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El carácter indispensable de la educación de la primera infancia (página 2)



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Ello justifica que en los primeros años de la
vida es donde se localiza los PERÍODO SENSITIVOS
(vista
que investigaron con sus gatos los Doctores Hubel y
Torsten, lenguaje, etc), Por este término se entiende
aquel momento del desarrollo en que una determinada cualidad o
función psíquica encuentra las mejores condiciones
para su surgimiento y manifestación, que en cualquier otro
momento de este desarrollo. De no propiciarse la
estimulación requerida en ese período, la cualidad
o función no se forma, o se forma deficientemente. No
importa que la estimulación se aplique con posterioridad,
transitado ya el período sensitivo, es poco lo que se
puede hacer, o se puede lograr.

Actualmente se sabe que el desarrollo del cerebro antes
del primer año de la vida es mucho más
rápido y extenso de lo que se conocía y
creía, y de que es más sensible a los factores del
medio ambiente de lo que siempre se ha reconocido. Esto hace que
las condiciones a las cuales el neonato se ve sometido, van a
tener un efecto inmediato en esta rapidez y sensibilidad del
cerebro, y como consecuencia, en las cualidades y funciones
psíquicas concomitantes. Si las condiciones son favorables
y estimulantes esto tendrá repercusiones inmediatas en el
aprendizaje y desarrollo, si son desfavorables o limitadas,
actuarán de manera negativa, perjudicando dicho
aprendizaje y desarrollo, a veces de forma
irreversible.

Está claro que nacemos con unas determinadas
potencialidades y el que las capacidades se desarrollen en mayor
o menor grado depende, sobre todo, de los estímulos que el
niño reciba, tanto de los adultos como de su entorno.
Evidentemente los adultos aprendemos cosas, aprendemos nuevas
habilidades, sin duda, pero las aprendemos utilizando las
conexiones neuronales que ya se establecieron en la
infancia.

En la línea anteriormente apuntada, datos
aportados en 1994 por investigaciones realizadas por la Carnegie
Corporation, en Estados Unidos, revelan que el medio ambiente,
léase estimulación, no solo afecta el número
de células cerebrales, las posibilidades de sinapsis entre
ellas y la manera como estas conexiones se establecen, sino que
esa influencia temprana del medio exterior deja huellas
definitivas en la psiquis humana, y que su falta causa
daños irreversibles en el individuo. La
investigación aludida señala las consecuencias
trascendentales que tienen las situaciones de alto riesgo o
desventajosas para los niños, y de cómo estas
pueden ser evitadas por medio de una intervención
temprana. Datos de esta investigación revelan que menores
considerados en la categoría de alto riesgo y que tuvieron
la posibilidad de asistir a programas educativos durante los
primeros seis meses de edad, redujeron el riesgo de retraso
mental hasta un 80%, y que a la edad de tres años estos
niños y niñas mostraban coeficientes e inteligencia
superiores en un 15 o 20 puntos comparados con otros,
también evaluados en situación de alto riesgo, y
que no habían tenido la oportunidad de asistir a estos
programas. El seguimiento de estos casos comprobó que a
los doce años funcionaban todavía a un nivel
superior de inteligencia, lo cual era aun más
significativo al alcanzar los quince años de
edad.

Estos datos sugieren que los programas de
estimulación temprana no solamente resuelven el
déficit o carencia en el momento, sino que tienen efectos
educativos de larga duración, lo cual está dado por
su aplicación en el momento necesario, por realizarse en
los períodos sensitivos del desarrollo.

La misma investigación revela que, no obstante,
la estimulación realizada algo más
tardíamente, como sucede cuando el niño tiene ya
tres años, también logra mejorías en el
desarrollo intelectual de estos niños, pero nunca
llegan a alcanzar el nivel de logro de los que empezaron a una
edad más temprana.

Este mismo estudio permite subrayar que el desarrollo de
la inteligencia, la personalidad y el comportamiento social en
los seres humanos ocurre más rápidamente durante
los primeros años. La mayoría de las células
cerebrales y las conexiones neuronales se desarrollan durante los
dos primeros años y en el desarrollo del cerebro -esencial
para aumentar el potencial del aprendizaje- intervienen no
sólo la salud y nutrición de los pequeños,
sino factores como el tipo de interacción social y el
ambiente que los rodea; los niños que sufren
tensión extrema en sus primeros años pueden ser
afectados desfavorable y permanentemente en el funcionamiento del
cerebro. Los niños que disfrutaron de la
interacción estimulante con otros niños y con
juguetes –y que contaron, además, con buena
nutrición- muestran un mejor desarrollo de las funciones
del cerebro a la edad de 15 años, que aquellos
niños desnutridos y sin haber recibido una
estimulación temprana.

Otro importante estudio desarrollo en Estados Unidos por
L. Schwenhart muestra cómo un grupo de niños entre
3 y 4 años de edad, provenientes de un barrio de bajos
ingresos fue dividido al azar en dos subgrupos. El primero
participó en una experiencia "preescolar" de buena calidad
y el segundo no. Ambos grupos fueron evaluados
periódicamente hasta que sus integrantes cumplieron 27
años de edad. La investigación experimental
determinó que quienes asistieron al "buen programa de
preescolar" disfrutaron de un nivel de escolaridad
significativamente superior; salarios significativamente
más altos; mayor probabilidad de tener vivienda propia; y,
menor dependencia de los servicios sociales.

Los trabajos de R. Myers, publicados en 1998
señalan que tanto los estudios de la Carnegie Corporation,
como de L. Schwenhart son válidos para países del
denominado "Tercer Mundo", encontrando una nueva variable. Una
sistematización de 15 estudios que compararon niños
con y sin educación temprana en diez países
diferentes señala entre otras ventajas de la
educación de la primera infancia que:

Y el acceso a
intervenciones tempranas suelen tener efecto positivo sobre el
progreso y desempeño escolar, con descensos sustantivos en
las tasas de deserción y repetición.

Y los niños pobres pueden beneficiarse
más de los programas multifacéticos que sus pares
más privilegiados.

Por todas las anteriores razones es tan importante la
atención educativa durante la primera infancia. En
particular, la atención de niños provenientes de
familias en situación de marginalidad tiene un enorme
potencial para compensar las carencias de los propios hogares y
contribuir substantivamente a romper el círculo vicioso de
la pobreza.

Cabría, por ultimo recordar la historia de Kamala
y Amala, niñas que fueron raptadas a edades muy tempranas
por lobos en la India en las primeras décadas de este
siglo, y cuyo caso fue difundido por el psicólogo indio
Rid Singh, que tuvo la oportunidad de estar en contacto con
ellas. Estas niñas, aunque fueron integrados a un medio
social que les podía proporcionar la estimulación,
no pudieron realmente completar su proceso de
humanización. La explicación científica de
este hecho está en las propias particularidades de la
infancia, y en el conocimiento en la misma de los períodos
sensitivos del desarrollo. Por este término se entiende
aquel momento del desarrollo en que una determinada cualidad o
función psíquica encuentra las mejores condiciones
para su surgimiento y manifestación, que en cualquier otro
momento de este desarrollo. De no propiciarse la
estimulación requerida en ese período, la cualidad
o función no se forma, o se forma deficientemente. No
importa que la estimulación se aplique con posterioridad,
transitado ya el período sensitivo, es poco lo que se
puede hacer, o se puede lograr. Por eso Kamala y Amala, aunque
fueron integrados a un medio social que les podía
proporcionar la estimulación, no pudieron realmente
completar su proceso de humanización, pues su mundo,
cuando su cerebro estaba sensible para asimilar la experiencia
humana, no era un mundo humano sino un mundo de lobos, un medio
animal. De ello se concluye que no es condición suficiente
para convertirse en un ser humano el hecho de poseer un cerebro
humano. Se requieren condiciones humanas de vida para que el
proceso de humanización se lleve a cabo, y que tiene que
considerar no solamente que existan las condiciones, sino
también que las mismas actúen en el momento
preciso.

Otro caso muy conocido en la literatura clásica
sobre estos temas es el de las niñas Isabelle y Genie, las
hijas ilegitimas de una sordomuda. Cuando se encontraron,
Isabelle tenía seis años y medio y pasó
deprisa las etapas normales de adquisición de la lengua y
finalmente consiguió un cierto dominio del sistema de los
adultos. Genie, sin embargo, fue encontrada a los catorce
años y aunque desde el primer momento fue entrenada para
hablar mostró muchas dificultades en aplicar las reglas de
la gramática y no consiguió aprender las
estructuras de la lengua. La capacidad de adquirir la lengua
materna está restringida a la primera infancia, porque
después, como se ha observado en estos casos de
aislamientos extremos, no es posible hablar de una
adquisición normal del lenguaje. El cerebro humano
está especialmente preparado para adquirir una lengua
hasta una determinada edad, a partir de la cual la
adquisición del lenguaje se convierte en una tarea
difícil o incompleta. Los trabajos de la doctora Patricia
Kuhl, de la Universidad de Washington sobre la percepción
del habla durante la primera infancia son muy significativos. La
Dra. Kuhl afirma que los bebés nacen con la capacidad de
diferenciar los sonidos que se encuentran en todas las lenguas
humanas. En su investigación ha encontrado que hacia los
seis meses de edad los niños ya han captado los sonidos
particulares que se emplean en su lengua materna. El simple hecho
de oír hablar a los adultos altera los sistemas de
percepción de los niños. Este aprendizaje
perceptivo inicial hace que el niño sea sensible a su
entorno lingüístico, pero también hace que sea
vulnerable a él y acabe convirtiéndose
prácticamente en un rehén del mismo "cuando el
niño cumple su primer año el mapa auditivo ya
está completado", a los doce meses, los niños han
perdido la habilidad para discriminar sonidos que no son
significativos en su lengua materna y su balbuceo ha adquirido el
sonido de su propia lengua".

El reconocimiento de estos hechos no es algo que haya
estado dado por siempre, y la formación y educación
del niño en las primeras edades, ha recorrido un largo
camino antes de alcanzar el criterio de cientificidad que hoy en
día tiene.

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