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Teoría del Estado – Unidad 2 – El hombre: Su naturaleza social (página 3)



Partes: 1, 2, 3

a) Mecanicistas: ve la comunidad
política y luego al Estado como el producto de un acuerdo
voluntario, una relación libre y pactada, obra de la
decisión de cada individuo de integrarse a una sociedad
mediante un contrato celebrado entre todos. Ven al estado como un
mecanismo, encontrando estas teorías adeptos
dentro de posturas liberales. Esta concepción
prevaleció durante la Revolución
Francesa

Esta posición está ligada a la
creación artificial del Estado por parte del hombre, de
modo que ha existido una libertad contractual y una comunidad
instituida por ese medio. El mecanicismo es racionalista,
afirmando que la comunidad política es consecuencia
lógica del pensamiento humano, determinando la
razón cual es la manera más conveniente de
organizarse.

Entre los precursores primitivos se encuentran los
sofistas griegos, para quienes el Estado es un artificio fundado
por la fuerza. En Roma los pensadores Lucrecio, Epicuro y
Cicerón sostuvieron posturas
semejantes.

Hobbes – autor de Leviatán afirma que el
orden social está construido por un acuerdo para
salvar el miedo a la muerte violenta, explicando que
existía en un origen un estado de beligerancia perpetuo
que conduzco a los hombres, en busca de paz y protección,
a asociarse y renunciando a sus derechos sobre las cosas. Su
doctrina intentaba legitimar la monarquía absoluta ya que,
como consecuencia de ese pacto, se producía una
delegación irrevocable del poder en el soberano para
mantener ese contrato original.

Locke asocia el estado de naturaleza con un estado de
libertad donde rige el derecho natural. Sin embargo
sostiene que la sociedad natural se encuentra llena de miedos y
peligros por cuya causa, y en uso de esa libertad, los individuos
crean el Estado, para la "mutua preservación de la
propiedad", y delegan en el soberano los derechos a
la defensa y la seguridad. Fiel al racionalismo y al liberalismo,
sostiene que el Estado debe garantizar la vida, la libertad y la
propiedad privada. La idea de pacto está contenida en las
expresiones que "nadie puede tener poder sobre mí si yo no
se lo he dado previamente".

Rousseau dice que el estado de naturaleza es la
más verdadera y justa forma de vida, en cuya
situación el hombre es noble y bueno. Pero, en un momento
histórico, no puede superar individualmente los
obstáculos por cuya causa se une a otros para vencer esas
resistencias. Esa suma de fuerzas para la protección de
los bienes y las personas se obtiene mediante un pacto: cada uno
cede sus derechos en el soberano, creando una "voluntad general",
pero de la que al mismo tiempo participa reservándose el
derecho de disolver o revocar ese pacto en cualquier momento,
recuperando su libertad original.

John Rawls, pensador contemporáneo, remoza la
doctrina del pacto pero introduce un nuevo elemento o presupuesto
fundacional que es la justicia: la condición original del
pacto es obtener justicia, pero la justicia como equidad.
Respecto al estado de naturaleza, que para otros autores
representaba una forma previa, es suprimido por Rawls quien
afirma que "antes del pacto no hay sociedad". Mediante el pacto
se conviene un estado de libertad t las condiciones de igualdad y
desigualdad que regirán en la sociedad establecida por
este medio. Los pactantes aceptan las desigualdades a cambio de
asegurarse el beneficio del progreso personal de los que tengan
más.

b) Organicistas: ven al Estado como un
fenómeno espontáneo, de natural integración
y crecimiento.

Al no existir libre voluntad como condición
orgánica, no existe elección. Estiman que el estado
es un ente orgánico.

El organicismo tiende a ampliar el panorama propuesto
por el mecanicismo más individualista y racionalista de
seres aislados contratando por oportunidad y conveniencia un
sistema de protección y seguridad. Su finalidad ha sido
intentar derrumbar esa creencia, pretendiendo demostrar que
existe una condición más espontánea y propia
de una naturaleza social previa a la voluntad de
asociarse.

Sin embargo esta posición ha dado lugar a
interpretaciones que derivaron en sistemas totalitarios.
Fundamentalmente se distinguen dos posiciones:

La concepción orgánica histórica
que ha visto al Estado como un organismo viviente. Se destacan
entre sus exponentes a Platón, con su descripción
del Estado constituido por órganos vivientes
(filósofos, guerreros y artesanos), y la de San Pablo,
aunque ambas distan de ser doctrinas organicistas por la ausencia
de una fundamentación metodológica, siendo
más bien formas ideales para representar la unidad de la
comunidad política.

La otra posición es un movimiento que, en
reacción al racionalismo, postura una concepción
organicista, debiendo citarse a Comte y Spencer, éste
último como continuador de Darwin. Herbert

Spencer traza un paralelismo entre los organismos
individuales y las sociedades donde, según él,
se asemejan, ya que comienzan por pequeños
agregados y aumentan de masa, las estructuras se vuelven
más complejas, creando una interdependencia gradual y de
esencial vinculación, dando como resultado que la vida de
una sociedad es independiente de las unidades que las componen y
más perdurables que éstas.

Justificación del Estado

En este punto se intenta justificar las
consecuencias que genera para quienes se encuentren bajo la
órbita del aparato de dominación del Estado. En
síntesis, se trata de explicar y justificar la
apropiación y el ejercicio del poder. Las
explicaciones suministran diversas teorías, clasificadas
por George Jellinek en: Doctrinas religiosas: Para las doctrinas
religiosas, el poder proviene de Dios y el Estado encuentra
justificación en la voluntad de un demiurgo, ya que los
actos humanos son ajenos a esa decisión divina. Estas
doctrinas a su vez son variadas:

o Para las precristianas el origen divino está
asignado directamente al gobernante como las teocracias
orientales.

o Para las doctrinas cristianas, hay dos vertientes: la
del derecho divino que afirma que Dios elige al gobernante y la
del derecho divino natural donde se considera que el poder deriva
de Dios pero llega al gobernante a través del pueblo, tal
como explica Francisco Suárez. Las encíclicas
papales adhieren a esa última posición.

Doctrinas de la fuerza: describe el fenómeno que
siempre van a existir dos grupos sociales aunque no justifican
correctamente el uso del poder. Afirman que existen gobernantes
que tienen superiores coeficientes intelectuales o mejores
destrezas físicas que los lleva a ocupar cargos de
dirigentes. En realidad no justifican el poder sino que explican
su naturaleza, encontrándose entre sus representantes a
Spengler, Nietzche, Carlyle y Mosca.

Doctrinas jurídicas: Jellinek clasifica a estas
doctrinas en:

o Patriarcal: aspira justificar la monarquía, ya
que explica las razones del poder a través del derecho
sucesorio y el de la familia. Se hereda el poder y el liderazgo
familiarmente, del mismo modo que ha sucedido en la
monarquía absoluta.

o Patrimonial: identifica la posesión sobre la
tierra con el detentador del poder. El territorio del Estado y el
poder ejercido sobre el mismo es la justificación, siendo
el ejemplo típico el feudalismo.

o Contractual: según esta doctrina el Estado
tiene su origen en una relación de contrato, siendo esa
relación jurídica la que justifica la existencia
del Estado, ya que a través de la misma los derechos y
obligaciones han sido aceptados mediante el consentimiento
recíproco de un pacto social. Los tres autores más
representativos son Hobbes, Locke y Rousseau.

Doctrinas ético-finalistas: Opinan que el Estado
es un medio de realización de la persona. Es el lugar en
que el individuo puede alcanzar su plenitud. Así
Aristóteles expresaba en "La Política" que
solamente en la polis el hombre podía alcanzar su
plenitud a través de las relaciones políticas.
Igualmente Santo Tomás consideraba la realización
espiritual del hombre a través del Estado cuyo fin
fundamental era el sumo bien.

Doctrinas Psico-sociológicas: Parten de
considerar que existe una tendencia natural a la relación,
un instinto gregario, al que Freud denomina "instinto de horda
con un líder" que motiva al individuo a formar el grupo y
crear un Estado. Bertrand Rusell señala que la
"cohesión social que empezó con la leltad hacia un
grupo, reforzada por el miedo a los enemigos, fue
transformándose mediante procesos en parte naturales en
parte deliberadas hasta llegar a las aglomeraciones que conocemos
como naciones".

Doctrinas negativas: el anarquismo. Niega la posibilidad
que el Estado pueda justificarse ya que consideran que el poder
no debe existir, niegan su necesidad y argumentan que su
misión solamente es oprimir y crear
desigualdades. Existen muchos pensadores adheridos, entre los que
pueden mencionarse a Lao-Tsé en China, Antístenes y
Diógenes – fundadores de la escuela Cínica
– en Grecia y, en la época moderna, León
Tolstoi y Pedro Kropotkin.

El anarquismo es una doctrina política que se
opone a cualquier clase de jerarquía, tanto si se ha
consolidado por la tradición o el consenso como si se ha
impuesto de forma coactiva. Los anarquistas creen que el mayor
logro de la humanidad es la libertad del individuo para poder
expresarse y actuar sin que se lo impida ninguna forma de poder,
sea terrena o sobrenatural, por lo que es básico abatir
todo tipo de gobierno, luchar contra toda religión o secta
organizada, en cuanto que éstas representan el desprecio
por la autonomía de los hombres y la esclavitud
económica. Combatir al Estado como entidad que reprime la
auténtica libertad económica y personal de todos
los ciudadanos se convierte en una necesidad inmediata y la
desaparición del Estado se considera un objetivo
revolucionario a corto plazo.

La doctrina anarquista impone para su acción una
sola limitación: la prohibición de causar
perjuicio a otros seres humanos, y de esta
limitación nace otro presupuesto ideológico
básico: si cualquier humano intenta hacer daño a
otros, todos los individuos bienintencionados tienen derecho a
organizarse contra él.

Concepción antropológica del
Estado

Los estudios más profundos de la
antropología (ciencia que trata de los aspectos
biológicos y sociales del hombre) política sobre el
Estado fueron realizados en la primera época de esta
ciencia, cuando se ocupaba casi exclusivamente de los pueblos
primitivos, ágrafos (incapaz de escribir o no sabe
hacerlo) o con organizaciones muy rudimentarias. Estas
investigaciones arrojaron luz sobre aspectos relacionados con la
conformación política de una sociedad que ayudan a
resolver temas relacionados con el origen y la
justificación del Estado.

Tipos históricos de Estado

En distintos estudios antropológicos se han
considerado los tres elementos mínimos necesarios para la
constitución de un Estado, señaladas por Balandier,
siendo éstas:

1. demarcación o unidad territorial,

2. la distinción entre gobernantes y gobernados
y,

3. el monopolio colectivamente consentido de la
fuerza.

Desde esta referencia pueden hablarse de tres grandes
grupos: el estado antiguo, el medieval y el moderno.

El estado antiguo: No todos tenían las mismas
características, por cuya causa se consideran los
elementos comunes, aunque es dable remarcar que esas
organizaciones desconocían presupuestos actuales como
derechos humanos, participación política entre
otros.

La influencia más importante para la
concepción moderna ha sido la concepción religiosa
del Estado judío, la práctica
democrática de Grecia y las instituciones jurídicas
de Roma.

El estado medieval: Luego de la conquista de Roma por
los bárbaros comienzan una serie de cambios
históricos que se prolongan los mil años que dura
la Edad Media, donde se pueden distinguir tres etapas:

o Los reinos germánicos.

o La estructura feudal.

o La estructura estamental.

En los dos primeros se advierte un poder
fragmentado, con múltiples centros de autoridad, el
territorio equivale al señorío, la influencia de la
Iglesia Católica resulta determinante, el poder real
reducido a una discreta potestad legislativa y la
soberanía estaba confundida con la propiedad.

En la estructura estamental declina el
poder de los señores feudales por el surgimiento de las
ciudades (burgos), el nacimiento de un nuevo poder originado en
el agrupamiento de esos burgueses en corporaciones
que crean la estructura política estamental y la
modificación de la economía primitiva por una
comercial y dineraria.

El estado moderno: También pueden
distinguirse etapas para un mejor análisis:

o La primera surge como consecuencia de la lucha entre
el poder temporal y el poder de la Iglesia con la prevalencia del
absolutismo monárquico.

o La segunda surge con el constitucionalismo y la
difusión de las ideas liberales, que conducen a la
reducción de las funciones del poder y la
protección de los derechos individuales y los demás
presupuestos que dan origen al denominado Estado de
Derecho.

o Como reacción al liberalismo surge el Estado
Totalitario, donde los fines de esa organización
prevalecen sobre el individuo, se aumenta y centraliza el poder,
se instaura un régimen de partido único y se
establece una ideología oficial obligatoria.

o Los estados actuales se proclaman, en general,
democráticos y se identifican con la doctrina del Estado
de Derecho sobre la base de la libertad, los derechos humanos, la
ecología entre otros valores a los cuales adhieren y se
obligan mediante pactos, protocolos y declaraciones
internacionales, tendiendo asimismo a unificar mercados mediante
convenios y uniones como el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), La Unión Europea, entre otros.

Dentro de este tema, es importante recordar el concepto
del Estado de Derecho con el que se identifican las
organizaciones modernas: El Estado de Derecho es una
fórmula relativamente reciente en el Derecho
Constitucional, con la que se quiere significar que la
organización política de la vida social, el Estado,
debe estar sujeta a procedimientos regulados por ley. El concepto
de Estado de Derecho culmina una larga evolución
histórica cuyos inicios se pueden situar en los
orígenes mismos del Estado constitucional. Es el resultado
final de la suma de una serie de elementos que han surgido en un
proceso de lucha y que han supuesto la ampliación de su
base material. Tres momentos fundamentales se pueden distinguir
en su formulación hasta alcanzar el sentido que tiene en
la actualidad.

En el primer momento se luchó para que el Estado,
personificado en el monarca y en las instituciones en que se
fundamenta (burocracia, ejército y aristocracia), se
sometiera en el ejercicio del poder a formas
jurídicas bien establecidas, reglas generales, dadas con
el consentimiento de la representación de la sociedad (en
el Parlamento), discutidas y públicas. En esta primera
acepción supuso ya el reconocimiento de los derechos
fundamentales de los ciudadanos: libertad civil, igualdad
jurídica, independencia del poder judicial y
garantía de la propiedad. En un segundo momento, el Estado
de Derecho implicó también la extensión del
control judicial a la actividad administrativa. A finales del
siglo XIX se produjo un fuerte debate en torno a esta
cuestión, que cristalizó con el desarrollo de la
administración contencioso-administrativa, encaminada a
romper la impunidad del Estado ante sus propias acciones. El
tercer momento se inició después de la I Guerra
Mundial. El concepto de Estado de Derecho pasó a incluir
la legitimación democrática del poder del Estado,
que también tiene que estar sometido a norma
jurídica.

Por tanto, el Estado de Derecho supone el reconocimiento
de los derechos personales (imperio de la ley), la
responsabilidad del Estado y la legitimación
democrática del mismo.

Antecedentes Históricos del
Estado

El origen del Estado. En las sociedades matriarcales,
anteriores a la aparición de la familia monogámica
y de la propiedad privada, el poder social se distribuía
de forma escalonada a partir de los consejos de
ancianos y de las estructuras tribales. Las relaciones
entre los miembros de la sociedad eran de tipo personal y la
cohesión del grupo se basaba en prácticas
religiosas y ritos sociales de tipo tradicional.

El surgimiento de la agricultura y la consiguiente
distribución de la tierra entre los miembros de la
sociedad favoreció la aparición de la propiedad
privada, de los derechos hereditarios y, por consiguiente,
de la familia patriarcal, en la que la descendencia
debía asegurarse mediante un sólido vínculo
matrimonial de carácter monogámico (la mujer
sólo podía tener un marido). Los primeros Estados,
en Egipto, Mesopotamia, China, la India,
Mesoamérica, los Andes, etc., surgieron, por una parte,
como una delegación del poder social en una estructura
política capaz de asegurar el derecho de propiedad frente
a competidores internos (ladrones) o externos
(invasores) y, por otra, como una organización destinada a
hacer posible la realización de los trabajos colectivos
(construcción de canales, presas, acequias, etc.)
necesarios para el conjunto de la comunidad.

Estos primeros Estados se caracterizaron por ejercer un
poder absoluto y teocrático, en el que los monarcas se
identificaban con la divinidad. Por consiguiente, el poder se
justificaba por su naturaleza divina, y eran las creencias
religiosas de los súbditos las que lo
sustentaban.

La primera experiencia política importante en el
mundo occidental se realizó en Grecia hacia el siglo
V a.C. La unidad política griega era la
polis, o ciudad-Estado, cuyo gobierno en ocasiones fue
democrático; los habitantes que conseguían la
condición de ciudadanos -de la que estaban excluidos los
esclavosparticipaban en las instituciones políticas. Esta
democracia directa tuvo su más genuina expresión en
Atenas.

Para los filósofos griegos, el núcleo del
concepto de Estado se hallaba representado por la idea de poder y
sumisión. Platón, en sus obras La república
y Las leyes, expuso que la soberanía política
debía someterse a la ley y que sólo un Estado en el
que la ley fuera el soberano absoluto, por encima de los
gobernantes, podría hacer felices y virtuosos a
todos los ciudadanos. Platón esbozó el modelo de
una ciudad-Estado ideal, en el que la ley ejercía una
función educadora tanto de los ciudadanos como del Estado.
Aristóteles distinguió varias formas de gobierno y
de constitución, y admitió límites al
ejercicio del poder mediante el derecho y la justicia.

La organización política de Roma fue
inicialmente similar a la griega; la civitas -ciudadera el centro
de un territorio reducido y todos los ciudadanos participaban en
el gobierno de la misma. Con la expansión del imperio y de
las leyes generales promulgadas por Roma, se respetaron las leyes
particulares de los diferentes pueblos sometidos. Marco Tullo
Cicerón, orador y filósofo romano, expuso que la
justicia es un principio natural y tiene la misión de
limitar el ejercicio del poder.

Los arquetipos políticos griegos y las ideas
directrices de Cicerón ejercieron una influencia decisiva
en san Agustín y en todos los seguidores de
su doctrina. Para san Agustín, el Estado está
constituido por una comunidad de hombres unida por la igualdad de
derechos y la comunidad de intereses: no puede
existir Estado alguno sin justicia. Sólo la iglesia,
modelo de la ciudad celeste, puede orientar la acción del
Estado hacia la paz y la justicia.

En el Medioevo surgió como elemento nuevo la
teoría de que el poder emanaba del conjunto de la
comunidad y, por tanto, el rey o el emperador debían ser
elegidos o aceptados como tales por sus súbditos para que
su soberanía fuese legítima. Este enfoque,
según el cual el poder terrenal era autónomo con
respecto al orden divino, dio lugar al nacimiento de la doctrina
de un "pacto" que debía convenirse entre el soberano y los
súbditos, en el que se establecían las condiciones
del ejercicio del poder y las obligaciones mutuas, con la
finalidad de conseguir el bien común. La ley humana,
reflejo de la ley divina, debía apoyarse en la
razón. Santo Tomás de Aquino reflejó esta
concepción sobre el poder en su obra Summa
theologica.

El desarrollo del Estado moderno. La concepción
antropocéntrica del mundo que adoptaron los renacentistas
trajo consigo la secularización de la política.
Nicolás Maquiavelo, en su obra El príncipe,
abogó por un Estado secular fuerte, capaz de hacer frente
al poder temporal del papado. Según Maquiavelo, el Estado
tiene su propia razón que lo guía: la razón
de Estado, independiente de la religión y de la moral. El
Estado renacentista se caracterizó por las siguientes
notas: existencia de un poder independiente –con un
ejército, una hacienda y una burocracia a su servicio-,
superación de la atomización política
medieval, base territorial amplia y separación entre el
Estado y la sociedad.

En el siglo XVI, Jean Bodin añadió a la
idea de independencia del poder político la noción
de soberanía: el Estado es soberano y no ha de reconocer
en el orden temporal ninguna autoridad superior, lo
cual le conferirá una consistencia jurídica.
A este contenido racional, aportado por el Renacimiento, se debe
la aparición del Estado moderno, que se distingue por
estar constituido por una población amplia
que normalmente reúne características
nacionales, asentada en un territorio definido y regida por un
poder soberano.

Desde el siglo XVI, el Estado ha conocido las siguientes
configuraciones: Estado autoritario, Estado absoluto, Estado
liberal, Estado socialista o comunista, Estado fascista y Estado
democrático.

La primera fase del Estado moderno se caracterizó
por el reforzamiento del poder real, aunque sus medios de
acción política se vieron limitados aún por
la privatización de los cargos públicos. El
ejemplo más conocido de Estado autoritario
fue el imperio hispánico de Felipe II. En el proceso de
secularización y racionalización del poder, el
absolutismo (siglos XVII y XVIII) supuso la definitiva
desvinculación del Estado con respecto a los poderes del
imperio y el papado, por una parte, y de la nobleza y las
corporaciones urbanas, por otra. La soberanía, capacidad
de crear el derecho y de imponer la obediencia a las leyes,
quedó concentrada en el Estado, identificado con el
monarca absoluto. Luis XIV de Francia fue el
máximo exponente del absolutismo
monárquico.

El ascenso económico de la burguesía
planteó en la segunda mitad del siglo XVIII la necesidad
de encontrar fórmulas políticas que recogieran sus
planteamientos sobre la configuración de la sociedad y
el Estado: participación, igualdad
jurídica, libertades individuales y derecho de propiedad.
Nuevas teorías políticas contribuyeron a conformar
la ideología de la burguesía revolucionaria. Thomas
Hobbes, defensor aún del Estado absolutista, introdujo el
individualismo radical en el pensamiento político y
estableció las bases teóricas del concepto moderno
del contrato social, que posteriormente sería desarrollado
por Jean-Jacques Rousseau. John Locke expuso el carácter
natural del derecho a la vida y a la propiedad y defendió
una división de poderes orientada a combatir el
centralismo absolutista. El barón de Montesquieu
definió la configuración clásica de esta
división de poderes en ejecutivo, legislativo y
judicial.

Los Estados contemporáneos. La revolución
francesa tuvo como consecuencia la creación de un nuevo
marco político adaptado a las transformaciones
económicas que estaba experimentando la sociedad con el
desarrollo del capitalismo. Para garantizar las libertades
individuales, la igualdad legal y el derecho de
propiedad, se limitaron las prerrogativas reales y se
sometió la actuación estatal al imperio de la ley.
Con el precedente de las constituciones Estadounidense y
francesa, pronto empezaron a surgir en los
países europeos y americanos textos constitucionales en
los que se consagraba el fraccionamiento del poder como
garantía efectiva de los derechos del individuo. La
misión principal del Estado liberal radicaba en la
protección de las libertades individuales y en el
mantenimiento de un orden jurídico que permitiese el libre
juego de las fuerzas sociales y económicas. Para cumplir
esta misión, el Estado se valía de los medios
legales que establecía la constitución.

El crecimiento del proletariado industrial y los
conflictos imperialistas entre las potencias europeas
favorecieron el deterioro y el descrédito de los
regímenes liberales desde finales del siglo XIX. El
socialismo utópico y, después, el anarquismo y el
marxismo negaron la legitimidad del Estado liberal y propusieron
nuevos modelos de sociedad en los que el hombre pudiera
desarrollar plenamente sus capacidades.

Realizó el anarquismo una crítica directa
contra el Estado, por considerarlo un instrumento de
opresión de los individuos. Los anarquistas
mantenían que todo poder era innecesario y nocivo, y
propugnaban la sustitución de las relaciones de dominio
establecidas a través de las instituciones estatales por
una colaboración libre entre individuos y
colectividades. Representantes destacados de las distintas
corrientes anarquistas fueron Max Stirner, Pierre-Joseph
Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin.

Para Karl Marx, Friedrich Engels y los marxistas
posteriores, la igualdad jurídica y las declaraciones
formales de libertades en los Estados liberales encubrían
una desigualdad económica y una situación de
explotación de unas clases sociales por otras. El
Estado capitalista era el medio de opresión de la
burguesía sobre el proletariado y las demás clases
populares. Según la teoría del materialismo
histórico, el propio desarrollo del
capitalismo y el crecimiento del proletariado
desembocarían en la destrucción del
Estado burgués y en su sustitución por un
Estado transitorio, la dictadura del proletariado, que finalmente
se extinguiría para dar paso a la sociedad sin clases. La
revolución rusa, y posteriormente la china, la cubana y
otras, trataron de llevar a la práctica el Estado
socialista o comunista de la dictadura proletaria en sus
diferentes interpretaciones.

En la primera mitad del siglo XX, la crítica al
Estado liberal se desarrolló también a partir de
las ideologías fascistas, basadas en una concepción
radical del nacionalismo. Tanto el fascismo italiano como el
nacionalsocialismo alemán defendieron los intereses de la
nación sobre la libertad de los individuos. El
Estado, encarnación del espíritu nacional
debía concentrar todas las energías individuales
con el fin de conseguir sus objetivos últimos y
trascendentales. Históricamente, el fascismo constituyo
una reacción contra el auge del movimiento
obrero y el comunismo internacional después de la
revolución rusa, y una justificación
ideológica del imperialismo para dos Estados que
habían quedado al margen del reparto del mundo por parte
del resto de las potencias occidentales.

Después de la segunda guerra mundial, dos
sistemas políticos y económicos se disputaron el
poder sobre el planeta. En el bloque socialista, disuelto entre
1989 y 1991, los Estados mantuvieron sus características
totalitarias, basadas en el poder absoluto de un partido
único considerado intérprete de los intereses de la
clase trabajadora. En el bloque occidental, el Estado liberal se
consolidó mediante la adopción, iniciada desde
principios de siglo, de diversos principios democráticos y
sociales: sufragio universal (antes era censitario, dicho de un
sufragio, de un voto, etc.: Limitados a las personas incluidas en
un censo restringido, s decir, sólo para las clases
ricas), voto femenino, desarrollo de los servicios
públicos y sociales (Estado del bienestar),
intervención estatal en la economía, etc. Por otra
parte, la tradicional división de poderes se mantuvo
formalmente, pero el reforzamiento del poder ejecutivo se
generalizó en casi todos los países. A fines de la
década de 1990, la globalización llevó a los
Estados nacionales a integrarse en mercados comunes e
instituciones de gobierno supranacionales.

 

 

Autor:

Dr. Guillermo Hassel

Partes: 1, 2, 3
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