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El efecto Westermarck y el complejo de Edipo (página 2)



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Por lo tanto el objetivo principal de este trabajo consiste en explicar las implicaciones que tiene el Efecto Westermarck sobre la teoría psicoanalítica freudiana del Complejo de Edipo, a partir de la confrontación de las ideas de Freud y Westermarck, principalmente, por medio de la exploración las evidencias científicas actuales acerca de las bases biológicas de la inhibición, desinterés o rechazo del incesto, la exposición de los argumentos, tanto de la teoría darwiniana de la Evolución, desde Westermarck, como de la Teoría Psicoanalítica, desde Freud, sobre el incesto y su prohibición, y analizar las implicaciones que los descubrimientos evolucionistas tienen sobre los planteamientos psicoanalíticos del Complejo de Edipo.

La prohibición del incesto, junto con la prohibición del asesinato y el canibalismo, han sido una constante en el desarrollo de las ciencias sociales y humanas como fundamento y origen de lo que se denomina cultura o civilización. Durante décadas la antropología, el psicoanálisis, la psicología y la sociología han elaborado varios de sus principales constructos teóricos partiendo de esta hipótesis para tratar de explicar el pensamiento, las motivaciones, las emociones y el comportamiento del ser humano.

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Charles Darwin

Hoy, en los comienzos del siglo XXI, el modelo darwiniano de la evolución ha sido retomado por las ciencias humanas, después de un largo período de olvido, para tratar de aportar un nuevo punto de vista sobre la condición humana, ya no desde la especulación sino de la comprobación empírica. Para demostrarlo se han realizado estudios controlados en comunidades humanas que han puesto en evidencia que el comportamiento evitativo del Homo sapiens con respecto al incesto no difiere significativamente del de otras especies, incluidas algunas especies vegetales. La misma conducta evitativa puede decirse del asesinato y el canibalismo.

Tanto en animales como en vegetales, la reproducción sexual ha procurado la exogamia por regla general (aunque en la naturaleza siempre hay excepciones a todas las reglas), pues parece que la reproducción sexual tiene ciertas ventajas sobre la reproducción asexual en algunas especies, la nuestra incluida, ya que aumenta la variabilidad hereditaria aumentando el pool genético de la población y disminuye así la probabilidad de ser aniquilada totalmente por algún factor externo, lo cual es fundamental en especies de baja tasa reproductiva, que deben invertir altas cantidades de energía en la procreación y crianza de unos pocos hijos.

Edward Alexander Westermarck, antropólogo finlandés, a principios del siglo XX, sospechó que las ideas de Charles Darwin podían ayudar a explicar la dinámica de la llamada prohibición del incesto y también de las relaciones familiares en general. Pero en su aventura se topó con la resistencia de importantes personalidades de la época como Sigmund Freud y Claude Lévi-Strauss, quienes defendían una posición culturalista, lo que hizo que sus hipótesis evolutivas fueran primero desprestigiadas entre la comunidad académica de la época y luego relegadas al olvido.

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Edward A. Westermarck

Edward Westermarck es el autor del llamado Efecto Westermarck, que explica gran parte de las relaciones familiares entre los seres humanos a partir del modelo darwiniano de la evolución. Su afirmación central consiste en que tanto en los mamíferos superiores como en el ser humano, la convivencia durante los primeros años de vida es la que detona el mecanismo natural de inhibición o rechazo a las relaciones incestuosas, y no la norma cultural. Lo anterior tiene profundas implicaciones sobre la teoría psicoanalítica del Complejo de Edipo, ya que no sería entonces el Nombre del Padre lo que estructuraría al sujeto y lo separaría del Deseo de la Madre, sino que sería la misma biología la que procuraría que esta separación se diera en aras de la diversidad genética y de la evitación de taras en la progenie.

No sería muy aventurado afirmar que los hombres que fundaron las grandes teorías que atravesaron la historia del siglo XX, como Darwin, Freud y Marx, tuvieron en su momento unos medios limitados para verificar sus construcciones teóricas, pero la observación y la intuición los llevó a postular ciertas afirmaciones, con la idea de que el futuro trajera consigo la comprobación de éstas. El futuro llegó y puso a tambalear algunas como el psicoanálisis y el marxismo y dejó en firme sólo unas pocas, entre ellas el darwinismo. Dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince:

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Sigmund Freud

"De las tres grandes especulaciones científicas del siglo XIX –el marxismo en economía, el Freudismo en sicología y el darwinismo en biología- solamente sigue en pie (y cada vez con más comprobaciones y prestigio) la teoría de la evolución de Darwin. Se la ha aplicado con éxito a muchísimas especies vivas, y sin ella no se entenderían ni las variaciones del genoma ni la supervivencia de las secuoyas ni la trompa de los elefantes. Pero por lo menos hasta la segunda mitad del siglo pasado se vio siempre como una herejía inadmisible el intento de aplicarla también para la comprensión de los motivos más hondos de la mente y la sicología humanas"1. Es cierto que la intuición juega un papel importante en el desarrollo de la ciencia, pero es la comprobación la que finalmente le da el carácter científico al asunto. La intuición ayuda a hacer rápidas asociaciones entre ideas, pero algunas veces estas asociaciones son equivocadas. La intuición es un mecanismo primitivo diseñado para sobrevivir, no para hacer ciencia. Aunque le haya servido a grandes personajes de la ciencia, incluyendo al premio Nobel de Medicina y precursor de la etología, Konrad Lorenz, hay que reconocer que la intuición es necesaria en el proceso científico pero no es suficiente.

Edward Wilson, padre de la sociobiología, en entrevista con el periodista y escritor francés Guy Sorman, dice:

"Darwin había aplicado la teoría de la evolución a las formas externas, a la anatomía humana o animal. Un salto decisivo, me explica Wilson, fue efectuado en los años treinta por el sabio austriaco Konrad Lorenz. Éste explica no solamente la evolución de las formas, sino también las del comportamiento animal, por la lógica darwiniana: crea una nueva ciencia, la etología. […] Lorenz era más intuitivo que científico, pues, en el momento de elaborar la teoría, Lorenz ignoraba el funcionamiento del sistema genético. Como Darwin, había presentido las leyes de selección natural de las especies, pero sin poder explicarlas. Esta explicación vendría más tarde, y confirmaría la teoría: todo el comportamiento, en el animal, es genético… o casi. También lo es "en parte en el hombre", agrega Wilson…".2

Darwin y Wallace lograron intuir el funcionamiento de los mecanismos de la evolución de las especies, a pesar de no contar con los importantes elementos que brinda actualmente la genética, lo que hace que el modelo inicial de estos hombres de ciencia carezca de algunas consideraciones importantes a las que ahora se tiene acceso, como el ADN, pero que mantiene su tesis central sobre la evolución como fruto de dos mecanismos que actúan conjuntamente: uno creador de variaciones hereditarias aportadas por el genoma y otro encargado de efectuar la selección por medio de la presión ambiental del nicho ecológico.

A muchos les molesta la idea de que el ser humano sea mirado desde la perspectiva animal, aunque la biología se empeñe en demostrar cada vez más que eso somos. Al punto que en algunas escuelas de Estados Unidos está legalmente prohibido hablar de evolucionismo, ya que sus implicaciones son nefastas para la enseñanza que imparten algunas comunidades religiosas sobre la historia bíblica de la creación contenida en el Génesis. Los llamados creacionistas han emprendido una cruzada a muerte contra la teoría de la evolución, con muy buenos resultados en términos políticos pero muy pobres en términos científicos.

Dice Abad en la edición 1288 de la revista Semana:

"Para los religiosos hay una discontinuidad absoluta entre los animales y el ser humano, pues los hombres estaríamos dotados de un alma hecha "a imagen y semejanza" de Dios, sin ningún parentesco con las especies llamadas inferiores, y por eso para ellos el estudio del alma se debe hacer con las herramientas de la fe, y no con las de la ciencia. Para muchos filósofos, al ser el hombre un ser racional y capaz de contradecir sus impulsos, no existe la tal "naturaleza" humana, pues esta nos convertiría en autómatas programados. Para sociólogos y antropólogos, en general, al ser el hombre un animal social, lo que determina nuestras costumbres sería la cultura, la educación y no la biología. (negrilla fuera del texto). Estudiar al hombre como un ser natural que guarda en la terquedad de sus instintos y apetencias la memoria de un pasado adaptativo remotísimo (de cientos de miles de años, en los que le convino tener esos comportamientos) era considerado una blasfemia".3

También afirma Desmond Morris en el prólogo del libro La política de los chimpancés: "Durante cientos de años se ha dicho que los humanos son radicalmente diferentes de otras especies animales; que mientras que estos no son más que "bestias brutas carentes de conocimiento", nosotros somos algo parecido a ángeles caídos del cielo. La verdad –el hecho de que seamos simios erguidos y no ángeles caídos del cielo- ha resultado inaceptable e insultante para la dignidad humana".4

No sólo para los religiosos hay una discontinuidad entre los animales y el ser humano sino también para muchos antropólogos, psicoanalistas, psicólogos, y sociólogos, por mencionar algunos campos del conocimiento humano que han fundado sus cimientos en la separación definitiva del ser humano y la naturaleza. Esta hipótesis de la escisión cultura-naturaleza ha posibilitado una vasta producción literaria, académica y filosófica, pero desafortunadamente sin mayor rigurosidad en los hechos.

Carl Sagan, astrofísico y divulgador científico norteamericano, afirma en su libro El mundo y sus demonios:

"Descubrir que el universo tiene de ocho a quince mil millones de años y no seis mil a doce mil mejora nuestra apreciación de su alcance y su grandeza; mantener la idea de que somos una disposición particularmente compleja de átomos y no una especie de hálito de la divinidad, aumenta cuando menos nuestro respeto por los átomos; descubrir, como ahora parece posible, que nuestro planeta es uno de los miles de millones de otros mundos en la galaxia de la Vía Láctea y que nuestra galaxia es una entre miles de millones más, agranda majestuosamente el campo de lo posible; encontrar que nuestros antepasados también eran los ancestros de los monos nos vincula al resto de seres vivos y da pie a importantes reflexiones, aunque a veces lamentables, sobre la naturaleza humana".5

Los psicólogos Lynn Margullis y Dorion Sagan afirman en su libro Danza misteriosa: "En 1832, Charles Darwin se embarcó en la famosa Beagle con la idea de confirmar algunos de los excelentes diseños de Dios mediante el escrutinio de los exuberantes trópicos de América del Sur. Pero lejos de encontrar pruebas de que cada una de las especies fue creada de manera separada por un Creador divino, corroboró los puntos de vista de un ilustre aunque desacreditado predecesor: su abuelo el poeta Erasmus, quien estaba convencido de que todas las formas de vida existentes sobre la Tierra no eran sino los múltiples descendientes de un único y tenaz antepasado".6

Nuestra separación de la animalidad y la naturaleza parece ser más un deseo que una realidad. El que nos comparen con los animales molesta a muchos. Queremos encontrar a como dé lugar una diferencia que nos permita marcar un límite claro entre las demás especies y nosotros. Los animales tienen patas, nosotros piernas. Los animales tienen hocico, nosotros nariz, Los animales son fundamentalmente cuerpo, nosotros fundamentalmente alma. Los animales son salvajes, nosotros civilizados, supuestamente nuestra maldad proviene de nuestro origen animal y nuestra bondad de nuestra educación y cultura.

Tal como dice el primatólogo holandés Frans de Waal en su libro Bien natural:

"Según esta opinión, la bondad humana no forma parte del plan preconcebido de la naturaleza; se trata de una contrafuerza cultural o bien de un pequeño error de la Madre Naturaleza. Huelga decir que esta visión es extremadamente pesimista, tanto como para poner la piel de gallina a cualquiera que crea en la profundidad de nuestro sentido de la moral. Tampoco explica cómo la especie humana encuentra la fuerza y el ingenio para luchar contra un enemigo tan poderoso como es su propia naturaleza".7

Sin embargo, para pesar de muchos, ni la moralidad, ni el lenguaje ni la cultura parecen ser exclusivamente humanos. Nuestros primos los primates nos lo recuerdan permanentemente en experimentos en los que se ve claramente la utilización del signo lingüístico tanto en términos de significante como de significado; aún se desconoce hasta donde llega exactamente la función representativa de su lenguaje, pero se sospecha que es superior a la que se había pensado. Por supuesto que nuestro nivel de desarrollo cognitivo es más sofisticado que el de las demás especies, pero el problema es más de nivel de complejidad que de esencia.

Incluso algunas corrientes políticas e ideológicas han etiquetado de "reaccionario" al modelo Darwiniano de la evolución, aduciendo que hablar de que triunfa el "más fuerte" es un discurso capitalista o neoliberal que promueve el status quo. Al respecto, es necesario mencionar dos cosas que se desarrollarán luego con más detalle. La primera es que la ciencia busca explicar el mundo a través de la validez o validación experimental, independientemente de que reafirme o refute alguna ideología, y la segunda es que Darwin nunca habló del "más fuerte" sino del "más apto", aunque este último término también resulte confuso en ocasiones.

Al parecer la cultura no es lo opuesto a la naturaleza sino más bien una consecuencia de la metacognición con la que nos dotó la naturaleza. Al menos todo parece indicarlo desde el estudio de la evolución. Como decía Williar Kilin: "No sólo pienso que alteramos a la madre naturaleza sino que ella quiere que lo hagamos"8.

Refiriéndose a Homo sapiens, texto guía de este trabajo de grado, escrito por el asesor del mismo, Abad Faciolince afirma:

"La idea que nos queda de nuestra naturaleza humana (hecha a imagen y semejanza de los animales), después de leer este fascinante libro, es bastante desencantada, en muchos sentidos pesimista -más hobbesiana que rousseauniana-, pero su argumentación es tan convincente que al final tenemos la sensación de que más vale conocernos así, sin idealizaciones, de una manera descarnada, para tratar de construir, a partir de esa imagen realista, no un imposible paraíso en la Tierra, pero sí al menos un sitio menos infernal. Cualquier persona interesada por comprender lo que somos, lo que sentimos y hacemos y por qué, debería leer este extraordinario compendio de sicología profunda. Después de leerlo, me parece, miramos con menos ingenuidad y más compasión a los demás, y nos vemos con mucha menos vanidad a nosotros mismos".9

Es común encontrar en el desarrollo de las ciencias sociales el prejuicio de que la bondad proviene de lo civilizado y la maldad de lo salvaje, como si una cosa estuviera necesariamente separada de la otra. Dice Frans de Waal: "En lugar de decir que la naturaleza humana es fundamentalmente bruta o fundamentalmente noble, diremos que es las dos cosas a la vez. Quizás ésta sea una imagen más compleja, pero sin duda también más inspiradora".10 Pero tal vez sea el padre del vitalismo, Friedrich Nietzsche , quien exprese mejor, no sin cierta mordacidad, esta artificiosa oposición entre naturaleza y humanidad, cuando dice: "Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos".

1. El modelo darwiniano de la evolución

Cuando se habla de evolución, la mayoría de las veces se tienen como referentes unos pocos conceptos sobre las especies y los cambios que se van dando en ellas. Aún hoy es común encontrar afirmaciones tan obtusas para refutar la teoría de la evolución, como que el chimpancé del zoológico no se haya transformado en humano con el pasar del tiempo. Otros tantos se preguntan qué ha sucedido con los eslabones de la cadena y creen refutar la teoría al centrarse en la supuesta falta de un "eslabón perdido". El problema está en que cada vez que se encuentra un registro fósil emparentado con el hombre, se abren dos nuevos espacios en la cadena, con lo que ya no habría uno sino dos "eslabones perdidos", y así sucesivamente, si en vez de centrarnos en los registros nos centramos en los espacios entre éstos.

La historia del "eslabón perdido" es tan antigua como la misma teoría de la evolución ya que en sus orígenes era muy pobre la evidencia fósil. Sin embargo en la actualidad no tiene mucho sentido hablar de éste, debido a los importantes hallazgos fósiles que se han dado, a pesar de la dificultad que entraña hallar el sitio donde algún animal, por azares del destino, murió y fue cubierto por lodo que luego se convirtió en rocas sedimentarias, generando así un ambiente anaeróbico que posibilitara su fosilización. Por eso casi siempre los lugares donde existieron lagos o ríos son espacios fecundos para encontrar registros fósiles. Así se ha podido hallar claras evidencias que entre mono y hombre existe una cadena casi continua de eslabones intermedios que van modificándose gradualmente hasta convertirse en Homo sapiens, a pesar de que aún no terminemos de hallar todas las piezas de la secuencia o posiblemente nunca lo logremos. Es tal la dificultad de hallar registros fósiles, que del chimpancé, tan común y cercano a nosotros, no hay ningún registro fósil pues su deceso se da casi siempre en la selva donde su cadáver se descompone entre la maleza y los depredadores, imposibilitando su conservación geológica.

Otro aspecto importante para considerar sobre la teoría de la evolución, es que algunas personas entienden el proceso evolutivo como una serie de pasos sucesivos por medio de los cuales una especie va "mejorando", en el sentido cultural o moral de la palabra. Piensan que va avanzando hacia lo que nosotros consideramos "mejor", cuando posiblemente lo "mejor" para nosotros, no es lo "mejor" para otras especies.

"¿Por qué Walt Disney ha hecho evolucionar su creación (Mickey Mouse) en contra de las leyes de la naturaleza, y por qué Stephen Gould, un paleontólogo serio, me habla de Mickey? Es porque, en su opinión, la evolución de Mickey es un buen ejemplo de nuestra actitud frente a la naturaleza y las reglas de la evolución. Sabemos, desde las obras de Darwin, que todas las especies evolucionan; pero nos gustaría que evolucionaran en el buen sentido, hacia el encanto, la juventud y la gentileza. Desgraciadamente, eso no es en absoluto lo que Darwin reveló al mundo; podemos decir que es incluso lo contrario"11, dice el famoso paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould.

Gould afirma también en entrevista con Sorman para el libro Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo: "Darwin es el único de los grandes pensadores sabios del siglo XIX que no ha sido barrido por los progresos científicos del siglo XX. Desde hace cien años, se ha intentado todo para demostrar que Darwin se había equivocado. Sin éxito. Su teoría ha soportado las pruebas, puede ser considerada tan científica como las leyes de la biología o de la astrofísica".12

Pero la idea del proceso evolutivo que ha generado las especies vivas, entre ellas el Homo sapiens, no fue propiamente un descubrimiento de Darwin o Wallace. Podemos decir que nuestros antiguos antepasados ya tenían una aproximación a esta idea, ya que hace aproximadamente 14.000 años, comenzaron a domesticar algunas especies de acuerdo con las características deseables que encontraban en ellas. En Iraq se ha encontrado evidencia de hace 140 siglos de la domesticación del perro. Así que Darwin y Wallace simplemente sistematizaron e hicieron explícito este proceso que nuestros antepasados ya habían comenzado a comprender. Aunque la expresión simplemente se refiera en esta caso a un trabajo brillante, intenso y monumental.

La teoría de la evolución darwiniana es el único mecanismo conocido capaz de explicar satisfactoriamente la complejidad de las formas vivas actuales, no obstante su extrema sencillez. Esta sencillez ha llevado a muchos científicos a confundirse y a pensar que el modelo debe estar equivocado. En ciencia la gente parece querer complejidad y confusión para poder considerar científico algún postulado. Sobre este aspecto ya nos había advertido Karl Popper, llamado también el filósofo de la ciencia:

"Hace muchos años acostumbraba a advertir a los estudiantes contra la difunta idea de que a la universidad se va a aprender a hablar y escribir "de modo impactante" e incomprensible […] Aprenden inconscientemente a aceptar que el lenguaje extremadamente oscuro y difícil es el valor intelectual por excelencia […] Si a quienes han crecido con este tipo de alimento se les presenta un libro escrito con sencillez y que contenga algo inesperado, discutible, o nuevo, normalmente lo encuentran difícil de entender, cuando no imposible".13

De hecho, no es gratuito que algunas disciplinas procuren ser más complejas que válidas, tratando de hacer pasar por científico aquello que no lo es y creando un marco de referencia totalizador del que nada escapa, buscando legitimar por medio de postulados confusos, etéreos e inaprensibles sus tesis centrales de modo tal que no puedan ser discutidas ni refutadas al hallarse su explicación en el mismo marco cerrado. Popper, decía en El mito del marco común:

Karl Popper

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"Han pasado ya cincuenta años desde que llegué a una concepción muy semejante a la del mito del marco, y no sólo llegué a ella, sino que de inmediato la superé. Fue durante las grandes y exaltadas discusiones posteriores a la primera guerra mundial cuando descubrí lo difícil que era llegar a algún sitio con gente que vivía en un marco cerrado; me refiero a gente como los marxistas, los freudianos y los adlerianos. Ninguno de ellos se podría sacudir jamás de la visión del mundo que han adoptado. Interpretaban todo argumento contra su marco respectivo como si se pudiera asimilar a éste. Y si eso resultaba difícil, siempre era posible psicoanalizar o socioanalizar a quien lo sostenía: la crítica a las ideas marxistas se debían al prejuicio de clase; la crítica a las ideas freudianas, a la represión, y la crítica a las ideas de Adler, a la necesidad de demostrar superioridad, necesidad que tenía origen en el intento de compensación de un sentimiento de inferioridad".14

Coincidiendo con Karl Popper, dice Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios: "La pseudociencia es distinta de la ciencia. La ciencia avanza con los errores y los va eliminando uno a uno. Se llega continuamente a conclusiones falsas, pero se formulan hipotéticamente. Se formulan hipótesis de modo que puedan refutarse. Se confronta una sucesión de hipótesis alternativas mediante experimento y observación. La ciencia anda a tientas y titubeando hacia una mayor comprensión. Desde luego, cuando se descarta una hipótesis científica se ven afectados los sentimientos de propiedad, pero se reconoce que este tipo de refutación es el elemento central de la empresa científica. La pseudociencia es justo lo contrario. Las hipótesis suelen formularse precisamente de modo que sean invulnerables a cualquier experimento que ofrezca la posibilidad de refutación, por lo que en principio no pueden ser invalidadas. Los practicantes se muestran cautos y a la defensiva. Se oponen al escrutinio escéptico. Cuando la hipótesis de los pseudocientíficos no consigue cuajar entre los científicos, se alegan conspiraciones para suprimirla".15

Cabe hacer una anotación al margen en este punto y consiste en que si bien la teoría de la evolución darwiniana es hoy en día una de las más consistentes científicamente, no siempre se pensó igual. "En determinado momento, Popper alegó que la evolución era infalseable, y que por lo tanto no se trataba de una teoría científica genuina, aunque más tarde se retractó de su argumentación".16 La ciencia avanza a paso lento pero seguro corrigiendo sus propios errores y creencias, aunque finalmente no pueda escapar al contexto histórico y cultural ya que es hecha por hombres y no por ángeles.

Al ver como el hombre ha modificado ostensiblemente algunas especies animales y vegetales para su beneficio por medio de la selección artificial, es fácil inferir como actúa la selección natural. Del lobo al perro, de gallinas que ponían unos pocos huevos por año a gallinas que ponen más de 300. Algunas plantas que inicialmente eran de climas cálidos han logrado modificarse para climas templados y hasta fríos. Como un jardinero que selecciona los mejores especimenes para su jardín, así mismo actúa la naturaleza seleccionando dentro una gran variedad, a los de mayor eficacia reproductiva.

Para hacernos una mejor idea de cómo funciona la evolución biológica, conviene comenzar definiendo el contexto donde esta ocurre. Es decir, el nicho ecológico. Éste esta formado por el clima, los alimentos, las fuentes de agua, la presencia de predadores o presas, las bacterias, los virus patógenos, los hongos, parásitos y demás microorganismos, junto con las demás especies que compiten por los mismos recursos así como todas aquellas variables que afectan el diario vivir del individuo.

Lo que el zoólogo británico y famoso teórico evolucionista Richard Dawkins llama máquinas de supervivencia, es el resultado de dos fuerzas que actúan conjuntamente: variación, producida por las mutaciones genéticas, y selección, producida por la presión ambiental. Constantemente aparecen mutaciones genéticas que reportan variaciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas. Algunas de estas variaciones, reportarán a sus poseedores la capacidad de mejorar su eficacia reproductiva con el consecuente éxito en la propagación de su material genético y en detrimento de material de otras alternativas, competencia llamada selección natural. El bioquímico Steven Jones dice: "La evolución es un examen con dos temas. Debemos pasar ambos para tener éxito. El primero es estar vivos hasta tener la oportunidad de reproducirnos. El segundo, la calificación, depende del número de descendientes". Como resultado de esta competencia, algunas de estas novedades genéticas se difunden en la especie en el largo plazo.

"Darwin conjeturaba que si en una población aparecía por azar un individuo mejor adaptado que sus compañeros, tendía a dejar más descendientes que ellos. Por esto en el modelo clásico se habla de coeficiente de adaptación (fitness, en inglés), como una manera de medir la capacidad de supervivencia del progenitor y sus herederos, lo que debía traducirse a la larga en una mayor descendencia. De allí surgió la expresión supervivencia de los más aptos, acuñada por Herbert Spencer.

"Más de una de aquellas personas que estudian por primera vez el modelo darwiniano se ven confundidas con el concepto de "adaptación", pues han observado en los seres vivos la presencia de características desadaptativas. El mismo Darwin, después de publicar El origen de las especies, se dio cuenta de la deficiencia, y por eso se vio obligado a modificar su modelo introduciendo lo que el llamó selección sexual, complemento indispensable a su coeficiente de adaptación. Darwin razonaba de la siguiente manera: si un individuo particular, gracias a su plumaje atractivo, obtiene gran éxito con las hembras o a causa del mayor tamaño físico o a la longitud y fuerza de sus astas, puede vencer a sus rivales y apropiarse de un harén numeroso, la desventaja de una mayor vulnerabilidad, si la hubiere, se verá recompensada con creces por una mayor tasa reproductiva",17 afirma Antonio Vélez, matemático y divulgador científico.

Si se fuera a descomponer de manera esquemática el proceso evolutivo, habría que decir que está compuesto por cuatro etapas. Una de variación, que se logra por medio de las modificaciones producidas tanto en el material genético como en el nicho; otra de selección, que hace que los mejor dotados biológicamente se reproduzcan en mayor cuantía que los menos ; otra de amplificación, debido a que los descendientes de aquellos que han logrado mayor eficacia reproductiva se van volviendo mayoría en la población, y una última de fijación ya que esta características hereditarias tienden a convertirse en patrimonio común de la especie.

La variación o variabilidad, es el resultado de cambios en cualquiera de los componentes del sistema que soporta la vida, tanto genéticos como ambientales. El desarrollo de un organismo es un proceso de alta complejidad que involucra tanto lo externo (ambiente) como lo interno (genes). Así mismo cuando se habla de ambiente, puede tratarse del ambiente celular, que es propio del organismo, o del ambiente externo o entorno. De este modo un mismo gen puede dar lugar a proteínas diferentes de acuerdo con las condiciones ambientales, produciendo dos resultados diferentes. Dice Antonio Vélez en Teoría de la Evolución siglo XXI:

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Antonio Vélez

"El ambiente también es capaz de poner en acción genes que estaban silenciosos, que no se expresaban. Se sabe que las poblaciones poseen gran cantidad de genes neutros, a la espera de que se den las condiciones ambientales apropiadas para entrar en acción y producir nuevas características biológicas o modificar rasgos ya establecidos. […] La riqueza genética y, por ende, de variabilidad entre los individuos de una misma especie se nutre de fuentes variadas. Entre las principales detectadas por los biólogos están: las mutaciones, tanto en el ADN nuclear con en el de las organelas; las combinaciones genéticas, resultantes del proceso reproductivo en aquellas especies en las que existe el cruce sexual; el entrecruzamiento o recombinación genética, un proceso de intercambio de genes entre cromosomas homólogos que ocurre durante la meiosis, división celular que da lugar a los gametos; por último, la transferencia de material genético entre individuos, fuente principal de diversidad en los organismos unicelulares, y cuya existencia se ha comprobado en otras especies, la humana incluida. Debe aclararse que el mecanismo que proporciona los cambios genéticos actúa a escala microscópica, y lo hace de forma ciega y errática, sin finalidad alguna y sin previsión. Por eso se dice que la evolución hace camino al andar".18

La evolución funciona entonces por azar, entendido éste no como que cualquier cosa puede suceder, sino como que es imposible pronosticar hacia donde se dirige por el sinnúmero de variables que intervienen en su proceso. Tal como lo propone la Teoría del caos que afirma que cambios diminutos pueden causar fluctuaciones gigantescas haciendo que resulte prácticamente imposible predecir con exactitud el estado futuro de un sistema.

La selección por su parte se encarga de eliminar aquellos individuos que no tienen una adecuada eficacia reproductiva, es decir, que no son exitosos en su ambiente. El modelo original de Charles Darwin manejaba el concepto de adaptación para hablar de los efectos de la selección, pero aunque éste término está relacionado con la eficacia reproductiva, es desafortunado pues no equivale a ésta. Más bien, es uno de sus componentes pues para tener una alta eficacia reproductiva hay que estar conformado anatómica, fisiológica y psicológicamente en coherencia con el nicho ecológico en que se vive.

Asi mismo, el modelo clásico darwiniano presenta otra deficiencia clara, reconocida por el propio autor y a la que no fue capaz de encontrarle una explicación satisfactoria: el altruismo . Éste en apariencia es desadaptativo ya que atenta contra la eficacia reproductiva del mismo individuo. Para tratar de remediar la falla, el evolucionista William Hamilton propuso agregar el modelo original la llamada selección por parentesco o adaptación inclusiva (inclusive fitness), consistente en que cualquier mutación que propicie el comportamiento altruista en beneficio de parientes tendrá mayores posibilidades de propagarse en la población, gracias a que cierta fracción de los parientes directos son también portadores de la misma mutación altruista.

Charles Darwin dice: "No debe olvidarse que… un nivel elevado de moralidad no proporciona más que una ligera ventaja o ninguna a cada hombre individual y a sus hijos sobre otros hombres de la misma tribu… Pero una tribu cuyos miembros estuvieran siempre dispuestos a ayudarse mutuamente y a sacrificarse por el bien común, se alzaría victoriosa sobre la mayoría de otras tribus; y eso sería la selección natural. A lo largo de todos los tiempos, y en todo el mundo, unas tribus han suplantado a otras, y como quiera que la moralidad es un elemento importante de éxito, el nivel de moralidad aumentará por selección natural".19

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Richard Dawkins

El comportamiento altruista no parece una Estrategia Evolutivamente Estable (EEE), definida ésta como un comportamiento que si la mayoría de la población la adopta, no puede ser mejorado por un comportamiento alternativo; dicho de otro modo, que no puede ser mejorado, en términos de éxito reproductivo, por ningún individuo que difiera de éste. Así entonces, un altruista en medio de una población egoísta tiende a extinguirse pues aporta recursos para otros individuos que no le pagan con la misma moneda. No sucede lo mismo con un egoísta en una población de altruistas, ya que el egoísta tendrá la posibilidad de alimentarse de los recursos que aportan los demás individuos sin ningún costo para él. Es por eso que el egoísmo es una EEE mientras que el altruismo no lo es. El egoísmo es la regla, el altruismo la excepción, a menos que se trate de nuestros parientes. Dice Richard Dawkins en El gen egoísta:

"No estoy defendiendo una moralidad basada en la evolución. Estoy diciendo cómo han evolucionado las cosas. No estoy planteando cómo nosotros, los seres humanos, deberíamos comportarnos. Subrayo este punto pues sé que estoy en peligro de ser mal interpretado por aquellas personas, demasiado numerosas, que no pueden distinguir una declaración que denote convencimiento de una defensa de lo que debería ser. Mi propia creencia es que una sociedad humana basada simplemente en la ley de los genes, de un egoísmo cruel universal, sería una sociedad muy desagradable en la cual vivir".20

Sin embargo Stephen Jay Gould discrepa con la posición de Dawkins cuando pregunta: "¿Por qué nuestra crueldad tiene que ser el bagaje de un pasado simio y nuestra generosidad exclusivamente humana? ¿Por qué no podemos buscar continuidad con otros animales también en nuestros rasgos nobles?"21. Frans de Waal plantea algo similar en su interesante obra Bien natural, donde plantea una continuidad entra la naturaleza y la cultura en el origen de la ética.

Dice el profesor de Waal:

"La inclusión social es básica en la moralidad humana, normalmente definida en términos de cómo deberíamos o no deberíamos comportarnos para que se nos considere miembros de la sociedad. La conducta inmoral nos convierte en seres marginados, ya sea aquí y ahora o bien –según ciertas creencias- cuando somos expulsados de las puertas del paraíso. Universalmente, las comunidades humanas son comunidades morales; para nosotros una existencia moralmente neutra es tan imposible como una existencia del todo solitaria. Como resumió la filósofa Mary Midgley: `Salirse de la moralidad sería como salirse de la atmósfera´. En este sentido, la moralidad podría ser una extensión de los modelos generales de integración social en los primates y del ajuste que debe hacer cada miembro para encajar".22

Volviendo al tema de los criterios de selección, una forma de reducir las equivocaciones con respecto al concepto de adaptación es definir un coeficiente de eficacia reproductiva, que incluya los tres factores fundamentales de éxito biológico: adaptación, o ajuste del organismo a su nicho; fertilidad efectiva y a largo plazo; y por último, capacidad y disposición para invertir recursos en los descendientes y parientes (adaptación inclusiva). Debe aclararse que cuando hablamos de fertilidad o capacidad reproductiva, hacemos referencia a un número óptimo de descendientes y no a un número máximo. De nada sirve tener muchos descendientes si estos mueren por falta de alimentación y cuidado.

Las variaciones o cambios en el ADN aparecen por azar. Muchas veces se traducen en taras o su portador no alcanza a recibir los beneficios y la novedad desaparece. No logra propagarse o amplificarse en la población. En otras ocasiones mejoran las capacidades reproductivas del portador y en consecuencia el acervo genético de la población se va enriqueciendo de aquellos conjuntos genéticos que poseen la mutación afortunada. Cuando esto sucede, decimos que la especie ha evolucionado.

En poblaciones pequeñas, que no cuentan con las ventajas estadísticas de los grandes números, el azar puede llevar a lo que se ha llamado la deriva genética, en el que un grupo o población marcha a la deriva por no encontrar una posibilidad viable de continuar existiendo. Por ejemplo, si en una población de dos machos y unas pocas hembras, una enfermedad elimina al macho de mayor eficacia reproductiva, toda la representación biológica de la especie se ve gravemente amenazada, quedando a la deriva y esperando que algún raro golpe de suerte le permita continuar existiendo.

Cuando las modificaciones del ADN pasan al acervo genético y logran mantenerse en el tiempo, decimos que hay una fijación de las características hereditarias. La eficacia reproductiva de una constelación genética novedosa se mide en comparación a la fecundidad de las constelaciones homólogas correspondientes a los no portadores de la novedad. Triunfa entonces la constelación que logre tener mayor número de copias en la población sobre sus homólogas.

2. Qué es la psicología evolucionista

La psicología evolucionista (del Inglés Evolutionary Psychology) propone que algunos aspectos muy importantes de la mente y la conducta de los humanos pueden ser entendidos conociendo su historia evolutiva y comparándola con la de otras especies, especialmente con las más cercanas genéticamente, como los primates. Específicamente, la psicología evolucionista propone que la mente de los primates, incluido el hombre, está compuesta de muchos mecanismos funcionales llamados adaptaciones psicológicas o mecanismos psicológicos evolucionados, desarrollados mediante selección natural por ser útiles para la supervivencia y reproducción del organismo. Esos mecanismos son universales en cada especie, con la excepción de las diferencias que se presentan entre sexos y edades. Hay algunos mecanismos psicológicos evolucionados que se admiten sin controversia, como la visión, la audición, la memoria y el control muscular. Otros ejemplos más controvertidos incluyen los módulos mentales responsables de las diferencias entre hombres y mujeres en aspectos relacionados con las conductas sexuales, temperamentos, y habilidades cognitivas, los mecanismos evitadores de incesto, detección de fraudes y la reorientación social.

El término "evolucionista" es el preferido al nombrar esta disciplina en castellano para distinguirla de la psicología evolutiva, desarrollada a mediados del siglo XX por el psicólogo francés Jean Piaget. La distinción de la psicología evolucionista con la psicología evolutiva de Piaget se basa en que esta última es una rama de la psicología que estudia los cambios durante el proceso de aprendizaje y crecimiento del individuo y no de la especie. Estos términos han planteado confusiones con otros campos de la ciencia que utilizan la palabra "evolutivo" en el sentido filogenético del término, tal como lo hace la psicología evolucionista, y no en el sentido ontogenético del mismo, como lo hace la psicología piagietiana. Piaget había nombrado inicialmente a su campo de estudio como "psicología genética" pero posteriormente se le acuñó el nombre de "psicología evolutiva".

Posiblemente sea pertinente reevaluar estos términos, con posterioridad, para que haya mayor coherencia con las demás disciplinas que se interesan por la evolución como la medicina evolutiva, la antropología evolutiva o la sociología evolutiva y renombrar a la psicología evolutiva como "psicología del desarrollo" dejando el término "evolutivo" para ser usado exclusivamente con fines filogenéticos. Este trabajo, sin embargo, se basará en el término aceptado actualmente para referirse al estudio de la evolución del comportamiento y pensamiento humano a partir de la teoría de Charles Darwin, conocido como psicología evolucionista.

Las fuentes principales de la psicología evolucionista son la psicología cognitiva, la genética, la etología, la antropología, la biología, la zoología e incluso la inteligencia artificial y la teoría de juegos. El término psicología evolucionista fue acuñado probablemente por Ghiselin en su artículo de 1973 en Science. Leda Cosmides y John Tobby popularizaron el término en su libro, muy influyente, de 1992, The Adapted Mind: Evolutionary Psychology and the generation of Culture.

Puede parecer evidente la necesidad de utilizar un punto de vista evolutivo y neurobiológico para tratar de entender las complejidades del pensamiento y comportamiento humano pero generalmente no se ha hecho así y en muchos casos es toda una novedad. Afirma el neurocientífico colomboamericano, profesor de la Universidad de New York, Rodolfo Llinás en su libro El cerebro y el mito del yo: "Para comprender la naturaleza de la mente, el requisito primordial es disponer de una perspectiva apropiada. Así como la sociedad occidental, sumida en el pensamiento dualista, debe cambiar de orientación para captar las premisas elementales de la filosofía no-dualista, también es necesario un cambio fundamental de perspectiva para abordar la naturaleza neurobiológica de la mente".23

La psicología evolucionista ha sido aplicada al estudio de varios campos, incluyendo economía, agresión, justicia, psiquiatría, política, literatura, estética moral y sexo. La psicología evolucionista está íntimamente ligada a la sociobiología, pero tiene varias diferencias claves, como, por ejemplo, el énfasis en las facultades para cada aspecto específico de la conducta en lugar de facultades generales, la referencia a las adaptaciones como óptimas para el pasado y no necesariamente para el presente (Mismatch theory) y el énfasis en la psicología en lugar de la conducta. No todo lo que funcionó adaptativamente antes lo es ahora, aunque es una buena pista para descubrir cómo llegó hasta nuestros días. En la evolución hay momentos más activos que otros pero nunca puede decirse que algo se ha consolidado pues todo momento es una transición para la evolución de la vida en el planeta.

Además la psicología evolutiva es una visión del psiquismo humano que pretende unificar bajo un punto de vista experimental el antiguo dualismo mente-cuerpo que ha imperado en el estudio de la psicología, heredera del racionalismo francés y que tuvo a René Descartes como uno de sus precursores, aunque ya desde la Antigua Grecia el mundo de las ideas y el mundo real de Platón habían dado un claro ejemplo de este sistema de pensamiento. Heráclito, Spinoza, y Goethe son algunas de las personas que procuraron una lectura del mundo basada en la unidad. Mientras que Freud o Descartes establecieron sus sistemas de pensamiento basados en el equilibrio entre fuerzas opuestas. Este último modelo tuvo mejor aceptación ya que se propagó por el mundo de la mano de la religión, que encontró en el dualismo una interesante forma de apoyar sus dogmas. Esta tradición filosófica y religiosa ha llegado hasta nuestros días bajo la idea de que el alma y el cuerpo no son de la misma naturaleza y por lo tanto deben estudiarse y tratarse de formas completamente diferentes.

"Lo cierto es que al igual que Huxley, otros autores quieren dar por válidas ambas posturas: la conducta humana es un producto evolutivo excepto cuando resulta difícil de explicar. Al igual que Freud y Hobbes, piensan en términos de dicotomías: somos mitad cultura mitad naturaleza, en lugar de un todo integrado. Los divulgadores Robert Wright y Matt Ridley se han hecho eco de esta posición afirmando que los corazones y almas de las personas carecen de virtudes y que nuestra especie es potencialmente moral pero no de forma natural […] Westermarck forma parte de un largo linaje que se remonta a Aristóteles y a Tomás de Aquino, que anclan firmemente la moralidad en las tendencias y deseos naturales de nuestra especie. En comparación con Huxley, la suya es una perspectiva que no necesita ningún plan invisible ni provoca discrepancias entre cómo somos realmente y cómo nos gustaría ser: para Westermarck la moralidad ha estado ahí desde el principio, forma parte del lote de la naturaleza humana",24 dice Frans de Waal en su libro El simio y el aprendiz de sushi. La tradición de este paradigma dualista mente-cuerpo ha hecho que la implementación del neoparadigma del la unidad mente-cuerpo sea difícil de asimilar, lo que sumado a nuestra metacognición y autoconciencia, hacen que sea difícil comprender que la sensación del "yo" sea de la misma naturaleza biológica que el resto de nuestro cuerpo.

Dice Llinás:

"En una conferencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, realizada en honor del fallecido profesor Homer Smith, titulada "Unidad del diseño orgánico: de Goethe y Geoffrey Chaucer a la homología entre complejos homeóticos en artrópodos y vertebrados", Stephen J. Gould mencionó la conocida hipótesis de que nosotros, los vertebrados, podemos considerarnos como crustáceos volteados hacia afuera. Somos endoesqueléticos, o sea, tenemos un esqueleto interno; los crustáceos son exoesqueléticos, es decir, tienen un esqueleto externo.

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Frans de Waal

Tal idea me llevó a considerar lo que hubiera sucedido si hubiéramos permanecido exoesqueléticos. En tal caso, el concepto de cómo se genera el movimiento podría resultarnos tan incomprensible como lo es el concepto de pensamiento o de mente".25

Al partir de la creencia dualista, característica de nuestra mentalidad occidental y judeocristiana, es difícil dejar de pensar que el ser humano apareció súbitamente con alma, lenguaje y conciencia para hacerse dueño y señor de toda la creación. De ahí que lleve tantos años de resistencia, tratar de desarraigar una creencia que nos ha acompañado por varios siglos y que exige un ejercicio de humildad, si es que así puede llamársele, para compararnos abierta y sinceramente con las demás especies del planeta. Posiblemente los defensores de la antigua visión dualista no modifiquen nunca su posición por más evidencias que aparezcan pues esto implica un alto costo cognitivo que muchas personas no están dispuestas a pagar, ya que se verían obligadas a replantear la mayoría de las hipótesis con las que han construido sus vidas intelectuales y sus trabajos y adicionalmente a sacrificar buena parte del orgullo propio. De hecho la psicología evolucionista plantea que algo así habría de esperarse pues son precisamente las posiciones imperantes las que facilitan, legitiman, alimentan y permiten la supervivencia de los modelos establecidos. Nadie quiere extinguirse; incluido el nuevo grupo de psicólogos evolutivos que busca ahora una nueva forma de sobrevivir a través de las ideas de Darwin.

Llinás, complementa la oposición al tipo de pensamiento mágico-dualista diciendo:

"El primer paso fundamental para explorar, desde un punto de vista científico, la naturaleza de la mente es rechazar la premisa de que ésta apareció súbitamente como resultado de una "intervención espectacular". La naturaleza de la mente debe entenderse con base en su origen, en el proceso de desarrollo, que emana del perenne mecanismo de ensayo y error. La mente, o lo que llamaré "estado mental", es el producto de los procesos evolutivos que han tenido lugar en los organismos dotados de movimiento. Esta evolución cerebral se presentó de manera paulatina, desde las formas más primitivas hasta las más altamente evolucionadas. Por lo tanto, el examen de las bases científicas de la mente requiere una perspectiva evolutiva rigurosa, ya que es a través de este proceso que se generó la mente".26

La psicología evolucionista también se vale de la psicología comparada, es decir el estudio del comportamiento en otras especies animales, y estas comparaciones han molestado a muchos. Es cierto que algunas veces estas comparaciones no se hacen en el contexto adecuado o no se establecen claramente sus límites, pero esto no justifica ni necesariamente hace válidas las críticas que se hacen a la teoría darwiniana de la evolución. Richard Maier, psicólogo y etólogo de la Universidad Loyola de Chicago postula:

"En el año de 1975, Edward O. Wilson introdujo el término sociobiología para referirse a la adopción de un enfoque evolutivo para entender el comportamiento social. Extendiendo las formulaciones teóricas de varios científicos, Wilson aplicó los principios de la moderna teoría de la evolución a una amplia variedad de comportamientos sociales. En la última parte de su libro, Wilson generalizó los principios de la sociobiología a los humanos lo que desencadenó una gran polémica. En parte debido a las connotaciones negativas que adquirió las sociobiología a raíz de esta controversia, los científicos sociales interesados en la evolución del comportamiento humano generalmente prefieren autodenominarse psicólogos evolucionistas. David Buss, Leda Cosmides y John Toby son representantes de este enfoque. Estos investigadores ponen un gran énfasis en el complejo entramado de interacciones que tienen lugar entre los factores genéticos y ambientales. Además, los psicólogos evolucionistas se centran en los factores cognitivos como determinantes básicos del comportamiento, sobre todo en los primates".27

Pero tal vez la definición sea más exacta leyendo a los propios psicólogos evolucionistas Martin Daly y Margo Wilson, cuando se refieren al enfoque de la psicología basado en la teoría de la evolución en su libro Homicidio:

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Alfred Russell Wallace

"Herbert Spencer resumió la teoría de la selección natural como "la supervivencia del más apto". Wallace y Darwin pensaron que la frase era correcta (véase Dawkins, 1982: 179-180); sin embargo, ha producido cantidad de malos entendidos porque tanto la "supervivencia" como lo "apto" implican algo diferente de lo que podemos pensar en primera instancia. Cuando hablamos del "valor de supervivencia" de las características adaptativas, naturalmente pensamos en aquellos dispositivos que ayudan al individuo a encontrar alimento, conservar energía, evadir depredadores y defenderse de las enfermedades. Pero la supervivencia individual no es la línea de fondo de la selección natural. A través de las generaciones no son los individuos sino los rasgos exitosos los que "sobreviven", y esta especie de supervivencia a largo plazo depende no solamente, ni en primer lugar siquiera, de la longevidad de aquellos portadores del rasgo, sino de la abundancia de su progenie. Si apareciera, por ejemplo, un tipo más agresivo de macho en una población de pacifistas de larga vida, y tendiera a fertilizar más hembras, pero muriera más joven que los anteriores, entonces este nuevo tipo suplantaría a los anteriores por selección natural y el período de vida de los machos declinaría. Es el éxito reproductivo, no la condición física, lo que los evolucionistas llaman "aptitud"".28

A pesar de que la psicología evolucionista se nutre de otras vertientes psicológicas, desarrolla su propio paradigma a partir de la Teoría de la Evolución Darwiniana. No es una teoría cognitiva, ni motivacional y mucho menos psicoanalítica. La psicología evolucionista es una teoría que pretende hacer una lectura del ser humano y su entorno como un ser que busca su eficacia reproductiva, no sólo en términos biológicos sino también en términos simbólicos, como heredero de una antigua y una nueva forma de evolución a partir de lo que Richard Dawkins llamaría "los genes y los memes", dice Dawkins en El gen egoísta:

"¿Qué es, después de todo, lo particular de los genes? La respuesta es que son reproductores o replicadores […] El gen, la molécula de ADN, sucede que es la entidad reproductora que prevalece en nuestro propio planeta. Puede haber otras. Si las hay, siempre que se den otras condiciones, tenderá, casi inevitablemente, a convertirse en la base de un proceso evolutivo. Pero, ¿debemos trasladarnos a mundos distantes para encontrar otros tipos de replicadores y, por consiguiente, otros tipos de evolución? Pienso que un nuevo tipo de replicador ha surgido recientemente en este mismo planeta. Lo tenemos frente a nuestro rostro. Se encuentra todavía en su infancia, aún flotando torpemente en su caldo primario, pero ya está alcanzando un cambio evolutivo a una velocidad que deja al antiguo gen jadeante y muy atrás. El nuevo caldo es el caldo de la cultura humana. Necesitamos un nombre nuevo para el nuevo replicador, un sustantivo que conlleva la idea de una unidad de transmisión cultural, o una unidad de imitación. "Mimeme" se deriva de una apropiada raíz griega, pero deseo un monosílabo que suene parecido a "gen". Espero que mis amigos clasicistas me perdonen si abrevio mimeme y lo dejo en meme."29

Así que el modelo explicativo de la psicología evolucionista no se reduce sólo a la evolución en el sentido biológico sino que también lo hace en el sentido cultural, sin perder de vista que entre la primera y la segunda hay una continuidad y no una interrupción en la que además es difícil pensar que no prime el sentido biológico.

"El concepto de selección natural explica el comportamiento a un nivel diferente complementario de las explicaciones proporcionadas por las teorías motivacionales. Un psicólogo puede estar satisfecho de explicar el comportamiento de dos hombres que se baten a duelo en términos de autoestima, estatus e intrepidez. Un psicólogo evolucionista también querrá aclarar por qué la psique humana valora recursos sociales intangibles lo suficiente para arriesgar la vida por ellos. Si bien la psicología se concentra típicamente en un nivel diferente de explicación que el de la teoría evolucionista, esto no significa que los psicólogos motivacionales puedan ignorar tranquilamente la biología evolucionista. Si Freud, por ejemplo, hubiera entendido mejor la teoría evolucionista, todos nos hubiéramos ahorrado su vana postulación sobre el instinto de muerte. Muchas otras teorías que todavía son debatidas por los científicos sociales, implícitamente niegan la acción de la selección natural y por ello están sin duda equivocadas. Además, lo que Symons (1987) llama una "imaginación modelada por el darwinismo" probablemente permita elaborar hipótesis motivacionales productivas que de otro modo no surgirían. El pensamiento de la selección nos conduce, por ejemplo, a una serie de detalladas predicciones sobre variaciones en la fuerza del amor maternal en función de la madre, la del niño y muchas otras variables; y hay una evidencia impresionante, como veremos en los capítulos 3 y 4, de que esta teoría de la motivación materna, inspirada en la teoría evolucionista, es correcta",30 dicen Daly y Wilson.

Y más luego plantean la importancia del pensamiento basado en la selección natural para explicar la mente del Homo sapiens: "Somos psicólogos por formación, pero también estamos inspirados por el potencial del pensamiento selectivo como metateoría para la psicología. La totalidad del emprendimiento científico social está ocupado con la caracterización de la naturaleza humana. ¿Cómo podría no ser relevante para esta tarea la teoría que más abarca de la naturaleza organicista de Darwin, tan productiva en tantas áreas de la vida e incuestionablemente correcta en sus fundamentos? El desarrollo de una psicología evolucionista es inevitable y bienvenido. Utilizará el pensamiento de la selección para generar hipótesis comprobables sobre las motivaciones, las emociones y la cognición y el desarrollo infantil. Relacionará los procesos psicológicos tanto en sus manifestaciones conductuales como con las presiones selectivas que los han moldeado".31

El modelo admitido por la rama mayoritaria de la psicología actual considera a la mente humana como una hoja en blanco en la que la sociedad o cultura escribe su particular versión de impulsos, deseos y costumbres. El cerebro pasaría a ser como un computador de propósito general con apenas sólo unos cuantos algoritmos con los que el ser humano aprende de su medio social por medio de mecanismos conductistas, del tipo estímulo- respuesta, y unos pocos principios generales más basados en la conducta y el aprendizaje.

En este modelo parece admitirse implícitamente que en la evolución de los homínidos hacia el hombre se ha producido una especie de borrado progresivo de instintos hasta formarse el cerebro y la mente humana, una mente-esponja con apenas contenidos innatos, que absorbe contenidos culturales. Las diferentes visiones clásicas varían en función de cuantos contenidos innatos son admitidos, aunque sean siempre pocos. Los instintos y los genes jugarían un papel casi despreciable en estos términos.

Supone que nuestros antepasados primates fueron perdiendo sus instintos hasta generar una especie de homo-culturalis, por decirlo de alguna manera. Este modelo es la base conceptual sobre la que se asienta el psicoanálisis, la sociología, la antropología y, en general, las ramas principales de las ciencias humanas.

La psicología evolucionista niega esa generalidad funcional del cerebro humano probando que es imposible un proceso de aprendizaje por medio de un algoritmo general, sea por un método conductista o por cualquier otro. La diversidad de experiencias que tendría que acometer con éxito dicho proceso general de aprendizaje, desde el simple acto de succionar la leche materna hasta hablar y entender un idioma, pasando por la caza, la recolección de vegetales hasta responder a muy distintas situaciones sociales, hace que sean imposibles unos resultados de conducta suficientemente eficientes y rápidos para muchas de esas situaciones. Un sólo individuo tendría que vivir miles de años para poder aprender satisfactoriamente la mayoría de estos procesos Además, en muchos casos, los estímulos necesarios para el aprendizaje de esas actividades simplemente no existen y, además, en casi todos los casos se precisa que haya contenidos innatos preexistentes para que el proceso de aprendizaje pueda tener lugar.

La psicología evolucionista plantea un modelo para la mente, distinto al de la mayoría de corrientes psicológicas. Para ésta, la misma está formada por módulos que resuelven problemas particulares y que han sido conformados por la evolución, de la misma manera que los órganos y funciones fisiológicas son producto de la evolución por selección natural de los caracteres físicos hereditarios. El cerebro no evolucionó independiente del resto de órganos del cuerpo.

Es importante destacar que, aunque el cerebro parece haberse desarrollado para adaptarse a las condiciones naturales y sociales del medio, el cerebro humano no tiene adaptaciones concretas apropiadas para las condiciones actuales sino que se ha formado en el pasado, en un entorno que corresponde a la sabana africana durante el periodo posterior a la separación del género Homo del resto de los primates, durante aproximadamente 5 millones de años. Durante todo este periodo los antepasados homínidos del hombre formaban grupos de cazadores-recolectores. El ambiente y las condiciones sociales se mantuvieron estables durante este largo periodo y a las condiciones de este periodo responde la psicología del ser humano por medio de lentos procesos evolutivos de adaptación que toman miles de años.

Se ha demostrado que toda la población actual de los cinco continentes desciende de una rama única africana que hace entre 150.000 y 200.000 años surgió de ese continente: El Homo sapiens. A partir de entonces, excepto cambios mínimos aunque aparentes, como tamaño, rasgos faciales, color de piel, etc., ha permanecido casi inalterado. La nueva evolución, por llamarlo de algún modo, a través de la cultura va más rápido de lo que nuestras capacidades biológicas actuales son capaces de asimilar y por lo tanto se presenta cierto conflicto entre nuestras capacidades primitivas y las nuevas exigencias del medio, pero para desdicha del modelo culturalista, este conflicto parece estar lejos de fundamentarse en la represión de los instintos y más bien parece basarse en el exceso de estímulos y el cambio de hábitos.

El fundamento de este conflicto se encuentra en la adaptación que se hace de nuestro nicho ecológico y capacidades biológicas de acuerdo a los deseos y expectativas de nuestra conciencia. Desarrollamos tecnologías que emulan la naturaleza pero que no la reemplazan. Así buscamos lo bueno, lo bello y lo deseable en nuevos objetos por medio de la conciencia, sin darnos cuenta que bajo estos conceptos se esconde un origen de lo que es bueno, bello y deseable para nuestra eficacia reproductiva. El yo o sí mismo, a pesar de tener un origen básicamente funcional en términos de prospección y planeación, ha tenido grandes implicaciones en aspectos adpatativos por medio del lenguaje y los símbolos, que nos permiten alterar nuestra naturaleza por medio de nuestra propia naturaleza.

Rodolfo Llinás dice:

"El sistema tálamo-cortical es casi una esfera isocrónica cerrada que relaciona sincrónicamente las propiedades del mundo externo referidas por los sentidos con las motivaciones y memorias generadas internamente. Este evento, coherente en el tiempo, que unifica componentes fraccionados tanto de la realidad externa como de la interna es una estructura única, es lo que llamamos el "sí mismo""."32

También anota el primatólogo holandés Frans de Waal en Bien Natural, su inspirador libro, sobre el origen de la moralidad:

"Huxley había comparado la relación entre la ética y la naturaleza humana con la del jardinero con su jardín, donde el jardinero lucha continuamente para mantener el orden. Dewey le dio la vuelta a la metáfora, diciendo que los jardineros trabajan tanto con la naturaleza como en contra de ella. Mientras el jardinero de Huxley pretende controlar y erradicar todo lo que le desagrada, el de Dewey es lo que hoy llamaríamos un cultivador orgánico. El jardinero con éxito, señaló Dewey, crea las condiciones e introduce especies de plantas que puede que no sean las más habituales en esa parcela de tierra particular, "pero se adaptan a los hábitos y las costumbres de la naturaleza en su totalidad"".33

Al reconocer nuestro pasado y saber de dónde venimos, tenemos una base racional- empírica para plantear nuevas explicaciones sobre quiénes somos y, posiblemente, hacia dónde vamos. Así podemos abordar las principales problemáticas del hombre actual, entre ellas las psicológicas, y plantear nuevas soluciones que partan del entendimiento de la mente humana de éste, como fruto de la evolución en un nuevo tiempo y lugar.

Es necesario reconocer que la psicología evolucionista, a pesar de partir de la Teoría Darwinista de la Evolución planteada en el siglo XIX, apenas comienza a desarrollar sus planteamientos e implicaciones, por lo que en muchos casos será necesario basarse en el modelo psicológico cognitivo, que es actualmente el más cercano, desde la práctica, a la psicología evolucionista, desde su perspectiva experimental y empírica.

3. Naturaleza y cultura

Naturaleza y cultura han sido abordados durante afios como terminos antag6nicos. La naturaleza se ha visto como el estado primitivo y salvaje en que habitan los animales y Ia cultura como el estado hist6rico y civilizado en el que viven los seres humanos. En consecuencia Ia cultura se ha convertido en el patrimonio exclusivo de Ia humanidad a partir del cual se estructura el hombre imprimiendole un nuevo caracter que lo separa de los designios biol6gicos. AI menos asi se ha pensado Ia cuesti6n hasta ahora.

La tradici6n occidental ha estado marcada por pensar los conceptos en terminos antin6micos. Conviene recordar que los principios dualistas acompafian a nuestra civilizaci6n no s61o desde Ia filosofia, sino tambien desde Ia psicologia, Ia antropologia, Ia sociologia, Ia economia y, c6mo no, Ia ideologia politica, s61o por citar algunos campos. Cuerpo-Mente, Cu ltu ra-Naturaleza, I ndividuo-Sociedad, Capitalismo-Com unismo, Libertad-lgualdad, son algunos ejemplos que en ocasiones terminan por hacer a olvidar a sus usuarios que las palabras no son las cosas y que Ia realidad es mas compleja que el lenguaje que Ia designa.

El lenguaje plantea el juego de opuestos como un recurso metodol6gico para facilitar Ia comprensi6n de un concepto a partir de su opuesto, pero desafortunadamente, al definir el concepto, elimina los malices o puntos intermedios que son los que permiten Ia vision del proceso que le da origen Por ejemplo, en evoluci6n es el gradualismo lo que permite entender el origen de los sucesivos cambios ocurridos en las especies, aunque las palabras y los terminos sean muchas veces confusos o inadecuados.

Frans de Waal da un refrescante y Iucido punto de vista sobre esta aparente controversia, en su libro El simio y el aprendiz de Sushi "Nos definimos como la única especie culturizada y solemos creer que es precisamente la cultura la que nos ha permitido separarnos de la naturaleza […] En este libro me propongo explorar si los animales tienen o no cultura. Considero que vale la pena la búsqueda de una respuesta a este tema por varias razones, entre las que destacaría principalmente dos. En primer lugar, cada vez encontramos más pruebas de la existencia de una cultura animal (en su mayor parte escondidas entre notas de campo y artículos técnicos) que merecen ser conocidas. Sin embargo, antes de poder tener en cuenta este material, debemos abandonar temporalmente ciertas connotaciones del término "cultura" a las que estamos acostumbrados. Es un término que suele evocar imágenes de arte y música clásica, de símbolos y lenguaje, de una herencia que hay que proteger contra la sociedad de consumo de masas. Cuando decimos que una persona es culta, es porque ha conseguido un refinamiento en sus gustos, un intelecto desarrollado y una serie de valores y principios morales. Pero cuando los investigadores utilizan el término "cultura" en relación a los animales, no es a esto a lo que se refieren. Para ellos cultura significa simplemente que los conocimientos y costumbres se han adquirido a través de otros –a menudo, pero no siempre, de generaciones mayores-, lo que explica por qué dos grupos de la misma especie pueden comportarse de forma diferente. Puesto que la cultura implica aprender de otros, debemos descartar la posibilidad de que cada individuo haya aprendido un determinado comportamiento por sí mismo, antes de poder decir que es cultural. La segunda razón para escribir un libro sobre cultura animal es que nos permite enterrar otro anticuado dualismo occidental: la noción de que la cultura humana es algo opuesto a lo natural que hay en los humanos. Parece que en Occidente tenemos una tendencia incontrolable a dividir el mundo en dos opuestos: lo bueno en oposición a lo malo, nosotros y ellos, lo femenino y lo masculino, lo aprendido y lo innato, etc. Todas estas dicotomías nos ayudan a ordenar los conocimientos, pero lo hacen a costa de un alto precio, ocultando las complejidades y matices de lo que significan. No abundan los pensadores capaces de tener en mente dos pensamientos contradictorios al mismo tiempo, pero esto es precisamente lo que se necesita para llegar a la verdad. Por tanto, aunque es cierto que toda conducta está sujeta al aprendizaje, también está sujeta a las leyes de la genética, por lo que no existe ningún comportamiento (humano o animal) que esté determinado únicamente por uno de los dos."34

La visión monista no es muy común todavía. Pensar en términos antagónicos parece más práctico y es, muchas veces, más fructífero en términos académicos. Cuando se consideran los puntos intermedios se elimina gran parte del conflicto que da origen a interminables discusiones y debates. De hecho, el filósofo Immanuel Kant expone este tema en su texto Conjeturas sobre los comienzos de la historia humana citado por los traductores argentinos de Amorrortu en Sobre la versión castellana de los Obras completas de Freud : "En los comienzos de la humanidad, el instinto, esa voz de Dios que todos los animales obedecen, tiene que haber guiado a la criatura. Era lo que le llevaba a tomar ciertos alimentos y le prohibía otros. Acaso se trataba meramente del sentido del olfato y su afinidad con el órgano del gusto, por la notoria simpatía de este con los instrumentos de la digestión. Acaso este sentido no era más intenso en la humanidad primitiva, pero es bien notoria la diferencia que media, en el saber de percepción, entre quien se ocupa meramente de sus sentidos y quien lo hace, al mismo tiempo, de sus pensamientos, pero por eso se ha extraído de sus sensaciones".35

También dice Kant que es una propiedad de la razón poder fingirse artificiosamente ciertos apetitos con la ayuda de la facultad de imaginar, y eso no sólo sin que un instinto lo oriente sino además en contra de éste. Es así como se hace evidente, en uno de los personajes que más influenciaron el pensamiento freudiano, la dualidad Emoción-Razón que será el punto de partida de posteriores dualismos como Naturaleza-Cultura, Instinto- Aprendizaje o Consciente-Inconsciente.

Así Freud se apoya en esta postura racionalista para desarrollar sus constructos teóricos sobre el tema. Sin embargo no deja de preguntarse por el verdadero origen de la civilización y su relación con el llamado mundo animal. En su libro El malestar en la cultura se cuestiona por la estructura y la organización social a partir de la naturaleza:

"¿Por qué nuestros parientes, los animales, no exhiben una lucha cultural semejante? Pues no lo sabemos. Muy probablemente, algunos de ellos, como las abejas, hormigas, termitas, han bregado durante miles de siglos hasta hallar esas instituciones estatales, esa distribución de las funciones, esa limitación de los individuos que hoy admiramos en ellos. Es característico de nuestra situación presente que nuestro sentimiento nos diga que no nos consideramos dichosos en ninguno de esos Estados animales y en ninguno de los papeles que en ellos se asigna al individuo. En otras especies acaso haya llegado un equilibrio temporal entre los influjos del mundo circundante {Umwelt} y las pulsiones que libran combate en el interior de ellas, y, de esta manera, a una detención del desarrollo. En el caso de los hombres primordiales, probablemente un nuevo embate de la libido provocó de contragolpe una renovada renuencia de la pulsión de destrucción. Pero no hay que preguntar demasiado acerca de cosas que todavía no tienen respuesta".36

Freud no contaba con muchos de los datos y acceso a la información con los que contamos hoy en día. Parece que algunas de esas cosas ya han comenzado a tener respuesta. Las organizaciones sociales de otras especies se han vuelto un importante tema de estudio de científicos como Edward Wilson, padre de la sociobiología. Según este nuevo campo de estudio los seres humanos, al igual que las hormigas y las abejas, tenemos una organización social determinada por nuestras capacidades innatas y presiones ambientales. Podríamos preguntarnos si una vez conocidos estos descubrimientos, Freud hubiera seguido pensando de la misma manera y defendiendo a como diera lugar su idea de la psicosexualidad. Karl Popper es poco optimista al respecto ya que considera al psicoanalista como una variante del creyente: "los científicos intentan eliminar sus teorías falsas, quieren que mueran en su lugar. El creyente –sea animal o humano- perece con sus creencias erróneas."

Monografias.comPara el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss la naturaleza se reconoce por la universalidad y la cultura por su normatividad, por lo cual sería imposible pensar en una continuidad entre ambas como lo plantea en su libro Las estructuras elementales del parentesco:

Claude Lévi-Strauss

"En efecto se cae en un círculo vicioso al buscar en la naturaleza el origen de las reglas institucionales que suponen –aun más, que ya son- la cultura y cuya instauración en el seno de un grupo difícilmente pueda concebirse sin la intervención del lenguaje. La constancia y la regularidad existen, es cierto, tanto en la naturaleza como en la cultura. No obstante, en el seno de la naturaleza aparecen precisamente en el dominio en que dentro de la cultura se manifiestan de modo más débil y viceversa. En un caso, representan el dominio de la herencia biológica; en el otro, el de la tradición externa. No podría esperarse que una ilusoria continuidad entre los dos órdenes diera cuenta de los puntos en que ellos se oponen".37

Una posible respuesta a la interesante pregunta del padre del psicoanálisis sobre la organización social y el papel del individuo y la comunidad, la encontramos en el libro El gen egoísta de Richard Dawkins, uno de los escépticos más famosos de la actualidad, al referirse a la evolución de estas especies que han desarrollado una organización social que supuesta y admirablemente antepone el interés colectivo al interés particular, en contra del principio evolucionista de luchar por sus propios intereses (egoísmo) en aras de la propia eficacia reproductiva. Dice Dawkins:

"Las hazañas de los insectos gregarios son legendarias, en especial sus proezas asombrosas de cooperación y aparente altruismo. Las misiones suicidas de clavar el aguijón simbolizan sus prodigios de abnegación […] En el sentido humano, no viven en absoluto como individuos; su individualidad se encuentra sometida, aparentemente, al bienestar de la comunidad. Una sociedad de hormigas, abejas o termitas alcanza una especie de individualidad sólo a un alto nivel. El alimento es compartido hasta el extremo de que se podría hablar de un estómago común. La información se transmite con tanta eficiencia, mediante señales químicas y la famosa "danza" de las abejas, que la comunidad se comporta casi como si fuese una unidad con un sistema nervioso y órganos sensoriales propios. Los intrusos que vienen de fuera son reconocidos y rechazados con algo de la selectividad propia de un sistema de reacción de inmunidad de un cuerpo. La temperatura, más bien alta dentro de la colmena, está regulada de forma casi tan precisa como la de un cuerpo humano, aun cuando una abeja como individuo no es un animal de "sangre caliente". Por último, y lo que es más importante, la analogía se extiende a la reproducción. La mayoría de los individuos, en una colonia de insectos gregarios, son obreras estériles. La "línea germinal o embrionaria" -la línea de continuidad de los genes inmortales- fluye a través de los cuerpos de una minoría de individuos, los reproductores. Son análogos a nuestras propias células reproductoras de nuestros testículos u ovarios. Las obreras estériles son la analogía de nuestro hígado, músculos y células nerviosas.¨38

Y posteriormente añade: "Existe la tentación de tornarnos místicos sobre los insectos gregarios, pero en realidad no hay necesidad de ello. Vale la pena observar, con cierto detalle, cómo lo interpreta la teoría del gen egoísta y, en especial, cómo explica el origen evolutivo del extraordinario fenómeno de la esterilidad de las obreras, de la cual parecen derivarse tantos hechos".39

La frontera entre naturaleza y cultura parece volverse más difusa a medida que se entra en el tema. Parece que la cultura no fuera lo opuesto a la naturaleza, como lo plantea la teoría psicoanalítica, sino una consecuencia de la naturaleza de ciertas especies, entre ellas la humana. El lóbulo frontal y sus funciones de regulación y prospectiva pareciera darnos una interesante pista del camino recorrido por el cerebro para generar la cultura y sus diques. Eduardo Punset en su reciente libro El viaje a la felicidad, en el que analiza las bases científicas de la felicidad, vuelve sobre este asunto:

"Hemos sobrestimado repetidamente –tal vez inmersos en el afán ridículo y prepotente de diferenciarnos del resto de los animales- la singularidad de nuestro cerebro. Incluso ha sido llamado "la máquina perfecta del universo". La verdad, no obstante, es otra. El cerebro tiene serias limitaciones, perfectamente comprensibles si se piensa en su situación. Los humanos –a diferencia de los crustáceos, que tienen el esqueleto fuera y la carne dentro- tienen el esqueleto y el cerebro en el interior y la carne en el exterior. El cerebro, como dice el neurólogo norteamericano de origen colombiano Rodolfo Llinás, catedrático de Neurociencia de la Universidad de Nueva York, está absolutamente a oscuras".40

Como puede verse, no es sencillo establecer un límite entre cultura y naturaleza, aunque en un principio le pareciera a Freud que esta clara división era la explicación de las psiconeurosis, ya que la represión de las pulsiones sexuales, en aras de la regulaciones éticas y morales que impone la cultura, generaban una desdicha tal en el ser humano, a la vez que una necesidad, que lo abocaban a la neurosis. Dice el mencionado autor en El interés por el psicoanálisis:

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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