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Usos del pasado en el presente en el discurso de orden de Juan Correa González a propósito del 5 de julio de 1811 (página 2)




Enviado por Geniber Cabrera P.



Partes: 1, 2

Esta fuente, se hace relevante para el
estudio que se pre- tende, en principio, porque -como se ha
dicho- su autor toma los hechos del 5 de julio de 1811 para
reflexionar sobre ese mis- mo pasado, haciendo lo propio para con
el presente; inscrito este último en el Juramento del
Samán de Güere
(1982) como jus-
tificación ante la perpetuidad del pensamiento
bolivariano. Por otra, puede decirse que si bien es cierto que de
la lectura interpretativa (hermenéutica) sobre esta
fuente, se desprenden varias categorías de las cuales va
asirse Correa González, la más frecuentadas como
uso de esas voces para sustentar lo pasado y lo presente; es lo
que tiene que ver con el sentimentalismo político
bolivariano
, así pues, que el largo cordel con el
cual este autor va a tejer y sustentar su discurso, ha de ver con
la exhortación por el sacrificio y amor por la Patria,
como la vía mas idónea para al- canzar un
cenit político propio a un republicanismo
necesario.

Consideraciones
sobre los pasados que se abordan en la fuente

Como bien se hizo alusión al final del aparte
anterior, Juan Correa González en su Discurso de Orden
introduce muchas categorías y/ o voces del pasado para
hacer eco en el presente, intentando así a través
de lo que retrotrae, un imaginario que considera oportuno para
darle vigencia al pensamiento bolivariano.

El fundamento teórico expuesto por este autor ha
de par- tir de la instauración, conformación y los
debates de aquel Con- greso Constituyente de 1811 por la
Declaración de la Indepen- dencia, por supuesto, con ella
del advenimiento de la libertad.

En la casa del Conde de San Javier, en Caracas, con
asistencia de la Junta Suprema, se instaló el primer
Congreso de Venezuela. Fue el 2 de marzo de 1811, la
máxima autoridad legislativa de la nación, pues, la
asumía ese Cuerpo Constituyente, desde el momento de su
juramentación, lo integraban representantes de las
provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita y
Mérida. Posteriormente se añadirán Trujillo
y Barcelona, en un total de siete provincias. Fue este Congreso,
llamado Supremo Congreso de Venezuela, el que el 5 de julio,
declaró solemnemente la Independencia venezolana, y que
sancionó, el 21 de diciembre de aquel mismo año, la
primera Constitución Nacional. Su primer presidente fue
Felipe Fermín Paúl, el Vice-Presidente Mariano de
la Cova; el Secretario, el abogado Miguel José Sanz y el
Sub-secretario Antonio Nicolás Briceño. (sic)
(Correa G, 2003, p.1)

Se puede interpretar de la anterior cita, que su autor
in- troduce categorías que dan a lo expuesto, el sentido
de indepen- dencia y libertad perseguidos como lo
teleológico de aquella magna Asamblea. Discurre así
el texto, en las voces propias de ese pasado histórico, en
donde, los actores que ocupaban los curules como
constituyentistas, debatían al furor de sus ideas y
tendencias intelectuales, cómo debía ser esa
Independencia y de cómo debía concebirse la
libertad y, más aún, qué tipo de libertad se
proponía y qué clase de ciudadanos se tenía
para esa posible libertad. Siguiendo a este mismo expositor Juan
Correa González (2003) se tiene que:

…después de cuatro meses de acalorada
deliberación, muchos de los parlamentarios pedían a
sus colegas calma – calma. No obrar con
precipitación. Y, para colmo, a esta imperturbabilidad
había que adicionarle las dudas de algunos miembros como
las alegadas por el Reverendo Padre Manuel Vicente Maya, que
invocaba incompetencia del Congreso, o Ramón Ignacio
Méndez, que opinaba inoportunidad.

Un joven integrante de la sociedad Patriótica
inmerso en el público asistente, con fuerte voz
exclamó impaciente: << ¿Tres- cientos
años de calma no bastan?>> Ese impetuoso joven se
lla- maba Simón Bolívar (p.1).

La libertad se hacia común denominadora en los
debates referidos a la Independencia; la cual sería
posible en mente de algunos de los miembros del referido
congreso, sólo si se conser- vaba ligada la suerte a la
distante España; para otros, como el joven Bolívar,
ella sería posible asumiéndola como tal, es decir,
del esfuerzo y la unión de todos se labraría el
largo camino ha- cia la libertad.

Los debates se hacían muy ricos porque de una
tendencia (apego a Fernando VII) y de la otra (ser libres a como
diera lu- gar), los exponentes eran de las tallas intelectuales
de Miguel José Sanz, Juan Germán Roscio, Francisco
de Miranda, los Ribas, y esto, solo para nombrar a algunos de los
miembros que estaban influenciados por las teorías
intelectuales de los grandes enciclopedistas del mundo de esa
época como: Rousseau, Diderot, Montesquiu, entre otro
tanto de grandes pensadores que consa- graban algunas de sus
ideas en torno al derecho de los hombres, y por supuesto de la
libertad como principio para salir de la bar- barie.
También habría de jugar un gran papel en los
debates de las constituyentistas de 1811, los referentes de la
Libertad, Igual- dad y Fraternidad expuesta en la
Revolución Francesa (1789), o la Independencia de las
Colonias Norteamericanas (1774). En suma, la Independencia de
Venezuela era el leit motiv de las dis- cusiones para
consagrar sin vacilaciones la libertad.

Agotada la encendida discusión, se celebró
la votación y la Independencia fue aprobada por la
mayoría. Se designó una comisión redactora
del Acta correspondiente. La integraban el diputado Juan
Germán Roscio, como redactor, y el Secretario Francisco
Isnardi (…). En los siguientes meses, hasta finales de ese
año, se aprobaron importantes leyes, entre ellas: la
Declaración de los Derechos del Pueblo; la Ley de Prensa y
el Decreto sobre Emisión de Papel Moneda, y
acuñación de monedas de cobre. (sic) (Corea G,
2003, pp.1- 2.)

Los resueltos concretados al final de ese año de
1811, se harían para darle consolidación al grito
de Independencia de la República; al menos, así se
concebía cada decisión que, como propósito
específico, perseguía la libertad. A juzgar del
propio Correa González (2003):

Desde el 19 de abril de 1810 se había venido
operando un cambio absoluto en Venezuela: de colonia
española, había pasado a ser país
independiente y soberano. Hubo, pues, que construir la
nacionalidad. Y la inexorable dialéctica, que sucede en
toda transformación trascendental social, ya sea lenta o
rápida, se había de cumplir en Venezuela con una
faz de muerte y desolación. Y la guerra, ¡Cruenta
guerra!, que era el efecto de la radical transformación,
se iba a consumar durante diez largos y dolorosos años.
(p. 4)

La gesta por la Independencia – según el propio
Correa -, tiene su cimiente a partir del episódico evento
del 19 de Abril de 1810. Es, en consideración de este
autor, desde ese momento que se ira fraguando la idea libertaria
en la mente de los ilustra- dos de la época. En el
transitar de ese tiempo que va desde ese mes de abril de 1810
hasta la Declaración de Independencia el 5 de julio del
siguiente año y posterior al propio evento; también
hay que reconocer la participación del pueblo para la
concre- ción de lo que después se conocería
como la Primera República (1811 – 1812)

Ese pueblo valiente, ese pueblo osado, ese pueblo noble,
ese pueblo decidido, que respiraba patria, y sudaba
empeño, se supo batir en mil combates con un enemigo que
lucia invencible, porque se trataba de ese ejército
peninsular que había combatido y derrotado a los
contingentes franceses napoleónicos. (Correa G, 2003, p.
4)

Los esfuerzos por consolidar la nueva república
en el pen- sar de Simón Bolívar, no podía
sostenerse, única y exclusiva- mente en debates
teóricos – filosóficos para darle forma al
nue- vo estado y a la nacionalidad. Ello, sería posible
con la lucha física, acompañada esta,
evidentemente, con la concepción in- telectual de lo
deseado, que no era otra cosa que la Independen- cia y el
sostenimiento de ella con el goce de la libertad.

Bolívar, a diferencia de muchos otros de sus
contemporá- neos, apreciaba la libertad como una
conjunción de esfuerzos, que sin menoscabo de los debates
teóricos – filosóficos expues- tos por los
constituyentistas del Congreso de 1811, la visualizaba en la
concreción de un nuevo orden, no el preestablecido desde
la península española; sino más bien, uno
novedoso en todos sus aspectos, el cual debía garantizar
la formación de un Estado sustentado en leyes para regir
la ciudadanía y por ende, hacer del individuo un hombre
capaz de superar la sumisión, y la bar- barie.
Veía, pues, Bolívar, que se hacía necesario
ante la Decla- ración de Independencia y la
búsqueda de la libertad, una espe- cie de Pacto Social
entre todas las partes y corrientes políticas e
intelectuales del momento, para ir labrando el camino hacia la
liberación del yugo español. No podía
obviarse la participación del Pueblo en esta gesta; porque
en éste, dado su apego y amor a la Patria,
descansaría el compromiso armado para enfrentar en las
sabanas, montañas y cualquier otro escenario a los
ejérci- tos realistas. En esta traza, Bolívar
incursionaría en el pensa- miento de Rousseau quien se
refiere al Contrato Social y propo- nía a través de
este la fundamentación de una especie de Vo- luntad
General que persiga una vinculación de los mejores ins-
tintos de convivencia de cada individuo para que se llegue a
compromisos fundamentados en el sentimiento, el sacrificio, el
desprendimiento de causas particulares que abran paso a lo
colectivo; entre otras manifestaciones propias a la unión.
Se con- vierte de esta manera, el pensamiento de Bolívar,
en una co- rriente filosófica – política de lo que
se debe y se tiene que hacer.

Su concepción estratégica relativa al
destino de América jamás político alguno la
tuvo. Y temió, en este sentido, a una fragmentación
continental en una variedad de países, porque
exponía al Continente a los peligros de caer
fácilmente en las garras de un imperialismo
poderoso… (Corea G, 2003, p. 6)

Siguiendo con el Discurso de Orden expuesto por Juan
Correa González (2003), quien cita de José
Luís Salcedo Bastar- do (1987) lo siguiente, se tiene que
Bolívar:

…afirmó…Si la América no
vuelve sobre sus pasos, sino se convence de su nulidad e
importancia, si no se llama al orden y a la razón, bien
poco hay que esperar respecto a la consolidación de sus
gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que
legaremos a la posteridad. (p. 6)

En la anterior cita se recoge claramente que las
preocupa- ciones de Bolívar por el destino de la
América (lo continental) y el de la propia suerte de su
Patria (la Gran Colombia), pasaba por entender que sólo
sería posible cambiar el destino impuesto desde la
Madre Patria; sí y solo sí, se
convencían y luchaban los hombres por torce el rumbo de la
historia, apegándose a un nuevo orden que aplicara en una
razón distinta a la preestablecida para permitirse
así, un despertar del letargo de esos largos, sanguinarios
y tortuosos 300 años de colonialismo, para así
alcanzar una verdadera consolidación y por ende la
libertad.

<< tres siglos ha, dice Ud. Que empezaron las
barbaridades que los españoles cometieron en el grande
hemisferio de Colón>> . Barbaridades que la presente
edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serían creídas
por los críticos modernos, si, constantes y repetidos
documentos, no testificasen estas infaustas verdades…
(Bolívar: Carta de Jamaica (1815); compilada en escritos
políticos en el libro de bolsillo de 1971; p.
62)

Continuando con lo expresado por Bolívar en su
famosa Carta de Jamaica (1815) y para entender un poco más
lo que hasta ahora se ha expuesto en consideración a sus
ideas y/ o pensamiento en torno a los caminos por los cuales se
debía tran- sitar para alcanzar la Independencia y con
ella la libertad, se tiene que:

¡Con cuanta emoción de gratitud leo el
pasaje de la carta de Ud. en que me dice: << que espera que
los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas,
acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos
americanos meridionales>> ! Yo tomo esta esperanza por una
predicción, si la justicia decide las contiendas de los
hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el
destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el
lazo que la unía a la España está cortado:
la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban
mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que
antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio
que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos
separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes,
que reconciliar los espíritus de ambos países.
(…). El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz, y se
nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya
hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos… (pp. 62-63)

La afirmación de Bolívar en torno a
haberse roto las cade- nas de opresión impuesta por la
distante España, se puede in- terpretar como una
invitación a sus coetáneos, a entender que los
pasos que se han dado por la Declaración de la Independen-
cia el 5 de julio de 1811; son apenas tímidos ante lo que
se habrá de andar para alcanzar la libertad, que de buenas
a primera, seguía amenazada por los españoles
mediante sus ejércitos, los cuales, tenían bien
claro la defensa de los derechos Reales sobre sus entonces
colonias.

La libertad en Bolívar no era un simple juego de
palabras o de discusiones rimbombantes, que dijeran de ella,
apreciacio- nes conjuradas de un deber ser imaginario sin
planteamientos alternativos para su conquista; no, para
Simón Bolívar pesaba más que esos conceptos
debatidos y debatibles; la comunión de fuerzas de choque
contra todo lo que expeliera olor a domina- ción y destino
impuesto. Para él, los intereses privados o particu- lares
harán –a la causa patriota- más daño
que las pretensiones de los ejércitos realistas por
sostener sus intereses colonialistas.

La libertad fue entonces concebida en los comienzos de
nuestra república como el resultado de dos negaciones:
primero, como la negación de la <<
bestialidad>> , es decir, como producto de la ley, segundo,
y más propiamente, como la expansión de la
humanidad recuperada dentro del ámbito de lo no prohibido
por la ley. La libertad es la posible consecuencia virtuosa del
ejercicio de prohibiciones fundamentales. Para que pueda haber
libertad debe haber, antes, política. Y la política
solo es posible históricamente si hay << reglas y
prohibiciones>> , es decir, orden. (Castro Leiva, 2005, p.
188)

En el marco de lo supra expuesto, se puede decir que
así concebía Bolívar –entre otras
apreciaciones- la libertad, como un interés común,
es decir, en la suma de los intereses alternati- vos para
alcanzar una voluntad general, y esta sería la mayor
inclinación de Simón Bolívar; se insiste en
esto, porque a partir de aquí resultará interesante
ante los ojos de lo que acá se expo- ne; comprender su
pensamiento de unidad, articulación de las
particularidades y agregación de los esfuerzos para el
goce del mayor bienestar, planteado por él a unos y otros
de aquellos individuos o grupos que ensayaron a partir del
año 1811, la constitución y búsqueda de
concreción de lo que históricamente se conoce como
la Primera República (1811 – 1812)

Amor a la patria, compromiso para con la patria, el
apego a las leyes, el desinterés por el individualismo, la
comunión de los esfuerzos y fuerzas, la unión como
una necesidad, entre otro tanto de concepciones que en la mente
de Bolívar hacían eco; son a la postre, principios
para involucrar todo el sentimiento de los hombres en el quehacer
patrio.

Para ilustrarnos un poco más en relación a
cómo aprecia- ba Simón Bolívar en su propio
tiempo histórico lo que le tocó vivir en calidad,
no de testigo presencial, sino como figura prin- cipal y
catalizadora de los hechos; bien vale la pena asirnos de lo
expuesto por el historiador Oscar Battaglini (2003):

República (1812), de la urgencia de ponerle un
rumbo político certero a la aventura emprendida el 5 de
Julio de 1811, cuando los mantuanos caraqueños se atreven,
después de muchas vacilaciones, a declarar la
independencia definitiva de Venezuela del dominio imperial
español.

Se persuade, sobre todo, de la imperiosa necesidad de
abandonar toda acción político-militar basada en la
improvisación y el espontaneismo voluntarista; así
como toda subjetividad política que no estuviera fundada
en "la ciencia práctica del gobierno…(p.
5)

Para continuar con este autor, se tiene
que:

En términos más concretos, Bolívar
se percata temprana- mente:

1.- De la necesidad de conocer, los más apropiado
posible, la realidad histórico-social en la que le toca
desarrollar su acción revolucionaria.

2.- De la urgente necesidad de hacer un conjunto de
definiciones teórico-políticos que al mismo tiempo
que sirvieron de base para la unificación de todas las
fuerzas empeñadas en la lucha por la independencia le
dieron a esta lucha la fortaleza y la coherencia
requerida.

3.- De la necesidad de elaborar sobre la marcha, cuando
no por adelantado, las orientaciones a seguir en la
conducción de los asuntos políticos fundamentales
relacionados con la guerra.

4.- Y, por último, de la necesidad de realizar
recurrentemente el análisis crítico (el balance) de
los resultados (positivos y negativos) del desarrollo de la
Guerra de Emancipación. (Battaglini, 2003, pp.
5-6)

Lo político, lo civil y lo militar serán
en la vida de Bolívar, las causas a las que más
habrá de prestarles atención. Sabrá que son
necesarias para la causa emancipadora; de ellas debe nacer el
nuevo ciudadano, es decir, el republicano que sostendrá en
el tiempo la independencia y la libertad. Entiende, así
pues, Simón Bolívar que la unión no es algo
que deba ser exclusivo para sus compatriotas venezolanos; no, eso
debe ser extensible a los de- más habitantes de la
América Meridional, esa misma que en mente de él se
convierte en su concepto de Patria, de Patria Gran- de como lo
demostrará ocho años después de la
Declaración de Independencia (1811), cuando creará
por Ley Fundamental a la Gran Colombia (1819).

La unión de los hombres como hermanos de una
misma causa; la unión de los distintos pueblos, el
compartir común de los territorios, la creación de
ejércitos fuertes, los dictámenes, leyes, decretos,
normativas, en fin, la jurisprudencia. Son ape- nas algunas de
las causas que Bolívar considera imprescindible para hacer
patria, para la emancipación de los pueblos, para la
libertad bien consolidada. Es decir, que en Bolívar la
idea integracionista cobra mucha fuerza.

Retomando nuestra fuente principal para el estudio que
se viene desarrollando de la misma y, para reforzar la anterior
idea, bien vale la pena citar de Juan Correa González
(2003), lo siguiente:

¿Qué quería decir Bolívar
con "una nación de Repúblicas"?. Si entendemos por
nación la máxima institución de un pueblo, y
por república la organización de un Estado, o el
cuerpo político de una sociedad, entonces la
concepción de una América unida suponía una
delimitación territorial, por tanto, sectorizada, pero
hermanada cada República con las demás, en ideales
sociales revolucionarios y propósitos comunes de estrecha
cooperación y solidaridad.

Este sentido integracionista de las repúblicas
americanas, basado en la cooperación mutua y la
solidaridad, lo expresó elocuentemente el Libertador en un
enjundioso artículo publicado en la "Gaceta de
Caracas
" del 9 de Junio de 1814: Debe ser un gran
consuelo para nosotros saber que cualquier ultraje que se haga a
una pequeña porción del suelo colombiano
será vengada por infinidad de pueblos hermanos esparcidos
sobre el nuevo hemisferio.
(p. 6)

Argüye el orador Correa entre lo que expone del
presente y lo que retrotrae del pasado, la justificación
de la Patria Gran- de mediante la unión y la hermandad de
las Repúblicas susten- tadas en las ideas sociales
revolucionarias; de la necesidad de cooperación y
solidaridad entre pueblos para obtener la mayor suma de
beneficios como propósito común. Es precisamente,
en este orden de ideas, que se ha de expresar el
pensamiento

bolivariano: el integracionismo, el progreso, las luces,
la felici- dad, la justicia, la igualdad, la moral, la virtud, el
honor, la vo- luntad general, en fin, el goce de la libertad. Son
estos y otros preceptos los que aún esperan por
cristalizarse, a lo menos, en la América del Sur. Por ello
se puede afirmar que queda abierto aún el desafió
por darle concreción al pensamiento de Bolívar.
Vista así la Independencia, a todas luces, esta
inconclusa, por- que ella será posible, no solo por la
liberación del hombre de la esclavitud y la servidumbre,
sino por lo que engrandece su espí- ritu, como por
ejemplo: la educación y la cultura; en ellas, resi- de
gran parte de la libertad.

Qué
significados del pasado se recogen en la fuente y que hacen eco
en el presente:

En la medida en que vamos ahondando en un
análisis del Discurso de Orden expuesto por Juan Correa
González a pro- pósito de esa instauración
de la Primera República fundamen- tada en los eventos del
5 de julio de 1811; podemos ir observan- do en la misma, la
capacidad del orador para ir sorteando he- chos entre el
pasado fundacional de aquella República y los acon-
tecimientos de la llamada Quinta República (pretendida y/
o consolidada; no es que el caso que ahora nos ocupe).

En decir del propio Correa González en cuanto a
uno de los aspectos más relevantes de aquella
instalación del Primer Congreso (1811), está la
Democracia como hecho de participa- ción ciudadana; la
cual se convoca para el momento, mediante escritos
públicos diseminados por las diferentes Provincias que
conformaban el territorio de la época. Ello, con la firme
inten- ción de darle a los ciudadanos luces en cuanto a lo
que signifi- caría el nuevo rumbo político que se
estaba adoptando más allá de la suerte impuesta
desde la Península Europea.

Fue una democracia participativa la que se estaba
instaurando. Por ejemplo, durante los meses de mayo y abril
(sic), la Junta Suprema había hecho publicar avisos en
la

Gaceta de Caracas, exhortando a los ciudadanos de todos
las provincias a presentar por escrito, ante el Congreso
Constituyente, ideas y sugerencias sobre el futuro régimen
constitucional, con el propósito de que…

…Todos contribuyan con sus luces y
conocimientos al acierto de asunto importante
…(sic)
(Correa G, 2003, p.1)

A la luz de lo anterior citado se puede inferir
que Juan Correa, sostiene que la fundamentación
política del evento his- tórico de ese Congreso de
1811, no era otro que el de la democra- cia
participativa
; término muy en boga hoy entre los
actores po- líticos contemporáneos, quienes exponen
con ello el derecho de todos los habitantes del suelo venezolano
a tomar parte de las decisiones nacionales mediante el sufragio
del voto secreto y universal, entre otros.

Para continuar con la afirmación del exponente,
en cuan- to a esa referencia de la democracia participativa; hay
que de- cir, que salta inmediatamente con lo referido, una serie
de interrogantes y reflexiones motivadas al tiempo y a la
realidad del momento en los cuales se suscitaron los hechos de la
instala- ción y conformación de ese primer Congreso
Constituyente en 1811. En principio ¿Por qué fue
una democracia participativa?,

¿Quiénes estaban convocado a involucrarse
en ella?, ¿A quie- nes se consideraba ciudadanos?,
¿Hasta dónde se diseminaba la colocación de
la Gaceta de Caracas?, ¿Qué porcentaje de la
población sabía leer y escribir?,
¿Qué tipos de ideas deseaban conquistarse con la
participación de la ciudadanía?, ¿Hasta
dónde se admitían las sugerencias expresadas?,
¿Por qué se ha de decir que el futuro que se
aguardaba era de corte constitucio- nal?. Estas y muchas otras
interrogantes se pueden formular a partir de la expresión:
democracia participativa en el propio pa- sado de 1811 y
el eco de ese uso y voz en el presente.

No hay intención en este trabajo de abordar cada
una de las interrogantes anteriormente formuladas para darle
respues-ta oportuna; no, más bien son ejercicios de
reflexión que nos pueden guiar a pensar en la
fundamentación del quehacer de ese pasado, traído
al presente, mediante la sustentación consti- tucional
como sagrada escritura política.

La Declaración de Independencia el 5 de julio de
1811 y los eventos transitados para que la misma se convirtiese
en una realidad futura; habría, entonces pues, de asirse
–según Correa- del hecho Constitucional mismo, para
que con ello se garanti- zara, al calor del pueblo y la
participación generalizada, la li- bertad.

El historiador Manuel Pérez Vila, apunta que la
proclamación de la Independencia de Venezuela
sucedió, a las tres de la tarde del día 5 de julio
de 1811, en la Capilla del Seminario Santa Rosa de Lima de
Santiago de León de Caracas. Allí los diputados
representantes de las siete Provincias, habían acordado
redactar un documento en el que constasen las causas que
habían motivado esta declaración. (Correa G, 2003,
p. 3)

Necesitaban los acontecimientos protocolares de la De-
claración de Independencia convertirse en un acto de
carácter escrito para explicar a los presentes y a los
futuros habitantes de la entonces Provincia de Venezuela y
posterior República, los motivos fundamentales del hecho
en particular. Pero antes de recogerse en un texto el
magnifisioso evento; se hizo verbal- mente.

El anuncio lo había hecho ya público, a
viva voz, el Presidente del Congreso Juan Antonio
Rodríguez Domínguez, luego de la votación en
la sesión de la mañana de ese mismo día, y
el pueblo de Caracas, atento al trascendental acontecimiento,
había lanzado al aire su voz atronadora de entusiasmo
desbordado. (Correa G, 2003, p. 3)

De este mismo orador Juan Correa, se recoge una cita de
su obra Mi Valencia de Siempre (2001):

Entonces la multitud, que había permanecido en
silencio, en espera de este instante glorioso, rugió como
un trueno, dio un viva profundo, sentido, grave,
sobrecogedor… las campanas de las iglesias tocaron a
rebato, y de los balcones y ventanas de las casas se lanzaron
flores (2003, p. 3)

Así pues que:

Fue en la sesión del día siete en la que
el Acta, redactada por Francisco Isnardy y Juan Germán
Roscio, fue aprobada y firmada por 41 diputados, y entregada al
Poder Ejecutivo. Hubo una publicación Oficial: El texto
del Acta fue impreso en el órgano Oficial del Congreso, el
semanario "el Publicista de Venezuela", Nº 2, bajo el
título "Declaratoria de Independencia"… (Correa G,
2003, p. 3)

La Declaración de la Independencia como acto
hablado o escrito, tenía un sentido teleológico,
siendo este, el de buscar despertar la conciencia de Patria en la
ciudadanía o pueblo en general mediante la
expresión de libertad, tomando los referen- tes conocidos
hasta el momento de la Revolución Francesa (1789) y la
Norteamericana (1776), más que un despertar en torno a la
libertad; se deseaba crear un nuevo tipo de conciencia que pre-
parase al hombre para vivir en ella. No podía pretenderse
como simple acto de un estado más allá de la
sojuzgación; el evento del 5 de Julio de 1811, este
debía labrar, más bien el camino hacia la
Independencia absoluta como necesidad fundamental- mente,
prioritaria ha conquistar y sostener. Al menos en mente de
Simón Bolívar, así se
concebía.

Se puede hablar de la << elocuencia de la
libertad>> en dos sentidos generales. En primer lugar, como
fuerza conmovedora de su mera evocación. (…)
<< ¡Viva la libertad!>> . En segundo lugar, se
puede concebir la elocuencia de la libertad como fuerza
persuasiva de sus razones.

La primera vía puede ser -fue- principalmente
exhortiva, imprecatoria y, teniendo en cuenta sus posibles
contextos, una << emisión>> condensada por las
fuerzas de sus convenciones constitutivas originales. Para
comenzar por esto último, sólo se ha de retener que
antes de la Declaración de Independencia -<< acto de
habla>> (…)- era inconcebible emitir un <<
viva>> semejante.

La segunda vía atiende a otro tipo de solicitudes
(…). Obedece y sirve a la fuerza de argumentos y razones,
al valor del discurso posibilitador de la << bondad>>
y << rectitud>> en el decir. (…) esto es,
dentro del estado de la << elocuencia>> (…)
para el momento de la emisión del acto de habla
emancipador: para el momento de la Declaración de
Independencia. (Castro Leiva, 2005, pp.190-191)

Siguiendo este mismo autor Luis Casto Leiva (2005) se
tie- ne que:

Como << conmocional>> es decir, como
elocuencia dirigida a despertar y expresar con fuerza la fuerza
de las pasiones, la elocuencia de la libertad republicana
comienza a pensarse en función del origen mismo de la
lengua como grito, luego como voz audible, finalmente como voz de
iguales cara a cara…(p.192)

La participación del pueblo para consolidar a la
naciente república y con ella la Independencia, pasaba por
hacerle en- tender a viva voz el significado de la libertad, pero
no exclusiva- mente como acto retórico y sublime,
más bien, como lo entende- ría el propio
Bolívar; como derecho a ganarse en combate y, como deber
ante las restricciones propias que dan sustento a una verdadera
libertad, no a un libertinaje desmedido que pu- diera adoptarse
después de la declaración de 1811, o el control de
esa libertad por parte de nuevos grupos de opresores que pudieron
surgir de este lado del mundo, sino más bien, de ella (la
libertad) consagrada en los derechos de los hombres y en la
unión de estos ante fines comunes a todos y no ajenos o
exclusi- vos a intereses particulares.

La Corona Española no se quedaría de
brazos cruzados ante las pretensiones libertarias de un grupo de
hombres que deseaban sacarle provecho a los acontecimientos del
19 de Abril de 1810; y quienes aproximadamente un año
después querían declararse independientes a la
suerte de la Madre Patria.

Los esfuerzos por parte de los conocidos como Patriotas
se enrumbarían hacia el camino de la ruptura definitiva y
sin vacilaciones del yugo español. La
representación más acabada ideológicamente y
decididamente, se encarnaría en la figura de Simón
Bolívar.

…Bolívar es: << caminante y
guiador>> , << caudillo incomparable>> ,
<< caudillo milagroso>> , << complemento de
todo>> , << genio perfecto>> , <<
perfecto representante esporádico y único de su
raza, de todos los de su raza>> … (Carrera Damas,
2003; pp. 39-40).

Sin ánimo a contrariar afirmando o negando lo
anterior expuesto en términos de hiperbolismo o no de la
figura de Simón Bolívar en cuanto a lo dicho; bien
se destaca para lo que acá interesa, el papel asumido por
el Libertador como guiador de un rumbo distinto al expresado y
enaltecido por muchos de los oradores del Congreso de 1811 ante
la percepción de libertad como tema únicamente
discutible y configurado con la preser- vación de los
derechos de Fernando VII. Bolívar, en cambio, vis-
lumbraba un camino tortuoso y menos teórico-genuflexo ante
España que muchos de sus contemporáneos.

¡Sangre – sangre – sangre de un pueblo
generoso y heroico salpicó las piedras de los caminos!, y
manchó las raíces de los árboles milenarios
de nuestros bosques, y enrojeció las cascadas de nuestras
quebradas, y formó extraña argamasa con el polvo de
las sabanas. (sic) (Correa G, 2003, p. 4)

De este discurso sentido de Correa González, se
puede desprender la idea de los sacrificios para el sostenimiento
de la Independencia que habría de realizar el pueblo
convencido de que el triunfo de sus luchas, se convertiría
en el triunfo de la libertad. Así lo pensó
Bolívar, así lo expresó hasta en los
últimos instantes de su vida; de ello dan fe las cartas
dirigidas a Juan

José Flores y lo dicho en lo que se conoce como
su última procla- ma. El desprendimiento, la
unión, el sacrificio constante, el amor a la patria, en
fin, los intereses comunes son los que nos han de mover hacia el
sendero de la libertad; al menos, sobre la base de estos
principios despedía su vida el Libertador a finales del
año 1830, cuando así le tocó presenciar el
desmoronamiento de la Gran Colombia, su sueño y su idea
predilecta. El Departamento de Venezuela se habría paso
desligando su suerte de la unión territorial dispuesta por
el propio Bolívar en su empeño por la Patria
Grande. Ahora el compañero de armas de la causa pa-
triota, el General José Antonio Páez, enrumbaba la
nueva suer- te de Venezuela; mientras que Francisco de Paula
Santander, hacía lo propio del lado de lo que hoy es
Colombia, así pues, que al despojo se iba Bolívar y
con él su proyecto.

Tal pareció siempre – siempre que los
Presidentes de la república que se sucedieron al mando, a
través de nuestra historia republicana, se dejaron comprar
por los mercaderes de conciencia. Y citamos, a manera de ejemplo,
al General José Antonio Páez, un conductor de
pueblos, un soldado de incontables arrojadas escaramuzas y
combates audaces; inteligente y sagaz, nacido en humilde cuna; un
osado y valiente hombre esperanza del pueblo que luchó a
su lado, sucumbió ante la excitación que suele
corroer y desmenuzar la entereza y la nobleza de los
espíritus. (sic) (Correa G, 2003, p. 4)

Esta es la visión en torno a Páez que
expresa el orado Co- rrea González y que nos guía a
una especie de encrucijada de interrogantes. ¿Fue
José Antonio Páez un traidor?, ¿Se
dejó real- mente envolver por la elite de su tiempo?,
¿Sus pasiones fueron más que sus ideales y
compromisos con la unión?, o simplemen- te ¿Fue
Páez un instrumento de su propia época y momento
histórico?, estas y muchas otras interrogantes saltan en
la men- te y pueden conducir a variadas especulaciones que no es
el caso que nos ocupa. Sin embargo, hay que reconocer en lo ex-
puesto por Juan Correa González, que el tema de Venezuela
a partir de 1830 tendrá como uno de sus actores
principales la figura de Páez como su primer Presidente y,
con ello, de sus actuaciones como tal.

Al decir del pueblo a partir de ese momento
histórico de 1830, Correa González (2003) nos
indica que:

Y muy por el contrario, el pueblo sufrió, sobre
todo a partir de 1830, las más abyectas humillaciones y
desprecios. Porque no fue olvidado. No. Fue, más bien,
explotado inmisericorde. Ese pueblo al que Venezuela le debe su
configuración toda: Como nación soberana, como ente
reconocido por las demás naciones, por su ethos cultural,
por su sorprendente folclore, por sus mágicas tradiciones,
por sus atávicas costumbres…

Ese país que se llama Venezuela, cuyo emblema es
un tricolor que ondeó viento en mil batallas en suelo
americano, ese país, le debe su independencia a su pueblo,
sólo a su pueblo, que supo regar con generosidad su sangre
en los llanos y montañas, y en los ríos y lago, y
en el mar y en los intrincados bosques. (sic) (p. 4).

El pueblo se vislumbra así como el gran
sacrificado e in- cluso, el acto de derramar su sangre es visto
por el orador Juan Correa, más que un sacrificio, una
acción de generosidad que le producirá a la
naciente Republica (y en proceso de conforma- ción),
además de su consolidación; su forma de ser,
relacionada esta última, en el aspecto cultural,
tradicional y folklórica de la configuración de una
nueva nación en todos sus sentidos.

Un tercio de la población venezolana
pereció en combate… pero, llegada la paz, no se le
hizo justicia, porque no se le agenció mérito
alguno. Ningún gobierno, en el tiempo, reconoció su
inmenso sacrificio. Y si hubo algún corazón grande
que intentó hacer justicia, fue muerto alevosamente: Como
el General del pueblo Soberano, el Ilustre Ciudadano, el gran
estratega de todos los tiempos, el incansable combatiente, el
federalista revolucionario Ezequiel Zamora. (sic) (Correa G,
2003, p. 4)

Evoca y traspola lo anteriormente referido, al momento
político actual, cuando muchos de sus actores en sus
discursos y escritos logran asirse de los referentes
históricos del pasado fundacional republicano (1810
– 1830), y republicano mismo, para ilustrar sus ideas en
torno a una nueva manera de hacer política;
siendo Bolívar la ilustración primordial al lado de
Sucre, Miranda, Zamora, entre otros tantos héroes
convertidos en el camino a transitar, sin obviarse la necesaria
participación del pueblo actual.

El mayor exponente del ideario bolivariano en la contem-
poraneidad, es el propio presidente Hugo Rafael Chávez
Frías, quien ha hecho de Simón Bolívar,
más que una cátedra escolar; el modelo a seguir por
todo el que se considere un verdadero revolucionario dispuesto a
los mayores sacrificios por la conso- lidación,
sostenimiento y defensa de la nueva república, es de- cir,
de la Quinta República, nacida al calor de la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela del año 1999.

En el desarrollo de la exposición del orador de
orden Juan Correa González, se puede apreciar a lo largo
de la misma, un marcado esfuerzo por examinar en el propio
pasado, su signifi- cado, en este caso particular, la
instalación del Congreso Cons- tituyente del año de
1811 y de la Declaración de Independencia el 5 de Julio de
ese mismo año; y se puede apreciar también, la
intención de retrotaer al presente las voces de ese
pasado, para justificarle y, más aún, para orientar
sobre la base de ese ejerci- cio intelectual, el ideario
bolivariano como concepción viva y no muerta a expensa de
unos pocos interesados por sasear y con- servar sus intereses
particulares.

Sucedió ahora mismo, el 11 de abril de
2002…

En la obra "Cronología de un golpe de estado" se
lee: Hay que cambiar todo (…), dijo por la
televisión (privada), eufórica, (…una
intransigente opositora) periodista. Y de acuerdo a esta
afirmación: los ministerios deberán volver a sus
nombres originales. El Cuerpo de Investigaciones
Científicas, Penales y Crimilalísticas (CICPC)
deberá llamarse nuevamente Cuerpo Técnico de
Policía Judicial (CTPJ). Hacer, como antes a nuestro
Congreso bicameral, y que se llame otra vez Congreso Nacional.
¡Y desaparecer la palabra bolivariano y bolivariana del
léxico venezolano!. En este sentido, por supuesto, lo
primero será, en consecuencia, lo primero: que Venezuela
se llame como antes, al suprimirse la palabra bolivariana. Se
llamará, como debe ser, República de Venezuela.
(sic) (Correa G, 2003, p. 5)

A propósito de lo anteriormente
citado, el mismo orador Juan Correa González (2003) nos
dice que:

Sofocado por el pueblo venezolano, y por el
Ejército Forjador de Libertades, el golpe de Estado del 11
de abril, después de 172 años de haber entregado el
Libertador su preciosa alma al creador, su doctrina
revolucionaria, a pesar de las traiciones incalificables, se
constituyó en ductora, más que nunca, del destino
patrio. Y la letra del Acta de la Independencia también
pareciera haber cobrado igualmente sentido. (sic) (p.
5)

Pueblo y Ejército, Ejército y Pueblo,
ahora es lo mismo, salvo que el ejército es única y
exclusivamente el pueblo en armas para defender la patria de
cualquier agresión interna o externa; así
quedó demostrado cuando se sofocó el vil golpe de
estado del año 2002, mediante el cual se pretendió
desconocer la voluntad popular para instaurar un gobierno de
facto que respondiera a los intereses del Imperio Norteamericano,
el cual logró penetrar un ala del componente militar
jerárquico y lacayo a sus intereses para quebrar a la
nueva patria, o la patria bolivariana y revolu- cionaria. Al
menos, en estos términos se expresaría posterior a
este evento de nuestra historia contemporánea, el
Presidente Chávez, para significar que aún hay un
sector muy minoritario de la población que apuesta por sus
intereses particulares, sin importarles el resto de los
habitantes del país, que 80%, aproxi- madamente, fue
dejado al olvido y a la miseria por los gobiernos corruptos
anteriores de los cuales formaron parte, los que se iden-
tificaron a favor del golpe de abril de 2002.

He dejado para este momento la figura inmortal del gran
libertador. El también fue extrañado del poder. Y
despreciado, perseguido, calumniado. Y, por supuesto, traicionada
su revolución.

Guillermo Ru Rivas, en su obra "Bolívar
más allá del mito", estampa una frase muy
afortunada:

A América se le perdió Bolívar
y todavía lo anda buscando. He aquí la perennidad
de su vigencia.

A Venezuela, su Patria chica, también se le
perdió por completo… hasta hace sólo cuatro
años, cuando un hombre de palabra cumplió un
juramento hecho una década atrás al pie del
Samán de Güere, conjuntamente con un cenáculo
de jóvenes oficiales de nuestro
ejército…(sic) (Correa G, 2003, p. 5).

Justifica Juan Correa González, que el Juramento
del Samán de Güere (1982), torció el rumbo de
la historia en el devenir del republicanismo fundacional
(1810-1830) y las demás repúblicas instauradas,
hasta la presente Quinta República. Además que el
acto hablado como juramento se consumó en una realidad,
cuan- do estos hombres conjuntamente con otros miembros del
ejército venezolano del momento, realizaron o llevaron a
cabo dos intentonas de golpe militar y cívico en el
año 1992.

Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro
por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni
descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a
mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección popular,
tierras y hombres libres, horror a la oligarquía. (sic)
(www. Bibliotecaelectrónica.com;
2006, p.1).

En el juramento del Samán de Güere, se puede
apreciar claramente que el grupo de militares activos del
ejército venezo- lano, conformado entre otros por: Acosta
Carlés, Francisco Arias Cárdenas, Jesús
Urdaneta Hernández y Hugo Rafael Chávez
Frías (este último, actual Presidente de la
Republica Bolivariana de Venezuela); parafrasearon el juramento
del Monte Sacro que Bolívar hiciera ante su maestro
Simón Rodríguez (1805). Asi- mismo, al final de
dicho juramento de Güere se incluyen las ideas del
federalista General Ezequiel Zamora.

Porque gracias al cumplimiento de aquel juramento,
Venezuela y América toda, se ha percatado claramente de
que Bolívar vive. No es que resucitó. No. es que
jamás llegó en realidad a morir. Y vive porque su
doctrina responde a la categoría del revolucionario
integral (sic) (Correa G; 2003, p5)

Tamaña afirmación la de este orador ante
la historia con- temporánea. Se hace acompañar en
su discurso, Correa González, de varias de las
categorías que estamos analizando, por lo él
expuesto. Así, podemos extraer que se pasea por un pasado
fundamentado en la búsqueda de un cambio social como
resultante del grito de Independencia y con ella de la libertad;
toda una elocuencia de pasiones, persuasiones y de razones como
referentes para la universalidad del pensamiento de una clase
dominada que pretendió a través de los
acontecimientos del 5 de julio de 1811 ser libres y, para ello,
inculcarse e inculcarle al pueblo el sacrificio, el amor a la
patria, el desprendimiento a causas particulares, la unión
como camino para vencer al ene- migo español y la
necesidad de crear una república fuerte mas allá
del acto protocolar, es decir, de la necesidad de fundamen- tarla
mediante la sagrada escritura de una constitución acorde
con el espíritu de un nuevo orden, de una nueva idea y en
defi- nitiva, de nuevos hombres.

Volviéndonos sobre el Juramento de Güere
como idealidad evocada y suscrita por Juan Correa
González; asimismo, volviéndonos en torno a la
figura de Ezequiel Zamora, podemos observar que llama
poderosamente la atención como se relaciona un acto de
consagración del presente en torno a un hombre que
representó en el pasado, la consumación de
una historia distinta a la sucedida posterior a su muerte. Es
decir, que después de Zamora se torció el rumbo de
la historia de Venezuela, que en esfuerzo, idea y empeño
de este General revolucionario del pueblo, tendría a un
benefactor capaz de entregarle a los sufridos y sacrificados
hijos de la Patria, la retribución de sus derechos sobre
las tierras y por ende de la libertad, sin apremio de que un
reducido grupo ostentasen lo que así, única y
exclusivamente, habría de pertenecer a las masas
desposeídas y vilipendiadas. Pero la injusta realidad
transcurrida después de la muerte del General del pueblo
(10-01-1860), no sería para siempre, otro Zamora
aparecería, otro Bolívar aparecería y,
sucedió exactamente a partir de que un grupo de
militares juraran ante los restos del árbol inmortal en
donde daría en algún momento reposo el Libertador a
una de sus tantas fatigas producto de sus luchas libradas contra
los enemigos realistas; sí, allí, en el
mismísimo Samán de Güere, estos nuevos
patriotas hicieron un juramento evocando las palabras con la cual
Bolívar haría lo propio por allá en Monte
Sacro para el año de 1805, y además
acuñarían al juramento de Güere el grito
revolucionario de Zamora para redondear la gesta de
estos dos grande hombres –Bolívar y Zamora- que
probablemente sus espíritus aguardaban pacientes porque
otros hicieran honor a sus ideas y a sus luchas. Al menos, esto
pudiera ser el ejercicio de reflexión ante lo expuesto en
torno a estas ideas, por el orador Juan Correa
González.

En este aparte se puede observar que el expositor,
retrotrae del pasado, además de otras categorías y
análisis histórico, las voces de un pueblo que ha
reclamado y aún reclama justicia por sus sacrificios y
entrega a la patria; la perpetuidad necesaria de asirse al
pensamiento bolivariano, de la imprescindible figura soberana de
un verdadero hombre de pueblo, el General Ezequiel Zamora; la
revolución de ayer y la de hoy como posible camino hacia
la grandeza. El pacto social, el orden, el sacrificio, el
sentimiento de corazón hacia la lucha y el pueblo, el
reconocimiento al otro, la ciudadanía, en fin, estas son
algunas de las justificaciones deL pasado en sÍ mismo y
para con el presente que vislumbra el orador Correa, como camino
hacia la consolidación de esa Venezuela ideal.

Concebido nuestro proyecto nacional como un destino de
liberación, percibida discursivamente nuestra historia
como tarea de << hacer una nación>> , los
<< resortes morales>> de esa acción, de esa
historia, habrían de ser, ilustrada y consecuentemente,
nuestras pasiones. El destino histórico de un libertador,
de otro patriota, habría de ser inmolarse pasional, y
sublimemente en el altar de la patria. Enamorarse, ardorosamente,
de la << hechura de nación>> … (Castro
Leiva; 2005, p. 305)

Revolotea en la mente por lo antes citado, varias
interrogantes: ¿Cuántos de esos hombres que juraron
en el Samán de Güere, están dispuestos a hacer
Patria al costo de sufragar su esfuerzo con la propia vida?,
¿Cuántos mantienen aún fresca las palabras
que juraron?, ¿Han concebido que toda lucha revo-
lucionaria tiene un alto costo de sacrificio social y
económico?. En fin, son estas y pueden ser muchas otras,
las interrogantes que conseguirán respuestas oportunas por
las acciones de los hombres, y no por sus vocerías
retóricas de cómo hacer Patria.

Intencionalidad
para el presente de ese pasado, sobre la argumentación
interna del texto:

A lo largo del discurso – texto, expuesto por Juan
Correa González, el 05 de Julio de 2003, con motivo de la
conmemora- ción del 5 de julio de 1811; se puede notar que
previa descrip- ciones cronológicas, anecdóticas e
histórica referente a la insta- lación y
Declaración de la Independencia; discurre este autor sobre
la gesta de aquel momento y el devenir histórico desde ese
hecho mismo, hasta nuestros días; usando categorías
que tie- nen que ver con la estrategia retórica para
fundamentar la cons- titución de una república
libre e independiente, y lo que ha de ver con el sentimentalismo
político bolivariano, como ese sacri- ficio necesario para
la vida republicana.

A pesar de que Juan Correa González, invoca en
varias partes de su discurso la figura inmortal –como
él mismo le lla- ma- de Simón Bolívar y, se
refiere a sus grandes proezas y haza- ñas para darle a
Venezuela un rumbo distinto al impuesto por los realistas
españoles, en principio; y el después impuesto por
los detractores de su doctrina de la unión de naciones
como camino hacia la libertad; es el sacrificio del pueblo el que
más ha de argumentar Juan Correa González en su
discurso de orden.

La independencia fue, es y será posible,
únicamente por la revolución del pueblo. Su gran
sacrificio, su sangre derrama- da, su gesta heroica; es lo que
hizo posible detener la avanzada de los ejércitos
españoles en estas tierras. El protagonismo del pueblo al
lado de las grandes figuras como la de Bolívar y Zamora,
hizo posible la conjunción de fuerzas para sostener a la
nueva Patria.

La revolución nace solo del sentimiento popular,
del compromiso de los héroes con su pueblo y viceversa, es
decir, del pueblo y el ejército. La revolución
emerge de ese binomio, de las entrañas de esa
asociación de esfuerzos se logran los cambios re- queridos
para que las naciones marchen hacia su grandeza, ha- cia su
consolidación, en fin, hacia su verdadera
Independencia.

Los gobiernos que sean capaces de entender que el
sacrifi- cio histórico del pueblo debe ser retribuido con
educación, con oportunidades socio-económicas, como
derechos consagrados y respetado constitucionalmente, entre otros
beneficios como tributo a su heroicidad, sólo, esos
gobiernos podrán calificarse como buenos, como
óptimos, como seguidores de la doctrina bolivariana; de lo
contrario, a ello se deberán los desmanes del
pueblo.

En la sub-siguiente cita, a pesar que Juan Correa
González (2003) expone la dificultad para ampliar
más su discurso en torno a algunas ideas que han de ver
con lo que venimos refi- riendo; sin embargo, se pueden obtener
algunas luces en el pre- sente de ese pasado por él
trabajado:

Es imposible referirnos en este trabajo, aun
someramente, a la extensa y profunda doctrina bolivariana. A
tópicos interesantes y en plena vigencia, como son la
urgente necesidad de educar al pueblo, de lograr, como
país, una verdadera independencia en lo económico,
lo político y lo social. Tampoco podemos tratar, por ser
materia compleja, acerca de las estrategias y tácticas
revolucionarias… (p7)

Parafraseando a este autor, el camino a seguir tiene que
ver con buscar una verdadera independencia, sustentada y jus-
tificada a partir de la aplicación de una
revolución estratégica que pueda posibilitar los
mecanismos idóneos para cumplirle al pueblo sus demandas y
necesidades. Tiene una revolución –vis- ta
así como se ha referido- la tarea ineludible de canalizar
las carencias del pueblo hacedor de patria y heredero de la gesta
bolivariana, que en justicia aún espera porque se le
satisfagan aspectos primordiales a una sociedad privilegiada con
lo que se ha ganado a costa de sus grandes y desprendidos
sacrificios. Revolución y unión para con el pueblo,
debe ser el norte de los gobiernos políticamente
eficaces.

Unidad, para qué? La unidad es indispensable para
alcanzar la libertad y la independencia. Pero la unidad no se
decreta: ella misma se crea en el curso de la lucha
práctica. (…) La unión tiene que ser
efectiva, como complementos indispensables del combate por la
libertad. Pero la unidad para la apatía, para el reposo,
para la resignación es una mengua en momentos
pacíficos y normales y una traición en situaciones
históricas de revolución y de guerra. ¿Puede
existir una conseja más clara para los revolucionarios de
todas las épocas? Unidad para la lucha; lucha forjada al
calor de la unidad. Esa es la orientación táctica
del Libertador. (Núñez Tenorio; 1998; p.
XIII)

Revolución y Pueblo; Pueblo y Revolución,
han de ser lo mismo en el largo curso histórico de nuestra
lucha por la Eman- cipación. Ha sido el pueblo que con su
lucha revolucionaria, sufragó con su sangre, el
rompimiento de la suerte ligada a la peninsular
España.

Toda lucha revolucionaria tiene un alto costo social. Lo
afirmó Bolívar en 1830, año de su muerte
física. Fue en su mensaje al Congreso como Presidente de
la República, (…). Dijo el libertador-Presidente:
Me ruborizo al decirlo: La independencia es el único bien
que hemos adquirido a costa de los demás. (sic) (Correa G,
2003, p. 8)

Argumenta el propio Juan Correa González (2003)
lo si- guiente:

¿A qué bienes se refería el
Libertador? Los tipifica en su mensaje al Congreso de Angostura
el 15 de Febrero de 1819: la reducción de las
desigualdades económicas, culturales, sociales y
políticas …"para el logro de la mayor suma de
felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política". (Sic) (P. 8)

Bolívar como gobernante reconoció el
sacrificio del pue- blo, al cual ponderó retribuirle con
la mayor suma de felicidad posible; y ello sería
cónsono en la medida que agenciara lo edu- cativo, lo
social, lo económico, lo político y lo cultural. A
decir de Juan Correa González (2003) ¡Vigencia!
¡Vigencia! ¡En todo el pensamiento revolucionario del
Libertador, se observa incon- trastable vigencia! (p. 8). Esto
último, a propósito de hacer refe- rencia este
autor del pensamiento bolivariano revolucionario de ayer,
encarnado en el propio Libertador, y la vigencia en nues- tros
días del eco de esa voz, y de ese actuar en la persona de
los políticos del presente que como icono y bandera de sus
proyec- tos, está el genio y figura de ese Bolívar
revolucionario que de- seó retribuirle a su pueblo su
sacrificio y amor a la patria. Pero hoy, en tiempos en los cuales
se habla de una Revolución Bolivariana, Correa
González se plantea una interrogante acer- ca de esa
Venezuela posible y con la misma fija su respuesta.

¿Y como lograr esa Venezuela ideal,
concepción del Libertador? La respuesta es, sin lugar a
dudas, la misma que el propio Bolívar diera a Santander,
desde la Villa del Rosario de Cúcuta:

Debemos triunfar por el camino de la
revolución y no por otro
(sic) (2003), (p.
9).

A decir de Correa González, la Venezuela ideal
aún espera por una respuesta, aunque este, a lo largo de
su discurso y finali- zándolo, justifica la actual
Revolución Bolivariana; cree que hay consideraciones
necesarias para lograr la perfectibilidad de la misma. Y de las
categorías que maneja con más fuerza, está
la del pueblo como protagonista de una gesta heroica por la
liber- tad y la de la revolución como respuesta necesaria
para condo- nar la deuda histórica con el soberano pueblo
de Venezuela.

Este es el camino a seguir, porque el pueblo aún
reclama de aquella gesta de independencia, justicia. Es decir,
que la in- dependencia como legado histórico, está
pendiente hasta nues- tros días.

Conclusiones

Es un fascinante ejercicio histórico este de
intentar retro- traer las voces del pasado para analizarlos en
ese mismo pasa- do y, hacer lo propio para con el presente. Es
decir, el eco de esas voces en su mismo tiempo y como pueden
repercutir hacia lo contemporáneo. Explicarnos un tiempo
histórico en sí mis- mo, es una tarea que supone
asirnos de los vestigios que de él haya y, estos pueden
ser, no solo los documentos por si mismos, sino el lenguaje
cómo fue escrito, lo que allí intentó
decirse, in- cluso, lo que pudiera haber quedado como pendiente;
y todo lo que pueda arrojar luces para una interpretación
hermenéutica, ya no del texto como tal, sino
también de lo que como historia- dor a veces se descuida;
el mensaje histórico contenido como señal de un
momento que se discurre más allá del umbral de su
tiempo, y hasta del propio tiempo nuestro, el
futuro.

Bibliografía
Inéditas:

Correa González, Juan (2003) Discurso de Orden
con motivo de Conmemorarse el 5 de Julio de 1811. En
Sesión Solemne del 05 de Julio de 2003. Internet www.google.com

Editas:

Battaglini, Oscar. (2003) Documentos Fundamentales en el
pensamiento de Simón Bolívar. Edic. de los
Círculos Bolivarianos del I.M.P. Caracas,
Venezuela

Bolívar, Simón (1971). Escritos
Políticos. Edit. Alianza, Segunda Edición. Madrid
España

Carrera Damas, Germán (2003) El Culto a
Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las
ideas en Venezuela. 5 ta. Edición: Alfaldi. Ediciones,
Caracas – Venezuela

Castro Leiva, Luis (2005) De la Patria Boba a la
Teología Bolivariana. Fundación Polar; Obras de
Luis Castro Leiva; Vol I, Edic.Carole Leal Curiel
U.C.A.B.

Núñez Tenorio, J.R (1998) Reencarnar el
Espíritu de Bolívar. (Bolívar y la Guerra
Revolucionaria). Editorial PANAPO. Caracas-Venezuela.

Autor:

Geniber Cabrera P.

Partes: 1, 2
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