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¿Cómo asume la familia su tarea de educar la sexualidad de sus hijos e hijas? (página 2)




Enviado por Lucia Santelices



Partes: 1, 2

El relativismo que se hace presente en la sociedad actual repercute violentamente en la vivencia humanizadora de la sexualidad. La permisividad acompañada de ambigüedad genera confusión y desorientación en los niños, los jóvenes y también en muchos adultos.

Otro aspecto de esta sociedad que influye en la comprensión y vivencia de la sexualidad es su individualismo. Se valora tanto al yo no obstante se olvida el ser de otros sin los cuáles nadie puede realizarse y ser feliz.

Al igual que en el mito de Narciso, como se fomenta el individualismo el hombre y la mujer se tornan incapaces de mirar y de escuchar al otro y mueren ahogados, encerrados en sí mismo y en la propia contemplación. Todo gira en torno a su propia persona y de esta forma frente a sus impulsos sexuales, pueden caer en el error de buscar una satisfacción sólo personal, olvidando que en el plan del creador la sexualidad siempre está orientada al otro y encierra en si la capacidad de darse y recibir.

En una sociedad en la que existe un culto al sexo y una sobre valoración del placer físico, se produce un predominio de la sensación sobre el pensamiento. Se da el peligro de considerar el placer como el principal valor de referencia para vivir la sexualidad , con el consiguiente afán de suprimir la renuncia a las complacencias sensuales inmediatas y sin compromiso.

En una actitud hedonista, lo que la persona quiere es lograr placer y evitar el dolor, quiere sentirse a gusto, quiere su propio bienestar; pero quien convierte el placer y el bienestar subjetivo en el tema de su vida y en el fin de su actividad, no experimentará en absoluto aquel bienestar más profundo que es plenitud.

Sólo estará en una permanente búsqueda de sensaciones más fuertes, lo que es muy grave si se vive en el plano de la sexualidad, porque puede llevar a prostituir un don de Dios que adquiere sentido en la comunión. (Díaz Del Valle, L. 1996).

Lo anterior ya está cobrando víctimas y es necesario alertar a los padres. Datos estadísticos respecto del número de recién nacidos, hijos de parejas adolescentes y fuera del contexto matrimonial, alcanzaban a un 29,6% de los niños registrados en el registro civil durante el año 1965, este índice, tan sólo 23 años después, en el año 1988, se empinaba al 58,2% (Santelices L 1992) y hoy sigue en aumento.

En síntesis, se han descrito muchos de los rasgos negativos de la actual cultura occidental: fuerte individualismo, orientación de la vida hacia el consumismo, alta competitividad, búsqueda exacerbada del hedonismo, progresiva secularización que niega teórica o prácticamente la trascendencia del ser humano y su relación de criatura con su Creador. Muchas de estas características negativas tienen un impacto determinante en el modo de pensar y experimentar la sexualidad humana y en la manera de organizar la vida familiar.

Lo anterior se torna aún más crítico si se analiza la mala formación que se ha detectado en niños y adolescentes en materia de educación de la sexualidad.

En un estudio realizado con una muestra aproximada de 5.000 alumnos de 5º a 8º año de enseñanza básica, pertenecientes a niveles socioculturales alto, medio y bajo, de la región metropolitana, se logró determinar que tanto el conocimiento como la actitud hacia la sexualidad, concebida desde una perspectiva antropológica cristiana, son deficientes, pues los niños sólo saben un 40% de lo esperado, conforme a su edad y escolaridad y lo que es aún más grave, no tienen una actitud indefinida frente a aspectos vinculados con la sexualidad, tales como el aborto y las relaciones genitales pre- matrimoniales, entre otros (Santelices , L 1992).

Además, estudios semejantes realizados en alumnos de enseñanza media, señalaron algo similar. Los grupos de alumnos evaluados alcanzan sólo un 67,7% de los conocimientos esperados y un 26,6% de lo que conocen acerca de la sexualidad es erróneo. En ambos estudios, también se pudo comprobar que los niños y adolescentes no señalan como guía o consultor, respecto de este tema, a sus padres, sino a sus pares y a los medios de comunicación (Molina, R 1986).

Es necesario, sin embargo, matizar este sombrío cuadro que hemos descrito, porque no nos muestra la totalidad de nuestra realidad. También en nuestra cultura surgen, se redescubren y se conservan valores que apuntan a un signo positivo, los cuales tienen especial relevancia para el campo de la vivencia de la sexualidad y el de la familia.

El mismo Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica "Familiaris Consortio"[1981] señala, al hablar de la familia, algunos aspectos positivos llamándolos "signos de la salvación de Cristo operante en el mundo".

Entre ellos destaca "una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a la procreación responsable, a la educación de los hijos…".

Estas dos posturas vitales que hemos descrito inciden de forma distinta en la comprensión del sentido y del significado de la sexualidad y deberían constituirse en un estímulo para que los padres más conscientes de su misión procuren profundizar en este aspecto central en la formación de sus hijos.

Tal como se señaló, las consecuencias de la manipulación de la sexualidad humana estando a la vista suelen pasar desapercibidas y lleva a las personas a equívocas miradas frente a esta realidad humana, por eso a los padres, les conviene recordar qué está pasando a nivel de las relaciones prematrimoniales, de la opinión pública respecto al aborto y al divorcio, del tráfico de la pornografía, de la prostitución ,incluso infantil, de la disolución de la familia para posteriormente, entrar al análisis acerca del significado y sentido de la sexualidad humana comprendida desde una mirada antropológica humanista cristiana.

Con la intención de aportar en ese sentido se intentará en las próximas líneas analizar el sentido y significado de la sexualidad humana.

El sentido y significado de la sexualidad para el hombre de hoy

Tal como se ha venido señalando, existe en la cultura actual poca claridad respecto del significado y del sentido de la sexualidad humana. Estudios exploratorios, realizados con el fin de diagnosticar el concepto de sexualidad que poseen grupos de padres de familia de niveles socio-culturales alto y medio de la Región Metropolitana, confirman lo anterior.

Un 80% de los padres de familia encuestados presentan una concepción errada de la sexualidad; sólo un 20% la concibe como una dimensión del ser del hombre que compromete toda su realidad personal. (Santelices, L. y Col. 1993)

Lo anterior se explica porque el concepto de sexualidad presente en las personas conlleva distintas creencias en las que subyacen inconscientemente connotaciones diversas en relación con la perspectiva antropológica con que se la considere.

Para algunos, la sexualidad es concebida como el conjunto de características propias de cada sexo; en cambio, para otros, se entiende como el impulso hacia el individuo de otro sexo. También, frente al término sexualidad, algunas personas entienden una referencia a la anatomía y fisiología de la reproducción, o bien lo equiparan con sensualidad e incluso le asignan connotación moral negativa (Santelices L. y Col. 1993).

Estas confusiones respecto de la sexualidad se suelen traducir en cuatro ideas falsas que es posible escuchar en el entorno y que para los padres y madres de familia que deseen asumir esta misión educativa es menester aclarar. Lo que se suele escuchar acerca de la sexualidad se puede resumir como sigue:

– la "tendencia sexual" es un instinto en cuya satisfacción radica la felicidad; -la "tendencia sexual", es un instinto y ha sido "reprimida" por "supersticiones religiosas"; – la "tendencia sexual" no puede "reprimirse", porque sus consecuencias son funestas para la armonía y la madurez psicológica del sujeto; y – la "tendencia sexual" es un aspecto humano que genera vergüenza.

El análisis de cada una de estas ideas matrices, que se contraponen con una visión humanizadora cristiana de la sexualidad, lleva a dos órdenes de conclusiones.

Por un lado, se pueden refutar dichas ideas a partir de antecedentes empíricos que provienen de distintas ciencias que están estudiando la sexualidad; y, por otro, se pueden explicitar las consecuencias que de dichos planteamientos se derivan para el hombre contemporáneo y para la visión educativa que se tenga acerca de la sexualidad y el amor.

Se plantea que la "tendencia sexual" es instinto. Sin embargo, desde lo biológico se establece que la sexualidad de los seres vivos, en la medida que se asciende en la escala zoológica, se va "interiorizando", de modo que se va independizando de los controles puramente hormonales e hipotalámicos, para adquirir relevancia las funciones psíquicas reguladas por la corteza cerebral. Por ello, la tendencia sexual en el hombre no es un instinto. La libertad propia del ser humano le permite tomar conciencia acerca de sus tendencias sexuales y su voluntad le permite decidir acerca de cómo vivir al respecto.

Por otra parte se señala, equívocamente, que este "instinto natural ha sido reprimido por supersticiones religiosas". Un análisis de esta afirmación pone en evidencia una contradicción, porque ¿puede un instinto, que genéticamente está codificado, modificarse por una superstición religiosa? Es decir, o está codificado genéticamente o no lo está, y en ese caso ¿cómo podría ser modificado por factores ajenos ?.

Frente al planteamiento anterior es necesario tener claro que quienes formulan ese equívoco, atribuyen y piensan que el catolicismo es responsable de la represión sexual ,en consecuencia que si se revisan los documentos del Magisterio de la Iglesia, en ellos explícitamente se señala que la sexualidad es don y que los padres deben orientar a los hijos desde que estos manifiestan sus primeras inquietudes al respecto.

Por otra parte hoy también muchos padres confunden educar la sexualidad con "reprimir" y desde esa confusión se plantea que ello genera desajustes en el desarrollo armónico de la sexualidad del sujeto.

Al respecto es necesario hacer una distinción porque no es lo mismo reprimir que educar. Existe evidencia empírica para señalar que se favorece el desarrollo armónico de la personalidad cuando se educa la sexualidad de los jóvenes incorporando aspectos ligados con el fortalecimiento de la voluntad, de la toma de decisiones y de la asertividad para defender su castidad (Monge, A. 1981]. Se indica, además, que programas de educación sexual que consideran un trabajo que contempla variables afectivas tales como mejorar el conocimiento y valoración de sí mismo, junto con llevar a vivir más responsablemente la sexualidad, previenen las conductas sexuales precoces (Sckett, H y Col. 1989).

En síntesis, se puede apreciar en nuestra época un ambiente que enfatiza la dimensión biológica de la sexualidad es decir la genitalidad, desvinculándola de la totalidad de la persona porque, se confunde la sexualidad con la genitalidad y para muchos ambos conceptos pasan a ser sinónimos. Además se tiende a pensar que la sexualidad humana, mirada desde esta perspectiva, no se diferencia en nada de la sexualidad de otros seres vivos y que como ocurre en ellos, no necesita ser orientada, ni educada. No obstante que, por comprometer la sexualidad humana también la dimensión sico – espiritual de la persona necesita orientación y requiere de educación.

Los adultos significativos, inicialmente con su vida y posteriormente con sus respuestas oportunas van ayudando al niño a descubrir que vinculado con esta dimensión de su ser se viven valores que le dan sentido.

En este contexto, cobra relevancia para los padres y madres que educarán la sexualidad de sus hijos e hijas, comprender que esta cualidad de todo ser humano no se puede desvincular del amor, porque el ser humano vive en el amor ,por el amor y para el amor.¿Cómo podría entonces desgajarse uno de sus aspectos sin destruir otros?.

El amor humano nunca se puede desarticular de la sexualidad, porque ambos aspectos son inherentes al ser humano y al desarticularlos se corre el riesgo de reducir uno u otro con lo cuál se darían señales equívocas a los hijos.

Esto exige que las familias también reconozcan que frente al amor se plantea un equívoco frecuente, que podría también desorientar a sus hijos e hijas si ellos no se ocupan de aclararlo.

Para muchos el amor es sinónimo de estar encantado porque alguien le procura gratos momentos. No obstante eso es parte de la verdad acerca del amor. En una relación amorosa lo sensual no lo es todo porque para llegar al núcleo del verdadero amor es indispensable la voluntad de donación que busca en primer lugar el bien del otro y no sólo, el propio interés. "…si el amor erótico no es, a la vez, un amor fraterno, es una experiencia orgiástica y transitoria" (Santelices, L. y Col. 1993.).

El sólo deseo de intimidad física no significa necesariamente amar, ya que puede ser una búsqueda egoísta de un momento de placer incentivado por el atractivo corporal del otro.

Tener claro lo anterior es importante, no obstante no basta para asumir bien la tarea de educar la sexualidad. Los padres también deben reconocer que la sexualidad humana se distingue de la de otros seres de la naturaleza que no requieren de padres que les enseñen a vivir como seres sexuados porque vienen genéticamente programados.

Sus hijos en cambio, no reciben la vida absolutamente programada desde su patrimonio genético. Son propias de su ser, humano, un sinnúmero de conductas "incoadas" que, si bien vienen biológicamente programadas, requieren de un componente educativo para que el hombre llegue a proyectarlas y realizarlas humanamente, de un modo consciente y libre, entre esas conductas se sitúa la conducta sexual.

La conducta sexual humana responde a la naturaleza humana que no es sólo biológico corporal.

La naturaleza humana, al estar constituida por la unión de lo corpóreo y de lo espiritual, hace que la sexualidad no sea ni puramente instintiva-carnal, ni puramente angelical. La dimensión biológica y la dimensión psico-espiritual son constituyentes centrales de la sexualidad humana.

La sexualidad, así entendida, ha sido definida como el conjunto de características biofisiológicas, psicológicas, sociales y espirituales que distingue al hombre de la mujer [Mifsud, T. 1986], por lo cual parece adecuado que los padres y las madres se aproximen científicamente a la comprensión del significado y del sentido de la sexualidad profundizando su comprensión acerca de algunas de estas dimensiones.

Dimensiones que comprende la sexualidad humana

La dimensión biológica de la sexualidad se vincula necesariamente con la reproducción. De ahí surge un primer valor asociado a la sexualidad humana que es el del placer sensual, relacionado con la satisfacción del impulso que aproxima al hombre y a la mujer; placer, que si bien es fuente de gratificaciones, está llamado a ser un medio por el cual la persona puede expresar su amor. La dimensión biológica si no está entroncada al amor, se manifiesta en una conducta deshumanizadora. Lo que humaniza a la sexualidad no es el ejercicio de la genitalidad. Lo que la hace personalizadora es su posibilidad de expresar amor.

Si se observa la dimensión biológica de la sexualidad del hombre y se compara, desde lo biológico, con lo que ocurre en otros seres animales heterosexuales, no existe mayor diferencia. Todos comparten la presencia de órganos que distinguen a los machos de las hembras; al varón de la mujer. Aquí, en lo netamente biológico, estarían las semejanzas. Entonces la distinción sitúa la reflexión acerca de lo que distingue la sexualidad humana de la sexualidad de otras criaturas en otro plano, en el de la interioridad.

El ser humano tiene la capacidad de auto dirigir la pulsión biológica de su sexualidad.

Ello hace desaparecer los "períodos de celo", claramente orientados a la preservación de la vida de otras especies de animales superiores. La dirección de la actividad sexual en la persona humana pasa a ser responsabilidad de la inteligencia y de la voluntad. En este hecho se fundamenta su necesidad de educar.

En un primer momento la atracción sexual nace en la persona, pero independiente de la voluntad de ella. Es un dado que se genera espontáneamente en ella.

En un segundo momento, la sexualidad se hace propia, el ser humano puede disponer libremente de ésta y darle un sentido. Al hacerla suya puede gobernarla y puede ponerla al servicio de una mayor humanización o al de una mayor deshumanización.

Desde una posición cristiana se señala que lo que humaniza la sexualidad no es el ejercicio de la genitalidad desarticulada de la posibilidad de hacer crecer al otro y de gestar vida humana; lo que la hace personalizadora es la capacidad que ella tiene en el hombre y la mujer de significar y expresar amor creador. En este sentido es necesario explicitar que la genitalidad, orientada a la procreación, es la expresión máxima, en el plano físico, de la comunión de amor de los cónyuges, gesto de la mutua donación que constituye la unidad de ellos. Separada la genitalidad de este contexto de don recíproco, don máximo de sí mismo, se pierde la proporción entre ese acto biológico que es un signo de amor y el compromiso que el mismo representa. Una vivencia de la genitalidad, descontextualizada, es expresión de egoísmo porque la persona sólo busca satisfacer su propio placer sensual.

En la conceptualización de la sexualidad desde la perspectiva humanista cristiana se establece, por tanto, una clara distinción entre genitalidad y sexualidad.

A modo de síntesis podemos señalar que:

– Uno de los aspectos de la sexualidad es la genitalidad, ella alude a la dimensión biológica y se la define como el conjunto de características genéticas, anatómicas, fisiológicas y hormonales que distinguen a los seres vivos en orden a la reproducción; – la sexualidad humana, a diferencia de la de otras criaturas, incluye la genitalidad, pero además suma a ella las otras dimensiones: psicológica, social, espiritual; – la genitalidad viene dada desde que se nace; la sexualidad se desarrolla y evoluciona para hacerse más perfectible; – la genitalidad tiene dos funciones, la procreativa y la unitiva entre los sexos.

– la genitalidad permite distinguir las diferencias físicas distintivas del hombre y de la mujer; la sexualidad parte de allí y le confiere a cada sexo su singular complejidad y unidad; – de la genitalidad emerge el impulso sexual.

Este impulso sexual humano está controlado por la corteza cerebral, lugar donde reside la inteligencia y la razón; por tanto, este impulso es una fuerza plástica, moldeable, auto-regulable por la razón y la voluntad. La sexualidad lo coge y lo utiliza como una fuerza constructora de la persona, que hace posible el encuentro y el diálogo entre varón y mujer; la genitalidad es la "capacidad instalada"; la sexualidad es una capacidad por lograr. La primera hace referencia a lo sexuado; la segunda personaliza lo sexuado. Por la genitalidad se alude a la condición de macho o hembra; por la sexualidad a la de persona varón y persona mujer.

La sexualidad humana tiene una gran función: dignificar, plenificar al hombre para formar comunidad de vida y amor.

Para los padres y las madres también es importante profundizar en otras dimensiones que distinguen la sexualidad humana de la de otros seres.

La dimensión psicológica de la sexualidad, se inscribe en el contexto de la personalidad que permite al hombre y a la mujer manifestarse, comunicarse con otros, sentir, expresar y vivir el amor humano. La sexualidad es un elemento básico de la personalidad, un modo de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. La sexualidad es núcleo central de la identidad personal en el que se conjuga una amplia gama de valores, actitudes, roles y conductas que requieren integrarse armónicamente.

Si lo propio de la sexualidad humana, como ya vimos anteriormente, no es la expresión puramente genital del sexo biológico, sino el don de sí que permite expresar el amor, es importante responder ¿cuáles son los nexos posibles entre amor humano y sexualidad?

Desde una perspectiva cristiana, que concibe al ser humano como unidad indisoluble de cuerpo y espíritu, la posibilidad de relacionar amor y sexualidad es la comunicación. El amor se puede expresar en un comportamiento sexual, pero no se reduce a una experiencia genital. La sexualidad genital, por su parte, es camino para expresar amor, pero no necesariamente todo comportamiento sexual es manifestación de amor. Cada gesto corporal, incluso la relación genital, para que tenga sentido humanizador, tiene que implicar un compromiso espiritual, de lo contrario es un gesto sin sentido.

Es cierto, entonces, que el amor humano debe expresarse a través de las mediaciones corporales. De ahí la importancia de la caricia física en las relaciones afectivas. Existe evidencia que corrobora el deterioro psicológico de una persona que no ha recibido afecto manifiesto. No obstante es sustantivo que los padres eduquen al respecto a sus hijos e hijas.

Ellos requieren saber que, el grado de proximidad que involucran determinadas caricias, por su impacto como detonantes de procesos emocionales, pueden resultar dañinas para la persona. No porque la sexualidad genital lo sea, sino porque un grado de intimidad que active los mecanismos biológicos hormonales puede poner a la persona en la imposibilidad de optar en libertad, con lo cual se puede generar una vivencia sexual deshumanizadora, al estar ante una expresión corporal que disocia el gesto sexual del compromiso amoroso supuesto.

La sexualidad será vivida humanizadoramente por sus hijos sólo en la medida en que se dé a los hijos la posibilidad de reconocer su sexualidad como una cualidad de su ser y tengan la posibilidad de lograr un equilibrio entre la posibilidad de darse y de recibir a otro.

No obstante si hoy no se educa también en el auto conocimiento, la auto aceptación y la auto valoración ¿cómo podremos conocer, aceptar y valorar a otro? y ¿cómo llegaremos a amarlo? Si no nos poseemos no podemos darnos ni tampoco recibir al otro.

El Magisterio de la Iglesia señala al respecto que: "la corporeidad es, en efecto, el modo específico de existir y de obrar del espíritu" [Eyseck, H. y col. 1981]. También se indica que "la genitalidad, orientada a la procreación, es la expresión máxima, en el plano físico, de la comunión de amor de los cónyuges. Arrancada de este contexto de don recíproco -realidad que el cristiano vive sostenido y enriquecido de una manera especial por la gracia de Dios- la genitalidad pierde su significado, cede al egoísmo individual y pasa a ser un desorden moral" [Sagrada congregación para la educación católica,1975].

Parece importante destacar que "la sexualidad orientada, elevada e integrada por el amor, adquiere verdadera calidad humana. En el cuadro del desarrollo biológico y psíquico crece armónicamente y sólo se realiza en sentido pleno con la conquista de la madurez afectiva, que se manifiesta en el amor desinteresado y en la total donación de sí" [SS J. Pablo II 1982].

En este marco es posible entender el sentido de una virtud que hoy no es comprendida incluso por muchos cristianos, la virtud de la castidad. Educar para el amor es educar la sexualidad y afianzar la virtud de la castidad.

En relación a este aspecto, en los padres de familia existe también, un cierto grado de confusión puesto que al preguntárseles sobre la posibilidad de controlar el impulso sexual, manifiestan en un alto porcentaje (56,4%) que no es posible, [Santelices L1995]. ¿Cómo podrían entonces educar esta virtud en sus hijos, si ellos no entienden lo anterior?

Los padres tendrían que entender que la castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de dirigir el impulso sexual hacia el amor y de integrarlo en el desarrollo armónico de la persona. Que el ejercicio de la función sexual deba ser ordenado no equivale a que se esté violentando la sexualidad de la persona. Por el contrario, es vivirla en plenitud de humanidad; pues el impulso sexual en el hombre, como ya vimos, debe ser rectamente encauzado, porque en cuanto tendencia es ciega.

Finalmente, falta agregar un aspecto fundamental para comprender la envergadura del concepto de sexualidad humana y en qué consiste su educación: ella es además una realidad histérica, que comporta también una dimensión social y una dimensión ética.

La dimensión social y ética de la sexualidad remiten a comprender que los seres humanos somos seres de relación. Es en este contexto en el cuál adquiere importancia entender que la sexualidad permite relacionarse con el mundo y con otros desde un ser de varón o mujer. Es desde esta comprensión que se puede valorar la sexualidad humana como una poderosa vertiente afectiva.

Si la sexualidad fuese como muchos hoy piensan, una realidad problema, bastaría un buen curso acerca de los aspectos biológicos de la misma para despejar y resolver ese problema. Sin embargo, aunque alguien sea experto en la genética, anatomía, fisiología y psicología que ella involucra, puede ni siquiera haberse asomado al inicio del misterio de la sexualidad. Ya que éste tiene el significado de algo inagotable, inacabable, en donde las preguntas se renuevan sin cesar.

La sexualidad está llamada a expresar valores diversos a los que corresponden exigencias morales específicas, las que están orientadas hacia el diálogo interpersonal y contribuyen a la maduración integral del hombre abriéndolo al don de sí en el amor. Por otra parte, la sexualidad humana se vincula, en el orden de la creación, a la fecundidad y a la transmisión de la vida. Y en este sentido intentar separar la sexualidad de la fecundidad que le es connatural podría alterar la calidad del amor humano.

Hasta aquí queda en evidencia que la sexualidad es un bien y que debe ser educada.

La sexualidad es don del creador, El nos hizo varón o mujer ¿de dónde entonces surge la noción de que la sexualidad es pecaminosa o sucia?. Posiblemente de una mala interpretación del pasaje bíblico del pecado original, al referirlo a una falta de índole sexual. En consecuencia que bajo el mito del fruto prohibido que comen el hombre y la mujer, se nos presenta otra verdad que tiene que ver con la dimensión social y ética de la sexualidad que estamos profundizando.

Con la ruptura del ser humano con Dios, la sexualidad que es parte de su naturaleza e identidad personal, que es regalo hermoso del Creador, se ve afectada. No es que por el pecado la sexualidad se transforma en una dimensión mala del ser humano. Lo que ocurre es que, siendo una dimensión positiva, puede vivirse mal, puede transformarse en enfrentamiento, en dominación. Ese regalo maravilloso puede destruirse o deteriorarse.

De lo anterior podemos concluir que, en el plan del Creador, la sexualidad es un bien, pero para que ese bien se mantenga, al igual que toda conducta humana, debe estar sometida a ciertas exigencias éticas. No cualquier vivencia de la sexualidad, no cualquier comportamiento sexual es algo positivo y adecuado para el ser humano.

Hay comportamientos sexuales que deshumanizan y que bajo un aparente momento de felicidad placentera dejan, a la larga, un vacío y una profunda soledad. La exclusiva búsqueda del placer sexual puede llevar a convertirnos en "personas-objetos" y no en personas-personas".

Los hijos e hijas requieren ser educados para llegar a comprender que la superación del egoísmo por una donación sitúa al comportamiento sexual en su dimensión ética. Dios nos creó sexuados para amar y el amor debiera estar enmarcado en una actitud de generosidad, de donación, que busca la realización del otro. Si las personas se aman, están en esta actitud de mutua donación, y entenderán que es una verdad a medias señalar "tengo derecho a ser feliz". La verdad completa es: "tengo el derecho a ser feliz y tengo la responsabilidad de hacerte feliz". Esa es la perspectiva a la cual estamos llamados, a vivir la sexualidad y desde ella se entienden las exigencias éticas del comportamiento sexual.

Para poder recuperar el ideal querido por Dios para el amor y la sexualidad es necesario fortalecer estas dos realidades humanas y es fundamental guiar a los hijos desde pequeños en este sentido. Ellos requieren reconocer en la interacción con sus padres que vivir una sexualidad vinculada al amor, desde una perspectiva cristiana, es posible con la ayuda de Dios y no exclusivamente con un empeño humano. El auxilio divino se otorga por medio de la oración y muy especialmente por el sacramento del matrimonio. La misma realidad terrena, que es la relación conyugal, es llevada por Jesucristo a una dignidad nueva, más elevada, capaz de significar un amor mucho más profundo y trascendente. El amor del esposo a la esposa manifiesta -para la fe cristiana- el amor conyugal de Cristo-Esposo a su Iglesia-Esposa. Esta capacidad de significación otorga a la realidad humana matrimonial una ayuda especial -que en teología se llama "gracia sacramental"- y que permite el amor humano en plenitud. De este modo, el amor puede llegar a ser amor-donación y la sexualidad puede ser lenguaje de encuentro conyugal por medio de la intimidad genital. (Romo, W, 1993).

Antecedentes psicológicos que sustentan el hacer de los padres respecto de la educación sexual de los hijos

Los antecedentes presentados ponen en evidencia que la misión educativa de la familia respecto de la sexualidad es urgente y necesaria.

Si la educación de la sexualidad se sitúa equívocamente en el concepto de genitalidad, no se sustenta la necesidad de tener a la vista antecedentes socio-culturales como los presentados anteriormente tampoco requiere que los padres conozcan antecedentes psicológicos que expliquen cómo sus hijos integran la sexualidad y el amor a la estructura de su personalidad, obviamente en este caso sólo se necesitaría un buen proceso de instrucción biológica-genital.

Sin embargo la comprensión del concepto de sexualidad, bajo un prisma antropológico humanista integra cuerpo, alma y espíritu inmortal en un todo armónico y considera una interioridad y una dimensión de relación exige a los padres de familia ayudar a sus hijos para armonizar los aspectos que conforman finalmente una sexualidad humana integrada armónicamente en el conjunto de variables que conforman la personalidad. Porque a diferencia de lo que ocurre con la genitalidad o dimensión biológica, que es un dato dado, el niño necesita hacer suya las otras dimensiones de su sexualidad.

En torno a cada una de ellas, la psicología ha hecho importantes contribuciones que las familias deberían considerar si emprenden la tarea de educar la sexualidad.

Sus hijos e hijas poco a poco, deben ir integrando a su personalidad su identidad del género, tarea que logra alrededor de los tres años. Posteriormente deben ir internalizando los roles que socialmente se asignan a varones o a mujeres, esta meta se alcanza hacia los ocho a nueve años.

Más tarde deberán integrar su orientación a otros y junto a ello, evolucionarán hacia el sexo opuesto, hasta lograr establecer a voluntad vínculos interpersonales heterosexuales, entre los cuales podrá optar por el matrimonio y la formación de una familia o por el celibato o la consagración como otra forma de realización.

Hasta la década del cincuenta, sólo la corriente psicoanalítica se ocupó de estudiar esta evolución. Sin embargo, en las últimas décadas se han incorporado al estudio y explicación de la evolución de la sexualidad, corrientes psicológicas conductistas y cognitivas. Todas explican la adquisición de la identidad y el rol sexual de formas diferentes. Sin embargo, todas tienen una coincidencia fundamental: La familia es el agente esencial en este proceso central del desarrollo del niño.

Si los modelos parentales de identificación, vale decir los padres, referidos desde el psicoanálisis; o los modelos de imitación y refuerzos, nuevamente se refiere a los padres y a lo que ellos estimulan, pero ahora desde la psicología social; o los modelos para reconocer su propia identidad, como lo señala la corriente psicológica cognitiva para referirse a los padres, no son adecuados, se entorpece el proceso de adquisición de la identidad del género por parte del niño y se entorpece el proceso de integración de la sexualidad a la personalidad.

Se plantea también que si los padres descuidan modelar a sus hijos la amistad y el dominio de sí, se dificulta para ellos en la adolescencia establecer relaciones heterosexuales en las cuales no se expongan a relaciones heterosexuales irresponsables (López, F.1984) .

Con estos antecedentes, ya es posible visualizar que una instrucción genital es insuficiente y reflejaría una posición simplista frene al significado de la educación de la sexualidad. Surge entonces la necesidad de puntualizar algunos aspectos que desde la educación de la sexualidad, concebida desde una perspectiva antropológica humanista cristiana serían indispensables de considerar.

¿Cuándo debemos iniciar la educación sexual de los niños y niñas?

Esta es una pregunta demasiado común y a la vez demasiado importante como para no dar en esta guía una respuesta..

Desde que el niño nace, viene con sus sistemas orgánicos funcionando y preparándose para lograr una plenitud. Muchas veces pensamos que el niño, es un "futuro" adulto, una "futura" persona. Estamos equivocados: Él es "una persona" de un día, un año, etc…. Su sistema nervioso si bien va madurando día a día, y como resultado de ello el niño va adquiriendo nuevas funciones, le permite estar tomando conciencia del mundo que le rodea y le permite aprender de los adultos una serie de importantes hechos como el sonreír, hablar, etc…. Como padres hemos estado siendo educadores, pero no hemos percibido en forma consciente este hecho. En este contexto, hemos también iniciado nuestra educación sexual siendo modelos o estímulos para nuestros pequeños hijos.

El niño en los dos primeros anos de vida así como necesita cuidados físicos, necesita también cuidados espirituales: afecto, estímulos que le permitirán crecer en lo intelectual y en lo afectivo.

Él necesita la presencia permanente de papá y mamá.

Las demostraciones de afecto que ellos mantengan como parte de su diario vivir mostraran al niño que el mundo es cálido, seguro y le permitirá crecer espiritualmente, Alrededor de los dos anos el crecimiento físico del niño, que ha sido muy acelerado, se estabiliza mucho mas, pero, en cambio, viene un acelerado crecimiento intelectual: Ya tiene mas vocabulario, es capaz de caminar y por sus propios medios inicia una investigación del mundo.

Descubre que su cuerpo tiene varias partes diferentes y se entretiene jugando con ellas, descubre que tiene Órganos sexuales y observa que papa y mama son diferentes físicamente.

Aun no empiezan las preguntas ya que su vocabulario y su pensamiento son muy rudimentarios, pero imita como el mejor.

El varón, por su misma sexualidad aunque no tenga conciencia todavía de ello, tratara de imitar al padre. La niña, por la misma razón, tratara de imitar a su madre.

Hemos pues empezado la educación sexual, estamos siendo modelos y, en tanto cuanto seamos mejores modelos, nuestro hijo o hija serán mejor mujer o mejor varón.

Los psicólogos modernos describen como indispensable en la formación de la personalidad del niño un modelo, que fije patrones de conducta y tan indispensable como el modelo debe ser el estimulo. ¿Cómo puedo yo, padre o madre, estimular la sexualidad de mi hijo?

Tenemos varios caminos para ello, el niño afectivamente es muy sensible y tiene verdadera necesidad de recibir cariño. Si él esta tratando de imitar a papa, pondrá verdadero interés en hacerlo mejor si este hacer es recompensado con cariño; será más grato si este reconocimiento viene de mama: ¡qué maravilla, lo haces tan bien como papá!

Dios en su infinita sabiduría, nos esta permitiendo formar y educar la sexualidad de nuestros hijos pequeñitos valiéndose de la imitación que es un acto propio del aprendizaje infantil. Así, sin ser conscientes de ello, estamos dando patrones de Si bien esta tarea es sencilla, debemos tomar conciencia de la responsabilidad que como "formadores de personas" tenemos. Una madre poco femenina, despreocu- pada, malhumorada, poco piadosa; ¡cuánto daño puede causar!; otro tanto ocurre con un padre preocupado sólo de su trabajo fuera del hogar, poco cariñoso con su esposa, poco espiritual y desconsiderado en su trato con los demás.

No olvidemos que estamos sembrando, y nuestra cosecha será mejor si esta siembra ha sido cuidadosa y no hemos apartado la mano del Señor de ella.

¿Qué debo responder a mi hijo de 3 a 6 años frente al sexo?

En la mayoría de los casos, las actitudes generales de los padres como modelos y como estímulos suelen ser suficientes para que el proceso de identificación sexual de los hijos comience a desarrollarse adecuadamente.

Sin embargo, por regla casi general, de los 3 años en adelante, las meras actitudes ya no bastan por muy sanas y normales que sean. Lo más probable es que a esa edad, empiece a avivarse la curiosidad sexual del niño, lo que le impulsara a plantear sus primeras preguntas en este sentido. Si no lo hace exactamente a esta edad lo hará sin duda mas adelante pero llegara a formularlas tarde o temprano.

Esta curiosidad "precoz" desconcierta a los padres; sin embargo, ellos deben saber que este tema para su hijo no tiene mayor interés que el conocer como esta for- mado por dentro su autito o qué tiene tras los ojos su muñeca favorita.

Si bien todo parece claro debemos seguir algunos principios aconsejables: no daremos "nunca" respuestas complejas y demasiado técnicas. Obviamente el pequeño no estaría en edad de asimilarlas y produciría la repetición de la misma una y otra vez.

La segunda máxima debería ser contestar la pregunta concreta que haya hecho el niño graduándola de acuerdo a su madurez intelectual. A tan temprana edad no de- bemos dar respuestas largas, ni explicaciones biológicas que a los niños sólo los Por ultimo la respuesta debe ser breve.

Resumiendo: 1º simple, 2º concreta, 3º corta, 4º precisa.

Por ejemplo, si el niño dice: ¿De dónde vienen los bebés? Resp.: "Vienen dentro de la mamá, en una bolsa especial que se llama útero".

Si el niño no sigue preguntando hemos acertado precisamente y no será necesario volver al tema si Él no toma la iniciativa.

Otra máxima que no debe olvidarse, "al niño no debe darse respuestas vagas".

A esta edad es posible que pasen semanas y meses en que el niño no vuelva a interesarse, sin embargo, el asunto esta latente y los padres deben estar llanos a tratarlo con franqueza y soltura. No debemos olvidar que Dios nos hizo Hombre y Mujer con sexualidad diferente y nada de ello es algo impuro o pecaminoso y feo de tratar con el niño.

Casi todos los psicólogos coinciden en señalarnos una "norma fundamental": no ir en nuestras respuestas más allá de la interrogación específica que el niño ha planteado.

De esta manera, progresivamente, se ira preparando el camino y habrá necesidad de explicar el acto sexual.

Contestando sobre el acto sexual entre los 5 y 6 años

Si su relación afectiva ha seguido en forma más o menos parecida a estas pequeñas normas, una gran dosis de afecto, buena acogida en los interrogatorios, respuestas sinceras y naturales, ya tiene una gran parte del trabajo realizado. Antes que surja el deseo en el niño y la inquietud de saber la mecánica del acto sexual se pasaran etapas previas; en ellas se puede explicar al niño que el papa pone una semillita dentro del útero de mama que también tiene una semillita que se ha formado dentro de su propio cuerpo.

No tardara el día en que el niño quiera saber cómo es que papa consigue su "semillita" y cómo es que la pone dentro del útero de mama. Es muy improbable que sea necesario dar, a un menor de seis años, la explicación que sigue pero la incluiremos porque hay niños más precoces y mas tarde o mas temprano va a plantear el asunto.

-¿Cómo llega el papá a poner su semillita en ti, mama?

Lo mas acertado, llegado ese momento, es explicar que la "semillita del papa esta dentro del cuerpo de éste, y que tiene forma liquida. Para que pueda salir, el pene de papa se agranda y endurece para entrar en la vagina que la mama tiene entre sus piernas y deja caer allí su semilla liquida".

Es importante, junto con esta explicación decir al niño que esto es una forma de acariciarse entre papa y mama, y que de este cariño Dios puede dar un premio, que es la formación de un bebé en la guatita de mama.

Cuando las cosas han sido planteadas en esta forma sencilla, honesta y como un "cuento bonito", el niño queda satisfecho y pasaran algunos meses en que no necesitara volver a tocar el tema.

Es muy importante dejar claro no sólo la mecánica biológica sino que ella debe ser una consecuencia del cariño entre papa y mamá.

Posible aunque no siempre ocurre, que el niño pregunte por qué todo eso sus papas no lo hacen delante de otras personas. Puede contestárseles que las personas mayores prefieren estar solas en esos momentos, porque así pueden quererse mucho mas el uno al otro sin que nadie los interrumpa.

Una vez que el niño ya conoce la mecánica del acto sexual es probable que sólo ocasionalmente haga algún comentario o pregunta pero como si se tratase de fútbol o de juegos.

¿Qué sucede sí un niño no se ha interesado y tiene más de seis años?

Es el momento en que los padres con la ayuda del Espíritu Santo, y por tanto, en forma muy sabia deberán encuentro del niño.

Normalmente ya debió tener la inquietud, pero en alguna oportunidad la demostró a mamá o papá, y éstos no pusieron atención; se pusieron incómodos y el niño defraudado sospechó que algo malo sucedía con sus padres y no preguntó más.

La inquietud normal seguía y él buscó apoyo en sus amigos u otras personas poco idóneas. En ese instante relacionó el sexo con algo mágico, poco claro y malo, por lo cual, no tocó el tema con quienes tuvieron la responsabilidad divina de introducirlo bien por ese camino de conocer su persona.

Muchos padres se desesperan al tomar conciencia de ese error, muchas veces cometido por temor a decir mas de lo necesario o simplemente por falta de madurez co- mo padres.

Nunca es tarde !Bienaventurados los hombres de buena voluntad!

No olvides que el sacramento del matrimonio tú lo haces cada día y junto con ello el Señor te llena de gracia. Pide, pues, a ese Socio la sabiduría para corregir la situación, para abrir los canales de comunicación con tu hijo y ¡animo! la tarea es linda, y la satisfacción del deber cumplido inigualable.

Tú debes poner la situación de una forma sencilla y natural. Cuando el niño ve que sus padres tocan el tema de la relación sexual, embarazo, etc…, sin inhibiciones y lo hacen participar de la conversación, se sentirá impulsado a preguntar o a comentar algo que le inquiete ¿Qué sucede entre los 7 y 14 años?

Ahora que empieza en el niño una cadena de cambios fisiológicos y que sus impulsos sexuales son una realidad muy fuerte, el camino de comunicación estará abierto y el 80% de los problemas que el despertar sexual acarrea a nuestros pre-púberes y adolescentes, será aminorado.

En esta etapa concreta, creo importante que conozcamos lo que esta ocurriendo a nivel del cuerpo del niño y niña, y como esos cambios desconocidos por la mayoría de nosotros nos hacen difícil la relación con estas personas tan queridas y casi imposibles el guiarlos en lo sexual.

Aproximadamente hasta los 9 años de edad el sistema endocrino del niño en lo referente a glándulas sexuales se encuentra en reposo. Una pequeña, pero no menos importante glándula, (Epífisis), empieza a involucionar; poco a poco su secreción va disminuyendo niveles en la sangre y su acción se debilita. En esta etapa en que la glándula del "candor infantil" disminuye, empieza a funcionar otra glándula, llamada Hipófisis o cerebro endocrino, a enviar vía sanguínea pequeñas moléculas de hormonas a los órganos sexuales. Testículos en el varón y ovarios en la niña. Estas glándulas, que si bien es cierto existían, estaban en reposo; comienzan a "despertar" y, como consecuencia de ello, empiezan los testículos a producir espermatozoides, y junto con ellos hormonas tales, como la "Testosterona", que actúa a nivel de otros tejidos produciendo la aparición de las características sexuales secundarias del varón: crecimiento acelerado de extremidades, aparece barba y vello pubico, engruesa la voz etc…

Por su parte en la niña empieza a nivel de ovario la maduración de algunos folículos (óvulos) y la producción de dos hormonas responsables de los caracteres sexuales secundarios en la niña, el estrógeno y la Progesterona que la guiaran en forma cíclica y coordinada durante cada mes.

Es creencia de muchos padres que si el varón ya cambió la voz y se puso independiente esta sexualmente preparado para la vida. ¡Grave error!

Otro tanto ocurre porque la niña ya menstruó y es por tanto una mujercita.

¡Grave error!

Debemos continuar con nuestra misión divina de educar y tal vez estemos comenzando la etapa más decisiva en este momento.

La vida sexual del adolescente varón, ¿cómo guiarla?

Los padres somos seres humanos y como tales con grandes limitaciones; si nos entregamos al Espíritu Santo y con humildad le pedimos nos guié en esta delicada labor que "compartimos", el camino será fácil y el premio será un hijo integro espiritual y físicamente capaz de formar una familia cristiana sólida y feliz. ¡Qué bello premio para nuestro humilde trabajo!

Es un error de nuestra época informar a la niña sobre su proceso menstrual, trataremos en el próximo capitulo el tema. ¿Hacemos lo mismo con los hijos varones? Creo que no, por lo menos, no es común. Este hecho trae graves consecuencias: a la edad de 14 años aproximadamente el adolescente chileno empieza a sentir fuerte el impulso sexual.

Los cambios biológicos hormonales, si bien es cierto empezaron lentamente alrededor de los 9 años sin siquiera advertirlos, ahora hacen crisis. El muchacho ya tiene en plenas funciones sus testículos cuyos tubos seminíferos están produciendo espermios, pero ellos no permanecen ahí almacenados sino que pasan a través de un sistema de delicados conductos hacia pequeñas bolsitas llamadas vesículas seminales. En ese lugar, a los espermios, todavía incapaces de fecundar por estar inmóviles, se les agrega agua, con almidón y algunos compuestos proteicos llamados enzimas. Se ha empezado a "capacitar" el espermio que adquiere movilidad y ya podría fecundar el óvulo. Pero aun no esta listo, debe pasar por otros conductos hasta otra pequeña bolsita llamada próstata en la cual se agregan al semen incompleto otras proteínas que lo dejaran listo para fecundar.

¿Hemos pensado lo que sucede cuando realizamos una función por primera vez?

¿Cuándo aprendimos a hacer las primeras letras? Todo era inseguro, poco preciso. Esto mismo ocurre en este sistema reproductor masculino "en rodaje". Ello trae algunas consecuencias de las cuales poco o nada se habla pero que son bien importantes.

El sistema reproductor esta ligado íntimamente con el hipotálamo, un órgano nervioso ubicado en la región baja del cerebro. Cualquier estimulo o cambio del medio relacionado con el sexo, la vista de una mujer bonita, una película erótica, etc…, desencadenan una respuesta de este centro nervioso; Él, por su parte, envía señales a la hipófisis que, como dijimos, controlaba el funcionamiento de las glándulas sexuales y este proceso en cadena produce: excitación nerviosa –erección del pene – vaciamiento de semen.

Cuando ya el "rodaje" se ha efectuado, este mecanismo lo podemos controlar voluntariamente pero, si esta empezando, es difícil hacerlo. Aparecen los primeros problemas: El chico tiene un sueño erótico, mecanismo de defensa del organismo para producir vaciamiento de semen; se produce el vaciamiento acompañado del placer sexual que ello acompaña. ¿Hemos pensado el problema del niño?

1º Se le ha dicho que todo lo relacionado con sexo es malo, es pecado.

2º Como tal debe ocultarse.

3º Nadie debe saber lo que pasó y Él se siente en pecado pero no pudo evitar el recordar la sensación de agrado que tuvo. Consecuencia de esta cadena de hechos naturales, buenos, creados por Dios. ¡Angustia! ¡Vergüenza! ¡Sentimiento de culpa!

¿Han pensado, queridos padres y maestros, en la enorme responsabilidad que tenemos al no tener un dialogo sincero y noble con nuestros varones adolescentes?

Como consecuencia de estos hechos que lo tienen ¡conmovido! internamente, baja su rendimiento escolar sólo quiere vivir con amigos, con las motos y, lo menos posible, con sus padres. Dios pasa a ser un ser de niños lo quiere y le teme pero no le da respuesta.

¿Cuál debía ser nuestra actitud responsable y cristiana?

Cuando notamos cambios sutiles en él, interés por las niñas, por ponerse colonia Si a las niñas les contamos de su menstruación ¿Por qué el trato con el varón será diferente?

Papá y mamá juntos es el ideal que promuevan el tema como algo casual, tal vez contando el caso "imaginario" del hijo de un compañero de oficina.

Hacer hincapié en que este fenómeno natural puesto por Dios se llama polución, que debe ser orgullo de los padres el saber que ello ocurre ya porque la responsabilidad del varón se hace mayor. Dios ya le ha dado la facultad de ser padre.

En este clima cálido que puede promoverse el adolescente se sentirá comprendido, acogido y sentirá también que él es obra de un Dios que lo ama, que lo ha hecho a su imagen y semejanza y que bendice su vaciamiento, su placer. Será el momento de conversar que somos templos del Espíritu Santo y por tanto, una relación sexual sin estar bendita mediante el sacramento del matrimonio esta profanando ese templo del Señor. Al unirnos con una prostituta estamos siendo un solo ser con ella; de ahí lo grave de esas relaciones que profanan "nuestro propio cuerpo que es un templo". Si logramos llegar a este nivel de dialogo el Señor hará lo demás, hemos sembrado y sólo El podrá cuidar esa semilla divina de gracia.

El muchacho deberá razonar guiado por sus padres que cualquier niña es futura madre y que no hay derecho que por satisfacer un puro instinto sexual, sin responsa- bilidad profanemos ese otro templo del Señor que algún día pertenecerá a su esposo e hijos. Tendremos derecho a hacer algo así? ¿Nos gustaría que nuestra esposa y madre de nuestros hijos hubiese sufrido esa falta de respeto?

Creo que con estas humildes bases y con la ayuda sacramental que como padres cristianos tenemos, podemos tomar una pequeña pauta para adecuarla a nuestra reali- dad, tratando de acomodar y plantar estas inquietudes en ese joven ser, tremendamente inseguro pero muy receptivo.

Siguiendo en la misma línea de pensamiento, lo primero es tener igual que con el muchacho una gran dosis de paciencia. Los cambios endocrinos propios de esta edad producen trastornos en lo físico, se tornan perezosos, apáticos o tremendamente rebeldes. Pasan de la euforia a la apatía, nos marean con el parloteo y las risas y nos aturden con los encierros y el silencio.

Si, como adultos, sabemos que esto es una etapa superable con cariño y paciencia, lo lograremos. A mas portazos, mas cariño; y no sermones y regaños.

El problema de información biológica de la niña parece ser mejor superado en nuestro medio. La mamá ceremoniosamente le explica que esta pronta a tener su pri- mera menstruación. El papá no participa en estos momentos y se piensa que es tarea de mujeres. Otro grave error porque papá y mamá por el sacramento del matrimonio pasaron a ser uno, la sexualidad de ambos se complementan es por tanto el ideal que tanto con los hijos como con las hijas estos temas se traten en conjunto.

¿Qué debe conocer una niña?

El ideal es que al igual que al niño se le informe de todo el proceso que termina con el flujo menstrual. Muchos dirán como hacerlo, de una manera sencilla pero real.

La niña nace con dos ovarios del tamaño de una almendra ubicados en el bajo vientre. Ellos se comunican con las trompas de Falopio que son como dos embudos, con la parte ancha del mismo envolviendo el ovario, pero sin tocarlo, ellas a su vez están conectadas con el útero y este con la vagina u órgano genital externo rodeado de pliegues de piel llamados labios.

Cuando la glándula hipófisis empieza a secretar su hormona folículo estimulante, se produce una respuesta en todos los órganos sexuales de la niña. El ovario que permanecía en reposo empieza a producir la maduración de sus primeros folículos (óvulos envueltos en pequeñas células que los protegen, llamadas foliculares).

Estos folículos van creciendo de tamaño, no sólo porque el óvulo va preparándose para ser fecundable sino las células que lo protegen aumentan en número (pareciera como una naranja de "cáscara gruesa", la cáscara son las células foliculares y la naranja el óvulo). Como la perfección de Dios se nota sin levantar los ojos al cielo, nos damos cuenta que esta "cascarita" no sólo protege al óvulo en maduración sino además produce una hormona llamada estrógeno. El estrógeno por vía sanguínea llega al útero; éste empieza a transformar su pared interna y de lisa se transforma en una pared mullida, con glándulas que semejan la estructura de las "guatitas" tan apetecidas por algunos golosos Ustedes se preguntaran cuál es la necesidad de ello; Muy simple: si ustedes dejan deslizar una pequeña esfera en una superficie lisa, pasa rápido. Faltó roce y el paso es sin dificultad. Si ustedes la hacen deslizar por una superficie rugosa, se queda detenida algún tiempo, tiene dificultad para deslizarse.

Pensemos un poco, si hubo fecundación, es decir se unió el óvulo con un espermio a nivel de la trompa de Falopio. Es un nuevo individuo, el que llega al útero, necesitara anidarse y para ello la pared mullida es muy apropiada. Por otra parte no sólo por el efecto mecánico son importantes estas miles de glándulas uterinas sino porque ellas secretan substancias ricas de proteínas, azucares, etc…, que en estas primeras etapas de desarrollo embrionario proveen de nutrientes al niño.

¡Qué grande y maravilloso es nuestro Dios!

El estrógeno además, actúa sobre la glándula mecánica, agilizando sus conductas, haciéndolos crecer para que se preparen también ante una posible maternidad.

Pero, hasta cuándo se produce estrógeno? ¿Suben indefinidamente sus niveles en la sangre? No, el estrógeno alcanza su máximo nivel cuando el óvulo termina su maduración y como su tamaño adulto ha sido alcanzado, rompe "la cascarita" y es expulsado hacia la trompa de Falopio. "La cascarita" o células foliculares no caen a la trompa sino se quedan dentro del ovario y se transforman en una glándula conocida como "cuerpo amarillo". ¿Qué hacer? Empieza a producir otra hormona ya no mas estrógeno sino "progesterona"; ella sólo mantendrá la pared del útero mullida y produciendo sus glándulas, substancias nutritivas.

Muchos se preguntarán y hasta cuándo? Si se produjo fecundación, hasta que se forme la placenta en el tercer mes de embarazo aproximadamente. En ese momento, este órgano seguirá produciendo esta hormona que permitirá la continuidad del embarazo. Si no hay embarazo, las señales químicas del óvulo que empieza a de- sintegrarse harán que el cuerpo amarillo deje de producir progesterona; se romperá entonces la pared del útero y empezara "la menstruación". Junto con este fenómeno al bajar la cantidad de progesterona en la sangre la hipófisis percibe la necesidad de enviar a la sangre hormona estimulante del folículo, o folículo estimulante. Se inicia así un nuevo ciclo. Como ustedes ven esta maravilla de mecanismo regulado por Dios nos permite tener ciclos ováricos mensuales. Regidos por dos hormonas, en la 1a Fase del ciclo el estrógeno, en la 2a. fase del mismo, la progesterona. Todo ello dependiendo de una especie de cerebro central, "la hipófisis". Todos estos cambios hormonales biológicos traen a la niña una serie de trastornos no sólo físicos, apatía, somnolencia, flojera, espinillas; si no un cambio serio de actitud.

¿Cual seria nuestra responsabilidad como padres portadores de la luz de Cristo?

1º Contarles, papá y mamá juntos, todo lo maravilloso que esta ocurriendo en su ser biológico.

2º Mostrarle que la apatía, el desgano y las espinillas, son sólo cosas pasajeras.

3º Darles un afecto muy grande para que todos esos pequeños desequilibrios anímicos no dañen su joven espíritu con la acumulación de un rencor por la falta de afecto y comprensión.

Finalmente y a modo de resumen se presenta a continuación fuentes de posibilidades y no se harán palpables y operantes si al niño y al joven no se les apoya para que ellos descubran:

Los ámbitos de su propio ser Que los valores son llamados a su propio yo que debe responder.

Que pueden generar experiencias reversibles que convocan a otros. Que promocionen su crecimiento en tanto personas.

Que su sexualidad toca lo más íntimo de su ser Que desde esa intimidad se impulsan muchas de sus acciones y que la acción puede gestar encuentro.

Que en el encuentro se concreta el valor que lo ha promovido.

Que el valor abre a la Verdad lleva al ideal el ideal a la acción y por tanto al otro gestándose así la unidad en la diversidad y alcanzando la felicidad.

No obstante lo anterior, en primer lugar exige tiempo. Ello porque requiere estimular el desarrollo de la inteligencia y ésta evoluciona en el tiempo.

También pide aprender a discernir para elegir y ello también ocurre en el tiempo. Finalmente exige dar una mirada retrospectiva frente a los resultados de la elección y ello implica detenerse en un tiempo y observar para finalmente, concluir.

En segundo término exige establecer vínculos porque la inteligencia se desarrolla en el contacto afectivo con otros y estos otros son los padres y otros miembros significativos de la familia y del entorno escolar y formativo de una persona.

La antropología contemporánea enseña que el hombre al ser espiritual y por tanto inteligente no se limita a responder reactivamente frente a lo que acontece. El no sólo capta estímulos y percibe realidades sino, puede también puede comprender y puede elegir.

Exige aprender a vivir la libertad. Ello implica dar oportunidades para tomar decisiones acerca de lo cotidiano y requiere del educador confianza manifiesta, a la vez que la capacidad de expresar claramente lo que le parece conveniente y porqué le parece tal y los peligros potenciales y porqué le parecen peligros.

El valor es algo que pide ser asumido y realizado, es ideal en tanto todavía no se concreta pero no es irreal, tiene eficacia, es capaz de orientarnos hacia un modo de vivir en el amor.2Es en la vida cotidiana y en el acompañamiento dónde gracias a los vínculos humanos en el amor se van gestando ámbitos de encuentro dónde es posible presentar los valores y con el ejemplo y la coherencia de la propia vida 1. Sentirse seguros 2. Confiar

2 A. López Quintás El amor Humano. EDIBESA 1992, Madrid .p.195 3. Ser consciente 4. Aceptar 5. Ser libre 6. Actuar buscando el bien y la verdad 7. Cambiar y amar incondicionalmente.3Cuándo las circunstancias lo requieran.

En pocas palabras sentir y reconocer que somos hijos muy amados de Dios que se ha hecho hombre para salvarnos y que puede fortalecer nuestra voluntad si se lo pedimos y nos dejamos guiar por su inmenso amor.

 

 

Autor:

Lucía Santelices Cuevas

Magíster en Educación. Profesora Titular. Facultad de Educación. Pontificia Universidad Católica de Chile. Directora de Línea de Investigación en Familia, Educación y Sexualidad.

Santiago, Chile 2009.

Partes: 1, 2
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