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La deriva humana construye un paisaje a cada momento vivido (página 2)




Enviado por Rosa Vera Garcia



Partes: 1, 2

Según Iván Illich, la industria del
transporte moldea una nueva especie de hombres: los usuarios. El
usuario vive en un mundo ajeno al de las personas dotadas de la
autonomía de sus miembros. El usuario es consciente de la
exasperante penuria del tiempo que provoca recurrir
cotidianamente al tren, al automóvil, al metro y al
ascensor, que lo trasladan diariamente a través de los
mismos canales y túneles sobre un radio de 10 a 25 Km. El
usuario ha perdido la conciencia de los poderes físicos,
sociales y psíquicos de que dispone el hombre. Intoxicado
por el transporte, el hombre que gracias a sus pies no olvida que
el territorio lo crea el hombre con su cuerpo, y toma por
territorio lo que no es más que un paisaje visto a
través de una ventanilla por un hombre amarrado a una
butaca.

Yo quiero contrastar el trayecto en los dos medios de
transportes que utilizaba. El visible: autobús desde San
Fernando de Henares hasta la calle Alcalá, en la zona que
conecta con el transporte invisible: "el metro Pueblo Nuevo hasta
Legazpi".

A las 6 a.m., sea invierno o verano, la sensación
térmica es, como poco, fresca, y en invierno el
frío no invitaba a salir de casa; añádase la
oscuridad de la noche e imaginemos la pereza y la imposibilidad
que se rebullían debajo de la vestimenta para ocultar
semejante esperpento. En el recorrido hasta llegar a la parada me
perseguía el silencio, impuesto para no despertar a mi
padre. Sólo el crujir de mis pies dibujaba el camino,
apenas alumbrado por alguna luz eléctrica pobre, amarilla
y lejana de la calle. Los árboles de las aceras se iban
colocando a mi paso, dejando ver las pequeñas y bajas
casas de fachadas bicolores con tejados rojos, a modo de
sombreros sin estilo. Detrás de sus desiguales
tamaños asomaban (ya en aquella época algunos
edificios que, no podían ser muy altos pues las normativas
de la circulación área de aquel momento no lo
permitían), como cíclopes de ojos aún
entornados por la borrachera del sueño. Al aproximarme a
la parada del autobús el espacio se humanizaba,
encontrándome algún compañero de viaje
(cuando menos de parada) de los que no conocía sus nombres
pero sí sus andares, sus ropas y sus gestos y como no, su
próximo destino. A partir de este momento, el miedo me iba
abandonando, el calor y el color de la "cola" del autobús
me invitaba a reconocer una parte del trayecto que este
vehículo perdía en su frontal y limitada
perspectiva visual. Con los buenos días y el "por
favor vayan situándose en la parte delantera" del cobrador
se abría un trayecto diferente al de los pies. El
autobús entonces salía del pueblo,
acompañando a la vía del

tren que hasta la próxima población,
Vicálvaro (hoy por la dinámica de
segregación distrito de Madrid capital), tenía un
trazado paralelo a la carretera. A ambos lados de ésta, y
aún de noche, se distinguían las fábricas y
los almacenes de depósito; todos tenían una sombra
común: los postes del tendido eléctrico con
aquellas pequeñas botellas de porcelana blanca o de
cristal verde inglés. De Vicálvaro a Madrid, una
vez pasado el cuartel militar y el "cementerio del este", con sus
cipreses en punta, la luz del día nos iba desperezando
para llegar a través de la irregularidad
arquitectónica de las calles adyacentes a una de las
más populares y reconocidas calles de la capital: la calle
Alcalá. Ahí el panorama se alegraba durante unos
instantes, los precisos para bajar del autobús y ser
abducidos por el metro. La feria de luces de los escaparates de
los comercios de esa comercial calle, daba la sensación de
estar en un mundo más real. En el metro nos esperaban de
forma implacable tres cosas: dos estáticas, la taquilla
para coger el billete con su demorada cola, y dos armarios de
vigilantes para que no saltáramos la portezuela abatible
los que por adormecernos, no llegábamos a la "hora a
trabajar". La tercera, y extraordinariamente móvil: el
metro.

¿Cómo era posible que semejante
encadenamiento de tubos de mortadela con olor a carbón
recogiese tantas personas? Apretujadas unas contra otras,
haciendo como si no nos viéramos, sin pudor por la
proximidad. El funcionamiento de este medio de transporte me
pareció igual que el de la lombriz roja de tierra, que,
como sabemos, engulle la tierra, la limpia y la deposita de nuevo
fértil y productiva. A nosotros también nos
engullía, nos removía, nos aplastaba y nos
depositaba, incómodos pero precisos, en el lugar adecuado
para ponernos, listos, en manos de de la organización de
los procesos productivos. Pero yo me sentía actor y
público, reconociendo las peculiares transformaciones del
trayecto, coloreaba los días incluso. Sorprendida
encontraba en algún medio periodístico la recogida
de datos sociológicos como el fenómeno del
"frotteurs" (personas que por el exceso de trabajo, y de tiempo
durante la semana no practicaban el sexo, de tal manera que en la
obligada proximidad con otras, aunque totalmente desconocidas
llegaban a relaciones tan íntimas pero tan desconocidas e
impersonales, que se excitaban y entraban en éxtasis en un
abrir y cerrar de puertas de aquella gigante lombriz). Por
supuesto que alguna vez tuve la oportunidad de ver semejantes
escenas y otras las llegue a sufrir, si no me cambiaba a
empellones de lugar, buscando un espacio propio y sin tensiones.
Por cierto, nada comparado con los trasbordos: eran fascinantes;
cada día me retaba a mi misma para conseguir los mejores
tiempos, sortear el fluir de las personas en esas encrucijadas
humanas y de senaláticas … y eso que, por aquél
entonces, el metro no ofrecía la actividad comercial, ni
la diversidad humana tan pluralista que hoy podemos encontrar.
Así, en esa interacción llegaba en un tiempo
cuantitativo de 1h y 30" a la plaza de Legazpi, ya con una luz
que parecía las trompetas de los cuarteles
anunciándonos que daba comienzo la actividad
laboral.

Para mí, que una realidad no se sienta o sea
imprecisa, imperceptible y fluctuante no quiere decir que no
exista. San Fernando de Henares – Madrid 1.974. "Los mismos
factores que se coagulan conjuntamente de este modo en la
exactitud y precisión al minuto de la forma vital en una
imagen de elevadísima impersonalidad, actúan, por
otra parte, en la dirección de una imagen altamente
personal" (El ámbito urbano: lugares y
espacios).

ESPACIO URBANO COTIDIANO

Georges Perec, escritor, nació en París,
de origen judío y polaco. Perec sentía que el mundo
real era esencialmente precario y limitado, por ello creó
una ficción, intentando crear un universo que le confiera
"espacio" y le proporcione "seguridad y libertad de
acción". Lo describió de una forma tan
pormenorizada que llegará a cubrir buena parte de la
historia, geografía, política y bellas artes del
último siglo. La escritura de Perec viene definida por
otro rasgo, su extraordinaria precisión.

Trataré de hacer un seguimiento al escrito de
George Perec, pero mucho me temo que estando en estos momentos a
larga distancia de casa, no sea capaz de conseguir de mi memoria
ejercicio de recuperación tan arduo, y mucho menos con la
precisión que se espera.

En mi calle los inmuebles (se están construyendo
como guetos residenciales) no están necesariamente
alineados unos al lado de otros, aunque si aquellos que dan su
cara a la calzada. Esto significa que ahora ya se puede herir de
alineamiento por la parte posterior a la vía principal,
pues un solo número de la calle puede estar constituido
por varios bloques dispuestos en círculo y cerrados por
vallas iguales al exterior de los edificios, constituyendo
pequeños guetos sociales con sus propios jardines,
piscinas y zonas de recreo. Así pues, el alineamiento de
los edificios se mantiene en forma circular, procurando siempre
mantener la fachada en alineamiento paralelo.

En mi barrio la calle no separa casas, separa bloques
rectangulares, circulares, incluso octogonales, con forma de
colmenas, cuyas ventanas y puertas están
simétricamente colocadas. Seguramente que como sí
hieren de alineación no se permitan herir su propia
formación.

Algunas veces estos bloques están interrumpidos
por jardines o iglesias. Mi calle tiene nombre y, según la
ordenación urbanística, los números pares
quedan a la derecha y los impares a la izquierda. Ambos comienzan
la numeración teniendo en cuenta que el número
más bajo comienza orientado a la vía principal
más próxima, y siempre tomando como punto de
referencia la Puerta del Sol, Km "O" del cómputo
kilométrico de España.

Mi calle pertenece a un barrio –producto de la
gentrificación. Nuevo de Madrid, antes era un pinar – de
hecho el barrio se llama "Pinar de Chamartín" -, que
empezó siendo una zona Industrial, y gracias a la
reordenación urbana ahora se combina el paisaje de
cristal, aluminio, acero y ladrillo multicolor, ¡es
impresionante el espectáculo!. Con este tipo de
urbanización las calles son anchas, las aceras permiten el
paseo a los transeúntes con carritos de bebés y
niños alrededor de los padres. De vez en cuando la acera
se ve salpicada de raquíticos y nuevos árboles,
recién plantados. Porque, si bien es verdad que en la
ciudad es raro encontrarse árboles, Madrid en eso es la
excepción que confirma la regla, lo que en parte se lo
debemos a los diseñadores de jardines de Madrid de los
años ochenta que, con el fin de cambiar la
ideología y motivar al ciudadano, dio la oportunidad de
vestir la ciudad con árboles nominados y datados con el
del recién nacido, si sus padres lo creía
conveniente. Por el contrario ahora los planes
urbanísticos de la ciudad están remodelando las
vías y los cinturones de carreteras como la M-30, que
está arroyando las pocas zonas originales de arbolado que
quedaban en las orillas de este cinturón de
circunvalación.

En la zona en la que Georges Perec dice que los
automovilistas que ya no quieren circular dejan sus coches, no
está tan claro que tengan un reparto equitativo;
más bien, este reparto es imposible que lo sea, tendiendo
en cuenta que hay más vehículos que zonas adecuadas
para el estacionamiento, produciéndose un uso y abuso de
zonas destinadas a los peatones por parte de los coches, que
aún teniendo graves sanciones económicas no pueden
cumplir las normas. Inclusive ahora los coches urbanitas se
fabrican en un tamaño que pueden ubicarse debajo de ese
otro mobiliario urbano: Las farolas, que se encienden
automáticamente como describe Perec, y que a la hora de
elegir una vivienda no causan tanta fascinación, ya que si
bien son necesarias para un tránsito cómodo, si
queda a la altura de una de tus ventanas, no podrás
regular a tu antojo –sino que estará su luz
implacable a una hora implacable – la iluminación de
tu entorno, ni podrás controlar todos los insectos que
atraen tan deslumbrante espectáculo.

Como la norma de aparcamiento es incumplible toda la
señalización al respecto queda oxidada y obsoleta,
erguida con una soberbia inútil. Por eso ahora
los

especuladores de las zonas urbanas te venden la casa con
una plaza de garaje obligatoria y con ello obliga a las fachadas
a tener una apertura adicional a la calle: es la entrada y salida
del Garaje. Lo que unido a la nueva preocupación por la
seguridad ha cambiado la morfología de la entrada a
casa.

Ahora ya no te espera una puerta con un portero
automático solamente; ahora la entrada al edificio tiene
un espacio en forma de celda que contiene un vigilante con
cámaras de seguridad y medios de comunicación
extraordinariamente eficaces para controlar la entrada "de todo
el personal ajeno al/los edificios.

Ahora en las calles los cruces lineales, están
siendo sustituidos por glorietas, donde obligan a los
vehículos a circular más lento y evitar colisiones
por falta de visibilidad o exceso de velocidad. Estas glorietas
están siendo vestidas a modo de pequeñas islas
ajardinadas o bien resultan el espacio idóneo para exponer
alguna obra de arte, normalmente esculturas.

Mi calle tiene una cafetería muy coqueta, similar
a las de Montparnase, una pequeña librería
papelería, una peluquería de caballeros lindando
con una de señoras y una tienda del "olvido". Sus ruidos
se limitan al camión de la basura de las 7h 15"a.m. y a
los arranques y estacionamiento en horarios de oficinas de los
vehículos que usan los empleados de tan dignos edificios.
A los que acompañan un Burger King, un Gino"s y una tienda
de ropa de Bebés.

RECORRIDO CARTOGRAFICO a las 9h de
cualquier día de la semana con horario
lectivo.

Llevando al colegio al pequeño de
la casa:

Avda. San Luís – Avda. Burgos – Pio
XII, que hace un quiebro a la izquierda, dejándonos ver a
la derecha los blancos muros de la Escuela de Guerra Naval y su
Jefatura de apoyo logístico a la derecha. Entramos en la
avenida Pío XII – toda ella arbolada de tal manera
que si no fuese tan ancha me recordaría el efecto que
hacía en las antiguas carreteras las choperas que a ambos
lados de la carretera se unían en el cielo para construir
un túnel verde y fresco – divisando la División de
Formación y Comisaría del Distrito de
Chamartín que después de una callejuela le sigue la
Nunciatura apostólica, haciendo esquina con la calle
"Caídos de la División Azul"… la Embajada de
la India mantiene un palacete precioso de fachada longitudinal y
color crema adornada con palmeras. A la derecha hemos dejado el
Hotel Pio XII y a continuación un descampado que
está siendo preparado para construir un nuevo centro
médico privado. Comienza una zona residencial de chales y
palacetes de lujo a ambos lados de la Avenida, algunos de los
cuales han sido transformados de viviendas en colegios
infantiles, residencias, embajadas o sedes de organismos
oficiales, como el tribunal de Defensa de la Competencia.
Entramos por la calle de Jerez esquina con Pio XII dejando a la
derecha una sucursal de la Banca LLoyds, a la izquierda chales
-estas calles no tienen edificaciones altas, son todas viviendas
unifamiliares de lujo-. La calle Triana nos cruza en un solo
sentido y nos obliga a seguir al frente para tomar la calle San
Telmo, en cuyo esquinazo y a la derecha un guardia civil con
tricornio queda custodiando un palacete de estilo
árabe-españolizado – que no mozárabe
-de ladrillo rojo, que resulta ser la embajada de la
República Islámica de Irán. Tomando el giro,
nos recibe un naranjo asomado desde el otro lado de la verja de
una casa de dos plantas arropada de enredaderas y plantas
asilvestradas que contrastan con el resto de la jardinería
de la calle repleta de arizónicas y cipreses que mantienen
la postura políticamente correcta de la jardinería
arquitectónica del lugar. En la acera de la izquierda nos
encontramos con una residencia de ancianos, seguida de una
iglesia mormona. En el cruce con la calle Macarena giramos a la
izquierda y llegamos al colegio Willoghby collage cuyos muros
amarillos me recuerdan a los camiones de Mateu & Mateu dejo
al niño, observado por la casa de tipo andaluz con
torreón, donde vive Antonio Gala, seguida de la Embajada
de Paquistaní llena de negros ojos brillantes con fondo
"agitanao" que impiden e incrementan el desorden
aparcamentístico que originamos delante de la cochera del
embajador todas las mamás de los alumnos de ese
colegio.

Una vez ha terminado el combate vuelvo a tomar Pio XII
que se presenta con su polideportivo al frente y a la derecha la
continuación al trabajo.

Autor:

Carmen Moyano Rojas

Partes: 1, 2
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