Monografias.com > Economía
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Capitalismo, socialismo y comunismo




Enviado por José López



Partes: 1, 2


    Monografias.com

    Capitalismo, socialismo y
    comunismo

    Recuperando el verdadero sentido de las palabras.
    Combatiendo prejuicios.

    Lejos de lo proclamado por los propagandistas del actual
    sistema capitalista, el verdadero socialismo y comunismo no
    tienen casi nada que ver con lo que existió en los
    regímenes de la Europa oriental en el siglo XX. Basta con
    leer a los padres del marxismo para descubrir que así como
    Jesucristo no es responsable de los crímenes cometidos por
    la Santa Inquisición, Marx y Engels no lo son (por lo
    menos no por completo, pues algunos de sus errores, sin embargo,
    sí contribuyeron) de las experiencias prácticas
    distorsionadas que pretendían instaurar, en su nombre, el
    "socialismo real" como etapa intermedia hacia el comunismo. No
    hay que confundir estalinismo con socialismo, menos aun con
    comunismo. Como tampoco hay que confundir la "democracia" liberal
    con la democracia. En definitiva, no hay que confundir la
    etiqueta de la botella con su contenido. Lo verdaderamente
    importante es el contenido. Hay que distinguir entre lo buscado y
    lo encontrado, entre un concepto teórico y su
    aplicación práctica, la cual puede ser contraria al
    primero. Que un partido se autoproclame como socialista no
    significa que lo sea, lo mismo podemos decir de un régimen
    político-económico. El capitalismo se autoproclama
    como democrático y no lo es. El "socialismo real" tampoco
    era realmente el socialismo. Los denominados regímenes
    comunistas poco tienen que ver con la idea del comunismo
    postulada por Marx o por muchos intelectuales anteriores a
    él. Esto lo puede comprobar cualquiera leyendo a dichos
    intelectuales.

    Este artículo es un extracto retocado del libro
    ¿Reforma o Revolución? Democracia,
    donde se analiza detalladamente el caso de la URSS en busca de
    una reformulación de la teoría revolucionaria para
    el siglo XXI. Para quien desee profundizar en lo dicho
    aquí, he sintetizado en el libro El marxismo del
    siglo XXI
    lo que en verdad es el marxismo, según
    mi visión, que yo creo que es la correcta, pero que no es
    la única posible. Asimismo, en este libro, además
    de divulgarlo, de explicar sus bases, se critica
    constructivamente al marxismo para intentar hacerlo avanzar. Es
    imprescindible analizar los errores de la
    izquierda
    para superarlos.

    Hay dos parámetros, relacionados entre sí,
    pero no idénticos, a tener en cuenta a la hora de hablar
    de la gestión de la economía, de cualquier
    gestión en general: centralización vs.
    descentralización, dictadura vs. democracia
    . Una
    gestión eficaz requiere llegar a un equilibrio entre la
    máxima centralización y la máxima
    descentralización. En algunas cuestiones parece
    lógico centralizar más que en otras.

    ¿Pero no es más eficaz también,
    además de más ética, una gestión
    controlada por los gestionados, es decir, más
    democrática? No puede olvidarse que el "socialismo"
    implementado bajo los regímenes estalinistas
    careció de una de sus características
    esenciales, definitorias: la democracia obrera,
    la democracia en su sentido más amplio y
    profundo, en la política y en la economía. Sin
    la democracia no es posible el socialismo
    porque el
    socialismo es, por definición, sobre todo, democracia. La
    apropiación de los medios de producción por parte
    del Estado es una condición necesaria para el socialismo,
    pero no suficiente. El Estado debe ser, a su vez, también
    apropiado: por la ciudadanía en conjunto. El Estado debe
    también ser gestionado democráticamente
    por el conjunto de la sociedad. El capitalismo de Estado no es el
    socialismo. Es un paso hacia el socialismo, pero no es socialismo
    todavía. El socialismo implica llegar a una gestión
    planificada, racional, más o menos centralizada, de la
    economía. ¡Pero también, sobre todo, una
    gestión democrática de la economía,
    independientemente del grado de centralización o
    descentralización adoptado, una gestión
    democrática de la sociedad en general, en todas sus
    facetas! Lo que caracteriza al socialismo, más que el
    grado de centralización o descentralización
    adoptado, es sobre todo el carácter
    democrático de la gestión
    económica, social en general.

    En cualquier caso, un país no puede sobrevivir
    mucho tiempo si consume más riqueza de la que produce,
    aunque la producción de su riqueza no sea directamente la
    explotación de sus propios recursos naturales. Si el
    socialismo, a diferencia del capitalismo, no tiene como centro de
    gravedad la rentabilidad, el beneficio, sin embargo, no puede
    hacer que dicho concepto desaparezca del mapa. El socialismo no
    se obsesiona con el beneficio, pero no puede obviarlo. En el
    socialismo se busca sobre todo satisfacer las necesidades
    sociales, repartir la riqueza generada de la manera más
    equitativa posible, pero para ello primero hay que generar
    riqueza, para ello debe lograrse también una
    economía rentable.
    La rentabilidad debe existir en
    cualquier economía. La diferencia radica en la forma en
    que se consiga, en la importancia que se la dé y en la
    manera en que se canalice en la sociedad la riqueza generada.
    Generar riqueza es lo mismo que lograr rentabilidad. El
    socialismo, a diferencia del capitalismo, busca primordialmente
    compaginar rentabilidad con equidad de reparto, dando prioridad a
    esta última. El capitalismo busca sobre todo la
    rentabilidad y espera que la riqueza generada se distribuya de
    alguna manera, pero la rentabilidad es la que manda, la
    economía capitalista gira en torno al beneficio y logra
    cierta rentabilidad (entendiendo por rentable que genera riqueza)
    haciendo que cada individuo busque obsesivamente el beneficio
    propio, haciendo que cada uno se busque la vida, tal como se hace
    en la selva. El problema es que en esa guerra de todos contra
    todos por el beneficio personal no todos los contendientes
    batallan en igualdad de condiciones, tal como así se hace
    también en la selva. El fuerte domina. Es más, el
    fuerte se hace cada vez más fuerte. Con el tiempo, esa
    batalla es cada vez más desigual. Es decir, la jungla es
    cada vez más jungla.

    De esta manera, el capitalismo, sustentado inicialmente
    en un equilibrio dinámico en el cual se piensa que el
    egoísmo de cada individuo será el motor de la
    economía y logrará un reparto no demasiado desigual
    que posibilite cierta cohesión social, con el tiempo,
    pierde ese equilibrio, se hace inestable y amenaza con colapsar.
    Perder ese delicado equilibrio quiere decir que las
    contradicciones se agudizan, que la economía deja de
    crecer (puesto que lo producido no se corresponde con lo
    consumido, como consecuencia de un reparto cada vez más
    desigual de la riqueza generada), que la cohesión social
    peligra (puesto que al aumentar las capas de población que
    no pueden satisfacer sus necesidades más básicas,
    las probabilidades de conflictos sociales se disparan, la
    sociedad se rompe). Pedirle al capitalismo que erradique la
    sociedad clasista es como pedirle peras al olmo.
    La lucha de clases es consustancial al capitalismo. No es
    en verdad un concepto "socialista", es un concepto "capitalista".
    Los socialistas sólo constatan que la lucha de
    clases es inevitable en la sociedad clasista, que ésta
    sólo podrá superarse mediante la lucha de clases,
    cuando ésta sea ganada por las clases populares, por las
    clases explotadas ¡Pero, cuidado, el socialismo
    científico no dice que el resultado de la lucha de clases
    esté predeterminado! La lucha de clases puede derivar en
    socialismo o en barbarie, es decir, en más capitalismo, o
    en otro sistema peor, si es que ello es posible. Los (verdaderos)
    socialistas se ponen del lado del proletariado en dicha guerra,
    le dicen a los trabajadores que se defiendan y luego ataquen, que
    puede y debe superarse la sociedad actual. Los capitalistas,
    independientemente de todo esto, practican cotidianamente su
    lucha de clases, por mucho que la nieguen, por mucho que digan
    que es algo del pasado. No se trata de modas, sino de
    necesidades. Incluso cuando las clases bajas hace tiempo que no
    practican la lucha de clases, pues apenas se defienden, la lucha
    de clases se niega a desaparecer y se intensifica en las
    épocas de crisis, cuando el sistema muestra su
    auténtico rostro, cuando el Estado se quita el disfraz y
    evidencia su carácter clasista, burgués, cuando las
    clases altas vuelven a atacar, no contentas todavía con lo
    que tienen. Lo dicho, mientras haya clases, por lo menos mientras
    el contraste entre las mismas sea importante, habrá lucha
    de clases. Negar la lucha de clases es negar la materia prima de
    la sociedad capitalista. Con el tiempo la desigualdad en el
    capitalismo tiende a realimentarse a sí misma y amenaza al
    propio orden capitalista, a la misma sociedad humana. Con el
    tiempo la lucha de clases se agudiza. Podrá haber
    altibajos, pero la tendencia a largo plazo del capitalismo es
    clara e inevitable.

    El socialismo busca, precisamente, un equilibrio
    más sólido en la sociedad humana, busca
    explícitamente, y no implícitamente, dicho
    equilibrio. No espera que ese equilibrio se alcance
    espontáneamente. De aquí proviene,
    fundamentalmente, la dificultad del socialismo respecto del
    capitalismo, pues en éste, en principio, se deja todo en
    manos de la naturaleza, se espera que el orden se alcance por
    sí mismo, dejando que los individuos actúen en aras
    de su supervivencia o de su afán de prosperidad
    individual, dejando que el mercado funcione por sí mismo,
    dejando que las fuerzas de la naturaleza actúen por
    sí mismas, en vez de controlarlas, haciendo así que
    el ser humano sea dominado por la economía, por su sistema
    de convivencia, en vez de dominarlo, haciendo así que la
    sociedad humana sea víctima en vez de dueña de
    sí misma, haciendo así que el individuo esté
    al servicio de la economía, en vez de al revés.
    Mientras el ser humano no tome el control de sí mismo, su
    evolución irá en su contra en vez de a su favor, le
    conducirá a su propia destrucción en vez de a su
    liberación. El ser humano que va poco a poco dominando la
    naturaleza, inevitablemente, se topa con el desafío de,
    además de evolucionar tecnológicamente, hacerlo
    también socialmente, de controlar las fuerzas sociales que
    rigen su propia sociedad, y no sólo las fuerzas de la
    naturaleza muerta. La ley de la jungla funciona
    espontáneamente, la civilización hay que
    construirla.
    Aunque la jungla, por mor de la
    evolución, es decir, como consecuencia de la
    dialéctica materialista, el ADN del Universo, tiende de
    forma natural hacia la civilización. En verdad que la
    civilización también es naturaleza, una naturaleza
    más sofisticada, más evolucionada, más
    elaborada. La civilización es la combinación de
    naturaleza y tiempo. La civilización es la naturaleza
    "bruta" manufacturada por el tiempo y por ella misma. La
    misma naturaleza tiende, con el tiempo, a negarse a
    sí misma, como nos dice la dialéctica. O dicho de
    otra forma, la naturaleza se transforma a sí misma con el
    tiempo, mediante la ley básica que rige el Universo. La
    progresiva complejidad del Universo, en base a la cual la
    energía toma la forma de materia, en base a la cual surge
    la vida, es decir, en base a la cual la materia muerta se vuelve
    viva, en base a la cual la materia viva toma conciencia de
    sí misma, es una consecuencia directa de dicha ley
    básica, de la lógica universal: la
    dialéctica materialista.

    El capitalismo no puede escapar a dicha lógica.
    Nada puede escapar a ella. Nada por lo menos de este Universo. El
    capitalismo sucumbirá ante ella, pero no necesariamente de
    una sola manera. El capitalismo tiende al socialismo,
    por mor de su propia lógica, la cual es también la
    lógica del materialismo dialéctico, es decir, la
    lógica del propio Universo, pero, por mor de esa misma
    lógica, el socialismo no tiene garantizado su existencia.
    Dicha lógica también puede conducir a la
    extinción de toda civilización. La lógica
    de la dialéctica materialista es la lógica de las
    contradicciones, las cuales no siempre se resuelven de la misma
    manera, es la lógica de las tendencias.
    En el
    capitalismo, en principio, basta con proteger la propiedad
    privada de los medios de producción y dejar que el
    mercado, que la naturaleza, haga el resto. En principio, porque
    poco a poco el capitalismo debe combatir el creciente descontento
    popular, el inevitable cuestionamiento de la población,
    debe enfrentarse a su propia negación, producto natural
    del tiempo, como así fue su afirmación. El
    capitalismo debe construirse cada vez más, en verdad el
    orden capitalista debe trabajarse cada vez más, el
    capitalismo debe prescindir cada vez más del
    espontaneísmo, el mismo capitalismo va poco a poco
    negándose a sí mismo. El sistema ya no se sostiene
    por sí mismo, debe ser rescatado, debe controlarse cada
    vez más el pensamiento de las masas, para que el
    proletariado, la mayoría de la población, no ponga
    en peligro el orden establecido, que cada vez es menos orden, que
    cada vez está menos establecido. El capitalismo,
    sustentado en la no intervención humana, en una
    mínima intervención, debe ser cada vez más
    intervenido por los humanos. En definitiva, como decía el
    marxismo, el socialismo poco a poco se va abriendo paso. El
    capitalismo tiende hacia el socialismo. Quienes
    proclaman que no hay que intervenir, contradiciéndose a
    sí mismos, poniéndose en evidencia ante los
    demás, cada vez intervienen más. Quienes niegan la
    posibilidad de que el destino sea controlado por la humanidad,
    tienden a controlarlo cada vez más. El socialismo
    científico, que básicamente consiste en la idea de
    la posibilidad de controlar consciente y globalmente el destino
    de la sociedad humana, es decir, en la idea del autocontrol
    social consciente, va siendo poco a poco validado por los mismos
    capitalistas, muy a su pesar. El capitalismo, como cualquier
    sistema de un Universo donde la dimensión temporal existe,
    es un producto histórico, es decir, nace, crece y muere,
    en verdad se transforma en otra cosa. El capitalismo, justificado
    como un sistema producto del tiempo, pretende parar el tiempo,
    pretende contradecir la ley esencial del Universo de que todo
    cambia, de que todo, tarde o pronto, acaba, muta. Los
    apóstoles del capitalismo, que lo justifican como algo
    natural, como el lógico producto de la naturaleza, niegan
    la ley más básica de la naturaleza: que todo,
    incluida la propia naturaleza, cambia. El capitalismo, lejos de
    lo proclamado por sus apóstoles, no es el fin de la
    historia, es, al contrario, el fin de la prehistoria humana, es
    la antesala de la verdadera historia humana. Quienes justifican
    el capitalismo por ser algo natural, lo van poco a poco
    convirtiendo en artificial, se oponen al curso natural de la
    historia.

    Así como el capitalismo tuvo su razón de
    ser, tendrá su razón de dejar de ser. De la misma
    forma que el capitalismo sustituyó al feudalismo, el
    socialismo sustituirá al capitalismo. ¿De la misma
    forma? No exactamente. Ahora, por primera vez, la humanidad tiene
    capacidad de autodestruirse. Ahora, por primera vez, la humanidad
    tiene también la capacidad de autoemanciparse, de dar el
    verdadero salto evolutivo del primitivismo a la
    civilización. La humanidad se encuentra realmente por
    primera vez en la encrucijada a la que probablemente llega tarde
    o pronto cualquier especie inteligente: civilización o
    barbarie, mejor dicho, supervivencia o
    autodestrucción.

    En el capitalismo la búsqueda del beneficio es
    la prioridad
    , es un fin, el reparto de la riqueza es
    secundario, pero también es necesario, al menos en parte,
    para que la sociedad capitalista no colapse, para que la sociedad
    no se desintegre, no estalle en mil pedazos. Sin embargo, como
    los hechos van demostrando poco a poco, la búsqueda
    obsesiva del beneficio no es suficiente, es incluso
    contraproducente. Se abre paso la idea de que es posible y
    necesario compaginar la creación de riqueza con su
    reparto. En el socialismo, por el contrario, el beneficio
    es algo secundario, es un medio de generar riqueza, la
    prioridad es el reparto de la riqueza generada.
    En ambos
    sistemas, como en cualquier sistema económico, existen
    tanto la rentabilidad, la búsqueda de generación de
    riqueza, como el reparto de la riqueza generada. La diferencia
    estriba en la prioridad que se le den. En lo que en un caso es
    prioritario en el otro es secundario, en lo que en un caso es un
    medio, en el otro es un fin. Reparto vs. Rentabilidad.
    Planificación vs. Espontaneísmo.
    Racionalización vs. Anarquía. Orden vs. Caos.
    Ciencia vs. Religión. Civilización vs. Jungla.
    Sociedad vs. Individuo. Socialismo vs. Capitalismo. El socialismo
    busca compaginar racionalidad, ética y eficiencia. El
    socialismo es civilización. Por esto Rosa Luxemburgo
    decía: Socialismo o barbarie. Quien dice
    socialismo dice democracia.
    ¿De qué otra manera
    es posible lograr un sistema al servicio de toda la
    sociedad más que cuando toda ella decide,
    más que cuando toda ella lo construye?

    Probablemente, el sistema económico del futuro,
    por lo menos en un futuro no demasiado lejano (la mentalidad
    capitalista llevará tiempo superarla, si es que se
    supera), si el futuro existe, si la humanidad es capaz de
    controlarlo toda ella y no sólo ciertas
    minorías, será algún sistema mixto que
    combine lo mejor del capitalismo y lo mejor del socialismo. Tal
    vez se llegue a una síntesis dialéctica entre
    capitalismo y socialismo, entre rentabilidad y reparto, entre
    individuo y sociedad, entre espontaneísmo y
    planificación. Hay grandes evidencias que apuntan a ello.
    Cuando mejor funciona aparentemente el capitalismo, desde el
    punto de vista del conjunto de la sociedad, es cuando el Estado
    asume ciertos postulados socialistas. El keynesianismo produjo
    mejores resultados que el neoliberalismo, aunque también
    generó problemas importantes, como fuertes inflaciones.
    Por supuesto que las distintas versiones del capitalismo llegan
    de una u otra manera a un callejón sin salida, las crisis
    son inherentes al capitalismo porque éste es altamente
    contradictorio. Como dice Alan Woods: El neoliberalismo y el
    keynesianismo son sólo la bota derecha y la bota izquierda
    del capitalismo. Es la elección entre la inflación
    y la deflación. Pero para el obrero sólo es una
    elección entre la muerte en la horca o la muerte lenta
    ardiendo en la hoguera, es decir, no es en absoluto ninguna
    elección.
    Las crisis capitalistas no son más
    que la exteriorización de sus numerosas e intensas
    contradicciones internas, de unas u otras, de unas u otras
    maneras. Pero, indudablemente, el neoliberalismo ha provocado
    mayores y más frecuentes crisis que el keynesianismo. La
    crisis actual es sólo comparable al crack de
    1929. Cuando mejor funciona aparentemente el socialismo es cuando
    se permite cierta libre competencia, por lo menos entre los
    pequeños productores. Aparentemente porque en
    verdad mientras no se intente un mayor control democrático
    de la economía por los propios trabajadores no
    podrán sacarse conclusiones definitivas. Todos los
    países que han intentado el socialismo no han tenido
    más remedio que permitir cierta iniciativa privada, por lo
    menos a pequeña escala. Y no han tenido más remedio
    que recurrir al mercado porque no han querido aumentar y mejorar
    el control democrático de la burocracia gobernante.
    Países como los escandinavos demuestran que combinando
    ciertas características del capitalismo con ciertas
    características del socialismo se logra compaginar
    crecimiento económico, por lo menos cierta
    producción de riqueza, con cierta igualdad social. El
    problema es que el capitalismo actual, como todo sistema donde el
    modo de producción capitalista sea preponderante,
    está dominado por ciertas élites que imposibilitan
    el bienestar de la mayoría. El sistema actual tiende hacia
    el empobrecimiento de la mayoría de la población,
    además de a su alienación, además de poner
    en serio peligro de extinción a la humanidad y su
    hábitat. Quizás en el sistema del futuro haya
    ciertas dosis de capitalismo, pero limitado, controlado por el
    Estado. Cuando hay grandes capitalistas ya hemos visto que el
    Estado degenera y realimenta al capitalismo en una espiral
    autodestructiva. Tal vez la sociedad del futuro sea un sistema
    socialista en el que haya pequeños capitalistas
    pero no grandes capitalistas. Una sociedad socialista a
    gran escala pero capitalista a pequeña escala. Una
    sociedad fundamentalmente socialista con islas de capitalismo. O
    quizás no.

    Por otro lado, tampoco sabemos si funcionará
    mejor el colectivismo (cada empresa pertenece a
    sus propios trabajadores, ellos mismos la poseen y la gestionan),
    o el estatismo (cada empresa pertenece al Estado,
    al conjunto de la sociedad). El colectivismo tiene la ventaja de
    que los trabajadores, los gestores y los poseedores de los medios
    de producción son los mismos. El estatismo tiene la
    ventaja de que la economía puede planificarse mejor de
    manera global, de acuerdo con el interés general.
    Colectivismo implica mayor autonomía y libertad de los
    trabajadores, siempre que todos tengan las mismas opciones de
    pertenecer a cualquier empresa. Estatismo implica mejor
    planificación central de la economía. El
    colectivismo tiene como inconveniente que puede provocar
    desigualdades entre trabajadores de diversas empresas o sectores,
    puede crear ciertas formas de capitalismo, además de
    descoordinación general. Las empresas compiten entre
    sí pero pertenecen a todos sus trabajadores, convertidos
    así en nuevos "capitalistas". El estatismo tiene como
    inconveniente que los trabajadores son gestionados por otros. En
    este caso la figura del capitalista que posee la empresa
    desaparece, pues se sustituye por el Estado, por el conjunto de
    la sociedad, pero son funcionarios, o sus representantes en la
    empresa, quienes se encargan de gestionarla, de tomar las
    decisiones estratégicas de acuerdo con el interés
    general (suponiendo un Estado verdaderamente democrático).
    El estatismo puede derivar, y de hecho así fue, en un
    capitalismo de Estado. El colectivismo, por su parte, puede
    derivar en un capitalismo semi-privado, en una especie de
    capitalismo popular. Tal vez, la solución sea combinar
    estatismo y colectivismo.

    El capitalismo actual se caracteriza por dos cosas,
    desde el punto de vista de las relaciones sociales de
    producción: las empresas pertenecen a ciertas personas y,
    como consecuencia de esto, son gestionadas (en sus líneas
    maestras) dictatorialmente por dichas personas, o
    por otras personas que les sirven a sus órdenes, todas
    ellas ajenas a los propios trabajadores, a la inmensa
    mayoría de ellos. Es decir, el modo de
    producción capitalista se caracteriza por la propiedad
    privada de los medios de producción y, por tanto,
    por su gestión privada, es decir, por la falta de
    democracia en su gestión
    . Un modo de producción
    se caracteriza por las relaciones que se establecen entre los
    distintos actores que intervienen en él. Las relaciones de
    producción capitalistas consisten esencialmente en el
    dominio de unas minorías sobre el resto de la
    población. La economía pertenece a los
    capitalistas, sobre todo a los grandes capitalistas. En el modo
    de producción capitalista el sujeto protagonista (el que
    decide) es la gran burguesía. Como consecuencia de esto la
    riqueza generada es acaparada por los dueños de la
    economía. Los trabajadores no poseen las empresas ni las
    gestionan (en sus líneas estratégicas más
    importantes), y, como consecuencia de esto, apenas recogen los
    frutos de su trabajo, los cuales son acaparados fundamentalmente
    por las minorías que poseen dichas empresas o que las
    gestionan. La riqueza pública así se privatiza. La
    riqueza que en su origen era social, que se genera socialmente,
    deja de ser social, no es disfrutada socialmente. Y esto es una
    consecuencia directa del carácter privado de los medios de
    producción. Ésta es la gran contradicción
    del modo de producción capitalista de la cual beben el
    resto de contradicciones: la riqueza se genera
    socialmente, es creada públicamente,
    proviene, en última instancia, de algo que era en
    principio público (la naturaleza), pero es
    acaparada por ciertos individuos, es disfrutada
    primordialmente de manera privada.

    El capitalismo es un modo de producción
    social en el que los medios de producción son
    privados y, como consecuencia inmediata de esto, la
    riqueza generada es privada, es decir, es acaparada
    fundamentalmente por ciertas minorías, no por casualidad
    por aquellas que poseen dichos medios.
    La sociedad en
    conjunto es así desposeída de la riqueza que en
    verdad debería poseer. El origen de la desigualdad social
    radica principalmente en el hecho de que ciertas personas posean
    los medios de producción. La desigualdad en la
    posesión de las "máquinas" generadoras de riqueza,
    en su gestión, provoca, lógicamente, como no
    podía ser de otra forma, la desigualdad del reparto de la
    riqueza generada y todos los conflictos sociales que de ella se
    derivan. La lucha de clases va pareja a dicha desigualdad. Dicha
    desigualdad con el tiempo va aumentando si no se contrarresta la
    tendencia natural del capitalismo. Dentro del capitalismo dicha
    desigualdad sólo puede suavizarse temporalmente. Dicha
    desigualdad sólo puede desaparecer, por lo menos disminuir
    considerablemente, si desaparece el capitalismo. Y esto
    sólo puede producirse si en el curso de la guerra de
    clases vence una clase que aspira a la erradicación de
    toda explotación: la clase más explotada,
    el proletariado, la mayoría dominada. Esto sólo
    puede producirse también si dicha clase ejerce
    verdaderamente el control de la sociedad y si toma las medidas
    técnicas adecuadas, para lo cual se hace imprescindible un
    diagnóstico correcto del mal a erradicar, para lo cual
    también se hace imprescindible una metodología
    adecuada.

    La metodología es clara, no puede ser
    otra: la democracia. El diagnóstico es
    claro, hace tiempo que lo es: el origen del mal reside en la
    propiedad privada de los medios de
    producción
    . A no confundir con la propiedad de los
    productos del trabajo. El socialismo aspira a socializar los
    medios de producción para redistribuir la riqueza, para
    devolverle a la sociedad lo que en verdad es suyo. El socialismo
    no busca la erradicación de toda
    propiedad privada, no la de los bienes particulares de las
    personas, no la del producto del trabajo de las
    personas, sino que "sólo" la de los medios de
    producción, la de los medios para que cada
    persona pueda hacer su trabajo. Busca expropiar a los
    expropiadores, a quienes acaparan la riqueza social acaparando
    los medios para generarla. Con el socialismo la propiedad de los
    bienes de los ciudadanos aumentará notablemente, a la par
    que disminuirá notablemente (buscándose su
    desaparición) la de los actuales poseedores de la
    economía (pero no la de sus bienes particulares, sino que
    la de sus empresas o tierras de producción agrícola
    o ganadera). En el socialismo la sociedad entera es dueña
    de su economía. La economía es pública,
    mejor dicho, es bastante pública, más
    pública que en el capitalismo, pero menos que en el
    comunismo. Más que en el capitalismo porque no sólo
    la producción es social, sino que también su
    gestión, sino que también sus medios, que son de
    propiedad social. Menos que en el comunismo porque la riqueza
    generada no es totalmente social, no es puesta en
    conjunto, todavía, a disposición de toda
    la sociedad.

    Cada individuo en el socialismo recibe acorde con su
    contribución, la cual depende también de su
    capacidad. El individuo más capaz, y con mejor actitud, es
    decir, el trabajador que trabaja más, porque puede y
    porque quiere, recibe más. Esto ya ocurre en parte en el
    capitalismo. El socialismo se diferencia en cuanto a que
    desaparecen quienes viven de los trabajadores, es decir, quienes
    no se someten a esta ley de que tanto trabajas tanto eres
    recompensado. En el socialismo desaparecen los capitalistas, los
    poseedores de los grandes medios de producción que
    sólo invierten y acaparan la riqueza generada por sus
    empleados. Además, en el socialismo, esa ley se aplica por
    igual a todo el mundo, todo es más transparente. Parte de
    la riqueza generada en el socialismo es puesta a
    disposición de toda la sociedad y parte es repartida entre
    quienes la generan, y en función de sus particulares
    contribuciones. El socialismo busca fundamentalmente pasar de una
    sociedad donde cada cual recibe en base a su propiedad, producto
    muchas veces de la suerte, y no tanto en base a su trabajo, a una
    sociedad donde cada cual recibe en base al trabajo que realmente
    aporta. El socialismo busca llevar a la práctica el
    principio "de cada cual según su capacidad, a cada cual
    según su trabajo". El socialismo busca que cada cual
    reciba el producto de su trabajo, que cobre por el trabajo
    verdaderamente realizado
    . Es decir, el socialismo busca,
    entre otras cosas, de paso, erradicar el parasitismo social. Al
    hacer que todos los individuos trabajen, cada uno
    trabajará menos, el trabajo podrá repartirse mejor,
    la jornada laboral podrá disminuirse notablemente. El
    socialismo busca que cada cual reciba por lo que aporta,
    procurando que todos aporten igual, o lo más parecido
    posible. En el socialismo el derecho de los productores es
    proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad aquí
    consiste en que se mide a todos por el mismo rasero: por el
    trabajo. El socialismo tendrá aún ciertas
    rémoras del capitalismo. Llevará cierto tiempo
    desprenderse del lastre del capitalismo. En el socialismo, el
    ciudadano, es decir, el trabajador (porque todo ciudadano
    será trabajador), es premiado en base a su
    capacidad, y no en base a la propiedad que
    tiene al nacer, cada ciudadano recoge el fruto de su
    propio trabajo, y no el de las generaciones pasadas, prospera en
    función de lo que hace en la vida y no por lo que se
    encuentra al nacer, no por lo que le dejaron sus muertos, no por
    lo que hicieron otros en otras vidas. Al menos esto es lo que
    pretende el socialismo. En el socialismo, la suerte, pilar de la
    sociedad capitalista, deja de protagonizar el destino (en la vida
    en sociedad, por lo que respecta a la vida
    económica) de las personas. Las personas en el
    socialismo tienen más oportunidades de controlar su propio
    destino.

    El comunismo va mucho más allá. Busca
    liberar a los seres humanos de sus limitaciones en cuanto a sus
    capacidades. Busca dar al individuo en base a sus reales
    necesidades, y no en base a su capacidad.
    Representa un paso
    más en la búsqueda de una sociedad más
    justa, es decir, más libre. Busca liberar al ser humano de
    sus defectos, de sus debilidades, de sus desigualdades naturales,
    de tal forma que una persona con menos capacidad pueda satisfacer
    igualmente sus necesidades que otra más capaz, de tal
    forma que todas las personas, con distintas capacidades y
    distintas necesidades, satisfagan todas sus necesidades. El
    comunismo busca garantizar la supervivencia de todos los
    seres humanos.
    El comunismo va todavía más
    lejos que el socialismo y busca erradicar el propio concepto de
    propiedad, el cual es en verdad el verdadero origen del mal, la
    manzana mordida que hizo que la humanidad haya sido expulsada del
    paraíso. Pero el comunismo no busca quitarle a la gente lo
    que es suyo, lo que siente suyo, sino que busca que la gente no
    necesite poseer, que sienta que nada es de nadie, que
    todo es de todos. El comunismo busca llevar a la práctica
    el principio "de cada cual según su capacidad, a cada cual
    según sus necesidades". En el comunismo se aspira a tal
    estado de desarrollo, material y espiritual, que los individuos
    satisfacen todas sus necesidades independientemente de su
    capacidad para hacerlo, incluso independientemente de
    cuáles sean sus necesidades. El comunismo es el
    paraíso perdido, el paraíso recuperado. La
    humanidad, por mor de la evolución, es decir, por mor de
    la dialéctica materialista, abandonó el comunismo,
    y, por mor de la misma evolución, lo recuperará,
    pero a un nivel superior. La humanidad se negó a sí
    misma "momentáneamente", pero negará esa
    negación, para volver a ser ella misma, por mor de la ley
    dialéctica de la negación de la
    negación.

    El comunismo no sólo busca erradicar las
    desigualdades sociales, sino que incluso las "naturales". Pero no
    negando éstas, no uniformizando a todos los individuos
    para que sean todos clones, sino que liberando a cada individuo
    de las necesidades más básicas, liberándolo
    en el sentido de garantizar la satisfacción de dichas
    necesidades, en el sentido de que ya nadie tenga que preocuparse
    por la supervivencia. La igualdad, como escribió Engels,
    significa abolir las diferencias de clase, pero no las de
    carácter individual. En el comunismo, por fin, cada
    individuo puede realizarse, pues dispone de mucho más
    tiempo libre, pues no debe preocuparse de su mantenimiento
    físico, el cual le llevará mucho menos esfuerzo y
    tiempo (recordemos que el trabajo es necesario para sobrevivir,
    es decir, gran parte de nuestro tiempo, el cual dedicamos a
    trabajar, es tiempo dedicado a la supervivencia). Con el
    comunismo todos los seres humanos, y no sólo ciertas
    minorías, pueden, por fin, dedicarse a vivir, a las artes,
    al ocio, al placer intelectual y físico, y no sólo
    a sobrevivir. El comunismo es la conquista del tiempo
    libre.
    El comunismo posibilita, además de la
    satisfacción de nuestras necesidades físicas, y
    precisamente porque la garantiza, la satisfacción de
    nuestras necesidades intelectuales, haciéndonos así
    más humanos, realimentando así la evolución
    del mono desnudo que deja de ser mono. Con el comunismo el tiempo
    dedicado a la supervivencia disminuye al mínimo necesario.
    El comunismo no erradica al individuo para que sea subsumido por
    la colectividad. ¡Al contrario! En él, el individuo,
    liberado de sus ataduras materiales (todo lo que puede
    liberarse), puede realizarse verdaderamente como ser humano, deja
    de ser un animal parlante y pensante. En
    el comunismo el ser humano alcanza su verdadera esencia humana,
    abandonando, por fin, su animalidad.
    La inteligencia se
    afirma a sí misma, supera su negación, la
    inteligencia potencial se hace real. El comunismo es el
    inicio de la civilización humana, en su sentido
    más profundo. Es el salto evolutivo definitivo, pero no el
    fin de la historia humana, al contrario, su verdadero
    principio.
    Todo lo acontecido hasta él es la
    transición desde el primitivismo hasta la
    civilización, del mundo animal al mundo espiritual. Con el
    comunismo la sociedad humana será, por fin, realmente
    humana, abandonará la animalidad de la que
    proviene. Con el comunismo la sociedad humana será, por
    fin, realmente sociedad, posibilitará la
    convivencia armónica entre los humanos. Con el comunismo
    el ser social, por fin, se realiza socialmente.
    El ser realmente es.

    El ser humano, ser social, realmente se realiza
    cuando la sociedad lo es realmente, cuando se lleva a la
    práctica el principio elemental de igualdad en las
    relaciones entre los individuos, sin el cual no es en verdad
    posible la vida en sociedad, no por mucho tiempo. Una sociedad
    sustentada en la guerra permanente entre sus individuos llega en
    determinado momento, cuando su tecnología alcanza cierto
    nivel, a una crucial encrucijada: civilización o barbarie,
    supervivencia o autoextinción. El comunismo representa
    la civilización, la supervivencia. El capitalismo la
    barbarie, la autodestrucción.
    El ser social
    inteligente no puede sobrevivir como los animales. La
    supervivencia animal trasladada a la civilización, la
    barbarie, conduce a la extinción. La supervivencia debe
    sufrir el cambio de la cantidad en calidad cuando el ser social
    se hace suficientemente inteligente. La libertad en la jungla no
    puede ser la misma que la libertad en una sociedad civilizada. La
    ley del más fuerte, el libertinaje, debe dar paso a la
    igualdad (bien entendida, no la de ser y actuar todos de la misma
    manera). El egoísmo, que en la vida salvaje es el
    pasaporte de la supervivencia, en la vida civilizada es el
    pasaporte de la muerte. ¿Y cómo es posible que el
    egoísmo derive en solidaridad? Por la dialéctica
    materialista. En la vida salvaje en verdad que también era
    necesaria para la supervivencia cierta solidaridad. La
    solidaridad no aparece repentinamente, ya existía. Nada en
    el Universo nace y muere, sino que se transforma.

    Las condiciones materiales de existencia desarrollaron
    la inteligencia del ser humano: la liberación de las manos
    al pasar de la postura cuadrúpeda a la bípeda
    posibilitó el desarrollo del cerebro. La evolución
    de las especies postulada por Darwin sólo puede explicarse
    y comprenderse realmente si se considera y entiende el
    materialismo dialéctico. Las necesidades materiales, junto
    con ciertas casualidades probablemente (sin las cuales
    sería muy difícil explicar por qué
    evolucionaron unas especies y no otras, por qué no todas
    las especies evolucionaron de la misma manera), hicieron que las
    manos del mono antecesor del hombre fueran liberadas. Esto le
    posibilitó al homo sapiens desarrollar herramientas para
    satisfacer mejor sus necesidades materiales, es decir, le
    posibilitó el desarrollo intelectual y a su vez
    éste aumentó todavía más la
    posibilidad de alterar su entorno físico. De esta manera
    el cerebro y las manos se realimentaron mutuamente en una
    típica relación dialéctica enraizada en lo
    material. La bola de nieve, una vez que inició su
    caída por la ladera de la montaña, fue aumentando
    su tamaño a lo largo del tiempo. La inteligencia es
    también un producto de la ley de leyes del
    Universo.

    Con el tiempo la inteligencia y la solidaridad fueron
    aumentando de tal manera que el ser humano se hacía cada
    vez más social. En verdad no podemos decir esto de esta
    manera tan metafísica, no podemos separar las causas de
    los efectos: el ser humano se hacía más social a
    medida que se hacía más inteligente, y viceversa,
    el ser humano se hacía más inteligente a medida que
    se hacía más solidario, y viceversa,…
    Combínese estos tres conceptos, inteligencia,
    sociabilidad, solidaridad, de todas las maneras posibles y se
    tendrá una visión más realista de lo que
    ocurrió, es decir, más dialéctica. O bien,
    dicho de otra manera: una vez encendida la mecha de la
    inteligencia, una vez que se produce un cambio cualitativo
    decisivo (que la cantidad se transforma en calidad) en la especie
    llamada homo sapiens, con el tiempo, el individuo hace al
    sistema, es decir, lo va alterando, y a su vez el sistema hace al
    individuo, es decir, lo va cambiando, lo va haciendo cada vez
    más social. Podríamos redefinir la inteligencia
    como la capacidad de alterar el entorno y a su vez ser alterado
    por él. Más precisamente, la capacidad de ir
    alterando cada vez más el entorno y a su vez ser
    alterado cada vez más por él. Entendiendo
    el entorno en su sentido más amplio. Como el entorno
    físico, la naturaleza, pero también como la propia
    sociedad de la especie inteligente de que se trate. Las abejas
    también alteran su entorno físico, pero dicha
    alteración no cambia a lo largo del tiempo, por lo menos
    no tanto como la alteración que hace el ser humano. La
    especie humana es la única de la Tierra que ha sobrepasado
    cierto umbral de inteligencia. No es la única especie
    inteligente, pero sí la única que ha superado el
    punto crítico de la inteligencia a partir del cual la
    evolución se acelera. Inteligencia implica cambio. Cuanta
    más inteligencia más cambio. La lógica del
    Cosmos, la dialéctica materialista, se realimenta a
    sí misma. El Universo se hace cada vez más
    dialéctico, es decir, más cambiante, más
    complejo, a medida que pasa el tiempo. La inteligencia
    crítica es la sal que dispara el proceso dialéctico
    sustentado en la materia, es decir, que dispara la
    evolución. Aquellas especies que no superan cierto umbral
    de inteligencia se estancan, no evolucionan, o sucumben ante
    circunstancias ajenas a ellas. La inteligencia abre las puertas a
    cualquier especie para prolongar su existencia, pero siempre con
    el riesgo también de acortarla bruscamente. La
    inteligencia pone el destino de una especie en sus propias manos.
    No es que su destino dependa sólo de ella, es que
    depende también de ella, en gran parte de ella.
    Pero como todo en la vida, como nos dice claramente la
    dialéctica, tiene sus lados contrapuestos, todo lo bueno
    que tiene la inteligencia tiene su lado oscuro, su otra cara de
    la moneda. Sobrevive, es decir, no sucumbe ante sí misma,
    aquella especie inteligente que resuelve las contradicciones
    inherentes a la inteligencia en el sentido "positivo", es decir,
    en el sentido de armonizar, en vez de oponer, a la especie y su
    entorno. Más en general, sobrevive aquella sociedad
    inteligente que es capaz de resolver sus contradicciones en el
    sentido positivo. El comunismo supone la resolución de
    las contradicciones de la inteligencia en el sentido
    positivo.

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter