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El efecto Westermarck y el complejo de Edipo (página 5)



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"4. Las mujeres (An nísa): 23. En adelante, os están prohibidas vuestras madres, vuestras hijas, vuestras hermanas, vuestras tías paternas o maternas, vuestras sobrinas por parte de hermano o de hermana, vuestras madres de leche, vuestras hermanas de leche, las madres de vuestras mujeres, vuestras hijastras que están bajo vuestra tutela, nacidas de mujeres vuestras con las que habéis consumado el matrimonio – si no, no hay culpa -, las esposas de vuestros propios hijos, así como casaros con dos hermanas a un tiempo. Alá es indulgente, misericordioso". En los Vedas es aún más difícil encontrar explícitamente esta prohibición ya que tales libros contienen una amplia variedad de himnos, conjuros y encantamientos mágicos que establecen más que mandatos divinos, fórmulas de ritos y sacrificios a los Dioses. Las religiones orientales suelen estar más enfocadas al ritual y la celebración que al mandato y al castigo.

Queda entonces una gran pregunta: ¿Por qué si la prohibición del incesto es un asunto fundamental para la humanidad, las religiones parecen no darle tanta importancia? Da la impresión de que tal prohibición no fuera uno de los pilares morales para la convivencia de las primeras comunidades humanas pues no aparece con la relevancia y la reiteración que se esperaría en los códigos sagrados para una norma de carácter sexual que posee tantas implicaciones. Es como si los cultos religiosos dieran por sentado que el incesto no sucedería normalmente y por lo tanto sería inoficioso ocupar uno de los mandatos principales en algo tan poco común. Si verdaderamente la prohibición del incesto representara el eje de la lucha del hombre contra sus instintos, los textos religiosos se cuidarían de colocar el mandato contra el incesto en los lugares más privilegiados de sus páginas y sermones.

8. El incesto en la historia y la literatura

8.1 EL INCESTO EN LA HISTORIA Las relaciones incestuosas han acompañado las altas esferas del poder humano, especialmente en épocas de reyes y señores feudales en las que tenían una clara función plutárquica. De hecho algunos sostienen que incluso el celibato sacerdotal se originó como una forma de que las iglesias no tuvieran que dividir sus feudos y propiedades entre las nuevas generaciones familiares. Pero si tuviéramos que elegir entre el incesto y el celibato seguramente nos decidiríamos por el incesto como una forma de mantener la descendencia y no permitir que cualquier extraño al grupo familiar entrase a compartir su poder.

En algunas civilizaciones antiguas, como en la persa, o la egipcia de la época faraónica, eran comunes los matrimonios del rey con su hermana. No existía estigma social en esto. De la antigüedad nos llega la palabra mausoleo para designar una tumba magna como homenaje a Mausolos, un monarca que fue obligado a casarse por razones de estado con su propia hermana. Dice la historia que cuando Mausolos murió, su hermana hizo reducir su cuerpo a cenizas y mezcló una parte de estos humeantes restos en una poción de vino para bebérselo y el resto fue a parar a un inmenso monumento que se llamó Mausoleo y que figuró entre las siete maravillas de la Antigüedad.

Estas tradiciones incestuosas entre algunas culturas no tardaron en generar sus efectos deletéreos en términos genéticos. Para la historia no es un secreto las múltiples enfermedades de todo tipo que sufrían la mayoría de gobernantes de aquellas épocas. Cayo Julio César Augusto Germánico – Calígula-, llamado así como diminutivo en latín de caliga (tipo de sandalia utilizada por los soldados romanos), fue uno de los mayores tiranos de la historia conocida, famoso por sus desmanes y demenciales abusos del poder. El hombre era el producto de varias generaciones de repetidos incestos en aras de mantener a Roma bajo un mismo grupo familiar.

Calígula sostuvo relaciones sexuales con todas sus hermanas, no sabemos si ellas lo consintieron pues el emperador acostumbraba decapitar a quien no siguiera sus deseos. Cuenta la historia que en un momento de crisis económica de su imperio, ordenó a todas las mujeres de la alta sociedad a prostituirse para conseguir recursos. No sólo algunas de ellas terminaron sin cabeza sino también varios de sus esposos.

La esposa y la descendencia del emperador romano Séptimo Severo estaban destinadas a protagonizar una tragedia incestuosa propia de las luchas intestinas por el poder. Al morir Severo, dejó el imperio a sus dos hijos, Caracalla y Geta. Caracalla no perdió tiempo y mató a Geta, mucho menor que él, mientras éste dormitaba al lado de su madre. Luego Caracalla se hizo amante de su progenitora. El último de los emperadores romanos de origen semita, Alejandro Severo, quien reinó de 222 a 235, fue coronado a los 14 años de edad y dicen que sostenía relaciones sexuales con su madre. Sus propios soldados acabaron con Severo Alejandro, incluyendo en el asesinato a la autora de sus días.

Antonio Vélez comenta así el problema de las taras de la aristocracia:

"Los aristócratas son famosos por su endogamia, y sus taras. Quizá por eso, un biólogo escribió: ´Se ha dicho, no con exactitud, pero con una posible aproximación a la verdad, que en 1802 todos los monarcas hereditarios eran dementes´. Los Borbón gobernaron España durante doscientos años. Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I de Borbón, casó con Victoria Eugenia, nieta de la reina Victoria, a quien se le atribuye el haber introducido la hemofilia en la realeza española. Alfonso, príncipe de Asturias, fue el vástago heredero de la enfermedad. Una nieta de la reina Victoria, Alejandra, llevó la hemofilia a la realeza rusa. Gracias a la endogamia real conservaron entre ellos las taras: Felipe V sufría de melancolía, desequilibrio mental y exagerada sensualidad, y el paso del tiempo no le incumbía, por lo cual la corte entera se vio obligada a vivir de noche y dormir de día, al ritmo caprichoso del todopoderoso. Fernando VI era loco e impotente (gracias al cielo); Carlos III y Carlos IV, subnormales; Fernando VII, excesivamente sensual, cruel y sanguinario; Isabel II, ninfómana y Alfonso XII, tuberculoso, pero murió de sífilis".91

Cleopatra, estuvo casada con su hermano compartiendo el trono de Egipto antes que llegara Julio César, pero el hecho de ser la esposa de su hermano no impidió que la bella adolescente que era Cleopatra se envolviera solamente en perfume y en una alfombra para ir a seducir al maduro conquistador. Parece que a pesar del mandato incestuoso de su linaje la reina egipcia no era afecta a estas prácticas pues era famosa por sus múltiples encuentros amorosos por fuera del matrimonio con su hermano.

Lucrecia Borgia, considerada como una de las mujeres más audaces, bellas y deseadas del renacimiento italiano, fue otro personaje famoso que se vio involucrado en incesto con su propio padre Rodrigo Borgia quien luego se convertiría en el Papa Alejandro VI. Demasiado poco se conoce de Lucrecia para tener la certeza sobre la veracidad de las historias que le atribuyen pero se dice que tuvo una participación activa en los crímenes de su padre y de su hermano. Su padre o su hermano le concertaron una serie de casamientos con hombres importantes o poderosos de la época, siempre con las ambiciones políticas de la familia de por medio. No se sabe si el costo de las ambiciones de sus familiares tuvo alguna relación con el linchamiento que Lucrecia les produjo luego.

Giacomo Casanova, el precursor italiano de los playboys actuales, fue famoso por sus proezas sexuales que dieron pie al término casanova para designar al hombre mujeriego. Dicen que compartió el lecho con su hija Leonilda a sabiendas de que estaban emparentados. Vale aclarar que no se conocían en la infancia pues parece ser que en su juventud, Casanova había engendrado a su hija con una amante ocasional llamada Lucrecia. Siendo ya Casanova un señor que peinaba canas, se encontró a su hermosa hija, dispuesta a irse a la alcoba con el célebre amante de quien las mujeres hablaban maravillas. Cuentan las malas lenguas que Leonilda se casó con un viejo hombre linajudo, cuya impotencia le impedía dejarla encinta, para lo cual esta, ni corta ni perezosa, llamó a su padre para que le engendrara un descendiente.

Víctor Hugo, gran literato francés, no se escapó de las lenguas filosas de la gente cuando se mostraba demasiado tierno, en público, con su bella hija Leopoldina. Leopoldina por su parte manoseaba a su barbudo progenitor sin pudor alguno, cosa que ocasionó que las gentes comenzaran a decir que eran amantes, pero la realidad es que no hay pruebas contundentes para creer que Víctor Hugo y su querida hija hayan pasado a mayores proezas.

Augusto II, llamado El Fuerte, nacido en 1670 y muerto en 1733, tuvo como amante a una hija bastarda (recordemos que engendró más de 300 hijos por fuera del matrimonio). Cuenta la leyenda que la muchacha se parecía tan poco a él que dudó de su paternidad, pero Augusto se dio cuenta de que la hija en efecto era suya después de una noche de amor al reconocer en el muslo de la chica un lunar idéntico a uno que él mismo poseía.

Los amores entre hermanos han plagado a la crema y nata de la realeza y los intelectuales. Margot de Valois, hija del rey francés Enrique II de Valois y su fea esposa Catalina de Médici, fue iniciada en los placeres eróticos por nada menos que por su hermano Enrique, quien con el correr del tiempo pasó a ser uno de los reyes más degenerados y asesinos de Francia, tomando el nombre de Enrique III.

De Federico Nietszche, uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX por medio de la filosofía vitalista y el nihilismo, se rumora que era objeto de adoración de su posesiva hermana Elizabeth la cual era especialmente celosa con el filósofo. Cuando Nietszche ya había comenzado a padecer múltiples enfermedades y a sumergirse en la demencia, escribió un texto llamado Mi hermana y yo, en 1890, ya internado en el sanatorio de Lena (aunque todavía se tienen dudas de su autoría). El libro menciona, entre otras cosas, varios actos de tipo sexual del pensador con su hermana.

La brillante novelista inglesa Virginia Woolf fue abusada sexualmente por sus dos hermanastros, Gerald y George, que la sometieron a indecentes manoseos siendo apenas una niña. En este caso es interesante ver que se trataba de hermanastros los cuales posiblemente no convivieron con la escritora durante sus primeros años. La psicología evolucionista plantea que el riesgo de abuso sexual aumenta si no hay convivencia durante los primeros 3 o 4 años de vida y si disminuye el parentesco genético, por lo cual los niños que viven con hermanastros, padrastros o madrastras están en más alto riesgo de ser abusados que aquellos que viven con su familia biológica.

Dicen los psicólogos e investigadores de la Universidad de McMaster, Estados Unidos, Marin Daly y Margo Wilson, en su libro La verdad sobre cenicienta:

"En años más recientes, se ha observado cómo diversos conjuntos de datos procedentes de distintos países demostraban que los malos tratos a menores por parte de padrastros o madrastras están ampliamente extendidos. Por ejemplo, en Nueva Gales del Sur, Australia, se ha constatado que los padrastros son una mayoría aún más extrema entre los autores de apaleamientos a niños pequeños, en comparación con los datos de Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña. En Finlandia, un informe de 1996 sobre una encuesta realizada a 9000 adolescentes de quince años, indicaba que el 3.7% de las que estaba viviendo con un padrastro afirmaba que éste había abusado sexualmente de ellas, en comparación con un 0.2% de las que vivían con su padre genético".92

Y más adelante agregan:

"También ha quedado claro que los riesgos que lleva asociados el hecho de ser hijastro no son un producto nuevo de los tiempos modernos. Utilizando archivos históricos del período comprendido entre el siglo XVII y el siglo XIX, el antropólogo alemán Eckart Voland ha demostrado que el cuento de Cenicienta era algo más que ficción entre los campesinos europeos […] En las sociedades de relación personal directa de nuestros antepasados, aparte de la ayuda que podían prestar los familiares, no existía una poderosa autoridad central, ni servicios sociales, por lo que la situación de los hijastros era probablemente aún peor que en las sociedades campesinas. Según un estudio sobre sociedades contemporáneas de cazadores-recolectores de Suramérica, en la etnia Ache de Paraguay, el 43% de los niños criados por una madre y su padrastro morían antes de cumplir los 15 años, mientras que sólo moría el 19% de los que se criaban con ambos padres genéticos".93

Volviendo al tema sobre el incesto y la historia, Piotr Ilitch Tchaikovsky, considerado por muchos como el genio musical más grande que ha dado Rusia, sostuvo una relación incestuosa de tipo homosexual con su propio hermano Modesto. También Lord Byron, gran poeta romántico inglés que poseía un pie deforme, fue el epítome del aventurero de la época. En julio de 1813, tras numerosas correrías sexuales con amantes de ambos sexos, Byron optó por romper el máximo tabú sexual cometiendo incesto con su hermana Augusta Leigh, quien ya estaba casada.

Jorge I, que se convirtió en monarca inglés, también gozó con una hermana menor suya que había nacido por fuera del casamiento oficial de su padre. La pobre muchacha era llamada La Elefanta por sus proporciones, y fue una de las amantes predilectas de este rey que al parecer las prefería deformes y pasadas de kilos.

Reza la leyenda que el verdadero motivo por el cual el archiduque Rodolfo de Habsburgo (heredero al trono austro-húngaro e hijo de Sissy) se suicidó con su joven amante María Vetsera en Mayerling, fue que ambos descubrieron que María era hija desconocida de Francisco José I, el mismo padre de Rodolfo. El incesto entre estos amantes no sólo les costó la vida, sino que desencadenó el crepúsculo de la dinastía que había regido los destinos de los austriacos por más de cinco siglos.

Dice el profesor Antonio Vélez:

"Refiriéndose a los incestos de las monarquías, los antropólogos Van der Berghe y Mescher anotan que en todos los arreglos incestuosos reales se toleró, dentro de una lógica sexual perfecta, la infidelidad. El incesto entre la clase dominante -y no se requiere mucha malicia para deducirlo- perseguía un fin importantísimo: mantener el poder solo en manos de la familia real. Esto explica el porqué de la aceptación de un cónyuge poco atractivo sexual y emocionalmente; de todos modos esto no tenía mucha importancia, pues como ya se dijo, la infidelidad era mutuamente tolerada. Así que el matrimonio no tenía más finalidad que la de engendrar a los herederos del poder. La vida sexual de la realeza ocurría realmente en otras alcobas más emocionantes y tentadoras. Cabe señalar que se respetaba celosamente el tabú del incesto madre-hijo, por lo menos hasta donde el registro histórico permite saberlo".94

8.2 EL INCESTO EN LA LITERATURA Las relaciones incestuosas, al igual que muchas otras excepciones humanas, han estado siempre presentes en la literatura. El incesto, al igual que el homicidio y el suicidio, por citar algunas de éstas, han sido una materia prima fructífera de la que el talento de los escritores ha valido para tejer intrigantes historias. Sin embargo y a pesar de su fama, realmente no son muchas las obras que recurrentemente tocan el tema del incesto.

Para comenzar a hablar del incesto y la literatura, es menester hacerlo citando el viejo mito de Edipo rey, pues a fuerza de ser rememorado por Freud, se ha vuelto, tal vez, la historia incestuosa más famosa de nuestra época aunque no sea necesariamente contemporánea. De hecho Freud considera que lo que hace grande a la mayoría de las obras literarias, yace en la rememoración inconsciente del incesto y el parricidio al que éstas nos llevan.

Al respecto dice Freud en su escrito de 1927, Dostoievski y el parricidio:

"Difícilmente se deba al azar que las tres obras maestras de la literatura de todos los tiempos traten del mismo tema, el parricidio: Edipo Rey, de Sófocles; Hamlet, de Shaskespeare y Los hermanos Karamasov, de Dostoievski. Además en las tres queda al descubierto como motivo del crimen la rivalidad sexual por la mujer". 95

Edipo es el legendario rey de Tebas, hijo de Layo y Yocasta, que sin saberlo mata a su propio padre y desposa, también sin saberlo, a su madre. Freud toma este mito griego y lo utiliza para bautizar su hipótesis central sobre la sexualidad infantil, llamada Complejo de Edipo, el cual junto a obras como Hamlet y Los hermanos Karamasov son citados por Freud para reafirmar la hipótesis de la constitución del inconsciente humano.

El Complejo de Edipo se nutre, a grandes rasgos, del deseo de vincularse sexualmente con el progenitor del sexo opuesto (incesto) y dar muerte al progenitor que aparece como competidor de este vínculo (parricidio). En el caso de las niñas el deseo estaría finalmente del lado de dar muerte a su madre, con quien compite por el amor de su padre, pero curiosamente ese tema del matricidio no es común en la literatura. Sin embargo el tema del incesto y el parricidio tampoco son el denominador común de todas las grandes obras literarias. Como decíamos anteriormente, más bien parece ser uno de tantos recursos usado por los escritores para tejer sus historias. El éxito de la pieza radica más en la maestría con que se teje que en el material mismo del que es hecha, aunque este último tampoco sea despreciable.

Afirma Freud:

"Por eso hemos llegado a proclamar como el complejo nuclear de la neurosis el vínculo con los padres, gobernado por apetencias incestuosas. El descubrimiento de esta significación del incesto para la neurosis choca, desde luego, con la más universal incredulidad de las personas adultas y normales; idéntica desautorización oponen también, por ejemplo, a los trabajos de Otto Rank [v. gr. 1907 y 1912c], que prueban, en escala cada vez más vasta, en cuán grande medida el tema del incesto se sitúa en el centro del interés poético y brinda a la poesía su material de incontables variaciones y desfiguraciones. Nos vemos constreñidos a creer que aquella desautorización es sobre todo un producto de la profunda aversión del ser humano a sus propios deseos incestuosos de antaño, caídos bajo la represión. Por eso no carece de importancia que los pueblos salvajes puedan mostrarnos que también sienten como amenazadores, y dignos de las más severas medidas de defensa, esos deseos incestuosos del ser humano, más tarde destinados a la condición de inconscientes {Unberwusstheit}".96

Al respecto, el investigador del mundo antiguo e historiador francés Jean Pierre Vernant, dice en su obra Edipo sin complejo:

"Ese sentido aparece en las reacciones inmediatas del público, en la emoción movilizada por él en el espectáculo. A este respecto Freud no puede ser más claro: es el éxito universal y constante en la tragedia de Edipo lo que prueba la existencia asimismo universal, en la psique infantil, de una constelación de tendencias semejantes a las que lleva al héroe a su perdición. Si Edipo Rey nos conmueve tanto como perturbaba a los ciudadanos de Atenas no es, como se creía hasta entonces, porque encarne una tragedia fatalista, que opone la omnipotencia divina a la pobre voluntad de los hombres, sino porque el destino de Edipo es, en cierta forma, el nuestro, porque llevamos en nosotros la misma maldición que el oráculo pronunció contra él. Al matar a su padre, al casarse con su madre, realiza el deseo de nuestra infancia que nosotros nos esforzamos por olvidar".97

Y luego agrega:

"La tragedia es, por tanto, comparable en todo punto a un psicoanálisis: al levantar el velo que disimula en Edipo su rostro de parricida, de incestuoso, nos revela a nosotros mismos; la tragedia utiliza como material los sueños que cada uno de nosotros ha tenido; su sentido se hace visible resplandecientemente en el espanto y la culpabilidad que nos invaden cuando, a través de la inexorable progresión del drama, nuestros antiguos deseos de muerte del padre, de unión con la madre, ascienden hasta nuestra conciencia que fingía no haberlos experimentado nunca".98

Edipo rey es una tragedia griega atribuida a Sófocles, que narra la vida de Edipo, desventurado príncipe de Tebas, hijo de Layo y de Yocasta, a quienes el oráculo de Delfos les advirtió que el hijo que tendrían asesinaría a su padre y se casaría con su madre. Layo tuvo miedo y, en cuanto nació Edipo, encargó de matar al niño a uno de sus súbditos, pero dicha persona no cumplió la orden y sólo perforó los pies del bebé y lo colgó con una correa de un árbol, por el horror que le producía la orden que le habían dado. Pasaba por allí Forbas, un pastor de los rebaños del rey de Corintio, que escuchó el llanto del bebé y lo recogió entregándoselo para su cuidado a Polibio. La esposa de Polibio, Peribea, se mostró encantada con el bebé y lo cuidó con cariño en su casa, dándole por nombre Edipo (que significa "el de los pies hinchados").

El niño creció bajo el cuidado de los pastores sin mayor problema pero durante la celebración de una boda en la que se encontraba Edipo, un hombre borracho le dijo que Polibio y Peribea no eran sus verdaderos padres. Atormentado por las dudas, Edipo acude al oráculo de Delfos, que lejos de resolvérselas, le responde pronosticando que mataría a su padre y se casaría con su madre, aconsejándole que nunca volviese al lugar donde nació. Al oír esas palabras Edipo promete no volver jamás a Corinto, y emprende camino hacia Fócida. En su viaje se encuentra con un carruaje en el que viajaba Layo acompañado de una cohorte. Ante la negativa tanto de Edipo como del carruaje a dejar pasar al otro se enzarzaron en una pelea en la que Edipo mató a Layo.

Al llegar a Tebas, Edipo se encuentra con La Esfinge, engendro que tenía cabeza, cara y manos de mujer, voz de hombre, cuerpo de perro, cola de serpiente, alas de pájaro y garras de león, y desde lo alto de una colina detenía a todo aquel que pasara junto a ella y le hacia una pregunta so pena de morir si no era contestada correctamente. Al pasar Edipo frente a ella, ésta le lanza un acertijo: "¿Que animal por la mañana tiene cuatro patas, por la tarde dos y por la noche tres?". Después de pensarlo, Edipo responde: "El Hombre". La Esfinge viéndose derrotada se lanza por un barranco y se suicida. Los habitantes de Tebas, agradecidos, le nombran Rey y se casa con Yocasta, cumpliendo, sin saberlo, la segunda parte de la profecía del oráculo.

Después de esto, comienza una gran peste que arrasa toda la región sin que tuviera remedio alguno, y el oráculo de Delfos informa que tal calamidad sólo desaparecerá cuando el asesino de Layo fuese descubierto y echado de Tebas. Como buen rey, Edipo anima concienzudamente las investigaciones, que terminan por descubrir lo que realmente había ocurrido: Edipo había matado a Layo, su padre, y se había casado con Yocasta, su madre. Al descubrir lo sucedido, Yocasta se suicida y Edipo al verlo se quita los ojos y, tras despedirse de sus hijas, después de darlas al cuidado de Creonte y pedir que le dieran a Yocasta buena sepultura, dijo a Creonte que no merecía ser rey y le pidió que lo desterraran.

Este final da origen a dos nueva obras de la tragedia, Edipo en Colono y Antígona, las cuales se desarrollan con posterioridad cronológica a Edipo rey. En la primera, Edipo, ciego y desterrado de Tebas, llega errante a Colono del Ática, al norte de Atenas, ayudado por su hija Antígona. Los habitantes de Colono le piden que se marche, pero él, sabiendo que éste era el lugar en el que había de morir según el oráculo, se niega a hacerlo. Se recurre a Teseo, rey de Atenas, quien asegura a Edipo su protección y le promete que será enterrado en suelo ático. De esta forma su espíritu protegerá Atenas. El rugir de los truenos advierte a Edipo que la hora de la muerte se está acercando. Se retira y un mensajero cuenta que tras bendecir a sus hijas, se aparta a un lugar solitario y muere solo, en presencia de Teseo. El mensajero desconoce la forma exacta de su muerte. En la segunda obra, Antígona, basada en la vida de la hija de Edipo, Sófocles plantea una reflexión sobre la razón de Estado, la tiranía y la conciencia a través de Antígona.

Para Freud el éxito de estas famosas obras de la literatura universal radica, en buena medida, en que sus historias representan los más profundos deseos humanos. El que obras como Edipo rey o Hamlet, se hayan convertido en obras maestras, no sólo se debe al talento de sus autores sino, según el psicoanálisis, a la temática parricida o incestuosa que subyace en el texto y que remite a nuestros más profundos deseos infantiles.

Dice Sigmund Freud en su obra La interpretación de los sueños: "En el mismo suelo en que Edipo rey hunde sus raíces lo hace otra de las grandes creaciones trágicas, el Hamlet de Shakespeare. Pero en el diverso modo de tratar idéntico material se manifiesta toda la diferencia de la vida anímica es esos dos períodos de la cultura, tan separados en el tiempo: se muestra el progreso secular de la represión en la vida espiritual de la humanidad. En Edipo, como en el sueño, la fantasía del deseo infantil subterráneo es traída a la luz y realizada; en Hamlet permanece reprimida, y sólo averiguamos su existencia –las cosas se encadenan aquí como en una neurosis- por sus consecuencias inhibitorias. Cosa extraña: quedarse totalmente a oscuras acerca del carácter del héroe en nada perjudicó el efecto subyugante del más reciente de estos dos dramas".99

Dicho de otra forma, el éxito de Edipo rey contribuye a confirmar la teoría del Complejo de Edipo y ésta a su vez contribuye a identificar claramente los elementos claves para que la historia de Edipo haya llegado hasta nuestros días. Edipo rey confirma el Complejo de Edipo y el Complejo de Edipo legitima a Edipo rey. Un razonamiento circular que se vale de sí mismo para confirmarse.

Jean Pierre Vernant no está de acuerdo con esta forma de razonar:

"Esta demostración tiene todo el aparente rigor de un razonamiento fundado en un círculo vicioso ¿Cómo procede? Una teoría elaborada a partir de unos casos clínicos y de sueños contemporáneos encuentra su "confirmación" en un texto dramático de otra época. Pero ese texto sólo es susceptible de aportar esa confirmación cuando se interpreta por referencia al universo onírico de los espectadores actuales, al menos tal como lo concibe la teoría en cuestión. Para que este círculo no fuera vicioso, habría sido preciso que la hipótesis freudiana, en lugar de presentarse en el punto de partida de una interpretación evidente y que se impone por sí misma, apareciese al término de un minucioso trabajo de análisis como una exigencia impuesta por la obra misma o una condición de inteligibilidad de su ordenación dramática como el instrumento de un total desciframiento del texto".100

De hecho la historia de Sófocles no es la única historia mítica de Edipo. Sófocles le da un nuevo aire para llevarla al teatro como tragedia, aunque la historia de Edipo que se transmitía en su época no contuviera necesariamente los mismos elementos. Por ejemplo, en la historia primitiva no aparece tan claro el sentimiento de culpa al final, fundamental para la teoría psicoanalítica, ya que el desenlace no cuenta con Edipo ciego y desterrado.

Afirma el investigador de los mitos antiguos Jean Pierre Vernant:

"Es preciso observar, por ejemplo, que en las versiones primitivas del mito no hay, en su contenido legendario, la menor huella de autopunición, puesto que Edipo muere pacíficamente instalado en el trono de Tebas, sin haberse sacado los ojos para nada. Es precisamente Sófocles quien, por las necesidades del género, da al mito su versión propiamente trágica, la única que Freud, que no es mitólogo, ha podido conocer".101

Sin embargo cabría preguntarse por el encanto de la obra edípica si Sófocles no hubiera cambiado su final, si la culpa no hubiera hecho de las suyas en el pobre Edipo ¿Habría sido un fracaso? Freud cree que si, como ya se ha visto, pero Vernant cree que no.

Dice Vernant:

"Para demostrar su tesis, Freud escribe que, cuando alguien ha querido producir un efecto trágico en un drama sobre el destino análogo de Edipo Rey, pero utilizando un material distinto a los sueños edípicos, el fracaso ha sido total. Y cita como ejemplo los malos dramas modernos. Nos quedamos estupefactos ¿Cómo puede olvidar Freud que existen otras muchas tragedias distintas a Edipo Rey y que, entre las que nos han sido conservadas, de Esquilo, Sófocles y Eurípides, casi ninguna de ellas tiene nada que ver con los sueños edípicos? ¿Hay que decir que son piezas detestables, que no comportan efecto trágico? Si los antiguos las admiraban, si el público moderno queda turbado ante algunas como ante Edipo Rey, no es porque la tragedia se halle vinculada a un tipo particular de sueño o porque el efecto trágico resida en un material determinado, incluso onírico, sino por el modo de dar forma a ese material para representar el sentimiento de las contradicciones que desgarran el mundo divino, el universo social y político, el dominio de los valores, y hacer aparecer así al hombre mismo como un thaúma, un deinón, una especie de monstruo incomprensible y desconcertante, a la vez agente y paciente, culpable e inocente, dueño de toda la naturaleza con su espíritu industrioso e incapaz de gobernarse, lúcido y cegado por un delirio enviado por los dioses".102

Otra obra "incestuosa" es Hamlet, famosa tragedia escrita por William Shakespeare, que narra la historia de una venganza que se desarrolla en el Castillo de Elsinore donde tiene su asiento la corte de Dinamarca y donde el príncipe Hamlet sufre la pérdida de su padre, el rey Hamlet. Pasado poco más de un mes del fallecimiento del rey, Claudio, hermano del difunto, hereda el trono y se casa con la madre de Hamlet, la reina Gertrudis. Estos hechos hacen que la agonía y el dolor de Hamlet aumenten, ya que ve a su madre como una mujer infiel a la memoria de su querido padre.

El fantasma del padre de Hamlet se le aparece y le revela la causa de su muerte: ha sido asesinado por Claudio, su propio hermano. Le dice que Claudio vertió veneno en su oído, causándole la muerte y le pide además a Hamlet que se vengue acabando con la vida del fratricida. Tras este encuentro Hamlet duda si el fantasma es o no su padre y si lo que le ha dicho es cierto.

Posteriormente, Hamlet cae en una profunda melancolía debido a un conflicto amoroso con Ofelia quien al romper con la relación, devuelve a Hamlet algunos recuerdos que él le había dado, a lo que Hamlet reacciona con furia y le dice que se vaya a un convento (nunnery, palabra que curiosamente también significaba prostíbulo en aquella época).

Entonces el rey Claudio ordena contratar, para distraer a Hamlet de su melancolía, a un grupo de actores con los que Hamlet decide montar una obra mostrando la manera en que el fantasma le describió haber sido asesinado. La reacción del rey ante la obra termina de convencer a Hamlet de que las revelaciones del fantasma eran ciertas.

El rey Claudio, atemorizado tras verse comprometido por el argumento de la obra y temiendo por su propia vida luego de conocer el asesinato de Polonio, a quien Hamlet había matado accidentalmente, decide enviar a Hamlet a Inglaterra, pero no sin antes pedirles en secreto a sus emisarios que asesinen a Hamlet en cuanto lleguen, pero el plan fracasa y Hamlet emprende regreso a su tierra. Así entonces, el rey Claudio y Laertes, hijo de Polonio, al saber del fracaso que tuvo el plan de matar a Hamlet y enterarse también de su retorno, organizan un plan para acabar con su vida con una espada envenenada.

Es así como en una trágica y confusa escena, Hamlet y Laertes se hieren mutuamente de gravedad con la espada envenenada de este último y la reina bebe del vino envenenado que estaba destinado a Hamlet y muere. Al ser separados Laertes y Hamlet, Laertes le comenta a Hamlet que la trampa del vino fue ideada por el rey, y declara al rey como el delincuente de esta tragedia. Hamlet, poseído por la cólera, logra herir al rey y le hace beber de su propio veneno, cumpliendo finalmente la venganza que el fantasma de su padre anhelaba. Hamlet, antes de morir pide que se declare heredero del trono al príncipe noruego Fortinbras, quien se hace presente en la sala del trono ante el espectáculo de tantas muertes.

¿Incesto? ¿Parricidio? No parecen ser tan evidentes. Hay que hilar muy fino para considerar que en esta tragedia clásica de la literatura inglesa estos temas son su argumento principal. El fratricidio que se comete en este caso es la excusa que utiliza el autor para que aparezca el conflicto de intereses y el suspenso que se requiere para mantener la tensión del público, aunque seguramente que el gran maestro de la literatura inglesa también tenía otras intenciones con su obra, como por ejemplo mostrar los problemas que acarrea la ambición, la ira y traición, además de plantear, claro está, los choques que se dan al interior de un clan familiar y las tensiones constantes que se generan. Hamlet es una obra en la que la vacilación y el exceso de pensamiento son primordiales. Pero poner en la obra artística otro tipo de elementos que no enuncia el escritor ni se infieren necesariamente del texto, es tomarse demasiadas atribuciones.

Freud insiste en ir más allá de donde otros han podido llegar e intenta sacar una formulación edípica de la pieza de Shakespeare:

"La pieza se construye en torno a la vacilación de Hamlet en cumplir la venganza que le está deparada; las razones o motivos de esa vacilación, el texto no los confiesa; tampoco los ensayos de interpretación, que son tantos y tan diversos, han podido indicarlos. Según la concepción abonada por Goethe, y que es todavía hoy la prevaleciente, Hamlet representa el tipo de hombre cuya virtud espontánea para la acción ha sido paralizada por el desarrollo excesivo de la actividad de pensamiento. Otros sostienen que el poeta quiso pintar un carácter enfermizo, irresoluto, que cae en el campo de la neurastenia. Pero la trama de la pieza nos enseña que Hamlet en modo alguno se presenta como una persona incapaz para cualquier acción […] ¿Qué lo inhibe, entonces, en el cumplimiento de la tarea que le encargó el espectro de su padre? Aquí se nos ofrece de nuevo la conjetura: es la particular índole de esa tarea. Hamlet lo puede todo, menos vengarse del hombre que eliminó a su padre y usurpó a este el lugar junto a su madre, del hombre que le muestra la realización de sus deseos infantiles reprimidos. Así, el horror que debería moverlo a la venganza se trueca en autoreproche, en escrúpulo de conciencia: lo detiene la sospecha de que él mismo, y entendido ello al pie de la letra, no es mejor que el pecador a quien debería castigar".103

Freud da la impresión de poder revelar las "verdaderas" intenciones de Shakespeare en la elaboración de la pieza. Como un exorcista que logra sacar del poseído todos aquellos demonios que el autor padece pero desconoce, para hacerlos evidentes y lograr explicar el origen de sus males. En este caso no serán sus males sino más bien todo lo contrario: los bienes de la obra literaria. El argumento de fondo que le sustenta y le hace grande sin darse cuenta. Como un mago, Freud saca del sombrero lo que quiere.

Dice Freud:

"De tal modo he traducido a lo consciente aquello que en el alma del protagonista tiene que permanecer inconsciente; si alguien quiere llamar histérico a Hamlet, no puedo yo sino admitirlo como la consecuencia de mi interpretación. A ello conviene muy bien la repugnancia por lo sexual que Hamlet expresa en el coloquio con Ofelia, esa misma repugnancia que en los años siguientes se apodera cada vez más del alma del poeta hasta alcanzar su expresión culminante en Timón de Atenas. Desde luego, no puede sino la vida anímica del propio creador lo que nos sale al paso en Hamlet".104

Se puede intentar verificar si hay muchas obras famosas en las que los deseos edípicos no sean los protagonistas intentando falsear la hipótesis freudiana. Varios nombres aparecen inmediatamente como la Iliada y la Odisea. Incluso también se puede tratar de constatar si son muy numerosos los textos famosos que recurren al incesto en su trama para tratar de comprobarla. Sólo unos pocos vienen a la mente y son de los que hablamos en este capítulo.

Pero el asunto no logra resolverse así pues la interpretación psicoanalítica puede reemplazar fácilmente los elementos no incestuosos por sustitutos inconscientes de las relaciones edípicas. Aquí nos topamos con unos de los principales problemas de teorías cerradas, como el psicoanálisis o el marxismo. Son infalseables y no se prestan para la comprobación. Cualquier intento de refutación puede convertirse fácilmente, por arte de la deformación que sufre el inconsciente, en un argumento a favor. En el caso del mito edípico, dice Vernant: "El psicoanalista fuerza el material legendario a plegarse a las exigencias del modelo que, antes incluso de abordar su estilo, llevaba en sí como un mago posee la verdad".105

Pero allí no termina todo pues Freud parece confundir, posiblemente sin intención, distintos conceptos del amor que los griegos empeñaron en separar claramente. El amor sensual o éros, el amor familiar o phília y el amor comunitario o aghape. Como se verá en capítulos posteriores, para Freud el concepto de vínculo afectivo remite exclusivamente a la sexualidad y es de este modo en que la phília y el éros, tan distintos para los griegos que originaron el mito de Edipo, se confunden en la interpretación Freudiana como si se tratase del mismo concepto para los griegos.

En la fantasía edípica las relaciones se funden y confunden en el nudo de la sexualidad, como un agujero negro que todo lo atrapa y que no permite que nada escape. Cualquier vínculo afectivo remite a la sexualidad y bajo este único concepto se estructura todo el psiquismo humano. La psicosexualidad pretende explicarlo todo, desde el arte hasta la tecnología. Uno de los primeros en manifestar su oposición a este planteamiento fue Carl Gustav Jung, uno de los más avanzados discípulos del psicoanálisis Freudiano, quien rompió con los conceptos de su maestro y creo rancho aparte, después de una tormentosa relación con el maestro.

Vernant tampoco está de acuerdo con este planteamiento y lo sustenta basado en su conocimiento de la mitología griega:

"La identificación de los lazos familiares con deseos incestuosos no es menos arbitraria. Para los griegos los vínculos familiares definían un dominio de las relaciones humanas donde sentimientos personales y actitudes religiosas son indisociables. El afecto recíproco entre padres e hijos por un lado, hermanos y hermanas por el otro, representa el modelo de lo que los griegos llaman phília. La palabra phílos, que tiene valor posesivo y corresponde al latín suus, designa ante todo lo que es suyo, es decir, para cada uno su pariente próximo. Aristóteles, en muchas ocasiones y a propósito en particular de la tragedia, indica que esta philía se apoya sobre una especie de identidad entre los miembros de la familia restringida. Cada uno es para su pariente un alter ego, un yo mismo desdoblado o multiplicado. En este sentido philía se opone al éros, al deseo amoroso, que se dirige hacia "otro" distinto de uno mismo; otro, por el sexo, otro, por la pertenencia familiar. Para los griegos, fieles en este punto a la tradición hesiódica, el comercio sexual une opuestos, no semejantes. Identificar a priori –sin indicación especial en el texto- vínculo familiar y deseo incestuoso es, pues, confundir dos tipos de sentimientos que los griegos distinguieron e incluso opusieron muy cuidadosamente".106

El símil que hace Freud con el mito griego de Edipo no es tan afortunado como parece a primera vista. Los elementos que el psicoanálisis toma prestados de Edipo rey para hacer el planteamiento de su teoría del Complejo de Edipo quedan descontextualizados y forzados en la historia griega. No se toma la tragedia como tal sino que se la deforma para acomodarla a la interpretación del psicoanálisis en un intento más por demostrar que el deseo incestuoso está tan presente en la sexualidad humana, que abarca hasta las más famosas obras literarias. Vernant se queja: "La oposición philía-éros, vinculación familiar- deseo sexual, ocupa, pues, un puesto principal en la arquitectura del drama. El confundirlos bajo el pretexto de "sustituto" no hace más claro el texto: destruye la pieza".107

Podría decirse que los elementos literarios del mito griego son un asunto de forma y no de fondo. Pero precisamente por estos mismos principios que Freud deslegitima el planteamiento que Carl Jung desarrolló como teoría paralela al Complejo de Edipo, llamada complejo de Electra, para referirse a la contrapartida del Edipo, es decir, el caso femenino. Freud se opuso a este nuevo esquema ya que consideró que la historia de Electra no se asimilaba bien y quedaba descontextualizada con lo que sucedía en los vínculos afectivos de la infante pues no era análoga al caso del varón. Freud prefirió asimilar bajo el mismo concepto de Complejo de Edipo el caso de las niñas aunque con unas especificaciones distintas a las de los niños.

Dice Freud en su texto de 1931, Sobre la sexualidad femenina:

"Ya hemos discernido otra diferencia entre los sexos en su relación con el Complejo de Edipo. Aquí tenemos la impresión de que nuestros enunciados sobre el Complejo de Edipo sólo se adecuan a términos estrictos al niño varón, y que acertamos rechazando la designación "complejo de Electra", que pretende destacar la analogía en la conducta de ambos sexos. El inevitable destino del vínculo de simultáneo amor a uno de los progenitores y odio al rival se establece sólo para el niño varón".108

En la tradición griega, Electra encarna el personaje de la hija de Agamenón (rey de Micenas y Argos) y de su infiel esposa, Clitemnestra, la cual en vil acuerdo con su amante Egisto, maquina un plan que ambos llevan a cabo para asesinar a Agamenón. Electra tuvo la destreza y diligencia suficiente para poner a salvo a su hermano pequeño, Orestes, pero no para evitar el terrible parricidio que produce un inmenso sufrimiento en los dos hermanos, que deben separarse por un tiempo.

Orestes es entregado a otras manos que lo apartaron de la ciudad de Argos y lo criaron. Estos son años duros para Electra quien pasa por un calvario de servidumbres, odios y ruegos por el retorno de su hermano quien al cabo de los años regresa a Argos para castigar a los asesinos de su padre por indicación del oráculo délfico. Ella, quien había pensado en actuar por su cuenta ante la ausencia de su hermano, le ayuda a vengarse de la vil pareja propinándoles la muerte. Cumplida la venganza, Orestes entrega a su hermana en matrimonio a su amigo Pilades que era el hijo del rey Estrofio de Fócide.

Si el mito de Edipo no logra acomodarse al planteamiento Freudiano de lo que supuestamente sucede en nuestro inconsciente, el mito de Electra sigue el mismo camino al ser usado como ejemplo de una relación ambivalente entre la niña y su padre, con la madre de por medio, ya que según la teoría psicoanalítica el vínculo amoroso de la niña primero debe pasar por un cambio de objeto de amor de la madre al padre antes de configurar su similitud con el caso de los varoncitos. Total, ni el uno ni el otro parecen ser referentes afortunados.

Algunas obras del novelista y crítico alemán, Thomas Mann, como El elegido y De la estirpe de Odín, tal vez sean un poco más claras en los temas incestuosos, aunque no las cita Freud en sus obras a pesar de que Freud y Mann se guardaban una gran admiración mutua, como se puede constatar en la carta que Freud le escribe a Mann en su sexagésimo aniversario, donde a nombre de los científicos de la época, le dice al escritor alemán: "en nombre de incontables contemporáneos suyos me siento autorizado a expresar nuestra certidumbre de que usted nunca hará o dirá –puesto que las palabras del poeta son obras- nada cobarde o bajo, y aun en tiempos y situaciones que extravían el juicio andará por el camino recto y se lo enseñará a los demás".109

Mann, basado en Gregorio o la vida del buen pecador, que a su vez estaba inspirado en un viejo texto francés llamado Vida de San Gregorio, imagina y recrea en El elegido la vida del papa Gregorio con elementos atroces e incestuosos semejantes a los de la tragedia de Edipo. Igualmente en De la estirpe de Odín , Mann retrata la relación incestuosa de los hermanos Seigmund y Seiglind, y en Doctor Fausto narra la historia de un músico que vende su alma al diablo en medio de los problemas políticos del nazismo. En este caso la figura del diablo también constituye un importante punto para el psicoanálisis que lo identifica como sustituto del padre, no sólo en esta obra sino también en el otras tantas como los escritos de Dostoievski.

Las palabras del padre del psicoanálisis no son tan generosas con el escritor Fiódor Dostoievski como lo fueron con Mann. Del escritor ruso dice sin reparos: "Dostoievski falló en ser un maestro y libertador de los seres humanos, se asoció con sus carceleros; el futuro cultural de los hombres tendrá poco que agradecerle. Probablemente pueda demostrarse que su neurosis lo condenaba a ese fracaso. De acuerdo con la altura de su inteligencia y la intensidad de su amor por los hombres, habría tenido ante sí otra senda de vida, la senda apostólica".110

Fiódor Dostoievski es el autor de otra de las obras de la literatura universal que recurren a las fantasías edípicas, en este caso el parricidio, como uno de sus elementos centrales es el libro Los hermanos Karamozov. El texto puede leerse en dos niveles: en el básico se encuentra la historia de un parricida con el que todos los hijos del hombre asesinado comparten diversos niveles de complicidad; pero en un nivel más complejo se encuentra el drama espiritual de un conflicto moral que involucra fe, duda, racionalismo y libre albedrío.

Para Freud la historia debe leerse de otra manera. El nivel del conflicto moral entre fe, duda, racionalismo y libre albedrío se encuentra en la superficie, mientras que el deseo inconsciente de dar muerte al padre, propio del Complejo de Edipo, se encuentra en la profundidad de la historia y es lo que finalmente conecta al lector con la obra a través de sus impulsos infantiles.

A pesar de lo que Freud piensa sobre Dostoievski, sus opiniones sobre su obra literaria son muy diferentes. De Los hermanos Karamasov, dice: "Los hermanos Karamasov es la novela más grandiosa que se haya escrito, y nunca se estimará bastante el episodio del Gran Inquisidor, una de las cumbres de la literatura universal".111

Freud sostiene que las mociones ambivalentes con respecto al padre que aparecen en Los hermanos Karamasov son el sustituto del sentimiento de culpa de Dostoievski con respecto a su progenitor. Dice Freud: "Los hermanos Karamasov y el destino del padre de Dostoievski ha llamado la atención de más de un biógrafo, moviéndolos a mencionar "cierta orientación psicológica moderna". El abordaje psicoanalítico –pues a él se refieren- está tentado a discernir en ese suceso el trauma más grave, y en la reacción de Dostoievski, el punto axial de su neurosis".112

En este recorrido por la literatura, no podemos dejar de traer a colación la historia de los Aurelianos y el niño cola de cerdo, fruto de las cientos de uniones incestuosas de la familia Buendía en Cien años de soledad, que con obras del mismo autor como El otoño del patriarca, hablan del incesto a través de la pluma del premio Nobel de literatura 1982, Gabriel García Márquez.

Dice Antonio Vélez:

"Y Gabriel García Márquez escribe en El otoño del patriarca: "… a todos juntos señores, inclusive al general Jacinto Algarabía que era el más oscuro y matrero que se preciaba de tener un hijo con su propia madre y solo bebía alcohol de madera con pólvora…". El autor utiliza el incesto madre-hijo, el más grave y prohibido, como artificio literario para darle fuerza satánica a su personaje, que resulta ameritado por él. De subhombre oscuro y matrero, se remonta a superhombre capaz aun de beber alcohol metílico con pólvora, brebaje también vedado a los simples mortales".113

En el caso de Cien años de soledad el incesto aparece como una interesante metáfora para acentuar una novela que se muerde la cola, se autoengulle, se mira en el espejo, se basta, se coloca como punto de partida y llegada, se construye y se deconstruye volcándose sobre sí misma, en una especie de endogamia narrativa.

Dice Mario Vargas Llosa en Cien años de soledad. Realidad total. Novela Total:

"El proceso de la edificación ficticia, emprendido por García Márquez en el relato Isabel viendo llover en Macondo y en La hojarasca, alcanza con Cien años de soledad su culminación: esta novela integra en una síntesis superior a las ficciones anteriores, construye un mundo de una riqueza extraordinaria, agota este mundo y se agota con él".114

Y más adelante anota el escritor peruano:

"Cien años de soledad es autosuficiente porque agota un mundo. La realidad que describe tiene principio y fin y, al relatar esa historia completa, la ficción abraza toda la anchura de ese mundo, todos los planos o niveles en los cuales esa historia sucede o repercute […] aquí si es evidente que la interdependencia de la historia del pueblo y de los Buendía es absoluta. Estos sufren, originan o remedian todos los grandes acontecimientos que vive esa sociedad, desde el nacimiento hasta la muerte".115

Úrsula y José Arcadio tenían la voluntad de casarse aún sabiendo la estrecha relación que existía entre sus antepasados y no fueron ellos quienes manifestaron temor por la predicción de engendrar hijos con cola de cerdo, sino sus propios parientes. Se casaron; pero no pudieron consumar el matrimonio de inmediato, gracias a la intrigante labor de la madre de Úrsula, quien la atemorizó con una serie de predicciones siniestras acerca de su descendencia, consiguiendo que Úrsula se negara inicialmente a consumar el vínculo marital.

Se lee en el segundo capítulo de Cien años de soledad:

"Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse, sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas".116

Esta negativa de Úrsula Iguarán, que dormía con unos pantalones hechos de lona de velero y reforzados por correas que cerraban adelante con una hebilla de hierro para que su marido no la violara dormida, tuvo como imprevisible consecuencia la muerte de Prudencio Aguilar que posteriormente actuará como catalizador de la culpa en la obra literaria.

Dice la novela del Nobel de Literatura colombiano:

"De modo que la situación siguió igual por otros seis meses, hasta que el domingo trágico en que José Arcadio Buendía le ganó la pelea de gallos a Prudencio Aguilar. Furioso, exaltado por la sangre de su animal, el perdedor se apartó de José Arcadio Buendía para que toda la gallera pudiera oír lo que iba a decirle. -Te felicito-gritó-. A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer".117

José Arcadio mata entonces a Prudencio Aguilar, enterrándole en la garganta su lanza, antes de que éste pudiera realizar cualquier movimiento con la suya. Esta desgracia quedó plasmada para siempre en la memoria del matrimonio Buendía; tanto así, que cuando José Arcadio Buendía es amarrado al castaño por su locura, envejece acompañado del fantasma de Prudencio Aguilar, que sentía mucha soledad y nostalgia del mundo de los vivos, y que, también, había envejecido como si la muerte estuviera subordinada al tiempo.

Úrsula Iguarán también hace varias alusiones sobre Prudencio Aguilar, a través del relato. Por esto, podría decirse que la relación entre ella y José Arcadio no se desarrolla en torno al amor, sino más bien, al sentimiento de culpa que comparten por el asesinato. En una discusión entre los esposos Buendía, inmediatamente posterior al asesinato, se puede leer a José Arcadio Buendía diciéndole a Úrsula: "Si has de parir iguanas, criaremos iguanas –dijo-.Pero no habrá mas muertos en este pueblo por culpa tuya".118

Y luego se lee:

"Era una noche de junio fresca y con luna, y estuvieron despiertos y retozando en la cama hasta el amanecer, indiferentes al viento que pasaba por el dormitorio, cargando con el llanto de los parientes de Prudencio Aguilar. El asunto fue clasificado como un duelo de honor, pero a ambos les quedó un malestar en la conciencia".119

Las obras de la literatura universal que tocan el tema del incesto y el parricidio son contadas y dan la impresión de hacerlo para reforzar su carácter narrativo., al menos sin tener que caer en grandes elucubraciones y exceso de análisis. Se podría decir que el tema incestuoso no es común en la literatura universal y que cuando se presenta no es necesariamente el eje central sino más bien un artificio narrativo que da fuerza, textura y color a determinadas historias, tal como lo hacen otros tantos temas que la naturaleza humana ofrece y que los escritores, magistralmente saben explotar.

9. Teoría freudiana del complejo de edipo

9.1 ORIGEN DE LA TERMINOLOGÍA EDÍPICA La alusión del mito de Edipo para referirse a la psicología infantil aparece por primera vez en la obra freudiana La interpretación de los sueños, publicada en 1900. En esta, Freud toma como ejemplo la obra griega de Sófocles Edipo rey, para referirse a los sueños infantiles, diciendo:

"Todas estas constelaciones están ahí bien patentes para el que quiera verlas, pero no nos hacen adelantar en nuestro intento de explicar los sueños de muerte de los padres sobrevenidos en personas en quienes la piedad filial se ha vuelto desde hace mucho algo sacrosanto. Es verdad que, por las elucidaciones anteriores, estamos preparados a derivar de la primera infancia el deseo de que los padres mueran. Los análisis de psiconeuróticos confirman con total certidumbre, respecto de estos, tal conjetura. Llegamos a saber que los deseos sexuales del niño –si es que en ese estado germinal merecen tal nombre- despertaron muy temprano, y que la primera inclinación de la niña atendió al padre y los apetitos infantiles del varón apuntaron a la madre […] Según mis experiencias, y ya son muchas, los padres desempeñan el papel principal en la vida anímica infantil de todos los que después serán psiconeuróticos; y el enamoramiento hacia uno de los miembros de la pareja parental y odio hacia el otro forman parte del material de mociones psíquicas configurado en esa época como patrimonio inalienable de enorme importancia para la sintomatología de la neurosis posterior […] En apoyo a esta idea la Antigüedad nos ha legado una saga cuya eficacia total y universal sólo se comprende si es también universalmente válida nuestra hipótesis sobre la psicología infantil. Me refiero a la saga de Edipo Rey y al drama de Sófocles que lleva ese título".120

Aunque Freud ya se había referido anteriormente a este fenómeno psíquico del infante como complejo nuclear de la neurosis en Sobre las teorías sexuales infantiles y en Cinco conferencias sobre el psicoanálisis, no es sino hasta el año 1910, en un texto llamado Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre que hace parte de Contribuciones a la psicología del amor, que Freud utiliza por primera vez el término Complejo de Edipo, para referirse a los conflictos que suscita en el niño el descubrimiento de la existencia de las relaciones sexuales.

Sigmund Freud inaugura el término Complejo de Edipo afirmando: "Empieza a anhelar a su propia madre en el sentido recién adquirido y a odiar de nuevo al padre como un competidor que estorba ese deseo; en nuestra terminología: cae bajo el imperio del Complejo de Edipo".121

Tres años después, en 1913, en su obra Tótem y tabú, Freud lleva al Complejo de Edipo hasta los orígenes de nuestra especie buscando su etiología en los pueblos primitivos o "salvajes" para tratar de demostrar que lo que sucede en la sexualidad del niño es un reducto de la prehistoria de la humanidad. Es decir, el deseo incestuoso en el pequeño, que indefectiblemente va acompañado de deseo de dar muerte al padre, es la recapitulación de lo que sucedió en las primeras comunidades u hordas de homínidos antes de pasar a la civilización.

Ideas como estas, y otras tantas, son el resultado de las fecundas amistades de Freud con varias personalidades de la época como Breuer, Charcot, Fliess y Ferenczi. De éste último, con quien Freud trabó amistad en 1908, se sospecha que tomó el concepto de la relación entre filogénesis y ontogénesis y sus posibles implicaciones sobre la sexualidad humana. En el libro Talaza, del médico Sandor Ferenczi, y del que Freud dijo que se trataba de la obra más brillante, más rica y con la utilización más audaz del psicoanálisis que se haya intentado hasta ese momento, Ferenczi desarrolló la tesis sobre el origen filogenético traumático de la sexualidad, basándose en la premisa de que la historia del desarrollo de cada individuo (ontogénesis) y su sexualidad, revela la sedimentación del origen de la especie (filogénesis). Esta tesis se apoya en la ya famosa para la época, ley de Haeckel que enuncia la recapitulación de la filogénesis a través de la ontogénesis, es decir que todo ser vivo resume en el curso inicial de su desarrollo la historia de su especie.

En biología, la teoría de la recapitulación o ley biogenética afirma que la filogenia de la especie se recapitula en el desarrollo del embrión. Los primeros en proponer esta teoría recapitulacionista de la filogenia fueron John Hunter y Carl Friedrich Kielmeyer, aunque fue Ernst Haeckel, de quien recibe su nombre, quien en 1866 la expuso de un modo sistemático y la difundió ampliamente. El uso que hace Freud de esta teoría es diferente de los principios biológicos que la inspiraron pues el uso que hace de ésta no se refiere al desarrollo del embrión sino al desarrollo psíquico del individuo. Sería entonces la psique del ser humano la que recapitularía la psique de la especie por medio de su paso de la naturaleza a la cultura representada en el Complejo de Edipo.

A pesar de que Tótem y tabú se publicó mucho antes que Thalasa y de que Thalasa es contemporánea de una obra posterior de Freud llamada Más allá del principio del placer, ya la idea de la ley de Haeckel como punto de partida de la explicación de la sexualidad humana había sido considerada antes por su amigo y paciente Sandor Ferenczi pero es Freud quien inicialmente la saca a la luz pública como una manera de encadenar las ideas de Darwin con el psicoanálisis.

En El interés por el psicoanálisis, dice Freud refiriéndose a la importancia del psicoanálisis para las ciencias no psicológicas:

"La comparación de la infancia del individuo humano con la historia temprana de los pueblos ya se ha revelado fecunda en muchos sentidos, y ello a pesar de que este trabajo apenas se encuentra en sus inicios. En él, el modo de pensar psicoanalítico se comporta como un nuevo instrumento de investigación. El aplicar sus premisas a la psicología de los pueblos permite tanto plantear problemas nuevos como ver bajo una luz diferente los ya elaborados y contribuir a solucionarlos. En primer lugar, parece de todo punto posible transferir a productos de la fantasía de los pueblos, como lo son el mito y los cuentos tradicionales, la concepción psicoanalítica obtenida a raíz del sueño".122

Y afirma el mismo autor en Tótem y tabú:

"En 1912 recogí la conjetura de Darwin, para quien la forma primordial de la sociedad humana fue la de una horda gobernada despóticamente por un macho fuerte. Intenté mostrar que los destinos de esta horda han dejado huellas indestructibles en el linaje de sus herederos".123

Para Freud, el descubrimiento del Complejo de Edipo se convierte en el fundamento de la explicación de la etiología de la neurosis y de la mayoría de los problemas psíquicos que aparecen en el hombre. El Complejo de Edipo se constituye así, si no en la más, al menos en una de las más importante herramientas del psicoanálisis para explicar la etiología de los padecimientos psicológicos. La prohibición del incesto se instaura en el nodo del que parten todas las ideas Freudianas sobre el funcionamiento de la mente humana y la estructuración de su inconsciente. Tal prohibición le permite a Freud anudar la prehistoria con la historia de la humanidad, la sexualidad y la enfermedad mental. Una hipótesis fecunda, como el mismo Freud diría, pero que establece un quiebre inexistente en la evolución del Homo sapiens. Afirma Freud:

"Por eso hemos llegado a proclamar como el complejo nuclear de la neurosis el vínculo con los padres, gobernado por apetencias incestuosas. El descubrimiento de esta significación del incesto para la neurosis choca, desde luego, con la más universal incredulidad en las personas adultas y normales […] Nos vemos constreñidos a creer que aquella desautorización es sobre todo un producto de la profunda aversión del ser humano a sus propios deseos incestuosos de antaño, caídos luego bajo la represión. Por eso no carece de importancia que los pueblos salvajes puedan mostrarnos que también sienten como amenazadores, y dignos de las más severas medidas de defensa, esos deseos incestuosos del ser humano, más tarde destinados a la condición de inconscientes {Unbewusstheit}".124

Es así como en casi todas las obras de Freud se vuelve sobre esta idea fundamental del Complejo de Edipo, considerándola como un reducto psíquico de lo que sucedió en el pasado de nuestra especie. Según este concepto, los deseos incestuosos de nuestros antepasados se vieron sofocados por agentes externos que nos introdujeron en el orden y la convivencia a través de la cultura, trayendo con esto un alto costo psicológico que constituye el origen de la enfermedad mental y que continuamente se nos sigue revelando a través de las manifestaciones inconsciente como lo son los lapsus linguae, los actos fallidos, los sueños y los síntomas.

En El malestar en la cultura, obra escrita en 1929 y publicada en 1930, el tema central se basa en el antagonismo que se presenta entre las pulsiones sexuales y las restricciones propias de la cultura. Se ha visto que esta idea ya acompañaba a Freud desde vieja data. El 31 de mayo de 1897 le escribía a Fliess: "El incesto es antisocial y la cultura consiste en la progresiva renuncia a él"125. Y un año más tarde en su trabajo titulado La sexualidad en la etiología de la neurosis, Freud sostiene:"Podemos con derecho afirmar que nuestra cultura es la responsable de la difusión de la neurastenia".126

Esto permite plantear que la concepción de enfermedad mental en Freud se remite a un concepto tan amplio como el origen de la civilización y las renuncias pulsionales que esta exige, debido a una interesante paradoja en la que el ser humano elige renunciar a una parte importante de sus instintos sexuales, a pesar del malestar que le genera esta enorme exigencia, en aras de la protección y seguridad que la cultura le ofrece como contra partida.

En el primer capítulo de Tótem y tabú, titulado El horror al incesto, Freud comienza afirmando:

"De los estados del desarrollo por los cuales atravesó el hombre de la prehistoria tenemos noticias merced a los monumentos y útiles inanimados que nos legó, a los conocimientos que sobre su arte, su religión y su concepción de la vida hemos recibido de manera directa o mediante la tradición contenida en sagas, mitos y cuentos tradicionales, y a los relictos que de su modo de pensar perduran en nuestros propios usos y costumbres. Pero, además, él es todavía en cierto sentido nuestro contemporáneo; viven seres humanos que, según creemos, están todavía muy próximos, mucho más que nosotros, a los primitivos, y en quienes vemos entonces retoños directos y los representantes de los hombres tempranos. Tal es el juicio que formulamos acerca de los pueblos llamados salvajes o semisalvajes, cuya vida anímica cobra particular interés si nos es lícito discernirla como un estadio previo bien conservado de nuestro propio desarrollo. Si esta premisa es correcta, una comparación entre la psicología de los pueblos naturales , tal como nos lo enseña la etnología, con la psicología del neurótico, que se nos ha vuelto familiar por obra del psicoanálisis, no podrá menos que revelarnos numerosas concordancias y permitirnos ver bajo nueva luz lo ya consabido en aquella y en esta".127

En un intento por demostrar la aplicabilidad de la teoría edípica, no sólo para la terapia sino también para explicar otras muchas facetas de la vida humana como el arte y la literatura, Freud analiza obras como el Moisés de Miguel Ángel o las crisis epilépticas del escritor Fiódor Dostoievski. Estas últimas son consideradas por Freud como fruto de las afectaciones psicológicas del autor en su paso por el Complejo de Edipo. Dice Freud en su texto de 1927:

"Conocemos el sentido y el propósito de estos ataques de muerte. Significan una identificación con el muerto, una persona que efectivamente falleció o que todavía vive y cuya muerte se desea. Este último caso es el más significativo. El ataque tiene así el valor de una punición. Uno ha deseado la muerte de otro, y ahora uno mismo es ese otro que está muerto. En este punto la doctrina psicoanalítica introduce la tesis de que, en el caso de los muchachos, ese otro es por regla general el padre, y el ataque (que se denomina histérico) es entonces un autocastigo por haber deseado la muerte del padre odiado. Según una conocida concepción, el parricidio es el crimen principal y primordial tanto de la humanidad como del individuo".128

De este modo, el Complejo de Edipo se instaura como punto fundamental de la explicación del psiquismo del ser humano, a partir del cual se considera la estructuración del sujeto, su introducción en el mundo simbólico y el futuro de sus psicopatologías. Sin embargo, esta teoría, al igual que muchos de los elementos del psicoanálisis freudiano, no se mantuvo inmutable en la obra y fue cambiando poco a poco de acuerdo con las necesidades que encontraba su creador para dar explicación a nuevos fenómenos psíquicos.

9.2 MOMENTOS DEL COMPLEJO DE EDIPO EN LA OBRA FREUDIANA El Complejo de Edipo, al igual que la teoría freudiana en general, tuvo varios cambios que su autor fue añadiendo de acuerdo con las necesidades y contradicciones que iba encontrando en su quehacer clínico. Así como Freud abandonó su método terapéutico basado en la abreacción, para pasar a la interpretación, así también su núcleo central basado en el Edipo tuvo una serie de etapas que no alteraron su concepto general pero que si agregaron nuevos elementos de carácter simbólico.

Dice el psicoanalista y coordinador del Grupo Estudios sobre Juventud de la Universidad de Antioquia, Mauricio Fernández:

"Existen tres períodos en la obra freudiana caracterizados por tres formulaciones explícitas del Complejo de Edipo. Un primer período de la conceptualización del Edipo, el complejo aparece centrado en el niño como se hallará en La interpretación de los sueños en su capítulo titulado Material y fuente de los sueños, parágrafo Sueño de la muerte de personas queridas. Luego el Edipo deja de tener ese mero carácter fantasmático hacia 1910, en un artículo llamado Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre en el cual Freud acuña por primera vez la expresión "Complejo de Edipo" y en donde se le asciende a complejo nuclear de las neurosis con el cual se inicia el segundo período129, menos interaccionista y biológico, y en el cual se propondrá la tesis de una bisexualidad constitutiva del ser humano. Poco tiempo después, en 1923, se inicia el tercer período130, en donde se convierte al Complejo de Castración en el centro del Edipo". El uso del término "complejo", aunque se encuentra con anterioridad en la obra escrita de Freud, es reactualizado por el grupo suizo, Bleuler y Jung, con quien Freud había comenzado a intercambiar científicamente. En Jung, "complejo" definía un conjunto de ideas cargadas afectivamente que era capaz de guiar el curso asociativo. Pero para Freud dicho término, más que implicarlo simplemente en una teoría de la asociación de ideas, es algo que se inserta en toda su concepción del funcionamiento psíquico. En verdad puede hablarse de un modelo general, aplicable tanto a los complejos, como a la transferencia, los sueños, a saber: el de las "series complementarias", según el cual lo preexistente se combina con un factor actual para producir un efecto que convierte a este hecho posterior en algo significativo.

En el primer período el Complejo de Edipo es considerado como un conjunto de ideas y de sentimientos que orientan al niño en relación con sus padres. La relación del niño con sus padres provoca algún tipo de reacción en él, quien ve en uno de sus progenitores su objeto de deseo incestuoso y en el otro su competidor para acceder a este deseo. En este primer período, entonces, la sexualidad está supuestamente limitada a las funciones biológicas y el Complejo de Edipo tiene más bien el carácter de complejo imaginario que marca el inconsciente del pequeño como puede verse en obras de Freud como El caso Dora, El caso Juanito, El hombre de las ratas y El hombre de los Lobos. Luego el Edipo deja de tener ese mero carácter imaginario o fantasmático, como lo llamarían los psicoanalistas, con el escrito de 1910 llamado Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre donde Freud acuña la expresión "Complejo de Edipo" y en donde se le asciende a complejo nuclear de las neurosis, es decir, al centro de la explicación de la enfermedad mental. Precisamente en este ensayo Freud explica que ciertas condiciones que los hombres imponen a la mujer de su elección son determinadas por el Complejo de Edipo.

De este modo el Edipo empieza a ser usado para explicar la diversidad en las conductas sexuales manifiestas de los hombres y nos muestra la condición determinante de una elección amorosa particular. Con esta teorización se inicia el segundo período que puede rastrearse en obras como Psicología de las masas, El presidente Wilson y El yo y el ello, con un carácter menos interaccionista y biológico, y en el cual Freud propondrá la tesis de una bisexualidad constitutiva del ser humano. Ya el niño no es alguien que sigue su instinto natural pues se parte de que la orientación sexual del niño o la niña no está predefinida ya que es tanto homosexual como heterosexual y es el pequeño quien inconscientemente elige su orientación al identificarse con alguno de sus padres. En otras palabras, además del odio por el progenitor del mismo sexo también se presenta amor por éste y una rivalidad con el del sexo contrario. En este sentido se habla de un Edipo completo, compuesto por el Edipo positivo y el Edipo negativo, con sus respectivas ambivalencias.

Así la liquidación del Complejo de Edipo no sólo consiste en renunciar al deseo de apropiación de la madre y de eliminación del padre, en el caso del varón, sino que también consiste en producir una identificación con cualquiera de los dos padres. Puede verse entonces un cambio con respecto al primer periodo pues la identidad sexual ya no se entiende como algo dado, sino como algo que se debe asumir en un proceso identificatorio.

El tercer y último periodo se inicia en 1923 con textos como Lo siniestro, Tres ensayos sobre una teoría sexual, La organización genital infantil, el final del Complejo de Edipo, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica y Sobre la sexualidad femenina. Allí la idea de que el niño renuncia a su deseo incestuoso hacia la madre en aras de no perder sus genitales, llamado Complejo de Castración, pasa a ser el centro del Complejo de Edipo. Uno de los textos de Freud que es básico en este sentido se titula La disolución del Complejo de Edipo. Freud postula que la fase fálica, el Complejo de Castración y el Complejo de Edipo son inseparables, a la vez que incorpora una disimetría teórica en el Complejo de Edipo del hombre respecto al de la mujer.

En esta diferencia entre el Edipo de la niña y el del niño, la niña debe partir de una relación primordial de placer con la madre que luego se volverá su competidora. El Edipo heterosexual se inicia por una decepción en esa relación, mediada por el Complejo de Castración, que la lleva a dirigirse hacia el padre, como persona poseedora y dadora de ese falo que la madre no tiene y con el cual tampoco la dotó.

Pero eso no es todo, el centramiento de la erogeneidad en el clítoris, tal como lo determina su posición de deseo por el falo masculino, debe ser cambiado hacia la erogenización de la vagina. Se da así en la mujer un doble movimiento que no se presenta en el varón: cambio del objeto inicial (de la madre al padre) y cambio de la zona erógena (del clítoris a la vagina). Otra diferencia en la teorización del Edipo en la mujer radica en la función del Complejo de Castración pues en el niño opera como una especie de liquidador que resuelve su paso por el Edipo, mientras que en el caso de la niña la Castración apenas la introduce en éste. Dice Freud:

"El Complejo de Edipo revela cada vez más su significación como fenómeno central del período sexual de la primera infancia. Después cae sepultado y sucumbe a la represión –como decimos-, y es seguido por el período de latencia. Pero todavía no es claro a raíz de qué se va a pique {al fundamento}; los análisis parecen enseñarlo: a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La niñita, que quiere considerarse la amada predilecta del padre, forzosamente tendrá que vivenciar alguna seria reprimenda de parte de él, y se verá arrojada de los cielos. El varoncito, que considera a la madre como su propiedad, hace la experiencia de que ella le quita amor para entregárselos a un recién nacido […] Otra concepción dirá que el Complejo de Edipo tiene que caer porque ha llegado su momento de disolución, así como los dientes de leche se caen cuando salen los definitivos. Es verdad que el Complejo de Edipo es vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría de los humanos, pero es también un fenómeno determinado por la herencia, dispuesto por ella, que tiene que desvanecerse de acuerdo con el programa cuando se inicia la fase evolutiva siguiente, predeterminada […] No puede negarse el derecho que asiste a ambas concepciones, pues las dos lo tienen. Pero además son compatibles entre sí; queda espacio para la ontogenética junto a la filogenética, de miras más vastas. También el individuo íntegro, por su nacimiento, ya está destinado a morir; y acaso ya su disposición orgánica contiene el indicio de aquello por lo cual morirá. Empero, sigue siendo interesante averiguar cómo se cumple el programa congénito y cómo ciertos daños accidentales sacan partido de la disposición".131

La cultura entonces actúa como límite de los deseos sexuales en el hombre por medio del Edipo y por medio de este complejo que origina la estructuración del psiquismo humano y sus posibles trastornos neuróticos. El incesto nunca deja de ser, para Freud, el principal deseo a reprimir por el hombre. Así lo reconoce en una de sus últimas obras, llamada El porvenir de una ilusión: "De parte de la cultura, la tendencia a limitar la vida sexual no es menos nítida que su otra tendencia, la de ampliar su círculo. Ya su primera fase, el totemismo, conlleva la elección de la prohibición de la elección incestuosa de objeto, que tal vez constituya la mutilación más tajante que ha experimentado la vida amorosa de los seres humanos en el curso de las épocas".132

9.3 EL DESEO INCESTUOSO: ¿REAL Y/O SIMBÓLICO? Después de analizar los estados por los que atravesó el Complejo de Edipo, se podría llegar a pensar que el deseo incestuoso en el infante es solamente un reducto simbólico de nuestros antepasados que no tiene nada que ver con el incesto como tal. Antes de llamarse a equívocos, conviene observar como Freud nunca deja de considerar el incesto como un deseo real que al reprimirse permite estructurar el inconsciente y sólo a partir de allí empieza a ser simbólico.

En la introducción de su libro El malestar en la cultura, escribe James Strachey:

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