suponiendo que se puedan tener todas las experiencias del mundo "real", además de otras muchas que serían imposibles en él, y que aún así, seríamos capaces de ver, tocar e interactuar con aquellos a quienes estimamos, ¿por qué no quedarnos así?

Muchos humanos deberían abandonar la idea de vivir sólo en terreno virtual, pero desde una perspectiva filosófica, no hay ninguna diferencia entre la experiencia de habitar en una simulación suficientemente avanzada y la vida diaria que experimentamos. Tengamos en cuenta lo siguiente: nuestros cuerpos actuales pueden ser vistos como robots orgánicos; están en el mundo físico y llevan un cerebro/mente/personalidad/identidad en el interior. El robot orgánico de mi cuerpo puede ver, oír, tocar, oler, y saborear por mí; transmite a mi cerebro todas esas experiencias por medio de impulsos eléctricos; los procesos paralelos que se producen entre mis neuronas y sinapsis, son el resultado de un patrón de pensamiento tan complejo y elegante que genera metacognición o autoconciencia. Me parece que soy "yo" quien está ahí fuera, disfrutando directamente de las experiencias sensoriales, ¡pero, no lo soy!

La parte de mí que es realmente yo, es decir mi conciencia y mi personalidad, nunca podrán disfrutar de esas experiencias directas. La materia gris no tiene ni manos, ni ojos, ni oídos, ni boca, ni nariz. Mi cerebro ha de confiar en una interfaz indirecta para aprehender la "realidad". Esa interfaz, puede ser el cuerpo físico que habito, puede ser un robot que explore la superficie de Marte o puede ser un sustrato informático que me proporcione experiencias ambientales simuladas.

El caso es que todo lo que experimentamos es simulado, nada es inmediato. En las próximas décadas, a medida que empleemos cada vez más tiempo en entornos virtuales, nuestra definición de realidad irá cambiando. Se prevé que en el plazo de cien años, o quizás menos, muchos humanos vivirán en el espacio toda su vida bajo miles de circunstancias diferentes a las actuales. Sin duda alguna, estos humanos descubrirán nuevas sensaciones y emociones que no podemos comprender. ¿Y serán menos reales sus vidas que las nuestras de hoy?

Parece probable que millones de personas, miles de millones, elegirán esa opción. ¿Suena a ciencia-ficción? Tal vez, pero la tendencia actual de la tecnología de computación sugiere que podría empezar a ser realidad en tan solo 20 ó 30 años [7].

UN FUTURO INIMAGINABLE

Otra pregunta fascinante: si vivir en un cuerpo es bueno, ¿por qué no tener dos? Y si dos son buenos, ¿por qué no tres, cuatro o cinco? ¿Por qué no quinientos o cinco millones?

La siguiente cita corresponde a Edward Cornish, presidente de la World Future Society:

Ni en nuestras fantasías más imaginativas podemos anticiparnos a todas las extraordinarias posibilidades que nos esperan a los humanos y a las criaturas que vengan tras nosotros. Las especulaciones más atrevidas del hoy serán los hechos del mañana, y nuestro potencial humano no sólo será mayor de lo que pensamos, sino mayor de lo que podríamos llegar a imaginar [8].

Imaginemos por un momento que habitamos varios cuerpos; no sólo tener varios cuerpos para poder elegir, como un traje esperándonos en el armario, sino habitar varios cuerpos diferentes al mismo tiempo. Uno de esos cuerpos podría ser aquel con el que nacimos; otros podrían ser copias o clones; otros serían bastante diferentes, tal vez diseñados para adaptarse a un entorno específico; otros muchos serían seguramente robots o cuerpos virtuales.

¿Cuál será nuestra experiencia de identidad personal cuando nuestra conciencia esté diseminada en varios sustratos? ¿Seguiremos siendo nosotros? ¿Decidiremos conservar, dentro de lo posible, conciencias simultáneas en todos los cuerpos, o será preferible dejar que cada uno de ellos funcione de forma autónoma con una sincronización ocasional, tal vez diaria, de experiencias y reestructuraciones de la identidad?

También se puede pensar que en el futuro seremos capaces de simular la personalidad de gente del pasado, como famosos, personajes históricos o aquellos a quienes amamos, y relacionarnos directamente con ellos. Es también posible que pudiéramos integrar una o más de esas identidades en la propia (con su permiso, claro).

Tal vez, algún día podamos aceptar también la invitación a ser parte de un meta-ser, incorporando nuestra propia identidad, o una copia de ella, en la de otros. Muchos han especulado con la posibilidad de que la evolución de los posthumanos seguiría estas vías, a largo plazo, para integrarse en superseres inmortales [9].

Sea lo que fuere lo que ocurra, está claro que el futuro será mucho más raro, y desde luego más asombroso, de lo que nunca hemos imaginado.

Referencias

1) United Nations Demographic Yearbook, 2000 //

http://www.disasterrelief.org/Disasters/001023hungerreport/

2) http://www.wordiq.com/definition/Immortality

3) McKibben, Bill; Enough: Staying Human in an Engineered Age (2003); Times Books ; // Kass, Leon; Beyond Therapy: Biotechnology and the Pursuit of Happiness (2003); Regan Books

4) Bova, Ben; Immortality: How Science Is Extending Your Life Span and Changing the World (1998); William Morrow & Company; pág.183

5) Meltzer; Milton; Slavery: A World History (1993); Da Capo Press

6) Hummel, JR; Emancipating Slaves, Enslaving Free Men: A History of the American Civil War (1996); Open Court Publishing Company

7) Kurzweil, Ray; The Age of Spiritual Machines: When Computers Exceed Human Intelligence (1999); Viking / Penguin Books

8) Cornish, Edward; Futuring: The Exploration of the Future (2004); World Future Society; pág.121

9) Tipler, Frank J; The Physics of Immortality: Modern Cosmology, God and the Resurrection of the Dead (1994); The New York Times Company

La fantasía contraproducente

Dr. Eric S. Rabkin

En el antiguo Poema de Gilgamesh, escrito en el tercer milenio AC, el héroe aprende

"un secreto (un misterio de los dioses). Hay una planta que crece bajo el agua, tiene espinas como púas, igual que una rosa; te dañará las manos, pero si logras cogerla, tendrás lo que devuelve la juventud a un hombre" (pág. 116) [1].

Para recuperar la inmortalidad, Gilgamesh, empleando como lastre las piedras de la orilla, se sumerge en el agua, portadora de vida y mortal a un tiempo, pero

"en lo más profundo del torrente yacía una serpiente, y la serpiente sintió la fragancia de la flor. Emergió de las profundidades y se la arrebató, e inmediatamente mudó su piel y regresó al fondo. Entonces Gilgamesh se sentó y lloró amargamente. Encontré la señal y la he perdido" (pág. 117) [1].

Italo Calvino escribió que "el significado último al que se refieren todas las fábulas, tiene dos caras: la continuidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte" (pág. 259) [2].

Podemos ver en esta tragedia, por un lado, la naturaleza en forma de serpiente que regresa al fondo del agua, que es capaz de escapar de su corporeidad y renovarla, y por otro lado, la humanidad representada por Gilgamesh que sólo puede regresar a la ciudad de Uruk, íntegro, pero sin defensas contra la muerte. No obstante, aún hay muchos que desean la inmortalidad, sintiendo como Dostoievsky, que "si fueras a destruir la creencia humana de la inmortalidad, no sólo se secaría el amor, sino cada elemento que conservara algo de vida en el mundo" (581:19) [3].

La ficción nos cuenta muchas veces que la inmortalidad es mejor como esperanza y no como hecho ya que, a pesar de su venerable, obvia e íntima llamada, la fantasía de la inmortalidad oculta una terrible realidad.

Las más claras advertencias contra la inmortalidad, dirían algunos, son en realidad advertencias contra el orgullo, la estupidez y la desobediencia. La Sibila Cumana, a quien Apolo adoraba, recibe de manos del dios el regalo de miles de años de vida, pero tras rechazar el amor que le ofrece Apolo, éste le priva de la eterna juventud condenándola a una vejez de interminable sufrimiento. A la Titánide amada por Eos, y diosa del amanecer, se le concede la inmortalidad, pero olvida pedir eterna juventud y envejece permanentemente en lo que Tennyson denomina una "inmortalidad cruel". Prometeo es inmortal por naturaleza, pero tras robar la llama sagrada para los hombres, su inmortalidad se convierte en una eternidad de sufrimiento y padecimiento. Se podría decir que la inmortalidad en estos casos no es peor en sí misma que el oro del Rey Midas: algo preciado en su lugar adecuado, pero irónico y trágico cuando se corrompe. La apoteosis de los héroes griegos y de los profetas hebreos parecería corroborar esta visión positiva de la inmortalidad, igual de irónica que la fina línea que separa este estado para conducirnos, no a la felicidad sino al horror. Sea como sea, ¿podemos lograr una inmortalidad sin sufrir sus fatales efectos?

A menudo se dice que la promesa principal del Cristianismo es la inmortalidad: "Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Juan 11, 25-26). La historia muestra que esta promesa tiene gancho, pero curiosamente, tenemos muy poca idea de lo que significaría vivir esa inmortalidad perfecta. En Man and Superman, George Bernard Shaw dice que prefiere el infierno, "hogar de lo irreal y de los buscadores de la felicidad" al cielo "hogar de los maestros de la realidad, y (el mundo) (…) hogar de los esclavos de la realidad" (pág. 139) [4].

Este asunto de maestros y esclavos nos devuelve al tema de la desobediencia. Milton, en las primeras líneas de su Paradise Lost, escribe:

"De la primera desobediencia del hombre, y del fruto / De aquel árbol prohibido, cuyo bocado mortal / Trajo al mundo la muerte, y todas nuestras penas" [5].

Si Jesucristo es el nuevo Adán, su redención por nosotros es un regreso a la obediencia del Edén, donde como dice Milton, la muerte y la desobediencia pugnan con la vida y es de suponer con la obediencia. En un cielo de perfecta obediencia, parece difícil encontrar algo de felicidad, pues nuestra felicidad depende mucho de las nociones de libertad individual y de deseo. Adán, al igual que Gilgamesh, perdió su inmortalidad por la intervención de una serpiente. Uno puede suponer que en el cielo no hay, por tanto, serpientes ni peligros, ni tan siquiera la sexualidad que dichas serpientes representan. El cielo que muestra Shaw, igual que el de San José, padece lo que Arthur C. Clarke llama "el enemigo supremo de toda utopía: el aburrimiento" (pág. 75) [6].

La paradigmática benevolencia del Cristianismo, la compensación, por así decirlo, por el Pecado Original y el Diluvio Universal, es Dios Padre proyectándose a sí mismo en la realidad mortal de Jesucristo. Para los cristianos creyentes, desde luego, este es un hecho único y fundamental en la historia de la humanidad. Yo no voy a entrar en estas creencias, pero en la ficción, la disposición para aceptar la mortalidad no es ni mucho menos algo raro, ni siquiera cuando no existe promesa de vida eterna, como no la hay según Sydney Carton, cuando se hace pasar por Charles Darnay para ser guillotinado al final de la novela de Dickens A Tale of Two Cities [7]. Esta mortalidad es la medida del heroísmo humano, no del divino. Jesucristo puede prometer a los ladrones que estarán con él en el paraíso (Lucas 23, 43), pero Sydney Carton sólo puede alcanzar la inmortalidad por medio del arte. En cualquier caso, la mayoría de nosotros según creo, estaríamos de acuerdo con Woody Allen cuando dijo que

"No quiero conseguir la inmortalidad por mi trabajo. Quiero conseguirla simplemente no muriéndome" (pág. 260) [8].

Por desgracia, las imágenes disponibles de "no-muerte" son típicamente o bien muy superficiales, como las cristianas, o bien grotescas. En The Facts in the Case of M. Valdemar, Edgar Allan Poe presenta a un hombre hipnotizado "in articulo mortis" (pág. 269) [9]. El narrador e hipnotizador puede calcular el momento en que va a morir su víctima ya que Valdemar padece una enfermedad degenerativa; pero en cierto modo, Valdemar es como todos nosotros en su inevitable muerte porque como dicen los habitantes de Erewhon de Samuel Butler

Nacer… es una falta grave, un crimen de primer grado cuya sentencia puede ser ejecutada en cualquier momento tras cometer la infracción (pág. 145) [10].

La historia de Poe, que se puede leer en principio como una ciencia-ficción extravagante y luego como una sátira flagrante, narra el período de tiempo que transcurre desde que el narrador emprende el objetivo hipnótico hasta su final, nueve meses después, los siete últimos con Valdemar en un estado de suspensión hipnótica. En un momento clave del éxtasis de Valdemar, el narrador dice "Actué sin dudas, intercambiando, sin embargo, los pases laterales por los descendientes y dirigiendo la mirada a los ojos de la víctima" (pág. 273). Esta retórica científica ostentosa, de un segundo vistazo, oculta una sátira de la extremaunción. De hecho, en una visita posterior, el narrador provoca unas vibraciones en la lengua del frío e inconsciente Valdemar, y dice "estoy muerto" (pág. 277). Por último, el narrador decide intentar despertar a su paciente. La historia termina con estas palabras:

Cuando yo estaba dando los pases hipnóticos, entre eyaculaciones de "¡muerto! ¡muerto!", agitando la lengua y no los labios, todo el cuerpo del paciente, de pronto, en el espacio de un minuto o incluso menos, se contrajo, se desmenuzó, se pudrió completamente en mis manos. En el lecho, ante todos los presentes, había una masa líquida de repugnante y detestable putrefacción (pág. 280).

Al nivel más obvio, este final sugiere que hay cosas "que el hombre no puede entender". Como búsqueda de la inmortalidad, la desobediencia primordial puede funcionar durante algún tiempo, pero en última instancia, la disolución humana seguirá su propio camino por orden divino.

Pero a un nivel más profundo, es una broma grotesca y de mal gusto. Las eyaculaciones de la lengua parodian las eyaculaciones de un pene, y los rápidos y espasmódicos movimientos "en mis manos" son una buena imagen de la masturbación. En lugar de describir una semilla fértil, la historia revela las ansiedades del narrador con el final "masa líquida de repugnante […] putrefacción". En el Génesis, en el mismo momento en que Adán y Eva prueban la manzana, "se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Génesis 3, 7). Con la mortalidad llega la sexualidad; los que buscan la inmortalidad, el poder de los dioses, buscan, tal vez inconscientemente, cambiar la procreación por creación. En Frankenstein [11], Mary Shelley es capaz de devolver a la carne muerta lo que podría parecer una vida permanente, pero el monstruo, más humano que su creador, sólo busca una novia, mientras que Víctor, al igual que el narrador masturbador de Poe, se resiste a la muerte sólo con sus manos. En Interview With the Vampire, el joven oyente de Anne Rice, cuando oye por primera vez la descripción del vampiro bebiéndose la vida de alguien dice "–Parece igual que estar enamorado-. Los ojos del vampiro brillaron. –Eso es, es como estar enamorado-, sonrió" (pág. 31) [12]. Pero desde luego, es un amor sin procreación. La inmortalidad, para los ángeles, para los demonios, y para las criaturas de la ciencia moderna, es un estado sin descendencia, y significa una negación del potencial y la felicidad humana.

Freud, en Beyond the Pleasure Principle [13], sugería que "hemos adoptado […] la hipótesis de que toda sustancia viva está ligada a la muerte por causas internas […] ya que encontramos cierto placer en ello", con lo que quería decir que todos nuestros errores y nuestro fallecimiento parecen menos terribles si lo vemos como algo menos importante o inevitable. Continúa diciendo que "la noción de muerte natural es algo desconocido para etnias primitivas, ya que atribuyen cada muerte a la influencia de un enemigo o de un espíritu maligno". Parece que Freud no reconoce que nuestra búsqueda de causas fatales, como ataques al corazón, cáncer o asesinatos, refleja motivos diferentes. En cambio, en el espíritu de Víctor Frankenstein, Freud expresa su admiración por la literatura de August Weismann,

quien introdujo la división de la sustancia viva en partes mortales e inmortales. La parte mortal es el cuerpo en su sentido más concreto, el "soma", que está sujeto a una muerte natural. Las células reproductoras, por otro lado, son potencialmente inmortales, en tanto que son capaces, bajo determinadas circunstancias, de desarrollarse para dar lugar a nuevos individuos, o, en otras palabras, de su capacidad para alojarse en un nuevo soma [13, pág. 616-617].

Esto es algo sorprendente. Primero, el absoluto silencio de Freud sobre las primeras divisiones de la sustancia viva en cuerpo y alma, revela una ceguera intelectual que podría estar motivada, se supone, por una desesperada necesidad de creer que se está progresando en la eterna confrontación del hombre con la muerte. En segundo lugar, centrarse en las células reproductoras, "por otro lado", es tan lejano y masturbante a su manera como la obsesión de Poe por el hipnotismo, otro truco mental, como el deseo mortal de Freud para retrasar el terror final. Y en tercer lugar, esta noción de inmortalidad de las células reproductoras reduce al ser humano tal y como lo veríamos habitualmente en una mera conveniencia. Puede que ésta sea la visión de la sociobiología moderna si nos fijamos en lo que Richard Dawkins ha denominado el "gen egoísta" [14], pero en tal caso no tenemos nada que hacer con las aspiraciones de individuales.

Pero seguramente no somos meros cuerpos. Si alguien pierde un dedo, el ser no cambia. Pero ¿y si alguien pierde un brazo? ¿O su capacidad para procrear? Está claro que no somos como éramos con, digamos tres años, cuando todos éramos prepúberos, totalmente dependientes e inmensamente ignorantes. De hecho, puede que ya sólo queden en el cuerpo unos pocos átomos sin reemplazar con el paso de los años. Nos gusta pensar que tenemos continuidad. Es casi como el famoso acertijo filosófico del hacha del granjero: "¿Tiene esta hacha desde hace mucho? Oh, sí, 20 años. He cambiado el mango tres veces y la hoja dos".

La persistencia del individuo es una fantasía, claramente, una fantasía sin la cual no tendríamos sentido del yo, y sin embargo sin la cual, la noción de inmortalidad se vería reducida a una mera persistencia, a un estado no muy diferente al de una roca.

La ciencia-ficción moderna, desde luego, ha imaginado seres materializados no en piedra sino en silicio. En The City and the Stars de Clarke, los ciudadanos de Diaspor viven tantos años que acaban por regresar voluntariamente a la "Sala de Creación", donde las máquinas "analizan y almacenan la información que define a cualquier ser humano" [15, pág. 15] y ser devuelto a la nada (no podríamos llamarlo muerte) hasta que son llamados de nuevo por el Ordenador Central en un tiempo futuro aleatorio para vivir en una mezcla, también aleatoria, de 10 millones de habitantes potenciales de la ciudad de Diaspor. En esa utopía inmortal, donde el mero hecho de pronunciar un deseo lo hace realidad, nuestro héroe Alvin no es sólo un aparecido sino "por no faltar a la verdad […] el primer niño que nació en la Tierra en diez millones de años" [15, pág. 17]. Es él quien devuelve la fertilidad y el progreso a un mundo estancado. No hay vida humana real sin mortalidad, sin el riesgo de la muerte. De entre todas las características que nos definen, decidimos llamarnos a nosotros mismos "mortales". Es la cordura de Pinocho.

En el libro de William Gibson, Neuromancer, uno de los personajes es un "constructo", un chip informático que contiene el conocimiento y la personalidad de un famoso habitante del ciberespacio, la realidad virtual de la infosfera. Se activa con otros personajes de "carne" que necesitan su ayuda, y él acepta ayudarles con una cláusula: al final de la aventura "quiero que se me borre" [16, pág. 206]. La inmortalidad incorpórea es aparentemente tan engañosa para Dixie Flatline como el envejecimiento y la mortalidad corpórea lo son para la Titánide. Entendemos entonces porqué cuando Case el protagonista, le dice a Dixie que "Algunas veces te repites, tío", Dixie le responde con un juego de palabras diciendo "Es mi naturaleza" [16, pág. 132]. Si contamos con el tiempo suficiente y no tenemos un cuerpo que sufra las condiciones cambiantes del entorno, todos nos repetiríamos, viviendo bajo nuestros propios patrones, sin importar cuales fueran, que nos llevarían en última instancia a la mera repetición y, por tanto, a la destrucción de cualquier sentido de la individualidad.

De esta manera es como el sensible ordenador HAL de la novela de Clarke 2001, A Space Odyssey deja de ser un personaje –un individuo– pero sigue funcionando como ordenador cuando sus tarjetas de "función principal" son extraídas y se ve reducido a repetir los cálculos y números de identificación con que fue programado al principio [18, pág. 156-157]. Por esta misma razón Olaf Stapledon, en Star Maker hace un elogio, no de las "mentes colmena" en enjambres que anulan al individuo, sino de la "simbiosis intrincada" [19, pág. 255] que se representa como perfecta unión por el "valioso átomo de la comunidad" [19, pág. 257], en el cual, dos pueden depender el uno del otro –y pueden procrear– pero donde cada uno conserva su individualidad esencial y los riesgos de la muerte individual.

Por contraposición a este punto de vista, en Blood Music de Greg Bear, una plaga de "leucocitos inteligentes" campa libremente y el mundo se transforma, incluidos nosotros en última instancia, como parte de una mente planetaria. El protagonista dice que "si muriera aquí, habría otros cientos que se integrarían, listos para convertirse en mí, y yo no moriría del todo. Simplemente perdería mi yo particular […] es imposible morir" [20, pág. 197]. El protagonista de Bear puede creer esto, pero los gemelos idénticos no: no importa la duplicación de información en otra copia, la muerte del individuo contemplada por ese mismo individuo es de hecho la muerte. Y la capacidad para morir es una gran libertad autodefinida, la libertad existencial última según Sartre y Camus, y el punto clave del conflicto entre el individuo y el Estado, visto por los enfermos hospitalizados, las víctimas mutiladas en combate de Johnny Got His Gun de Dalton Trumbo [21], el parapléjico alimentado por sonda de Whose Life Is It Anyway? de Brian Clark [22] y D-503, el protagonista de We de Eugene Zamiatin, después de que "le hayan arrancado de la cabeza la astilla [de la imaginación]" y se ve reducido a un idiota con una permanente sonrisa dibujada en su rostro, ya que "la razón debe prevalecer" [23, pág. 217-218]. Este feliz estado de obediencia inevitable es el último Edén, y la astilla arrancada de D-503 es la "espina" de la planta que busca Gilgamesh, la que nos recuerda que vivimos como individuos cuando estamos sujetos a la muerte.

Se dice que cuando Miguel Ángel terminó las tumbas Médici, encargadas por el Papa Clemente VII, alguien observó la ausencia de realismo. "¿A quién va a importarle dentro de mil años si estas son realmente sus caras?", dijo el gran escultor [24, pág. 399]. Así es. El día que el gran Duke Ellington, músico de jazz, murió, John Chancelor empezó su informativo nocturno diciendo: "Edward Kennedy Duke Ellington murió esta mañana a consecuencia de un cáncer de pulmón y una neumonía. Más tarde le escucharemos tocando para nosotros" (pág. 76) [25]. En piedra o en vinilo, los grandes alcanzan la inmortalidad no por sí mismos, sino en su legado, una inmortalidad que suplanta, y por tanto supera, al original.

San Pablo nos promete que aquí en la Tierra

Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces (después del día del Juicio) veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido (I Corintios, 13, 12).

Esta noción de conocimiento ideal en la eternidad no es válida sólo en el mundo occidental. La voz de Brihadaranyaka Upanishad dice:

¡Llévame de lo irreal a lo real! / ¡Llévame de la oscuridad a la luz! / ¡Llévame de la muerte a la inmortalidad! (Bartlett 56, 20) [3].

Pero ¿quién es este yo? Cuando Moisés pide en el Monte Sinaí ver a Dios cara a cara, Dios, que tiene a Moisés en gracia, le niega la petición, "ya que ningún hombre que me vea vive" (Génesis 34, 20). San Pablo también lo entiende así. Hablando de la resurrección después del Día del Juicio afirma lo siguiente:

Mirad, voy a desvelaros un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta –pues tocará la trompeta- los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad (I Corintios 15, 51-53).

Cuando seamos incorruptos, seremos transformados: transformados en ideales, en repeticiones infinitas, en vampiros estériles, en ángeles sin descendencia, piezas de arte, chips informáticos. Seremos transformados en objetos para la contemplación de otros pero en ese proceso perderemos nuestra identidad. La inmortalidad es una fantasía contraproducente, una defensa desesperada contra la muerte. Y por último, ¿quién elegiría una eternidad tan castrada? Desde luego, no lo haría la Titánide de Tennyson:

Déjame ir, llévate tu don / ¿Por qué debería un hombre desear en cualquier forma / cambiar la agradable raza humana, / o llegar más allá de las metas del ordenamiento donde todo se detiene, como por todos es sabido? Libérame, y devuélveme a la tierra… [17].

Referencias

1) Anónimo; The Epic of Gilgamesh; traducción de Sandars, NK; Penguin, 1960

2) Calvino, Italo; If on a winter"s night a traveler; traducción de William Weaver; Harcourt, 1979

3) Bartlett, John; Familiar Quotations; (1980, 15th ed.); Little, Brown

4) Shaw, George B; Man and Superman (1903); Penguin, 1969

5) Milton, John; Paradise Lost (1667); Editor Merritt Y. Hughes; Odyssey, 1962

6) Clarke, Arthur C; Childhood"s End (1953); Ballantine, 1972

7) Dickens, Charles; A Tale of Two Cities (1859) T. B. Peterson

8) Peter, Laurence ; J. Peter"s Quotations: Ideas For Our Time (1977); Bantam

9) Poe, Edgar Allan; "The Facts in the Case of M. Valdemar." 1845. Ed. Philip Van Doren Stern. The Portable Poe. New York: Viking, 1973

10) Butler, Samuel; Erewhon (1872), New York: NAL, 1960

11) Shelley, Mary; Frankenstein (1818), Editor: Joseph, M.K. Oxford University Press, 1969

12) Rice, Anne; Interview With the Vampire (1976); Ballantine

13) Freud, Sigmund; Beyond the Pleasure Principle (1920) en The Freud Reader (Editor: Gay, Peter); Norton, 1989

14) Dawkins, Richard; The Selfish Gene (1976); Oxford University Press

15) Clarke, Arthur C; The City and the Stars (1956) Harbrace; pág.15

16) Gibson, William; Neuromancer (1984) Ace; pág. 18

17) Tennyson, Alfred; "Tithonus" (1860) en: Selected Poetry (1956); Editor: McLuhan H.; Holt

18) Clarke, Arthur C; 2001: A Space Odyssey (1968) New York: NAL

19) Stapledon, Olaf; Star Maker (1937); Dover Puplications Inc.

20) Bear, Greg; Blood Music; New York, Ace, 1985

21) Trumbo, Dalton; Johnny Got His Gun (1939) Bantam, 1970

22) Clark, Brian; Whose Life Is It Anyway? New York; Dodd, Mead, 1978

23) Zamiatin, Eugene; We (1920). Trans: Zilboorg G; Dutton, 1952

24) Fadiman, Clifton, ed. The Little, Brown Book of Anecdotes (1985) Little, Brown

25) Rabkin, Eric S; The Fantastic in Literature (1976) Princeton, New Jersey; Princeton U Pr, 1976

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