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Las falacias del capitalismo (página 2)




Enviado por José López



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No es necesario saber cómo funciona por dentro un coche para opinar sobre las prestaciones del mismo desde el punto de vista de un usuario. No es imprescindible ser un técnico en mecánica para saber si un coche funciona bien o no. Precisamente, los que desean que no veamos el bosque, que nos perdamos en los detalles para no ver lo general, siempre intentan hacernos creer que es imprescindible adquirir ciertos conocimientos técnicos, que sólo pueden opinar los "expertos", que es imprescindible leer muchos libros (y cuantos más mejor, y cuanto más complejos también mejor). Saben que el trabajador medio no tiene tiempo de leer muchos libros. Saben que después de largas y agotadoras jornadas laborales, a la gente le apetece sobre todo evadirse más que leer libros de política o economía. Saben que no podemos ser todos especialistas en todo. En realidad, pretenden que nos sintamos incapaces de opinar, que no veamos lo evidente. Son los nuevos "brujos" de la sociedad moderna, pretenden poseer la verdad de las cosas. Intentan que sus verdades no puedan ser cuestionadas por el común de los mortales haciéndonos creer que sólo son accesibles para una élite "sabia". Pretenden dominar ideológicamente a las masas impidiendo que éstas piensen y opinen por sí mismas. Pretenden camuflar ciertas ideas sencillas con un disfraz de complejidad técnica sólo accesible a una élite. Es una característica de nuestra sociedad moderna, la utilización de la complejidad en las formas para camuflar la sencillez malintencionada en el fondo. Un ejemplo típico lo encontramos en las letras pequeñas de los contratos que un ciudadano adquiere con los bancos.

Antaño, el señor feudal tenía sus caballeros para proteger sus privilegios. Ahora, el burgués moderno dispone de sus abogados. Antaño, no hacía falta ley, ahora, hay que hacerla lo suficientemente compleja (y lo suficientemente cambiante) para que sólo los que tienen dinero puedan conocerla y usarla a su favor. Como dice el refrán, hecha la ley, hecha la trampa. Antaño, no había ni siquiera derechos en la teoría, ahora, son papel mojado en la práctica. La ley ahora existe pero, como antaño, los poderosos siguen impunes. ¿Cómo es posible la convivencia si la ley es tan compleja que ya nadie sabe casi lo que es legal o no? ¿Para qué sirve una ley si nadie la conoce? ¿El objetivo de la ley no es que se cumpla, no es que la gente la conozca para cumplirla? Como decía Voltaire, La civilización no suprime la barbarie; la perfecciona. Tendemos a una sociedad tan compleja, que es cada vez más difícil moverse por ella, que son cada vez más imprescindibles los abogados.

No es de extrañar que la carrera de Derecho sea una de las más concurridas. La complejidad moderna de la sociedad, probablemente premeditada, representa las murallas del moderno señor feudal. Éste necesita maquillar la simple realidad (que a veces es mucho más simple de lo que aparenta) a base de mucha complejidad. Sencillez en el fondo disfrazada de complejidad en las formas. Maquilla la realidad a base de supuestas teorías económicas que ni los supuestos economistas entienden. Como dice el chiste, ¿Cuál es la diferencia entre un meteorólogo y un economista? Respuesta: los meteorólogos al menos están de acuerdo sobre el tiempo que hace hoy. A base de que las verdades elementales no sean accesibles al pueblo llano. Antaño esto era muy fácil porque el pueblo era ignorante, no pensaba. Ahora la forma de evitar que el ciudadano medio adquiera peligrosos conocimientos, o adquiera una peligrosa conciencia, es confundiéndolo, es acomplejándolo, es haciéndole creer que él no entiende y por tanto no puede opinar sobre ciertas cuestiones, es distrayéndole con nimiedades. Es haciéndole creer que como no es un mecánico no puede juzgar, ni siquiera desde el punto de vista de un usuario, si el coche va bien o no. Es en definitiva, haciendo que una élite piense por él. Ahora se trata de que no piense mucho y sobre todo de que no piense bien (que no sepa razonar o se pierda en los razonamientos).

Pero, como decía Bakunin:

En el tema de las botas, yo me refiero a la autoridad del zapatero; en relación con las casas, canales o líneas férreas, yo consulto al arquitecto o ingeniero. Para tal o cual cimiento especializado yo recurro a tal o cual científico. Pero yo no permito que ni el zapatero, ni el arquitecto, ni el científico impongan autoridad alguna sobre mí. Yo los escucho libremente y otorgo mérito a su inteligencia, a su carácter, a su sabiduría, reservándome siempre el derecho irrenunciable a la crítica y a la censura. Yo no me limito a consultar a una única autoridad en rama especializada alguna; consulto a varias; comparo su opinión, y elijo la que me parece más convincente. Pero no reconozco a ninguna autoridad como infalible, aún en cuestiones especiales.

Pensemos un poco por nosotros mismos, y analicemos algunas de las falacias más habituales que nos intentan vender los "apóstoles" del capitalismo.

El mercado en el sistema capitalista es libre

El mercado libre es esencial para una economía dinámica y viable. El mercado libre beneficia al ciudadano. El mercado se autorregula.

Sin embargo, si es evidente que cuanta más competencia haya, es decir, cuantas más empresas ofrezcan productos similares, menores serán los precios de dichos productos y, al mismo tiempo, mayor será la calidad de los mismos (ley de la oferta y la demanda); entonces, ¿por qué se aboga tanto desde la economía oficial por la concentración y fusión de empresas? ¿Los monopolios o los oligopolios no son lo más opuesto al mercado libre? ¿Cómo puede haber un mercado libre cuando hay unas pocas grandes empresas (cada vez más grandes y cada vez más pocas) que dominan sobre todas las demás? ¿Cómo puede haber un mercado libre donde las reglas del mismo las fijan las grandes corporaciones económicas que incluso dominan al poder político (por ejemplo financiando campañas electorales) para que legisle a su favor? ¿Vamos a obviar la existencia de lobbies? ¿Cómo puede haber un mercado mundial libre con medidas proteccionistas?

El sentido común, la lógica, nos dice que un mercado, para que sea libre, necesita ser regulado para evitar los abusos de los grandes o de los poderosos, incluso debe legislarse para evitar que haya poderosos. Un mercado verdaderamente libre necesita ser regulado para evitar la excesiva concentración de empresas, con el objetivo prioritario de evitar los oligopolios y los monopolios. El monopolio es incompatible con la libertad. Un sistema económico monopolizado por muy pocas empresas no puede ser libre. Un sistema político monopolizado por pocas personas o por pocos partidos políticos no puede ser libre. El bipartidismo estático es incompatible con un sistema político libre. Un régimen de partido único no puede ser libre. Un mercado de comunicación dominado por muy pocas empresas no puede ser libre. Sólo es posible una prensa libre si se evita los monopolios mediáticos, si se pone coto a las concentraciones empresariales (entre otras medidas). Es imposible que fluyan las ideas libremente por la sociedad sin una prensa libre. La libertad de expresión pública se convierte en una quimera cuando es acaparada por unos pocos.

¿Realmente alguien se cree aún que tenemos un mercado libre? ¿Para quién es "libre" el mercado? ¿Para el consumidor que cada vez tiene menos donde elegir?

¿Para el pequeño empresario que está condenado a ser comido por el gran empresario? En realidad, el mercado es sólo libre para el gran empresario, que es cada vez más libre para imponer sus reglas, para fijar los precios (o para ponerse de acuerdo con la poca competencia que tiene para fijarlos), para explotar a los trabajadores de los que depende para acumular riqueza. En realidad, no hay libertad de mercado, hay libertinaje de mercado. El mercado "libre" es la jungla económica puesta al servicio del más fuerte. Estamos hablando de la tendencia general del capitalismo. Existen ciertos sectores donde el mercado es más libre que en otros. Muchos mercados presuntamente liberalizados nacen por la privatización de antiguos monopolios estatales (vendidos muchas veces a amigos o familiares de los que ostentan el poder político) que se convierten en los dominadores del mercado presuntamente liberalizado. Son mercados que nacen ya muy "oligopolizados". En definitiva, la tendencia del capitalismo es hacia los oligopolios o incluso hacia los monopolios, ya sea porque antiguos mercados monopolizados públicos nacen ya muy oligopolizados, ya sea porque mercados muy alejados de los oligopolios tienden hacia ellos por el proceso continuo de concentración del capital (no sólo no limitado sino que fomentado por el poder político subordinado al poder del gran capital).

El problema no es sólo que el mercado es cada vez menos libre, sino que, además, es cada vez más privado. Si ya tiene sus inconvenientes un mercado con un monopolio estatal, el problema se agudiza cuando el monopolio es privado. Porque en el primer caso, al ser la empresa pública, siempre hay más probabilidad de que responda ante la sociedad, de que sea gestionada por la sociedad en general (siempre que el Estado sea realmente democrático), de que sus gestores sean elegidos por un poder que emane del pueblo. Pero en el segundo caso, una empresa privada no responde ante la opinión pública, su gestión interna sólo depende de unas pocas personas que no son designadas por nadie que represente al pueblo (ni siquiera por sus trabajadores, por supuesto). Al privatizar las empresas, se aleja toda posibilidad de democratizarlas. Las empresas privadas son más dictatoriales que las públicas. Los trabajadores de empresas públicas saben perfectamente que sus puestos de trabajo peligran más cuando se privatizan. La conversión de los monopolios públicos en oligopolios privados supone el afianzamiento del capitalismo. Supone traspasar el poder (aún formal) del pueblo sobre ciertos sectores de la economía a unas pocas manos que escapan del control general. Supone un paso hacia atrás en la necesaria democratización de la economía. El control del pueblo en las empresas públicas es sólo formal, no es aún real desgraciadamente, pero sería aún posible si el Estado se democratizara por completo. Sin embargo, en las empresas privadas es imposible, ya no es ni siquiera formal. En este caso, se aleja definitivamente cualquier posibilidad de control real. La única forma de que el control volviera al pueblo sería con la nacionalización de la empresa.

Después de las medidas de rescate de los bancos que los Estados capitalistas han tomado recientemente frente a la crisis financiera, ¿quién se cree aún el discurso oficial de que no es necesario que el Estado intervenga en la economía? ¿Cómo cuadra el hecho de que los beneficios se privaticen (esto es la esencia misma del capitalismo, se basa en la propiedad privada de los medios de producción) pero, al mismo tiempo, las pérdidas se socialicen? El Estado (la sociedad) asume, en parte, los costes económicos cuando una empresa se declara insolvente. Bien es cierto que así se protege también, en parte, a los trabajadores, pero también es cierto que pocas veces se pide responsabilidades a los empresarios que habiéndose enriquecido han llevado a la bancarrota a sus empresas y al paro a sus empleados. La percepción general (no infundada, desde luego) que tenemos todos es que los ricos pocas veces pagan (y cuando es así, lo hacen poco) por sus acciones irresponsables y egoístas.

La justicia está al servicio de los ricos. Se ceba con los débiles mientras protege a los poderosos. Incluso, bajo el concepto de fianza, se permite que los que tienen dinero compren su libertad para evitar estar en el calabozo. ¡En el capitalismo, la proclamada a bombo y platillo libertad también está en venta! ¡Cuántas veces los delincuentes ricos, de "guante blanco", abandonan rápidamente las cárceles en las que han permanecido con un trato de favor mientras la justicia es severa con los antisistema (no son pocos los casos de anarquistas, por ejemplo, que incluso siguen en la cárcel cuando las leyes dicen que ya no deberían estar en ellas) o los pequeños delincuentes! Proporcionalmente, es más caro quemar una bandera o una foto o "injuriar" a cierta persona, que quebrar una empresa, a pesar del drama generado a miles de familias en este último caso, que no se produce en los otros. Cuentan más las banderas o los símbolos de la patria que las personas, sin las que dicha patria no existiría. Cuenta más cierta persona que no ha sido elegida para el cargo perpetuo que ostenta y que fue designada por un dictador, que millones de personas. Persona, por cierto, blindada mediáticamente y sobre todo legalmente por una Constitución que la pone por encima de la ley contradiciéndose a sí misma al afirmar pomposamente que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. En España, ni siquiera en la teoría, somos todos iguales ante la ley.

En España, el disfraz "democrático" es menos eficiente que en los países de nuestro entorno, por ser más descarado. Los pobres pagan las crisis creadas por los ricos. Con el dinero que pagamos todos a través de los impuestos, se pagan las consecuencias económicas de los actos de los grandes empresarios, que muchas veces son los que más evaden el pago de impuestos. El Estado controla con lupa a los trabajadores para cumplir con el fisco, mientras hace la vista gorda con las grandes fortunas. Se exprime al trabajador que cobra mediante nómina, mientras los profesionales liberales tienen poco o nulo control. Incluso, a veces, los propios trabajadores de Hacienda denuncian la evasión fiscal de las grandes fortunas, la falta de medios para combatirla y la connivencia del Estado con ella. ¿Quién pierde y quién gana con tal filosofía? ¿No es evidente que los Estados están del lado del poderoso, del que tiene dinero, del poder económico? ¿No es evidente que el Estado está al servicio de la clase dominante? ¿Alguien puede dudar a estas alturas de la naturaleza clasista del Estado capitalista?

La única forma de crear riqueza para el pueblo es mediante el crecimiento económico

La moderación salarial es fundamental para el crecimiento económico.

Sin embargo, como la reciente historia ha demostrado, sin ninguna duda, el crecimiento económico en los últimos años, no se ha traducido en mayor riqueza para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Se han enriquecido unos pocos a costa del estancamiento o empobrecimiento de la mayoría. Los grandes beneficios de las empresas han ocurrido al mismo tiempo que la moderación o contención salarial de los trabajadores. Mientras los grandes empresarios han aumentado sus beneficios o los sueldos de los ejecutivos que los sirven han crecido (en algunos casos escandalosamente), los trabajadores de abajo, han visto cómo su poder adquisitivo no ha cesado de disminuir. ¿Alguien no se ha enterado de los enormes beneficios de los bancos en los últimos años? Cada vez hay más pobres y desigualdades en el mundo a pesar de que la economía no ha parado de crecer en las últimas décadas.

El capitalismo nos ha vendido la esperanza de que a mayor riqueza generada en general, mayores posibilidades de que a la gente corriente le caiga algo de dicha riqueza generada. Pero los hechos han demostrado, sin duda, que la clave no está en generar más riqueza (aunque esto ayuda aparentemente y puntualmente) sino en repartirla. El problema no es tanto que haya mucha riqueza y que ésta crezca sin cesar (algo por lo pronto que parece bastante improbable) sino sobre todo que la que haya se reparta adecuadamente. Que el fruto del trabajo de todos sea disfrutado por todos de la forma más igualitaria posible. A estas alturas, ya nadie puede creer en la falacia del crecimiento continuo. Éste, de hecho, es imposible en un mundo donde los recursos son finitos. Es de sentido común darse cuenta de que el crecimiento ilimitado es imposible y sólo puede conducir al exterminio del planeta. Como es de sentido común también darse cuenta de que el problema no es generar más riqueza (por otro lado, innecesaria, una vez sobrepasado cierto umbral) sino repartirla. Como en tantos problemas, la cuestión radica en el reparto.

¿Cómo se explica que tras largos años de moderación salarial, incluso de estancamiento salarial, estemos ante una de las crisis más importantes del capitalismo? No puede achacarse la crisis a los trabajadores, que no se acuerdan casi ya de lo que es una subida decente, que en el mejor de los casos sólo han tenido subidas equivalentes a la inflación. Si la moderación salarial era fundamental para el crecimiento económico, y esto no hay duda que se ha cumplido a rajatabla, entonces ¿por qué no sólo la economía no siguió creciendo sino que, por el contrario, se produjo la debacle? Quizás no era tan fundamental la moderación salarial para el crecimiento económico. Tras lo ocurrido, parece desde luego poco creíble dicha receta. ¿No estará la clave del crecimiento económico en algún otro parámetro? ¿No será más importante, quizás, el control de la economía? ¿No será más importante lograr que los que manejan la economía

sean controlados por el conjunto de la sociedad? ¿Cómo es posible el crecimiento económico si la gente deja de consumir porque pierde poder adquisitivo? Si la gente deja de consumir, ¿no es inevitable que los productores entren en crisis al dejar de vender muchos de sus productos? Y si la gente sigue consumiendo a base de endeudarse cada vez más (hasta el punto de no tener asegurados ciertos bienes básicos como la vivienda), al mismo tiempo que pierde estabilidad laboral,

¿eso no debe estallar por algún lado? ¿Es necesario ser un "experto" para ver que aquí algo no cuadra, que una situación así es de alto riesgo? ¿No veía venirse el estallido de la burbuja financiera? ¿No veía venirse el estallido de la burbuja inmobiliaria? Lo realmente preocupante, es que si cualquiera veía venir la crisis,

¿qué han hecho los economistas y los políticos para evitarla? ¿No sólo no habrán hecho nada para evitarla sino que además la habrán fomentado?

En el sistema capitalista es posible el pleno empleo

Es indispensable la flexibilidad laboral para crear empleo.

Ésta es una de las falacias más desvergonzadas que nos intentan vender. En el capitalismo no sólo es improbable el pleno empleo, sino que se busca precisamente evitarlo. El sistema capitalista necesita del desempleo. Como decía Marx, El paro es fundamental en un capitalismo "saludable", porque sirve para disciplinar la clase trabajadora. La simple amenaza permanente de quedarse sin trabajo consigue que los trabajadores renuncien a mejorar sus condiciones de trabajo, incluso consigue que éstas empeoren o se conviertan en papel mojado. Además, por la simple y elemental regla de la oferta y la demanda, cualquiera puede comprender rápidamente, que si un empresario tiene la posibilidad de elegir a mucha gente porque hay más demandantes de empleo que puestos ofrecidos, entonces el salario que ofrecerá será menor que si se produce la situación contraria. ¿No es "casualidad" que precisamente cuando baja la natalidad en un país, como ha ocurrido en los últimos años en España, se permita mayor inmigración? Si fuera cierto que el pleno empleo es posible dentro del capitalismo, si fuera un objetivo estratégico, ¿por qué no se toman las medidas necesarias para conseguirlo? ¿Por qué no se reparte el trabajo? ¿Por qué no se reduce la jornada laboral? ¿Por qué, al contrario, se hacen propuestas para aumentarla? ¿Por qué tanta obsesión por facilitar el despido si el objetivo es que la gente tenga trabajo?

¿Por qué no se controla las horas extraordinarias no pagadas? ¿Por qué se aprueban despidos colectivos cuando las empresas no tienen aún pérdidas? ¿Por qué ese empeño en retrasar la edad de jubilación mientras el paro está a la orden del día, mientras los jóvenes no encuentran trabajo? ¿Por qué no incluso adelantar la edad mínima de jubilación? Si algo es evidente, hay que estar ciego para no verlo o hay que hacer la vista gorda, es que para el sistema capitalista los trabajadores, las personas, no son la prioridad. La única prioridad es el beneficio. Lo único que cuenta es el dinero.

En el discurso de los empresarios españoles, o de sus acólitos, hay muchas cosas que no cuadran. Si, como dicen, el empresario desea empleo estable, es decir, si valora la experiencia de sus trabajadores. ¿Por qué tanta obsesión con eliminar el concepto de antigüedad de los convenios? ¿Por qué no desean premiar la experiencia de sus empleados? ¿Por qué los parados mayores de 45 años tienen tantas dificultades para volver a encontrar empleo? ¿Cómo se explica su obsesión por las "rigideces" laborales? Si un empresario contrata a un joven con un contrato temporal, si tiene suficiente tiempo de probarlo para ver si trabaja bien, si desea que adquiera experiencia, ¿para qué necesita más "flexibilidad" laboral? Si dicho trabajador, con el tiempo, "empeora", primero lo lógico sería analizar, si es así, por qué ha empeorado. En dicho análisis, sólo podría llegarse a tres conclusiones posibles. Una, que su motivación ha disminuido notablemente (y esto es responsabilidad de sus jefes, de los que gestionan la empresa). Dos, que a pesar de un entorno favorable de motivación, ese trabajador es una excepción y se ha convertido en un vago.

En estos dos primeros casos tendríamos un problema de actitud. El trabajador, ya sea por culpa de él o por culpa del contexto, no quiere trabajar tanto como antes. Si fuera porque el propio trabajador se ha vuelto perezoso por sí mismo, podría el empresario incluso recurrir al despido disciplinario (lo cual no acarrea costes para él). Pero si fuera porque sus jefes no le motivan suficientemente, entonces un empresario consecuente (que si fuera responsable e inteligente habría indagado antes si el problema era sólo del trabajador en cuestión o no) a quien debería despedir es al jefe que no hace su trabajo (siempre que admitamos que un jefe debe, entre otras cosas, motivar a su personal). En ambos casos, podría usarse la figura del despido disciplinario (incluso podría hablarse de redefinir este tipo de despido). Tres, que dicho trabajador quiere trabajar, pero no puede porque sus aptitudes no están a la altura de las circunstancias. Y esto sólo puede ocurrir porque dicho trabajador haya perdido aptitudes debido a alguna enfermedad o debilitamiento físico o mental (lo cual debería implicar que sea declarado incapacitado permanente, y también debería buscarse las causas de lo que ha ocurrido) o bien porque no haya sido reciclado adecuadamente, porque no se haya invertido en su formación continua. Y, por último, si lo que ocurre es que simplemente la empresa va mal, es decir, tiene pérdidas, ¿no asume ya el Estado los costes derivados de los despidos colectivos a través del fondo de garantía salarial?

Pero el empresario español, no se preocupa de redefinir el despido disciplinario, si es que no es fácil de llevarlo a la práctica, no pide que le ayuden a la formación continua de sus empleados (que muchas veces deben recurrir a su propio bolsillo o a hacerla en su tiempo libre o a la que le proporcionan los sindicatos). No, el empresario español corta por lo sano, y sólo se preocupa de abaratar el despido y de facilitarlo al máximo. ¡Y encima nos dice que eso lo hace por la "calidad" del empleo! En realidad, se refieren a la "calidad" del desempleo. Ya ni siquiera cuela la falacia, que algunos desvergonzados usan, de que en los últimos años se ha sustituido a empleados mayores porque los jóvenes están mejor cualificados. ¿Y qué pasa con aquellos sectores, como la informática o las telecomunicaciones, donde se está reemplazando a titulados superiores por titulados medios, donde se sustituye a empleados con experiencia por otros con igual titulación pero menor experiencia? ¿No es evidente que el verdadero y único criterio es el coste? ¿No es evidente que lo que se está haciendo, y lo que se desea hacer aún más, es sustituir gente con experiencia por gente más barata? ¡Y encima tienen la desfachatez de decir, sin ningún pudor, que valoran la experiencia! ¿Es que nos toman por tontos? ¿Es que además de darnos por culo, y perdón por la expresión, tenemos que estar contentos y tragarnos que lo hacen por nuestro bien? ¿Es que además de callarnos cuando nos dicen que dos más dos son cinco, encima debemos darles la razón?

La inevitable conclusión a la que llegamos razonando y observando, es que, al empresario español no le importa realmente el empleo de calidad. Por mucho que nos quiera liar con sus estrambóticos razonamientos, esa es la cruda y simple realidad. No le importa la estabilidad del empleo. No le importa el empleo. No le importan los trabajadores. Ni siquiera le importa realmente que la empresa o la economía funcionen bien a largo plazo. Para el empresario español, más que para ningún otro capitalista, la rentabilidad a corto plazo y con estrechez de miras es su único criterio. Lo que le importa es tener la posibilidad de sustituir a trabajadores con mayores costes por otros con menores costes en cualquier momento, cuando lo estime oportuno. Lo que le importa es aumentar los márgenes a toda costa. Por esto, durante los últimos años, muchos trabajadores experimentados han sido sustituidos por jóvenes o por inmigrantes "baratos". Ésta es la "flexibilidad" laboral buscada. Sustituir a las personas, como si fueran máquinas, con el único criterio de los costes. No importa el drama personal generado. No importa si se resiente la calidad de los productos o de los servicios ofrecidos. No importa si se resiente el funcionamiento interno de la compañía. No importa si esto supone "pan para hoy y hambre para mañana". Para el capitalismo, las personas son sólo "recursos humanos". Para el capitalista más agresivo, más impaciente, menos inteligente, de lo que se trata es de ganar mucho dinero cuanto antes. Y en este aspecto, en España tenemos el "privilegio" de tener una clase capitalista especialmente "inteligente".

El empresario español se obsesiona con el rendimiento inmediato de sus empleados (por eso necesita que ya estén formados de antemano, por eso no se preocupa de formarlos él o de reciclarlos, por eso se contrata nuevo personal joven mientras empleados con más experiencia sobran), pero entendiendo el rendimiento de un empleado sólo como la diferencia entre lo que factura y lo que cuesta. En su corta visión, el empresario español no valora la calidad, no considera cuánto de bien trabaja su empleado (siempre es más difícil evaluar la calidad que hacer una simple resta), no se da cuenta de que si sus empleados están contentos con su trabajo, si se sienten útiles, si se les trata dignamente, si participan en las decisiones que les incumben, trabajan más y mejor, la empresa va mejor y los clientes, al estar más contentos, consumen más o aumentan. La productividad para el "inteligente" empresario español sólo consiste en medir las horas que permanece un trabajador en su puesto. Las oficinas están llenas de presuntos trabajadores que casi viven en ellas, no es de extrañar que España sea uno de los países con peor productividad de Europa. Cualquier trabajador español sabe muy bien que para ascender o que incluso para no perder el empleo, hay que echarle horas. Esto empieza a cambiar tímidamente en algunas empresas dirigidas por empresarios más inteligentes. Pero la tónica general es la que acabo de describir. Uno lo sabe por su propia experiencia, por la experiencia de la gente a su alrededor y por lo que observa en los medios de información (por mucho que la realidad se intente suavizar o incluso obviar). Indudablemente, el capitalismo tiene ciertas tendencias y características intrínsecas a él, pero indudablemente también, aquellas no siempre emergen con la misma intensidad en todos los países, en todos los sectores o en todas las empresas. El capitalismo tiene sus defectos y vicios intrínsecos, inevitables, pero no en la misma proporción en todos los sitios ni en todas las épocas.

Si tan imprescindible es la "flexibilidad" laboral (el abaratamiento y la facilidad del despido) para crear empleo, entonces, ¿cómo se explica que cuando más "flexibilidad" laboral hay, es también cuando más paro hay? ¿Cómo se explica que España, siendo uno de los países de Europa con mayor "flexibilidad" laboral, sea el país con más paro? ¿Cómo se explica que los países nórdicos que tienen los niveles de protección social más altos de Europa tengan los niveles de paro más bajos del viejo continente? ¿Quién se cree que un despido barato favorece la contratación de trabajadores? Cuando un empresario necesita contratar trabajadores porque tiene cierto volumen de trabajo que no puede ser satisfecho con la plantilla que ya tiene, cuando es evidente que tiene posibilidad de obtener más beneficios porque tiene suficiente margen (aunque para él nunca es suficiente) por cada trabajador, cuando el capitalista piensa cada vez más a corto plazo, ¿quién se cree que va a renunciar a la posibilidad de hacer más negocio a corto plazo por el miedo que pueda tener a las "rigideces" laborales que puedan perjudicarle a largo plazo? ¿La explicación más lógica, no es, precisamente, que, en realidad, lo que quiere el empresario es disponer de los trabajadores a su antojo con el mínimo coste posible, sin importarle para nada las consecuencias dramáticas de sus decisiones para las personas afectadas?

¿No es evidente que para él los trabajadores son simples máquinas de hacer dinero? ¿No es evidente, de cajón, que cuanto más fácil y barato sea despedir, más despidos habrá? Aquellos que proponen el despido gratis en España, tomando como modelo el caso de Suecia, ¿están dispuestos también a desarrollar el Estado de bienestar de dicho país? En Suecia, el despido es gratis para el empresario, pero el Estado cubre el sueldo del desempleado durante TODO el tiempo que permanece sin trabajo. Las empresas pagan impuestos especiales al Estado para ayudarle a asumir los gastos sociales derivados de los despidos. ¿Está el capitalista español dispuesto a esto también? Indudablemente, el capitalismo internacional tiene ciertas características comunes a todos los países, pero no todos los países tienen la misma cultura. Los países del norte de Europa, en este aspecto, son la excepción. ¿A quién quieren engañar los "expertos" que propugnan insistentemente (incluso en momentos de crisis donde el paro se dispara) la "flexibilidad" laboral? ¿Es que no tiene límites su desfachatez? ¿No es un insulto a la inteligencia sus "razonamientos"? En realidad lo llaman flexibilidad laboral cuando quieren decir precarización laboral. De esto ya ningún trabajador tiene duda.

Para el capitalismo, los trabajadores son sólo beneficios y costes, son números, no son personas. ¿A alguien le sorprende la progresiva deshumanización de las empresas y por extensión de la sociedad? ¿A quién le extraña la deslocalización de las empresas? ¿Quién no comprende porqué se abusa cada vez más de la subcontratación? ¿Quién no ha vivido de cerca la sustitución de trabajadores experimentados en la plenitud de sus facultades (justo cuando más podrían dar de sí) por trabajadores jóvenes? ¿A quién le choca, a estas alturas, que se recurra cada vez más a trabajadores de países del Tercer Mundo? Para el capitalismo (sumido en un proceso de degeneración que parece inevitable e inacabable), el ideal perseguido, es disponer de muchos trabajadores sumisos, baratos, con largas jornadas de trabajo y sin derechos. Para lo cual es primordial que exista el paro, siempre que no sea excesivo, para impedir estallidos sociales. ¿Alguien puede realmente todavía dudar de esto o rebatirlo? Que se lo pregunten a cualquier trabajador de cualquier sector de la economía de cualquier país. Ya ni siquiera se piensa a medio plazo. Por lo menos antes el capitalista tenía cierta visión a largo plazo. No importa la calidad. No importa si se agotan los recursos naturales. No existe el cambio climático. No importa si la salud física o mental de los trabajadores se resiente. No importa si se disparan las bajas laborales. Siempre habrá posibilidad de encontrar otros trabajadores a los que explotar (ya sea "importando" los trabajadores, ya sea "exportando" el trabajo).

Lo único importante es aumentar los beneficios a (cada vez más) corto plazo. Ésta es la prioridad absoluta del capitalismo, su razón de ser. El día que las máquinas puedan sustituir por completo a las personas, el día que sea más rentable una máquina que una persona, entonces el trabajo será una utopía o un dudoso privilegio para los seres humanos que no sean capitalistas (es decir, para la inmensa mayoría). De esto no puede haber ninguna duda, basta con ver lo que ya ha ocurrido, lo que está ocurriendo. Si aún existe el trabajo para las personas es porque la tecnología aún no ha sido capaz de sustituir por completo al hombre, porque aún es más rentable en algunos casos usar trabajadores humanos. Pero el día que esto cambie, el capitalista no dudará lo más mínimo en prescindir del hombre. El problema es que si no se reparte la riqueza generada por el trabajo (ya sea de personas o máquinas) y las personas comunes dependen del trabajo para subsistir, pero éste desaparece, entonces, ¿de qué va a vivir la inmensa mayoría de la gente? El problema para el capitalismo frente a una situación como esa, es el peligro de las posibles revoluciones sociales, es que las masas no se conformen con morir lentamente. ¿Llegaremos a un punto en que la humanidad se verá reducida a una casta superviviente dedicada al ocio, mientras las máquinas trabajan? ¿Será esto la forma más eficaz de reducir drásticamente la población mundial porque sólo una minoría podrá sobrevivir? ¿No podemos concluir que el capitalismo puede conducir a la extinción de la mayor parte de la humanidad? ¿No está ya deshumanizando a la humanidad? ¿O, por el contrario, el capitalismo está condenado a sucumbir porque no podrá evitar, tarde o pronto, la rebelión de las masas? ¿Sobrevivirá el capitalismo o la humanidad? Capitalismo o humanidad parece ser el dilema.

El sistema capitalista se sustenta en la democracia

La democracia es el menos malo de los sistemas.

Sin embargo, si el propio sistema capitalista reconoce, al decir "el menos malo posible", que no es perfecto, que tiene sus defectos, ¿por qué se empeña en no perfeccionarlo? ¿Por qué detener el desarrollo democrático? ¿Por qué no hablar de sus defectos? ¿Por qué no corregirlos? ¿Por qué no mejorar y aumentar la participación ciudadana? ¿Por qué no extender la democracia a todos los ámbitos de la sociedad? ¿Por qué no aplicar la democracia en la economía, en la empresa? Precisamente, el capitalismo se sustenta en la falta de democracia en las empresas. Las empresas pertenecen a unos pocos socios capitalistas y éstos deciden las cuestiones estratégicas que afectan a las mismas. Los trabajadores no tienen ningún poder de decisión y sólo pueden obedecer las órdenes que vienen de arriba. Las empresas son simplemente dictaduras ejercidas por sus dueños. Los gestores de las empresas no rinden cuentas de sus gestiones a los trabajadores, sólo lo hacen a los accionistas. Los que deciden en las empresas (en base a cuyas decisiones juegan con las vidas de millones de personas), no responden ante la sociedad. ¿Dónde están los responsables de la crisis financiera actual? Si tanto cobran por sus supuestas responsabilidades, ¿por qué no responden por ellas? Los únicos límites de dichas dictaduras son la unidad de los trabajadores y las normativas laborales y políticas existentes. Pero, dado que la unidad de los trabajadores es cada vez menor y dado que los derechos laborales están en claro retroceso (mientras que los políticos o sociales son muchas veces papel mojado), entonces las empresas son cada vez más totalitarias.

La política está cada vez más controlada por la economía, en vez de al revés. La economía se está convirtiendo en un fin en sí mismo. La sociedad está al servicio de la economía (controlada por una élite cada vez más minoritaria), en vez de al revés. ¿Qué futuro tiene una economía, una sociedad, donde ya nadie se atreve a decir lo que piensa realmente, donde se toman decisiones en base al "ordeno y mando", donde la libre discusión es sustituida, cada vez más, por la sumisión o el silencio, donde los trabajadores están cada vez más reprimidos, desilusionados y desmotivados? ¿Qué futuro tiene una sociedad donde la mentira, la hipocresía, la falsedad, se convierten en los ingredientes básicos de la supervivencia? ¿Cómo va a mejorar una sociedad si los que tienen cierto poder son cada vez más incompetentes e irresponsables, si para ascender es condición imprescindible mentir, tener poca vergüenza, carecer de escrúpulos, someterse a los que mandan (lo llaman "disponibilidad" cuando quieren decir en realidad prostitución), pelotear o ser enchufado? Como decía Murphy, En una jerarquía, cada empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia. O como decía también en otra de sus famosas citas: El secreto del éxito es la sinceridad. En cuanto pueda fingirla ya lo habrá conseguido ¿Qué podemos esperar si los que deciden no saben o no quieren decidir, si no responden por sus decisiones, si los que gestionan a la gente no saben llevar a la gente, si, además de su incompetencia (o quizás debido a ella), no admiten la crítica o la discrepancia?

¿Cómo no van a ir a peor las cosas si no sólo para ascender en el mundo laboral sino que incluso para no perder el puesto de trabajo, es condición imprescindible venderse, renunciar a nuestros ideales y a nuestros principios más básicos?

¿Cómo puede evitarse la degeneración de la sociedad en semejantes condiciones? ¿Cómo no va aumentar así la corrupción? ¿Qué futuro tiene una sociedad paranoica donde todo el mundo piensa mal de todo el mundo, donde ya nadie se fía de nadie? ¿Cómo puede haber espíritu emprendedor sin un mínimo de libertad y confianza? ¿Cómo puede haber creatividad si la gente tiene miedo de hablar o de opinar? ¿Cómo puede avanzarse si la gente tiene miedo de compartir sus conocimientos porque teme volverse prescindible? ¿Cómo puede funcionar el trabajo en equipo sin compartición de conocimientos y sin comunicación? Resulta paradójico que en la era de las comunicaciones, la gente se comunica cada vez menos, la gente desarrolla el arte de hablar sin decir. ¿Cómo puede avanzar la ciencia o la tecnología si no hay espíritu crítico y libre, si no hay trabajo en equipo?

¿Cómo no va a estar en crisis la creatividad si la libertad retrocede? La creatividad es hija de la libertad. ¿No tenemos muchos la percepción de que el arte está en crisis? ¿No tenemos la sensación de que ya no hay ideas en el cine o en la música o en la tecnología o en la ciencia o…? ¿No tenemos la percepción general de que ya no hay ideas? ¿De que tenemos más medios que antes pero menos ideas?

¿No son habituales los "remakes" de viejas películas, las segundas, terceras, cuartas,… partes de las pocas películas que triunfan porque de vez en cuando reaparece la originalidad? ¿No son habituales las películas donde los efectos especiales se convierten en un fin en sí mismo mientras el guión es inexistente o muy trillado? ¿No son habituales las enésimas versiones de viejas canciones que hace ya muchos años triunfaron? ¿No es habitual oír la expresión de que en aquellos viejos tiempos sí se hacían cosas interesantes? ¿No será un claro síntoma del inicio del colapso de nuestra civilización, la indiscutible ralentización de los avances tecnológicos y sobre todo científicos que se han producido en los últimos años? ¿Qué gran invento se ha producido en las últimas décadas aparte de Internet? La mayoría de "inventos", en realidad, han sido sólo mejoras de inventos preexistentes (telefonía móvil, televisión digital, etc). ¿Por qué? ¿Por qué la carrera espacial se ha ralentizado tanto? Hemos pasado de poner hombres en la Luna a estar pendientes de si pueden volver los que acabamos de mandar a pocos kilómetros por encima de nosotros. ¿Cómo es posible, por otro lado, que mientras haya gente que se muere de hambre, nos gastemos ingentes cantidades de dinero en aventuras espaciales, o lo que es peor, en guerras? ¿Cómo es posible que si la inmensa mayoría de la gente está en contra de la guerra, sigan existiendo guerras (muchas de ellas fomentadas o protagonizadas por las supuestas democracias)?

¿No decían que una democracia no podía declarar una guerra? ¿No iría mejor la economía si funcionara de forma democrática, si los jefes en las empresas fueran elegidos democráticamente por los trabajadores, si los gestores tuvieran que rendir cuentas a los gestionados, a los empleados? ¿No es evidente que con transparencia, con control, con igualdad de oportunidades para acceder a todos los cargos, en definitiva, con democracia, los jefes elegidos serían los más competentes (o por lo menos esto sería más probable), se evitaría o por lo menos se minimizaría el enchufismo? Decía Trotsky que La economía necesita la democracia como el ser humano necesita el oxígeno. Una economía que funcionara de forma democrática sería más eficiente y al mismo tiempo más justa. Siempre que la democracia económica fuese real y no sólo formal, por supuesto. Estamos hablando de una democracia real, no aparente. ¿Alguien puede dudar acerca de dicha aseveración? ¿Por qué no intentar llevarla a la práctica?

La democracia liberal se basa fundamentalmente en la separación de poderes, en el parlamentarismo y en el sufragio universal. Pero, ¿realmente son independientes los poderes? ¿Cómo puede ser independiente un poder designado por otro o financiado o subvencionado por otro? Si tanto se proclama el sufragio universal para elegir a los cargos públicos, ¿por qué sigue habiendo jefes de Estado cuyos cargos son designados por la "gracia divina"? ¿Por qué no se han erradicado ya todas las monarquías? Si los "apóstoles" que tanto proclaman la "democracia" como el mejor sistema, creen de verdad en ésta, ¿por qué no aplican los principios propugnados en sus propias teorías? ¿Es posible una prensa libre cuando no es independiente, cuando está supeditada al poder económico? ¿Cómo es posible la libertad (en la vida en sociedad), que tanto proclaman, si no existe igualdad de oportunidades real? ¿Por qué ese empeño en no aplicar lo que se predica? La única explicación lógica posible es que los supuestos "apóstoles" de la democracia, en realidad, no creen en ella. La única explicación posible ante semejante contradicción entre lo dicho y lo hecho, reside en la hipocresía. Aquellos que desde los medios oficiales hablan tanto de democracia (sobre todo para criticar otros modelos de "democracia", a la vez que obvian cualquier crítica del modelo que defienden a capa y espada, como si fuera perfecto) son en realidad los mayores enemigos de la misma. Son los que trabajan para evitar la auténtica democracia. Son los integristas guardianes ideológicos del sistema establecido, del status quo de sus amos.

¿Alguien se cree que el poder es verdaderamente del pueblo? (democracia en griego significa el poder del pueblo) ¿Es que depositar una papeleta cada X años en base a una información parcial y sesgada, de baja "calidad", votando a lo malo o a lo menos malo, eligiendo entre dos opciones cada vez más parecidas en base a las siglas o los prejuicios ideológicos y sin conocer sus programas (aunque conociéndolos tampoco serviría de mucho puesto que el partido ganador puede incumplir su programa o sus promesas sin problemas, y muchas veces sin consecuencias electorales, lo cual es aún más grave), sin posibilidad de que otros partidos tomen el relevo a los dos dominantes (porque los medios no les dan la oportunidad de darse a conocer y porque las leyes electorales favorecen el creciente bipartidismo), puede llamarse realmente una democracia?

Si es indudable que en China no hay democracia, ¿alguien pone en duda que su economía es cada vez más capitalista? ¿Alguien cree aún que el sistema chino tiene algún parecido con el socialismo (uno de cuyos principios fundamentales es el control democrático de la economía) o con el comunismo (sociedad sin clases y sin Estado o con un Estado reducido a la mínima expresión)? El capitalismo no necesita realmente la democracia política, como demuestra el enorme crecimiento económico de China en los últimos años. ¿Es que no creció la economía con el franquismo en España (economía indudablemente capitalista)?

¿O con la dictadura de Pinochet en Chile? El capitalismo necesita especialmente evitar la democracia económica, se sustenta en la propiedad privada de la economía. Capitalismo es dictadura económica. Lo que ocurre es que la careta de la "democracia" política le ayuda a subsistir. La falta de democracia política provocaría el desarrollo democrático y éste podría implicar la extensión de la democracia a todos los rincones de la sociedad, incluido el económico. Para evitar la democracia económica, el sistema capitalista necesita aparentar que la democracia ha llegado a su techo, que ya no es posible ni necesario mejorarla o ampliarla. La aparente democracia política sirve de contención a la democracia económica, la cual significaría la extinción del capitalismo. El capitalismo de China siempre es más peligroso para la élite dirigente que el de los países occidentales porque en el primer caso el sistema pone aún más en evidencia su carácter antidemocrático. Nadie duda del carácter antidemocrático del sistema chino, pero mucha gente (la mayoría aún) se deja engañar (por ahora) por las apariencias democráticas en los países occidentales. El mejor disfraz de la dictadura económica que representa el capitalismo es un sistema político aparentemente democrático. Aparentemente democrático porque si lo fuera realmente, la política no podría ser controlada por la economía.

El poder económico controla al poder político gracias al diseño del sistema político hecho a su medida, gracias a las democracias controladas. Controladas por su diseño técnico y sobre todo por el control de los medios de comunicación. No es muy peligroso preguntar de vez en cuando al pueblo qué piensa si previamente se encarga uno de que piense como uno desea a través de los medios de comunicación, que en realidad, son creadores de opinión, instrumentos de dominación ideológica. Si además diseñamos una ley electoral para que los partidos que saquen más votos obtengan proporcionalmente aún más representación en los parlamentos, de tal manera que el número de votos por escaño favorezca a los dos grandes partidos, de tal manera que se perjudique a ciertas agrupaciones políticas minoritarias que necesitan muchos más votos por cada escaño que las dos grandes fuerzas, de tal manera que, por poner un ejemplo, el 36% de votos se traduzca en el 49% de escaños para cualquiera de los dos grandes partidos mientras que el 16% de votos de un partido minoritario cuyos votos no estén concentrados en ciertos territorios se traduzca en el 10% de escaños, si además el Estado ayuda financieramente más a los partidos que más votos sacan, si los dos grandes partidos acaparan los medios de comunicación, si sus carteles electorales inundan la calle, si se margina cada vez más a los partidos que ya de por sí son marginales, si se permite la financiación privada de los partidos (que por supuesto proviene del gran capital, del poder económico, y que mayoritariamente financiará a los dos partidos que le representan), entonces inevitablemente se asienta el bipartidismo. Si un partido que ya es conocido, es a su vez ayudado para que sea aún más conocido, como si hiciera falta promocionarlo, si se impide la igualdad de oportunidades democrática para que los pequeños partidos tengan cada vez menos opciones, si se realimenta el bipartidismo, si…, entonces el sistema político se encamina inexorablemente hacia el bipartidismo. Se consigue que una sociedad plural, la sociedad normalmente siempre es muy plural, se traduzca en unos parlamentos cada vez menos plurales. Las democracias supuestamente representativas de la sociedad son cada vez menos representativas. El bipartidismo es la garantía de que la partitocracia disfrazada de democracia no atentará contra los intereses del capital.

El bipartidismo es más eficaz que el partido único o una dictadura formal porque aparenta cierta pluralidad, aunque dentro de unos márgenes prudenciales. El lobo vestido de oveja es más engañoso que el lobo sin ningún disfraz, por eso es más peligroso. A nadie engaña una dictadura donde no se vota o un régimen donde sólo hay un partido legal. La gente tiende de forma natural al bipartidismo. Los buenos y los malos. La izquierda y la derecha, o viceversa. En nuestro subconsciente siempre está presente la dualidad (que viene de dos) entre el bien y el mal. Tenemos dos ojos, dos orejas, dos hemisferios cerebrales, dos brazos, dos manos, dos piernas, dos pies. Los seres humanos somos en esencia "bi". Por esto, aceptamos tan bien, en general, el bipartidismo. Un sistema con, pongamos por caso, tres partidos principales sería más difícil de controlar y es menos natural. El tripartidismo sería un sistema más dinámico (y lo dinámico, lo vivo, siempre es más difícil de controlar), más plural, podría derivar en distintos bipartidismos o incluso en pluripartidismos. Siempre es más fácil controlar a unos pocos que a muchos. Con el bipartidismo se aparenta cierta pluralidad, pero ésta no se desmadra. Se consigue la mínima pluralidad para aparentar que hay pluralidad pero, al mismo tiempo, se evita que la pluralidad sobrepase un umbral peligroso para el control. Se consigue la pluralidad justa, la "democracia" justa. Muy inteligente el diseño de estas "democracias". Y también muy retorcido, o quizás sea yo el retorcido, el lector juzgará. Simplemente recordar lo que decía Roosevelt: En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera. En realidad, los dos principales partidos del bipartidismo, sustento político del capitalismo, son dos facciones de un único partido. El partido del poder económico. Éste financia por igual a ambos. Los distintos lobbies, en realidad, tienen los mismos intereses. Todos ellos apoyan sin fisuras los principios del capitalismo porque todos ellos son el capitalismo. El capital duerme tranquilo mientras cualquiera de los dos partidos ostente el poder político. Cuando esto no ocurre, es cuando el capital mueve sus resortes. Un ejemplo es lo que ocurrió en el Chile de Allende. La democracia aparente tiene también sus peligros. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las dictaduras son a corto plazo más seguras, pero no pueden perpetuarse. Éste es quizás uno de los pocos triunfos cosechados por la ciudadanía en los últimos siglos. El poder está obligado a esforzarse por guardar ahora las apariencias. Pero las "democracias" también tienen sus peligros, siempre hay el riesgo de perder el control y de que alguien descontrolado alcance el poder y no se someta a los amos del sistema. La democracia liberal tiene sus límites. Sus límites son los intereses de los grandes capitalistas, los verdaderos gobernantes en la sombra.

Es muy difícil, pero no imposible, que llegue al poder alguien que atente contra el verdadero poder, que se rebele contra su papel de mera marioneta, porque el

sistema tiene sus filtros. En los principales partidos, como en general en toda la sociedad, sólo ascienden aquellos que se someten a lo establecido, aquellos que se venden, aquellos que ya se corrompen antes de que el poder les corrompa.

¿No podemos percibir esta filosofía delante de nuestras narices? ¿No ocurre igual en el trabajo, en el día a día? Eso de que el poder corrompe es otra falacia. Lo que corrompe es el deseo de acceder al poder. Lo que corrompe son las reglas del juego corrompidas. No es que el máximo cargo de una presunta democracia corrompa, es que la propia democracia está corrompida, está diseñada para que sólo puedan llegar arriba los corruptos. Los políticos que se corrompen, llegan al poder ya corrompidos. No es que el poder les corrompa, es que para llegar al poder es condición necesaria estar corrompido de antemano. Si fuera cierto, como a veces dicen algunos inocentes e ilusos (obcecándose en no querer ver), que cuando llega al poder algún político bienintencionado se ve atado de manos por las presiones que sufre, ¿por qué no usa el poder que tiene para denunciar al sistema corrupto? ¿Por qué no se dirige a la nación a través de los medios de comunicación para denunciar las presiones sufridas, para denunciar la falsa democracia? ¿Por qué no dimite, si tiene dignidad y no pretende corromperse, o si considera un fraude no poder ejercer la responsabilidad que el pueblo le ha confiado? ¿Por qué se vuelve a presentar a nuevas elecciones, si supuestamente no le dejan gobernar? ¿Para qué llegar al poder si no puede ejercerlo? ¿No será, quizás, la explicación más sencilla, y por tanto la más lógica y probable, que en realidad no le importa gobernar? ¿No será que no le importa corromperse? ¿Por qué, si supuestamente llega al poder impoluto, tarda tan poco en corromperse?

¿Si el poder corrompiera al político al ejercerlo, y no antes, no debería el nuevo inquilino del gobierno, al menos al principio, tener ciertos gestos o amagos de actuar honradamente? ¿No se notaría un cambio en sus actuaciones o declaraciones? ¿No se notaría una transición de su fase honrada inicial a su fase corrompida? Yo te pregunto a ti, lector bienintencionado, ¿si tú llegaras al poder y pretendieras gobernar honradamente actuarías igual que hacen los políticos? ¿No es también necesario, normalmente, corromperse, salvaguardando las distancias, para acceder a ciertos cargos en la empresa donde trabajas? Si ya se corrompe cierta gente para ser un jefecillo de poca monta en el lugar del trabajo, salvo honrosas excepciones, estamos generalizando, ¿cómo no se va a corromper cierta gente por ser un presidente de un partido político o de una nación? Cada etapa en el ascenso de una persona en esta sociedad corrompida de arriba a abajo supone un grado de corrupción. A cuanto más arriba se aspire llegar, más debe uno corromperse. En realidad, es el propio sistema el que está corrompido. Los bichos raros que de vez en cuando (aunque cada vez más difícilmente) surgen, son la excepción que confirma la regla. La regla es que para ascender en esta sociedad hay que corromperse. Esto es una consecuencia de una falsa democracia que habría que reformar de arriba a abajo (remito a mi libro "Rumbo a la democracia").

El principal peligro que tienen las "democracias" en las que se sustenta el capitalismo para evitar la auténtica democracia, es la abstención. No es de extrañar que cada vez más gente se desencante con estas "democracias". A la gente se la puede engañar durante mucho tiempo, durante demasiado, pero poco a poco, la gente se va dando cuenta de que no le sirve en verdad de nada votar. Se va dando cuenta de que da igual quién gane las elecciones, dado que sus problemas cotidianos siguen igual o peor. A veces, algunos se contentan con votar a uno de los dos partidos, el menos malo, para evitar que salga el otro. Se vota no tanto a la supuesta izquierda sino contra la derecha oficial. A veces, es incluso peor para los trabajadores, desde el punto de vista práctico, un gobierno presuntamente de izquierdas porque los sindicatos afines (por cierto subvencionados por el Estado, es decir, por el poder político) son menos beligerantes y consienten cosas al gobierno de "izquierdas" que no le pasarían a un gobierno de la derecha. Y a la historia reciente de España podemos remitirnos.

¿Cuándo se han producido los mayores retrocesos para la clase trabajadora en España? Respuesta: durante los gobiernos del "socialista" Felipe González. A los sindicatos les costó mucho hacer una huelga general contra "su" gobierno. Ya llevamos, en el momento de escribir estas líneas, muchos meses con una fuerte crisis en España, y mucha gente se pregunta dónde están los sindicatos, hasta cuándo van a permanecer callados. Mucha gente se pregunta si tendrían la misma actitud o paciencia con un gobierno del Partido Popular. Otras veces, los mismos que dan su apoyo a la supuesta izquierda, desencantados con la política económica de ésta (que desde luego, en lo económico nunca es de izquierdas, parece un esperpento que el partido supuestamente de izquierdas aún mantenga en sus siglas la O de obrero y la S de socialista, cabría preguntarse si alguien en dicho partido conoce el significado de la palabra socialismo), deja de votarles en las siguientes elecciones. Por esto, el voto a la izquierda, a diferencia del voto a la derecha oficial, fluctúa tanto y es poco fiel. Por esto, la abstención perjudica más al partido de la "izquierda" que al de la derecha. Mención aparte merece la izquierda llamada radical, la verdadera izquierda, que está profundamente dividida, cuando no se vende también por ciertas mínimas cotas de poder con la esperanza de provocar un giro a la izquierda del partido supuestamente socialdemócrata (ya ni siquiera podemos decir que lo sea), cuando no se conforma con migajas o cuando no se acomoda en los sillones de las instituciones. No es de extrañar que mucha gente, como decía, se abstenga de participar en este paripé de democracias.

El sistema lo sabe, la abstención es lo que más le deslegitima y más le pone en evidencia. Por eso, los principales partidos que sustentan estas falsas democracias, se ponen de acuerdo para pedir desesperadamente el voto, apelando a ese "espíritu democrático" del que carecen, apelando a la responsabilidad ciudadana de la que son campeones en evitarla. Raro es el ministro que dimite en nuestro país. La palabra dimisión no existe casi en el diccionario de nuestra clase política (en esto no podemos culpabilizar sólo a los políticos, dicha palabra tampoco existe en nuestra sociedad española). Cuando las cosas van mal, la culpa es de la coyuntura. Cuando van bien es por la magnífica política ejercida, que son incapaces de explicar, quizás porque en realidad es inexistente. Por supuesto, para la "oposición" es justo al revés. Cuando las cosas van mal, la culpa es del gobierno. Y cuando van bien es por la coyuntura. Y esto lo hacen exactamente igual los dos partidos. Sólo cambian las siglas y las caras. Cuando uno de esos dos partidos pasa de la oposición al gobierno, de repente, por arte de magia, lo que antes era culpa del antiguo gobierno, ahora es de la coyuntura, y viceversa, para el partido que pasa a la oposición, lo que antes era gracias al gobierno ahora es por la coyuntura. Lo dicho, los dos partidos cada vez se diferencian menos, tanto por sus discursos, como por sus "programas" (mejor dicho por la coincidencia en la ausencia de programas en ambos casos), como por sus acciones, como por sus formas. Ya sólo se trata de votar a uno u otro, por tradición "ideológica" (esto es un decir porque la ideología en dichos partidos es prácticamente inexistente) o por simpatía por tal o cual personaje. Los gobiernos parece que hacen algo, por supuesto, hay que guardar las apariencias cara a la galería.

La auténtica política, sobre todo la relacionada con la economía, el motor de la sociedad, es prácticamente inexistente. En todo caso, se limita a ciertas medidas puntuales, consiste en aplicar ciertos parches, pero por supuesto, nada de tocar las bases del sacrosanto sistema capitalista, eso está estrictamente prohibido. Todo el mundo tiene la sensación de que los políticos tienen poco margen de maniobra. A nadie extraña ya los constantes cambios de carteras ministeriales. Tan pronto uno puede ser ministro de sanidad, como de educación, como incluso, a veces, esto es un poco más difícil, de economía. A nadie extraña porque ya todo el mundo tiene más o menos claro que un ministro realmente hace bien poco, no digamos ya el jefe de todos ellos. A nadie extraña porque esto es también muy habitual en las empresas. Reorganización tras reorganización y tiro porque me toca, para disimular que en realidad no hay organización. Los jefes parece que se dedican a "barajar" al personal, tan pronto estás en el departamento X como en el Y, como vuelves al X, como te vas al nuevo Z que acaban de crear. Pero en todos los departamentos, te encuentras con los mismos sinvergüenzas que ni siquiera se dignan ya a transmitirte que un año más tu subida salarial es un cero patatero. A nadie extraña este baile de carteras ministeriales porque parece que el trabajo de los responsables consiste en dar ruedas de prensa, en vender acciones de gobierno, en transmitir "confianza", en hacer inauguraciones, en hacerse la foto. Los ministros son en verdad comerciales, simplemente venden, simplemente son sólo imagen. Mención aparte merece ese anacronismo llamado monarquía. Los ministros son sólo imagen, el Rey es pura imagen (todo el mundo piensa, salvo los cuatro lacayos de su corte, que sólo sirve para inaugurar), nuestras democracias son sólo espejismos. Son puros efectos especiales cinematográficos. No es de extrañar en estos tiempos de la comunicación audiovisual. Lo que no sale en la tele no existe. Lo que no tiene imagen asociada no es noticia, como dice Pascual Serrano, conocido periodista de la prensa alternativa, uno de los fundadores de Rebelión.

Una democracia muy "seria" ésta que tenemos. Una democracia con "contenido". Por eso, como decía, porque la abstención es lo que más delata esta "falsicracia", se encargan de calentar al personal cuando se acercan elecciones. Por eso, montan tanto "debate" en las teles, por cierto "mucho ruido y pocas nueces". "Debates" superficiales donde no se habla de cuestiones concretas, donde no se habla de programas (lógico puesto que son un espejismo, el único programa es atender a los intereses del gran capital, es no hacer nada, salvo cuando el gran capital necesita ayuda), y donde los candidatos se limitan a criticar al contrincante por sus propios pecados. Democracia de excelente "calidad" ésta. "Democracia" en la que muchas veces, como incluso proclaman sus defensores, el mejor gobierno es el que no se nota, el que pasa desapercibido. El gobierno ideal del capitalismo es aquél que no hace nada, que deja que la economía vaya sola, que deja que el capital campe a sus anchas y contenga al pueblo. Por eso, explotan sus diferencias (aunque cada vez les es más complicado) los dos grandes partidos de la partitocracia.

Por eso, se habla eternamente de temas que ya poco a poco se creían superados, ya sea el aborto, el matrimonio entre homosexuales, la iglesia, y sobre todo mucho sexo. Todos ellos temas de interés social, pero nimios para el verdadero poder en la sombra, el poder del capital. Hay que entretener al pueblo con sexo, con fútbol, o con lo que sea con tal de que no piense sobre lo que le afecta día a día en el trabajo, en el banco, o en el hospital. Temas que interesan a los dos partidos, puesto que de lo que se trata es de hablar de cualquier cosa menos de los tabús, véase las bases del sistema económico- político, véase las raíces de los verdaderos problemas que interesan al ciudadano, es decir, el paro, el terrorismo o la vivienda, puesto que de lo que se trata es de montar polémicas para aparentar que existe un gobierno y una oposición. De lo que se trata es de inundar al ciudadano con estadísticas que maquillen la realidad o que por lo menos la suavicen, para lo cual se reformula el IPC, o se inventa una nueva manera más ventajosa (para el poder) de contabilizar el índice de desempleo. De lo que se trata es de ocultar que no se hace nada a base de muchas cifras rimbombantes, de muchas opiniones "expertas" que repiten como loros lo que sus amos les han adiestrado, de muchas tertulias entre siempre los mismos lacayos que hablan mucho para no decir nada, menos aún nuevo, para repetir hasta la saciedad los postulados que nos meten por todos lados hasta en la sopa. De lo que se trata sobre todo, es de evitar a toda costa el recuestionamiento de los cimientos de la sociedad, evitar que otras ideas hagan competencia a las del pensamiento único, sin el que el sistema no podría existir.

El bipartidismo, por un lado, fomenta la participación, al tender a un estado de cuasi empate técnico, creando la impresión en la gente de que su voto es imprescindible para decantar la balanza hacia uno de los dos lados, pero por otro lado, fomenta también la abstención porque mucha gente ya empieza a dejar de creer en él, a mucha gente le cuesta cada vez más encontrar serias diferencias entre los dos grandes partidos. Así, tenemos cierto sector de la población que siempre vota (sobre todo el electorado del partido de la derecha que es el más fiel), cierto sector de la población que tan pronto vota como no (sobre todo al partido de la presunta izquierda), y un sector de la población que, desencantado del sistema o simplemente desentendido de él, no vota.

La situación parece tender lentamente hacia una progresiva abstención pero se producen fluctuaciones, muchas de ellas provocadas por el sistema, que pone toda la carne en el asador para que la abstención no alcance proporciones escandalosas. Con una abstención creciente y sistemática el sistema peligra porque una democracia donde la gente no participa pierde todo su sentido. El mayor fracaso de una democracia es la falta de participación de sus ciudadanos. Al sistema capitalista, hipócritamente, le interesa que el ciudadano participe para depositar una papeleta cada X años, pero nada más. Por supuesto, no le interesa que el ciudadano piense demasiado, no le interesa que participe demasiado. La élite desea que el ciudadano corriente vote ciegamente únicamente para legitimar el sistema. Sólo desea usar al ciudadano como una marioneta para que haga justo los movimientos que desea, ni más ni menos. Porque si no es así, ¿por qué no mejorar la democracia para que la gente participe más y mejor? ¿Por qué no mejorar la representatividad de las democracias representativas? ¿Por qué no ir evolucionando hacia democracias participativas o deliberativas? ¿Ha habido algún avance democrático en los últimos años? ¿Alguna reforma de nuestro sistema?

¿Es que nuestra "democracia" es ya perfecta? ¿Por qué tanto miedo a reformar la Constitución? ¿Por qué no se debate sobre las bases del sistema democrático?

¿Se habla de las posibilidades de Internet para implantar la democracia directa o para mejorar la democracia representativa? ¿Se habla de las posibilidades de la prensa alternativa para despegar y hacer la competencia a la tradicional gracias a las nuevas tecnologías? Para el capitalismo, de lo que se trata es de mantener las cosas como están. El capitalismo necesita que las democracias actuales no evolucionen, o en todo caso sólo lo hagan en apariencia, o mejor aún que involucionen. Tal como están diseñadas, con sumo cuidado e inteligencia, le sirven perfectamente porque controla al pueblo sin que éste se perciba mucho de ello. La situación es de un trabajado y premeditado equilibrio para garantizar el status quo. Y para ello, necesita que la abstención se mantenga dentro de unos márgenes. La abstención es el talón de Aquiles de las democracias capitalistas. Todas aquellas fuerzas que desean combatir al sistema político del capitalismo sólo tienen dos opciones realistas: o se unen en un frente común para aglutinar el voto de todos aquellos que aborrecen el sistema (para lo cual deben defender prioritariamente el desarrollo democrático, deben centrar sus programas alrededor de la contundente denuncia de los defectos del sistema, y además, deben diferenciarse del resto de fuerzas por la forma de defender sus ideas, por sus comportamientos escrupulosamente y ejemplarmente democráticos) o se ponen de acuerdo para promocionar activamente la abstención. O se intenta meter la cabeza en el sistema para forzar cambios desde dentro o se fuerza el desmoronamiento del mismo por su punto más débil. La lucha será difícil, nos enfrentamos a un enemigo muy poderoso e inteligente. El aparente caos no lo es tanto. El capitalismo ha sido capaz de construir un caos organizado, un caos controlado. Por esto, ha sido capaz de sobrevivir tanto tiempo, por esto, a pesar de su evidente irracionalidad y de sus profundas contradicciones, cuesta tanto derrocarlo. Pero, como suele decirse, nada es perfecto. Y como dice el famoso lema, la única lucha que se pierde es la que se abandona.

La libertad implica inevitablemente desigualdad

Cualquiera puede prosperar en el capitalismo.

Ésta es una de las grandes falacias del sistema capitalista. En la vida en sociedad, la libertad de uno acaba donde empieza la de otro. Según este principio, sólo puede maximizarse la libertad de la mayoría de los individuos, es decir, sólo puede maximizarse la libertad de la sociedad, mediante la igualdad de oportunidades. Si no PUEDO elegir, si no tengo OPCIÓN, entonces realmente no ELIJO (aunque quiera) y por tanto no soy libre (o soy mucho menos libre que otro que sí tiene más opciones, su libertad no acaba donde empieza la mía porque la mía simplemente no empieza, su libertad traspasa el límite de la mía). Igualdad y libertad son dos caras indisociables de los derechos del hombre. La libertad debe estar "equitativamente distribuida" entre los individuos de una sociedad. Como dijo Noam Chomsky, Una libertad sin opciones es un regalo del diablo. No debemos consentir que se nos venda la idea de que libertad implica inevitablemente desigualdad porque es justo lo contrario. No puede existir libertad (en la vida en sociedad) sin igualdad de oportunidades. Las grandes desigualdades sociales son realmente consecuencia del libertinaje (de la desigualdad de oportunidades, de la preponderancia de unas libertades "secundarias" de una minoría sobre las libertades "básicas" de la mayoría, del acaparamiento desigual de las libertades). Admitiendo que la igualdad absoluta es imposible (y también injusta), es antinatural, la desigualdad excesiva tampoco es lógica ni justa ni natural. No todos tenemos las mismas capacidades, no todos debemos ganar igual, pero nadie puede trabajar cientos (ni siquiera decenas) de veces lo que otros y por tanto tampoco debería ganar cientos (ni decenas) de veces lo que otros (no digamos ya el caso de unos pocos que se enriquecen con el trabajo ajeno). Es lógico que haya ciertas desigualdades (debido a nuestra desigualdad "natural") pero no es lógico que sean excesivas (debido a las desigualdades "antinaturales"). Los seres humanos somos distintos pero tampoco demasiado distintos.

El liberalismo (la presunta ideología del capitalismo, presunta porque en realidad la única ideología del capitalismo es el capital) "olvida" que no se puede ejercer la libertad de la misma manera cuando alguien vive al margen de la sociedad, individualmente, que cuando vive con otras personas, socialmente. No se puede aplicar los mismos criterios de libertad en contextos opuestos. El liberalismo asume la libertad asocial en la sociedad. O dicho de otra forma, convierte la sociedad en una jungla porque asume que la libertad en la sociedad humana se puede ejercer de la misma manera que en la jungla. El liberalismo proclama solemnemente la libertad del individuo, pero se desentiende de cómo llevarla a la práctica en la vida en sociedad. Para el liberalismo, la sociedad no necesita ser regulada, al contrario, conviene desregularla para aumentar la libertad del individuo. Lo que ocurre es que, así como en la jungla el fuerte domina al débil (la cruda ley de la naturaleza), en la sociedad desregulada propugnada por el capitalismo, la libertad sólo existe para el más fuerte. La libertad en el capitalismo consiste en la posibilidad del más fuerte de dominar a su antojo. La libertad sólo existe para unos pocos para quitársela a la mayoría. En suma, el liberalismo institucionaliza la ley del más fuerte.

¡Cuántas veces se nos vende la moto diciendo que cualquiera con un poco de suerte, con riesgo y con esfuerzo puede enriquecerse! El capitalismo proclama solemnemente que el individuo con su iniciativa privada es el motor de la creación de riqueza en la sociedad. Pero "obvia" que las condiciones iniciales en que el individuo surge en la sociedad son determinantes para su futuro. "Obvia" que una persona que nace pobre tiene muy pocas probabilidades reales de dejar de serlo. "Obvia" que es mucho más difícil arriesgar cuando falta dinero, que cuando sobra.

¿Por qué los trabajadores no compran las acciones de las empresas? ¿No será que bastante tienen con sobrevivir? Es fácil arriesgarse cuando uno ya nace con dinero o en una familia que le sirve de colchón si la aventura empresarial sale mal. Pero el que nace pobre, o por lo menos, al que no le sobra el dinero, le cuesta mucho invertir. El riesgo en este caso no es dejar de ganar lo esperado, sino perder el sustento. En un caso se trata de apostar por enriquecerse, en el otro por sobrevivir. La diferencia es obvia. Pero para los "ideólogos" del capitalismo no existe. Se infravalora el riesgo que debe asumir el pobre mientras se sobrevalora el que hace el rico y se utiliza para justificar su posición dominante en la sociedad.

¡Cuántas veces se justifica que el trabajador no tiene ni voz ni voto en la empresa porque no ha arriesgado y no ha comprado acciones! Valiente "democracia" ésta del capitalismo donde muchos no pueden acceder a tener ni voz ni voto, donde se excluye a la mayoría, y donde unos pocos tienen más voz y voto simplemente porque son más ricos. Hermosa "democracia" ésta donde no se cumple el principio del sufragio universal ni el de "un hombre, un voto". Coherente sistema éste donde lo proclamado en el ámbito político es lo contrario de lo proclamado en el ámbito económico. Donde las reglas del juego son distintas en los distintos rincones de la sociedad.

El capitalismo, algo característico en él, no se preocupa de que las ideas proclamadas en la teoría puedan llevarse a la práctica. Se fundamenta en la libertad del individuo pero no se preocupa de garantizarla, de posibilitarla en la realidad. Su especialidad es convertir lo que se proclama como blanco en la teoría en negro en la práctica. Es convertir la libertad teórica en esclavitud práctica. En el capitalismo, a lo máximo que puede aspirar la mayor parte de la población (y esto cada vez menos) es a tener un trabajo, ya sea por cuenta ajena, ya sea por cuenta propia. Pero que les pregunten a los trabajadores autónomos si consideran que es posible enriquecerse con una pequeña empresa. Que le pregunten al pequeño comerciante si es posible competir con las grandes superficies comerciales. El capitalismo hace de la excepción la norma. Explota los pocos casos en que alguien prospera por sí mismo (lo cual es por cierto cada vez más difícil, pero no imposible) para hacernos creer que si no hay más gente que lo hace es porque no se arriesga o no se esfuerza o no tiene suerte. En España, normalmente, se cierran más empresas al año que las que se crean. En el capitalismo, la gente deposita más su confianza de prosperar en la lotería. Ésta se convierte incluso a veces en la única esperanza de huir del alienante trabajo.

Ya ni siquiera representa la esperanza de enriquecerse, sino que se convierte en la necesidad de huir de la explotación. Es cierto que ha habido ciertos individuos que con esfuerzo, mucho riesgo, y a veces mucha suerte, han sido capaces de huir de la pobreza y enriquecerse. Pero esto ya casi forma parte de la historia romántica de los inicios del capitalismo. En la actualidad, los que prosperan son los que ya nacen prósperos. Por el proceso de concentración del capital (proceso que aún no estaba tan desarrollado en los principios del capitalismo moderno), no sólo es cada vez más difícil abrirse camino en ningún sector, sino que incluso ya es difícil que el pequeño empresario sobreviva. El milagro del joven empresario que se enriquece en muy poco tiempo, que "triunfa", sólo ocurre a veces en sectores nuevos, más "verdes" (por ejemplo en la informática). Es muy difícil, por no decir imposible, entrar de nuevas en un mercado dominado por oligopolios. Y cada vez es más difícil encontrar mercados que no estén dominados por grandes empresas. Si alguna vez fue cierto que era posible prosperar individualmente partiendo de cero, esto ya casi es utópico en el capitalismo actual. El capitalismo nos vende la utopía individual al mismo tiempo que niega la social. Nos vende la ilusión de la prosperidad individual mientras nos asegura la miseria social. Nos crea la falsa expectativa de que podemos prosperar individualmente, cuando nos condena a la miseria colectiva. Nos quiere hacer creer que podemos ser ricos si tenemos suerte, si asumimos las reglas del juego, cuando éstas nos condenan a una muy probable pobreza, cuando en realidad, sólo podemos aspirar a minimizar la miseria. Nos vende una muy improbable ilusión para camuflar una muy probable realidad. ¡El capitalismo sí que es realmente utópico! ¡Nos quiere hacer creer que es posible librarse del caos al que conduce a la sociedad en su conjunto! Separa al individuo de su contexto.

Es una constante en la ideología capitalista aislar al individuo del resto de la sociedad. El capitalismo se empeña en asumir un individuo asocial. Niega o minimiza la naturaleza social del individuo. Elimina por arte de magia la influencia (tanto hacia como desde) del contexto social del individuo. No sólo es muy improbable que nos toque la lotería y como individuos seamos la excepción, no sólo es casi imposible que nos enriquezcamos, sino que además, en el hipotético caso de que así fuera, se obvia que es muy difícil que islas de riqueza sobrevivan entre mares de pobreza. El capitalismo, por supuesto, no aspira a erradicar la pobreza, sólo se conforma con aislarla en guetos. O bien al revés. La riqueza aislada y protegida de la miseria. Para el capitalismo, la forma de combatir la pobreza es obviándola, es extirpándola de la sociedad como si fuera un cáncer (pero sin buscar las causas de la enfermedad, sin curar la enfermedad), no es por supuesto evitándola. Los pobres, los indigentes, son un mal necesario, inevitable y desagradable. Son los efectos secundarios del sistema. Es mejor no verlos, si es preciso se limpian las calles de ellos (y esto no lo digo en sentido figurado, así ocurre a veces).

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