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Algunos aportes de Mario Crocco a la neurobiología y psicofísica




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    La guerra por
    recuperar "su" puerto

    Para los años de 1940, el "progreso" había
    embretado a Santos Lugares de Rosas entre ferrocarriles. Las
    vías férreas apuntaban todas a un punto de
    atracción, unas leguas más allá: al puerto
    de Buenos Aires, en el Río de la Plata. Estuario, en
    realidad, más que río: abierto al comercio
    ultramarino. Ahí el ruidoso tráfago porteño
    transbordaría los productos del interior lejano siempre
    comprados baratos, transportados por una admirable red de trenes
    de carga ingleses, a los buques que habrían de venderlos
    en Europa, siempre caros. Pocos de esos trenes se detenían
    en las playas de maniobras ferroviarias cercanas a Santos
    Lugares. Cuando lo hacían, dejaban algunos frutos del
    país para consumo de los "recursos humanos" del estado
    exportador ("consumo interno"), cuyos mediocres precios arrojaban
    menos ganancia. Otrora esas "playas de maniobras
    ferroviarias" habían sido escena de diferentes maniobras.
    Habían sido los ejercicios de las tropas federales de don
    Juan Manuel, finalmente derrotadas por Inglaterra muy cerca
    nomás, en Caseros, el luctuoso tres de febrero de 1852,
    merced al infame traidor Urquiza, abundantes armas modernas,
    mercenarios europeos y veintidós mil esclavos
    brasileños. Los triunfadores disfrazaron los recuerdos con
    miles de eucaliptos australianos, prensa para la clase mandante,
    nombres nuevos. Pero noventa años después, en los
    Santos Lugares que languidecían olvidados entre
    vías, la mesiánica espera del Restaurador
    revivía a diario, entre vidalas, cielos y la música
    de Blomberg y Maciel; nietos longevos de la Mazorca aún
    repetían anécdotas de la epopeya federal y
    prevenían a sus descendientes contra el "progreso" para
    beneficio ajeno; todos se estremecían y muchos se
    santiguaban al pasar por el ombú donde hubo que fusilar a
    aquel sacerdote sacrílego, y sólo el gringaje
    recién venido compraba lotes y levantaba casas donde fuera
    campo de batalla. Unos años después, en 1955, ni
    los chicos dejarían de entender qué procuraba la
    antipatria en Gloster Meteor 1
    cuando, al ir a bombardear Plaza de Mayo, los
    sobrevoló tronando …

    Bichólogo

    Mario Crocco creció en Santos Lugares de Rosas
    pulsando la naturaleza, que la miopía le permitía
    registrar en detalle. Pastizales, gallineros, un bosquecillo
    cercano, húmedos muros derruídos, óxido y
    erosión en las balas desenterradas del solar de la
    batalla, componían su edén. Se extasiaba
    contemplando el trajín de avispas, hormigas y moscones,
    brincaba con un tul sostenido a una caña con alambre,
    cazando langostas, libélulas e isocas que soltaba
    alegremente al terminar de examinarlas; buscaba parásitos
    en estiércoles caballares y deyecciones de perros, gatos
    – o lo que fuera; juntaba larvas, musgos, hongos, chinches,
    cascarudos, garrapatas, lombrices, lagartijas, víboras,
    escuerzos… y desde antes de aprender a leer los comparaba
    con las figuras de zoologías francesas del siglo XIX, de
    los Souvenirs entomologiques de Fabre, y del Tratado
    de Biología General y Especial para uso de la
    Enseñanza Elemental, Media y Superior en la
    República Argentina – en fascículos
    , de
    Christfried Jakob. Cuando cumplió cuatro años sus
    padres le compraron un cuentahilos de dos aumentos, que
    cuadruplicó las aventuras en aquellos vergeles. La
    Argentina, poco poblada, era entonces potencia, cultural y
    económica. Más de la mitad de su ingreso se
    distribuía en salarios para una sociedad laboriosa. No
    trabajar era una vergüenza. A los ingleses se les
    había comprado la red ferroviaria, la
    industria creció, el comercio se había
    diversificado. Los mejores científicos no
    eran escasos (alguno fue ministro por ocho años, otros
    elegían vivir en hospitales y manicomios), y las ocasiones
    para que niños y jóvenes lograsen formación
    moral e intelectual de altísimo nivel las ofrecían
    el clima social general, las instituciones, excelentes programas
    y textos escolares, hasta las revistas infantiles. Taxidermia,
    experiencias en química, ondas, mecánica y
    electromagnetismo, eran accesibles desde la primera niñez
    junto con noticias de viajes y de historia, vernáculos y
    exóticos, presentadas bastante seguido en historieta: el
    clima insoslayable para una potencia que ni imaginaba dejar de
    serlo.

    Al cumplir cinco años le obsequiaron un
    microscopio pequeño, que al fin le mostró en
    detalle las cilias con que nadaban las intrigantes criaturas que
    venía contemplando, tardes enteras, centelleantes bajo un
    rayo de sol en las gotas de agua de florero. Su enigma le
    flechó: ¿Dónde van? ¿Dónde
    van? ¿Dios las empuja? Al perseguir la presa,
    ¿cómo se guían? ¿Cómo
    podían dirigir su natación? A tratar de
    fotografiarlas y filmarlas dedicó más de la mitad
    de su niñez, cada vez con equipo menos rudimentario y
    mayor anhelo de explicarse cómo vivían.
    Recién ocho años después de catarlas al
    microscopio, adolescente ya de trece años, logró
    enlentecerlas (añadiendo al agua mucílagos) como
    para analizar las filmaciones y vislumbrar cómo las
    relaciones, de cada ciliado (un protozoo) con los demás
    moradores de la gota de agua, se reflejaban en el control del
    batido de las cilias. Un control inexplicable, global, que
    salía a la vez desde toda la superficie del
    infusorio. Emergiendo a la vez desde toda ella, tal como
    Jakob apuntaba que el estado mental, aunque mueve el cuerpo a
    través de vías específicas, sale a la vez
    desde todo el volumen disponible de materia gris
    cerebral.

    Haciendo
    cuentas

    Dirigía la Escuela Normal de Profesores el Dr.
    Mariano Celaya, antiguo alumno de Jakob que fomentaba las
    inquietudes del alumno Crocco y le canjeaba especímenes,
    que este recolectaba, por otros del museo de la Escuela. A Crocco
    le importaba calcular y, cuando leyó en un Más
    Allá
    que el Arca de la Alianza podía funcionar
    como un capacitor eléctrico capaz de fulminar a quien la
    tocase sin revestirse de una jaula de Faraday puesta a tierra, y
    comprendió que la sobreveste sacerdotal, de seda
    entretejida con hilos de oro, obraba precisamente como tal,
    pasó meses calculando los valores de capacitancia y
    descarga del Arca perdida: apreciaba que aunque toda
    medición física es aproximada y su exactitud al
    principio demasiado poca, siempre reduce la incertidumbre y eso
    es ya información valiosa. Como Celaya hubiera
    lamentado que se desconociese la extensión de
    los vasos capilares que distribuyen la sangre dentro del cerebro
    humano, unos meses después Crocco le presentó
    extensos cálculos con resultados harto razonables:
    trabajando a tiempo completo, había medido la diferencia
    entre el "empuje" de la sangre que entra al cráneo por las
    carótidas y el de la que sale por las yugulares, y
    había dividido esa diferencia por el coeficiente de
    viscosidad medido a la temperatura del cuerpo, obteniendo en
    decámetros cuadrados la superficie de las ramificaciones
    vasculares dentro del cráneo. Un dato cuando explica se
    trasciende a sí mismo… ¡para éso hay
    que forjarse modelos! Sólo así puede reconocerse,
    en esa tosca diferencia de empuje, un hecho empírico
    relevante para medir la superficie del lecho vascular adentro de
    la cabeza. Celaya profirió la única
    interjección de la lengua vascuence (sabía que
    Crocco champurreaba el idioma, por sus padrinos de Álava)
    y lo estimuló a tratar de visualizar otro espacio
    intersticial: el que dentro del tejido del cerebro separa entre
    sí las neuronas y otras células. Son en total un
    millón de millones, esas células; pero por
    entonces, hacia 1960, todavía se las creía cinco o
    seis veces menos, unas 150 mil millones nada
    más.

    Encuentro con
    viejas amigas en donde "no debían"
    encontrarse

    Peregrinando por museos y las aún numerosas
    bibliotecas públicas, Crocco empezó a estudiar la
    literatura. Encontró una curiosa mención: que en
    las neuronas crecían cilias, "sus" cilias. ¿Por
    qué, para qué? Las había descubierto en 1918
    en Madrid un investigador español, Pío del
    Río Hortega, fallecido hacía quince años en
    Buenos Aires tras venir a trabajar en el laboratorio del Hospital
    Borda que dirigiera Jakob. Allí fue Crocco. Pasmado ante
    el templo de la ciencia donde había nacido aquel
    Tratado que deslumbró su infancia (un laboratorio
    declarado, mucho después, monumento histórico
    nacional), sin embargo no halló a nadie que le pudiera
    mostrar esas inútiles cilias neuronales, o les
    hubiera prestado siquiera atención: eran una curiosidad.
    Pero había que verlas. Para cerciorarse de su existencia
    tomó noticias del procedimiento de del Río Hortega,
    y dedicó sus siguientes diez años de
    investigación a ellas y todas las demás cilias,
    doquier en la biósfera pudieran hallarse. La
    medición del volumen y superficies del compartimiento
    intersticial cerebral pasaría a ser mero dato dentro de
    otro concepto cróqueo, el del esqueleto eléctrico
    del tejido neurocognitivo2 (tiene potenciales que hasta duplican
    o triplican los de un rayo atmosférico), pero
    quedó relegada: por fortuna para su investigación,
    Crocco no rendía cuentas a nadie que la
    administrara.

    En esos primeros años sesenta del siglo XX, la
    evolución del sistema nervioso venía
    presumiéndose sólo a partir de ciertos animales,
    los celenterados, tal como la había presentado por primera
    vez el transformismo del siglo XIX. Una razón cultural lo
    quería así: era la Gran Escala de Seres o
    gradación natural, el milenario concepto de que todas las
    realidades se ordenan gradualmente en "perfección" y,
    entre ellas, los organismos vivos culminan en la estirpe del
    autor que discursea. En esa "escala biológica", "antes" de
    los celenterados había otros animales, o más bien
    otros fitozoos, las esponjas, que arborizaban en
    políperos y, logicamente, "aún" no
    tenían sistema nervioso. La evolución del aparato
    neural habría empezado recién en el "escalón
    siguiente". Por eso los infusorios (protozoos),
    considerados aun más "primitivos" o rudimentarios que las
    esponjas mismas, aun con más razón que estas
    quedaban fuera de la evolución del sistema
    nervioso.3 Crocco descubrió
    que el sistema nervioso preserva la función y medios
    físicos del mecanismo de control de las cilias, y que su
    evolución se bifurcó en dos grandes ramas: los
    ganglios nerviosos, que funcionan sin psiquismo, logrando
    desempeños extraordinarios pero que nunca pueden innovar
    o, en sus palabras, "transformar accidentes en oportunidades"; y
    los cerebros, que utilizan como instrumento la "eclosión"
    de un psiquismo y emplazan este recurso físico en su nivel
    más superior de control, logrando superar los
    límites de Turing para las máquinas. Pero,
    ¿cómo demostrar la existencia física de ese
    psiquismo, si lo negaba la ciencia extranjera, comprometida con
    la política de negar realidad a cualquier concepto que, a
    primera vista, amenazara con desenterrar la noción
    dogmática de "alma"?

    El alma en la
    física

    Aun sin conciencia política, las más
    amplias descripciones de tal ciencia pugnaban por ser exhaustivas
    y se atacaban entre sí recriminándose ser
    "incompletas". Por ejemplo, el programa de su descripción
    más abarcativa, la física de la relatividad
    general, consiste en determinar, a partir de principios
    primeros
    y de la negación de que exista un medio
    etéreo, la relación explícita
    entre el contenido material de un sistema físico y
    el equivalente geométrico de este sistema,
    en todo el dominio entre las partículas elementales y
    el universo de la cosmología
    . La geometría de
    cierto espacio (el denominado espaciotiempo), con la familia de
    combas geodésicas que contiene, se estima expresar las
    características físicas de todos los constituyentes
    del universo, y es innegable el éxito de ese modelo en
    caracterizar integralmente los rasgos observados de la fuerza
    gravitatoria. Con ese encuadre, puestas por un lado las variables
    observadas en el mundo físico bajo la forma de diez
    ecuaciones diferenciales no lineares de segundo orden
    , del
    otro lado las soluciones de aquellas ecuaciones dejan
    determinadas las variables geométricas4. El pasar a
    ser
    , o sea la adquisición y la conservación de
    entidad por una partícula, o bien por los sistemas en cuya
    composición entrasen esa partícula y otras, o por
    campos de fuerza o de materia en los que aquella partícula
    y las otras eclosionen o prorrumpan a existir, se entendía
    sin análisis como si consistiera en una simple
    predicación, gramatical o lógica (olvidando que el
    concepto de una cosa cualquiera no varía al pensarla
    existente o al pensarla inexistente, ya que el ser no es
    representable en el concepto, y por eso no puede reducirse a
    predicado); de ese modo, el ventajoso concepto de componentes de
    una conexión topológica afín podía
    creerse equivalente a una fuerza o acción causal, sin
    residuo alguno. Un encuadre así salvaguarda la
    prohibición hasta de figurarse, como tales sistemas
    físicos, cabezas humanas vivas, unidas al cuerpo:
    sólo muertas podrían considerarse realidades del
    sistema, inanes, sin psiquismo detectable, por ejemplo
    amontonadas en el canasto de la guillotina, o al cuello de
    cadáveres incapaces de originar acciones o de reaccionar
    con sensaciones a los estímulos. Bien se ve, hay
    realidades observables que no tienen lugar en aquel
    encuadre.5 ¿Cómo
    introducir en una física tal la
    consideración de los psiquismos, para describir la
    causación eficiente de cambios espontáneos y
    reactivos en las miras, iniciativas y valoraciones de las
    almas?

    El inesperado resultado de la investigación
    comparativa de las cilias llevada a cabo por Crocco, a saber, que
    el sistema nervioso preserva la función y medios
    físicos del mecanismo de control de las cilias, y que su
    evolución se bifurcó originando por una parte
    ganglios nerviosos que pueden complejizarse muchísimo sin
    transformar nunca accidentes en oportunidades, y por otra parte
    cerebros que instrumentan biofilácticamente (esto es, para
    la protección de su vida) la eclosión de un
    psiquismo, cuadraba bien en la tradición de Jakob. La
    misma se encuadra en un positivismo que reconoce la causalidad
    eficiente, y en ello contraría al neo-"positivismo" de
    fuente humeanokantiana. Mientras este, desconociendo la
    conexión causal debido a creerla mera predicación
    lógica (olvidando que, como recién
    comentábamos, el pase a la existencia del efecto no agrega
    nada a su concepto, por lo cual ser no se incluye en
    nuestras representaciones salvo cuando el mismo cognoscente en
    tanto semoviente lo enactúa), pretende que la única
    realidad "real" consiste en nuestras reacciones al mundo (en
    realidad ese "positivismo" es sólo subjetivismo
    disfrazado, que para cierta utilidad política permite
    hacer ciencia siempre que se pretenda que la vida es
    sueño), en cambio en la tradición iberoamericana el
    positivismo retuvo su significado prístino de considerar
    los hechos existentes aun mientras todavía resultan
    inobservables directamente y sólo se los conoce por sus
    efectos, como por ejemplo los psiquismos
    ajenos.6

    Esta tradición positivista, la Escuela
    Neurobiológica Argentino-Germana, intentando explicar
    ciertos temas fundamentales irreductibles venía tascando
    el freno, aunque ni se le ocurría abandonar los
    cuestionamientos. Estos eran tres: la originación de los
    actos intencionados ("las bases biológicas de la
    función volitiva"); la existencia física de
    entonaciones subjetivas de importancia biológica (Crocco
    las denominaría caracterizaciones no estructurales)
    unitestigo (o sea, que admiten un solo testigo, la misma entidad
    observadora de la cual son reacciones internas, mientras los
    demás observadores, a su respecto, deben conformarse con
    conocerlas por sus efectos en contexto); y el recobro de las
    amnesias, frecuente pero imposible si las memorias hubieran
    estado grabadas en un disco – o en el cerebro.

    La ciencia se
    disgrega cuando las disputas
    políticas meten la
    cola

    Aquí sí, allá no: el resultado de
    Crocco cuadraba bien en la tradición iberoamericana; no
    cuadraba en la neurociencia anglofona. Las fuentes
    presupuestarias de esta tenían motivos geopolíticos
    para apoyar la lucha contra "romanismo", "papismo" y
    "jesuitismo", contribuyendo a sustituir capilarmente la dominante
    cultura latina en los países de esta tradición.
    Sólo con suma lentitud empezó a disiparse, en esa
    neurociencia, la errónea creencia de que la lucha por el
    dominio geopolítico exigiese también negar que en
    la naturaleza existen realidades como los psiquismos, tan
    parecidos al viejo concepto de "alma" en su capacidad de iniciar
    series intencionadas de acciones (semoviencia) y de entonarse con
    las entonaciones subjetivas o caracterizaciones no estructurales
    unitestigo. Interpretándolo como una exigencia de
    los intereses globales de sus fuentes
    presupuestarias, la neurociencia anglofona
    resistió medio siglo estos aportes provenientes de
    Iberoamérica, y al globalizarse internet, a partir de
    1995, fomentó con cuantiosos recursos una interfaz
    filosófica, distinguida como "consciousness
    studies
    ", en parte destinada a proporcionar al gran
    público, en cuanto a relaciones entre el cuerpo el alma,
    respuestas sustitutivas de las originadas en las presuposiciones
    "papistas"de la cultura latina y conformes al estado de la
    neurociencia anglofona. Con esto procuróse "taponar" toda
    otra línea investigativa. Crocco, como naturalista ajeno a
    todas esas cuestiones de intereses, destacó de inmediato
    un crucial resultado nuevo de los mismos anglofonos, del que sus
    propias y atrasadas neurociencias no podían advertir la
    relevancia.

    Creado en la
    anglofonía, King Kong rescata de su enfoque las
    ciencias
    cautivas

    Justo en 1970, cuando Crocco ya disponía de los
    datos comparativos para explicar la evolución de las
    funciones de relación desde el nivel ciliar, y su
    desarrollo hacia la formación, en cerebros, del sistema
    llamado por Jakob "de ondas estacionarias" (modelos
    holográfico-holofónicos
    , los llamaría
    Crocco desde fines de los años de 1960) con el retintineo
    o estructura de interferencia de la neuroactividad cerebral, Mark
    R. Gardner y W. Ross Ashby, del Biological Computer Laboratory de
    la Universidad de Illinois en Urbana, mostraron en
    Nature –la revista que expresara al darwinista
    X Club (Thomas Huxley, Joseph Hooker, Herbert Spencer,
    John Tyndall y otros positivistas antipsicologistas)– la
    existencia de valores críticos para la estabilidad de los
    grandes sistemas dinámicos cibernéticos, de
    cualquier especie que fueren: mercados y bolsa, tránsito
    vehicular, huracanes y tornados, hormigueros gigantes,
    competición ecológica, volcanes inactivos. Esos
    valores sistémicos, que al alcanzarse hacen entrar en
    crisis al sistema, quedan establecidos por la cantidad de sus
    elementos, la magnitud de su conectancia (o sea, el total de sus
    conexiones), y el número de sus variables independientes.
    Aun cuando los criterios y aplicabilidad del trabajo merecieron
    algunos reparos de Crocco, quien los llevara a Greg Chaitin por
    entonces en Buenos Aires, era claro que el funcionamiento de
    todo sistema, linear o no, se hace catastrófico si supera
    cierta combinación de estos tres valores
    críticos
    .

    Crocco, muy sensibilizado a las cuestiones de cambio de
    escala, de inmediato advirtió que, debido a eso,
    cibernéticamente el sistema cerebral no puede ni
    debería sostenerse. Como su estructura sistémica
    supera por mucho esos valores críticos, era claro que se
    habían excluído "factores
    estabilizantes".

    Crocco destaca que la limitación también
    se impone a King Kong, a los colosos –diez mil veces
    mayores que el hombre– de la novela perdida de Santiago
    Ramón y Cajal (cuyo intrépido protagonista, un
    expedicionario munido de científico instrumental y colado
    en el coloso a través de una glándula
    cutánea, navega sobre un glóbulo rojo
    –amenazado más de una vez por los "viscosos"
    tentáculos de leucocitos en épica lucha con los
    parásitos– hasta sorprender en el cerebro el secreto
    del pensamiento y del impulso voluntario…), o a las pilas
    desmesuradas de latas de conserva. En todos los casos la primera
    inestabilidad se propaga, tal como al aplastarse y ceder la
    primera lata bajo un apilamiento excesivo, tal como al rajarse en
    King Kong el primer ligamento abrumado por monstruoso peso
    cárneo. Pero el órgano cerebral se exime de
    esto… y es aun mucho más insostenible.
    ¿Fallan las matemáticas? Falto de suficiencia
    constitucional, el órgano cerebral como sistema
    cibernético se sostiene, aunque no debería
    hacerlo.

    Tal efecto no es simulable. El hecho empírico ha
    de asombrarnos, por ende. Cualquier cerebro de cierto volumen es
    un King Kong, un coloso cajaliano para los valores
    críticos de la estabilidad de los sistemas
    dinámicos.

    ¿Cómo, por qué, mientras King Kong
    sólo logra sostenerse en el cine, el órgano
    cerebral lo logra en la realidad, permitiendo a los psiquismos
    obrar en la naturaleza y, así, adquirir desarrollos
    intelectuales útiles para que sus especies colonicen
    nichos ecológicos de exigencias indeterminables con
    programas?

    Las acciones de
    las almas dejan huella en la naturaleza

    Si bien otros investigadores aplicaron esos resultados
    de Gardner y Ross Ashby, a sistemas ecológicos o a redes
    del tránsito por ejemplo, el grave señalamiento de
    Crocco no pudo ser receptado en la reflexión evolucionista
    angloparlante. Ni se lo pensó aplicar a la relación
    cerebro-psiquismo. Esto se debió a que el mito
    "arquitectónico" de sus neurociencias juraba y prefiguraba
    que el psiquismo es inoperante, epifenomenal; que la
    gente no es dueña de sus actos, tal como hace falta creer
    para quebrar la preocupación por el prójimo,
    concebido como simple resorte y sustituible, tal como una
    plantita de pasto lo es por otra. ¿Cómo una tal
    inanidad, el psiquismo supuesto sólo sensitivo o
    epifenomenal, iba a operar un efecto físico, a saber, la
    estabilización del sistema cerebral?
    ¿Espíritus con eficiencia física?
    ¿Acaso un espectro inoperante, aun merodeando cerebrales
    sendas, sería capaz de atajar con eficiencia causal la
    catastrófica expansión de inestabilidades en un
    sistema cibernético? ¿Qué le
    faltaría, entonces, para atajar el balón en un
    partido de fóbal disputado por fantasmas, entre
    ánimas en pena? ¿Cómo asegurarse de
    que la solidaridad, el aprecio de la gente por otra gente
    al saberla valiosa, no crezca en el mundo y ponga en peligro la
    hegemonía de quienes difunden que la gente
    sobra?

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    Crocco, a la sazón único
    neurobiólogo no epifenomenalista quisquilloso en
    cuestiones de escala, conocedor de la evolución del
    control ciliar y con los señalamientos de Gardner y Ross
    Ashby críticamente entre manos, no pudo menos que advertir
    allí el accionar de una adicional acción
    mecánica en la naturaleza, implementada por la presencia
    operativa de los psiquismos que superan los límites de las
    máquinas de Turing y estabilizan cerebros hasta permitir
    usarlos para extender cadenas alimentarias a nichos
    ecológicos incolonizables por máquinas.
    Descubrimiento cardinal: una nueva acción fundamental
    de la naturaleza
    . Pero no sólo en la
    estabilización del órgano cerebral (y por
    consiguiente, la de su respectiva especie animal, y la de la
    inserción de este tipo de especies en nichos
    ecológicos) descubrió motivos para reconocer que en
    la naturaleza hay psiquismos sintientes y semovientes.

    Además, descubrió que no sólo era
    cuestión de este nudo asunto, el de la eficiencia
    física para hacer estables a los sistemas cerebrales.
    Aparte de ello, el patrón de inserción de los
    efectos de los psiquismos en la evolución de la
    biósfera era el mismo que al insertarse las demás
    fuerzas básicas. Variaba igual, en
    función de la complejidad o integración de lo que
    la fuerza sostenía: otro hallazgo cardinal.
    Era "el patrón o forma típica por el que toda nueva
    modalidad de interacción física empieza a
    intercalarse en la constitución cosmológica de
    estructuras estables" ("the typical pattern whereby any
    physical interacción starts to interject itself in the
    cosmological constitución of stable structures
    "; cita
    de A. Ávila y M. Crocco, en Sensing: A New Fundamental
    Action of Nature
    , Folia Neurobiológica Argentina vol.
    X, 1996, p. 59).

    Se trata de perturbaciones que inicialmente erosionan el
    moldeamiento adaptativo ("initially eroding the adaptive
    streamlining
    ", en Sensing pág. 59) o ajuste
    de la biósfera a la realidad física de su propia
    diversidad constitutiva. Cuando empiezan a operar, la desajustan.
    Por eso, al crecer esta integración en una pequeña
    magnitud, se da primero un exceso de sus estructuras menos
    estables. Sólo después, con la selección,
    adviene el de las estructuras más estables.
    (Examínese aquí la figura 3 de Crocco, "El
    subproceso integrativo cosmológico", 1972, reproducida en
    1996 en Sensing, página 900). Estas
    perturbaciones pueden graficarse como reversiones temporarias,
    que retroceden en estabilidad para aumentos en complejidad, para
    las modalidades de interacción cromodinámica (o
    nuclear fuerte; hay otra fuerza nuclear, más débil,
    que ahora no es del caso), electromagnética (o
    electricidad y magnetismo) y noemática (sensualidad o
    efectos libidinosos en la biología, la nueva modalidad de
    interacción señalada por Crocco, que enseguida nos
    ocupará; nóema, plural
    nóemata, significa contenido mental).

    Página siguiente: la deflección
    filogénica
    . Los retrocesos ("saltos" hacia la
    izquierda que interrumpen la curva) marcan retrocesos en
    estabilidad (graficada, pues, en la abscisa o dirección
    horizontal del gráfico) al insertarse cada modalidad de
    interacción física en la integración
    (creciente con la ordenada o dirección vertical del
    gráfico) de las estructuras compuestas por el subproceso
    integrativo de la evolución
    astrofísico-biológica (subproceso que aproxima a
    esta al camino de la menor acción para aumentar su
    entropía). Esos retrocesos mostraron que la
    selección natural de contenidos mentales para la
    regulación de organismos empsiqueados (individuales)
    aparta del camino más corto dicho subproceso (colectivo:
    esto es, la formación de la biósfera que incluye
    esos organismos) y por tanto opera como cualquier otra modalidad
    de acción física, apartando un "móvil"
    (dicha evolución biosférica) de la trayectoria de
    menor acción que traía — encuadrándose
    pues en la definición newtoniana de fuerza y
    correspondiéndole, por eso, vectores o portadores de su
    acción mecánica ("action carriers")
    específicos, en el contexto de una naturaleza donde los
    elementos de la materia son campos de fuerza continuamente
    distribuídos por todo el espacio (como se convalidó
    a partir de los experimentos de difracción de electrones
    de 1927, terminando por establecerse experimentalmente que toda
    la materia conocida en nuestro ambiente está hecha de
    quarks, leptones, y "partículas de fuerza" que los
    combinan) y no una colección de partículas
    atomísticas. La verificación de aquel concepto, en
    su debido contexto (a saber, la introducción de los
    conceptos de eclosión existencial y de conocimiento como
    reacción causal), en 1976 permitió a Crocco llegar
    a la patente UK 1.582.301, el primer patentamiento en el mundo de
    un organismo vivo, por inserción del psiquismo en el arco
    sensoriomotor.

    Monografias.com

    ¿Todavía se puede hablar en
    serio de "otras dimensiones"?

    ¿En qué ámbito
    físico podrían cursar las emociones y
    sensaciones y desde allí encontrar incidencia
    biológica? Desde fines del siglo XIX, cuando los
    crédulos de ínfulas académicas
    querían ventear sus quimeras sobre fantasmas, los
    declaraban reales pero "habitantes de otras dimensiones". En
    cuanto cotorreo daba lugar volvía la misma vieja
    canción, de duendes y espectros invisibles, ahora
    detectables en el infrarrojo o el ultravioleta como lo
    "demostraban" los recientes desarrollos de una invención
    preservable sobre vidrio: el nuevo daguerrotipo, más
    genéricamente llamado fotografía. Las
    dimensiones adicionales parecieron asociarse a esa
    compañía espirituosa, pese a que los
    matemáticos, con sus ecuaciones a menudo irrestringidas en
    dimensionalidad, brindaban a dichas dimensiones adicionales un
    sentido preciso, operativo.

    Crocco, enfrentando desde la tradición de Jakob
    el problema de las caracterizaciones subjetivas, las
    entendió desde el principio como reacciones
    físicas. Claro está, en la tercera "ley"
    de Newton (las comillas señalan que es una
    regularidad empírica, no un decreto), la
    reacción siempre se despliega sobre las mismas dimensiones
    de la acción: cuando me apoyo en la puerta, esta me
    sostiene en la misma modalidad o fuerza con que la aprieto; en
    este caso, en las dimensiones en que varía el
    electromagnetismo, que constituye tanto a mi cuerpo como a la
    puerta. No importa si la acción de apoyarme fue ocasionada
    desde otra modalidad de interacción, por ejemplo la
    gravedad si me apoyo inclinándome sólo con mi peso,
    o si además transmito una iniciativa psicológica
    mía, un miedo que me urja a impedir que la abran empujando
    desde afuera; tampoco es aquí significante que la
    reacción de la puerta a mi apoyo me presione conservando
    las interacciones de los quarks en sus nucleones y las de estos
    en los núcleos atómicos. Nada de eso importa
    aquí, porque lo que ante todo reacciona contra mi apoyo es
    la estructura electromagnéticamente mediada de los
    átomos. La presión de mi cuerpo sobre la puerta
    (acción, que la movería si pudiera
    soltarse del marco), y la reacción de la puerta
    sobre mi cuerpo, consisten en una única producción
    de fotones, partículas portadoras de la fuerza
    electromagnética, desde la interfaz donde las orbitales
    electrónicas de los componentes moleculares de mi ropa y
    mi cuerpo modifican a las orbitales electrónicas de las
    moléculas de la puerta. 7

    Crocco lo tenía internalizado desde niño,
    porque, como narra en ¡Alma 'e
    reptil!, jugaba con imanes redondos y con su
    reacción los ponía a disparar palitos.
    Acción y reacción newtonianas ocurren, por ende,
    por medio de esa generación de partículas
    específicas portadoras de fuerza, en las dimensiones de la
    misma fuerza en que se produce la interacción. No hay
    necesidad de complicar el presente relato proporcionando
    también ejemplos de acción y reacción
    newtonianas que ocurren en procesos mediados por las fuerzas
    nucleares, o por la aún mal teorizada
    gravitación.

    La palabra "dimensión" viene del bajo
    latín ( s. XIV) dimetiri, que denota
    adónde medir (metiri). Crocco descubrió
    que solamente dos dimensiones físicas adicionales,
    emocionalidad y sentido como luego explicaré, bastan para
    intensificar y remitir todas las entonaciones subjetivas o
    caracterizaciones no estructurales con que reaccionan los
    psiquismos, testigos únicos de sus entonaciones en cada
    caso. Esas dos dimensiones, emocionalidad y sentido, se
    añaden a las tres sobre las que pueden aumentar o
    disminuir los cuerpos, a saber su largo o longitud, ancho o
    latitud, y espesor o grosor. El mundo cotidiano tiene pues cinco
    dimensiones físicas (largo, ancho y espesor de las cosas
    que se diferencian en el espacio continuo fuera de los
    psiquismos, y emocionalidad y sentido de las cosas que se
    diferencian en los espacios dentro de los psiquismos
    discontinuos), ya que el tiempo no constituye otra
    dimensión, por cuanto los intervalos no perduran y por
    ende el tiempo no es navegable, aunque para calcularlos deba
    aludirselos en bloque. Esas cinco dimensiones no son arbitrarias
    o puestas por el observador, sino constitutivas de la existencia
    de los observadores como parte del universo. Por eso son
    físicas. Estos observadores, además, en algunos
    casos desarrollan o inventan otras dimensiones operativas, es
    decir cursos recíprocamente condicionantes para
    desarrollar sus operaciones voluntarias, por ejemplo en espacios
    lógico-matemáticos (para igualdades e identidades
    mentables, por ejemplo), espacios mnésicos (rutas
    evocativas hacia pasados sueños, hacia nombres, hacia
    habilidades tales como emplear bicicletas, practicar deportes o
    emplear cubiertos de mesa) o espacios familiares
    (Crocco los ejemplifica señalando que, en ciertas
    estructuras antropológicas de parentesco, el tío de
    mi sobrino puedo ser yo, y en otras no), pero su estructura de
    posibilidades para actuar no es nativa del psiquismo que las
    desarrolla. En tal sentido, estos espacios operativos no son
    dimensiones físicas. También en la
    microfísica pueden existir más dimensiones,
    necesarias para describir matemáticamente ese
    ámbito8; pero las mismas no se hallan en el mundo
    físico que confrontamos directamente. Este se despliega
    sobre esas cinco dimensiones propias, las dos intramentales
    (donde evolucionan las entonaciones subjetivas) y las tres
    extramentales o del espacio fuera de cada psiquismo, en lo que
    Crocco nos enseñó a llamar hiato hilozoico: es
    decir, el hiato continuo donde los comportamientos son regulares,
    contrapuesto a los psiquismos separados donde los comportamientos
    pueden ser voluntarios.

    El disco de
    Crocco

    Sensing, ya en su comienzo, señala que
    «La tabla periódica que clasifica los elementos
    químicos es una función descriptiva del
    comportamiento del sistema de interacciones de campo. Muestra, en
    cierto rango de ordenada variación, un sistema de
    conservaciones de propiedades químicas, cuya
    analogía, en regular y periódica dependencia de los
    pesos atómicos, forma "familias" de elementos
    análogos. Del mismo modo, las maneras en que la naturaleza
    puede tornarse no-indiferente a sí misma, o
    "sentidos", forma familias de caracterizaciones unitestigo
    análogas, reflejadas en regular dependencia por estados
    físicoquímicos del tejido cerebral. Estas
    caracterizaciones unitestigo despliegan, en un ordenado rango de
    variación de particular dimensionalidad, un conjunto de
    conservaciones de efectos impulsivos, alicientes (= cualquier
    atracción, mediada por su carácter concupiscente o
    placentero), o señalativos — que, además,
    también varían periódicamente entre sus
    familias.» Sobre este criterio Crocco compuso su conocido
    disco (reproduzco la figura de Sensing, pág.
    829).

    Monografias.com

    El disco de Crocco es un diagrama que ubica
    sobre emocionalidad y sentido todas las sensaciones
    físicamente posibles. (Por supuesto será siempre
    provisorio, porque ha de basarse sólo en los datos
    disponibles de la biósfera terrestre o, a lo sumo, alguna
    muestra mayor…). Se trata del "mapa" que grafica las
    posibilidades físicas de los psiquismos para reaccionar
    entonándose no-estructuralmente. Mientras en la
    dimensión radial del disco hay un gradiente
    bimodal de emocionalidad (en la periferia y centro del disco la
    emocionalidad de una sensación es máxima, y
    mínima cuanto más lejos se ubique de ellos), todo
    círculo interno atraviesa modalidades sensoriales
    (estas son cardinales, no ordinales, aunque por motivos
    heurísticos Crocco las trata provisionalmente como si
    fueran continuas, o sea, de carácter ordinal). Las
    regiones del disco se corresponden entre intramentalidad (las
    sensaciones suscitadas por cada estado disimilativo del campo
    noemático) y extramentalidad (esos particulares estados
    dinámicos del campo noemático) a través de
    la diferencia entre molaridad y molecularidad de la respectiva
    acción causal (que explicaré enseguida,
    después de comentar tanto la semoviencia como la
    definición objetiva de psiquismo que ofrece Crocco) y no
    obstante esa diferencia. Debido a esa correspondencia, los
    conceptos graficados en el disco resultan indispensables para
    producir el mencionado instrumento de trabajo, consistente en
    tabular de forma periódica los procesos extramentales que
    elicitan las diferentes caracterizaciones
    intramentales.

    Semoviencia y
    definición objetiva de psiquismo

    Mientras la evolución europea del
    positivismo llevó a pretender que la única realidad
    "real" consiste en nuestras reacciones al mundo (como dije,
    ese "positivismo" es sólo subjetivismo
    disfrazado, que para cierta utilidad política permite
    hacer ciencia siempre que se pretenda que la vida es
    sueño), en la tradición argentina el positivismo
    científico destacaba que reconocer por única verdad
    la realidad no incurre en realismo ingenuo. En esta
    tradición, el positivismo científico no parte
    exclusivamente de los hechos sensoriales, sino de lo sensorial
    juntamente con la acción causal semoviente. Estesia y
    kinesia, sentir y obrar: no es verdad que la sensación, o
    la contemplación de las sensaciones, sea el único
    elemento fundamental del pensar e inteligir propios de cada
    psiquismo. Por eso tampoco es verdad que el ajuste
    epistémico que observa la biología pudiera provenir
    sólo del papel constrictor de las exigencias
    físicas sobre las concepciones del entorno. La semoviencia
    –los hechos de eficaz transformación conativa de la
    conducta y la atención propias– es otro
    elemento fundamental del pensar e inteligir; y, en tanto
    acción, su categoría en la naturaleza
    es disímil a la de las reacciones entonativas o
    sensoriales.

    Debido a eso, la discriminación entre la propia
    originación de series causales optativas y la
    continuación en el hiato hilozoico de series causales
    nómicas o regulares, inoptativas – es decir, la
    discriminación entre la acción semoviente con
    eventuales efectos sobre el medio, continuados en alguna serie
    causal carente de aquella opción (por ejemplo, el
    intrapsíquico arranque semoviente de arrojar una bola, que
    nómicamente derribará botellas), y este
    último tipo de series causales puramente continuadoras
    (como el obediente cambio cerebral y el consecuente moverse del
    resto del cuerpo, seguido del proyectarse de la bola y del
    derribarse las botellas entre sí)– motoriza el
    desarrollo cognoscitivo. Así lo hace al permitir, al
    semoviente sintiente, comprender tanto las acciones voluntarias
    ajenas como la estructura causal interior al ambiente, base
    física de las referencias aptas a él.

    Esa discriminación es fuente y origen de la
    impresión de causalidad. Por eso los psiquismos conocen
    adecuadamente el medio obrando semovientemente sobre él.
    Semoviencia y sensaciones, que como enseña Crocco son
    acciones y reacciones físicas de los psiquismos, motorizan
    el desarrollo cognoscitivo al permitir discriminar lo
    causal-eficiente en la acción propia y en series causales
    ajenas. Es el interjuego que el peso cultural ocultó a
    Newton y Hume. Con este desarrollo cognoscitivo, cuyas series o
    secuencias se presentan desagregadas (o sueltas –una
    secuencia de desarrollo por cada psiquismo– de modo que
    entre sí se revelan opacas en lo gnoseológico,
    plurales en lo óntico), las grandes líneas de
    algunas novedades de la transformación causal-eficiente de
    la naturaleza se presentan también como enriquecimiento
    experiencial disjunto. Los psiquismos son muchos, el hiato
    hilozoico hasta ahora parece uno solo. Debido a ir construyendo
    esa comprensión de la causalidad no propia, la semoviencia
    permite transformar las sensaciones (reacciones físicas
    subjetivas de entonación, de cada psiquismo) en
    percepciones (sensaciones reconocidas como objeto de algún
    esquema de acciones posibles coordinadas) y apercepciones
    (percepciones reconocidas operativamente, en el sistema total de
    posibles esquemas semovientes) – y, así, comprender
    la textura causal interna del medio que lo contiene a
    uno mismo, a otros semovientes, y a innúmeras series
    causal-eficientes que en esta escala son meramente
    continuativas.

    Partes: 1, 2

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