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Metapsicología de la vejez (página 2)




Enviado por Dr Jose Cukier



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Elementos para una clínica de la incertidumbre

Clínica de la incertidumbre

¿Cómo es posible determinar que el proceso de tramitación de la madurescencia promueve el crecimiento y el desarrollo?

Quiero presentar cinco indicadores que serían consecuencia directa de la tramitación (relativa) de la segunda moratoria, uno central y cuatro subsidiarios (Montero 2008) (Montero 2013).

El reconocimiento de la incertidumbre (mors certa, hora incerta) es un indicador de la elaboración de la madurescencia y se vincula con la transitoriedad de la existencia. Esta vivencia proviene directamente de la percepción inconsciente de que lo que queda por vivir está vinculado con la segunda moratoria y sus efectos psíquicos.

Quiero señalar que Freud (1919h) aludió a la incertidumbre vinculándola con lo ominoso, algo que en su grado máximo puede promover un tipo de defensas extremas que son evidentes en las crisis madurescentes, porque la intolerancia a la incertidumbre presenta lo ominoso de manera directa en la vida psíquica rompiendo la integración psíquica (Colarusso & Montero 2011).

Detallo dos viñetas clínicas que pondrán en evidencia la trascendencia que posee el concepto. El primero de los ejemplos trata acerca de un profesional exitoso de cuarenta y cinco años, casado y padre de tres hijos, quien llega a la sesión muy angustiado por «la situación del país», la que considera que está tornándose «muy poco segura», algo que lo lleva a iniciar un paulatino proceso de rescate de su patrimonio en el exterior, como para «preservar su futuro» y el de sus hijos. Quiero ofrecer una interpretación a manera de ejemplo de cómo puede reconocerse e intentar tramitar la incertidumbre durante el inicio de la madurescencia:

—Yo no tengo dudas de que podrá encontrar la manera de preservar su patrimonio, pero creo que lo que me está contando es algo mucho más profundo: su preocupación por encontrar algún lugar a salvo de la incertidumbre que le plantea la vida adulta. Porque cuando habla de «la situación del país», está hablando de su situación como adulto, urgido de administrar la enorme cuota de incertidumbre a la que se enfrenta todos los días. Asimismo, quizás también aluda a «la situación del análisis», el que en lugar de ofrecerle un consuelo que lo tranquilice, le plantea confrontar permanentemente con una serie de preguntas que formular una y otra vez que generalmente no tienen respuesta.

El segundo ejemplo clínico trata de un profesional exitoso de cincuenta años, divorciado y padre de cuatro hijos. Tiene mucho «miedo de volar» (en avión), en su decir, algo que entra en conflicto con la profesión que ejerce porque lo obliga a reiterados viajes. Comenta la cantidad de tranquilizantes que toma cuando viaja. A punto de otro viaje llega a la sesión demudado y angustiado, rogándole al analista que le asegure que el avión no se va a caer: —Yo no le voy a decir a usted que es un miedoso porque usted mismo se encarga de decirlo a cada rato, pero me parece que lo que me pide cuando alude al temor a volar es que le asegure que no se va a morir. Y yo no puedo mentirle: algún día usted también se va a morir, igual que yo o que cualquier otra persona. Creo que me lo pide de la misma manera que alguno de sus hijos podría estar pidiéndole que lo tranquilice ante algún temor; pero sus hijos todavía están urgidos de creer que el padre tiene la solución para todos los problemas y temores, porque todavía son chicos. Como usted ya es grande, yo no lo ayudo si lo infantilizo mintiéndole que el avión no podría caerse, porque de hecho, algunas veces los aviones se caen en pleno vuelo. Creo que lo ayudo, sin embargo, si consigo que no se caiga «el avión del análisis», algo que podremos mantener en pleno vuelo si reconoce la incertidumbre natural a la que tiene que acostumbrarse por el simple hecho de ser adulto.

Considero que esta vivencia de incertidumbre es el núcleo clínico a partir del que puede elaborarse la irrupción de la madurescencia. El primer caso implica una relativa integración de la incertidumbre, mientras que el segundo, al ser tan notoria la preocupación por la muerte, estaría indicando precisamente el fracaso de esa integración.

En este punto comienza a ser importante la consideración acerca de lo que efectivamente sucede en el proceso psicoanalítico, porque la disposición del analista hacia su propia vivencia de incertidumbre será un factor imprescindible para poder acompañar un proceso análogo en el paciente. Suelo referirme a esta temática como la cesura de la incertidumbre en la madurescencia, proponiendo la existencia de una cesura (Bion 1977) entre paciente y analista que será patognomónica de ese único proceso de análisis. A través de esta cesura podrá investirse y desinvestirse —muchas veces en simultáneo— la incertidumbre que entre ambos están generando, facilitando o impidiendo la elaboración. A la vez, pareciera que la cesura de la incertidumbre «está viva» y muta permanentemente su rostro y su ropaje, de acuerdo a que el paciente y el analista se aproximen a ella o se distancien.

Quiero señalar también que coincido con los planteos de Edward Said (2006) acerca del «estilo tardío» en la creación literaria y musical de varios artistas. Estos son ejemplos de quienes han podido integrar la vivencia de incertidumbre a su creatividad, algo que potencia su producto hacia una apertura que evidencia una alternativa de compromiso individual no regulada por el espíritu de la época. Queda abierta la pregunta acerca de la traslación de este «estilo tardío» a la vida cotidiana de cualquier persona, no necesariamente un artista, propósito que también sería imprescindible investigar.

Por estas razones es que propongo la integración de la incertidumbre —el indicador clínico por excelencia de la tramitación psíquica de la madurescencia— en tensión permanente con la desintegración implícita cuando aparece la preocupación por la muerte, por supuesto que siempre en casos de ausencia de enfermedad física (Ciancio de Montero & Montero 2008).

Suelo sostener que quien teme envejecer y morir es porque ha detenido su crecimiento y desarrollo. Cuando la incertidumbre está integrada el individuo se dedica a vivir, reconociendo el envejecimiento como algo natural, a pesar de que siempre se manifieste a través de «el punto más espinoso del sistema narcisista».

Subsidiario de la vivencia de incertidumbre propongo el reconocimiento del odio y la destructividad hetero y autodirigidos como inherentes a la naturaleza humana. Jaques (1965) fue el primero en indicar que la crisis de la «mitad» de la vida implicaba también este reconocimiento, una consecuencia directa de la (relativa) tramitación de la madurescencia, algo que decanta de la (re)actualización y (re)elaboración del conflicto de Edipo. Este reconocimiento devendría también de la ambivalencia afectiva constitucional inherente a la naturaleza humana.

Durante la madurescencia puede suceder también un cambio en la percepción subjetiva del tiempo, algo que implica una valoración diferente del presente, a la vez que se (re)significan el pasado y el futuro en crónico conflicto bifronte, experiencia insondable que queda subsumida en la incertidumbre del presente en un proceso circular y permanente.

Un tercer elemento que decanta de la vivencia de incertidumbre tiene que ver con una nueva integración de la historia personal, posibilitando una resolución diferente de la novela familiar (Freud 1909c [1908]) y del mito personal. De manera similar se expresa Bollas (1989) cuando diferencia entre hado (fate) y destino (destiny), y distingue sus orígenes, propósitos y la eventual transformación del hado en destino, algo que puede considerarse específico de la madurescencia por la fuerza de la filogenia y de la biología extendida puesta en juego durante la misma.

Finalmente, y como cuarto elemento subsidiario, puede suceder un anclaje de la historia individual en la historia generacional como consecuencia de la nueva integración de la historia personal. Este proceso se operaría simultáneamente en dos direcciones. Un vector apunta hacia el pasado y el otro hacia el futuro. El vector que apunta hacia el pasado implica un proceso que promueve una (nueva) adquisición de la historia familiar (generacional), diferente a la que se opera con la identificación primaria; mientras que el vector que apunta hacia el futuro implica la delegación de los «atributos» (símbolos) de la juventud en la nueva generación en un proceso que implica la resolución del conflicto de confrontación generacional en todas sus variantes. Esta transmisión generacional (hacia las generaciones precedentes y hacia las generaciones subsiguientes) es evidencia de la tramitación de la moratoria madurescente.

Estos serían los cinco indicadores clínicos —uno central y cuatro subsidiarios—de una (relativa) transformación del trabajo psíquico que demanda la madurescencia. El logro de la madurescencia como crecimiento y desarrollo tiene un denominador común: el reconocimiento de la incertidumbre.

Bibliografía

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Blos P (1979): The Adolescent Passage. Developmental Issues, Internatinal Universities Press, Madison (Versión castellana: La transición adolescente, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1981.

Bollas C (1989): Forces of Destiny: Psychoanalysis and Human Idiom, Free Association Books, London (Versión castellana: Fuerzas de destino: Psicoanálisis e idioma humano, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993.

Ciancio de Montero AM & Montero GJ (2008): Para comprender la mediana edad: historias de vida, Entrevía Editorial, Buenos Aires.

Colarusso C & Montero GJ (2007): Transience during Midlife as an Adult Psychic Organizer: The Midlife Transition and Crisis Continuum, en The Psychoanalytic Study of the Child, volumen 62.

Colarusso C & Montero GJ (2011): Developmental and Psychopathological Issues of Intrapsychic Loneliness and Aloneness during Midlife: A Clinical Case, en Psychoanalysis, volumen 22, The Korean Association of Psychoanalysis.

Erikson EH (1951): Childhood and Society, W. W. Norton, New York (Versión castellana: Infancia y sociedad, Hormé, Buenos Aires, 1963).

Faimberg H (1985): El telescopaje de generaciones: la genealogía de ciertas identificaciones. Revista de Psicoanálisis, Asociación Psicoanalítica Argentina, tomo 42.

Freud S (1909c [1908]): La novela familiar de los neuróticos, Amorrortu Editores, tomo 9.

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Freud S (1912c): Sobre los tipos de contracción de neurosis, Amorrortu Editores, tomo 12.

Freud S (1914c): Introducción del narcisismo, Amorrortu Editores, tomo 14.

Freud S (1915b): De guerra y muerte. Temas de actualidad, Amorrortu Editores, tomo 14.

Freud S (1915c): Pulsiones y destinos de pulsión, Amorrortu Editores, tomo 14.

Freud S (1916a [1915]): La transitoriedad, Amorrortu Editores, tomo 14.

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Freud S (1916-17 [1915-1917]): Conferencias de introducción al psicoanálisis, Amorrortu Editores, tomo 16.

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Freud S (1919h): Lo ominoso, Amorrortu Editores, tomo 17.

Freud S (1920g): Más allá del principio de placer, Amorrortu Editores, tomo 18.

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Freud S (1923b): El yo y el ello, Amorrortu Editores, tomo 19.

Freud S (1924e): La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis, Amorrortu Editores, tomo 19.

Freud S (1926d [1925]): Inhibición, síntoma y angustia, Amorrortu Editores, tomo 20.

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Jaques E (1965): Death and the Midlife Crisis, International Journal of Psycho-Analysis, tomo 46. Versión castellana: Revista de Psicoanálisis, Asociación Psicoanalítica Argentina, 1966, tomo 23.

Montero GJ (2005): La travesía por la mitad de la vida: exégesis psicoanalítica, Homo Sapiens, Rosario.

Montero GJ (2009): Elementos para una metapsicología de la mediana edad y su relación con la muerte, en Revista de Psicoanálisis, tomo LXVI, Asociación Psicoanalítica Argentina.

Montero GJ (2013): Elements for a Metapsychology about Midlife, en Montero GJ, Ciancio de Montero AM & Singman de Vogelfanger L: Updating Midlife: Psychoanalytic Perspectives, Karnac Books, Londres.

Rawson H (1995): Dictionary of Euphemisms and Other Double Talk, Crown Publishers, New York.

Said E (2006): Sobre el estilo tardío. Música y literatura a contracorriente, Debate, Barcelona

 

 

 

Autor:

Dr Jose Cukier

 

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