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Algunas consideraciones en torno al concepto de justicia




Enviado por Cornelio Cornejín



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    Nos quejamos de la lentitud de los procesos: si los jueces fueran absolutamente justos y medianamente razonables, no se atreverían a fallar nunca.

    Rafael Barrett, "La justicia" […] No puede afirmarse –según mi criterio– que exista un sentimiento de "justa indignación" que se oponga o al menos difiera en su esencia del odio patológicamente indiscriminado. Del mismo modo, no existen las venganzas "justas" y las "injustas"; todas son de la misma naturaleza, y todas son aborrecibles.

    Cuando un ladrón roba un auto, la víctima del robo por lo general se siente indignada. Esa indignación, ¿es justa? A simple vista parecería que sí, pero conforme nos adentramos en la situación irán apareciendo algunas dudas. Por ejemplo: ¿Puede la supuesta víctima demostrar que el auto le pertenece? Ante la ley, sí, pues el título de propiedad del auto está a su nombre; pero no nos interesa saber si el auto es de él en virtud de lo que dice la ley, sino si es de él en la realidad. Por decirlo de otra manera, habría que averiguar si es justo que él sea dueño de ese auto. La víctima, aparentemente, no se proclamó dueño del auto a través de un robo, ya que lo canjeó por dinero. Pero si el dinero que desembolsó por el auto hubiese sido dinero adquirido mediante un robo, ¿no estaría entonces robando el auto, o por lo menos adquiriéndolo injustamente? En ese caso el auto sería de él ante la ley, pero no ante la justicia. Sería legal que lo poseyese, pero no sería justo.Y si no es justo que lo posea, tampoco es justo que se indigne si se lo sacan. En consecuencia, su indignación ante el robo de su "auto legal" es injusta.

    Supongamos ahora que el dinero que utilizó para comprar el auto no ha sido robado, sino que lo ganó trabajando. ¿Podría decirse entonces que no hay ninguna duda de que es justo que lo posea? No lo creo. Antes de hacer una afirmación tan categórica habría que indagar un poco acerca del modo de ganar el dinero que utilizó el sujeto. Si es patrón, habría que evaluar si no ha sido de algún modo injusto con sus empleados, explotándolos para su propio beneficio. Si es comerciante o independiente, habría que indagar hasta qué punto desvirtuó la esencia de su trabajo utilizándolo para enriquecerse materialmente y no para facilitarle la vida al prójimo, que es el objetivo al que deben aspirar los laboristas de este grupo. Si es empleado, habría que sopesar el esfuerzo que realizó en cada una de sus jornadas en relación con su verdadero potencial, pues definimos al obrero auténtico no como el que mejor trabaja, sino como el que hace lo mejor que puede durante las horas de trabajo, independientemente de lo que le paguen. Si estas evaluaciones, indagaciones y sopesamientos dan como resultado algún tipo de duda sobre la moralidad del proceder laboral que utilizó el hombre para hacerse con el dinero, esa duda se traspasará al dinero mismo, el cual ya no podrá considerarse justo. Para la ley será simplemente dinero, pero para la Justicia será dinero mal habido, y todo lo que se compre con él, sea un auto o sea un par de zoquetes, es un bien adquirido injustamente.

    Ahora bien, ¿quién será el encargado de evaluar, de indagar y de sopesar? ¿Quién podrá decir que ese dinero se ganó justa o injustamente? Evidentemente, por una cuestión de subjetividad, no podrá encargarse de esto el propio interesado, ni su familia, ni sus amigos, ni nadie que lo conozca (porque cualquiera que lo conozca tiene una opinión de él, favorable o desfavorable, y por mínima que esa opinión sea, torna su juicio subjetivo). Tampoco podrá encargarse la ley, pues ya vimos que en esto es incompetente. (La ley tiene un gran inconveniente: no puede manifestarse sino a través de personas. Las personas, aun los jueces, son sujetos, y por lo tanto subjetivos. Y además se equivocan.) Pero si no pueden juzgar esta situación ni los hombres ni las leyes, ¿quién decidirá si el dinero es justo o injusto? Sencillo: La única capacitada para decidir qué es justo y qué injusto es la justicia misma. Pero ¿qué es la justicia? ¿Dónde se la puede encontrar y así terminar de una vez con este problema? ¡Ahh! Esas dos últimas preguntas me superan completamente. Me pasan tan por arriba como las nubes que hay sobre mi cabeza. Y más. Sólo sé, o sospecho, que la justicia existe; pero qué es la justicia en sí misma, dónde se la puede hallar y quién es capaz de interpretar perfectamente su esencia perfecta, son misterios que desconozco, y así como yo, hay muchas personas, por no decir la mayoría, por no decir casi todas, por no decir todas, que tampoco saben nada sobre los engranajes reales de la justicia –no los de la ley–, y que por lo tanto están incapacitadas para decidir acerca de lo que es justo o injusto.

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