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¿Es Goldman Sachs "la mano que mece la cuna" del gobierno Trump? (página 6)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Un juzgado federal de Manhattan dictamina que la Reserva Federal de EEUU (FED) deberá desvelar las ayudas financieras concedidas a los bancos de la primera potencia mundial. Bloomberg demandó a la FED y al Tesoro por ocultar estos datos". Un tribunal de EEUU tumba la Ley del Silencio impuesta por Bernanke (Libertad Digital – 25/8/09)

La prensa de EEUU ha ganado la batalla judicial a la FED. Un tribunal federal dictamina que la Reserva Federal deberá hacer públicas las ayudas concedidas a los grandes bancos y compañías de EEUU que han participado en su programa de rescate financiero.

La juez Loretta Preska rechazó el argumento esgrimido por la FED, consistente en que la divulgación de estos datos podría perjudicar a las empresas que fueron auxiliadas por el banco central

La FED lleva meses ocultando el nombre de los beneficiarios de su programa de rescate, así como el importe de los préstamos y ayudas concedidas o los activos que han servido de colateral para el otorgamiento de tales créditos extraordinarios, bajo la excusa de que la publicación de estas cifras podría inquietar a los accionistas de las entidades beneficiadas e, incluso, provocar una pánico bancario (retirada de depósitos) en EEUU.

Por el contrario, la agencia de noticias Bloomberg alegó que, tras emplear un volumen de recursos públicos sin precedentes para rescatar a empresas y bancos, la ciudadanía tenía "derecho a conocer" en detalle el rescate financiero aplicado por la FED desde 2007, mediante sus diversos programas de inyección de liquidez al sistema, y que asciende a más de 2 billones de dólares.

La polémica saltó a finales de 2008, cuando el entonces secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, defendieron ante la Cámara de Representantes su plan inicial de auxilio financiero de 700.000 millones de dólares (el conocido como Plan Paulson).

Bloomberg denunció entonces a la FED y al Tesoro de EEUU por negarse a identificar a los beneficiarios de los casi 2 billones de dólares de los contribuyentes estadounidenses que repartió el banco central.

La agencia denunció el pasado 7 de noviembre a la Reserva Federal en virtud del principio de Libertad de Información para que aportara todos los detalles sobre sus 11 programas de crédito extraordinario puestos en marcha desde el inicio de la actual crisis. Sin embargo, los organismos públicos dieron la callada por respuesta, imponiendo una Ley del Silencio que, ahora, ha sido tumbada por un tribunal federal.

"Estará al frente de la Reserva Federal cuatro años más. El presidente de EEUU prefirió no dar alas a las especulaciones y eliminar toda incertidumbre posible, con la reelección, cuatro meses antes de lo previsto, de Ben Bernanke al frente de la autoridad monetaria de la primera economía del mundo". Al frente de la Fed Bernanke encara, tras su reelección, el "más difícil todavía" (Negocios26/8/09)

El ex profesor de Princeton puso los cimientos para evitar que se repitiera la Gran Depresión de los años 30. Ahora tiene otro mandato con desafíos a cuál más difícil.

"Ahora, Bernanke tiene que estabilizar al enfermo. Ha logrado sacarle de la UVI y trasladarle a planta, pero sigue monitorizado". Con este símil hospitalario, José Carlos Díez, de Intermoney, se refiere a que el peligro deflacionista, si bien se ha conseguido evitar, aún no ha desaparecido del todo, lo que, unido al creciente desempleo, puede desembocar en una crisis a la japonesa que sería desastrosa para la economía mundial.

En definitiva, ha sacado la economía de un profundo abismo, pero ahora tiene que reflotarla y evitar volver a caer en él. A esta ardua tarea se sumará otra no menos complicada: desmantelar los extraordinarios planes de liquidez al mercado. Los expertos no parecen preocupados en el cómo. "Será gradual", asegura Díez. Primero, deberá dejar expirar los planes de compra de hipotecas titulizadas por 1.250 millones de dólares y de las agencias Freddie Mac y Fannie Mae por 200.000 millones, así como agotar en octubre el paquete de 300.000 millones de dólares destinados a adquirir bonos del Tesoro.

Después, vendrán las subidas de los tipos de interés. El problema, por lo tanto, no es la forma sino el timing: cuándo estará la economía estadounidense lo suficientemente recuperada para seguir al alza de forma autónoma.

Tampoco hay que olvidar que, aunque en estos meses se han puesto los cimientos de la reforma financiera, está claro que el sistema bancario estadounidense no será el mismo en unos años. "Con el programa de reformas de Obama, la Fed va a salir reforzada, lo que contribuirá a conducir de forma más segura el profundo saneamiento que necesita el sistema financiero de EEUU", afirma un experto.

Hablar de los esfuerzos de Ben Bernanke para atajar la crisis crediticia en EEUU al frente de la Reserva Federal conlleva recordar quién estuvo detrás de la crisis. Alabado por propios y extraños (me excluyo), Alan Greenspan -que estuvo 19 años al frente de la entidad- fue señalado como impulsor de una burbuja que estalló con unas consecuencias nunca vistas en 70 años.

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Los críticos (me incluyo) le achacan haber mantenido el precio del dinero en niveles demasiado bajos durante demasiado tiempo tras los atentados del 11 de septiembre contra el World Trade Center, una circunstancia que habría desatado la locura por el mercado de bonos.

Pero este factor ha hecho olvidar otros hitos del octogenario ex presidente de la Fed. Su famosa frase acerca de la "exuberante irracionalidad del mercado" fue, a posteriori, todo un adelanto de la sobrevaloración que por aquél entonces, en plena burbuja tecnológica, presentaban las bolsas. Tampoco hay que olvidar la rapidez y la decisión a la hora de bajar los tipos tras los atentados de Nueva York en 2001.

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Intentando continuar con el manto de silencio: "La Reserva Federal ha pedido a la jueza Loretta Preska que retrase la ejecución de su decisión del pasado lunes que pedía que se hicieran públicas antes del 31 de agosto los nombres de las entidades que recibieran préstamos de emergencia de la institución, ya que podrían dañar a los bancos y no permitiría a la Fed presentar sus apelaciones". Fed: revelar los bancos ayudados les dañaría irreparablemente (El Economista – 27/8/09)

"La inmediata publicación de estos documentos destruirá las peticiones de exención del consejo y el derecho de apelar", según el organismo dirigido por Ben Bernanke. "Las instituciones cuyos nombres e información sean publicadas sufrirán también un daño irreparable". Así, el banco central quiere que Preska espere a que la Corte de Apelación de EEUU en Nueva York pueda examinar el caso, aunque todavía no ha dicho cuando presentará la apelación.

Además, la capacidad de la Fed "para gestionar la actual crisis financiera y cualquier otra futura se vería dañada", según el organismo, que añade que "heridas significativas recaerían también sobre la economía en general de EEUU".

La Fed se ha negado hasta ahora a nombrar a las instituciones financieras a las que ha prestado dinero o a publicar los activos que han sido puestos como colateral en los programas de emergencia, argumentando también que su revelación podría provocar un huida de los clientes e inversores.

(…)

Mientras tanto, SuperObama premia… a los culpables (?)

"Un estudio revela que el Gobierno de EEUU ha otorgado 21.000 millones de dólares en ayudas públicas a los bancos de EEUU líderes en la concesión de créditos subprime durante la burbuja inmobiliaria". Obama premia a los bancos líderes en créditos subprime (Libertad Digital – 29/8/09)

Un estudio del Center for Public Integrity (CPI, grupo de investigación de asuntos públicos financiado principalmente por fundaciones caritativas) concluye que quienes protagonizaron la mayor parte de los préstamos subprime están recibiendo suculentas sumas de dinero público. Y mientras, curiosamente, otras entidades son amonestadas por los reguladores financieros de EEUU por no conceder préstamos a gente de dudosa solvencia.

Este dinero proviene del programa que la Administración Obama, bajo el nombre de Making Home Affordable Program (MHAP, Haciendo asequible la vivienda), puso en marcha el pasado febrero para "estabilizar el mercado inmobiliario" y ayudar a quienes no pudieran pagar su hipoteca, con el fin de evitar nuevos embargos masivos.

Entre las dos actividades principales de este plan, una consiste en hacer modificaciones de las condiciones de las hipotecas (Home Affordable Modifications). Con un presupuesto de 75.000 millones de dólares, este programa otorga subsidios públicos a los prestamistas (bancos) que cumplan ciertos requisitos, para que éstos rebajen las cuotas de las hipotecas de los prestatarios en apuros y relajen las condiciones hipotecarias.

Según el estudio del CPI, de los 25 participantes en el programa, al menos 21 de ellos se especializaron en revisar o incluso crear préstamos subprime, y éstos recibirán más de 21.000 millones de dólares del bolsillo de los contribuyentes. Al contrario que los anteriores planes de rescate de la banca, en este programa de prevención de los embargos, no habrá ningún retorno sobre el dinero de los contribuyentes.

Buena parte "de este dinero está yendo directamente a las mismas instituciones financieras que en primer lugar contribuyeron a crear el desastre de las hipotecas subprime", comenta Bill Buzenger, director ejecutivo del centro de análisis. En la siguiente figura se muestran las 5 entidades que más fondos públicos han recibido del programa:

1. Countrywide Home Loans Servicing LP, Simi Valley, California: 5.200 millones de dólares.

2. J.P. Morgan Chase Bank NA, Lewisville, Texas: 2.700 millones.

3. Wells Fargo Bank NA, Des Moines, Iowa: 2.400 millones.

4. American Home Mortgage Servicing Inc., Coppell, Texas: 1.300 millones.

5. CitiMortgage Inc., O"Fallon, Missouri: 1.100 millones.

Estas cinco entidades estuvieron entre las 25 instituciones líderes en préstamos subprime desde 2005 a 2007, según la lista que realizó el mismo CPI. De hecho, Countrywide también lideró esa otra lista, con alrededor de 97.200 millones de dólares en créditos basura.

En la actualidad, Countrywide es propiedad de Bank of America, quien también posee otras entidades que recibirán fondos adicionales del MHAP. Wells Fargo y J.P. Morgan estuvieron en los lugares 8º y 12º de la lista subprime, respectivamente.

Según The Washington Post, el informe ha salido a la luz mientras la Administración Obama está empujando a los prestamistas a que ayuden activamente a los prestatarios. Según estimaciones del Departamento del Tesoro publicadas en el mes de agosto, menos del 10% de los prestatarios morosos que cumplieron los requisitos para las ayudas han recibido algún tipo de alivio a través del programa de Obama. La Administración persigue duplicar el número de prestatarios que reciban ayudas del programa antes de Noviembre.

No es de extrañar que este estudio haya causado estragos entre la industria prestamista. El máximo representante de uno de los lobbies más importantes de esta actividad, Scott Talbott, afirmó que se han simplificado excesivamente las causas de la crisis inmobiliaria, y se soslayado la complejidad de los mercados actuales.

Según Talbott, los prestamistas están trabajando duro para ayudar a los millones de propietarios de viviendas, tanto a través del programa federal MHA como de otros esfuerzos de prevención de embargos.

Otros analistas, como el investigador Mark Calabria, director de estudios sobre regulación financiera del Cato Institute, se preguntan si estos programas de modificación de las condiciones hipotecarias, pueden llegar a ser efectivos y ser una solución para los problemas actuales del sector inmobiliario y la economía norteamericana: "Una parte de los prestamistas saldrá adelante de todos modos. Otra, incluso con las modificaciones, probablemente quebrará de nuevo".

"Es probable que no sean más de un tercio de los prestatarios quienes experimentarán las modificaciones y finalmente resultarán sostenibles". Su escepticismo acerca de los resultados le hace ser reacio al plan de Obama: "Vamos a estar gastando miles de millones de dólares sin una clara guía de cuántos embargos vamos a evitar realmente", apostilla Calabria.

En este sentido, analistas de The Business Insider recuerdan que la modificación de las hipotecas es esencialmente caer en el mismo error de los préstamos subprime que causaron la presente crisis financiera.

Joe Wiesenthal lo expresa sin ambages en su titular: Of Course Predatory Lenders Have Returned As Loan Modifiers (Por supuesto los prestamistas predatorios han vuelto como modificadores de préstamos). Además de esto, "es frustrante ver a compañías como las subsidiarias de AIG y Lehman recibiendo más pasta del contribuyente", apuntan.

Las recompensas públicas de la mala gestión parecer estar a la orden del día. La FED recibe amplios poderes adicionales y disfruta de elevada discrecionalidad tras generar la burbuja y la consiguiente crisis, Obama renueva a Bernanke como presidente de la FED, el Tesoro de EEUU amplía la línea de crédito al FDIC después de su incompetencia y mala previsión, el Gobierno norteamericano otorga suculentas sumas de dinero a los prestamistas subprime… ¿Qué será lo próximo?

(…)

Melancólico final (good for nothing)

Los acontecimientos relatados anteriormente son una prueba contundente de lo que ocurre cuando a ciertos agentes económicos se les permite lo que no se pueden permitir (y no es un juego de palabras). A los especuladores se les permite hacer mayores negocios de los que se pueden permitir (tirar con pólvora del Rey o el dinero de todos). Llegar a la luna en globo… Good for nothing. Para reír o no parar de llorar.

Lo que no se puede consentir es que encima alguien pretenda vender el desastre como un éxito, como es el caso del presidente ejecutivo de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein cuando sostiene que "los banqueros hacen el trabajo de Dios" (sic); un personaje que a su incuria añade una falta de escrúpulos monumental.

Lo que no se puede tolerar es que a la humillación el señor presidente ejecutivo de Goldman Sachs añada la burla.

"Estamos observando el final de una Era en dos áreas muy específicas: primero, la desregulación descontrolada de los mercados financieros globales; segundo, el compromiso inconsciente de recursos humanos y financieros a la titulización ha alcanzado su apogeo y se contraerá continuamente en el futuro". Estas palabras proceden de un banquero de Wall Street entrevistado en… ¡1987!, unas pocas semanas después del lunes negro. Su escaso poder predictivo nos hace plantear dudas sobre las, a veces, indocumentadas profecías que hoy en día se plantean sobre el futuro financiero.

En palabras de un ilustrado banquero, experto en solvencia bancaria:

"Por este comportamiento, las infinitas crisis bancarias que históricamente han acaecido en el mundo nunca se han solucionado del todo. El patrón de comportamiento es el siguiente: banca asume riesgos y termina quebrando cuando el ciclo se da la vuelta; pide ayuda a Estado que acude al rescate para evitar males mayores en la economía; el Estado le pide a futuro a la banca mayor prudencia y endurece algo el control y la regulación, pero sin excesiva rigidez; una vez solucionada la crisis, el mensaje para la banca ha sido que si todo va bien gana mucho dinero y cuando se tuerzan las cosas, el Estado le rescatará, por lo que el incentivo de la misma está orientado hacia la máxima toma de riesgos (riesgo moral creciente); unos años después, la crisis vuelve a llegar, y el Estado vuelve a rescatar a la banca, con la diferencia de que esta vez el riesgo tomado fue mayor y por ello el dinero puesto por el contribuyente para rescatarla también; el riesgo moral vuelve a crecer de modo que a lo largo de la historia, se observa que donde ha habido crisis bancarias, éstas han sido cada vez mayores con el paso del tiempo y el Estado ha tenido que aportar una proporción creciente del PIB para rescatar a la banca. Es simplemente un tema de riesgo moral, la banca actúa con racionalidad económica (si sube gano, si baja pierden accionistas, acreedores y contribuyentes), los políticos y reguladores, con racionalidad de comportamiento."

En 1987 los profetas acusaron (verazmente) de la crisis al trading automatizado y a la venta automática de futuros por parte de modelos una vez que saltaban límites máximos de riesgo. Cuando todas las máquinas vendieron a la vez estos futuros se produjo el famoso lunes negro. Sin embargo, hoy en día ambas técnicas no es que estén popularizadas en la gestión; son universales. En 1987 muchas voces pidieron la separación entre banca comercial y banca de inversión, una nueva regulación de Glass Steagall, pero sin embargo lo que quedaba de esta norma fue abolido en 1999 debido a su dificultad de implementación.

Hace falta más de un crash para cambiar el mundo.

(…)

(No comment) Lo que caracteriza este período de la historia es la subordinación sistemática de la verdad a los intereses y la conveniencia. Los ciudadanos tenemos un alto nivel de aclimatación a la mentira, a la doble moral, a la hipocresía, que nos hace muy tolerantes con formas que sabemos vacías de cualquier contenido, con la mendacidad, el disimulo, el fingimiento y la figuración. Por ello, ni se desprecia ni se detesta al mentiroso, sino que, en el fondo, se le admira la habilidad para vivir del cuento. Así estamos…

En un Paper anterior – "El "legado vital" de la globalización: del malestar económico al populismo emocional e irreflexivo (de aquellos polvos, estos lodos)" (Parte I), publicado el 17/1/17, decía:

(…)

Y el resultado es… Donald Trump (ya no se puede negar la evidencia)

Esperando bailar sobre su tumba: los intelectuales orgánicos, tontos útiles del "establishment", han vuelto a fallar.

"Un orden liberal que parecía haber emergido después de la Segunda Guerra Mundial parece desvanecerse de nuestra memoria", ha escrito John Gray en un artículo titulado "El cierre de la mente liberal". El lenguaje sentencioso puede ser más útil para ganar elecciones que para describir el mundo, pero 2016 es un año desconcertante: el referéndum del Brexit, los problemas para alcanzar un acuerdo entre la Unión Europea y Canadá, las intervenciones de Rusia en el extranjero, el ascenso de la derecha xenófoba en numerosos países europeos y la incorporación de su discurso a las fuerzas mainstream. "De pronto -dice Gray- la locura de las masas ha sustituido a la sabiduría de la multitud como el tema dominante del discurso educado", escribe Daniel Gascón en su artículo: El año que votamos peligrosamente (Vozpópuli – 10/11/16)

La victoria de Donald Trump puede resultar grotesca: un millonario que se presenta como enemigo de las élites, que presume de su ignorancia y de no pagar impuestos, que emplea el racismo y enfrenta a unas comunidades con otras, que defiende la tortura, calumnia, propone medidas inconcretas, imposibles o incompatibles entre sí. Tiene tan poco control de sus impulsos que su equipo decidió impedirle que utilizara Twitter. Pierde los debates, reclama que un gobierno extranjero ataque informáticamente a su competidor electoral, se mofa de mujeres, veteranos y discapacitados, recibe acusaciones de acoso sexual, insinúa que su derrota implicaría un fraude y amenaza con meter a su rival en la cárcel. Frente a él tenía a una candidata que representaba el establishment. Pero que también tenía más preparación y experiencia que ningún candidato anterior. Era la primera mujer con opciones de llegar a la presidencia. Su campaña tenía mucho más dinero. Trump consiguió muchos minutos de televisión gratis gracias a sus exabruptos, pero la prensa ha desvelado muchos escándalos del candidato.

Con el tiempo se podrá entender mejor cómo se ha producido una victoria que pocos esperaban: se han señalado factores como la ansiedad económica, el tribalismo partidista y la diferencia entre campo y ciudad. Antes de las elecciones Paul Berman señalaba la crisis institucional y la debilidad de los periódicos de referencia, y Douglas Massey hablaba del pánico de los blancos a perder la hegemonía: esta sería una lucha contra la demografía. Mariano Gistaín ha escrito: "El voto a personajes delirantes, peligrosos, fuera de control, hay que considerarlo una impugnación al sistema. El voto populista es un atentado legal contra algo que se considera que no tiene remedio (y que, encima, insiste en que ya se ha remediado)".

En Monkey Cage sacaban cinco lecciones: las primeras previsiones eran correctas (y no las últimas), la importancia de la lealtad al partido, los candidatos y las campañas han parecido importar menos de lo esperado, la política identitaria puede ayudar a cualquiera de los dos bandos, el carácter cíclico de la política.

Bradford De Long se preguntaba si Trump sería una especie de Schwarzenegger (un famoso inteligente e indisciplinado, que intentaría gobernar pero no lo lograría y conduciría a una parálisis), un Berlusconi (alguien que saquee el país, beneficie a sus amigos con políticas que oscilen entre la arbitrariedad y la búsqueda del beneficio propio: el resultado son diez años de parálisis económica) o un Mussolini (la posibilidad menos probable pero, como recordaba De Long, el propósito inicial del político italiano no era ser un dictador fascista terrible).

Federico Steinberg aventuraba que la administración será "proteccionista en materia comercial y expansiva en materia fiscal". Tyler Cowen ha escrito: "creo que su instinto natural será buscar victorias rápidas para satisfacer a sus partidarios y la búsqueda de la popularidad de masas con muchas ayudas gubernamentales, deuda y la idea de que las cosas salen gratis. No creo que su presidencia sea especialmente conservadora o derechista". Cowen imaginaba una pérdida comercial, pero -como Anne Applebaum- pensaba que los mayores riesgos eran en política internacional: su presidencia podría inaugurar una "era de inestabilidad en el Pacífico, los países bálticos, y quizá en otros lugares. Eso dañaría el orden económico mundial y volvería Estados Unidos hacia sí mismo, dañaría la libertad global y perjudicaría a la república estadounidense".

En su artículo, discutible en muchos puntos pero muy interesante, John Gray reprocha una ceguera al liberalismo partidario de la globalización.

Una sociedad posliberal es una en la que la libertad y la tolerancia reciben la protección de un Estado fuerte. En términos económicos, esto entraña descartar la noción de que el principal objetivo del gobierno es el avance de la globalización. En el futuro, los gobiernos tendrán éxito o fracasarán según su capacidad de producir prosperidad y gestionar al mismo tiempo la disrupción social que produce la globalización. Obviamente, será un equilibrio complicado. Hay un riesgo de que la desglobalización sea demasiado potente y pierda el control. Nuevas tecnologías perturbarán patrones establecidos de trabajo y vida, al margen de lo que hagan los gobiernos. Las demandas populares no pueden afrontarse por completo, pero los partidos que no dobleguen el mercado siguiendo los intereses de la cohesión social están condenándose al agujero de la memoria. El tipo de globalización que se ha desarrollado a lo largo de las últimas décadas no es políticamente sostenible.

Según Gray, sus defensores no solo sienten que el orden liberal se funde, sino que desaparece su propio lugar en la historia. Esos liberales son incapaces de renunciar o matizar sus proyectos y para ellos, "lo que se necesita es más de lo mismo: una infusión más fuerte de idealismo, una inflexible determinación a prolongar los proyectos del pasado".

Vivimos en una era reaccionaria, ha escrito Mark Lilla, que señala que "la esperanza puede verse decepcionada. La nostalgia es irrefutable". Las noticias sobre el fin del mundo tal como lo conocíamos pueden ser exageradas, pero según Gray, en este momento, "lo único que queda del liberalismo es el miedo al futuro".

Otras opiniones de cabotaje (a pie de urna): "Clinton no logró sacar a votar a tantos de entre sus bases como debería (no se pasaba por Wisconsin desde abril), mientras que la campaña de Trump hizo los deberes allá donde tenía que hacerlos, aunando una porción suficiente del voto de la clase obrera blanca a la coalición conservadora"… "la diferencia entre el voto rural y el urbano, que también fue un factor en el Brexit"… "la polarización y el estrés económico"… "quienes aspiran a impulsar las contradicciones del sistema, y de la actitud narcisista de quien se niega a votar lo bueno o menos malo porque solo quiere lo mejor; entre los llamados perdedores de la globalización, quizá la percepción de la situación económica cuente más que su realidad"… "la importancia del lenguaje, la herencia de la contracultura y el tremendismo: si repetimos que el sistema está podrido, prestigiamos al insurrecto y despreciamos al reformista; el intelectualismo, el conocimiento de los problemas o la conciencia de la inevitabilidad de las renuncias y los compromisos se convierten en elementos aburridos o directamente sospechosos"…

Estados Unidos es un nuevo ejemplo de que las condiciones económicas pueden influir claramente en las preferencias de los votantes. En situaciones de precariedad económica, aquellos que la sufren tienden a observar con interés y esperanza propuestas vacuas y vaporosas, en un contexto dialéctico que termina enfrentando y dividiendo la sociedad entre una casta o "establishment" y unos perdedores o "pueblo".

Europa no es ajena a esta tendencia. En los últimos años una parte considerable de los ciudadanos han entregado su confianza a un discurso populista que en otras circunstancias quizás no hubiera tenido tanto eco como hoy indudablemente sí tiene. Aunque de nuevo pueden existir razones variadas para tal entrega, el deterioro de las condiciones económicas ha sido un preciado caldo de cultivo para ciertos aduladores que han atraído hacia su causa a quienes depositan sus esperanzas en un gran cambio de rumbo de las decisiones políticas y económicas del país.

"Cuenta Ben Bernanke en sus memorias que en una ocasión, cuando estaba explicando en la televisión lo que estaba haciendo el Gobierno para reconstruir Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, recibió la mejor lección de economía. Un espectador llamó al programa en directo y le espetó: "A ustedes les preocupan tanto los números que se han olvidado de la gente", señala Carlos Sánchez – El Confidencial – 20/11/16)

"La dirección del viento político ha rolado bruscamente. Donald Trump, el próximo presidente de EEUU, es ese barómetro que no puede ser ignorado porque pone de relieve que se avecina un cambio radical del tiempo político, un cambio que afectará en mayor o menor medida al resto de las democracias occidentales y muy particularmente a la UE, carente de un relato actualizado e ilusionante. Bruselas y Juncker, su encarnación, son un trasunto de esa Hillary Clinton, remota, de discurso robótico de pías frases políticamente correctas, que no conectan con el humor de estos tiempos ni con las preocupaciones del ciudadano medio", dice Ignacio Nart en su artículo: Trump: un roto en el universo "yuppie" (El Economista – 23/11/16).

Hoy la clase política americana, republicana y demócrata, se está preguntando cómo un personaje con una retórica infame y un aspecto que deja en buen lugar incluso a Nixon, ha conseguido primero desbancar al aparato republicano, y hacerse con su liderazgo, para después acceder a la Presidencia. Pero una máquina, por más potente que sea, poco puede hacer contracorriente y Trump ha sabido leer el viento y la marea y ha dado voz en su discurso político al profundo malestar del americano medio, desmoralizado ante una deslocalización de sus puestos de trabajo, el conchabismo político-financiero de su clase política y una inmigración incontrolada y culturalmente ajena a los valores sobre los que se asienta su país; un tema que los nuevos beatos de la corrección política habían amordazado e ignorado en su acomplejada visión de un mundo vegano.

Lo realmente sorprendente, lo que indica la profundidad del descontento existente es cómo a pesar de una retórica extravagante y narcisista su relato ha resonado en una sociedad profundamente hastiada con su clase política. Descalificar a los votantes de Donald Trump como ignorante basura blanca (obviando que un 46% de sus votantes eran mujeres, muchas con educación superior, además de latinos y negros) solo sirve para poner de relieve y afianzar esa desconexión entre una gran parte de la ciudadanía, sus representantes y los medios. Un electorado que una vez más tuvo ocasión de constatar cómo sus preocupaciones y opiniones no eran valoradas ni tampoco encontraban eco, ignoradas por un cenáculo ideológico que desde la política y los medios anatematiza y silencia todo lo que no corresponda a esos impecables valores que se exhiben en el escaparate mientras en la trastienda se los pasan por el forro entre el alegre tintineo de la caja registradora.

En la Europa de los años 60, ante la escasez de la mano de obra y las consiguientes subidas salariales, los grandes intereses decidieron que la inmigración era la mejor forma de moderar salarios. Lo consiguieron: la participación en el PIB de la masa salarial decayó a la par que aumentaban los beneficios empresariales. Se prefirió el camino fácil y cortoplacista y al diablo con las consecuencias. En vez de propiciar y subvencionar una política familiar que fomentara una tasa de natalidad adecuada se optó por importar mano de obra barata de nuestras antípodas culturales. Un cosmopolitismo impuesto a la clase obrera; un cosmopolitismo en los suburbios y escuelas públicas del que las elites quedaban a salvo.

Los intelectuales orgánicos del mundo yuppie, que otrora ejercieron de tontos útiles del modelo neoliberal, han vuelto a fallar una vez más en el único papel que los legitima: el ejercer de tábano socrático que toda ortodoxia instalada necesita. Un intelectual que no esté dispuesto a sufrir el ostracismo y beber la amarga cicuta de la disidencia no pasa de ser un lacayo al servicio de la moda, de lo que se lleva, de lo que se debe decir y sobre todo de lo que se debe callar. Nos han vendido un mundo yuppie alejado de la realidad de un universo que siempre acaba por aniquilar a los débiles y a los ilusos.

Así que, si no queremos caer en manos de populismos y populistas, es imperativo que políticos y sobre todo los medios comiencen a conectar de una vez por todas con la gente común legitimando y dando voz a sus inquietudes y recelos por mucho que atenten contra el buen gusto de lo correcto.

Y la sistemática violación de nuestras fronteras, la invasión incontrolada de 1.000 y 2.000 personas diarias a la que estamos asistiendo es una auténtica bomba de relojería. En las democracias lo que se ignora, lo que se calla, siempre acaba por emerger, pero emponzoñado y virulento. Y si no, al tiempo.

Un Berlusconi WASP (tranquilos señores, el "casino" sigue abierto): sin pánico

Mal que me pese, mirando los orígenes y el comportamiento de Trump (así como la personalidad de algunos de los principales "donantes" de la campaña, Adelson y adláteres), creo que el "juego de tahúres" está asegurado. En Las Vegas, Atlantic City, Macao, Mónaco, Wall Street, London Stock Exchange, seguirán "corriendo" los dados.

Será interesante ver un CEO al mando de Washington S.A.. Al fin, un "empresario" se pone al frente de la mayor corporación de negocios del mundo: EEUU. Basta de políticos de plastilina (empleados), la empresa (Washington S.A.) debe ser dirigida por sus auténticos propietarios (empresarios). Al fin, "uno de los nuestros" toma el control.

Hoy por hoy estamos ante un caso (que podría suponerse singular) de "puerta giratoria inversa". Falta ver cómo evoluciona el "monopoly del poder", que consiste en tratar de adivinar dónde llegan las tentaciones de cada cual y hacia qué lado vence la balanza de la capacidad de influencia. En definitiva, quién controla a quién.

"Heil Trump": el "bunga bunga" de Donald y sus "Barbies" siliconadas

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Esta "familia" nos va a dar días de gloria… y mucho, muchísimo, material de análisis.

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Desde la época de Ronald Reagan que no llegaba a la Casa Blanca, un miembro del mundo del espectáculo (Hollywood) o del juego (Atlantic City – Las Vegas). Lástima que ya no puedan estar Frank Sinatra (uno de los nuestros) y Marilyn Monroe (Happy Birthday, Mr. President), para "amenizar" el primer baile de investidura oficial.

Desde el "Versalles" (o el "Kremlin") de la Torre Trump, o desde el "despacho oval" (tanto monta, monta tanto), esta especie de remake yankee de Berlusconi, es muy probable (lamentablemente) que interprete un papel similar al del "artista" italiano. Una ópera bufa, con música country. Lo mismo da un Don mafioso, que un CEO de casino.

Histrionismo, simulación, fuegos artificiales, bufonería, comedia, y… negocios oscuros.

Nada nuevo (tristemente) para los ojos de los europeos, hastiados de ver pasar tantos (y tantos) "payasos" (con perdón de los cómicos) por puestos políticos relevantes.

Como el caso de Berlusconi, en Europa hay muchos "gorilas en la niebla", que protegen sus negocios y los de sus "amigos", o blindan lo más posible su horizonte penal, encaramándose a la presidencia de sus países o, cuando menos, a la presidencia de algún club importante de futbol. En España se los conoce por el nombre de los "florentinos" (por Florentino Pérez, presidente del Real Madrid), aunque también vale para los presidentes del F. C. Barcelona o de cualquier otro club importante; hasta al "insignificante" Deportivo Las Palmas, llegó un "presi", en busca del paraguas penal.

Es otra forma de constatar la "argentinización" de la política europea (y ahora, por lo que se ve, también de la norteamericana), donde este "invento" (como tantos otros, hechos delictuosos, fraudulentos o criminales) tiene "copy wright" argentino. Hace ya muchos años (más de 60) que "ínclitos" empresarios se protegen de la justicia ocupando la presidencia de algún importante club de fútbol (Boca Juniors, River Plate…). Blindados, intocables, expectables… Mauricio Macri, es el ejemplo más reciente.

Tal vez, al final, Trump tenga la suerte de Reagan, "haga lo que le digan" (ordenen) y se conforme con interpretar el papel más importante de su carrera artística: personificar al Presidente de los Estados Unidos. Los "escribas" del establishment, han sido muy generosos con Reagan y han aplaudido con las orejas, la "política economía" de los 80. Y si no, siempre le quedará al "sistema" la "solución" Kennedy. O sea…

Trumponomics… Trumpadas… Trumplies… Trumpicones… el tiempo lo dirá.

Por el momento, y no es poca cosa, los "angry american" han dicho "yes, we Trump"…

Una "plantilla" del arquetipo populista – El mayor "hedge fund" del mundo alerta: el populismo dirige la política económica (El Confidencial – Bridgewater – 29/3/17)

  • Promete el poder para el ciudadano común ("la gente").

  • Mediante la táctica de atacar al sistema, las élites y los poderosos.

  • Surgen por las diferencias de riqueza y oportunidades, la xenofobia y la hartura del pueblo con unos gobiernos que no resuelven los problemas.

  • Lo cual lleva al surgimiento de un líder fuerte para servir a la gente y hacer que el sistema sea más eficaz.

  • Proteccionismo.

  • Nacionalismo.

  • Militarismo.

  • Más conflictividad.

  • Grandes intentos para influir en los medios de comunicación o controlarlos.

La nueva era Trump: albornoz, Big Mac, mucha tele (y "el casino sigue abierto")

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Negociador fracasado, líder abandonado, agenda descarrilada, sistema de salud inestable, base legislativa molesta, electorado desilusionado… recetas para un desastre electoral… son algunas de las frases que se leen en la prensa a finales de marzo (2017).

Otros analistas (¿adictos?) dicen que ha sido "una derrota triunfal" (sic), que Trump ha quedado como un líder dialogante y moderado que ha sufrido un revés por confiar en los líderes de su propio partido, y los demócratas tienen que apechugar con un sistema que no funciona.

El proyecto, denominado informalmente RyanCare por su principal promotor, "speaker" republicano Paul Ryan, contaba con el respaldo expreso de Trump, quien dio luz verde a Ryan para que lo presentara en votación. Los demócratas están haciendo la ola, celebrando un triunfo; con el fracaso estrepitoso del RyanCare, el sistema sanitario de los demócratas parece estar aquí para quedarse.

Entonces, ¿por qué parece Trump tan contento? ¿Por qué apenas consigue disimular una sonrisa de oreja a oreja?

Veamos lo que los analistas (¿encamados?) dicen que gana Trump con esa aparatosa derrota. Lo primero puede verse a las claras en el nombre oficioso del proyecto: RyanCare. Paul Ryan ha sido una piedra en el zapato del presidente desde el mismo día en que presentó su candidatura a las primarias republicanas. El "speaker", representante del aparato del partido -lo que se conoce como GOPe o "GOP establishment"-,  destacó a lo largo de la campaña por criticar acerbamente todas las declaraciones de Trump al mismo ritmo y casi con las mismas palabras que los "medios de prestigio".

Pero Ryan, que se presentó en el "ticket" de Mitt Romney como candidato a la vicepresidencia en las elecciones anteriores, estaba demasiado alto y era demasiado poderoso como para que el entonces candidato Trump, con una mayoría de "popes" republicanos en su contra, pudiera eliminarlo. Tras la victoria, Ryan presentó a Trump la rama de olivo y ambos hombres hicieron las paces. Aparentemente.

Aparentemente, porque ni Trump olvida ni Ryan ha dejado de complotar para boicotear la presidencia del magnate inmobiliario. Y, ahora, opinan algunos observadores cercanos al presidente, Trump ha dado a Ryan cuerda suficiente para ahorcarse, por así decir. Para empezar, a muchos resultaba misterioso que el presidente respaldara públicamente un proyecto tan impopular, conocido sotto voce por muchos republicanos como "Obamacare 2.0". Ya puestos, también era un misterio por qué un líder del que difícilmente puede decirse que la modestia sea su principal virtud dejara encantado que la iniciativa que había de coronar su obra recibiera otro nombre que el suyo.

Lo ha logrado, con la inestimable colaboración entusiasta de sus enemigos a muerte, la oposición demócrata. Por decirlo de un modo evidente, no ha sido el "TrumpCare" el que ha salido derrotado, sino el "RyanCare", o, lo que es lo mismo, Paul Ryan, cuyo futuro político queda completamente a merced de la magnanimidad del presidente. Salió del Congreso derrotado, e incluso se negó a responder a los periodistas en las escaleras del Capitolio. Trump-1, GOPe-0.

Trump puede alegar siempre que puso todo de su parte, que respaldó el plan, que no puso pegas a ninguno de sus puntos clave. Sus enemigos se han hundido ellos solitos. Es el viejo principio napoleónico -¿o es de Sun Tzu?- de no distraer al enemigo cuando se está equivocando.

Trump llamó por teléfono al periodista del Washington Post Robert Acosta para una entrevista improvisada sobre la cuestión que Acosta transcribe en el diario. Repite hasta cuatro veces Trump "no culpo a Paul", que es la manera más artera de dejar claro quién ha perdido. Por lo demás, y después de calificar a la prensa de "los tipos más mentirosos que hay", ¿tendría algún otro sentido que el presidente tomase la iniciativa del llamar a un periodista del Post para alardear de su derrota? No casa demasiado bien con el personaje, ¿verdad?

Anulada, por el momento, la "oposición interna" del Partido Republicano, queda la externa. Y aquí el panorama es aún mejor. El Obamacare es un desastre, lo fue desde el primer día, combinando lo peor del intrusismo y la imposición estatal con lo peor del capitalismo de amiguetes de la iniciativa privada, un puñado de gigantescas aseguradoras médicas que tienen clientela asegurada por ley. Y todo lo que siga funcionando mal con el Obamacare será culpa de los demócratas, no de Trump.

¿Qué viene ahora? Esa es la parte más interesante de todo esto, según los periodistas de cámara. Trump podría contentar al ala conservadora del partido diseñando un sistema de corte, digamos, más "liberal", más en línea con los principios del libre mercado.

Queda por saber (dilucidar): ¿Estaremos ante un "Maquiavelo" 4.0, con más cintura que "Nicolino Locche" y más trompada que "Cassius Clay"? ¿Nos habremos equivocado los que creemos que Donald Trump, es un Berlusconi (bis) de Atlantic City?

¿Hará lo mismo con la banca? ¿Tendrá tanta cintura para eludir los golpes de Wall Street? ¿Tendrá una pegada tan fuerte para mandar a los "global players" a la lona?

¿Será el Hamelin que encantará a los banqueros con su música mientras los lleva hacia el río (primero a los tribunales y finalmente, la cárcel)?

¿Podrá demostrar que su gobierno, más que un sistema de "puertas giratorias inversas", es un "tiovivo" (calesita) y dejará claro quién es el "Tío vivo" y quién tiene la "sortija"?

Basado en la idea anglosajona de "checks and balances" y pensado por Montesquieu, el principio de controles y contrapesos busca prevenir que alguna de las tres ramas de gobierno concentre demasiado poder, con límites que le imponen las otras.

Los padres fundadores de EEUU utilizaron esa idea como un pilar de la organización del Estado, siempre con el objetivo de garantizar la libertad e impedir la tiranía.

Varios preveían que este mecanismo pasaría por una prueba especial bajo la presidencia de Trump, a quien suelen atribuirle impulsos autoritarios y actitudes populistas, xenófobas, anti establishment.

Por el momento (28/3/17), estos son algunas de las "oscuras realidades alternativas":

  • Renuncia el asesor de seguridad nacional de Donald Trump, Michael Flynn, por contactos con Rusia.

  • Dos jueces federales suspenden temporalmente el nuevo veto migratorio de Donald Trump.

  • Los republicanos retiran el proyecto de ley de reforma de salud de Trump que debía sustituir al Obamacare.

  • Jared Kushner, yerno del presidente y unos de sus principales asesores, comparecerá ante un comité del Senado en el marco de la investigación sobre la injerencia de Rusia en las elecciones.

¿Puede hablarse de contundente fracaso del inquilino de la Casa Blanca en sus primeros intentos de controlar al establishment? Parecería que el señor Trump ha tenido una educación muy rápida, sobre la diferencia entre ser el CEO de una empresa de familia y ser el presidente de Estados Unidos.

Todo indica entonces que el sistema de controles y contrapesos pronto podría enfrentar nuevos retos. Pero muchos consideran que las primeras 10 semanas de gobierno de Trump dejaron lecciones claras sobre los límites del poder para un presidente que, antes de asumir, lideraba un enorme grupo de compañías privadas con su nombre.

Hasta aquí la política (con sus intrigas, trampas, filibusterismo, hipocresía y cinismo), ahora veamos cómo están reaccionando "los mercados" ("la mano que mece la cuna"):

"De sector odiado a sector fetiche, ¿qué ha pasado para que los mercados vuelvan a mirar a la banca? Aumento de los tipos, del crédito, buenas valoraciones y rentabilidad"… Y los mercados aprendieron a amar a la banca (El Confidencial – 28/3/17)

Miren esta encuesta de BofAML. ¿Cuál es el sector de moda?… Sobran las palabras.

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¿Ustedes presienten que Goldman Sachs está haciendo (otra vez) "el trabajo de Dios"?

¿Seguirán siendo los mismos (Main Street) quienes deberán asumir las pérdidas de las apuestas al casino de la banca (Wall Street)? Asesinos inocentes y asesinados culpables.

"El Gobierno debe de ser dirigido como una gran empresa americana", declaró Kushner a "The Washington Post" (29/3/17). "Nuestra esperanza es conseguir éxitos y eficiencia para nuestros clientes, que son los ciudadanos". Kushner destaca que su equipo está formado por gente del mundo corporativo con poca o ninguna experiencia de gobierno, como los secretarios de Estado, Tesoro, Educación, Comercio, o como el presidente,

El equipo, que se reúne dos veces por semana, está formado por Gary Cohn, expresidente de Goldman Sachs; Dina Powell, expresidenta de la Fundación Goldman Sachs; Chris Liddell, antiguo director financiero de General Motors, Microsoft e International Paper, y el magnate inmobiliario Reed Cordish. Pesos pesados como Tim Cook, CEO de Apple, Bill Gates o Elon Musk hacen de consultores.

La Administración Trump suele recibir en la Casa Blanca a empresarios de diferentes sectores para escuchar sus demandas. Muchos de ellos, citados por la agencia Reuters, reconocen estar impresionados por la atención y el buen trato que les dispensa, en privado, el presidente. Otros elogian el interés de su Gobierno en trabajar con el mundo corporativo, en contraste con la postura más distante de la Administración Obama.

Mientras Donald Trump (¿Maquiavelo, Napoleón, Il Gattopardo, Berlusconi?), ahí sentado en el "despacho oval", vivo, sano y contento con su "trabajo", examinando con diversión sarcástica e impasibilidad olímpica, gráficos y estadísticas (imágenes abstractas) del sufrimiento humano y el desastre económico, confiando en encontrar casos interesantes en los que intervenir. Un cómplice de toda esta inmundicia.

Goldman Sachs "dixit et pixit": tal vez Trump sea un "errático loco" (H. de P.), pero es "nuestro" errático loco (H. de P.)… Por ahora, lo mío es una cata ciega. Habrá que esperar y ver. El tiempo dará o quitará razón.

Anexo: La conspiración de los necios (la historia se repite la primera vez como tragedia -2008- y la segunda como farsa -¿2017?-)

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La toma del poder por Wall Street y el próximo colapso financiero (ATTAC – 6/6/10)

(Por Juan Hernández Vigueras - Consejo Científico de ATTAC España)

El viernes 27 marzo 2009 en la Casa Blanca, el Presidente Obama reunía a 13 presidentes ejecutivos de los grandes bancos (Citigroup y Goldman Sachs, entre otros) para solicitar su colaboración, diciéndoles "ayúdenme y se ayudarán"; y todos los presentes repitieron como un mantra: " en eso estamos todos juntos". Porque gracias al dinero del contribuyente y a los préstamos ilimitados facilitados por la Reserva Federal a bajo interés, se había impedido que los bancos allí representados cayeran como el Bear Stearns o el Lehman Brothers. Obama quería aprovechar la crisis de Wall Street para lograr concesiones; pero ya en los meses siguientes quedó claro que no había logrado su cooperación, iniciándose una batalla que dura hasta hoy.

Aprobado en enero 2010 un proyecto legal en el Senado y otro, paralelamente, en la Cámara de representantes, una comisión interpartidaria del Congreso se afana en ahora en refundir ambos textos que, en cualquier caso, se alejan mucho de las ideas de reforma expuestas en las declaraciones del Presidente. Sin embargo, la gran banca no muestra gran inquietud porque su influencia sobre Washington es sólida. Christopher Dodd, presidente del comité de banca del Senado, recibió legalmente 2,9 millones $ de la industria financiera en 2007-2008, menos que el candidato Obama pero más que cualquier otro senador. Y esa misma industria fue el primer donante para Barney Frank, el presidente del comité de servicios financieros de la Cámara. Son ejemplos concretos de los instrumentos sobre los que se asienta la gran influencia política de Wall Street sobre Washington, que se desarrolló y afianzó durante la etapa de Clinton; al imprimir un giro histórico al partido demócrata alejándolo de los sindicatos y aproximándolo a la gran banca.

Esos y muchos otros datos y su análisis político son el contenido del libro del profesor Simon Johnson, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y ex economista jefe del FMI, y de James Kwak de la consultora McKinsey, publicado bajo el título 13 Bankers. The Wall Street takeover and the next Financial Meltdown. (Pantheon Books. Nueva York, 2010) Un documento lúcido de gran eco en los EEUU, y de interés para comprender la situación actual, en particular en Europa, aunque sus referencias históricas se focalizan en las reformas bancarias de Franklin Delano Roosevelt tras la crisis de los años treinta y en las reformas de su antecesor, Teodoro Roosevelt, que destruyó los monopolios industriales a principios del siglo XX.

La tesis central que se desarrolla ya la adelantó Simon Johnson en su breve ensayo "El golpe (de Estado) tranquilo" publicado en la revista The Atlantic, acerca del poder incontrolado de las finanzas, que en los últimos treinta años ha logrado que los bancos se hayan convertido en uno de los sectores más ricos y en una de las fuerzas políticas más poderosas, alcanzando un consenso político en Washington basado en que lo que es bueno para Wall Street es bueno para los EEUU. Y su peso en la política ha generado un entorno de "laissez faire" que ha hecho a los grandes bancos cada vez más grandes y con mayor riesgo, llegando en 2008 a poner en peligro el sistema financiero mundial tomando como rehén a la economía real.

"Los bancos de Wall Street son la oligarquía de la nueva América, un grupo que gana poder político por razón de su poder económico y luego utiliza ese poder político para su propio beneficio" (p.6). Los rápidos beneficios y los bonus de los ejecutivos se transforman en poder político mediante contribuciones para las campañas electorales y el atractivo de la ida y vuelta de la política a la gran banca y viceversa; algo que – sostienen los autores- refuerza la credibilidad y la influencia de Wall Street. Para resumir, "en los últimos años el sector financiero de los EEUU y su influencia política son un serio riesgo para el bienestar económico y sin cambios significativos no hay razón para creer que no experimentaremos el próximo auge, la próxima quiebra y el próximo presidente explicará al pueblo americano que tiene que rescatar la gran banca (Wall Street) con el fin de salvar a la gente (Main Street). Y el cambio significativo requerirá abordar la desproporcionada riqueza y poder de un puñado de grandes bancos en el pináculo del sector financiero" (p.190). Son afirmaciones que suscribe un renombrado economista que dirigió los equipos técnicos del FMI.

Como dice un comentarista de este libro, resulta difícil entender por qué mientras la labor conjunta de la administración pública, los fabricantes de aviones y las líneas aéreas ha logrado un sistema de transporte aéreo muy complejo, eficiente y cada vez más seguro; por el contrario, nuestros bancos y reguladores han creado un sistema financiero menos eficiente y mucho más peligroso; y que, además, se resiste a su reforma y a su control.

¿Quién les teme a los bancos feroces? (Crítica de Libros – Finanzas y Desarrollo – FMI – Junio de 2010)

13 Bankers The Wall Street Takeover and the Next Financial Meltdown Pantheon Books, Nueva York, 2010, 320 págs.

"Hoy día, nuestro objetivo es cambiar la óptica convencional sobre los grandes bancos". Esa es la conclusión de los autores hacia el final de su cautivante y provocativo libro. Del texto se desprende una pregunta que está dejando perplejas a las autoridades encargadas de formular las políticas económicas: ¿qué se debe hacer para que el sistema financiero sea más seguro y evitar que se repitan las enormes intervenciones del Estado necesarias para prevenir un colapso del sistema financiero? Los autores se centran en los aprietos generados por las instituciones financieras que se consideraban demasiado grandes para quebrar. Los problemas de riesgo moral son bien conocidos, y Johnson y Kwak opinan que hay un trasfondo siniestro -rayando en la corrupción de los mecanismos políticos e institucionales que han dado forma a los sistemas financieros internacionales y los supervisan- que favorece a las grandes instituciones financieras.

Los autores narran una historia interesante, con una buena dosis de villanos y algún que otro héroe. Entre los villanos más importantes se encuentran las principales instituciones bancarias. Retratadas como las nuevas oligarcas, ejercen un exceso de poder económico e influencia política y han cosechado los beneficios de su condición de "demasiado grandes para fracasar", corriendo todo el tiempo riesgos excesivos con la esperanza de que los contribuyentes les sacarán las castañas del fuego. La popularidad y el apoyo a la liberalización económica, una cultura similar a una puerta giratoria que transporta a personas influyentes desde el sector público hacia las principales instituciones financieras y nuevamente al lugar de origen, así como la presencia de un puñado de personas en puestos clave del Tesoro y la Reserva Federal de Estados Unidos, ayudaban a lubricar las ruedas de la explotación. El FMI no escapa a esta crítica.

Sin embargo, los autores deberían reconocer que hubo una época en que muchos de los villanos fueron considerados los héroes que manejaron las anteriores crisis financieras y ayudaron a promover un crecimiento económico sólido. Es innegable que se cometieron errores, y si pudiéramos retroceder en el tiempo, es indudable que no se habrían tomado ciertas decisiones. Un buen ejemplo es la decisión que se subraya en el libro sobre la regulación de las transacciones extrabursátiles de derivados. En el libro se sugiere que estas decisiones pueden reflejar el poderoso interés de unos pocos para dominar a la mayoría, pero tal vez solo hayan sido la consecuencia de errores de criterio e ignorancia. Los hechos nos volvieron más prudentes.

La publicación del libro no pudo ser más oportuna. Las autoridades de todo el mundo están discutiendo sobre la mejor manera de reformar el marco regulatorio de las finanzas mundiales, y actualmente se están elaborando propuestas detalladas sobre la reforma regulatoria. Lo valioso de este libro es su perspectiva independiente. Una tesis central es que casi todos los que intervienen en la regulación financiera son presa de la naturaleza del proceso y probablemente enfoquen las reformas favoreciendo a las principales instituciones financieras. Si este argumento fuera cierto, sería un mal augurio para una reforma fundamental que conduzca a mejoras duraderas. Todavía se está deliberando sobre el tema, y no cabe duda de que los responsables de elaborar las reformas objetarán las opiniones de los autores.

La sección final del libro, en donde se proponen soluciones, es la menos elaborada, lamentablemente, pues esta es la parte que podría influir sobre el debate de política económica. Los autores son partidarios de limitar el tamaño de las instituciones financieras y prohibir que superen cierto porcentaje del PIB. Para las instituciones más riesgosas proponen límites todavía más estrictos. Estos límites serían añadidos al resto de las numerosas iniciativas que se están considerando (en materia de capital, liquidez, etc.). Sin embargo, el libro no entra en detalles sobre las ventajas y desventajas de utilizar límites al tamaño en lugar de (o además de) proponer la forma de tratar las instituciones de importancia sistémica imponiendo cargos sobre el riesgo sistémico, fijando límites a las operaciones bursátiles por cuenta propia, y mejorando los mecanismos de resolución de las instituciones de gran tamaño. No se indica la manera de formular los límites propuestos ni las instituciones abarcadas. Un análisis más a fondo de estos aspectos hubiera aumentado el valor operacional de este estimulante libro y hubiera reforzado el argumento de incluir las recomendaciones en las reformas.

(R. Barry Johnston Director Adjunto Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del FMI)

13 Bankers

(Johnson, Simon y Kwak, James (2010), 13 Bankers: The Wall Street takeover and the next financial meltdown, New York, Pantheon Books, 304 pp.)

Tema: La influencia política y económica de los bancos más grandes de Estados Unidos

Idea principal:

En marzo de 2009 los trece banqueros de las instituciones financieras más grandes del país, se reunieron en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama. Una vez terminada la reunión, en rueda de prensa, la mayoría declaró "estamos todos juntos en esto". Era claro que los trece necesitaban al gobierno, pues únicamente la intervención masiva de este podía salvarlos de la bancarrota o de ser adquiridos (p. 4).

Pero, ¿por qué el gobierno necesitaba de estos bancos? Cualquier economía moderna necesita de un sistema financiero, pero la administración de Obama decidió que necesitaba este sistema en particular, el cual estaba dominado por estos trece banqueros, que habían jugado un papel central al causar la crisis financiera y la recesión al utilizar sus enormes hojas de balance para colocar apuestas en mercados financieros recién creados. A pesar de ello, el gobierno creía que el crecimiento del país dependía de estos bancos (p. 4).

Realmente Obama intentaba tomar ventaja de la crisis por la que atravesaba Wall Street para ganar ciertas concesiones de los banqueros. Pero pronto se volvió claro que había fallado en su intento. En cuanto las megabancos reportaron ganancias que jamás se había alcanzado con anterioridad, la industria utilizó todo lo que tenía a su disposición para luchar en contra de las moderadas reformas que la administración estaba proponiendo (p. 5).

¿Cómo es que, estando cerca del colapso del sistema financiero y de su desesperado rescate, el gobierno falló en tener una ventaja real sobre los bancos más grandes? (p. 5).

En marzo de 2009 los bancos de Wall Street eran más que un grupo de interés. Durante los últimos treinta años se habían convertido en una de las industrias más ricas en la historia económica de Estados Unidos, y además unas de las fuerzas políticas más poderosas en Washington. La ideología de Wall Street se convirtió en la posición con más consenso en Washington (p. 5).

La influencia política de Wall Street ayudó a crear el entorno laissez-faire, en el cual los bancos se volvieron más grandes y riesgosos. Pero la influencia política también permitió que cuando el gobierno rescató al sistema financiero lo hiciera en términos que le fueran favorables a los bancos. Entonces, el "estamos todos juntos en esto" realmente significó que los bancos más grandes estaban enlazados al corazón del sistema político, y el gobierno había decidido que necesitaba a los bancos al menos tanto como los bancos necesitaban al gobierno (p. 6).

Los bancos de Wall Street son la nueva oligarquía estadounidense. Las ganancias fuera de control y las bonificaciones en el sector financiero fueron transmutadas en poder político, a través, por ejemplo, de las contribuciones para campañas electorales. Pero esas ganancias y esas contribuciones también reforzaron la credibilidad y la influencia de Wall Street (p. 6).

Ya anteriormente la industria de derivados había luchado ante la amenaza de una regulación. En 1994, grandes pérdidas en el intercambio de derivados condujo a numerosas demandas y a una investigación por parte del congreso. Gracias a las demandas se descubrió que los vendedores de derivados estaban mintiendo a sus clientes. Ante una potencial amenaza de una legislación por parte del congreso, la industria, junto con su grupo de presión (lobbying group), luchó en contra de esta, apoyados además por sus amigos dentro del gobierno. La amenaza de regulación fue evitada, y la industria regresó a inventar derivados incluso más complejos para mantener sus márgenes de ganancia (p. 8).

Para 1998 cuando se comenzó a cuestionar las finanzas modernas y la regulación financiera, los ejecutivos de Wall Street ya tenían mucha simpatía dentro del gobierno e importantes responsables políticos (policymakers) estaban inclinados a seguir sus consejos. Las finanzas ya se habían vuelto complejas, y de las cuales solo los banqueros de Wall Street y los académicos comprendían. En ese entonces la mayoría de la élite de Washington ya pensaba que lo que era bueno para Wall Street era bueno para Estados Unidos (p. 9-10).

La falla de regular, no solo los derivados, sino también muchas innovaciones financieras, hizo posible una larga década de frenesí financiero que terminó creando la peor crisis financiera y la más profunda recesión desde la Segunda Guerra Mundial (p. 10).

Los derivados Over the counter (OTC) (1) crecieron por encima de los $ 20 billones de dólares para 2008; Los contratos de permuta de cobertura por incumplimiento crediticio (Credit default swaps, CDS) (2) crecieron por arriba de $ 3 billones de dólares, contribuyendo a inflar la burbuja hipotecaria; cuando la burbuja estalló, el colapso en el valor de las garantías basadas en el mercado de la vivienda, desencadenó la crisis financiera. La economía estadounidense se contrajo 4 por ciento, las instituciones financieras tuvieron pérdidas arriba de un billón de dólares, y el gobierno de Estados Unidos y otros gobiernos rescataron sus sectores bancarios con paquetes de rescates con valor de cientos de miles o billones de dólares (p. 10).

Las decisiones de rescatar el sector bancario también tuvieron implicaciones significativas para la sociedad estadounidense y la economía global. No sólo decidieron rescatar el sistema financiero, sino que además lo hicieron extendiéndoles un cheque en blanco a los bancos más grandes y poderosos en su momento de más necesidad. El gobierno decidió no imponer condiciones que permitieran reformar la industria. Decidió mantenerse con los bancos que tenía (p. 11).

Cuando llegó la crisis de 2008, tanto la administración de George Bush y de Obama estaban ampliamente manejadas por personas que venían de Wall Street o que habían construido políticas a favor de estos. No había un intento serio de romper los grandes bancos o de reformar la regulación financiera. La reforma fue puesta sobre la mesa cuando los bancos más poderosos ya se habían hecho más grandes, volvieron a ser rentables y recuperaron su influencia política (p. 11).

Puede que la reforma tenga algunas mejoras -como una mejor protección a los consumidores contra las prácticas abusivas de las instituciones financieras-, pero el núcleo del problema -que son "demasiado grandes para quebrar" y suficientemente poderosos para inclinar el panorama político a su favor- se mantendrá en tanto que Wall Street regrese al negocio tal y como antes (p. 12).

Los bancos más grandes fueron los que más ganaron con la crisis financiera. JPMorgan Chase, Bank of America, y Wells Fargo compraron a sus rivales para hacerse incluso más grandes. Los bancos más grandes aumentaron sus acciones de mercado en todo, desde la emisión de tarjetas de crédito hasta la emisión de acciones de nuevas compañías (p. 12).

Si las condiciones básicas del sistema financiero que crearon la crisis financiera y la recesión global siguen siendo las mismas, el resultado será el mismo, incluso si los detalles difieren. Las condiciones traerán otra crisis, donde los efectos podrían ser peores debido a que el sistema bancario está más concentrado que antes y que además tiene una sólida garantía gubernamental (p. 13).

La alternativa es reformar el sistema financiero, hacer regulaciones bancarias, tales como las de los años treinta, que protejan el bienestar del sistema financiero por los siguientes cincuenta años. Un pilar central de esta reforma debe ser romper los megabancos que dominan el sistema financiero (p. 13).

(1) Contratos en los cuales dos partes apuestan en el movimiento de los precios de los activos, tales como divisas, acciones o bonos (Johnson, Simon y James Kwak (2010), 13 Bankers : The Wall Street takeover and the next financial meltdown, New York, Pantheon Books, p. 10).

La característica de estos mercados es que la negociación se lleva a cabo directamente entre dos partes, sin que entre en juego ningún organismo regulador o de control del mercado (http://www.rankia.mx/blog/contratos-por-diferencias/2159257-nueva-regula…).

"The phrase "over-the-counter" can be used to refer to stocks that trade via a dealer network as opposed to on a centralized exchange. It also refers to debt securities and other financial instruments such as derivatives, which are traded through a dealer network" (http://www.investopedia.com/terms/o/otc.asp#ixzz3ol3ULfZj)

(2) Swap: "The exchange of one security for another to change the maturity (bonds), quality of issues (stocks or bonds), or because investment objectives have changed" (http://www.investopedia.com/terms/s/swap.asp)

"A credit default swap is a particular type of swap designed to transfer the credit exposure of fixed income products between two or more parties. In a credit default swap, the buyer of the swap makes payments to the swap"s seller up until the maturity date of a contract. In return, the seller agrees that, in the event that the debt issuer defaults or experiences another credit event, the seller will pay the buyer the security"s premium as well all interest payments that would have been paid between that time and the security"s maturity date"

(http://www.investopedia.com/terms/c/creditdefaultswap.asp)

Datos cruciales:

A marzo de 2009, la bolsa de valores estadounidense cayó 40% en siete meses, mientras que su economía perdió 4.1 millones de empleos. La producción mundial total se contraía por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial (p. 3).

En 2009 las acciones de Citigroup se negociaban por debajo de $ 3 dólares por acción, cerca del 95% debajo de su punto más alto; y las acciones de Bank of America habían perdido 85% de su valor (p. 3).

En 1983, Citibank tenía $ 14 mil millones de dólares en activos, es decir 3.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos. En 2007, nueve instituciones financieras eran en relación de la economía estadounidense más grande que lo que fue Citibank en 1983. En 2009 los activos de Bank of America eran 16.4 por ciento del PIB, seguido por JPMorgan Chase con 14.7 por ciento y Citigroup con 12.9 por ciento (p. 12).

– La vida eterna de los megabancos estadounidenses (Project Syndicate – 24/4/10)

Washington, DC.- La economía mundial se enfrenta a un problema de proporciones: los grandes bancos de los Estados Unidos siguen siendo "demasiado grandes para quebrar", lo que significa que si uno o varios de ellos estuvieran en graves problemas, el gobierno tendría que salvarlos porque las consecuencias de la inacción son demasiado sombrías.

Muchos reconocen este problema: no sólo autoridades de gobierno, sino los mismos directivos de los bancos. De hecho, hay casi unanimidad en torno a que corregirlo es asunto de máxima prioridad. Hasta Jamie Dimon, el poderoso presidente del muy grande JP Morgan Chase, recalca que hay que poner fin al "demasiado grande para quebrar."

Lamentablemente, el enfoque que ha propuesto la administración Obama para poner punto final a este problema (que ahora ha de abordar el Congreso estadounidense) está condenado al fracaso.

La atención legislativa se centra en la actualidad en el proyecto de ley de reforma financiera del Senador Christopher Dodd, que la ha hecho llegar al Comité de Asuntos Bancarios del Senado y que probablemente se debata pronto en la cámara alta. El proyecto de Dodd crearía una "autoridad resolutiva", es decir, una entidad de gobierno con poder legal para intervenir y cerrar las instituciones financieras fallidas.

Quienes proponen el proyecto argumentan que su enfoque se basa en el éxito de la Corporación Federal de Seguros de los Depósitos Bancario (FDIC), que tiene un largo historial de cierre de bancos de tamaños pequeño y medio en los EU, causando un mínimo de perturbaciones y sin pérdidas para los depositantes. En este contexto "resolutivo" significa que se despide a los gerentes del banco, se borra de un plumazo a los accionistas y los acreedores que no cuentan con seguros pueden sufrir pérdidas. En esencia, ésta es una forma de bancarrota, aunque con un mayor nivel de discreción administrativa (y, supuestamente, más protección para los depositantes) del que sería posible en un proceso supervisado por los tribunales.

Aplicar este proceso a bancos de gran tamaño y a instituciones financieras que no son formalmente bancos (y que no tienen depósitos de particulares asegurados) se lee bien en el papel. Sin embargo, en la práctica implica dificultades insuperables.

Piénsese en el momento crítico en que haya que tomar la decisión, cuando un megabanco, como JP Morgan Chase (con una hoja de balance de cerca de 2 billones de dólares) pueda estar al borde de la quiebra. Usted es una autoridad de alto nivel, quizás el Secretario del Tesoro y un asesor clave del Presidente de los Estados Unidos, porque allí es donde debe cortarse el cable.

Tiene entre sus armas la Autoridad Resolutiva del Senador Dodd y entra a una reunión decisiva, firmemente decidido a no salvar al banco en apuros o, en el peor de los casos, a salvarlo con un recorte (es decir, pérdidas) sustanciales para los acreedores no asegurados. Entonces, alguien le recuerda que JP Morgan Chase es una compleja institución financiera global.

La Autoridad promovida por Dodd permite al gobierno estadounidense únicamente determinar los términos de una intervención oficial dentro de EU. En decenas de otros países donde JP Morgan posee filiales, sucursales y otros tipos de negocios, sería una bancarrota hecha y derecha, y varios gobiernos entrarían al juego con distintas disposiciones ad hoc.

Las consecuencias de esta combinación de respuestas sin coordinar serían amplias, espeluznantes y cercanas al caos, exactamente lo que ocurrió con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, y cuando el gobierno estadounidense tomó el control de AIG (de hecho, en una estructura de tipo resolutivo que implicó pérdidas para los acreedores) dos días más tarde

La existencia de una autoridad resolutiva estadounidense no ayuda a contener el temor ni a limitar el pánico que ocasiona un gran banco global en problemas. La quiebra de un banco así se manejaría de manera más ordenada si se utilizara una entidad resolutiva trasnacional. Sin embargo, no existen mecanismos de este tipo, ni perspectivas de que se cree alguno en el futuro cercano. Las autoridades responsables de otros países del G-20 son muy claras al respecto: nadie va a acordar de antemano una manera específica de manejar la caída de ningún banco de gran tamaño.

En el momento en que JP Morgan Chase -o cualquiera de los seis grandes bancos de Estados Unidos- caiga, la opción será la misma de septiembre de 2008: ¿Se lo rescata, o se lo deja caer, enfrentando el riesgo de que se desate el caos en los mercados y se repita la Gran Depresión?

¿Qué decidirá el presidente? Puede que haya prometido, incluso públicamente, que los acreedores han de ser quienes sufran las pérdidas, pero al borde del precipicio, ¿qué le va a recomendar el acosado asesor? ¿Realmente va a argumentar que debe dar el salto, y lanzar al abismo los empleos y las viviendas de millones de personas y sus familias? ¿O dará un paso atrás y encontrará alguna nueva e ingeniosa manera de salvar el banco y proteger a sus acreedores con dineros públicos, la Reserva Federal, o algún otro poder de emergencia?

Con toda probabilidad, dará un paso atrás. Cuando ya se han hecho las apuestas, es mucho menos atemorizante salvar un megabanco que dejarlo caer.

Por supuesto, los mercados crediticios lo saben, así que les prestan a menor interés a JP Morgan Chase y a otros megabancos que a los bancos de menor tamaño que realmente pueden terminar en la quiebra. Y esto hace que los grandes crezcan todavía más. Y mientras más grandes son, más a salvo están los acreedores… ya podemos ver hacia dónde va todo esto.

El proyecto del Senador Dodd, tal como está redactado hoy, no pondrá fin al "demasiado grande para quebrar". Como se puede inferir del título de mi nuevo libro, cuya autoría comparto con James Kwak, 13 Bankers: The Wall Street Takeover and the Next Financial Meltdown (13 bancos: La toma de control de Wall Street y el próximo desastre financiero), las consecuencias globales serán muy serias.

(Simon Johnson, ex economista en jefe del FMI, es cofundador de un importante blog sobre economía, http://BaselineScenario.com, profesor en el MIT Sloan y miembro senior del Instituto Peterson de Economía Internacional)

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Autor:

Ricardo Lomoro

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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