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Argumentos, formalización y lógica informal



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    Argumentos, formalización
    y lógica informal

    Eduardo Harada Olivares*

    […] los problemas filosóficos y conceptuales no
    se aclaran ocultando o dejando de tratar las
    cuestiones espinosas
    Raúl Orayen, 1979

    Recepción: 11 de julio de 2008
    Aceptación: 21 de octubre de 2008
    * Escuela Nacional Preparatoria, Universidad
    Nacional Autónoma de México, México.
    Correo electrónico: edharada@hotmail.com
    Resumen. Se trata de mostrar que existen
    problemas filosóficos fundamentales en torno
    a la lógica informal, por lo cual la filosofía de
    la lógica debería ocuparse de ellos. Se opone,
    pues, a la idea de que esta disciplina solamente
    es una “lógica formal deductiva aplicada al
    lenguaje ordinario con fines didácticos”. Por el
    contrario, se muestra que el objeto de estudio
    de la lógica informal es diferente al de la lógica
    formal, pues, el objeto de estudio de la primera
    no son las inferencias y los razonamientos,
    sino los argumentos, en concreto, los aspectos
    semánticos, pragmáticos, retóricos y dialógicos
    de los últimos. Finalmente, se explica que
    el principal problema filosófico de la lógica
    informal, a saber, si los razonamientos pueden
    ser formalizados, sigue abierto y que existen
    dos posturas extremas sobre él: formalismo e
    informalismo.
    Palabras clave: lógica informal, filosofía de
    la lógica, argumentos, formalización, teoría
    de la argumentación, lenguaje ordinario,
    deductivismo, enseñanza de la lógica,
    informalismo, formalismo.
    Arguments, Formalization and Informal
    Logic
    Abstract: The aim of this article is to show that
    there are fundamental philosophical problems
    around informal logic, which philosophy of
    logic should pay attention to. This article is
    contrary to the idea that this discipline is only
    a “deductive formal logic applied to ordinary
    language, with didactic aims”. On the contrary,
    it is shown that informal logic’s subject matter
    is different from formal logic’s, because the
    former does not study inferences or reasoning
    but arguments, in short, their semantics,
    pragmatics, rhetorical and dialogue aspects.
    Finally, it explains that the main philosophical
    problem of informal logic, namely, if arguments
    could be formalized, is still open and there
    are two extreme positions about this problem:
    formalism and informalism.
    Key words: informal logic, philosophy
    of logic, arguments, formalization, theory
    of argumentation, ordinary language,
    deductivism, teaching of logic, informalism,
    formalism.
    Introducción: ¿lógica “informal”?

    En su enciclopédico libro El arte de argumentar, el filósofo
    mexicano Pedro Reygadas afirma: “La lógica informal y el
    pensamiento crítico merecían un tratamiento extenso, sin
    embargo, contamos ya con textos diversos en español acerca
    de estas corrientes de pensamiento que empiezan a impactar a
    diversos filósofos en México” (Reygadas, 2005: 114). Antes ha-
    bía dicho que: “la exposición histórica” de su libro “excluye las
    menciones extensas al pensamiento crítico, la lógica informal
    y diversos acercamientos lógicos que han sido más difundidos
    por los académicos mexicanos” (Reygadas, 2005: 21).
    Lo anterior parecería implicar que es innecesario inves-
    tigar, reflexionar y discutir sobre la lógica informal puesto
    que en México contamos con muchos y muy variados textos
    al respecto.
    C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6-2, j u l i o – o c t u b r e 2 0 0 9 . U n i v e r s i d a d A u t ó n o m a d e l E s t a d o d e M é x i c o , T o l u c a , M é x i c o . P p . 1 2 5 – 1 3 6 .

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    CIENCIAS HUMANAS Y DE LA CONDUCTA
    El problema es que aunque se podría inferir que Reygadas
    se refiere a lo que han trabajado los miembros del Taller de
    Didáctica de Lógica (TDL) y la Academia Mexicana de la
    Lógica (AML), en la bibliografía no cita nada de ellos (me
    refiero, principalmente, a Raymundo Morado, Ariel Cam-
    pirán, Alejandro Herrera y Pedro Ramos).
    De hecho, a pesar de haber investigado desde hace
    tiempo al respecto, hasta el momento he encontrado
    muy poco publicado en nuestro país sobre la lógica
    informal en general y menos aún sobre sus problemas
    filosóficos.1
    Sin embargo, en contra de toda posible confusión, quiero
    aclarar desde el principio que el objetivo de este artículo
    no es polemizar sobre lo que se ha hecho en México o lo
    que se ha dejado de hacer, sino invitar a hacer cosas nuevas
    o bajo un enfoque nuevo. En concreto, se intenta mostrar
    que se debe investigar, reflexionar y discutir sobre la lógica
    informal considerada como un campo filosófico abierto y
    en pleno desarrollo.
    De manera aun más precisa, se pretende mostrar que:
    a) existen problemas filosóficos en torno a la lógica
    informal, b) esta lógica no se reduce a una aplicación
    práctica o al lenguaje ordinario, con fines puramente
    didácticos, de la lógica formal deductiva, c) sino que
    tiene un objeto de estudio (los argumentos) diferente al
    de la lógica formal, d) uno de sus principales problemas
    filosóficos (la formalización de los argumentos) sigue
    abierto y, por consiguiente, e) la filosofía de la lógica
    debería ocuparse de él.

    Lo anterior lo sostengo después de haber revisado lo publicado en los cuatro nú-
    meros de La razón comunicada; lo presentado en los veintitrés ciclos de confe-
    rencias realizados desde 1996 (http://www.filosoficas.unam.mx/~Tdl/calendarios.
    htm) y otros textos publicados por los miembros del TDL y la AML. A finales de
    los años noventa, algunos profesores del CCH se reunieron en un seminario y
    produjeron una serie de materiales agrupados bajo el título de Lógica informal y
    argumentación. Pero, hasta donde conozco, sólo se han publicado, en Argentina,
    dos libros en español sobre lógica informal: me refiero al de Comesaña (2001) y el
    de Blarduni y Caracoche (s/f).
    No defiendo la idea de que la lógica informal es solamente una disciplina filosófica o
    puramente filosófica (para mí es claro que para dar cuenta de su objeto de estudio,
    a saber, los argumentos, se requiere un enfoque interdisciplinario, es decir, se debe
    recurrir no sólo a las disciplinas filosóficas, sino igualmente, a las no filosóficas),
    aunque sí apoyo la tesis que en la lógica formal hay problemas fundamentales de
    los que debe hacerse cargo la filosofía de la lógica.
    1. Filosofía y lógica

    La filosofía de la lógica es una parte de la filosofía que se ocupa
    de reflexionar críticamente sobre los problemas de la lógica. En
    concreto, sobre sus problemas metodológicos, epistemológicos,
    ontológicos, axiológicos, didácticos, etcétera. Frente a los cua-
    les, como sucede en otras disciplinas filosóficas, son posibles
    y, de hecho, existen diferentes propuestas de solución.
    Mi tesis es que, existen problemas teóricos y filosóficos
    dentro de y en torno a la lógica informal, la filosofía de la
    lógica debería ocuparse de ellos. En concreto, puede y debe
    existir una filosofía de la lógica informal y no sólo una
    didáctica de ella (esto, sin menospreciar a la filosofía de la
    educación).2
    Lo anterior se opone a algunas ideas muy difundidas no sólo
    sobre la lógica informal, sino sobre la lógica en general.
    Apoyándose en Susan Haack (1978), hay que aclarar que la
    filosofía de la lógica no se reduce al estudio de los problemas
    de los lenguajes o sistemas formales, es decir, los relacionados
    con su axiomatización (por ejemplo, la derivación de sus
    teoremas a partir de ciertos axiomas, la completud de éstos,
    su consistencia, etc.). Y, por eso, la filosofía de la lógica no
    equivale a la metalógica y, mucho menos, a la metamatemá-
    tica, pues, por principio de cuentas, la lógica no se reduce
    a la lógica formal deductiva.
    Para evitar confusiones, algunos autores, por ejemplo,
    Lou Goble (2007), distinguen entre la filosofía de la lógica
    y la lógica filosófica (philosophical logic) e identifican a la
    segunda con la reflexión sobre los problemas específicos de
    la lógica formal deductiva, aunque no sólo los de la lógica
    clásica (bivalente, con conectivas veritativo-funcionales), sino
    también los de las llamadas “lógicas no clásicas” (polivalente,
    modal, deóntica, temporal, etcétera).
    Incluso, se podría hablar de una “filosofía lógica” la cual
    considera que la filosofía se identifica con el análisis lógico
    del lenguaje, que los problemas de esa disciplina son esen-
    cialmente lógicos y sólo pueden ser resueltos haciendo uso
    de las herramientas de la lógica formal deductiva. Ejemplos
    de la perspectiva filosófica descrita serían el atomismo, el
    empirismo y el positivismo lógicos.
    Como se sabe, la “filosofía lógica” ha estado estrechamente
    relacionada con dos posturas sobre los “fundamentos” de
    las matemáticas, a saber, el logicismo y el formalismo, las
    cuales no son para nada las únicas posibles sobre esa ciencia,
    pues además de ellas contamos con el intuicionismo y el
    constructivismo. En efecto, aunque las matemáticas suelen
    ser consideradas una “ciencia exacta”, disponemos de di-
    ferentes filosofías sobre ellas, es decir, distintas respuestas
    filosóficas ante sus problemas.
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    HARADA OLIVARES, E.
    ARGUMENTOS,
    FORMALIZACIóN Y LóGICA INFORMAL

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    CIENCIAS HUMANAS
    Y DE LA
    CONDUCTA
    Para algunos formalistas y deductivistas, una filosofía de la
    lógica que no sea formal o no se encuentre expresada en un
    lenguaje formal, es decir, que no sea metalógica, constituye
    una especulación inútil, metafísica o, peor aún, una pura
    palabrería hueca. Según ellos, un ejemplo paradigmático
    de la filosofía de la lógica ?concebida como metalógica?
    sería el trabajo de Kurt Gödel (“el más grande lógico desde
    Aristóteles”), en concreto, debido a dos teoremas de la in-
    completud (Harada, 2006). Pero al decir eso se olvida o no
    se sabe que en el terreno de la filosofía de las matemáticas, él
    era un realista conceptual o platónico, es decir, el admirado
    filósofo alemán pensaba que las entidades matemáticas exis-
    tían independientemente de nosotros, por lo cual no eran
    inventadas, sino que tenían que ser descubiertas, lo cual,
    obviamente, es una postura ontológica muy cuestionable,
    como, de hecho, son todas las posiciones filosóficas en éste
    y otros terrenos (Harada, 2005).3

    2. El deductivismo didactista

    Uno de los prejuicios que imperan en México sobre la lógica
    informal es que es igual al pensamiento crítico, ya que al estu-
    diar lógica formal deductiva se aprende a razonar de manera
    válida y, supuestamente, en esto último consistiría pensar de
    manera crítica. Sin embargo, aunque es claro que para pensar
    críticamente es necesario inferir y razonar, lo segundo no es
    condición suficiente para lo primero y mucho menos lo es
    inferir y razonar de forma deductiva o “válida”.
    Sin embargo, el principal prejuicio sobre la lógica informal
    es que ya se sabe qué es (esto es, “lógica formal aplicada al
    lenguaje ordinario”), así que en lugar de teorizar o especular
    inútilmente sobre un asunto que ya estaría resuelto, mejor
    sería dedicarse a elaborar estrategias o materiales didácticos
    para mejorar la enseñanza de la lógica formal (la única y
    verdadera lógica).
    En efecto, se habla de “lógica informal” (“La lógica infor-
    mal es…”, “La lógica informal no es…”) como si sólo hubiera
    una clase de ella. Sin embargo, la realidad es que, como han
    mostrado Ralph Johnson y Anthony Blair (1980 y 1994) así
    como Leo Groarke (2007), no existe un acuerdo entre los
    especialistas en la materia al respecto a la metodología o
    manera de proceder de esta disciplina.
    Después veremos que esa disparidad de métodos al interior
    de la lógica informal tiene su origen en la complejidad de
    su objeto de estudio, el cual no se reduce a las inferencias
    y los razonamientos, sino que incluye a los argumentos (y
    quizá a la argumentación misma).
    El punto es que existen diferentes posturas sobre y dentro
    de la lógica informal.

    C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6- 2, julio- octubre 2 0 0 9.
    De manera general, se puede decir que al menos existen
    seis enfoques distintos: a) sustraccionista, b) deductivista
    didactista, c) teoría de las falacias, d) epistemología aplicada
    e) retórico y f) dialéctico.
    En otro trabajo (Harada, 2007b), también distinguí entre
    dos concepciones de la lógica informal: la débil y la fuerte:
    digamos, la “débil” plantea que la lógica informal sólo es
    “lógica formal aplicada al lenguaje ordinario”; en cambio,
    la “fuerte” que ambas lógicas son radicalmente diferentes,
    aunque quizá puedan ser complementarias. En concreto, los
    primeros tres enfoques mencionados en el párrafo anterior
    corresponden a la concepción débil y los últimos tres a la
    fuerte. Pero en esta sección me centraré únicamente en las
    concepciones más extendidas en México, a saber, la primera
    y la segunda.4
    Pero antes de pasar a ello debo decir que según la “teoría
    de las falacias” la lógica informal se ocupa del estudio de las
    falacias informales, esto es, de los razonamientos inválidos que
    parecen válidos por razones extra-lógicas (esto es, pragmáticas,
    retóricas, dialécticas y contextuales) y que, además, no pue-
    den ser formalizados. Por su parte, la epistemología aplicada
    sostiene que el principal problema de la lógica informal es
    la justificación de las creencias, lo cual queda claro en los

    Obviamente, un problema fundamental de y para la lógica informal es su propia de-
    finición o caracterización, pues algunas preguntas que constantemente se plantea
    a sí misma y se le dirigen son, precisamente, ¿qué es la lógica informal?, ¿a qué se
    refiere el término “informal”?, ¿en qué sentido puede haber una lógica que no sea
    formal?, ¿qué diferencia existe entre ella y la lógica formal?, ¿qué relación existe
    entre ambas disciplinas: de complementariedad o de oposición?
    Para algunos, lo anterior es un síntoma o una prueba que, en el fondo, la lógica
    informal no existe ni tiene razón alguna para existir, pues ni siquiera es capaz de
    definirse a sí misma de manera clara y precisa, y si no puede hacer eso, ¿cómo
    podría ofrecer definiciones de algo más? (¡qué falta de formalidad!). Pero esa situa-
    ción no es necesariamente un defecto ni mucho menos privativa de ella. De hecho,
    los problemas que presenta la definición de la lógica informal están estrechamente
    relacionados con la “indefinición” de la propia lógica formal.
    En efecto, aunque para muchos es una obviedad decir que “la lógica (toda la lógica)
    estudia (únicamente) la ‘forma lógica’ de las inferencias o los razonamientos” y a
    pesar que también existe cierto acuerdo en definir la “forma lógica” en términos
    de las constantes lógicas (conectivas, cuantificadores, etc.), sin embargo, no existe
    un consenso respecto a la naturaleza de éstas. Véase MacFarlane (2000 y 2007),
    Orayen (1989, Capítulo IV) y Gómez Torrente (2002).
    Blair (2006) ha mostrado que incluso en las universidades más importantes de EU
    y Canadá predominan ideas equivocadas (deductivistas) sobre la lógica informal y
    el pensamiento crítico.

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    CIENCIAS HUMANAS Y DE LA CONDUCTA
    criterios que propone para evaluar los razonamientos (acep-
    tabilidad, suficiencia y relevancia) en lugar de la validez (en
    la sección 5 presentaré una concepción de la lógica informal
    semejante a los enfoques retórico y dialéctico).
    El deductivismo didactista plantea que la lógica informal
    no posee problemas filosóficos propios o que sus problemas
    son los mismos que los de la lógica formal deductiva. En
    concreto, la principal y casi la única dificultad que enfrenta
    es cómo enseñar lógica de tal modo que les resulte intere-
    sante, útil y hasta divertida a los estudiantes.
    Y lo anterior se puede conseguir mostrando que la lógica
    formal deductiva puede ser utilizada para identificar, anali-
    zar, evaluar y crear razonamientos expresados en el lenguaje
    cotidiano, es decir, poniendo mucha atención al problema
    de la traducción o paráfrasis del lenguaje natural al formal
    y viceversa (es decir, no sólo la simbolización, sino, sobre
    todo, la formalización).5
    Según lo anterior, la lógica informal estaría al servicio de
    la lógica formal deductiva: únicamente sería una etapa preli-
    minar, aquélla en la cual las inferencias y los razonamientos
    son identificados y “puestos en limpio” (se les purifica de
    todo lo “extra-lógico”), pero una vez conseguido esto se le
    podría dejar completamente de lado.
    Reitero, según la postura descrita, la lógica informal tan sólo
    constituiría un enfoque didáctico de los problemas y métodos
    ya conocidos en la lógica formal deductiva. Así que cualquiera
    de sus temas y técnicas, por ejemplo, los silogismos categóricos,
    las tablas de verdad o la deducción natural, podrían ser impar-
    tidos a través de este “enfoque” informal (más didáctico).
    De acuerdo con el deductivismo didactista los “proble-
    mas” de la lógica informal, en realidad, serían simples
    seudo-problemas, es decir, meros acertijos o rompecabezas
    (en términos de Kuhn) que ya habrían sido resueltos por la
    lógica formal deductiva o que serán solucionados, tarde o
    temprano, por ella.

    Además, los objetivos del deductivismo didactista se conseguirían explicando los
    temas de la lógica formal deductiva de una forma sencilla y amena y con mucha
    paciencia, haciendo que los estudiantes realicen muchos ejercicios y participen
    continuamente en clase, poniendo ejemplos que puedan resultarles significativos
    y solicitándoles que ellos mismos los elaboren sobre cuestiones de su interés. Es
    decir, a través de una especie de conductismo participativo con el cual algunos
    confunden al constructivismo.
    A riesgo de exagerar, habría que decir que la situación actual del movimiento de
    lógica informal en México no es ni siquiera la de un periodo de “ciencia normal”
    sino, en términos de lakatosianos, de un programa de investigación regresivo, es
    decir, en el cual no descubre ni crea nada nuevo, sino casi sólo se repite lo que ya
    dijeron los “maestros fundadores”.
    Lo anterior conduce fácilmente a una concepción de la
    lógica informal “por sustracción”, es decir, una que sos-
    tendría que ella es lo que queda después de restar la lógica
    formal deductiva (y quizá también la inductiva) o que sólo
    se ocupa de lo que no trata o hasta el momento no puede
    tratar este último tipo de lógica, como si la primera sólo
    fuera un residuo provisional y accidental de la segunda.
    Pero, sobre todo, conduce a la conclusión de que no es
    necesario investigar, reflexionar y discutir de manera espe-
    cial sobre la lógica informal, ya que si tan sólo es “lógica
    formal deductiva aplicada al lenguaje ordinario con fines
    didácticos”, sus fundamentos teóricos y filosóficos serían
    idénticos a los de este último tipo de lógica.6
    Sin embargo, deberíamos preguntarnos, ¿es cierto que
    todos los problemas de la lógica informal se reducen a
    problemas didácticos? ¿El enfoque de la lógica informal
    se originó solamente por razones de enseñanza o por algo
    más? ¿Si éste es el caso, qué otras motivaciones hay detrás
    de ella? (Sánchez–Rivera, 1999).

    3. Razones teóricas y filosóficas para una lógica informal

    En esta sección trataré de mostrar que aunque es verdad que
    una de las motivaciones de la aparición de libros de texto
    sobre lógica informal en EUA y Canadá fueron pedagógicas,
    sin embargo, éstas no fueron, para nada, las únicas razones
    que provocaron la emergencia de la lógica informal en tanto
    que disciplina filosófica autónoma: otras tienen que ver con
    el reconocimiento de los límites de la lógica formal frente
    al lenguaje ordinario y, especialmente, en lo tocante a la
    argumentación.

    3.1. Razones pedagógicas
    Existe cierto acuerdo entre la mayor parte de quienes se han
    acercado a la lógica informal y afirman que en cuanto a su
    motivación y finalidad, es educativa.
    Según esto, la lógica informal surgió en EUA y Canadá durante
    los años setenta y ochenta debido a la insatisfacción que sen-
    tían algunos profesores por los resultados que se obtenían por
    medio de los cursos y libros de lógica simbólica o matemática,
    ensimismados con los lenguajes y sistemas formales: falta de
    interés de los estudiantes por la materia debido a su escasa
    utilidad práctica para enfrentar los problemas cotidianos y
    tomar decisiones sobre ellos (Herrera, 1999). Por ello, se buscó
    un tipo de lógica que permitiera manejar el lenguaje “natural” u
    ordinario: la lógica informal, precisamente (Grennan , 1997).
    Lo anterior sin duda es cierto, pero el problema es si ésta es toda
    la verdad, es decir, si como sostiene el deductivismo didactista, la
    única razón para que haya una lógica informal es la descrita.
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    3.2. Razones sociales y políticas
    Como podemos ver en la lectura del libro de Howard Kahane
    Logic and Contemporary Rhetoric. The Use of Reason in
    Everyday Life, considerado “el primer libro de texto” sobre
    lógica informal (Johnson, 2006), las motivaciones y el sur-
    gimiento de esta disciplina no sólo fueron pedagógicas o
    didácticas, sino también y sobre todo, sociales y políticas.
    En el “Prefacio” a la primera edición (1970), Kahane señala
    que su libro fue escrito en un contexto político y social en el
    que los estudiantes universitarios estaban tomando posturas
    radicales, las cuales se expresaron por medio de protestas en
    las que exigían, entre otras cosas, que sus cursos satisficieran
    sus necesidades como ciudadanos y su libro fue una respuesta
    a dicha exigencia.
    La importancia que gozó la teoría de las falacias dentro
    de la lógica informal en los años setenta (tanta que algunos
    llegaron a identificarlas entre sí) puede ser explicada, justa-
    mente como resultado de la búsqueda de una herramienta
    lógica que permitiera enfrentar los embates de la publicidad
    comercial y la propaganda política que se trasmitía a través
    de los medios de comunicación masiva.7

    3.3. Razones filosóficas (I): la filosofía del lenguaje
    ordinario
    Pero, además de las motivaciones pedagógicas y sociales que
    se dieron en los EUA y Canadá, las cuales provocaron el surgi-
    miento de nuevos libros de texto (que con el tiempo fueron
    reconocidos como representativos de la lógica informal),8
    algunos autores, sobre todo Ralph Johnson (2006), plantean
    que en la Gran Bretaña el origen de esta disciplina se en-
    cuentra en la filosofía del lenguaje ordinario, en concreto,
    la de Oxford. Por supuesto, me refiero la de Gilbert Ryle,
    John Austin, P. H. Grice y Peter Strawson.9
    La “filosofía del lenguaje ordinario” fue una reacción que
    se dio dentro de la tradición anglosajona durante los años
    cuarenta y cincuenta, en contra de la concepción (logicista
    y formalista) que el atomismo, positivismo y empirismo
    lógicos (es decir, lo que antes denominé “filosofía lógica”)
    tenían del lenguaje, la ciencia y la filosofía.
    Por ejemplo, en el último capítulo del libro Dilemas (pri-
    mera edición de 1954) de Ryle encontramos una explicación
    y una crítica de la incapacidad de la lógica formal para dar
    cuenta de los razonamientos empleados en la vida cotidiana:
    hay y siempre habrá –nos dice Ryle– una distancia insalvable
    entre las expresiones lógicas del lenguaje ordinario y los
    términos tópico-neutrales (o las constantes lógicas) de la
    lógica formal (Ryle, 1987: 134), pues esta última únicamente
    investiga la lógica de conceptos reducidos y deformados,
    que ya no engendran perplejidades ni paradojas (p. 137).

    C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6- 2, julio- octubre 2 0 0 9.
    En cambio, la sinopsis conceptual o la “lógica informal”,
    que equivale al proceder de la filosofía, es la investigación
    de la lógica de los conceptos tópicos o con contenido sobre
    problemas vivos (p. 141).
    Igualmente, en Introduction to Logical Theory (1952), Peter
    Strawson afirma que “junto con el estudio de la lógica formal,
    y superponiéndose a él, tenemos otro estudio: el estudio de
    las características lógicas del lenguaje ordinario. El segundo
    estudio puede iluminar al primero, y puede ser iluminado y
    oscurecido por él” (Strawson, 1952: 231). Esto último porque
    el lenguaje ordinario no posee una lógica rígida y sistemática
    que equivalga a la de los sistemas formales: las reglas del pri-
    mero son fluidas, poco exactas e imprecisas.10
    Es decir, aunque Ryle empleó el término ‘lógica informal’ de
    manera diferente a como lo usamos actualmente y Strawson
    ni siquiera lo utilizó, no obstante, en sus libros encontramos
    argumentos que justifican la existencia de esa disciplina.

    3.4. Razones filosóficas (II): la teoría de la
    argumentación
    Esta motivación de la lógica informal se dio desde los años cin-
    cuenta y no tuvo su origen en preocupaciones didácticas, pero
    también se opuso a lo que antes denominé ‘filosofía lógica’.
    En 1958 Chaïm Perelman y Luce Olbrechts-Tyteca publi-
    caron el Traité de l'argumentation. La nouvelle rhétorique,
    con el que buscaron renovar las tradiciones aristotélicas
    retórica y dialéctica. En concreto, intentaron mostrar las
    diferencias entre a) la demostración o las pruebas ana-
    líticas (esto es, el objeto de estudio de la lógica formal
    deductiva) y b) la argumentación o las pruebas dialécticas
    que siempre se encuentran en función del auditorio, ya

    De igual manera Johnson y Blair cuentan: “cuando escribimos la primera edición
    de Logical Self-Defense en 1977, la diseñamos para un curso de ocho meses que
    tuviera el objetivo de capacitar a estudiantes para interpretar y valorar exitosa-
    mente las interpelaciones a sus creencias sobre cómo comportarse en tanto que
    ciudadanos en una sociedad democrática capitalista e industrializada” (Johnson y
    Blair, 2006: xi).
    Una característica distintiva de los libros de texto sobre lógica informal es la utili-
    zación de ejemplos reales, por ejemplo, tomados de los medios de comunicación
    masiva, en lugar de los ejemplos artificiales o inventados por el autor.
    En este trabajo se está tratando de poner en cuestión algunos estereotipos filosófi-
    cos y, por ello, también habría que decir que algunos de los autores mencionados
    rechazarían ser catalogados como “filósofos del lenguaje ordinario” e, incluso,
    pondrían en cuestión la existencia de ese tipo de lenguaje.
    Desde luego, también podrían encontrarse razones para una lógica informal en los
    escritos del “segundo Wittgenstein”.

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    CIENCIAS HUMANAS Y DE LA CONDUCTA
    que con ellas se pretende persuadirlo o convencerlo res-
    pecto a asuntos sobre los cuales sólo se puede aspirar a
    lo verosímil, plausible o probable.
    Perelman elaboró su tesis de doctorado sobre Frege y
    publicó algunos artículos sobre las paradojas de Russell:
    “Les paradojes de la Logique” (1936) y “L’équivalence. La
    définition et la solution des paradoxes de Russell” (1947)
    intentó hacer, en el ámbito de la argumentación o las pruebas
    dialécticas, lo mismo que consiguió Frege en el campo de la
    demostración matemática: dar cuenta de la manera en que
    efectivamente se generaban cierta clase de pruebas (Perelman
    y Olbrechts-Tyteca, 1989: 42). Además, formó parte de un
    grupo de pensadores y científicos, reunidos alrededor de la
    revista Dialéctica, que también constituyó una reacción en
    contra de la filosofía del positivismo lógico (Dobrosielski,
    1959). En general, siempre estuvo en contra de los abso-
    lutismos (tanto los racionalistas como los irracionalistas)
    (Maneli, 1994).
    Por su parte, Stephen Toulmin en Los usos de la argu-
    mentación (también publicado en 1958), puso en cuestión
    la capacidad de la lógica formal (tanto la aristotélica
    como la simbólica o matemática) para analizar y evaluar
    adecuadamente los argumentos reales y sustanciales que
    se emplean en la ciencia, la moral, el arte, el derecho y
    los negocios.
    El modelo argumentativo creado por Toulmin (pre-
    tensión-datos-garantía-respaldo-reserva-modalizador) no
    tuvo mucho eco entre los lógicos informales, pero sí su
    espíritu: ser sensible al contexto y esperar diferentes crite-
    rios al interior de distintos campos argumentativos. De él
    también procede el uso de ejemplos reales (por ejemplo,
    tomados de los medios de comunicación masiva), típico
    de la lógica informal.
    Aunque Toulmin reconoció su deuda con Ryle, no sólo
    criticó la filosofía de la lógica (positivista y logicista) de
    Carnap, sino también la del propio Strawson.11
    En 1978, junto con Rieke y Janik, Toulmin publicó An
    Introduction to Reasoning, que fue escrito con un ojo
    puesto en los cursos y libros sobre razonamiento prác-
    tico y argumentación de los años setenta y que intentó
    proporcionar una introducción a las ideas de racionali-
    dad y crítica sin necesidad de algún formalismo lógico
    particular, pues en dicho campo no existen soluciones
    “correctas” o “incorrectas”, como las hay en el álgebra
    (Toulmin et al., 1978: VI).

    11. Además, al aplicar la filosofía wittgensteiniana al estudio de la ciencia, Toulmin fue
    uno de los iniciadores de la filosofía pospositivista (Toulmin, 1964 y 1977).
    Si bien las teorías de la argumentación de Perelman y
    Toulmin tuvieron escasa influencia en los autores norte-
    americanos y canadienses de libros de texto sobre lógica
    informal de los años setenta (en general, tuvieron poco
    impacto dentro de la filosofía anglosajona) y sólo comen-
    zaron a ser estudiadas y citadas en los años ochenta para
    apoyarse en el prestigio que gozaban sus autores dentro de
    la comunidad filosófica internacional, de todas maneras en
    ellas encontramos una crítica a la lógica formal deductiva y
    un apoyo para la lógica informal.

    3.4. Razones filosóficas (III): el pragmatismo
    Un antecedente un poco más lejano y menos conocido de
    la lógica informal se encuentra en el pragmatismo, tanto el
    norteamericano como el británico. En efecto, en algunos
    libros de John Dewey (Essays in Experimental Logic, 1916
    y Logic: The Theory of Inquiry, 1938) así como de F.C.S
    Schiller (Formal Logic. A Scientific and Social Problem, 1912
    y Logic for Use: An Introduction to the Voluntarist Theory
    of Knowledge, 1929) encontramos un cuestionamiento de
    la lógica formal, incluso de la apenas naciente lógica mo-
    derna, simbólica o matemática, sobre todo, por su carácter
    abstracto, alejamiento del lenguaje ordinario y escasa utilidad
    para ayudar a solucionar problemas prácticos (de hecho,
    algunos escritos de Dewey, específicamente, el libro Cómo
    pensamos, también son considerados entre los antecedentes
    del movimiento de pensamiento crítico).

    3.5. Razones filosóficas (IV): Aristóteles
    Si a un esencialista se le ocurriera afirmar que lo anterior
    (pragmático, retórico, dialéctico, etc.) “no es lógica” o “no
    tiene nada que ver” con ella, se le podría responder que
    los orígenes de la lógica informal también se encuentran
    en los inicios de la lógica misma, es decir, en algunos de
    los escritos de Aristóteles (2000) agrupados bajo el título
    de Organon, por ejemplo, los Tópicos o las Refutaciones
    sofísticas, en los que aparecen desarrollos que van más allá
    de lo formal-deductivo y que alcanzan a la argumentación.
    Aunque, frente a lo que plantearía una “filosofía de lo
    mismo”, para la cual toda la historia de la lógica no sería
    sino “unas cuantas notas a pie de página de los escritos
    aristotélicos”, habría que afirmar que en la lógica informal
    hay elementos que no están ni podrían estar presentes en
    la lógica del Estagirita.
    Creo que todo lo expuesto apoya la tesis que las motiva-
    ciones y finalidades de la lógica informal no son puramente
    didácticas, por lo que esta disciplina no es o no se reduce a
    una “lógica formal deductiva aplicada al lenguaje ordinario”,
    como plantea el deductivismo didactista.
    130
    HARADA OLIVARES, E.
    ARGUMENTOS,
    FORMALIZACIóN Y LóGICA INFORMAL

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    CIENCIAS HUMANAS
    Y DE LA
    CONDUCTA
    4. Los argumentos, el objeto de estudio de la
    lógica informal

    En esta sección trataré de mostrar que el objeto de estudio de
    la lógica informal es distinto al de la lógica formal: argumen-
    tos en el caso de la primera e inferencias y razonamientos en
    el caso de la segunda, lo cual justifica la autonomía teórica
    de la primera respecto de la segunda.
    Comúnmente se dice que la lógica se ocupa (indistinta-
    mente) de las “inferencias”, los “razonamientos” o “argu-
    mentos” pues, supuestamente, estos tres términos se refieren
    exactamente a lo mismo.
    En efecto, en español, como en otros idiomas, términos
    como “inferencia” e “inferir”, así como “razonamiento” y
    “razonar” pueden ser empleados en algunos contextos como
    sinónimos de “argumento” y “argumentar”.
    Y no sólo sucede eso en el lenguaje ordinario, poco rigu-
    roso, sino también en algunos libros de texto sobre lógica
    formal, simbólica o matemática.
    Por ejemplo, en Introducción a la lógica, Irving Copi afir-
    ma que la lógica es “el estudio de los métodos y principios
    usados al distinguir entre los argumentos correctos (buenos)
    y los argumentos incorrectos (malos)” (Copi, 1972 y 1982).
    Y aunque las últimas ediciones de ese libro (publicado por
    primera vez en 1953) incluyen ejemplos tomados de textos
    reales –como es característico de los libros de lógica infor-
    mal–, en él sólo se estudian inferencias o razonamientos,
    ya sea deductivos o inductivos, es decir, las relaciones de
    consecuencia entre portadores de verdad (proposiciones,
    enunciados, oraciones, etc.) que cumplen la función de
    premisas o conclusión.
    Copi ofrece el siguiente ejemplo de “argumento” para
    construir una demostración formal de validez: “Todos los
    profesores son instruidos. Todos los profesores instruidos
    son sabios. Luego todos los profesores son sabios instruidos”
    (Copi, 1982: 102). Ahora bien, es claro que no se trata de un
    ‘argumento’ en el sentido en que estoy empleando este término
    y en el que, me parece, se le utiliza en el lenguaje cotidiano,
    pero también en el técnico, como el de la filosofía, pues no
    se dirige, para nada, a una cuestión controversial sobre la cual
    haya que persuadir, convencer o llegar a un acuerdo con otras
    personas, sino que al contrario, su conclusión lo único que
    hace es poner de manifiesto lo que ya se encuentra contenido
    en las premisas, por lo cual, la relación entre ésta y aquellas es
    necesaria, pero, por eso mismo, también trivial.
    Además, en muchos textos de lógica formal, tanto tradicio-
    nales como modernos (Gutiérrez–Sáenz, 2007), a los términos
    “raciocinio” o “razonar” se les utiliza para referirse a un proceso
    mental o psicológico (empírico y extra-lógico). Mientras que “ra-

    C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6- 2, julio- octubre 2 0 0 9.
    zonamiento” se usa para hablar del producto de ese proceso (“lo
    único que le interesa a la lógica”). Por su parte, “argumento” se
    le emplea para designar a la expresión lingüística (convencional,
    contingente y también extra-lógica) de los razonamientos.
    Lo anterior muestra que la lógica formal se desinteresa del
    contenido de los razonamientos y del contexto en el que surgen,
    así como de lo psicológico, lingüístico, pragmático, retórico y
    dialógico, es decir, deja de lado lo que constituye la razón de ser
    de la lógica informal. Sin embargo, por miedo al psicologismo,
    sociologismo, etc., la lógica formal cae en el deductivismo.
    En efecto, este último se caracteriza por plantear que todos
    los argumentos, inferencias y razonamientos son deductivos
    o tienen que ser evaluados por medio de criterios deductivos
    (lo cual conduce a que la mayoría de los razonamientos y
    argumentos cotidianos terminen por ser considerados “invá-
    lidos”). Es decir, para el chauvinismo deductivista todos los
    razonamientos son, o bien válidos, o bien inválidos debido
    a su “forma lógica”, es decir, a sus constantes (conectivas,
    cuantificadores, etc.). Además, sostiene que las inferencias,
    los razonamientos y los argumentos son lo mismo, es decir,
    que inferir, razonar y argumentar constituyen básicamente las
    mismas operaciones.
    Sin embargo, aunque es verdad que un argumento debe in-
    cluir inferencias o razonamientos (en esto radica, justamente,
    la diferencia entre el discurso argumentativo y el meramente
    informativo, descriptivo o narrativo), es falso que se reduzca a
    ellos, pues para cumplir sus objetivos (no sólo justificar o pro-
    bar, sino, también, persuadir, convencer, llegar a acuerdos o re-
    solver diferencias de opinión) tiene que recurrir a muchos otros
    elementos semánticos, pragmáticos, retóricos y dialógicos.
    Precisamente, la finalidad de la lógica informal es dar cuenta
    de la manera en que los seres humanos emplean argumentos
    para modificar sus propias creencias, actitudes y comporta-
    miento, así como las de los demás (Walton , 1990).
    Cabe aclarar que a pesar de su nombre, la lógica informal
    no se opone a la lógica formal en general, sino únicamente
    a cierto uso reduccionista y absolutista de ésta (es decir, el
    deductivismo ya citado), puesto que la primera sí trata de
    encontrar las reglas que rigen a los argumentos y que per-
    miten identificarlos, analizarlos y evaluarlos. Sin embargo,
    se trata de reglas que no han podido y quizá no puedan ser
    formalizadas, en el sentido de ser organizadas en un sistema
    cuya sintaxis esté formulada de manera explícita y precisa y
    cuyas reglas de formación y transformación sean algorítmicas
    (en la siguiente sección ahondaré sobre este punto).
    Y para dar cuenta de su objeto de estudio la lógica informal
    tienen que llevar a cabo varios procesos, pero los principales
    son la pragmatización y la dialectización (Walton, 1998; van
    Eemeren y Houtlosser, 2002).

    Monografias.com

    13.
    CIENCIAS HUMANAS Y DE LA CONDUCTA
    Así, a diferencia de la lógica formal, a la informal no sólo
    le interesa a) lo sintáctico o las reglas que rigen las relaciones
    abstractas entre símbolos (como un formalista concebiría
    a la lógica) ni siquiera b) lo semántico o la relación de los
    símbolos con aquello a lo que se refieren (significado), sino
    ante todo, c) lo pragmático, es decir, las relaciones entre los
    símbolos y sus usuarios y, sobre todo, las que establecen
    éstos entre sí. Es decir, la finalidad de la argumentación no
    es simplemente establecer relaciones entre portadores de
    verdad (considerados en abstracto), sino, más bien, entre
    personas que pretenden resolver problemas y tomar deci-
    siones sobre ellos.
    La lógica informal tampoco concibe a los argumentos de
    manera monológica, como si se redujeran al producto de
    la actividad de un sujeto solitario tratando de apoyar unas
    proposiciones por medio de otras, sino de modo dialógico
    o dialéctico, como la tarea, sujeta a reglas, de justificar algo
    frente a otro u otros sujetos, algo que no es aceptado, puesto
    en duda y hasta rechazado (Walton, 2007).
    Y para conseguir persuadir, convencer y llegar a acuerdos, por
    ejemplo, a través de un artículo periodístico de opinión, un
    debate parlamentario o una discusión académica, se necesita to-
    mar en cuenta las creencias y actitudes del interlocutor (pathos),
    la propia credibilidad del argumentador (ethos), el contexto y
    las circunstancias en las que se argumenta, es decir, como ya se
    dijo, toda clase de aspectos pragmáticos, retóricos, dialécticos
    y hasta sociales de lo que se ocupa la lógica informal.
    En conclusión, la lógica informal no es, simplemente,
    “una lógica formal deductiva aplicada al lenguaje ordinario,
    creada con fines puramente didácticos”, sino que es “algo
    más”: la parte de la lógica que estudia los argumentos, claro
    está, bajo el supuesto que las inferencias y los razonamientos
    son distintos de aquéllos (si quisiera ser redundante diría que
    “se ocupa de los aspectos semánticos, pragmáticos, retóricos,
    dialécticos y sociales de los argumentos”).
    Es decir, la principal diferencia entre la lógica formal e
    informal radica en su objeto de estudio: inferencias y razo-
    namientos en el caso de la primera y argumentos en el caso
    de la segunda.12 Por ello, la lógica informal posee problemas
    propios, distintos a los de la lógica formal, algunos de los
    cuales son filosóficos, complejos y permanecen sin resolver.
    Pero la lógica informal también es diferente de otras
    disciplinas filosóficas ya establecidas, como la filosofía del
    lenguaje, pues ninguna de ellas se ocupa específicamente
    de los argumentos, sobre todo, porque, como se señaló al
    principio de esta sección, tradicionalmente se ha pensado
    que la lógica sí los estudia, bajo el supuesto, equivocado, de
    que son iguales a los razonamientos.
    12. Si el objeto de estudio de la lógica informal son los argumentos, entonces, lógica-
    mente, algunos de sus “fundamentos” teóricos y filosóficos podrían encontrarse
    en las teorías de la argumentación (y de la racionalidad) (Harada, 2007).
    De hecho, a partir de los años ochenta algunas de las principales figuras de la
    lógica informal (Blair, Johnson, Walton y Woods, entre otros), no sólo comenza-
    ron a tener contacto con los teóricos de la argumentación, sino que asimilaron
    lo que planteaban éstos, sobre todo, los de la escuela de Ámsterdam, es decir,
    la pragma-dialéctica de van Eemeren y Grootendorst, hasta llegar a constituir un
    paradigma dialéctico dentro de la lógica informal. Es por ello que en van Eemeren
    (1996), libro en el que colaboraron Walton, Woods, Johnson, Blair y Willard, la
    lógica informal sólo es incluida entre una de las disciplinas que integran la teoría
    de la argumentación.
    No obstante, también hay que decir que algunos lógicos informales, como Johnson
    y Walton, no aceptan todo lo que plantea la pragma-dialéctica y han dirigido críticas
    en contra de la manera en que ésta concibe a la argumentación: como algo necesa-
    riamente dirigido a buscar resolver diferencias de opinión, que debe ser estudiado
    teniendo como modelo a la argumentación oral, etc. Por ejemplo, Blair, 2005.
    Textos que abordan el problema de la formalización como si sólo consistiera en
    el asunto de traducir el lenguaje formal u ordinario al lenguaje formal de la lógica,
    bajo el supuesto que ésta siempre es formal, son los de Long, 2001, Lepore, 2002 y
    Rayo, 2004. Una crítica a lo anterior, en concreto, a la idea que el cálculo de predi-
    cados corresponde al lenguaje natural, lo encontramos en H. Ben-Yami, 2004.
    5. ¿Formalización de argumentos?: un problema
    filosófico fundamental

    Uno de los problemas filosóficos fundamentales que se de-
    rivan de la finalidad y objeto de estudio de la lógica formal
    es el siguiente: los argumentos, ¿pueden ser formalizados?, es
    decir, no sólo “simbolizados”, “representados”, parafraseados
    o traducidos fielmente a través de algún lenguaje formal, sino
    ante todo, ¿es posible establecer su vocabulario, así como sus
    reglas de formación y transformación (sintaxis) de manera
    que, por ejemplo, se pueda “decidir”, de modo algorítmico,
    automático o mecánico, si un argumento es “válido” o no?
    Dicho de otra manera, ¿tienen los argumentos una
    “forma lógica”? ¿Cuál podría ser ésta? ¿Hay algo en ellos
    que equivalga a las “constantes lógicas”, las cuales, como
    se sabe, permiten la formalización de los razonamientos e
    inferencias, además de probar su validez?
    O como pregunta Alfredo Deaño en Introducción a la
    lógica formal: “¿Es el razonamiento [= argumento] reducible
    al cálculo? ¿Existe la posibilidad de diseñar un algoritmo de
    formalización, es decir, un método automático de traducción
    del lenguaje natural al lenguaje formal de la lógica?” (Deaño,
    1978: 347).13
    132
    HARADA OLIVARES, E.
    ARGUMENTOS,
    FORMALIZACIóN Y LóGICA INFORMAL

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    14.
    133
    CIENCIAS HUMANAS
    Y DE LA
    CONDUCTA
    Quiero recalcar que la anterior es una pregunta filosófica que
    no se ubica dentro de la lógica informal ni, simplemente, se refiere
    a ella, sino que intenta ir más allá de esta disciplina, para conside-
    rarla en su conjunto y plantearse sus condiciones de posibilidad,
    sus presupuestos y las consecuencias que se siguen de éstos.
    También quiero remarcar que el problema indicado se asemeja,
    pero no es idéntico, a un problema propio de las filosofías de
    la mente. Por ejemplo, si las máquinas pueden llegar a pensar
    como los seres humanos, si el pensamiento humano puede
    reducirse a algún algoritmo que pudiera ser seguido por una
    computadora.14 Sin embargo, el problema que nos ocupa no es
    igual a este último ya que, aunque para argumentar es necesario
    poner en práctica diferentes capacidades mentales, para hacerlo
    exitosamente, como se indicó en la sección precedente, se requie-
    re hacer uso de diversos recursos lingüísticos y de conocimiento
    contextual. De la misma manera, tampoco es idéntico al pro-
    blema, propio de la filosofía del lenguaje, de la traducción del
    lenguaje ordinario al lenguaje formal, pues lo que le preocupa
    a la lógica informal no es tanto el lenguaje en general, sino es-
    pecíficamente, su uso argumentativo y su posible formalización
    en términos del simbolismo de la lógica formal.
    No hay duda que las computadoras pueden ser programadas
    para demostrar teoremas (de una manera más rápida y eficiente
    de lo que cualquier ser humano podría hacer), una vez que se
    les ha cargado con los axiomas y las reglas de formación y trans-
    formación correspondientes, pero ¿serán capaces de persuadir
    y convencer, pero, también, de ser persuadidas y convencidas y
    alcanzar acuerdos motivados racionalmente?, ¿habrá algún modo
    de programar a estas máquinas con las creencias y actitudes de
    los auditorios, los criterios para juzgar la credibilidad de los argu-
    mentadores, el conocimiento de los diferentes contextos y todo
    aquello que los seres humanos tomamos en cuenta, consciente
    o inconscientemente, al argumentar sobre toda clase de asuntos
    controvertibles?, más aun, ¿existirá una vía para que aprendan a
    argumentar por sí mismas de la misma manera en la que todos
    los seres humanos aprendemos a hacerlo desde la infancia?15
    Frente a las posturas conciliadoras, las más comunes en
    nuestro medio, que sostienen que las lógicas formal e in-
    formal se complementan, esto es, que no hay ni tiene por
    qué haber oposición alguna entre ellas, quiero plantear la
    posibilidad de que su convivencia histórica pudiera terminar
    con la victoria aplastante y definitiva de una sobre la otra.
    En efecto, la existencia de la lógica informal dependerá de
    cómo termine por ser resuelto el problema mencionado, pues
    si los argumentos pueden ser formalizados, entonces el único
    servicio de esta disciplina será, como plantea el deductivismo
    didactista, de un simple artilugio didáctico. En cambio, si no
    es posible formalizarlos, ella cobrará gran relevancia práctica
    y filosófica, quizá por encima de la lógica formal.

    C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 6- 2, julio- octubre 2 0 0 9.
    Ahora bien, se puede decir que frente al problema filosó-
    fico de la formalización de los argumentos son posibles dos
    posturas extremas: informalismo y formalismo, esto es, la
    que sostiene que los argumentos no pueden ser formalizados
    y la que afirma que sí pueden serlo. Así, aunque personal
    mente simpatizo con la primera postura, para mostrar
    que la ló

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