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Historia diplomática del Paraguay




Enviado por Azrahell Ikari



Partes: 1, 2

  1. Prologo
  2. Gestión gubernativa de
    López
  3. Desarrollo de la economía
    paraguaya
  4. Otras
    aristas de las transformaciones socio-económicas de
    esta época
  5. Libre
    navegación de los ríos
  6. Antilopismo
  7. Balance de la época de
    López
  8. Cuestión diplomáticas del
    gobierno de López
  9. Comienza la confrontación con Juan
    Manuel de Rosas
  10. Se
    agrava la problemática con Buenos
    Aires
  11. Caída de rosas y reconocimiento de
    nuestra independencia
  12. Conclusiones del tema
  13. Conclusión del
    trabajo
  14. Bibliografía
  15. Anexo

PROLOGO

En el presente trabajo el lector podrá
encontrar la exposición sistemática de la
gestión gubernativa de uno de los presidentes más
emblemáticos de nuestra historia patria: don Carlos
Antonio López.

López abrió Paraguay al mundo
exterior, importando técnicos y capital para la
construcción de carreteras, vías férreas y
canales, reorganizó el sistema judicial del país,
así como su Ejército. También
estableció uno de los mejores sistemas educativos de
Latinoamérica, fomentó el comercio exterior e
incrementó la producción agrícola. A pesar
de ser un autócrata, que utilizó su cargo para
acumular tierras y riqueza para su familia, López
creó una administración capaz de gobernar el
país. Reelegido en 1854 y 1857, al morir dejó tras
de sí una nación moderna y
dinámica.

Dividimos el contenido en dos partes, la primera
trata sobre la administración de López, desde el
inicio de su actividad política como cónsul, e
incluye la postura antilopista profesada por sus
opositores.

La segunda parte, ya más propia de la
materia, tratara sobre algunos aspectos de su gestión
diplomática. Elegimos la lucha que este realizó
para conseguir el reconocimiento de nuestra independencia por
parte de las dos potencias vecinas de aquel entonces: El Imperio
del Brasil y la Confederación Argentina. Reparamos con
más extensión en la segunda cuestión por ser
la oposición del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de
Rosas, el escollo que mas costó vencer.

En el final incluimos dos grupos de conclusiones,
las primeras se refieren al tema en cuestión, es decir, el
Gobierno de Carlos Antonio Lopez. Y el segundo sobre el trabajo
realizado.

Posteriormente anexamos las semblanzas de dos de los
actores principales del debate diplomático más
importante expuesto: el protagonista Carlos A. López; y su
antagonista, Juan M. de Rosas.

Igualmente incluimos la bibliografía de rigor
para que el lector pueda tener la certeza de la
información que se suministra en esta
obra.

Omitiendo alargar demás este
preámbulo, cuyo objetivo es ser breve, dejarnos a
consideración del lector el examen de presente
trabajo.

PARTE UNO:

GESTIÓN
GUBERNATIVA DE LÓPEZ.

CAPITULO 1: CARRERA POLÍTICA Y
PRIMERAS POSTURAS DE GOBIERNO.

Luego del fallecimiento del Dr. Francia, se produjeron
una serie de gobiernos provisorios productos de golpes de estado,
hasta que Mariano Roque Alonzo convocó a una Asamblea para
el 12 de marzo de 1841, en la que se decidió reimplantar
el Consulado, integrado por un civil y un militar. Los elegidos
fueron el propio Roque Alonso y Carlos Antonio
López.

Desde el principio la política del consulado se
encaminó a facilitar la exportación de los
excedentes agropecuarios que acumulaba la nación, junto
con el inicio de cierta liberalización, dirigida, en
particular, a restringir el poderío estatal, que algunos
estimaban abusivo, y a establecer varios principios
característicos de una República burguesa en
maduración. Esos planes se concretaron con la reforma del
sistema de recaudación tributaria, la elaboración
de un nuevo reglamento de aduanas, el restablecimiento del
comercio con Corrientes, la liberación de los presos
políticos y la concesión de libre salida a
extranjeros residentes en el país, así como el
derecho de estos a naturalizarse paraguayos. López, en su
afán democratizador, llegó a elaborara un documento
titulado "Tratado de los Derechos y los Deberes del Hombre
Social", inspirado en las ideas de Montesquieu; concedió
la libertad a todos los esclavos del Estado y la de vientres a
los privados, residuos coloniales que el régimen de
Francia no había llegado formalmente a eliminar, aun
cuando la esclavitud solo se practicaba dentro de los estrechos
límites de un sistema domestico- patriarcal, que no
desempeñaba un papel significativo en la economía
nacional.

El abandono de ciertos preceptos de la política
del Supremo no representó, en modo alguno, un cambio
esencial en el carácter del régimen gubernamental,
ni que el Estado perdiera su lugar preponderante en la
economía del país, así como tampoco su
paternalista función social. Por ejemplo, durante el
Consulado distribuyeron animales y útiles de labranza
entre los campesinos y se arrendaron tierras estatales a varias
familias, tal como era costumbre en la época del Dr.
Francia.

Para poder aumentar realmente el volumen del comercio
exterior era imprescindible abrir los ríos a la libre
navegación, aun cuando el régimen de Juan Manuel de
Rosas, Gobernador de Buenos Aires, seguía defendiendo los
intereses exclusivistas del puerto privilegiado. La creciente
hostilidad de Rosas y las reiteradas negativas del caudillo a
reconocer la independencia de la más antigua provincia del
Virreinato del Rio de la Plata, se hicieron del dominio
público con la difusión de una carta en la que el
gobernante porteño amenaza con invadir al Paraguay. El
conato de agresión precipitó la convocatoria de una
nueva asamblea antes del plazo fijado. El Congreso Nacional se
celebró en Asunción el 25 noviembre de 1842, con el
único objetivo de reafirmar la soberanía nacional.
Los símbolos patrios fueron ratificados por los delegados
y el 25 de diciembre se procedió a jurar la independencia
a lo largo y ancho del país. La declaración, que
reafirmaba la emitida en octubre de 1813, fue enviada a los
principales Gobiernos extranjeros, con vistas a propiciar el
reconocimiento de la República.

La Asamblea de marzo de 1844 tuvo por objeto discutir la
primera Constitución del Paraguay. La carta aprobada, que
buscaba conseguir la estabilidad de la república,
entregó el poder ejecutivo a un Presidente, siendo electo
para ello Carlos Antonio López.

El latente conflicto con Buenos Aires se agudizó
de improviso en agosto de 1844, cuando Rosas prohibió
cualquier tipo de navegación por el rio Paraná a
los barcos paraguayos, en represalia por un tratado firmado entre
Asunción y Corrientes. Esta amenaza llevó a los
paraguayos a reforzar aún más sus capacidades
defensivas con el establecimiento del servicio militar
obligatorio, contratación de instructores
brasileños para el ejército y fortificación
de los principales puntos estratégicos, como Paso de
Patria. Y fue en estas circunstancias nada agradables en que se
puso en funcionamiento la nueva imprenta en la que se editaba El
Paraguayo Independiente y se empezó a divulgar el lema
"Independencia o Muerte".

A fin de obtener el financiamiento necesario para la
defensa nacional, se decretó el 2 de enero de
1846 la propiedad del Estado sobre las plantas de yerba mate y
las maderas de construcción naval, independientemente de
la propiedad de la tierra. "Los yerbales, expresaba la
disposición, son producciones espontaneas de la
naturaleza, que no están en el dominio privado, ni son
frutos de trabajo individual alguno".

Según afirma el historiador Carlos Pastore, el
Gobierno se proponía con esta medida no solamente hacerse
de recursos financieros, sino también evitar que los
Estados vecinos que resistían el reconocimiento de la
independencia del Paraguay obtuvieran uno de los materiales que
podría facilitar la empresa de conquista de su territorio,
a que estaba amenazado.

Rememorando, a fin de cerrar este capítulo,
promulgada la Ley de Administración Política de
1844, el 14 de marzo de ese año, reunido el Congreso, se
dio por terminado el gobierno Consular y se decidió elegir
un Presidente siendo elegido Don Carlos Antonio López
primer Presidente Constitucional de la República por el
período 1844-1854. Al término de dicho periodo, fue
reelegido dos veces, una por tres (1854-1857) y otra por diez
años (1857-1867), no pudiendo completarse esta tercera
etapa de su presidencia por su fallecimiento, el 10 de septiembre
de 1862.

En cuanto a las posturas políticas, las iremos
desarrollando con mayor detalle en capítulos
específicos.

CAPITULO 2:

DESARROLLO DE LA
ECONOMÍA PARAGUAYA.

Uno de los objetivos principales de Carlos A.
López fue la libre navegación de los ríos en
el continente, cuya conquista facilitó al Paraguay la
formación de una impresionante marina mercante, que
permitía la eficiente comercialización de parte de
la producción nacional, a la vez que posibilitaba el
desarrollo de relaciones capitalistas de producción.
Aprovechando sus magnificas maderas y otros recursos naturales de
la nación, el país creó, en astilleros
propios, la mayor flota comercial del Rio de la Plata. Con la
ayuda de técnicos extranjeros contratados por el Gobierno,
los astilleros estatales legaron a botar buques de acero
provistos de calderas, al parecer los primeros de su tipo que se
construyeron en América del Sur. El primogénito de
estos vapores fue el "Ypora", con 226 toneladas de
desplazamiento. En funciones desde el 2 de julio de 1856, el
"Ypora" abrió el camino de la navegación a vapor
para otras embarcaciones paraguayas construidas o adquiridas en
los años siguientes, tales como el "Salto del Guayra",
"Ygurei", "Rio Apa" y "Jejui" hasta hacer un total de once.
Paralelamente se armaban unos cincuenta veleros pequeños y
grandes. Los insumos de hierro y acero necesarios se
producían en la fundición de Yvycui, inaugurada en
1854 y dotada de modernas instalaciones, en las que laboraban
más de cien obreros. Cañones de doce pulgadas,
armas ligeras, proyectiles, implementos agrícolas y otros
artículos, salían del arsenal de Asunción,
donde trabajaban más de 250 trabajadores asalariados. La
materia prima se obtenía en las minas del Estado, situadas
en Itacurubi y Valenzuela, de donde se extraía el mineral
de hierro, azufre y carbón.

La conjugación de estos factores
posibilitó un incesante aumento de los intercambios con el
mundo exterior. En poco menos de diez años el volumen del
comercio era cuatro veces superior al de 1851. Se cuenta que a
principios de la década del sesenta atracaban anualmente
en el puerto de Asunción más de 300 buques de vapor
de diferentes nacionalidades. Se exportaba yerba mate, maderas,
tabaco, cueros, cigarros y naranjas. Se importaba
fundamentalmente maquinarias y ciertas manufacturas que el
país aun no producía.

También en 1854, el Estado paraguayo
comenzó a construir el primer ferrocarril de trocha ancha
del Rio de la Plata y el segundo de toda América del Sur.
La línea férrea comunicó en 1861 a
Asunción con la villa de Paraguarí, a una distancia
de 72 kilómetros. El proyecto incluía
la unión de la capital con la ciudad de Villarrica,
centro de las mejores haciendas y estancias del
departamento del Guaira, zona densamente poblada. A la vez fue
establecida una red de telégrafos que, a la vez que
bordeaba el rio Paraguay permitía enlazar el
estratégico Paso de la Patria con Asunción. De esta
manera el Gobierno paraguayo daba pasos firmes en el desarrollo
económico nacional.

CAPITULO 3:

OTRAS ARISTAS DE
LAS TRANSFORMACIONES SOCIO- ECONÓMICAS DE ESTA
ÉPOCA.

Gestiones En Europa.

En 1853, el presidente Carlos A. López
envió a Europa una Misión Diplomática
presidida por el general francisco Solano López. La
misión visitó Londres, Paris, Madrid y Roma. Buena
parte de los éxitos señalados en el capitulo
anterior se debieron a las gestiones realizadas por esta
misión en Europa, a donde llegó en
1854.

Durante casi dos años viajó por el viejo
continente. Lo más trascendente fue la contratación
de centenares de técnicos; ingleses, franceses, italianos,
alemanes, suecos, de múltiples especialidades: ingenieros,
arquitectos, mineralogistas, fundidores, maquinistas,
médicos, farmacéuticos, profesores y otros
intelectuales. Con tan ponderable concurso, produjo una masiva
incorporación de los mejores exponentes de la
técnica europea de entonces. Sin olvidar la
construcción del Tacuarí, nave insignia de nuestra
marina de guerra, así como la adquisición de
materiales y equipos para instalaciones del astillero, el
arsenal, el ferrocarril, el telégrafo, entre otros. La
misión regresó a Asunción en enero de
1855.

Educación.

No menos sobresaliente fue el esfuerzo educacional del
presidente López, al proseguir también
en este acápite la línea trazada por el doctor
Francia. La enseñanza siguió siendo gratuita y los
niños de familias con pocos recursos eran
alojados y alimentados por cuenta del Estado.

Desde 1858 se enviaban jóvenes a estudiar a
Europa a expensas del Gobierno paraguayo. Fueron enviados a
Inglaterra y Francia 16 jóvenes a estudiar Ciencias y
Humanidades, los cuales estuvieron de regreso en 1863.
También se implemento un sistema de becas internas para
jóvenes con aptitudes pero de recursos escasos, los cuales
podían seguir, en virtud a estas becas, sus estudios en la
capital.

Fueron muy promocionadas también las
instituciones de enseñanza superior, tales como la
Academia de Literatura, el Seminario, la Escuela de Derecho Civil
y Político, La Escuela Normal, Las Aulas de
Filosofía y Matemáticas, la Escuela de Dibujo y
Artes, etc.

Luis G. Benítez expone la siguiente critica: es
de lamentar que con el desarrollo de la educación y la
cultura no se haya dado las condiciones políticas para el
ejercicio del civismo, porque si bien don Carlos dio un gran
impulso a la educación, no brindó las condiciones
políticas y las libertades cívicas para la
formación de ciudadanos; que no se reduce a leer y
escribir, a actuar en la sociedad como elemento pasivo y vegetar
en la rutina sin termino del acatamiento sumiso. El doctor
Francia, don Carlos y el Mariscal, no concebían la
vigencia de una ciudadanía con conciencia de sus derechos
y disposición de ejercerlos.

El Paraguayo Independiente.

El "Paraguayo Independiente se editó del 26 de
abril de 1845 al 18 de setiembre de 1852. Esta
publicación tuvo como redactor principal y director al
propio presidente López.

A este periódico le siguieron "El Semanario de
Avisos y Conocimientos Útiles", "El Eco del Paraguay" y
algunos otros.

El Paraguayo Independiente aparecía
semanalmente los sábados, pero desde el número 51,
sólo cuando las circunstancias lo reclamaban y se
disponía del material necesario. Fueron lanzados en total
118 números.

Cumplió con alta eficiencia su histórica
misión de fomentar el convencimiento de que el Paraguay
era "de hecho y de derecho independiente y soberano". Cuando
en 1852 el presidente Urquiza reconoció
nuestra independencia, el Paraguayo Independiente
dio por cumplida su misión y dejó de
aparecer.

Grande fue la importancia atribuida a este
periódico por el propio presidente López, que siete
años después de haber dejado de aparecer, el mismo
mandatario dispuso una nueva impresión de la
colección completa. Esta segunda edición
apareció en dos tomos, en 1859, por la Imprenta de la
República.
El primero, en un volumen de
759 páginas, contenía además del
prefacio, 74 números; el segundo de 740 páginas,
reproducía los números restantes, a los cuales se
agregaba un apéndice con documentos sobre los
acontecimientos posteriores a la desaparición de El
Paraguayo Independiente,
tales como el reconocimiento de la
independencia por la Confederación Argentina, la
mediación del Paraguay en el conflicto suscitado entre la
misma Confederación y Buenos Aires, la mediación de
Francia e Inglaterra en la cuestión Argentina, y las
relaciones entre el Paraguay y los Estados Unidos de
América.

El Paraguayo Independiente defendió
también, con elocuencia, la libertad de los ríos.
Para la república era una cuestión fundamental la
navegación del Paraná, cerrada esta caudalosa
arteria fluvial, aquella quedaba aislada, sin mayores
posibilidades para comunicarse con el mundo y sin vía por
donde dar salida a sus productos. Rosas, así lo
comprendió e impidió que el Paraguay se sirviese de
esa ruta. Nuevamente el intento de dominación por la
asfixia comercial.

La aparición de este periódico
señaló una nueva época en el desarrollo de
nuestra cultura. Desde entonces, el poder de la inteligencia
llegó hasta los lejanos confines del territorio iluminando
las consciencias. Y como si esto no fuese suficiente para que el
hebdomadario ocupase un sitio preferente en el recuerdo de las
generaciones, sus páginas encierran un rico archivo
político y diplomático, al cual necesariamente
deberán recurrir los estudiosos para conocer y apreciar
nuestro pasado.

CAPITULO 4:

LIBRE
NAVEGACIÓN DE LOS RÍOS.

Tras el derrocamiento de Rosas y el ascenso de Urquiza,
entre las primeras resoluciones de la nueva Confederación
Argentina estuvieron la declaración de Libre
Navegación de los Ríos Interiores y el
reconocimiento de la independencia del Paraguay.

El restablecimiento de los vínculos con el
exterior se afianzo con la autorización otorgada por el
presidente López para que algunos mercaderes pudieran
reiniciar libremente sus actividades y con la firma de convenios
comerciales con Inglaterra, Estados Unidos y Francia.

La apertura del comercio abrió una nueva fase en
la liberación del régimen económico
nacional, lo que se puso en evidencia con la autorización
otorgada por López a los extranjeros para que invirtieran
en el país. Con ello se pretendía incentivar la
actividad mercantil y permitir la libre acumulación de
capital en manos privadas, así como la inversión
extranjera.

Uno de los primeros permisos para realizar inversiones
concedido por el presidente López a extranjeros,
recayó en Edward A. Hopkins, quien creó con capital
de Rhode Island la United States and Paraguay Navegation Company.
La firma norteamericana, en la que tenía
participación el propio secretario de Estado, James
Buchanan, instaló en Asunción una fábrica de
cigarros, otra de ladrillos y varias industrias menores y
comercios.

Las irregularidades cometidas por los norteamericanos,
no muy inclinados a reconocer las prerrogativas del Estado
paraguayo, unido al desmedido avance de la esfera de actividad de
esta empresa extranjera, que vulneraba el sistema
económico nacionalista, hicieron que López dictara
la expropiación de todas las inversiones foráneas y
expresamente prohibiera a los extranjeros poseer bienes en el
país, cerrando así, abruptamente, el ultimo
capitulo del intento liberador de su régimen.

Inconforme con esta decisión, Hopkins llamo en su
ayuda a un barco de guerra de Estados Unidos, el "Water Wich",
que se hallaba navegando por las aguas fluviales de Corrientes.
Con supuestas intenciones pacificas, el capitán del buque,
Thomas Page, fondeó frente a Asunción el 20 de
septiembre de 1854. Una vez en el puerto, amenazó con
cañonear la ciudad, el grave incidente terminó,
momentáneamente, con la evacuación del personal
norteamericano hacia la provincia argentina vecina.

Sin tardanza, el presidente López prohibió
la navegación por los ríos paraguayos a todos los
barcos extranjeros (3 de octubre). El gobierno norteamericano,
por su parte, ordenó al Water Wich ignorar esa
disposición soberana. Enterado del irrespetuoso avance del
vapor de Estados Unidos, López cursó una ordenanza
al Jefe de Marina de Guerra Paraguaya para que repela al vapor
extranjero, en caso de desobedecer las disposiciones
nacionales.

En febrero de 1855 el vapor norteamericano se
presentó en actitud provocadora frente a las
baterías del fuerte Itapiru, con la pretensión de
navegar un canal interior en la confluencia del Paraná y
el Paraguay. El Comandante de la fortaleza indicó al buque
que se detuviera, para lo cual efectuó varios disparos con
salva. Pero como el barco seguía avanzando, el comandante
Wenceslao Robles, jefe del fortín, ordenó el
bombardeo con proyectiles. El Water Wich fue rechazado a
cañonazos.

El insolente vapor norteamericano, seriamente
dañado y con varios heridos, se retiró en forma
apresurada, perseguido por la cañonera paraguaya
Tacuarí.

Otro incidente aconteció a principios de 1858.
Bajo pretexto de una supuesta violación por parte del
Paraguay del principio de libre navegación, en esa
ocasión una escuadra brasileña, al mando del
almirante Pedro Ferreira de Oliveira, compuesta por 20 buques con
130 cañones y 3000 tripulantes, obtuvo la
autorización del Gobierno porteño para remontar el
Paraná y dirigirse al norte, rumbo a Asunción. Sin
encontrar resistencia alguna por parte del presidente Urquiza,
cabeza de la Confederación Argentina, la potente flota
llegó a su destino.

Allí exigió el libre tránsito para
los barcos del Imperio que comunicaban al estado de Matto Grosso
en la costa atlántica, por medio del sistema fluvial.
Deseando evitar a todo trance una guerra, Carlos Antonio
López firmó, en 12 de febrero de 1858,
el tratado que derogaba las restricciones a la navegación
brasileña por el rio Paraguay. Esta concesión
paraguaya, como se demostraría un lustro más tarde,
no iba a poner fin a las ambiciones del Imperio del Brasil, por
lo que a los dos años las relaciones entre ambos
países volverían a deteriorarse.

Apenas transcurrido diez meses de estos sucesos, se
desarrollo el segundo capítulo del drama paraguayo por la
supervivencia nacional. Otra flota de guerra extranjera, esta vez
norteamericana, amenazaba la integridad del país. Once
vapores y nueve veleros con 200 cañones y 1500
tripulantes, enviados por el entonces presidente de los Estados
Unidos, James Buchanan, constituían una especie de
expedición punitiva que se proponía arrancar por la
fuerza las indemnizaciones y privilegios que el "Water Wich" no
había sido capaz de obtener.

La presencia en el Paraná de la poderosa armada
norteamericana sirvió de pretexto a Urquiza para ofrecer
su mediación. Pero su verdadera finalidad era atraer al
Paraguay a la alianza que organizaba contra la continua
disidencia de Buenos Aires. López cedió algunas
cuestiones y el incidente se soluciono sometiendo el diferendo al
arbitraje internacional, con la retirada de la reclamación
norteamericana y la concertación de un nuevo tratado
comercial.

Después de este episodio, el presidente
López quedo completamente convencido de que también
Estados Unidos era hostil al Paraguay y corría a
conjurarse con sus enemigos, con el propósito de cerrar el
asfixiante cerco que se levantaba lentamente en torno al
país.

CAPITULO 5:

ANTILOPISMO.

Las primeras voces que se alzaron contra el
régimen de López no fueron, sin embargo, la de
ciudadanos paraguayos, sino la de intelectuales y
políticos liberales de Buenos Aires, que veían en
el Paraguay un mal ejemplo para la Argentina, así como un
obstáculo a la expansión comercial por el interior
del Rio de la Plata, entre ellos, por ejemplo, estaban Domingo
Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.

Uno de los primeros paraguayo que se hizo eco del coro
antilopista fue Luciano Recalde. No tardó en formarse un
grupo de emigrados paraguayos radicados en Buenos Aires, que
organizó, el 2 de agosto de 1858, la llamada Sociedad
Libertadora del Paraguay, auspiciada por los liberales
bonaerenses y antecesora de la tristemente célebre
Legión. La agrupación la encabezaban Gregorio y
Serapio Machain, Manuel Pedro de la Peña, Carlos Loizaga y
el ya mencionado Luciano Recalde.

Nótese que Manuel Pedro de la Peña fue
arrestado en 1827 por su oposición al régimen
revolucionario del Dr. Francia. Paso su juventud en la
cárcel. A la muerte del Supremo fue favorecido por la
amnistía política dictada por el Consulado. En
libertad, escribió su "Himno a la Libertad". Colaboro con
el gobierno de Carlos Antonio López, en el cual
desempeño importantes puestos diplomáticos, como
señalaremos más adelante. Sin embargo, defraudado
por los obstáculos interpuestos a los planes liberales, se
opuso también al presidente López, y se
refugió en Buenos Aires. En esta ciudad contribuyo a la
propaganda antilopista, cuando acuso a Carlos Antonio y a su hijo
de ser continuadores del régimen de Francia (vilabou
123).

Las pretensiones "libertadoras" de estos individuos se
plasmaron en el programa de la organización, en el que se
decía: el principal fin de esta sociedad, según sus
estatutos, es liberar aquella tan fértil como desgraciada
parte del Globo, comunicarle el espíritu civilizado de
nuestro siglo, establecer en ella, por medio de la propaganda y
de todo cuanto recurso humano y decente este a su alcance, los
principios de libertad, igualdad, derecho de propiedad y todos
aquellos goces concedidos a los hombres por las leyes divinas y
humanas, reconocidos y acatados hoy por el mundo civilizado, y de
que ha estado privada por la arbitrariedad de sus mandatarios (E.
Cardozo 142).Los verdaderos móviles de esa cruzada
antilopista habían quedado al descubierto con la
publicación del libro de Luciano Recalde titulado
Monopolio del Paraguay, aparecido en Buenos Aires en 1857, y en
el que se abogaba descarnadamente por la liquidación del
patrimonio estatal y de las restricciones comerciales. El
historiador paraguayo Julio Cesar Chávez anota al
respecto: uno de los factores que provocaban mayor resistencia al
régimen estaba constituido por el monopolio de la yerba y
la madera. El Estado aparecía como el máximo
privilegiado traficante.(172).

La actividad sediciosa de la Sociedad Libertadora no se
limitó, por supuesto, a Buenos Aires y las provincias del
Plata, sino que su influencia también se irradio al
Paraguay. El 16 de febrero de 1859 las autoridades de
Asunción descubrieron una conspiración que
pretendía asesinar al presidente López. Entre los
complotados se encontraba un súbdito ingles, lo que dio
lugar a un conflicto de carácter internacional, pues los
británicos se apoderaron durante unos días del
vapor "Tacuarí" en el que viajaba el general Francisco
Solano López, que finalmente se resolvió sin
mayores trastornos.

CAPITULO 6:

BALANCE DE LA
ÉPOCA DE LÓPEZ.

Sin lugar a dudas, podemos afirmar a manera de balance
que el régimen de Carlos Antonio López contribuyo
decisivamente al desarrollo de las fuerzas productivas. El Estado
nacional se consolido y adquirió una estructura más
firme, como fiel continuador de la política soberana y
nacionalista del doctor Francia.

El predomino estatal sobre el comercio se mantuvo,
así como el predominio gubernamental sobre las actividades
productivas más importantes del país. Todo ello
puede definirse como una modalidad precoz de capitalismo de
estado, a decir de Guerra Vilaboy, todavía en fase de
transición y adaptado como es lógico a las
relaciones paraguayas del siglo XIX.

El Estado se convirtió en una formidable palanca
impulsora del desarrollo económico nacional, en virtud de
las posibilidades de acumulación de capital que
permitía la vasta esfera económica gubernamental.
Ello explica que, sin necesidad de obtener empréstitos
extranjeros y al valerse de una balanza comercial anualmente
favorable, que permitía obtener medios de
producción con costos relativamente bajo, el país
estuviera en posibilidad de crear una naciente infraestructura y
de echar las bases de una industria propia, sin perder por ello
el dominio de los principales recursos naturales, ni de ninguna
de las fuentes internas de financiamiento.

Sobre esto, Efraín Cardozo apunta: de hecho, el
Estado, tan identificado con la familia López,
ejercía la dirección de la actividad
económica del país. Por decreto de 1846 se
había declarado libre el comercio, pero esa libertad era
nominal, por el mismo decreto se estableció la propiedad
del Estado sobre los yerbales y bosques de madera de
construcción. Bastaba la menor insinuación del
Gobierno para que las más ricas propiedades particulares
pasasen al Fisco, a trueque de irrisorias indemnizaciones y las
multas dejaban en la miseria a las familias de los emigrados. El
Estado era el más importante estanciero y el principal
exportador, lo que no permitió la formación de
ninguna fortuna privada apreciable, aparte de las que reunieron
los parientes de López.

Comparando con el gobierno de Francia, en el Estado de
López, a pesar de tener en cuento los intereses de los
comerciantes, estancieros y campesinos acomodados, no clase de
terratenientes semifeudales no pudo levantar cabeza y los
comerciantes exportadores nunca lograron introducir las
inversiones extranjeras y los intereses británicos, como
sucedía en los demás países de
América Latina.

Esos sectores sociales tampoco lograron liquidar el peso
abrumadoramente mayoritario del Estado en economía.
Más bien la presencia del capital privado y el crecimiento
relativo de la naciente burguesía nacional, se hizo sentir
alrededor de las actividades mercantiles, productivas y
empresariales de la familia presidencial, en intima
vinculación con el aparato gubernamental.

Evidentemente junto a la familia López se fue
conformando una nueva oligarquía de características
burguesas, vinculada en forma muy estrecha a la actividad
estatal. En ese restringido círculo de poder figuraba,
además de la familia presidencial, la alta
jerarquía eclesiástica y los militares de elevada
graduación, junto a algunos destacados
negociantes.

El creciente aburguesamiento de la clase dominante y las
limitaciones introducidas al régimen democrático,
estaban en cierta forma determinados históricamente y no
pueden opacar el hecho concreto de que la función
primordial del Estado paraguayo siguió consistiendo en
colocar a la nación en condiciones de preservar su
independencia y a la vanguardia entre los países
latinoamericanos, creando las premisas necesarias para un
desarrollo propio del capitalismo.

Juan Natalicio González opina: Carlos Antonio
López trabajó, infatigablemente, con
sabiduría y fértil genio realizador, a consolidar
esa libertad y a crear ese poderío. Cuando le
sorprendió la muerte, el Paraguay era un vasto taller,
donde florecían las artes y las industrias, se movilizaban
todas las riquezas potenciales a beneficio exclusivo del pueblo y
donde la cultura se expandía en forma realmente
explosiva.

Convertido en potencia de primer orden, acaso la mejor
organizada y poderosa de la América antes española,
sus barcos, al tope la bandera nacional, surcaban los mares y
visitaban regularmente los principales puertos europeos,
conduciendo en sus bodegas los múltiples productos del
suelo paraguayo.

Proseguía el autor: El Paraguay consagra en sus
bases constitucionales las viejas aspiraciones del pueblo; se
tornan funciones predominantes del Estado, el comercio exterior,
la organización de los medios de transporte y la
explotación de las riquezas básicas del
país. El Estado tiene sus almacenes, que le permiten
regular el precio de las mercadería, tiene sus estancias,
que proporcionan carne y remonta al ejercito y bestias de labor
al agricultor pobre; tiene, en fin, su marina mercante, sus
ferrocarriles, sus explotaciones mineras, sus empresas
industriales.

No coarta la formación de fortunas individuales,
sino su hipertrofia, es decir, la aparición de una
plutocracia prepotente que amenace o extinga las libertades del
pueblo. Simultáneamente se ocupa de evitar la
pauperización de las clases inferiores; si la
acumulación de la fortuna individual encuentra un
límite, también la pobreza tiene un linde del que
no puede descender. Periódicamente llega hasta las clases
desheredadas el eficaz amparo estadual, en la forma de
distribución gratuita de los medios de
producción.

PARTE DOS:

CUESTIÓN
DIPLOMÁTICAS DEL GOBIERNO DE
LÓPEZ.

CAPITULO 1: RELACIONES CON EL IMPERIO DEL
BRASIL.

El presidente López ansiaba
entrañablemente lograr el reconocimiento de nuestra
independencia por parte de los países vecinos y
demás potencias del mundo. Estas aspiraciones fueron
fuertemente respaldadas por la diplomacia brasileña, que
entre otros factores entreveía en ellas la oportunidad
propicia para predisponer al gobierno paraguayo en contra del de
la Confederación, evitando así la
reconstrucción de un Estado de proporciones similares al
extinto virreinato del Río de la Plata, política
esta iniciada por Portugal y proseguida con éxito por los
estadistas del Imperio.

A ella respondió la misión de Antonio
Manuel Correa da Cámara ante el dictador José
Gaspar Rodríguez de Francia, la que por sí sola
significaba un reconocimiento de facto de la
independencia del Paraguay. Correa da Cámara fue el
único representante diplomático que tuvo el
privilegio de ser recibido por el Dr. Francia, en 1825, y fue
posteriormente despedido de Itapúa, en 1829. Desde
entonces quedaron interrumpidas las relaciones oficiales del
Paraguay con el Brasil. Desaparecido el Supremo Dictador, las
fronteras del Paraguay quedaron abiertas al amigable juego de las
relaciones internacionales. Los países vecinos mostraron
nuevamente su interés por mantener contacto con
Asunción, no siendo la excepción El Imperio del
Brasil, quien buscó restablecer las interrumpidas
relaciones.

Por su parte, el gobierno de los Cónsules
López y Alonso, buscó también establecer
relaciones con los Estados vecinos, como consecuencia de la
ratificación de la independencia por el congreso de 1842.
Con ese objeto, Andrés Gill fue comisionado a Buenos Aires
y, entre otras comunicaciones, era portador de la dirigida
«Al Excmo. Señor Ministro Secretario de
relaciones extranjeras de S. M. el señor Don Pedro Segundo
Emperador constitucional del Imperio del Brasil en la corte del
Río Janeyro
», fechada, el 28 de diciembre de
1842. La cual ponía al corriente del Pedro II la
Declaración de Independencia realizada meses atrás,
a fin de que se preste este a reconocerla.

A fin de dar respuesta, el gobierno brasileño
envió a José Antonio Pimenta Bueno, quien,
además de reconocer la independencia paraguaya el 14 de
septiembre de 1844, firmó con López un
tratado de "Alianza, Comercio, Navegación,
Extradición Y Límites", el 7 de octubre. El
contenido de este tratado era sumamente favorable a los intereses
paraguayos, por ejemplo: Artículo 2º: Su Majestad
el Emperador del Brasil, que tiene ya reconocida la independencia
y soberanía de la República del Paraguay,
interpondrá sus efectivos y buenos oficios para que las
demás potencias reconozcan igualmente y cuanto antes la
misma soberanía e
independencia de
la República.
(…) Artículo 3º:
En caso de que la República del Paraguay sea amenazada de
un ataque hostil, Su Majestad el Emperador del Brasil
empleará todos los esfuerzos no solo para prevenir las
hostilidades sino también para que la República
obtenga justa y completa satisfacción de las ofensas
recibidas.
(…) Artículo 12º: quedaba
garantida para las dos potencias y sus súbditos la
navegación de los ríos Paraná y Paraguay en
toda la extensión de los Estados y dominios. (…)
Artículo 23º: las partes contratantes se
comprometían a trabajar de común acuerdo a fin de
afirmar para sus súbditos la libertad de navegación
del río Paraná hasta el Río de la
Plata.

Con el objetivo de seducir al presidente paraguayo, y
deseoso de consolidar un Estado tapón que evitara una
posible reedición del Virreinato del Río de la
Plata por parte de Rosas, el gobierno brasileño
movió todos los resortes de su diplomacia para que otros
países reconocieran la independencia paraguaya. Por
ejemplo, en un memorial que escribió en Berlín el
27 de enero de 1846, el vizconde de Abrantes, representante
diplomático brasileño, defendía
enfáticamente la decisión de su gobierno de
reconocer la independencia paraguaya: "Por lo que toca al
Brasil, si la independencia del Estado de Montevideo, establecida
por la Convención del 27 de Agosto de 1828, fue una
condición o garantía necesaria para el equilibrio
entre el Brasil y la Confederación Argentina;
también la independencia de la República del
Paraguay es evidentemente necesaria para complementar dicho
equilibrio. La anexión del Paraguay á la
Confederación daría a ésta, además
del orgullo de conquistadora, un aumento del territorio y de
fuerzas tales que aquel equilibrio dejaría de existir, y
todos los sacrificios hechos por el Brasil, cuando se
adhirió á la independencia de Montevideo,
quedarían enteramente estériles."

Respondieron a la convocatoria brasileña en pro
del reconocimiento paraguayo Bolivia, Venezuela y Austria; por su
parte, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Cerdeña se
negaron a hacerlo, y recién mandaron sus
diplomáticos al Paraguay cuando el general Urquiza
pasó a ser presidente de la Confederación Argentina
y finiquitó el conflicto pendiente con el
Brasil.

Citemos también que el reconocimiento de la
independencia realizado por Brasil generó la
desaprobación y protesta de Rosas. Numerosos
entrecruzamientos diplomáticos se produjeron entre la
Corte de San Cristóbal y Buenos Aires pero sin
ningún resultado diferente. El imperio estaba decidido a
mantener su postura hacia Paraguay.

El 19 de noviembre de 1846, Juan Andrés Gelly
llegó a Río de Janeiro, como encargado de negocios
del Paraguay ante la Corte de San Cristóbal, siendo
cordialmente recibido y reconocido en tal carácter. Al
año siguiente, el enviado paraguayo planteó a
gobierno de Brasil renovar el tratado de octubre de 1844, pero el
Imperio se negó a dicha proposición.

La situación cambio años después,
lo cual derivo en que el gobierno paraguayo finalmente
firmó con Brasil un tratado de alianza defensiva contra el
jefe de la Confederación el 25 de diciembre de
1850.

Entre los múltiples relacionamientos que se dio
con el país vecino podemos citar las sugerencias de
Pimenta Bueno al gobierno de Asunción que derivaron en la
edición del periódico El Paraguayo
Independiente
, con el expreso fin de defender los derechos
territoriales y la independencia del Paraguay. También, el
Imperio de Brasil ayudó al presidente López a
formar un ejército regular bajo la dirección de
militares brasileños; a procurarle armas y municiones, y a
levantar las fortificaciones de Humaitá. De esto se puede
inferir que a todas luces el Imperio buscaba preparar a Paraguay
para una guerra contra Rosas, ocasión que se
presentó en diciembre de 1845.

CAPITULO 2:

COMIENZA LA
CONFRONTACIÓN CON JUAN MANUEL DE ROSAS.

El «eje pasivo» que caracterizó a las
relaciones entre el Paraguay y la Confederación Argentina
durante el gobierno del Dr. Francia cambió después
de la muerte del Supremo Dictador. Al asumir los cónsules,
el sistema de aislamiento es abandonado y comienza la
difícil tarea de romper la persistente convicción
de que nuestro país aun pertenece a la
Confederación Argentina, tesis sostenida por el Gobernador
porteño Juan Manuel de Rosas.

A inicios de 1842, el ministro brasileño, Luis
Moutinho de Lima Alvares e Silva, solicitaba autorización
del gobierno argentino para que Antonio José Lisboa,
nombrado encargado de negocios del Imperio en la capital
paraguaya pudiera trasladarse en un buque de guerra a cumplir su
cometido. Rosas se opuso no solamente a la navegación del
barco en aguas de la Confederación sino que también
a que el agente brasileño transitase por territorio
argentino. En aquella ocasión, Felipe Arana, ministro de
relaciones exteriores del dictador porteño,
manifestó al plenipotenciario imperial, de parte del mismo
Rosas, que accediendo éste a la partida de un
representante extranjero hacia Asunción,
«reconocería ipso facto la independencia
del Paraguay». Arana agregó confidencialmente que
"las vistas del Dictador eran incorporar a la
Confederación Argentina la Provincia del Paraguay, que de
derecho formaba parte de dicha Confederación, no estando,
hasta aquí, separada de ella sino de facto". En
abril de ese año, partía de Rio de janeiro Jorge
Roberto Gordon, agregado a la legación británica en
la Corte de San Cristóbal, con destino a Buenos Aires, de
donde debía trasladarse al Paraguay, en misión
especial del gobierno inglés, pero encontró la
misma oposición de Rosa, obligándole a tomar la
vía terrestre.

Partes: 1, 2

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