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Socialismo Bolivariano del Siglo XXI (Venezuela) (página 2)



Partes: 1, 2

Las sociedades latinoamericanas, así
como la construcción de sus instituciones políticas
y administrativas, han entrado tarde a la modernidad, y peor que
esto, han entrado sin ningún proyecto duradero que permita
direccionar los esfuerzos de toda la sociedad hacia la
disminución de las consecuencias negativas que trae
consigo la constitución de una sociedad verdaderamente
moderna3.

A finales del siglo XIX y a principios del
XX los proyectos positivistas, que en la historia latinoamericana
representan los únicos proyectos con medios y fines de
largo y mediano plazo, fueron truncados por la aparición
de elementos carismáticos y de formaciones sociales
urbanas mal diseñadas4. Estos elementos dieron paso a dos
consecuencias, para algunas naciones negativas, para otras, como
en el caso de Venezuela positiva: por un lado, la política
privilegiada de la imposición administrativa a partir de
la legitimidad carismática del líder
político de turno y; por otro lado, la aparición de
un nacionalismo latinoamericano que apoyaba, en mucho aquella
política carismática impositiva.

Tras la caída de los primeros
intentos de democratización, por ejemplo en el Brasil de
Getulio Vargas, América Latina había sufrido las
consecuencias de una mala planificación de su propia
historia evolutiva política y social5. Los proyectos de
urbanización, que venían acompañados de la
construcción de grandes ciudades y de centros de
producción, generalmente apoyados en la inversión
extranjera, como ocurrió en Venezuela, no fueron
complementados con políticas de inclusión social
para las grandes masas campesinas que dejaban las zonas rurales
para encontrar mejores condiciones de vida.

A la inexistencia o insuficiencia de
políticas de atención a las necesidades de las
masas campesinas dieron paso a dos actores políticos que
encontraron en el descontento ciudadano un trampolín para
hacerse del poder político por medio de la legitimidad
plebiscitaria de las masas6. Estos actores son: los
líderes carismáticos populistas –
nacionalistas algunos­ y las izquierdas revolucionarias
latinoamericanas.

Los líderes populistas, con su
demagogia nacionalista, asumían como recurso privilegiado
la propiedad de los recursos del Estado para el pueblo,
estableciendo tres tipos de relaciones políticas
principales: por un lado, las relaciones entre el líder y
las masas en sentido plebiscitario, es decir, en sentido de la
aclamación del líder político de forma
directa por las masas, traspasando las barreras institucionales
de elecciones periódicas y de imperio de la Ley; por otro
lado, las relaciones entre el líder político y las
Fuerzas Armadas nacionales, institución que
recibiría "las atenciones adecuadas" para defender a la
nación, lo que incluía un tercer elemento; las
relaciones entre las Fuerzas Armadas y los ciudadanos.

Al final de las administraciones
populistas, estas relaciones se encontraban en un lugar
privilegiado entre los elementos que permitieron el declive de la
administración de turno: en primer lugar, la
comunicación con los ciudadanos empiezan a desquebrajarse
en la medida en que las finanzas públicas del Estado van
agotándose, así pues, las vías de
comunicación construidas desde la perspectiva
financiero­distributiva de los ingresos públicos van
cerrándose y el otrora descontento con las instituciones
excluyentes va formándose contra las nuevas instituciones
"incluyentes" que ya han quedado sin recursos que
repartir.

Las relaciones entre las Fuerzas Armadas y
el líder político terminan por hacer
públicos los descontentos de los militares quienes ya
anteriormente han recibido entrenamientos estandar
internacionales y quienes han encontrado grandes saltos
evolutivos en sus artes bélicas tras las buenas
comunicaciones con Departamentos de Estado de otros
países, especialmente con el Departamento de Estado
Norteamericano, y quienes entienden que su armamento, su
entrenamiento y su progreso es posible con buenas relaciones con
otras instituciones armadas.

Las relaciones entre los ciudadanos y las
Fuerzas Armadas se asumen como vías de comunicación
las más de las veces entendidas como elementos suficientes
para legitimar una respuesta militar a los desmanes generados por
las administraciones populistas de turno, dando como resultado
una legitimidad inicial a golpes de Estado.

La democracia, tras los eventos sucesivos
antes señalados se ve mermada entre sentidos: las
instituciones llamadas a defender con la fuerza de las armas el
hilo constitucional democrático se ven forzadas a salirse
del plano institucional para protegerlo fuera del imperio de la
Ley, es decir, salen de los parámetros legales de la
Constitución para reponer la capacidad de la misma Ley
ante la legitimidad demagógica siempre posible de la
democracia.

En un segundo sentido, los ciudadanos
empiezan a observar que la democracia no es necesariamente el
mejor régimen político para desarrollar las
potencialidades económicas y las capacidades de bienestar
individuales. No siendo resultado esto de que la democracia no
sea efectiva al momento de administrar los asuntos colectivos en
un esquema de competencia libre de mercado, sino que, la
democracia latinoamericana ha demostrado que las esperanzas por
encontrar mejores condiciones de vida no pueden ser desarrolladas
en una democracia demagógica y populista.

En un tercer sentido, la unificación
de la ciudadanía (masas) y de las Fuerzas Armadas ofrece
un componente de legitimidad difícil de salvar y efectivo
en el cumplimiento de sus funciones de legitimación de
acciones políticas extra­ constitucionales y muchas
veces contra­constitucionales. Así pues, tras el
populismo la variante histórica nos permite observar
cómo sobreviene un etapa de reacomodo autoritario que
termina con la violación de los derechos de aquellos
ciudadanos y, exceptuado el caso de Chile, con la
paurezación de las condiciones de vida de las
masas.

Especificidades del
Caso Venezolano

En un reciente artículo titulado
¿Socialismo o Populismo del siglo XXI? (2007), Alfredo
Ramos Jiménez expone tres variantes principales que
conectan al escenario político contemporáneo de
Venezuela con aquellas descripciones históricas que
parecen tener un hilo conductor de los procesos políticos
en América Latina y que fueron reconocidos a grandes
rasgos en líneas anteriores.

I. La primera de estas variantes es la
aparición de las condiciones suficientes para la
deformación de la democracia liberal representativa
venezolana en una democracia participativa, protagónica,
corrupta y demagógica7. Estas condiciones vienen dadas por
la financierización de la actividad política del
Estado y especialmente de la actividad administrativa del Poder
Ejecutivo nacional.

En este sentido, la democracia venezolana,
fuertemente fustigada por dos golpes de Estado y por el declive
de los partidos políticos quienes no sirvieron, entre
otras cosas, para la formación de una clase
política seria y de relevo, se vio en la necesidad de
conseguir una respuesta a la inestabilidad presente, encontrada
en un primer momento en la figura "paterna" de Rafael Caldera y,
posteriormente en una figura militar (no necesariamente
militarista) de Hugo Chávez Frías. Ante estos
hechos, la democracia venezolana atraviesa dos fases posteriores,
por un lado, la reaparición del bolivarianismo y la
construcción del socialismo del siglo XXI. Ambas
construcciones ideológicas sustentadas en la legitimidad
ofrecida por una cadena de distribución de los recursos
del Estado a través de programas como las misiones
gubernamentales y como el ofrecimiento de créditos sin
interés (no sólo a nivel nacional sino
también a nivel internacional). Cuestión que se ha
mantenido estable desde el alza de los precios del
petróleo posterior al año 2000.

II. A la financierización de la
acción política gubernamental ha seguido la
constitución mixta de la clase
político­administrativa del país. El
bolivarianismo de la primera etapa del gobierno de Hugo
Chávez dio sentido militar a la organización
administrativa del Estado en Venezuela, esto es, la
caracterización de un Estado piramidalmente
jerárquico en cuya cúspide se encuentra el
Presidente de la República, su Gabinete y posteriormente
los demás Poderes constituidos del Estado8.

III. Este bolivarianismo ha sido
sustituido, entre otras cosas por su incapacidad de orden
interno, por la construcción de un socialismo del siglo
XXI, que, como afirmó en una ocasión el Presidente
de la República, "es una mezcla de lo mejor del
capitalismo con lo mejor del socialismo clásico, un modelo
sui generis necesario para Venezuela". Sin saber aún
qué realmente es el Socialismo del Siglo XXI, cabe a la
ciencia política acotar dos señalamientos
importantes:

El primero de ellos es que el contexto en
el que se construye este socialismo del siglo XXI es un contexto
de anti política, es decir, un contexto en que aquella
política representativa democrática, de partidos
políticos o de grupos y movimientos electorales que
pretendían competir en un plano de carrera política
histórica y de experiencia en el campo de la
política (administrativa o parlamentaria) ha sido
desplazada por la llegada de unos personajes conocidos como out
sider que nunca han hecho carrera política, como el caso
del Presidente Hugo Chávez en Venezuela9.

El segundo de estos señalamientos es
que las condiciones sobre las que se pretende la
construcción de este socialismo del siglo XXI semejan
más a un contexto institucional de populismo que de
verdadero socialismo10. La simple pregunta de ¿cómo
pretender construir un modelo de economía social a partir
de una base de información obsoleta como la que poseen las
instituciones administrativas del Estado en Venezuela?

Es muestra de que las condiciones para
recoger las mejores cosas del socialismo clásico no
están dadas en el país.

A ello se agrega la financierización
de la actividad política, la decadencia de las condiciones
de competencia política y la demagogia discursiva del
Presidente Chávez, a lo que se suma la construcción
idiotizante de una especie de industria cultural mal
diseñada y sin ningún fin estratégico
más que la pragmática vulgar de la actividad
política del día a día.

Conclusiones

La versión del socialismo del siglo
XXI en Venezuela une dos líneas histórico­
políticas que, antes de la desavenida experiencia
institucional venezolana, parecían dos elementos
dicotómicos que se sucedían uno como respuesta del
otro, hablamos pues, del populismo demagógico y
distributivo de las rentas públicas y de valores de
progreso hacia las masas históricamente desatendidas, y
del autoritarismo militarista que sobrevenía como
consecuencia del desorden sociopolítico y
político­económico producido por la
financierización de la actividad política proceso
inherente al populismo.

Luego de 1999, la respuesta militar a las
actividades desfasadas de una clase política nacional y de
unos partidos políticos debilitados en su interior
parecía convertirse en un proceso aceptable para las
masas, aunque estas siempre tuvieran sus reservas frente a las
políticas restrictivas de la primera etapa de un gobierno
que parecía revivir la historia con una ideología
bolivarianista.

Los hechos de abril de 2002 sirvieron de
elementos políticos que impulsaron una
transformación radical en la política austera del
gobierno mixto (militar­civil) de Hugo Chávez,
colocando a una mayoría de elementos militares en
Ministerios estratégicos y en puestos estratégicos
del gobierno, al tiempo se fueron estructurando nuevas
líneas de acción gubernamental que terminaron en la
construcción de una institucionalidad paralela que se
ocuparía de políticas re­distributivas
denominadas misiones.

A la ampliación de las
políticas redistributivas de las rentas petroleras se
suman la capacidad discursiva (en cantidad no en calidad) del
Presidente de la república y la sobre utilización
de los medios de comunicación lo que incluye un
enfrentamiento directo con aquellos medios que no son afectos de
manera directa a la política gubernamental. Si se unen
todos estos elementos, y algunas contingencias propias de la
política tradicional venezolana se puede observar una
condición suficiente para describir el fenómeno
político actual como un intento de reformar el populismo
desde un militarismo Light salvando algunos elementos de la
democracia representativa para modificarlos posteriormente a su
conveniencia, unas veces más haciéndola más
liberal, otras, pragmáticamente vulgar.

Realizado en Septiembre del
2007.

 

 

Autor:

Yonglys Segundo Villasmil
Montero

Venezuela

Partes: 1, 2
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